1 Macabeos

Primer Libro Macabeos

Libro 1 Macabeos

Bienvenido/a a la sección de «1 Macabeos» del Libro Histórico de la Biblia en «Sagrada Escritura». El libro de 1 Macabeos es un relato histórico importante para entender la historia del pueblo de Israel durante el período helenístico. Este libro narra la historia de los macabeos, una familia judía que lideró una revuelta contra el dominio seléucida de Antíoco IV Epífanes en el siglo II a.C. A través de su lucha por la libertad religiosa y la independencia política, los macabeos establecieron la dinastía de los asmoneos y recuperaron el control del Templo de Jerusalén. En esta sección, podrás explorar los detalles de esta fascinante historia, así como reflexionar sobre sus implicaciones teológicas y espirituales. ¡Esperamos que encuentres en «Macabeos 1» una fuente de inspiración y sabiduría para tu vida!

1 El imperio de Alejandro

1 Darío era el rey de los países de Media y de Persia. Fue en ese tiempo cuando Alejandro, el hijo de Filipo de Macedonia, salió de su país para pelear contra Darío y lo derrotó. Fue así como se convirtió en rey de Grecia.

2 Después de eso, Alejandro peleó contra muchas naciones vecinas, se apoderó de muchas ciudades rodeadas de murallas y mató a varios reyes de esa región.

3-4 Fue tan poderoso que logró extender su imperio hasta lugares muy lejanos. Obligó a todas las naciones derrotadas a que le pagaran impuestos, y pudo hacerlo porque tenía un ejército muy poderoso. Se quedó con grandes riquezas, gobernó a muchas naciones, y durante un tiempo no salió más a la guerra. Por todo lo que hizo, Alejandro se sentía muy importante y orgulloso.

5 Un día, Alejandro se enfermó gravemente y sintió que iba a morir.

6 Entonces reunió a los generales más importantes de su ejército, los que habían sido sus amigos desde joven, y les repartió su reino.

7 Alejandro murió después de haber reinado durante doce años.

8-9 Después, cada uno de esos generales reinó sobre la parte del imperio que Alejandro le había dado. Cuando ellos murieron, sus hijos reinaron en su lugar. Mientras todos esos reyes gobernaron, la gente sufrió mucho.

El reinado de Antíoco Epífanes

10 Los griegos habían establecido su reinado en Siria desde hacía ya ciento treinta y siete años. Pasado ese tiempo surgió de entre ellos un rey muy malo, llamado Antíoco Epífanes. Era hijo del rey Antíoco, y había estado preso en Roma.

11 En ese tiempo aparecieron también unos israelitas, los cuales querían que el pueblo desobedeciera la ley de Moisés. Estos israelitas traidores animaban a sus compatriotas para que se unieran a las naciones vecinas. Para convencerlos, decían que sus problemas comenzaron al separarse de esas naciones.

12-13 Los israelitas que querían unirse a las naciones vecinas fueron a hablar con el rey, para que les permitiera vivir y actuar según las costumbres de esos pueblos, que no creían en Dios. El rey les dio permiso de hacerlo.

14 Por eso, construyeron en Jerusalén un centro deportivo, donde además se enseñaban la lengua y la cultura griegas.

15 Los varones israelitas se hicieron operar para que no se les notara que estaban circuncidados. De esa manera, estos hombres rechazaron la alianza que Dios había hecho con el pueblo de Israel. Vivían y actuaban como los que no creen en Dios, y se dedicaban a hacer toda clase de maldades.

Antíoco conquista Egipto

16 Cuando Antíoco Epífanes vio que su reino estaba seguro, decidió conquistar Egipto para agrandar su imperio.

17 Para lograrlo, salió a invadir Egipto con su poderoso ejército, sus carros, elefantes y caballos, y muchos barcos.

18 Atacó a Tolomeo, rey de Egipto, y lo hizo huir. Con su ejército mató a muchas personas, y las dejó tiradas por el campo.

19 Entonces Antíoco conquistó las principales ciudades de Egipto y se apoderó de las riquezas del país.

Antíoco roba las riquezas del templo de Jerusalén

20 Después de vencer a Egipto, Antíoco marchó hacia Israel y lo atacó con su poderoso ejército. Esto sucedió en el año ciento cuarenta y tres. Al llegar a Jerusalén,

21 se creía tan importante que entró al templo y se llevó el altar de oro, y también el candelabro con todos sus utensilios.

22-23 También se robó la mesa donde se ponían los panes dedicados a Dios, las copas, y todos los demás muebles y utensilios de oro que se usaban para el culto. Se apoderó de las cortinas y de todo el oro que cubría la fachada del templo. También se robó el oro, la plata y los utensilios más valiosos. ¡Hasta encontró los tesoros que estaban escondidos, y se los llevó!

24 Después de matar a mucha gente y de hablar con orgullo de lo que había hecho, regresó a su tierra llevándose lo que se había robado.

Canto de tristeza por Israel

25 En todo el país de Israel la gente sufría mucho.

26 Los gobernadores y los jefes del pueblo lloraban a gritos. Las muchachas y los jóvenes andaban muy tristes, y las mujeres hermosas se quitaron sus adornos.

27 Los recién casados entonaban canciones tristes. Las novias no salían de sus cuartos; parecían estar de luto.

28 Los israelitas sufrían mucho y se sentían muy humillados.

Jerusalén es atacada otra vez

29 Después de dos años, el rey Antíoco envió a uno de sus ministros a cobrar los impuestos a las ciudades de Judea. Ese ministro llegó a Jerusalén acompañado de un ejército muy grande.

30 Al entrar en Jerusalén, este ministro quiso ganarse la confianza de los que vivían en la ciudad; por eso les habló con mucha amabilidad. Pero, cuando los israelitas menos lo esperaban, ese ministro y su ejército atacaron la ciudad y mataron a muchos de sus habitantes.

31 Luego destruyeron las casas, derribaron y quemaron la muralla que rodeaba la ciudad, y se llevaron todas las riquezas que allí había.

32 Además, los soldados se robaron todo el ganado, y se llevaron presos a las mujeres y a los niños.

33 Después, los soldados del ejército enemigo reconstruyeron la ciudad de Jerusalén, y la convirtieron en una fortaleza griega; le pusieron una muralla alta alrededor y torres fuertes.

34-35 Allí guardaron todo lo que se habían robado de Jerusalén, y también las armas y los alimentos; como vigilantes pusieron a gente malvada de otro país, y a algunos israelitas traidores.

Otro canto de tristeza por Jerusalén

36 El ejército enemigo fue un peligro para el templo y una amenaza constante para Israel.

37 Le faltó el respeto al templo, pues allí mató a gente inocente.

38 Por miedo al enemigo, los habitantes de Jerusalén huyeron espantados, y se fueron de la ciudad porque se llenó de extranjeros.

39 El templo quedó en ruinas y en completo abandono. Sus fiestas parecían funerales y el culto del sábado daba pena. La gran ciudad quedó humillada.

40 Su humillación fue tan grande como una vez lo fue su grandeza. ¡Su alegría se convirtió en tristeza!

Antíoco impone su propia religión

41 El rey Antíoco envió un mensaje a todos los pueblos que estaban bajo su poder. En él se ordenaba que todos debían tener las mismas costumbres. Así ningún pueblo sería diferente de los demás.

42 Por eso, cada pueblo debía abandonar sus propias leyes y costumbres. Las naciones que no creían en Dios aceptaron la decisión del rey.

43 Incluso algunos israelitas comenzaron a practicar la religión del rey, y dejaron de celebrar el día sábado, el cual debían dedicar al descanso y a la adoración a Dios. Además, ofrecían sacrificios a los dioses de otras naciones.

44 Para que los israelitas conocieran la decisión del rey, éste envió mensajeros a Jerusalén y a las demás ciudades de Judea. En el mensaje el rey ordenaba que abandonaran sus costumbres y se comportaran como los que no creen en Dios.

45-46 También les prohibía que ofrecieran sacrificios y ofrendas en el templo de Jerusalén. Todo esto, para que los israelitas no respetaran lo que era sagrado para ellos: el sábado, sus fiestas religiosas y su templo.

47 El rey les ordenaba además que construyeran templos y capillas para los dioses de otras naciones. Les exigía que adoraran a esos dioses, y que les presentaran ofrendas de animales impuros, como el cerdo.

48 También les prohibía que circuncidaran a los niños. Con todo esto el rey pretendía que los israelitas imitaran todo lo malo y espantoso que hacía la gente que no creía en Dios.

49 Su propósito era hacer que los israelitas rechazaran la ley y los mandamientos de Dios.

50 Todo aquel que no obedeciera las órdenes del rey sería condenado a muerte.

51 Este mensaje fue enviado a todos los pueblos que pertenecían al imperio. Además, el rey colocó inspectores en todas las ciudades de la región de Judea para asegurarse de que los israelitas obedecieran todas sus órdenes y adoraran a los dioses de las otras naciones.

52 Como se dijo antes, muchos israelitas traidores cumplieron las órdenes del rey.

53 Por eso, los que se mantuvieron fieles a Dios tuvieron que buscar dónde esconderse.

Antíoco persigue a los israelitas

54 El día quince del mes de Quislev[a], cuando los reyes griegos cumplieron ciento cuarenta y cinco años en el poder, el rey Antíoco construyó un altar en honor del dios Zeus. Mandó construirlo justo encima del altar de las ofrendas quemadas del templo de Jerusalén, y lo mismo hizo en las demás ciudades de Judea.

55 En honor a los dioses de otras naciones muchos israelitas traidores quemaban incienso en las puertas de las casas y en las calles.

56 Además, cuando los inspectores encontraban una copia de la ley de Dios la rompían y la quemaban.

57 Si un israelita era sorprendido con algún libro de la ley de Dios, o si éste la obedecía, se le condenaba a muerte, pues así lo había ordenado el rey.

58 Los extranjeros que no creían en Dios, aprovechándose de su poder, perseguían constantemente a los israelitas.

59 El día veinticinco de cada mes se presentaban ofrendas en el altar dedicado al dios Zeus, que se había construido sobre el altar de las ofrendas quemadas en el templo de Jerusalén.

60-61 A las madres que hacían circuncidar a sus hijos, les colgaban sus hijos al cuello y las mataban. También mataban a sus familiares y a los que habían circuncidado a los niños.

62 A pesar de toda la persecución, hubo israelitas valientes que se negaron a comer alimentos impuros.

63 Estos israelitas estaban dispuestos a morir, antes que comer esos alimentos y desobedecer la ley de Dios. Fueron muchos los que murieron.

64 Aquélla fue una época de mucha desgracia para Israel.

2 Canto de tristeza de Matatías

1 En aquellos días apareció un tal Matatías hijo de Juan y nieto de Simón. Era un sacerdote descendiente de Joiarib. Aunque había nacido en Jerusalén, vivía en Modín.

2 Matatías tenía cinco hijos: Juan, de sobrenombre Gadí,

3 Simón, al que llamaban Tasí,

4 Judas, al que le decían Macabeo,

5 Eleazar, llamado Avarán, y Jonatán, de sobrenombre Afús.

6 Cuando Matatías vio que en Judea y en Jerusalén se burlaban de todo lo que para los israelitas era sagrado,

7 dijo con dolor: ¡Qué tristeza siento al ver el sufrimiento de mi pueblo que vive en Jerusalén, la ciudad de Dios! Los extranjeros se apoderaron de la ciudad y del templo, y no hay nada que yo pueda hacer.

8 Le han faltado el respeto al templo.

9 Han robado los utensilios sagrados, que eran su orgullo. En las calles de la ciudad asesinaron a los niños y con la espada mataron a los jóvenes.

10 Todas las naciones se burlaron de mi país y le robaron sus riquezas.

11 A Jerusalén le quitaron su belleza, y sus habitantes perdieron la libertad.

12 ¡Miren cómo arruinaron nuestro hermoso templo! ¡Lo han tratado con desprecio! Era nuestro orgullo, y ahora está en ruinas.

13 ¡No soporto verlo así!

14 Matatías y sus hijos rompieron sus ropas en señal de tristeza, se pusieron ropas ásperas y lloraron desconsolados.

Matatías se enoja

15 Cierta vez llegaron al pueblo de Modín los representantes del rey Antíoco. Ellos traían la orden de obligar al pueblo de Israel a adorar a dioses de otras naciones, para que así abandonaran su religión.

16 Muchos israelitas obedecieron la orden del rey, pero Matatías y sus hijos no lo hicieron.

17 Entonces los representantes del rey le dijeron a Matatías: —Tú eres una persona muy importante, toda la gente del pueblo te respeta, y tus hijos y familiares te apoyan en todo lo que haces.

18 Tú debes ser el primero en obedecer las órdenes del rey. Es lo que se ha hecho en todas las naciones, en Judea y en Jerusalén. Si tú y tus hijos lo hacen, serán considerados amigos del rey, y recibirán oro, plata y muchos otros regalos.

19 Pero Matatías les gritó: —Aunque todas las naciones que viven bajo este imperio de Antíoco, lo obedezcan y dejen de adorar a sus dioses,

20 yo, mis hijos y todos mis familiares seremos fieles al pacto que Dios hizo con nuestros antepasados.

21 ¡Que Dios nos ayude a seguir obedeciendo su ley!

22 Por eso, no obedeceremos al rey, ni dejaremos de adorar a nuestro Dios.

23 Apenas Matatías dejó de hablar, un judío se acercó al altar para presentar delante de todos una ofrenda a un dios falso, tal como lo había ordenado el rey.

24 Al ver esto, Matatías se enojó hasta temblar de rabia. Y lleno de enojo, corrió y mató a aquel hombre sobre el mismo altar.

25 También mató al representante del rey que obligaba a la gente a presentar ofrendas a otros dioses, y luego destruyó el altar.

26 A Matatías le pasó lo mismo que a Finees, el que mató a Zimrí hijo de Salú, porque Dios era lo más importante en su vida.

27 Luego, Matatías recorrió todo el pueblo gritando: ¡Los que quieran ser fieles al pacto de Dios, síganme! No permitamos que se burlen de la ley de nuestro Dios.

28 Y dejando todo lo que tenía, Matatías y sus hijos se fueron a esconder en las montañas.

29-30 En ese tiempo la situación se había vuelto más difícil para los israelitas. Por eso, muchos hombres que querían obedecer la ley de Dios, tomaron a sus mujeres, hijos y ganados, y fueron a esconderse en el desierto.

Muerte de los rebeldes israelitas

31 Los representantes del rey vieron lo que estaba pasando. Por eso enviaron a los soldados que estaban de guardia en Jerusalén,

32 para que persiguieran a los que habían huido. Cuando los alcanzaron, los rodearon y se prepararon para atacarlos. Esto sucedió un día sábado.

33 Pero antes de atacarlos, les dijeron: —¡Si se rinden y obedecen las órdenes del rey, los dejaremos con vida!

34 —¡La ley nos ordena descansar el sábado, y no vamos a desobedecer la ley!— contestaron ellos. —¡De aquí no nos moveremos, ni obedeceremos las órdenes del rey!

35 Entonces los soldados comenzaron a atacarlos.

36 Pero los israelitas ni se defendieron ni se escondieron en las cuevas. ¡Ni siquiera les arrojaron una sola piedra!

37 Tan sólo dijeron: —¡El cielo y la tierra son testigos de que ustedes nos asesinan sin razón! ¡Nosotros moriremos tranquilos!

38 Ese sábado, los soldados mataron a hombres, a mujeres y a niños. Eran como mil personas. También mataron a los animales que estaban allí.

39 Cuando Matatías y sus hijos recibieron las terribles noticias, lloraron mucho,

40 y después comentaron: Si hacemos lo mismo que hicieron nuestros hermanos, y no luchamos por la ley de Dios ni nos defendemos de los enemigos de Dios, nos van a matar a todos.

41 Ese mismo día tomaron esta decisión: Si nuestros enemigos nos atacan en sábado, nos defenderemos y pelearemos. No dejaremos que nos maten, como mataron a nuestros hermanos en las cuevas.

42-43 Entonces se les unió un grupo de israelitas valientes, a quienes se les conocía como los fieles, pues eran obedientes a la ley de Dios. También se unieron a Matatías y a sus hijos todos los que querían escapar de aquella terrible situación.

44 Así formaron un ejército y empezaron a atacar a sus enemigos y a los israelitas que habían dejado de adorar a Dios. Pero muchos de esos israelitas traidores lograron escapar, y se fueron a vivir a otros países.

45 Matatías y sus seguidores recorrieron todo el país. Derribaron los altares de los otros dioses,

46 y obligaron a circuncidar a todos los niños que no lo estaban.

47 Además, persiguieron a sus orgullosos enemigos, y les fue bien en todo lo que hicieron.

48 Fue así como defendieron la ley de Dios ante el poder de los enemigos y sus reyes, y no se rindieron ante el enemigo.

Muerte de Matatías

49 A la hora de su muerte, Matatías les dijo a sus hijos: Los que ahora tienen el poder son gente orgullosa y violenta. Por culpa de ellos sufrimos mucha violencia.

50 Ustedes, hijos míos, defiendan con valentía la ley de nuestro Dios. Él hizo una alianza con nuestros antepasados; no tengan miedo de defenderla ni de morir por ella.

51 Recuerden lo que antes hicieron nuestros antepasados, y serán famosos para siempre.

52 No olviden que Abraham se mantuvo fiel a Dios hasta en los momentos más difíciles; por eso Dios lo llamó su amigo.

53 José obedeció a Dios en medio del sufrimiento; por eso llegó a gobernar Egipto.

54 Finees, nuestro antepasado, se comprometió a servir sólo a Dios; por eso Dios le prometió que sus descendientes serían sacerdotes para siempre.

55 Josué obedeció las órdenes de Dios; por eso llegó a ser jefe de Israel.

56 Caleb dijo siempre la verdad; por eso recibió su parte de la tierra prometida.

57 David fue un hombre compasivo; por eso Dios le prometió que sus descendientes reinarían para siempre.

58 Elías defendió con valentía las enseñanzas de Dios; por eso Dios se lo llevó al cielo.

59 Ananías, Azarías y Misael confiaron siempre en Dios; por eso Dios los salvó del fuego.

60 Daniel fue un hombre que practicó la justicia; por eso Dios lo libró de los leones.

61 Si ustedes repasan nuestra historia, verán que nunca les faltan fuerzas a los que confían en Dios.

62 Por eso, no les tengan miedo a las amenazas de ese rey pecador, porque toda su grandeza se convertirá en basura, en comida para los gusanos.

63 Hoy ese rey se cree importante, pero mañana dejará de existir. Morirá y se volverá polvo, y sus planes morirán con él.

64 ¡Sean valientes, hijos míos, y obedezcan siempre la ley de Dios; por ella lograrán grandes cosas!

65 Obedezcan a Simón, el hermano de ustedes; él será el nuevo jefe porque es un hombre inteligente.

66 Por su parte, Judas Macabeo, su otro hermano, será el jefe del ejército y peleará contra el enemigo, porque desde niño ha sido valiente.

67 Reúnan a todos los que son fieles a la ley de Dios, y defiendan a su pueblo.

68 Obedezcan siempre la ley de Dios, y con los pueblos que no creen en él hagan lo que ellos hicieron con ustedes.

69-70 Matatías murió en el año ciento cuarenta y seis, después de bendecir a sus hijos. Lo sepultaron en el pueblo de Modín, donde estaban enterrados sus antepasados. Todos los israelitas lloraron su muerte.

3 Judas Macabeo libera a su pueblo

1 Después de la muerte de Matatías, quedó como jefe su hijo Judas Macabeo.

2 Sus hermanos y todos los que habían apoyado a su padre se pusieron bajo sus órdenes. Todos decidieron seguir luchando por el pueblo de Israel.

3 Judas hizo famoso a su pueblo. Como todo buen guerrero, se puso la armadura de hierro y se preparó para la batalla. ¡Con valentía dirigió a su ejército!

4 Cuando atacaba a sus enemigos era como un león tras la presa;

5 los perseguía hasta el último rincón, y quemaba a los enemigos del pueblo de Israel.

6 Judas Macabeo dio libertad a su pueblo, y llenó de miedo y confusión a los judíos traidores que hicieron pecar a los demás.

7 Muchos reyes temblaron ante él, pero su pueblo se alegró con sus victorias. Por todo lo que hizo será recordado para siempre.

8 Para evitar que Dios castigara a Israel, Judas recorrió las ciudades de Judea y mató a los que no adoraban a Dios.

9 Judas llegó a ser muy famoso en toda la tierra, porque pudo reunir a un pueblo que estaba a punto de ser destruido.

Judas vence a Apolonio

10 Un hombre llamado Apolonio reunió un gran ejército formado por soldados de Samaria y de otras naciones, para pelear contra Israel.

11 Cuando Judas se enteró, fue a pelear contra Apolonio, lo venció y lo mató. Muchos soldados enemigos murieron en esa batalla, pero algunos lograron escapar.

12 Los israelitas se apoderaban de las armas y demás utensilios que habían dejado los enemigos. Judas se quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces ésa fue su arma preferida.

Judas vence a Serón

13 El jefe del ejército de Siria, llamado Serón, supo que Judas tenía un ejército de judíos fieles, listos para pelear.

14 Entonces pensó: Ésta es la oportunidad de mi vida para hacerme famoso y ser el hombre más importante del reino. Voy a pelear contra Judas y su ejército, porque se han puesto en contra de mi rey.

15 Muchos israelitas traidores se unieron a Serón, pues querían vengarse de Judas y su ejército.

16 Cuando Serón llegó a la cuesta de Bet-horón, Judas salió a pelear contra él con muy pocos soldados.

17 Pero cuando éstos vieron que el ejército de Serón era muy grande, le dijeron a Judas: —Nosotros somos muy pocos. ¿Cómo podremos pelear contra un ejército tan fuerte y tan grande? Para colmo, estamos sin fuerzas, pues no hemos comido nada desde ayer.

18 Judas les respondió: —Dios puede hacer que un ejército pequeño derrote a un gran ejército. Para derrotar a los enemigos, a Dios le da lo mismo usar un ejército grande o uno pequeño.

19 Lo importante no es tener muchos soldados, sino contar con la ayuda poderosa de Dios.

20 Nuestros enemigos son tan crueles y orgullosos que por eso pelean contra nosotros. Vienen decididos a matarnos y a robar todo lo que tenemos. Quieren matar también a nuestras mujeres y a nuestros hijos.

21 Pero nosotros peleamos por salvar nuestras vidas y por defender las leyes que Dios nos dio.

22 Así que no tengan miedo, pues pronto verán cómo Dios destruirá a nuestros enemigos.

23 Apenas terminó de decir estas palabras, Judas se lanzó al ataque, y derrotó a Serón y a su ejército.

24 Los israelitas los persiguieron por toda la cuesta de Bet-horón hasta llegar al valle. Ese día mataron a ochocientos soldados enemigos, y los que huyeron fueron a refugiarse en el país de los filisteos.

25 A causa de esta victoria, todos los habitantes de las naciones vecinas sintieron mucho miedo de Judas y de sus hermanos.

26 Judas se hizo muy famoso, pues en las otras naciones no se hablaba de otra cosa más que de sus victorias. ¡Hasta el rey Antíoco se enteró de sus triunfos!

El rey Antíoco declara la guerra

27 El rey Antíoco se enojó muchísimo por los triunfos de Judas Macabeo. Como Antíoco tenía un ejército muy grande y poderoso, ordenó que se reunieran todas las fuerzas militares de su imperio.

28 Sacó de sus tesoros el dinero para pagarles a los soldados el salario de todo un año, y les ordenó que estuvieran listos para salir a pelear en cualquier momento.

29 Pero entonces vio que ya no le quedaba más dinero, y que habían disminuido los impuestos que le pagaban las provincias. Esto había sucedido a causa de las peleas y miseria que el mismo rey había provocado, pues había obligado a la gente a abandonar sus costumbres y leyes antiguas.

30 Antíoco acostumbraba gastar mucho y dar regalos costosos; por eso le dio miedo quedarse sin dinero, como ya le había pasado antes.

31 Para resolver este problema, decidió ir a Persia a cobrar los impuestos de esos lugares, y reunir una gran cantidad de dinero.

32 Antes de partir, el rey dejó a un hombre de la familia real a cargo de todos los asuntos del reino, el cual se extendía desde el río Éufrates hasta Egipto. Ese hombre se llamaba Lisias, y era muy importante.

33 El rey le pidió que cuidara a su hijo, que también se llamaba Antíoco,

34-35 y le dejó la mitad de su ejército y los elefantes. Además, le dio instrucciones sobre todo lo que debía hacer, especialmente con Judea y Jerusalén. Le ordenó que enviara un ejército a Jerusalén, para matar a todos los israelitas rebeldes y acabar con lo que aún quedara de la ciudad. La orden era matarlos a todos, de modo que no quedara ni siquiera su recuerdo.

36 Una vez logrado esto, debía poblar con extranjeros la tierra de Israel.

37 Cuando los griegos cumplieron ciento cuarenta y siete años de gobernar desde Siria, el rey Antíoco tomó la otra mitad del ejército y salió de la ciudad de Antioquía, que era la capital de su imperio. Cruzó el río Éufrates y recorrió los países del norte.

La invasión de Judea

38 Para cumplir la orden del rey, Lisias escogió a Tolomeo hijo de Dorimeno, y también a Nicanor y a Gorgias. Éstos eran hombres muy importantes, pues formaban parte del grupo de los amigos del rey.

39 Con ellos, Lisias mandó un ejército de cuarenta mil soldados de infantería y siete mil de caballería. Les ordenó que fueran a la provincia de Judea y la destruyeran.

40 Y ellos fueron con el ejército hasta la llanura que está cerca del pueblo de Emaús, y acamparon allí.

41 A este ejército se le unieron tropas sirias y filisteas. Además, cuando los traficantes de esclavos de aquella región se enteraron de la llegada de ese ejército, tomaron cadenas y mucho dinero, y fueron al campamento para comprar como esclavos a los posibles prisioneros israelitas.

42 Judas y sus hermanos se dieron cuenta del peligro en que se encontraban, pues ya el ejército enemigo había colocado su campamento dentro del país. También supieron que el rey había mandado destruir por completo a la nación.

43 A pesar de todo, se animaron unos a otros con estas palabras: ¡Vamos a luchar por nuestro país y por el templo! ¡Libremos a nuestro pueblo de sus sufrimientos!

44 Entonces todo el pueblo se preparó para salir a pelear, y le pidieron a Dios que tuviera misericordia y compasión de ellos, y decían:

45 No hay gente en Jerusalén, la ciudad parece un desierto; nadie entra ni sale por sus portones. Le han faltado el respeto al templo; sólo extranjeros viven en la ciudad. Ahora Jerusalén está habitada por gente que no cree en Dios. Israel ha perdido su alegría y ya no hay música en sus calles.

Judas pide ayuda a Dios

46 Los israelitas se reunieron para orar en el pueblo de Mispá, que está cerca de la ciudad de Jerusalén. Mucho tiempo antes, Mispá había sido un lugar de oración para los israelitas.

47 Ese día no comieron nada, y para mostrar su tristeza rompieron sus ropas, se echaron ceniza sobre la cabeza y se pusieron ropas ásperas.

48 Los de otras naciones acostumbran pedir a sus ídolos que los guíen, pero los israelitas leyeron el libro de la ley, para que Dios les enseñara lo que debían hacer.

49 También trajeron la ropa de los sacerdotes, los primeros frutos de la cosecha y la décima parte de sus ganancias, y llamaron a los nazireos[b] que ya habían cumplido los días de su consagración a Dios.

50 Luego dijeron a Dios en oración: Dios nuestro, ¿qué vamos a hacer con esta gente? ¿A dónde los llevaremos para que presenten sus ofrendas?

51 ¡Tus enemigos no han respetado tu templo, y hasta lo han pisoteado! ¡Tus sacerdotes están tristes y han sido humillados!

52 ¡Tú sabes que nuestros enemigos quieren quitarnos la vida!

53 ¡Sin tu ayuda no podremos enfrentarlos!

54 Al terminar esta oración, tocaron las trompetas y todos gritaron con mucha fuerza.

55 Después, Judas Macabeo eligió de entre el pueblo a los que serían jefes del ejército.

56 Y cumpliendo lo que manda la ley de Dios, envió de regreso a sus hogares a los que estaban construyendo sus casas, a los recién casados y a los que estaban sembrando sus campos. También mandó de vuelta a los que tenían miedo de combatir.

57 Luego, Judas y su ejército comenzaron a marchar y acamparon al sur de Emaús.

58 Allí, Judas animó a sus soldados con estas palabras: ¡Sean valientes, no se asusten y prepárense para pelear! Los enemigos de Dios quieren destruir nuestro santuario y matarnos a todos, pero mañana muy temprano saldremos a luchar contra ellos.

59 Es mejor morir en batalla que ver el sufrimiento de nuestro pueblo y la destrucción de nuestro templo.

60 ¡Que Dios haga con nosotros lo que mejor le parezca!

4 La batalla en Emaús

1 Gorgias, que era el general del ejército griego, escogió a cinco mil soldados de infantería y a mil de caballería, y se puso en marcha por la noche. Como estos soldados eran los más valientes,

2 quería atacar por sorpresa al ejército israelita. Gorgias llamó a unos hombres de Jerusalén para que le sirvieran de guías.

3 Pero Judas Macabeo se enteró de los planes de Gorgias, y salió con sus soldados para atacar al ejército del rey Antíoco, que se había quedado en el pueblo de Emaús.

4 Como ya Gorgias había salido del campamento con los soldados que había elegido, Judas aprovechó que el ejército enemigo estaba dividido.

5 Así cuando Gorgias y sus soldados llegaron al campamento donde habían estado los israelitas, no los encontraron, y pensaron que habían huido hacia las montañas. Entonces fueron a buscarlos.

6 Cuando amaneció, Judas se presentó en el valle con tres mil hombres mal armados.

7 En cambio, el ejército griego estaba bien armado, era poderoso y tenía mucha experiencia.

8 Por eso Judas trató de darles ánimo a sus hombres con estas palabras: ¡No se asusten al ver a tanta gente! ¡No tengan miedo al ver a esos malvados que vienen a atacarnos!

9 ¡Recuerden cómo se salvaron nuestros antepasados en el Mar de los Juncos, cuando el rey de Egipto y su ejército los perseguían!

10 ¡No tengan miedo! Pidamos a nuestro Dios que se acuerde de la alianza que hizo con nuestros antepasados, y que venga a ayudarnos en este momento. Pidámosle que acabe con ese ejército que quiere destruirnos.

11 Así todas las naciones reconocerán que el pueblo de Israel cuenta con un Dios que lo libra y lo salva.

12 Cuando los soldados del ejército enemigo vieron que los israelitas iban a atacarlos,

13 se apresuraron a salir de su campamento para luchar contra ellos. Entonces, Judas ordenó que sus soldados tocaran las trompetas

14 y atacaran. Los enemigos fueron derrotados y huyeron hacia el valle.

15 Los soldados de Judas mataron a todos los soldados enemigos que se quedaron atrás. Luego persiguieron a los otros hasta Guézer y los valles de Idumea, Azoto y de Jabnia. Ese día mataron a tres mil soldados enemigos.

16 Después de su victoria, Judas regresó con sus soldados,

17 pero les avisó: Todavía tenemos que seguir peleando. Por eso, no vayan a demorarse ahora llevándose todas las cosas que los enemigos dejaron en su campamento.

18 Recuerden que el general Gorgias y sus soldados están en la montaña, muy cerca de nosotros. De modo que tenemos que estar preparados para pelear contra ellos. ¡Ya habrá tiempo para apoderarse de las armas y todo lo que dejó el enemigo!

19 Aún no acababa de hablar Judas, cuando apareció en la montaña un grupo de soldados enemigos.

20 Éstos supieron que sus compañeros habían sido derrotados y que el campamento había sido quemado por los israelitas, ya que aún se veía el humo que salía del campamento.

21 Al ver esto, tuvieron mucho miedo. Y cuando vieron que el ejército de Judas estaba en el valle, listo para atacarlos,

22 huyeron y se refugiaron en el país de los filisteos.

23 Judas y sus soldados regresaron y se llevaron todo lo que los soldados enemigos habían dejado en el campamento. Encontraron mucho oro, plata, telas muy finas, y muchas otras cosas.

24 Por todo el camino iban dándole gracias a Dios y cantando el himno: Dios es bueno, y nunca deja de amarnos.

25 Aquel día Israel consiguió una victoria muy importante.

26 Los soldados enemigos que lograron escapar fueron a contarle a Lisias lo sucedido.

27 Como todo había salido mal, Lisias se enojó muchísimo, pues eso no era lo que el rey quería.

Lisias declara la guerra a los israelitas

28 Un año después, Lisias reunió un gran ejército para pelear contra Israel. Con los soldados más valientes formó un ejército de sesenta mil soldados de infantería y cinco mil de caballería.

29 Ellos acamparon en la zona de Bet-sur, en la tierra de Idumea. Judas Macabeo contaba con sólo diez mil hombres para hacerles frente.

30 Al ver un ejército tan grande, oró y dijo: ¡Bendito seas, Dios nuestro, libertador de Israel! Tú mataste al gigante Goliat, usando a tu siervo David. Tú entregaste al ejército filisteo en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero.

31 Te suplico que hagas lo mismo ahora con este poderoso ejército enemigo, y permite que tu pueblo Israel los derrote y los humille.

32 Llénalos de miedo, acaba con su orgullo para que se queden sin fuerzas; derrótalos de tal manera que no puedan recuperarse.

33 Nosotros te amamos; te ruego que nos uses para derrotarlos. Así, todos los que te conocen entonarán cantos de alabanza.

34 Los israelitas y el ejército de Lisias se lanzaron a la batalla. Los israelitas ganaron y mataron a unos cinco mil soldados del ejército enemigo.

35 Al ver Lisias que Judas y los israelitas eran muy valientes y que no les importaba morir, huyó hacia Antioquia, la capital de su país. Allí contrató más soldados para formar un ejército más grande y volver a Judea para pelear contra los israelitas.

Purificación del templo

36 Después de vencer a sus enemigos, Judas y sus hermanos decidieron ir a purificar el templo, para dedicarlo de nuevo a Dios.

37 Todos los soldados del ejército se reunieron y fueron a Jerusalén.

38 Al llegar, encontraron el templo abandonado y en ruinas: en el altar se habían presentado ofrendas a otros dioses, las puertas habían sido quemadas, los patios parecían un monte lleno de hierba, y los cuartos de los sacerdotes habían sido destruidos.

39 Al ver esto, los israelitas sintieron tanta tristeza que rompieron sus ropas, se echaron ceniza sobre sus cabezas

40 y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente. Al escuchar el sonido de las trompetas, todos pidieron ayuda a Dios con todas sus fuerzas.

41 Mientras Judas arreglaba el templo, sus soldados atacaron al ejército enemigo que estaba protegido tras las murallas de la ciudad.

42 También, escogió un grupo de sacerdotes de buena conducta y que obedecían la ley de Dios.

43 A estos sacerdotes les encargó limpiar el templo. Debían sacar las piedras que los enemigos habían usado para construir un altar dentro del templo, y echarlas fuera de allí.

44 No sabían qué hacer con el altar principal del templo, pues sobre él los enemigos habían presentado ofrendas a otros dioses.

45 Después de discutirlo, pensaron que lo mejor sería destruirlo. Así no seguirían usando un altar que los enemigos habían arruinado, y nadie podría acusarlos de presentar ofrendas sobre un altar impuro.

46 Como las piedras de este altar habían sido dedicadas a Dios, las colocaron en un lugar dentro del terreno sobre el cual estaba construido el templo. Decidieron dejarlas allí hasta que un profeta les indicara qué hacer con ellas.

47 Después construyeron un nuevo altar, igual al anterior. Para construirlo, usaron piedras que nadie había labrado, tal como lo ordena la ley de Dios.

48 Repararon el templo por dentro y por fuera, y limpiaron los patios.

49 Hicieron nuevos utensilios para el culto, colocaron en el templo la lámpara de siete brazos, el altar para quemar incienso y la mesa donde se ponían los panes consagrados.

50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas para iluminar el templo.

51 Finalmente, pusieron los panes sobre la mesa y colocaron las cortinas. Así se terminó la reconstrucción del templo.

La consagración del templo

52 El día veinticinco del mes de Quislev[c], del año ciento cuarenta y ocho del gobierno de los griegos, todos los habitantes de Jerusalén se levantaron muy temprano.

53 Fueron al templo a presentar una ofrenda, como lo manda la ley de Dios. Esta ofrenda la presentaron en el nuevo altar que habían construido.

54 En esa fecha se recordaba el día en que los enemigos habían presentado ofrendas a sus dioses sobre el altar del templo. Por eso celebraron con gran alegría la consagración del nuevo altar. Entonaron cantos acompañados de instrumentos de cuerdas y platillos.

55 Toda la gente se arrodilló en actitud de adoración a Dios. Así dieron gracias a Dios por haberles permitido celebrar la consagración del altar.

56 La fiesta duró ocho días. Con mucha alegría presentaron todo tipo de ofrendas a Dios.

57 Adornaron la fachada del templo con escudos y coronas de oro. Arreglaron las entradas y los cuartos, y les pusieron puertas.

58 Todos estaban muy alegres al verse libres de la humillación sufrida a manos de sus enemigos.

59 Judas Macabeo, sus hermanos y todos los israelitas estuvieron de acuerdo en que, de ahí en adelante, esa fiesta debía celebrarse cada año, durante ocho días seguidos. La fiesta debía celebrarse con mucha alegría, a partir del día veinticinco del mes de Quislev.

60 En ese tiempo se construyó una muralla alrededor de Jerusalén. Era muy alta, y tenía fuertes torres para evitar que las naciones enemigas volvieran a servir a dioses falsos en el templo.

61 Judas dejó allí tropas para que defendieran el lugar. Además, construyó una fortaleza en Bet-sur, para evitar que los enemigos de la región de Idumea atacaran el país por el lado sur.

5 Guerra contra Idumea y Amón

1 Los habitantes de los países vecinos que no creían en Dios se enojaron muchísimo, porque se enteraron de que los israelitas habían reconstruido el altar y el templo.

2 Entonces comenzaron a perseguir a los israelitas que vivían entre ellos, a fin de matarlos a todos.

3 Judas Macabeo marchó a Acrabatene, en el país de Idumea, para pelear contra los descendientes de Esaú, pues ellos tenían rodeados a los israelitas. Judas los derrotó, se apoderó de sus riquezas y los tuvo bajo su dominio.

4 También recordó que la gente de la ciudad de Beyán les hacía mucho daño a los israelitas, y que siempre les ponían trampas y los asaltaban en los caminos.

5 Judas peleó contra ellos, los atacó y los obligó a encerrarse en sus fortalezas. Pero les prendió fuego a las fortalezas, y todos los que estaban encerrados allí murieron quemados.

6 Luego Judas fue al país de Amón, donde se encontró con un gran ejército bajo el mando del general Timoteo.

7 Judas peleó contra ese ejército muchas veces, hasta que pudo derrotarlo.

8 Se apoderó de una de sus ciudades, llamada Jazer, y de los pueblos vecinos. Después regresó a Judea.

Guerras contra Galaad y Galilea

9 Los que no creían en Dios y vivían en la región de Galaad se pusieron de acuerdo para matar a los israelitas que vivían allí. Los israelitas tuvieron que escapar, y se escondieron en la fortaleza de Datema.

10 Luego enviaron una carta a Judas y a sus hermanos, en la que decían: Esos que no obedecen a Dios están listos para matarnos.

11 Ahora, bajo las órdenes de su general Timoteo, se están preparando para atacar el lugar donde estamos escondidos.

12 Ya han muerto muchos de los nuestros. ¡Vengan pronto a ayudarnos!

13 Todos nuestros hermanos de la región de Tobías han sido asesinados. Se llevaron prisioneros a las mujeres y a los niños, y les robaron todo lo que tenían. En ese lugar, ya han muerto más de mil hombres.

14 No habían terminado de leer la carta cuando llegaron otros mensajeros de Galilea, con toda la ropa hecha pedazos. Al llegar, dijeron:

15 Gente de las ciudades de Tolemaida, Tiro y Sidón, y hasta de Galilea, se ha unido para matarnos, pues no creen en Dios.

16 Al escuchar esta noticia, Judas y el pueblo se reunieron para ver cómo podían ayudar a sus compatriotas. La situación de ellos era muy grave, porque sus enemigos los atacaban duramente.

17 Entonces Judas le dijo a su hermano Simón: Elige un grupo de hombres y ve a Galilea a ayudar a tus compatriotas. Mi hermano Jonatán y yo iremos a ayudar a los de Galaad.

18 Judas dejó el resto del ejército en Judea, bajo las órdenes de Azarías y de José hijo de Zacarías. Estos dos hombres eran muy respetados por todo el pueblo.

19 Antes de irse, Judas les dijo: Cuiden al pueblo, pero no peleen con los enemigos de Dios hasta nuestro regreso.

20 A Simón le dieron tres mil hombres para que fuera a pelear a Galilea, y a Judas le dieron ocho mil para que peleara en Galaad.

21-22 Simón se fue a Galilea, y allí ganó muchas batallas contra sus enemigos. A los que huyeron los persiguió hasta la ciudad de Tolemaida. Mató a unos tres mil hombres y les quitó todo lo que tenían.

23 Feliz por su triunfo, Simón sacó a todos los judíos que vivían en la región de Galilea y Arbata. Se llevó al país de Judea a todos los hombres, mujeres y niños, junto con sus pertenencias.

24 Mientras tanto, Judas Macabeo y su hermano Jonatán cruzaron el río Jordán y caminaron por el desierto durante tres días.

25 Llegaron a un lugar en donde se encontraba un grupo de hombres de la región de Nabatea. Éstos trataron muy bien a Judas y a su ejército, y les contaron lo que les había pasado a los judíos que vivían en Galaad.

26 Además, les dijeron que muchos judíos se habían escondido en Bosrá, Bosor, Alema, Caspín, Maqued y Carnáin. Todas esas ciudades eran grandes y estaban protegidas por murallas.

27 También les contaron que en otras ciudades de Galaad había judíos escondidos, y que los enemigos se habían puesto de acuerdo para atacarlos al día siguiente. Su intención era matar, en un solo día, a todos los israelitas que estaban encerrados en esas ciudades.

28 Cuando Judas y su ejército oyeron esto, cambiaron de dirección y se dirigieron a Bosrá, a través del desierto. Al llegar a la ciudad, Judas y sus soldados mataron a todos los hombres de la ciudad, y se apoderaron de todo lo que allí había. Después quemaron la ciudad.

29 Por la noche, Judas y su ejército marcharon hacia la ciudad de Datema, la cual estaba protegida por murallas.

30 Cuando amaneció, vieron que los enemigos estaban preparados para atacar la ciudad con escaleras y máquinas de guerra.

31 Los gritos de guerra y las trompetas se oían desde muy lejos. Judas comprendió que la batalla había empezado,

32 y ordenó a sus soldados: ¡Peleen hoy por nuestros compatriotas!

33 Judas formó tres grupos de soldados, para atacar al enemigo por la espalda. Luego tocaron las trompetas y oraron para pedir la ayuda de Dios.

34 Cuando el general Timoteo vio que su ejército era atacado por Judas Macabeo y sus soldados, ordenó a sus tropas que huyeran. Pero Judas y su ejército los derrotaron, y mataron a más de ocho mil soldados enemigos.

35 Después Judas y su ejército fueron a la ciudad de Alema y mataron a todos los hombres que vivían allí. Se apoderaron de todas las riquezas y quemaron la ciudad.

36 De ahí marcharon contra las ciudades de Caspín, Maqued y Bosor, y las conquistaron, así como las otras ciudades que había en la región de Galaad.

37 Timoteo reunió un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del río.

38 Judas envió unos soldados al campamento de los enemigos, para que los espiaran. Al regresar, los espías le informaron que los enemigos que vivían en ese territorio se habían unido a Timoteo y habían formado un ejército muy grande.

39 También le informaron que habían contratado soldados árabes, y que todos estaban al otro lado del río, listos para la batalla. Entonces Judas preparó su ejército para ir a pelear contra estos enemigos.

40 Cuando Judas y sus soldados se acercaban al río, Timoteo dijo a los comandantes de su ejército: Si Judas cruza el río y nos ataca, no podremos enfrentarnos contra él, pues nos derrotará.

41 Pero si le da miedo y se queda al otro lado, nosotros cruzaremos el río, lo atacaremos y lo venceremos.

42 Cuando llegaron al río, Judas ordenó a los oficiales de su ejército que no permitieran que los soldados descansaran a orillas del río, sino que los hicieran pasar al otro lado para pelear.

43 Así Judas y su ejército cruzaron el río antes que sus enemigos, y los derrotaron. Los enemigos dejaron tiradas las armas y huyeron. Cuando llegaron a Carnáin se escondieron en el templo,

44 pero los israelitas se apoderaron de la ciudad y quemaron el templo con todas las personas que estaban allí. Fue así como Judas y su ejército conquistaron Carnáin sin que nadie los detuviera.

El regreso a Jerusalén

45 Judas Macabeo reunió a todos los israelitas que vivían en la región de Galaad para llevarlos a Judea. Cada uno salió con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía. Ningún israelita se quedó en Galaad, de modo que fue muy grande el grupo que acompañó a Judas.

46 Para llegar a Judea tenían que pasar por Efrón, una ciudad grande y de altas murallas. El camino atravesaba la ciudad y no había forma de pasar por ningún otro lado.

47 Pero los de la ciudad no les permitieron pasar, sino que bloquearon las entradas con piedras.

48 Judas mandó entonces unos mensajeros, para que hablaran con ellos y les dijeran: Sólo queremos pasar por su ciudad, para ir a nuestro país. No les haremos ningún daño. Pero los habitantes de Efrón les negaron el paso.

49 Entonces, Judas advirtió a los soldados que estuvieran listos y que no se movieran de su lugar.

50 Los soldados se prepararon para pelear, y atacaron la ciudad todo ese día y toda la noche hasta que lograron entrar en ella.

51 Allí mataron a todos los hombres, destruyeron la ciudad y se apoderaron de sus bienes. Luego atravesaron la ciudad, pasando por encima de los cadáveres.

52 Después cruzaron el río Jordán y llegaron a la gran llanura que está frente a la ciudad de Bet-seán.

53 Durante el viaje, Judas ayudó a los que querían quedarse en el camino debido al cansancio, y los animó a que siguieran caminando hasta llegar a Judea.

54 Al llegar, estaban todos muy felices, porque les había ido muy bien durante todo el viaje. Todos regresaron sanos y salvos. Entonces fueron a Jerusalén para darle gracias a Dios y presentarle ofrendas.

Fracasos y éxitos en la guerra

55-56 Mientras Judas y Jonatán estaban peleando en Galaad, Simón combatía en Galilea contra los de Tolemaida. En cambio, Azarías y José hijo de Zacarías se habían quedado en Judea con el resto del ejército. Cuando éstos se enteraron de las victorias de los Macabeos,

57 se dijeron: ¡También nosotros dos tenemos que ser tan famosos como ellos! ¡Salgamos a pelear contra nuestros vecinos, pues no creen en Dios!

58 Entonces ordenaron a sus soldados que salieran a pelear contra los habitantes de Jabnia.

59 Pero el general Gorgias, que estaba encargado de defender la ciudad, salió con sus soldados y atacó al ejército de José y Azarías.

60 Fue así como los israelitas perdieron la batalla, y sus enemigos los persiguieron hasta llegar a Judea. Ese día murieron más de dos mil soldados israelitas.

61 Sufrieron una derrota muy grande por desobedecer a Judas y a sus hermanos. ¡Los derrotaron por creerse muy valientes!

62 Pero José y Azarías no pertenecían a la familia de los Macabeos, que fueron los que liberaron a Israel.

63-64 Las victorias de Judas y sus hermanos se hicieron muy famosas dentro y fuera de Israel, y mucha gente iba a felicitarlos.

65 Judas fue con sus hermanos a pelear contra los descendientes de Esaú, los cuales vivían en la región del sur. Se apoderó de Hebrón y de las ciudades cercanas, y destruyó y prendió fuego a las murallas y a las torres que había alrededor de ellas.

66 Después Judas fue a pelear contra los filisteos, pero para llegar al país de los filisteos tenía que pasar por la ciudad de Maresá.

67 Ese día murieron algunos sacerdotes filisteos, porque se creyeron muy valientes y salieron a pelear contra el ejército de Judas.

68 Al llegar al país de los filisteos, Judas se dirigió a la ciudad de Azoto. Allí destruyó los altares de los dioses falsos, quemó los ídolos y se llevó todas las riquezas de la ciudad. Después de esta campaña, Judas volvió a Judea.

6 Muerte de Antíoco Cuarto

1 El rey Antíoco salía a recorrer las provincias de Persia. En esos viajes, se enteró de que la ciudad de Elimaida era muy famosa por sus riquezas en oro y plata,

2 y que su templo estaba lleno de grandes tesoros. Allí había muchas armaduras de oro, corazas y armas, que había dejado Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, el primer rey de los griegos.

3 Entonces Antíoco marchó contra la ciudad para apoderarse de ella, pero no pudo conquistarla, porque la gente de allí se enteró de los planes del rey.

4 De modo que cuando llegó Antíoco, la gente de la ciudad salió a pelear contra él. Antíoco tuvo que huir y regresar a Babilonia, y quedó muy amargado por no haber podido llevarse toda esa riqueza.

5 Cuando Antíoco aún estaba en Persia, le informaron de la derrota del ejército que él había enviado a Judea.

6 Le dijeron que los israelitas se habían equipado muy bien con las armas y demás cosas que les habían quitado a los enemigos. Por eso Lisias, aunque había organizado un ejército muy numeroso, tuvo que huir.

7 También le contaron que los judíos habían destruido el horrible ídolo que él había puesto sobre el altar del templo de Jerusalén, que habían reconstruido las murallas del templo, dejándolas a la misma altura que tenían antes, y que además habían construido una muralla alrededor de la ciudad de Bet-sur.

8 Al oír estas noticias, y viendo que nada le salía como él quería, el rey Antíoco se entristeció. Fue tanto su pesar que se enfermó y tuvo que guardar reposo

9 por muchos días. Tan mal se sintió que pensó que se iba a morir.

10 Por eso, llamó a todos sus amigos y les dijo: Estoy tan triste que ya no puedo dormir.

11 No termino de preguntarme por qué sufro tanto, si soy tan poderoso y apreciado por todos.

12 Pero ahora recuerdo todo el mal que hice en Jerusalén, cómo me apoderé de todos sus utensilios de oro y plata, y cómo mandé matar sin razón a mucha gente de Judea.

13 Por eso me estoy muriendo de tristeza, y voy a morir en un país que no es el mío.

14 Entonces llamó a su amigo Filipo, y le dio el poder para que gobernara todo el imperio.

15 Le puso la corona, las vestiduras de rey y el anillo. Luego le encargó que educara a su hijo, llamado también Antíoco, para que pudiera reinar cuando fuera mayor de edad.

16 El rey Antíoco murió en Persia el año ciento cuarenta y nueve del gobierno de los griegos.

17 Al enterarse de la muerte del rey Antíoco, el general Lisias nombró rey al joven Antíoco. Lisias lo había educado desde que era pequeño, y al nombrarlo rey, le dio el nombre de Eupátor.

El nuevo rey invade Judea

18 Los soldados enemigos vigilaban el cuartel que estaba dentro de la ciudad de Jerusalén, y no permitían que los israelitas se alejaran de los alrededores del templo. Siempre estaban buscando la manera de hacerles daño, y apoyaban a los extranjeros del lugar.

19-20 En el año ciento cincuenta del gobierno de los griegos, Judas Macabeo decidió reunir a todos sus soldados, para acabar con esos malvados, porque ya estaba cansado de esa situación. Los reunió alrededor del cuartel de Jerusalén, y para reconquistarlo usaron máquinas de guerra que arrojaban piedras, y construyeron una rampa para escalar la muralla.

21 A pesar de eso, algunos soldados enemigos lograron escapar. Éstos y algunos israelitas traidores

22 fueron a pedir ayuda al rey Antíoco Quinto y le dijeron: Su Majestad, ¿cuándo va usted a defendernos y a vengarnos de nuestros compatriotas?

23 Nosotros siempre servimos con gusto a su padre y le obedecimos en todo.

24 Por este motivo, ahora nuestros compatriotas nos tratan como enemigos, y tienen rodeada la ciudad. Han matado a los nuestros que no lograron huir, y nos han quitado todo lo que teníamos.

25 Por si fuera poco, también han atacado a otras regiones que le pertenecen a Su Majestad.

26 Ya han levantado murallas alrededor del templo y de la ciudad de Bet-sur. ¡Ahora están atacando el cuartel de Jerusalén, pues quieren conquistarlo!

27 Si Su Majestad no los detiene ahora mismo, ellos se harán más fuertes cada día, y usted ya no podrá vencerlos.

28 Cuando el rey escuchó estas palabras, se enfureció y llamó a todos sus amigos, a los jefes del ejército y a los jefes de la caballería.

29 También contrató soldados de otras naciones y de las islas del mar.

30 De este modo logró formar un ejército de cien mil soldados, veinte mil jinetes, y treinta y dos elefantes entrenados para la guerra.

La batalla en Bet-zacarías

31 Este ejército pasó por la región de Idumea y acampó frente a Bet-sur. La ciudad fue rodeada y durante muchos días la atacaron con máquinas de guerra. Pero los israelitas salieron de la ciudad sin que sus enemigos se dieran cuenta. Lucharon con mucha valentía, y les quemaron las máquinas de guerra.

32 Entonces, Judas Macabeo dejó de atacar el cuartel, y acampó en Bet-zacarías, frente al campamento del ejército del rey Antíoco.

33 A la mañana siguiente, Antíoco se levantó bien temprano y llevó al ejército por el camino de Bet-zacarías. Las tropas se prepararon para el combate y tocaron las trompetas.

34 A los elefantes les dieron jugo de uva y de moras para que atacaran con más furia.

35 Los repartieron entre las tropas, y por cada mil soldados pusieron un elefante. Los soldados estaban protegidos con corazas y cascos de bronce. El ejército también contaba con el apoyo de quinientos de los mejores soldados de caballería.

36 Los soldados no se apartaban de los elefantes, y seguían cada uno de sus movimientos.

37 Cada elefante llevaba encima una torre de madera, y en cada una de ellas iban tres guerreros, además del que guiaba al elefante.

38 A los demás soldados de caballería, el rey Antíoco Quinto los puso a los dos lados del ejército de infantería, para que defendieran a los batallones.

39 Cuando los rayos del sol pegaban en los escudos de oro y bronce, su reflejo se veía en las montañas, de modo que éstas parecían antorchas encendidas.

40 Una parte del ejército avanzaba desde lo alto de la montaña, y la otra desde el valle. Todos los soldados marchaban en orden y muy confiados.

41 Los israelitas sintieron mucho miedo porque aquél era un ejército enorme y muy poderoso.

42 A pesar de todo, Judas Macabeo se adelantó con sus tropas, y mató a seiscientos soldados del ejército enemigo.

43 Mientras tanto su hermano Eleazar, también llamado Avarán, vio un elefante mejor equipado que los otros, y pensó que en él iba el rey Antíoco.

44-46 Enseguida corrió hacia el elefante. Pasó por en medio del ejército enemigo, matando a los soldados que encontraba a su paso. Cuando llegó, se puso debajo del elefante, le clavó la espada y lo mató. Pero al caer el elefante, aplastó a Eleazar, y lo mató. De esta manera, Eleazar se hizo famoso para siempre, entregando su vida para salvar a su gente.

47 A los israelitas no les quedó más remedio que retirarse de la batalla, pues el ejército del rey Antíoco Quinto era muy poderoso y atacaba con mucha fuerza.

48 El ejército de Antíoco persiguió a los israelitas hasta Jerusalén. Las tropas se colocaron en Judea y alrededor de Jerusalén.

La gente de Bet-sur se rinde

49 Ése era el año en que los israelitas no sembraban sus campos, sino que dejaban descansar la tierra, y por ello no tenían suficientes alimentos para resistir un ataque. Por esa razón, la gente de Bet-sur salió de su ciudad, se rindió y el rey Antíoco hizo la paz con ellos.

50 Entonces, el rey se apoderó de la ciudad y dejó allí tropas para que la cuidaran.

Jerusalén resiste el ataque

51 Luego, Antíoco Quinto decidió atacar a los israelitas que estaban en el templo de Jerusalén. Los rodeó y amontonó objetos para que su ejército se ocultara y protegiera. También usó todo tipo de máquinas de guerra, para lanzar piedras y flechas encendidas.

52 Los israelitas también construyeron máquinas de guerra para defenderse. Por eso los combates duraron mucho tiempo.

53 Pero los alimentos comenzaron a faltar, pues era un año en que los israelitas dejaban descansar la tierra. Además, tuvieron que compartir la comida que tenían con los israelitas que habían llegado de los países paganos.

54 Como el hambre era más y más fuerte, muchos de los que defendían el templo se fueron a sus casas, y sólo quedaron unos pocos para defenderlo.

Dios ayuda a su pueblo

55-56 Antes de morir, el rey Antíoco Quinto le había pedido a un tal Filipo que educara a su hijo, también llamado Antíoco, para que fuera rey. Pero cuando Filipo regresó de Persia y Media con el ejército del rey, quiso quedarse con el reino. Al enterarse de ello, el general Lisias

57 decidió regresar rápidamente con su ejército, y les propuso al joven rey, a los jefes del ejército y a los soldados lo siguiente: Cada día somos menos y se nos están acabando los alimentos. El lugar que atacamos está bien protegido. Por eso, ahora lo más importante es atender los problemas del imperio.

58 Yo les propongo que hagamos las paces con esta gente, y firmemos un acuerdo con toda su nación.

59 Vamos a permitirles que vivan como antes. Recordemos que ellos se rebelaron porque les prohibimos que vivieran de acuerdo con sus leyes y costumbres.

60 Al rey y a los jefes del ejército les gustó la propuesta. Entonces ofrecieron la paz a los israelitas, y éstos la aceptaron.

61 El rey y los jefes juraron que cumplirían ese pacto, y los israelitas salieron de la fortaleza.

62 Sin embargo, cuando el rey llegó a Jerusalén y vio la fuerte muralla que habían construido los israelitas, rompió su juramento y mandó derribar toda la muralla.

63 Después salió rápidamente para Antioquía. Al llegar, se encontró con que Filipo se había apoderado de la ciudad. Entonces lo atacó y le quitó la ciudad por la fuerza.

7 Demetrio se proclama rey

1 Era el año ciento cincuenta y uno del gobierno de los griegos, cuando Demetrio hijo de Seleuco salió de Roma con unos cuantos hombres. Llegó a una ciudad de la costa, y allí se proclamó rey.

2 El ejército griego tomó prisioneros a su propio rey Antíoco y al general Lisias, y se los quiso entregar a Demetrio. En ese momento, él entraba en el palacio donde habían reinado sus antepasados.

3 Pero Demetrio dijo: A esos dos no quiero ni verlos.

4 Entonces los soldados mataron al rey Antíoco y al general Lisias, y luego Demetrio se sentó en el trono.

5 Los israelitas traidores y desobedientes a la ley fueron a visitar a Demetrio. Al frente de ellos iba el sacerdote Alcimo, que deseaba llegar a ser jefe de los sacerdotes.

6 Éstos acusaron a su propio pueblo ante el rey, diciendo: Su Majestad, queremos informarle que Judas Macabeo y sus hermanos han matado a todos los que estaban a favor de usted, y que a nosotros nos han echado de nuestra patria.

7 Por eso le pedimos a Su Majestad que envíe a una persona de su confianza, para que vea los daños que nos han causado, a nosotros y a las provincias que ahora le pertenecen. Queremos que Su Majestad los castigue a ellos y a todos sus seguidores.

8 Entonces el rey escogió a Báquides, uno de sus amigos más fieles. Báquides era el gobernador de la región que está al oeste del río Éufrates, de modo que era un personaje muy importante dentro del imperio.

9 El rey le ordenó que fuera a vengarse de los israelitas junto con el traidor Alcimo. Además el rey nombró a Alcimo como jefe de los sacerdotes.

10 Báquides y Alcimo fueron a Judea, acompañados de un ejército numeroso. Al llegar, Báquides les envió a Judas Macabeo y a sus hermanos una falsa propuesta de paz.

11 Pero ellos no le creyeron, pues vieron que Báquides había llegado con un ejército muy grande.

12 Sin embargo, un grupo de maestros de la ley fue a hablar con Báquides y Alcimo, para tratar de llegar a un acuerdo.

13 Los más interesados en llegar a un acuerdo de paz eran los que pertenecían al grupo conocido como los fieles.

14 Pensaban que si un sacerdote, descendiente de Aarón, había venido con el ejército, Báquides no los traicionaría.

15 Báquides hizo con ellos un acuerdo de paz, y les juró que no les haría daño a ellos ni a sus amigos.

16 Ellos le creyeron, pero él tomó prisioneros a sesenta israelitas y ese mismo día los mató. Así se cumplió la palabra de Dios que dice:

17 Dios nuestro, los cadáveres de los que te eran fieles han quedado tirados por todas partes. Su sangre ha sido derramada por toda la ciudad de Jerusalén, ¡y no hay quien los entierre!

18 Al ver esto, todo el pueblo sintió mucho miedo y se decían unos a otros: ¡Esos hombres no son honestos! ¡No cumplieron el pacto que habían hecho bajo juramento!

19 Después de esto, Báquides salió de Jerusalén y puso su campamento en Betzet. Desde allí ordenó que apresaran a mucha gente importante que se le había unido, y también a algunas personas del pueblo. Después mandó que los mataran y los arrojaran en un pozo profundo.

20 Antes de regresar junto al rey Demetrio, Báquides puso esa región bajo el mando de Alcimo y le dejó un ejército para que lo apoyara.

21 Alcimo luchó para que lo reconocieran como jefe de los sacerdotes.

22 También buscó el apoyo de los rebeldes del pueblo. Así se adueñaron del territorio de Judea, y causaron grandes daños a Israel.

23 Judas Macabeo se dio cuenta de todo el daño que Alcimo y su gente le estaban causando al pueblo de Israel. ¡El daño que éstos le causaron al pueblo fue peor que el causado por los que no creían en Dios!

24 Entonces Judas recorrió toda la tierra de Judea y se vengó de los traidores, y ya no los dejó andar libremente por el país.

25 Alcimo comprendió que Judas y sus seguidores se hacían cada vez más fuertes. Por eso, al ver que no los podía derrotar, fue a visitar al rey Demetrio, y acusó a Judas y a los suyos de haber cometido delitos muy graves.

Nicanor invade el país

26 El rey Demetrio envió entonces a Nicanor, uno de sus generales más famosos, para que matara a los israelitas. Nicanor, que odiaba al pueblo de Israel,

27 llegó a Jerusalén con un ejército numeroso. Al llegar, mandó a Judas Macabeo y a sus hermanos esta falsa propuesta de paz:

28 Quiero que ustedes y nosotros seamos amigos. Si me lo permiten, yo iré con unos cuantos hombres para hablar con ustedes como amigos.

29 Efectivamente, Nicanor fue a encontrarse con Judas. Los dos se saludaron amigablemente, pero los enemigos ya estaban listos para llevarse preso a Judas.

30 Pero Judas se dio cuenta de que era una trampa, y ya no quiso volver a encontrarse con Nicanor.

31 Cuando Nicanor vio que lo habían descubierto, decidió atacar a Judas en Cafarsalama, un lugar cerca de Jerusalén.

32 Pero unos quinientos soldados del ejército de Nicanor murieron en la batalla. Los que se salvaron corrieron a esconderse en el cuartel de Jerusalén.

33 Después de esto, Nicanor fue a Jerusalén. Al llegar, algunos de los sacerdotes y jefes del pueblo salieron a recibirlo amistosamente. Incluso le mostraron la ofrenda quemada que estaban presentando a favor del rey.

34 Pero Nicanor se burló de ellos, les escupió la cara, los insultó y les habló con mucha soberbia.

35 Lleno de rabia, les juró: Si no me entregan a Judas y a su ejército ahora mismo, les juro que cuando termine la guerra, regresaré y quemaré este templo. Y se marchó muy enojado.

36 Los sacerdotes entraron al templo y se pararon frente al altar de las ofrendas y del Lugar Santo. Con lágrimas en los ojos, le dijeron a Dios:

37 Dios nuestro, tú elegiste este templo, para que tu pueblo te adore. Tú lo elegiste para que tuviera un lugar de oración.

38 ¡Dales su merecido a ese hombre y a su ejército! ¡Haz que mueran a filo de espada! ¡No olvides que te han ofendido! ¡No los dejes tranquilos!

Derrota y muerte de Nicanor

39 Nicanor salió de Jerusalén y se fue a acampar cerca del pueblo de Bet-horón. Allí se le unió un ejército sirio.

40 Por su parte, Judas Macabeo, acompañado de tres mil soldados, acampó cerca del pueblo de Hadasá, y allí hizo esta oración:

41 Dios nuestro, hace muchos años te insultaron los mensajeros del rey de Asiria, pero tu ángel fue y mató a ciento ochenta y cinco mil asirios.

42 Por eso, hoy te pido que destruyas al ejército enemigo. Así, cualquiera que insulte tu templo, como lo hizo Nicanor, sabrá que recibirá tu castigo. ¡Dios nuestro, castígalo por su maldad!

43 El día trece del mes de Adar[d], los dos ejércitos se enfrentaron en batalla, y el ejército de Nicanor fue derrotado. ¡El primero en caer muerto fue Nicanor mismo!

44 Cuando los soldados enemigos vieron muerto a su jefe, soltaron las armas y salieron corriendo.

45 Los israelitas salieron detrás de ellos tocando sus trompetas. Los persiguieron durante todo un día, desde Hadasá hasta Guézer.

46 Toda la gente de la región de Judea salía y les cerraba el paso a todos los que huían. A éstos no les quedaba más remedio que volver atrás. En la confusión, se atropellaban unos contra otros, y así los mataron a todos. ¡Ni uno solo quedó con vida!

47 Los israelitas recogieron todas las pertenencias de sus enemigos. A Nicanor le cortaron la cabeza, y también la mano derecha que había levantado para amenazarlos. Luego colgaron la cabeza y la mano a la entrada de Jerusalén.

48 Ese día el pueblo se alegró mucho, y para celebrar el triunfo hizo una gran fiesta.

49 Entonces decidieron que cada año, el día trece del mes de Adar, celebrarían esa fiesta.

50 Y por un tiempo hubo paz en la tierra de Judea.

8 Conquistas de los romanos

1-2 La fuerza militar de los romanos era bien conocida. Judas Macabeo oyó hablar de ellos. Supo que trataban bien a quienes los apoyaban, y que se mostraban amistosos con quienes les pedían ayuda. Judas supo también que los romanos habían dado grandes batallas contra los habitantes de la región de las Galias, y que los habían conquistado, obligándolos a pagarles impuestos.

3 Además, supo que los romanos se habían adueñado de las minas de oro y plata de España.

4 Habían conquistado ese país gracias a su inteligencia y fuerza de voluntad, a pesar de que ese lugar estaba lejos de Roma. En efecto, los romanos derrotaron a todos los reyes que intentaron atacarlos, y los obligaron a pagarles impuestos cada año.

5 Vencieron a Filipo y a Perseo, que eran reyes de Macedonia,

6 y a Antíoco el Grande, que era rey de Asia. Sin embargo, este rey los atacó con un gran ejército y su caballería, y con carros de guerra y ciento veinte elefantes.

7-8 Esta derrota hizo que Antíoco tuviera que pagar un impuesto muy alto, lo mismo que los reyes que reinaron después de él. Y como si esto fuera poco, Antíoco tuvo que entregar como prisioneros de guerra a muchos de sus hombres, y ceder además algunas de sus mejores provincias, entre ellas Media, Lidia y la India. Tiempo después, los romanos entregaron estas provincias al rey griego Eumenes.

9 Judas Macabeo se enteró también de que alguna vez los griegos habían intentado acabar con los romanos.

10 Pero los romanos descubrieron sus planes. Entonces enviaron a un solo general para pelear contra ellos, y ese general los derrotó y mató a muchos; luego se apoderó de sus riquezas, y se llevó prisioneros a las mujeres y a los niños. Además, derribó las murallas de sus ciudades, tomó el control del país, y esclavizó a sus habitantes. La situación se mantuvo así hasta el tiempo en que se escribió este relato.

11 Judas también llegó a saber que los romanos habían dominado muchas islas y países, y habían hecho esclavos a todos los que intentaron rebelarse contra ellos. Pero también escuchó que los romanos eran muy amistosos con quienes los apoyaban y buscaban su ayuda.

12 Así era como los romanos habían conquistado reinos cercanos y lejanos. Y todos los que oían hablar de ellos, temblaban de miedo.

13 Los romanos eran tan poderosos que podían hacer rey de un país a quien quisieran. Pero también podían quitarle el reino, si ese rey no era de su agrado.

14 A pesar de ser tan poderosos, ningún romano se ponía la corona ni se vestía como rey.

15 Más bien, tenían un grupo de consejeros, compuesto por trescientos veinte hombres, al que llamaban senado. Este grupo se ocupaba del bienestar de la gente, y decidía qué hacer para mantener la paz y el orden en el país.

16 Cada año nombraban a alguien para que gobernara el imperio, y todos reconocían su autoridad y le obedecían, sin que hubiera envidias ni peleas entre ellos.

Pacto entre judíos y romanos

17 Por todo lo anterior, Judas Macabeo decidió hacer un pacto de amistad con los romanos. Para ello, envió a Roma a Eupólemo hijo de Juan, que era del pueblo de Acós, y a Jasón hijo de Eleazar.

18 Con esto esperaba librarse de los griegos, que estaban esclavizando al pueblo de Israel.

19 Eupólemo y Jasón emprendieron el viaje a Roma. Fue un viaje muy largo. Cuando llegaron, se presentaron ante el senado con este mensaje:

20 Judas Macabeo y sus hermanos, y todo el pueblo judío, nos envían para hacer con ustedes un tratado de paz y amistad. Queremos que ustedes nos cuenten entre sus amigos y aliados.

21 A los romanos les agradó la propuesta,

22 así que escribieron una carta en láminas de bronce y la enviaron a Jerusalén. Esa carta debía conservarse como testimonio del pacto de amistad, y decía:

23 ¡Que los romanos y el pueblo judío tengan siempre bienestar en todo el mundo! ¡Que siempre disfruten de paz, y que sus enemigos se mantengan lejos!

24 Si en algún lugar del imperio el enemigo ataca a Roma, o a alguno de sus aliados,

25 el pueblo judío luchará a favor de ellos. Lo hará como un aliado sincero, de acuerdo con las circunstancias.

26 Llegado el caso, los judíos apoyarán a Roma sin esperar ninguna recompensa. No ayudarán de ninguna manera a los enemigos de Roma. No les darán comida ni armas, ni dinero ni barcos. Esto es lo que Roma demanda de ustedes los judíos.

27 Si el enemigo ataca a la nación judía, entonces Roma estará comprometida a ponerse del lado del pueblo judío, y a apoyarlo en la guerra, de acuerdo con las circunstancias.

28 En ese caso, Roma no ayudará de ninguna manera a los enemigos del pueblo judío. No les dará comida ni armas, ni dinero ni barcos. Roma lo ha decidido así, y cumplirá sin falta este acuerdo.

29 Éstas son las condiciones del pacto entre los romanos y el pueblo judío.

30 Si más adelante alguno de los dos pueblos quiere quitar o añadir algo, esto se hará si ambos pueblos están de acuerdo. Tanto lo que se quite como lo que se añada tendrá validez, y deberá cumplirse.

31 Los romanos también informaron a los judíos que le habían enviado una carta al rey Demetrio, en la que le reclamaban el daño que les había causado. La carta decía: Los judíos son nuestros amigos y aliados. ¿Por qué los tratas mal?

32 Si ellos vuelven a quejarse de tus malos tratos, nosotros los defenderemos. Y te combatiremos por tierra y por mar.

9 Muerte de Judas Macabeo

1 El rey Demetrio recibió la noticia de que el general Nicanor y sus soldados habían muerto en la batalla contra Judas Macabeo. Entonces volvió a enviar al gobernador Báquides y a Alcimo, jefe de los sacerdotes, con una parte del ejército, para que invadieran la tierra de Judá.

2 Apoyados por su ejército, Báquides y Alcimo tomaron el camino de Galilea. Llegaron a la ciudad de Mesalot, que está en la región de Arbela, y la conquistaron, matando a mucha gente.

3 En el mes de Abib[e], del año ciento cincuenta y dos del gobierno de los griegos, ese mismo ejército acampó frente a Jerusalén,

4 y de allí salió hacia el pueblo de Beerot. Ese ejército estaba compuesto de veinte mil soldados de infantería y dos mil de caballería.

5 Mientras tanto, Judas y tres mil de sus mejores soldados habían acampado en la llanura de Elasá;

6 pero al ver que sus enemigos eran tan numerosos, sintieron miedo y muchos huyeron. En el campamento sólo quedaron ochocientos soldados.

7 Al ver huir a tantos soldados, Judas se desanimó mucho, pues la batalla no podía evitarse y ya no había tiempo para reunir a los que habían huido.

8 Pero sobreponiéndose al desánimo, Judas dijo a los que se habían quedado: —¡Vamos a luchar contra nuestros enemigos! ¡Creo que podemos vencerlos!

9 Ellos, con la esperanza de convencerlo, le dijeron: —¡Eso es imposible, pues somos muy pocos! ¡Es mejor que escapemos y nos pongamos a salvo! Más tarde podemos regresar, y con el apoyo de nuestros compatriotas pelearemos contra nuestros enemigos.

10 Pero Judas insistió: —¡Nuestro honor está en juego! Yo jamás le daré la espalda al enemigo. Si nos ha llegado la hora de morir, moriremos peleando por nuestros compatriotas.

11 El ejército enemigo salió de su campamento y se plantó frente a los judíos. Los que iban a caballo se dividieron en dos grupos; adelante iban los que llevaban las hondas y los arcos, y detrás de ellos marchaban los soldados más valientes.

12 El gobernador Báquides iba a la derecha. Al toque de trompetas, los dos grupos del ejército enemigo se pusieron en marcha.

13 Era tanto el ruido que producían los ejércitos, que la tierra temblaba. La batalla comenzó por la mañana, y terminó al caer la tarde.

14-15 La fuerza del enemigo estaba en el lado derecho. Allí se encontraba Báquides. Pero Judas y sus soldados más valientes los atacaron por ese lado, y los vencieron. Persiguieron al enemigo hasta las montañas de Hasor.

16 Pero cuando los soldados del lado izquierdo vieron que el ejército de Judas había derrotado a los del lado derecho, salieron a perseguirlo, y lo atacaron por la espalda.

17 Fue una batalla muy sangrienta, y ese día murieron muchos soldados de ambos ejércitos.

18 También Judas murió ese día, aunque los demás lograron huir.

19 Jonatán y Simón recogieron el cadáver de su hermano Judas, y lo llevaron al pueblo de Modín, donde estaba la tumba de sus antepasados.

20 Todos en Israel estuvieron de luto, y durante muchos días lloraron la muerte de Judas. Una y otra vez exclamaban con tristeza:

21 ¡Cayó en el campo de batalla el valiente salvador de Israel!

22 Fueron tantas las hazañas de Judas Macabeo, y tantos sus hechos de valor, que la historia no registra todos ellos.

Jonatán toma el mando

23 Después de la muerte de Judas reaparecieron los judíos traidores, y aumentó el número de criminales.

24-25 La gente del país tenía que obedecer a esos malvados, pues el gobernador Báquides puso a algunos de ellos como gobernantes del país. Para colmo, en ese tiempo no había suficiente comida para todos.

26 Y esos malvados se dedicaron a buscar y apresar a los seguidores de Judas; luego se los llevaban a Báquides, y él los castigaba y se burlaba de ellos.

27 Desde los días en que dejó de haber profetas, nunca la nación de Israel había sufrido tanto.

28 Entonces todos los seguidores de Judas fueron a hablar con Jonatán, y le dijeron:

29 Desde que murió tu hermano Judas, no hemos tenido un jefe que se atreva a enfrentarse a nuestros enemigos, ni a Báquides y a todos los que odian a nuestra nación.

30 Nosotros hemos decidido que tú ocupes el lugar de Judas. Queremos que desde hoy seas nuestro jefe, y que nos guíes en nuestras batallas.

31 Fue así como, a partir de ese día, Jonatán ocupó el lugar de su hermano Judas.

Báquides intenta matar a Jonatán

32 Cuando el gobernador Báquides supo que Jonatán era el nuevo jefe de los judíos, trató de matarlo.

33 Pero Jonatán y su hermano Simón, y todos sus seguidores, se enteraron de los planes de Báquides. Entonces huyeron al desierto de Tecoa, y acamparon junto al estanque de Asfar.

34 Báquides supo de esto un sábado, y cruzó el río Jordán junto con todo su ejército.

35 La gente que acompañaba a las tropas israelitas llevaba mucho equipaje. Como Juan, el hermano de Jonatán, iba al frente del ejército, Jonatán le dijo que fuera a ver a los de la región de Nabatea, que eran sus amigos, y les pidiera que, por favor, les guardaran el equipaje.

36 Pero los de la tribu de Jambrí, que estaban en la ciudad de Medebá, mataron a Juan y le robaron todo lo que llevaba.

Jonatán cobra venganza

37 Tiempo después, se casó la hija de uno de los hombres más ricos de Canaán. Para la celebración de la boda, los de la tribu de Jambrí llevaron a la novia desde el pueblo de Nadabot, y mucha gente acompañó a la novia. Cuando Jonatán y Simón se enteraron de esto,

38 recordaron que esa gente había matado a su hermano Juan. Entonces subieron a la montaña, y se escondieron allí.

39 Desde su escondite, Jonatán y Simón podían ver al grupo, que era muy numeroso y avanzaba haciendo mucho ruido. También vieron que el novio iba a su encuentro, acompañado de sus familiares, amigos, músicos y gente armada.

40 Entonces salieron de su escondite y atacaron a la gente de Jambrí, y ese día hubo muchos muertos y heridos, aunque algunos lograron escapar y fueron a esconderse en la montaña.

41 Así, aquella boda se convirtió en un velorio, y en vez de música se escucharon gritos de dolor.

42 Después de vengar la muerte de su hermano Juan, Jonatán y sus hombres regresaron a los pantanos del río Jordán.

Báquides ataca a Jonatán

43 Cuando el gobernador Báquides se enteró de lo sucedido con los de Jambrí, se puso al frente de su gran ejército y se dirigió a las orillas del río Jordán.

44-45 Jonatán, por su parte, animó a los suyos y les dijo: El enemigo nos ataca por delante y por detrás, y a los lados no tenemos más que el río, los pantanos y el monte. ¡Nunca antes hemos estado en una situación tan difícil! ¡No tenemos escapatoria! ¡Pero vamos a luchar y a defendernos!

46 ¡Ruéguenle a Dios que nos libre de nuestros enemigos!

47 En el combate, Jonatán atacó a Báquides con su espada, pero éste lo esquivó y logró escapar.

48 Entonces Jonatán y sus seguidores corrieron hacia el río Jordán, y lo cruzaron a nado. El enemigo se quedó al otro lado del río, y no los persiguió.

49 Ese día el ejército de Báquides perdió más de mil hombres.

Báquides hace otro plan de guerra

50-52 El gobernador Báquides regresó a Jerusalén, y en el cuartel de la ciudad levantó altas murallas, y mandó ponerles portones y cerrojos. Hizo lo mismo en los pueblos de Judea, es decir, en Jericó, Emaús, Bet-horón, Betel, Timná, Piratón, Tapuah, Bet-sur y Guézer. En cada lugar dejó suficientes alimentos, y soldados para perseguir a los israelitas.

53 Además, mandó apresar a los hijos de cada uno de los jefes de esa región, y los encerró en el cuartel de Jerusalén.

La muerte de Alcimo

54 En el mes de Ziv[f], del año ciento cincuenta y tres del gobierno de los griegos, Alcimo, que era el jefe de los sacerdotes, ordenó que derribaran el muro del patio del templo. Ese muro había sido reconstruido en el tiempo de los profetas Hageo y Zacarías. Pero apenas había comenzado la demolición

55 cuando Alcimo sufrió un ataque, y perdió el habla. ¡Ni siquiera pudo dictar su testamento! Fue así como se suspendió la demolición del muro,

56 y Alcimo murió en medio de grandes sufrimientos.

57 Al ver que Alcimo había muerto, el gobernador Báquides decidió regresar a donde estaba el rey Demetrio, y durante dos años hubo paz en la tierra de Judea.

Nuevos ataques de los traidores

58 Pero había algunos judíos que no cumplían los mandamientos de la ley, y tampoco podían aceptar que Jonatán y sus seguidores vivieran en paz y seguros. Estos judíos se reunieron para decidir qué hacer contra ellos. De común acuerdo, decidieron pedirle al gobernador Báquides que, en una sola noche, tomara prisioneros a Jonatán y a sus compañeros.

59 Fueron entonces a visitar a Báquides, y le comunicaron su plan.

60 A Báquides le pareció bien, y enseguida reunió un gran ejército y se puso en marcha. Al mismo tiempo, envió en secreto mensajes a los aliados que tenía en Judea, para que tomaran presos a Jonatán y a sus seguidores. Pero Jonatán y su gente se enteraron de todo, así que el plan de los rebeldes no dio resultado.

61 En vez de apresar a Jonatán, fue él quien apresó a cincuenta de los rebeldes, y los mandó a matar.

62 Después de eso, Jonatán y Simón se fueron, junto con sus seguidores, a un lugar llamado Betbasí, que estaba en el desierto. Ese pueblo había sido destruido, pero ellos lo reconstruyeron y lo protegieron levantando murallas a su alrededor.

Báquides ataca Betbasí

63 Cuando el gobernador Báquides supo esto, reunió a su ejército y llamó a sus aliados judíos.

64 Al llegar a Betbasí, rodeó la ciudad y, durante muchos días, la atacó con sus armas de guerra.

65 Entonces Jonatán dejó a su hermano Simón en la ciudad, y salió hacia el campo con unos cuantos soldados.

66 Derrotó a las tribus de Odomerá y a sus parientes, y también a los descendientes de Fasirón, que eran amigos de Báquides y estaban en sus campamentos. Después de estos triunfos, regresó y atacó al ejército de Báquides, que tenía rodeada la ciudad.

67-68 Simón y los suyos, por su parte, salieron de la ciudad para pelear contra Báquides, y lo derrotaron y quemaron sus máquinas de guerra. Esta derrota dejó a Báquides en una situación muy difícil,

69 y le causó un gran enojo con los judíos rebeldes, que lo habían llevado a luchar contra Jonatán y su ejército. Por eso mandó matar a muchos de ellos, y después de eso regresó a su país.

Jonatán hace la paz con Báquides

70 Jonatán Macabeo se enteró de lo que había hecho Báquides. Entonces envió unos mensajeros para proponerle la paz. Una de las condiciones para firmar la paz era que Báquides dejara en libertad a los israelitas que tenía presos.

71 Báquides estuvo de acuerdo, y juró que jamás volvería a atacar a los israelitas.

72 Después de poner en libertad a los que había apresado en Judea, Báquides regresó a su país y nunca más volvió a atacar a los israelitas,

73 los cuales volvieron a vivir en paz. Jonatán se fue a vivir al pueblo de Micmás, y desde allí gobernó a su gente. Así fue como Jonatán acabó con todos los traidores de Israel.

10 Demetrio quiere unirse a Jonatán

1 En el año ciento sesenta del gobierno de los griegos, Alejandro, el hijo de Antíoco Epífanes, llegó a Tolemaida y se proclamó rey. La gente del lugar lo recibió muy bien.

2 Cuando el rey Demetrio se enteró de esto, reunió un gran ejército para ir a la guerra contra Alejandro.

3 Además, le envió una carta a Jonatán Macabeo, en la que se mostraba muy amigable y hablaba muy bien de este líder judío.

4 Demetrio quería estar en paz con los judíos y tenerlos como amigos. Así evitaría que Jonatán y Alejandro se unieran y lucharan contra él.

5 Pero Demetrio tenía miedo de que los judíos se unieran a Alejandro para vengarse de todo el mal que él les había causado.

6 Como Demetrio quería que Jonatán fuera su aliado, le dio permiso de formar un ejército y de conseguir armas. Además, ordenó que dejaran en libertad a los judíos que estaban presos en el cuartel de Jerusalén.

7-8 Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta delante de toda la gente. Cuando los que estaban en el cuartel oyeron que el rey Demetrio había permitido que Jonatán formara un ejército, tuvieron mucho miedo.

9 Así que le entregaron los presos, y Jonatán los llevó de vuelta a sus familias.

10 Jonatán se quedó en Jerusalén y empezó a reconstruir la ciudad.

11 Les ordenó a los albañiles que usaran piedras labradas para reconstruir las murallas que protegían la ciudad, y así lo hicieron.

12 Cuando lo supieron los extranjeros que vivían en las fortalezas que había construido el gobernador Báquides,

13 abandonaron sus puestos y regresaron a sus países.

14 Sin embargo, algunos de los judíos que habían rechazado la ley y los mandamientos de Dios se quedaron en Bet-sur, pues allí se sentían seguros y protegidos.

Jonatán se une a Alejandro

15 Alejandro sabía de las hazañas de Jonatán Macabeo y sus hermanos, y de los muchos sufrimientos que habían soportado. Y cuando supo de las promesas que el rey Demetrio le había hecho a Jonatán,

16 dijo a su gente: Es muy difícil encontrar un hombre tan valiente como Jonatán. ¡Quiero que sea nuestro amigo y aliado!

17 Entonces le envió a Jonatán la siguiente carta:

18 Querido amigo, recibe saludos del rey Alejandro.

19 He llegado a saber que eres un hombre valiente y poderoso. Por eso considero que mereces nuestra amistad.

20 Si tú me apoyas en la batalla, y prometes ser nuestro amigo para siempre, yo te nombraré jefe de los sacerdotes de tu país, y serás considerado amigo del rey. Espero que nos ayudes y nos brindes tu amistad. Junto con esta carta, Alejandro le envió a Jonatán una capa de color púrpura y una corona de oro.

21 El mes de Etanim[g], del año ciento sesenta del gobierno de los griegos, durante la fiesta de las enramadas, Jonatán se puso el traje sagrado del jefe de los sacerdotes. Además, reunió un ejército y consiguió muchas armas.

22 Cuando el rey Demetrio se enteró de lo que había sucedido, se enojó mucho, y dijo a su gente:

23 Alejandro se nos adelantó, y consiguió la amistad y el apoyo de los judíos. ¿Cómo pudimos permitirlo?

24 Yo también les voy a escribir una carta ofreciéndoles mi amistad, altos honores y muchos regalos. Espero que así se hagan mis amigos y me apoyen en la guerra.

25 Entonces les envió el siguiente mensaje: El rey Demetrio saluda al pueblo judío.

26 Me da mucho gusto saber que ustedes no se han unido a nuestros enemigos. Me agrada saber que han respetado los tratados que hicimos, y que siguen siendo nuestros amigos.

27 Ahora les pido que me sigan siendo fieles. Si me apoyan, yo les daré una buena recompensa:

28 quitaré algunos impuestos y les haré muchos regalos.

29 A partir de este momento, ningún judío tendrá que pagar el impuesto de la sal ni el impuesto para el rey.

30 Ni Judea ni las tres regiones que antes formaban parte de Samaria y de Galilea, tendrán que darme la tercera parte de la cosecha de granos, ni la mitad de la cosecha de sus árboles frutales.

31 La ciudad de Jerusalén y su territorio serán considerados sagrados. Por lo tanto, nadie allí tendrá que pagar diezmos ni impuestos.

32 Renuncio a mi derecho sobre el cuartel de Jerusalén. A partir de hoy, el jefe de los sacerdotes elegirá a la guardia que protege el cuartel.

33 Todas las personas de Judea que hayan sido tomadas como esclavas y llevadas a otro lugar de mi reino, quedarán en libertad sin pagar nada a cambio. Tampoco tendrán que pagar el impuesto por su ganado.

34 Ningún judío de mi reino tendrá que pagar impuestos, o cumplir con cualquier otra obligación, durante la celebración de sus fiestas religiosas. Esto se aplica a las celebraciones del sábado, la luna nueva y las otras fiestas especiales, en las cuales se tendrán en cuenta los tres días antes y los tres días después de la fiesta.

35 Nadie tendrá derecho a molestarlos o perseguirlos por ningún motivo.

36 También permitiré que treinta mil soldados judíos formen parte de mi ejército, y se les pagará lo mismo que a los demás soldados.

37 Los judíos ocuparán puestos importantes en el reino, y podrán estar en mis principales fortalezas. Sus jefes serán judíos que vivan de acuerdo con las leyes y costumbres de su pueblo, pues así lo he establecido para todos los judíos.

38 Sólo el jefe de los sacerdotes tendrá autoridad sobre las tres regiones que antes pertenecían a Samaria, y que ahora han sido puestas bajo la administración de Judea.

39 Les regalo la ciudad de Tolemaida y todo su territorio. De allí podrán tomar todo lo que necesiten para cubrir los gastos del templo de Jerusalén.

40 Cada año les daré de mis propios tesoros ciento sesenta y cinco kilos de plata, que se tomarán de donde sea más conveniente.

41 Además, les daré todo lo que ha sobrado de las contribuciones de los funcionarios, lo cual dejaron de pagarme en años anteriores, y así tendrán dinero para los trabajos del templo.

42 Como ustedes saben, del dinero que se recoge en el templo tenían que pagarme cincuenta y cinco kilos de plata cada año. Pues bien, de ahora en adelante ya no tendrán que pagar dicho impuesto. Ese dinero se les entregará a los sacerdotes que trabajan en el templo.

43 Si alguno de ustedes no ha pagado los impuestos y busca protección en cualquier lugar del templo de Jerusalén, se le perdonará la deuda, y ninguno de sus bienes será tomado como pago.

44-45 Todo lo que necesiten para reconstruir el templo y las murallas de Jerusalén, así como las murallas de otras ciudades de Judea, será pagado de mi propio tesoro.

46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron este mensaje, no creyeron ni una palabra, pues no se habían olvidado de todo lo que el rey Demetrio los había hecho sufrir. Por eso rechazaron la propuesta de Demetrio

47 y decidieron aceptar la del rey Alejandro. Lo que él ofrecía les pareció mejor, y por eso se convirtieron en sus fieles aliados.

48 Entonces Alejandro reunió un gran ejército y fue a pelear contra Demetrio.

49-50 Aunque Demetrio combatió con mucho valor hasta el atardecer, su ejército fue derrotado, y huyó. Ese día el rey Demetrio murió en el campo de batalla.

Alianza entre Alejandro y Tolomeo

51 El rey Alejandro envió a sus representantes con el siguiente mensaje para Tolomeo, rey de Egipto:

52-53 He regresado a mi país y he recuperado el trono de mis antepasados. Tengo el control de mi país, pues derroté al ejército de Demetrio, y ahora yo soy el rey.

54 Me gustaría que fuéramos amigos. Si estás de acuerdo, déjame casarme con tu hija, y a ti y a ella les haré regalos dignos de un rey y de su hija.

55 El rey Tolomeo le contestó: ¡Me alegra saber que has vuelto a la tierra de tus antepasados, y que ahora eres el rey!

56 Con gusto acepto tu propuesta. ¡Claro que quiero que seas mi yerno! Me gustaría que nos reuniéramos a conversar.

57 Y así, en el año ciento sesenta y dos del gobierno de los griegos, Tolomeo y su hija Cleopatra salieron de Egipto hacia Tolemaida.

58 Allí se encontraron con Alejandro. Luego Tolomeo le dio permiso para casarse con su hija, y la boda se celebró con mucho lujo, como acostumbran los reyes.

59 Alejandro le pidió a Jonatán Macabeo que fuera a hablar con él en Tolemaida.

60 Jonatán aceptó la invitación y se encontró con Alejandro y Tolomeo. Jonatán les hizo muchos regalos de oro y plata a los dos reyes y a sus acompañantes. Así se ganó su amistad.

Alejandro respeta a Jonatán

61 Sin embargo, algunos israelitas rebeldes y malvados se presentaron ante el rey Alejandro, y le hablaron muy mal de Jonatán. Pero el rey no les hizo caso.

62-63 Al contrario, sentó a Jonatán a su lado, y ordenó que le pusieran ropa digna de un rey. Luego les ordenó a sus oficiales que llevaran a Jonatán por toda la ciudad, y que advirtieran a todo el mundo que no lo molestaran ni lo acusaran de nada.

64 Cuando los que acusaron a Jonatán vieron que éste había recibido tantas muestras de afecto por parte del rey, huyeron de allí.

65 El rey, por su parte, llenó de honores a Jonatán, lo incluyó entre sus amigos favoritos, y lo nombró gobernador y jefe del ejército.

66 Después Jonatán regresó a Jerusalén muy feliz y tranquilo.

Jonatán vence a Apolonio

67 En el año ciento sesenta y cinco del gobierno de los griegos, Demetrio Segundo, que era hijo del fallecido rey Demetrio, viajó de Creta a la tierra de sus antepasados.

68 Cuando el rey Alejandro se enteró de eso, se molestó mucho y regresó a la ciudad de Antioquía.

69 Demetrio nombró como general de su ejército a Apolonio, que era el gobernador de la región de Celesiria. El general Apolonio y su ejército acamparon cerca del pueblo de Jabnia. Desde allí le envió este mensaje a Jonatán Macabeo:

70 Tú eres el único que no quiere aceptar mi autoridad. Por tu culpa me rechazan y se burlan de mí. Te crees invencible sólo porque estás en tus montañas.

71 Si piensas que tu ejército es tan poderoso, ¿por qué no bajas al valle para que luchemos allí? Quiero que sepas que yo cuento con el apoyo de las ciudades.

72 Tan sólo pregunta, y te darás cuenta de que yo y mis aliados somos muy poderosos. Tú no tienes con qué vencerme. Recuerda que tus antepasados fueron derrotados dos veces en su propia tierra.

73 En el valle, tus soldados no encontrarán cuevas ni rocas para esconderse. Mis soldados de infantería y caballería son muy fuertes. ¡No podrás vencerlos!

74 Cuando Jonatán recibió este mensaje se molestó mucho. Entonces eligió a diez mil hombres y salió con ellos de Jerusalén. Su hermano Simón salió con sus tropas para ayudarlo.

75 Acamparon frente al puerto de Jope. En ese lugar había un grupo de soldados de Apolonio, y los habitantes habían cerrado los portones de la entrada. Pero los soldados de Jonatán atacaron Jope,

76 y la gente de allí tuvo tanto miedo que abrió los portones. Jonatán entró al pueblo y se apoderó de él.

77 Cuando Apolonio se enteró de lo sucedido, preparó un inmenso ejército formado por tres mil soldados de caballería y muchísimos soldados de infantería. Con este ejército marchó hacia la ciudad de Azoto. Quería que todos pensaran que su ejército iba de paso, pero en realidad sus soldados se habían extendido por todo el valle. Apolonio había puesto demasiada confianza en sus soldados de caballería.

78 Jonatán los persiguió hasta Azoto. Allí los dos ejércitos se enfrentaron en una violenta batalla.

79 Muy atrás, a sus espaldas, Apolonio había dejado escondidos a diez mil soldados de caballería.

80 Pero Jonatán se dio cuenta de que le habían puesto una trampa y que lo iban a atacar por la espalda. Toda la caballería enemiga rodeó al ejército de Jonatán y lo atacó con flechas. La batalla se extendió desde la mañana hasta la tarde.

81 Sin embargo, siguiendo las órdenes de Jonatán, los soldados judíos resistieron valientemente, hasta que sus enemigos se cansaron de lanzar flechas.

82 Entonces Simón Macabeo les ordenó a sus soldados que atacaran a la infantería enemiga, y la derrotaron. Los enemigos salieron huyendo.

83 También los enemigos de caballería huyeron y fueron a esconderse en Azoto. Allí se metieron en el templo del dios Dagón, que era el dios de esa ciudad. Pensaron que eso los salvaría de morir.

84 Pero Jonatán incendió el pueblo de Azoto y los pueblos vecinos, y se apoderó de sus riquezas. Luego prendió fuego al templo del dios Dagón, y todos los que allí se habían escondido murieron quemados.

85 Ese día murieron más de ocho mil enemigos; unos murieron quemados y otros cayeron en el campo de batalla.

86 Luego Jonatán se dirigió hacia Ascalón. Los habitantes de esa ciudad salieron a recibirlo y le rindieron honores.

87 De allí Jonatán y su gente partieron hacia Jerusalén, llevando muchas riquezas.

88 Cuando el rey Alejandro se enteró del triunfo de Jonatán, le rindió más honores,

89 y le envió un broche de oro, de los que sólo usan los familiares del rey. Además le regaló la ciudad de Ecrón y sus alrededores.

11 Muerte de Alejandro y Tolomeo

1 Por medio de engaños, Tolomeo, rey de Egipto, quería apoderarse del reino de Alejandro. Para eso, Tolomeo consiguió muchos barcos de guerra y un ejército tan numeroso que no se podía contar.

2 Con este gran ejército, Tolomeo marchó hacia el país de Siria, haciéndole creer a sus habitantes que iba en son de paz. Como Tolomeo era suegro de Alejandro, este rey había dado órdenes de que lo recibieran muy bien. Por eso los habitantes de las ciudades por donde pasaba Tolomeo lo recibían con alegría.

3 Pero, en cada ciudad a la que llegaba, Tolomeo dejaba un grupo de soldados.

4 Al llegar a la ciudad de Azoto, los habitantes llevaron a Tolomeo a la entrada, y le mostraron los cadáveres de los soldados que Jonatán Macabeo había matado en batalla. También le mostraron las ruinas del templo del dios Dagón, que había sido incendiado, y los daños causados en la ciudad y sus alrededores.

5 Ellos le contaron al rey todo lo que había hecho Jonatán, pues tenían la esperanza de que Tolomeo se enojara contra él. Pero el rey no hizo nada.

6 Cuando Tolomeo llegó al puerto de Jope, Jonatán le dio un gran recibimiento, y después de saludarse, pasaron allí la noche.

7 Al otro día, Jonatán acompañó al rey Tolomeo hasta el río Eléutero, y de allí se regresó a la ciudad de Jerusalén.

8 Tolomeo se apoderó de todas las ciudades de la costa hasta llegar al pueblo de Seleucia. Pero seguía pensando cómo derrotar al rey Alejandro.

9-10 Entonces le envió este mensaje al rey Demetrio Segundo: Hagamos una alianza entre los dos, pues Alejandro ha intentado matarme. Ahora me arrepiento de haberle permitido casarse con mi hija. Ella todavía vive con Alejandro, pero si tú la quieres se la quitaré y te la daré a ti. De esta manera te sentarás en el trono que antes fue de tu padre, y gobernarás sobre su reino.

11 Alejandro no había intentado matar a su suegro, pero Tolomeo mintió con la intención de adueñarse de todo su imperio.

12 Fue así como Tolomeo le quitó su hija a Alejandro y se la entregó a Demetrio. Esto hizo que la amistad entre Tolomeo y Alejandro terminara.

13 Después Tolomeo fue a la ciudad de Antioquía y derrotó al rey de Siria. De ese modo llegó a ser rey de Egipto y de Siria al mismo tiempo.

14 En esos días, los habitantes de la región de Cilicia se rebelaron contra el rey Alejandro, por lo que éste tuvo que luchar contra ellos.

15 Pero cuando Alejandro se enteró de lo que estaba haciendo el rey Tolomeo, marchó para enfrentarse con él. Sin embargo, el ejército de Tolomeo era más poderoso, y derrotó al de Alejandro.

16 Entonces Alejandro fue a esconderse en Arabia.

17 Pero Zabdiel, uno de los jefes de ese país, le cortó la cabeza a Alejandro, y se la envió a Tolomeo.

18 Tres días después, también murió Tolomeo. Entonces los habitantes de las ciudades en donde este rey había dejado parte de su ejército, aprovecharon la ocasión y mataron a los soldados.

19 De esta manera, en el año ciento sesenta y siete del gobierno de los griegos, Demetrio se convirtió en el rey de todo el imperio.

Jonatán hace amistad con Demetrio

20 En ese tiempo, Jonatán Macabeo reunió a los israelitas que estaban en Judea para atacar y conquistar el cuartel de Jerusalén. Para lograrlo, mandó a construir varias máquinas de guerra.

21 Pero unos israelitas rebeldes, que odiaban a su propio pueblo, le informaron al rey Demetrio que Jonatán estaba atacando el cuartel.

22 Al oír esto, el rey se enojó mucho, y de inmediato se fue a la ciudad de Tolemaida. Desde allí le mandó una carta a Jonatán ordenándole que dejara de atacar el cuartel, y que fuera a verlo a Tolemaida lo más pronto posible.

23 Cuando Jonatán recibió la carta, ordenó a sus soldados que continuaran el ataque. Luego, armado de valor y acompañado de algunos jefes del pueblo y de algunos sacerdotes, se fue a Tolemaida.

24 Llevó muchos regalos de oro y plata, y también trajes muy finos. Todos esos regalos hicieron que Jonatán se ganara el afecto del rey.

25 Aunque los israelitas rebeldes seguían acusando a Jonatán,

26 el rey Demetrio lo trató bien, como lo habían hecho los reyes anteriores. Luego el rey llamó a sus amigos, y delante de ellos

27 volvió a confirmarlo en su cargo de jefe de los sacerdotes, con todos los privilegios que ya tenía. Y como si eso fuera poco, lo incluyó entre sus mejores amigos.

28 Jonatán le pidió a Demetrio que no cobrara impuestos en Judea, ni en las tres zonas que antes habían pertenecido a Samaria. A cambio de eso Jonatán prometió enviarle nueve mil novecientos kilos de plata.

29 El rey estuvo de acuerdo, y para que todo quedara claro, le envió a Jonatán una carta en la que le decía:

30 El rey Demetrio saluda a Jonatán y a toda la nación judía.

31 Quiero que ustedes tengan copia de la carta que le escribí a mi pariente Lástenes. Ésta es la copia de esa carta:

32 «El rey Demetrio saluda a su pariente Lástenes.

33 Quiero que sepas que los habitantes de Judea han sido muy fieles. Se han portado conmigo como buenos amigos. Por eso, me ha parecido bien concederles los siguientes beneficios:

34 Ellos seguirán teniendo bajo su dominio la tierra de Judea y Efraín, Lida y Ramatáim, zonas que antes eran de Samaria. Estas zonas pertenecen ahora a Judea». Los israelitas que llevan sus ofrendas al templo de Jerusalén no tendrán que pagar impuestos. Me refiero a los impuestos que tenían que pagarme cada año por las cosechas y los frutos de sus árboles.

35 Tampoco tendrán que pagarme el impuesto de oro ni el impuesto sobre la sal ni ningún otro impuesto.

36 A partir de este día, nadie podrá cambiar estas disposiciones.

37 Por lo tanto, entrégale una copia de esto a Jonatán, para que él la ponga en el templo, de manera que todo el mundo la pueda ver».

Jonatán salva al rey Demetrio

38 Como el país estaba en paz, y no había ningún enemigo que le hiciera daño, el rey Demetrio se deshizo de su ejército. Cada uno de los soldados regresó a su casa. Los únicos soldados que Demetrio conservó fueron los que habían llegado de varias islas, a los cuales les pagaba un sueldo. Esto hizo que los soldados que habían estado en el ejército desde hacía mucho tiempo se enojaran con él.

39 Trifón, un antiguo amigo del rey Alejandro, supo que los soldados se habían enojado con Demetrio. Entonces fue a visitar a un jefe árabe, llamado Imalcué, que había educado a Antíoco, hijo del rey Alejandro.

40 Trifón se quedó allí por varios días. Durante ese tiempo le rogó a Imalcué que le entregara al niño para proclamarlo rey en lugar de Demetrio. Trifón le contó a Imalcué todo lo que Demetrio había hecho. También le contó que los soldados del rey se habían enojado con él por haberlos despedido.

41 Mientras tanto, Jonatán le pidió al rey Demetrio que retirara las tropas que cuidaban el cuartel de Jerusalén y las demás fortalezas, pues los soldados maltrataban a los israelitas.

42 Demetrio le contestó: Haré lo que me pides, y en cuanto tenga la oportunidad, te daré a ti y a la nación mayores privilegios.

43 Pero necesito que me hagas un favor: envíame soldados para que me ayuden, pues los que tenía me abandonaron.

44 Entonces Jonatán envió a la ciudad de Antioquía tres mil soldados muy fuertes y valientes. Cuando el rey Demetrio los vio, se llenó de alegría.

45 En ese mismo momento, unas ciento veinte mil personas se reunieron en el centro de la ciudad, con el propósito de matar al rey.

46 Los rebeldes ocuparon las calles de la ciudad, y se lanzaron al ataque. Entonces Demetrio se escondió en el palacio,

47 y les pidió a los soldados israelitas que lo ayudaran. Los soldados salieron a las calles y atacaron a los rebeldes. Ese día mataron a unas cien mil personas.

48 Luego tomaron los objetos de valor y prendieron fuego a la ciudad. Así salvaron al rey Demetrio.

49 Al ver que los soldados israelitas tenían pleno control de la ciudad, los demás habitantes se llenaron de miedo, y le rogaron al rey

50 que los perdonara. También le pidieron que diera la orden para que los soldados detuvieran la matanza y dejaran de atacar a la ciudad.

51 Demetrio aceptó, y ellos entregaron las armas y firmaron la paz. Los soldados israelitas fueron felicitados por el rey, y se hicieron muy famosos en todo el reino. Después de todo esto, los soldados regresaron a la ciudad de Jerusalén, llevando con ellos muchas riquezas.

Demetrio traiciona a Jonatán

52 Luego de esto, el rey Demetrio se sintió muy seguro, y el reino disfrutó de paz.

53 Por eso rompió su amistad con Jonatán Macabeo, y no cumplió ninguna de las promesas que le había hecho. En vez de premiar a Jonatán por los favores que le había hecho, comenzó a causarle daño.

Demetrio es vencido

54 Tiempo después, Trifón, el antiguo amigo del rey Alejandro, regresó a la ciudad de Antioquía, llevando con él al niño Antíoco. Entonces la gente proclamó como rey a Antíoco, y le pusieron la corona.

55 Todos los soldados que el rey Demetrio había despedido se unieron al nuevo rey. Luego lucharon contra Demetrio y lo derrotaron, y éste salió huyendo.

56 Así fue como Trifón conquistó Antioquía y se adueñó de los elefantes de Demetrio.

Antíoco hace amistad con Jonatán

57 Luego, el joven Antíoco le escribió este mensaje a Jonatán Macabeo: Te confirmo como jefe de los sacerdotes y como gobernador de Efraín, Lida, Ramatáim y Judea. Además, te incluyo entre mis mejores amigos.

58 Junto con la carta, Antíoco le envió a Jonatán una vajilla de oro completa. Además le permitió beber en copas de oro, vestirse con ropas dignas de un rey y ponerse un broche de oro.

59 A Simón, hermano de Jonatán, Antíoco lo nombró jefe militar de la región que va desde Fenicia hasta la frontera con Egipto.

Campañas militares de Jonatán

60 Jonatán Macabeo salió de Judea y fue a recorrer las ciudades de la región que está al oeste del río Éufrates. Todo el ejército de Siria se le unió, y cuando llegó a la ciudad de Ascalón, todos los habitantes salieron a recibirlo con grandes honores.

61 Después se dirigió a la ciudad de Gaza, pero la gente de allí no le permitió entrar en la ciudad. Entonces Jonatán rodeó la ciudad, quemó los pueblos de alrededor y se quedó con sus riquezas.

62 Cuando los de Gaza se vieron atacados, se rindieron. Jonatán hizo una alianza de paz con ellos, pero tomó prisioneros a los hijos de los jefes de la ciudad, y los mandó a la ciudad de Jerusalén. Luego Jonatán siguió su camino en dirección a la ciudad de Damasco.

63 Jonatán se enteró de que varios generales del ejército del rey Demetrio habían llegado al pueblo de Quedes de Galilea, con un ejército muy numeroso. El propósito de estos generales era impedir que Jonatán continuara su campaña militar.

64 Entonces Jonatán dejó a su hermano Simón en la región de Judea y se fue a pelear contra esos generales.

65 Mientras tanto, Simón puso su campamento frente a la ciudad de Bet-sur, y la atacó durante varios días.

66 Los habitantes de la ciudad se rindieron, y Simón hizo con ellos una alianza de paz. Pero él se quedó con la ciudad, obligó a todos sus habitantes a irse, y dejó allí un grupo de soldados para que la vigilaran.

67 Por su parte, Jonatán y su ejército acamparon junto al lago de Genesaret. Cuando amaneció, marcharon hacia la llanura de Hasor,

68 donde una parte del ejército enemigo les salió al encuentro. La otra parte se había quedado escondida en la montaña para atacar al ejército de Jonatán por la espalda.

69 Cuando los soldados que estaban escondidos salieron de la montaña, comenzó la batalla.

70 Al ver esto, los soldados de Jonatán huyeron, y los únicos que se quedaron con Jonatán fueron Matatías hijo de Absalón, y Judas hijo de Calfí, que eran jefes del ejército.

71 Ante esta situación, Jonatán rompió su ropa en señal de tristeza; luego se echó polvo sobre la cabeza y se puso a orar.

72 Después de orar, Jonatán y su gente se lanzaron a pelear contra los enemigos, y los obligaron a salir corriendo.

73 Al ver lo que estaba pasando, los soldados que habían huido, regresaron a la batalla. Jonatán y sus hombres persiguieron a los enemigos hasta el campamento que éstos tenían frente al pueblo de Quedes. El ejército de Jonatán acampó allí mismo.

74 Ese día murieron unos tres mil soldados enemigos. Después de esto, Jonatán regresó a la ciudad de Jerusalén.

12 Tratado con Roma y Esparta

1 Jonatán Macabeo consideró que era el momento oportuno para confirmar y renovar el tratado de amistad con los romanos.

2 Por eso envió a algunos hombres a Roma, y aprovechó la oportunidad para enviar cartas a la ciudad de Esparta y a otras ciudades del imperio.

3 Cuando los mensajeros israelitas llegaron a Roma, fueron a la gran asamblea y, después de solicitar audiencia, dijeron: Jonatán, el jefe de nuestros sacerdotes, y la nación de los israelitas, nos han enviado a renovar el tratado de amistad que nos ha unido desde hace algún tiempo.

4 Entonces, los miembros de la gran asamblea de Roma entregaron un documento a los mensajeros, para que lo mostraran a los gobernadores de las diferentes provincias. En ese documento, llamado salvoconducto, la gran asamblea pedía a los gobernadores que permitieran a los mensajeros israelitas continuar su viaje en paz hasta Judea. En el camino a Judea, los mensajeros pasaron por Esparta,

5 y entregaron allá la carta que Jonatán había enviado, la cual decía:

6 Yo, Jonatán Macabeo, junto con el jefe de los sacerdotes, los jefes del pueblo, los sacerdotes y todo el pueblo israelita, saludo a nuestros compatriotas que viven en Esparta.

7 Hace ya algún tiempo, Ario, que es el rey de ustedes, le envió una carta a Onías, que era el jefe de nuestros sacerdotes. Les enviamos copia de esa carta en la que Ario decía que ustedes nos consideraban sus buenos amigos.

8 Onías recibió con honores al representante de ustedes, y aceptó la carta en la que nos proponían una alianza de amistad y de defensa mutua.

9 Nuestra intención, en este momento, no es solicitarles ninguna ayuda, pues son nuestras Sagradas Escrituras las que nos sirven de consuelo.

10 Sin embargo, como ya ha pasado mucho tiempo desde la última carta que nos enviaron ustedes, queremos ahora renovar nuestra amistad.

11 Siempre nos acordamos de ustedes. Por eso, en todas nuestras fiestas religiosas, cuando le presentamos ofrendas a Dios, oramos por ustedes. Consideramos que es lo menos que podemos hacer por los amigos.

12 Además, nos alegra mucho saber de su prosperidad y fama.

13 Nosotros, en cambio, hemos pasado por muchas dificultades y guerras; hemos sufrido el ataque de los países vecinos.

14 Pero no hemos querido molestar a nadie, ni a ustedes ni a ninguno de nuestros amigos y aliados,

15 ya que hemos contado con la ayuda de Dios. ¡Nuestro Dios nos ha defendido de nuestros enemigos, y los ha derrotado!

16 A Numenio hijo de Antíoco, y a Antípatro hijo de Jasón, los hemos enviado a Roma como representantes nuestros. Ellos tienen el encargo de firmar el documento del tratado en el que renovamos nuestra amistad con los romanos.

17 También les hemos pedido que fueran a saludarlos a ustedes, a entregarles esta carta, y a renovar nuestros lazos de buena amistad.

18 Nos agradará mucho que la respuesta de ustedes a nuestro pedido sea favorable.

19 Tiempo atrás, Ario, rey de Esparta, había enviado una carta a Onías. Ésta es una copia de esa carta:

20 Yo, Ario, rey de Esparta, saludo a Onías, jefe de los sacerdotes.

21 Encontré un documento que demuestra que los espartanos y los israelitas somos parientes, ya que descendemos de Abraham.

22 Por eso, ahora tenemos interés en saber cómo están ustedes, y les pedimos que nos escriban.

23 Nosotros nos sentimos muy cercanos a ustedes. Para nosotros, lo nuestro es de ustedes, y lo de ustedes es nuestro. He dado orden de que les comuniquen este mensaje al pie de la letra.

Más batallas de Jonatán

24 Jonatán Macabeo oyó decir que los jefes del ejército del rey Demetrio habían vuelto para hacerle la guerra, y que traían un ejército más numeroso que el anterior.

25 Entonces Jonatán salió de Jerusalén para atacarlos en la región de Hamat, y no los dejó poner pie en territorio israelita.

26 También envió espías al campamento enemigo. Los espías regresaron y le informaron que los enemigos pensaban atacar por la noche.

27 En cuanto oscureció, Jonatán ordenó a sus soldados que no se acostaran, sino que se mantuvieran listos para la batalla. Además, puso vigilantes alrededor de todo el campamento.

28 Cuando los enemigos vieron que Jonatán y su ejército estaban preparados para la batalla, sintieron mucho miedo, encendieron fogatas en todo el campamento y escaparon.

29 Como las fogatas ardieron durante toda la noche, Jonatán y su ejército pensaban que los enemigos estaban en el campamento. Sólo cuando amaneció vieron que habían huido.

30 Entonces, Jonatán y sus soldados fueron tras ellos, pero no los pudieron alcanzar, pues ya habían cruzado el río Eléutero.

31 Por eso, Jonatán atacó a una tribu árabe llamada los zabadeos. Los derrotó y les quitó sus pertenencias.

32 Después marchó hacia la ciudad de Damasco y atravesó toda esa región.

33 Mientras tanto, Simón Macabeo había llegado hasta el puerto de Ascalón y las fortalezas cercanas. Luego se dirigió al puerto de Jope y se apoderó de él.

34 Hizo eso, porque se enteró de que los habitantes de Jope habían decidido entregarle el lugar a los amigos del rey Demetrio. Simón dejó allí un grupo de soldados para cuidar el puerto.

35 Cuando Jonatán regresó, reunió de inmediato a los jefes del pueblo. En esa reunión decidieron construir fortalezas en toda Judea.

36 También estuvieron de acuerdo en reconstruir la muralla de Jerusalén, y también la muralla que protegía el cuartel. Así el cuartel quedaría aislado, y los soldados no podrían comprar ni vender nada.

37 De inmediato, la gente se reunió para reconstruir la ciudad y una parte de la muralla del lado oeste, que se había caído sobre el arroyo. Jonatán reconstruyó también el barrio llamado Cafenatá.

38 Simón, por su parte, reconstruyó la ciudad de Hadid, que está en la llanura costera, conocida como Sefela, y le puso portones y cerrojos.

Trifón traiciona a Jonatán

39 Trifón, general del ejército griego en tiempos del rey Alejandro, quería ser el rey de Asia, y para lograrlo, había planeado matar al rey Antíoco.

40 Pero temía que Jonatán no se lo permitiera, y le hiciera la guerra. Por eso, se puso a planear la manera de matar a Jonatán Macabeo, y se fue a Bet-seán.

41 También Jonatán fue a ese lugar con cuarenta mil de sus mejores soldados, para hacerle frente a Trifón.

42 Cuando éste supo que Jonatán venía con un ejército tan numeroso, tuvo miedo y no se atrevió a tomarlo prisionero.

43 Al contrario, le dio la bienvenida con honores, le habló bien de él a los jefes de su ejército, y le dio muchos regalos. Además, Trifón pidió a sus amigos y soldados que obedecieran a Jonatán tal como lo obedecían a él.

44 Luego Trifón le dijo a Jonatán: Si no estamos en guerra, ¿por qué vienes con este enorme ejército?

45 Elige a unos cuantos soldados, para que te acompañen, y a los demás mándalos de regreso a sus casas. Ven conmigo a Tolemaida. Yo pondré esa ciudad y las demás fortalezas bajo tu dominio, y te entregaré a los otros ejércitos, con todo y oficiales. En realidad, a eso vine; después de eso regresaré a mi ciudad.

46 Jonatán confió en Trifón y envió a la mayoría de sus soldados de regreso a Judea.

47 Sólo se quedaron con él tres mil soldados. De éstos, dejó dos mil en Galilea, y los otros mil se fueron con él a Tolemaida.

48 Pero tan pronto como entró Jonatán en Tolemaida, la gente de esa ciudad cerró las puertas y lo apresó. Luego mataron a todos los que iban con él, pero a Jonatán lo dejaron con vida.

49 Después Trifón envió a sus tropas y jinetes a Galilea, a la llanura grande, para matar a los soldados de Jonatán.

50 Pero como la gente de Jonatán ya sabía lo que había pasado con Jonatán y sus compañeros, se animaron unos a otros, y se dispusieron a presentar batalla.

51 Cuando sus perseguidores vieron que los hombres de Jonatán estaban dispuestos a pelear para salvar su vida, prefirieron volverse.

52 De esa manera, los soldados de Jonatán llegaron a Judea sanos y salvos. Allí, llenos de miedo, lloraron por Jonatán y sus compañeros. En todo el país de Israel, la gente expresó su dolor por lo sucedido.

53 Entonces todas las naciones vecinas empezaron a buscar la manera de acabar con los israelitas, y decían: ¡Los israelitas se han quedado sin jefe! ¡Aprovechemos este momento para atacarlos y acabar con todos ellos!

13 Simón es el nuevo jefe

1 Simón Macabeo se enteró de que el general Trifón había reunido un gran ejército para destruir Judea.

2 También supo que la gente de la ciudad de Jerusalén estaba llena de miedo por la noticia de Trifón. Por lo tanto, Simón viajó a Jerusalén, reunió a todos sus habitantes,

3 y les dio ánimo con estas palabras: Ustedes saben muy bien todo lo que mis hermanos y yo hemos hecho para defender nuestras leyes y a esta ciudad que pertenece a nuestro Dios. Saben de las guerras que hemos peleado, y de lo mucho que hemos sufrido.

4 Por esa causa, mis hermanos han dado la vida, y sólo quedo yo.

5 ¡Mi vida no vale más que la de mis hermanos! ¡Aunque el tiempo es peligroso, no me acobardaré!

6 ¡No importa que nuestros enemigos se hayan unido para acabar con nosotros! Voy a pelear para defender a mi pueblo, a las mujeres, a los niños y a nuestro templo.

7 Cuando la gente escuchó las palabras de Simón, se animó y volvió a tener esperanza;

8 a gritos le respondieron: ¡Ahora mismo te reconocemos como nuestro jefe, en lugar de tus hermanos Judas y Jonatán!

9 ¡Tú serás quien nos guíe para atacar a nuestros enemigos! ¡Estamos dispuestos a obedecerte en todo!

10 Simón reunió a todos los hombres de edad militar, y procuró terminar rápidamente la reconstrucción de las murallas de Jerusalén.

11 Luego envió a Jonatán hijo de Absalón al puerto de Jope. Jonatán iba al frente de un gran ejército, y cuando llegó a Jope expulsó a la gente que vivía allí, y se quedó en el puerto.

Muerte de Jonatán Macabeo

12 El general Trifón, por su parte, salió de Tolemaida con un ejército numeroso para atacar Judea, y llevaba prisionero a Jonatán Macabeo.

13 Mientras tanto, Simón Macabeo había acampado frente a la llanura de Hadid.

14 Trifón supo que Simón había ocupado el puesto de Jonatán Macabeo, y que estaba listo para hacerle frente. Entonces le envió este mensaje:

15 Tenemos preso a tu hermano Jonatán, porque no pagó sus impuestos al rey, de acuerdo con el cargo que tenía.

16 Envíanos a dos hijos de Jonatán, y tres mil trescientos kilos de plata. Nosotros los mantendremos presos para asegurarnos de que ustedes no volverán a desobedecer nuestras órdenes. Tan pronto recibamos a los muchachos y el dinero, dejaremos libre a Jonatán.

17-18 Simón sabía que eso era una trampa, pero no quería que lo culparan por la muerte de su hermano. Entonces, ordenó que trajeran a los dos hijos de Jonatán y el dinero,

19 y se los envió a Trifón. Sin embargo, Trifón no cumplió su palabra, y mantuvo preso a Jonatán.

20 Poco después, Trifón marchó hacia Judea con el propósito de invadir el país y destruirlo. Pero Simón y su ejército le impedían el paso por los lugares donde quería pasar. Por eso Trifón y su ejército se vieron obligados a dar una enorme vuelta por el camino de Adoraim.

21 Los soldados de Trifón que estaban en la ciudad de Jerusalén, le solicitaron a su general que les hiciera llegar alimentos.

22 Trifón alistó a sus jinetes para ir a Jerusalén, pero esa noche cayó tanta nieve que no pudieron llegar. Por eso decidió desviarse hacia la región de Galaad.

23 Al llegar al pueblo de Bascama, Trifón mató a Jonatán y lo enterró allí mismo.

24 Después de esto, regresó a su país.

Entierro de Jonatán

25 Simón Macabeo mandó a traer el cuerpo de su hermano Jonatán, y lo sepultó en Modín, la ciudad de sus antepasados.

26 Todos en Israel lloraron la muerte de Jonatán, y guardaron luto muchos días.

27 Sobre la tumba de su padre y de sus hermanos, Simón mandó construir un monumento muy alto y visible, de piedras pulidas por ambos lados.

28 Luego construyó siete pirámides dedicadas a su padre, su madre y sus hermanos.

29 Alrededor de las pirámides colocó altas columnas, y sobre éstas puso escudos y armas para que siempre los recordaran. Junto a las armas grabaron barcos, para que se pudieran ver desde el mar.

30 Este monumento todavía podía verse en Modín al momento de escribir esta historia.

Simón hace una alianza con Demetrio

31 Tiempo después, el general Trifón traicionó al joven rey Antíoco, y lo mató.

32 Ocupó su trono, se coronó como rey de Siria, y le hizo mucho daño al país de los judíos.

33 Simón, por su parte, fortaleció las ciudades de Judea. Edificó altas torres, fuertes murallas, portones y cerrojos, para proteger las ciudades. Además, almacenó suficiente alimento en ellas.

34 También envió a sus representantes a pedirle al rey Demetrio que no le cobrara al país el pago de los impuestos, ya que Trifón les había robado todo en sus continuos ataques.

35 El rey Demetrio, como respuesta, les envió esta carta:

36 Yo, el rey Demetrio, saludo a Simón, jefe de los sacerdotes y amigo de los reyes. También envío mis saludos a los jefes de la nación y a todo el pueblo israelita.

37 Recibimos la corona de oro y la palma que nos enviaron. Estoy dispuesto a firmar con ustedes un tratado de paz permanente. Escribiré a mis oficiales, ordenándoles que no les cobren los impuestos.

38 Les aseguro que todos los tratados que habíamos hecho antes siguen vigentes. Ustedes mantendrán el control de las fortalezas que construyeron.

39 Quedan también perdonados los errores y desobediencias que hayan cometido hasta hoy. Les perdono todo el dinero que me deben, y ya no se le cobrará impuestos a la ciudad de Jerusalén.

40 Los que quieran ser parte de mi guardia personal, son bienvenidos. ¡Que la paz reine entre nosotros!

41 En el año ciento setenta del gobierno de los griegos, Israel quedó libre del poder de los reyes y militares griegos.

42 Por eso, a partir de ese año todos empezaron a fechar los documentos importantes, de la siguiente manera: En el primer año del gobierno de Simón, el gran jefe de los sacerdotes, del ejército y de los israelitas…

Simón conquista Guézer

43-44 En ese tiempo, Simón acampó frente a la ciudad de Guézer, y la rodeó con su ejército. Construyó una torre móvil, y la acercó a la muralla para tomar por asalto a la ciudad. Los soldados que permanecían en la torre móvil hicieron un hueco en una torre, y por allí entraron a la ciudad. Los habitantes de Guézer sintieron mucho miedo

45 y, junto con sus mujeres y sus niños, subieron a la muralla, y desde allí se rindieron a Simón.

46 Con mucho miedo le suplicaban: ¡No nos trate como merece nuestra maldad! ¡Tenga piedad de nosotros!

47 Simón los perdonó, y suspendió el ataque. Pero los expulsó de la ciudad y purificó las casas donde había encontrado ídolos. Luego entró a la ciudad, cantando y alabando a Dios,

48 y mandó sacar de la ciudad todo objeto prohibido por la ley de Dios. Sólo dejó allí a la gente que obedecía la ley de Dios. También hizo reforzar la muralla de la ciudad y mandó construir una casa para él.

Simón conquista Jerusalén

49 A los soldados del general Trifón que estaban en el cuartel de Jerusalén se les acabaron los alimentos y comenzaron a pasar mucha hambre. Y como no podían salir a comprar alimentos, muchos murieron de hambre.

50 Por eso, se rindieron, y trataron de hacer las paces con Simón. Él aceptó, pero los expulsó del cuartel. Después lo purificó por toda la idolatría que se practicaba allá, así como de otras costumbres que tenían los soldados enemigos.

51 Era el día veintitrés del mes de Ziv[h], del año ciento setenta y uno del gobierno de los griegos, cuando Simón y los judíos entraron en la ciudad. Lo hicieron cantando alabanzas a Dios, con palmas y acompañados con instrumentos de cuerda y percusión, porque su gran enemigo, Trifón, había sido derrotado.

52 Simón ordenó que cada año se festejara esa fecha tan importante. Luego construyó una muralla alrededor del templo de Jerusalén y al lado del cuartel. Simón y los suyos se fueron a vivir al cuartel.

53 Cuando su hijo Juan llegó a ser mayor de edad, Simón lo puso al frente del ejército. Juan, por su parte, se fue a vivir a la ciudad de Guézer.

14 Demetrio es hecho prisionero

1 En el año ciento setenta y dos del gobierno de los griegos, el rey Demetrio reunió a su ejército para ir a pelear contra Trifón, el que había sido gobernador de Antioquía. Pero antes fue a Media a buscar refuerzos para su ejército.

2 Arsaces, el rey de Media y Persia, al ver que Demetrio había llegado a su territorio, envió a uno de los generales de su ejército para que lo capturara con vida.

3 El general fue y derrotó al ejército del rey Demetrio y lo tomó prisionero. Después se lo presentó a Arsaces, y éste lo metió en la cárcel.

La grandeza de Simón Macabeo

4 Mientras vivió Simón Macabeo, hubo paz en Judea. Simón buscó el bien de su gente. El pueblo vivió contento durante todo el tiempo que Simón gobernó con éxito.

5 Entre sus grandes logros está la conquista de Jope, que le permitió abrir un camino hacia los países del mar.

6 Hizo más grande su territorio, y mantuvo su dominio sobre el país.

7 A los que estaban presos en otros países, los hizo regresar a su patria. Se apoderó de Guézer, de Bet-sur y del cuartel de Jerusalén. Sacó de ella todos los objetos prohibidos por la ley de Dios, y no hubo quien se lo impidiera.

8 Los campesinos cultivaban la tierra en paz. Ésta daba sus cosechas, y los árboles, sus frutos.

9 Los ancianos se sentaban en las plazas y comentaban lo bien que les iba. Los jóvenes salían a las calles a mostrar sus vistosos uniformes militares.

10 Comida no faltaba en ninguna ciudad, y todas estaban bien protegidas. Simón se hizo muy famoso, aun en los países más lejanos.

11 Todo el país disfrutó de paz, y de gran alegría.

12 Cada uno se sentaba a la sombra de su higuera. Nadie vivía con miedo.

13 Los reyes enemigos fueron derrotados, la gente vivía segura y tranquila.

14 Simón protegió a los pobres, obedeció las enseñanzas de Dios, y acabó con la gente mala y violenta.

15 Simón hizo que el templo volviera a ser importante y bello, y lo llenó de valiosos utensilios dedicados al culto de Dios.

Renovación de una alianza

16 Cuando los romanos y los espartanos se enteraron de que Jonatán había muerto, sintieron mucha tristeza.

17 Pero al saber que su hermano Simón Macabeo era ahora el jefe de los sacerdotes y el gobernador de todo el país,

18 le enviaron un mensaje. Querían renovar la alianza de amistad que antes habían hecho con sus hermanos Judas y Jonatán. Este mensaje lo escribieron en láminas de bronce.

19 Toda la gente se reunió en Jerusalén para escuchar la lectura del mensaje.

20 La copia de la carta que enviaron los espartanos decía lo siguiente: Los jefes y habitantes de la ciudad de Esparta saludan a Simón, jefe de los sacerdotes. Saludan también al pueblo judío y a sus jefes.

21 Los mensajeros que ustedes nos enviaron nos han contado de su fama y grandeza. La presencia entre nosotros de estos mensajeros nos ha llenado de mucha alegría.

22 Queremos avisarles que en nuestro libro de actas hemos escrito lo siguiente: «Numenio el hijo de Antíoco, y Antípatro el hijo de Jasón, en nombre del pueblo judío, vinieron a renovar la alianza de amistad que tienen con nosotros.

23 Nuestro pueblo los ha recibido con honores. Hemos guardado entre nuestros documentos oficiales la carta que nos entregaron, para recuerdo del pueblo espartano. Además, hemos hecho una copia de ese documento, para Simón Macabeo, jefe de los sacerdotes».

24 Poco tiempo después, Simón Macabeo envió a Numenio a Roma, con un gran escudo, para renovar la alianza de amistad con los romanos. El escudo era de oro, y pesaba cuatrocientos treinta y seis kilos.

El pueblo de Israel agradece a Simón Macabeo

25 Cuando los israelitas se enteraron de todo lo que pasaba, dijeron: ¿Cómo podemos demostrar nuestra gratitud a Simón y a sus hijos?

26 Gracias a él, a sus hermanos y a toda su familia, hoy somos libres. Ellos han luchado con valentía y han expulsado a nuestros enemigos. Entonces, decidieron colocar en la ciudad de Jerusalén, sobre unas columnas, una placa de bronce con el siguiente agradecimiento:

27-28 En el día dieciocho del mes de Elul[i], del año ciento setenta y dos del gobierno de los griegos, los sacerdotes, los jefes del ejército y los jefes del país nos reunimos en gran asamblea. Para ese entonces, Simón Macabeo ya llevaba tres años como jefe de los sacerdotes. En esta reunión decidimos hacer un agradecimiento a Simón, por todo lo que había hecho. Por eso, hemos escrito la siguiente placa:

29 Nuestro país fue destruido por muchas guerras. Pero Simón hijo de Matatías, y descendiente de Joiarib, y sus hermanos, arriesgaron su vida y pelearon contra los enemigos de nuestra nación. Lo hicieron porque querían proteger el templo y nuestras leyes. Debido a su valor, nuestra nación llegó a ser grande y famosa.

30 Jonatán logró unir a nuestro pueblo, y fue el jefe de los sacerdotes hasta el día de su muerte.

31 Cuando los enemigos invadieron nuestro país y atacaron el templo,

32 Simón Macabeo se levantó y defendió a su pueblo. Con su propio dinero compró armas y pagó el salario de los soldados de su ejército.

33 Fortificó las ciudades de Judea y Bet-sur, en la frontera de Judea, donde había un cuartel enemigo, y puso allí tropas judías.

34 Lo mismo hizo en el puerto de Jope, y en la ciudad de Guézer, en la frontera con Azoto. Echó a los enemigos de esos lugares, y llevó a hermanos nuestros a vivir allí, dándoles todo lo que necesitaban.

35 Cuando la gente vio que Simón era fiel y que lo único que buscaba era el bien de su patria, lo nombraron jefe de la nación y de los sacerdotes. Así reconocieron que era un hombre muy honesto, y que siempre había buscado la grandeza de su pueblo.

36 En Jerusalén, los que no creían en Dios habían construido un cuartel. Desde allí, nos atacaban y hacían en la zona del templo todo lo que estaba prohibido por Dios. Pero Simón logró echarlos de allí.

37 Luego colocó soldados judíos en ese cuartel, lo rodeó con murallas para darle mayor seguridad al país y a la ciudad, y levantó un poco más las murallas de Jerusalén.

38 El rey Demetrio dejó que Simón Macabeo siguiera siendo el jefe de los sacerdotes.

39 Le dio grandes muestras de afecto y lo incluyó entre sus mejores amigos.

40 El rey Demetrio hizo esto, porque sabía que los romanos eran grandes amigos y aliados de los judíos. También sabía que los romanos habían recibido con mucho respeto y agradecimiento a los representantes de Simón.

41 Demetrio supo además que los judíos y los sacerdotes habían elegido a Simón Macabeo como jefe de los sacerdotes y gobernador de su pueblo, hasta que apareciera un profeta en el que pudieran confiar.

42 Los judíos quisieron que Simón Macabeo fuera su jefe militar y que se preocupara por el cuidado del templo. Él debía nombrar a los encargados de los trabajos en el templo, y también a los que debían encargarse de la administración del país, de las armas y de los lugares fortificados.

43 Todos los documentos oficiales llevarían el nombre de Simón. Además él se pondría ropas como las que usan los reyes y llevaría el broche de oro. Los judíos también ordenaron que todos debían obedecerlo.

44 Por lo tanto, ninguna persona puede oponerse a estas leyes. Nadie puede hacer reuniones sin el permiso de Simón, ni vestir ropas como las del rey o tener un broche de oro. Todos deben obedecer a Simón.

45 La persona que desobedezca estos decretos será castigada.

46 Todo el pueblo estuvo de acuerdo en que Simón tuviera el derecho de actuar según lo que aquí se ha escrito.

47 Simón, por su parte, aceptó ser el jefe de los sacerdotes, el jefe del ejército, y el gobernador del pueblo. Así él quedó al frente de todo y de todos.

48 En la reunión se pusieron de acuerdo para que este agradecimiento fuera grabado sobre placas de bronce. Estas placas debían colocarse en el templo, en un lugar donde todos las pudieran leer.

49 También decidieron guardar una copia en el tesoro del templo, que estuviera a disposición de Simón y de sus hijos.

15 Antíoco Séptimo honra a Simón Macabeo

1-2 Mientras estaba en una isla lejana, Antíoco, el hijo del rey Demetrio Segundo, envió una carta a Simón, jefe de los sacerdotes y gobernador de los judíos. La carta también iba dirigida a todo el pueblo judío, y decía lo siguiente: Yo, el rey Antíoco Séptimo, saludo a Simón Macabeo, jefe de los sacerdotes y gobernador de la nación judía, y a todo su pueblo.

3 Un grupo de gente muy mala se ha apoderado del reino de mis antepasados. Por eso he decidido reclamar lo que es mío, para que todo vuelva a ser como antes. Para conseguirlo, ya reuní un gran ejército y muchos barcos de guerra.

4 Lo que quiero es llegar a mi país para vengarme de los que tanto daño le han hecho a mi reino, pues han destruido muchas de sus ciudades.

5 Por eso, ahora te doy mi palabra de que seguirás teniendo las ventajas que te dieron los reyes anteriores. Es decir, que no tendrás que pagar impuestos,

6 y podrás hacer tus propias monedas para usarlas en tu país.

7 Los habitantes de la ciudad de Jerusalén y los que asisten al templo podrán disfrutar de su libertad. Las armas que has fabricado y las fortalezas que has construido seguirán siendo tuyas.

8 Te perdono todo lo que le debes a mi reino hasta el día de hoy. De igual manera, desde ahora, te perdono cualquier deuda que llegues a tener en el futuro.

9 Cuando yo haya recuperado mi reino, les daré mucha fama a ti, a tu pueblo y a su templo. Así ustedes llegarán a ser muy conocidos en todo el mundo.

Antíoco Séptimo invade el país

10 Antíoco Séptimo llegó a su país en el año ciento setenta y cuatro del gobierno de los griegos. Las tropas que ya estaban allí se pusieron de su lado. Fueron muy pocos los soldados que se quedaron apoyando a Trifón, ese general rebelde.

11-12 Trifón se dio cuenta de que su situación era muy difícil, pues la mayoría de sus soldados lo había abandonado. Entonces huyó y fue a esconderse al puerto de Dor. El rey Antíoco, que lo perseguía,

13 acampó frente a Dor, acompañado de ciento veinte mil soldados de infantería y ocho mil soldados de caballería.

14 Todos estos soldados rodearon la ciudad, mientras los barcos la atacaban por el mar. Así, pues, la ciudad fue atacada por tierra y por mar, de modo que nadie podía entrar ni salir de ella.

Los romanos apoyan a los judíos

15 Mientras tanto, Numenio hijo de Antíoco, y sus acompañantes regresaron de Roma con cartas dirigidas a varios reyes y naciones. Estas cartas decían lo siguiente:

16 Yo, Lucio, gobernador de los romanos, saludo a Tolomeo, rey de Egipto.

17 Simón, jefe de los sacerdotes, y el pueblo judío son nuestros amigos y aliados. Ellos nos enviaron a sus representantes para renovar nuestro pacto de amistad.

18 Nos trajeron como regalo un escudo de oro que pesa cuatrocientos treinta y seis kilos.

19-20 Ahora nosotros tenemos mucho gusto en escribirles a todos los reyes y naciones, para pedirles que no les hagan ningún daño a los judíos. Les pedimos que no ataquen a su país ni a ninguna de sus ciudades. También pedimos que no presten ningún tipo de ayuda a los enemigos de los judíos.

21 Y si algunos judíos traidores se han refugiado entre ustedes, entréguenlos a Simón, jefe de los sacerdotes, para que los castigue según la ley de su Dios.

22 Esta misma carta fue enviada a los reyes Demetrio, Átalo, Ariarate y Arsaces.

23 También fue enviada a los siguientes países: Sampsame, Esparta, Delos, Mindos, Sición, Caria, Samos, Panfilia, Licia, Halicarnaso, Rodas, Faselis, Cos, Side, Arvad, Gortina, Cnido, Chipre yCirene.

24 También le enviaron una copia a Simón, jefe de los sacerdotes y gobernador de los judíos.

Antíoco se enfrenta a Simón

25 Mientras tanto, el rey Antíoco Séptimo tenía rodeada a la ciudad de Dor y la atacaba constantemente. Además seguía construyendo máquinas de guerra. Fue así que nadie podía entrar ni salir de la ciudad.

26 Entonces Simón Macabeo le envió a Antíoco, plata, oro, armas y dos mil de sus mejores soldados para que lo ayudaran.

27 Pero Antíoco no sólo se negó a recibirlos, sino que rompió todos los acuerdos de paz que había hecho con Simón.

28 Además, envió a uno de sus amigos, llamado Atenobio, para que hablara con Simón y le dijera: Ustedes se han hecho dueños de Jope, Guézer y del cuartel de Jerusalén. Sepan que esas ciudades son mías, pues pertenecen a mi reino.

29 Además, se han apoderado de muchos pueblos de mi reino y los han destruido. Y como si eso fuera poco, han causado mucho daño al país.

30 Por lo tanto devuélvanme mis ciudades y entréguenme los impuestos que les han cobrado a las poblaciones que están fuera de Judea.

31 Si no lo hacen, deberán pagarme treinta y tres mil kilos de plata a cambio de las ciudades, como pago por todo el daño que le hicieron a la tierra, y por los impuestos de esas ciudades. Si no cumplen con esto, les declararé la guerra.

32 Atenobio llegó a Jerusalén, y cuando vio las riquezas de Simón Macabeo, su vajilla de oro y plata, y todo el lujo que lo rodeaba, quedó sorprendido. Entonces le comunicó el mensaje del rey.

33 Simón Macabeo le respondió: No hemos ocupado ninguna tierra que no sea nuestra, ni nos hemos robado lo ajeno. Lo que hicimos fue recuperar los lugares que nos habían dejado nuestros antepasados, que por un tiempo estuvieron bajo el poder de nuestros enemigos.

34 Lo único que hicimos fue aprovechar el momento favorable para recuperarlos.

35 Los habitantes del puerto de Jope y de la ciudad de Guézer siempre nos estaban haciendo daño, y por eso los conquistamos. Pero ya que usted reclama esos lugares, le daremos por ellos tres mil trescientos kilos de plata.

36 Aunque Atenobio estaba muy enojado, no dijo nada, pero fue de inmediato a contarle al rey Antíoco lo que había dicho Simón. También le informó acerca de las riquezas y lujos que había visto. Entonces el rey se enojó muchísimo.

37 Mientras tanto, Trifón había huido en un barco desde Dor a la ciudad de Ortosia.

38 Entonces, el rey Antíoco nombró a Cendebeo general en jefe de la región de la costa, y le envió muchos soldados y jinetes.

39 El rey le ordenó a Cendebeo que acampara frente a Judea y que atacara al pueblo judío. También le dijo que reconstruyera Cedrón y que hiciera más fuertes sus portones. Después de organizar todo esto, el rey Antíoco salió a perseguir a Trifón.

40 El general Cendebeo llegó a Jabnia y comenzó a causar serios daños al pueblo judío. Invadió Judea, tomó algunos prisioneros y mató a muchos.

41 Reconstruyó el pueblo de Cedrón y dejó allí a muchos soldados y jinetes. Estos soldados tenían la obligación de salir a recorrer y vigilar los caminos, conforme a las órdenes del rey.

16

1 Juan hijo de Simón Macabeo, fue desde Guézer a informarle a su padre lo que estaba haciendo Cendebeo.

2 Entonces Simón llamó a sus dos hijos mayores y les dijo: Toda mi familia, mis hermanos y yo, hemos peleado contra los enemigos de Israel desde que éramos jóvenes. Gracias a ello, hemos logrado que Israel sea libre.

3 Yo estoy viejo, pero ustedes, gracias a Dios, son jóvenes y tienen mucha fuerza. Por eso, salgan a luchar por nuestra patria, y tomen el lugar de mi hermano y el mío. ¡Que Dios los acompañe!

4 Simón Macabeo eligió a veinte mil soldados de infantería y caballería para que fueran a pelear contra Cendebeo. Esa noche acamparon en los alrededores de la ciudad de Modín.

5 Al amanecer fueron a la llanura, y allí se enfrentaron con un numeroso ejército de infantería y caballería. Tan sólo un arroyo separaba a los dos ejércitos.

6 Juan y sus soldados tomaron posiciones frente a sus enemigos. Los soldados tenían miedo de pasar el arroyo, pero Juan se adelantó y lo pasó primero. Cuando los soldados lo vieron, se llenaron de valor y lo siguieron.

7 Los soldados enemigos que iban a caballo eran muchos. Por eso, Juan dividió a sus soldados en dos grupos, y puso a los que iban a caballo en medio de ellos.

8 Tocaron las trompetas, fueron al ataque, y Cendebeo y sus soldados fueron derrotados. Muchos enemigos murieron ese día, pero otros lograron huir y se refugiaron en su fortaleza.

9 Judas, el hermano de Juan, fue herido. No obstante, Juan persiguió a los que habían huido hasta la fortaleza de Cedrón, que Cendebeo había reconstruido.

10 Otros enemigos, en cambio, fueron a esconderse en las torres que hay en los campos de Azoto, pero Juan le prendió fuego a toda la ciudad. Ese día murieron unos dos mil enemigos. Después Juan regresó a Judea sano y salvo.

Muerte de Simón Macabeo

11-13 Tolomeo hijo de Abub, era el jefe del ejército que estaba en la llanura de Jericó. Como era yerno del jefe de los sacerdotes, tenía mucho oro y plata, y fue tanto su orgullo que quiso apoderarse del país. Por eso, empezó a hacer planes para matar a Simón Macabeo y a sus hijos.

14 Simón Macabeo visitaba regularmente las ciudades del país, para atender las necesidades que iban surgiendo. En una ocasión, él estaba de visita en Jericó con sus hijos Matatías y Judas. Era el mes de Sebat[j], del año ciento setenta y siete del gobierno de los griegos.

15 Tolomeo hijo de Abub les dio la bienvenida y les preparó una gran comida en la fortaleza llamada Doc, que él mismo había construido. Pero toda esta fiesta era un engaño, pues Tolomeo había dejado a unos hombres escondidos para matar a Simón y a sus hijos.

16 Cuando Simón y sus hijos estaban un poco borrachos, Tolomeo y sus seguidores entraron a la sala del banquete empuñando sus armas. Entonces, se lanzaron sobre Simón, sus hijos y sus acompañantes, y los mataron.

17 Fue así como Tolomeo pagó el bien con mal, y cometió ese terrible crimen.

18 Enseguida, Tolomeo le mandó una carta al rey, contándole lo que había sucedido. Le dijo que si le enviaba tropas de refuerzo, él se comprometía a entregarle las ciudades y el país.

19 Al mismo tiempo, envió a algunos de sus hombres a la ciudad de Guézer, para que mataran a Juan, el otro hijo de Simón Macabeo. También mandó cartas a los jefes del ejército para que se unieran a él prometiéndoles oro, plata y regalos.

20 Y a otros de sus soldados los envió a conquistar la ciudad de Jerusalén y el monte donde estaba el templo.

21 Sin embargo, un hombre se les adelantó y fue corriendo a Guézer para avisarle a Juan que habían matado a su padre y a sus hermanos, y que también lo querían matar a él.

22 Al oír esto, Juan se preocupó y se alteró muchísimo. Pero como ya conocía los planes de Tolomeo, logró tomar prisioneros a los que iban a asesinarlo, y los mató.

23 El resto de la historia de Juan, sus triunfos militares, las murallas que edificó, y todo lo que hizo, ha quedado escrito.

24 Todo lo que hizo desde el día que reemplazó a su padre como jefe de los sacerdotes, está escrito en el libro de la historia de su reinado.


Notas de 1 Macabeos

[a] 1 Macabeos 1:54 Quislev: Noveno mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de noviembre a mediados de diciembre. <<

[b] 1 Macabeos 3:49 Nazireo: Persona que, por su dedicación a Dios, no debía beber vino ni otras bebidas alcohólicas, ni cortarse el cabello (véase nota en Nm 6.1-21). <<

[c] 1 Macabeos 4:52 Quislev. Véase nota en 1.54. <<

[d] 1 Macabeos 7:43 Adar: Duodécimo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de febrero a mediados de marzo. <<

[e] 1 Macabeos 9:3 Abib: Primer mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de marzo a mediados de abril. <<

[f] 1 Macabeos 9:54 Ziv: Segundo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de abril a mediados de mayo. <<

[g] 1 Macabeos 10:21 Etanim: Séptimo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de septiembre a mediados de octubre. <<

[h] 1 Macabeos 13:51 Ziv. Véase nota en 9.54. <<

[i] 1 Macabeos 14:27 Elul: Sexto mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de agosto a mediados de septiembre. <<

[j] 1 Macabeos 16:14 Sebat: Decimoprimer mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de enero a mediados de febrero. <<


Reflexiones sobre el libro 1 Macabeos

El libro de 1 Macabeos es uno de los libros históricos del Antiguo Testamento de la Biblia, que narra la lucha de los judíos contra la opresión y la persecución del imperio seléucida, que pretendía imponerles la cultura y la religión griega. El libro abarca desde el año 175 a.C., cuando el rey Antíoco IV Epífanes inició su política de helenización forzada, hasta el año 134 a.C., cuando murió el sumo sacerdote y gobernante Simón Macabeo, el último de los cinco hijos de Matatías, el iniciador de la rebelión.

El libro se llama 1 Macabeos porque se centra en las acciones de Judas Macabeo, el hijo mayor y sucesor de Matatías, que fue el principal líder militar y político de los judíos durante la primera fase de la guerra santa. Judas Macabeo logró liberar Jerusalén y purificar el Templo, que había sido profanado por los seléucidas, y restablecer el culto a Yahvé según la ley mosaica. También consiguió alianzas con Roma y Esparta, y resistió los ataques de los enemigos internos y externos.

El libro fue escrito originalmente en hebreo, pero se ha perdido el texto original y solo se conserva la traducción al griego que se hizo para la versión de los Setenta. El autor era un judío piadoso y patriota, que vivió poco después de los acontecimientos que relata, y que tenía un buen conocimiento de las fuentes históricas y de las cuestiones teológicas. Su estilo es claro y sencillo, y su narración es objetiva y fidedigna, aunque muestra su admiración por los héroes macabeos y su fe en la intervención divina en favor de su pueblo.

El libro de 1 Macabeos tiene un gran valor histórico y religioso, pues nos muestra cómo los judíos defendieron su identidad y su libertad frente a la amenaza del helenismo, y cómo Dios los asistió con su gracia y su poder. El libro también nos enseña lecciones de valentía, fidelidad, confianza y esperanza en medio de las dificultades y las pruebas.

error: Content is protected !!