Ezequiel

Libro de Ezequiel

Libro de Ezequiel

Bienvenido/a a la sección de «Ezequiel» dentro de los Libros Proféticos de la Biblia en «Sagrada Escritura». Ezequiel, uno de los profetas más importantes del Antiguo Testamento, es conocido por su ministerio entre el pueblo de Dios durante el exilio en Babilonia en el siglo VI a.C. Su libro, que lleva su nombre, es uno de los libros más extensos y complejos de los profetas, y contiene una variedad de visiones, símbolos y profecías.

A través de su ministerio, Ezequiel busca llamar al pueblo de Dios al arrepentimiento y la renovación, y les anuncia la venida de un nuevo templo y un nuevo pacto. Sus visiones y símbolos son a menudo desconcertantes y difíciles de entender, pero son una expresión poderosa de la majestad y la gloria de Dios, y de su preocupación por la justicia y la santidad.

En esta sección, exploraremos el contexto histórico y literario del libro de Ezequiel, así como su mensaje teológico y su relevancia para los creyentes hoy en día. También veremos cómo los temas y las profecías de Ezequiel están conectados con otros libros de la Biblia y cómo su mensaje apunta hacia Cristo, quien es nuestro gran Sumo Sacerdote y el cumplimiento de las promesas de Dios.

1

1-3 Mi nombre es Ezequiel hijo de Buzí, y soy sacerdote. Fui llevado prisionero a Babilonia, junto con el rey Joaquín y muchos otros israelitas. Cinco años después, Dios me habló y me hizo sentir su poder y me permitió ver algunas cosas que iban a suceder. Estaba yo junto al río Quebar. Era el día cinco del mes de Tamuz[a] del año treinta. Ese día pude ver que el cielo se abría

4 y que se aproximaba una gran tormenta. Un fuerte viento soplaba desde el norte y trajo una nube muy grande y brillante. De la nube salían relámpagos en todas direcciones, y de en medio de la nube salía un fuego que brillaba como metal pulido.

5 Luego salieron cuatro seres muy extraños.

6-14 Sus piernas eran rectas; sus pies parecían pezuñas de toro y brillaban como el bronce pulido. Cada uno tenía cuatro alas, y en sus cuatro costados, debajo de las alas, tenían brazos y manos humanas. Extendían dos de sus alas para tocarse entre sí, y con las otras dos alas se cubrían el cuerpo. Los seres tenían también cuatro caras. Vistas de frente, tenían apariencia humana; vistas del lado derecho, parecían caras de león; por el lado izquierdo, parecían caras de toro, y por atrás parecían caras de águila. Como el espíritu de Dios los hacía avanzar, se movían de un lado a otro con la rapidez del relámpago, pero siempre hacia delante. Nunca se volvían para mirar hacia atrás. Estos seres brillaban como carbones encendidos; parecía como si en medio de ellos hubiera antorchas moviéndose de un lado a otro, o como si de un fuego muy brillante salieran rayos de luz.

15 Mientras yo los miraba, vi que en el suelo había una rueda junto a cada uno de ellos.

16 Las cuatro ruedas eran iguales, y brillaban como las piedras preciosas. Todas ellas estaban entrelazadas, como si formaran una estrella.

17 Eso les permitía girar en cualquier dirección, sin tener que volver atrás.

18 Pude ver también que los aros de las cuatro ruedas tenían ojos alrededor. Eso me llenó de miedo.

19-21 Y como el espíritu de Dios estaba en los seres y en las ruedas, los hacía avanzar en la dirección que quería: hacia delante, hacia arriba o hacia atrás.

22 Por encima de las cabezas de estos seres había algo muy brillante, parecido a una cúpula de cristal.

23-25 Debajo de esa cúpula, los seres se movían y extendían totalmente dos de sus alas para tocarse entre sí, lo que causaba un ruido muy fuerte, semejante a un mar embravecido. Y cuando se detenían, cerraban sus alas. Mientras tanto, con sus otras dos alas se cubrían el cuerpo. Entonces podía oírse por encima de la cúpula un fuerte ruido, como si allí estuviera acampando un gran ejército. ¡Era como oír la voz del Dios todopoderoso!

26 Sobre la cúpula de cristal había una piedra preciosa, que tenía la forma de un trono. Sobre ese trono podía verse la figura de un ser humano.

27-28 De la cintura para arriba brillaba como el metal derretido; de la cintura para abajo, brillaba como el fuego. ¡Era como ver el arco iris después de un día lluvioso! Entonces me di cuenta de que estaba contemplando a Dios en todo su esplendor, y me arrodillé hasta tocar el suelo con la frente, en actitud de adoración. Entonces escuché una voz que me hablaba.

2

1 Era la voz de Dios, y oí que me decía: Ezequiel, hombre mortal[b], levántate, que quiero hablar contigo.

2 En ese momento sentí que algo dentro de mí me hacía levantarme, y pude oír que Dios me daba este encargo:

3-4 Tú, Ezequiel, llevarás de mi parte un mensaje a los israelitas. Son un pueblo muy desobediente, se parecen a las naciones que no confían en mí. Tanto sus antepasados como ellos y sus hijos son muy rebeldes, necios e incorregibles. Hasta el día de hoy son así. Voy a enviarte a ellos, para que les digas lo que yo quiero que hagan.

5-8 Es muy posible que no te hagan caso, pues son muy rebeldes; pero no te preocupes. Lo importante es que se den cuenta de que no les ha faltado quien les hable de mi parte. Y aunque te parezca que estás rodeado de espinas o en medio de alacranes, tú no les tengas miedo ni te espantes por lo que te digan, ni por la cara que te pongan. Ellos son muy rebeldes, pero tú no seas como ellos. Al contrario, obedece siempre todo lo que yo te ordene. Para empezar, abre la boca y come lo que te voy a dar.

9 Entonces vi una mano que tenía un librito; esa mano se extendió hacia donde yo estaba,

10 y comenzó a abrir ese librito delante de mis ojos. Y pude ver que el libro contenía mensajes de luto, de dolor y de tristeza.

3

1-4 Entonces Dios me dijo: Ezequiel, cómete este libro, y llena tu estómago con él. Yo tomé el libro y me lo comí, y su sabor era tan dulce como la miel. Después, Dios me dijo: Quiero que lleves un mensaje para el pueblo de Israel.

5-6 No te estoy enviando a países donde se hablan idiomas desconocidos para ti. Pero si lo hiciera, la gente de esos países te haría caso.

7 En cambio, los israelitas, a pesar de que hablan tu idioma, son tan necios y rebeldes que te van a ignorar, como me han ignorado a mí.

8 Sin embargo, yo haré que seas tan terco como ellos. Y mientras menos caso te hagan, más insistirás tú en que te escuchen.

9 Te haré más duro que los diamantes y las piedras. Así que no te espantes ni les tengas miedo, por más rebeldes que sean.

10 Dios también me dijo: Apréndete de memoria todo lo que voy a decirte, y repítelo al pie de la letra.

11 Ve al lugar donde está prisionera la gente de tu pueblo, y dales este mensaje de mi parte. Si te hacen caso, bien; si no te hacen caso, también.

12-14 Cuando el esplendor de Dios comenzó a retirarse de donde estaba, escuché detrás de mí un ruido muy fuerte, parecido al de un terremoto. Ese ruido lo hacían aquellos seres extraños. Lo hacían sus alas al tocarse unas con otras, y también las ruedas que estaban a su lado. Y pude oír que alguien decía con fuerte voz: ¡Bendito sea en su templo nuestro gran Dios! Entonces, algo dentro de mí me hizo levantarme y me sacó de allí; era como si Dios me hubiera tomado fuertemente de la mano. Yo estaba muy molesto y enojado.

15 De pronto me vi en Tel Abib, que está a la orilla del río Quebar. En esa ciudad estaban los israelitas que habían sido sacados de su país, y allí me quedé entre ellos siete días, sin saber qué hacer ni qué decir.

Dios pone a Ezequiel como vigilante

16 Pasados los siete días, Dios me dijo:

17 Ezequiel, tu tarea será mantenerte siempre vigilante y decirles a los israelitas que están en grave peligro. Tan pronto como yo te diga algo, tú deberás decírselo a ellos.

18 Si yo le anuncio a alguien que va a morir por causa de su mala conducta, y tú no se lo adviertes, esa persona morirá por causa de su pecado, pero el culpable de su muerte serás tú.

19 En cambio, si tú le adviertes que debe apartarse del mal, y no te hace caso, esa persona morirá por causa de su pecado, pero tú no serás culpable de nada.

20 Puede ser que una persona buena deje de hacer el bien y haga lo malo. Si yo la pongo en peligro de muerte, y tú no se lo adviertes, morirá por causa de su pecado, y no tomaré en cuenta lo bueno que haya hecho antes. Pero el culpable de su muerte serás tú.

21 En cambio, si le adviertes y deja de pecar, seguirá con vida, y tú quedarás libre de culpa.

Ezequiel se queda mudo

22 Mientras yo estaba allí, Dios me hizo sentir su poder y me dio esta orden: Levántate y ve al valle. Allí te diré lo que tienes que hacer.

23 Así lo hice. Y cuando llegué al valle, vi de nuevo a Dios en todo su esplendor, como lo había contemplado a orillas del río Quebar. Yo me arrodillé para adorarlo,

24 pero algo en mí me hizo levantarme. Entonces, Dios me dijo: Ve a tu casa, y quédate allí encerrado.

25 Debes saber que te van a atar, y no podrás caminar libremente entre la gente.

26 Como los israelitas son muy rebeldes, voy a hacer que te quedes mudo. La lengua se te pegará al paladar, y no podrás reprenderlos.

27 Volverás a hablar cuando yo lo decida, y entonces les darás mi mensaje. Unos te harán caso, y otros no. Pues bien, el que quiera oír, que oiga, y el que no quiera oír, que no lo haga.

4 La destrucción de Jerusalén

1 Ezequiel, toma un molde de barro fresco y dibuja en él la ciudad de Jerusalén.

2 Dibuja también un ejército a su alrededor, dispuesto a conquistarla con escaleras y máquinas para derribar murallas. Dibuja además una rampa, para que los soldados puedan subir a la muralla.

3 Después de eso coloca una lámina de hierro entre la ciudad y tú, como si la lámina fuera una muralla, y haz como si estuvieras por atacarla. Esto será una señal para los israelitas.

4 Luego te acostarás sobre tu lado izquierdo, para representar el castigo que la gente de Israel va a recibir por sus pecados.

5 Quédate así durante trescientos noventa días, que son los trescientos noventa años que ellos pecaron.

6 Pasado ese tiempo, te acostarás sobre tu lado derecho, para representar el castigo que va a recibir la gente de Judá. Te quedarás así durante cuarenta días, que son los cuarenta años que ellos pecaron.

7-8 Yo te ataré con cuerdas, para que no puedas moverte ni a un lado ni a otro, hasta que se complete todo este tiempo de sufrimiento. Cuando cumplas con esto, te volverás hacia Jerusalén y extenderás la mano, como amenazando a la ciudad, y le advertirás a todos que ella será destruida.

9 Durante los trescientos noventa días que estarás acostado sobre tu lado izquierdo, comerás de la siguiente manera: En un recipiente mezclarás trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena para hacer una masa.

10-12 Encenderás un fuego con estiércol humano en vez de leña, y delante de todos prepararás un pan con la masa. Todos los días, a la misma hora, comerás un cuarto de kilo de ese pan, y beberás medio litro de agua.

13 Para terminar, Dios me dijo: Cuando yo disperse a los israelitas por todo el mundo, ésta es la clase de comida contaminada que tendrán que comer.

14 Yo protesté, y le dije: —Dios mío, yo nunca he comido nada contaminado, pues tú me rechazarías. Nunca he comido la carne de los animales impuros que nos has prohibido comer. ¡Ni siquiera cuando era niño lo hice!

15 Pero Dios me contestó: —Está bien. En vez de encender el fuego con estiércol humano usa estiércol de vaca.

16 Pronto verás que habrá muy poca comida en Jerusalén. Tú y los demás tendrán que conformarse con sólo un poco de pan y un poco de agua. Aun así, comerán y beberán esto con mucho miedo y angustia,

17 pues les angustiará ver cómo se les acaban el pan y el agua; les llenará de espanto ver a sus hermanos morirse poco a poco. Y todo esto les pasará por causa de sus pecados.

5

1 Luego Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, toma una navaja afilada y córtate el pelo de la cabeza y de la barba. Toma luego una balanza y pesa el pelo en tres partes iguales.

2 Cuando Jerusalén haya sido conquistada, irás al centro de la ciudad y quemarás allí una tercera parte del pelo. Otra tercera parte la cortarás con una espada y la esparcirás alrededor de la ciudad. La tercera parte restante la arrojarás al viento, para que el pelo se esparza por todos lados. Por mi parte, yo los perseguiré para destruirlos.

3 Un poco de ese pelo lo atarás al borde de tu capa,

4 y otro poco lo quemarás en el fuego. Ésta será la señal de que todo el pueblo de Israel será quemado.

5 Puedes estar seguro de que cumpliré mi palabra. Yo hice que Jerusalén fuera el centro de todas las naciones; yo la hice el lugar más importante de la tierra.

6-9 Pero Jerusalén fue más rebelde que las naciones y los pueblos vecinos; no se comportó como las otras naciones, sino que fue peor que ellas, pues desobedeció mis leyes y mis mandamientos. Puesto que Jerusalén se ha portado así, yo declaro que me pondré en contra suya. Yo soy el Dios de Israel. La castigaré por su horrible maldad; la castigaré delante de todas las naciones, como nunca antes lo hice ni lo volveré a hacer.

10 Cuando yo declare culpables a sus habitantes, tendrán tanta hambre que los padres se comerán a sus hijos, y los hijos se comerán a sus padres. A los que logren escapar con vida, los dispersaré por todo el mundo.

11 Juro que acabaré con todos los habitantes de Jerusalén. No les tendré compasión. Yo soy el Dios de Israel. Puesto que no respetaron mi templo, sino que adoraron a sus ídolos odiosos y siguieron con su maldad,

12 la tercera parte de ellos morirá de hambre y de enfermedad. ¡Caerán muertos en las calles de la ciudad! En los alrededores, otra tercera parte morirá atravesada por la espada. Y a la tercera parte restante la dispersaré por todo el mundo, aunque no dejaré de perseguirlos para destruirlos.

13 Yo los castigaré con furia, y cuando mi enojo se haya calmado, reconocerán que yo, el Dios de Israel, soy un Dios muy celoso que cumple su palabra.

14-15 Cuando haya descargado mi furia contra Jerusalén, la dejaré completamente destruida. Al verla, todos los pueblos vecinos se burlarán de ella. Y aunque la insultarán y la ofenderán, también se espantarán al ver el castigo tan duro que le mandé, y aprenderán la lección. Yo, el Dios de Israel, cumpliré mi palabra.

16-17 No les enviaré comida, así que morirán de hambre. Mandaré animales salvajes, para que devoren a sus hijos. La guerra y las enfermedades acabarán con los habitantes de Jerusalén. Yo, el Dios de Israel, cumpliré mi palabra.

6 Mensaje contra los que adoran ídolos

1 Dios me dijo:

2 Ezequiel, hombre mortal, dirige la mirada hacia las montañas de Israel, y dales de mi parte el siguiente mensaje a los que van a adorar allí:

3 «¡Ustedes, que adoran dioses falsos en las montañas de Israel, presten atención a mi mensaje! Voy a destruirlos a todos, junto con los pequeños templos donde adoran a esos dioses.

4-6 Haré pedazos los altares y los hornillos donde queman incienso; cualquiera que se acerque a uno de esos ídolos malolientes caerá muerto allí mismo, y alrededor de su altar dispersaré sus huesos. Destruiré por completo las ciudades; ¡destruiré todo lo que los israelitas han construido!

7 Y cuando vean caer muerta a tanta gente, reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

8-9 Sin embargo, yo dejaré con vida a algunos israelitas, los cuales serán llevados prisioneros a otras naciones de la tierra. Cuando estén allá, se acordarán de mí y del castigo que les di por engañarme y adorar a los ídolos. Entonces se darán cuenta de lo mal que se portaron, y se les revolverá el estómago al acordarse de sus actos repugnantes.

10 Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que siempre hablé en serio».

11 Después, el Dios de Israel me dio esta orden: ¡Búrlate de los israelitas, felicitándolos por su repugnante maldad! ¡Apláudeles con todas tus fuerzas! ¡Recuérdales que gracias a ellos la guerra, el hambre y las enfermedades acabarán con todo el pueblo!

12 Los que estén lejos morirán por causa de las enfermedades; los que estén cerca morirán en la guerra, y los que aún vivan se morirán de hambre, pues descargaré mi enojo contra ellos.

13 Los cuerpos de sus muertos quedarán tirados junto a sus ídolos malolientes. Habrá muertos por todas partes: alrededor de los altares, en las colinas y en las montañas, y aun debajo de cualquier árbol. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

14 Mi castigo contra ellos será muy duro. De norte a sur, y desde Riblá hasta el desierto, todo el país quedará en ruinas. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

7 El fin está cerca

1 Dios me dijo lo siguiente:

2-4 Ezequiel, diles a los israelitas que el Dios de Israel les envía esta advertencia: «¡El fin está cerca! ¡Les llegó la hora, a ustedes y a toda la tierra! Voy a llamarlos a cuentas. Descargaré mi enojo sobre ustedes, y no les tendré ninguna compasión. Voy a castigarlos. Voy a hacerlos sufrir las consecuencias de todos sus actos repugnantes. Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

5-6 Les aseguro que ya llegó su fin. Desgracia tras desgracia caerá sobre ustedes.

7 Les ha llegado la hora a los que viven en este país. Ha llegado el día de espanto. ¡Se acabó la fiesta en las montañas!

8-9 No quedaré satisfecho hasta haber calmado mi enojo contra ustedes. Voy a llamarlos a cuentas. Voy a castigarlos. Voy a hacerlos sufrir las consecuencias de todos sus actos repugnantes. Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que también sé castigar.

10 ¡Ha llegado el día! ¡Ha llegado la hora! ¡Por todas partes se ve orgullo y maldad!

11 Crece la violencia y brota la maldad. ¡Pero de ustedes no quedará nada! ¡Ni grandes ciudades, ni grandes riquezas!

12 ¡Ha llegado la hora! ¡Ha llegado el día! ¡Se acabó la alegría de los que compran y los que venden! ¡Voy a castigar a estas multitudes!

13 Aunque los comerciantes queden con vida, no podrán recuperar sus mercancías. Ya he anunciado lo que haré con esta gran ciudad, y nada hará que cambie de opinión: ¡nadie quedará con vida!

14 Voy a castigar a esta gran ciudad. Y aunque sus habitantes toquen la trompeta, nadie saldrá a la batalla.

15 Los que se queden fuera de la ciudad morirán en el combate; los que se queden adentro morirán de hambre y de enfermedad;

16 los que quieran escapar a las montañas, también morirán por causa de sus pecados, aunque traten de huir como palomas espantadas.

17 A todos les temblarán las rodillas, y no tendrán fuerza en los brazos.

18 Se vestirán de luto y se llenarán de terror; irán con la cara avergonzada y con la cabeza rapada.

19 Tirarán a la calle su oro y su plata, como si fueran basura. Ese día descargaré mi ira, y nada podrá salvarlos, ni siquiera su oro y su plata, pues fueron la causa de sus pecados. Todas esas riquezas no podrán quitarles el hambre ni llenarles el estómago.

20 Tan orgullosos estaban de sus valiosas joyas, que con ellas hicieron imágenes de sus ídolos. ¡Pero yo haré que esas joyas les den asco!

21-22 Cuando yo abandone este país, vendrán ladrones extranjeros y se robarán esas riquezas. Vendrán los peores criminales y entrarán en mi templo, llevándose mis tesoros y dejando el lugar inservible.

23 Por toda la ciudad hay violencia; por todo el país se mata a la gente. Ezequiel, prepara las cadenas para arrastrar los cadáveres,

24 pues voy a traer naciones malvadas para que los echen de sus casas. Esas naciones no respetarán los templos, así que ya no tendrán nada de qué sentirse orgullosos.

25 Entonces se llenarán de angustia. Y querrán tener paz, pero ya no habrá paz.

26 ¡Vendrá desgracia tras desgracia! ¡Sólo habrá malas noticias! No habrá profetas que les hablen de mi parte, ni sacerdotes que puedan enseñarles, ni gente capaz de dirigirlos.

27 El rey estará de luto, el gobernante estará deprimido, y todo el pueblo estará aterrado. Los trataré tal y como ellos trataron a los demás; los juzgaré tal y como ellos juzgaron a otros. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

8 Dios acusa a Jerusalén

1 El día cinco del mes de Etul[c], los jefes de Judá fueron a verme a mi casa. Para entonces ya teníamos seis años viviendo como prisioneros en Babilonia. De pronto, mientras ellos estaban sentados frente a mí, el Dios de Israel me hizo sentir su poder

2 y me permitió ver la figura de algo que parecía un ser humano. De la cintura para abajo, parecía fuego; de la cintura para arriba, brillaba como bronce pulido.

3-4 Esa figura extendió lo que parecía ser una mano, y me agarró por el pelo. Entonces una fuerza dentro de mí me levantó por los aires y me llevó a Jerusalén; una vez allí, me dejó a la entrada del portón interior, que da al norte. Allí habían colocado un ídolo, pero allí también estaba el Dios de Israel en todo su esplendor, tal y como antes lo había visto en el valle. Al ver Dios aquel ídolo, se puso celoso y se enojó.

5 Luego Dios me dijo que mirara hacia el norte, y cuando lo hice, vi que en el portón del altar, junto a la entrada, estaba aquel ídolo.

6 Entonces Dios me dijo: Fíjate en las acciones tan repugnantes que cometen los israelitas. Eso hace que yo me aleje de mi templo. Pero todavía vas a ver cosas peores.

7 Dios me llevó luego a la entrada del patio del templo, y en la pared vi un agujero.

8 Dios me dijo: Haz más grande ese agujero. Así lo hice, y encontré una entrada.

9 Entonces Dios me dijo: Entra y verás las acciones tan repugnantes que allí se cometen.

10 En cuanto entré, pude ver toda clase de reptiles y de animales asquerosos, pintados sobre la pared. También estaban pintados todos los repugnantes ídolos de los israelitas.

11 Pude ver también que los setenta jefes de los israelitas estaban adorando a esos ídolos. Entre los jefes estaba Jaazanías hijo de Safán. El olor a incienso era muy fuerte, pues cada uno de los jefes tenía un incensario en la mano.

12 Entonces Dios me dijo: Mira a los jefes de Israel. ¡Allí los tienes, cada uno adorando en secreto a su propio ídolo! Ellos creen que he abandonado el país, y por eso piensan que no los veo.

13 Pero esto no es todo; todavía vas a ver cosas peores.

14 De allí me llevó a la entrada norte de su templo. Allí vi sentadas unas mujeres que lloraban por el dios Tamuz.

15 Entonces Dios me dijo: ¿Ves esto? Pues todavía vas a ver cosas peores.

16 Luego Dios me llevó al patio que está dentro del templo, y vi que entre el patio y el altar había unos veinticinco hombres. Estaban de espaldas al Lugar Santo y mirando hacia el este; arrodillados, tocaban el suelo con la cara, y adoraban al sol.

17 Entonces Dios me dijo: ¿Ya viste, Ezequiel? Parece que el pueblo de Judá no se conforma con cometer tantos actos repugnantes aquí en el templo. También ha llenado de violencia a todo el país. ¡Todo el tiempo me están haciendo enojar! ¡Y para colmo, me obligan a oler los ramos malolientes con que adoran a su ídolo!

18 Estoy tan enojado que voy a castigarlos sin ninguna compasión. A gritos me pedirán que los perdone, ¡pero no les haré caso!

9 Dios castigará a Jerusalén

1 Entonces escuché que Dios gritaba con fuerza: Ustedes, los que tienen que castigar a Jerusalén, ¡tomen sus armas destructoras y vengan a destruirla!

2 Por la entrada del norte del templo llegaron seis hombres. Los vi llegar con sus armas y pararse junto al altar de bronce. Entre ellos había un hombre con ropa de lino. Por los utensilios que llevaba a la cintura, se veía que era un escritor.

3 En ese momento el gran esplendor de Dios, que hasta entonces había estado sobre los seres de apariencia extraña, se elevó de allí y fue a detenerse a la entrada del templo. Dios llamó al escritor

4 y le dio la siguiente orden: Ve a recorrer la ciudad de Jerusalén, y pon una marca en la frente de todos los que realmente estén tristes por las acciones tan repugnantes que se cometen en la ciudad.

5-7 A los otros hombres les ordenó: Ustedes, sigan al escritor y maten sin ninguna compasión a cualquiera que no tenga la marca en la frente. No se fijen en la edad ni en el sexo. Comiencen aquí, en el templo, y llenen sus patios de cadáveres, ¡no importa que quede sucio y no sirva más para el culto! Aquellos hombres lo hicieron así, y comenzaron a matar gente por toda la ciudad. Primero mataron a los jefes de los israelitas, que estaban frente al templo.

8 Mientras mataban a la gente, yo me quedé solo. Entonces me arrodillé hasta tocar el suelo con mi frente, y grité: —¡Ay, Dios nuestro! ¿Tan enojado estás contra Jerusalén, que vas a acabar con los israelitas que aún quedan vivos?

9 Y Dios me respondió: —La gente de Israel y de Judá ha pecado mucho. Ellos creen que yo los he abandonado, y que por eso no me fijo en lo que hacen. Han manchado todo el país con la sangre de sus crímenes; han llenado toda la ciudad con sus injusticias.

10 Por eso voy a llamarlos a cuentas; voy a castigarlos sin ninguna compasión.

11 Después de todo esto, el escritor volvió y le informó a Dios: Ya he cumplido tus órdenes.

10 Dios abandona el templo

1 De pronto vi que arriba de la cúpula que estaba sobre los cuatro seres con apariencia extraña, había algo que parecía un trono. Era tan azul que parecía estar hecho de zafiro.

2-8 En ese momento Dios le ordenó al escritor: Métete entre las ruedas que están debajo de los cuatro seres, toma un puñado de los carbones encendidos que hay allí, y espárcelos por toda la ciudad. Aquel hombre obedeció y se metió entre las ruedas, pero se quedó junto a una de ellas. Entonces, debajo de las alas de los cuatro seres apareció algo semejante a una mano. Uno de los seres extendió la mano hacia el fuego, tomó algunos carbones y se los dio al escritor. Cuando esto sucedió, los cuatro seres todavía estaban en la parte sur del templo. Una nube cubría el patio interior, y el gran resplandor de Dios, que estaba por encima de los seres, se elevó y fue a detenerse a la entrada del templo. En ese momento la nube llenó el templo, y todo el patio se iluminó con el resplandor. Era tanto el ruido que los cuatro seres hacían con sus alas, que podía oírse hasta el patio de afuera. ¡Parecía como si Dios mismo estuviera hablando!

9-10 Al lado de los cuatro seres vi cuatro ruedas, una junto a cada uno de ellos. Las ruedas eran todas iguales y brillaban como si fueran piedras preciosas. Estaban puestas en forma de estrella, y parecían estar encajadas la una dentro de la otra.

11 Podían girar en cualquier dirección, sin tener que darse vuelta. Eso permitía que los seres siempre pudieran avanzar de frente.

12 Los seres tenían ojos en todo el cuerpo: en la espalda, las manos, las alas, y hasta en las cuatro ruedas.

13 Y pude oír que a las ruedas les pusieron por nombre carruaje.

14-22 El espíritu que impulsaba a los seres también estaba en las ruedas. Por eso, cuando los seres se movían, o se paraban, o se elevaban de la tierra, las ruedas hacían lo mismo. Cada uno de los seres tenía cuatro alas, y en sus costados, debajo de las alas, tenían manos humanas. También tenían cuatro caras. La primera de ellas era la de un toro, la segunda era la de un hombre, la tercera era la de un león, y la cuarta era la de un águila. Todos ellos avanzaban de frente. Cuando vi sus caras, me di cuenta de que eran los mismos seres extraños que yo había visto junto al río Quebar, a los pies del Dios de Israel. En ese momento el gran resplandor de Dios se elevó por encima de la entrada del templo, y se detuvo sobre los cuatro seres. Entonces ellos extendieron sus alas y, con sus ruedas a un lado, se elevaron del suelo. Luego se detuvieron en la entrada que está en el lado este del templo de Dios. Por encima de ellos podía verse el gran resplandor del Dios de Israel.

11 Los líderes de Israel serán juzgados

1 Una fuerza dentro de mí me levantó y me llevó hasta la entrada del templo de Dios, que está en el lado este. Allí había veinticinco hombres, entre los que se encontraban dos jefes del pueblo, que eran Jaazanías hijo de Azur y Pelatías hijo de Benaías.

2 Entonces Dios me dijo: Éstos son los que hacen planes malvados y dan malos consejos a la gente de Jerusalén.

3 Les aseguran: «No es urgente reconstruir las casas. Aquí en la ciudad estamos a salvo».

4 Por eso tú, Ezequiel, tienes que darles un mensaje de mi parte.

5 Entonces el espíritu de Dios vino sobre mí, y me ordenó decirles: El Dios de Israel afirma: «Israelitas, yo sé lo que ustedes dicen y piensan.

6 Ya han matado a mucha gente en esta ciudad. Por eso las calles están llenas de cadáveres.

7 Pero yo, el Dios de Israel, les aseguro que voy a sacarlos de Jerusalén, a pesar de que ustedes creen estar a salvo dentro de ella. Sólo dejaré dentro de la ciudad los cadáveres de la gente que ustedes mataron.

8 ¿No es verdad que tienen miedo de morir en la guerra? ¡Pues les juro que morirán en plena batalla!

9 Los sacaré de Jerusalén, y dejaré que los extranjeros hagan con ustedes lo que quieran. Ése será el castigo que merecen.

10-12 Si creían estar seguros dentro de la ciudad, verán que ni siquiera el país les dará protección. En las fronteras mismas de Israel morirán traspasados por las espadas. Yo los castigaré, porque no obedecieron mis mandamientos, sino que prefirieron vivir como los pueblos vecinos que no me obedecen. Así ustedes reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

13 Todavía estaba yo hablando, cuando cayó muerto Pelatías hijo de Benaías. Entonces me arrodillé, y tocando el suelo con mi frente, grité con todas mis fuerzas: —¡Ay, Dios mío! ¿Vas a matar a los pocos israelitas que aún quedan con vida?

14 Y Dios me contestó:

15 —Los que aún viven en Jerusalén piensan que los israelitas que fueron llevados prisioneros a Babilonia son los que se apartaron de mí. Ellos creen que ahora el país les pertenece sólo a ellos.

16 Pero tú diles a los israelitas en Babilonia que, aunque es verdad que yo los expulsé de esta tierra y los dispersé por todas las naciones, no será por mucho tiempo. Además, también allí pueden adorarme.

17 Yo les prometo que los haré volver de las naciones por donde los dispersé. Y cuando ya los haya reunido, les devolveré la tierra de Israel.

18 Cuando ellos regresen, deberán destruir todos esos ídolos odiosos con que me ofenden los que han quedado en Jerusalén. También pondrán fin a todas sus maldades repugnantes.

19 Yo haré que ellos cambien su manera de pensar y su manera de adorarme. Haré que dejen de ser tercos y testarudos, y los haré leales y obedientes.

20 Entonces obedecerán mis mandamientos y vivirán como les he ordenado que vivan. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

21 Pero a los que sigan adorando a esos ídolos odiosos, y no se aparten de sus repugnantes maldades, yo les pediré cuentas de su conducta. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

La presencia de Dios se aleja de Jerusalén

22 Los cuatro seres con apariencia extraña extendieron sus alas y se llevaron sus ruedas. Entonces el gran resplandor de Dios, que estaba encima de ellos,

23 comenzó a alejarse de Jerusalén, y se detuvo sobre el cerro que está al este de la ciudad.

24 Mientras yo veía todo esto, una fuerza dentro de mí me levantó y me llevó a donde estaban los que habían sido llevados prisioneros a Babilonia. Cuando esta visión terminó,

25 yo les narré a ellos todo lo que Dios me había permitido ver.

12 Drama: El pueblo será llevado prisionero

1 Dios me habló y me dio esta orden:

2-6 Tú, Ezequiel, vives entre gente tan rebelde, que hasta cierra los ojos y se tapa los oídos para no verte ni oírte. Por eso quiero que salgas de tu casa a plena luz del día, cuando todos puedan verte, y finjas caminar como si te llevaran preso a otro país. No lleves contigo más de lo que puedas cargar; llévate solamente lo que se llevaría un prisionero. Esta gente es muy rebelde, pero espero que entienda el mensaje. Por la tarde, haz un hueco en la muralla y pasa por ahí con tu equipaje, como para iniciar tu viaje al país donde quedarás prisionero. Y por la noche, échate al hombro lo que lleves en la mano y ponte en marcha. Tápate la cara para no ver el país. De este modo le darás una lección al pueblo de Israel.

7 Yo hice todo lo que Dios me mandó hacer,

8 y al día siguiente Dios me dijo:

9 Dime, Ezequiel, ¿qué piensan los israelitas de lo que has estado haciendo? Si te lo preguntan,

10 diles que es un mensaje de mi parte para el rey y para la gente de Jerusalén.

11 Diles que todo lo que has hecho es anunciarles lo que les va a suceder. Porque así será. Todos ellos serán llevados prisioneros a otro país.

12 El rey se echará al hombro su equipaje, y por la noche hará un hueco en la muralla y saldrá por ahí. Y será tal su vergüenza que se tapará la cara para no ver el país.

13 Yo lanzaré mi red sobre el rey, y lo llevaré preso a Babilonia. Pero no llegará a ver ese país, pues morirá antes de llegar.

14 A los guardias que lo protegen los dispersaré por toda la tierra, y a su ejército lo perseguiré hasta destruirlo.

15 Y cuando se encuentren dispersos entre las naciones, reconocerán que yo soy Dios.

16 Dejaré que algunos de ellos queden con vida. Sobrevivirán a la guerra, al hambre y a las enfermedades, para que les cuenten a las naciones todas las maldades repugnantes que cometieron. Entonces reconocerán que yo soy Dios.

El mensaje del castigo se cumplirá

17 Después, Dios me dijo:

18 Ezequiel, hombre mortal, tiembla de miedo cuando comas tu pan, y bebe tu agua con ansiedad y angustia.

19-20 Luego busca a los que viven en Jerusalén y en la tierra de Israel, y dales de mi parte este mensaje: «Por causa de tanta violencia que ustedes han cometido, viene el día en que también ustedes comerán su pan llenos de miedo, y beberán su agua llenos de angustia. Todo su país y todas sus ciudades serán destruidas. Sus terrenos quedarán vacíos como un desierto, y no producirán nada. Sólo entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

21 Dios también me dijo:

22 ¿Qué se han creído los israelitas? Andan repitiendo este dicho: «Pasan y pasan los días, y lo que anunció el profeta no se cumple».

23 Pues ahora, ve y diles de mi parte que ese dicho no volverá a repetirse en Israel. Más bien, diles este otro dicho: «Viene el día en que se cumplirá lo que el profeta anunció».

24 Nunca más ustedes los israelitas volverán a escuchar mensajes falsos ni predicciones engañosas.

25 Ustedes son un pueblo rebelde, pero vivirán para ver que cumplo lo que digo. Yo soy el Dios de Israel, y no tardaré en cumplir mi palabra.

26-27 También andan diciendo que tú anuncias algo que tardará mucho en suceder.

28 Por eso, ve y diles de mi parte que ya no tardan en cumplirse mis palabras. Lo que digo, lo cumplo. Yo soy el Dios de Israel, y no tardaré en cumplir mi palabra.

13 Mensaje contra los falsos profetas

1 Dios me dijo:

2-3 Hay profetas que anuncian a Israel mensajes que ellos mismos inventaron. Por eso, ve y diles de mi parte lo siguiente: «¡Pobres profetas, qué tontos son ustedes! Yo no les he dado ningún mensaje. Ustedes inventan sus mensajes;

4 son como los chacales cuando buscan alimento entre las ruinas.

5 No han preparado a los israelitas para que puedan evitar el castigo que voy a darles.

6-7 Todo lo que ustedes anuncian es mentira; es sólo producto de su imaginación. Aseguran que hablan de mi parte, pero eso es mentira: yo nunca les he pedido que hablen por mí. ¿Y todavía esperan que se cumplan sus palabras?

8 Yo soy el Dios de Israel, y les aseguro que me pondré en contra de ustedes, pues sólo dicen mentiras y falsedades.

9 Yo los castigaré por dar mensajes falsos. Borraré sus nombres de la lista de los israelitas, y no tendrán entre ellos arte ni parte. ¡Ni siquiera podrán volver a poner un pie en su tierra! Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

10 Todo esto les sucederá por haber engañado a mi pueblo; por haberle asegurado que todo estaba bien, cuando en realidad todo estaba mal. Sus mentiras son como una pared de piedras pegadas con yeso. ¡Y esa pared se vendrá abajo!

11-12 Pues sepan, señores albañiles, que voy a lanzar una fuerte tempestad contra esa pared, y que la derribaré con lluvia, granizo y un viento muy fuerte. Entonces la gente dirá: ¡Y a quién se le ocurre confiar en mentiras!

13 Yo soy el Dios de Israel, y estoy tan enojado que enviaré contra ustedes un viento huracanado, y abundante lluvia y granizo, y lo destruiré todo. Estoy tan enojado

14-15 que derribaré esa pared de mentiras que ustedes construyeron. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel». Cuando esto suceda, ustedes quedarán aplastados bajo el peso de sus mentiras. Entonces yo les preguntaré: ¿Qué pasó con sus profecías? ¿Qué pasó con esos tontos profetas?

16 ¿Dónde están esos profetas de Israel que le daban falsos mensajes a Jerusalén? ¿Dónde están los que le aseguraban que todo estaba bien, cuando en realidad todo estaba mal? Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra».

Mensaje contra las hechiceras

17 Pero tú, hombre mortal, ¡enfréntate también a esas mujeres de tu pueblo que dicen hablar de parte mía! ¡Reprende a las que anuncian puras mentiras!

18 Diles de mi parte: «¡Pobres de ustedes, mujercitas que engañan a mi pueblo con pulseras, velos y hechicerías! ¿Acaso creen que podrán salvarse, y que mantendrán atrapado a mi pueblo?

19 Por un puñado de cebada, y por unas cuantas migajas de pan, ustedes han insultado mi nombre delante de mi pueblo. Prometen larga vida a los que van a morir, y anuncian muerte a los que deben vivir; ¡y hacen que mi pueblo crea en esas mentiras!

20-21 Por eso estoy en contra de ustedes y de sus hechicerías, pues atrapan a la gente como si atraparan pájaros. Pero yo les quitaré de las manos a la gente que atraparon con sus brujerías, y no volverán a atraparla. Entonces ustedes reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

22 Ustedes han actuado en contra de mi voluntad. Con sus mentiras, han afligido a la gente buena; en cambio, han animado a la gente mala para que siga portándose mal, y no se salven de mi castigo.

23 Por eso no volverán ustedes a dar mensajes falsos, ni a practicar la hechicería. Yo libraré a mi pueblo del control que ustedes tienen sobre él. Y entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

14 Mensaje contra los que adoran ídolos

1 Algunos de los jefes de Israel vinieron a verme. Cuando llegaron, se sentaron frente a mí.

2 Entonces Dios me dijo:

3 Dime, Ezequiel, ¿cómo voy a darles un mensaje a estos hombres, si no piensan más que en hacer lo malo y en adorar a esos ídolos malolientes?

4 Más bien, ve a decirles de mi parte lo siguiente: «El Dios de Israel dice que ustedes no piensan más que en hacer lo malo y en adorar a esos ídolos malolientes, ¡y también van a ver al profeta para consultarme por medio de él! Pero como respuesta recibirán el castigo que se merecen, por adorar a tantos ídolos.

5 Quizás así se arrepientan de haberme abandonado por adorar a esos ídolos».

6 A los israelitas les dirás de mi parte: «Dejen ya de hacer lo malo, abandonen a sus ídolos y vuelvan a obedecerme.

7 Mi respuesta a todos los israelitas, y a los extranjeros que viven en Israel, es la siguiente: Ustedes les preguntan a los profetas por mis mensajes, pero se han alejado de mí para adorar a esos ídolos malolientes, y no piensan más que en hacer lo malo. Por eso, quiero que sepan

8 que yo mismo me enfrentaré a ustedes. Yo los eliminaré de mi pueblo, y ese castigo será una lección para todos. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

9 Pero si algún profeta les da un mensaje falso, será porque así lo quise. Sin embargo, castigaré a ese profeta y lo eliminaré del pueblo.

10 Castigaré al profeta y a quien lo haya consultado.

11 Así los israelitas no volverán a darme la espalda ni seguirán pecando. Entonces serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra».

El castigo será inevitable

12 Dios también me dijo:

13 Al país que peque contra mí, y que una y otra vez me sea infiel, yo lo castigaré duramente. Echaré a perder sus cosechas de trigo, y sufrirá hambre; así acabaré con los habitantes de ese país y con sus animales.

14 Si en ese país vivieran Noé, Daniel y Job, sólo ellos se salvarían, pues eran hombres justos. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

15 También podría yo castigar a ese país enviando bestias salvajes, para que acabaran con sus habitantes. La tierra quedaría sin vida alguna, como un desierto, y nadie se atrevería a pasar por él, por miedo a las bestias salvajes.

16 Pero aun si Noé, Daniel y Job vivieran en ese país, no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas. Sólo ellos se salvarían, pero el país quedaría totalmente destruido. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

17 También podría yo castigar a ese país enviando un ejército que lo ataque y acabe con sus habitantes.

18 Pero aun si Noé, Daniel y Job vivieran en ese país, no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas. Sólo ellos se salvarían. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

19 También podría yo, en mi enojo, castigar a ese país con graves enfermedades, para acabar con sus habitantes y con todos sus animales.

20 Pero aun si Noé, Daniel y Job vivieran en ese país, no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas. Sólo ellos se salvarían, pues eran hombres justos. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

21 Dios también me dijo: Mi castigo contra Jerusalén será peor cuando envíe contra ella mis cuatro castigos mortales: la guerra, el hambre, las bestias salvajes y las enfermedades. Con estos cuatro castigos destruiré a todos sus habitantes y a sus animales.

22-23 Sin embargo, haré que algunos de ellos queden con vida. Lograrán escapar con sus hijos y sus hijas, y se irán a Babilonia, donde están ustedes. Cuando lleguen allá, ustedes se darán cuenta del comportamiento de ellos, y me darán la razón por haber castigado así a Jerusalén. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

15 Jerusalén no vale nada

1 Dios también me dijo:

2 Hombre mortal, si fueras a sacar madera, no la sacarías de una vid.

3 Su tronco no sirve para hacer muebles, ni para colgar nada.

4 Sólo sirve como leña; en cuanto se queman sus puntas, y el centro se hace carbón, ¡ya no sirve para nada!

5 Y si no es buena como leña, ¡mucho menos como carbón!

6 Por eso yo les digo: Los habitantes de Jerusalén son como esa leña; ¡sirven sólo para avivar el fuego!

7 Yo pelearé contra ellos, y aunque se escapen de un fuego, otro fuego los consumirá. Cuando yo me enfrente a ellos, reconocerán que yo soy su Dios.

8 Puesto que fueron infieles, yo convertiré su país en desierto. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

16 Jerusalén es como una esposa infiel

1 Dios también me dijo:

2-3 Ezequiel, hombre mortal, habla con los habitantes de Jerusalén y hazles entender que me repugna su conducta. Dales de mi parte el siguiente mensaje: «La ciudad de Jerusalén fue fundada en Canaán. Antes fue habitada por los amorreos y los hititas. ¡Desde sus inicios es una ciudad malvada!

4-5 Cuando la fundaron, fue como una niña abandonada al nacer. Nadie se interesó por ella, ni la cuidó ni le cortó el ombligo. Nadie la bañó, ni la frotó con sal, ni la envolvió en pañales. Al contrario, la abandonaron como si fuera basura.

6 Yo pasaba por ahí y la vi en el suelo, revolcándose en su propia sangre. Parecía una niña abandonada. Pensé que merecía una oportunidad,

7 y la ayudé a crecer. La ciudad creció; fue como ver a la niña convertirse en una joven muy hermosa. Le crecieron los pechos, y le salió el vello de mujer. Aun así, estaba totalmente desnuda.

8-9 Tiempo después volví a pasar, y vi que la ciudad ya había crecido bastante. Era como una jovencita convertida en mujer lista para casarse. La puse entonces bajo mi cuidado, y me comprometí a amarla para siempre, como si ella fuera mi mujer y yo su marido. La bañé, la limpié y la perfumé. Les juro que así fue.

10-13 Luego le puse un vestido de pura seda y finos bordados, y le puse calzado en sus pies. Así de amoroso fui con Jerusalén. Y no sólo la alimenté bien, sino que la llené de grandes riquezas, como quien le regala a su novia brazaletes, collares, anillos, aretes, y una lujosa corona. Era la ciudad más hermosa de todas; ¡parecía una reina!

14 De tal manera traté a Jerusalén, que la hice famosa. Todo el mundo la consideraba una belleza perfecta. Les juro que así fue.

15 Pero esta ciudad se sintió orgullosa de sí misma. Llegó a confiar sólo en su belleza y en su fama, y acabó como cualquier otra ciudad despreciable, pues adoró a cuanto ídolo quiso.

16 Con las mismas riquezas que le di se fue a los cerros, y allí adoró a esos ídolos. ¡Nunca antes se había visto algo semejante!

17 Con las joyas de oro y de plata que le regalé, hizo figuras de hombres, y las adoró;

18-19 las vistió con finos vestidos y les rindió culto. Los ricos ungüentos y perfumes, y hasta los mejores alimentos que le di, los usó para adorar falsos dioses. Les juro que así fue.

20-21 Pero no le bastó con portarse como una ciudad cualquiera. Sus habitantes tomaron a sus hijos y a sus hijas, y los quemaron como ofrenda en honor de esos ídolos.

22 Esta ciudad cayó tan bajo en sus prácticas repugnantes que parecía una prostituta. Me traicionó con cualquiera, y se olvidó que fui yo quien la aceptó cuando todos la despreciaron. En aquel tiempo parecía un bebé abandonado en el suelo, revolcándose en su propia sangre.

23 ¡Jerusalén, qué lástima me das! ¡Yo soy quien te lo dice! Para colmo de todos tus males,

24-26 en las plazas y en las esquinas de las calles los israelitas construyeron altares para adorar cuanto ídolo quisieron. Se hicieron amigos de los egipcios, y juntos adoraron a sus ídolos, creyendo que podían más que yo. Realmente me hicieron enojar. ¡Jerusalén, has perdido toda tu belleza!

27 Por eso te castigué. Por eso permití que perdieras parte de tu territorio. Por eso te dejé caer en manos de los filisteos, tus enemigos de siempre, ¡y hasta ellos se avergonzaron de tu mal comportamiento!

28 Siempre buscaste la amistad de los asirios, y tus habitantes adoraron a sus dioses, pero no quedaron satisfechos y siguieron buscando amigos con quienes adorar a otros dioses.

29 Luego adoraron a los dioses de Babilonia, ¡y ni así quedaron satisfechos!

30 ¡Tus habitantes no tienen cura! ¡Eres más desvergonzada que una prostituta! Te juro que así es.

31-33 ¡Jerusalén, te comportas como una mujer que engaña a su esposo! ¡Me engañaste! En realidad, te has portado peor que una prostituta. Porque la prostituta cobra por tener relaciones sexuales con alguien; tú, en cambio, cuando adoras a otros ídolos, lo haces a cambio de nada, más bien eres tú quien lo da todo. Obligas a la gente a venir de todas partes, para adorar juntos a los ídolos en los altares que construiste en las plazas y las esquinas.

34 Y como ya nadie quiere venir, ni te da nada a cambio, eres tú quien les paga para que vengan. ¡Sólo en eso eres diferente a una prostituta!

35-36 Por lo tanto, ciudad infiel, presta atención a lo que voy a decirte: Como no te dio vergüenza adorar descaradamente a los ídolos de otras naciones, y como les ofreciste la sangre de tus hijos,

37 voy a reunir a todas esas naciones, y delante de todas ellas te humillaré.

38 Te voy a juzgar como a una prostituta y asesina. Es tanto mi enojo que te condenaré a morir,

39 y serán esas naciones amigas tuyas las que cumplan la sentencia. Ellas derribarán todos los altares que hiciste para adorar a sus ídolos. Te quitarán tus joyas, te arrancarán tus riquezas y te dejarán en la pobreza.

40 Luego, esas naciones le dirán a la gente que te acuchille y te mate a pedradas,

41 y que les prenda fuego a tus casas. Así cumplirán tus amigas la sentencia contra ti, delante de muchas otras naciones. Sólo así dejarás de portarte como una prostituta, y ya no les darás tus riquezas a los ídolos de esas naciones.

42 Una vez que se me pase el enojo, y que se hayan calmado mis celos por ti, volveré a estar tranquilo.

43 Pero yo te castigaré, porque has sido una ingrata. Tú, Jerusalén, te olvidaste de todo lo que hice por ti cuando no eras una ciudad importante. Me hiciste enojar con tus acciones tan repugnantes. Te juro que así es.

44 La gente dirá que en ti se cumple el dicho: ‘De tal madre, tal hija’,

45 pues eres igual que tus fundadores, los hititas y los amorreos. Ellos tampoco fueron fieles a sus fundadores, y nunca se preocuparon por sus descendientes. Tampoco a tus ciudades hermanas les importaban mucho sus fundadores y sus descendientes.

46-48 Tu hermana mayor es la ciudad de Samaria, que está al norte, y sus descendientes son los pueblos que la rodean. Tu hermana menor es la ciudad de Sodoma, que está al sur, y sus descendientes son también los pueblos que la rodean. Pero ni ella ni sus pueblos se portaron como tú y tus pueblos, porque tú empezaste por seguir su mal ejemplo y cometer sus mismas maldades, pero acabaste siendo peor que ella. Te juro que así es.

49 Sodoma y sus pueblos pecaron por creer que tenían demasiado, pues les sobraba comida y vivían sin preocupaciones; también pecaron porque nunca ayudaron a los pobres y necesitados.

50 Era tanto su orgullo que delante de mí cometían maldades repugnantes. Por eso las destruí, y tú lo sabes.

51-55 Pero ni Samaria ni sus pueblos llegaron a pecar como tú. Comparadas contigo, tus dos hermanas resultan dos blancas palomitas. ¡Así de graves son tus repugnantes acciones! Por todo eso, ahora tú tendrás que sufrir la vergüenza, y tu castigo será la humillación». Sin embargo, tu castigo les servirá de consuelo a Sodoma y a Samaria, y a sus pueblos, pues yo haré que ellas vuelvan a ser lo que antes fueron, ¡y lo mismo haré contigo y con tus pueblos!

56 Hubo un tiempo en que te burlabas de tu hermana Sodoma; ¡tan orgullosa eras!

57 Pero ahora son los pueblos edomitas los que se burlan de ti, junto con los filisteos y todos los pueblos vecinos, pues ya todo el mundo conoce tu maldad.

58 Ahora tienes que sufrir las consecuencias de tus repugnantes maldades. Te juro que así será.

59 Y también quiero decirte que te voy a castigar por no cumplir con tu parte de nuestro compromiso.

60-63 Sin embargo, yo sí cumpliré mi compromiso contigo, lo mismo que las promesas que te hice cuando aún no eras una ciudad importante. ¡Jerusalén, mi amor por ti será siempre el mismo! Así reconocerás que yo soy tu Dios. Yo haré también que Samaria y Sodoma lleguen a ser tuyas, aun cuando esto no formaba parte de mi compromiso contigo. Cuando yo te haya perdonado por completo, te acordarás de todos los pecados que cometiste. Y te sentirás tan avergonzada y humillada, que no volverás a abrir la boca. Te juro que así lo haré».

17 La vid y las dos águilas

1 Dios también me dijo:

2-4 Habla con los israelitas y ponlos a pensar en esta comparación, a ver si la entienden: «Había un águila muy grande, de anchas alas y coloridas plumas. Esa águila fue al monte Líbano y de la punta de un árbol cortó la rama más alta. Luego fue a un país de comerciantes, y allí plantó la rama.

5 De ese país tomó una semilla, y fue a sembrarla en buena tierra. La plantó junto a un río, como se plantan los sauces.

6 Y la semilla creció, y se convirtió en una vid. Esa vid no era muy alta, pero tenía muchas ramas. Y cuando la vid maduró, extendió sus ramas hacia el águila y hundió sus raíces en el suelo.

7-8 La vid estaba sembrada en buena tierra, y junto a un río caudaloso; pudo haber sido una vid hermosa, cargada de ramas y de uvas, pero llegó otra águila más grande, de anchas alas y coloridas plumas, y la vid extendió sus ramas hacia ella, para que le diera más agua todavía».

9 Diles, por tanto, de mi parte: «¿Creen que tendrá éxito la vid? ¡Claro que no! El águila la arrancará del suelo, le quitará todas las uvas, y dejará que se marchite. ¡Para hacerlo no hace falta mucha gente ni mucho esfuerzo!

10 Si la plantan en otro lugar, no volverá a retoñar; al golpearla el viento del este, se marchitará por completo y morirá donde fue plantada».

11 Dios también me dijo:

12-14 Pregúntale a esta gente rebelde si sabe lo que significa la comparación. Si no lo sabe, explícale que, cuando el rey de Babilonia vino a Jerusalén, hizo prisioneros al rey de Judá y a sus principales jefes, y se los llevó a su país. Sin embargo, hizo un trato con uno de ellos, que era de la familia del rey, y lo hizo jurar que no lo traicionaría. Mediante ese trato, el rey de Babilonia esperaba que los de Judá no se rebelaran, sino que cumplieran fielmente el pacto.

15 Pero aquel jefe de Judá se rebeló contra el rey de Babilonia, y le pidió ayuda a los egipcios, y ellos le enviaron caballos y un gran ejército. Ahora bien, ¿ustedes creen que quien hace un trato y no lo cumple puede escapar con vida?

16-18 ¡Claro que no! Yo soy el Dios de Israel, y les juro que ese jefe de Judá morirá en Babilonia. Y morirá porque no supo cumplir su palabra, ¡porque no respetó el trato que hizo con el rey que lo dejó seguir reinando! Cuando los babilonios ataquen a Jerusalén, y construyan rampas y escaleras para conquistar la ciudad, y maten a mucha gente, de nada le servirá el gran ejército que le mandó el rey de Egipto. ¡Ni siquiera ese jefe saldrá con vida!

19 Yo soy el Dios de Israel, y les juro que castigaré a ese jefe de Judá. Lo castigaré por no haber respetado el trato que hizo, faltando así a su palabra.

20 Lo atraparé con mis redes por haberse burlado de mí; lo llevaré preso a Babilonia, y allí le haré un juicio.

21 Aun sus mejores soldados morirán en la guerra, y los que logren salvarse serán dispersados por toda la tierra. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que cumplo mi palabra.

22 Yo, el Dios de Israel, afirmo: «Yo también cortaré una rama de la punta del árbol más alto, y la plantaré sobre un alto monte,

23 ¡sobre el monte más alto de Israel! Y le crecerán muchas ramas, y se llenará de frutos, y llegará a ser un gran árbol. Bajo la sombra de sus ramas pondrán su nido las aves,

24 y todos los árboles del bosque reconocerán que yo soy Dios. Yo echo abajo a los árboles altos, y hago que se sequen; pero hago crecer a los árboles pequeños, y hago que reverdezca el árbol seco». Yo, el Dios de Israel, lo afirmo».

18 El que peque, morirá

1 Dios también me dijo:

2 Los israelitas repiten a todas horas ese refrán que dice: «Los padres la hacen, y los hijos la pagan». Pero yo me pregunto por qué lo repiten.

3 Porque yo les aseguro que ese refrán no volverá a repetirse en Israel.

4 La vida de todo ser humano me pertenece, tanto la de los padres como la de los hijos. Sólo morirá aquel que peque.

Cualidades del justo

5 La persona que es justa sabe lo que es justo, y lo hace.

6 No se junta con los que van a los pequeños templos de las montañas, ni adora a dioses falsos, ni pone en ellos su confianza. No sostiene relaciones sexuales con la mujer de otro hombre. No tiene relaciones sexuales con su esposa cuando ella tiene su período de menstruación.

7 No es injusta con nadie, sino que devuelve a su deudor lo que recibió en garantía de pago. No le roba a nadie, sino que comparte su pan con el que tiene hambre, y su ropa con el que está desnudo.

8 No cobra intereses cuando presta su dinero. No le hace daño a nadie. No tiene favoritos cuando tiene que juzgar en un pleito entre dos personas.

9 Esa persona vivirá porque es justa y porque obedece fielmente todos mis mandamientos. Les juro que así será.

Defectos del pecador

10 Pero puede suceder que esa persona justa tenga un hijo violento y asesino que, en vez de seguir el ejemplo de su padre,

11 se junta con los que van a los pequeños templos y adoran a los dioses falsos; sostiene relaciones sexuales con la mujer de otro hombre;

12 maltrata a los pobres y les roba a los demás; no le devuelve a su deudor lo que recibió en garantía de pago; adora a dioses falsos y comete pecados repugnantes,

13 y cobra intereses muy altos cuando presta dinero. Pues bien, esa persona no puede seguir viviendo, pues ha cometido acciones repugnantes. Yo les aseguro que esa persona morirá, y que sólo ella será culpable de su muerte.

A cada quien su merecido

14 Supongamos ahora que ese malvado tiene un hijo que no sigue el mal ejemplo de su padre. Aunque sabe que su padre es un pecador, él, por su parte,

15 no se junta con los que van a los pequeños templos en los cerros, ni adora a dioses falsos, ni pone en ellos su confianza. No sostiene relaciones sexuales con la mujer de otro hombre.

16 No maltrata a nadie, sino que le devuelve a su deudor lo que recibió en garantía de pago. No le roba a nadie, sino que comparte su pan con el que tiene hambre, y su ropa con el que está desnudo.

17 Se aparta de la maldad, y no cobra intereses cuando presta su dinero. Esa persona no merece morir por culpa de los pecados de su padre. Al contrario, merece vivir, pues vive obedeciendo fielmente todos mis mandamientos.

18 En cambio, su padre morirá por culpa de sus propios pecados, pues es un malvado, un ladrón y un malhechor.

19 Tal vez ustedes me pregunten: «¿Y por qué no es castigado el hijo por los pecados del padre?». Y yo contesto: «Porque el hijo llevó una vida recta y justa, y obedeció todos mis mandamientos. Ese hijo merece vivir.

20 Ni el hijo tiene que ser castigado por los pecados del padre, ni el padre tiene que ser castigado por los pecados del hijo. Sólo morirá la persona que peque. Quien haga lo bueno recibirá lo que merecen sus buenas acciones; quien haga lo malo recibirá lo que merece su maldad».

Esperanza y peligro

21 Sin embargo, puede ser que el malvado se arrepienta de todos los pecados que cometía, y se aparte de la maldad. Pues yo les aseguro que si realmente obedece todos mis mandamientos, y vive una vida recta y justa, no morirá.

22 Al contrario, vivirá por causa de su rectitud, y yo no volveré a acordarme de todos los pecados que cometió.

23 Les doy mi palabra: yo no quiero que la gente malvada muera; más bien, quiero que se aparte de la maldad y viva.

24 Pero si la persona justa deja de hacer lo bueno y comienza a comportarse como un malvado, y hace cosas malas y repugnantes, no esperen que yo la deje seguir viviendo. Al contrario, no tomaré en cuenta sus buenas acciones, y morirá por culpa de sus pecados y por desobedecerme.

25 Ustedes me critican y piensan que soy injusto. Pero escúchenme bien, israelitas, y respóndanme: ¿De veras soy injusto? ¿No será, más bien, que son ustedes los injustos?

26 Si una persona justa deja de serlo, y comienza a hacer lo malo, morirá por culpa de su maldad.

27-28 Por el contrario, si una persona malvada deja de hacer lo malo, y comienza a hacer lo que es recto y justo, yo les aseguro que vivirá, si es que reconoce su maldad y se aparta de ella.

29 Sin embargo, ustedes los israelitas no dejan de criticarme y siguen pensando que soy injusto. Pues yo insisto en mi pregunta: ¿De veras soy injusto? ¿No será, más bien, que son ustedes los injustos?

30 Israelitas, yo juzgo a cada uno de ustedes de acuerdo con su conducta. Yo soy el Dios de Israel, y les aseguro que si dejan de portarse mal y se apartan de sus maldades, no sufrirán las consecuencias de sus pecados.

31 Arrojen a la basura todas las maldades que cometieron contra mí. Vuelvan a amarme de todo corazón, y busquen recibir nueva vida. ¡Ustedes, israelitas, no tienen por qué morir!

32 ¡Yo no quiero que mueran! ¡Apártense de la maldad, y vivirán! Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

19 Lamento por los jefes de Israel

1 Pero tú, dedica a los jefes de Israel este lamento:

2 «Israel era como una leona: vivía entre los leones y cuidaba de sus cachorros.

3 Uno de ellos fue Joacaz, y ella lo vio crecer hasta convertirse en un león; y el que antes fue cachorro aprendió a devorar gente.

4 Las naciones oyeron hablar de él, le pusieron una trampa y lo atraparon; le pusieron un gancho en la nariz, y se lo llevaron a Egipto.

5 Israel perdió toda esperanza de volver a ver a su cachorro; crió entonces a Joaquín, otro de sus cachorros, hasta convertirlo en león.

6 Y este león andaba entre leones, muy seguro de sí mismo, y aprendió a devorar gente.

7 Hacía destrozos en los palacios y dejaba en ruinas las ciudades; con sus feroces rugidos hacía temblar a todo el mundo.

8 Las naciones vecinas se juntaron con la intención de apresarlo; le tendieron una trampa, y Joaquín cayó en ella.

9 Le pusieron un gancho en la nariz, y se lo llevaron al rey de Babilonia. Lo encerraron en una jaula, y no volvieron a oírse sus rugidos en las montañas de Israel.

Lamento por Jerusalén

10 Israelitas, nuestra nación parecía una vid en medio de un viñedo; estaba plantada junto al agua, y era tanta el agua que tenía que estaba llena de uvas y ramas.

11 Era la más alta de las vides; podía verse por encima de otros árboles. Sus ramas eran tan fuertes que con ellas se hacían los cetros para los reyes. ¡Tanto se extendían sus ramas que todo mundo podía verla!

12 Pero el viento del este la marchitó, y todas sus uvas se cayeron. Ella misma fue arrancada con furia y arrojada por el suelo. Sus fuertes ramas se secaron, y el fuego acabó con ellas.

13 Ahora está sembrada en el desierto, y no recibe gota de agua.

14 De sus ramas brota fuego, y ese fuego consume sus frutos. ¡Ya no tiene ramas fuertes para hacer cetros de reyes!». Éste es un lamento, y se usará como canto de luto».

20 Historia de un pueblo infiel

1 Habían pasado siete años desde que habíamos sido llevados presos a Babilonia. El día diez del mes de Ab[d] de ese año, algunos de los jefes de Israel vinieron a verme para consultar a Dios. En cuanto se sentaron delante de mí,

2 Dios me dijo:

3-4 Ezequiel, hombre mortal, habla con los jefes de Israel y dales de mi parte el siguiente mensaje: «Ustedes vienen a consultarme, para que les diga lo que deben hacer. Pero les juro que no les diré nada. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra». Lo mejor será que tú te encargues de juzgarlos y les hagas ver lo mal que se portaron sus antepasados.

5 Diles de mi parte lo que voy a contarte: El día que yo elegí a Israel, le juré seriamente que yo sería el Dios de sus descendientes. Luego me di a conocer a ellos en Egipto, y les repetí mi juramento. Les dije que yo soy su Dios.

6 Ese mismo día les prometí sacarlos de Egipto y llevarlos al país que yo mismo había buscado para ellos, ¡una tierra muy bella y fértil, donde siempre hay abundancia de alimentos!

7 A todos ellos les ordené que tiraran los ídolos odiosos que tanto querían, y que no tuvieran nada que ver con los malolientes ídolos egipcios, porque el Dios de Israel soy yo.

8 Pero ellos fueron rebeldes y no me obedecieron. Ninguno de ellos tiró sus odiosos ídolos, ni renunció a los malolientes ídolos egipcios. Yo estaba tan enojado que, para desahogarme, quise castigarlos allí en Egipto.

9 Si no lo hice, fue por respeto a mí mismo y para que no hablaran mal de mí los pueblos entre los cuales vivían los israelitas. Y es que yo me di a conocer a los israelitas, y los saqué de Egipto, en presencia de esos pueblos.

10 Fue entonces cuando los llevé al desierto.

11 Allí les di todos mis mandamientos, que dan vida a quienes los obedecen.

12 También les dije que el día sábado me pertenece, y que en ese día debían adorarme. Así reconocerían que yo soy su Dios.

13 Pero ellos se rebelaron contra mí allá en el desierto; no obedecieron mis mandamientos, que dan vida a quienes los obedecen, ni me adoraron el día sábado. Yo estaba tan enojado que, para desahogarme, quise acabar con ellos en el desierto.

14 Si no lo hice, fue por respeto a mí mismo, y para que no hablaran mal de mí los pueblos que me vieron sacarlos de Egipto.

15 También allí, en el desierto, les juré seriamente que no los llevaría a la tierra que les había dado, esa tierra bella y fértil, donde siempre hay abundancia de alimentos.

16 Pero ellos, en vez de obedecer mis mandamientos, los rechazaron; en vez de adorarme el día sábado, siguieron adorando a sus ídolos malolientes.

17 A pesar de todo, yo les tuve compasión y no los destruí en el desierto;

18 pero a sus hijos les advertí que no siguieran el mal ejemplo de sus padres, ni tuvieran nada que ver con sus ídolos malolientes.

19 Yo soy el Dios de Israel. Por eso les pedí que obedecieran todos mis mandamientos,

20 y que me adoraran el día sábado, como señal de que me reconocían como su Dios.

21 Sin embargo, ellos fueron rebeldes. No obedecieron mis mandamientos, que dan vida a quienes los obedecen, ni me adoraron el día sábado. Yo estaba tan enojado que, para desahogarme, allí en el desierto quise acabar con ellos.

22 Si no lo hice, fue por respeto a mí mismo, y para que no hablaran mal de mí los pueblos que me vieron sacarlos de Egipto.

23 También allí, en el desierto, les juré seriamente que los dispersaría por todas las naciones del mundo,

24 porque ellos no obedecieron mis mandamientos ni me adoraron el día sábado, sino que siguieron adorando a los ídolos malolientes que adoraron sus antepasados.

25 Llegué al extremo de dejarlos seguir leyes que no eran buenas y mandamientos que no les daban vida.

26 Dejé que presentaran a sus hijos mayores como ofrenda a sus ídolos. Lo hice para luego rechazarlos y ver si así se llenaban de horror y reconocían que yo soy su Dios.

27 Por todo esto, habla con los israelitas y diles de mi parte lo siguiente: «También los antepasados de ustedes me ofendieron con su infidelidad.

28 Cuando yo les entregué la tierra que había prometido darles, ellos hicieron pequeños templos en lo alto de los cerros y bajo la sombra de los árboles, y allí presentaron toda clase de ofrendas a los dioses falsos.

29 Yo les pregunté: ¿Por qué adoran ídolos en esos pequeños templos en lo alto de los cerros?

30 Por eso, dales de mi parte el siguiente mensaje a los israelitas: «Ustedes siguen el mal ejemplo de sus antepasados. Ya no puedo recibir sus cultos con agrado, pues ustedes se han relacionado con esos ídolos odiosos.

31 Ustedes siguen presentando a sus hijos como ofrendas quemadas en honor de sus ídolos malolientes. ¿Y todavía esperan que yo les dé mensajes cuando vienen a consultarme? Pues les juro que no les daré ninguna respuesta. Yo soy el Dios de Israel.

32 Ustedes quieren ser como las demás naciones de la tierra, que adoran a ídolos hechos de palo y de piedra,

33-34 pero yo les juro que eso nunca sucederá. Yo soy el Dios de Israel». Ustedes, israelitas van a conocer mi enojo y mi gran poder. Yo los reuniré de entre los pueblos y naciones donde ahora están dispersos, y seré su rey.

35-36 Así como en el desierto de Egipto castigué a sus antepasados, así también los castigaré a ustedes. Los llevaré al desierto, lejos de todos los pueblos, y yo mismo los castigaré. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra.

37 Así como los pastores apartan sus ovejas de las que no son suyas, yo elegiré uno por uno a los que formarán mi pueblo. Haré un pacto con ustedes,

38 y los sacaré del país donde ahora viven como extranjeros. Pero pondré aparte a los rebeldes que no me obedezcan, y ellos no volverán a la tierra de Israel. Entonces ustedes reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

39 ¡Israelitas! Yo soy su Dios. Si no quieren obedecerme, ¡entonces sigan adorando a sus ídolos malolientes! Pero llegará el día en que tendrán que obedecerme y no dejaré que me falten al respeto presentando esas ofrendas a sus ídolos.

40-42 Delante de todas las naciones les mostraré que soy diferente. Yo los sacaré de entre todos los pueblos y naciones donde ahora andan dispersos. Los reuniré de nuevo en Israel, tierra que juré dar a sus antepasados, y me adorarán en mi montaña santa, que es la montaña más alta de Israel. Allí recibiré todas las ofrendas que ustedes quieran presentarme, y ustedes serán para mí tan agradables como el aroma del incienso. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que yo cumplo mi palabra.

43-44 Israelitas, ustedes han sido malvados y corruptos, pero no los castigaré como se merecen. Voy a tratarlos bien sólo por honor a mí mismo. Y cuando ustedes se acuerden de su mala conducta y de todas las malas acciones por las que los rechacé, sentirán asco de ustedes mismos. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel, y que cumplo mi palabra».

Un mensaje contra el bosque del sur

45 Dios también me dijo:

46-47 Ezequiel, dirige la mirada hacia el sur, y dale a Jerusalén este mensaje de mi parte: «Jerusalén, voy a prenderte fuego. Destruiré a todos tus habitantes, y no dejaré a ninguno con vida. El fuego se extenderá de sur a norte, y acabará con todos a su paso. ¡Nadie podrá apagar ese incendio!

48 Todo el mundo se dará cuenta entonces de que el fuego que Dios enciende, nadie puede apagarlo».

49 Yo me quejé con Dios y le dije: ¡Ay, Dios mío! ¡La gente dice que yo sólo hablo por hablar!

21 Dios castiga a Jerusalén

1 Dios también me dijo:

2-4 Ezequiel, hombre mortal, vuelve la mirada hacia Jerusalén y diles a los israelitas que yo me he declarado enemigo de ellos y del templo. Tomaré la espada y, desde el norte hasta el sur, mataré por igual a justos y a pecadores.

5 Todo el mundo se dará cuenta entonces de que, cuando yo saco la espada, algo terrible va a suceder.

6 Pero tú, ve y llora amargamente delante de todos ellos. Déjales ver tu dolor.

7 Y si te preguntan por qué lloras, diles que te da tristeza saber que pronto pasará algo que dejará a todos sin aliento, sin fuerzas y temblando de miedo. Esto sucederá en cualquier momento. Ya no tarda. Les juro que así será.

8 Dios también me dijo:

9 Anuncia de mi parte lo siguiente: «¡La espada, la espada! Ya le he sacado filo y brillo.

10 Le saqué filo para matar; le saqué brillo para deslumbrar.

11 Está afilada y pulida, lista para que sea puesta en manos del asesino.

12 ¡Llora de dolor, hombre mortal! ¡Golpéate con rabia el pecho, porque esta espada matará a mi pueblo! Todos los jefes de Israel y todos los israelitas están condenados a muerte.

13 Les juro que así será».

14-15 Pero tú, Ezequiel, da este mensaje de mi parte: “¡Que hiera la espada! ¡Que mate y vuelva a matar! ¡Que todos tiemblen de miedo! ¡Los tengo acorralados!”. Por todas partes he puesto la espada asesina. Pulida está, para deslumbrar; afilada está, para matar.

16 Se mueve de un lado a otro; ¡su filo hiere por todas partes!

17 Dejaré que la espada mate hasta que se calme mi enojo. ¡Les juro que así será!».

18 Dios también me dijo:

19-20 Tú, Ezequiel, dibuja dos caminos, para que el rey de Babilonia pase por ellos con su espada. Los dos caminos saldrán del mismo país. Allí donde comience cada camino pondrás señales que indiquen a dónde llevan. Una de las señales apuntará hacia Rabá, la ciudad de los amonitas, y la otra apuntará hacia Jerusalén, la ciudad amurallada de Judá.

21 El rey de Babilonia se detendrá allí donde se aparten los dos caminos, y se preguntará qué camino seguir. Usará toda forma de adivinación con la esperanza de saber qué ciudad atacar.

22 Y la respuesta será: «Marcha contra Jerusalén». El rey dará la orden: «¡Al ataque! ¡Preparen las máquinas y derriben los portones! ¡Hagan rampas para subir a la muralla! ¡Pongan escaleras para entrar en la ciudad! ¡Lancen gritos de guerra! ¡Que empiece la matanza!».

23 La gente de Jerusalén no va a creer en tus palabras, pues confían en el tratado que hicieron con el rey de Babilonia. Sin embargo, este rey les recordará sus pecados y se los llevará prisioneros.

24 Por eso yo, el Dios de Israel, afirmo: «No me he olvidado de sus maldades; sus crímenes todo el mundo los conoce. Todo lo que ustedes hacen demuestra que son unos pecadores. Por eso serán capturados con violencia.

25-26 Y tú, rey de Israel, eres un criminal malvado. Pero te ha llegado la hora; ¡llegó el día de tu castigo! ¡Quítate de la cabeza el turbante! ¡Entrega ya tu corona, que todo va a cambiar! Lo que hoy está arriba, mañana estará abajo; lo que hoy está abajo, mañana estará arriba. Les juro que así será».

27 Voy a destruir esta ciudad, y la dejaré convertida en un montón de escombros. Todo esto pasará cuando llegue el rey de Babilonia. A él le he encargado ejecutar la sentencia.

Dios castigará también a los amonitas

28 Los amonitas han ofendido a mi pueblo. Pero tú, Ezequiel, les dirás de mi parte: «¡Ya está lista la espada! Pulida está, para deslumbrar; Afilada está, para destruir.

29 ¡Ustedes reciben mensajes falsos! ¡Sus adivinos les dicen mentiras! Ustedes son unos criminales malvados, pero les ha llegado la hora. ¡Llegó el día de su castigo, y les cortarán la cabeza!

Dios castigará a Babilonia

30 Y tú, Babilonia, guarda ya la espada en la funda, que ahora voy a juzgarte en tu propio país.

31 Descargaré mi enojo sobre ti y te destruiré por completo, como si el fuego te consumiera. Dejaré que caigas en manos de gente cruel y sin piedad, que fue entrenada para destruir.

32 Les prenderán fuego a tus ciudades y las destruirán por completo; por todo el país correrá sangre, y nadie volverá a recordarte. Te juro que así será».

22 Los delitos de Jerusalén

1 Dios también me dijo:

2 Ezequiel, hombre mortal, declara culpable a esa ciudad asesina. ¡Échale en cara todas sus repugnantes maldades!

3-5 Dile de mi parte lo siguiente: «¡Te llegó la hora, ciudad de Jerusalén! ¡Pronto serás castigada! Has matado a tus habitantes, y te has rebajado al adorar a esos ídolos malolientes que tú misma has fabricado. Por eso voy a dejar que todos los pueblos y naciones se burlen de ti. Te has ganado la fama de ser una ciudad corrupta y llena de ídolos.

6 Tus gobernantes abusan de su poder y asesinan a cuantos pueden.

7 Tus habitantes no respetan ni a su padre ni a su madre, oprimen a las viudas y a los huérfanos, y maltratan a los extranjeros refugiados.

8 Para colmo, no me adoran en sábado ni respetan los lugares sagrados.

9 Hay quienes son culpables de la muerte de otros por haberlos acusado falsamente. Hay también quienes hacen fiestas en honor de los ídolos, y allí cometen las peores maldades.

10 No faltan los que tienen relaciones sexuales con la esposa de su padre, ni los que abusan sexualmente de la mujer cuando está en su período de menstruación.

11 Otros tienen relaciones sexuales con la mujer de su prójimo, o tienen relaciones sexuales con su nuera, o violan a su media hermana.

12 Hay también quienes matan por dinero, y quienes cobran altos intereses a los que les piden dinero prestado. ¡Por maltratar así a su prójimo, se han olvidado de mí! Les juro que así es.

13 Tú, Jerusalén, te has hecho rica injustamente; tus asesinatos me ponen furioso.

14 Cuando decida castigarte, no tendrás ánimo ni fuerzas para enfrentarte conmigo. Yo soy tu Dios, y lo que digo lo cumplo.

15 Te dispersaré por todo el mundo, y así te limpiaré de tus pecados.

16 Por tu culpa, todas las naciones hablarán mal de mí, pero al final reconocerás que yo soy el Dios de Israel».

El castigo de Jerusalén

17 Dios también me dijo:

18 Para mí, los israelitas son como la basura que queda en el horno después de fundir diferentes metales.

19 Por eso quiero dejar esto bien claro con ellos: Puesto que son como basura en el horno, voy a juntarlos dentro de Jerusalén

20-22 como se juntan dentro del horno los metales. Estoy tan enojado con ellos que los juntaré, y atizaré el fuego de mi enojo, y los fundiré en medio de la ciudad como si fueran metal. Así, cuando haya descargado mi enojo sobre ellos, reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

Israel no tiene quien la defienda

23 Dios también me dijo:

24 Dale de mi parte el siguiente mensaje a Israel: «Eres como una tierra sucia y castigada por falta de lluvia.

25 Tus profetas se ponen de acuerdo para quitarle a la gente sus objetos de valor, y para dejar viudas a muchas mujeres. ¡Devoran a la gente como leones feroces, que despedazan a su presa!

26 Tus sacerdotes no respetan mi ley ni nada de lo que para mí es sagrado. No distinguen entre lo que es mío y lo que es de ellos, ni entre lo que me gusta y lo que me disgusta. Me desobedecen al no adorarme en sábado, que es mi día especial.

27 Tus gobernantes siempre están dispuestos a matar y eliminar gente, con tal de hacerse ricos. ¡Parecen lobos que despedazan a su presa!

28 Tus profetas creen que pueden engañarme. Aseguran hablar de parte mía y repetir mis propias palabras, pero eso es mentira. Lo único cierto es que yo nunca les he hablado.

29 Los ricos son injustos; roban y asaltan a los pobres, maltratan a los necesitados y se aprovechan de los extranjeros refugiados».

30 Yo he buscado entre ellos a alguien que los defienda; alguien que se ponga entre ellos y yo, y que los proteja como una muralla; alguien que me ruegue por ellos para que no los destruya. Pero no he encontrado a nadie.

31 Por eso voy a descargar sobre ellos mi enojo; voy a consumirlos por completo con el fuego de mi ira. ¡Me las pagarán por todo el mal que han hecho! Les juro que así será.

23 Historia de dos prostitutas

1 Dios también me dijo:

2-8 Ezequiel, voy a contarte la historia de dos hermanas. La mayor se llamaba Oholá, y representa a la ciudad de Samaria. La menor se llamaba Oholibá, y representa a la ciudad de Jerusalén. Desde que eran jóvenes se portaron como prostitutas, y eso es lo que son: Mientras vivían en Egipto, se dejaban tocar los pechos, y acabaron teniendo relaciones sexuales con muchos hombres. A pesar de todo esto, yo me casé con ellas, y tuvimos hijos e hijas.

La historia de Oholá

Como esposa, Oholá me fue infiel. Se enamoró locamente de sus amantes asirios, que eran jóvenes muy bien parecidos. Vestían elegantes uniformes y sabían montar a caballo; en su país los reconocían como jefes. Eran los mejores hombres de su país. Y Oholá no sólo tuvo amoríos con ellos, sino que además adoró a todos sus ídolos malolientes.

9 Tan enamorada estaba Oholá de sus amantes asirios, que dejé que ellos hicieran con ella lo que quisieran.

10 Así que ellos la maltrataron y le quitaron sus hijos y sus hijas, y a ella la mataron. Todas las mujeres hablaban del castigo que Oholá sufrió.

La historia de Oholibá

11-15 Oholibá se dio cuenta de lo que pasó con Oholá, pero no aprendió la lección. Al contrario, se enamoró locamente de los asirios, que eran jóvenes muy bien parecidos y vestían elegantes uniformes, además de saber montar a caballo y ser jefes de su nación. Oholibá resultó peor que su hermana. En cierta ocasión, vio dibujados en las paredes a unos babilonios. Estaban pintados de rojo y, a juzgar por su modo de vestir, parecían ser oficiales de alto rango.

16 En cuanto los vio Oholibá, se enamoró de ellos. Enseguida mandó mensajeros a Babilonia

17 y los hizo venir a donde ella estaba. Cuando llegaron, tuvieron relaciones sexuales con ella. Esto se repitió tantas veces, que finalmente ella quedó asqueada y se apartó de ellos.

18-21 Pero también yo sentí asco de ella, como antes lo había sentido de su hermana. Ella, por su parte, se acordó de los días de su juventud en Egipto. Se acordó de cuando dejaba que los egipcios le tocaran los pechos, y de cuando tenía relaciones sexuales con ellos. Oholibá amaba a los egipcios con locura porque, en su trato sexual, se portaban como animales. Tú, Oholibá, sentiste nostalgia al acordarte de esos días, y te entregaste de lleno a la prostitución.

22 Pero yo soy tu Dios, y te advierto que haré que tus amantes se vuelvan tus enemigos. Ahora te dan asco, pero vendrán contra ti de todas partes.

23 Vendrán los babilonios, los caldeos, los de Pecod, Soa y Coa. Vendrán también los asirios, esos jóvenes bien parecidos y elegantemente uniformados, que saben montar a caballo y son jefes de su nación.

24 Todos ellos vendrán contra ti. Llegarán bien armados y con grandes ejércitos, te rodearán por completo, y te castigarán de acuerdo con sus leyes.

25-29 Yo descargaré todo mi enojo sobre ti, y ellos te maltratarán con gran crueldad: te arrancarán tus vestidos y te quitarán tus joyas; también te quitarán tus hijos y tus hijas, y a los que logren escapar los consumirá el fuego; a ti te cortarán la nariz y las orejas, y a quien quede vivo lo matarán. Sólo así les pondré freno a tus deseos sexuales y a la vida de prostituta que llevaste en Egipto. Así no andarás buscando a los egipcios, ni volverás a acordarte de ellos. Yo soy tu Dios, y te aseguro que voy a entregarte en manos de esa gente que odias y que te da asco. Entonces todo el mundo se dará cuenta de la clase de mujerzuela que eres. Tu desobediencia

30 es la causa de todo lo que te ha pasado. Tuviste relaciones sexuales con esa gente y adoraste a sus ídolos malolientes;

31 además, seguiste el mal ejemplo de tu hermana. Por eso, te castigaré igual que a ella.

32-34 Yo, el Dios de Israel, te juro que sufrirás el mismo castigo que sufrió tu hermana. Sufrirás burlas y desprecios, grandes sufrimientos y una terrible soledad. Así castigué a tu hermana Samaria, y así también te castigaré a ti. Después de eso, tú misma te desgarrarás los pechos. Yo, el Dios de Israel, he dado mi palabra y la cumpliré.

35 Como te olvidaste de mí y me diste la espalda, tendrás que sufrir las consecuencias de tu desvergüenza como prostituta. Te juro que así lo haré.

Ezequiel acusa a las dos hermanas

36 Dios también me dijo: Tú, Ezequiel, encárgate de anunciarles a Oholá y a Oholibá que son culpables. ¡Recuérdales a Samaria y a Jerusalén sus repugnantes acciones!

37-39 Ellas me fueron infieles, pues adoraron a sus ídolos malolientes. Además, son unas asesinas, pues presentaron a nuestros hijos como ofrenda a esos ídolos. Por si fuera poco, iban los sábados al templo no para adorarme, sino para ofenderme. ¡Todo eso lo hicieron en mi propio templo!

40 Luego mandaron traer a gente de tierras lejanas, y mientras tanto se bañaron, se pintaron los ojos y se adornaron con joyas. Cuando ellos llegaron, ellas los recibieron

41 recostadas en lujosas camas. La mesa estaba ya servida, frente a ellas, y allí pusieron el incienso y el perfume que antes me ofrecían a mí.

42 El griterío que se escuchaba era el de una multitud en fiesta. Era la gente que había llegado del desierto, y que estaba adornando a esas mujeres con pulseras y con bellas diademas.

43 Entonces pensé: «Éstos van a acostarse con esas prostitutas. ¡Pero tan acabadas están, que ni para prostitutas sirven!».

44 Y así sucedió. Una y otra vez tuvieron relaciones sexuales con Oholá y con Oholibá, ese par de mujerzuelas.

45 Pero un día los hombres justos las acusarán y declararán culpables, porque son unas adúlteras y asesinas.

46 Yo, el Dios de Israel, ordeno que se reúna todo el pueblo para acusarlas, y que les haga sentir miedo y les quite todo lo que tengan.

47-48 Que las mate a pedradas y las atraviese con espadas. Que mate a sus hijos y a sus hijas, y que les prenda fuego a sus casas. Así terminaré de una vez por todas con esa conducta repugnante. Y cuando las demás mujeres vean el castigo que les daré a Oholá y a Oholibá, no seguirán su mal ejemplo.

49 Esas dos hermanas sufrirán el castigo que merecen, por entregarse a la prostitución y por adorar a los ídolos. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

24 El ejemplo de la olla hirviendo

1 Habían pasado nueve años desde que llegamos presos a Babilonia. Era el día diez del mes de Tébet[e] cuando Dios me dijo:

2-6 Ezequiel, toma nota de esta fecha, porque hoy mismo el rey de Babilonia ha empezado su ataque contra Jerusalén. Quiero que vayas a ver a los israelitas, y que delante de ellos hagas lo siguiente: Pon una olla en el fuego, y llénala de agua para cocinar carne. Echa en ella lo mejor de la pierna, del lomo y de los huesos. Échale leña al fuego, para que se cueza bien todo. Cuando termines, dales este mensaje de mi parte: «¡Ay de ti, ciudad asesina! Eres como una olla oxidada, que no se puede limpiar. Saca ahora los trozos de carne, no importa el orden en que salgan.

7 ¡Estás toda manchada de sangre! A la gente que mataste la estrellaste contra las rocas; ¡no dejaste que esa sangre la absorbiera la tierra!

8 Pero yo dejaré que la sangre se seque sobre la roca desnuda. Así podré verla siempre, y no se calmará mi enojo hasta que haya hecho justicia.

9-10 Les juro que así será». ¡Ay de ti, ciudad asesina! Yo mismo traeré la leña. Y tú, Ezequiel, ¡atiza el fuego! Que se cueza bien la carne, hasta que el caldo se consuma y los huesos se quemen por completo.

11 Pon sobre el fuego la olla vacía, para que el cobre se caliente. Así se pondrá al rojo vivo, y el óxido se le quitará.

12 ¡Aunque es tanto el óxido que tiene que ni con fuego se le quitará!

13 Tú, Jerusalén, eres como una olla oxidada. Tienes tan pegado tu pecado, que aunque quise limpiarte no quedaste limpia. Sólo quedarás limpia después de que te haya castigado.

14 De eso me encargaré yo mismo. No voy a cambiar de parecer. Voy a castigarte sin piedad ni compasión, por todo lo que has hecho. Te juro que lo haré; ya he dado mi palabra, y la cumpliré».

Muerte de la esposa de Ezequiel

15 Dios también me dijo:

16-17 Ezequiel, tú quieres mucho a tu esposa, pero yo te la voy a quitar de repente. Y no quiero que llores, ni que des muestras de dolor como hace todo el mundo cuando alguien muere. Vas a tener que sufrir en silencio.

18 Por la mañana hablé con la gente, y por la tarde mi esposa murió. Al día siguiente me comporté como Dios me ordenó que lo hiciera.

19 La gente me decía: —Con esto que haces, tú nos quieres decir algo. ¿De qué se trata?

20 Y yo les contestaba: —Se trata de un mensaje que Dios me dio.

21 Me ordenó decirles de su parte lo siguiente: «Israelitas, ustedes se sienten muy orgullosos de mi templo. Pero aunque lo quieren y lo admiran, yo voy a destruirlo. Y voy a dejar que maten a los hijos y a las hijas de ustedes que se quedaron en Jerusalén.

22-24 Cuando eso pase, ustedes no deberán llorar ni dar muestras de dolor como lo hace todo el mundo cuando alguien se muere. Al contrario, harán lo mismo que Ezequiel. Y por causa de sus pecados, quedarán sin fuerzas y apenas les quedarán fuerzas para llorar. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

25-26 Ezequiel, yo les quitaré el templo del que están orgullosos, y al que tanto quieren y admiran; y también les arrebataré a sus hijos y a sus hijas. Cuando eso suceda, uno de los que queden con vida vendrá a darte la noticia. Entonces tú

27 romperás tu silencio y hablarás con quien te traiga la noticia. Tú mismo serás la señal para el pueblo, y así reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

25 Contra Amón

1-3 Dios también me dijo: Ezequiel, enfréntate a los amonitas y diles de mi parte que pongan mucha atención a este mensaje contra ellos: «Ustedes se alegraron cuando vieron que mi templo y la tierra de Israel eran destruidos. Ustedes se burlaron de mi pueblo cuando vieron que se lo llevaban prisionero a otro país.

4 Por eso, voy a dejar que los pueblos del este los conquisten a ustedes y se adueñen de su tierra. Ellos vendrán y pondrán sus campamentos en el país de ustedes, y allí se quedarán a vivir. Todo lo que produzcan los campos y los rebaños de ustedes les servirá de alimento a ellos.

5 Y aunque Rabá es la ciudad más importante de ustedes, yo la convertiré en pastizal para los camellos. ¡Amonitas, yo convertiré su país en un campo de ovejas! Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

6 Ustedes los amonitas se han burlado de Israel. Han festejado su desgracia. Yo sé que así fue,

7 y por eso voy a castigarlos. Voy a dejar que las naciones se apoderen de todo lo que ustedes tienen. De tal manera los destruiré, que ustedes desaparecerán de entre los pueblos. Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

Contra Moab

8 Yo, el Dios de Israel, afirmo: «Ustedes los moabitas menosprecian a Judá. Piensan que es igual que las otras naciones.

9-11 Por eso voy a dejar que los pueblos del este se adueñen de su país. Harán con ustedes lo mismo que hicieron con los amonitas: de un extremo al otro les quitarán las mejores ciudades. Les quitarán Bet-jesimot, Baal-megón y Quiriataim, que son su motivo de orgullo. Así es como voy a castigarlos, y nunca nadie volverá a acordarse de ustedes. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

Contra Edom

12 Yo, el Dios de Israel, afirmo: «Edom se vengó cruelmente del pueblo de Judá. Resulta grandemente culpable,

13 y por eso lo voy a castigar. Desde Temán hasta Dedán, todo el país quedará en ruinas. Voy a destruir a todos sus animales, y su gente morirá atravesada por la espada.

14 Mi pueblo Israel se encargará de ejecutar mi castigo contra Edom. Por medio de él descargaré sobre Edom todo mi enojo. Así sabrán cómo soy cuando tomo venganza. Les juro que así lo haré».

Contra los filisteos

15 Yo, el Dios de Israel, afirmo: «Desde hace mucho tiempo, los filisteos han sido enemigos de mi pueblo Judá. Para vengarse de él, lo destruyeron con gran crueldad.

16 Por eso declaro que los voy a castigar. En mi enojo los destruiré, y acabaré con todos los que aún quedan en los pueblos de la costa.

17 Es tanto mi enojo que los castigaré duramente. ¡Mi venganza contra ellos será terrible! Cuando lo haga, reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

26 Contra Tiro

1-2 Habían pasado once años desde que llegamos presos a Babilonia, y el día primero del mes de Adar[f], Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, la ciudad de Tiro se burla de Jerusalén y dice: «¡La gran ciudad, centro del comercio mundial, ha quedado en ruinas! ¡Ahora me toca a mí hacerme rica como ella!».

3 Por eso yo, el Dios de Israel, afirmo: «Ciudad de Tiro, yo me pondré en contra tuya. Haré que se levanten contra ti muchas naciones, como se levantan las olas en el mar.

4 Esas naciones derribarán tus murallas y echarán abajo tus torres; de la ciudad no quedarán más que piedras.

5-6 Te saquearán por completo. Tus playas no servirán más que para poner las redes a secar, y en tus ciudades en tierra firme la gente morirá atravesada por la espada. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Les juro que así será.

7 Ciudad de Tiro, voy a traer del norte al rey Nabucodonosor, para que te ataque. Nabucodonosor es rey de Babilonia; es el rey más poderoso que existe. Vendrá con un ejército grande y poderoso,

8 y matará a la gente de tus ciudades en tierra firme. Para conquistarte, lanzará sus ejércitos contra ti. Construirá rampas y hará escaleras,

9 y traerá máquinas para derribar la muralla y las torres de la ciudad.

10 El rey de Babilonia entrará por los portones de tu ciudad, como todo un conquistador. Sus caballos levantarán tanto polvo que ni respirar podrás, y harán tanto ruido al andar que las murallas se sacudirán.

11 ¡Tus calles quedarán totalmente pisoteadas!». Nabucodonosor matará a todo tu pueblo, y derribará tus gruesas columnas.

12 Sus soldados se adueñarán de todas tus riquezas y mercancías, derribarán tus murallas y tus hermosos palacios, y luego echarán al mar todos los escombros.

13 Así es como pondré fin a tus fiestas y celebraciones.

14 Ciudad de Tiro, vas a quedar completamente desierta, como una roca donde se ponen las redes a secar, y nadie volverá a edificarte. Yo, el Dios de Israel, he dado mi palabra y la cumpliré.

15 Además, ciudad de Tiro, quiero decirte que será tan fuerte el ruido de tu caída, y tan agudos los gritos de dolor de quienes queden con vida, que los países cercanos al mar temblarán de miedo.

16 Todos sus reyes bajarán de sus tronos, se quitarán sus ropas reales, y llenos de miedo se sentarán en el suelo. Cuando vean lo que va a pasar contigo, se espantarán tanto que no dejarán de temblar.

17 Entonces te dedicarán este canto fúnebre: «Ciudad de Tiro, antes tan conocida, tan poderosa en el mar y tan temida por todos, ¡cómo has quedado destruida!

18 Tu caída hace que tiemblen los países a la orilla del mar; los que viven en las islas están llenos de miedo.

19 Pon atención a lo que te digo. Ciudad de Tiro, quedarás hecha un basurero. Serás como una ciudad fantasma, donde nadie vivirá. Yo haré que te hundas en las profundidades del mar.

20 Te hundirás en lo más profundo de la tierra. Allí, en ese mundo de ruinas, te harán compañía los que murieron hace tiempo». Jamás volverás a ser reconstruida. Nadie volverá a vivir en ti.

21 Cuando la gente te busque, no volverá a encontrarte. Yo te convertiré en un lugar espantoso, y así dejarás de existir. Te juro que así será».

27 Lamento por la ciudad de Tiro

1 Dios también me dijo:

2 Dedica este lamento a la ciudad de Tiro por su destrucción. Dale este mensaje de parte del Dios de Israel:

3 «Tú, ciudad de Tiro, te creías bella y perfecta; te aprovechaste de estar junto al mar para comerciar con muchos países.

4 Ciertamente, dominabas los mares. Tenías la belleza de un barco bien construido.

5 Tu casco lo hicieron con pinos del monte Senir; tu palo mayor fue labrado en cedro del monte Líbano.

6 Tus remos eran de roble, fina madera del monte de Basán. Las tablas de tu cubierta eran de ciprés traído de Chipre. Todas ellas estaban adornadas con incrustaciones de marfil.

7 Tus velas te servían de bandera, y eran de fino bordado egipcio. Tus toldos, de tela roja y morada, los trajeron de las costas de Elisá.

8 Contabas con una tripulación experta. Tenías los mejores capitanes y marinos: gente de Tiro, Arvad y Sidón.

9 Tus daños los reparaban expertos carpinteros de Guebal. Marineros de todas partes hacían negocios en tus puertos.

10 Tu ejército estaba formado por gente de Persia, Lidia y Libia; cuando te adornaban con sus armas, hacían que te vieras muy hermosa.

11 Soldados de Arvad y de Gamad defendían tus murallas con la ayuda de tu ejército. Todo el tiempo vigilaban tus torres, y cuando colgaban sus escudos a lo largo de tus murallas, hacían que te vieras más hermosa.

12 Tú, ciudad de Tiro, eras tan rica que la gente de Tarsis venía para hacer negocios contigo. Tu mercancía la pagaban con plata, plomo, hierro y estaño.

13 También los comerciantes de Grecia, Tubal y Mésec compraban tus mercancías, y te pagaban con esclavos y con utensilios de bronce.

14 La gente de Bet-togarmá te pagaba con finos caballos para montar, y con caballos y mulas para el trabajo.

15 También hacías negocios con los comerciantes de Dedán y de otros puertos lejanos, los cuales te pagaban con marfil y con madera de ébano.

16-18 Tus mercancías eran tan variadas, y tu riqueza tan grande, que hasta los sirios comerciaban contigo, y te pagaban con piedras preciosas y telas muy finas. También Israel y Judá te compraban mercancías, y te pagaban con su mejor trigo, y con pasteles, miel, aceite de oliva y especias aromáticas. Damasco te pagaba con vino de Helbón y con lana de Sahar.

19 Los comerciantes de Dan y los griegos te traían de Uzal hierro forjado y especias aromáticas.

20 La gente de Dedán te pagaba con sillas de montar.

21 Los de Arabia y todos los príncipes de Quedar te pagaban con corderos, chivos y carneros.

22 Tus clientes de Sabá y Raamá te pagaban con finos perfumes, y con oro y piedras preciosas.

23 Entre tus clientes estaban también los comerciantes de Harán, Cané, Edén, Sabá, Asiria y Media;

24 ellos te vendían telas finas, mantos bordados de color púrpura, tapices de muchos colores y fuertes cuerdas trenzadas.

25 ¡Las naves de Tarsis transportaban tus mercancías!». Tú, ciudad de Tiro, parecías un barco en alta mar cuando va cargado de riquezas.

26 Pero tus marinos te llevaron por los mares más profundos, y allí te hizo pedazos el fuerte viento del este.

27 ¡Al fondo del mar se fueron tus mercancías y tus productos! El día que te hundiste, se fueron al fondo del mar todas tus riquezas, tus marineros y tus capitanes, tus carpinteros y tus comerciantes, tus soldados y tus pasajeros.

28 Tus capitanes pedían ayuda, y temblaba la gente de las costas;

29 los marineros se lanzaron al agua, y bajaron a tierra junto con los capitanes.

30-31 Sus gritos eran desesperados; amargamente lloraban por ti, se pusieron ropa de luto, y de muchas otras maneras mostraron su dolor.

32 Entonaron por ti un lamento, y exclamaron con gran tristeza: ‘¡Ay, ciudad incomparable, ahora estás en el fondo del mar!’

33 Cuando bajaban de los barcos las mercancías que vendías, las naciones quedaban satisfechas; con tus riquezas y abundantes productos se enriquecían los reyes del mundo.

34 Pero te hundiste en el océano; ya descansas en el fondo del mar. ¡Y contigo se hundieron también tus mercancías y tus pasajeros!

35 Esto que te ha sucedido hace que tiemble de miedo la gente que vive en las costas. Sus reyes están espantados; en la cara se les nota el terror.

36 Los comerciantes de otras naciones te lanzan silbidos de burla. ¡Eres motivo de espanto porque has dejado de existir!».

28 Mensaje contra el rey de Tiro

1 Dios también me dijo:

2 Tú, Ezequiel, dile de mi parte al rey de Tiro: «Eres demasiado orgulloso. Hasta crees que eres un dios porque reinas en medio del mar. Pero no te creas tan sabio, porque no eres más que un hombre.

3 No eres más sabio que el profeta Daniel, ni conoces todos los secretos,

4 pero ciertamente eres muy listo: has logrado amontonar oro y plata, y te has hecho muy rico.

5 Sabes cómo hacer negocios. Por eso te has hecho rico y te has llenado de orgullo.

6-8 Como te sientes muy sabio, y hasta te crees un dios, voy a lanzar contra ti gente cruel de otros países. Esa gente te atacará y te hará la guerra. Acabará con tu belleza, con tu sabiduría y tu grandeza. Con violencia te quitará la vida, y morirás en el fondo del mar. Te juro que así lo haré.

9 Cuando te enfrentes a ellos, dejarás de creerte un dios. Cuando te quiten la vida, te verás como un simple hombre.

10 Gente extraña te quitará la vida, y morirás como mueren los que no me conocen. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra».

Lamento por el rey de Tiro

11 Dios también me dijo:

12 Ezequiel, entona un canto fúnebre por el rey de Tiro. Dile de mi parte lo siguiente: «Tú, rey de Tiro, eras perfecto en todo; tu sabiduría y tu belleza no tenían comparación.

13 Vivías en el jardín de Edén, y te adornabas con piedras preciosas. Tus joyas y tus aretes estaban hechos de oro, y desde el día de tu nacimiento estuvieron a tu disposición.

14 Un ángel te protegía, mientras pisabas piedras de fuego en el monte elegido por Dios.

15 Desde el día en que naciste te habías portado bien, pero un día mostraste tu maldad.

16 En los muchos negocios que hacías, llegaste a ser muy violento. Por eso te arrojé de mi montaña. ¡El ángel que te protegía te alejó de las piedras de fuego!

17 Era tan singular tu belleza que te volviste muy orgulloso. ¡Tu orgullo y tu hermosura te hicieron perder la cabeza! Por eso te arrojé al suelo y en presencia de los reyes te hice quedar en ridículo.

18-19 ¡Fueron tantos tus pecados, y tan sucios tus negocios que ni tus templos respetaste!». Por eso hice que de tu interior brotara un fuego que te quemara. Las naciones que te conocían, y que antes te admiraban, hoy se quedan impresionadas al verte por el suelo, convertido ya en cenizas. ¡Eres motivo de espanto porque has dejado de existir!».

Mensaje contra la ciudad de Sidón

20 Dios también me dijo:

21-22 Ezequiel, enfréntate a la ciudad de Sidón y dile de mi parte lo siguiente: «Yo me pondré en contra tuya. Cuando te dé tu merecido, la gente reconocerá mi grandeza. Sabrá que soy el Dios de Israel, y que soy diferente a otros dioses.

23 Voy a enviar plagas contra ti; haré que tus enemigos te ataquen por todos lados. Correrá la sangre por tus calles, y la gente morirá por la espada. Así reconocerán que yo soy Dios.

24 No volverán los israelitas a sufrir el desprecio de sus vecinos, que tanto les hiere y hace daño. Así reconocerán que yo soy Dios».

25 Por eso yo, el Dios de Israel, afirmo: «Ahora los israelitas viven prisioneros entre las naciones, pero yo volveré a reunirlos y los llevaré de nuevo a su tierra. Yo prometí dársela a Jacob, su antepasado, pues él siempre estuvo a mi servicio.

26 Allí podrán vivir seguros. Volverán a construir casas y a plantar viñedos». Ahora sus vecinos los desprecian, pero yo les daré el castigo que se merecen. Entonces los israelitas y las demás naciones se darán cuenta de que yo soy diferente, y me reconocerán como el Dios de Israel».

29 Mensaje contra Egipto

1 Habían pasado diez años desde que llegamos presos a Babilonia. El día doce del mes de Tébet[g], Dios me dijo:

2-3 Ezequiel, hombre mortal, enfréntate al rey de Egipto y a su pueblo, y dales de mi parte este mensaje: «¡Escúchame, rey de Egipto, yo me pondré en contra tuya! Tú eres como un monstruo enorme que descansa junto al río Nilo. Piensas que ese río te pertenece, y que tú mismo lo hiciste.

4 Pero yo te sacaré del río, enganchado por el hocico. Los peces que allí nadan se te pegarán a las escamas.

5 Luego te arrojaré al desierto junto con todos los peces del Nilo. ¡Allí te quedarás tirado, sin que nadie te recoja, y les servirás de alimento a los animales salvajes y a las aves de rapiña!

6 Todos los que viven en Egipto reconocerán que yo soy Dios. Los israelitas buscaron tu apoyo, pero ni para bastón sirves:

7 Buscaron tu ayuda, y les fallaste; en vez de apoyarlos, los heriste.

8 Pero yo soy el Dios de Israel, y te juro que te quitaré la vida; tú, y tu gente y tus animales morirán atravesados por la espada,

9 y Egipto se volverá un desierto. Sólo entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel». Tú, rey de Egipto, piensas que el río Nilo te pertenece, y que tú mismo lo hiciste.

10-12 Por eso yo me pondré en contra tuya y de tu río. Convertiré en desierto toda la tierra de Egipto, desde Migdol hasta Asuán, y hasta la frontera con Etiopía. No quedará allí nadie con vida, pues Egipto será el país más desolado de todos. Nadie lo habitará durante cuarenta años, y ni siquiera pasarán por allí personas ni animales. No habrá ciudades más destruidas que las ciudades de Egipto, pues yo haré que los egipcios sean llevados prisioneros a otros países, y que sean dispersados entre las naciones.

13-15 Al cabo de esos cuarenta años, haré que los egipcios vuelvan de los países por donde los dispersé. Haré que vuelvan a Patros, su tierra natal en el sur de Egipto, y allí establecerán un reino pequeño y sin poder. No volverán a ser fuertes, ni podrán dominar a las demás naciones. Les juro que así será.

16 Los israelitas, por su parte, no volverán a poner su confianza en Egipto; al contrario, se darán cuenta de que me ofendieron al buscar la ayuda de los egipcios, y entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

Nabucodonosor conquistará Egipto

17 Habían pasado veintisiete años desde que llegamos presos a Babilonia. El primer día del mes de Abib[h], Dios me dijo:

18 Tú sabes que Nabucodonosor, el rey de Babilonia, hizo todo lo posible por conquistar la ciudad de Tiro. Llegó con su ejército para rodearla, y sus soldados llevaban tan pesada carga que hasta la cabeza y las espaldas se les pelaron. A pesar de todo, no pudieron conquistarla.

19-20 Por eso, voy a dejar que Nabucodonosor conquiste a Egipto. Le permitiré adueñarse de sus riquezas y de todas sus pertenencias, para que pueda pagarles a sus soldados. Así premiaré a Nabucodonosor por haber atacado a Egipto en mi lugar. Les juro que así lo haré.

21 Ese día le devolveré a Israel el poder que antes tuvo, y tú podrás hablarles con toda libertad. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

30 Lamento por Egipto

1 Dios también me dijo:

2-3 Ezequiel, hombre mortal, dile de mi parte a Egipto: «¡El día de tu castigo ya está cerca! ¡Grita de dolor! ¡Ese día será nublado! ¡Día terrible para todas las naciones!

4 Habrá guerra contra Egipto, y hasta Etiopía temblará de miedo. Muchos egipcios perderán la vida, y perderán también sus riquezas; ¡sus ciudades serán destruidas!

5 En esa guerra morirán los países vecinos de Egipto: Libia, Lidia y Etiopía, Arabia y los países aliados».

6 Por eso yo, el Dios de Israel, afirmo: «Los que se unan a Egipto morirán en la batalla. Presumían de ser poderosos, pero serán humillados. Desde Migdol hasta Asuán, sus cadáveres quedarán tirados por todo el territorio egipcio. Les juro que cumpliré mi palabra.

7 No habrá en ninguna parte ciudades más destruidas que las ciudades egipcias.

8 Yo le prenderé fuego a Egipto, y acabaré con todos los pueblos que le prestaron ayuda. De ese modo reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

9 Etiopía está muy confiada, pero yo enviaré mensajeros por mar para que la espanten cuando yo castigue a Egipto. ¡Ese día ya está cerca!

10 Por medio de Nabucodonosor, rey de Babilonia, acabaré con las riquezas de Egipto.

11 No hay en el mundo soldados más violentos que los de Nabucodonosor. Cuando ellos destruyan a Egipto, dejarán el país lleno de muertos.

12 Dejaré sin agua al río Nilo, y a Egipto entero lo pondré bajo el poder de gente malvada que lo llevará a la ruina. Les juro que cumpliré mi palabra.

13-17 En Menfis destruiré a los dioses falsos, ¡esos ídolos malolientes! Egipto se quedará sin rey, y todos los que allí viven se llenarán de miedo. Destruiré la ciudad de Patros; a Soan le prenderé fuego, y a Tebas le daré su merecido. Sobre la ciudad de Sin descargaré mi enojo, y nunca más volverá a ser la fortaleza de Egipto. Acabaré con las riquezas de Tebas, y dejaré que en sus murallas se abran grandes huecos. A todo Egipto le prenderé fuego, y todos en el puerto de Sin se retorcerán de dolor. Menfis, On y Bubastis serán conquistadas en pleno día. Los jóvenes morirán en la batalla, y las mujeres serán hechas prisioneras. Les juro que cumpliré mi palabra.

18 Egipto es un país poderoso, y eso lo llena de orgullo; pero, cuando yo lo destruya, todo el país quedará a oscuras; se nublará la ciudad de Tafnes, y sus mujeres serán capturadas.

19 Cuando yo le dé a Egipto el castigo que se merece, reconocerán que yo soy Dios».

Mensaje sobre la derrota de Egipto

20 Habían pasado once años desde que llegamos presos a Babilonia. El día siete del mes de Abib[i], Dios me dijo:

21 Ezequiel, hombre mortal, ya le he roto un brazo al rey de Egipto, y no podrá volver a tomar su espada para pelear. Está herido, y nadie lo ha curado ni le ha vendado las heridas.

22 Yo, el Dios de Israel, les anuncio que me he puesto en contra del rey de Egipto. Ya le he roto un brazo, y voy a romperle los dos, para que no pueda manejar la espada.

23-26 Ahora voy a fortalecer los brazos del rey de Babilonia, que es enemigo de Egipto, y hasta le prestaré mi espada. El rey de Egipto está sin fuerzas y tiene los brazos rotos. Cuando el rey de Babilonia lo ataque con mi espada, llorará de dolor como si estuviera a punto de morir. A los egipcios los dispersaré por todos los pueblos y naciones del mundo. Entonces ellos reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

31 El rey de Egipto es comparado a un árbol

1 Habían pasado once años desde que llegamos presos a Babilonia. El día primero del mes de Siván[j], Dios me dijo:

2 Ezequiel, hombre mortal, diles de mi parte al rey de Egipto y a toda su gente: «¡Tu grandeza es incomparable!

3 Pareces un cedro del Líbano, cubierto de abundantes ramas. ¡Con ellas tocas el cielo!

4 La lluvia y el agua del suelo te han hecho crecer; los ríos que te rodean te riegan con sus corrientes, como a los árboles del bosque.

5 Eres el árbol más alto; con ramas altas y abundantes, pues tienes agua en abundancia.

6 A ti vienen todas las naciones en busca de protección; se parecen a los pájaros: hacen nidos en tus ramas; son como los animales salvajes: buscan la protección de tu sombra.

7 ¡Tu grandeza es impresionante! Eres como un árbol de grandes ramas y profundas raíces, regado con agua abundante.

8 No hay en todo el paraíso un solo cedro igual a ti. Tampoco hay un solo pino con ramas como las tuyas, ni un castaño con tantas hojas. ¡No hay en todo el paraíso un solo árbol tan hermoso como tú!

9 Todos los árboles de mi jardín te ven y sienten envidia, porque yo te hice muy hermoso y te di abundantes ramas.

10 Yo soy el Dios de Israel, y quiero que sepas una cosa: Has llegado a ser como un árbol muy alto. Con la punta de tus ramas puedes tocar el cielo. Por eso te has llenado de orgullo.

11 Por eso también te he rechazado. Voy a dejarte caer bajo el poder de otro rey, que te castigará como merece tu maldad.

12 Gente de naciones violentas te echará abajo y te dejará abandonado. Tus ramas caerán por los valles, las montañas y los ríos del país. Todos los pueblos que buscaban la protección de tu sombra huirán y te dejarán abandonado.

13 Cuando caigas, las aves del cielo harán su nido en tu tronco, y los animales salvajes pisotearán tus ramas.

14 De ahora en adelante, ningún árbol crecerá tan alto ni volverá a tocar el cielo con sus ramas. Aunque esté bien regado y crezca junto a muchos ríos, al final caerá a lo más profundo de la tierra. ¡Morirá como mueren todos!

15-16 Yo soy el Dios de Israel, y quiero que sepas una cosa: El día que mueras y caigas hasta el fondo de la tumba, haré que el mar profundo se quede seco, y que los ríos y los arroyos dejen de correr. ¡Todos los árboles del campo, y hasta las montañas del Líbano se marchitarán de tristeza!». Cuando llegue ese día, será tan fuerte tu caída que, al oír el ruido, las naciones temblarán de miedo. Allí, en lo más profundo de la tierra, los árboles de mi jardín lanzarán un suspiro de alivio, lo mismo que los árboles más bellos de los bosques del Líbano.

17 Y todos tus aliados, los que buscaron tu protección, morirán y bajarán contigo a la tumba, como los que mueren en batalla.

18 No había en todo el paraíso un solo árbol que pudiera compararse contigo. No había nadie que tuviera tu grandeza y hermosura. Sin embargo, caerás a lo más profundo de la tierra, junto con los demás árboles de mi jardín. Allí quedarás tendido. ¡Morirás como mueren en batalla los que no creen en mí!». En este ejemplo, tú, rey de Egipto, eres el árbol, junto con todo tu pueblo. Te juro que así es».

32 Lamento por el rey de Egipto

1 Habían pasado doce años desde que llegamos presos a Babilonia. El día primero del mes de Adar[k], Dios me dijo:

2 Ezequiel, hombre mortal, entona este lamento por el rey de Egipto: «Tú eres el rey de Egipto, y te crees un león entre las naciones; pero no eres más que un lagarto que chapotea en el río Nilo. Ensucias el agua con las patas, y dejas turbios los arroyos.

3 Pero yo soy el Dios de Israel. Aunque vivas entre mucha gente, te atraparé con mi red.

4 Te arrastraré por el suelo, y te dejaré tirado en el campo. Haré que las aves del cielo se detengan sobre tu cuerpo; ¡haré que los animales salvajes te devoren hasta quedar asqueados!

5 Luego echaré tu carne podrida por los montes y los valles.

6 ¡Con tu sangre regaré la tierra, empaparé las montañas y llenaré los ríos!

7-8 Cuando dejes de existir, haré que el cielo se oscurezca. Las estrellas más brillantes se apagarán; cubriré el sol con una nube, y la luna perderá su brillo. ¡Todo tu país quedará en tinieblas! Te juro que así lo haré.

9-10 Yo te castigaré delante de muchos pueblos lejanos, que ni siquiera conoces. Y cuando sepan que has sido destruido, tanto ellos como sus reyes temblarán por miedo a perder la vida.

11 Yo soy el Dios de Israel, y quiero que sepas que el rey de Babilonia te matará con su espada.

12 Sus soldados son muy crueles y violentos, y derrotarán por completo a tus grandes ejércitos. ¡Así acabarán la grandeza y el orgullo de Egipto!

13 Yo destruiré todos los ganados que se alimentan junto a tus ríos. El agua no volverá a ensuciarse con las pisadas de personas o animales,

14 sino que estará siempre clara y correrá tranquila como el aceite. Te juro que así será.

15 Y cuando yo haya convertido a Egipto en un desierto, y haya acabado con los que allí viven, reconocerán que yo soy Dios.

16 Cuando las mujeres de otras naciones lloren por Egipto y sus riquezas, lo harán entonando este lamento. Te juro que así será».

Lamento por la caída de Egipto

17 Habían pasado doce años desde que llegamos presos a Babilonia. El día quince del mes de Adar[l], Dios me dijo:

18 Ezequiel, hombre mortal, entierra a Egipto y sus riquezas; arrójalo a su tumba, junto con las naciones más poderosas. Y cuando vayan cayendo a lo más profundo de la tierra, donde se encuentran los muertos, entona este lamento:

19 «Entre todas las naciones ustedes fueron muy privilegiadas, pero ahora les toca morir como mueren los pecadores.

20 ¡Ya la espada está lista! ¡Los ejércitos de Egipto perderán la vida en la batalla!

21 En la tumba, los valientes soldados que ya murieron recibirán a los egipcios y a sus ejércitos aliados. Y dirán:‘¡Ya llegaron! ¡Miren, los que no confiaron en Dios ahora están tendidos entre los que murieron en batalla!

22-23 Aquí está Asiria, rodeada de sus soldados, que tanto asustaban a la gente. Todos ellos murieron en batalla, y ahora están aquí, ¡en lo más profundo de la tierra!

24-25 Aquí también está Elam, rodeada de sus soldados, que tanto asustaban a la gente. Todos ellos murieron en batalla, y ahora están aquí, enterrados sin honor, como se lo merecen los que no confían en Dios, ¡en lo más profundo de la tierra!

26-27 Aquí también están Mésec y Tubal, rodeados de sus soldados, que tanto asustaban a la gente. Todos estos murieron en batalla, pero no los sepultaron con honores. Sus héroes bajaron a la tumba vestidos con su armadura de guerra.

28-30 Aquí también está Edom, con todos sus reyes y jefes principales. Eran muy poderosos, pero ahora están aquí, ¡enterrados sin honor entre los que murieron en batalla por no confiar en Dios!’Aquí están todos los jefes importantes del norte, y todos los jefes de Sidón. Eran muy poderosos y asustaban a la gente, pero finalmente bajaron a la tumba, pues no confiaron en Dios. Ahora están aquí, ¡humillados y tendidos en el suelo, entre los que murieron en batalla!’¡Y aquí estás tú, Egipto, todo destrozado y sepultado entre los malvados que murieron en batalla!’

31-32 Cuando el rey de Egipto vea en la tumba a todas esas naciones, se consolará de la muerte de todos sus soldados. Y aunque yo le permití llenar de miedo a todo el mundo, tanto él como su ejército serán enterrados entre los malvados que murieron en batalla. Juro que así será».

33 El profeta debe vigilar a su pueblo

1 Dios también me dijo:

2 Ezequiel, dales de mi parte este mensaje a los israelitas: «Cuando yo permito que haya guerra en algún país, la gente de ese lugar elige a alguien y lo pone como vigilante.

3 Ese vigilante tiene la obligación de tocar la trompeta si ve que el ejército enemigo se acerca.

4-5 Si alguien escucha la trompeta, pero no le hace caso, y los enemigos lo matan, esa persona es culpable de su propia muerte. Si hubiera hecho caso de la advertencia, se habría salvado.

6 También puede suceder que el vigilante vea que se acerca el enemigo, y no toque la trompeta. En tal caso, si el enemigo llega y mata a alguien, esa persona morirá por causa de su pecado, pero yo le pediré cuentas de esa muerte al vigilante».

7-9 Yo te he elegido como mi vigilante oficial ante los israelitas. Si me oyes sentenciar a muerte a algún malvado, y tú no le adviertes que debe cambiar su mala conducta, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré a ti cuentas de su muerte. Por el contrario, si le adviertes que debe cambiar su mala conducta, y no te hace caso, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero tú salvarás tu vida.

10 Los israelitas creen que ya no tienen remedio. Creen que se están pudriendo en vida porque han pecado mucho. Pero tú debes decirles

11 de mi parte que yo no quiero que muera la gente malvada. Lo que quiero es que dejen su mala conducta y vivan. Israelitas, ¡cambien su mala conducta! ¡Dejen de hacer lo malo, y no morirán!

12-19 Pon atención, Ezequiel. Los israelitas me critican y dicen que soy injusto, pero en realidad los injustos son ellos. Por eso quiero que les aclares esto: Si una persona buena hace lo malo, todo lo bueno que haya hecho no la salvará de morir; pero si una persona malvada deja de hacer lo malo, todo lo malo que haya hecho le será perdonado, y vivirá por hacer lo que es recto y justo. Si roba algo, o recibe algo en prenda, pero lo devuelve, no volveré a acordarme de sus pecados, pues habrá obedecido mis mandamientos, que dan vida. Si a una persona buena le prometo que vivirá muchos años, y confiada en eso empieza a pecar, yo no tomaré en cuenta todo lo bueno que haya hecho, sino que morirá por los pecados que haya cometido.

20 Sin embargo, los israelitas me critican y siguen diciendo que soy injusto. Pero yo voy a juzgar a cada quien de acuerdo con su conducta.

La destrucción de Jerusalén

21 Habían pasado doce años desde que llegamos presos a Babilonia. El día cinco del mes de Tébet[m] me enteré de que Jerusalén había sido destruida. Uno de los que habían logrado escapar con vida me dio la noticia.

22 La noche anterior, Dios me había hecho sentir su poder y me dejó mudo. Pero al día siguiente, cuando llegó el sobreviviente, Dios me permitió volver a hablar

23 y me dijo:

24 Israel es un país en ruinas. Sin embargo, hay israelitas que se consuelan diciendo: «Si Abraham por sí solo pudo adueñarse de este país, ¡con mayor razón nosotros, que somos muchos, podremos permanecer en él!».

25-26 Por lo tanto, ve y diles de mi parte: «Ustedes hacen cosas repugnantes, comen alimentos prohibidos, adoran a dioses falsos, matan gente, confían en sus armas, y tienen relaciones sexuales con la mujer de su prójimo. ¿Y aún así esperan adueñarse de esta tierra?».

27 Diles también de mi parte: «Yo les juro que los israelitas que aún viven en estas ruinas morirán atravesados por la espada. Los animales salvajes se comerán a los que vivan en el campo, y la enfermedad acabará con los que se escondan en cuevas y fortalezas.

28-29 Ustedes han cometido pecados que yo no soporto. Pero yo les quitaré su poder y su orgullo. Dejaré este país hecho un desierto. Quedará totalmente abandonado, y nadie pasará por sus montañas. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

30 Ezequiel, los israelitas también hablan de ti. Hasta en las murallas de la ciudad, y en las puertas de sus casas, se les oye decir: «Vengan, vamos a oír el mensaje que Dios nos ha enviado por medio de Ezequiel».

31-32 Y así lo hacen: llegan, se sientan delante de ti, y te prestan atención. Para ellos, tú eres como un cantante de dulce voz, que sabe tocar bien su instrumento musical, y que le canta al amor. Les gusta mucho cómo hablas, pero les gusta más el dinero. Te oyen, pero no hacen lo que les dices.

33 Muy pronto se cumplirá todo lo que he dicho. Cuando se cumpla, van a darse cuenta de que hubo entre ellos alguien que les hablaba de mi parte.

34 Los malos gobernantes de Israel

1 Dios también me dijo:

2 Ezequiel, dales a los gobernantes de los israelitas el siguiente mensaje de mi parte: «¡Ay de ustedes, malos gobernantes! Ustedes debieran cuidar a los israelitas, como cuidan los pastores a sus ovejas, ¡pero sólo se cuidan a sí mismos!

3 En vez de cuidar a las ovejas, se beben la leche, se hacen vestidos con la lana, y hasta matan a las ovejas más gordas.

4 No apoyan a las ovejas débiles ni curan a las ovejas enfermas, ni les ponen vendas a las ovejas heridas. Tampoco van tras las ovejas que se pierden ni tras las que se apartan del camino. Al contrario, las golpean y las maltratan.

5-6 Mi pueblo es como un rebaño de ovejas. Andan por los cerros como ovejas sin pastor. Corren grave peligro, pero a nadie le importa.

7 ¡Escúchenme ahora, gobernantes! ¡Préstenme atención!

8 Ustedes debían cuidar de mi pueblo, como los pastores cuidan de sus ovejas, ¡pero sólo se cuidan a sí mismos! Por eso mi pueblo ha sufrido a manos de ladrones y de gente cruel. Les juro que así es.

9-11 Por lo tanto, gobernantes de Israel, escuchen lo que voy a decirles: Yo me declaro en contra de ustedes, y voy a pedirles cuentas por lo que han hecho con mi pueblo. Van a dejar de gobernarlo, y no volverán a aprovecharse de él. Les quitaré a mi pueblo, para que no lo sigan maltratando. Yo mismo lo cuidaré. Les juro que así lo haré».

El buen pastor de Israel

12 Así como un buen pastor va en busca de las ovejas perdidas, también yo iré en busca de mi pueblo. Lo traeré de los lugares por donde se perdió un día oscuro y lleno de nubes.

13-15 Lo sacaré de los países donde ahora está preso; lo reuniré y lo llevaré de vuelta a su tierra. Luego lo llevaré a las montañas de Israel, y a los arroyos, y a todas las poblaciones del país, para que se alimente con la mejor comida. Vivirá en las montañas más altas de Israel. Yo mismo le daré de comer y lo haré descansar. Juro que así lo haré.

16 Yo cuidaré de mi pueblo como cuida un buen pastor a sus ovejas. Mi pueblo anda perdido, pero yo lo buscaré. Se ha apartado del camino, pero yo lo haré volver. Anda herido, pero yo vendaré sus heridas. Está débil, pero yo le daré fuerzas. Y aun cuando esté gordo y fuerte, cuidaré de él.

17 Y a ustedes, pueblo mío, quiero decirles que seré justo, tanto con los débiles como con los fuertes. Algunos de ustedes son como las ovejas, otros son como los carneros y otros son como los chivos.

18 Algunos de ustedes no se conforman con comerse el mejor pasto, sino que pisotean el pasto que no se comieron. A otros les gusta beber el agua clara, pero con las patas revuelven toda el agua.

19 Y así, los más débiles tienen que comerse el pasto pisoteado y beberse el agua revuelta.

20 Yo juzgaré a los fuertes y a los débiles. Les doy mi palabra.

21 Ustedes los fuertes empujan a los débiles, y los hacen a un lado; además, los atacan y los hacen huir.

22 Pero yo soy su juez, y voy a protegerlos. No dejaré que vuelvan a aprovecharse de ellos,

23 pues les enviaré de nuevo a David, mi fiel servidor, para que los cuide.

24 Yo soy el Dios de Israel, y David será su gobernante. Les doy mi palabra.

25 Éste es el pacto de paz que haré con ustedes: Alejaré a los pueblos violentos. Así podrán vivir tranquilos en el desierto, y podrán dormir en los bosques.

26 Yo los dejaré vivir alrededor de mi monte, y les enviaré abundantes lluvias en el momento oportuno.

27 Los árboles del campo darán sus frutos, la tierra dará su cosecha, y ustedes vivirán tranquilos en su propia tierra. Y cuando yo los libre de quienes los hicieron esclavos, reconocerán que soy el Dios de Israel.

28 Ninguna nación volverá a esclavizarlos ni los animales salvajes volverán a devorarlos. Por el contrario, vivirán tranquilos y sin miedo de nada ni de nadie.

29 Yo haré que su tierra sea famosa por sus cosechas, y no volverán a sufrir hambre ni tendrán que aguantar las burlas de las naciones.

30 Entonces reconocerán que estoy con ustedes, y que yo soy su Dios y ustedes son mi pueblo. Les juro que así será,

31 y les aseguro que seré como un pastor para ustedes, mis ovejas.

35 Mensaje contra Edom

1 Dios también me dijo:

2-3 Ezequiel, dirige la mirada hacia la región montañosa de Edom, y dales este mensaje a sus habitantes: «Así dice el Dios de Israel: ¡Yo estoy contra ustedes, habitantes de Edom! ¡Voy a castigarlos como se merecen! ¡Dejaré su país hecho un desierto!

4 Sus ciudades quedarán abandonadas, y su país quedará en ruinas. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

5 Ustedes siempre han sido enemigos de los israelitas. Cuando yo los castigué, ustedes lucharon contra ellos.

6 Ustedes dicen que odian la violencia, pero yo les juro que sufrirán una muerte violenta.

7 Sus montañas quedarán abandonadas y desiertas, porque yo destruiré a todo el que pase por allí.

8 Sus cerros y sus colinas, sus valles y sus ríos, quedarán cubiertos de soldados muertos en batalla.

9 Su país quedará hecho un desierto, y nadie volverá a vivir en sus ciudades. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

10 Ustedes sabían que yo vivo en Israel. Sin embargo, creyeron poder adueñarse de mis dos naciones, y de mis dos territorios.

11 Tanta envidia sentían de Israel que lo trataron muy mal: lo atacaron con mucho odio y rencor. Por eso, les juro que voy a tratarlos de la misma manera. Y cuando los castigue, reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Juro que así será.

12 Yo los oí cuando se burlaban de los israelitas. Los oí decir que dejarían el país convertido en un desierto, y que ustedes acabarían con ellos.

13 Los oí provocarme con sus insultos y desafíos.

14 Pero les juro que seré yo quien acabe con ustedes. Y cuando lo haya hecho, toda la tierra se alegrará.

15 Cuando la tierra de Israel quedó convertida en desierto, ustedes se alegraron. Pero será mayor mi alegría cuando sus montañas y todo su país queden como un desierto. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

36 Las naciones se burlan de Israel

1 Pero tú, Ezequiel, dales de mi parte este mensaje a los israelitas. Diles que lo escuchen con atención:

2-4 «Ustedes, israelitas, ¡presten atención a mis palabras! ¡Y escúchenme también ustedes, los que viven alrededor! Sus enemigos se burlan de ustedes, y los ofenden. Dicen que ahora el país les pertenece, aunque éste siempre ha sido de Israel. Además, las naciones vecinas los atacan, destruyen sus ciudades, y les roban todo lo que tienen. Además, toda la gente se burla de ustedes.

5 Pero yo soy el Dios de Israel, y me declaro en contra de Edom y de las otras naciones. Estoy muy enojado con ellas porque, entre burlas y desprecios se han adueñado de mi tierra y la han destruido».

6 Tú dales de mi parte este mensaje a los israelitas, y a las naciones de alrededor: «Yo estoy muy enojado contra las naciones vecinas porque se han burlado de ustedes.

7 Por eso juro que las pondré en vergüenza.

8 Pero ustedes, los israelitas, verán su país llenarse de altos árboles que darán mucho fruto. Les aseguro que muy pronto regresarán.

9 Yo mismo voy a cuidar de ustedes, y volverán a sembrar y cultivar sus terrenos.

10-11 El pueblo crecerá mucho, y podrá entonces reconstruir sus ciudades y vivir en ellas. También haré que sus animales se reproduzcan y aumenten en número». Ustedes, israelitas, volverán a llenar el país. Llegarán a estar mejor que antes, y entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

12-15 Volverán a caminar por las montañas del país sin temor alguno. Nunca más abriré las montañas para que se traguen a los desobedientes. No volverán a oír las burlas y los insultos de las naciones. Les juro que así lo haré».

Dios defiende su buen nombre

16 Dios también me dijo:

17-19 Quiero que sepas que cuando los israelitas vivían en su país, mataron a tanta gente que dejaron la tierra manchada de sangre. ¡Quedó manchada como una mujer en su período de menstruación! Para colmo, llenaron el país de ídolos malolientes. Por eso me enojé con ellos y los dispersé entre las naciones.

20-21 Por culpa de ellos la gente se burló de mí, pues a dondequiera que llegaban, la gente decía: «Si éstos son el pueblo de Dios, ¿por qué han tenido que abandonar su tierra?». Entonces decidí defenderme.

22-23 Por lo tanto, diles de mi parte a los israelitas: «Ustedes no merecen ser libres, pues por culpa de ustedes las naciones se burlan de mí. Sin embargo, para poner fin a sus burlas les daré libertad. Así las naciones verán que soy un Dios grande y poderoso, y reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Lo he dicho, y lo cumpliré.

24 Yo los libraré de todas esas naciones; los reuniré y los llevaré a su tierra.

25 Ustedes adoraron ídolos malolientes, pero yo me olvidaré de sus maldades; las limpiaré como quien limpia un trapo sucio.

26 Yo les daré nueva vida. Haré que cambien su manera de pensar. Entonces dejarán de ser tercos y testarudos, pues yo haré que sean leales y obedientes.

27 Pondré mi espíritu en ustedes, y así haré que obedezcan todos mis mandamientos.

28 Entonces vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.

29-30 Ya no dejaré que sigan pecando así. Les daré tanta comida que no volverán a sufrir de hambre ni a pasar vergüenzas delante de las naciones.

31 Entonces se acordarán de su mala conducta y de sus acciones tan repugnantes, y se avergonzarán.

32 Entiéndanme bien: todo esto lo haré para que ustedes se avergüencen de su mala conducta, y no porque se lo merezcan. Les juro que así lo haré.

33 Y cuando ya los haya limpiado de todas sus maldades, los dejaré reconstruir sus ciudades, que ahora están en ruinas. Vivirán en ellas,

34 y cultivarán la tierra que se quedó abandonada. Todo el mundo lo verá,

35 y dirá: ‘Esta tierra parecía un desierto, pero ahora parece un jardín; ¡es un paraíso! Las ciudades habían quedado destruidas y desiertas, pero ahora las han convertido en fortalezas, y ya vive gente en ellas’.

36 Entonces los pueblos vecinos que hayan quedado con vida reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Reconocerán que puedo reconstruir lo que está destruido, y que puedo volver a sembrar en terrenos desiertos. Yo soy el Dios de Israel, y cumpliré mi palabra».

37-38 Además, los israelitas llegarán a ser un pueblo muy numeroso, pues así me lo han pedido. Juro que así lo haré. Ahora sus ciudades están desiertas, pero yo haré que vuelvan a llenarse de gente. Así como la ciudad se llenaba de ovejas en los días de fiestas, así se llenará de gente. Entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

37 El valle de los huesos secos

1 El poder de Dios vino sobre mí, y su espíritu me llevó a un valle que estaba lleno de huesos.

2 Me hizo recorrer el valle de un lado a otro, y pude ver que allí había muchísimos huesos, y que todos estaban completamente secos.

3 Entonces Dios me dijo: —Ezequiel, hombre mortal, ¿crees que estos huesos puedan volver a la vida? Yo le respondí: —Dios mío, sólo tú lo sabes.

4-5 Dios me dio entonces esta orden: —Diles de mi parte a estos huesos que presten atención a este mensaje: «¡Huesos secos, yo voy a soplar en ustedes, para que reciban el aliento de vida y revivan!

6 Voy a ponerles tendones, y a recubrirlos de carne y piel. Voy a darles aliento de vida, para que revivan. Así reconocerán que yo soy el Dios de Israel».

7 Yo les dije a los huesos lo que Dios me había ordenado decir. Y mientras hablaba de parte de Dios, escuché un ruido muy fuerte. Eran los huesos, que se estaban juntando los unos con los otros.

8 Pude ver cómo les salían tendones, y les crecía carne y se recubrían de piel. Sin embargo, seguían sin vida.

9 Entonces Dios me dijo: —Llama al aliento de vida. Dile que yo le ordeno que venga de los cuatro puntos cardinales, y que les dé vida a estos huesos muertos.

10 Yo le repetí al aliento de vida lo que Dios me ordenó decirle, y el aliento de vida entró en los huesos. Entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Eran tantos que parecían un ejército!

11 Dios me dijo entonces: —Ezequiel, estos huesos representan a los israelitas. Ellos se andan quejando, y dicen: «No hay remedio; estamos perdidos. ¡Somos unos huesos secos!».

12-14 Pero tú vas a hablar con ellos, y vas a darles de mi parte este mensaje: «Israelitas, ustedes creen que están muertos, pero yo soy su Dios. Yo abriré las tumbas donde creen estar enterrados, y los sacaré de allí. Soplaré sobre ustedes para darles mi aliento de vida, y los haré volver a la tierra de Israel. Cuando yo haga esto, ustedes volverán a vivir y reconocerán que yo soy su Dios. Yo, el Dios de Israel, lo he dicho y lo cumpliré».

Israel y Judá volverán a ser un solo reino

15 Dios también me dijo:

16 Toma un trozo de madera y escribe en él: «Del reino de Judá». Toma luego otro pedazo de madera y escribe en él: «Del reino de Israel».

17 Junta en tus manos los dos trozos de madera,

18 y cuando la gente de tu pueblo pregunte qué quieres decir con eso,

19 tú le dirás: «Dios ha declarado que juntará a Judá y a Israel, y que hará de los dos un solo reino».

20 Después de eso, levanta los dos trozos de madera, para que todos los vean,

21 y diles: «Dios ha prometido reunir y sacar a los israelitas de las naciones donde ahora se encuentran, para llevarlos de nuevo a su tierra».

22 Porque en esta tierra, y en estas montañas de Israel, los convertiré en una sola nación. Tendrán un solo rey, y no volverán a dividirse en dos reinos.

23 Nunca más volverán los israelitas a contaminarse con sus ídolos malolientes, ni con sus pecados y acciones repugnantes. Yo los limpiaré de sus pecados y no dejaré que vuelvan a serme infieles. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.

24-25 Entonces los israelitas obedecerán mis mandamientos, como deben hacerlo. Vivirán para siempre, junto con sus hijos y sus nietos, en la tierra que les di a Jacob y a sus antepasados. David será su único rey y jefe.

26-28 Haré con ellos un pacto eterno de paz, y llegarán a ser un pueblo numeroso. Y cuando ponga mi templo en medio de ellos, y viva allí para siempre, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Entonces las naciones reconocerán que yo habré convertido a Israel en un pueblo muy especial. Yo soy el Dios de Israel.

38 Mensaje contra Gog

1 Dios también me dijo:

2 Ezequiel, hombre mortal, vuelve la mirada hacia la región de Magog, y dale a su rey el siguiente mensaje de mi parte: «Gog, jefe principal de Mésec y de Tubal,

3 quiero que sepas que estoy en contra tuya.

4 Te pondré ganchos en la boca, y te obligaré a entrar en batalla, junto con todo tu gran ejército. Tú vendrás con caballos y con jinetes bien vestidos y armados hasta los dientes.

5 Te acompañarán soldados de Persia, Etiopía y Libia, todos ellos igualmente bien armados;

6 de las lejanas regiones del norte vendrán todas las tropas de Gómer y de Bet-togarmá. ¡Son muchos los ejércitos que te apoyan!

7 ¡Prepárate, pues, para la batalla! ¡Ten listos a todos los ejércitos bajo tus órdenes,

8 pues te voy a dar una misión! Dentro de algunos años te daré la orden de invadir a Israel. Este pueblo fue destruido, y durante mucho tiempo quedó en ruinas. Su gente estuvo presa, y fue dispersada por muchas naciones. Pero yo lo he rescatado, y ahora ha vuelto a reunirse en las montañas de Israel. Allí vive tranquilo y se va recuperando de la guerra,

9 pero tú llegarás con todos tus numerosos ejércitos, y lo atacarás con violencia. ¡Llegarás como oscura nube, y cubrirás toda la tierra!

10 Yo te advierto que en ese tiempo harás toda clase de planes malvados.

11-12 Y dirás: ‘Esta gente acaba de regresar a su tierra, después de haber andado dispersa entre las naciones. Ya han reconstruido las ciudades que estaban en ruinas, y ahora tienen mucho ganado y muchos terrenos. ¡Viven en la mejor región del país!’Y no sólo eso. Esta gente es pacífica y vive tan confiada que sus ciudades no tienen murallas ni portones ni cerrojos. Por eso, ¡voy a invadir a este país indefenso! ¡Atacaré sus ciudades, y me llevaré todo lo que haya de valor!’

13 La gente de Sabá y Dedán, y los comerciantes y gente rica de Tarsis, te preguntarán: ‘¿Así que vienes a robarnos? ¿Así que has reunido a tus ejércitos para quitarnos todas nuestras riquezas?’».

14 Por eso, dile a Gog de mi parte lo siguiente: «El día en que mi pueblo Israel viva confiado en su tierra,

15-16 tú, Gog, vendrás desde las lejanas tierras del norte y atacarás a mi pueblo Israel. Con tus ejércitos grandes y poderosos, parecerás una gran nube gris que cubrirá toda la tierra. Cuando lleguen los últimos días, te usaré para que ataques a mi pueblo. Así les demostraré a todas las naciones que yo soy diferente, y ellas lo reconocerán.

17 En el pasado hablé acerca de ti por medio de los profetas de Israel, que están a mi servicio. Durante mucho tiempo anunciaron que yo te haría atacar a mi pueblo, y te juro que así lo haré.

El castigo de Gog

18-19 Pero cuando tú invadas a Israel, será tanto mi enojo que ese día habrá allí un fuerte terremoto. Te juro que así será.

20 En mi presencia temblarán de miedo la gente y todos los seres vivos que he creado. Se derrumbarán las montañas y los barrancos, y se vendrán abajo todas las murallas.

21-22 Escucha, Gog: cuando llegue ese día, te castigaré a ti y a tus numerosos ejércitos. Te enviaré toda clase de males. En todas las montañas te harán la guerra, y tus soldados lucharán entre ellos mismos; yo les mandaré enfermedades, y sufrirán una muerte violenta; ¡sobre ellos caerán fuertes lluvias, y granizo, fuego y azufre! Te juro que así lo haré.

23 Así me daré a conocer ante muchas naciones. Les demostraré que soy poderoso y diferente, y ellas reconocerán que yo soy Dios».

39 Dios derrota a Gog

1 Ezequiel, hombre mortal, dale a Gog este mensaje de mi parte: «¡Gog, jefe principal de Mésec y Tubal, yo me pondré en contra tuya!

2 ¡A rastras te haré venir de las lejanas tierras del norte, para que ataques a las montañas de Israel!

3 Haré pedazos el arco que traes en la mano izquierda, y tiraré a la basura las flechas que llevas en la mano derecha.

4 Tú y tus grandes ejércitos caerán muertos en las montañas de Israel, y con los cadáveres alimentaré a los buitres y a las fieras.

5 ¡Todos ustedes quedarán tendidos en el campo! Te juro que así lo haré».

6-7 Ezequiel, yo enviaré fuego sobre Magog y sobre la gente que vive tranquila en los países más lejanos. Y haré que mi pueblo reconozca que soy diferente, y no dejaré que vuelva a burlarse de mí. Entonces todas las naciones y mi pueblo reconocerán que yo soy el Dios de Israel.

8 Todo esto sucederá pronto. Ya se acerca el día anunciado. Juro que así será.

9-10 Ese día, los que viven en las ciudades de Israel saldrán y quemarán las armas de sus enemigos; serán tantas, que no tendrán que ir por leña al bosque, pues esas armas les servirán de leña durante siete años. Así, mi pueblo se quedará con las riquezas de quienes le robaron las suyas. Juro que así será.

El entierro de Gog y su ejército

11 En aquel día permitiré que Gog sea enterrado en Israel. Podrán enterrarlo en el Valle de los Viajeros, al este del mar, junto con todos sus ejércitos. Ese lugar impedirá el paso a los que crucen por allí, y llegará a conocerse como «Valle del ejército de Gog».

12-13 Los israelitas pasarán siete meses enterrando al ejército de Gog. Después de eso, el país quedará limpio. Para los israelitas será un honor enterrar a todo ese ejército, y yo habré mostrado ese día mi gran poder. Juro que así será.

14-16 Después de esos siete meses, varios grupos de exploradores recorrerán el país. Cuando encuentren restos humanos del ejército de Gog, pondrán una señal junto a ellos. Así los enterradores podrán llevarlos al Valle del ejército de Gog, para enterrarlos allí. Así el país volverá a quedar limpio.

17-18 Dios también me dio esta orden: Tú, hombre mortal, llama a todas las aves y las bestias. Hazlas venir de todas partes, pues voy a ofrecerles un banquete en las montañas de Israel. Allí podrán comerse la carne de los soldados más valientes, y beberse la sangre de los jefes de esta región, como si comieran carneros, corderos, chivos o toros engordados con pastos de Basán.

19-20 En ese banquete podrán comer toda la carne de caballos y de jinetes que quieran, y toda clase de carne de soldados. También podrán beber toda la sangre que quieran, hasta desmayarse. Juro que así será.

Dios se compadece de Israel

21 Yo mostraré mi gran poder a todas las naciones. Todas ellas verán que yo soy un juez que dicta sentencia y castigo.

22 Y a partir de ese día, los israelitas reconocerán que yo soy su Dios.

23-24 También las naciones reconocerán que los israelitas tuvieron la culpa de haber ido presos a otros países. Si yo los abandoné, fue porque resultaron infieles. Si dejé que cayeran bajo el poder de sus enemigos, y que los mataran en batalla, fue porque se lo merecían.

25 Pero les aseguro que tendré compasión de todo el pueblo de Israel, y ustedes volverán a ser felices; así haré que todos me guarden el debido respeto.

26-28 Es verdad que permití que se los llevaran presos y que los dispersaran entre las naciones, pero cuando yo libere a todos ellos, y vuelva a reunirlos en su tierra, reconocerán que yo soy su Dios. Entonces vivirán tranquilos, sin que nadie los asuste, y se olvidarán de su vergüenza y de su desobediencia. Todo esto lo haré en favor de mi pueblo, en presencia de muchas naciones. Así les mostraré que yo soy diferente.

29 Derramaré mi espíritu en el pueblo de Israel, y no volveré a darle la espalda. Juro que así lo haré.

40 El templo del futuro

1-2 Habían pasado veinticinco años desde que llegamos presos a Babilonia, y catorce años desde la destrucción de Jerusalén. El día diez del mes de Abib[n], al comenzar el año, Dios me llenó de su poder y me llevó al territorio de Israel. Allí me colocó sobre una montaña muy alta, y al mirar hacia el sur pude ver muchas construcciones, como las de una ciudad.

3 Dios me llevó a esa ciudad, y allí vi a un hombre que parecía estar hecho de bronce. Estaba de pie, junto a la entrada, y en la mano tenía una cinta de lino y una regla para medir.

4 Aquel hombre me dijo: Ezequiel, hombre mortal, Dios te trajo aquí para mostrarte la ciudad santa y su templo. Así que presta mucha atención, para que comprendas muy bien lo que te voy a enseñar. Luego tú deberás decir a los israelitas todo lo que veas.

Las entradas de la muralla

5 Lo primero que vi fue una muralla que rodeaba el templo. La regla que aquel hombre tenía en la mano medía tres metros, y con ella midió la muralla. Y la muralla tenía tres metros de espesor y tres de alto.

La entrada este

6-7 Luego se fue a la entrada del lado este, que atraviesa la muralla; subió los siete escalones y entró en un largo pasillo. En ambos lados de ese pasillo había tres cuartos de vigilancia; cada uno medía tres metros de ancho por tres metros de largo. Entre un cuarto y otro había dos metros y medio de distancia. Los cuartos eran todos iguales, y cada uno tenía una baranda de medio metro de ancho por medio metro de alto. También midió la distancia que había desde la pared del fondo de cada cuarto hasta la pared del fondo del cuarto de enfrente, y fue de doce metros y medio. Todos los cuartos tenían ventanas con rejas por dentro. Aquel hombre midió la distancia que había entre la entrada del pasillo y la entrada del primer cuarto de vigilancia, y fue de tres metros, que es el espesor de la muralla. Al final del pasillo vi un salón que miraba hacia el patio interno del templo. La distancia desde la entrada de este salón a la entrada del último cuarto de vigilancia también era de tres metros.

8-16 El hombre midió el salón, y resultó que tenía cuatro metros de largo por diez de ancho. La puerta de entrada al salón resultó tener cinco metros de ancho. Las paredes de este salón tenían ventanas. Luego el hombre midió el pasillo, y tenía seis metros y medio de ancho por veinticinco metros de largo. La puerta de entrada al pasillo resultó tener cinco metros de ancho, y sus paredes estaban decoradas con palmeras.

El patio exterior

17-19 Más tarde aquel hombre me llevó al patio exterior, que estaba entre la muralla y la entrada al patio del templo. Tanto al norte como al este, el patio medía cincuenta metros. Alrededor del patio había treinta cuartos, que a la entrada estaban pavimentados con piedra. Este pavimento se extendía también alrededor del patio, un poco más abajo de los portones.

La entrada norte

20-23 Aquel hombre me llevó también a otra entrada, que estaba al norte del patio exterior. Esta entrada se parecía en todo a la entrada del este, pues medía también veinticinco metros de largo y doce metros y medio de ancho. Tenía además siete escalones y un portón de entrada, un pasillo con cuartos, columnas decoradas y ventanas a los lados; al final del pasillo, por la parte de adentro, había una sala; frente a la entrada exterior había otra entrada, la cual conducía al patio interior del templo, a la misma distancia que la entrada del este.

La entrada del sur

24-27 Luego el hombre me llevó a otra entrada, que estaba al sur del patio exterior del templo. Sus medidas, escalones, portones, cuartos, columnas decoradas y pasillo, eran iguales en todo a las de las otras entradas. Tenía además un portón que conducía al patio interior del templo.

La entrada del sur

28-31 Aquel hombre y yo subimos ocho escalones, y entramos por la entrada del sur, que llevaba hacia el patio interior del templo. Sus medidas, portones, cuartos, columnas decoradas, ventanas y pasillo eran iguales en todo a las de las otras entradas. La única diferencia era que la sala daba hacia el patio exterior del templo, y que a esta entrada se subía por una escalera de ocho escalones.

La entrada del este

32-34 Entramos luego al patio interior del templo, por la entrada que estaba al este. Sus medidas, portones, cuartos, columnas decoradas, ventanas y pasillo eran iguales en todo a las de las otras entradas.

La entrada del norte

35-37 Después aquel hombre me llevó a la entrada que estaba al lado norte. Esta entrada era en todo igual a las anteriores, pues también tenía cuartos, columnas decoradas, ventanas y pasillo, y sus medidas eran iguales en todo a las de las otras entradas.

El cuarto junto a la entrada del norte

38 Al lado de la sala de la entrada del norte había también un cuarto, donde los ayudantes de los sacerdotes lavaban los animales que se presentaban para quemarlos como ofrendas.

39 En la sala de esa entrada había cuatro mesas, dos a cada lado; sobre esas mesas mataban a los animales para los diferentes tipos de ofrendas.

40 Afuera de esa sala también había cuatro mesas, dos de cada lado de las escaleras.

41 En total había ocho mesas para sacrificar a los animales, cuatro dentro de la sala y cuatro afuera.

42-43 Además, había otras cuatro mesas cuadradas, labradas en piedra, que medían setenta y cinco centímetros por lado, y cincuenta centímetros de alto. Estas mesas se usaban para las ofrendas quemadas. Sobre ellas se colocaban los instrumentos para matar a los animales, y también la carne de las ofrendas. Alrededor de la parte interior de la sala había unos ganchos dobles, de veinticinco centímetros de largo.

Los cuartos para los sacerdotes

44 En el patio interior había dos cuartos para los cantores. Uno de ellos estaba junto a la entrada del norte, y daba al sur; el otro estaba junto a la entrada del sur, y daba al norte.

45 Aquel hombre me dijo: El cuarto que da hacia el sur es para los sacerdotes que prestan su servicio en el templo;

46 el cuarto que da hacia el norte es para los sacerdotes que prestan su servicio en el altar. Ellos son los únicos que pueden acercarse a Dios para servirle, pues son descendientes de Sadoc.

El patio interior del templo

47 Luego, aquel hombre midió el patio interior del templo, que era cuadrado y medía cincuenta metros por lado. El altar estaba delante del templo.

48-49 Luego subimos diez escalones para llegar al pórtico que medía diez metros de ancho por seis de largo. Aquel hombre midió las columnas del pórtico, y cada una medía dos metros y medio de grueso. Junto a cada marco del pórtico había una columna. El portón era de siete metros de ancho, y las paredes que estaban al lado del portón medían un metro y medio de ancho.

41 El Lugar Santo

1 Aquel hombre me hizo entrar en el templo y midió las columnas, y resultó que tenían tres metros de grueso.

2 La entrada misma tenía cinco metros de ancho, y las paredes en ambos lados medían dos metros y medio de ancho. El hombre midió la sala principal del templo, y resultó tener veinte metros de largo por diez de ancho.

El Lugar Santísimo

3 Después aquel hombre entró en la sala del fondo para medirla. Midió las columnas de la entrada, y tenían un metro de grueso. La entrada tenía tres metros de ancho, y el espesor de las columnas que estaban a cada lado era de tres metros y medio.

4 Luego midió la sala, y resultó de diez metros por lado. Entonces aquel hombre me dijo: Éste es el Lugar Santísimo.

Los cuartos del templo

5 Luego el hombre midió la pared del templo, y resultó que tenía tres metros de espesor. Alrededor del templo había cuartos, los cuales medían dos metros de largo.

6 El edificio tenía tres pisos, y en cada piso había treinta cuartos. Alrededor del templo, por la parte de afuera, había unos soportes que sostenían los cuartos, para que no se apoyaran en la pared del templo.

7 En el costado del templo había una escalera, para subir de un piso al otro. A medida que uno pasaba a un piso superior, las salas iban siendo cada vez más anchas.

8 Alrededor del templo había una base de tres metros de alto. Esta base estaba elevada y servía de cimiento a los cuartos que estaban junto al templo.

9-10 La pared de esos cuartos era de dos metros y medio de espesor, y había un espacio de diez metros entre estos cuartos y los cuartos de los sacerdotes, los cuales también estaban alrededor del templo.

11 Dos puertas daban salida a ese espacio, una hacia el norte, y otra hacia el sur. El espacio libre alrededor de los cuartos tenía un ancho de dos metros y medio.

El edificio al oeste del templo

12 Frente al patio, hacia el oeste, había un edificio que medía treinta y cinco metros de ancho por cuarenta y cinco de largo; su muro tenía dos metros y medio de espesor.

Medidas del templo

13 Aquel hombre midió el templo, y medía de largo lo mismo que el patio, el edificio y sus muros: cincuenta metros.

14 El frente del templo, junto con la parte del patio que daba al oeste, también medía cincuenta metros.

15 La parte posterior del templo que daba al patio, junto con los cuartos que tenía a cada lado, medía cincuenta metros de largo.

Otras partes del templo

El pórtico y las salas que había dentro del templo

16 estaban recubiertos de madera, lo mismo que las entradas, las ventanas con sus rejas, y los tres pisos de cuartos que rodeaban el templo de arriba abajo.

17-20 Las paredes del templo estaban decoradas con figuras de querubines y palmeras. Las figuras estaban una junto a la otra, y podían verse por dentro y por fuera, de arriba abajo, y desde la entrada hasta el Lugar Santísimo. Cada querubín tenía dos rostros, un rostro de hombre y un rostro de león. Cada rostro miraba a la palmera que tenía a su lado. Estaban colocados en ese orden, alrededor de todo el templo.

21 Los postes del marco de la entrada del templo eran cuadrados. Frente a la entrada del Lugar Santísimo había una especie

22 de altar, hecho totalmente de madera, que medía un metro y medio de alto, un metro de largo y un metro de ancho. El hombre que me mostraba todo esto me dijo: Ésta es la mesa que está delante de Dios.

23-24 Tanto la entrada al Lugar Santo como la entrada al Lugar Santísimo tenían puertas dobles, y cada puerta se abría hacia la pared.

25-26 Las puertas del templo estaban decoradas igual que las paredes, con querubines y palmeras. Un techo de madera cubría la parte exterior del templo, el pórtico y los cuartos que estaban junto al templo. A ambos lados del pórtico, y en los cuartos que estaban junto al templo, había ventanas enrejadas y decoraciones de palmeras.

42 Los cuartos de los sacerdotes

1 Después aquel hombre me llevó al patio, y me hizo entrar en el edificio de cuartos que estaba hacia el norte, en la parte posterior del templo, frente al patio.

2 Por el lado norte, el edificio medía cincuenta metros de largo y veinticinco metros de ancho.

3 Tenía tres pisos. Por un lado daba al espacio abierto que medía diez metros de ancho, y por el otro daba al piso empedrado del patio exterior.

4 Frente a los cuartos había un pasillo de cinco metros de ancho y cincuenta de largo. Las puertas de los cuartos daban al norte.

5 Los cuartos del piso superior eran más pequeños que los del piso intermedio, y éstos eran menores que los de la planta baja,

6 porque el piso de arriba no tenía columnas como el piso de abajo. Por eso se iban haciendo más angostos.

7-8 Los cuartos que daban al patio medían, todos juntos, veinticinco metros de largo, lo mismo que el muro que tenían enfrente. Los cuartos que daban hacia el templo medían, todos juntos, cincuenta metros de largo.

9 A la planta baja de esos cuartos se podía entrar sólo por el lado este del patio.

10 Por el lado sur había otro edificio de cuartos. Esos cuartos estaban detrás del templo, y también a lo largo del muro del patio.

11 En todo eran iguales a los del lado norte.

12 A estos cuartos del lado sur se podía entrar sólo por el lado este, por donde comenzaba el pasillo frente al muro.

13 Aquel hombre me explicó lo siguiente: Los cuartos del lado norte están destinados a un uso especial, lo mismo que los del lado sur, que están frente al patio. Los sacerdotes comen allí las ofrendas que se presentan a Dios. Como son lugares muy especiales, allí también se llevan todas las ofrendas que se presentan a Dios.

14 Cuando los sacerdotes salen de esos cuartos, después de haber cumplido con sus servicios, deben dejar allí sus vestiduras especiales de sacerdotes. No se les permite salir con esas vestiduras al patio donde está el pueblo, sino que tienen que cambiarse de ropa.

15 En cuanto el hombre terminó de medir el templo, me sacó por la puerta que da al este, y empezó a medir la muralla.

16-20 Luego midió los cuatro lados de la muralla, y cada lado medía doscientos cincuenta metros de largo. Esta muralla servía para separar el templo del resto de la ciudad.

43 Dios vuelve al templo con gran poder

1 Aquel hombre me llevó a la entrada del este,

2 y vi que venía el poderoso Dios de Israel. A su paso se oía un fuerte ruido, como cuando el río lleva mucha agua, y la tierra se cubrió de luz.

3 Al ver esto, me acordé de lo que Dios me había mostrado cuando vino a destruir a Jerusalén. Todo esto era muy parecido a lo que él me dejó ver junto al río Quebar. Yo me incliné hasta el suelo,

4 mientras Dios entraba con gran poder en el templo, por la puerta del este.

5 Entonces su espíritu me puso de pie, y me llevó al patio. Allí me di cuenta de que la grandeza de Dios había llenado el templo.

6 El hombre se paró a mi lado. En ese momento oí que alguien me hablaba desde el templo.

7 Me decía: Ezequiel, hombre mortal, en este lugar he puesto mi trono. Aquí es donde yo reino, y donde viviré para siempre con los israelitas. No hay otro Dios como yo. No voy a permitir que ni ellos ni sus reyes vuelvan a serme infieles, ni que me falten al respeto adorando a sus reyes muertos.

8 Tampoco volverán a construir sus palacios junto a mi templo, separados sólo por una pared. Sus infidelidades me ofenden, pues yo soy un Dios diferente. Tanto me hicieron enojar, que por eso los destruí.

9 Sin embargo, si me son fieles, y no vuelven a adorar a sus reyes, yo viviré siempre con ellos.

10-11 Anda y di a los israelitas cómo debe ser el templo, y sus salidas y entradas. Muéstrales la forma exacta y las medidas que deben tener; descríbeles todo esto, para que lo hagan tal como te lo he ordenado. Enséñales también todos los mandamientos que te he dado, para que los obedezcan y se avergüencen de sus malas acciones.

12 Ésta es la ley del templo: Todo el terreno en la parte alta de la colina que rodea el templo, será declarado un lugar santo.

El altar

13-17 El altar tenía una forma casi piramidal, y estaba hecho de tres cuadrados de diferentes medidas: La parte inferior medía siete metros por lado y un metro de alto, aunque por causa del canal que rodeaba el altar sólo se veía medio metro. La parte central era cuadrada y medía seis metros por lado y dos metros de alto. La parte superior, donde se quemaban las ofrendas, era cuadrada, medía dos metros por lado, y tenía dos metros de altura. Por la parte de arriba sobresalían cuatro ganchos en forma de cuernos. Los escalones para subir al altar daban hacia el este.

Las ofrendas para consagrar el altar

18 Luego, aquel hombre me dijo: El Dios de Israel ordena hacer lo siguiente: «Cuando el altar ya esté listo para rociarlo con sangre y presentar en él ofrendas,

19 sólo podrán acercarse al altar y servirme los sacerdotes descendientes de Sadoc. Tú les darás un ternero para que me lo presenten como ofrenda por el pecado. Yo, el Dios de Israel, lo ordeno.

20 Después de eso, purificarás el altar con un poco de la sangre del ternero. La rociarás en los cuatro ganchos del altar, en las cuatro esquinas de la parte superior, y alrededor de todo el borde.

21 Luego tomarás el ternero que se ofrendó por el pecado, y lo quemarás afuera del templo, en el lugar señalado.

22 El segundo día presentarás, como ofrenda por el pecado, un cabrito sin defectos, y los sacerdotes harán lo mismo que hicieron con el ternero, para purificar el altar.

23 Una vez que hayan presentado estas ofrendas, tomarás un ternero y un carnero que no tengan ningún defecto,

24 y me los presentarás como ofrenda. Los sacerdotes les echarán sal y los quemarán por completo en mi honor.

25-27 Durante siete días me presentarás diariamente, como ofrenda por el pecado, un cabrito, un ternero y un carnero que no tengan ningún defecto. Cada día los sacerdotes purificarán por completo el altar, y así quedará consagrado a mi servicio. A partir del octavo día, los sacerdotes podrán presentarme las ofrendas que ustedes lleven para quemarlas en mi honor, y las ofrendas para pedirme salud y bienestar. Entonces yo los aceptaré a ustedes con mucho gusto. Yo, el Dios de Israel, lo afirmo».

44 La puerta cerrada

1 Más tarde, aquel hombre me llevó a la puerta exterior del templo, la cual daba al este y estaba cerrada.

2 Entonces Dios me dijo: Esta puerta debe estar siempre cerrada. Nadie podrá abrirla ni entrar por ella, porque por ella he pasado yo, el Dios de Israel.

3 El único que podrá sentarse junto a ella será el gobernador, pero lo hará sólo cuando coma en mi presencia parte de las ofrendas. Aún en ese caso, entrará y saldrá únicamente por el pórtico.

Los que pueden entrar al templo

4 Después aquel hombre me llevó por la entrada del norte, que está frente al templo. Cuando vi que el gran poder de Dios había llenado el templo, me arrodillé hasta tocar el suelo con la frente.

5 Entonces Dios me dijo: Ezequiel, hombre mortal, presta mucha atención a todas las instrucciones que te voy a dar acerca del templo. Es tu obligación saber quiénes pueden entrar en el templo, y quiénes no.

6 Al pueblo de Israel le dirás de mi parte: «Ustedes son muy rebeldes, y yo estoy cansado ya de sus acciones repugnantes.

7-8 No le dan ninguna importancia a mi templo; al contrario, dejan entrar en él a extranjeros, que ni en su cuerpo ni en su mente llevan la señal de mi pacto. Dejan en manos de esa gente el culto en el templo, que es algo muy especial y que a ustedes les corresponde hacer. Además, ustedes me faltan al respeto, pues me presentan grasa y sangre como ofrenda. Con esos actos repugnantes, ustedes faltan a mi pacto.

9 Por eso, yo les aseguro que no entrará en mi templo nadie que no sea israelita. No entrará nadie que no lleve en su cuerpo y en su mente la señal de mi pacto, ¡ni siquiera los extranjeros refugiados en el país!

10-12 Los ayudantes de los sacerdotes podrán servir en mi templo como vigilantes de las entradas, o sirviendo al pueblo, o matando los animales que el pueblo me presente como ofrenda para quemarlos en mi honor. Sin embargo, tendrán que pagar por su pecado, porque me traicionaron. Cuando los israelitas se alejaron de mí para adorar a esos ídolos malolientes, ellos les sirvieron como sacerdotes. Les juro que así fue.

Los ayudantes de los sacerdotes

13-14 Los ayudantes de los sacerdotes tendrán que sufrir las consecuencias de haber cometido acciones repugnantes. Estarán a cargo del cuidado del templo, y de todo lo que se necesita para los servicios que se hacen en él, pero no podrán servirme como sacerdotes, ni podrán acercarse a ninguno de los utensilios que se usan en el culto.

Los sacerdotes

15 A pesar de que los israelitas dejaron de obedecerme, los sacerdotes descendientes de Sadoc siguieron sirviéndome en el templo con fidelidad. Por eso, ellos sí podrán acercarse a mí y presentar ofrendas en mi honor. Les juro que así será.

16 Sólo ellos podrán entrar en mi templo, y acercarse a mi altar y servirme.

17-18 Pero cuando entren en el templo, o por la puerta del patio interior, no podrán vestir ropa de lana. Toda la ropa que se pongan será de lino, ya sea el gorro o los calzoncillos. En la cintura no deberán ponerse nada que los haga sudar.

19 Cuando salgan al patio exterior, para encontrarse con el pueblo, se quitarán esa ropa de lino y la dejarán en las salas del templo. Esto es para que esa ropa especial no tenga contacto con la gente común.

20 Los sacerdotes deben recortarse el pelo, pero no raparse.

21 Ningún sacerdote deberá tomar vino cuando vaya a entrar al patio interior.

22 Ningún sacerdote debe casarse con una mujer viuda o divorciada; sólo podrá casarse con una israelita que nunca antes haya tenido relaciones sexuales, o bien con la viuda de un sacerdote.

23 Los sacerdotes deben enseñar a mi pueblo a distinguir entre lo divino y lo humano, y entre lo que es puro y lo que es impuro.

24 Cuando haya pleitos, deberán actuar como jueces, y las sentencias que dicten deben estar de acuerdo con mis enseñanzas. Además, deben obedecer todos los mandamientos que he dado acerca del sábado y las fiestas religiosas.

25 No deben tocar un cadáver, para no contaminarse, a menos que se trate de su padre, madre, hijo, hija, hermano o hermana soltera.

26 En caso de que se contaminen, deberán purificarse y esperar siete días.

27 Y cuando regresen a hacer sus servicios al patio interior del templo, deben presentar una ofrenda por el pecado. Ésta es una orden.

28 Los sacerdotes no tendrán propiedades en Israel; yo seré su única posesión y herencia.

29 Ellos podrán comer de las ofrendas de cereales y de los animales que los israelitas me presentan. Todo lo que los israelitas aparten para mí, será para ellos.

30 Y también serán para ellos los mejores primeros frutos de las cosechas y lo mejor de todas las ofrendas. El pueblo deberá darles también la mejor masa para su pan. Si lo hacen así, yo bendeciré sus hogares.

31 Ningún sacerdote debe comer la carne de algún animal que sea encontrado muerto, o que haya sido despedazado por las fieras.

45 El terreno para el templo

1 Cuando se haga el reparto de tierras, y a cada tribu se le dé la parte que le corresponda, se apartará para Dios un terreno de doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho. Este terreno será exclusivamente para el servicio de Dios.

2 De este terreno se apartará un área cuadrada de doscientos cincuenta metros por lado, alrededor de la cual quedará un espacio libre de veinticinco metros de ancho. Esta área será el terreno del templo.

3-4 Para los sacerdotes que sirven a Dios en el templo, se apartará un terreno de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho. Este terreno será para las casas de los sacerdotes y para el templo. Por lo tanto, será considerado terreno sagrado.

5 A los ayudantes de los sacerdotes se les dará un terreno, también de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho, para que tengan ciudades donde vivir.

6 Por último, se apartará un terreno de doce kilómetros y medio de largo por dos kilómetros y medio de ancho. Este terreno será para la ciudad de todo el pueblo de Israel, y quedará junto al terreno sagrado del templo.

El terreno para el gobernador

7 También se apartará un terreno para el gobernador. Este terreno quedará a ambos lados del terreno del templo y del terreno para la ciudad. Por el oeste se extenderá hacia el mar Mediterráneo; por el este se extenderá hacia el río Jordán. De este a oeste, el terreno medirá de largo lo mismo que cualquier terreno de las tribus de Israel.

8 El gobernador de Israel tendrá su propio terreno, así que no deberá quitarle terreno a nadie. Cada tribu de Israel tendrá su propio terreno.

Leyes para el gobernador

9 Yo, el Dios de Israel, declaro: ‘Gobernantes de Israel, ¡ya basta de tanta violencia y explotación! ¡Dejen ya de robarle a mi pueblo! ¡Mejor háganle justicia, y pórtense honradamente!’

10 Usen pesas y medidas exactas,

11 y usen la misma medida para los granos y los líquidos. La medida básica debe ser de doscientos veinte litros, y dividirse en diez y hasta cien unidades.

12 Para las medidas de peso usen la medida básica de cinco kilos, que podrán dividir en cincuenta y hasta mil unidades.

Las ofrendas para el culto

13 Para las ofrendas de trigo y de cebada, deberán dividir sus cosechas en sesenta partes iguales, y me presentarán como ofrenda una de ellas.

14 También deben presentarme como ofrenda uno de cada cien litros del aceite que produzcan.

15 De sus ovejas, me darán una de cada doscientas, pero de las mejor alimentadas. Estas ovejas acompañarán a las ofrendas de cereales, a las ofrendas que se queman por completo, y a las que se presentan para pedirme salud y bienestar. De este modo yo les perdonaré sus pecados. Ésta es una orden.

16 Es obligación de todos en este país entregar esta ofrenda al gobernador de Israel.

17 A su vez, el gobernador tendrá que dar los animales para las ofrendas que se queman por completo, y también lo que se usa en las ofrendas por el pecado, de cereales y de vino, y para pedirme salud y bienestar. Esto lo hará en las fiestas que Israel celebra cada semana, cada mes y cada año. De este modo yo perdonaré sus pecados a los israelitas.

La fiesta de la Pascua

18 Yo, el Dios de Israel, ordeno: El día primero del mes de Abib[o], ustedes me presentarán como ofrenda un ternero sin ningún defecto. Esta ofrenda será para limpiar el templo de cualquier pecado.

19-20 La purificación se hará de la siguiente manera: El sacerdote untará la sangre del animal en los postes de las puertas del templo, en las cuatro esquinas del altar y en los postes de las puertas del patio interior. Esto mismo volverá a hacerlo el día siete del mes, en favor de quienes hayan cometido un pecado sin quererlo, o sin darse cuenta de lo que hacían.

21 La fiesta de la Pascua deberá celebrarse el día catorce de ese mes. Durante siete días comerán pan sin levadura.

22 Ese día el gobernador me presentará como ofrenda un ternero, para perdón de sus propios pecados y de los de todo el pueblo.

23 Además, en cada uno de los siete días de la fiesta el gobernador me presentará como ofrenda siete terneros y siete carneros sin ningún defecto. Cada día me ofrecerá también un chivo, para que yo le perdone sus pecados.

24 Con cada ternero y con cada carnero me presentará como ofrenda veinte kilos de cereal y tres litros y medio de aceite.

La fiesta de las enramadas

25 El día quince del mes de Etanim[p] se celebrará la fiesta de las enramadas. Durante los siete días de la fiesta, el gobernador deberá presentarme las mismas ofrendas por el pecado, las mismas ofrendas que se queman en mi honor, y las mismas ofrendas de cereales y de aceite.

46 Las ofrendas del gobernador y del pueblo

1 Durante los seis días de trabajo, la puerta del lado este del patio interior estará cerrada; sólo se abrirá el sábado y el día en que haya luna nueva. Ésta es una orden.

2 El gobernador entrará al pórtico viniendo del patio exterior, y se detendrá junto al marco de la entrada. Allí mismo, en la entrada, el gobernador se arrodillará hasta tocar el suelo con su frente para adorarme; mientras tanto, los sacerdotes quemarán los animales en mi honor y presentarán las ofrendas para pedirme salud y bienestar. Luego saldrá el gobernador, y la puerta permanecerá cerrada hasta el anochecer.

3 Los sábados y los días de luna nueva, el pueblo en general me adorará frente a esa misma puerta.

4 El gobernador, por su parte, deberá presentarme como ofrenda los siguientes animales:». Cada sábado me ofrecerá seis corderos y un carnero sin ningún defecto.

5 Con cada carnero me ofrecerá veinte kilos de cereal, pero con los corderos me ofrecerá solamente lo que pueda dar. Con cada veinte kilos de cereal me ofrecerá tres litros y medio de aceite.

6 Cada mes, en el día de luna nueva, me presentará un ternero, seis corderos y un carnero sin ningún defecto.

7 Con cada ternero y con cada carnero me ofrecerá veinte kilos de cereal; con los corderos me ofrecerá lo que pueda dar. Con cada veinte kilos de cereal me ofrecerá también tres litros y medio de aceite.

8 El gobernador entrará y saldrá por el pórtico de la entrada,

9 pero durante las fiestas, cuando el pueblo entre a adorar a Dios, se hará lo siguiente:». El que entre por la puerta norte saldrá por la puerta sur, y el que entre por la puerta sur saldrá por la puerta norte. Nadie podrá salir por la misma puerta por la que entró; siempre saldrá por la puerta opuesta.

10 El gobernador deberá acompañar siempre al pueblo, tanto cuando entre al templo como cuando salga.

11 En cada una de las fiestas, las ofrendas se presentarán de la siguiente manera: Con cada ternero, y con cada carnero, me ofrecerán veinte kilos de cereal; con los corderos me ofrecerán lo que puedan dar. Con cada veinte kilos de cereal me ofrecerán también tres litros y medio de aceite.

12 Cuando el gobernador me presente una ofrenda voluntaria, ya sea para que se queme por completo, o para pedirme salud y bienestar, se abrirá la puerta del este para que me ofrezca el animal como se hace los sábados. Una vez que me presente sus ofrendas y haya salido, volverá a cerrarse la puerta.

13-15 Todas las mañanas, sin falta, deberán ofrecerme un cordero de un año, sin ningún defecto, para que sea quemado en mi honor. También deberán presentarme cada mañana una ofrenda de siete kilos de cereal y un litro de aceite. El aceite deberá derramarse sobre la harina.

Las obligaciones del gobernador

16 Cuando el gobernador regale una porción de sus tierras a alguno de sus hijos, esa porción de terreno será la herencia de ese hijo. Ésta es una orden.

17 Pero si el gobernador regala una porción de sus tierras a uno de sus sirvientes, esa porción de terreno será del sirviente sólo hasta el año de liberación. En ese año el sirviente devolverá el terreno al gobernador, pues se trata de la herencia de sus hijos.

18 El gobernador no podrá adueñarse de la tierra que es del pueblo, ni podrá dársela a sus hijos como herencia. Si les quiere dar algo, debe darles lo que sea de su propiedad. Así que no le podrán quitar a la gente de mi pueblo sus propiedades».

Las cocinas del templo

19 Después de esto, el hombre me llevó por la entrada que había al lado de la puerta, a ver los cuartos que daban hacia el norte; eran los cuartos que solamente podían usar los sacerdotes. Allí me mostró la parte posterior del edificio, que daba hacia el oeste.

20 Entonces me dijo: Aquí es donde los sacerdotes deben hervir la carne de los animales que me ofrecen para el perdón de sus pecados; aquí también deben cocinarse las ofrendas de cereales. De este modo no hará falta sacar la comida al patio exterior, donde la gente podría tocar estos alimentos especiales.

21-22 Luego ese hombre me llevó a recorrer las cuatro esquinas del patio exterior. En cada esquina había un patio pequeño, y cada patio medía veinte metros de largo por quince de ancho.

23 Todos ellos estaban rodeados por un muro de piedra, y por toda la parte baja del muro había fogones.

24 Entonces ese hombre me dijo que éstas eran las cocinas, y que allí era donde los que sirven en el templo debían cocinar las ofrendas del pueblo.

47 El río que salía del templo

1 Aquel hombre me llevó de nuevo a la entrada del templo. Allí me di cuenta de que, por debajo de la entrada, salía agua. Esa agua venía del sur y, luego de pasar por el costado derecho del templo, corría hacia el este, que era hacia donde estaba orientado el templo.

2 Luego aquel hombre me hizo salir por la puerta norte, y rodeando el templo por la parte de afuera me llevó hasta la entrada del este. Allí pude ver que también por el lado sur brotaba agua.

3 El hombre se dirigió hacia el este. Tomó una cuerda y midió quinientos metros; luego me ordenó cruzar la corriente. El agua me llegaba a los tobillos.

4 Enseguida midió otros quinientos metros, y nuevamente me ordenó cruzar la corriente. Ahora el agua me llegaba a las rodillas. El hombre midió otros quinientos metros, y otra vez me hizo cruzar la corriente. Para entonces el agua me llegaba a la cintura.

5 Midió quinientos metros más, y la corriente era ya un río muy hondo que no pude cruzar a pie. La única manera de cruzarlo era nadando.

6 Entonces el hombre me preguntó: ¿Te fijaste bien en todo esto? Cuando regresamos a la orilla del río,

7 vi que en las dos orillas había muchos árboles.

8 Entonces el hombre me dijo: Estas aguas corren hacia el este, y al llegar al desierto desembocan en el Mar Muerto. Allí el agua salada se vuelve dulce.

9-10 Desde En-gadi hasta En-eglaim, y por dondequiera que pasen estas aguas, habrá muchísimos peces. También habrá pescadores que pondrán a secar sus redes. ¡Habrá tantos peces, y de tantas clases, como en el mar Mediterráneo! Todo lo que se mueva en esas aguas vivirá, porque ellas harán que el agua amarga se vuelva dulce.

11 Sólo seguirán siendo salados los charcos y los pantanos, que no servirán más que para sacar sal.

12 En las dos orillas del río crecerá toda clase de árboles frutales. Sus hojas nunca se caerán, sino que se usarán como medicina. Serán regados con el agua que sale del templo, y el fruto que darán cada mes servirá de alimento.

Límites de la tierra de Israel

13-14 Dios ha establecido ya los límites de la tierra de Israel. Él mismo ha dicho: Esta tierra se la prometí a los antepasados de ustedes, y es la herencia que les daré. Ustedes deberán repartirla por partes iguales entre las doce tribus, pero a la tribu de José deben darle dos partes.

15-17 Por el norte, el límite partirá del mar Mediterráneo, y pasará por las ciudades de Hetlón, Sedad, Berotá y Sibraim. Estas ciudades están entre los territorios de Damasco y Hamat. De allí seguirá hasta Hasar-haticón, o Hasar-enán, que limita con Haurán.

18 Por el este, el límite lo marcará el río Jordán. Partirá del punto que está entre Haurán y Damasco, y se extenderá por toda la frontera que divide a Israel de Galaad, hasta la ciudad de Tamar, que está junto al Mar Muerto.

19 Por el sur, el límite partirá de Tamar, y se extenderá hasta el oasis de Meribá-cadés, en dirección al arroyo de Egipto, hasta llegar al Mediterráneo.

20 Por el oeste, el límite será el mar Mediterráneo, desde la frontera con Egipto hasta la costa que está frente a la entrada de Hamat.

21-22 Esta tierra es su herencia, y deberán repartirla por sorteo entre las doce tribus de Israel. En el reparto deben incluir a los extranjeros refugiados, y también a los hijos que ellos tengan mientras vivan entre ustedes. Sus hijos tendrán el mismo derecho que los israelitas por nacimiento.

23 El territorio que les den lo tomarán de la tribu donde estén viviendo. Ésta es una orden de Dios.

48 Cómo se debe repartir la tierra

1-7 Ésta es la lista de las tribus de Israel. La tierra se repartirá entre ellas de norte a sur, comenzando por la frontera norte. Esta frontera va desde el Mediterráneo hasta la parte sur de Damasco y Hamat, pasando por Hetlón, la entrada de Hamat y Hasar-enán. Cada tribu recibirá su propio territorio. Partiendo de este a oeste, el orden de distribución será el siguiente: Dan, Aser, Neftalí, Manasés, Efraín, Rubén yJudá.

El terreno apartado para Dios

8 Dios también dijo: En la parte sur de Judá, y también de este a oeste, se apartará un territorio de doce kilómetros y medio de ancho, y del mismo largo que los otros territorios.

9-13 También se apartará un terreno para mí, de doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho. En ese terreno estará mi templo. Por el norte y por el sur medirá doce kilómetros y medio, y por el este y el oeste, diez kilómetros. Este terreno será para mí, y lo ocuparán únicamente los sacerdotes descendientes de Sadoc. Estos sacerdotes siempre han estado a mi servicio, y nunca lo abandonaron, como lo hicieron los de la tribu de Leví y las demás tribus israelitas. También los ayudantes de los sacerdotes tendrán su propio terreno, que estará junto al de los sacerdotes. Medirá doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho.

14 Como ésta será la mejor parte de la tierra, y estará consagrada a mí, ni siquiera una parte de ella podrá venderse o cambiarse, o traspasarse a otra persona.

15 La parte restante, de doce kilómetros y medio de largo por dos y medio de ancho, sí podrá usarse para que la gente viva allí, y también para que el ganado se alimente con sus pastos, pues no es un terreno consagrado a mí. En medio del terreno estará la ciudad.

16 Será de forma cuadrada, y medirá dos mil doscientos cincuenta metros por lado.

17 Los campos de pastos para los animales medirán ciento veinticinco metros de ancho, y rodearán por completo la ciudad.

18-19 En los lados este y oeste de la ciudad, junto al terreno apartado para mí, habrá un terreno cuadrado de cinco kilómetros por lado. Este terreno lo cultivarán los que trabajen en la ciudad, sin importar de qué tribu sean. Todo lo que produzcan será para ellos.

20 La parte consagrada a mí, junto con el terreno de la ciudad, formará un cuadrado de doce kilómetros y medio por lado.

El terreno del gobernador

21 Al gobernador le tocarán los terrenos que están en ambos lados de la parte que me corresponde, así como el resto del terreno, que es de la ciudad. El terreno del lado este se extenderá hasta la frontera este, y el terreno del lado oeste se extenderá hasta el mar Mediterráneo. Cada terreno medirá doce kilómetros y medio de ancho, y ambos correrán paralelos a los terrenos de las tribus. En el centro estarán el templo y la parte que me corresponde.

22 Los terrenos de los ayudantes de los sacerdotes, y los de la ciudad, quedarán en medio del terreno del gobernador, entre los territorios de Judá y de Benjamín.

El terreno de las otras tribus

23-27 Las otras tribus recibirán también su propio terreno. El orden será el siguiente, partiendo de norte a sur y de este a oeste: Benjamín, Simeón, Isacar, Zabulón yGad.

28 Al sur del territorio de Gad, la frontera irá de este a oeste, partiendo de Tamar y hasta llegar al mar Mediterráneo, pasando por el oasis de Meribá-cadés y el arroyo de Egipto.

29 Así es como deberá sortearse y repartirse la tierra que es la herencia de las tribus de Israel. Yo soy el Dios de Israel.

Los portones de Jerusalén

30-34 La ciudad será de forma cuadrada, y tendrá dos mil doscientos cincuenta metros por lado. En cada lado habrá tres entradas, y cada una tendrá un portón que llevará el nombre de una de las tribus de Israel, en el siguiente orden: Los portones del norte: Rubén, Judá y Leví; los portones del este: José, Benjamín y Dan; los portones del sur: Simeón, Isacar y Zabulón; los portones del oeste: Gad, Aser y Neftalí.

35 La muralla que rodeará la ciudad será de nueve mil metros. A partir de ese día, la ciudad se llamará: «Casa de Dios».


Notas de Ezequiel

[a] Ezequiel 1:1 Tamuz: Cuarto mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de junio a mediados de julio. <<

[b] Ezequiel 2:1 La expresión hombre mortal se usa con frecuencia en este libro, cuando Dios se dirige a Ezequiel. Estas palabras parecen resaltar el hecho de que Ezequiel es un ser humano, débil y mortal, pero que Dios usa para llevar a cabo sus planes y darles esperanza a los israelitas. <<

[c] Ezequiel 8:1 Etul: Sexto mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de agosto a mediados de septiembre. <<

[d] Ezequiel 20:1 Ab: Quinto mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de julio a mediados de agosto. <<

[e] Ezequiel 24:1 Tébet: Décimo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de diciembre a mediados de enero. <<

[f] Ezequiel 26:1 Adar: Duodécimo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de febrero a mediados de marzo. <<

[g] Ezequiel 29:1 Tébet: Véase nota en 24.1. <<

[h] Ezequiel 29:17 Abib: Primer mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de marzo a mediados de abril. <<

[i] Ezequiel 30:20 Abib. Véase nota en 29.17. <<

[j] Ezequiel 31:1 Siván: Tercer mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de mayo a mediados de junio. <<

[k] Ezequiel 32:1 Adar. Véase nota en 26.1-2. <<

[l] Ezequiel 32:17 Adar. Véase nota en 26.1-2. <<

[m] Ezequiel 33:21 Tébet: Véase nota en 24.1. <<

[n] Ezequiel 40:1 Abib. Véase nota en 29.17. <<

[o] Ezequiel 45:18 Abib. Véase nota en 29.17. <<

[p] Ezequiel 45:25 Etanim: Séptimo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de septiembre a mediados de octubre. <<

🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 26: Ezequiel


Reflexiones sobre el libro Ezequiel

El libro de Ezequiel es uno de los libros proféticos de la Biblia que relata las visiones y los mensajes del profeta Ezequiel durante su exilio en Babilonia. Ezequiel fue testigo de la destrucción de Jerusalén y del templo por los babilonios en el año 586 a.C., y anunció el castigo de Dios sobre su pueblo infiel y sobre las naciones vecinas que se habían burlado de él. Pero también proclamó la esperanza de una restauración futura, en la que Dios haría un nuevo pacto con Israel, le daría un corazón nuevo y le concedería una nueva tierra y un nuevo templo.

El libro de Ezequiel se divide en tres partes principales: la primera (capítulos 1-24) contiene las profecías contra Judá y Jerusalén antes de la caída de la ciudad; la segunda (capítulos 25-32) contiene las profecías contra las naciones extranjeras que habían oprimido o despreciado a Israel; y la tercera (capítulos 33-48) contiene las profecías de esperanza y salvación para el pueblo de Dios después del exilio.

El libro de Ezequiel se caracteriza por el uso frecuente de símbolos, imágenes y visiones que expresan el mensaje del profeta de una manera impactante y dramática. Algunas de las visiones más famosas son: la visión inaugural de Dios en su carro celestial rodeado de seres vivientes y ruedas (capítulo 1); la visión del valle de los huesos secos que reviven por el espíritu de Dios (capítulo 37); y la visión del nuevo templo y la nueva Jerusalén (capítulos 40-48).

El libro de Ezequiel nos muestra que Dios es soberano sobre la historia y que tiene un plan para su pueblo, aunque a veces parezca que todo está perdido. También nos muestra que Dios es santo y justo, y que no tolera el pecado ni la idolatría, sino que exige obediencia y fidelidad a su ley. Pero al mismo tiempo, nos muestra que Dios es misericordioso y fiel, y que está dispuesto a perdonar y a renovar a su pueblo si se arrepiente y se vuelve a él. El libro de Ezequiel nos invita a confiar en Dios, a obedecerle, a adorarle y a esperar su promesa de restauración.

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