Tobías

Libro de Tobías

Libro de Tobías

La sección de «Tobías» del Libro Histórico de la Biblia es uno de los textos más interesantes y conmovedores del Antiguo Testamento. Este libro cuenta la historia de Tobías, un joven judío que emprende un viaje peligroso para recuperar una deuda que su padre había contraído antes de morir.

A lo largo de sus capítulos, «Tobías» presenta una gran cantidad de detalles sobre la vida y las acciones de Tobías, así como sobre las personas que conoce en su camino, incluyendo al ángel Rafael que lo acompaña en su viaje. También se destaca la figura de Sara, una joven viuda que ha sufrido mucho y que se convierte en la esposa de Tobías.

Además, «Tobías» presenta una visión profunda de la importancia de tener fe en Dios y de seguir sus mandatos en la vida diaria. A lo largo de la obra, se destacan los momentos en que Tobías y otros personajes enfrentan pruebas difíciles, pero logran superarlas gracias a su confianza en Dios y a su disposición a hacer lo correcto.

En definitiva, «Tobías» es un libro fundamental para entender la importancia de la fe y la obediencia a Dios en nuestra vida diaria, así como para reflexionar sobre temas universales como la justicia, la honestidad y la importancia de ayudar a los demás. En esta sección de «Sagrada Escritura», exploraremos en detalle las historias y enseñanzas que se encuentran en este libro y analizaremos su relevancia y significado para nuestra vida en la actualidad.

1 Principio de la historia

1 Yo soy Tobit hijo de Tobiel, y ésta es mi historia. Mi familia es de la tribu de Neftalí, y éstos son mis antepasados: Jahseel, Ragüel, Rafael, Gabael, Aduel, Ananiel yTobiel.

2 Soy de un pueblo llamado Tisbé, en la parte norte de Galilea. Al norte de este pueblo está Quedes de Neftalí; Sefat está al sur, y al sureste, Hasor. Pero en la época en que el rey Salmanasar gobernaba en Asiria, fui tomado prisionero y me llevaron a Nínive.

3 Toda mi vida he sido un hombre justo y honrado. Siempre he ayudado a mi familia, y también ayudé a mucha gente de mi pueblo cuando nos llevaron prisioneros a Nínive, la capital de Asiria.

4 Cuando yo era joven y vivía en mi tierra, mi tribu les retiró su apoyo a los descendientes del rey David y dejó de ir a Jerusalén. Dios había elegido a esta ciudad de entre todas las ciudades de Israel, para que allí le presentáramos ofrendas. Por eso en Jerusalén se construyó un templo, el cual se dedicó a Dios para que fuera su habitación para siempre.

5 Sin embargo, todos los de mi tribu, incluyendo a mi familia, en vez de ir a Jerusalén, iban a la ciudad de Dan, en las colinas de Galilea, para ofrecerle sacrificios al toro que Jeroboam, rey de Israel, había colocado allí.

6 Según nuestras leyes, todo israelita debía ir a Jerusalén y participar de las fiestas ordenadas por nuestro Dios, pero en muchas ocasiones, yo era el único que lo hacía. Llevaba los primeros frutos de mis cosechas, las primeras crías de mis animales y la primera lana de mis ovejas.

7 Todo esto se lo entregaba a los sacerdotes, junto con la décima parte del ganado, del trigo, del vino y del aceite. Los frutos de mis árboles los distribuía de la siguiente manera: Una parte se la daba a los ayudantes de los sacerdotes que servían a Dios en el templo de Jerusalén; otra parte, la cual acumulaba por seis años, la cambiaba por dinero, el cual usaba en Jerusalén para adorar a Dios.

8 Cada tres años, repartía una tercera parte entre los huérfanos, las viudas y los extranjeros que habían aceptado nuestra religión y vivían en nuestro país. Esta última parte la comíamos juntos, tal y como lo indica la ley de Moisés. Así me lo había enseñado Débora, mi abuela por parte de padre. Para ese entonces, mi padre Ananiel había muerto y me había dejado huérfano.

9 Cuando ya fui mayor, me casé con una parienta mía, llamada Ana. Tuvimos un hijo y le puse por nombre Tobías.

10 Tiempo después, los asirios me sacaron de mi pueblo y me llevaron preso a Nínive, capital de Asiria. Al llegar allí descubrí que todos los israelitas, incluyendo a mis parientes, comían los alimentos que están prohibidos por nuestra ley.

11 Pero yo tuve mucho cuidado, y no seguí su ejemplo.

12-14 Como yo siempre tenía en cuenta al Dios altísimo para todo, él hizo que Salmanasar, rey de Asiria, se fijara en mí. Entonces el rey me nombró como el encargado de hacer todas sus compras, para lo cual tuve que viajar muchas veces al país de Media. Esto lo hice hasta que el rey murió. En uno de esos viajes dejé guardados en casa de Gabael unos sacos con trescientos treinta kilos de plata. Gabael era hermano de Gabrí, y vivía en un pueblo de Media llamado Ragues.

15-17 Mientras Salmanasar reinaba, yo hice muchas buenas obras en favor de los israelitas: alimenté a los que no tenían qué comer, di ropa a los desnudos, y enterré a los que morían y eran arrojados como basura fuera de las murallas de Nínive. Cuando Salmanasar murió, su hijo Senaquerib reinó en su lugar. Entonces los caminos fueron cerrados, y ya no pude volver al país de Media.

18 En cierta ocasión, cuando el rey Senaquerib estaba en Judea, ofendió a Dios. Entonces Dios lo castigó y el rey tuvo que huir de Judea. Al llegar a Nínive, cobró venganza y mató a muchos israelitas. Como yo no soportaba que los muertos quedaran tirados, iba a escondidas y los levantaba para enterrarlos. Cuando el rey iba a buscarlos, ya no los encontraba.

19 Pero un hombre de Nínive fue y le contó que yo era quien enterraba los cadáveres. Así que tuve que esconderme por un tiempo, y cuando supe que me buscaban para matarme, me dio mucho miedo y huí.

20 Lo que no pude evitar fue que me quitaran todos mis bienes, y que se los entregaran al rey. Lo único que no me quitaron fue a mi esposa Ana y a mi hijo Tobías.

21-22 Cuarenta días después, Senaquerib fue asesinado por dos de sus hijos, quienes huyeron a las montañas de Ararat. Su hijo Esarhadón reinó en su lugar, y dejó que mi sobrino Ajicar continuara como administrador del reino y jefe de los coperos. Ajicar, que era hijo de mi hermano Anael, habló con el rey Esarhadón para que me dejara volver a Nínive, y el rey aceptó.

2 Tobit queda ciego

1 Cuando llegué a mi casa, dejaron en libertad a mi esposa y a mi hijo Tobías. Cierto día, mientras celebrábamos la fiesta de Pentecostés, que duraba siete semanas, ellos me prepararon una excelente comida.

2 Cuando me senté a la mesa y vi la comida, le dije a Tobías: Hijo mío, averigua si entre nuestra gente acá en Nínive, hay algún pobre que con toda sinceridad le sea fiel a Dios, y tráelo a comer con nosotros. Yo esperaré hasta que regreses.

3 Tobías se fue a buscarlo y cuando regresó me dijo: ¡Padre, acaban de matar a un israelita y lo dejaron tirado en la plaza!

4 Enseguida me levanté de la mesa y, sin probar alimento, fui a la plaza. Tomé el cadáver y lo puse en un cuarto para enterrarlo en cuanto anocheciera.

5 Luego regresé a mi casa, y como había tocado un muerto me lavé muy bien, y luego me senté a comer. Pero me sentí tan triste

6 que recordé las palabras del profeta Amós contra la ciudad de Betel: Convertiré sus fiestas en velorios, y sus canciones en tristes lamentos. Y me puse a llorar.

7 Al caer la noche, hice una fosa y enterré al muerto.

8 Mientras lo hacía, mis vecinos se burlaban de mí diciendo: Este Tobías no aprende. Hace poco lo iban a matar por enterrar muertos, y logró escapar. Ahora está haciendo lo mismo, ¿será que no tiene miedo?

9 Aquella noche hacía mucho calor. Así que me bañé y fui a acostarme en el patio, junto al muro, pero no me cubrí la cabeza.

10 No me di cuenta que arriba en el muro había unos pájaros, y su excremento caliente cayó sobre mis ojos. Casi me quedé ciego, pues todo lo veía borroso. Fui a ver a varios médicos para que me curaran, pero mientras más medicinas me daban, más perdía la vista, hasta que me quedé ciego. Pasé cuatro años sin ver nada, y mis parientes se preocuparon mucho. Mi sobrino Ajicar me cuidó durante dos años, hasta que tuvo que irse a la provincia de Elimaida.

11 En todo ese tiempo, mi esposa Ana tuvo que trabajar preparando lana y haciendo tejidos.

12 Todo lo que hacía lo vendía, y sus clientes le pagaban. El día siete del mes de Distro[a], mi esposa terminó un tejido y se lo llevó a sus clientes. Ellos le pagaron el tejido, y además le regalaron un cabrito.

13 Cuando mi esposa llegó a la casa, el cabrito comenzó a balar. Entonces la llamé y le pregunté: —¿Cómo llegó ese cabrito a la casa? ¿Acaso lo robaste? Devuélvelo a su dueño. No podemos comer un animal robado.

14 Ella me contestó: —Mis clientes me pagaron el tejido, y además me regalaron este cabrito. Yo no le creí, y avergonzado por lo que ella había hecho, le ordené que le devolviera el cabrito a su dueño. Entonces ella protestó, y me dijo: —¿De qué te sirvió ser tan bondadoso y tan justo? ¡No te ha servido para nada!

3 Oración de Tobit

1 Yo me puse muy triste y empecé a llorar; con grandes lamentos le dije a Dios:

2 Dios mío, tú eres justo, y todo lo haces con amor. ¡Tú eres el juez de este mundo!

3 Dios mío, acuérdate de mí y ayúdame. ¡No me castigues por mis pecados, y olvida las faltas de mis antepasados! ¡No sabíamos lo que hacíamos!

4 Te hemos desobedecido; por eso dejaste que nos robaran, que nos sacaran de nuestro país y que mataran a muchos. Nos enviaste a países lejanos, donde todos se burlan de nosotros.

5 Yo sé que tu castigo es justo, pues he pecado contra ti. Ninguno de nosotros te ha obedecido ni te ha sido fiel.

6 Castígame como quieras: si quieres matarme, ¡mátame! Así me iré de este mundo, y volveré a ser polvo. ¡Prefiero morir que seguir escuchando tantos insultos, pues me llenan de tristeza! Dios mío, ¡líbrame de este sufrimiento! No me des la espalda. ¡Déjame ir al mundo de los muertos! ¡Prefiero morir que seguir aguantando tanto sufrimiento! ¡Prefiero morir que seguir escuchando tantos insultos!

Los sufrimientos de Sara

7 Ese mismo día, una mujer llamada Sara, hija de Ragüel, sufría a causa de los insultos de las sirvientas de su padre. Sara vivía en la ciudad de Ecbatana, que está en el país de Media,

8 y se había casado siete veces. Pero antes de tener relaciones sexuales con cada uno de sus esposos, un demonio muy malo llamado Asmodeo, los mataba. Las sirvientas le decían a Sara: Has tenido siete esposos y ni siquiera llevas el apellido de uno de ellos. ¡Tú eres quien los ha matado!

9 ¡No es culpa nuestra que no tengas marido! ¡No te desquites con nosotros! ¡Ojalá te mueras sin tener hijos!

10 Al oír esto, Sara se puso muy triste y comenzó a llorar. Subió al segundo piso de la casa de su padre, decidida a ahorcarse. Sin embargo, lo pensó dos veces y se dijo: No está bien que me ahorque, pues le causaré a mi padre una gran vergüenza. Seguramente la gente le dirá: «La única hija que tenías, y que tanto amabas, se mató porque no pudo soportar sus sufrimientos». Si me quito la vida, mi anciano padre se morirá de tristeza. Mejor le pediré a Dios que me quite la vida. Así no tendré que soportar más insultos.

11 Luego Sara fue hacia la ventana, y levantando sus brazos hizo esta oración: Bendito seas por siempre, Dios de amor; ¡bendito sea tu nombre! ¡Que toda tu creación te alabe para siempre!

12 Hacia ti dirijo la mirada en busca de auxilio.

13 ¡Por favor, quítame la vida! ¡Ya no quiero oír tantos insultos!

14 Dios mío, tú sabes que soy virgen; nunca he tenido relaciones sexuales.

15 Aunque soy prisionera en este país, nadie puede hablar mal de mí, ni tampoco de mi padre. Yo soy su única hija; no tiene otro heredero. No tengo pariente cercano con quien pueda casarme. He tenido siete esposos, y todos han muerto; ¿para qué seguir viviendo? Pero si no quieres que yo muera, ¡ten compasión de mí y escúchame! ¡Ponle fin a tantos insultos!

16-17 Mis oraciones y las de Sara fueron contestadas al mismo tiempo: Cuando volví del patio a mi casa, y ella bajó del segundo piso, Dios en su inmenso poder había resuelto todo, enviando al ángel Rafael para sanarnos. Yo recobré la vista y pude ver la luz. El malvado demonio Asmodeo dejó en paz a Sara, y ella pudo casarse con mi hijo Tobías y conservar su herencia. Y es que Tobías tenía más derecho a casarse con ella que cualquier otro pretendiente, pues era su pariente más cercano.

4 Consejos de Tobit a su hijo

1 Ese día me acordé de las bolsas de plata que había dejado en casa de Gabael, en la ciudad de Ragues del país de Media.

2 Y pensé: Le he pedido a Dios que me permita morir; así que lo mejor es que le hable a mi hijo Tobías acerca de esa plata.

3 Entonces llamé a Tobías y le di estos consejos: Cuando yo muera, hazme un entierro como se merece cualquier ser humano. Respeta siempre a tu madre y nunca la abandones; cumple sus deseos y no la hagas enojar con tu conducta.

4 Hijo mío, recuerda que ella pasó por muchos peligros cuando estaba embarazada y esperaba que nacieras. Cuando ella muera, entiérrala en la misma tumba, junto a mí.

5 Acuérdate también de obedecer a Dios todos los días de tu vida; no peques contra él y aléjate del consejo de los malvados.

6 Si eres un hombre honesto, te irá bien en todo lo que hagas.

7 Ésa es la recompensa de la gente honesta. Usa tus riquezas para ayudar a los necesitados, y no seas tacaño. Si alguien te pide ayuda, no se la niegues, para que Dios no te niegue su ayuda.

8 Ayuda a los demás de acuerdo con tus posibilidades: aunque tengas poco, no tengas miedo de tomar una parte para ayudar a otros.

9 Si lo haces, cuando tú pases necesidad tendrás muchos amigos que te ayudarán.

10 Ayudar a otros te puede salvar la vida y sacar de la desgracia.

11 Pues lo que le damos a otros es como una ofrenda valiosa que damos al Dios altísimo.

12-13 Hijo mío, cásate con una mujer israelita, y no con una extranjera. Recuerda que somos descendientes de profetas. Nuestros antepasados, Noé, Abraham, Isaac y Jacob, se casaron con mujeres que eran familiares de ellos, y Dios bendijo a sus hijos, y sus descendientes heredarán la tierra. Ama a todos los israelitas, pues son tus compatriotas. No te creas superior a nadie. La recompensa de los orgullosos es la ruina, y nunca viven tranquilos. A los perezosos les espera la pobreza, y pasarán hambre.

14 No dejes de pagar a tiempo el salario de tus obreros. Sirve a Dios, y él te premiará. Pórtate bien y muestra buena educación.

15 Lo que no te gusta que te hagan, no se lo hagas a los demás. No tomes vino hasta emborracharte; ¡no te conviertas en un borracho!

16 Comparte tu comida con los que pasan hambre, y tu ropa con los que no la tienen. Regala lo que te sobra, y no seas tacaño.

17 Reparte tu pan solamente en los velorios de la gente honesta.

18 Pide consejos a la gente que sabe elegir lo bueno, y nunca desprecies un buen consejo.

19 Da gracias a Dios siempre, y pídele que te vaya bien en todo lo que hagas. Nadie es dueño de la sabiduría. Es Dios quien nos da toda clase de bienes, pero también humilla a quien él quiere humillar, y lo hace caer hasta lo más bajo. Hijo mío, apréndete bien estos consejos y nunca te olvides de ellos.

20 También quiero que sepas que dejé guardados trescientos treinta kilos de plata en la casa de Gabael hijo de Gabrí, en la ciudad de Ragues del país de Media.

21 Por eso no te preocupes de que ahora seamos pobres; si respetas a Dios, haces lo que a él le agrada y te alejas del pecado, serás muy rico.

5 Tobías viaja al país de Media

1 Tobías me contestó: —Padre mío, haré todo lo que me pides.

2 Pero dime, ¿cómo hago para que Gabael me entregue la plata, si él no me conoce ni yo a él? ¿Qué señal le puedo dar para que me crea y me entregue la plata? ¡Ni siquiera sé cómo llegar a ese país!

3 Yo le dije: —Gabael y yo firmamos un documento, lo partimos en dos y cada uno guardó una parte. Yo puse mi parte junto con la plata. ¡Hace ya veinte años que la dejé guardada! Ahora, hijo mío, busca a un hombre de confianza que vaya contigo para recuperar esa plata. Dile que le pagaremos por cada día que dure el viaje.

El ángel Rafael acompaña a Tobías

4 Tobías fue a buscar a alguien que conociera bien el camino y lo llevara al país de Media. Cuando salió, se encontró con el ángel Rafael, pero Tobías no sabía que era un ángel de Dios.

5 Entonces, Tobías le preguntó: —Joven, ¿de dónde eres? Y el ángel le respondió: —Soy israelita, al igual que tú, y estoy buscando trabajo. Tobías le preguntó: —¿Sabes cómo llegar al país de Media?

6 —¡Por supuesto!— contestó el ángel. —Conozco bien todos esos caminos. He ido muchas veces, y me he quedado en la casa de Gabael, un israelita que vive en Ragues, ciudad de ese país. El viaje de Ecbatana a Ragues se hace en dos días, si es que no se encuentran dificultades en el camino. Esas dos ciudades están en las montañas.

7 Entonces Tobías le dijo: —Joven, necesito que me lleves allá. Te pagaré lo que me pidas; sólo déjame ir a decírselo a mi padre.

8 —Está bien,— respondió el ángel. —Aquí te espero, pero no tardes.

9 Tobías vino y me dijo: —Ya encontré a alguien que me acompañe, y además es israelita. —Dile que venga —le dije yo—. Quiero saber a qué tribu y a qué familia pertenece, para ver si podemos confiar en él.

10 Tobías fue a llamarlo, y le dijo: —Joven, mi padre quiere conocerte. Cuando el ángel entró en la casa, lo saludé primero, y él me contestó: —¡Qué tengas paz y salud! Pero yo le contesté: —¡Qué paz ni qué salud! Estoy tan ciego que ni siquiera puedo ver la luz del sol. Escucho a la gente, pero no la puedo ver. Vivo en la oscuridad. ¡Estoy muerto en vida! —¡No se desespere!— me dijo el ángel Rafael. —Dios lo sanará pronto. ¡Tenga confianza! Yo le dije: —Mi hijo Tobías quiere ir hasta el país de Media, ¿podrías acompañarlo y servirle de guía? Yo te pagaré por tus servicios. —Claro que sí —me respondió—. He ido muchas veces a ese país, y he recorrido sus cerros y valles; conozco bien esos caminos.

11 Entonces le pregunté: —Dime una cosa, amigo, ¿de qué tribu y de qué familia eres?

12 Y el ángel me contestó: —¿Para qué quieres saber de qué tribu soy? Le respondí: —Para mí es muy importante saber quién eres y cómo te llamas.

13 —Me llamo Azarías— me contestó, —y soy hijo del famoso Ananías, que también es israelita.

14 Entonces le dije: —¡Bienvenido! No te enojes por las preguntas que te hice, porque ahora resulta que tú eres nuestro pariente. Perteneces a una muy buena familia. Conozco muy bien a Ananías y a Natán, los hijos del famoso Semelías. Acostumbrábamos ir juntos a Jerusalén para adorar, y sé que se han mantenido fieles a Dios. Son muy buena gente. ¡Sin duda perteneces a una muy buena familia!

15-16 Si aceptas ir con mi hijo, te pagaré el salario justo por cada día de trabajo, más un pago extra y todo lo que necesites para el viaje.

17 El ángel me contestó: —Yo iré con su hijo; no se preocupe, porque el camino es seguro. Regresaremos sanos y salvos, tal como partimos. Yo exclamé: —¡Que Dios te bendiga! Luego llamé a Tobías, y le dije: —Hijo mío, prepara todo para el viaje, y vete con nuestro buen amigo. Que el Dios del cielo los cuide y los traiga de regreso sanos y salvos. Que el ángel de Dios los acompañe y los proteja. Tobías nos besó a mí y a su madre, y emprendió el viaje. Yo le gritaba: ¡Qué tengas un buen viaje!

18 Pero su madre, llorando, me reclamó: —¿Por qué mandaste a mi hijo a ese viaje? ¡Él es todo el apoyo que tenemos y siempre está con nosotros!

19 ¿De qué nos servirá tener más dinero si perdemos a nuestro hijo?

20 ¡Con lo que Dios nos da es suficiente para vivir!

21 Pero yo la consolé, y le dije: —¡No te angusties! Nuestro hijo regresará sano y salvo. Así como lo ves partir, lo verás regresar.

22 Mi amor, no te preocupes ni tengas miedo. Un ángel bueno lo acompañará en todo el camino, y nos lo traerá sano y salvo.

23 Entonces ella dejó de llorar.

6 Relato del viaje de Tobías y Rafael

1 Tobías y el ángel iniciaron su viaje, y un perro los siguió. Ese día caminaron hasta que se hizo de noche, y acamparon a la orilla del río Tigris.

2 Tobías bajó al río a lavarse los pies, pero un pez muy grande saltó del agua y quiso morderle el pie. Tobías gritó,

3 pero el ángel le dijo: —¡Atrapa ese pez y no lo sueltes! Entonces Tobías agarró el pez y lo arrojó al suelo.

4-5 Y el ángel le dijo: —Abre el pescado y sácale la hiel, el corazón y el hígado. Guárdalos, porque sirven como remedio. Pero tira los intestinos. Tobías le hizo caso. Luego asó un pedazo de pescado y se lo comió. Al resto del pescado le puso sal y lo guardó.

6 Siguieron el viaje hasta que llegaron al territorio del país de Media.

7 Entonces Tobías le preguntó al ángel: —Azarías, ¿qué enfermedades se pueden curar con la hiel, el corazón y el hígado del pescado?

8 El ángel le contestó: —Cuando un espíritu malo o un demonio ataca a una persona, se queman delante de esa persona el corazón y el hígado, y nunca más la vuelven a atacar.

9 Si una persona tiene cataratas en los ojos, se le unta hiel en ellos y se les sopla, y la persona queda curada.

10 Cuando se acercaban a la ciudad de Ecbatana,

11 el ángel Rafael dijo: —¡Amigo Tobías, escúchame! —¿De qué se trata?— contestó Tobías. El ángel le respondió: —Esta noche tenemos que quedarnos en casa de tu pariente Ragüel. Él tiene una hija que se llama Sara.

12 Es su única hija, y tú eres el pariente con más derecho a casarse con ella, y a heredar las riquezas de su padre. Sara es inteligente, valiente y muy bella. Además, su padre es un buen hombre.

13 Escúchame bien, tú tienes el derecho de casarte con ella; por eso esta misma noche le pediré a su padre que ella se case contigo. Cuando regresemos de Ragues celebraremos la boda y la llevaremos a tu casa. No tengo duda de que Ragüel te la dará como esposa a ti y no a otro. Él sabe bien que tú eres el que tiene más derecho a casarte con ella. No puede negarte ese derecho, pues sería castigado con la muerte. Así lo establece la ley de Moisés.

14 Pero Tobías le contestó: —Azarías, he oído que ella se ha casado siete veces, y que un demonio ha matado a los siete esposos en la misma noche de bodas, justo antes de que tuvieran relaciones sexuales.

15 Dicen que el demonio no le hace daño a ella, pero que mata a cualquiera que desee enamorarla. Tu plan me da miedo, pues el demonio podría matarme. Mis padres se morirían de tristeza, pues yo soy su único hijo. Si yo muero, no habrá quien entierre a mis padres.

16 Pero el ángel le respondió: —Acuérdate de los consejos que te dio tu padre. Él te recomendó que te casaras con una mujer de la familia de tu padre. ¡Hazme caso, amigo mío! No le tengas miedo a ese demonio, y cásate con Sara. Tengo la seguridad de que esta misma noche te podrás casar con ella.

17 Si así fuera, cuando entres al cuarto con ella, toma un poco del hígado y del corazón del pescado. Échalos en el hornillo del incienso para que se quemen. Cuando el humo llene la habitación, el demonio saldrá huyendo, y nunca más se acercará a Sara.

18 Antes de tener relaciones sexuales con ella, levántense de la cama, pónganse a orar y pídanle al Dios del cielo que tenga compasión de ustedes y los libre del mal. No tengas miedo, porque desde un principio Dios ha planeado que ella sea tu esposa. Tú la librarás del demonio, y ella irá contigo y te dará hijos, a los cuales amarás mucho. No te preocupes de nada.

19 Cuando Tobías escuchó que Sara y él eran parientes, se enamoró de ella.

7 Tobías llega a casa de Ragüel

1 Al llegar a Ecbatana, Tobías le dijo al ángel: Azarías, amigo mío, llévame enseguida a la casa de nuestro pariente Ragüel. El ángel así lo hizo, y cuando llegaron a la casa, Ragüel estaba sentado junto a la puerta. Tobías y el ángel lo saludaron, y él les contestó: —¡Buenos días, amigos! ¡Bienvenidos! Y los invitó a entrar en su casa.

2 Luego le comentó a Edna, su esposa: —¡Cómo se parece este muchacho a mi pariente Tobit!

3 —Amigos— preguntó Edna, —¿de dónde son ustedes? —Somos de la tribu de Neftalí— contestaron ellos. —Vivimos en Nínive desde que nos llevaron prisioneros a ese país.

4 Entonces Edna les hizo otra pregunta: —¿Conocen a Tobit, nuestro pariente? —¡Claro que lo conocemos!— respondieron ellos.

5 —¿Se encuentra bien?— volvió a preguntarles. —Sí, está bien —respondieron ellos. Entonces Tobías añadió: —¡Tobit es mi padre!

6 Ragüel se levantó de un salto, y con lágrimas en los ojos lo besó y le dijo: —¡Bendito seas, hijo mío! ¡Tu padre es un buen hombre! ¡Qué terrible que un hombre tan bueno y generoso se haya quedado ciego! Ragüel no dejaba de llorar y de abrazar a Tobías.

7 Edna y Sara también lloraban.

8 Fue tanta la alegría de Ragüel al recibir a Tobías y a Azarías, que mandó matar un cordero para la cena.

Boda de Tobías y Sara

9 Después de bañarse, Tobías y el ángel se sentaron a la mesa. Tobías le dijo: —Azarías, amigo mío, dile a Ragüel que permita que me case con Sara.

10-11 Ragüel lo oyó y le dijo al muchacho: —Tú eres nuestro pariente más cercano. No hay ningún otro hombre que tenga más derecho a casarse con mi hija Sara. Sólo a ti te la podría dar como esposa. Así que, disfruta de la cena y descansa bien esta noche. Además quiero serte bien sincero. Mi hija se ha casado siete veces, pero cada uno de sus esposos ha muerto la misma noche de bodas, antes de tener relaciones sexuales. Pero no te preocupes, que si te casas con ella, Dios cuidará de ustedes.

12 Entonces Tobías le contestó: —No comeré hasta que me des una respuesta. —Está bien —respondió Ragüel—. Ahora mismo te doy mi permiso de casarte con Sara, pues así lo ordena la ley de Moisés. Yo sé que ésta es la voluntad de Dios. Sara será tu esposa para siempre. Sólo le pido al Dios del cielo que los bendiga, y que esta noche tenga compasión de ustedes y les dé su paz.

13 Luego Ragüel mandó a llamar a su hija Sara. Cuando ella llegó, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciéndole: —Te entrego a mi hija, cumpliendo así lo que está ordenado en la ley de Moisés. Recíbela y vuelve sano y salvo a casa de tus padres. ¡Que el Dios del cielo les dé su paz!

14 Ragüel también llamó a su esposa y le pidió una hoja de papel para escribir el acta de matrimonio. Y así quedó escrito que Ragüel entregaba a su hija para que fuera esposa de Tobías, tal como lo ordena la ley de Moisés. Después de esto, comenzaron a cenar.

15-16 Al terminar, Ragüel le dijo a su esposa: —Querida, prepara la otra habitación, para Sara y Tobías. Edna así lo hizo, y empezó a llorar por su hija. Mientras secaba sus lágrimas, le dijo a Sara:

17 —No te desanimes, hija mía. ¡Que el Dios del cielo te dé alegría, y te quite la tristeza! ¡Confía en Dios! Entonces Edna salió de la habitación.

8 Tobías vence al demonio

1 Cuando terminaron de cenar, llevaron a Tobías a la habitación, pues ya era hora de dormir.

2 Allí Tobías se acordó de lo que le había dicho el ángel Rafael. Entonces sacó de la bolsa el hígado y el corazón del pescado, y los puso a quemar sobre el hornillo del incienso.

3 El olor del pescado espantó al demonio, y éste salió huyendo. El demonio no paró hasta llegar a Egipto, y allí el ángel Rafael lo encadenó.

4 Al salir de la habitación, Ragüel y Edna cerraron la puerta. Entonces Tobías se levantó de la cama y le dijo a Sara: Levántate, querida, vamos a pedirle a Dios que tenga compasión de nosotros y nos proteja.

5 Ella se levantó, y comenzaron a orar, pidiendo a Dios que los protegiera. Ésta es la oración que hicieron: Alabado seas por siempre, Dios de nuestros antepasados. Que el cielo y la tierra, y todo lo que has creado, por siempre te alaben.

6 Tú creaste al hombre, y le diste a la mujer como esposa y compañera, y de ellos nació toda la raza humana. Tú dijiste: «No está bien que el hombre esté solo. Voy a hacerle alguien que lo acompañe y lo ayude».

7 No me he casado con Sara para satisfacer mis deseos sexuales, sino para amarla como esposa. ¡Ten compasión de nosotros, y permítenos vivir juntos hasta que seamos viejos!

8 Los dos dijeron: ¡Amén, amén!

9 Luego se acostaron, y durmieron juntos esa noche.

10 Antes de que amaneciera, Ragüel se levantó y ordenó a sus sirvientes que cavaran una tumba. Pensó que, si Tobías había muerto, lo mejor sería enterrarlo. Y es que tenía miedo de que la gente se enterara de lo sucedido, y comenzara a insultarlo y a burlarse de él.

11 Cuando terminaron de cavar la tumba, Ragüel regresó a su casa y le dijo a su esposa:

12 Pídele a una sirvienta que vaya a la habitación, a ver si Tobías está vivo. Porque si está muerto, lo enterraremos sin que nadie se dé cuenta.

13 Entonces, encendieron una lámpara, abrieron la puerta de la habitación y le dijeron a la sirvienta que entrara. Ella entró y encontró a Tobías y a Sara juntos y bien dormidos.

14 La sirvienta salió y les informó que Tobías estaba vivo, y que no le había pasado nada malo.

15 Al oír eso, Ragüel alabó al Dios del cielo de esta manera: ¡Bendito seas, Dios mío! Tú eres digno de las alabanzas más sinceras. ¡Bendito seas por siempre!

16 Gracias por esta gran alegría. Temía que pasara lo peor, pero tú demostraste tu gran amor por nosotros.

17 ¡Bendito seas, Dios mío! Tobías y Sara son nuestros únicos hijos, y tuviste compasión de ellos. ¡Trátalos bien y cuídalos! Dales una vida llena de alegría y que gocen de tu bondad.

18 Ragüel les ordenó a sus sirvientes que taparan la tumba antes de que amaneciera,

19 y a su esposa le dijo que preparara un gran banquete. Luego fue al establo y escogió dos bueyes y cuatro carneros; los mandó matar, y empezaron a preparar la fiesta.

20 Después Ragüel mandó a llamar a Tobías y le dijo: Hasta ahora, mi hija había sufrido mucho; por eso te pido que te quedes aquí dos semanas más. Durante ese tiempo, come, bebe y haz feliz a mi hija.

21 Luego podrás llevarte la mitad de mis riquezas y regresar en paz a la casa de tu padre. Cuando mi mujer y yo muramos, la otra mitad de mis bienes también será tuya. ¡Anímate, hijo mío! ¡Ten confianza! Para Edna y para mí ya eres nuestro hijo, y de ahora en adelante tú y Sara pueden contar con nuestro apoyo.

9 Tobías envía al ángel a recoger la plata

1 Tobías llamó al ángel y le dijo:

2 Azarías, amigo mío, toma cuatro sirvientes y dos camellos, y vete a Ragues, a casa de Gabael. Dale la contraseña que te di, recoge la plata y luego invítalo a mi fiesta de bodas.

3-4 Tú sabes que mi padre se preocupa demasiado, y ya estará impaciente por mi regreso; mientras más me tarde, más triste se va a poner. Tú sabes que Ragüel juró que no me dejaría ir. ¡Debo atender a sus deseos!

5 El ángel salió rumbo a Ragues, con los cuatro sirvientes y los dos camellos. Cuando llegaron, se quedaron en la casa de Gabael. El ángel le dio a Gabael la contraseña para que le entregara la plata. También le dijo que Tobías se había casado, y que lo invitaba a su fiesta de bodas. De inmediato, Gabael entregó los sacos de plata, que todavía estaban sellados, y ordenó que los cargaran sobre los camellos.

6 Al otro día, el ángel y Gabael se levantaron muy temprano, y se fueron a la fiesta de bodas. Cuando llegaron a la casa de Ragüel, encontraron a Tobías sentado a la mesa. Tobías se levantó y saludó a Gabael, quien con lágrimas en los ojos lo bendijo con estas palabras: ¡Eres un buen hijo! Tu padre es un hombre bueno, generoso y honrado. ¡Que Dios, desde el cielo, te bendiga a ti y a tu esposa! ¡Que Dios bendiga a tus suegros! ¡Doy gracias a Dios, pues me permitió conocerte! ¡Eres el vivo retrato de mi primo Tobit!

10 La preocupación de los padres de Tobías

1 Tobit había calculado cuánto tardaría su hijo en ir y volver de Ragues. Cuando vio que su hijo tardaba más de lo esperado,

2 dijo: ¿Habrá tenido algún problema? ¿O será que Gabael murió y no hay quien le entregue la plata a mi hijo?

3 Y empezó a preocuparse.

4-5 Por su parte, Ana, la madre de Tobías, lloraba, y con mucha tristeza decía: —¡Mi hijo ha muerto y no regresará! ¡Ay, hijo mío!, ¿por qué te dejé ir, si eras la luz de mis ojos?

6 Tobit trataba de consolarla, y le decía: —¡Cálmate, querida, no te preocupes ni te pongas triste! Seguro que Tobías está sano y salvo, y pronto regresará. Algo lo habrá obligado a demorarse. Además, el hombre que lo acompaña es pariente nuestro, y podemos confiar en él.

7 Pero ella le contestó: —No trates de engañarme. ¡Nuestro hijo está muerto! ¡Cállate y vete de aquí! Ella no le hacía caso a nadie. Todos los días se levantaba y se quedaba mirando el camino por donde volvería su hijo. Cuando anochecía, entraba en la casa, se quejaba y lloraba toda la noche, sin poder dormir.

La despedida de Tobías

8 Cuando pasaron las dos semanas de la fiesta de bodas, Tobías le dijo a Ragüel: —Querido suegro, gracias por la fiesta de bodas. Pero tú sabes en qué situación dejé a mis padres; por eso te ruego que me dejes regresar a mi casa. Ellos deben estar muy preocupados, pensando que ya no volverán a verme.

9 Pero Ragüel le contestó: —Hijo mío, quédate conmigo. Yo enviaré un mensajero a tus padres, para que les diga que estás bien. Sin embargo, Tobías insistió: —¡No, no! ¡Por favor, déjame regresar a casa de mi padre!

10 Al ver que ya no podía convencerlo, Ragüel decidió darle permiso de marcharse junto con Sara. También le dio la mitad de todas sus riquezas: sirvientes y sirvientas, vacas, toros, ovejas, burros y camellos, así como ropa, utensilios y dinero.

11 Luego, al despedirse de ellos le dijo a Tobías: Adiós, hijo mío. Que tengas un buen viaje. Que el Dios del cielo los guíe a ti y a tu esposa por buen camino. Espero que Dios me permita ser abuelo antes de morir.

12 A Sara le dijo: Que tengas buen viaje, hija mía. Cuando llegues a casa de tus suegros, ellos serán tus padres, al igual que nosotros. Ojalá que mientras yo viva, sólo tenga buenas noticias de ti. Luego Ragüel se despidió de ellos con un abrazo.

13 Edna, por su parte, le dijo a Tobías: Hijo mío, que Dios te acompañe y que vuelvas con bien a tu casa. Espero que Dios me permita ser abuela antes de morir. Él es testigo de que pongo a mi hija bajo tu cuidado; nunca la hagas sufrir. Ve en paz, hijo mío, que de ahora en adelante yo seré para ti como una madre, y mi hija será para ti como una hermana. ¡Ojalá pudiéramos vivir todos juntos! Enseguida Edna se despidió con un beso.

14 Tobías, por su parte, les dijo a sus suegros: ¡Espero que mientras yo viva, pueda darles a ustedes el honor que se merecen! Tobías salió de la casa de Ragüel sano y salvo. Iba feliz porque Dios, creador del cielo y de la tierra, y rey de toda la creación, le había dado un buen viaje. Por eso lo alabó y le pidió que bendijera a sus suegros.

11 Tobías regresa a su casa

1 Cuando ya estaban cerca de la ciudad de Caserín, que está frente a Nínive, el ángel le dijo a Tobías:

2 Tú sabes en qué condiciones dejamos a tu padre.

3 Vamos a adelantarnos a Sara. Así prepararemos la casa para cuando ella llegue junto con los demás.

4 El ángel y Tobías se adelantaron, y el perro se fue tras ellos. El ángel le dijo a Tobías: Ten lista la hiel del pescado.

5-8 Antes de llegar a la casa, el ángel le dijo a Tobías: Estoy seguro de que tu padre volverá a ver. Si le pones la hiel del pescado en los ojos, se le quitarán las cataratas y volverá a ver. Ana estaba sentada, con la mirada fija en el camino. De repente, sin verlo ni oírlo, sintió que su hijo se acercaba, y le dijo a su esposo: ¡Ya viene tu hijo con su amigo!

9 Entonces salió corriendo y, con lágrimas en los ojos, abrazó a Tobías y exclamó: Hijo mío, qué alegría volverte a ver; ¡ya puedo morir tranquila!

10 Tobit se levantó y, con dificultad, logró salir a la puerta del patio.

11 Tobías fue a su encuentro y lo tomó de la mano. Luego le sopló en los ojos, le puso la hiel del pescado y le dijo: ¡Ten confianza, padre mío!

12 Enseguida Tobías le despegó con ambas manos las cataratas de los ojos.

13 Entonces Tobit lo abrazó y le dijo: ¡Hijo mío, luz de mis ojos, ya puedo verte!;

14 y alabó a Dios con estas palabras: ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea su gran poder! ¡Benditos sean sus santos ángeles! ¡Alabado sea Dios por siempre! Aunque me castigó, tuvo compasión de mí y me permitió ver a mi hijo.

15 Tobías entró en la casa muy contento, alabando a Dios en voz alta. Luego le contó a su padre que había tenido un viaje sin problemas. También le dijo que traía la plata, que se había casado con Sara, la hija de Ragüel, y que ella estaba por llegar a Nínive.

16 Tobit salió entonces a la puerta de la ciudad a recibir a su nuera. Iba muy contento y alabando a Dios. Cuando la gente de Nínive lo vio caminando con paso seguro y sin ayuda, se sorprendió. Tobit les contó a todos que Dios había tenido compasión de él y le había devuelto la vista.

17 Al ver a Sara, la bendijo diciéndole: ¡Hija mía, bendito sea Dios que te trajo a nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías, y bendita seas tú! ¡Bienvenida, ésta es tu casa! ¡Que la bendición y el gozo de Dios estén siempre contigo!

18 Ese día, todos los judíos que vivían en Nínive hicieron una gran fiesta.

19 Y Ajicar y Nadab, que eran sobrinos de Tobit, fueron a felicitarlo.

12 El ángel se da a conocer

1 Cuando terminó la fiesta de bodas, Tobit llamó a su hijo y le dijo: —Tobías, ya es tiempo de pagarle a tu amigo el salario acordado. Págale ahora, y dale algo más.

2 Tobías le respondió: —Padre, ¿qué salario sería justo? Aun si le diera la mitad de todas las cosas que traje, yo no saldría perdiendo.

3 Él me trajo sano y salvo, sanó a mi esposa, me ayudó a traer la plata, y también te sanó a ti. ¡No hay dinero en el mundo con qué pagarle todos esos favores!

4 —Hijo mío— contestó Tobit, —por lo menos dale la mitad de todo lo que trajiste.

5 Entonces Tobías llamó al ángel y le dijo: —Te has ganado la mitad de todo lo que traje. Ya puedes irte en paz.

6 El ángel llevó a Tobías y a su padre a un lugar aparte, y les dijo en secreto: —Alaben a Dios y cuenten a todos lo que él ha hecho por ustedes. Alábenlo y canten himnos en su honor. No se cansen de darle gracias a Dios.

7-11 Si bien los secretos de un rey no deben contársele a nadie, lo que Dios ha hecho con ustedes deben contárselo a todo el mundo. Hagan el bien y no les pasará nada malo. Es mejor orar con sinceridad, ser justo y generoso, que conseguir riquezas siendo injusto con los demás. Es mejor compartir con el pobre lo que uno tiene, que amontonar riquezas. Si ustedes dan dinero al necesitado, Dios los librará de la muerte, les perdonará sus pecados, y les dará una larga vida. Pero la gente injusta y que no obedece a Dios pone en peligro su propia vida. Ahora les voy a contar la verdad.

12 Cuando Sara y Tobit oraron, yo llevé sus oraciones ante la presencia del Dios todopoderoso. Le conté a Dios que tú, Tobit, no soportabas ver los cadáveres de tus compatriotas tirados en la calle, sino que los levantabas y los enterrabas.

13 Por eso, el día que no dudaste en levantarte de la mesa y dejar tu comida para enterrar a un muerto, Dios me envió para averiguar si tú realmente le eras fiel.

14 Entonces Dios me envió a sanarte, y también me envió a sanar a tu nuera.

15 Mi verdadero nombre es Rafael, y soy uno de los siete ángeles que sirven al Dios todopoderoso y siempre están en su presencia.

16 Al oír esto, Tobías y Tobit comenzaron a temblar y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente.

17 Pero el ángel les dijo: —¡Tranquilos! ¡No tengan miedo! Al contrario, alaben a Dios en todo momento.

18 Yo no vine por mi propia cuenta; fue Dios quien me envió. Por eso, alábenlo siempre y canten himnos en su honor.

19 Aunque ustedes me han visto comer y beber, en realidad no lo hacía; sólo fingía hacerlo, pues soy un ángel.

20 Alaben al Dios de la tierra, y denle gracias. Ahora regreso a donde está Dios. Pero ustedes, pongan por escrito todo lo que les ha pasado. Mientras el ángel subía al cielo,

21 Tobit y su hijo lo seguían con la mirada. Finalmente lo perdieron de vista.

22 En ese momento comenzaron a alabar a Dios y a cantarle himnos. Le dieron gracias por permitirles ver algo tan maravilloso: ¡habían visto a un ángel de Dios!

13 Tobit alaba a Dios

1 Tobit alabó a Dios de la siguiente manera:

2 Te doy gracias, Dios mío, tú que vives y reinas para siempre. Tú castigas al desobediente, pero también lo perdonas; lo arrojas a la muerte, pero también lo salvas. ¡Para ti no hay nada imposible!

3-4 ¡Israelitas, alaben a Dios ante todas las naciones! Él ha demostrado su gran poder en las naciones adonde los envió. Alábenlo ante todo el mundo, porque él es nuestro Rey; él es nuestro Dios y nuestro Padre desde ahora y para siempre.

5 Dios los castigó por todo el mal que han hecho, pero también les tendrá compasión. Los sacará de las naciones en las que viven prisioneros y los volverá a reunir en su país.

6 Si vuelven a obedecer a Dios con todas las fuerzas de su ser, él volverá a amarlos y nunca los abandonará.

7 Alaben a Dios con todas sus fuerzas, porque él siempre los trata bien. Alaben al Dios de la justicia, alaben al Rey eterno.

8 Dios me sacó de Israel y me trajo hasta Nínive. En esta tierra de mi castigo alabo a Dios por su gran poder. Delante de todos estos pecadores alabo la grandeza de mi Dios. Les pido que se arrepientan, y que dejen de hacer lo malo para que Dios los perdone.

9 Alabaré a mi Dios, el Rey del cielo, y celebraré su grandeza.

10 ¡Habitantes de Jerusalén, alaben a Dios! ¡Jerusalén, eres la ciudad de Dios! Pero él te castigará por los pecados de tus habitantes, aunque tendrá compasión de quienes hagan lo bueno.

11 ¡Alaben a Dios, habitantes de Jerusalén! Alábenlo como él se merece. Alaben al Rey eterno, y con alegría volverán a ver su templo reconstruido.

12 Cuando los israelitas vuelvan a Jerusalén, Dios los llenará de alegría, y a los que han sufrido los amará para siempre.

13 Jerusalén, tu luz brillará hasta el último rincón del mundo. Desde lugares muy lejanos vendrán a ti muchas naciones, para alabar al Dios de Israel. En sus manos traerán ofrendas, para el Rey del cielo. Los habitantes de la tierra lo alabarán con alegría, y tú, Jerusalén, jamás serás destruida.

14 ¡Jerusalén, que caiga una maldición sobre todos los que te insulten! ¡Que caiga una maldición sobre los que te destruyan, y los que derriben tus muros! ¡Que caiga una maldición sobre los que derriben tus torres y prendan fuego a tus casas! ¡Jerusalén, que Dios bendiga para siempre a todos los que te reconstruyan!

15 Entonces recibirás con alegría a todos los que hacen el bien, y ellos se reunirán para alabar a Dios, el Rey del universo. ¡Jerusalén, que Dios bendiga a los que te aman! ¡Que bendiga a los que te vean prosperar y se llenen de alegría!

16 ¡Que bendiga a los que te vean sufrir y sientan pesar por tu castigo! Todos ellos se llenarán de alegría cuando Dios te haga feliz para siempre. ¡Alabo al Dios todopoderoso!

17 Porque Jerusalén será reconstruida, y el templo de Dios jamás será destruido. ¡Jerusalén, mi gozo será completo si Dios permite que mis descendientes lleguen a ver tu hermosura y adoren a Dios, el Rey del cielo! Jerusalén, tus portones serán reconstruidos con zafiros y esmeraldas. Tus murallas serán reconstruidas con piedras preciosas. Tus torres y defensas, con oro puro, y tus plazas serán pavimentadas con rubíes y joyas preciosas.

18 La gente vendrá a ti y alabará a Dios para siempre. En tus portones la gente cantará con alegría, y en sus casas todos gritarán: «¡Aleluya! ¡Alabado sea el Dios de Israel!».

14 Últimos consejos de Tobit a su hijo

1 Así terminó Tobit su alabanza a Dios.

2 Cuando Tobit quedó ciego tenía sesenta y dos años. Después de recuperar la vista, obtuvo muchas riquezas, ayudó a los necesitados, y siguió adorando a Dios y proclamando su poder. Tobit murió en paz, a la edad de ciento doce años, y fue sepultado con honores en la ciudad de Nínive.

3 Poco antes de morir, Tobit llamó a su hijo Tobías y le dio estos consejos: Hijo mío, toma a tus hijos

4 y vete con ellos al país de Media; allí estarás más seguro que en Asiria o en el país de Babilonia. Recuerda lo que Dios anunció por medio del profeta Nahúm en contra de Nínive. Yo estoy seguro de que, en su momento preciso, se cumplirá todo lo que Dios anunció por medio de los profetas. Ni una sola de las profecías contra el país de Asiria y su capital Nínive dejará de cumplirse. Los israelitas que viven en Israel serán expulsados de su patria y llevados a distintos países. Nuestro bello país será destruido por completo: Samaria y Jerusalén quedarán desiertas, y el templo de Dios será quemado y quedará en ruinas por un tiempo.

5 Pero Dios tendrá compasión de los israelitas y los llevará de nuevo a su tierra. Cuando llegue el tiempo fijado por Dios, el templo será reconstruido, aunque no llegará a ser tan hermoso como el primero. Tiempo después, tal y como lo anunciaron los profetas, los israelitas regresarán al país, y reconstruirán el templo y la ciudad de Jerusalén con toda su belleza.

6 Todas las naciones de la tierra abandonarán a los dioses falsos que los engañaron con sus mentiras. Entonces reconocerán y alabarán a Dios como su rey soberano, y lo adorarán con sinceridad.

7 En aquellos días, todos los israelitas que hayan sobrevivido, volverán a obedecer a Dios. Se reunirán en Jerusalén, tierra de Abraham, y allí vivirán seguros por siempre. Dios mismo les devolverá esa tierra. Los que en verdad aman a Dios se alegrarán, pero los pecadores y malvados serán expulsados de esa tierra.

8-9 Ahora pues, hijo mío, te pido a ti y a tus hijos que obedezcan a Dios con sinceridad, y que siempre hagan lo que a él le agrada. Enseñen a sus hijos a ser justos y a compartir todo lo que tienen con los necesitados. Díganles que nunca se alejen de Dios y lo alaben en todo tiempo con todas sus fuerzas. Hijo mío, el mismo día que muera tu madre y la entierres junto a mí, vete de la ciudad de Nínive. ¡Ni siquiera pases la noche aquí! En esta tierra hay mucha maldad y engaño, y veo que a nadie le importa.

10 Tú sabes que Nadab enterró vivo a mi sobrino Ajicar, que era su padre adoptivo. Pero como Ajicar siempre compartió lo que tenía con los más necesitados, Dios lo sacó de la tumba, y delante de él castigó a Nadab enviándolo a la muerte eterna.

11 Recuerda que Dios bendice a los que ayudan a los necesitados, pero castiga con la muerte a los malvados. Espero que tú y tus hijos nunca se olviden de esto. En cuanto a mí, ya siento que se me acaba la vida… Entonces lo acostaron sobre la cama, y murió. Después lo enterraron con honores.

Tobías se va a vivir con sus suegros

12 Cuando murió Ana, madre de Tobías, éste la enterró junto a la tumba de Tobit. Luego, se fue con su esposa Sara al país de Media. Allí se quedaron a vivir en la ciudad de Ecbatana, junto con su suegro Ragüel.

13 Como Ragüel y Edna eran ya muy ancianos, Tobías cuidó a sus suegros y los trató con respeto. Cuando murieron, los enterró en Ecbatana, y heredó sus riquezas, como antes había heredado lo que le dejó su padre Tobit.

14-15 Antes de su muerte, Tobías se enteró de que la ciudad de Nínive había sido destruida por Ciaxares, el rey de Media, y vio que sus habitantes eran llevados como prisioneros a ese país. Entonces bendijo a Dios por haber castigado a los habitantes del país de Asiria y su capital Nínive, y se alegró de haberlo presenciado antes de morir. Tobías fue una persona muy respetada, y murió a la edad de ciento diecisiete años.


Notas de Tobías

[a] Tobit 2:12 Distro: Mes del calendario griego. En nuestro calendario solar corresponde aproximadamente al mes de febrero. <<


Reflexiones sobre el libro Tobías

El libro de Tobías es uno de los libros más fascinantes y conmovedores del Antiguo Testamento. Narra la historia de una familia judía que vive en el exilio en Nínive, bajo el dominio del imperio asirio. A pesar de las dificultades y las pruebas que enfrentan, los protagonistas mantienen una fe firme y una esperanza viva en Dios, que los acompaña y los bendice a través de la intervención de un ángel.

El libro se divide en tres partes principales: la primera (capítulos 1-3) presenta a los personajes y sus problemas: Tobit, el padre, que queda ciego por enterrar a los muertos; Ana, la madre, que sufre por la pobreza y la enfermedad de su esposo; Tobías, el hijo, que desea ayudar a su padre y encontrar una esposa; Sara, la sobrina, que ha perdido a siete maridos por culpa de un demonio; y Rafael, el ángel, que se hace pasar por un pariente lejano para acompañar a Tobías en su viaje.

La segunda parte (capítulos 4-12) relata el viaje de Tobías junto con Rafael, que lo guía y lo protege de los peligros. En el camino, Tobías pesca un pez cuyas vísceras tienen propiedades curativas y mágicas. Al llegar a Media, Tobías se casa con Sara después de ahuyentar al demonio con el hígado del pez. Luego regresa a Nínive con su esposa y con una gran fortuna que le ha prestado su pariente Ragüel. Con la bilis del pez, Tobías cura la ceguera de su padre y le devuelve la alegría.

La tercera parte (capítulos 13-14) contiene las alabanzas y las exhortaciones finales de Tobit y Tobías. Antes de morir, Tobit bendice a su hijo y le predice la restauración de Jerusalén. Tobías sigue sus consejos y vive feliz con su familia hasta el final de sus días. Rafael revela su verdadera identidad como ángel enviado por Dios para socorrerlos y les pide que den gracias al Señor por todas sus maravillas.

El libro de Tobías nos enseña el valor de la confianza en Dios, que nunca abandona a sus hijos y los recompensa según sus obras. También nos muestra la importancia de la familia, el matrimonio, la caridad, la oración y la fidelidad a la ley divina. Es un libro que nos invita a descubrir la presencia y la acción de Dios en nuestra vida cotidiana.

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