Génesis

Libro del Génesis

Libro del Génesis

El Génesis es el primer libro del Antiguo Testamento y forma parte del Pentateuco, atribuido a Moisés. En esta sección, explorarás los relatos de la creación del mundo, la caída del hombre y el inicio de la historia de la humanidad. Descubrirás las historias de Adán y Eva, Caín y Abel, Noé y el Diluvio, y la Torre de Babel. Además, aprenderás sobre la vida de los patriarcas Abraham, Isaac, Jacob y José, y cómo Dios estableció su alianza con ellos y sus descendientes.

El Génesis es un libro fundamental para comprender el plan de Dios para la humanidad y su relación con su creación. En «Sagrada Escritura«, estamos comprometidos en brindarte una experiencia de aprendizaje enriquecedora y significativa, y esperamos que esta sección del Génesis te inspire y fortalezca tu fe.
¡Explora la Palabra Divina y descubre la riqueza espiritual que se encuentra en el inicio de la historia bíblica!

1. Creación del cielo y de la tierra

La creación del mundo

1 Cuando Dios comenzó a crear el cielo y la tierra,

2 la tierra no tenía forma, ni había en ella nada que tuviera vida. Las aguas estaban cubiertas por una gran oscuridad, pero sobre la superficie del agua se movía el espíritu de Dios.

El primer día de la creación

3 Dijo entonces Dios: ¡Quiero que haya luz! ¡Y al instante hubo luz!

4 Al ver Dios la belleza de la luz, la apartó de la oscuridad

5 y le puso por nombre día. A la oscuridad la llamó noche. Y cayó la noche, y llegó la mañana. Ése fue el primer día.

El segundo día de la creación

6 Dijo entonces Dios: Quiero que haya entre las aguas algo firme que las separe.

7 ¡Y al instante se hizo así! Dios puso algo firme entre las aguas, y la mitad de las aguas quedó abajo y la otra mitad quedó arriba.

8 Al ver la belleza del firmamento[a], Dios le puso por nombre cielo. Y cayó la noche, y llegó la mañana. Ése fue el segundo día.

El tercer día de la creación

9 Dijo entonces Dios: Quiero que las aguas que están debajo del cielo se junten en un solo lugar, y que aparezca lo seco. ¡Y al instante se hizo así!

10 Dios llamó tierra a lo seco, y llamó mar a las aguas.

11 Al ver Dios tal belleza, dijo: Quiero que haya en la tierra árboles y plantas que den fruto y semilla. ¡Y al instante se hizo así!

12 La tierra produjo árboles y plantas; los árboles dieron frutos, y las plantas dieron semillas. Mientras Dios admiraba tal belleza,

13 cayó la noche, y llegó la mañana. Ése fue el tercer día.

El cuarto día de la creación

14 Dijo entonces Dios: Quiero que haya en el cielo luces que separen el día de la noche; luces que indiquen las estaciones, los días y los años;

15 luces en el cielo azul que iluminen la tierra. ¡Y al instante se hizo así!

16 Dios hizo las dos grandes luces: el sol, para que domine en el día, y la luna, para que domine en la noche. También hizo las estrellas.

17 Dios puso estas luces en el cielo para alumbrar la tierra,

18 para dominar en el día y en la noche, y para separar la luz de la oscuridad. Mientras Dios admiraba tal belleza,

19 cayó la noche, y llegó la mañana. Ése fue el cuarto día.

El quinto día de la creación

20 Dijo entonces Dios: Quiero que los mares se llenen con seres vivos. Quiero que las aves vuelen sobre la tierra y crucen el cielo azul.

21 Así creó Dios los grandes monstruos marinos. Creó todos los seres vivos que se mueven en el agua, y todas las aves del cielo. Al ver Dios tal belleza,

22 les dio esta bendición: Quiero que los peces se reproduzcan y llenen los mares; quiero que las aves se multipliquen sobre la tierra.

23 Y cayó la noche, y llegó la mañana. Ése fue el quinto día.

El sexto día de la creación

24 Dijo entonces Dios: Quiero que haya en la tierra toda clase de seres vivos: animales domésticos, animales salvajes, reptiles e insectos. ¡Y al instante se hizo así!

25 Dios hizo los animales salvajes, los animales domésticos, los reptiles y los insectos.

26 Al ver Dios tal belleza, dijo: Hagamos ahora al ser humano tal y como somos nosotros. Que domine a los peces del mar y a las aves del cielo, a todos los animales de la tierra, y a todos los reptiles e insectos.

27 Fue así como Dios creó al ser humano tal y como es Dios. Lo creó a su semejanza. Creó al hombre y a la mujer,

28 y les dio esta bendición: Quiero que se reproduzcan, quiero que se multipliquen, quiero que llenen la tierra y la pongan bajo su dominio. Que dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los seres vivos que se arrastran por el suelo.

29 También les dijo Dios: Hoy les entrego a ustedes toda planta que da semilla y todo árbol que da fruto. Todo esto les servirá de alimento.

30 Pero la hierba verde será para todos los animales. ¡Y al instante se hizo así!

31 Mientras Dios admiraba la gran belleza de su creación, cayó la noche, y llegó la mañana. Ése fue el sexto día.

2. Nuevo relato de la creación

El séptimo día

1-3 Así terminó Dios la creación del cielo y de la tierra y de todo cuanto existe, y el séptimo día descansó. Dios bendijo ese día y lo apartó, para que todos lo adoraran.

El hombre y la mujer

4 Ésta es la historia de cuando Dios creó el cielo y la tierra. En ese tiempo

5 aún no había árboles ni plantas en el campo, porque Dios todavía no había hecho que lloviera, ni había nadie que cultivara la tierra.

6 Del suelo salía una especie de vapor, y eso era lo que mantenía húmeda la tierra.

7 Entonces Dios tomó un poco de polvo, y con ese polvo formó al hombre. Luego sopló en su nariz, y con su propio aliento le dio vida. Así fue como el hombre comenzó a vivir.

8 Dios había plantado un jardín al cual llamó Edén, y allí puso al hombre.

9 Luego Dios hizo que creciera allí toda clase de árboles; eran hermosos y daban fruta muy sabrosa. En medio de ese jardín estaba el árbol de la vida, y también el árbol del conocimiento del bien y del mal.

10 De Edén salía un río que regaba el jardín y luego se dividía en otros cuatro ríos.

11 El primer río se llamaba Pisón, y es el que rodea todo el país de Havilá. Allí hay oro

12 muy fino, y hay también piedra de ónice y plantas con las que se hacen finos perfumes.

13 El segundo río se llamaba Guihón, y es el que rodea todo el país de los etíopes.

14 El tercer río es el Tigris, que corre al este de Asiria. El cuarto río es el Éufrates.

15 Dios puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara,

16 pero claramente le dijo: Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín,

17 pero no del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si comes de ese árbol, te juro que morirás.

18 Luego Dios dijo: No está bien que el hombre esté solo. Voy a hacerle alguien que lo acompañe y lo ayude.

19-20 Entonces hizo Dios todos los animales domésticos y salvajes, y todas las aves que vuelan por el cielo, y se los llevó al hombre para que les pusiera nombre. Y éste así lo hizo. Sin embargo, para el hombre no se encontró compañía ni ayuda.

21 Por eso Dios hizo que el hombre se quedara profundamente dormido. Y así, mientras éste dormía, Dios le sacó una de sus costillas, y luego le cerró el costado.

22 De esa costilla Dios hizo una mujer. Cuando se la llevó al hombre,

23 éste dijo: ¡Esta vez tengo a alguien que es carne de mi carne y hueso de mis huesos! La llamaré hembra, porque Dios la sacó del hombre[b].

24 Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer para formar un solo cuerpo.

25 Tanto el hombre como su mujer andaban desnudos, pero no sentían vergüenza de andar así.

3. Caída y promesa de victoria

El hombre desobedece a Dios

1 Entre los animales salvajes que Dios creó, no había otro más astuto que la serpiente. Un día, la serpiente le dijo a la mujer: —¿Así que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?

2 La mujer le contestó: —¡Sí podemos comer de cualquier árbol del jardín!

3 Lo que Dios nos dijo fue: «En medio del jardín hay un árbol, que no deben ni tocarlo. Tampoco vayan a comer de su fruto, pues si lo hacen morirán». Pero la serpiente insistió:

4 —Eso es mentira. No morirán.

5 Dios bien sabe que, cuando ustedes coman del fruto de ese árbol, serán iguales a Dios y podrán conocer el bien y el mal.

6 La mujer se fijó en que el fruto del árbol sí se podía comer, y que sólo de verlo se antojaba y daban ganas de alcanzar sabiduría. Arrancó entonces uno de los frutos, y comió. Luego le dio a su esposo, que estaba allí con ella, y también él comió.

7 En ese mismo instante se dieron cuenta de lo que habían hecho y de que estaban desnudos. Entonces tomaron unas hojas de higuera y las cosieron para cubrirse con ellas.

8 Con el viento de la tarde, el hombre y su esposa oyeron que Dios iba y venía por el jardín, así que corrieron a esconderse de él entre los árboles.

9 Pero Dios llamó al hombre y le preguntó: —¿Dónde estás?

10 Y el hombre le contestó: —Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, pues estoy desnudo. Por eso corrí a esconderme.

11 —¿Y cómo sabes que estás desnudo?— le preguntó Dios. —¿Acaso comiste del fruto del árbol que te prohibí comer?

12 El hombre respondió: —La mujer que tú me diste por compañera me dio del fruto del árbol. Por eso me lo comí.

13 Dios se dirigió entonces a la mujer, y le dijo: —¿Qué es lo que has hecho? Y la mujer le respondió: —La serpiente me tendió una trampa. Por eso comí del fruto.

14 Entonces Dios le dijo a la serpiente: Por esto que has hecho, maldita seas, más que todo animal doméstico; ¡más que todo animal salvaje! Mientras tengas vida, te arrastrarás sobre tu vientre y comerás el polvo de la tierra.

15 Haré que tú y la mujer, sean enemigas; pondré enemistad entre sus descendientes y los tuyos. Un hijo suyo te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón.

16 A la mujer le dijo: Cuando tengas tus hijos, ¡haré que los tengas con muchos dolores! A pesar de todo, desearás tener hijos con tu esposo, y él será quien te domine.

17 Al hombre le dijo: Ahora por tu culpa la tierra estará bajo maldición, pues le hiciste caso a tu esposa y comiste del árbol del que te prohibí comer. Por eso, mientras tengas vida, te costará mucho trabajo obtener de la tierra tu alimento.

18 Sólo te dará espinos que te hieran, y la hierba del campo será tu alimento.

19 Muy duro tendrás que trabajar para conseguir tus alimentos. Así será hasta el día en que mueras, y vuelvas al polvo de la tierra, del cual fuiste tomado. Tú no eres más que polvo, ¡y al polvo tendrás que volver!

20 Entonces el hombre le puso a su esposa el nombre de Eva[c], porque ella sería la madre de todos los que iban a vivir en la tierra.

21 Luego Dios vistió al hombre y a su esposa con ropas de piel,

22 y dijo: Ahora el hombre y la mujer son como uno de nosotros, pues conocen el bien y el mal. Si llegaran a comer algún fruto del árbol de la vida, podrían vivir para siempre.

23 Por eso Dios los expulsó del jardín de Edén, y puso al hombre a cultivar la tierra de donde había sido formado.

24 Después de expulsar al hombre y a la mujer, Dios puso unos querubines al este del Edén, y también puso una espada encendida que giraba hacia todos lados, para impedir que alguien se acercara al árbol de la vida.

4. Caín y Abel

1 El hombre tuvo relaciones sexuales con su mujer Eva, y ella quedó embarazada y tuvo un hijo. Lo llamó Caín porque dijo: ¡Gracias a Dios he tenido[d] un varoncito!

2 Después volvió a tener otro hijo, que se llamó Abel. Caín se dedicó a cultivar la tierra, mientras que Abel fue pastor de ovejas.

3 Pasó el tiempo, y un día Caín le presentó a Dios una ofrenda de los frutos que cultivaba.

4 Por su parte Abel escogió las primeras crías más gordas de sus ovejas, y se las llevó a Dios como ofrenda. Dios recibió con mucho agrado la ofrenda de Abel,

5 pero no recibió con el mismo gusto la ofrenda de Caín. Esto le molestó mucho a Caín, y en su cara se le veía lo enojado que estaba.

6 Entonces Dios le preguntó a Caín: ¿Por qué estás tan triste y enojado?

7 Si haces lo correcto, siempre te aceptaré con agrado, pero si haces lo malo, el pecado está listo para atacarte como un león. ¡No te dejes dominar por él!

8 Un día, Caín invitó a su hermano. Cuando llegaron al campo, Caín golpeó a su hermano y lo mató.

9 Más tarde, Dios le preguntó a Caín: —¿Dónde está tu hermano? Y Caín le respondió: —No lo sé. ¡No tengo por qué cuidarlo!

10 Entonces Dios le dijo: —¿Por qué has matado a tu hermano? ¡Desde la tierra la sangre de tu hermano pide venganza! ¡Esto no puede dejarse sin castigo!

11-12 Maldito serás, y la tierra que cultives no te producirá nada, pues has matado a tu hermano y esa misma tierra se bebió su sangre. Por eso andarás por la tierra como un vagabundo, que no tiene donde vivir.

13 Entonces Caín le dijo a Dios: —Ese castigo es más de lo que puedo soportar.

14 Hoy me estás condenando a vivir en la tierra como un vagabundo. Tendré que andar escondiéndome de ti, y cualquiera que me encuentre me matará.

15 Pero Dios le respondió: —De ninguna manera. Si alguien se atreve a matarte, sufrirá un castigo siete veces peor. Entonces Dios le puso a Caín una marca, para que nadie se atreviera a matarlo.

16 Así fue como Caín se apartó de la presencia de Dios y se fue a vivir al país de los vagabundos, al este del Edén.

Cainitas y setitas

17 Caín tuvo relaciones sexuales con su esposa, y ella quedó embarazada y tuvo un hijo al que llamó Henoc. En ese tiempo Caín estaba construyendo una ciudad, y en honor de su hijo también la llamó Henoc.

18 Ésta es la lista de los descendientes de Caín: Henoc, Irad, Mehujael, Metusael, Lámec.

19 Lámec tuvo dos esposas. Una de ellas se llamaba Adá, y la otra se llamaba Sila.

20 Adá fue la madre de Jabal, que fue el primero en habitar en tiendas de campaña y en dedicarse a la cría de ganado.

21 Jabal tuvo un hermano llamado Jubal, que fue quien inventó el arpa y la flauta.

22 Sila tuvo también un hijo. Se llamaba Tubal-caín, y se dedicaba a fabricar toda clase de herramientas de bronce y de hierro. Su hermana se llamaba Naamá.

23 Un día, Lámec les dijo a sus dos esposas: Adá y Sila, esposas mías: ¡escúchenme, préstenme atención! Si alguien me hiere, o me hace algún daño, sea niño o sea hombre, lo mataré.

24 Si el que hiera a Caín será castigado siete veces, el que me hiera a mí será castigado setenta y siete veces.

25 Adán[e] volvió a tener relaciones sexuales con su esposa, y ella tuvo un hijo, al cual le puso por nombre Set, pues dijo: Dios me concedió[f] otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín.

26 También Set tuvo un hijo, y le puso por nombre Enós. A partir de entonces se comenzó a adorar a Dios usando su nombre[g].

5. Los descendientes de Adán

1-2 Dios creó al ser humano a su semejanza. Creó al hombre y a la mujer, luego los bendijo y los llamó seres humanos[h]. Aquí se encuentran anotados los nombres de sus descendientes.

3-4 Adán tuvo un hijo semejante a él en todo, al que llamó Set. También tuvo más hijos y más hijas. Adán tenía ciento treinta años cuando nació Set, y después vivió ochocientos años más.

5 Así que Adán murió cuando tenía novecientos treinta años.

6 Set tenía ciento cinco años cuando nació su hijo Enós.

7 También tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Enós, Set vivió ochocientos siete años más.

8 Así que Set murió cuando tenía novecientos doce años.

9 Enós tenía noventa años cuando nació su hijo Cainán.

10 También tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Cainán, Enós vivió ochocientos quince años más.

11 Así que Enós murió cuando tenía novecientos cinco años.

12 Cainán tenía setenta años cuando nació su hijo Mahalalel.

13 También tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Mahalalel, Cainán vivió ochocientos cuarenta años más.

14 Así que Cainán murió cuando tenía novecientos diez años.

15 Mahalalel tenía sesenta y cinco años cuando nació su hijo Jéred.

16 También tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Jéred, Mahalalel vivió ochocientos treinta años más.

17 Así que Mahalalel murió cuando tenía ochocientos noventa y cinco años.

18 Jéred tenía ciento sesenta y dos años cuando nació su hijo Henoc.

19 También tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Henoc, Jéred vivió ochocientos años más.

20 Así que Jéred murió cuando tenía novecientos sesenta y dos años.

21 Henoc tenía sesenta y cinco años cuando nació su hijo Matusalén.

22-24 También tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Matusalén, Henoc vivió trescientos años más. Como obedecía a Dios en todo, ya no volvió a saberse de él porque Dios se lo llevó. Así que Henoc vivió trescientos sesenta y cinco años.

25 Matusalén tenía ciento ochenta y siete años cuando nació su hijo Lámec.

26 También tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Lámec, Matusalén vivió setecientos ochenta y dos años más.

27 Así que Matusalén murió cuando tenía novecientos sesenta y nueve años.

28 Lámec tenía ciento ochenta y dos años cuando tuvo un hijo,

29 al que llamó Noé porque dijo: Dios ha maldecido la tierra, pero este niño nos dará consuelo[i] en nuestros trabajos y en nuestros dolores.

30 Lámec tuvo también más hijos y más hijas. Después de que nació Noé, Lámec vivió quinientos noventa y cinco años más.

31 Así que Lámec murió cuando tenía setecientos setenta y siete años.

32 Noé tenía quinientos años cuando nacieron sus hijos Sem, Cam y Jafet.

6. Corrupción de la humanidad

El origen de los gigantes

1 Los hombres y las mujeres se fueron haciendo cada vez más numerosos sobre la tierra, y tuvieron hijas.

2 Cuando los hijos de Dios vieron que las mujeres de este mundo eran muy bonitas, eligieron a las más hermosas y se casaron con ellas.

3 Pero Dios dijo: No permitiré que los seres humanos vivan para siempre. ¡No van a pasar de los ciento veinte años!

4 Los hijos de Dios tuvieron hijos con las mujeres de este mundo, que fueron los gigantes de los tiempos antiguos. Éstos llegaron a ser guerreros muy fuertes y famosos.

Dios se enoja con la gente

5 En este mundo, la maldad de hombres y mujeres iba en aumento. Siempre estaban pensando en hacer lo malo, y sólo lo malo. Cuando Dios vio tanta maldad en ellos,

6 se puso muy triste de haberlos hecho, y lamentó haberlos puesto en la tierra.

7 Por eso dijo: ¡Voy a borrar de este mundo a la humanidad que he creado! ¡Voy a acabar con toda la gente y con todos los animales! ¡Estoy muy triste de haberlos hecho!

8 Sin embargo, Dios se fijó en Noé y le gustó su buena conducta.

Noé construye una casa flotante

9 Noé siempre obedeció a Dios. Entre la gente de su tiempo no había nadie más bueno ni honrado que él.

10 Noé tuvo tres hijos, que fueron Sem, Cam y Jafet.

11-12 Dios se dio cuenta de que los habitantes de la tierra eran rebeldes y violentos.

13 Por eso le dijo a Noé: Voy a acabar con todos los seres vivientes de este mundo, y dejaré la tierra inhabitable porque está llena de violencia.

14 Así que toma madera y hazte una casa flotante. Úntala con brea[j] por dentro y por fuera, y constrúyele varios cuartos.

15-16 La casa debe ser de tres pisos, y medir ciento treinta y cinco metros de largo, veintidós metros de ancho y trece metros de alto. Hazle un techo y una puerta en el costado, y también ventanas a medio metro del techo.

17 Yo voy a enviar sobre la tierra una lluvia tan fuerte que acabará con todo lo que tenga vida en este mundo. ¡No quedará nada con vida!

18 Sin embargo, voy a hacer un trato contigo. Tú, tus hijos, tu esposa y tus nueras entrarán en la casa flotante,

19-20 y también un macho y una hembra de toda clase de aves, reptiles y animales domésticos y salvajes. Los meterás contigo, para que no mueran.

21 Toma toda clase de alimentos y guárdalos en la bodega, para que todos tengan qué comer.

22 Y Noé siguió con cuidado todas las instrucciones que Dios le dio.

7. El diluvio

1 Entonces Dios le dijo a Noé: Entre toda la gente de este tiempo, he visto que tú eres el único hombre bueno. Por eso, entra en la casa flotante con toda tu familia.

2-3 De todos los animales y aves que acepto como ofrenda[k], llévate contigo siete parejas, es decir, siete machos y siete hembras, para que sigan viviendo en la tierra. De los animales que no acepto como ofrenda, llévate sólo una pareja.

4 Dentro de una semana voy a hacer que llueva cuarenta días y cuarenta noches. Así destruiré en este mundo todo lo que he creado.

5 Y Noé siguió todas las instrucciones que Dios le dio.

Comienza a llover

6-13 Siete días después, el agua que estaba debajo de la tierra comenzó a salir a la superficie, y también comenzó a caer toda el agua del cielo. Todo esto duró cuarenta días y cuarenta noches. Hacía más de dos meses que Noé había cumplido seiscientos años. El día que comenzó la inundación, Noé y su esposa entraron en la casa flotante, junto con sus tres hijos y sus nueras, para ponerse a salvo. Además, entraron en la casa machos y hembras de todos los animales y aves que Dios acepta como ofrenda. También entraron animales, aves y reptiles, de los que Dios no acepta como ofrenda. Así obedeció Noé las órdenes que Dios le había dado.

14-16 A la casa flotante fueron llegando en parejas toda clase de animales domésticos y salvajes, toda clase de aves y de reptiles, es decir, un macho y una hembra. Todos entraron en la casa, tal como Dios se lo había ordenado a Noé. Una vez que todos estuvieron adentro, Dios cerró la puerta.

17-20 Cuarenta días estuvo subiendo el nivel del agua. Tanto subió que las montañas más altas quedaron cubiertas siete metros bajo la superficie. Sin embargo, la casa seguía flotando, pues al subir el nivel del agua también subía la casa.

21-24 El agua tardó en bajar ciento cincuenta días. Así fue como murieron hombres y mujeres. También murieron los animales domésticos y salvajes, las aves, los reptiles y los insectos. Todos los seres vivos fueron destruidos. Sólo quedaron con vida Noé y los que estaban con él dentro de la casa.

8

1 Dios tuvo compasión de Noé, y de todos los animales domésticos y salvajes que estaban con él en la casa flotante. Por eso lanzó un fuerte viento sobre la tierra, para que bajara el agua.

2 Las aguas que estaban debajo de la tierra dejaron de salir a la superficie, y del cielo dejó de caer agua.

3 El agua fue bajando poco a poco, y después de ciento cincuenta días,

4 la casa flotante se asentó sobre las montañas de Ararat. Era el día diecisiete del mes de Etanim[l].

5 El agua siguió bajando hasta el mes de Tébet[m], y el día primero de ese mes ya pudieron verse las cumbres de las montañas.

6 Cuarenta días después, Noé abrió la ventana de la casa

7 y soltó un cuervo, el cual estuvo volando de un lado para otro, pues no encontraba tierra seca donde pararse.

8 Después Noé soltó una paloma, para ver si ya el agua se había retirado.

9 Pero la paloma regresó a la casa flotante, pues no encontró dónde descansar. Y es que la tierra todavía estaba cubierta por el agua. Por eso Noé tomó la paloma, y la metió en la casa flotante.

10 Siete días después, Noé volvió a soltar la paloma.

11 Al caer la tarde volvió la paloma con una hoja de olivo en el pico. Así Noé entendió que ya no había agua sobre la tierra.

12 Sin embargo, esperó otros siete días y la volvió a soltar, pero la paloma ya no volvió.

Noé baja a tierra

13 El año en que Noé cumplió seiscientos un años, la tierra quedó seca. Era el día primero del mes de Abib[n]. Al ver esto, Noé le quitó el techo a la casa flotante.

14 Dos meses después la tierra estaba ya completamente seca.

15 Entonces Dios le dijo a Noé:

16 Quiero que salgas ya de la casa, junto con tus hijos, tu esposa y tus nueras.

17 Deja salir también a todos los animales, incluyendo las aves y los reptiles que están contigo, para que se multipliquen y llenen la tierra.

18 Así fue como Noé salió de la casa, junto con sus hijos, su esposa y sus nueras.

19 Salieron también todos los animales, las aves y los reptiles.

20 Más tarde, Noé construyó un altar para adorar a Dios. Tomó entonces algunos de los animales y aves de los que Dios acepta como ofrenda, y en su honor los quemó sobre el altar.

21 Y cuando a Dios le llegó tan grato aroma, tomó la siguiente decisión: Aunque todo hombre y mujer sólo están pensando en hacer lo malo desde su niñez, por ninguno de ellos volveré a maldecir ni destruir la tierra como esta vez.

22 Mientras la tierra exista, siempre habrá siembras y cosechas; siempre hará calor y frío, siempre habrá invierno y verano, y también noches y días.

9 Alianza de Dios con Noé

Dios hace una promesa

1 Además, Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: Quiero que tengan muchos hijos, y que sus descendientes llenen la tierra.

2 Pongo bajo el dominio de ustedes a todos los animales de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles y a todos los peces del mar. Ante ustedes, todos ellos temblarán de miedo.

3 Yo les entrego todo lo que tiene vida, y todas las plantas verdes, para que les sirvan de alimento.

4 Pero no coman nunca carne que todavía tenga sangre, pues en la sangre está la vida.

5-6 Yo hice al hombre y a la mujer semejantes a mí mismo. Por eso, si algún animal los mata a ustedes, ese animal también tendrá que morir; y si alguno de ustedes mata a otra persona, también tendrá que morir.

7 Lo que yo quiero es que ustedes tengan muchos hijos, y que sus descendientes llenen la tierra.

8 También les dijo Dios:

9 Ahora mismo les hago una promesa a ustedes y a sus descendientes.

10 Esta promesa incluye a todas las aves y a todos los animales domésticos y salvajes que estaban con ustedes en la casa flotante.

11 Y ésta es mi promesa: Nunca más volveré a destruir la tierra con una inundación tan terrible.

12-13 También dijo Dios: Acabo de hacerles una promesa a ustedes y a todos los seres vivos de esta tierra, que incluye también a los que todavía no han nacido. Como prueba de esta promesa, pongo mi arco iris.

14 Cuando yo traiga nubes sobre la tierra, el arco iris aparecerá,

15-17 y me acordaré de mi promesa. Jamás volverá a haber una inundación tan grande como para acabar con toda la vida. El arco iris es la señal de esta promesa.

Los hijos de Noé

18 Los tres hijos de Noé que salieron con él de la casa flotante fueron Sem, Cam y Jafet. Cam tuvo un hijo llamado Canaán.

19 Con los descendientes de los hijos de Noé volvió a poblarse toda la tierra.

20 Noé era un hombre de campo, y fue el primero en cultivar uvas.

21 Un día bebió vino, se emborrachó y se quedó desnudo dentro de su tienda de campaña.

22 Cuando Cam vio desnudo a su padre, salió corriendo a contárselo a sus dos hermanos. Recordemos que Cam es el antepasado de los cananitas.

23 Entonces Sem y Jafet tomaron una manta para cubrir a su padre. Para no verlo desnudo, caminaron de espaldas llevando la manta, y la dejaron caer sobre su padre.

24 Cuando Noé despertó de su borrachera y supo lo que su hijo Cam le había hecho,

25 dijo: ¡Malditos sean los cananitas, tus descendientes! ¡Serán los esclavos de los descendientes de Sem y Jafet!

26 Y dijo también: ¡Bendito sea el Dios de Sem! ¡Los cananitas serán sus esclavos!

27 ¡Que Dios haga más grande el territorio de Jafet! ¡Que viva Jafet en las tiendas de Sem! ¡Los cananitas serán sus esclavos!

28 Después de la inundación, Noé vivió trescientos cincuenta años más.

29 Así que murió cuando tenía novecientos cincuenta años.

10 Descendientes de los hijos de Noé

Orígenes de las naciones

1 Después de la inundación que destruyó la tierra, Sem, Cam y Jafet tuvieron sus propios hijos. Ésta es la lista de sus descendientes:

Los hijos de Jafet

2 Jafet tuvo siete hijos: Gómer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mésec, Tirás.

3 Gómer tuvo tres hijos: Asquenaz, Rifat, Togarmá.

4 Javán tuvo cuatro hijos: Elisá, Tarsis, Quitim, Rodanim.

5 Los hijos de Jafet dieron origen a los pueblos que habitaron a la orilla del mar, con sus familias, sus territorios y sus idiomas.

Los hijos de Cam

6 Cam tuvo cuatro hijos: Cus, Misraim, Fut, Canaán.

7-12 Cus tuvo seis hijos: Sebá, Havilá, Sabtá, Raamá, Sabtecá, Nimrod. Nimrod llegó a ser muy poderoso en toda la tierra. Además Dios le permitió llegar a ser un gran cazador. De allí viene el dicho: Eres tan buen cazador como Nimrod, a quien Dios le permitió ser un gran cazador. Las ciudades más importantes de su reino fueron Babel, Erec y Acad. Todas ellas estaban en Babilonia. De esta región salió Asur, que construyó las ciudades de Nínive, Rehobot-ir, Quélah y Resen, que está entre Nínive y Quélah. Raamá tuvo dos hijos: Sebá, Dedán.

13-14 Éstos son los pueblos que descienden de Misraim: los ludeos, los anameos, los lehabitas, los naftuhítas, los patruseos, los casluhítas, los caftoritas. Los filisteos descienden de los caftoritas.

15 Canaán tuvo dos hijos: Sidón, Het.

16-18 Éstos son los pueblos que descienden de Canaán: jebuseos, amorreos, gergeseos, heveos, araceos, sineos, arvadeos, semareos, hamateos. Más tarde, los cananeos tomaron rumbos distintos,

19 así que las fronteras de Canaán llegaron a extenderse desde Sidón hasta Gaza, en dirección de Guerar, y de allí hasta Lesa, en dirección de Sodoma, Gomorra, Admá y Seboím.

20 Todos estos fueron los descendientes de Cam, cada uno en su territorio, con sus familias y sus idiomas.

Los hijos de Sem

21-25 Ésta es la lista de los hijos de Sem, que era el hermano mayor de Jafet: Elam, Asur, Arfaxad, Lud, Aram. Aram tuvo cuatro hijos: Us, Hul, Guéter, Mas. Arfaxad tuvo un hijo, Sélah. Sélah tuvo un hijo, Éber. Éber tuvo dos hijos: Péleg, Joctán. En los días cuando Péleg vivía, la gente se dividió y se formaron muchas tribus y pueblos.

26-29 Joctán tuvo trece hijos: Almodad, Sélef, Hasar-mávet, Jérah, Hadoram, Uzal, Diclá, Obal, Abimael, Sebá, Ofir, Havilá, Jobab.

30 La región donde vivían se extendía desde Mesá hasta Sefar, en la región montañosa del este.

31 Todos estos fueron los descendientes de Sem, cada uno con su pueblo, su territorio, sus familias y sus idiomas.

32 Después de la inundación que destruyó la tierra, los descendientes de Noé habitaron toda la tierra y dieron origen a los distintos pueblos. En la lista anterior aparecen las familias y los pueblos que formaron.

11 La torre de Babel

1-2 Cuando la gente se fue hacia el este, encontró un valle en la región de Babilonia, y allí se quedó a vivir. En aquel tiempo todos hablaban el mismo idioma,

3-4 así que se dijeron los unos a los otros: Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. Nos haremos famosos y no acabaremos dispersándonos por todo el mundo. Y empezaron a construir. En lugar de piedras, usaron ladrillos que ellos mismos hicieron, y en lugar de mezcla usaron brea[o].

5 Pero cuando Dios bajó a ver lo que estaban construyendo,

6 dijo: Como son un solo pueblo, y hablan un solo idioma, ya han comenzado a hacer esto. Ahora nada les impedirá hacer lo que quieran.

7 Es mejor que bajemos y confundamos su idioma, para que no se puedan entender.

8-9 Y desde ese lugar Dios los dispersó por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad. Allí Dios confundió su idioma para que no pudieran entenderse. Por eso la ciudad se llama Babel[p].

Sem y sus descendientes

10 Ésta es la lista de los descendientes de Sem: Sem tenía cien años cuando nació su hijo Arfaxad. Esto fue dos años después de la inundación que destruyó la tierra.

11 También tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Arfaxad, Sem vivió quinientos años más.

12 Arfaxad tenía treinta y cinco años cuando nació su hijo Sélah,

13 y luego tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Sélah, Arfaxad vivió cuatrocientos tres años más.

14 Sélah tenía treinta años cuando nació su hijo Éber,

15 y luego tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Éber, Sélah vivió cuatrocientos tres años más.

16 Éber tenía treinta y cuatro años cuando nació su hijo Péleg,

17 y luego tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Péleg, Éber vivió cuatrocientos treinta años más.

18 Péleg tenía treinta años cuando nació su hijo Reú,

19 y luego tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Reú, Péleg vivió doscientos nueve años más.

20 Reú tenía treinta y dos años cuando nació su hijo Serug,

21 y luego tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Serug, Reú vivió doscientos siete años más.

22 Serug tenía treinta años cuando nació su hijo Nahor,

23 y luego tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Nahor, Serug vivió doscientos años más.

24 Nahor tenía veintinueve años cuando nació su hijo Térah,

25 y luego tuvo más hijos y más hijas. Después de que nació Térah, Nahor vivió ciento diecinueve años más.

26 Térah tenía setenta años cuando nacieron sus hijos Abram, Nahor y Harán.

Térah y sus descendientes

27 Ésta es la lista de los descendientes de Térah: Térah fue padre de Abram, Nahor y Harán. Harán fue padre de Lot.

28 Harán murió en Ur de los caldeos, donde había nacido. Cuando murió, todavía vivía su padre.

29-30 Abram se casó con una mujer llamada Sarai, la cual no podía tener hijos. Nahor se casó con una mujer llamada Milcá, que era hija de Harán. La otra hija de Harán se llamaba Iscá.

31 Térah salió de Ur de los caldeos y se dirigió a la tierra de Canaán, pero al llegar a Harán se quedó a vivir allí, junto con su hijo Abram, su nieto Lot y su nuera Sarai.

32 Allí murió Térah, a la edad de doscientos cinco años.

12 Ciclo de Abrahán

Dios llama a Abram

1 Dios le dijo a Abram: Deja a tu pueblo y a tus familiares, y vete al lugar que te voy a mostrar.

2 Con tus descendientes formaré una gran nación. Voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás de bendición para otros.

3 Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan. ¡Gracias a ti, bendeciré a todas las naciones del mundo!

4-5 Abram obedeció a Dios y salió de Harán, y no se detuvo hasta llegar a la región de Canaán. Se llevó a su esposa Sarai, a su sobrino Lot, a los esclavos que había comprado en Harán, y todo lo que tenía. En ese entonces Abram tenía setenta y cinco años.

6 En aquel tiempo, los cananeos todavía ocupaban la región de Canaán. Abram recorrió toda esa región, y llegó a Siquem, donde está el árbol de Moré.

7 Allí Dios se le apareció y le dijo: Toda esta región se la daré a tus descendientes. Como Dios se le apareció allí, Abram le construyó un altar.

8 Luego siguió su camino hacia la zona montañosa que está al este de Betel. Cuando llegó allí, armó su tienda de campaña. La ciudad de Ai estaba al este, y la ciudad de Betel, al oeste. Allí también construyó un altar para adorar a Dios.

9 Luego Abram se fue de allí, avanzando poco a poco, en dirección al desierto del sur.

Abram llega a Egipto

10 En aquel tiempo llegó a faltar comida en toda la región de Canaán. Era tan grave la falta de alimentos que Abram se fue a vivir a Egipto, porque allá sí había alimentos.

11 Cuando ya estaban cerca de Egipto, Abram le dijo a Sarai: ¡No hay duda de que eres muy hermosa!

12 Cuando los egipcios te vean, y sepan que eres mi esposa, a mí me matarán y a ti te dejarán con vida.

13 Por eso, cuando te pregunten, diles que eres mi hermana. Así me tratarán bien, y mi vida no correrá peligro.

14 Tan pronto como Abram llegó a Egipto, los egipcios vieron que Sarai era muy hermosa.

15 Entonces los asistentes del rey fueron a contarle lo hermosa que era. Enseguida el rey ordenó que Sarai fuera llevada a su palacio.

16 Para quedar bien con Abram, el rey le regaló ovejas, vacas, burros, burras, sirvientes, sirvientas y camellos.

17 Todo esto no le agradó a Dios, y por eso mandó graves enfermedades sobre el rey y su familia.

18 De inmediato, el rey mandó llamar a Abram, y le dijo: ¡Mira lo que me has hecho! ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa?

19 ¿Por qué dijiste que era tu hermana? ¡Imagínate si la hubiera tomado por esposa! ¡Anda, toma a tu mujer, y lárgate de aquí!

20 Enseguida el rey dio órdenes a sus soldados de que sacaran a Abram de Egipto. Y ellos lo expulsaron junto con su esposa y todo lo que tenía.

13 Abram y Lot se separan

1 Cuando Abram salió de Egipto, se fue al desierto del sur. Se llevó a su esposa, a su sobrino Lot y todo lo que tenía.

2 Para entonces Abram ya era muy rico, pues tenía oro, plata y ganado.

3 Del desierto del sur se fue avanzando poco a poco en dirección a Betel. Allí había plantado antes su tienda de campaña, entre las ciudades de Betel y Ai.

4 Allí también había construido un altar para adorar a Dios.

5 Lot también tenía ovejas y vacas, y tiendas de campaña.

6 Era tanto lo que Lot y Abram tenían, que ya no podían vivir juntos en la misma región.

7 Además, los cananeos y los ferezeos también vivían allí. Un día, hubo un pleito entre los pastores de Abram y los pastores de Lot,

8 por lo que Abram le dijo a Lot: Tú y yo no debemos pelearnos, ni tampoco mis pastores y tus pastores, pues somos parientes.

9 Hay tierra para todos, te ruego que te vayas a otra región. Si te vas a la izquierda, yo me iré a la derecha; si te vas a la derecha, yo me iré a la izquierda. ¡Pero debemos separarnos!

10 Lot miró a su alrededor y vio que en el valle del río Jordán nunca faltaba agua. Y es que antes de que Dios destruyera las ciudades de Sodoma y Gomorra, todo ese valle hasta Sóar era tan hermoso como el jardín de Edén y tan fértil como la tierra de Egipto.

11 Entonces, Lot eligió todo ese valle y se fue hacia el este. Así Abram y Lot se separaron.

12 Abram se quedó a vivir en la tierra de Canaán, mientras que Lot se fue a vivir en las ciudades del valle del Jordán, cerca de Sodoma.

13 La gente de ese lugar era muy mala y cometía muchos pecados contra Dios.

14 Después de que Abram se separó de Lot, Dios le dijo: Abram, allí donde estás, levanta la vista y mira hacia el norte y hacia el sur, hacia el este y el oeste.

15 Voy a darte toda la tierra que alcances a ver. Para siempre será tuya y de tus descendientes.

16 También voy a hacer que tengas muchos descendientes. Y así como nadie puede contar el polvo de la tierra, tampoco nadie podrá contarlos a ellos.

17 Anda, recorre la tierra a lo largo y a lo ancho, porque yo te la estoy entregando.

18 Entonces Abram levantó su campamento y se fue a vivir a Hebrón, junto al bosque de Mamré. Allí construyó un altar para adorar a Dios.

14 Abram rescata a Lot

1-2 Por aquellos días hubo guerra entre dos grupos de reyes. En un bando estaban los reyes: Amrafel de Babilonia, Arioc de Elasar, Quedorlaómer de Elam, Tidal de Goím. En el otro bando estaban los reyes: Bera de Sodoma, Birsá de Gomorra, Sinab de Admá, Seméber de Seboím, el rey de Sóar.

3-4 Durante doce años, estos cinco reyes habían sido dominados por Quedorlaómer, pero un año después se rebelaron contra él. Entonces reunieron sus ejércitos en el valle del Mar Muerto.

5 Al año siguiente, Quedorlaómer y los reyes que estaban de su parte salieron a pelear contra aquellos cinco reyes. En Astarot Carnaim derrotaron a los refaítas; en Ham derrotaron a los zuzitas; en Savé-quiriataim derrotaron a los emitas;

6 en las montañas de Seír derrotaron a los horeos, y los persiguieron hasta El-parán, cerca del desierto.

7 Después de eso regresaron a Cadés y conquistaron todo el territorio de los amalecitas. En Hasesón-tamar vencieron a los amorreos que vivían allí.

8 Por su parte, los reyes de Sodoma, Gomorra, Admá, Seboím y Bela fueron al valle del Mar Muerto, y allí presentaron batalla

9 contra los reyes de Elam, Goím, Babilonia y Elasar. Lucharon cuatro reyes contra cinco.

10 Pero como ese valle estaba lleno de pozos de brea[q], cuando los reyes de Sodoma y de Gomorra huyeron, fueron a caer dentro de esos pozos. El resto del ejército huyó hacia las montañas.

11 Entonces los cuatro reyes se robaron todas las riquezas y todos los alimentos que había en Sodoma y Gomorra, y se marcharon.

12 Y como Lot vivía en Sodoma, también a él se lo llevaron, junto con todo lo que tenía.

13 En aquel tiempo, Abram el hebreo vivía junto al bosque de un hombre llamado Mamré. Este hombre era amorreo, y tenía dos hermanos, Escol y Aner. Los tres eran amigos de Abram. Cuando uno de los que habían escapado de la batalla vino y le contó a Abram

14 que a su sobrino se lo habían llevado prisionero, Abram juntó a todos sus sirvientes capaces de luchar. Eran trescientos dieciocho hombres, y con ellos persiguió a los cuatro reyes hasta Dan.

15 Al caer la noche, Abram dividió a sus hombres y atacó por sorpresa a los cuatro reyes. Los derrotó y los persiguió hasta Hobá, ciudad que está al norte de Damasco.

16 Así liberó a Lot, a las mujeres y a su gente, y recuperó todas las riquezas y pertenencias de su sobrino.

17 Cuando Abram volvía de haber derrotado a Quedorlaómer y a sus reyes amigos, el rey de Sodoma salió a su encuentro en el Valle del Rey.

18 Allí Melquisedec, que era rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino,

19 y bendijo a Abram, diciéndole: Abram, que te bendiga el Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra.

20 El Dios altísimo merece todas las alabanzas, pues te dio la victoria sobre tus enemigos. De inmediato, Abram le dio a Melquisedec la décima parte de todo lo que había recuperado.

21 Por su parte, el rey de Sodoma le dijo a Abram: —Devuélveme a la gente, y quédate con las riquezas.

22 Sin embargo, Abram le contestó: —Yo le he jurado al Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra,

23 que no voy a aceptar nada de lo que es tuyo. No tomaré ni un hilo, ni la correa de una sandalia, para que nunca digas que tú me hiciste rico.

24 Sólo aceptaré lo que mis hombres se han comido, y la parte que les toca a Aner, a Escol y a Mamré, los amigos que me acompañaron.

15 Dios hace un compromiso con Abram

1 Después de esto, Dios se le apareció a Abram en una visión, y le dijo: —Abram, no tengas miedo. Yo soy quien te protege. Voy a darte muchas riquezas.

2-4 Abram le contestó: —¡Dios y Rey mío! ¿Y para qué me vas a dar riquezas si no tengo hijos? Cuando me muera, ese extranjero que tengo por esclavo va a quedarse con todo lo que es mío. Pero Dios le aseguró: —Tu heredero será un hijo tuyo, y no tu esclavo Eliézer.

5 Luego lo llevó afuera y le dijo: —Mira el cielo y sus muchas estrellas. ¿Verdad que no puedes contarlas? ¡Pues tampoco será posible contar a tus descendientes!

6-7 Abram confió en la promesa de Dios, y por eso Dios lo aceptó y le dijo: —Yo soy tu Dios, y tú eres mío porque confías en mí. Yo te saqué de Ur de los caldeos, para entregarte esta tierra.

8 Abram le respondió: —¡Dios y Rey mío! ¿Cómo puedo estar seguro de que me la darás?

9 Entonces Dios le dijo: —Para cerrar el trato, trae una vaca, una cabra y un carnero, de tres años cada uno. Y trae también una paloma y una tortolita.

10 Abram le llevó a Dios todos estos animales y los partió por la mitad, pero a las aves las dejó enteras.

11 Los buitres se lanzaban sobre los cadáveres, pero Abram los espantaba.

12 Cuando el sol comenzaba a ocultarse, Abram sintió mucho sueño, y se vio rodeado de una gran oscuridad. Eso le dio mucho miedo,

13 pero Dios le dijo: Quiero que sepas que tus descendientes irán a vivir a un país extranjero. Allí los harán trabajar como esclavos, y los maltratarán durante cuatrocientos años.

14 Sin embargo, yo castigaré a ese país, y haré que tus descendientes salgan de allí con grandes riquezas.

15 Tú tendrás una vejez tranquila y morirás en paz, y serás sepultado junto con tus antepasados.

16 Pero al fin de esos cuatrocientos años, tus descendientes podrán volver a este país, pues los amorreos que ahora lo ocupan son tan malvados que en ese tiempo los expulsaré.

17 Cuando el sol se ocultó y se hizo de noche, apareció un horno humeante, y también una antorcha de fuego, que pasó entre las mitades de los animales[r].

18 Ese día, Dios hizo un compromiso con Abram, y le dijo: Yo les daré a tus descendientes la tierra que va desde el río de Egipto hasta el río Éufrates.

19 Es la tierra donde ahora viven los quenitas, los quenizitas, los cadmoneos,

20 los hititas, los ferezeos, los refaítas,

21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.

16 El hijo de Abram y Agar

1-3 Abram tenía ya diez años de vivir en Canaán, y su esposa Sarai aún no había podido tener hijos. Pero como ella tenía una esclava egipcia que se llamaba Agar, le propuso a su esposo: Abram, como Dios no me deja tener hijos, acuéstate con mi esclava y ten relaciones sexuales con ella. Según nuestras costumbres, cuando ella tenga un hijo ese niño será mío, porque ella es mi esclava. Abram estuvo de acuerdo. Entonces Sarai tomó a su esclava y se la entregó a su esposo.

4 Abram se acostó con Agar, y ella quedó embarazada. Cuando Agar se dio cuenta de que iba a tener un hijo, comenzó a despreciar a Sarai.

5 Entonces Sarai le reclamó a Abram: —Tú tienes la culpa de que Agar me trate con desprecio. Recuerda que fui yo quien te la entregó. Ahora resulta que como está embarazada, se siente superior a mí. Por eso Dios habrá de castigarte.

6 Abram le respondió: —Haz con ella lo que quieras, pues Agar es tu esclava. Fue así como Sarai comenzó a maltratarla, y Agar se vio obligada a huir.

7 Cuando Agar llegó al manantial que está en el desierto de Sur, junto al camino que lleva a Egipto, Dios salió a su encuentro

8 y le dijo: —Agar, esclava de Sarai, ¿qué haces aquí? ¿A dónde vas? Y ella le contestó: —Estoy huyendo de mi dueña.

9-11 Entonces Dios le dijo: —Es mejor que regreses con ella, y que la obedezcas. De mi parte, yo haré que tengas tantos descendientes, que nadie podrá contarlos. Ahora estás embarazada, y vas a tener un hijo. Ponle por nombre Ismael[s], porque he escuchado tu llanto.

12 Ismael será entre los hombres igual que un caballo salvaje. Tendrá que luchar contra todos, pues todos lucharán contra él, pero logrará establecerse en su propio territorio, aun en contra de sus hermanos.

13 Después de que Dios le habló, Agar le puso por nombre: Tú eres el Dios que todo lo ve. Y es que dijo: He visto al Dios que me ha visto.

14 Desde entonces ese manantial se llama Pozo del Dios que vive y todo lo ve. Ese pozo todavía está allí, entre las ciudades de Cadés y Béred.

15-16 Cuando Abram tenía ochenta y seis años, nació el hijo que tuvo con Agar, y Abram le puso por nombre Ismael.

17 El pacto de Dios con Abram

1 Cuando Abram tenía noventa y nueve años, Dios se le apareció y le dijo: Yo soy el Dios todopoderoso. Obedéceme siempre y pórtate con honradez.

2 Voy a hacer un pacto contigo: voy a hacer que tengas muchos, muchos descendientes.

3-9 Al oír esto, Abram se inclinó en señal de respeto. Entonces Dios le dijo: En este pacto que hago contigo, te prometo lo siguiente: De ti nacerán muchas naciones. Por eso ya no vas a llamarte Abram, sino Abraham[t], porque serás el padre de muchas naciones, y muchos de tus descendientes serán reyes. Este pacto que hago contigo, lo hago también con tus descendientes, y no tendrá fin. Yo soy tu Dios, y también seré el Dios de tus descendientes. La tierra de Canaán, donde ahora vives como extranjero, te la daré a ti para siempre, y también a tus descendientes. Por tu parte, tú y tus descendientes tendrán que cumplir con

10 el siguiente compromiso: todos los varones deberán ser circuncidados.

11 La circuncisión será la señal de que ustedes y yo hemos hecho un pacto.

12-13 De ahora en adelante, todos los niños que nazcan entre ustedes tendrán que ser circuncidados a los ocho días de nacidos. Este compromiso vale para los que nazcan en la casa de ustedes, para los esclavos que ustedes compren por dinero, y para los extranjeros, aunque no sean descendientes directos de ustedes. La señal del pacto que hago con ustedes la llevarán en su cuerpo, porque es un pacto que durará para siempre.

14 El varón que no sea circuncidado estará faltando a ese compromiso, y no podrá vivir entre ustedes.

15 Además, Dios le dijo a Abraham: De ahora en adelante tu esposa ya no se llamará Sarai; su nombre será Sara[u].

16 La voy a bendecir para que te dé un hijo, y de sus descendientes se formarán muchas naciones, y algunos de ellos serán reyes.

17 Abraham se inclinó ante Dios y entre dientes dijo: ¿Cómo voy a tener un hijo, si ya tengo cien años? ¿Y cómo va a tener un hijo Sara, si ya tiene noventa? Así que se echó a reír,

18 y le dijo a Dios: —¡Dale a Ismael esa bendición de la que hablas!

19 Pero Dios le respondió: —Aunque no lo creas, Sara misma va a darte un hijo, y tú le pondrás por nombre Isaac[v]. Mi pacto con él y con sus descendientes durará para siempre.

20 También ya oí lo que me pediste acerca de Ismael, y lo voy a bendecir con muchos, muchos descendientes. De ellos saldrán doce príncipes y una gran nación.

21 Sin embargo, mi pacto lo mantendré sólo con Isaac, es decir, con el hijo que Sara te dará dentro de un año.

22 Tan pronto como terminó de hablar con Abraham, Dios se fue de allí.

23-27 Y ese mismo día Abraham tomó a su hijo Ismael y lo circuncidó, junto con todos los varones que habían nacido en su casa o que había comprado con su dinero. También él se circuncidó, cumpliendo así lo que Dios le había pedido. El día en que fueron circuncidados, Abraham tenía noventa y nueve años, y su hijo Ismael tenía trece.

18 Dios visita a Abraham

1 Ésta es la historia del día en que Dios se le apareció a Abraham cerca del bosque de Mamré. Ese día hacía tanto calor que Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña.

2 De pronto, levantó la vista y vio a tres hombres cerca de donde él estaba. Enseguida corrió a su encuentro, y se inclinó ante ellos en señal de respeto,

3 y les dijo: —Señores, estoy para servirles. Si creen que merezco su visita, no se vayan. Quédense aquí un rato.

4 Voy a ordenar que traigan un poco de agua, para que se laven los pies y puedan descansar bajo este árbol.

5 Voy a traerles también un poco de pan, para que recobren las fuerzas y puedan seguir su camino. ¡Ésta es su casa, y estoy para servirles! Los tres visitantes le contestaron: —Está muy bien. Haz todo lo que dijiste.

6 Abraham entró corriendo a la tienda donde estaba Sara, y le dijo: ¡Date prisa! Toma unos veinte kilos de la mejor harina, y ponte a hacer pan.

7 Luego fue al corral, tomó el más gordo de sus terneros, y se lo dio a un sirviente para que lo preparara enseguida.

8 Además del ternero, Abraham les ofreció a sus invitados mantequilla y leche. Mientras ellos comían, Abraham se quedó de pie bajo un árbol, atento para servirles.

9 Los visitantes le preguntaron: —¿Y dónde está tu esposa? Abraham les respondió: —Está dentro de la tienda.

10 Uno de ellos le dijo: —El año que viene volveré a visitarte, y para entonces tu esposa ya será madre de un hijo. Sara estaba a la entrada de la tienda, detrás de Abraham, escuchando lo que decían.

11 Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara no estaba ya en edad de tener hijos,

12 así que ella se rió y dijo entre dientes: Eso sería muy bonito, pero mi esposo y yo estamos muy viejos para tener un hijo.

13 Entonces Dios le dijo a Abraham: —¿De qué se ríe Sara? ¿Acaso no cree que puede ser madre, a pesar de su edad?

14 ¿Hay algo que yo no pueda hacer? El año que viene, por estos días, volveré a visitarte, y para entonces Sara ya será madre.

15 Al oír esto, Sara sintió miedo. Por eso mintió y aseguró: —No me estaba riendo. Sin embargo, Dios le dijo: —Yo sé bien que te reíste.

Abraham ruega por Sodoma

16 Los visitantes se levantaron para seguir su camino a la ciudad de Sodoma. Abraham los acompañó por un rato para despedirlos.

17 Pero Dios pensó: No puedo ocultarle a Abraham lo que voy a hacer,

18 porque sus descendientes formarán una nación grande y poderosa. Por medio de ellos todas las naciones de la tierra van a ser bendecidas.

19 Para eso lo elegí, para que les ordene a sus hijos y a toda su familia que me obedezcan, y que hagan lo que es bueno y justo. Si Abraham lo hace así, yo cumpliré con todo lo que le he prometido.

20 Entonces Dios le dijo a Abraham: —Ya son muchas las quejas que hay en contra de Sodoma y Gomorra. Ya es mucho lo que han pecado.

21 Iré allá y veré con mis propios ojos si es verdad todo lo que me han dicho.

22 Los visitantes de Abraham se apartaron de allí y se fueron a Sodoma. Sin embargo, Abraham se quedó ante Dios,

23 y acercándose a él le dijo: —No me digas que vas a matar a los buenos junto con los malos.

24 Supongamos que en la ciudad se encuentran cincuenta personas buenas. ¿No perdonarías, por esas cincuenta personas, a todos los que allí viven?

25 ¡Tú eres el juez de toda la tierra! ¡Tú no puedes matar a los que hacen lo bueno junto con los que hacen lo malo! ¡Tú eres un Dios justo!

26 Y Dios le contestó: —Si encuentro en Sodoma cincuenta personas buenas, por ellas perdonaré a toda la ciudad.

27 Pero Abraham volvió a decir: —Dios mío, perdona mi atrevimiento de hablar contigo, pues ante ti no soy nada.

28 Pero ¿qué pasará si en toda la ciudad sólo hay cuarenta y cinco personas buenas? ¿Destruirás de todos modos la ciudad? Dios respondió: —Si encuentro esas cuarenta y cinco personas, no la destruiré.

29 Una vez más, Abraham dijo: —¿Y qué tal si sólo encuentras cuarenta? Dios le aseguró: —Por esos cuarenta, no destruiré la ciudad.

30 Pero Abraham insistió: —Dios mío, no te enojes conmigo si sigo hablando; pero ¿qué pasará si no hay más que treinta personas buenas? Y Dios le dijo: —Si encuentro esas treinta personas, no destruiré la ciudad.

31 Abraham volvió a insistir: —Dios mío, realmente soy muy atrevido, pero ¿si sólo se encuentran veinte? Dios respondió: —Hasta por esos veinte, no destruiré la ciudad.

32 De nuevo dijo Abraham: —Yo te ruego, Dios mío, que no te enojes conmigo, pero sólo insistiré una vez más. ¿Y qué tal si sólo se encuentran diez? Y Dios le aseguró: —Por esos diez, no destruiré la ciudad.

33 Luego de hablar con Abraham, Dios se fue de allí. Abraham, por su parte, regresó a su tienda de campaña.

19 Dios destruye Sodoma y Gomorra

1 Al caer la tarde, dos de los ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad, y en cuanto los vio se levantó para saludarlos. Sin levantar la vista, se inclinó ante ellos en señal de respeto,

2 y les dijo: —Señores, estoy para servirles. Yo les ruego que vengan a mi casa. Allí podrán bañarse y pasar la noche; mañana podrán seguir su camino. Sin embargo, ellos le dijeron: —Se lo agradecemos, pero vamos a pasar la noche en la calle.

3 Lot siguió insistiendo hasta que los ángeles aceptaron quedarse en su casa. Una vez allí, Lot hizo pan y les dio de cenar, y los ángeles comieron.

4 Ya estaban por acostarse cuando llegaron todos los hombres de la ciudad, los jóvenes y los viejos, y rodearon la casa.

5 Gritando con todas sus fuerzas decían: Lot, ¿dónde están los hombres que esta noche llegaron a tu casa? ¡Sácalos! ¡Queremos tener relaciones sexuales con ellos!

6 Lot salió para hablar con ellos, pero al salir cerró la puerta.

7 Allí afuera les dijo: —Amigos míos, ¡no hagan algo tan malo!

8 Yo tengo dos hijas solteras que nunca han tenido relaciones sexuales. Las voy a sacar, y ustedes pueden hacer con ellas lo que quieran. Pero a mis invitados no les hagan nada, pues están bajo mi protección.

9 Ellos le respondieron: —¡Quítate de ahí! ¿Tú quién eres para decirnos lo que debemos hacer? ¡Ni siquiera eres de los nuestros! ¡Pues ahora te va a ir peor que a ellos! Y a empujones quitaron a Lot de en medio, con la intención de echar abajo la puerta.

10 Sin embargo, desde adentro los ángeles estiraron el brazo, metieron a Lot en la casa y cerraron la puerta.

11 Luego, a todos los que estaban afuera los dejaron ciegos para que no pudieran entrar.

12 Después de eso, los dos ángeles le dijeron a Lot: —Si tienes en la ciudad otros hijos o hijas, yernos o familiares, sácalos de aquí

13 porque vamos a destruir este lugar. Son tantas las quejas que hay contra la gente de esta ciudad, que Dios nos ha enviado a destruirla.

14 Lot salió de la casa para hablar con los novios de sus hijas, y les dijo: —¡Apúrense! ¡Salgan de la ciudad, porque Dios está a punto de destruirla! Sus futuros yernos pensaron que Lot estaba bromeando,

15 pero al amanecer los ángeles insistieron: —¡Lot, date prisa! ¡Llévate de aquí a tu esposa y a tus dos hijas! ¡De lo contrario, serás destruido junto con la ciudad!

16 Y como Lot no se apuraba, los ángeles lo agarraron de la mano, y también a su esposa y a sus hijas, y los sacaron de la ciudad. Los pusieron a salvo porque Dios les tuvo compasión.

17 Tan pronto como los sacaron, uno de los ángeles dijo: —¡Si quieren salvarse, corran! ¡No miren hacia atrás, ni se detengan en el valle! ¡Huyan a las montañas, y pónganse a salvo! De lo contrario, ¡serán destruidos!

18 Pero Lot le contestó: —¡No, señor, de ninguna manera!

19 Aunque soy muy humilde, usted ha sido muy bueno conmigo, pues tuvo compasión de mí y me salvó la vida. Pero yo no puedo huir a las montañas, porque este desastre me alcanzará y moriré.

20 Mire, aquí cerca hay una ciudad pequeña; si echo a correr podré llegar a ella y ponerme a salvo. ¿Verdad que es muy pequeña?

21 Y aquel ángel le contestó: —Está bien. Voy a cumplir tus deseos. No destruiré la ciudad de la que hablas.

22 Pero vete enseguida, porque no podré hacer nada hasta que llegues allá. Por eso la ciudad se llama Sóar, que quiere decir, pequeña.

23 Lot llegó a Sóar cuando el sol comenzaba a salir.

24 En ese momento Dios hizo caer del cielo una lluvia de azufre encendido sobre Sodoma y Gomorra.

25 Así fue como Dios acabó con las ciudades del valle y sus habitantes, y también destruyó toda la vegetación.

26 Pero la esposa de Lot miró hacia atrás, y quedó convertida en estatua de sal.

27 Al día siguiente, Abraham se levantó muy temprano y regresó a donde había estado hablando con Dios.

28 Echó una mirada hacia Sodoma y Gomorra, y hacia todo el valle, y vio que del suelo se levantaba mucho humo, como si hubiera una gran hoguera.

29 Fue así como Dios destruyó las ciudades del valle. Pero se acordó de Abraham y salvó a Lot de la terrible destrucción que acabó con esas ciudades.

Lot y sus hijas

30 Sin embargo, Lot y sus dos hijas tuvieron miedo de quedarse a vivir en Sóar. Por eso se fueron de allí y se quedaron a vivir en una cueva.

31 Un día, la hija mayor le dijo a su hermana menor: Nuestro padre ya está muy anciano, y no hay por aquí ningún hombre con el que podamos casarnos para tener hijos.

32 ¡Vamos a emborrachar a nuestro padre! Así nos acostaremos luego con él, y tendremos hijos suyos.

33 Esa misma noche lo emborracharon, y la hija mayor tuvo relaciones sexuales con él. Pero Lot no se dio cuenta cuando ella se acostó, ni tampoco cuando se levantó.

34 Al día siguiente, la hija mayor le dijo a la menor: Anoche me acosté con nuestro padre. Vamos a emborracharlo de nuevo, para que tengas relaciones sexuales con él. Así las dos tendremos hijos suyos.

35 Esa noche, después de emborracharlo, la hija menor fue y se acostó con él. Pero Lot no se dio cuenta cuando ella se acostó, ni tampoco cuando se levantó.

36 Así fue como ellas quedaron embarazadas por parte de su padre.

37 Cuando la hija mayor tuvo su hijo, le puso por nombre Moab, y de él descienden los moabitas de hoy.

38 También la hija menor tuvo un hijo, y le puso por nombre Ben-amí; de él descienden los amonitas de hoy.

20 Abraham, Sara y Abimélec

1 Abraham se fue de allí a la región del desierto del sur, y se quedó a vivir en Guerar, que está entre las ciudades de Cadés y Sur.

2 Allí Abraham presentó a Sara como su hermana, y no como su esposa. Por eso Abimélec, que era rey de Guerar, mandó a traer a Sara para que fuera una de sus esposas.

3 Una noche, Dios se le apareció en un sueño a Abimélec, y le dijo: —Vas a morir, pues has tomado por esposa a la mujer de otro hombre.

4 Pero Abimélec ni siquiera se había acercado a ella, así que respondió: —Dios mío, ¿cómo vas a destruir a un pueblo inocente?

5 Abraham me dijo que Sara era su hermana, y ella no lo negó. En este asunto me siento tranquilo, pues no he hecho nada malo.

6 En ese mismo sueño Dios le dijo: —Ya sé que no has hecho nada malo, pues yo no te dejé que la tocaras ni que pecaras contra mí.

7 Pero ahora devuélvele su esposa a ese hombre. Él es profeta, y va a orar por ti para que vivas. Si no se la devuelves, te aseguro que tú y los tuyos morirán.

8 Al día siguiente, muy temprano, Abimélec mandó que todos sus asistentes se presentaran ante él. En cuanto Abimélec les contó lo sucedido, ellos sintieron mucho miedo.

9 Entonces Abimélec llamó a Abraham y le dijo: —¿Por qué nos has hecho esto? ¿Qué te hice para que echaras sobre mí y sobre mi reino una culpa tan grande? Lo que me has hecho, no se le hace a nadie.

10 ¿Por qué lo hiciste? ¿En qué estabas pensando?

11 Y Abraham respondió: —Es que pensé que aquí nadie adora a mi Dios, y que me matarían para quitarme a mi esposa.

12 La verdad es que ella es mi hermana, y me dejaron casarme con ella porque es hija de mi padre, pero no hija de mi madre.

13 Cuando Dios me pidió abandonar mi tierra, yo le pedí que a dondequiera que fuéramos, dijera que era mi hermana.

14 Abimélec tomó ovejas, vacas, esclavas y esclavos, y se los dio a Abraham. También le devolvió a su esposa,

15 y le dijo: —Ahí está mi país, para que escojas el lugar donde quieras vivir.

16 A Sara le dijo: —Le estoy entregando a tu hermano mil monedas de plata. Con este pago probaremos que tú no has hecho nada malo. Nadie podrá hablar mal de ti.

17 Entonces Abraham le pidió a Dios que sanara a Abimélec, y Dios lo hizo. Además, Dios permitió que la esposa y las esclavas de Abimélec pudieran volver a tener hijos,

18 pues por causa de Sara, Dios no dejaba que los tuvieran.

21 El nacimiento de Isaac

1-2 Tal como Dios se lo había prometido, Sara quedó embarazada y, en la fecha señalada, tuvo un hijo de Abraham, quien ya era muy anciano.

3 Abraham le puso por nombre Isaac,

4 y lo circuncidó a los ocho días de nacido, cumpliendo así con el mandato de Dios.

5 Cuando nació Isaac, nombre que quiere decir se ríe, Abraham tenía cien años.

6 Sara entonces dijo: ¡Dios me ha hecho reír, y todo el que lo sepa se reirá conmigo!

7 Abraham jamás se hubiera imaginado que siendo ya viejo, yo tendría un hijo suyo.

8 Isaac fue creciendo, y el día en que Sara dejó de amamantarlo, Abraham hizo una gran fiesta.

Abraham despide a Agar y a su hijo

9 Cierto día, Sara vio que el hijo de Agar y de Abraham se burlaba de Isaac.

10 Entonces fue a decirle a Abraham: Echa de aquí a esa esclava y a su hijo; él no tiene derecho a compartir la herencia con tu hijo Isaac.

11 Esto no le agradó nada a Abraham, pues se trataba de un hijo suyo.

12 Pero Dios le dijo: No te preocupes por el niño ni por la esclava. Haz todo lo que Sara te pida, pues tu descendencia vendrá por medio de Isaac.

13 Pero también con los descendientes del hijo de tu esclava haré una gran nación, pues él es hijo tuyo.

14 Al día siguiente, muy temprano, Abraham tomó pan y se lo dio a Agar. También tomó una bolsa de cuero con agua, se la puso a ella en el hombro, y la despidió junto con el niño. Agar se fue en dirección al desierto de Beerseba y allí se perdió.

15 Cuando se le acabó el agua, acostó al niño bajo un arbusto.

16 Como no quería verlo morir, se apartó de él y fue a sentarse, no muy lejos de allí. Mientras estaba sentada, se echó a llorar.

17 Dios oyó los gritos del niño, y llamó a Agar desde el cielo y le dijo: ¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, ya escuché los gritos del niño.

18 Anda, levántalo y tómalo de la mano. No morirá, pues sus descendientes llegarán a ser una gran nación.

19 En ese momento Dios permitió que Agar viera un pozo de agua. Ella corrió a llenar la bolsa, y le dio de beber al niño.

20-21 Cuando el niño creció, se quedó a vivir en el desierto de Parán. Allí aprendió a manejar bien el arco y las flechas, y Dios siempre le brindó su ayuda. Finalmente, su madre lo casó con una egipcia.

Abraham y Abimélec

22 Por esos días, Abimélec fue a visitar a Abraham. Lo acompañó Ficol, que era el capitán de su ejército. Al llegar, Abimélec le dijo a Abraham: —He visto que Dios te ayuda en todo lo que haces.

23 Júrame ahora mismo, delante de él, que nunca me harás ningún daño, ni tampoco a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame también que siempre me tratarás bien, tal como yo te he tratado, y que harás lo mismo con la gente de este país, donde has venido a vivir.

24 Abraham se lo juró,

25 pero le reclamó que tiempo atrás sus sirvientes le habían quitado un pozo de agua.

26 Abimélec se disculpó, y le aseguró: —No tengo idea de quién pudo haberlo hecho. Tú no me habías dicho nada, y yo no lo supe hasta hoy.

27 Abraham tomó ovejas y vacas, y se las entregó a Abimélec para hacer un trato entre los dos.

28 Pero como puso aparte siete ovejitas,

29 Abimélec le preguntó: —¿Y esto qué significa? ¿Por qué has apartado esas siete ovejitas?

30 Abraham le respondió: —Quiero que recibas estas siete ovejitas de mi propia mano. Ellas serán la prueba de que este pozo lo abrí yo.

31 Por eso aquel lugar se llamó Beerseba[w], porque allí Abraham y Abimélec se hicieron un juramento.

32 Luego de cerrar el trato con Abraham en Beerseba, Abimélec y Ficol regresaron al país de los filisteos.

33-34 Abraham, por su parte, se quedó a vivir un largo tiempo en el país de los filisteos. Allí en Beerseba plantó un árbol, para adorar al Dios eterno.

22 Abraham obedece a Dios

1-2 Algunos años después, Dios quiso ver si Abraham lo obedecía, así que lo llamó y le dijo: Abraham, quiero que me ofrezcas como sacrificio a Isaac, tu único hijo, a quien tanto amas. Llévalo a la región de Moria, al cerro que te voy a enseñar.

3 A la mañana siguiente Abraham madrugó, y cortó leña suficiente para hacer un gran fuego. Preparó su burro y se puso en camino al lugar que Dios le había señalado. Iba acompañado de su hijo Isaac y dos de sus sirvientes.

4-5 Al tercer día, Abraham les dijo a sus sirvientes: Quédense aquí con el burro, mientras mi hijo y yo vamos hasta aquel cerro que se ve allá a lo lejos. Allí adoraremos a Dios, y luego regresaremos con ustedes.

6 Abraham tomó la leña y se la puso a Isaac sobre el hombro; luego tomó el fuego y el cuchillo, y los dos juntos se pusieron en marcha.

7 Pero Isaac le dijo a Abraham: —Padre mío, tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero que vamos a ofrecerle a Dios?

8 Abraham le respondió: —Ya Dios se encargará de darnos el cordero, hijo mío. Y así siguieron juntos su camino.

9 Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar, y sobre él preparó la leña para el fuego; luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar.

10 Ya tenía el cuchillo en la mano y estaba a punto de matar a su hijo,

11 cuando oyó que Dios lo llamaba desde el cielo. Abraham respondió,

12 y Dios le dijo: No le hagas daño al niño. Estoy convencido de que me obedeces, pues no te negaste a ofrecerme en sacrificio a tu único hijo.

13 En ese mismo instante, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos trabados entre las ramas de un arbusto. Entonces tomó el carnero y se lo ofreció a Dios en lugar de su hijo.

14 Por eso Abraham llamó a ese lugar Dios dará lo necesario. De allí viene el dicho que hasta hoy se escucha: En su montaña Dios da lo necesario.

15 Por segunda vez Dios llamó a Abraham desde el cielo,

16-18 y le dijo: Por no haberme negado a tu único hijo, yo prometo bendecirte. Haré que tus descendientes sean tan numerosos como las estrellas del cielo, y como la arena del mar, que no se puede contar. Tus descendientes atacarán las ciudades de sus enemigos, y las conquistarán. Yo te juro que todos los pueblos de la tierra recibirán mis bendiciones por medio de tu descendencia, porque tú me obedeciste.

19 Después de esto, Abraham volvió a donde estaban sus sirvientes, y juntos regresaron a Beerseba, donde vivían.

Los hijos de Nahor

20-23 Algún tiempo después, alguien fue a decirle a Abraham: Tu cuñada Milcá y tu hermano Nahor ya tienen ocho hijos. Éstos son sus nombres: Us, Buz, Quemuel, Quésed, Hazó, Pildás, Idlaf, Betuel. Us fue el primero de todos. Quemuel fue el padre de Aram, y Betuel fue el padre de Rebeca.

24 Además, Nahor tuvo cuatro hijos con Rumá, su segunda esposa: Teba, Gáham, Tahas, Maacá.

23 Muerte de Sara y sepulcro

1 Sara llegó a vivir ciento veintisiete años,

2 y murió en la ciudad de Hebrón, que está en la región de Canaán. Después de que Abraham lloró su muerte,

3 fue a hablar con los hititas que allí vivían, y les dijo:

4 —Aunque no soy más que un extranjero que ha venido a vivir entre ustedes, véndanme algún terreno en donde pueda enterrar a mi esposa.

5 Los hititas le respondieron:

6 —Respetable señor, todos nosotros lo consideramos una persona muy importante. Entierre usted a su esposa en la mejor de nuestras tumbas, que ninguno de nosotros se la negará.

7 Abraham se puso de pie, y con mucho respeto,

8 les dijo: —Si realmente quieren que yo entierre aquí a mi esposa, les ruego que convenzan a Efrón hijo de Sóhar,

9 de que me venda la cueva que tiene en Macpelá, la que está junto a su campo. Díganle que me la venda en su justo precio, para que yo tenga entre ustedes una tumba de mi propiedad.

10 Como Efrón estaba sentado entre ellos, le respondió a Abraham en voz alta, para que lo oyeran todas las autoridades hititas allí reunidas:

11 —Respetable señor, no le vendo la cueva; más bien, se la regalo junto con el campo en el que está. Nuestras autoridades son testigos de que yo le regalo todo esto. Entierre usted a su esposa.

12 Pero Abraham, con mucho respeto,

13 le dijo a Efrón delante de todos ellos: —Tenga usted la bondad de escucharme. Yo le pagaré el precio del campo. Le ruego aceptar mi dinero, para que pueda yo enterrar a mi esposa.

14 Efrón le contestó:

15 —Señor mío, el terreno vale cuatrocientas monedas de plata. Eso no es gran cosa entre usted y yo. ¡Vaya usted y entierre a su esposa!

16-20 Este precio le pareció bien a Abraham, y le pagó a Efrón las cuatrocientas monedas de plata, siguiendo las reglas de los comerciantes. Así fue como el campo y la cueva pasaron a ser propiedad legal de Abraham, junto con todos los árboles que había en el campo. De esto fueron testigos todas las autoridades hititas. Una vez cerrado el trato, Abraham enterró a Sara en esa cueva, la cual está en Hebrón, frente al bosque de Mamré, en la región de Canaán.

24 Isaac y Rebeca

1 Abraham ya era muy anciano, y Dios lo había bendecido en todo.

2 Un día, Abraham le dijo a su mayordomo: —Pon tu mano debajo de mi pierna porque me vas a hacer un juramento.

3-4 Aunque vivo entre los cananeos, me vas a jurar por el Dios del cielo y de la tierra, que no casarás a mi hijo Isaac con ninguna mujer de Canaán. Más bien, ve a mi tierra y busca entre mis familiares una esposa para él.

5 Pero el mayordomo le contestó: —¿Y qué pasa si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra? ¿Debo entonces llevar a tu hijo para que él mismo la busque?

6 Y Abraham le dijo: —¡Más te vale que no lo hagas!

7 Cuando el Dios del cielo me pidió que dejara la casa de mi padre y mi país, me prometió bajo juramento que esta tierra se la daría a mis descendientes. Así que él enviará delante de ti a su ángel, para que encuentres allá una esposa para mi hijo.

8 Si ella no quiere venir contigo, quedarás libre de tu juramento. ¡Pero de ningún modo permitiré que te lleves a mi hijo!

9 El mayordomo se comprometió con su amo Abraham a cumplir el juramento,

10 y luego de tomar diez camellos y lo mejor que tenía su amo, se puso en marcha hacia el pueblo de Nahor, que está en Mesopotamia.

11 Caía la tarde cuando el mayordomo hizo descansar a los camellos cerca del pozo que está fuera del pueblo. A esa hora las mujeres salían a sacar agua del pozo.

12 Allí el mayordomo oró así: Dios de mi amo Abraham, te ruego que seas bueno con mi amo; haz que hoy me vaya bien.

13 Mírame aquí, junto a este pozo. Ahora que las mujeres vienen a sacar agua,

14 permite que la muchacha a quien le pida que me dé a beber agua de su cántaro, no sólo me dé agua a mí sino también a los camellos. Así sabré que has sido bueno con mi amo, y que ella es la mujer que has elegido para Isaac, quien siempre te obedece en todo.

15 Todavía no había terminado de orar el mayordomo cuando llegó Rebeca, con su cántaro al hombro. Era hija de Betuel, y nieta de Milcá y de Nahor, el hermano de Abraham.

16 Rebeca era una muchacha muy hermosa, y soltera. Bajó al manantial y llenó su cántaro, y cuando ella subía,

17 el mayordomo corrió a su encuentro y le dijo: —Por favor, dame un poco de agua de tu cántaro.

18 Rebeca bajó enseguida el cántaro y le dijo: —Beba usted. Y con sus propias manos le dio a beber.

19 Cuando el mayordomo terminó de beber, ella misma dijo: —Ahora voy a sacar agua para sus camellos, para que beban toda el agua que quieran.

20 Rápidamente vació el cántaro en el bebedero y corrió al pozo para sacar más agua, hasta dar de beber a todos los camellos.

21 Mientras tanto, el mayordomo la miraba sin decir nada, pues quería saber si Dios le había ayudado a encontrar una esposa para Isaac.

22 Cuando los camellos acabaron de beber, el mayordomo puso en la nariz de Rebeca un anillo de oro que pesaba seis gramos. Además, le puso en los brazos dos pulseras de oro que pesaban más de cien gramos.

23 Entonces le preguntó: —Dime, por favor, ¿quién es tu padre? ¿Crees que mi gente y yo podríamos pasar la noche en su casa?

24-25 Rebeca respondió: —Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Nahor. En nuestra casa hay lugar para que pasen la noche, y también tenemos abundante comida para los camellos.

26 En ese momento el mayordomo se inclinó y dio gracias a Dios

27 con estas palabras: ¡Alabado seas, Dios de mi amo Abraham, pues siempre has sido bueno y fiel con mi amo! ¡Has guiado mis pasos hasta la casa de sus familiares!

28 Al oír esto, Rebeca corrió a su casa para contarle a su madre lo sucedido.

29-30 Su hermano Labán vio el anillo y las pulseras que Rebeca traía puestas, y la oyó contar lo que aquel hombre le había dicho. Entonces salió corriendo a buscar al mayordomo, y lo encontró junto a los camellos, cerca del pozo.

31 Al verlo, Labán le dijo: ¡Bienvenido! Dios lo ha traído con bien hasta este lugar. Venga usted a mi casa; no se quede aquí afuera. ¡Ya he preparado un lugar para usted, y también para los camellos!

32 El mayordomo lo acompañó, y una vez en la casa, Labán les dio agua a él y a sus hombres para que se bañaran. A los camellos les quitaron la carga y les dieron de comer.

33 Cuando le sirvieron de comer, el mayordomo dijo: —No comeré hasta que les cuente por qué estoy aquí. Labán lo dejó hablar,

34 y el mayordomo dijo: —Mi amo Abraham

35 es muy rico, pues Dios lo ha bendecido mucho. Le ha dado ovejas, ganado, plata, oro, sirvientes, sirvientas, camellos y burros.

36 Además, él y su esposa Sara tuvieron un hijo, a pesar de ser ya muy ancianos, y a ese hijo mi amo le ha entregado todas sus riquezas.

37 A mí me hizo jurarle que no casaría a su hijo con ninguna mujer de Canaán.

38 Más bien, me pidió venir acá y buscarle esposa entre sus familiares.

39 Yo le pregunté: «¿Y qué hago si la mujer no quiere acompañarme?».

40 Entonces mi amo dijo: «Toda mi vida he obedecido a Dios, así que él enviará su ángel para que te acompañe y haga que te vaya bien en tu viaje. Pero tú debes buscarle a mi hijo una esposa entre mis familiares.

41 Si ellos no quieren dártela, quedarás libre del juramento que me has hecho».

42 Hoy, cuando llegué al pozo, hice esta oración: «Dios de mi amo Abraham, si tú así lo quieres, haz que me vaya bien en este viaje.

43 Mírame aquí, parado junto a este pozo. Si una muchacha viene a sacar agua, y yo le pido que me dé a beber un poco de agua de su cántaro,

44 y ella acepta darme agua y saca también agua para los camellos, entenderé que ella es la que tú has elegido como esposa para el hijo de mi amo».

45 Todavía no terminaba de orar cuando llegó Rebeca con su cántaro al hombro. Bajó y sacó agua, y cuando yo le pedí que me diera de beber,

46 enseguida bajó su cántaro y me dio, lo mismo que a los camellos. Una vez que bebí,

47 le pregunté quién era su padre, y ella me contestó que era Betuel, el hijo de Nahor y Milcá. Fue entonces cuando le puse el anillo en la nariz, y las pulseras en los brazos;

48 luego me incliné para adorar y bendecir al Dios de mi amo Abraham, pues me guió directamente hasta la nieta del hermano de mi amo, para tomarla como esposa para su hijo.

49 Ahora bien, díganme si piensan ser fieles con mi amo y tratarlo bien; y si no, díganmelo también; así sabré qué camino tomar.

50 Labán y su familia[x] respondieron: —Todo esto viene de Dios, y nosotros no podemos decirle a usted ni una cosa ni otra.

51 Pero aquí está Rebeca. Puede usted llevársela, y que se case con el hijo de su amo, ya que así lo ha decidido Dios.

52 Al oír esto, el mayordomo se inclinó hasta el suelo y dio gracias a Dios;

53 luego sacó joyas de oro y plata, y vestidos, y se los dio a Rebeca. A su hermano y a su madre también les dio valiosos regalos.

54 Después de eso, él y sus hombres comieron y bebieron, y pasaron la noche allí. A la mañana siguiente, cuando se levantaron, el mayordomo pidió permiso para volver a la casa de su amo,

55 pero el hermano y la madre de Rebeca respondieron: —Deje usted que la muchacha se quede con nosotros unos días más, y entonces podrá irse.

56 Pero el mayordomo les rogó: —¡No me detengan más! Ya Dios me ha dado éxito en mi viaje, así que déjenme volver a la casa de mi amo.

57-58 Ellos llamaron a Rebeca y le preguntaron: —¿Quieres irte con este hombre? Como Rebeca respondió que sí,

59 la dejaron ir junto con la mujer que la había cuidado desde niña, el mayordomo y sus hombres.

60 Su familia la despidió con esta bendición: Querida hermana nuestra, deseamos que llegues a tener miles y miles de descendientes, y que ellos lleguen a conquistar las ciudades de sus enemigos.

61 Entonces se levantó Rebeca, junto con sus sirvientas, y montando en los camellos se fueron siguiendo al mayordomo. Así fue como él se llevó a Rebeca.

62 Isaac vivía en el desierto del sur, pero esa tarde llegó hasta el manantial que se llama Pozo del Dios que vive y todo lo ve.

63 Había salido a dar un paseo por el campo. De pronto, alzó la vista y vio que unos camellos se acercaban.

64 También Rebeca alzó la vista, y al ver a Isaac se bajó del camello

65 y le preguntó al mayordomo: —¿Quién es aquel hombre que viene por el campo a nuestro encuentro? El mayordomo respondió: —¡Es mi amo! Entonces ella tomó un velo y se cubrió la cara.

66 Y luego de que el mayordomo le contó a Isaac todos los detalles del viaje,

67 Isaac llevó a Rebeca a la tienda de campaña de su madre Sara, y se casó con ella. Así fue como Rebeca llegó a ser su esposa, y él la amó mucho. Esto le ayudó a Isaac a olvidar la muerte de su madre.

25 Descendencia de Queturáy muerte de Abrahán

Muerte de Abraham

1 Abraham tuvo otra esposa, llamada Queturá,

2 con la que tuvo los siguientes hijos: Zimrán, Jocsán, Medán, Madián, Isbac, Súah.

3 Jocsán fue el padre de Sebá y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos.

4 Madián tuvo cinco hijos: Efá, Éfer, Hanoc, Abidá, Eldaá. Todos estos fueron descendientes de Queturá.

5-6 Mientras aún vivía, Abraham le dejó a su hijo Isaac todas sus riquezas, pero a los hijos de sus otras esposas les dio regalos y los apartó de Isaac, enviándolos al este.

7 Abraham vivió ciento setenta y cinco años,

8-10 y gozó de buena salud hasta el día en que murió. Sus hijos Isaac e Ismael lo enterraron junto a su esposa Sara en la cueva de Macpelá, que está cerca del bosque de Mamré. Abraham le había comprado esa cueva a Efrón.

11 Después de la muerte de Abraham, Dios bendijo a Isaac, quien entonces vivía cerca del manantial que se llama Pozo del Dios que vive y todo lo ve.

Los hijos de Ismael

12-16 Ésta es la lista de los descendientes de Ismael, el hijo de Abraham y de Agar, la esclava egipcia de Sara. Éstos son los nombres de los doce jefes de las tribus de Ismael, por orden de nacimiento y en el orden de sus campamentos y territorios: Nebaiot, que fue su hijo mayor; Quedar, Adbeel, Mibsam, Mismá, Dumá, Masá, Hadar, Temá, Jetur, Nafís, Quedmá.

17 Ismael vivió ciento treinta y siete años, y al morir fue enterrado junto a sus antepasados.

18 Sus descendientes poblaron la región que va desde Havilá hasta Sur, cerca de la frontera de Egipto, en dirección a Asur, al otro lado de donde vivían sus parientes.

Los hijos de Isaac: Jacob y Esaú

19 Ésta es la historia de Isaac.

20 Tenía Isaac cuarenta años cuando se casó con Rebeca, que era hija de Betuel y hermana de Labán, los arameos que vivían en Padán-aram.

21 Rebeca no podía tener hijos, así que Isaac le pidió a Dios por ella. Entonces Dios atendió a sus ruegos, y Rebeca quedó embarazada.

22 Ella se dio cuenta de que iba a tener mellizos porque los niños se peleaban dentro de ella. Por eso se quejó y dijo: Dios mío, ¿por qué me pasa esto a mí?

23 Y Dios le respondió: Tus hijos representan dos naciones. Son dos pueblos separados desde antes de nacer. Uno de ellos será más fuerte, y el otro será más débil, pero el mayor servirá al menor.

24 Cuando llegó el momento del nacimiento,

25 el primero en nacer tenía la piel rojiza y todo el cuerpo cubierto de pelo; por eso le pusieron por nombre Esaú.

26 Después de Esaú nació su hermano, al que llamaron Jacob[y] porque nació agarrado del talón de Esaú. Isaac tenía sesenta años cuando los niños nacieron.

27-28 Esaú llegó a ser un buen cazador y le encantaba estar en el campo. Por eso Isaac lo quería más. Jacob, en cambio, era muy tranquilo y prefería quedarse en casa, por eso Rebeca lo quería más que a Esaú.

29 Un día, Jacob estaba preparando un sabroso plato de comida. En eso llegó Esaú del campo con mucha hambre,

30 y le gritó: —¡Me estoy muriendo de hambre! ¡Dame ya de esa sopa roja que estás cocinando! Por eso a Esaú se le conoce también con el nombre de Edom[z].

31 Jacob le respondió: —Dame tus derechos de hijo mayor, y yo con gusto te daré de mi sopa.

32 Esaú exclamó: —¡Te los regalo ahora mismo, pues me estoy muriendo de hambre!

33 Jacob le exigió a Esaú renunciar, bajo juramento, a sus derechos de hijo mayor. Esaú se lo juró,

34 y Jacob le dio un poco de pan y de la sopa de lentejas que estaba preparando. Esaú comió y bebió; luego se levantó y se fue sin darle importancia a sus derechos de hijo mayor.

26 Isaac en Guerar

Isaac y Abimélec

1-6 En aquel tiempo llegó a faltar comida en toda la región de Canaán, tal como había pasado en tiempos de Abraham. Era tan grave la falta de alimentos que Isaac pensó en irse a Egipto. Pero Dios se le apareció a Isaac y le dijo: No vayas a Egipto. Es mejor que te vayas por algún tiempo a Guerar, donde vive Abimélec, rey de los filisteos. Yo prometo estar siempre contigo, y bendecirte en todo. Además, a ti y a tus descendientes voy a darles todas estas tierras. Así cumpliré el juramento que le hice a tu padre Abraham. Voy a hacer que tus descendientes sean tan numerosos como las estrellas del cielo. Por medio de ellos bendeciré a todas las naciones de la tierra, porque Abraham me obedeció y cumplió con todo lo que le ordené. Fue así como Isaac fue a Guerar para hablar con Abimélec, y se quedó a vivir allá.

7 Cuando los hombres de aquel lugar le preguntaban por Rebeca, él decía que era su hermana y no su esposa. Y es que tenía miedo, porque pensaba: Rebeca es muy hermosa; los hombres de este lugar son capaces de matarme para quedarse con ella.

8 Un día, Abimélec estaba mirando desde su ventana, y vio que Isaac estaba acariciando a Rebeca.

9-10 Entonces lo mandó a llamar y le reclamó: —¡Tú no me puedes engañar! ¡Esta mujer no es tu hermana, es tu esposa! ¿Por qué nos has hecho esto? ¡Si alguno de mis hombres hubiera tenido relaciones sexuales con ella, tú nos habrías hecho culpables a todos! Isaac se disculpó: —Es que tuve miedo de que me mataran para quedarse con ella.

11 Enseguida Abimélec le ordenó a todo el pueblo: —Cualquiera que moleste a este hombre o a su mujer, será condenado a muerte.

12 Ese mismo año, Dios le dio a Isaac una cosecha tan abundante, que produjo cien veces más de lo que había sembrado en aquella tierra.

13 Así ganó Isaac mucho dinero, y llegó a ser muy rico y poderoso.

14 Llegó a tener tantas ovejas y vacas, y tantos sirvientes, que despertó la envidia de los filisteos.

15 Por eso los filisteos taparon con tierra todos los pozos que Abraham había mandado abrir.

16 Hasta Abimélec llegó a decirle: Vete de aquí, pues ya eres más poderoso que nosotros.

17 Isaac se fue de Guerar, pero se quedó a vivir en el valle.

18 Cuando Abraham aún vivía, había mandado abrir unos pozos allí, pero después de su muerte los filisteos los habían vuelto a tapar. Isaac volvió a abrirlos y les puso los mismos nombres que les había puesto su padre.

19 Un día, los sirvientes de Isaac estaban abriendo un pozo en el valle y descubrieron un manantial.

20 Pero los pastores de Guerar se pelearon con los pastores de Isaac, pues decían que esa agua les pertenecía. Por eso Isaac llamó a ese pozo Pelea.

21 Hicieron otro pozo, pero también pelearon por él, por lo que Isaac le puso por nombre Pleito.

22 Luego se alejó de allí y volvió a abrir otro pozo, y ya nadie peleó. Entonces lo llamó Libertad, pues dijo: Al fin Dios nos ha dado libertad para prosperar en este lugar.

Isaac en Berseba

23 De allí, Isaac se fue a otro lugar, que luego sería conocido como Beerseba.

24 Esa misma noche Dios se le apareció y le dijo: Yo soy el Dios de tu padre Abraham, y por él te voy a bendecir y a aumentar el número de tus descendientes. No tengas miedo, pues yo te ayudaré en todo.

25 Entonces Isaac hizo allí un altar para adorar a Dios. En ese mismo lugar plantó su tienda de campaña, y sus sirvientes abrieron otro pozo.

26 Cuando Abimélec lo supo, salió de Guerar para hablar con Isaac. Lo acompañaban Ahuzat, que era su consejero personal, y Ficol, jefe de su ejército.

27 Isaac les preguntó: —¿Para qué vienen a verme, si me han tratado tan mal y hasta me echaron de su país?

28 Y ellos le contestaron: —Ya hemos visto que Dios está de tu parte. Por eso queremos hacer un trato contigo. Y lo vamos a hacer, pero bajo juramento.

29 Nosotros nunca quisimos molestarte. Al contrario, siempre te tratamos bien y hasta nos despedimos como amigos. Ahora tú, comprométete a no hacernos ningún daño, ya que Dios te ha bendecido tanto.

30 Entonces Isaac les ofreció un banquete, y ellos comieron y bebieron.

31 A la mañana siguiente se levantaron muy temprano, y tanto Isaac como Abimélec juraron no hacerse ningún daño. Luego Isaac despidió a sus visitantes, y ellos se marcharon en paz.

32 Ese mismo día vinieron los sirvientes de Isaac y le dijeron que habían encontrado agua en el pozo que estaban abriendo.

33 A ese pozo Isaac le puso por nombre Juramento, y hasta el día de hoy, la ciudad donde está ese pozo se llama Beerseba, que significa Pozo del juramento.

Esaú se casa

34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con Judit, que era hija de un hitita llamado Beerí. También se casó con Basemat, hija de otro hitita llamado Elón.

35 Estas dos mujeres llegarían a causarles muchos problemas a Isaac y a Rebeca.

27 Isaac bendice a Jacob

Primeras trampas de Jacob

1 Isaac estaba ya tan viejo, y sus ojos tan gastados, que ya no podía ver. Por eso un día llamó a Esaú, su hijo mayor,

2 y le dijo: —Mira, hijo mío, yo estoy ya muy viejo, y en cualquier momento me puedo morir.

3 Así que toma tu arco y tus flechas, y ve al campo, a ver qué puedes cazar para mí.

4 Prepárame luego un buen plato de comida, como a mí me gusta, y tráemelo para que me lo coma. Así, antes de mi muerte te daré mi bendición.

5 Rebeca escuchó lo que Isaac le dijo a Esaú, así que cuando Esaú salió a cazar al campo,

6 fue a decirle a Jacob: —Escucha, hijo mío, acabo de oír a tu padre hablar con tu hermano. Le ha pedido

7 cazar algún animal y prepararle un plato de comida, para darle su bendición especial.

8 Así que escúchame bien, y haz todo lo que te voy a decir.

9 Ve a donde está el rebaño, y tráeme dos de los mejores cabritos. Yo sé bien lo que a tu padre le gusta comer, y se lo voy a preparar.

10 Luego tú se lo llevarás para que se lo coma, y así te dará su bendición especial antes de morir.

11 Jacob le dijo a su madre: —Pero mi hermano Esaú tiene pelo en todo el cuerpo, y yo no.

12 Si mi padre me llega a tocar, va a creer que me estoy burlando de él. ¡Y en vez de bendecirme, me maldecirá!

13 Su madre le respondió: —Hijo mío, haz lo que te digo. Tú tráeme los cabritos, y si tu padre te maldice, ¡que caiga sobre mí la maldición!

14 Jacob fue por los cabritos y se los llevó a su madre. Ella preparó un plato bien sabroso, tal como le gustaba a Isaac.

15 Enseguida fue y tomó las mejores ropas que Esaú tenía, y se las puso a Jacob.

16 Luego, con la piel de los cabritos le cubrió a Jacob las manos y el cuello.

17 Finalmente, le entregó a Jacob el plato de comida y el pan que había hecho.

18 Entonces Jacob fue a presentarse ante su padre, y le dijo: —Padre mío, ¿puedo pasar? —Adelante— respondió Isaac. —¿Cuál de mis dos hijos eres tú?

19 —Soy Esaú, tu hijo mayor— contestó Jacob. —Ya hice lo que me pediste. Levántate y ven a comer de lo que maté, para que me des tu bendición.

20 Pero Isaac le preguntó: —¿Y cómo es que cazaste un animal tan pronto? —Es que tu Dios me lo puso enfrente— respondió Jacob.

21 Entonces Isaac le dijo: —Acércate, hijo mío, para que pueda tocarte. Quiero estar seguro de que eres mi hijo Esaú.

22-27 Jacob se acercó a su padre, quien después de tocarlo le preguntó: —¿Eres realmente mi hijo Esaú? Tus brazos son los de Esaú, pero tu voz es la de Jacob. —¡Claro que soy Esaú! —respondió Jacob. Pero Isaac no reconoció a Jacob porque sus brazos tenían pelos como los de Esaú. Entonces Isaac dijo: —Hijo mío, tráeme del animal que cazaste, para que lo coma y te dé mi bendición especial. Jacob le llevó el plato, e Isaac comió; también le llevó vino, e Isaac bebió. Después de comer, Isaac le dijo: —Ahora, hijo mío, acércate y dame un beso. Jacob se acercó a su padre y lo besó. En cuanto Isaac olió sus ropas, lo bendijo así: Hijo mío, tienes el olor de los campos que Dios bendice.

28 ¡Que Dios te dé mucha lluvia y una tierra muy fértil! ¡Que te dé mucho trigo y mucho vino!

29 ¡Que todas las naciones te sirvan y te respeten! ¡Que tus propios parientes se inclinen ante ti, y te reconozcan como su jefe! ¡Malditos sean los que te maldigan! ¡Benditos sean los que te bendigan!

30 Cuando Isaac terminó de bendecirlo, y Jacob estaba por salir de la tienda de su padre, volvió Esaú del campo.

31 También él preparó un plato de comida muy sabroso, se lo llevó a su padre, y le dijo: —Levántate, padre mío, y ven a comer de lo que maté, para que me des tu bendición.

32 Enseguida su padre le preguntó: —¿Y quién eres tú? —¡Pues soy Esaú, tu hijo mayor!— le respondió él.

33 Isaac comenzó a temblar de pies a cabeza, y dijo: —Entonces, ¿quién cazó un animal y me lo trajo? Yo comí de su plato antes de que tú llegaras, y ya lo he bendecido. ¡Esa bendición no se la puedo quitar!

34 Al oír Esaú las palabras de su padre, lloró a gritos, y con gran amargura le dijo a Isaac: —¡Padre mío, bendíceme también a mí!

35 Pero Isaac le contestó: —Ya vino tu hermano, y me engañó, por eso le di la bendición que era para ti.

36 Esaú dijo: —¡Con razón se llama Jacob, pues es un tramposo[aa]! ¡Ya van dos veces que me engaña! No sólo me ha quitado mis derechos de hijo mayor, sino que ahora me ha dejado sin mi bendición. ¿No puedes bendecirme a mí también?

37 Isaac le respondió: —¿Y qué puedo hacer por ti, hijo mío? ¡Ya lo he nombrado jefe tuyo; ya he dicho que todos tus parientes estarán a su servicio, y le he deseado que tenga mucho trigo y mucho vino!

38 Esaú se echó a llorar, y lanzando fuertes gritos insistió: —Padre mío, ¡bendíceme también a mí! ¿Acaso tienes una sola bendición?

39 En respuesta, su padre le dijo: Vivirás lejos de la tierra fértil, y lejos de la lluvia del cielo.

40 Defenderás tu vida con el filo de tu espada, y estarás al servicio de tu hermano, pero cuando llegues a ser poderoso te librarás de su dominio.

Jacob huye de Esaú

41 Esaú odiaba a Jacob por haberle quitado la bendición de su padre, y tenía planes de matarlo tan pronto como su padre muriera.

42 Cuando Rebeca supo lo que andaba planeando Esaú, mandó a llamar a Jacob y le dijo: —Tu hermano Esaú sólo está esperando el momento de matarte.

43 Hazme caso y vete enseguida a la casa de mi hermano Labán, que vive en Harán.

44 Quédate allá con él hasta que a tu hermano se le pase el enojo.

45 Cuando se haya olvidado de lo que le hiciste, yo te avisaré que ya puedes regresar. ¡No quiero perder a mis dos hijos en un solo día!

46 Luego Rebeca fue a decirle a Isaac: —¡Estas mujeres hititas me tienen cansada! Si Jacob se casa aquí, con hititas como éstas, ¡prefiero morirme!

28 Isaac mandó a llamar a Jacob

1 Isaac mandó a llamar a Jacob, y después de bendecirlo, le ordenó: No tomes por esposa a una cananea.

2 Mejor vete a Padán-aram, a la casa de tu abuelo Betuel, y cásate con alguna de tus primas, hijas de tu tío Labán.

3 Mi deseo es que el Dios todopoderoso te bendiga y te dé muchos, muchos hijos. Deseo también que te conviertas en una gran nación.

4 Que Dios te bendiga a ti y a tus descendientes, como bendijo a Abraham. Así llegarás a ser el dueño de la tierra donde ahora vives como extranjero, pues Dios se la dio a Abraham.

5 Después de esto, Isaac despidió a Jacob, y éste se fue a Padán-aram a vivir con la familia de su madre.

6-8 Cuando Esaú se enteró de todo lo que su padre le había dicho a Jacob, y de que éste se había ido a Padán-aram, comprendió que las mujeres de Canaán no eran del agrado de su padre.

9 Por eso, además de las mujeres que ya tenía, se casó con una de las hijas de Ismael hijo de Abraham, la cual se llamaba Mahalat, hermana de Nebaiot.

Jacob tiene un sueño

10 Jacob salió de Beerseba y se fue hacia Harán.

11 Cuando llegó a cierto lugar, se quedó allí para pasar la noche, pues ya había oscurecido. Tomó una de las piedras que allí había, recostó su cabeza sobre ella y se acostó a dormir.

12 Esa noche tuvo un sueño. En ese sueño vio una escalera que llegaba hasta el cielo, y por ella subían y bajaban los ángeles de Dios.

13 Desde la parte más alta de la escalera, Dios le decía: Yo soy el Dios de Abraham y de Isaac. A ti y a tus descendientes les daré la tierra donde ahora estás acostado.

14 ¡Tus descendientes serán tan numerosos como el polvo de la tierra! Y habitarán todo este gran país. Por ti y por tus descendientes, todos los pueblos de la tierra serán bendecidos.

15 Yo estaré contigo, y no te abandonaré hasta cumplir lo que te he prometido. Te cuidaré por dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra.

16-17 Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo muy asustado: ¡Qué lugar tan terrible es éste! De veras que Dios está aquí, y yo no lo sabía. ¡Ésta es la casa de Dios! ¡Ésta es la puerta del cielo!

18 A la mañana siguiente Jacob se levantó muy temprano, tomó la piedra que había usado para recostar su cabeza, y se la dedicó a Dios, echándole aceite encima.

19 Y aunque al principio la ciudad donde estaba la piedra se llamaba Almendro, Jacob le puso por nombre Betel, que significa casa de Dios.

20 Después Jacob hizo esta promesa: Si Dios me acompaña y me cuida en este viaje, y me da comida y ropa,

21 y me hace volver sano y salvo a la casa de mi padre, entonces será mi Dios.

22 Esta piedra que he levantado como una columna marcará el lugar a donde todos vendrán a adorar a Dios, y de todo lo que Dios me dé, le daré la décima parte.

29 Encuentro de Jacob con Raquel y Labán

Jacob llega a Padán-aram

1 Jacob continuó su viaje y llegó al territorio que está al este de Canaán.

2 En el campo vio un pozo, del cual bebía agua el ganado. Junto al pozo descansaban tres rebaños de ovejas. El pozo estaba tapado con una gran piedra,

3 y sólo se les daba agua a las ovejas cuando todos los pastores habían reunido a sus rebaños. Después de eso, volvían a tapar el pozo.

4 Jacob se acercó a los pastores que allí estaban y les preguntó de dónde eran. Cuando le dijeron que eran de Harán,

5 volvió a preguntarles: —¿Conocen ustedes a Labán, el nieto de Nahor? —¡Claro que sí lo conocemos!— contestaron.

6 —¿Y está bien de salud?— insistió. Ellos respondieron: —Bastante bien. Por cierto que ahí viene su hija Raquel con sus ovejas.

7 Entonces Jacob les sugirió: —¡Falta mucho para que se oculte el sol! Mejor denles agua a las ovejas y llévenlas a los pastos, pues todavía no es hora de encerrarlas.

8 Pero ellos respondieron: —No debemos darles agua todavía. Siempre esperamos a que todos los rebaños estén juntos, para destapar el pozo y darles de beber.

9 Aún estaban hablando cuando Raquel, que también era pastora, llegó con las ovejas de su padre.

10-12 Entonces Jacob quitó la piedra del pozo, y les dio agua a las ovejas; luego besó a Raquel y se echó a llorar. Después le dijo que eran primos, porque Labán era hermano de Rebeca. Al oír esto, Raquel salió corriendo a contárselo a su padre.

13 En cuanto Labán supo que allí estaba Jacob, el hijo de su hermana, rápidamente salió a su encuentro y, luego de abrazarlo y besarlo, se lo llevó a su casa. Una vez allí, Jacob le contó lo que había pasado.

14 Entonces Labán dijo: ¡Tú eres parte de mi propia familia!

Jacob se casa con Lía y con Raquel

15 Un mes después de la llegada de Jacob, Labán le dijo: Tú no vas a trabajar gratis para mí, sólo porque eres mi sobrino. Dime cuánto quieres que te pague.

16 Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lía, y la menor se llamaba Raquel.

17 Lía tenía unos ojos muy bonitos, pero Raquel era bonita de pies a cabeza.

18 Como Jacob se había enamorado de Raquel, le contestó a Labán: —Quiero casarme con tu hija menor. Si aceptas, trabajaré para ti siete años.

19 Y Labán respondió: —Trato hecho. Es mejor que se case contigo y no con un extraño.

20 Así fue como Jacob trabajó siete años por Raquel, pero era tanto su amor por ella que le parecieron unos cuantos días.

21 Cuando se cumplieron los siete años, Jacob le dijo a Labán: Dame a Raquel, para que sea mi esposa.

22 Entonces Labán hizo una gran fiesta, e invitó a toda la gente del lugar.

23 Al llegar la noche, Labán tomó a Lía, se la llevó a Jacob, y Jacob tuvo relaciones sexuales con ella.

24 Como regalo de bodas, Labán le dio a su hija Lía una esclava llamada Zilpá.

25 A la mañana siguiente, cuando Jacob descubrió que se había acostado con Lía, le reclamó a Labán: —¿Por qué me engañaste? ¡Yo me comprometí a trabajar para casarme con Raquel!

26 Labán respondió: —No es nuestra costumbre que la hija menor se case antes que la mayor.

27 Pero si te comprometes a trabajar para mí otros siete años, después de una semana con Lía, te casarás con Raquel.

28 Jacob aceptó el trato, y una semana después se casó con Raquel.

29 Como regalo de bodas, Labán le dio a Raquel una esclava llamada Bilhá.

30 Y Jacob amó a Raquel más que a Lía, aunque tuvo que trabajar para Labán otros siete años.

Los hijos de Jacob y Lía

31 Como Dios vio que Jacob rechazaba a Lía, permitió que ella tuviera hijos, pero a Raquel no se lo permitió.

32 Lía quedó embarazada y tuvo un hijo, al que le puso por nombre Rubén, pues dijo: Dios ha visto mi tristeza. Estoy segura de que ahora sí me va a querer mi marido.

33 Tiempo después, Lía volvió a quedar embarazada, y cuando tuvo a su segundo hijo exclamó: Dios me dio también este hijo porque ha oído que mi esposo no me ama. Así que le puso por nombre Simeón, que significa Dios oye.

34 Por tercera vez Lía quedó embarazada, y cuando tuvo a su hijo exclamó: Ahora mi esposo va a sentirse más unido a mí, pues ya le he dado tres hijos. Por eso lo llamó Leví, que significa unión.

35 Una vez más, Lía quedó embarazada, y cuando el niño nació, ella dijo: Esta vez alabaré a Dios. Así que le puso por nombre Judá, que significa alabanza. Y no volvió a tener más hijos.

30 Los hijos de Jacob y Bilhá

1 Cuando Raquel se dio cuenta de que no podía tener hijos, se puso celosa de su hermana. Por eso le dijo a Jacob: —Si no me das hijos, ¡me muero!

2 Jacob se enojó con ella, y le dijo: —¿Acaso crees que yo soy Dios? ¡Él es quien no te deja tener hijos!

3 Entonces Raquel le dijo: —Te voy a dar a mi esclava Bilhá, para que tengas hijos con ella. Así, los hijos que ella tenga serán considerados míos.

4 Raquel le dio a Jacob su propia esclava como esposa. Jacob tuvo relaciones sexuales con Bilhá,

5 y ella quedó embarazada y tuvo un hijo.

6 Raquel lo llamó Dan, que significa justicia, porque dijo: Dios es justo, pues vio que yo no había hecho nada malo y me dio un hijo.

7 Bilhá volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo con Jacob.

8 A este niño Raquel lo llamó Neftalí, que significa lucha, porque dijo: La lucha contra mi hermana ha sido dura, pero he ganado.

Los hijos de Jacob y Zilpá

9 Cuando Lía se dio cuenta de que ya no podía tener más hijos, tomó a su esclava Zilpá y se la dio a Jacob como esposa.

10 Zilpá tuvo un hijo con Jacob,

11 al que Lía le puso por nombre Gad, que significa buena suerte, porque dijo: ¡Qué buena suerte he tenido!

12 Por segunda vez Zilpá tuvo un hijo con Jacob,

13 y Lía le puso por nombre Aser, que significa dicha pues dijo: ¡Qué dichosa soy! ¡Y así me van a considerar mis amigas!

Jacob tiene otros hijos con Lía

14 Un día, durante la cosecha del trigo, Rubén salió al campo y encontró unas frutas llamadas mandrágoras[ab]. Entonces se las llevó a su madre Lía. Al ver las frutas, Raquel le rogó a Lía que le diera algunas,

15 pero Lía le respondió: —Ya me quitaste el marido, ¿y ahora quieres quitarme las frutas que me trajo mi hijo? Raquel le propuso: —Si me das las mandrágoras, Jacob dormirá contigo esta noche.

16 Esa noche, cuando Jacob regresó del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo: Esta noche la vas a pasar conmigo, pues te he alquilado a cambio de las mandrágoras que me dio mi hijo. Entonces Jacob pasó la noche con Lía.

17 Dios contestó las oraciones de Lía, y ella quedó embarazada y tuvo un quinto hijo con Jacob.

18 Ella le puso por nombre Isacar, que significa premio, porque dijo: Éste es el premio que Dios me dio por haberle dado mi esclava a mi marido.

19 Otra vez quedó embarazada Lía, y tuvo un sexto hijo con Jacob.

20 Y le puso por nombre Zabulón, que significa regalo, porque dijo: ¡Qué regalo tan precioso Dios me dio! Ahora mi marido va a tratarme mejor, pues ya le he dado seis hijos.

21 Pasado algún tiempo, Lía tuvo una hija y le puso por nombre Dina.

Nacimiento de José

22 Pero Dios tuvo compasión de Raquel y respondió a sus oraciones. Le permitió quedar embarazada

23-24 y tener un hijo. Cuando nació el niño, Raquel dijo: Dios me quitó la vergüenza de no tener hijos. Y le puso por nombre José, que significa que Dios me dé otro, pues dijo: ¡Ojalá que Dios me dé otro hijo!

Trampas entre Jacob y Labán

25-26 Tiempo después de que José nació, Jacob le dijo a Labán: —Dame mis esposas y mis hijos, pues por ellos te he servido. Déjame regresar a mi país.

27 Labán le dijo: —Por favor, no te vayas. Preferiría que te quedes conmigo. Dios me hizo ver que gracias a ti soy muy rico.

28 Así que dime cuánto quieres ganar. Yo te pagaré lo que me pidas.

29 Jacob le respondió: —Tú sabes que he trabajado muy duro para ti, y que he cuidado muy bien tu ganado.

30 Antes de mi llegada, era muy poco lo que tenías; ahora eres muy rico, pues desde que llegué Dios te ha bendecido en todo. Pero yo necesito trabajar para mi propia familia.

31 Labán insistió. —¿Qué quieres que te dé? Y Jacob le aclaró: —No me des nada. Yo seguiré cuidando tus ovejas, con tal de que aceptes lo que voy a proponerte.

32 Si me dejas pasar hoy entre todos tus rebaños, pondré aparte todas las ovejas y cabras que tengan la piel manchada, y todos los corderos que tengan la piel oscura. Con ellos me daré por bien pagado.

33 Con el tiempo podrás ver que te estoy tratando con honradez. Cuando quieras revisar cuáles animales son míos, podrás hacerlo. Y si encuentras en mi rebaño alguna oveja o cabra que no sea manchada, o algún cordero que no sea de color oscuro, podrás decir que te lo robé.

34 Labán estuvo de acuerdo,

35 pero ese mismo día apartó la mayoría de los carneros de piel manchada, de las cabras moteadas y manchadas, y de los corderos de color oscuro, y los puso al cuidado de sus hijos.

36 Luego envió esos rebaños a unos cincuenta kilómetros de distancia de donde estaba Jacob. Mientras tanto, Jacob se quedó cuidando el resto de los rebaños de Labán.

37 Pero cortó unas ramas de álamo, almendro y plátano, y les quitó la corteza, de modo que podían verse en ellas unas rayas blancas.

38 Luego de pelar las ramas, las puso frente a todos los bebederos, para que las ovejas las vieran cuando vinieran a beber. Y así, cuando las ovejas en celo venían a beber,

39 se apareaban frente a las ramas y tenían crías con piel rayada y manchada.

40 Jacob ponía estas crías aparte, y el resto del rebaño lo ponía frente a los animales rayados y de color oscuro que había dejado Labán. Y así fue formando sus rebaños, sin mezclarlos con los de Labán.

41 Cuando los animales más fuertes estaban en celo, Jacob les ponía las ramas para que se aparearan frente a ellas,

42 pero las quitaba cuando se apareaban los animales más débiles. De ese modo, los animales débiles le quedaban a Labán, y los fuertes le quedaban a Jacob.

43 Fue así como Jacob llegó a ser muy rico, pues tenía grandes rebaños, y también esclavos y esclavas, camellos y burros.

31 Jacob huye de Labán

1 Los hijos de Labán decían que Jacob se había hecho rico gracias a su padre.

2 Jacob se enteró de esto, y también notó que la actitud de Labán hacia él había cambiado.

3 Entonces Dios le dijo: Vuelve a la tierra de tus padres, donde vive tu familia. Yo te ayudaré en todo.

4 Jacob mandó a decirles a Raquel y a Lía que fueran a verlo al campo donde estaba cuidando sus ovejas.

5-7 Allí les dijo: —Su padre ya no me trata como antes. Ustedes saben bien que yo he puesto todo mi empeño en servirle. Sin embargo, él siempre me ha hecho trampa, y varias veces me cambió el sueldo. Pero el Dios de mi padre no me negó su ayuda, ni le permitió hacerme daño.

8 Al contrario, si Labán decidía pagarme con animales manchados, todos los rebaños tenían crías manchadas. Y si decidía pagarme con animales rayados, todos los rebaños tenían crías rayadas.

9 Así es como Dios le ha quitado al padre de ustedes su ganado, y me lo ha dado a mí.

10 Una vez tuve un sueño. En ese sueño las ovejas estaban en celo, y pude ver que los carneros eran de piel rayada y manchada.

11-12 También oí que Dios me dijo: «Ya he visto lo mal que te trata tu suegro. Por eso, si te fijas, verás que todos los carneros que se aparean con las ovejas son rayados y manchados.

13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, donde derramaste aceite sobre una piedra y me hiciste una promesa. Apártate de Labán, y regresa a Canaán, que es donde tú naciste».

14 Raquel y Lía le respondieron: —Nosotras no podemos ya esperar que nuestro padre nos dé ninguna herencia,

15 pues nos considera unas extrañas. No sólo nos vendió como cualquier mercancía, sino que también se aprovechó de lo que trabajaste por nosotras.

16 Toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre, es nuestra y de nuestros hijos. Así que haz todo lo que Dios te diga.

17-19 Ese día, mientras Labán fue a cortar la lana de sus ovejas, Raquel le robó a su padre los ídolos de la familia. Luego Jacob hizo que sus esposas y sus hijos se montaran en camellos. También juntó sus rebaños y todas las riquezas que había ganado en Padán-aram, y se puso en marcha hacia Canaán, donde vivía su padre Isaac.

20-21 Se fue con todo lo que tenía, y engañó a Labán al no decirle que se iba. Luego de cruzar el río Éufrates, se fue hacia los cerros de Galaad.

Labán persigue a Jacob

22 Al tercer día Labán supo que Jacob se había ido,

23-25 así que salió a perseguirlo, acompañado de sus parientes. Siete días después lo alcanzó en los cerros de Galaad, donde Jacob había acampado. Allí también acamparon Labán y sus parientes. Pero una noche Dios se le apareció a Labán en un sueño, y le dijo: Labán, no le digas nada a Jacob.

26 Sin embargo, Labán le dijo a Jacob: —¿Por qué me has engañado? ¿Por qué has tomado a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra?

27 ¿Y por qué huiste sin decirme nada? Si me hubieras avisado, yo habría hecho una fiesta para despedirte.

28 ¡Lo que has hecho es una locura! ¡Ni siquiera un beso me dejaste darles a mis hijas y a mis nietos!

29 Ganas no me faltan de hacerles daño, pero anoche el Dios de tu padre me ordenó que no te dijera nada.

30 Si tanto te urgía volver a la casa de tu padre, no tenías por qué robarte mis dioses.

31-32 Como Jacob no sabía que Raquel se los había robado, le contestó: —La verdad, tuve miedo de que me quitaras a tus hijas por la fuerza. En cuanto a tus dioses, pasa y busca tú mismo. Si encuentras algo tuyo entre lo mío, te lo puedes llevar. Y si alguien aquí tiene tus dioses, no quedará con vida. Nuestros parientes son testigos.

33 Labán entró en la tienda de campaña de Jacob, y luego en la tienda de Lía y de las dos esclavas, pero no encontró nada; finalmente entró en la de Raquel.

34-35 Pero Raquel había puesto los ídolos bajo la montura del camello, y se había sentado sobre ellos, por eso le dijo a su padre: No se enoje si no me levanto, pero es que estoy con mi menstruación. Y así, aunque Labán buscó y rebuscó por toda la tienda, no pudo encontrar sus ídolos. Al verlo buscar por todos lados,

36 Jacob se enojó y le reclamó: —¿De qué se me acusa? ¿Cuál es mi delito, que me has perseguido como a un criminal?

37 Ya has revisado todo lo que tengo, ¿y qué encontraste que sea tuyo? A ver, ponlo aquí, delante de nuestros parientes, para que ellos nos den su opinión.

38 En los veinte años que he vivido contigo, jamás me comí un solo carnero de tus rebaños, ni tus ovejas ni tus cabras perdieron sus crías.

39 Si alguna fiera mataba una oveja, yo te la pagaba; y si en el día o en la noche alguien se robaba un animal, tú me lo cobrabas.

40-41 Los veinte años que viví en tu casa los pasé en las peores condiciones: ahogándome de calor en el día, y muriéndome de frío en la noche, ¡y hasta el sueño se me iba! Catorce años trabajé para ti por tus dos hijas, y seis años por tus rebaños, ¡y más de una vez me rebajaste el sueldo!

42 ¡Qué bueno que el Dios de mi abuelo Abraham me brindó su ayuda! El Dios de mi padre Isaac fue bueno conmigo, pues me vio cansado y afligido, y anoche te reprendió. Si Dios no lo hubiera hecho, tú me habrías despedido sin nada.

Alianza entre Jacob y Labán

43 Labán respondió: —Estas mujeres son mis hijas, estos niños son mis nietos, y estas ovejas son de mis rebaños. ¡No hay aquí nada que no sea mío! ¡Pero tampoco puedo hacerles daño!

44 Mejor hagamos un trato que nos comprometa a los dos.

45 Entonces Jacob tomó una gran piedra para hacer una columna,

46 y les ordenó a sus parientes recoger más piedras. Ellos así lo hicieron, y luego de amontonarlas alrededor de la columna, se sentaron a comer. A esas piedras amontonadas

47 Labán las llamó en arameo Jegar Sadutá, y Jacob las llamó en hebreo Galaad.

48-50 Entonces dijo Labán: En este día, este montón de piedras servirá de señal para recordarnos nuestro pacto. Cuando ya estemos lejos el uno del otro, que sea Dios quien nos vigile. Si maltratas a mis hijas, o te casas con otras mujeres, recuerda que Dios es nuestro testigo. Por eso, además de llamar Galaad al montón de piedras, también se le llamó Mispá, que significa Dios vigila.

51 Luego, Labán le hizo ver a Jacob: Este montón de piedras, y esta columna que he levantado entre nosotros dos,

52 servirá de señal para recordarnos nuestro pacto. Ni tú ni yo cruzaremos este límite para hacernos daño.

53 Pongo entre nosotros, como juez, al Dios de Abraham y Nahor, nuestros abuelos. Jacob hizo el juramento en el nombre del Dios que su padre Isaac adoraba;

54 luego sacrificó un animal allí mismo en el cerro, e invitó a comer a todos sus parientes. Después de comer, todos ellos pasaron la noche allí.

55 A la mañana siguiente Labán se levantó muy temprano, y luego de besar a sus nietos y a sus hijas, les dio su bendición y se regresó a su casa.

32 Jacob vuelve a Canaán

Jacob envía mensajeros a Esaú

1 Jacob continuó su viaje, y en el camino unos ángeles de Dios salieron a su encuentro.

2 Cuando Jacob los vio, dijo: ¡Pero si aquí también acampa Dios! Por eso llamó a ese lugar Dos campamentos.

3-4 Después de eso, Jacob envió unos mensajeros a su hermano Esaú, que vivía en la región de Edom. Los mensajeros tenían instrucciones de decirle a Esaú: Su hermano Jacob se pone a sus órdenes y le hace saber que todo este tiempo ha estado viviendo con su tío Labán.

5 Ahora es dueño de vacas, burros, ovejas y cabras, y además tiene esclavos y esclavas. También le suplica que usted lo reciba con bondad.

6 Cuando los mensajeros regresaron, le dijeron a Jacob: Fuimos y hablamos con su hermano Esaú, y él mismo viene a recibirlo, al frente de cuatrocientos hombres.

7 Jacob se asustó mucho, así que dividió a su gente y a su ganado en dos grupos,

8 pues pensó: Si Esaú llega y ataca a uno de los grupos, al menos el otro grupo podrá escapar.

9 Y Jacob hizo esta oración: Dios mío, tú eres el Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac. Tú me ordenaste regresar a mi tierra, con mis parientes, y me prometiste tu ayuda.

10 Siempre me tratas con mucha bondad, aunque no lo merezco, pues soy yo quien debe servirte. Cuando crucé el río Jordán, sólo tenía un palo para defenderme, pero ahora tengo gente y ganado para formar dos grupos.

11-12 Tú me prometiste que me iría bien, y que mis descendientes llegarían a ser como la arena del mar, que no se puede contar. ¡Líbrame ahora de mi hermano Esaú! Tengo miedo de que venga y nos ataque a todos.

13 Esa noche Jacob durmió en aquel lugar. De los animales que tenía, apartó para regalarle a su hermano

14 doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros,

15 treinta camellas con sus crías, cuarenta vacas, diez toros, veinte burras y diez burros.

16 Entregó a sus sirvientes cada manada por separado, y les ordenó adelantarse y mantenerse a distancia unos de los otros.

17 Al guía de la primera manada le ordenó: Cuando te encuentres con mi hermano Esaú, y él te pregunte quién eres y a dónde vas, y de quién son todos estos animales,

18 le dirás que son míos, pero que yo se los regalo. Dile también que yo vengo detrás de ti.

19 Estas mismas instrucciones les dio al segundo y al tercer guía, y a los que iban tras las manadas. A todos ellos los obligó

20 a decir que él venía siguiéndolos. Y es que Jacob pensaba: Voy a calmar a Esaú con estos regalos, y así, cuando me vea, me recibirá bien.

21 Luego de enviar esos regalos, Jacob se quedó a pasar la noche en el campamento.

22 Mandó, pues, el regalo por delante y él pasó aquella noche en el campamento.

La lucha de Jacob

23 Esa misma noche Jacob se levantó, tomó todas sus posesiones, y junto con su familia cruzó el arroyo Jaboc.

24 Y luego él solo regresó al otro lado y allí luchó con un desconocido hasta que el sol salió.

25 Cuando el desconocido se dio cuenta de que no podía vencer a Jacob, lo golpeó en la cadera, y se la zafó.

26 Entonces el desconocido le dijo: —¡Suéltame! ¡Ya salió el sol! Pero Jacob le respondió: —No te suelto si no me bendices.

27 El desconocido le preguntó: —¿Cómo te llamas? Cuando Jacob le dio su nombre,

28 el desconocido dijo: —Ya no te vas a llamar Jacob. Ahora vas a llamarte Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.

29 Entonces Jacob le dijo: —Ahora te toca decirme cómo te llamas. Pero el desconocido respondió: —¡Pues ya debieras saberlo! Luego bendijo a Jacob,

30 y por eso Jacob llamó a ese lugar Penuel, pues dijo: ¡He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida!

31 Cuando el sol salió, Jacob se fue de Penuel, pero iba cojeando.

32 Por eso hasta el día de hoy los israelitas no comen del músculo que cubre la cadera de ningún animal, porque fue allí donde Jacob fue golpeado.

33 Jacob y Esaú se encuentran

1 Cuando Jacob vio a lo lejos que Esaú se acercaba con cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas.

2 Al frente de todos puso a las esclavas y a sus hijos; detrás de ellos puso a Lía y a sus hijos, y hasta atrás puso a Raquel y a José;

3 luego se adelantó y, mientras iba acercándose a su hermano, se inclinó hasta el suelo siete veces en señal de respeto.

4 Esaú, por su parte, corrió al encuentro de Jacob y, abrazándolo, lo besó. Y los dos se echaron a llorar.

5 Luego, al ver Esaú a las mujeres y a los niños, preguntó: —¿Quiénes son todos estos? Jacob le contestó: —Dios ha sido bueno conmigo y me ha dado todos estos hijos.

6 Las esclavas y sus hijos se acercaron, y se inclinaron hasta el suelo.

7 Lo mismo hicieron Lía y sus hijos, y también José y Raquel.

8 Entonces preguntó Esaú: —¿Por qué me enviaste todos esos animales que he encontrado en el camino? —Con ellos espero que me perdones y me trates bien— contestó Jacob.

9 Pero Esaú dijo: —¡Quédate con lo que es tuyo, hermano mío, que yo ya tengo bastante!

10 Jacob insistió: —Por favor, te ruego que aceptes este regalo. Nos has recibido con mucha amabilidad, y verte cara a cara ¡es como ver el rostro de Dios!

11 Ten la bondad de aceptarme este regalo. Te lo traigo porque Dios me ha dado mucho, y tengo todo lo que necesito. Ante la insistencia de Jacob, Esaú lo aceptó.

12 Luego dijo: —Sigamos nuestro camino. Yo voy a acompañarte.

13 Pero Jacob le dijo: —De ningún modo, hermano mío. Tú sabes que los niños se cansan rápido. Además, debo tener cuidado con las ovejas y las vacas que están criando. Si las hago caminar un día más, todas ellas se morirán.

14 Es mejor que te adelantes y me dejes ir despacio, al paso de los niños y de mis animales, hasta que te alcance en Edom.

15 Esaú le sugirió: —Permíteme dejarte algunos de mis hombres. Pero Jacob le contestó: —¿Para qué vas a hacer eso? ¡Ya es bastante con que me hayas recibido bien!

16 Entonces Esaú regresó a Edom ese mismo día.

17 Jacob, por su parte, se dirigió a Sucot, lugar que se llamó así porque hizo unos cobertizos para su ganado. Allí también construyó su casa.

18-20 Cuando Jacob regresó de Padán-aram, llegó sano y salvo al pueblo de un hombre llamado Siquem, que era hijo de Jamor. El pueblo estaba en la región de Canaán, y Jacob le compró en cien monedas de plata un terreno que era de los hijos de Jamor, y que estaba frente al pueblo. Allí plantó Jacob su tienda de campaña y construyó un altar, al cual llamó Dios de Israel.

34 Rapto de Dina y venganza

1 Dina, la hija de Lía y de Jacob, fue un día a visitar a las mujeres del pueblo.

2 Jamor, que era heveo, gobernaba ese territorio. Cuando su hijo Siquem vio a Dina, la tomó por la fuerza y la violó.

3 Sin embargo, se enamoró de ella y trató de ganarse su cariño,

4 así que le dijo a su padre que la pidiera para que fuera su esposa.

5 Jacob supo que Dina había sido violada, pero como sus hijos estaban cuidando el ganado, prefirió esperar a que regresaran.

6 Mientras tanto, Jamor fue a hablar con Jacob.

7 Tan pronto como los hijos de Jacob se enteraron de lo ocurrido, regresaron del campo muy enojados. Consideraban que violar a la hija de Jacob era una ofensa contra la familia, ¡algo que Siquem no debió haber hecho!

8 Sin embargo, Jamor les dijo: —Mi hijo Siquem realmente quiere mucho a la muchacha. Yo les ruego que lo dejen casarse con ella.

9 Háganse parientes nuestros. Así nosotros nos casaremos con sus mujeres y ustedes podrán casarse con las nuestras,

10 y podrán también vivir libremente entre nosotros. Allí tienen el país: ¡vivan en él, vayan a donde quieran, compren terrenos!

11 Siquem, por su parte, les dijo a Jacob y a sus hijos: —Si me consideran digno de casarme con Dina, les daré lo que me pidan.

12 Ustedes díganme cuánto quieren a cambio, y yo pagaré ese precio, ¡pero, por favor, déjenme casarme con ella!

13 Pero los hijos de Jacob no fueron sinceros con él ni con Jamor,

14 sino que los engañaron diciéndoles: —Nosotros no podemos permitir que nuestra hermana se case con alguien que no está circuncidado. Eso, para nosotros, sería una vergüenza.

15 Sólo con una condición daremos nuestro permiso para la boda: que ustedes y todos sus hombres se circunciden.

16 Así, podrán casarse con nuestras mujeres, y nosotros, con las de ustedes. Entonces nos quedaremos a vivir aquí, y todos seremos un solo pueblo.

17 Claro que si no están de acuerdo, tomaremos a Dina y nos marcharemos.

18 Jamor y Siquem aceptaron la propuesta.

19-20 Y como Siquem era muy respetado entre sus familiares y estaba muy enamorado de Dina, él y su padre se fueron enseguida a hablar con las autoridades de su pueblo,

21 y les dijeron: —Los hijos de Jacob son gente muy amistosa. Dejemos que vivan en nuestro territorio, y que hagan negocios aquí. Todavía hay mucho espacio en nuestra tierra para ellos. Así podremos casarnos con sus mujeres, y ellos, con las nuestras.

22 Pero sólo aceptarán vivir con nosotros si nuestros hombres se circuncidan.

23 ¡Dejemos que se queden a vivir aquí! ¡Así todos sus ganados y todas sus riquezas serán para nosotros!

24 Las autoridades estuvieron de acuerdo con Jamor y con Siquem, y todos los varones se circuncidaron.

25 Pero Simeón y Leví, hermanos de Dina, fueron al pueblo tres días después. Espada en mano atacaron por sorpresa a todos los hombres circuncidados y los mataron, pues ninguno pudo defenderse por los dolores que tenían.

26 Luego de matar a Jamor y a Siquem, sacaron a Dina de la casa. Antes de marcharse,

27-29 pisotearon los cadáveres y robaron todo lo que había en el pueblo. Se llevaron ovejas, vacas y burros, y todo lo que encontraron a su paso en el pueblo y en el campo. También entraron a las casas y las robaron, llevándose además todas sus riquezas, sus mujeres y sus niños. Así vengaron la violación de su hermana Dina.

30 Jacob reprendió a Simeón y a Leví: —Con lo que han hecho, ustedes me han traído muchos problemas. Ahora los cananeos y los ferezeos no van a querer ni verme. Nosotros somos pocos, y si la gente de esta tierra se une contra nosotros, acabarán por matarnos a todos.

31 Pero ellos le respondieron: —¡Pues Siquem no tenía por qué tratar a nuestra hermana como a una prostituta!

35 Jacob regresa a Betel

1 Dios le dijo a Jacob: Cuando estabas huyendo de tu hermano Esaú, yo me aparecí a ti en Betel. Así que regresa a Betel, quédate a vivir allá, y constrúyeme un altar.

2 Jacob entonces les ordenó a sus familiares y a todos los que vivían con él: Desháganse de todos esos dioses extraños en los que han creído. Luego báñense y cámbiense de ropa,

3 porque debemos ir a Betel para presentarnos ante Dios. Allá construiré un altar, para darle gracias, pues cuando estuve en problemas, él me ayudó. Por dondequiera que he andado, Dios siempre ha estado conmigo.

4 Ellos le entregaron a Jacob todos aquellos dioses, y también los aretes que llevaban como amuletos. Entonces Jacob los enterró bajo el gran árbol que está en Siquem.

5 Y cuando se pusieron en marcha, Dios hizo que todas las ciudades vecinas les tuvieran miedo, así que nadie los persiguió.

6 Jacob y toda su gente llegaron a Betel, que está en la tierra de Canaán.

7 Fue allí donde Dios se le apareció a Jacob cuando huía de su hermano Esaú. Por eso Jacob construyó allí un altar, y al lugar le puso por nombre Dios de Betel.

8 En esos días murió Débora, la mujer que había cuidado de Rebeca desde niña, y la enterraron bajo un árbol cerca de Betel. Por eso a ese lugar se le conoce como El árbol del llanto.

9 Tiempo atrás, Dios se le había aparecido a Jacob, y lo había bendecido cuando volvía de Padán-aram.

10 En aquella ocasión, Dios le dijo: Ya no vas a llamarte Jacob, sino Israel. Y con ese nombre se le conoció desde entonces.

11 Allí también Dios le dijo: Yo soy el Dios todopoderoso. Quiero que tengas muchos descendientes, pues de ellos saldrán reyes y muchas naciones.

12 La tierra que les di a Abraham y a Isaac, también te la doy a ti, y a tus descendientes.

13-14 Cuando Dios se fue de allí, Jacob levantó en ese lugar una columna de piedra, y sobre ella derramó aceite y vino para dedicársela a Dios.

15 Y como Dios había hablado allí con él, Jacob llamó a ese lugar Betel, que significa casa de Dios.

Muerte de Raquel

16 Jacob y su gente se fueron de allí. Estaban por llegar a Efrata cuando le llegó a Raquel la hora de tener otro bebé.

17 Como tenía mucho problema para tenerlo, la mujer que la ayudaba le dijo: No tengas miedo, que también este bebé va a ser niño.

18 El niño nació bien, pero Raquel estaba a punto de morirse. En sus últimos momentos de vida le puso a su hijo el nombre de Ben-oní, que significa hijo de mi dolor. Sin embargo, Jacob le cambió el nombre y le puso Benjamín, que significa hijo favorito.

19 Raquel murió, y la enterraron en el camino de Efrata, donde ahora es Belén.

20 Sobre su tumba, Jacob levantó una columna de piedras. Hasta el momento en que esto se escribe, esa columna marca el lugar de la tumba de Raquel.

Los hijos de Jacob

21 Una vez más, Jacob se puso en marcha y acampó más allá de la torre de Éder.

22 Mientras Jacob vivía en ese lugar, Rubén tuvo relaciones sexuales con Bilhá, una de las esposas de Jacob. Pero esto llegó a oídos de Jacob.

Jacob tuvo doce hijos:

23 Con Lía tuvo a Rubén, que fue su hijo mayor, y también a Simeón, a Leví, a Judá, a Isacar y a Zabulón.

24 Con Raquel tuvo a José y a Benjamín.

25 Con Bilhá, la esclava de Raquel, tuvo a Dan y a Neftalí.

26 Con Zilpá, la esclava de Lía, tuvo a Gad y a Aser. Éstos fueron los hijos de Jacob, que nacieron cuando él vivió en Padán-aram.

Muerte de Isaac

27 Jacob volvió a la casa de su padre Isaac, que vivía en Hebrón, donde también había vivido Abraham.

28 Isaac llegó a la edad de ciento ochenta años.

29 Después de una vida tan larga, murió, y sus hijos Esaú y Jacob lo enterraron en la tumba de la familia.

36 Los descendientes de Esaú

1-5 Ésta es la historia de Esaú, que se casó con tres mujeres: Adá, Oholibamá y Basemat. Adá era hija de un hitita llamado Elón, y Oholibamá era hija de Aná y nieta de un heveo llamado Sibón; las dos eran cananeas. Basemat era hija de Ismael y hermana de Nebaiot. Ésta es la lista de los hijos de Esaú; todos ellos nacieron en Canaán: Elifaz hijo de Adá; Reuel hijo de Basemat; y Jeús, Jaalam y Coré, hijos de Oholibamá.

6 Esaú se fue a vivir a otro lugar, no muy lejos de su hermano Jacob. Se llevó a sus esposas, hijos e hijas, y todos los que vivían con él. También se llevó todos sus animales y todo lo que había llegado a tener en Canaán.

7 Era tanto lo que Esaú y Jacob tenían, y tanta la cantidad de ganado, que ya no podían seguir viviendo juntos. La tierra donde vivían ya no era lo bastante grande para los dos.

8 Así fue como Esaú se quedó a vivir en la parte montañosa de Edom.

9-19 La historia de Esaú en esas montañas, y la lista de sus descendientes que llegaron a ser jefes de tribus edomitas, es la siguiente: De los hijos de Esaú: Elifaz, Reuel, Jeús, Jaalam, Coré. De los hijos de Elifaz y nietos de Adá: Temán, Omar, Sefó, Gatam, Quenaz, Coré, Amalec, hijo de Elifaz y Timná. De los hijos de Reuel y nietos de Basemat: Náhat, Zérah, Samá, Mizá.

20-30 Los jefes de las tribus de los horeos, que son descendientes de Esaú, y que vivían en la región de Edom, fueron: Lotán, Sobal, Sibón, Aná, Disón, Éser, Disán. De los hijos de Lotán: Horí, Hemam. Timná, la hermana de Lotán. De los hijos de Sobal: Alván, Manáhat, Ebal, Sefó, Onam. De los hijos de Sibón: Aiá, Aná. De los hijos de Aná: Disón, Oholibamá. De los hijos de Disón: Hemdán, Esbán, Itrán, Querán. De los hijos de Éser: Bilhán, Zaaván, Acán. De los hijos de Disán: Uz, Arán. Aná fue el que descubrió unos manantiales en el desierto mientras cuidaba los burros de su padre Sibón.

Los reyes de Edom

31-39 Antes que hubiera reyes en Israel, los descendientes de Esaú, que vivían en Edom, tuvieron varios reyes. Cada rey gobernaba hasta el día de su muerte, y entonces otro ocupaba su lugar. Ésta es la lista de los reyes de Edom: Bela hijo de Beor, de la ciudad de Dinhaba. Jobab hijo de Zérah, del pueblo de Bosrá. Husam, de la región de Temán. Hadad hijo de Bedad, de la ciudad de Avit. Samlá, del pueblo de Masrecá. Saúl, del pueblo de Rehobot, junto al Éufrates. Baal-hanán hijo de Acbor. Hadad, de la ciudad de Pau. La esposa de Hadad de Pau se llamaba Mehetabel y era hija de Matred y nieta de Mezaab.

40-43 Los jefes edomitas descendientes de Esaú, ordenados por nombre, familia, territorio y lugar de residencia, fueron: Timná, Alvá, Jetet, Oholibamá, Elá, Pinón, Quenaz, Temán, Mibsar, Magdiel, Iram.

37 Historia de José (37.1 —50.26).

1-2 Ésta es la historia de Jacob, que vivió en la tierra de Canaán, donde antes su padre había vivido como extranjero.

Los sueños de José

Cuando José tenía diecisiete años, ayudaba a sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, a cuidar las ovejas. Pero José le contaba a su padre lo mal que se portaban sus hermanos.

3 Jacob amaba a José más que a sus otros hijos, pues había nacido cuando ya era muy anciano. Por eso le hizo una capa de muchos colores.

4 Pero sus hermanos lo odiaban, y ni siquiera le hablaban, pues veían que su padre lo quería más que a ellos.

5 Un día José tuvo un sueño. Cuando se lo contó a sus hermanos, ellos lo odiaron aún más,

6 pues les dijo: —Anoche tuve un sueño,

7 y soñé que estábamos en medio del campo, atando el trigo en manojos. De repente, mi manojo se levantó y se quedó bien derecho, mientras los de ustedes lo rodeaban y se inclinaban ante él.

8 Sus hermanos protestaron: —¡Ahora resulta que vas a ser nuestro rey y nuestro jefe! Y por causa del sueño y por lo que decía, creció en ellos el odio que le tenían.

9 José tuvo otro sueño, y también se lo contó a sus hermanos. Les dijo: —Fíjense que tuve otro sueño. Resulta que esta vez el sol, la luna y once estrellas, se inclinaban ante mí.

10 Cuando les contó este sueño a su padre y a sus hermanos, su padre lo reprendió, y le dijo: —¿Qué clase de sueño es ése? ¿Quieres decir que tu madre y tus hermanos, y yo mismo, vamos a ser tus esclavos?

11 Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre trataba de entender el significado de sus sueños.

José es vendido como esclavo

12 Los hermanos de José habían llevado las ovejas de su padre a los pastos de Siquem.

13-14 Unos días después, Jacob le dijo a José: —Ya sabes que tus hermanos están en Siquem, cuidando las ovejas. Quiero que vayas a ver si todo está bien, y que regreses a contármelo. —Sí, papá, enseguida voy —le respondió. José salió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem,

15 pero no encontró a sus hermanos por ningún lado. Poco después lo encontró un hombre y le preguntó: —¿Qué andas buscando?

16 José le respondió: —Busco a mis hermanos y a sus rebaños. Tal vez usted pueda decirme dónde están.

17 Aquel hombre contestó: —Hace días que se fueron. Alcancé a oír que se iban a Dotán. José siguió buscando a sus hermanos, y allá los encontró.

18 Cuando ellos lo vieron acercarse, antes de que él llegara a donde ellos estaban, se pusieron de acuerdo para matarlo.

19 Unos a otros se decían: ¡Vaya, vaya! ¡Aquí viene ese gran soñador!

20 Vamos a matarlo y a echarlo en uno de estos pozos, y diremos que algún animal feroz se lo comió. ¡Ya vamos a ver si se cumplen sus sueños!

21-22 Al oír esto, Rubén trató de librar a José de sus hermanos, para luego llevárselo a su padre. Por eso les dijo: No está bien que lo matemos. ¿Para qué matarlo? Si quieren, échenlo en este pozo del desierto; ¡pero no le hagan daño!

23 Cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron la capa que su padre le había hecho

24 y lo echaron al pozo, que estaba seco. Y Rubén se fue.

25 Los hermanos se sentaron a comer. De pronto vieron que se acercaba un grupo de comerciantes. Eran unos ismaelitas que venían de Galaad. Sus camellos estaban cargados de finos perfumes y hierbas de rico olor, que los ismaelitas pensaban vender en Egipto.

26 Judá entonces les dijo a sus hermanos: No ganamos nada con matar a nuestro hermano, y luego tener que mentir acerca de su muerte.

27 Nos conviene más vendérselo a estos ismaelitas. Después de todo, José es nuestro hermano; ¡es de nuestra propia familia! Esta idea les pareció bien,

28 así que cuando los comerciantes pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron en veinte monedas de plata. Entonces los comerciantes se lo llevaron a Egipto.

29 Cuando Rubén regresó y vio que José ya no estaba en el pozo, rompió su ropa en señal de tristeza,

30 y luego fue a decirles a sus hermanos: ¡José ya no está en el pozo! Y ahora, ¿qué le voy a decir a mi padre?

31 Mataron entonces un cabrito, y con la sangre del cabrito mancharon la capa de José.

32 Luego le llevaron la capa a Jacob, y le dijeron: —¡Mira lo que encontramos! Nos parece que es la capa de tu hijo.

33 Jacob la reconoció, y lleno de dolor gritó: —¡Sí, es la capa de mi hijo! ¡Seguramente algún animal feroz lo hizo pedazos y se lo comió!

34 Allí mismo Jacob rompió su ropa en señal de tristeza, se vistió de luto, y durante mucho tiempo lloró por la muerte de su hijo.

35 Todos sus hijos llegaron para consolarlo, pero él no quería que lo consolaran. Más bien, lloraba y decía que quería morirse para estar con José.

36 Cuando los comerciantes llegaron a Egipto, vendieron a José. Lo compró Potifar, que era un oficial del rey de Egipto y capitán de la guardia.

38 Judá y Tamar

1 Fue por esos días cuando Judá se apartó de sus hermanos y se fue a Adulam, donde vivió en la casa de un amigo suyo que se llamaba Hirá.

2 Allí Judá conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Después de un tiempo

3 ella quedó embarazada y tuvo un hijo. Judá le puso por nombre Er.

4-5 Tiempo después, la esposa de Judá tuvo dos hijos más: a uno de ellos lo llamó Onán, y al otro lo llamó Selá. Este último nació en Quezib.

6 Judá le buscó esposa a Er, y lo casó con una mujer llamada Tamar.

7 Pero a Dios no le gustaba la mala conducta de Er, así que le quitó la vida.

8 Entonces Judá le dijo a Onán: Cásate con la viuda de tu hermano y cumple con tu deber de cuñado. Así tu difunto hermano tendrá hijos por medio de ti.

9 Onán sabía que los hijos que tuviera con su cuñada no serían considerados suyos, sino de su hermano. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con ella procuraba no dejarla embarazada. De ese modo evitaba darle hijos a su hermano muerto.

10 A Dios tampoco le gustó esta mala conducta de Onán, así que también le quitó la vida.

11 Entonces Judá le recomendó a Tamar que se quedara viuda hasta que Selá creciera. Y es que Judá tenía miedo de que también Selá muriera, como sus hermanos. Por eso Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.

12 Pasó el tiempo, y murió la esposa de Judá. Luego de llorar su muerte, Judá se fue a Timnat, donde sus pastores estaban cortándoles la lana a sus ovejas. Su amigo Hirá lo acompañó.

13 Alguien fue a contarle a Tamar que su suegro iba de camino a Timnat, para recoger la lana de sus ovejas.

14 Entonces ella se quitó la ropa de luto, se tapó la cara con un velo, y fue a sentarse a la entrada de Enaim, junto al camino que lleva a Timnat. Tamar se había dado cuenta de que Selá ya había crecido y, sin embargo, Judá no lo casaba con ella.

15-16 Cuando Judá vio a una mujer con la cara cubierta, no se imaginó que se trataba de su nuera. Más bien, pensando que era una prostituta, se acercó a ella y le propuso: —Oye, ¿me dejarías acostarme contigo? Ella contestó: —Suponiendo que te deje, ¿qué me darás a cambio?

17 —Te mandaré uno de mis cabritos— respondió Judá. —Acepto —dijo ella—, sólo si me dejas algo tuyo como garantía de que me pagarás.

18 —¿Y qué quieres que te deje?— preguntó Judá. —Pues déjame tu sello con todo y cordón, y la vara que llevas en la mano —respondió ella. Judá aceptó sus condiciones, y tuvo relaciones sexuales con ella, y ella quedó embarazada.

19 Tan pronto como Judá se marchó, ella se quitó el velo y volvió a ponerse las ropas de luto.

20 Más tarde, cuando Judá mandó a su amigo Hirá para entregar el cabrito y recoger lo que le había dejado a Tamar, su amigo ya no la encontró.

21 Entonces les preguntó a los que vivían allí: —¿Dónde está la prostituta que acostumbra sentarse junto al camino de Enaim? Ellos contestaron: —Aquí nunca ha habido ninguna prostituta.

22 El amigo de Judá regresó y le dijo: —No encontré a esa mujer. Los de ese lugar me aseguran que allí no ha habido ninguna prostituta.

23 Judá respondió: —¡Pues que se quede con todo! Pero nadie podrá decir que no cumplo mi palabra. Yo te envié con el cabrito, y tú ya no la encontraste.

24 Como a los tres meses, alguien fue a decirle a Judá: —Seguramente tu nuera Tamar ha tenido relaciones con alguien, pues resulta que está embarazada. Entonces Judá exclamó: —¡Échenla fuera, y quémenla viva!

25 Cuando la estaban sacando, Tamar mandó a decirle a su suegro: El dueño de todo esto fue quien me dejó embarazada. Fíjate bien, tal vez sepas quién es el dueño.

26 En cuanto Judá reconoció su sello y la vara, dijo: —El culpable soy yo, y no ella, pues no quise darle a mi hijo Selá como esposo. Y nunca más Judá volvió a tener relaciones sexuales con Tamar.

27 Tiempo después, Tamar tuvo mellizos.

28 Al momento de nacer, uno de los mellizos sacó la mano; entonces la mujer que ayudaba a Tamar le ató al niño una cinta roja en la muñeca y dijo: Éste nació primero.

29 Pero el niño volvió a meter la mano, y el que nació primero fue el otro mellizo. Entonces dijo la mujer: ¡Vaya, te abriste paso! Por eso le pusieron por nombre Fares.

30 Después de él nació su hermano, y como traía la cinta roja atada a la muñeca le pusieron por nombre Zérah.

39 José, esclavo en Egipto

1 Cuando los comerciantes llevaron a José a Egipto, lo compró Potifar, que era oficial del rey y capitán de su guardia.

2 A José le fue muy bien allí, en la casa de su amo egipcio, pues Dios estaba con él.

3 Potifar vio que Dios ayudaba a José y hacía que todo le saliera bien.

4-6 Por eso trató amablemente a José, lo puso a cargo de su casa y de todo lo que tenía. A partir de ese momento, y gracias a José, Dios bendijo a Potifar en todo, y él no se preocupaba ya de nada, más que de comer. Como José era muy guapo y atractivo,

José y la esposa de Potifar

7 la mujer de su amo se fijó en él, y le propuso: —¡Ven, acuéstate conmigo!

8 En vez de aceptar, José le contestó: —Mi amo confía en mí, y por eso ha dejado todo a mi cargo. Estando yo al frente de todas sus riquezas, él no tiene nada de qué preocuparse.

9 No me ha prohibido nada, y en esta casa nadie tiene más autoridad que yo. Pero usted es su esposa. Tener relaciones sexuales con usted, sería pecar contra Dios.

10 Y aunque todos los días ella le insistía, él la rechazaba.

11 Un día, José entró en la casa para hacer su trabajo. Entonces ella, aprovechando que no había nadie en la casa,

12 lo agarró de la ropa y le exigió: —¡Acuéstate conmigo! Pero José prefirió que le arrebatara la ropa, y salió corriendo de la casa.

13 Entonces ella, al verse con la ropa de José en las manos,

14 llamó a gritos a los sirvientes y les dijo: —¡Miren, este hebreo que trajo mi esposo ha venido a burlarse de nosotros! Se metió aquí y quiso violarme, pero yo me puse a gritar con todas mis fuerzas.

15 En cuanto me oyó gritar y pedir ayuda, salió corriendo ¡y hasta la ropa dejó!

16 Ella guardó la ropa de José hasta que regresara su esposo.

17 Cuando Potifar llegó, ella le contó la misma historia: Ese esclavo hebreo que nos trajiste quiso violarme.

18 Pero en cuanto empecé a gritar pidiendo ayuda, dejó su ropa junto a mí y salió corriendo de la casa.

José, en la cárcel

19 Al oír Potifar las quejas de su esposa, se enojó mucho.

20 Entonces agarró a José y lo metió en la cárcel, donde estaban los presos del rey. Pero aun en la cárcel

21 Dios siguió ayudando a José y dándole muestras de su amor, pues hizo que el carcelero lo tratara bien.

22 Y así, el carcelero puso a José a cargo de todos los presos y de todos los trabajos que allí se hacían.

23 El carcelero no tenía que vigilarlo, porque Dios ayudaba a José y hacía que todo le saliera bien.

40 Los sueños del copero y del panadero

1-2 Algún tiempo después, el jefe de los coperos[ac] y el jefe de los panaderos ofendieron al rey de Egipto, y el rey se enojó mucho con estos dos ayudantes.

3 Entonces los puso bajo vigilancia en la cárcel donde José estaba preso.

4 El capitán de la guardia los dejó al cuidado de José. Pasó el tiempo,

5 y una noche el copero y el panadero tuvieron cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado.

6 Al día siguiente, cuando José llegó a verlos, los encontró muy tristes,

7 y les preguntó: —¿Por qué están hoy tan tristes?

8 Ellos respondieron: —Resulta que los dos tuvimos un sueño, pero no hay quien pueda decirnos lo que significan. José les dijo: —Vamos a ver, cuéntenme sus sueños, y Dios nos dirá lo que significan.

9 El primero en contar su sueño fue el copero. Le dijo: —En mi sueño yo veía una planta de uvas

10 que tenía tres ramas. Tan pronto como las ramas brotaban, también echaban flores, y las uvas maduraban.

11 Yo tenía en mi mano la copa del rey, así que tomaba las uvas y las exprimía en la copa, y luego se la daba al rey.

12 José le dijo: —Las tres ramas son tres días. Eso quiere decir

13 que dentro de tres días el rey te perdonará y te devolverá tu cargo, para que vuelvas a servirle como su jefe de los coperos.

14 Por favor, cuando todo esto suceda, no te olvides de mí. Tan pronto puedas, háblale de mí al rey, y sácame de esta cárcel.

15 Yo soy hebreo, y me trajeron aquí a la fuerza, aunque no hice nada para merecerlo.

16 Cuando el jefe de los panaderos vio que José le había dado un significado muy bueno al sueño del copero, le dijo: —También yo tuve un sueño. Sobre mi cabeza había tres canastas de pan.

17 La canasta de más arriba tenía los mejores pasteles para el rey; sin embargo, las aves venían a comérselos.

18 José le dijo: —Las tres canastas son tres días. Eso quiere decir

19 que dentro de tres días el rey mandará que te cuelguen de un árbol. Allí los buitres se comerán tu cuerpo.

20 Tres días después el rey de Egipto celebraba su cumpleaños, así que hizo una gran fiesta e invitó a todos sus ayudantes y consejeros. Allí, delante de sus invitados, el rey mandó a sacar de la cárcel al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos.

21 Al jefe de los coperos le devolvió su cargo,

22 pero mandó que colgaran de un árbol al jefe de los panaderos. Así se cumplió lo que José les había dicho.

23 Sin embargo, el jefe de los coperos se olvidó completamente de José.

41 Los sueños del rey de Egipto

1 Dos años después, el rey de Egipto tuvo un sueño en el que se veía de pie, junto al río Nilo.

2 De pronto vio que del río salían siete vacas, gordas y bonitas, las cuales se ponían a comer el pasto que había a la orilla del río.

3 También vio salir del río otras siete vacas, flacas y feas, las cuales se pararon junto a las primeras siete vacas.

4 Y de repente, ¡las flacas y feas se comieron a las gordas y bonitas! En ese momento el rey se despertó.

5 Pero volvió a dormirse, y tuvo otro sueño. Soñó que de un mismo tallo brotaron siete espigas, verdes y llenas de trigo.

6 Tras ellas brotaron otras siete espigas, sin trigo y marchitadas por el viento del desierto.

7 ¡Y las espigas secas se tragaron a las verdes y llenas de trigo! El rey se despertó, y vio que se trataba de un sueño.

8 Sin embargo, al levantarse estaba tan preocupado que mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto. Les contó sus sueños, pero ninguno pudo decirle lo que significaban.

9 De pronto, el jefe de los coperos se acordó de José y le dijo al rey: —¡Soy un malagradecido!

10 Una vez usted se enojó conmigo y con el jefe de los panaderos, y mandó que nos encerraran en la cárcel, al cuidado del capitán de la guardia.

11 Una noche, los dos tuvimos un sueño.

12 Allí en la cárcel estaba con nosotros un joven hebreo, que ayudaba al capitán de la guardia; le contamos nuestros sueños, y él nos dijo lo que significaban.

13 ¡Y dicho y hecho! A mí usted me devolvió a mi cargo, y al otro mandó que lo mataran.

José interpreta los sueños

14 El rey mandó llamar a José, y de inmediato lo sacaron de la cárcel. Entonces José se afeitó, se cambió de ropa, y luego se presentó ante el rey.

15 Y el rey le dijo: —Tuve un sueño, y nadie puede decirme lo que significa. Pero me han dicho que en cuanto oyes un sueño, sabes su significado.

16 José le respondió: —Yo no tengo ese poder, pero Dios sí lo tiene, y le dará a usted la respuesta esperada.

17 Entonces el rey le dijo: —Resulta que, en mi sueño, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo.

18 De pronto vi que del río salían siete vacas gordas y bonitas, las cuales se pusieron a comer el pasto que había a la orilla del río.

19 Tras ellas salieron otras siete vacas, muy flacas y feas. ¡Jamás vi vacas tan feas en todo Egipto!

20 Y resulta que las vacas flacas y feas se comieron a las vacas gordas que habían salido primero.

21 Eran tan flacas y feas esas vacas, que después de comerse a las otras, no se les notaba nada; ¡seguían tan flacas como al principio! Yo me desperté.

22 Pero volví a soñar, y en mi sueño vi también siete espigas verdes y llenas de trigo, que brotaban de un mismo tallo.

23 Después de ellas brotaron otras siete espigas, delgadas y marchitas, resecadas por el viento del desierto.

24 Esas espigas delgadas se comieron a las siete espigas llenas de trigo. Todo esto se lo he contado a los magos, pero ninguno ha podido explicármelo.

25 José le dijo al rey: —Los dos sueños que tuvo Su Majestad son uno solo. Dios le ha hecho saber a usted lo que piensa hacer.

26 Las siete vacas gordas son siete años, lo mismo que las siete espigas llenas de trigo; el sueño es uno solo.

27 Las siete vacas flacas y feas que salieron detrás de aquéllas son también siete años, lo mismo que las siete espigas marchitas y resecadas por el viento del desierto. Ellas significan siete años de hambre.

28 Dios quiere que Su Majestad sepa lo que él está a punto de hacer.

29 Egipto va a tener siete años de abundantes cosechas,

30-31 pero después vendrán siete años en que no habrá qué comer. Cuando eso suceda, nadie se acordará de la abundancia que antes hubo. Habrá tanta hambre que acabará con el país.

32 Su Majestad tuvo el mismo sueño en dos formas distintas, y eso significa que Dios ha decidido hacerlo, y lo va a hacer muy pronto.

33 Yo le sugiero a Su Majestad que busque a alguien muy sabio e inteligente, y que lo ponga a cargo del país.

34 También le sugiero que nombre gente que se encargue de recoger la quinta parte de las cosechas durante los siete años de abundancia.

35 Durante los siete años buenos que van a venir, Su Majestad debe darles autoridad para que junten y almacenen en las ciudades todos los alimentos y el trigo.

36 Ese alimento quedará guardado, para usarlo durante los siete años de hambre que habrá en Egipto. Así el país no quedará arruinado por el hambre.

José, virrey de Egipto

37 El rey y sus consejeros estuvieron de acuerdo en que el plan de José era bueno,

38 y el rey les comentó: En ningún lado vamos a encontrar a nadie más inteligente que este joven.

39-41 Por eso le dijo a José: —Dios te ha dado a conocer todo esto, y eso quiere decir que no hay nadie tan sabio e inteligente como tú. Por eso, a partir de este momento quedas a cargo de mi palacio y de todo mi pueblo. Todos en Egipto tendrán que obedecerte. Sólo yo tendré más poder que tú, porque soy el rey.

42 Después, el rey se quitó el anillo que usaba para sellar sus cartas, y se lo puso a José. Luego ordenó que lo vistieran con ropas de lino fino y que le pusieran un collar de oro,

43 y le pidió que lo acompañara en su carro, como su gobernador. Delante de José gritaban: ¡Abran paso! Así fue como el rey puso a José a cargo de todo su país.

44 Luego le dijo a José: Aunque yo soy el rey de Egipto, nadie en este país hará nada sin tu permiso.

45 Además, el rey le cambió el nombre a José, y le puso Safenat-panéah, y le dio por esposa a la hija de Potifera, sacerdote de On, la cual se llamaba Asenat. Después de eso, José comenzó a recorrer todo Egipto.

José se hace cargo de Egipto

46 José tenía treinta años cuando se despidió del rey y comenzó a viajar por todo Egipto.

47 Durante los siete años de abundancia, en todo Egipto hubo muy buenas cosechas,

48 así que José juntó todo el alimento que se produjo en esos siete años y lo almacenó. En cada ciudad guardó el alimento que produjeron los campos vecinos.

49 José almacenó tanto trigo que parecía haber juntado toda la arena del mar; hasta dejó de anotar la cantidad de trigo guardada, porque ya no era posible llevar la cuenta.

50 Antes de que llegaran los años de escasez, Asenat y José tuvieron dos hijos.

51 Al primero de ellos José lo llamó Manasés porque dijo: Dios ha hecho que me olvide de todos mis problemas y de la familia de mi padre.

52 A su segundo hijo lo llamó Efraín, porque dijo: Dios permitió que yo tuviera hijos en este país donde he sufrido tanto.

53-54 Tal como lo había anunciado José, a los siete años de abundancia siguieron los siete años de escasez. Y aunque había hambre en todos los otros países, en Egipto había de comer.

55 Cuando comenzó a sentirse el hambre en Egipto, los egipcios fueron a pedirle al rey que les diera de comer. Entonces el rey les dijo: Vayan a ver a José, y hagan lo que él les diga.

56 Cuando ya no había comida en todo el país, José abrió los almacenes y les vendió trigo a los egipcios.

57 Era tanta la escasez de alimentos que de todos los países iban a Egipto para comprarle trigo a José.

42 Los hermanos de José van a Egipto

1-2 Cuando Jacob supo que en Egipto había trigo, les dijo a sus hijos: ¿Qué hacen allí, mirándose los unos a los otros? Me han dicho que en Egipto hay trigo. Si queremos seguir con vida y no morirnos de hambre, más vale que vayan allá y compren trigo para nosotros.

3-5 El hambre en Canaán iba en aumento, y mucha gente viajaba a Egipto para comprar trigo; entre esa gente iban diez hermanos de José. Jacob no dejó que Benjamín se fuera con ellos porque tenía miedo de que le sucediera alguna desgracia. Como sabemos, Benjamín era hermano de José por parte de padre y madre.

Encuentro con su hermano José

6 Cuando los hermanos de José llegaron a Egipto, se inclinaron ante José con mucho respeto, pues él gobernaba en Egipto y era el que vendía el trigo a todo su pueblo.

7-8 José reconoció a sus hermanos enseguida, pero ellos no lo reconocieron. Así que los dejó creer que era egipcio y con cara muy seria les preguntó: —Ustedes, ¿de dónde vienen? Ellos le respondieron: —Venimos de Canaán, y queremos comprar trigo.

9 Entonces él se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les contestó: —Yo creo que ustedes son espías, y sólo han venido a ver por dónde pueden atacarnos.

10 Ellos se defendieron: —¡De ninguna manera, señor! Nosotros estamos para servirle, y sólo hemos venido a comprar trigo.

11 Somos gente honrada, todos hijos del mismo padre. ¡No somos espías!

12 José insistió: —¡No les creo! Ustedes sólo han venido a ver por dónde pueden atacarnos.

13 Ellos le respondieron: —Nosotros somos doce hermanos, todos hijos de un mismo padre. El más joven se quedó con nuestro padre en Canaán, y el otro ya ha muerto.

14 José volvió a decirles: —¡Tal como les dije! ¡Ustedes son espías,

15 y les voy a probar que tengo la razón! Yo les juro, por la vida del rey de Egipto, que no van a salir de aquí hasta que traigan a su hermano menor.

16 Vamos a ver si es cierto lo que dicen: Uno de ustedes va a ir por su hermano, y los demás van a quedarse presos. Si no traen aquí a su hermano, quiere decir que ustedes son espías. ¡Lo juro por el rey de Egipto!

17 Y así, José los puso a todos bajo vigilancia durante tres días.

18-20 Pasado ese tiempo, les dijo: Yo creo en Dios. Si ustedes realmente son gente honrada y quieren seguir con vida, hagan lo siguiente: dejen aquí a uno de ustedes, y vayan los demás a llevarles trigo a sus familiares, pues deben estar muriéndose de hambre. Pero tienen que traerme a su hermano menor. Así veré si es cierto lo que dicen. Ellos aceptaron lo que José les propuso,

21 pero se decían los unos a los otros: Seguramente estamos recibiendo nuestro merecido por lo que le hicimos a nuestro hermano. Cuando nos rogaba que le perdonáramos la vida, no le hicimos caso, aunque podíamos ver su miedo. Ahora estamos pagando las consecuencias.

22 Entonces dijo Rubén: ¿Acaso no les decía yo que no le hicieran daño al muchacho? ¡Pero ustedes no me hicieron caso! ¡Por eso ahora recibimos este castigo!

23 Como José estaba hablando con ellos por medio de un traductor, no se dieron cuenta de que él les podía entender.

24 Sin embargo, José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego regresó a donde estaban y ordenó que tomaran preso a Simeón, y que lo encadenaran.

Vuelta a Canaán

25 Después ordenó que les llenaran de trigo sus sacos, y que pusieran en los sacos el dinero que habían pagado. También ordenó que les dieran comida para el viaje. Una vez hecho esto,

26 los hermanos de José echaron el trigo sobre los burros y se pusieron en camino.

27 Cuando llegaron al lugar donde iban a pasar la noche, uno de ellos abrió su saco para darle de comer a su burro, ¡y se encontró con que en el saco estaba su dinero! Enseguida les dijo a sus hermanos:

28 ¡Me devolvieron mi dinero! ¡Mírenlo, aquí está, dentro del saco! Al ver esto, todos ellos se asustaron y empezaron a temblar de miedo, mientras se preguntaban: ¿Qué es lo que Dios está haciendo con nosotros?

29 Cuando llegaron a Canaán, le contaron a su padre todo lo que les había pasado. Le dijeron:

30 El gobernador de Egipto nos habló muy fuerte, y hasta nos acusó de ser espías.

31 Nosotros le dijimos que no éramos espías, sino gente honrada.

32 También le dijimos que éramos doce hermanos, hijos del mismo padre; que uno de nosotros ya había muerto, y que el menor se había quedado contigo aquí en Canaán.

33 Pero el gobernador nos dijo: «Ahora voy a ver si de veras son gente honrada: Dejen aquí a uno de sus hermanos, y váyanse a llevarles comida a sus familiares, que deben estar muriéndose de hambre.

34 Pero tienen que traerme a su hermano menor. Así sabré que no son espías, sino gente honrada, y yo les devolveré a su hermano. Entonces podrán hacer negocios aquí».

35 Cuando comenzaron a vaciar sus sacos, se encontraron con que en cada uno de ellos estaba su dinero. Al ver las bolsas de dinero, tanto ellos como su padre se asustaron mucho.

36 Entonces su padre les dijo: —¡Ustedes me van a dejar sin hijos! José ya no está con nosotros; Simeón, tampoco; ¡y ahora quieren llevarse también a Benjamín! ¡Todo esto acabará por matarme!

37 Pero Rubén le propuso a su padre: —Tú deja a Benjamín en mis manos, que yo te lo devolveré. Y si no te lo traigo de vuelta, ¡te dejo que mates a mis dos hijos!

38 Sin embargo, Jacob respondió: —Mi hijo no va a ir con ustedes. Ya su hermano está muerto, y sólo me queda él. Si algo llega a pasarle en este viaje, viviré triste por el resto de mis días.

43 Benjamín en Egipto

1 En todo Canaán el hambre seguía aumentando,

2 así que cuando se acabó el trigo que habían traído de Egipto, su padre les dijo: —Vuelvan a Egipto y compren más trigo para que tengamos comida.

3-5 Pero Judá le dijo: —El gobernador de Egipto claramente nos dijo que no va a recibirnos si no llevamos a nuestro hermano. Así que iremos a comprar trigo sólo si dejas que él nos acompañe.

6 Su padre les dijo: —¿Y para qué le dijeron que tenían otro hermano? ¿Por qué me causan tantos problemas?

7 Ellos le respondieron: —Es que ese hombre nos hacía muchas preguntas acerca de nosotros y de nuestra familia. Que si todavía vivías, que si teníamos algún otro hermano. Nosotros no hicimos más que responderle. Jamás nos imaginamos que nos pediría llevar a nuestro hermano.

8 Por su parte, Judá le dijo a su padre: —Si queremos seguir con vida, Benjamín tiene que venir con nosotros. Déjalo ir, y nos iremos enseguida.

9 Yo me hago responsable por él. Si no te lo devuelvo aquí mismo, toda mi vida cargaré con la culpa.

10 Francamente, si no hubiéramos dejado pasar tanto tiempo, ¡ya hubiéramos ido y vuelto dos veces!

11-13 Ante esto, su padre no tuvo más remedio que aceptar: —Pues si no hay otra solución, llévense a su hermano y vuelvan ya a donde está ese hombre. Pero hagan lo siguiente: Llenen sus sacos con los mejores productos de nuestro país para regalárselos. Llévenle bálsamo, un poco de miel, algunas especias, y mirra, pistachos y almendras. Lleven también una doble cantidad de dinero, pues tienen que entregar el que les devolvieron en sus sacos. Tal vez lo pusieron allí por error.

14 Que el Dios todopoderoso haga que ese hombre les tenga compasión, y deje que Benjamín y su otro hermano regresen con ustedes. En cuanto a mí, si he de perder a todos mis hijos, tendré que aceptarlo.

Nuevo encuentro con José

15 Los hijos de Jacob tomaron los regalos, una doble cantidad de dinero, y a Benjamín, y a toda prisa se fueron a Egipto. Al llegar, se presentaron ante José,

16 y cuando José vio a Benjamín con ellos, le dijo al mayordomo de su palacio: Lleva a esos hombres a mi casa, y prepara la comida. Mata un animal, porque al mediodía van a almorzar conmigo.

17 El mayordomo cumplió con sus órdenes y llevó a la casa de José a sus hermanos;

18 pero ellos se asustaron mucho y pensaron: Este hombre nos ha traído a su casa por el dinero que se nos devolvió en el primer viaje. Lo que quiere es atacarnos, hacernos sus esclavos y quedarse con nuestros burros.

19 Por eso, al llegar a la entrada de la casa se acercaron al mayordomo de José y le dijeron:

20 —Señor, como usted sabe, la vez pasada vinimos a comprar trigo.

21-22 Y resulta que cuando paramos para pasar la noche, al abrir nuestros sacos cada uno de nosotros encontró allí su dinero. ¡No faltaba nada! Pero no sabemos quién lo haya puesto allí. Aquí lo traemos con nosotros, y también traemos más dinero para comprar más trigo.

23 El mayordomo los tranquilizó: —No se preocupen, que todo está en orden. Yo recibí el dinero que ustedes pagaron. Tal vez el Dios de ustedes y de su padre les puso en sus sacos ese regalo. Entonces sacó a Simeón

24 y a todos ellos los invitó a entrar en la casa de José; luego les dio agua para que se bañaran, y les dio de comer a sus burros.

25 Y como ellos ya sabían que José iba a comer con ellos al mediodía, prepararon los regalos para cuando él llegara.

26-28 Cuando José llegó a su casa, ellos se inclinaron delante de él y le entregaron los regalos que le habían llevado. Luego de saludarlos, José les preguntó si su padre aún vivía. Ellos le respondieron: —Así es, nuestro padre todavía vive, está bien de salud y listo para servirle.

29 José miró a su alrededor, y cuando vio a Benjamín, su hermano de padre y madre, les preguntó: —¿Es éste su hermano menor, del que me hablaron? ¡Que Dios te bendiga, hijo mío!

30 Tan conmovido quedó José al ver a su hermano, que salió de prisa, entró en su cuarto y se echó a llorar.

31 Luego se lavó la cara y, controlando sus emociones, salió y dijo: —¡Sirvan ya la comida!

32 A José le sirvieron de comer aparte, porque los egipcios no comen con los hebreos, pues los consideran gente repugnante.

33 Los hermanos de José se sentaron frente a él según su edad, del mayor al menor, y unos a otros se miraban sin salir de su asombro.

34 Cuando les sirvieron de lo que José tenía en su mesa, a Benjamín le sirvieron cinco veces más que a los otros. Y bebieron con José y estuvieron muy alegres.

44 Benjamín, culpable

La copa de plata de José

1-2 Más tarde, José le ordenó al mayordomo de su casa que llenara los sacos de sus hermanos con todos los alimentos que cupieran en ellos, y que en cada uno de los sacos pusiera el dinero que habían pagado por el trigo. También le ordenó que en el saco del más joven pusiera, además del dinero, su copa de plata. El mayordomo lo hizo así,

3 y al amanecer los hermanos de José tomaron sus burros y se pusieron en marcha.

4 No habían avanzado mucho cuando José le dijo a su mayordomo: Vete enseguida tras esos hombres, y cuando los alcances diles: «¿Por qué le han pagado mal a mi señor?

5 ¡Esta copa es la que mi señor usa para beber, y también para adivinar el futuro! ¡Realmente se han portado muy mal con él!».

6 Cuando el mayordomo los alcanzó, les repitió todo esto, palabra por palabra.

7 Pero ellos le respondieron: —¿Por qué nos dice usted todo eso? ¡Nosotros jamás haríamos algo así!

8 A usted le consta que desde nuestra tierra trajimos de vuelta el dinero que encontramos en nuestros sacos. ¿Por qué habríamos de robar el oro y la plata de su señor?

9 Si esa copa de plata se encuentra en poder de alguno de nosotros, que se le condene a muerte; y además todos nosotros nos haremos sus esclavos.

10 El mayordomo respondió: —De acuerdo. Que sea como ustedes quieran. Pero sólo quien tenga la copa será mi esclavo; a los demás no se les acusará de nada.

11 Rápidamente, todos ellos bajaron sus sacos y los abrieron.

12 Entonces el mayordomo comenzó a registrar cada saco, comenzando por el del mayor y acabando por el del más joven, ¡y resultó que la copa se encontró en el saco de Benjamín!

13 Cuando los hermanos de José vieron esto, se llenaron de miedo y tristeza; luego volvieron a cargar sus burros y regresaron a la ciudad.

Tercer encuentro con José

14 Cuando llegaron, José todavía estaba en su casa. Judá y sus hermanos se arrojaron a sus pies,

15 pero él les dijo: —¿Por qué me han hecho esto? ¿No sabían que soy adivino?

16 Judá respondió: —¿Y qué podemos decirle a usted, mi señor? No podemos demostrar que somos inocentes. Dios nos ha encontrado culpables, y ahora todos somos esclavos de usted, junto con el que tenía la copa en su poder.

17 José les respondió: —¡Yo jamás haría tal cosa! Sólo será mi esclavo el que tenía la copa. Los demás pueden volver tranquilos a la casa de su padre.

18 Pero Judá se acercó a José y le dijo: —Mi señor, yo sé que hablar con usted es como hablar con el rey mismo. Pero yo le ruego que no se enoje conmigo y me permita decirle una sola cosa.

19 Usted nos preguntó si todavía teníamos a nuestro padre, o algún otro hermano.

20 Nosotros le respondimos que nuestro padre ya era anciano, que había tenido dos hijos con su esposa Raquel. Uno de ellos murió y sólo queda el más joven, que nació cuando él ya era viejo. Por eso nuestro padre lo quiere mucho.

21 Usted nos pidió que lo trajéramos para conocerlo.

22 Nosotros le aclaramos que nuestro padre podría morirse de tristeza si el muchacho lo dejaba solo.

23 Con todo, usted nos dijo que volvería a recibirnos sólo si regresábamos con nuestro hermano.

24 Cuando volvimos a la casa de nuestro padre, le contamos todo lo que usted nos dijo,

25 así que cuando nuestro padre nos pidió que volviéramos acá para comprar más trigo,

26 nosotros le dijimos: «Iremos solamente si nuestro hermano menor nos acompaña. Si él no viene con nosotros, el gobernador de Egipto no volverá a recibirnos».

27 Nuestro padre nos dijo: «Ustedes bien saben que mi esposa Raquel me dio dos hijos.

28 Uno de ellos se marchó, y jamás he vuelto a verlo. Me imagino que alguna fiera se lo habrá comido.

29 Si también me quitan a este hijo mío, y algo malo llega a pasarle, viviré triste por el resto de mis días».

30-31 Como puede ver usted, si yo regreso a la casa de mi padre sin mi hermano, seguramente mi padre morirá. Tan apegado está a este muchacho que su vida depende de que él viva. Así que, si nuestro padre se muere de tristeza, nosotros tendremos la culpa.

32 Yo mismo me hice responsable ante mi padre de que a su hijo nada le pasaría. Hasta le dije: «Padre mío, si no te devuelvo a tu hijo, toda mi vida cargaré ante ti con esa culpa».

33 Yo le ruego a usted que me acepte como su esclavo, y que le permita al muchacho volver con sus hermanos. Yo me quedaré en su lugar.

34 ¿Cómo podría yo volver a la casa de mi padre, si mi hermano no vuelve conmigo? ¡No, yo no podría ver la desgracia que caería sobre mi padre!

45 José se da a conocer a sus hermanos

1-3 José no aguantó más y les ordenó a todos sus ayudantes que salieran de allí, así que cuando se dio a conocer a sus hermanos, nadie más estaba con él. A sus hermanos les dijo: —¡Yo soy José! ¿Vive mi padre todavía? Y se echó a llorar. Fue tanto lo que lloró, que todos en Egipto y en el palacio del rey llegaron a saberlo. Sin embargo, sus hermanos se asustaron tanto de verlo vivo que no pudieron responderle.

4 Entonces José les dijo: —Vengan acá. Ellos se acercaron, y entonces José les dijo: —Yo soy José, el hermano que ustedes vendieron a los egipcios.

5-7 Pero no se preocupen, ni se reprochen nada. En los dos años anteriores no ha habido comida en toda esta región, y todavía faltan cinco años en que nadie va a sembrar ni a cosechar nada. Pero Dios me envió aquí antes que a ustedes, para que les salve la vida a ustedes y a sus hijos de una manera maravillosa.

8 Como pueden ver, no fueron ustedes los que me enviaron acá, sino que fue Dios quien me trajo. Él me ha convertido en amo y señor de todo Egipto, y en consejero del rey.

9 Así que regresen pronto a donde está mi padre, y díganle de mi parte que Dios me ha hecho gobernador de todo Egipto, y que venga acá enseguida.

10 Díganle que va a vivir en la región de Gosen, junto con sus hijos, nietos, ovejas, vacas, y todo lo que tiene. Así estará cerca de mí.

11 Todavía vienen cinco años de hambre, pero yo voy a cuidar de él. De lo contrario, tanto él como su familia van a quedarse en la pobreza, y perderán todo lo que tienen.

12 Ustedes y mi hermano Benjamín son testigos de que yo personalmente le mando a decir esto.

13 Cuéntenle a mi padre todo lo que han visto, y todo el poder que tengo en este país, y tráiganlo enseguida.

14 Después de haber dicho esto, José abrazó a Benjamín y ambos se echaron a llorar.

15 Luego José besó a todos sus hermanos y lloró con ellos; fue en ese momento cuando sus hermanos se atrevieron a hablarle.

16 Tanto gusto les dio al rey y a todos sus asistentes saber que los hermanos de José estaban en Egipto,

17 que el rey mismo mandó a decirles, por medio de José: Carguen sus animales y regresen a Canaán

18 para que traigan a su padre y a sus familias. Yo voy a darles las mejores tierras de Egipto, para que disfruten de lo mejor del país.

19 Llévense algunas de nuestras carretas para que traigan a sus hijos, a sus esposas y a su padre.

20 Y no se preocupen por lo que dejen allá, pues aquí en Egipto tendrán todo lo mejor.

Vuelta a Canaán

21 Los hermanos de José aceptaron la oferta del rey, así que José les dio carretas y comida para el viaje.

22 A cada uno de ellos les dio ropa nueva, pero a Benjamín le dio trescientas monedas de plata y cinco trajes muy finos.

23 A su padre le envió diez burros cargados con los mejores productos de Egipto, y diez burras cargadas de pan, trigo y otros alimentos para su viaje.

24 Luego despidió a sus hermanos, pero antes les recomendó que no se fueran peleando.

25-26 Los hermanos de José salieron de Egipto. Y cuando llegaron a Canaán y le contaron a Jacob que José todavía estaba vivo, y que era el gobernador de todo Egipto, Jacob casi se desmayó, pues no podía creer lo que le decían.

27 Sin embargo, recobró el aliento cuando le contaron lo que José mandaba a decirle, y vio las carretas que José había enviado para que lo llevaran a Egipto.

28 Entonces dijo: ¡Me han convencido! ¡Mi hijo José todavía está vivo! ¡Iré a verlo antes de que me muera!

46 Jacob y su familia van a Egipto

Jacob llega a Egipto

1 El padre de José salió de Canaán con todas sus pertenencias, y al llegar a Beerseba ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.

2 Esa noche Dios le habló en un sueño, y le dijo: —¡Jacob! —¡Sí, aquí estoy!— respondió Jacob.

3-4 Entonces Dios le dijo: Yo soy el Dios de tu padre. No tengas miedo de ir a Egipto, porque yo voy a ir contigo. Te convertiré en una gran nación, y te haré volver de nuevo a Canaán. Además, cuando mueras, José estará a tu lado.

5-7 Entonces los hijos de Jacob lo ayudaron a subir a las carretas que había enviado el rey de Egipto. Así fue como Jacob se fue de Beerseba a Egipto con toda su familia, con todo su ganado y todo lo que tenía.

Los descendientes de Jacob y Lía

8-14 Ésta es la lista de los familiares de Jacob que se fueron con él a Egipto, empezando por los descendientes de Jacob y Lía: Rubén, hijo mayor de Jacob, y sus hijos: Hanoc, Falú, Hesrón, Carmí. Simeón y sus hijos: Jemuel, Jamín, Óhad, Jaquín, Sóhar, Saúl, que era hijo de una cananea. Leví y sus hijos: Guersón, Quehat, Merarí. Judá y sus hijos: Er, Onán, Selá, Fares, Zérah. Er y Onán ya habían muerto en Canaán. Fares y sus hijos: Hesrón, Hamul. Isacar y sus hijos: Tolá, Puvá, Job, Simrón. Zabulón y sus hijos: Séred, Elón, Jahleel.

15 En total, los hijos que Jacob y Lía tuvieron en Padán-aram, y sus nietos, más su hija Dina, fueron treinta y tres.

Los descendientes de Jacob y Zilpá

16-18 Éstos son los descendientes de Jacob y Zilpá. Esta mujer era la esclava que Labán le había dado a su hija Lía. Gad y sus hijos: Sefón, Haguí, Suní, Esbón, Erí, Arodí, Arelí. Aser y sus hijos: Imná, Isvá, Isví, Beriá, Sérah. Beriá y sus hijos: Héber, Malquiel. En total, los descendientes de Jacob y Zilpá fueron dieciséis.

Los descendientes de Jacob y Raquel

19-22 Éstos son los descendientes de Jacob y Raquel: José y sus hijos: Manasés yEfraín. Ésos fueron los hijos que José tuvo con Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On, y que nacieron en Egipto. Benjamín y sus hijos: Bela, Béquer, Asbel, Guerá, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim, Ard. En total, los descendientes de Jacob y Raquel fueron catorce.

Los descendientes de Jacob y Bilhá

23-24 Éstos son los descendientes de Jacob y Bilhá, la esclava que Labán le había dado a su hija Raquel: Dan y su hijo Husim. Neftalí y sus hijos: Jahseel, Guní, Jezer, Silem.

25 En total, los descendientes de Jacob y Bilhá fueron siete.

26 A Egipto fueron sesenta y seis descendientes directos de Jacob, sin contar a las esposas de sus hijos.

27 Contando a Jacob y a José, y a los dos hijos de José que habían nacido en Egipto, la familia de Jacob en Egipto fue de setenta personas en total.

Jacob y José se encuentran

28 Antes de salir de Canaán, Jacob envió a Judá para que le preguntara a José cómo llegar a la región de Gosen. Cuando todos ellos llegaron allá,

29 José mandó que le prepararan su carro, y salió a encontrarse con su padre. En cuanto José lo vio, corrió a sus brazos y se soltó a llorar un buen rato.

30 Y Jacob le dijo: —Con mis propios ojos te he visto, y sé que estás vivo. ¡Ya puedo morir en paz!

31 José les dijo a sus hermanos y a todos sus familiares: —Voy a hablar con el rey. Le diré que toda mi familia, que vivía en Canaán, ha venido a quedarse conmigo.

32 Le diré que ustedes crían ovejas, y que se han traído sus rebaños y ganado, y todo lo que tienen.

33 Cuando el rey los llame y les pregunte a qué se dedican,

34 respóndanle que siempre han sido pastores, como nuestros abuelos. Así los dejará quedarse en la región de Gosen. Y es que a los egipcios no les gusta vivir cerca de los pastores.

47 Audiencia del faraón e instalación en Gosén

Jacob ante el rey de Egipto

1-2 José eligió a cinco de sus hermanos y se los presentó al rey. Le dijo: —Mi padre y mis hermanos han venido desde Canaán, y ahora están en Gosen. Han venido con sus rebaños y ganados, y con todo lo que tienen.

3 El rey les preguntó: —¿Y ustedes a qué se dedican? Ellos le respondieron: —Su Majestad, nosotros somos pastores, como lo fueron nuestros abuelos.

4 Hemos venido a quedarnos aquí por algún tiempo, porque falta comida en Canaán y ya no tenemos pastos para nuestros ganados. Le rogamos a usted que nos deje vivir en Gosen.

5 Entonces el rey le dijo a José: —Ya que tu padre y tus hermanos han venido a quedarse contigo,

6 puedes elegir el lugar que quieras para que vivan en este país. Dales los mejores terrenos; déjalos vivir en Gosen. Y si algunos de ellos tienen alguna habilidad especial, que se dediquen a cuidar mi propio ganado.

7 Luego José llevó a su padre ante el rey. Jacob lo saludó con mucho respeto,

8 y el rey le preguntó su edad.

9 Jacob le respondió: —Su Majestad, ya llevo ciento treinta años de andar de un lado a otro. Y aunque mi vida no ha sido fácil, todavía no he llegado a vivir lo que vivieron mis abuelos.

10 Finalmente, Jacob se despidió del rey y salió de su presencia.

11 José cumplió con las órdenes del rey, y les entregó a su padre y a sus hermanos los mejores terrenos de Egipto. Ellos se establecieron en la región de Gosen, que después se conoció como la región de Ramsés.

12 Además, a todos ellos les dio alimentos según la cantidad de hijos que tenían.

José y el hambre

13 Pero la falta de alimentos estaba acabando con los habitantes de Canaán y de Egipto. En ninguna parte se encontraba comida.

14 Sin embargo, José seguía vendiendo trigo y amontonando dinero en el palacio del rey. Todo el dinero que había en esos países lo recogió en pago del trigo comprado.

15 Cuando también los egipcios se quedaron sin dinero, todos ellos fueron a hablar con José y le dijeron: —Ya no tenemos dinero. Denos usted de comer, o pronto moriremos.

16 José les respondió: —Pues si ya no tienen dinero, tráiganme sus vacas y a cambio de ellas les daré trigo.

17 Los egipcios le llevaron caballos, ovejas, cabras, vacas y burros, y a cambio de ellos José les dio alimento durante todo ese año.

18 Pero al año siguiente fueron a verlo de nuevo, y le dijeron: —Señor gobernador, no podemos negarle a usted que ya no tenemos dinero, y que nuestros animales ahora son de usted. Ya no tenemos nada que ofrecerle a cambio de comida, a no ser nuestras tierras y nosotros mismos.

19 ¡Cómprenos usted nuestras tierras, seremos esclavos del rey, pero denos de comer! Denos usted semilla, para que sembremos la tierra. Así no moriremos. ¡No queremos que nos vea usted morir, y que nuestras tierras queden como el desierto!

20 En verdad, fue tanta la falta de alimentos que todos los egipcios le vendieron sus campos a José, quien los compró para el rey de Egipto. Así fue como toda la tierra del país llegó a ser propiedad del rey,

21 y todos en Egipto quedaron a su servicio. Todo esto fue obra de José.

22 Sin embargo, José no compró las tierras de los sacerdotes porque ellos no las pusieron en venta. Como ellos siempre recibían ayuda de parte del rey, tenían comida de sobra.

23 Entonces José les dijo a los egipcios: —Aquí tienen semilla para que siembren sus campos. Pero recuerden que hoy los he comprado a ustedes y a sus tierras, y que ahora pertenecen al rey.

24 Así que, cuando llegue la cosecha, le darán al rey una quinta parte de lo que recojan, pero podrán quedarse con las otras cuatro quintas partes. De allí apartarán la semilla que vayan a sembrar y el alimento para ustedes y para sus hijos.

25 Los egipcios respondieron: —Señor gobernador: ¡usted nos ha salvado la vida! ¡Denos ahora el privilegio de ser esclavos del rey!

26 José estableció como ley en Egipto que la quinta parte de las cosechas sería para el rey. Y hasta el día en que esto se escribió, esta ley se ha respetado. Las únicas tierras que no llegaron a ser del rey fueron las de los sacerdotes.

27 Los israelitas se establecieron en el territorio egipcio de Gosen. Allí compraron terrenos, y llegaron a tener muchos hijos.

Juramento de José a su padre

28 Jacob vivió en Egipto diecisiete años, así que alcanzó a vivir ciento cuarenta y siete años.

29 Cuando se acercaba la hora de su muerte, mandó llamar a su hijo José y le dijo: —Voy a pedirte un favor, y júrame que lo cumplirás. Si de veras me quieres, prométeme que no me enterrarás en Egipto.

30 Cuando yo muera, saca mis restos de aquí y entiérralos donde están enterrados mis antepasados. Y José le prometió hacerlo así.

31 Pero Jacob insistió: —¡Júramelo! José se lo juró. Entonces su padre se inclinó sobre la cabecera de su cama, y dijo una oración.

48 Jacob bendice a Manasés y a Efraín

1 Pasado algún tiempo, José se enteró de que su padre estaba muy enfermo, así que tomó a sus dos hijos, Manasés y Efraín, y fue a visitarlo.

2 Cuando le dijeron a Jacob que José había llegado para verlo, Jacob hizo un esfuerzo y se levantó de la cama.

3 Y le dijo a José: —El Dios todopoderoso se me apareció en Betel, una ciudad de Canaán. Allí me bendijo

4 y me hizo esta promesa: «Yo haré que tengas muchos hijos y descendientes. Y de tus descendientes se formarán muchos pueblos, y esta tierra será siempre de ellos».

5 Efraín y Manasés, los dos hijos que tuviste en Egipto antes de que yo viniera, serán considerados como mis propios hijos; serán tan míos como lo son Rubén y Simeón.

6 Los hijos que tengas después de ellos ya serán considerados como tuyos, y en el territorio que reciban se les reconocerá por el nombre de sus hermanos.

7 Para tristeza mía, tu madre Raquel murió en el camino, cuando yo regresaba de Padán-aram. Murió en la tierra de Canaán, muy cerca de la ciudad de Efrata, así que allí la enterré, junto al camino. Efrata es el mismo pueblo que ahora llaman Belén.

8 De pronto, Jacob vio a los hijos de José, y le preguntó: —Y éstos, ¿quiénes son?

9-10 José le respondió: —Son los hijos que Dios me ha dado aquí en Egipto. Como Jacob ya no podía ver bien por causa de su edad, le pidió a José: —Acércamelos. Voy a bendecirlos. José los acercó a su padre, y él los besó y los abrazó.

11 Entonces le dijo a José: —Yo había perdido las esperanzas de volver a verte, y sin embargo Dios me ha permitido ver también a tus hijos.

12 José quitó a sus hijos de las rodillas de su padre, y se inclinó ante él.

13 Puso a Efraín a su derecha y a Manasés a su izquierda, y los acercó a su padre. Así Efraín quedó a la izquierda de Jacob, y Manasés a su derecha.

14 Sin embargo, Jacob cruzó los brazos y puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda la puso sobre la cabeza de Manasés, a pesar de que éste era el mayor.

15 Entonces bendijo a José con estas palabras: El Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, me ha guiado toda mi vida.

16 También ha enviado a su ángel para librarme de muchos peligros. Yo le pido que bendiga a estos dos muchachos. Que por medio de ellos sea recordado mi nombre, el nombre de mi abuelo Abraham y el de mi padre Isaac. ¡Que tengan muchos hijos!

17 A José no le gustó ver que su padre pusiera su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, así que se la quitó de la cabeza de Efraín y la puso sobre la cabeza de Manasés,

18 mientras le decía: —¡Así no, padre mío! ¡Mi hijo mayor es Manasés! ¡Pon tu mano derecha sobre su cabeza!

19 Pero Jacob no quiso hacerlo así, y le dijo: —Ya lo sé, hijo mío; ya lo sé. También Manasés llegará a ser un gran pueblo. Sin embargo, su hermano menor será más importante que él, y sus descendientes llegarán a formar un grupo de naciones.

20 Así fue como ese día Jacob le dio a Efraín el lugar de Manasés. Entonces dijo: —Cuando mis descendientes bendigan a alguien, le dirán: «¡Que Dios te bendiga como bendijo a Efraín y a Manasés!».

21 Luego le dijo a José: —Ya me falta poco para morir, pero Dios estará contigo y te hará volver a la tierra de tus abuelos.

22 Y como tú estás por encima de tus hermanos, te doy el monte de Siquem, que les quité a los amorreos en mi lucha contra ellos.

49 Jacob bendice a sus hijos

1 Jacob ordenó a sus hijos que se reunieran, pues quería decirles lo que les pasaría en el futuro. Les dijo:

2 Hijos míos, vengan conmigo; escuchen lo que voy a decirles.

3 Rubén, tú eres mi hijo mayor; eres mi primer hijo, la primera prueba de mi fuerza; tienes el primer lugar de honor y el primer lugar en poder.

4 Pero me ofendiste gravemente, pues te acostaste con una de mis mujeres. Por eso ya no serás el primero, pues eres como el mar, que no se puede controlar.

5 Simeón y Leví son como fieras que atacan siempre con violencia.

6 No quiero estar con ellos, ni andar en su compañía, porque en un arranque de enojo mataron gente y despedazaron toros.

7 ¡Maldita sea su furia! ¡Maldita sea su crueldad! Yo haré que se dispersen por todo el territorio de Israel.

8 Tú, Judá, dominarás a tus enemigos; tus hermanos te alabarán y se inclinarán en tu presencia.

9 Eres como un león feroz que al regresar con su presa se agacha y se echa en el suelo, ¿y quién se atreve a molestarlo?

10 Siempre tendrás en tus manos el cetro que te hace gobernante, hasta que venga el verdadero rey que gobernará a todo el mundo.

11-12 Sus ojos son más oscuros que el vino; sus dientes son más blancos que la leche. Atará su burro, a la mejor rama del viñedo, y sin quitarse la ropa se empapará en ríos de vino.

13 Tú, Zabulón, vivirás a la orilla del mar; tus costas servirán de puertos y tus fronteras llegarán hasta Sidón.

14 Tú, Isacar, eres fuerte como un burro acostado entre dos corrales.

15 Cuando veas que tu tierra es buena y agradable para descansar, con mucho gusto aceptarás hacer trabajo de esclavos.

16 Y tú, Dan, le harás justicia a tu pueblo, pues eres de las tribus de Israel.

17 Eres como una serpiente que espera junto al camino: cuando muerde las pezuñas del caballo, el jinete se cae de espaldas.

18 ¡Dios mío, sigo esperando tu ayuda!

19 A ti, Gad, te atacará una banda de ladrones, pero tú los atacarás por donde menos lo esperen.

20 Y tú, Aser, tendrás la mejor comida y cocinarás los mejores platillos, dignos de la mesa de un rey.

21 Tú, Neftalí, amas la libertad. Eres como una venada suelta, madre de hermosos venaditos.

22 Tú, José, pareces un caballo criado junto a un manantial. ¡Saltas y trepas por el muro!

23 Gente malvada y cruel te ataca y te lanza flechas,

24 pero tú mantienes firme tu arco y no doblas tus fuertes brazos. ¡Gracias al Dios poderoso que guía y protege a Israel!

25 ¡Gracias al Dios de tu padre, que te brinda su ayuda! ¡Gracias al Dios que todo lo puede y que siempre te bendice! ¡Con bendiciones del alto cielo! ¡Con bendiciones del mar profundo! ¡Con bendiciones a las madres que tienen hijos y los alimentan!

26 Son más grandes las bendiciones que vienen de tu padre, que las abundantes bendiciones de los cerros y montañas eternas. Todas estas bendiciones te pertenecen a ti, José, pues entre tus hermanos tú eres el más importante.

27 Tú, Benjamín, eres un lobo feroz; por la mañana devoras tu presa y por la tarde repartes los restos.

28 Así bendijo Jacob a sus doce hijos. A cada una de las doce tribus de Israel le dio la bendición más apropiada.

Muerte de Jacob

29-31 Después de bendecirlos, Jacob les dio las siguientes instrucciones: Ya me falta poco para morir. Por favor, entiérrenme en la tumba de mis antepasados. Me refiero a la cueva y al campo que Abraham le compró a Efrón el hitita para enterrar a su esposa Sara. Allí están enterrados Abraham e Isaac, y su esposa Rebeca, y allí también enterré a Lía. Esa cueva está en Canaán, en el campo de Macpelá, cerca del bosque Mamré.

32 Tanto la cueva como el campo se los compramos a los hititas.

33 Luego de darles estas instrucciones, Jacob se encogió en la cama y murió.

50

1 José se echó a llorar, y abrazó y besó a su padre.

2 Más tarde, les encargó a sus médicos particulares que prepararan el cuerpo de su padre para embalsamarlo. Así lo hicieron los médicos,

3 y en los preparativos tardaron cuarenta días, pues eso es lo que se lleva embalsamar un cuerpo. Los egipcios, por su parte, lloraron la muerte de Jacob durante setenta días.

4 Pasados los días de duelo, José les dijo a los miembros de la corte del rey de Egipto: —Si puedo pedirles un favor, yo les agradecería que le hablaran al rey por mí. Díganle

5 que cuando mi padre estaba a punto de morir, me hizo jurarle que yo lo enterraría en su propia tumba, la cual está en Canaán. Pídanle que me deje ir a enterrar a mi padre, y que luego volveré.

6 El rey le respondió: —Ve a enterrarlo, tal como te pidió que lo hicieras.

7-9 José fue a enterrar a su padre. Lo acompañaron todos sus hermanos y familiares, y todos los asistentes del rey, es decir, toda la gente importante del reino y del país. También lo acompañaron muchos carros y gente de a caballo. En Gosen sólo se quedaron los niños, las ovejas y las vacas.

10 Al llegar al campo de Atad, que está cerca del río Jordán, José guardó siete días de luto por su padre, y todo el grupo lamentó amargamente su muerte.

11 Cuando los cananeos que vivían allí vieron llorar a los egipcios, dijeron: Parece que a los egipcios se les murió alguien muy importante. Por eso al campo de Atad le pusieron el nombre de Campo de las lágrimas egipcias.

12-13 Los hijos de Jacob llevaron el cuerpo de su padre a la tierra de Canaán y lo enterraron en la cueva de Macpelá, que Abraham le había comprado a Efrón el hitita para usarla como tumba. La cueva y el campo están cerca del bosque de Mamré. Así cumplieron con los últimos deseos de su padre.

14 Después del entierro, José y sus hermanos regresaron a Egipto, junto con toda la gente que los había acompañado.

José tranquiliza a sus hermanos

15 Al ver que su padre estaba muerto, los hermanos de José pensaron: ¿Qué vamos a hacer si José todavía está enojado con nosotros, y quiere vengarse por lo que le hicimos?

16-17 Entonces mandaron a decirle: José, antes de que nuestro padre muriera, dejó dicho que debías perdonarnos todo el mal que te hemos causado. Es verdad que te hemos hecho mucho daño, pero te rogamos que nos perdones. Cuando José recibió este mensaje, se puso a llorar.

18 Sus hermanos fueron entonces a verlo, y se arrodillaron delante de él. Le dijeron: —Somos tus esclavos.

19-21 Sin embargo, José los tranquilizó, y con mucho cariño les dijo: —No tengan miedo, que yo no soy Dios. Ustedes quisieron hacerme daño, pero Dios cambió todo para bien. Ustedes han visto ya lo que ha sucedido: Dios ha dejado con vida a mucha gente. Así que no tengan miedo. Yo voy a cuidar de ustedes y de sus hijos.

Muerte de José

22 José se quedó a vivir en Egipto, junto con toda la familia de su padre. Alcanzó la edad de ciento diez años

23 y llegó a ver a los bisnietos de Efraín. También meció en sus rodillas a los hijos de Maquir, que eran sus nietos por parte de Manasés.

24-25 Algún tiempo después, José les dijo a sus hermanos: Ya me falta poco para morir. Pero pueden estar seguros de que Dios vendrá a ayudarlos y los hará volver a la tierra que, bajo juramento, prometió darles a Abraham, a Isaac y a Jacob. Ustedes, por su parte, tienen que jurarme que se llevarán de aquí mis restos cuando yo muera.

26 José murió en Egipto a la edad de ciento diez años. Su cuerpo fue embalsamado y puesto en un ataúd.


Notas de Génesis

[a] Génesis 1:8 Al ver la belleza del firmamento. Frase añadida según el contexto (versículos 4, 11, 12, 18, 21, 31) y con la antigua versión griega conocida como Septuaginta. No aparece en el texto hebreo. <<

[b] Génesis 2:23 Hembra… hombre. Aunque la palabra hembra resulta ofensiva en algunas regiones, se ha usado aquí con la intención de reproducir el juego de palabras en el texto hebreo, entre las palabras ishah, mujer e ish, hombre. <<

[c] Génesis 3:20 El nombre Eva tiene un sonido parecido a la palabra hebrea que significa vida. <<

[d] Génesis 4:1 He tenido. El nombre Caín tiene un sonido parecido a la palabra hebrea que significa he tenido. <<

[e] Génesis 4:25 Adán. A partir de este versículo, la palabra hebrea hasta ahora traducida como hombre o ser humano se usa también como nombre propio. <<

[f] Génesis 4:25 Me concedió. El nombre Set tiene un sonido parecido a la palabra hebrea que significa me concedió. <<

[g] Génesis 4:26 Su nombre, es decir, Yahveh. <<

[h] Génesis 5:1 Seres humanos. Véase nota 2 en 4.25. <<

[i] Génesis 5:29 Consuelo. El nombre Noé suena parecido al verbo hebreo que significa consolar. <<

[j] Génesis 6:14 Brea. Sustancia parecida al betún, que se encontraba en Mesopotamia y en el valle del Jordán. Se untaba en las rendijas de los barcos o de los canastos para que el agua no penetrara. <<

[k] Génesis 7:2 Que acepto como ofrenda. Dios no aceptaba toda clase de animales como ofrenda o sacrificio. Algunos eran considerados impuros, y otros eran considerados puros. Para una lista de los animales considerados impuros, véanse Levítico 11, Deuteronomio 14.3-21. <<

[l] Génesis 8:4 Etanim: Séptimo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de septiembre a mediados de octubre. <<

[m] Génesis 8:5 Tébet: Décimo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de diciembre a mediados de enero. <<

[n] Génesis 8:13 Abib: Primer mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de marzo a mediados de abril. <<

[o] Génesis 11:3 Brea. Véase nota en 6.14. <<

[p] Génesis 11:8 Babel: Este nombre suena parecido a la palabra hebrea que significa confusión. <<

[q] Génesis 14:10 Brea. Véase nota en 6.14. <<

[r] Génesis 15:17 Pasó entre… los animales. En la antigüedad, cuando se hacía un pacto, se confirmaba mediante una ceremonia especial, en la que varios animales se partían por la mitad. Los que hacían el pacto pasaban en medio de las mitades y repetían en voz alta los términos del pacto. Los animales muertos servían de advertencia de lo que le pasaría a quien no cumpliera con su compromiso. Véase Jeremías 34.17-19. <<

[s] Génesis 16:9 Ismael: Este nombre significa Dios escucha. <<

[t] Génesis 17:3 Abraham. El cambio de nombre significa un cambio importante en la vida de una persona. <<

[u] Génesis 17:15 Sara. Véase nota 1 en 17.3-9. <<

[v] Génesis 17:19 Isaac: Este nombre significa él se ríe. <<

[w] Génesis 21:31 Beerseba: en hebreo este nombre significa pozo del juramento, y también pozo de los siete. <<

[x] Génesis 24:50 Labán y su familia: El Texto Masorético dice Labán y Betuel; varios manuscritos y versiones dicen Labán y su familia. <<

[y] Génesis 25:26 Jacob: en hebreo este nombre tiene un sonido parecido a la palabra que significa talón; pero también suena parecido al verbo que significa él hace trampa. <<

[z] Génesis 25:30 Edom: en hebreo este nombre significa rojo. <<

[aa] Génesis 27:36 Tramposo. Véase nota 1 en 25.26. <<

[ab] Génesis 30:14 Mandrágoras. En los tiempos bíblicos se consideraba que estas frutas ayudaban a las mujeres a quedar embarazadas. <<

[ac] Génesis 40:1 Jefe de los coperos: Persona encargada de probar la calidad del vino que tomaba el rey, y de comprobar que no tuviera nada que pudiera dañar su salud. <<

🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 01: Génesis (version 2)


Reflexiones sobre el Génesis

El Génesis es el primer libro del Antiguo Testamento y uno de los más importantes para las religiones judía y cristiana. En él se relata el origen del mundo, del ser humano y del pueblo de Israel, a través de una serie de historias y genealogías que abarcan desde la creación hasta la muerte de José en Egipto.

El libro se divide en dos partes: la historia primitiva (caps. 1-11) y la historia patriarcal (caps. 12-50). La primera parte contiene los relatos de la creación, el pecado, el diluvio, la torre de Babel y las generaciones de los descendientes de Noé. La segunda parte narra las aventuras de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, y sus hijos, especialmente José, que llegó a ser gobernador de Egipto.

El Génesis no es un libro histórico o científico en el sentido moderno, sino una obra literaria que usa diversos géneros y fuentes para transmitir un mensaje teológico. Su propósito es mostrar que Dios es el creador y señor de todo lo que existe, que tiene un plan de salvación para la humanidad y que ha elegido a Israel como su pueblo especial. El Génesis también revela el carácter de Dios, que es fiel, justo, misericordioso y amoroso con sus criaturas.

El Génesis es un libro fascinante y lleno de enseñanzas para todos los que quieran conocer mejor a Dios y su obra en la historia.

error: Content is protected !!