Cantar de los Cantares

Cantar de Salomón – Cantar de los Cantares

Cantar de los Cantares

El Cantar de los Cantares, también conocido como Cantar de Salomón, es uno de los libros históricos de la Biblia y forma parte del Antiguo Testamento. Este libro es una colección de poemas que describen el amor y la pasión entre dos amantes, que se cree que simbolizan la relación entre Dios y su pueblo Israel.

El Cantar de los Cantares es uno de los libros más poéticos y hermosos de la Biblia, y ha sido objeto de interpretaciones y debates durante siglos. Algunos lo ven como una alegoría del amor divino, mientras que otros lo interpretan de manera más literal como una celebración del amor humano. Sea cual sea la interpretación que se le dé, el Cantar de los Cantares sigue siendo una obra literaria fascinante que ha inspirado a poetas, artistas y músicos a lo largo de la historia.

En esta sección de Sagrada Escritura, exploraremos el Cantar de los Cantares en profundidad, analizando su significado y su importancia en la tradición bíblica y en la cultura occidental en general.

1

1 Éste es el poema más hermoso de Salomón.

La novia

2 ¡Ay, amado mío, cómo deseo que me beses! Prefiero tus caricias, más que el vino;

3 prefiero disfrutar del aroma de tus perfumes. Y eso eres tú: ¡perfume agradable! ¡Ahora me doy cuenta por qué te aman las mujeres!

4 ¡Vamos, date prisa y llévame contigo! ¡Llévame ya a tus habitaciones, rey de mi vida! Por ti haremos fiesta, por ti estaremos alegres; nos olvidaremos del vino y disfrutaré de tus caricias. ¡Ahora me doy cuenta por qué las mujeres te aman tanto!

5 ¡Mujeres de Jerusalén! Yo soy morena, sí, como las tiendas de Quedar. Y soy también hermosa, como las cortinas de Salomón.

6 No se fijen en mi piel morena, pues el sol la requemó. Mis hermanos se enojaron contra mí, y me obligaron a cuidar sus viñas, ¡y así mi propia viña descuidé!

7 Cuéntame, amor de mi vida, ¿a dónde llevas tus rebaños? A la hora de la siesta, ¿dónde los haces descansar? No tengo por qué andar como una vagabunda; ¡no tengo por qué buscarte entre los rebaños de tus amigos!

Los pastores

8 Si acaso no lo sabes, mujer bella entre las bellas, sigue las huellas del rebaño y lleva a pastar tus cabritos junto a las carpas de los pastores.

El novio

9 Amada mía, tu andar tiene la gracia del trote de las yeguas que tiran del carro del rey.

10 ¡Preciosas se ven tus mejillas en medio de tus trenzas! ¡Bellísimo luce tu cuello entre tan bellos collares!

11 ¡Voy a regalarte joyas de oro, incrustadas de plata!

La novia

12 Mientras el rey se recuesta, mi perfume esparce su fragancia.

13 Mi amado es para mí como el saquito perfumado que llevo entre mis pechos.

14 Mi amado es para mí como un ramito de flores de las viñas de En-gadi.

El novio

15 ¡Tú eres bella, amada mía; eres muy bella! ¡Tus ojos son dos luceros!

La novia

16 ¡Tú eres hermoso, amado mío! ¡Eres un hombre encantador!

Los novios

La verde hierba será nuestro lecho de bodas,

17 y a la sombra de los cedros pondremos nuestro nido de amor.

2

La novia

1 Yo soy una flor de los llanos de Sarón; soy una rosa de los valles.

El novio

2 Mi amada es una rosa entre las espinas.

La novia

3 Mi amado es un manzano entre árboles silvestres. ¡Me muero por sentarme a su sombra y saborear sus deliciosos frutos!

4 Mi amado me llevó a la sala de banquetes, y allí me cubrió de besos.

5 ¡Denme a comer uvas! ¡Denme a comer manzanas! ¡Ayúdenme a recobrar las fuerzas, que me estoy muriendo de amor!

6 ¡Que ponga él su brazo izquierdo debajo de mi cabeza! ¡Que me apriete contra su cuerpo con el brazo derecho!

El novio

7 Mujeres de Jerusalén, quiero que me prometan, por las gacelas y venaditas que corren por los bosques, que no molestarán a mi amada ni la despertarán de su sueño de amor hasta que ella sola se despierte.

La novia

8 ¡Oigo la voz de mi amado! ¡Ya lo veo venir! Viene saltando por las colinas, viene brincando por las montañas.

9 Mi amado es como un cabrito. ¡Allí está, tras el muro! ¡Se asoma por las ventanas, me espía por las rejas!

10 Mi amado me dijo: Acompáñame, amada mía; ¡ven conmigo, bella mujer!

11 El invierno ya se ha ido; las lluvias han terminado.

12 Ya hay flores en los campos; ha llegado el tiempo de cantar. ¡El arrullo de las tórtolas se escucha en nuestra tierra!

13 En las higueras hay higos, y las flores de las viñas esparcen suave aroma. Acompáñame, amada mía; ¡ven conmigo, bella mujer!

El novio

14 Palomita amada, no te escondas en las rocas. Muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz. ¡Tu voz es dulce! ¡Tu rostro es bello!

Los novios

15 Las zorras pequeñas causan daño a nuestras viñas. ¡Ayúdennos a atraparlas, pues nuestras viñas están en flor!

La novia

16 Mi amado es mío, y yo soy suya; mi amado cuida de su rebaño entre las rosas.

17 Regresa a mí, amado mío, mientras sopla todavía la brisa de la tarde, y las sombras van cayendo. ¡Corre como un venado! ¡Corre como cabrito por las colinas que nos separan!

3

1 En la oscuridad de la noche busco al amor de mi vida. En la soledad de mi cuarto lo busco y no lo encuentro.

2 Me levanto, recorro la ciudad, voy por calles y mercados, buscando al amor de mi vida. Lo busco y no lo encuentro.

3 Me topo con los guardias, con los que vigilan la ciudad, y les pregunto si han visto al amor de mi vida.

4 Apenas los dejo, encuentro al amor de mi vida. Lo abrazo, no lo suelto, lo llevo a mi casa, ¡lo hago entrar en la habitación donde nací!

El novio

5 Mujeres de Jerusalén, quiero que me prometan, por las gacelas y venaditas que corren por el bosque, que no molestarán a mi amada ni la despertarán de su sueño de amor hasta que ella sola se despierte.

Los amigos

6 ¡Algo viene por el desierto! ¿Qué podrá ser? Parece una columna de humo que avanza entre aromas de flores, incienso y perfumes.

7 ¡Pero si es Salomón, y viene en su carruaje real! Lo escoltan sesenta valientes, ¡los mejores soldados de Israel!

8 Armados con espadas, son maestros en el combate; todos llevan la espada lista por causa de los peligros que presenta la noche.

9 Este carruaje fue hecho con finas maderas del Líbano. Salomón mismo lo mandó hacer.

10 Ordenó que le pusieran columnas de plata, soportes de oro, y un asiento de tela púrpura. Las mujeres de Jerusalén decoraron su interior con gran delicadeza.

11 ¡Salgan, mujeres de Jerusalén! ¡Vengan a ver al rey Salomón! Lleva puesta la corona que su propia madre le hizo para el día de su boda, ¡para el día más feliz de su vida!

4

El novio

1 ¡Eres bella, amada mía! ¡Eres sumamente bella! Son tus ojos dos palomas que se asoman tras el velo. Son tus negros cabellos cabritos que juguetean en los montes de Galaad.

2 Son blancos tus dientes, como ovejas recién bañadas listas para la trasquila.

3 Son rojos tus labios cual cinta escarlata, y melodiosas tus palabras. Tus mejillas, tras el velo, son rojas como manzanas.

4 Tu cuello me recuerda a la torre de David, hecha de piedras labradas y adornada con mil escudos de valientes guerreros.

5 Tus pechos son dos gacelas, ¡son dos gacelas que pastan entre las rosas!

6 Mientras sopla todavía la brisa de la tarde, y las sombras van cayendo, subiré a la colina de las suaves fragancias.

7 ¡Qué bella eres, amada mía! ¡Todo en ti es perfecto!

8 ¡Vamos, novia mía, baja del Líbano conmigo! Baja de las cumbres de los montes, baja de las cuevas de los leones, de los montes de los leopardos.

9 Amada mía, desde que me miraste mi corazón te pertenece. Es tuyo desde que lo envolviste entre los hilos de tu collar.

10 ¡Qué dulces son tus caricias, amada mía! ¡Son más dulces que el vino! ¡Más fragantes tus perfumes que todas las especias!

11 Son tus labios un panal, amada mía; de tu lengua brotan leche y miel. Hay en tus vestidos la dulce fragancia de los bosques del Líbano.

12 Tú eres un jardín cerrado, amada mía; eres un jardín cerrado, ¡eres sellado manantial!

13 El paraíso de tus pechos es un huerto de manzanos. Hay en él nardos y azahares,

14 los más variados aromas, y las más finas especias.

15 Eres la fuente de los jardines, ¡el manantial de agua viva que baja del monte Líbano!

La novia

16 ¡Despierta, viento del norte! ¡Ven acá, viento del sur! ¡Soplen sobre mi jardín y esparzan su fragancia! ¡Ven a tu jardín, amado mío, y prueba sus deliciosos frutos!

5

El novio

1 Ya estoy dentro de mi jardín, amada mía; y encuentro en él bálsamo y mirra. Allí pruebo la miel de mi panal, y bebo vino y leche.

La novia

2 En medio de mis sueños mi corazón despertó y alcancé a oír una voz. Era la voz de mi amado, que estaba a la puerta:

La novia

3 Pero ya me quité la ropa, ¡tendría que volver a vestirme! Ya me lavé los pies; ¡me los ensuciaría de nuevo!

4 Mi amado metió la mano por un hoyo de la puerta; ¡todo mi ser se estremeció!

5 Salté de la cama para abrirle a mi amado; ¡por las manos y los dedos me corrían gotas de perfume, y caían sobre la aldaba!

6 Al oír la voz de mi amado, sentí que me moría. Le abrí la puerta, pero él se había marchado; ¡ya no estaba allí! Me dispuse a seguirlo: lo busqué y no lo encontré; lo llamé y no me respondió.

7 Me topé con los guardias, con los que vigilan la ciudad; y ellos me hirieron, me golpearon, ¡y me dejaron desnuda!

8 Mujeres de Jerusalén, quiero que me prometan que, si encuentran a mi amado, le digan que… ¡Que me estoy muriendo de amor!

Las mujeres de Jerusalén

9 ¿Qué tiene de especial tu amado, mujer bella entre las bellas? ¿En qué es diferente tu amado del resto de los hombres, que nos pides tales promesas?

La novia

10 Tan elegante es mi amado, y tan rosada es su piel, que entre diez mil hombres es fácil reconocerlo.

11 Su cabeza es oro puro; sus cabellos son rizados y negros como un cuervo.

12 Sus ojos son dos palomas bañadas en leche y sentadas junto a los arroyos.

13 Sus mejillas son un huerto de hierbas aromáticas. Sus labios parecen rosas, y por ellos corre miel.

14 Por brazos tiene un par de barras de oro adornadas con topacios. Su cuerpo es tan terso como el pulido marfil, y lo adorna un cielo de zafiros.

15 Son sus poderosas piernas, dos pilares de mármol apoyados sobre bases de oro puro. Su presencia es majestuosa como los cedros del Líbano.

16 Hay dulzura en sus labios; ¡es un hombre encantador! ¡Así es mi amado, mujeres de Jerusalén! ¡Así es mi amado!

6

Las mujeres de Jerusalén

1 Dinos entonces, mujer bella entre las bellas, ¿a dónde se ha ido tu amado? ¿Qué rumbo tomó? ¡Vamos juntas a buscarlo!

La novia

2 Mi amado ha venido a su jardín, al huerto de hierbas aromáticas, para juguetear entre las flores y para cortar rosas.

3 Yo soy de mi amado, y mi amado es mío; mi amado cuida de su rebaño entre las rosas.

Cántico del novio

4 Eres bella, amada mía; bella como la ciudad de Tirsá, hermosa como Jerusalén, majestuosa como las estrellas.

5 ¡Por favor, ya no me mires, que tus ojos me conquistaron! Son tus negros cabellos cabritos que juguetean en los montes de Galaad.

6 Son tus blancos dientes cabritas recién bañadas. Son perfectos, no te falta ninguno.

7 Tus mejillas, tras el velo, son rojas como manzanas.

8 Puede haber sesenta reinas, y más de ochenta mujeres;

9 pero mi palomita amada es una mujer singular; ¡es una mujer perfecta! Es la hija preferida de su madre. Hasta las mujeres mismas la ven y la felicitan; reinas y princesas no se cansan de alabarla.

Los amigos

10 ¿Y quién es esta hermosura? Es admirable, como la aurora; bella es, como la luna, y esplendorosa como el sol; ¡majestuosa como las estrellas!

La novia

11 Bajé al jardín de los nogales para ver las nuevas flores del valle, los retoños de las vides y los manzanos en flor.

12 Pero, antes de darme cuenta, ¡mi pasión me condujo hasta el carro de mi príncipe!

Los amigos

13 Danza, Sulamita; danza para nosotros: ¡queremos verte danzar!

7

El novio

1 Princesa mía, lucen bellos tus pies en las sandalias. Las curvas de tus caderas son la obra maestra de un experto joyero.

2 Tu ombligo es una copa llena del mejor vino. Tu vientre, un montón de trigo rodeado de rosas.

3 Tus pechos son dos gacelas,

4 tu cuello me recuerda a una torre de marfil. Tienen tus ojos el brillo de los manantiales de Hesbón. Afilada es tu nariz, como la torre del Líbano orientada hacia Damasco.

5 Tu cabeza sobresale como la cumbre del monte Carmelo; hilos de púrpura parecen tus cabellos; ¡cautivo de tus rizos ha quedado el rey!

6 ¡Eres muy bella, amada mía! ¡Eres una mujer encantadora!

7 Eres alta como palmera, y tus pechos son dos racimos.

8 He pensado en treparme y hacer míos esos racimos. Tus pechos se volverán dos racimos de uvas, y tu aliento tendrá fragancia de manzanas.

9 Habrá en tus labios el gusto del buen vino que al correr moja y acaricia los labios y los dientes.

La novia

10 Yo soy de mi amado, y su pasión lo obliga a buscarme.

11 Ven conmigo, amado mío, acompáñame a los campos. Pasaremos la noche entre flores de azahar.

12 Cuando amanezca, iremos a los viñedos y veremos sus retoños, los capullos abiertos, y los granados en flor. ¡Allí te entregaré mi amor!

13 Ya esparcen las mandrágoras la fragancia de sus frutos; hay a nuestra puerta fruta fresca y fruta seca. Amado mío, ¡los frutos más variados los he guardado para ti!

8

1 ¡Cómo quisiera que fueras mi hermano! ¡Cómo quisiera que mi madre te hubiera alimentado! Podría darte un beso al encontrarte en la calle, y nadie lo notaría.

2 Podría tomarte de la mano y llevarte a la casa de mi madre, para que allí me enseñaras el arte del amor. Yo misma te daría a beber un vino con especias y el jugo de mis manzanas.

3 ¡Pon tu brazo izquierdo bajo mi cabeza! ¡Con tu brazo derecho aprieta tu cuerpo contra el mío!

El novio

4 Mujeres de Jerusalén, quiero que me prometan que no molestarán a mi amada ni la despertarán de su sueño de amor, hasta que ella sola se despierte.

Las mujeres de Jerusalén

5 ¡Alguien viene por el desierto! Avanza recostada sobre el hombro de su amado. ¿Quién podrá ser?

La novia

Bajo un manzano te concibió tu madre, y allí mismo te dio a luz. ¡Bajo ese mismo manzano te desperté al amor!

6 ¡Graba mi nombre en tu corazón! ¡Graba mi imagen en tu brazo! ¡Tan fuerte es el amor como la muerte! ¡Tan cierta es la pasión como la tumba! ¡El fuego del amor es una llama que Dios mismo ha encendido!

7 ¡No hay mares que puedan apagarlo, ni ríos que puedan extinguirlo! Si alguien se atreviera a ofrecer todas sus riquezas a cambio del amor, no recibiría más que desprecio.

Las mujeres de Jerusalén

8 Nuestra hermana es muy pequeña; todavía no tiene pechos. ¿Qué podemos hacer por ella si la vienen a pedir?

9 ¡Ojalá fuera una muralla, para levantar sobre ella defensas de plata! ¡Ojalá fuera una puerta, para recubrirla toda con hojas de madera de cedro!

La novia

10 ¡Yo soy ya una muralla y mis pechos son dos torres! ¡A los ojos de mi amado no podría ser más bella!

11 Salomón tenía una viña, pues era un rey muy rico. Puso gente a su cuidado y al final de la cosecha cada uno le entregaba mil monedas de plata.

12 Tú, Salomón, puedes quedarte con mil monedas; y que tu gente se quede sólo con doscientas. ¡Yo me quedo con mi viña, pues sólo a mí me pertenece!

El novio

13 Mi reina de los jardines, nuestros amigos están atentos para escuchar tu voz; ¡déjame escucharla!

La novia

14 ¡Date prisa, amado mío! ¡Corre como venado! ¡Corre como un cervatillo! Ya están cubiertas las colinas con hierbas aromáticas.


🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 22: El Cantar de los Cantares

Reflexiones sobre el libro Cantar de los Cantares

El «Cantar de los Cantares», también conocido como el «Cántico de los Cánticos» o «Cantar de Salomón», es un libro poético y lírico que se encuentra en el Antiguo Testamento de la Biblia. Es uno de los libros conocidos como «Libros Sapienciales» y se atribuye tradicionalmente al rey Salomón.

El «Cantar de los Cantares» es un conjunto de poemas amorosos que celebra el amor entre un esposo y su esposa. A través de imágenes y metáforas, el libro describe la pasión, la belleza y la intimidad en una relación amorosa. Los versos están escritos en forma de diálogos entre el amante y la amada, y también incluyen reflexiones y descripciones líricas.

El libro es reconocido tanto por su valor poético como por su contenido simbólico y alegórico. Además de la interpretación literal del amor humano, muchos estudiosos también ven en el «Cantar de los Cantares» una representación del amor divino entre Dios y su pueblo, Israel. En este sentido, el libro puede ser interpretado como una metáfora de la relación entre Cristo y la Iglesia en el contexto cristiano.

El «Cantar de los Cantares» ha sido objeto de diversas interpretaciones a lo largo de la historia y ha sido ampliamente estudiado y comentado. Su inclusión en la Biblia ha generado debates sobre su significado y su relación con otros libros bíblicos. En general, se considera una obra literaria y poética única en la Biblia y una expresión elocuente del amor humano y divino.

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