Miqueas

Libro de Miqueas

Libro de Miqueas

La sección de «Miqueas» en los Libros Proféticos de la Biblia es una obra del Antiguo Testamento que destaca por su mensaje de justicia y misericordia divina. Escrito en hebreo, el libro de Miqueas presenta la figura de un profeta que denuncia la corrupción y la opresión que prevalecen en la sociedad de su tiempo, y llama a la justicia y a la humildad ante Dios. A través de sus palabras, Miqueas muestra la preocupación de Dios por los pobres y los oprimidos, y anuncia la llegada del Mesías, quien establecerá el reino de Dios en la tierra. Su mensaje es especialmente relevante en la actualidad, cuando muchas personas luchan contra la injusticia y la opresión en todo el mundo, y buscan una manera de encontrar la esperanza y el consuelo en medio del sufrimiento y la dificultad.

En esta sección de «Sagrada Escritura», exploraremos las principales enseñanzas y profecías de Miqueas, así como su impacto en la teología y la cultura cristiana.

1 Juicio contra Samaria

1 Yo soy Miqueas de Moréset. Dios me comunicó lo que pensaba hacer contra las ciudades de Samaria y Jerusalén. Esto sucedió cuando Jotán, Ahaz y Ezequías eran reyes de Judá. Esto es lo que Dios me dijo:

2 ¡Escúchenme bien, pueblos todos de la tierra! ¡Préstenme atención, habitantes de este país! Yo soy el Dios de Israel y desde mi santo templo voy a denunciar sus maldades.

3 Ya estoy por salir y destruiré los pequeños templos que han construido en los cerros de este país.

4 Cuando ponga mis pies sobre las montañas, ellas se derretirán como la cera en el fuego, y los valles se partirán en dos, como se parten las montañas cuando los ríos bajan por ellas.

5 Todo esto sucederá por la rebeldía de los israelitas, pues ya son muchos sus pecados. Los de Israel pecaron en la ciudad de Samaria; los de Judá adoraron a otros dioses en la ciudad de Jerusalén.

6 Por eso convertiré a Samaria en un montón de ruinas; esparciré sus piedras por el valle y la dejaré al descubierto. ¡Sólo servirá para plantar viñedos!

7 Por eso haré pedazos todos los ídolos de Samaria. Los hicieron con las monedas que ganaron las prostitutas; ¡pues yo los fundiré en el fuego y en monedas los convertiré de nuevo!

Lamento de Miqueas

8-9 Entonces yo dije: Samaria y mi pueblo Judá han sido heridos de muerte. La muerte también amenaza a Jerusalén, capital de Judá. Por eso lloro y estoy triste; por eso ando desnudo y descalzo; por eso chillo como avestruz, por eso lanzo aullidos como chacal.

10 Pero no se pongan a llorar ni digan nada a los de Gat. Más bien retuérzanse de dolor en ese pueblo polvoriento que se llama Polvareda.

11 Ustedes, habitantes de Bellavista, serán llevados como esclavos; avanzarán desnudos y avergonzados. Habrá lágrimas en el pueblo vecino, pero los habitantes de Zaanán no saldrán en su ayuda.

12 Los habitantes del pueblo de Amargura se quedarán esperando ayuda, pero Dios enviará la desgracia hasta la entrada misma de Jerusalén.

13 Ustedes, habitantes de Laquis, ¡enganchen sus caballos a los carros! Fue en la ciudad de ustedes donde todos nuestros males comenzaron. Allí pecaron los israelitas, y allí pecaron los de Jerusalén.

14 Por eso tendrán que despedirse de su amado pueblo de Moréset-gat. Los reyes de Israel serán engañados en el pueblo llamado Trampa.

15 Y Dios dijo: Contra ustedes, habitantes del pueblo llamado Conquista, voy a enviar un conquistador, y aun los israelitas más valientes huirán hasta la cueva de Adulam.

16 Habitantes de Jerusalén, ¡lloren y aféitense la barba!, ¡lloren y córtense el cabello hasta quedar calvos como un buitre! ¡Sus hijos queridos serán llevados a un país lejos de aquí!

2 La maldad de los poderosos

1 Dios continuó diciendo: ¡Gente malvada, qué mal les va a ir a ustedes! Al acostarse hacen planes malvados; al levantarse los llevan a cabo, porque tienen el poder de hacerlo.

2 Si quieren terrenos, los invaden; si quieren casas, se adueñan de ellas; maltratan al dueño y a su familia, y con engaños los echan fuera.

3 Por eso yo, el Dios de Israel, también tengo planes contra ustedes: voy a enviarles una desgracia de la que no podrán librarse. Les vienen tiempos tan difíciles que se les acabará el orgullo.

4 Cuando llegue ese día, la gente se burlará de ustedes y les cantará esta canción: «¡Se han quedado en la ruina! ¡Antes eran el pueblo de Dios, pero han cambiado de dueño! ¡Nuestros ejércitos los conquistaron y nos repartimos sus campos!».

5 ¡Escúchenme, israelitas! Ustedes fueron mi pueblo, pero no volveré a darles terrenos.

6-7 Ustedes los israelitas no quieren que los profetas les den malas noticias. Ustedes no quieren creer que algo malo puede sucederles; por eso no quieren escucharlos. Les dicen que yo no estoy enojado, y que ese no es mi modo de actuar. Dicen que yo siempre trato bien a todos los que hacen lo bueno.

8 Si ustedes fueron mi pueblo, ¿por qué ahora son mis enemigos? A los que vuelven de la guerra y van tranquilos por el camino, les arrebatan la ropa;

9 a las mujeres de mi pueblo les quitan las casas, donde antes vivían felices, y a sus hijos les arrebatan las riquezas que yo mismo les di.

10 ¡Vamos, largo de aquí! ¡Ustedes han hecho de mi templo una sala de diversiones! ¡Por eso voy a destruirlo!

11 Ustedes serían felices con profetas mentirosos que sólo hablaran de vino y de licor.

Dios da esperanza a su pueblo

12 Pero a los descendientes de Jacob que hayan quedado con vida, los reuniré como a un rebaño. Tal vez no sean muchos, pero harán mucho alboroto.

13 Yo mismo iré delante de ellos para abrirles paso y darles libertad. ¡Yo soy su Dios y su rey!

3 Los malos gobernantes

1-3 ¡Escúchenme ustedes, jefes y gobernantes de Israel! ¡Ustedes debieran hacer justicia, pero hacen todo lo contrario! Prefieren hacer lo malo, en lugar de hacer lo bueno. Maltratan mucho a mi pueblo; se lo están comiendo vivo.

4 Por eso, cuando me llamen, yo no les responderé. Es tan grande su maldad que los abandonaré.

Los profetas mentirosos

5 A los profetas que engañan a mi pueblo, Dios les ha dicho: Ustedes sólo hablan de paz a quienes les dan de comer, pero a quienes no los alimentan les declaran la guerra.

6 Por eso no les voy a informar lo que pienso hacer. Nunca más les comunicaré mensajes y ya no podrán anunciar el futuro.

7 Esos profetas y adivinos quedarán en completo ridículo. No tendrán nada que decir, porque yo no les responderé.

8 Pero yo, Miqueas, estoy lleno del poder de Dios. Por eso puedo afirmar que nuestro Dios es un Dios justo. También puedo acusar a los israelitas de ser un pueblo pecador y desobediente.

La derrota de Jerusalén

9 Dios dijo: ¡Escúchenme ustedes, jefes y gobernantes de Israel! Ustedes rechazan la justicia, y no respetan ninguna ley.

10 En Jerusalén y en mi templo los crímenes y la violencia son cosa de todos los días.

11 Los sacerdotes, profetas y jueces enseñan, predican o dictan sentencia sólo a cambio de dinero. Y para colmo se atreven a decir: «No tenemos nada que temer. ¡Dios está con nosotros!».

12 ¡Por culpa de ustedes mi templo será derribado! ¡Por culpa de ustedes Jerusalén quedará en ruinas, y el monte de Sión se cubrirá de maleza!

4 Paz a las naciones

1 En el futuro, el monte donde se encuentra el templo de nuestro Dios será el monte más importante. Allí vendrán muchos pueblos

2 y gente de muchas naciones, y unos a otros se dirán: Subamos al monte de Sión, al templo del Dios de Israel, para que él mismo nos enseñe y obedezcamos sus mandamientos. Dios mismo será nuestro maestro desde el monte de Sión, ¡desde la ciudad de Jerusalén!

3 Dios mismo dictará sentencia contra naciones y pueblos lejanos, y ellos convertirán sus espadas en herramientas de trabajo. Nunca más nación alguna volverá a pelear contra otra, ni se entrenará para la guerra.

4 Todo el mundo vivirá tranquilo bajo la sombra de su viña, o a la sombra de su higuera, porque así Dios lo ha prometido.

5 ¡Qué importa que otras naciones adoren a sus propios dioses! ¡Nosotros siempre obedeceremos a nuestro poderoso Dios!

Dios salvará a Israel

6-7 Así ha dicho nuestro Dios: Mi pueblo parece un rebaño de ovejas cojas y perdidas, porque está sufriendo mi castigo. Pero ya está cerca el día en que volveré a reunirlo. Cuando llegue ese día, con los pocos que hayan quedado volveré a hacer una gran nación, y desde mi templo en Jerusalén reinaré sobre ella para siempre.

8 Hermoso monte de Sión, tú has sido una torre protectora para mi amada Jerusalén; así que volverás a ser como antes, ¡serás la gran capital de mi pueblo!

9-10 Tú, Jerusalén, lloras y te retuerces de dolor, como si fueras una mujer a punto de tener un hijo. Pero no hay razón para que llores; ¡tienes rey y no te faltan consejeros! Más bien, llora porque tus habitantes te abandonarán y vivirán en el campo, y después serán llevados a Babilonia. Sin embargo, yo los pondré en libertad; ¡yo mismo los libraré del poder de sus enemigos!

11 Muchas naciones se han reunido, y dicen en contra tuya: «¡Ojalá podamos ver la derrota de Jerusalén!».

12 Pero esas naciones no saben lo que tengo pensado hacer; es algo que no pueden entender: ¡voy a juntarlas para hacerlas polvo!

13 ¡Vamos, Jerusalén! ¡Levántate y hazlos pedazos! Yo te daré la fuerza de un toro, para que destruyas a muchos pueblos; ¡tus cuernos parecerán de hierro!, ¡tus cascos parecerán de bronce! Les quitarás todas sus riquezas y me las entregarás, pues toda la tierra me pertenece.

5 Grandeza de la pequeña Belén

1 Yo, Miqueas, anuncio: Jerusalén, Jerusalén, prepárate para la guerra. Por medio de tus enemigos Dios castigará duramente al rey de Israel.

2 Pero tú, Belén Efrata, entre los pueblos de Judá eres un pueblo pequeño, pero llegarás a ser muy importante. En ti nacerá un rey de familia muy antigua, que gobernará sobre Judá.

3 Dios nos va a abandonar hasta que nazca ese rey. Luego de su nacimiento los que hayan quedado con vida se reunirán con los demás israelitas.

4 Entonces Dios le dará a ese rey toda su fuerza y poder para dirigir a su pueblo y hacerlo vivir en paz. Ese rey extenderá su dominio hasta el último rincón de la tierra.

5-6 Cuando vengan los asirios para invadir nuestro país y quieran ocupar nuestros palacios, ese rey nos librará de ellos y nos hará vivir en paz. Ordenará que los ataquen siete jefes y ocho capitanes. ¡Así conquistaremos por la fuerza el país de Asiria, territorio de Nimrod!

Judá entre las naciones

7-8 Los que quedemos con vida seremos entre las naciones, como la lluvia que Dios envía: cae del cielo y riega la hierba sin la intervención humana. Seremos también como los leones: cuando están entre un rebaño, atrapan a las ovejas y las destrozan, y no las dejan escapar.

9 ¡Tú, mi Dios, atacarás a tus enemigos y los destruirás por completo!

Destrucción total

10 Dios dijo a su pueblo: Cuando llegue ese día, mataré a todos tus caballos y destruiré tus carros de guerra.

11 Destruiré también tus ciudades y derribaré todas tus torres.

12 Pondré fin a tus hechicerías y acabaré con todos tus adivinos.

13 Destruiré tus ídolos y tus imágenes, y no volverás a adorar a dioses que tú mismo hiciste.

14 ¡Yo destruiré tus ciudades y las imágenes de tu diosa Astarté!

15 ¡Yo me vengaré con gran furia de las naciones que no me obedecieron!

6 Pleito de Dios contra Israel

1-3 Israelitas, prestemos atención. Nuestro Dios tiene un pleito contra nosotros, y ahora mismo está presentando su acusación. Esto es lo que Dios nos dice: Pueblo mío, tengo una queja contra ti, y espero que te defiendas. Llama como testigos a tu favor a las montañas y a las colinas, y pídeles que escuchen tu defensa. Pero antes quiero que me digas: ¿en qué te he perjudicado?, ¿en qué te he ofendido?

4 Recuerda que yo te di libertad; yo fui quien te sacó de Egipto, país donde eras esclavo; yo envié a Moisés, a Aarón y a María para que te sacaran de allí.

5 Recuerda también, pueblo mío, que Balac, rey de Moab, tenía pensado hacerte daño, pero que Balaam hijo de Beor te bendijo en mi nombre. No olvides tampoco lo que ocurrió cuando pasaste de Sitim a Guilgal; reconoce que yo fui quien te salvó.

Lo que Dios espera de su pueblo

Ustedes, israelitas, se defienden diciendo:

6 Altísimo Dios y rey nuestro, ¿cómo podemos presentarnos ante ti? Podemos ofrecerte terneros de un año, pero no es eso lo que quieres;

7 podemos ofrecerte mil carneros, o diez mil litros de aceite, pero tampoco eso te agrada; ¡ni siquiera esperas como ofrenda al mayor de nuestros hijos en pago por nuestros pecados!

8 Pero ya Dios les ha dicho qué es lo mejor que pueden hacer y lo que espera de ustedes. Es muy sencillo: Dios quiere que ustedes sean justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que lo adoren como su único Dios.

El castigo de Jerusalén

9 Habitantes de Jerusalén, escuchen las palabras de nuestro Dios:

10-11 Israelitas, ya no voy a soportar que sigan siendo tan malvados. Todo lo que hacen me disgusta. Se hacen ricos mediante el engaño; usan pesas y medidas falsas, y luego amontonan en sus casas todo lo que se han robado.

12 Los ricos se aprovechan de los pobres, y todos en esta ciudad son unos mentirosos.

13 Por eso voy a castigarlos; ¡voy a destruirlos por sus pecados!

14 Aunque coman, no quedarán satisfechos, sino que se quedarán con hambre; lo que cosechen, lo perderán; y aun si logran rescatar algo, yo haré que lo pierdan en la guerra.

15 Sembrarán trigo, pero no llegarán a cosecharlo; exprimirán aceitunas para sacar aceite, pero no llegarán a usarlo; exprimirán uvas para hacer vino, pero no llegarán a beberlo.

16 Ustedes se han portado tan mal como Omrí, rey de Israel; ¡han seguido el mal ejemplo de la familia del rey Ahab! Por eso voy a destruirlos; ¡voy a hacer que la gente los humille y se burle de ustedes!

7 Lamento del profeta

1 Yo, Miqueas, soy un miserable, y quisiera calmar mi apetito. Ando en busca de uvas o higos, pero no encuentro nada que comer; ya todo lo han cosechado.

2 Ya no hay en este mundo gente buena y que ame a Dios; unos a otros se hacen daño. Sólo esperan el momento de matarse unos a otros.

3 Los gobernantes y los jueces exigen dinero para favorecer a los ricos. Los poderosos dicen lo que quieren y siempre actúan con falsedad. ¡Son unos maestros para hacer lo malo!

4 ¡El más bueno y honrado de ellos es peor que una mata de espinos! Pero ya está cerca el día en que Dios los castigará, tal como lo anunciaron los profetas. ¡Ese día no sabrán qué hacer!

5-6 Por eso, no confíen en nadie ni crean en lo que otros les digan. Tengan cuidado de lo que hablan, porque los hijos y las hijas no respetan a sus padres, las nueras desprecian a sus suegras, y nuestros peores enemigos los tenemos en la familia. ¡Por eso no confíen en nadie, ni en su propia esposa!

7 Yo, por mi parte, pondré mi confianza en Dios. Él es mi salvador, y sé que habrá de escucharme.

Dios salvará a su pueblo

8 Los israelitas dijeron: Babilonia, nación enemiga, no te alegres de vernos en desgracia. Fuimos derrotados, pero volveremos a levantarnos; ahora estamos en graves problemas, pero el Dios de Israel nos salvará.

9 Es verdad que pecamos contra Dios; por eso soportamos su castigo. Pero un día habrá de juzgarnos, y entonces nos hará justicia y nos hará gozar de su salvación.

10 Babilonia, enemiga nuestra, tú preguntabas por nuestro Dios; ¡pues vas a quedar en vergüenza cuando veas lo que hará por nosotros! ¡Ya nos alegraremos al verte pisoteada como el barro de las calles!

11 Jerusalén, ya está cerca el día en que tus muros serán reconstruidos y tu territorio será extendido.

12 Ya está cerca el día en que vendrán a visitarte pueblos de todas partes: vendrán de Asiria y de Egipto, del río Nilo y del río Éufrates, de un mar a otro mar, de una montaña a otra montaña;

13 porque el territorio de esos países quedará hecho un desierto por los pecados de sus habitantes.

Oración a favor del pueblo

14 Dios nuestro, cuida de tu pueblo; cuida de este rebaño tuyo. Aunque vivimos en tierras fértiles parecemos ovejas perdidas en el bosque. Tú eres nuestro pastor, ven y ayúdanos como lo hiciste en otros tiempos. Aliméntanos con lo mejor que nos ofrecen las regiones de Basán y de Galaad.

15 Muéstranos tus grandes acciones, como cuando nos sacaste de Egipto.

16 ¡Haz que las naciones poderosas las vean y se queden asombradas! ¡Haz que de la sorpresa no sepan qué hacer ni qué decir!

17 Dios nuestro, ¡obliga a esas naciones a arrastrarse por el suelo, como lo hacen las serpientes! ¡Obliga a esos pueblos a salir de sus refugios, para que llenos de miedo se humillen ante ti!

18 No hay otro Dios como tú. Somos pocos los que quedamos con vida. Tú perdonas nuestra maldad y olvidas nuestro pecado. Tan grande es tu amor por nosotros que tu enojo no dura para siempre.

19 ¡Vuelve a compadecerte de nosotros, y arroja todos nuestros pecados a lo más profundo del mar!

20 Déjanos disfrutar de tu amor y fidelidad, porque así lo prometiste a Abraham, a Jacob, y a todos nuestros antepasados.


🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 28-39: Los 12 Profetas Menores

Reflexiones sobre el libro Miqueas

El libro de Miqueas es uno de los libros proféticos del Antiguo Testamento, que forma parte de la Biblia. Fue escrito por el profeta Miqueas, que vivió en el siglo VIII a. C. y que denunció los pecados y las injusticias de su tiempo.

Miqueas fue testigo de las guerras y las invasiones que sufrieron los reinos de Israel y de Judá por parte de los asirios. También vio la corrupción moral y religiosa de sus gobernantes y de su pueblo, que se habían apartado de Dios y seguían a los ídolos.

El mensaje de Miqueas es un mensaje de juicio y de esperanza. Por un lado, anuncia el castigo divino sobre las ciudades rebeldes, como Samaría y Jerusalén, que serán destruidas por sus enemigos. Por otro lado, proclama la misericordia de Dios, que no abandonará a su pueblo y que lo restaurará en el futuro.

Miqueas también hace una profecía muy importante sobre el Mesías, el Salvador que Dios enviará a su pueblo. Dice que nacerá en Belén, una pequeña ciudad de Judá, y que será el rey y el pastor de Israel. Este Mesías traerá la paz y la justicia al mundo.

El libro de Miqueas tiene siete capítulos, que se pueden dividir en tres partes:

  • La primera parte (capítulos 1-3) contiene las acusaciones y las amenazas contra Samaría y Jerusalén, por sus pecados sociales y religiosos.
  • La segunda parte (capítulos 4-5) contiene las promesas y las esperanzas para el pueblo de Dios, que será reunido y salvado por el Mesías.
  • La tercera parte (capítulos 6-7) contiene un diálogo entre Dios y su pueblo, en el que se le recuerda la fidelidad de Dios y se le exige la obediencia del pueblo.
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