Josué

Libro de Josué

Libro de Josué

Josué es un libro histórico del Antiguo Testamento que narra la conquista de la Tierra Prometida por parte del pueblo de Israel bajo la dirección de Josué, su líder.

Este libro relata cómo el pueblo de Israel, después de pasar cuarenta años en el desierto, finalmente logra entrar en la Tierra Prometida, la tierra que Dios había prometido a Abraham y su descendencia. A través de la dirección de Josué, el pueblo de Israel logró vencer a los habitantes de la tierra y establecerse en ella.

Pero más allá de ser solo un relato histórico, el libro de Josué es una lección de fe y confianza en Dios. El pueblo de Israel confió en Dios y en su promesa de darles la Tierra Prometida, y a través de su obediencia y fidelidad lograron conquistarla.

En esta sección, podrás explorar más a fondo el contenido del libro de Josué y descubrir su significado y relevancia para nuestra vida espiritual. A través de este libro, podrás aprender acerca de la fidelidad de Dios y cómo confiar en él en medio de las dificultades y los desafíos de la vida.

Esperamos que esta sección te sea de gran utilidad y que te permita profundizar en tu conocimiento y comprensión de la Sagrada Escritura. ¡Bienvenido a la sección del libro de Josué en «Sagrada Escritura«!

1 Dios llama a un nuevo líder

1-2 Después de la muerte de Moisés, Dios habló con Josué hijo de Nun, que había sido ayudante de Moisés. Dios le dijo a Josué: —Ahora que mi servidor Moisés ha muerto, te toca a ti guiar al pueblo de Israel. Cruza el río Jordán con todos ellos, y llévalos al territorio que les voy a dar.

3 Yo les entregaré todo territorio donde pongan el pie, tal como se lo prometí a Moisés.

4 Les daré todo el territorio que va desde el desierto del sur hasta las montañas del Líbano en el norte, y desde el gran río Éufrates en el este hasta el mar Mediterráneo en el oeste, incluyendo el territorio de los hititas.

5 Nadie podrá derrotarte jamás, porque yo te ayudaré, así como ayudé a Moisés. Nunca te fallaré ni te abandonaré.

6 Pero tú debes ser fuerte y valiente, porque serás tú quien guíe al pueblo de Israel para que reciba el territorio que les prometí a sus antepasados.

7 Sólo te pido que seas muy fuerte y valiente. Así podrás obedecer siempre todas las leyes que te dio mi servidor Moisés. No desobedezcas ni una sola de ellas, y te irá bien por dondequiera que vayas.

8 Nunca dejes de leer el libro de la Ley; estúdialo de día y de noche, y ponlo en práctica, para que tengas éxito en todo lo que hagas.

9 Yo te pido que seas fuerte y valiente, que no te desanimes ni tengas miedo, porque yo soy tu Dios, y te ayudaré por dondequiera que vayas.

Preparativos para la conquista

10 Entonces Josué les ordenó a los jefes del pueblo:

11 —Vayan por el campamento y díganles a todos que se preparen con alimentos, porque dentro de tres días cruzaremos el río Jordán y ocuparemos el territorio que nuestro Dios nos va a dar.

12 Josué dio también instrucciones a las tribus de Rubén y de Gad, y a la media tribu[a]de Manasés:

13 —Recuerden que Moisés les dijo que nuestro Dios les daría este territorio para que vivan en paz.

14 Dejen a sus esposas y a sus hijos, y a su ganado en esta tierra que Moisés les dio al este del río Jordán. Pero todos los hombres que tengan armas deberán cruzar el río y ayudar al resto del pueblo.

15 No descansen hasta que hayan conquistado el territorio que Dios les dará a ellos, tal como se lo ha dado a ustedes. Una vez que ellos tengan su territorio, ustedes podrán regresar y vivir en la tierra que Moisés les ha dado al este del río Jordán.

16 Ellos le respondieron a Josué: —Haremos todo lo que nos has pedido, e iremos a donde tú quieras.

17 Te obedeceremos en todo, como obedecimos a Moisés, siempre y cuando nuestro Dios, te apoye como apoyó a Moisés.

18 Si alguien no te obedece, será condenado a muerte. Lo único que te pedimos es que seas fuerte y valiente.

2 Rahab y los espías

1 Josué envió a dos hombres para que exploraran el territorio de Canaán, y de manera especial a la ciudad de Jericó. Los dos hombres salieron de Sitim, y cuando llegaron a Jericó fueron a la casa de una prostituta llamada Rahab. Allí pasaron la noche.

2 Al saber el rey de Jericó que unos israelitas habían llegado esa noche para explorar el país,

3 mandó a decirle a Rahab: —En tu casa hay dos espías. ¡Mándamelos para acá!

4 Pero como ella los había escondido, respondió: —Sí, es verdad. Vinieron unos hombres, pero yo no supe de dónde eran.

5 Salieron al anochecer, antes de que cerraran el portón de la ciudad, y no sé a dónde iban. Si ustedes salen ahora mismo a perseguirlos, seguro que podrán alcanzarlos.

6 La verdad es que Rahab los había llevado a la terraza y los había escondido debajo de unos manojos de lino que allí tenía.

7 Los hombres del rey salieron de la ciudad, y se volvió a cerrar el portón. Buscaron a los espías hasta llegar al cruce del río Jordán.

8 Antes de que los espías se acostaran, Rahab subió a la terraza

9 y les dijo: —Yo sé que Dios les ha entregado a ustedes este territorio, y todos tenemos miedo, especialmente los gobernantes.

10 Sabemos que, cuando salieron de Egipto, Dios secó el Mar de los Juncos para que ustedes pudieran cruzarlo. También sabemos que mataron a Sihón y a Og, los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán.

11 Cuando lo supimos, nos dio mucho miedo y nos desanimamos. Reconocemos que el Dios de ustedes reina en el cielo y también aquí en la tierra.

12 Júrenme en el nombre de ese Dios que tratarán bien a toda mi familia, así como yo los he tratado bien a ustedes. Denme alguna prueba de que así lo harán.

13 ¡Prométanme que salvarán a todos mis familiares! ¡Sálvennos de la muerte!

14 Los espías le contestaron: —¡Que Dios nos quite la vida si les pasa algo a ustedes! Pero no le digas a nadie que estuvimos aquí. Cuando Dios nos dé este territorio, prometemos tratarlos bien, a ti y a toda tu familia.

Rahab y los espías se despiden

15 Como la casa de Rahab estaba construida junto al muro que rodeaba la ciudad, ella los ayudó a bajar por la ventana con una soga.

16 Y les aconsejó: —Escóndanse en los cerros para que la gente del rey no los encuentre. Quédense allí tres días, hasta que ellos regresen; y después de eso, sigan su camino.

17 Antes de irse, los espías le dijeron: —Te hemos hecho un juramento, y lo cumpliremos.

18 Cuando lleguemos a este territorio, esta soga roja tiene que estar atada a la ventana por donde vamos a bajar. Reúne en tu casa a todos tus familiares.

19 Si alguno de ellos sale a la calle, morirá, y nosotros no tendremos la culpa de su muerte; pero si alguien sufre algún daño dentro de la casa, nosotros seremos los culpables.

20 No le cuentes a nadie de este trato que hemos hecho; de lo contrario, no estaremos obligados a cumplir nuestro juramento.

21 —De acuerdo— respondió ella. —Así se hará. Dicho esto, los despidió y ellos se fueron, mientras ella ataba la soga roja a la ventana.

22 Los dos espías se fueron a los cerros, y durante tres días estuvieron escondidos allí, hasta que los hombres del rey regresaron. Los habían buscado por todo el camino y no los habían encontrado.

23 Entonces los dos espías bajaron de los cerros, cruzaron el río, y volvieron a donde estaba Josué. Luego de contarle todo lo que les había pasado,

24 le dijeron: —Estamos seguros de que Dios nos ha dado todo el territorio. ¡Todos los gobernantes de esta región están muertos de miedo!

3 La gente de Israel cruza el Jordán

1 Al día siguiente, muy de mañana, Josué y todos los israelitas levantaron el campamento de Sitim y avanzaron hasta el río Jordán. Acamparon allí, esperando el momento de cruzarlo.

2 Al segundo día, los jefes fueron por todo el campamento

3 diciéndole a la gente: Cuando vean a los sacerdotes salir con el cofre del pacto, levanten el campamento y síganlos.

4 Ellos los guiarán porque ustedes no conocen el camino. Pero no se acerquen al cofre; manténganse por lo menos a un kilómetro de distancia.

5 Josué, por su parte, le dijo a todo el pueblo: ¡Prepárense para presentarse ante Dios! Mañana Dios hará un gran milagro entre nosotros.

6 Después les dijo a los sacerdotes: Carguen sobre sus hombros el cofre del pacto y salgan; nosotros los seguiremos. Y así lo hicieron.

7 Dios le dijo a Josué: Lo que voy a hacer hoy convencerá a todo el pueblo de Israel de que estoy contigo como estuve con Moisés, y te reconocerán como líder.

8 Diles a los sacerdotes que llevan el cofre del pacto que, cuando lleguen al río, entren al agua y se queden cerca de la orilla.

9 Entonces Josué le pidió al pueblo que se acercara y le dijo:

10 Dios nos ha prometido que a medida que avancemos, él irá desalojando a todos los habitantes de Canaán[b].

11 Ustedes verán que el Dios vivo nos acompaña, cuando el cofre del pacto del dueño de toda la tierra cruce el Jordán delante de ustedes.

12-13 Cuando los sacerdotes que llevan el cofre toquen el agua con la planta de sus pies, el río Jordán dejará de correr, y el agua se acumulará como formando una gran pared. Además, Dios ha ordenado que escojamos a doce hombres, uno de cada tribu de Israel.

14-16 La gente dejó el campamento y se dispuso a cruzar el río Jordán en el tiempo de la cosecha, cuando el río se desborda a causa del agua que baja de la zona de Adam, cerca de Saretán. Los sacerdotes iban delante de ellos, con el cofre del pacto, y tan pronto como pusieron el pie en el río, el agua dejó de correr y se acumuló. La que corría hacia el Mar Muerto siguió su curso hasta desaparecer. Entonces el pueblo cruzó el río frente a la ciudad de Jericó.

17 Mientras todo el pueblo de Israel cruzaba sobre terreno seco, los sacerdotes que llevaban el cofre del pacto de Dios se detuvieron en medio del Jordán, hasta que todos terminaron de cruzar.

4 Piedras recordatorias

1 Cuando todo el pueblo de Israel terminó de cruzar el Jordán, Dios le dijo a Josué:

2 Elige doce hombres, uno de cada tribu,

3 y diles que vayan al lugar donde los sacerdotes se detuvieron en medio del Jordán. Que tomen doce piedras de allí y las lleven hasta el lugar donde van a acampar esta noche.

4 Josué llamó a los doce hombres que había elegido,

5 y les dijo: Vayan hasta la mitad del Jordán, delante del cofre del pacto de nuestro Dios, y saque cada uno de ustedes una piedra del río, una por cada tribu de Israel, y échesela al hombro.

6 Con estas piedras harán un monumento, y cuando sus hijos les pregunten qué significan,

7 ustedes les dirán que, cuando los sacerdotes entraron al río con el cofre del pacto, las aguas del Jordán dejaron de correr. Así que estas piedras les recordarán siempre a los israelitas lo que Dios hizo aquí.

8 Los doce hombres hicieron lo que Dios le había ordenado a Josué. Tomaron doce piedras de en medio del Jordán, y las pusieron en el lugar donde acamparon. Por cada tribu de Israel había una piedra.

9 Josué también colocó doce piedras en el Jordán, en el lugar donde habían estado los sacerdotes que llevaban el cofre del pacto. Esas piedras todavía están allí.

10 Los sacerdotes se quedaron en medio del Jordán hasta que el pueblo terminó de hacer todo lo que Dios les había mandado por medio de Josué. Estas mismas instrucciones también se las había dado Moisés a Josué. El pueblo se apuró para cruzar el río,

11 y cuando todos terminaron de cruzarlo, también pasaron los sacerdotes llevando el cofre de Dios, y otra vez se pusieron al frente.

12 Las tribus de Rubén y Gad, y la media tribu de Manasés cruzaron antes que el resto, como Moisés les había ordenado. Iban armados para la batalla.

13 Los que cruzaron hacia la llanura de Jericó fueron unos cuarenta mil hombres en pie de guerra. Marcharon delante del cofre, que simboliza la presencia de Dios.

14 Por lo que Dios hizo ese día, todos los israelitas reconocieron a Josué como un gran líder. Lo respetaron durante toda su vida, como antes habían respetado a Moisés.

15 Entonces Dios le dijo a Josué:

16 Diles a los sacerdotes que llevan el cofre del pacto, que salgan del río Jordán.

17 Así lo hizo Josué,

18 y cuando los sacerdotes llegaron a la orilla, el río volvió a correr hasta desbordarse como antes.

19 El diez de Abib[c] el pueblo cruzó a pie el Jordán, y acampó cerca de la ciudad de Guilgal, al este de Jericó.

20 Josué ordenó que pusieran allí las doce piedras que habían sacado del Jordán,

21 y les dijo a los israelitas: En el futuro, cuando sus hijos les pregunten qué significan estas piedras,

22 ustedes les dirán que son para recordarnos que los israelitas cruzamos el Jordán sobre terreno seco.

23 Les dirán que Dios detuvo las aguas del Jordán hasta que todos cruzamos, igual que cuando cruzamos el Mar de los Juncos.

24 Lo hizo para que todos los pueblos de la tierra sepan que nuestro Dios es poderoso, y para que ustedes lo honren siempre.

5 La circuncisión en Guilgal

1 La noticia de que Dios había secado las aguas del Jordán llegó hasta los reyes de los amorreos que estaban al oeste del Jordán, y hasta los reyes de los cananeos. Cuando se enteraron de que todo el pueblo de Israel había cruzado el río a pie, les entró mucho miedo y no querían enfrentarse a él.

2 Dios le habló a Josué y le dijo: Ordena que se fabriquen unos cuchillos de piedra, y circuncida a los israelitas.

3 Josué hizo lo que Dios le había mandado, y todavía hoy el lugar donde se celebró esa ceremonia se llama Monte Aralot[d].

4 Fue necesario hacer esto porque todos los israelitas adultos que habían sido circuncidados antes de salir de Egipto ya habían muerto en el desierto.

5 Todos los hombres y muchachos que habían salido de Egipto ya estaban circuncidados. Pero con los que nacieron en el desierto no se había llevado a cabo esta ceremonia.

6 Como los israelitas anduvieron cuarenta años por el desierto, ya habían muerto todos los adultos que habían salido de Egipto. Esa gente había desobedecido a Dios, y por eso, él juró que no les dejaría ver la fértil tierra que había prometido dar a sus antepasados, donde siempre hay abundancia de alimentos.

7 Así que Josué circuncidó a los hijos de ellos, porque durante la marcha no se había llevado a cabo esa ceremonia.

8 Después de la circuncisión, todos se quedaron en el campamento hasta que sanaron de sus heridas.

9 Entonces Dios le dijo a Josué: Ya les he quitado la vergüenza de haber sido esclavos en Egipto. Por eso hasta hoy ese lugar se llama Guilgal[e].

10 Los israelitas celebraron la Pascua al caer la tarde del día catorce del mes de Abib[f], mientras estaban acampados en Guilgal, en la llanura cercana a Jericó.

11 Al día siguiente comieron por primera vez de lo que producía la tierra de Canaán: granos de trigo horneados y pan sin levadura.

12 Ese mismo día el maná dejó de caer. Los israelitas ya no comieron más maná, sino que se alimentaron de lo que producía la tierra de Canaán.

Josué y el hombre con una espada

13 Cierto día, cuando todavía estaban acampando cerca de Jericó, Josué vio de pie, delante de él, a un hombre con una espada en la mano. Josué se acercó y le preguntó: —¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?

14 —Ni lo uno ni lo otro— respondió el hombre. —Yo soy el jefe del ejército de Dios. Y aquí me tienes. Josué cayó de rodillas, y con gran reverencia se inclinó hasta el suelo y le dijo: —Estoy a tus órdenes. Haré cualquier cosa que me pidas.

15 El jefe del ejército de Dios le dijo entonces a Josué: —Quítate las sandalias, porque estás pisando un lugar santo. Y Josué se descalzó.

6 Los israelitas conquistan Jericó

1 El portón de la ciudad de Jericó se cerró y quedó bajo vigilancia para que no entraran los israelitas. Nadie podía entrar ni salir de la ciudad.

2 Entonces Dios le dijo a Josué: Voy a poner en tus manos a Jericó, a su rey y a sus mejores soldados.

3 Tú y tus soldados marcharán alrededor de la ciudad una vez al día, durante seis días.

4 Delante del cofre del pacto irán siete sacerdotes, cada uno de ellos con una trompeta. El séptimo día todos marcharán siete veces alrededor de la ciudad, mientras los sacerdotes tocan sus trompetas.

5 Después de eso, ellos darán un toque largo. En cuanto lo oigan, todos los hombres gritarán con fuerza y los muros de la ciudad se vendrán abajo; entonces cada uno atacará la ciudad sin dar marcha atrás.

6 Josué reunió a los sacerdotes y les dijo: ¡Vamos, levanten el cofre del pacto! Siete de ustedes irán al frente del cofre, tocando sus trompetas.

7 Después les dijo a sus hombres: Comiencen a marchar alrededor de la ciudad. La guardia avanzará al frente del cofre del pacto, lista para el combate.

8-9 Tal como Josué lo había ordenado, primero avanzó un grupo especial de hombres armados. Siguieron después los sacerdotes que tocaban las trompetas sin parar. Después se pusieron en marcha los sacerdotes que llevaban el cofre del pacto, y cerraba la marcha otro grupo de hombres armados.

10 Josué les había dicho a sus hombres: Vayan en silencio, no se dejen oír. Pero cuando les diga que griten, ustedes gritarán con todas sus fuerzas.

11 Este grupo de hombres llevó el cofre del pacto alrededor de la ciudad, y después volvió al campamento para pasar la noche.

12 A la mañana siguiente Josué se levantó temprano, y mandó a los sacerdotes que volvieran a llevar el cofre del pacto.

13 Primero salió el grupo especial de hombres armados, seguido de los siete sacerdotes con sus trompetas. Después de ellos salieron los sacerdotes que llevaban el cofre del pacto y, finalmente, el otro grupo de hombres armados.

14 Ese segundo día marcharon una sola vez alrededor de la ciudad, y volvieron al campamento. Hicieron lo mismo durante seis días.

15 El séptimo día se levantaron de madrugada y volvieron a marchar alrededor de la ciudad, sólo que ese día lo hicieron siete veces.

16 En la séptima vuelta, mientras los sacerdotes tocaban sus trompetas, Josué dio la orden: ¡Griten con todas sus fuerzas! ¡Dios nos ha entregado la ciudad!

17 La ciudad y todos sus habitantes serán destruidos por completo, como una ofrenda para Dios. Pero acuérdense de no hacerles daño ni a Rahab ni a su familia, porque ella escondió a los espías que enviamos.

18 No toquen nada de lo que hay que destruir. Si lo hacen, causarán una terrible destrucción en nuestro campamento.

19 Toda la plata, y el oro, el bronce y el hierro serán dedicados a Dios, y deben ponerse con sus tesoros.

20 Cuando los sacerdotes tocaron sus trompetas, los soldados gritaron con todas sus fuerzas y los muros se derrumbaron. Entonces todo el ejército entró en la ciudad, y cada soldado la atacó hasta conquistarla.

21 Con sus espadas mataron a todos los hombres, mujeres, niños y ancianos. Lo mismo hicieron con los bueyes, ovejas y asnos.

Rahab y su familia se salvan

22 Josué les había dicho a los dos espías: Vayan a la casa de Rahab y pónganla a salvo, junto con toda su familia, tal como se lo prometieron.

23 Los dos espías fueron a buscar a Rahab y a todos sus familiares, y los llevaron a un lugar seguro cerca del campamento de los israelitas.

24 Mientras tanto, los soldados incendiaron la ciudad y quemaron todo, pero se llevaron la plata, el oro y las vasijas de bronce y de hierro, y todo esto lo pusieron junto con los tesoros de Dios.

25 Los únicos que se salvaron fueron Rahab y todos los de su casa. Josué la salvó porque ella escondió a los dos espías que él había enviado a Jericó. Hasta el día de hoy hay descendientes de Rahab que viven en Israel.

26 Después de la destrucción de Jericó, Josué les advirtió a los israelitas: Nadie deberá edificar de nuevo la ciudad de Jericó. Cualquiera que trate de hacerlo caerá bajo un terrible castigo de Dios. Si alguien intenta reconstruirla, Dios hará que mueran todos los hijos de esa persona.

27 Dios ayudó a Josué en todo lo que hizo, y todo el país se enteró de sus victorias.

7 El pecado de Acán

1 En la familia de Zérah, que formaba parte de la tribu de Judá, había un hombre llamado Acán hijo de Carmí y nieto de Zabdí. Este hombre no obedeció el mandato que Dios había dado al pueblo. Dios les había ordenado destruir por completo la ciudad de Jericó, pero Acán se quedó con algunas de las cosas que debía haber destruido. Por eso Dios se enojó contra los israelitas.

2 Mientras tanto, Josué envió desde Jericó algunos hombres a la ciudad de Ai. Esta ciudad está al este de Betel, cerca de Bet-avén. Les dijo: Vayan y averigüen todo lo que puedan acerca de Ai y de sus alrededores. Los hombres de Josué cumplieron sus órdenes,

3 y al volver le informaron: La ciudad de Ai no es grande. No hace falta enviar todo el ejército para atacarla. Dos o tres mil hombres serán más que suficiente.

4 Entonces subieron sólo tres mil hombres para atacar la ciudad, pero los de Ai los derrotaron,

5 obligándolos a abandonar la ciudad y a huir por una colina, hasta unas canteras. Al bajar por la colina, los de Ai mataron a treinta y seis israelitas. Eso hizo que los israelitas se acobardaran y tuvieran miedo.

6 Josué y los líderes israelitas se acercaron al cofre de Dios, rompieron su ropa y se echaron ceniza sobre la cabeza para mostrar su gran tristeza. Luego se inclinaron hasta tocar el suelo con su frente, y así permanecieron hasta que anocheció.

7 Y Josué dijo: —Dios nuestro, que gobiernas sobre todos, ¿para qué nos hiciste cruzar el Jordán? ¡No creo que haya sido para entregarnos a los amorreos, ni para destruirnos! ¡Ojalá nos hubiéramos quedado del otro lado del río!

8 Dios mío, nuestro ejército se ha acobardado y huye, ¡y no sé qué decir!

9 Cuando lo sepan los cananeos y todos los que allí viven, nos rodearán y nos matarán. ¿Qué harás entonces para que no digan que fuiste incapaz de proteger a tu pueblo?

10 Dios le respondió a Josué: —¡Ponte de pie! ¿Por qué te quedas tirado boca abajo?

11 Lo que pasa es que los israelitas han pecado. Yo les ordené que destruyeran todo lo que había en la ciudad de Jericó. Era un trato que habíamos hecho. Pero se quedaron con algunas de esas cosas. Se las robaron, las escondieron entre sus pertenencias, y luego mintieron acerca de lo que habían hecho.

12 Por eso los israelitas no pueden vencer a sus enemigos. ¡Huyen porque ellos mismos merecen ser destruidos! Yo no voy a ayudarlos mientras no destruyan las cosas que les prohibí tocar.

13 ¡Vamos! Ordénale al pueblo que se purifique y se prepare para mañana. Dile lo siguiente: «El Dios de Israel dice que les ordenó destruir todo lo que había en la ciudad de Jericó, pero que ustedes se quedaron con algunas cosas que debían haber destruido.

14 Por eso reúnanse mañana y agrúpense por tribus[g]. De la tribu que yo señale, pasarán al frente todos sus grupos familiares, y del grupo familiar que señale pasarán al frente todas sus familias. Luego de la familia que señale pasarán al frente todos los hombres, uno por uno.

15 Y el hombre que yo señale será el que tiene lo que se debía destruir. Quémenlo vivo, junto con su familia y todo lo que posee, por no haber cumplido con el trato hecho con nuestro Dios. Lo que ha hecho es una vergüenza para Israel».

16 A la mañana siguiente se reunieron los israelitas. Josué hizo que las tribus se acercaran, una por una, y fue señalada la tribu de Judá.

17 Luego se adelantaron uno por uno los grupos familiares de Judá, y fue señalado el grupo de Zérah. Al acercarse el grupo de Zérah, fue señalada la familia de Zabdí,

18 la cual hizo pasar uno por uno a todos sus hombres. Entonces fue señalado Acán, hijo de Carmí y nieto de Zabdí, de la tribu de Judá.

19 Josué le dijo a Acán: —Hijo mío, dime la verdad delante del Dios de Israel; confiesa lo que has hecho. No trates de engañarme.

20 —Es cierto— le respondió Acán a Josué. —¡He pecado contra el Dios de Israel! Lo que pasó fue

21 que entre las cosas que tomamos vi una hermosa capa babilónica, dos kilos de plata, y una barra de oro que pesaba más de medio kilo. Tanto me gustaron esas cosas que las guardé y las enterré debajo de mi carpa. La plata está en el fondo.

22 Josué mandó a unos hombres a la carpa de Acán. Ellos fueron corriendo, y encontraron allí todo lo que Acán había enterrado. La plata estaba debajo de todo.

23 Luego salieron de la carpa con todo aquello y se lo llevaron a Josué, que estaba con el pueblo. Depositaron aquellas cosas en presencia de Dios.

24 Entonces Josué y todos los israelitas llevaron a Acán y lo robado al valle de Acor[h]. También llevaron a sus hijos e hijas, y a sus bueyes, asnos y ovejas, su carpa y todo lo que tenía.

25 Allí Josué le dijo: ¿Por qué nos has causado tanto mal? Ahora Dios te va a causar mal a ti. Los israelitas lo mataron a pedradas, y también a su familia. Luego le prendieron fuego a todo,

26 y colocaron un montón de piedras que todavía está allí. Por eso el lugar se llama valle de Acor. Así Dios calmó su enojo.

8 Josué ataca la ciudad de Ai

1 Dios le dijo a Josué: ¡Ánimo! ¡No tengas miedo! Sube a la ciudad de Ai con todos tus soldados. Yo te daré la victoria sobre su rey, su gente y su territorio.

2 Harás con la ciudad y con su rey lo mismo que hiciste con Jericó. Esta vez podrás quedarte con sus bienes y sus animales. Ordena que una parte del ejército se quede al otro lado de la ciudad, para atacarla por sorpresa.

3 Al prepararse para subir a Ai, Josué escogió a un ejército de treinta mil soldados, a los que envió de noche.

4 Les dijo: ¡Escuchen! Escóndanse detrás de la ciudad, no muy lejos de ella, y prepárense para atacarla.

5 Yo me acercaré por el frente con los demás soldados. Cuando la gente de Ai salga a atacarnos, huiremos como la vez pasada.

6 Ellos pensarán que estamos huyendo otra vez, y nos perseguirán. Así los alejaremos de la ciudad.

7 Entonces ustedes saldrán de su escondite para atacar la ciudad; porque nuestro Dios, nos la va a entregar.

8 Cuando la hayan tomado, le prenderán fuego como ordenó Dios. Éstas son mis órdenes.

9 Así los envió Josué al oeste de la ciudad, al lugar donde debían esconderse entre Betel y Ai. Los hombres se fueron allá, mientras que Josué pasó esa noche con su ejército.

10 A la mañana siguiente, Josué se levantó temprano y reunió a los soldados. Se puso al frente de su ejército, y junto con los líderes israelitas marchó hasta la ciudad de Ai.

11 Se detuvieron frente a ella y acamparon. Había un valle entre el campamento y la ciudad.

12 Josué ordenó que cinco mil hombres se escondieran al oeste de la ciudad, entre Betel y Ai.

13 La mayor parte del ejército acampó al norte, y el resto, al oeste de la ciudad. Josué pasó la noche en el valle.

14 Cuando el rey de Ai vio al ejército de Josué, salió enseguida con sus hombres. Bajaron en dirección al valle del Jordán para pelear allí contra los israelitas, sin saber que la ciudad iba a ser atacada desde atrás.

15 Josué y sus hombres hicieron como que retrocedían y huyeron hacia el valle del Jordán.

16 Todo el ejército de la ciudad salió a perseguirlos, mientras los israelitas hacían que se alejaran más y más de la ciudad.

17 Ni en Ai ni en Betel quedó un solo soldado; todos persiguieron a los israelitas, dejando abierto el portón de la ciudad.

Captura y destrucción de Ai

18 Dios le dijo a Josué: Apunta con tu lanza hacia la ciudad de Ai, porque yo te daré la victoria. Entonces Josué extendió el brazo y apuntó con su lanza hacia la ciudad.

19 Al ver que Josué levantaba su lanza, los soldados que estaban escondidos salieron corriendo, se apoderaron de la ciudad y le prendieron fuego.

20-21 Cuando los hombres de Ai se dieron vuelta, vieron que el humo subía hasta el cielo. También Josué y sus hombres vieron el humo, y supieron que los otros soldados israelitas habían tomado la ciudad y le habían prendido fuego. Los de Ai no tenían hacia dónde escapar, así que Josué y sus soldados se volvieron y comenzaron a matarlos.

22-23 Los israelitas que habían quemado la ciudad salieron de allí, rodearon a los de Ai y los mataron a todos. No se escapó ninguno, a excepción del rey, quien fue capturado y llevado ante Josué.

24 Así fue como los israelitas acabaron con todos los de Ai que estaban en el valle y que habían salido a perseguirlos. Después volvieron a Ai y mataron a todos los que estaban en la ciudad.

25-26 Ese día, mientras Josué mantuvo su lanza en dirección a la ciudad, los israelitas mataron a todos los habitantes de Ai, que eran unos doce mil entre hombres y mujeres.

27 Los israelitas se quedaron con los animales y con todo lo que había en la ciudad, porque Dios le había dicho a Josué que podían hacerlo.

28 Luego Josué ordenó que se prendiera fuego a la ciudad de Ai, hasta dejarla en ruinas, como todavía puede verse.

29 También mandó que colgaran de un árbol el cuerpo del rey de Ai, y allí lo dejó hasta el anochecer. A esa hora mandó que bajaran el cuerpo, y que lo tiraran a la entrada de la ciudad. Después lo cubrieron con un montón de piedras, las cuales todavía están allí.

Josué lee la Ley en el monte Ebal

30 Más tarde, Josué mandó levantar en el monte Ebal un altar al Dios de Israel.

31 Lo hizo siguiendo las instrucciones que Moisés, servidor de Dios, le había dado a los israelitas. Dice en la Ley de Moisés: Harás un altar de piedras enteras, es decir, que nadie haya cortado. Allí ofrecieron varias ofrendas a Dios.

32 Todos los israelitas vieron cómo Josué grabó sobre esas piedras la Ley que Moisés había dado.

33 Todo el pueblo de Israel y los extranjeros que vivían con ellos, junto con todos sus líderes, se reunieron en dos grupos. Se pusieron uno frente al otro, teniendo entre ellos el cofre del pacto. Detrás de un grupo quedaba el monte Guerizim, y detrás del otro, el monte Ebal. Junto al cofre estaban los sacerdotes descendientes de Leví. Moisés les había dicho que se formaran así cuando los sacerdotes dieran la bendición al pueblo.

34-35 Luego, Josué leyó en voz alta todo lo que está escrito en el libro de la Ley, incluyendo las bendiciones y las maldiciones. Todos los israelitas estaban presentes: hombres, mujeres, niños y extranjeros.

9 Los gabaonitas engañan a Josué

1 Los reyes de los pueblos de Canaán[i] se enteraron de que los israelitas habían derrotado a sus enemigos.

2 Entonces se pusieron de acuerdo para pelear contra Josué y los israelitas.

3 Sin embargo, cuando los gabaonitas, que eran de la tribu de los heveos, supieron lo que Josué había hecho en las ciudades de Ai y Jericó,

4 decidieron engañarlo. Algunos de ellos fueron a buscar alimentos, y los cargaron sobre sus asnos en bolsas ya gastadas y pusieron vino en viejos recipientes de cuero remendados.

5 Se pusieron ropas y sandalias viejas y gastadas. Sólo llevaban pan seco y hecho pedazos, para hacer creer que venían de lejos.

6 Cuando llegaron al campamento en Guilgal, les dijeron a Josué y a los israelitas: —Venimos de un país muy lejano. Queremos hacer un trato con ustedes.

7 Pero los israelitas les preguntaron: —¿Por qué quieren hacer un trato con nosotros? ¿Cómo podemos saber que no viven cerca de aquí?

8 Los gabaonitas le respondieron a Josué: —Queremos ponernos al servicio de ustedes. Josué volvió a preguntarles: —Pero ¿quiénes son ustedes? ¿De dónde vienen?

9 Entonces los gabaonitas le contaron esta historia: —Estimado señor, nosotros venimos de un país muy lejano, porque hemos sabido de las maravillas que ha hecho el Dios de ustedes. Nos enteramos de todo lo que él hizo en Egipto,

10 y también de lo que hizo con los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán, es decir, con Sihón rey de Hesbón y con Og rey de Basán, que vivía en Astarot.

11 Nuestros líderes y toda la gente que vive en nuestro país nos dijeron: «Llévense alimentos para un viaje largo, y vayan a encontrarse con el pueblo de Israel. Pónganse al servicio de ellos y pídanles que hagan un trato con nosotros.

12 ¡Fíjense en nuestro pan! Cuando salimos de nuestras casas todavía estaba caliente, pero ahora está seco y hecho pedazos.

13 Cuando llenamos estos recipientes de cuero con vino, eran nuevos; pero ¡mírenlos! ¡Están todos remendados, y nuestras ropas y sandalias están gastadas por tan largo viaje!».

14 Los israelitas aceptaron comer de esas provisiones, sin consultar a Dios.

15 Fue así como Josué hizo un pacto con los gabaonitas y prometió dejarlos vivir en paz. También los líderes de los israelitas se comprometieron a respetar ese acuerdo.

Los israelitas descubren el engaño de los gabaonitas

16 Tres días después de haber confirmado el pacto, los israelitas descubrieron que en realidad los gabaonitas eran vecinos suyos,

17 pues llegaron a las ciudades[j] donde vivía esa gente.

18 Pero los israelitas no pudieron matarlos, porque sus líderes habían prometido en el nombre del Dios de Israel, que no los matarían. Entonces el pueblo protestó contra sus líderes,

19 y ellos se defendieron diciendo: —Recuerden que prometimos en el nombre del Dios de Israel, que no les haríamos daño.

20 Tenemos que dejarlos vivir, pues de lo contrario, Dios nos castigará.

21 Pero ellos tendrán que trabajar para nosotros cortando leña y acarreando agua.

22 Pero Josué mandó llamar a los gabaonitas y les preguntó: —¿Por qué nos engañaron diciendo que venían de lejos, cuando en realidad viven aquí cerca?

23 Por esto, Dios los condena a ser esclavos, y de ahora en adelante cortarán leña y acarrearán agua para el santuario de mi Dios.

24 Ellos le respondieron: —Si mentimos, fue porque teníamos miedo de perder la vida. Nosotros sabemos bien lo que el Dios de ustedes prometió a Moisés y a todo el pueblo de Israel. Prometió que les daría toda la tierra, y mandó matar a todos sus habitantes.

25 Estamos en sus manos. Haga usted con nosotros lo que mejor le parezca.

26 Así fue como Josué protegió a los gabaonitas y no permitió que los israelitas los mataran.

27 Pero los puso a trabajar como esclavos, cortando leña y acarreando agua para los israelitas y para el altar de Dios. Hasta el momento de escribir este relato los gabaonitas siguen haciendo estos trabajos en el lugar que Dios eligió para vivir.

10 Los israelitas derrotan a los amorreos

1 Adonisédec, rey de Jerusalén, supo que Josué había conquistado y destruido totalmente a la ciudad de Ai y a su rey, tal como lo había hecho antes con Jericó y con su rey. También supo que los gabaonitas habían hecho un acuerdo de paz con los israelitas, y que vivían con ellos.

2 Esto le dio mucho miedo, porque Gabaón era una ciudad importante, más grande que Ai. Era como las otras ciudades que tenían rey, y además sus hombres eran muy valientes.

3 Así que Adonisédec envió un mensaje a los reyes Hoham, Piram, Jafía y Debir. Éstos eran los reyes de Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón. El mensaje decía:

4 Los gabaonitas han hecho un acuerdo de paz con Josué y los israelitas. Vengan y ayúdenme a atacarlos.

5 Estos cinco reyes se juntaron, rodearon la ciudad de Gabaón, y la atacaron.

6 Entonces los gabaonitas enviaron a decir a Josué, que estaba en el campamento en Guilgal: ¡Vengan enseguida a ayudarnos! Los reyes amorreos que viven en los cerros se han unido y nos están atacando. ¡No nos abandonen! ¡Sálvennos!

7 Entonces Josué salió de Guilgal con todo su ejército, incluyendo sus mejores tropas.

8 Antes de salir, Dios le había dicho a Josué: Vayan sin miedo, porque yo les daré la victoria. No quedará vivo ninguno de ellos.

9 Toda la noche Josué y sus tropas marcharon hacia Gabaón, y atacaron por sorpresa a los amorreos.

10 Dios les hizo sentir muchísimo miedo cuando vieron al ejército israelita en Gabaón. Y los israelitas mataron allí a muchos de ellos, y persiguieron a los demás por las montañas hasta Bet-horón, y aun hasta Azecá y Maquedá, en el sur.

11 Cuando bajaban los amorreos por la cuesta de Bet-horón para escapar de los israelitas, Dios dejó caer sobre ellos grandes piedras de granizo. Esto ocurrió por todo el camino hasta Azecá, y el granizo mató más hombres que el ejército israelita.

12 El día en que Dios les dio la victoria sobre los amorreos, Josué oró a Dios, y delante de todos los israelitas exclamó: Sol, no te muevas; quédate en Gabaón. Y tú, luna, espera en el valle de Aialón.

13 Y el sol se detuvo, y la luna no se movió, hasta que los israelitas se vengaron de sus enemigos. Esto ha quedado registrado así en el libro del Justo. El sol se quedó quieto en medio del cielo, y durante casi un día entero no se ocultó.

14 Jamás hubo ni habrá un día como éste, en que Dios escuchó los ruegos de un hombre. ¡Y es que Dios peleaba por los israelitas!

15 Después de su victoria sobre los amorreos, Josué y su ejército regresaron al campamento en Guilgal.

Captura y muerte de los cinco reyes amorreos

16 Los cinco reyes amorreos lograron escapar y fueron a esconderse en una cueva, en Maquedá.

17 Sin embargo, alguien los encontró y Josué lo supo.

18 Entonces Josué ordenó: Hagan rodar unas piedras grandes hasta la cueva, para cerrar la entrada, y pongan unos guardias.

19 Pero ustedes no se queden ahí. Sigan al enemigo. ¡Que nadie escape a sus ciudades! Nuestro Dios nos dará la victoria sobre el enemigo.

20 Josué y su ejército mataron a muchos amorreos, pero algunos de ellos pudieron escapar y se refugiaron en sus ciudades.

21 Todos los soldados de Josué volvieron sanos y salvos al campamento en Maquedá donde Josué estaba. Y nadie de los que allí vivían se atrevía a hablar mal de los israelitas.

22 Luego Josué ordenó que se abriera la entrada de la cueva y que llevaran ante él a los cinco reyes.

23-24 Entonces abrieron la cueva y le llevaron a los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón. Josué llamó a todo el ejército israelita y ordenó a sus oficiales: Acérquense y pónganles el pie en el cuello a estos reyes. Así lo hicieron,

25 y Josué les dijo: ¡Anímense! ¡Sean fuertes y no tengan miedo! Tengan confianza, porque esto es lo que Dios va a hacer con todos los enemigos de ustedes.

26 Luego Josué mató a los cinco reyes, hizo que colgaran a cada uno de un árbol, y mandó que los dejaran allí hasta el anochecer.

27 Cuando el sol se puso, Josué mandó que bajaran los cuerpos y los echaran en la cueva donde habían estado escondidos. Luego se tapó la entrada con grandes piedras, que todavía están allí.

Josué conquista más territorio amorreo

28 Ese día Josué conquistó la ciudad de Maquedá y ordenó que mataran al rey y a todos los habitantes. Al rey de Maquedá le hizo lo mismo que al rey de Jericó. No se salvó ninguno.

29 De Maquedá, Josué y su ejército se fueron a Libná y la atacaron.

30 Dios también les concedió a los israelitas la victoria sobre esta ciudad y sobre su rey, y mataron a todos sus habitantes. Josué mató al rey de Libná, como lo había hecho con el rey de Jericó. No se salvó ninguno.

31 Luego Josué se fue a la ciudad de Laquis, y con su ejército la rodeó y la atacó.

32 Al segundo día de combate Dios les dio la victoria a los israelitas. Mataron a todos los que estaban en la ciudad, como lo habían hecho en Libná.

33 También derrotaron a Horam, rey de Guézer, que venía con su ejército para ayudar a Laquis. No se salvó ninguno.

34 De Laquis se fueron a Eglón. Sitiaron la ciudad y la atacaron.

35 Ese mismo día la tomaron y la destruyeron, matando a todos los que allí vivían, como lo habían hecho en Laquis.

36 Luego Josué y todo su ejército fueron a Hebrón, y atacaron la ciudad

37 y la tomaron. Mataron al rey y a todos los habitantes de esa ciudad y de otras ciudades vecinas. Josué mandó destruir totalmente la ciudad, como lo había hecho en Eglón. No se salvó ninguno.

38 Después se dirigieron a Debir, la atacaron,

39 y se apoderaron de esa ciudad y de su rey. También conquistaron las otras ciudades vecinas y mataron a todos los que vivían en ellas. Josué hizo en Debir lo mismo que en Hebrón y en Libná: ordenó matar al rey y a todos sus habitantes. No se salvó ninguno.

40-42 Así fue como Josué conquistó toda esa región. Peleó en las montañas, en los cerros del este y del oeste, y en el desierto del sur. Josué llevó a su ejército desde Cadés-barnea, en el sur, hasta Gaza, cerca de la costa. Recorrieron toda la región de Gosen[k], hasta Gabaón en el norte. Derrotaron a todos los reyes de la región, y mataron a toda su gente porque así lo había ordenado el Dios de Israel. No se salvó ninguno.

43 Después de eso, volvió Josué con todo el ejército israelita al campamento en Guilgal.

11 Josué derrota a Jabín y a sus aliados

1-2 Cuando Jabín, el rey de Hasor, se enteró de las victorias de Israel, envió un mensaje a los reyes vecinos pidiéndoles que se unieran con él para pelear contra los israelitas. Envió este mensaje al rey Jobab de Madón, a los reyes de Simrón y Acsaf, a los reyes de la región montañosa del norte, a los del valle del Jordán que está al sur del Lago de Galilea, a los de la llanura, y a los de la zona de Dor, hacia el oeste.

3 También envió este mensaje a los cananeos de ambos lados del Jordán, a los amorreos, a los hititas, a los ferezeos, a los jebuseos de las montañas, y a los heveos que vivían al pie del monte Hermón, en la región de Mispá.

4 Y vinieron esos reyes con todos sus soldados, caballos y carros de guerra. Eran tantos como la arena del mar, pues no se podían contar.

5 Todos estos reyes se reunieron cerca del arroyo de Merom, y acamparon allí, dispuestos a pelear contra los israelitas.

6 Dios le dijo a Josué: No les tengas miedo, porque mañana a esta hora ya los habré matado a todos delante de Israel. Pero ustedes, por su parte, tendrán que dejar inútiles a los caballos[l] y prenderles fuego a los carros de guerra.

7 Josué, con todo su ejército, los atacó por sorpresa cerca del arroyo de Merom,

8 y Dios les dio la victoria a los israelitas. Ellos atacaron y persiguieron a sus enemigos hacia el norte, hasta la gran ciudad de Sidón y hasta Misrefot-maim, y al este hasta el valle de Mispá. Los guerreros de Josué siguieron peleando hasta no dejar a nadie con vida.

9 Además, Josué cumplió con lo que Dios le había ordenado: dejó inútiles los caballos y les prendió fuego a los carros de guerra.

10 En esa época, el rey de Hasor gobernaba sobre los otros reinos de la región. Así que después de la batalla Josué y sus guerreros fueron a Hasor y la atacaron. Tomaron la ciudad, y mataron al rey

11 y a todos los que vivían allí. No quedó nadie con vida, y la ciudad fue incendiada.

12 Josué conquistó todas estas ciudades con sus reyes, y les ordenó a sus guerreros: Maten a todos sus habitantes, tal como nos lo mandó Moisés, el servidor de Dios.

13 Los israelitas no le prendieron fuego a ninguna de las ciudades construidas sobre los cerros, sino solamente a la ciudad de Hasor.

14 Se quedaron con las cosas que allí había y con los animales, pero mataron a todos sus habitantes. No dejaron a nadie con vida.

15 Moisés le dio a Josué las órdenes que había recibido de Dios, y Josué cumplió todo al pie de la letra.

16 Josué y su ejército conquistaron todo ese territorio. Tomaron la zona montañosa, toda la tierra de Gosen y el desierto del sur, además del valle del Jordán.

17-18 El territorio se extendía desde el monte Halac, que está al sur, cerca de Edom, hasta Baal-gad, que está al norte, en el valle del Líbano, al pie del monte Hermón. Durante mucho tiempo Josué estuvo en guerra con los reyes de esta región, pero finalmente conquistó todas sus ciudades y mató a sus reyes.

19 La única ciudad que hizo un acuerdo de paz con los israelitas fue Gabaón, donde vivían los heveos. Todas las demás ciudades fueron conquistadas.

20 Dios mismo hizo que los enemigos se pusieran tercos y ofrecieran resistencia. Lo hizo para que los israelitas los destruyeran por completo, sin compasión, tal como Dios se lo había ordenado a Moisés.

21-22 Por ese entonces Josué destruyó también a los anaquitas, los gigantes que vivían en las ciudades de Hebrón, Debir y Anab, y en todos los cerros de Israel y Judá. Además, destruyó sus ciudades. Sólo quedaron con vida unos cuantos que vivían en Gaza, Gat y Asdod.

23 De este modo Josué conquistó toda la región, en obediencia al mandamiento que Dios le había dado a Moisés. Luego dividió el territorio, y a cada tribu de Israel le entregó su parte. Después de esto hubo paz en toda la región.

12 Los reyes derrotados por Moisés

1 Bajo el mando de Moisés, los israelitas ya habían derrotado a dos reyes al este del río Jordán. Se habían apoderado del territorio que va desde el río Arnón, al sur, hasta el monte Hermón, al norte, y también de la región al este del Jordán.

2 Uno de estos reyes era Sihón, rey de los amorreos, que vivía en Hesbón y gobernaba sobre la mitad de Galaad; su territorio se extendía desde el río Jaboc, en el norte, hasta el río Arnón, en el sur. Al sureste su frontera era la ciudad de Aroer, en la ribera del río Arnón. Al suroeste, se extendía hasta la mitad del valle del Arnón, desde Aroer hasta el Mar Muerto.

3 Su frontera oeste era el río Jordán, desde el Lago de Galilea, al norte, hasta el Mar Muerto, al sur. También le pertenecía la región al este del Mar Muerto, hasta la ciudad de Bet-jesimot y el monte Pisgá.

4 El otro rey derrotado por Moisés y los israelitas fue Og de Basán, el último de los refaítas[m]. Og gobernaba en Astarot y en Edrei.

5 Su territorio se extendía desde el monte Hermón, al norte, y desde la ciudad de Salcá, al este, incluyendo todo Basán, hasta el límite con los territorios de Guesur y Maacá, en el oeste. Además, gobernaba sobre la parte norte de Galaad, hasta el territorio de Sihón, rey de Hesbón.

6 Bajo el mando de Moisés, estos dos reyes fueron vencidos por los israelitas. Moisés repartió su territorio entre las tribus de Rubén y Gad y la mitad de la tribu de Manasés.

Los reyes derrotados por Josué

7 Bajo el mando de Josué, los israelitas derrotaron a todos los reyes al oeste del río Jordán, desde Baal-gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Halac, al sur de Edom. Josué repartió este territorio, dándole a cada tribu su parte.

8 Este territorio incluía la zona montañosa, los cerros del oeste, el valle del Jordán, los cerros del este y el desierto del sur. Antes había pertenecido a los hititas, los amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos.

9 Los israelitas derrotaron a los reyes de las siguientes ciudades: Jericó, Ai que está cerca de Betel,

10 Jerusalén, Hebrón,

11 Jarmut, Laquis,

12 Eglón, Guézer,

13 Debir, Guéder,

14 Hormá, Arad,

15 Libná, Adulam,

16 Maquedá, Betel,

17 Tapúah, Héfer,

18 Afec, Sarón,

19 Madón, Hasor,

20 Simrón-merón, Acsaf,

21 Taanac, Meguido,

22 Cedes, Jocneam en el monte Carmelo,

23 Dor en la costa, Goím de Guilgal,

24 y Tirsá. En total fueron treinta y un reyes.

13 Territorios no conquistados

1 Cuando ya habían pasado muchos años, y Josué era anciano, Dios le dijo: Ya estás muy viejo, y todavía hay mucho territorio por conquistar.

2 Falta la región de los filisteos y toda la de los guesureos,

3 desde el arroyo Sihor, al este de Egipto, hasta la frontera con Ecrón, en el norte, que es territorio cananeo. Allí hay cinco jefes filisteos que viven en las ciudades de Gaza, Asdod, Ascalón, Gad y Ecrón. Además, falta el territorio de los aveos,

4 al sur. Así que todavía hay territorio cananeo por conquistar, desde Megará de los sidonios hasta Afec, en la frontera con los amorreos.

5 No han tomado aún la zona de los guiblitas, ni la parte este del Líbano, desde Baal-gad al sur del monte Hermón hasta el paso de Hamat.

6 A medida que avancen los israelitas, yo echaré a los sidonios de la región montañosa, desde el Líbano hasta Misrefot-maim. Pero tú debes dividir el territorio entre los israelitas, como te he mandado.

7 Así que reparte esta tierra entre las nueve tribus y la media tribu de Manasés.

Territorio al este del Jordán

8 Las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés ya ocupaban el territorio que les correspondía al este del Jordán, pues Moisés se lo había asignado.

9 Su tierra se extendía desde Aroer, a orillas del río Arnón, hasta Dibón, y además incluía la ciudad que está en medio del valle y toda la llanura de Medebá.

10 También recibieron todas las ciudades que había gobernado Sihón, rey de los amorreos, cuando vivía en Hesbón. Su territorio llegaba hasta la frontera de los amonitas.

11 Comprendía Galaad, las tierras de los guesureos y de los maacateos, el monte Hermón, y toda la tierra de Basán, hasta Salcá.

12 Incluía además el reino de Og, el último de los refaítas[n] que gobernó en Astarot y Edrei. Moisés y los israelitas los habían derrotado y los habían desalojado de su territorio,

13 aunque no a todos, pues los guesureos y los maacateos todavía viven en Israel.

14 La única tribu que no recibió ningún territorio fue la de Leví, ya que ellos recibirían una parte de todos los sacrificios que se ofrecen al Dios de Israel, como él mismo le había ordenado a Moisés.

Territorio de la tribu de Rubén

15 Moisés había repartido tierras a la tribu de Rubén, según el número de sus grupos familiares.

16 Su territorio se extendía desde Aroer, a orillas del río Arnón, hasta Hesbón, incluyendo la ciudad que está en medio del valle y toda la llanura de Medebá.

17 Comprendía todas las ciudades que están en la llanura: Dibón, Bamot-baal, Bet-baal-megón,

18 Jahas, Cademot, Mefáat,

19 Quiriataim, Sibmá, Séret-sáhar, que está en el cerro del valle,

20 Bet-peor, Bet-jesimot, y las laderas del monte Pisgá.

21 Comprendía todas las ciudades de la llanura y todo el territorio de Sihón, rey de los amorreos, que gobernaba en Hesbón. Moisés lo había derrotado a él, y también a sus gobernadores Eví, Sur, Réquem, Hur y Reba, que vivían en la tierra de Madián.

22 Los israelitas mataron, entre otros, al adivino Balaam hijo de Beor.

23 En resumen: A los grupos familiares de la tribu de Rubén se les dieron todas estas ciudades y aldeas al este del río Jordán.

Territorio de la tribu de Gad

24 Moisés también le dio su parte a la tribu de Gad, según el número de sus grupos familiares.

25 El territorio de ellos incluía Jazer y todas las ciudades de Galaad, y la mitad del territorio de los amonitas, hasta la ciudad de Aroer, que está al este de Rabá.

26 Se extendía desde Hesbón hasta Ramat-mispé y Betonim, y desde Mahanaim hasta la frontera de Debir.

27 En el valle les tocó Bet-aram, Bet-nimrá, Sucot y Safón, que era la otra parte del territorio que el rey Sihón había gobernado desde Hesbón, con el Jordán como frontera en la punta del Lago de Galilea al este del Jordán.

28 Así que éstas fueron las ciudades entregadas a los grupos familiares de la tribu de Gad.

Territorio de la media tribu de Manasés

29-30 Moisés les había entregado toda la zona de Basán a los grupos familiares de la media tribu de Manasés, desde Mahanaim hacia el norte, es decir, todo el territorio donde había gobernado Og, rey de Basán, incluyendo las sesenta ciudades tomadas por Jaír.

31 A esta media tribu, descendiente de Maquir hijo de Manasés, Moisés le entregó la mitad de Galaad, junto con las ciudades de Astarot y Edrei, donde Og había reinado.

32 De esta manera repartió Moisés el territorio de Moab en el valle del río Jordán, al este de Jericó.

33 Pero a la tribu de Leví no le dio ningún territorio, pues Dios mismo les daría todo lo necesario.

14 El territorio al oeste del Jordán

1 El sacerdote Eleazar y Josué hijo de Nun, junto con los jefes de las familias, repartieron entre los israelitas el territorio cananeo al oeste del río Jordán.

2 Dios le había ordenado a Moisés repartir los territorios de las nueve tribus y media haciendo sorteos.

3-4 Los descendientes de José se habían dividido en dos tribus: la de Manasés y la de Efraín. Moisés ya había repartido la tierra al este del Jordán entre las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés. A los descendientes de Leví no les dio ningún territorio, pero sí les asignó ciudades donde vivir, y campos para criar sus animales.

5 Los israelitas repartieron el territorio según las instrucciones que Dios le había dado a Moisés.

Caleb recibe la ciudad de Hebrón

6 Cierto día, estando los israelitas en Guilgal, algunos de la tribu de Judá vinieron a ver a Josué. Entre ellos estaba Caleb, hijo de Jefuné el quenezita. Caleb le recordó a Josué: Tú bien sabes que nuestro Dios habló con Moisés en Cadés-barnea acerca de nosotros dos.

7 Yo tenía cuarenta años cuando Moisés me envió desde Cadés-barnea a explorar esta tierra. Y yo le conté la verdad sobre lo que había visto.

8 Los que me habían acompañado asustaron a nuestra gente; en cambio, yo confié plenamente en mi Dios.

9 Aquel día Moisés juró que a mi familia y a mí nos daría la tierra por donde anduve, porque le fui fiel a Dios.

10 Eso pasó hace cuarenta y cinco años, y todo este tiempo que nuestro pueblo ha andado por el desierto, Dios me ha protegido, tal como lo prometió. ¡Mírame! Ya tengo ochenta y cinco años,

11 pero estoy tan fuerte hoy como cuando Moisés me envió a explorar. ¡Y todavía puedo pelear!

12 Por eso te pido que me des la región montañosa que Dios me prometió aquel día. Tú bien sabes que los descendientes del gigante Anac viven en ciudades grandes y bien protegidas. Pero con la ayuda de Dios los podré desalojar, y así conquistaré esas ciudades, tal como Dios lo prometió.

13 Josué bendijo a Caleb, y a él y a sus descendientes les dio el territorio de Hebrón.

14 Así fue como Hebrón llegó a pertenecer a Caleb y a su familia, porque Caleb obedeció fielmente al Dios de Israel. Y todavía le pertenece.

15 Antes de eso, Hebrón se llamaba Quiriat-arbá, porque Arbá era el nombre del gigante más importante. Después de esto hubo paz en la región.

15 Territorio de la tribu de Judá

1 El territorio que recibió la tribu de Judá se extendía hacia el sur por el desierto de Sin hasta Temán, en la frontera con Edom.

2 Esta frontera comenzaba en el extremo sur del Mar Muerto,

3-4 seguía hacia el sur por el paso de Acrabim, y cruzaba el desierto de Sin, pasando al sur de Cadés-barnea. Luego seguía hasta la ciudad de Hezrón, subía a Adar, y daba la vuelta por Carcá hasta la ciudad de Asmón. De allí seguía por el arroyo, en la frontera con Egipto, hacia el noroeste, y terminaba en el mar Mediterráneo. Ésta era la frontera sur de la tierra de Judá.

5 Al este, la frontera era todo el Mar Muerto, hasta la desembocadura del río Jordán. Allí comenzaba la frontera norte,

6 que se extendía hasta Bet-hoglá, pasando al norte de Bet-arabá hasta la Roca de Bohan hijo de Rubén.

7 Después subía del valle de Acor hasta Debir, doblando hacia Guilgal frente al paso de Adumim, al sur del valle; pasaba por el manantial de En-semes, y seguía hasta el de En-roguel;

8 luego cruzaba el valle de Ben-hinom, que está al sur de Jerusalén, y subía por la cumbre del cerro al oeste del valle de Hinom, y de allí bajaba al valle de Refaim;

9 daba la vuelta desde la cumbre del cerro hasta el manantial de Neftóah, y seguía por las ciudades del monte Efrón, pasando por Quiriat-jearim.

10 Hacia el oeste de Baalá, la frontera llegaba hasta el monte de Seír, pasaba por Quesalón, por el lado norte del monte Jearim, y bajaba hasta Bet-semes, pasando por Timná.

11 De allí seguía por los cerros al norte de Ecrón, y seguía a Sicrón, hasta Jabneel, pasando por el monte de Baalá, para terminar en el mar Mediterráneo.

12 Por último, la frontera oeste era el mar Mediterráneo. Éstas eran las fronteras del territorio que les tocó a los grupos familiares de la tribu de Judá.

Caleb conquista Hebrón y Debir

13 Dios le había dicho a Josué: Dale a Caleb hijo de Jefuné, una parte del territorio de la tribu de Judá. Josué le asignó entonces la ciudad de Hebrón, que había fundado Arbá, el padre de la raza de gigantes.

14 En esa ciudad vivían los grupos familiares de los gigantes Sesai, Ahimán y Talmai. Caleb los echó de allí y se apoderó de la ciudad.

15 Después salió para atacar a los habitantes de Debir.

16 Y dijo Caleb: Al que conquiste Debir le daré mi hija Acsa por esposa.

17 El que conquistó la ciudad fue su sobrino, Otoniel hijo de Quenaz, así que Caleb le dio a su hija Acsa por esposa.

18 El día de su casamiento Otoniel le dijo a su esposa: —Dile a tu padre que nos dé un terreno. Entonces ella se bajó de su asno, y Caleb le preguntó qué quería.

19 Ella le contestó: —Quiero un regalo de bodas. Ya me diste tierras, pero están en zonas áridas. Dame ahora también manantiales. Y Caleb le dio los manantiales del cerro y los del valle.

Las ciudades de la tribu de Judá

20 El territorio que recibieron los grupos familiares de la tribu de Judá comprendía las siguientes ciudades:

21 En la región sur, cerca de la frontera con Edom, estaban Cabseel, Éder, Jagur,

22 Quiná, Dimoná, Adadá,

23 Cedes, Hasor, Itnán,

24 Zif, Télem, Bealot,

25 Hasor-hadatá, Queriot, Hesrón,

26 Amam, Semá, Moladá,

27 Hasar-gadá, Hesmón, Bet-pélet,

28 Hasar-sual, Beerseba y sus aldeas,

29 Baalá, Iim, Ésem,

30 Eltolad, Quesil, Hormá,

31 Siclag, Madmaná, Sansaná,

32 Lebaot, Silhim y En-rimón. En total eran veintinueve ciudades más las aldeas que las rodeaban.

33 Las ciudades de la llanura eran: Estaol, Sorá, Asná,

34 Zanóah, En-ganim, Tapúah, Enam,

35 Jarmut, Adulam, Socó, Azecá,

36 Saaraim, Aditaim, Guederá y Guederotaim, es decir, catorce[o] ciudades con sus aldeas.

37 Otras ciudades eran Senán, Hadasá, Migdal-gad,

38 Dileán, Mispá, Jocteel,

39 Laquis, Boscat, Eglón,

40 Cabón, Lahmam, Quitlís,

41 Guederot, Bet-dagón, Naamá y Maquedá, es decir, dieciséis ciudades con sus aldeas.

42 Estaban además las ciudades de Libná, Éter, Asán,

43 Ifta, Seana, Nesib,

44 Queilá, Aczib y Maresá, es decir, otras nueve ciudades, con sus aldeas.

45 También estaba Ecrón con sus pueblos y aldeas,

46 y todas las ciudades y aldeas cercanas a Asdod, desde Ecrón hasta el mar Mediterráneo.

47 Formaban parte de este territorio las ciudades de Asdod y Gaza, con sus pueblos y aldeas, cuya zona se extendía hasta el arroyo de Egipto y la costa del mar Mediterráneo.

48 En la región montañosa el pueblo de Judá tenía las siguientes ciudades: Samir, Jatir, Socó,

49 Daná, Debir,

50 Anab, Estemoa, Anim,

51 Gosen, Holón y Guiló. Eran once ciudades con sus aldeas.

52-54 Otras nueve ciudades con sus aldeas eran Arab, Dumá, Esán, Janum, Bet-tapúa, Afecá, Humtá, Sior y Hebrón.

55 Otro grupo de diez ciudades con sus aldeas eran Maón, Carmel, Zif, Jutá,

56 Jezreel, Jocdeam, Zanóah,

57 Caín, Guibeá y Timná.

58 Las ciudades de Halhul, Bet-sur y Guedor,

59 Maarat, Bet-anot y Eltecón, seis ciudades más con sus aldeas.

60 Las ciudades de Quiriat-jearim y Rabá, con sus aldeas.

61 En el desierto les tocaron Bet-arabá, Midín, Secacá,

62 Nibsán, Ciudad de la Sal y En-gadi, es decir, seis ciudades más con sus aldeas.

63 Pero la tribu de Judá no pudo expulsar de Jerusalén a los jebuseos; por eso ellos todavía viven allí.

16 Los territorios de Efraín y Manasés

1 La frontera del territorio asignado a los descendientes de José comenzaba en el sur, a la altura de los manantiales de Jericó, cerca del río Jordán. Luego pasaba por Jericó hacia el noroeste, atravesando el desierto y la región montañosa, hasta Betel.

2 De Betel pasaba por Atarot, donde vivían los arquitas.

3 Seguía luego hacia el oeste por la región de los jafletitas, hasta Bet-horón de abajo. De allí iba hasta Guézer, terminando en el mar Mediterráneo.

4 Así, Efraín y Manasés, descendientes de José, recibieron lo que les correspondía.

Territorio de la tribu de Efraín

5 El territorio de la tribu de Efraín comenzaba en Atarot, seguía hacia el este hasta Bet-horón de arriba,

6 y de allí al mar Mediterráneo. En el extremo norte estaba Micmetat, de donde la frontera seguía hacia el este hasta Taanat-siló, pasando luego por Janóah.

7 Después bajaba a Atarot y a Naará, pasaba por Jericó, y terminaba en el río Jordán.

8 Desde Tapúah la frontera iba hacia el oeste, hasta el arroyo de Caná, y terminaba en el mar Mediterráneo. Éste fue el territorio entregado a los grupos familiares de la tribu de Efraín.

9 Recibieron, además, algunas aldeas y pueblos que quedaban dentro del territorio de Manasés.

10 Sin embargo, los de Efraín no echaron a los cananeos que vivían en Guézer, sino que los dejaron seguir viviendo allí, pero los obligaron a trabajar para ellos como esclavos.

17 Territorios de la tribu de Manasés

1 El territorio de la tribu de Manasés, el hijo mayor de José, se dividió de la siguiente manera: Al grupo familiar de Maquir ya Moisés le había asignado las tierras de Galaad y Basán. Maquir, guerrero valiente, era hijo mayor de Manasés y padre de Galaad.

2 A los grupos familiares de Abiézer, Hélec, Asriel, Siquem, Héfer y Semidá, Josué les asignó sus respectivos territorios. Éstos eran hijos de Manasés y nietos de José.

3 A Selofhad, bisnieto de Maquir, no se le había dado territorio, porque no tuvo hijos. Sólo tuvo cinco hijas, que se llamaban Mahlá, Noá, Hoglá, Milcá y Tirsá.

4 Entonces ellas se presentaron ante el sacerdote Eleazar, ante Josué y ante los líderes, y les dijeron: Dios le ordenó a Moisés que a nosotras se nos dieran tierras, lo mismo que a nuestros parientes varones. Así que de acuerdo con el mandato de Dios, ellas también recibieron tierras.

5-6 Josué asignó tierras tanto a las mujeres como a los hombres descendientes de Manasés. Por eso la tribu de Manasés recibió diez partes al oeste del río Jordán, además de los territorios de Galaad y Basán, que están al este del río.

7 El territorio de Manasés se extendía desde la frontera con la tribu de Aser hasta Micmetat, que está al este de Siquem. De allí seguía hacia el sur hasta el manantial de Tapúah.

8 La región de Tapúah pertenecía a Manasés, excepto la ciudad cerca de la frontera, cuyo nombre también es Tapúah y pertenecía a la tribu de Efraín.

9-10 De allí la frontera sur seguía hacia el oeste por el arroyo Caná, hasta el mar Mediterráneo. La mayor parte del territorio de Manasés estaba al norte del arroyo Caná, pero en la parte que le correspondía al sur del arroyo había algunas ciudades que pertenecían a la tribu de Efraín. Al noroeste, el territorio de Manasés limitaba con el de la tribu de Aser, y al noreste, con el de la tribu de Isacar.

11 Dentro del territorio de esas tribus había también varias ciudades con sus aldeas que pertenecían a Manasés. Éstas son Bet-seán, Ibleam, Dor, Endor, Taanac y Meguido. La tercera ciudad mencionada es la de la costa.

12 Pero la tribu de Manasés no pudo echar a los cananeos de esas ciudades, y todavía están allí.

13 Después, cuando los israelitas se hicieron más fuertes, no desalojaron a los cananeos, pero los obligaron a trabajar para ellos.

Los descendientes de José piden más territorios

14 Un día los descendientes de José le dijeron a Josué: —Dios nos ha bendecido y ahora somos muchos, pero sólo nos has dado una porción de territorio. Necesitamos más.

15 Josué les respondió: —Ya que ustedes son muchos y no les alcanza el territorio de Efraín, vayan a la región de los ferezeos y de los gigantes refaítas, y ábranse espacio en los bosques que allí hay.

16 Ellos dijeron entonces: —Es verdad. No cabemos en la región montañosa de Efraín. Pero los cananeos que viven en el valle tienen carros de hierro, tanto los de Bet-seán y de las aldeas a su alrededor, como los del valle de Jezreel.

17 Josué respondió de esta manera a los descendientes de José, es decir, a Efraín y a Manasés: —Ustedes son muchos y muy poderosos, así que les daré más de una porción de territorio.

18 Toda la región montañosa será de ustedes. Allí hay bosques, pero ustedes podrán desmontarlos y adueñarse de ese territorio. Es cierto que los cananeos son fuertes y tienen carros de hierro, pero ustedes los echarán del territorio.

18 Josué reparte el resto del territorio

1 Cuando los israelitas terminaron de conquistar la tierra, se reunieron todos en Siló. Allí levantaron el santuario, donde se reunían con Dios.

2 Pero todavía faltaba asignar territorio a siete tribus.

3 Entonces Josué les dijo: ¿Qué están esperando para establecerse en la tierra que ya les ha dado el Dios de sus antepasados?

4 Quiero que cada tribu elija a tres hombres. Yo los enviaré a recorrer toda la tierra no repartida, para que luego me informen cómo puede repartirse.

5 Deberán dividir la tierra en siete partes, porque a la tribu de Judá ya se le han asignado territorios en el sur, y a los descendientes de José, en el norte.

6 Cuando me traigan esa información, yo consultaré a Dios para saber cómo asignarlas.

7 Pero los descendientes de Leví no recibirán ninguna parte del territorio. Ellos tendrán el privilegio de servir a Dios como sus sacerdotes. Las tribus de Gad y de Rubén, y la media tribu de Manasés, ya han recibido sus tierras al este del río Jordán. Se las entregó Moisés.

8 Los hombres que habían sido elegidos para hacer el informe se prepararon para salir. Josué les recomendó: Recorran toda la tierra, regresen aquí con su informe, y yo entonces le consultaré a Dios.

9 Aquellos hombres recorrieron toda la tierra, y en su informe señalaron las siete regiones. También hicieron una lista de las ciudades de cada región. Luego volvieron a Siló, donde estaba Josué,

10 y después de consultar con Dios, Josué repartió la tierra, dándole su parte a cada tribu.

El territorio de la tribu de Benjamín

11 El primer territorio sorteado fue el de la tribu de Benjamín. Las tierras que le tocaron en suerte quedaban entre las de Judá y las de Efraín y Manasés.

12 Al norte, su frontera comenzaba en el río Jordán y subía por el cerro al norte de Jericó. Seguía luego hacia el oeste, por la región montañosa, hasta el desierto de Bet-avén.

13 Después iba hasta el cerro, al sur de Betel, bajaba hasta Atarot-adar, sobre el cerro al sur de Bet-horón de abajo.

14 Luego la frontera giraba hacia el sur, desde el lado oeste del cerro, y llegaba a Quiriat-jearim. Esta ciudad pertenece a la tribu de Judá. Éstos eran los límites del lado oeste.

15 La frontera sur partía de las afueras de Quiriat-jearim, siguiendo hasta los manantiales de Neftóah.

16 Bajaba luego hasta la falda del cerro al norte del valle de Refaim, donde comienza el valle de Ben-hinom. Seguía por ese valle al sur del cerro de Jebús, hasta el manantial de En-roguel.

17 Continuaba después hacia el norte hasta En-semes, y de allí a Guelilot, que está frente al paso de Adumim. Luego bajaba hasta la Roca de Bohan hijo de Rubén,

18 y pasaba al norte de los cerros que están frente al valle del Jordán. De allí bajaba al valle,

19 pasaba al norte de Bet-hoglá, y terminaba en la bahía donde desemboca el río Jordán, al norte del Mar Muerto. Éstos eran los límites del lado sur.

20 El río Jordán formaba la frontera este. Tales eran los límites del territorio que fue entregado a la tribu de Benjamín.

21 Las ciudades que les tocaron a los grupos familiares de la tribu de Benjamín fueron Jericó, Bet-hoglá, Émec-quesís,

22 Bet-arabá, Semaraim, Betel,

23 Avim, Pará, Ofrá,

24 Quefar-haamoní, Ofní y Gueba, es decir, un total de doce ciudades con sus respectivas aldeas.

25 Había también otras catorce ciudades con sus aldeas: Gabaón, Ramá, Beerot,

26 Mispá, Quefirá, Mosá,

27 Réquem, Irpeel, Taralá,

28 Selá, Élef, Guibeá, Quiriat y Jebús, que después se llamó Jerusalén. Éste es el territorio que fue entregado a la tribu de Benjamín.

19 Territorios de la tribu de Simeón

1 El segundo territorio sorteado fue para los grupos familiares de la tribu de Simeón. Sus tierras quedaban dentro del territorio de la tribu de Judá.

2 Comprendía las ciudades de Beerseba, Moladá, Sebá,

3 Hasar-sual, Balá, Ésem,

4 Eltolad, Betul, Hormá,

5 Siclag, Bet-marcabot, Hasar-susá,

6 Bet-lebaot y Saruhén. Eran trece[p] ciudades con sus aldeas.

7 También recibieron las ciudades de En-rimón, Éter y Asán, con sus aldeas.

8 Este territorio comprendía todas las ciudades y aldeas en el sur, hasta la ciudad de Ramá en el desierto del sur.

9 Josué le había dado a la tribu de Judá más territorio del que necesitaba, así que le entregó parte de sus tierras a la tribu de Simeón.

Territorio de la tribu de Zabulón

10 El tercer territorio sorteado fue para los grupos familiares de la tribu de Zabulón. El territorio que recibieron llegaba al sur, hasta Sarid.

11 De allí la frontera seguía hacia el oeste hasta Maralá, pasando por Dabéset y el arroyo que está al este de Jocneam.

12 Al este de Sarid, la frontera llegaba hasta Quislot-tabor; de allí seguía a Daberat, y luego subía hasta Jafía.

13 Siguiendo hacia el este, llegaba a Gat-héfer, pasaba por Itá-casín, dando luego la vuelta por Nea hasta Rimón.

14 En el norte, la frontera daba la vuelta hasta Hanatón, y terminaba en el valle de Jefté-el.

15-16 Este territorio que recibió la tribu de Zabulón incluía doce ciudades con sus aldeas. Entre ellas estaban Catat, Nahalal, Simrón, Idalá y Belén.

Territorio de la tribu de Isacar

17 El cuarto territorio sorteado fue para los grupos familiares de la tribu de Isacar.

18 Comprendía las ciudades de Jezreel, Quesulot, Sunem,

19 Hafaraim, Sihón, Anaharat,

20 Rabit, Quisión, Ebes,

21 Rémet, En-ganim, En-hadá y Bet-pasés.

22 En el norte, su frontera hacia el este iba desde el monte Tabor hasta el río Jordán, pasando por las ciudades de Sahasimá y Bet-semes.

23 Todo este territorio, incluyendo las dieciséis ciudades con sus aldeas, pertenecía a la tribu de Isacar.

Territorio de la tribu de Aser

24 El quinto territorio sorteado fue para los grupos familiares de la tribu de Aser.

25 Al sur, la frontera iba desde la ciudad de Helcat hacia el oeste, incluyendo las ciudades de Halí, Beten, Acsaf,

26 Alamélec, Amad y Misal. La frontera oeste era el monte Carmelo y Sihor-libnat.

27 Al este, la frontera partía de Helcat hacia el norte, hasta Bet-dagón. Luego de pasar por el territorio de la tribu de Zabulón, seguía por el valle de Jefté-el hasta Bet-émec y Neiel. Después pasaba por Cabul,

28 Abdón, Ebrón, Rehob, Hamón y Caná, terminando en Sidón.

29 De allí giraba hacia Ramá, llegaba hasta el fuerte de Tiro, continuaba por Hosá y terminaba en el mar Mediterráneo. Comprendía también a Mahaleb, a Aczib,

30-31 a Umá, a Afec y a Rehob. Estas veintidós ciudades con sus aldeas estaban comprendidas dentro del territorio que recibió la tribu de Aser.

Territorio de la tribu de Neftalí

32 El sexto territorio sorteado fue para los grupos familiares de la tribu de Neftalí.

33 La frontera norte iba desde la ciudad de Hélef, pasando por el roble cercano a Saanamim, seguía por las ciudades de Adamí-néqueb y Jabneel hasta Lacum, y terminaba en el río Jordán.

34 La frontera sur comenzaba en el Jordán; llegaba, por el oeste, hasta la ciudad de Aznot-tabor. Allí giraba al norte y seguía por la frontera de la tribu de Zabulón, hasta la ciudad de Hucoc. Después seguía hacia el oeste, siempre bordeando la frontera de Zabulón. Al oeste, su frontera daba con el territorio de la tribu de Aser, y al este, con el río Jordán.

35 Las ciudades fortificadas eran Sidim, Ser, Hamat, Racat, Quinéret,

36 Adamá, Ramá, Hasor,

37 Quedes, Edrei, En-hasor,

38-39 Irón, Migdal-el, Horem, Bet-anat y Bet-semes. En total había diecinueve[q]ciudades con sus aldeas en el territorio entregado a la tribu de Neftalí.

Territorio de la tribu de Dan

40 El séptimo territorio sorteado fue para los grupos familiares de la tribu de Dan.

41 Comprendía las ciudades de Sorá, Estaol, Ir-semes,

42 Saalbim, Aialón, Jetlá,

43 Elón, Timnat, Ecrón,

44 Eltequé, Guibetón, Baalat,

45 Jehúd, Bené-berac, Gat-rimón,

46 Mejarcón y Racón, junto con la región frente a Jope.

47-48 Todas estas ciudades y sus aldeas pertenecían a la tribu de Dan. Más tarde los de Dan perdieron sus tierras, así que fueron al norte y atacaron la ciudad de Lésem. Mataron a toda la gente que allí vivía, y se apoderaron de la ciudad. A la ciudad le cambiaron el nombre y la llamaron Dan, en honor de su antepasado.

Territorio asignado a Josué

49 Cuando los israelitas terminaron de repartir la tierra, le dieron su parte a Josué.

50 Por orden de Dios le dieron la ciudad que Josué había pedido, es decir, Timnat-sérah, en la región montañosa de la tribu de Efraín. Josué reconstruyó la ciudad y vivió allí.

51 Josué, el sacerdote Eleazar y los jefes de los grupos familiares consultaron a Dios antes de hacer el sorteo de cada uno de estos territorios. Para esto se reunieron a la entrada del santuario, en Siló. Y así terminó el reparto de los territorios.

20 Las ciudades de refugio

1 Después de esto Dios le dijo a Josué:

2 Recuérdales a los israelitas que deben elegir algunas ciudades que servirán de refugio. Ya les había hablado de esto por medio de Moisés.

3 Cualquiera que, sin querer, mate a otra persona, podrá refugiarse en esas ciudades y así escapar de los parientes del muerto que quieran vengarse.

4 Al llegar a una de estas ciudades, se presentará ante las autoridades que se reúnen a la entrada de la ciudad, y les explicará lo que pasó. Ellos entonces lo dejarán entrar y le asignarán un lugar donde pueda quedarse a vivir.

5 Si los que buscan vengarse lo siguen hasta allí, las autoridades de la ciudad no se lo entregarán. Tienen que protegerlo, porque dio muerte a otro por accidente y no porque fueran enemigos.

6 El que buscó refugio tendrá que ser juzgado públicamente y se quedará en esa ciudad hasta que haya fallecido el jefe de los sacerdotes que lo juzgó. Sólo entonces podrá volver a su propia casa en la ciudad de donde huyó.

7 Los israelitas eligieron las siguientes ciudades: Quedes, en Galilea, en las montañas de la tribu de Neftalí. Siquem, en las montañas de la tribu de Efraín. Hebrón, en las montañas de la tribu de Judá.

8 Béser, de la tribu de Rubén, en la meseta del desierto que está al este de Jericó, al otro lado del río Jordán. Ramot, de la tribu de Gad, en la región de Galaad. Golán, de la tribu de Manasés, en la región de Basán.

9 Estas ciudades de refugio fueron elegidas para todos los israelitas, y también para los extranjeros que vivieran con ellos. Cualquier persona que matara a otra sin querer, podía refugiarse allí. De esa manera el pariente más cercano del muerto no podía vengarse, y el que buscó refugio tenía derecho a ser juzgado públicamente.

21 Las ciudades de los levitas

1-2 Los israelitas estaban acampando cerca de la ciudad de Siló, en la tierra de Canaán. Un día, los jefes de los grupos familiares de la tribu de Leví fueron a hablar con los jefes de las otras tribus, con Josué y con el sacerdote Eleazar. Les dijeron: Por medio de Moisés, Dios ordenó que se nos dieran ciudades para que viviéramos en ellas, y también campos de pastoreo para nuestros ganados.

3 Así que, de acuerdo con ese mandato de Dios, los israelitas dieron a la tribu de Leví algunas de sus ciudades y campos de pastoreo.

4 Primero, se asignaron ciudades al grupo familiar de Quehat. A las familias quehatitas que descendían del sacerdote Aarón se les asignaron trece ciudades dentro de los territorios de Judá, Simeón y Benjamín.

5 Los otros quehatitas recibieron diez ciudades dentro de los territorios de Efraín, Dan y Manasés Occidental[r].

6 El grupo familiar de Guersón recibió trece ciudades de los territorios de Isacar, Aser, Neftalí y Manasés Oriental[s].

7 El grupo familiar de Merarí recibió doce ciudades de las pertenecientes a Rubén, a Gad y a Zabulón.

8 Los israelitas asignaron a los de la tribu de Leví estas ciudades y sus campos de pastoreo por medio de un sorteo, de acuerdo con el mandato que Dios le había dado a Moisés.

9-10 En el primer sorteo, algunas de las familias quehatitas recibieron ciudades en los territorios de las tribus de Judá y de Simeón:

11 En la región montañosa de Judá les dieron la ciudad de Arbá, que es Hebrón. Arbá era padre de Anac. También se les entregaron los campos de pastoreo alrededor de la ciudad,

12 pero no así las tierras y aldeas, porque ya se las habían dado a Caleb hijo de Jefuné.

13 Además de Hebrón, que era una de las ciudades de refugio para quienes mataran sin intención, los descendientes de Leví recibieron las siguientes ciudades: Libná,

14 Jatir, Estemoa,

15 Holón, Debir,

16 Ain, Jutá y Bet-semes, junto con sus campos de pastoreo. Estas nueve ciudades quedaban dentro de los territorios de Judá y de Simeón.

17 En los territorios de Benjamín se les asignaron cuatro ciudades: Gabaón, Gueba,

18 Anatot y Almón, junto con sus campos de pastoreo.

19 En total, a los sacerdotes, descendientes de Aarón, se les entregaron trece[t] ciudades con sus campos de pastoreo.

20 A las otras familias quehatitas se les asignaron cuatro ciudades dentro del territorio de la tribu de Efraín.

21 Una de ellas, Siquem, estaba en las montañas y era una ciudad de refugio. Las otras tres eran: Guézer,

22 Quibsaim y Bet-horón.

23 De la tribu de Dan recibieron cuatro ciudades: Eltequé, Guibetón,

24 Aialón y Gat-rimón, cada una con sus campos de pastoreo.

25 Del territorio de Manasés Occidental recibieron dos ciudades: Taanac y Gat-rimón.

26 En total estas familias quehatitas recibieron diez ciudades, cada una con sus propios campos de pastoreo.

27 A las familias del grupo familiar de Guersón, descendiente de Leví, se les asignaron dos ciudades dentro del territorio de Manasés Oriental. En la región de Basán recibieron Beeterá y Golán, que era una ciudad de refugio.

28 Del territorio del grupo familiar de Isacar recibieron cuatro ciudades: Quisión, Daberat,

29 Jarmut y En-ganim.

30 Del territorio de la tribu de Aser recibieron otras cuatro ciudades: Misael, Abdón,

31 Helcat y Rehob.

32 Del territorio de la tribu de Neftalí recibieron tres ciudades: Hamot-dor, Cartán y Quedes, en la región de Galilea.

33 En total, las familias del grupo familiar de Guersón recibieron trece ciudades con sus correspondientes campos de pastoreo.

34 Al resto de los descendientes de Leví, es decir, al grupo familiar de Merarí, se les asignaron cuatro ciudades en el territorio de la tribu de Zabulón: Jocneam, Carta,

35 Dimná y Nahalal.

36 Del territorio de la tribu de Rubén se les asignaron otras cuatro ciudades: Béser, Jahas,

37 Cademot y Mefáat.

38-39 Del territorio de la tribu de Gad recibieron también cuatro ciudades: Mahanaim, Hesbón, Jazer y Ramot, en la región de Galaad, que era ciudad de refugio.

40 En total el grupo familiar de Merarí recibió doce ciudades con sus respectivos campos de pastoreo.

41 Dentro del territorio israelita, los de la tribu de Leví recibieron en total cuarenta y ocho ciudades con sus correspondientes campos de pastoreo.

42 Estos campos estaban ubicados alrededor de cada una de las ciudades.

Dios cumple sus promesas

43 Así fue como Dios entregó a los israelitas toda la tierra que bajo juramento ya había prometido darles. Ellos se instalaron y vivieron allí.

44 Dios también les había prometido que vivirían en paz, y lo cumplió. Les dio la victoria sobre todos sus enemigos, y ninguno pudo hacerles frente.

45 Dios cumplió con todas las promesas que les había hecho a los israelitas; no dejó de cumplir ninguna de ellas.

22 Las tribus que regresan a su territorio

1 Después que Josué repartió la tierra, mandó llamar a las tribus de Rubén, Gad y Manasés Oriental,

2 y les dijo: Ustedes obedecieron todas las órdenes que recibieron de Moisés, y también han obedecido las mías.

3 Han tenido mucho cuidado de obedecer todos los mandamientos de nuestro Dios, y siempre han estado al lado de sus hermanos israelitas para ayudarlos.

4 Ahora ellos tienen paz, tal como se lo prometió nuestro Dios. Pueden regresar a los territorios que conquistaron al este del río Jordán, a las tierras que Moisés les dio.

5 Pero no se olviden de cumplir sus órdenes. Amen a Dios y hagan lo que él quiere. Obedezcan todos sus mandatos y manténganse fieles a él. Sírvanle de todo corazón y con todas sus fuerzas.

6-9 Ustedes regresan ahora con muchas riquezas. Les han quitado a sus enemigos vacas, ovejas, oro, plata, bronce, hierro y gran cantidad de ropa. Compartan todo eso con sus familiares. Le pido a Dios que los bendiga y los trate bien. Pueden regresar a sus tierras. Las tribus de Rubén y de Gad dejaron a los demás israelitas en Siló, en la región de Canaán, y regresaron a sus territorios. Se fueron a la región de Galaad, que habían conquistado por una orden de Dios recibida a través de Moisés. Moisés ya le había asignado tierras a media tribu de Manasés en Basán, al este del río Jordán. Josué, por su parte, le asignó tierras a la otra mitad de Manasés, al oeste del Jordán, por lo que ellos se quedaron en Siló con el resto de los israelitas.

El altar al este del Jordán

10 Cuando las tribus de Rubén, Gad y Manasés Oriental llegaron a la región del Jordán, antes de cruzar el río levantaron un gran altar.

11 Los demás israelitas se enteraron de que esas tribus habían levantado un altar en territorio israelita, en la frontera de Canaán sobre la ribera oeste del río Jordán.

12 En cuanto lo supieron, todos los soldados en Siló se reunieron para ir a pelear contra las otras dos tribus y media.

13 Pero antes enviaron a Finees, hijo del sacerdote Eleazar, para hablar con las tribus de Rubén, Gad y Manasés Oriental, que estaban en Galaad.

14 Con él iban también diez jefes de grupos familiares, uno por cada tribu israelita.

15 Al llegar a la tierra de Galaad, en donde estaban las dos tribus y media,

16 hablaron con ellos de parte de todo el pueblo de Dios, y les dijeron: —¿Por qué han traicionado al Dios de Israel? ¿Por qué han levantado este altar en rebeldía contra Dios?

17 ¿Se acuerdan del pecado que cometimos en Peor, y de la terrible enfermedad con que Dios nos castigó? Todavía estamos sufriendo las consecuencias,

18 ¿y ahora van a dejar de obedecerle? ¿No se dan cuenta de que, si hoy se ponen ustedes rebeldes, mañana Dios castigará a todos los israelitas?

19 Si les parece que en el territorio que les ha tocado no pueden adorar a Dios, vengan al lugar que Dios ha elegido para adorarlo. Busquen un lugar en nuestro territorio donde puedan establecerse, pero no se rebelen contra Dios. Si se apartan de él, también nosotros resultaremos culpables. Así que no levanten otro altar aparte del altar de nuestro Dios.

20 No se olviden nunca del caso de Acán, hijo de Zérah, que se guardó algo que debía haber destruido, y todo el pueblo israelita fue castigado. ¡Acán no fue el único que murió por su pecado!

21 Entonces las dos tribus y media respondieron:

22-23 —¡Nuestro Dios es el más poderoso de todos los dioses! ¡Él sabe por qué hicimos esto, y queremos que ustedes lo sepan también! Si hemos levantado este altar por rebeldía, o para apartarnos de Dios, no nos perdonen la vida. Que Dios nos castigue si lo hemos construido para presentar nuestras ofrendas.

24 Pero no es así. Lo construimos porque teníamos miedo de que algún día los hijos de ustedes les dijeran a los nuestros: «¡Ustedes no tienen nada que ver con el Dios de Israel!

25 Dios dispuso que el río Jordán sirviera como frontera entre ustedes y nosotros, los de Rubén y de Gad. Así que no tienen ustedes nada que ver con Dios». Entonces los hijos de ustedes podrían obligar a los nuestros a dejar de adorar a Dios.

26 Por eso levantamos un altar, no para presentar ofrendas,

27 sino como una señal para ustedes y para nosotros, para que nuestros hijos sepan que servimos a nuestro Dios, y que a él presentamos nuestras ofrendas. De esta forma los hijos de ustedes no podrán decirles a los nuestros: «Ustedes no tienen nada que ver con nuestro Dios».

28 Si esto ocurriera, pensamos que nuestros hijos podrían responder: «Nuestros antepasados construyeron un altar igual al de Siló para que se vea que nosotros también lo adoramos, y no para presentar ofrendas».

29 Por cierto que no nos rebelamos contra Dios, ni hemos construido un altar en donde ofrecerle sacrificios, ni queremos reemplazar al que está en Siló.

30 Cuando el sacerdote Finees y los diez jefes escucharon la explicación, quedaron satisfechos.

31 Entonces Finees les dijo: —Ahora entendemos que ustedes no se estaban rebelando. Dios ha estado actuando entre nosotros, y no nos va a castigar.

32 Después de esto, Finees y los que habían ido con él dejaron a las tribus de Rubén y Gad que estaban en Galaad, y regresaron a Canaán para hablar con los israelitas y darles un informe.

33 A los israelitas les pareció bien la explicación de las otras tribus, y alabaron a Dios. Ya no hablaron de salir a pelear contra las tribus de Rubén y de Gad, ni de destruir sus tierras.

34 Esas tribus le pusieron al altar el nombre de Testimonio porque, según dijeron, sería para todos un testimonio de que nuestro Dios es el único Dios.

23 Josué se despide de su pueblo

1 Hacía mucho tiempo que Dios les había dado paz a los israelitas. Para entonces, Josué ya era viejo,

2 y mandó llamar a todos los líderes israelitas. Y les dijo: Yo ya estoy muy viejo.

3 Ustedes han visto todo lo que nuestro Dios ha hecho en favor de ustedes con estas naciones. Dios mismo ha luchado por ustedes.

4 Les he dado a sus tribus todo el territorio que va desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo. Esto es, la tierra de las naciones que ya hemos conquistado, y también la de las naciones que todavía falta conquistar.

5 Nuestro Dios nos prometió: «Yo haré retroceder a sus enemigos. A medida que ustedes avancen, echaré a sus enemigos y ustedes se apoderarán de esas tierras». Y cumplirá su promesa: echará a las naciones que todavía están en la tierra.

6 Pero obedezcan fielmente todo lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés. No se olviden de nada.

7 No se mezclen con la gente de aquí, que todavía vive entre ustedes. No adoren a sus dioses ni los obedezcan. No juren por esos dioses, y ni siquiera mencionen sus nombres.

8 Al contrario, sigan fieles a Dios, como hasta ahora,

9 porque a medida que ustedes avanzaban él expulsó a naciones grandes y poderosas. Nadie ha podido hacerles frente.

10 Uno solo de ustedes puede hacer huir a mil enemigos, porque tal como lo prometió, nuestro Dios pelea por ustedes.

11 Pero sólo a Dios deben amar, ¡sólo él es nuestro Dios!

12 Manténganse fieles a él. No se mezclen con las naciones que todavía viven allí, ni se casen con su gente.

13 De lo contrario, Dios no expulsará a estas naciones de delante de ustedes, sino que serán como una red o una trampa que los hará caer. Dios los usará como un látigo sobre las espaldas de ustedes, y como espinas en sus ojos. Y esto seguirá así, hasta que no quede ninguno de ustedes en esta tierra buena que nuestro Dios nos ha dado.

14 Pronto moriré, como todo el mundo. Ustedes saben en su corazón que nuestro Dios no ha dejado de cumplir nada de todo lo bueno que nos prometió. Todo lo que prometió se ha hecho realidad.

15-16 Pero así como ha cumplido con todo lo bueno que les prometió, también cumplirá en castigarlos si lo desobedecen. Dios hizo un trato con ustedes, y espera que lo cumplan. Si ustedes no le son fieles, sino que adoran a otros dioses, él se enojará y los castigará hasta que no quede uno solo de ustedes en esta buena tierra que nuestro Dios nos ha dado.

24 Josué reúne al pueblo

1 Josué hizo reunir en Siquem a todas las tribus israelitas. Llamó a todos los líderes a reunirse frente al santuario.

2 Allí le dijo a todo el pueblo: Esto es lo que el Dios de Israel les dice: «Hace mucho tiempo, sus antepasados vivían en Mesopotamia, y adoraban a otros dioses. Uno de sus antepasados fue Térah, el padre de Abraham y Nahor.

3 Desde ese país conduje a Abraham por toda la tierra de Canaán, le di un hijo que se llamó Isaac, y de él nació una familia numerosa.

4 A Isaac le di dos hijos, que se llamaron Jacob y Esaú. A Esaú le di la región montañosa de Seír, pero Jacob se fue a Egipto con su familia.

5-6 Más tarde, envié a Moisés y a Aarón para liberar a los antepasados de ustedes, pero a los egipcios les causé grandes desastres. De allí hice salir a los antepasados de ustedes, y los guié hasta el Mar de los Juncos. Cuando los egipcios los persiguieron con carros de guerra y caballos,

7 me pidieron que los salvara. Entonces yo puse mucha oscuridad entre ellos y los egipcios, e hice que el mar se los tragara y se ahogaran. Ustedes saben bien todo lo que yo hice en Egipto. Después vivieron mucho tiempo en el desierto,

8 hasta que los traje a la tierra de los amorreos, al este del río Jordán. Los amorreos salieron a combatirlos, pero yo les di la victoria a ustedes, y así conquistaron ese territorio.

9 Después Balac, rey de los moabitas, se puso en contra de ustedes, y mandó llamar a Balaam. Le pidió que los maldijera,

10 pero yo no se lo permití y él tuvo que bendecirlos. Fue así como los salvé a ustedes.

11 Luego cruzaron el río Jordán y llegaron hasta Jericó. Los de Jericó pelearon contra ustedes, y también todos los pueblos de Canaán[u], pero yo hice que ustedes los vencieran.

12 No fueron ustedes los que derrotaron a los dos reyes amorreos, sino que ellos huyeron porque yo los hice temblar de miedo.

13 Yo les di a ustedes esas tierras, no tuvieron que trabajarlas ni edificar ciudades. Ahora viven allí, y comen uvas y aceitunas de huertos que jamás plantaron».

El pueblo renueva su pacto con Dios

14 Luego Josué añadió: —Respeten a Dios, obedézcanlo, y sean fieles y sinceros con él. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraban en Mesopotamia y en Egipto, y obedezcan sólo a Dios.

15 Si no quieren serle obedientes, decidan hoy a quién van a dedicar su vida. Tendrán que elegir entre los dioses a quienes sus antepasados adoraron en Mesopotamia, y los dioses de los amorreos en cuyo territorio ustedes viven ahora. Pero mi familia y yo hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios.

16 El pueblo le respondió: —¡Nunca abandonaremos a nuestro Dios! ¡Jamás seguiremos a otros dioses!

17 Dios puso en libertad a nuestros antepasados; nos libró de la esclavitud de Egipto. Sabemos de los milagros que él hizo, y de cómo nos ha protegido al pasar por muchas naciones hasta llegar aquí.

18 Dios expulsó a todos los pueblos que estaban en nuestro camino, y a los amorreos que aquí vivían. Por eso obedeceremos a nuestro Dios.

19 Josué les dijo: —No es fácil vivir para Dios. Él no tolera el pecado ni acepta dioses rivales, y espera que se le obedezca en todo. Si le son infieles no los va a perdonar.

20 Aunque siempre ha sido bueno con ustedes, se enojará si lo abandonan y adoran a otros dioses. ¡Los castigará y los destruirá por completo!

21 El pueblo le respondió a Josué: —¡Jamás haremos tal cosa! ¡Hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios!

22 Josué les dijo entonces: —Ustedes mismos son sus propios testigos de que han decidido vivir para Dios. —¡Así es! —respondieron ellos.

23 Josué añadió: —Entonces desháganse de esos dioses que todavía tienen, y prometan ser fieles al Dios de Israel.

24 Y el pueblo respondió: —Nosotros viviremos para Dios, y sólo obedeceremos sus órdenes.

25 Así fue como aquel día Josué y el pueblo reafirmaron en Siquem su pacto con Dios. En ese pacto se insistió una vez más en las leyes y mandamientos que el pueblo debía obedecer.

26 Josué los escribió en el libro de la Ley de Dios. Luego tomó una gran piedra y la colocó debajo del roble que está junto al santuario de Dios.

27 Le dijo a todo el pueblo: —Esta piedra que ven aquí, es testigo de todo lo que nuestro Dios nos ha dicho. La pongo aquí para recordarles que deben ser fieles a nuestro Dios.

28 Luego Josué despidió al pueblo y cada uno se volvió a su propio territorio.

Entierro de Josué, Eleazar y José

29 Algún tiempo después murió Josué. En el momento de su muerte, este servidor de Dios tenía ciento diez años.

30 Lo enterraron en su propio territorio, en Timnat-sérah, que está en la región montañosa de la tribu de Efraín, al norte del monte Gaas.

31 Mientras vivió Josué, los israelitas obedecieron sólo al Dios de Israel, su Dios. Después de que murió Josué, el pueblo permaneció fiel a Dios. Pero sólo lo hizo mientras vivieron los líderes que sabían todo lo que Dios había hecho a favor de ellos.

32 Cuando los israelitas salieron de Egipto, trajeron consigo los restos de José y los enterraron en un terreno de la ciudad de Siquem. Jacob había comprado ese terreno por cien monedas de plata a los hijos de Hamor, padre de Siquem. Así el terreno llegó a pertenecer a los descendientes de José.

33 También murió Eleazar hijo de Aarón, y fue enterrado en un cerro, en la región montañosa de la tribu de Efraín. Ese cerro pertenecía a su hijo Finees.


Notas de Josué

[a] Josué 1:12 Tribu: Una tribu estaba formada por clanes o grupos de familias que compartían el mismo nombre, la misma cultura y el mismo idioma. <<

[b] Josué 3:10 Habitantes de Canaán: Se trata de los hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, gergeseos, heveos y jebuseos, pueblos que vivían en las montañas, en la llanura y en la costa oriental del mar Mediterráneo, hasta el monte Líbano. <<

[c] Josué 4:19 Abib: Primer mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de marzo a mediados de abril. <<

[d] Josué 5:3 Aralot: Palabra hebrea que significa prepucios. <<

[e] Josué 5:9 Guilgal: Este nombre suena parecido a la palabra hebrea que significa quitar, hacer rodar. <<

[f] Josué 5:10 Abib. Véase nota en 4.19. <<

[g] Josué 7:14 Tribu. Véase nota en 1.12. <<

[h] Josué 7:24 Acor: Este nombre significa problemas. <<

[i] Josué 9:1 Pueblos de Canaán: Véase nota en 3.10. <<

[j] Josué 9:17 Las ciudades: es decir, Gabaón, Quefirá, Beerot y Quiriat-jearim. <<

[k] Josué 10:40 Gosen: Ciudad al sur de Palestina. No debe confundirse con la ciudad egipcia del mismo nombre. <<

[l] Josué 11:6 Dejar inútiles a los caballos: Es decir, que les cortarían el tendón principal de las patas traseras. <<

[m] Josué 12:4 Los refaítas: eran una raza de gigantes. <<

[n] Josué 13:12 Refaítas: Véase nota en 12.4. <<

[o] Josué 15:36 Catorce: Así en el texto hebreo. Las ciudades mencionadas son quince. <<

[p] Josué 19:6 Trece: Así en el texto hebreo. Las ciudades mencionadas son catorce. <<

[q] Josué 19:38 Diecinueve: Así en el texto hebreo. Las ciudades mencionadas son dieciséis. <<

[r] Josué 21:5 Manasés Occidental: Se denomina así a la media tribu de Manasés que se estableció al oeste del río Jordán. <<

[s] Josué 21:6 Manasés Oriental: Se denomina así a la media tribu de Manasés que se estableció al este del río Jordán. <<

[t] Josué 21:19 Trece: Así en el texto hebreo. Las ciudades mencionadas son doce. Véanse versículos 13-16. <<

[u] Josué 24:11 Pueblos de Canaán: Véase nota en 3.10. <<

🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 06: Josué


Reflexión sobre el libro Josué

El libro de Josué es una narración histórica de la conquista de la Tierra Prometida por parte del pueblo de Israel bajo la dirección de Josué. Este libro es un testimonio de la fidelidad y el poder de Dios, y nos enseña la importancia de la fe y la obediencia en nuestra vida espiritual.

Una de las lecciones más importantes que podemos aprender del libro de Josué es la importancia de confiar en Dios y su promesa. El pueblo de Israel confió en la promesa de Dios de darles la Tierra Prometida, y a pesar de los obstáculos y desafíos que encontraron en el camino, lograron conquistarla gracias a su fe y obediencia.

Esta lección es especialmente relevante en nuestra vida diaria, donde a menudo enfrentamos desafíos y obstáculos que pueden hacernos dudar de la promesa de Dios. El libro de Josué nos recuerda que, aunque la vida puede ser difícil, podemos confiar plenamente en Dios y su plan para nuestras vidas.

Otra lección que podemos aprender del libro de Josué es la importancia de la obediencia. Josué dirigió al pueblo de Israel con fidelidad y obediencia a las instrucciones de Dios, lo que les permitió conquistar la Tierra Prometida. La obediencia a Dios es esencial en nuestra vida espiritual, y nos permite vivir de acuerdo a su voluntad y propósito.

Finalmente, el libro de Josué nos enseña la importancia de recordar y celebrar las victorias de Dios en nuestra vida. Después de cada batalla, Josué instruyó al pueblo de Israel a construir monumentos y celebrar la victoria de Dios. Esto les permitió recordar la fidelidad y el poder de Dios en su vida y mantener su fe y obediencia a él.

En conclusión, el libro de Josué es una lección valiosa sobre la fidelidad y el poder de Dios, y nos enseña la importancia de confiar en él, obedecer su voluntad y recordar sus victorias en nuestra vida. Que la lectura de este libro nos lleve a una mayor comprensión de la voluntad de Dios y a una vida más plena y satisfactoria en su presencia.

error: Content is protected !!