Lucas

Evangelio de Lucas

La sección de «Lucas» en los Evangelios de la Biblia es uno de los cuatro relatos principales de la vida de Jesucristo. Este evangelio fue escrito por Lucas, quien fue un médico y compañero del apóstol Pablo, y se cree que fue escrito alrededor del año 80 d.C.

El Evangelio de Lucas se caracteriza por su énfasis en la compasión y el amor de Jesús hacia los pobres, los enfermos y los marginados de la sociedad. Lucas también se enfoca en la oración y el papel del Espíritu Santo en la vida de Jesús y en la vida de los creyentes.

En la sección de «Lucas» de la Biblia, los lectores pueden encontrar relatos detallados y emotivos sobre la vida y ministerio de Jesucristo, desde su nacimiento en Belén hasta su crucifixión y resurrección en Jerusalén. Además, Lucas también incluye algunas de las parábolas más conocidas de Jesús, como la del buen samaritano y la del hijo pródigo.

Este evangelio es una valiosa fuente de inspiración y enseñanza para los cristianos de todo el mundo, y sigue siendo una de las obras más leídas y estudiadas de la Biblia. La sección de «Lucas» es una lectura fascinante y edificante que nos ayuda a comprender mejor la vida y el mensaje de Jesús, y nos invita a seguir su ejemplo de amor y compasión hacia los demás.

El Evangelio de Lucas

1 El ángel Gabriel y Zacarías

1-4 Muy distinguido amigo Teófilo: Usted bien sabe que muchos se han puesto a escribir informes acerca de las cosas que han pasado entre nosotros. Las escribieron tal como nos las contaron quienes estuvieron con Jesús desde el principio. A ellos, Jesús los mandó a anunciar su mensaje. Yo también he estudiado con mucho cuidado todo lo sucedido, y creo conveniente ponerlo por escrito, tal y como sucedió. Así, usted podrá saber si le han contado la verdad.

5 Zacarías fue un sacerdote que vivió cuando Herodes el Grande era rey de los judíos. Prestaba servicio en el templo con el grupo del sacerdote Abías. Su esposa se llamaba Isabel y era descendiente del sacerdote Aarón.

6 Isabel y Zacarías eran muy buenos y obedecían todos los mandamientos de Dios.

7 No tenían hijos, pues Isabel no había podido quedar embarazada y, además, los dos eran muy viejos.

8 Cierto día, le tocó al grupo de sacerdotes de Zacarías el turno de servir a Dios en el templo.

9 Los sacerdotes acostumbraban nombrar a uno del grupo, para que entrara en el templo de Dios y quemara incienso en el altar. Esta vez le tocó a Zacarías entrar a quemar el incienso,

10 mientras el pueblo se quedaba afuera orando.

11 De pronto, un ángel de Dios se le apareció a Zacarías al lado derecho del altar.

12 Cuando Zacarías vio al ángel, tuvo mucho miedo y no supo qué hacer.

13 Pero el ángel le dijo: —¡No tengas miedo, Zacarías! Dios ha escuchado tus oraciones. Tu esposa Isabel tendrá un hijo, y lo llamarás Juan.

14 Su nacimiento te va a hacer muy feliz, y muchos también se alegrarán.

15 Tu hijo va a ser muy importante ante Dios. No tomará vino ni cerveza, y el Espíritu Santo estará con él desde antes de que nazca.

16 Este niño hará que muchos en Israel dejen de hacer lo malo y obedezcan a Dios.

17 Llegará antes que el Mesías, y tendrá el mismo poder y el mismo espíritu que antes tuvo el profeta Elías. Su mensaje hará que los padres se reconcilien con sus hijos, y que los desobedientes comprendan su error y sigan el ejemplo de los que sí obedecen. Además, preparará al pueblo de Israel para recibir al Mesías.

18 Zacarías le dijo al ángel: —Mi esposa y yo somos ya muy viejos. ¿Cómo sabré que todo pasará tal como dices?

19 El ángel le respondió: —Yo soy Gabriel, ayudante especial de Dios. Él me envió a darte esta buena noticia.

20 Pero como no me creíste, no vas a poder hablar hasta que suceda lo que te dije.

21 Toda la gente estaba afuera, esperando a Zacarías, y se preguntaba por qué no salía del templo.

22 Cuando Zacarías salió, no podía hablar y sólo hacía señas con las manos. Entonces la gente comprendió que Zacarías había tenido una visión.

23 Al terminar su turno en el templo, Zacarías regresó a su casa.

24 Poco tiempo después, su esposa quedó embarazada; y durante cinco meses no salió de la casa, pues pensaba:

25 ¡Dios ha hecho esto conmigo para que la gente ya no me desprecie!

El ángel Gabriel y María

26 Cuando Isabel ya tenía seis meses de embarazo, Dios mandó al ángel Gabriel a Nazaret, un pueblo de la región de Galilea.

27 El ángel llevaba un mensaje para una joven llamada María. Ella estaba comprometida para casarse con José, quien era descendiente del rey David.

28 El ángel entró a donde estaba María, la saludó y le dijo: —¡Dios te ha bendecido de manera especial! El Señor está contigo.

29 María se sorprendió mucho al oír un saludo tan extraño, y se preguntaba qué significaba eso.

30 Entonces el ángel le dijo: —No tengas miedo, María, porque Dios te ha dado un gran privilegio.

31 Vas a quedar embarazada; y tendrás un hijo, a quien le pondrás por nombre Jesús.

32 Este niño llegará a ser muy importante, y lo llamarán «Hijo del Dios altísimo». Dios lo hará rey, como hizo con su antepasado David;

33 gobernará a la nación de Israel para siempre, y su reinado no terminará nunca.

34 María le preguntó al ángel: —¿Cómo pasará esto, si aún no me he casado?

35 El ángel le contestó: —El Espíritu Santo se acercará a ti; el Dios altísimo te cubrirá con su poder. Por eso el niño vivirá completamente dedicado a Dios, y será llamado «Hijo de Dios».

36 Tu prima Isabel, aunque ya es muy vieja, también va a tener un hijo. La gente pensaba que ella nunca podría tener hijos, pero hace ya seis meses que está embarazada.

37 Eso demuestra que para Dios todo es posible.

38 María respondió: —Yo soy la esclava del Señor. Que suceda todo tal como me lo has dicho. Y el ángel se fue.

María visita a Isabel

39 A los pocos días, María fue de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea.

40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

41 Cuando Isabel oyó el saludo, el niño saltó de alegría dentro de ella. Isabel, llena del Espíritu Santo,

42 dijo en voz alta a María: —¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres! Y también ha bendecido al hijo que tendrás.

43 ¿Por qué has venido a visitarme, tú que eres la madre de mi Señor?

44 Tan pronto como oí tu saludo, el bebé saltó de alegría dentro de mí.

45 ¡Dios te ha bendecido porque confiaste en sus promesas!

María alaba a Dios

46 María respondió: ¡Le doy gracias a Dios con todo mi corazón,

47 y estoy alegre porque él es mi Salvador!

48 Dios tiene especial cuidado de mí, que soy su humilde esclava. Desde ahora todos me dirán: «¡María, Dios te ha bendecido!».

49 El Dios todopoderoso ha hecho grandes cosas conmigo. ¡Su nombre es santo!

50 Él nunca deja de amar a todos los que lo adoran.

51 Dios actúa con poder y hace huir a los orgullosos.

52 Quita a los poderosos de sus tronos, y da poder a los pobres.

53 Da cosas buenas a los hambrientos, pero despide a los ricos con las manos vacías.

54 Ayuda a los israelitas, sus servidores, y nunca deja de ser bondadoso con ellos.

55 Así lo prometió a nuestros antepasados, a Abraham y a sus descendientes, para siempre.

56 Y María se quedó tres meses con Isabel. Después, regresó a su casa.

El nacimiento de Juan el Bautista

57 Cuando nació el hijo de Isabel,

58 todos sus vecinos y familiares se alegraron mucho, pues vieron que Dios había sido muy bondadoso.

59 A los ocho días, vinieron a circuncidar al niño. Los que estaban allí querían ponerle Zacarías, que era el nombre de su padre.

60 Pero Isabel dijo: —¡No! Va a llamarse Juan.

61 Ellos le dijeron: —Ningún familiar tuyo se llama así.

62 Y por señas le preguntaron a Zacarías cómo quería llamar al niño.

63 Zacarías pidió una tabla y escribió: Juan. Todos quedaron sorprendidos.

64 En ese mismo momento, Zacarías empezó a hablar de nuevo, y alabó a Dios.

65 Todos los vecinos se quedaron impresionados, y en toda la región montañosa de Judea no se hablaba de otra cosa.

66 Los que oían hablar del asunto se preguntaban: ¿Qué será de este niño cuando crezca? Porque todos sabían que Dios estaba con él.

Zacarías alaba a Dios

67 Zacarías, lleno del Espíritu Santo, dio este mensaje:

68 ¡Alabemos al Dios de Israel, porque ha venido a salvarnos!

69 Nos ha dado un Salvador muy poderoso, descendiente del rey David, su servidor.

70 Esto lo había prometido hace mucho tiempo, por medio de sus santos profetas:

71 que él iba a salvarnos de nuestros enemigos y de todos aquellos que nos odian.

72 Él dijo que sería bondadoso con su pueblo, y que cumpliría su santa promesa.

73 Él prometió a nuestro antepasado Abraham,

74 que iba a salvarnos de nuestros enemigos. Así podríamos servirle sin ningún temor,

75 y vivir sólo para él, practicando la justicia todos los días de nuestra vida.

76 Y tú, hijo mío, serás llamado: «Profeta del Dios altísimo». Tú irás delante del Mesías, preparando a la gente para su llegada.

77 Le dirás a su pueblo que ya tiene salvación, pues Dios perdona sus pecados.

78 Dios nos ama tanto, que desde el cielo nos envió un Salvador, como si fuera el sol de un nuevo día.

79 Él salvará a los que viven en peligro de muerte. Será como una luz que alumbra en la oscuridad, y guiará nuestros pasos por el camino de la paz.

80 A medida que el niño Juan crecía, también aumentaba su poder espiritual. Y vivió en el desierto hasta el día en que Dios le ordenó llevar su mensaje al pueblo de Israel.

2 El nacimiento de Jesús

1 Poco antes de que Jesús naciera, Augusto, emperador de Roma, mandó hacer un censo, es decir, una lista de toda la gente que vivía en el Imperio Romano.

2 En ese tiempo, Quirinio era el gobernador de Siria, y fue el responsable de hacer este primer censo en la región de Palestina.

3 Todos tenían que ir al pueblo de donde era su familia, para que anotaran sus nombres en esa lista.

4 José pertenecía a la familia de David. Y como vivía en Nazaret, tuvo que ir a Belén para que lo anotaran, porque mucho tiempo antes allí había nacido el rey David.

5 Lo acompañó María, su esposa, que estaba embarazada.

6 Mientras estaban en Belén, a María le llegó la hora de tener

7 su primer hijo[a]. Como no encontraron ningún cuarto donde pasar la noche, los hospedaron en el lugar de la casa donde se cuidan los animales. Cuando el niño nació, María lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre[b].

8 Esa misma noche, unos pastores estaban cuidando sus ovejas cerca de Belén.

9 De pronto, un ángel de Dios se les apareció, y la gloria de Dios brilló alrededor de ellos. Los pastores se asustaron mucho,

10 pero el ángel les dijo: No tengan miedo. Les traigo una buena noticia que los dejará muy contentos:

11 ¡Su Salvador acaba de nacer en Belén! ¡Es el Mesías, el Señor!

12 Lo reconocerán porque está durmiendo en un pesebre, envuelto en pañales.

13 De pronto, muchos ángeles aparecieron en el cielo y alababan a Dios cantando:

14 ¡Gloria a Dios en el cielo, y paz en la tierra para todos los que Dios ama!

15 Después de que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: ¡Vayamos corriendo a Belén para ver esto que Dios nos ha anunciado!

16 Los pastores fueron de prisa a Belén, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

17 Luego salieron y contaron lo que el ángel les había dicho acerca del niño.

18 Todos los que estaban allí se admiraron al oírlos.

19 María quedó muy impresionada por todo lo que estaba sucediendo, y no dejaba de pensar en eso.

20 Finalmente, los pastores regresaron a cuidar sus ovejas. Por el camino iban alabando a Dios y dándole gracias por lo que habían visto y oído. Todo había pasado tal y como el ángel les había dicho.

21 Cuando Jesús cumplió ocho días de nacido, lo circuncidaron y le pusieron por nombre Jesús. Así lo había pedido el ángel, cuando le anunció a María que iba a tener un hijo.

Jesús y Simeón

22 Cuarenta días después de que Jesús nació, sus padres lo llevaron al templo de Jerusalén para presentarlo delante de Dios.

23 Así lo ordenaba la ley que dio Moisés: Cuando el primer niño que nace es un varón, hay que dedicárselo a Dios.

24 La ley también decía que debían presentar, como ofrenda a Dios, dos pichones de paloma o dos tórtolas.

25 En ese tiempo había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que obedecía a Dios y lo amaba mucho. Vivía esperando que Dios libertara al pueblo de Israel. El Espíritu Santo estaba sobre Simeón,

26 y le había dicho que no iba a morir sin ver antes al Mesías que Dios les había prometido.

27 Ese día, el Espíritu Santo le ordenó a Simeón que fuera al templo. Cuando los padres de Jesús entraron en el templo con el niño, para cumplir lo que mandaba la ley,

28 Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios diciendo:

29 Ahora, Dios mío, puedes dejarme morir en paz. ¡Ya cumpliste tu promesa!

30 Con mis propios ojos he visto al Salvador,

31 a quien tú enviaste y al que todos los pueblos verán.

32 Él será una luz que alumbrará a todas las naciones, y será la honra de tu pueblo Israel.

33 José y María quedaron maravillados por las cosas que Simeón decía del niño.

34 Simeón los bendijo, y le dijo a María: Dios envió a este niño para que muchos en Israel se salven, y para que otros sean castigados. Él será una señal de advertencia, y muchos estarán en su contra.

35 Así se sabrá lo que en verdad piensa cada uno. Y a ti, María, esto te hará sufrir como si te clavaran una espada en el corazón.

Jesús y la profetisa Ana

36 En el templo estaba también una mujer muy anciana, que era profetisa. Se llamaba Ana, era hija de Penuel y pertenecía a la tribu de Aser. Cuando Ana era joven, estuvo casada durante siete años,

37 pero ahora era viuda y tenía ochenta y cuatro años de edad. Se pasaba noche y día en el templo ayunando, orando y adorando a Dios.

38 Cuando Simeón terminó de hablar, Ana se acercó y comenzó a alabar a Dios, y a hablar acerca del niño Jesús a todos los que esperaban que Dios liberara a Jerusalén.

39 Por su parte, José y María cumplieron con todo lo que mandaba la ley de Dios y volvieron a su pueblo Nazaret, en la región de Galilea.

40 El niño Jesús crecía en estatura y con poder espiritual. Estaba lleno de sabiduría, y Dios estaba muy contento con él.

Jesús en el templo

41 José y María iban todos los años a la ciudad de Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua.

42 Cuando Jesús cumplió doce años, los acompañó a Jerusalén.

43 Al terminar los días de la fiesta, sus padres regresaron a su casa; pero, sin que se dieran cuenta, Jesús se quedó en Jerusalén.

44 José y María caminaron un día entero, pensando que Jesús iba entre los compañeros de viaje. Después lo buscaron entre los familiares y conocidos,

45 pero no lo encontraron. Entonces volvieron a Jerusalén para buscarlo.

46 Al día siguiente encontraron a Jesús en el templo, en medio de los maestros de la Ley. Él los escuchaba con atención y les hacía preguntas.

47 Todos estaban admirados de su inteligencia y de las respuestas que daba a las preguntas que le hacían.

48 Sus padres se sorprendieron al verlo, y su madre le reclamó: —¡Hijo! ¿Por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado. Estábamos muy preocupados por ti.

49 Pero Jesús les respondió: —¿Y por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en la casa de mi Padre?

50 Ellos no entendieron lo que quiso decirles.

51 Entonces Jesús volvió con sus padres a Nazaret, y los obedecía en todo. Su madre pensaba mucho en todo lo que había pasado.

52 Mientras tanto, Jesús seguía creciendo en sabiduría y en estatura. Dios y toda la gente del pueblo estaban muy contentos con él, y lo querían mucho.

3 Juan el Bautista

1-2 Juan el Bautista, el hijo de Zacarías, vivía en el desierto. Dios le habló allí, en el desierto, cuando Tiberio tenía ya quince años de ser el emperador romano y Poncio Pilato era el gobernador de la región de Judea. En ese tiempo Herodes Antipas gobernaba en la región de Galilea; por su parte Filipo, el hermano de Herodes, gobernaba en las regiones de Iturea y Traconítide; Lisanias gobernaba en la región de Abilene. Anás y Caifás eran los jefes de los sacerdotes del pueblo judío.

3 Juan fue entonces a la región cercana al río Jordán. Allí le decía a la gente: ¡Bautícense y vuélvanse a Dios! Sólo así Dios los perdonará.

4 Mucho tiempo atrás, el profeta Isaías había escrito acerca de Juan: Alguien grita en el desierto: «Prepárenle el camino a nuestro Dios. ¡Ábranle paso! ¡Que no encuentre estorbos!

5 Rellenen los valles, y conviertan en llanura la región montañosa. Enderecen los caminos torcidos.

6 ¡Todo el mundo verá al Salvador que Dios envía!».

7 Mucha gente venía para que Juan los bautizara, y él les decía: —¡Ustedes son unas víboras! ¿Creen que van a escaparse del castigo que Dios les enviará?

8 Muestren con su conducta que realmente han dejado de pecar. No piensen que van a salvarse sólo por ser descendientes de Abraham. Si Dios así lo quiere, hasta estas piedras las puede convertir en familiares de Abraham.

9 Cuando un árbol no produce buenos frutos, su dueño lo corta de raíz y lo quema. ¡Y Dios ya está listo para destruir a los que no hacen lo bueno!

10 La gente le preguntaba: —Y entonces, ¿qué podemos hacer?

11 Él les respondía: —El que tenga dos mantos, comparta uno con quien no tenga nada que ponerse. El que tenga comida, compártala con quien no tenga nada que comer.

12 Vinieron también unos cobradores de impuestos y le preguntaron a Juan: —Maestro, ¿qué podemos hacer para salvarnos?

13 Juan les contestó: —No le cobren a la gente más dinero del que debe pagar.

14 Unos soldados preguntaron: —Juan, ¿qué podemos hacer nosotros? Él les contestó: —Ustedes amenazan a la gente y la obligan a que les dé dinero. Sólo así le prometen dejarla en paz. ¡No lo vuelvan a hacer, y quédense satisfechos con su salario!

15 Todos se admiraban y querían saber si Juan era el Mesías que esperaban.

16 Pero Juan les respondió: —Yo los bautizo a ustedes con agua. Pero hay alguien que viene después de mí, y que es más poderoso que yo. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. ¡Yo ni siquiera merezco ser su esclavo!

17 El que viene después de mí separará a los buenos de los malos. A los buenos los pondrá a salvo, y a los malos los echará en un fuego que nunca se apaga.

18 De este modo, y de otras maneras, Juan anunciaba las buenas noticias a la gente.

19 Además, reprendió a Herodes Antipas porque vivía con Herodías, la esposa de su hermano Filipo, y por todo lo malo que había hecho.

20 Pero a toda su maldad Herodes añadió otra mala acción: puso a Juan en la cárcel.

Juan bautiza a Jesús

21 Cuando Juan terminó de bautizar a todos, Jesús vino y también se bautizó. Mientras Jesús oraba, el cielo se abrió

22 y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma de paloma. Luego se oyó una voz que desde el cielo decía: Tú eres mi Hijo, a quien quiero mucho. Estoy muy contento contigo.

Los antepasados de Jesús

23 Jesús comenzó a predicar cuando tenía unos treinta años y, según la gente, era hijo de José. Ésta es la lista de sus antepasados: José, Elí,

24 Matat, Leví, Melquí, Janai, José,

25 Matatías, Amós, Nahúm, Eslí, Nagai,

26 Máhat, Matatías, Semeí, Josec, Joiadá,

27 Johanán, Resá, Zorobabel, Salatiel, Nerí,

28 Melquí, Adí, Cosam, Elmadam, Er,

29 Jesús, Eliézer, Jorim, Matat,

30 Leví, Simeón, Judá, José, Jonam, Eliaquim,

31 Meleá, Mená, Matatá, Natán,

32 David, Jesé, Obed, Booz, Sélah, Nahasón,

33 Aminadab, Admín, Arní, Hersón, Fares, Judá,

34 Jacob, Isaac, Abraham, Térah, Nahor,

35 Serug, Ragau, Péleg, Éber, Sélah,

36 Cainán, Arfaxad, Sem, Noé, Lámec,

37 Matusalén, Henoc, Jéred, Mahalalel, Cainán,

38 Enós, Set, Adán, Dios mismo.

4 Jesús vence al diablo

1 El Espíritu de Dios llenó a Jesús con su poder. Y cuando Jesús se alejó del río Jordán, el Espíritu lo guió al desierto.

2 Allí, durante cuarenta días, el diablo trató de hacerlo caer en sus trampas, y en todo ese tiempo Jesús no comió nada[c]. Cuando pasaron los cuarenta días, Jesús sintió hambre.

3 Entonces el diablo le dijo: —Si en verdad eres el Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan.

4 Jesús le contestó: —La Biblia dice: «No sólo de pan vive la gente».

5 Después el diablo llevó a Jesús a un lugar alto. Desde allí, en un momento, le mostró todos los países más ricos y poderosos del mundo,

6 y le dijo: —Todos estos países me los dieron a mí, y puedo dárselos a quien yo quiera.

7 Yo te haré dueño de todos ellos, si te arrodillas delante de mí y me adoras.

8 Jesús le respondió: —La Biblia dice: «Adoren a Dios, y obedézcanlo sólo a él».

9 Finalmente, el diablo llevó a Jesús a la ciudad de Jerusalén, hasta la parte más alta del templo, y allí le dijo: —Si en verdad eres el Hijo de Dios, tírate desde aquí,

10 pues la Biblia dice: «Dios mandará a sus ángeles para que te cuiden.

11 Ellos te sostendrán, para que no te lastimes los pies contra ninguna piedra».

12 Jesús le contestó: —La Biblia también dice: «Nunca trates de hacer caer a Dios en una trampa».

13 El diablo le puso a Jesús todas las trampas posibles, y como ya no encontró más qué decir, se alejó de él por algún tiempo.

Jesús comienza su trabajo

14-15 Jesús regresó a la región de Galilea lleno del poder del Espíritu de Dios. Iba de lugar en lugar enseñando en las sinagogas, y toda la gente hablaba bien de él. Y así Jesús pronto llegó a ser muy conocido en toda la región.

16 Después volvió a Nazaret, el pueblo donde había crecido. Un sábado, como era su costumbre, fue a la sinagoga. Cuando se levantó a leer,

17 le dieron el libro del profeta Isaías. Jesús lo abrió y leyó:

18 El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para anunciar libertad a los prisioneros, para devolverles la vista a los ciegos, para rescatar a los que son maltratados

19 y para anunciar a todos que: «¡Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación!».

20 Jesús cerró el libro, lo devolvió al encargado y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga se quedaron mirándolo.

21 Entonces Jesús les dijo: Hoy se ha cumplido ante ustedes esto que he leído.

22 Todos hablaban bien de Jesús, pues se admiraban de lo agradables que eran sus enseñanzas. La gente preguntaba: —¿No es éste el hijo de José?

23 Jesús les respondía: —Sin duda ustedes me recitarán este dicho: «¡Médico, primero cúrate a ti mismo!». Ustedes saben todo lo que he hecho en Cafarnaúm, y por eso ahora me pedirán que haga aquí lo mismo.

24 Pero les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propio pueblo.

25 Hace muchos años, cuando aún vivía el profeta Elías, no llovió durante tres años y medio, y la gente se moría de hambre.

26 Y aunque había en Israel muchas viudas, Dios no envió a Elías para ayudarlas a todas, sino solamente a una viuda del pueblo de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón.

27 En ese tiempo, también había en Israel muchas personas enfermas de lepra, pero Eliseo sanó solamente a Naamán, que era del país de Siria.

28 Al oír eso, los que estaban en la sinagoga se enojaron muchísimo.

29 Entonces sacaron de allí a Jesús, y lo llevaron a lo alto de la colina donde estaba el pueblo, pues querían arrojarlo por el precipicio.

30 Pero Jesús pasó en medio de ellos, y se fue de Nazaret.

El hombre con un espíritu malo

31 Jesús se fue al pueblo de Cafarnaúm, en la región de Galilea. Allí se puso a enseñar un día sábado.

32 Todos estaban admirados de sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad.

33 En la sinagoga había un hombre que tenía un espíritu malo. El espíritu le gritó a Jesús:

34 —¡Jesús de Nazaret! ¿Qué quieres hacer con nosotros? ¿Acaso vienes a destruirnos? Yo sé quién eres tú. ¡Eres el Hijo de Dios[d]!

35 Jesús reprendió al espíritu malo y le dijo: —¡Cállate, y sal de este hombre! Delante de todos, el espíritu malo arrojó al hombre al suelo, y salió de él sin hacerle daño.

36 La gente se asombró mucho, y decía: ¿Qué clase de poder tiene este hombre? Con autoridad y poder les ordena a los espíritus malos que salgan, ¡y ellos lo obedecen!

37 En toda aquella región se hablaba de Jesús y de lo que él hacía.

Jesús sana a mucha gente

38 Jesús salió de la sinagoga y fue a la casa de Simón. Cuando entró en la casa, le contaron que la suegra de Simón estaba enferma, y que tenía mucha fiebre.

39 Jesús fue a verla, y ordenó que la fiebre se le quitara. La fiebre se le quitó, y la suegra de Simón se levantó y les dio de comer a los que estaban en la casa.

40 Al anochecer, la gente le llevó a Jesús muchas personas con diferentes enfermedades. Jesús puso sus manos sobre los enfermos, y los sanó.

41 Los demonios que salían de la gente gritaban: —¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero Jesús reprendía a los demonios y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que él era el Mesías.

Jesús anuncia las buenas noticias

42 Al amanecer, Jesús salió de la ciudad y fue a un lugar solitario. Sin embargo, la gente lo buscaba y le pedía que no se fuera del pueblo.

43 Pero Jesús les dijo: Dios me ha enviado a anunciar a todos las buenas noticias de su reino. Por eso debo ir a otros poblados.

44 Entonces Jesús fue a las sinagogas de todo el país, y allí anunciaba las buenas noticias.

5 Una pesca milagrosa

1 Una vez Jesús estaba a la orilla del Lago de Galilea, y la gente se amontonó alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios.

2 Jesús vio dos barcas en la playa. Estaban vacías porque los pescadores estaban lavando sus redes.

3 Una de esas barcas era de Simón Pedro. Jesús subió a ella y le pidió a Pedro que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó[e] en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente.

4 Cuando Jesús terminó de enseñarles, le dijo a Pedro: —Lleva la barca a la parte honda del lago, y lanza las redes para pescar.

5 Pedro respondió: —Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes.

6 Hicieron lo que Jesús les dijo, y fueron tantos los pescados que recogieron, que las redes estaban a punto de romperse.

7 Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que fueran enseguida a ayudarlos. Eran tantos los pescados que, entre todos, llenaron las dos barcas. Y las barcas estaban a punto de hundirse.

8 Al ver esto, Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo: —¡Señor, apártate de mí, porque soy un pecador!

9-10 Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, Pedro y todos los demás, estaban muy asombrados por la pesca tan abundante. Pero Jesús le dijo a Pedro: —No tengas miedo. De hoy en adelante, en lugar de pescar peces, voy a enseñarte a ganar seguidores para mí.

11 Los pescadores llevaron las barcas a la orilla, dejaron todo lo que llevaban, y se fueron con Jesús.

Jesús sana a un hombre

12 Un día, Jesús estaba en un pueblo. De pronto llegó un hombre que estaba enfermo de lepra, se inclinó delante de Jesús hasta tocar el suelo con la frente, y le suplicó: —Señor, yo sé que tú puedes sanarme[f]. ¿Quieres hacerlo?

13 Jesús extendió la mano, tocó al enfermo y le dijo: —¡Sí quiero! ¡Queda sano! De inmediato, el hombre quedó completamente sano.

14 Después, Jesús le dijo: —No le digas a nadie lo que sucedió. Ve con el sacerdote y lleva la ofrenda que Moisés ordenó[g]; así los sacerdotes verán que ya no estás enfermo.

15 Jesús se hacía cada vez más famoso. Mucha gente se reunía para escuchar su mensaje, y otros venían para que él los sanara.

16 Pero Jesús siempre buscaba un lugar para estar solo y orar.

El hombre que no podía caminar

17 En cierta ocasión, Jesús estaba enseñando en una casa. Allí estaban sentados algunos fariseos y algunos maestros de la Ley. Habían venido de todos los pueblos de Galilea, de Judea, y de la ciudad de Jerusalén, para oír a Jesús. Y como Jesús tenía el poder de Dios para sanar enfermos,

18 llegaron unas personas con una camilla, en la que llevaban a un hombre que no podía caminar. Querían poner al enfermo delante de Jesús,

19 pero no podían entrar en la casa porque en la entrada había mucha gente. Entonces subieron al techo[h] y abrieron allí un agujero. Por ese agujero bajaron al enfermo en la camilla, hasta ponerlo en medio de la gente, delante de Jesús.

20 Cuando Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él, le dijo al enfermo: ¡Amigo, te perdono tus pecados!

21 Los maestros de la Ley y los fariseos pensaron: ¿Y éste quién se cree que es? ¡Qué barbaridades dice contra Dios! ¡Sólo Dios puede perdonar pecados!

22 Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: ¿Por qué piensan así?

23 Díganme: ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo?

24 Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo autoridad aquí en la tierra para perdonar pecados. Entonces le dijo al hombre que no podía caminar: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

25 En ese mismo instante, y ante la mirada de todos, el hombre se levantó, tomó la camilla y se fue a su casa alabando a Dios.

26 Todos quedaron admirados y llenos de temor, y comenzaron a alabar a Dios diciendo: ¡Qué cosas tan maravillosas hemos visto hoy!

Jesús llama a Mateo

27 Después de esto, Jesús se fue de aquel lugar. En el camino vio a un hombre llamado Mateo, que estaba cobrando impuestos para el gobierno de Roma. Jesús le dijo: Sígueme.

28 Mateo se levantó, dejó todo lo que tenía, y lo siguió.

29 Ese mismo día, Mateo ofreció en su casa una gran fiesta en honor de Jesús. Allí estaban comiendo muchos cobradores de impuestos y otras personas.

30 Algunos fariseos y maestros de la Ley comenzaron a hablar contra los discípulos de Jesús, y les dijeron: —¿Por qué comen ustedes con los cobradores de impuestos y con toda esta gente mala?

31 Jesús les respondió: —Los que necesitan del médico son los enfermos, no los que están sanos.

32 Yo vine a invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos.

Jesús enseña sobre el ayuno

33 Algunas personas le dijeron a Jesús: —Los discípulos de Juan el Bautista y los seguidores de los fariseos siempre dedican tiempo para ayunar y para orar. Tus discípulos, en cambio, nunca dejan de comer y de beber.

34 Jesús les respondió: —Los invitados a una fiesta de bodas no ayunan mientras el novio está con ellos.

35 Pero llegará el momento en que se lleven al novio, y entonces los invitados ayunarán.

36 Jesús también les puso esta comparación: Si un vestido viejo se rompe, nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar el viejo. Si lo hace, echa a perder el vestido nuevo. Además, el remiendo nuevo se verá feo en el vestido viejo.

37 Tampoco se echa vino nuevo en recipientes viejos porque, cuando el vino nuevo fermente, hará que reviente el cuero viejo. Entonces se perderá el vino nuevo, y los recipientes se destruirán.

38 Por eso, hay que echar vino nuevo en recipientes de cuero nuevo.

39 Además, si una persona prueba el vino viejo, ya no quiere beber vino nuevo, porque habrá aprendido que el viejo es mejor.

6 Los discípulos arrancan espigas de trigo

1 Un sábado, Jesús y sus discípulos caminaban por un campo sembrado de trigo. Los discípulos comenzaron a arrancar espigas y a frotarlas entre las manos, para sacar el trigo y comérselo[i].

2 Los fariseos vieron a los discípulos hacer esto, y dijeron: —¿Por qué desobedecen la ley? ¡Está prohibido hacer eso en el día de descanso!

3 Jesús les respondió: —¿No han leído ustedes en la Biblia lo que hizo el rey David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre?

4 David entró en la casa de Dios, tomó el pan sagrado, que sólo los sacerdotes tenían permiso de comer, y se lo comieron él y sus compañeros.

5 Yo, el Hijo del hombre, soy quien decide lo que puede hacerse, y lo que no puede hacerse, en el día de descanso.

Jesús sana a un hombre en sábado

6 Otro sábado, Jesús fue a la sinagoga para enseñar. Allí estaba un hombre que tenía tullida la mano derecha.

7 Los fariseos y los maestros de la Ley estaban vigilando a Jesús, para ver si sanaba la mano de aquel hombre. Si lo hacía, podrían acusarlo de trabajar en el día de descanso.

8 Jesús se dio cuenta de lo que ellos estaban pensando, así que llamó al hombre que no podía mover la mano y le dijo: Levántate, y párate en medio de todos. El hombre se levantó y se paró en el centro.

9 Luego Jesús dijo a todos los que estaban allí: Voy a hacerles una pregunta: «¿Qué es correcto hacer en día de descanso? ¿Hacer el bien, o hacer el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?».

10 Y después de mirar a todos, Jesús le dijo al hombre: Extiende la mano. El hombre la extendió, y la mano le quedó sana.

11 Pero aquellos hombres se enojaron muchísimo y comenzaron a hacer planes contra Jesús.

Jesús elige a doce apóstoles

12 En aquellos días, Jesús subió a una montaña para orar. Allí pasó toda la noche hablando con Dios.

13 Al día siguiente, llamó a sus seguidores y eligió a doce de ellos. A estos doce Jesús los llamó apóstoles.

14 Ellos eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé,

15 Mateo y Tomás; Santiago hijo de Alfeo, y Simón, que era miembro del partido de los patriotas;

16 Judas hijo de Santiago, y Judas Iscariote, el que después traicionó a Jesús.

Jesús enseña y sana

17 Jesús y los doce apóstoles bajaron de la montaña y se fueron a una llanura. Allí se habían reunido muchos de sus seguidores. También estaban allí muchas personas de la región de Judea, de Jerusalén y de las ciudades de Tiro y Sidón[j].

18 Habían llegado para que Jesús los escuchara y los sanara de sus enfermedades. Los que tenían espíritus malos también quedaron sanos.

19 Todos querían tocar a Jesús, porque sabían que el poder que salía de él los sanaría.

Bendiciones

20 Jesús miró fijamente a sus discípulos y les dijo: Dios los bendecirá a ustedes, los que son pobres, porque el reino de Dios les pertenece.

21 Dios los bendecirá a ustedes, los que ahora pasan hambre, porque tendrán comida suficiente. Dios los bendecirá a ustedes, los que ahora están tristes, porque después vivirán alegres.

22 Dios los bendecirá a ustedes cuando la gente los odie o los insulte, o cuando sean rechazados y nadie quiera convivir con ustedes. La gente los tratará así sólo porque me obedecen a mí, el Hijo del hombre.

23 Siéntanse felices, salten de alegría, porque Dios ya les tiene preparado un premio muy grande. Hace mucho tiempo, su propia gente también trató muy mal a los profetas.

Maldiciones

24 Jesús miró a los otros y les dijo: ¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que son ricos, pues ahora viven cómodos y tranquilos!

25 ¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que tienen mucho que comer, porque pasarán hambre! ¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que ahora ríen, porque sabrán lo que es llorar y estar tristes!

26 ¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que siempre reciben halagos! Hace mucho tiempo, su propia gente también halagó a los profetas mentirosos.

Amar a los enemigos

27 Escuchen bien lo que tengo que decirles: Amen a sus enemigos, y traten bien a quienes los maltraten.

28 A quienes los insulten, respóndanles con buenas palabras. Si alguien los rechaza, oren por esa persona.

29 Si alguien les da una bofetada en una mejilla, pídanle que les pegue en la otra. Si alguien quiere quitarles el abrigo, dejen que también se lleve la camisa.

30 Si alguien les pide algo, dénselo. Si alguien les quita algo, no le pidan que lo devuelva.

31 Traten a los demás como les gustaría que los demás los trataran a ustedes.

32 Si sólo aman a la gente que los ama, no hacen nada extraordinario. ¡Hasta los pecadores hacen eso!

33 Y si sólo tratan bien a la gente que los trata bien, tampoco hacen nada extraordinario. ¡Hasta los pecadores hacen eso!

34 Si ustedes les prestan algo sólo a los que pueden darles también algo, no hacen nada que merezca ser premiado. Los pecadores también se prestan unos a otros, esperando recibir muchas ganancias.

35 Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Si lo hacen, el Dios altísimo les dará un gran premio, y serán sus hijos. Dios es bueno hasta con la gente mala y desagradecida.

36 Ustedes deben ser compasivos con todas las personas, así como Dios, su Padre, es compasivo con todos.

No juzguen a los demás

37 Jesús también les dijo: No se conviertan en jueces de los demás, y Dios no los juzgará a ustedes. No sean duros con los demás, y Dios no será duro con ustedes. Perdonen a los demás y Dios los perdonará a ustedes.

38 Denles a otros lo necesario, y Dios les dará a ustedes lo que necesiten. En verdad, Dios les dará la misma medida que ustedes den a los demás. Si dan trigo, recibirán una bolsa llena de trigo, bien apretada y repleta, sin que tengan que ir a buscarla.

39 Jesús también les puso esta comparación: Un ciego no puede guiar a otro ciego, porque los dos caerían en el mismo hueco.

40 El alumno no sabe más que su maestro; pero, cuando termine sus estudios, sabrá lo mismo que él.

41 ¿Por qué te fijas en lo malo que hacen otros, y no te das cuenta de las muchas cosas malas que haces tú? Es como si te fijaras que en el ojo de alguien hay una basurita, y no te dieras cuenta de que en el tuyo hay una rama.

42 ¿Cómo te atreves a decirle al otro: «Déjame sacarte la basurita que tienes en el ojo», si en el tuyo tienes una rama? ¡Hipócrita! Saca primero la rama que tienes en tu ojo, y así podrás ver bien para sacar la basurita que está en el ojo del otro.

El árbol y su fruto

43 Jesús también les dijo: Ningún árbol bueno produce frutos malos, y ningún árbol malo produce frutos buenos.

44 Cada árbol se conoce por los frutos que produce. De una planta de espinos no se pueden recoger higos ni uvas.

45 La gente buena siempre hace el bien, porque el bien habita en su corazón. La gente mala siempre hace el mal, porque en su corazón está el mal. Las palabras que salen de tu boca muestran lo que hay en tu corazón.

Dos clases de personas

46 Jesús continuó diciendo: Ustedes dicen que yo soy su Señor y su dueño, pero no hacen lo que yo les ordeno.

47 Si alguien se acerca a mí, y escucha lo que yo enseño y me obedece,

48 es como el que construyó su casa sobre la roca. Hizo un hoyo profundo, hasta encontrar la roca, y allí puso las bases. Cuando vino una inundación, la corriente de agua pegó muy fuerte contra la casa. Pero la casa no se movió, porque estaba bien construida.

49 En cambio, el que escucha lo que yo enseño y no me obedece, es como el que construyó su casa sobre terreno blando. Vino la corriente de agua y pegó muy fuerte contra la casa; la casa enseguida se vino abajo y se hizo pedazos.

7 Un capitán romano

1 Cuando Jesús terminó de enseñar a la gente, se fue al pueblo de Cafarnaúm.

2 Allí vivía un capitán del ejército romano, que tenía un sirviente a quien apreciaba mucho. Ese sirviente estaba muy enfermo y a punto de morir.

3 Cuando el capitán oyó hablar de Jesús, mandó a unos jefes de los judíos para que lo buscaran y le dijeran: Por favor, venga usted a mi casa y sane a mi sirviente.

4 Ellos fueron a ver a Jesús y le dieron el mensaje. Además, le rogaron: Por favor, haz lo que te pide este capitán romano. Merece que lo ayudes, porque es un hombre bueno.

5 A los judíos nos trata bien, ¡y hasta mandó construir una sinagoga para nosotros!

6 Jesús fue con ellos, y cuando estaban cerca de la casa, el capitán romano mandó a unos amigos para que le dijeran a Jesús: Señor, no se moleste usted por mí, yo no merezco que entre en mi casa.

7 Tampoco me siento digno de ir a verlo yo mismo. Solamente le ruego que ordene que mi sirviente se sane; yo sé que él quedará completamente sano.

8 Yo estoy acostumbrado a dar órdenes y a obedecerlas. Cuando le digo a uno de mis soldados: «¡Ve!», me obedece y va. Si le digo a otro: «¡Ven!», me obedece y viene. Y si le digo a uno de mis sirvientes: «¡Haz esto!», lo hace.

9 Al escuchar las palabras del capitán, Jesús se quedó admirado y les dijo a quienes lo seguían: En todo Israel no he encontrado a nadie que confíe tanto en mí, como este capitán romano.

10 Cuando los mensajeros regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.

El hijo de una viuda

11 Poco después, Jesús y sus discípulos fueron al pueblo de Naín. Mucha gente iba con ellos.

12 Cuando llegaron a la entrada del pueblo, vieron a unos hombres que llevaban a enterrar a un muchacho. El muerto era el único hijo de una viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba.

13 Cuando Jesús la vio, sintió compasión por ella y le dijo: No llores.

14 Entonces se acercó y tocó la camilla. Los hombres dejaron de caminar, y Jesús le dijo al muerto: ¡Joven, te ordeno que te levantes!

15 El muchacho se levantó y empezó a hablar. Entonces Jesús llevó al muchacho a donde estaba su madre.

16 Al ver eso, la gente tuvo mucho miedo y comenzó a alabar a Dios. Todos decían: ¡Hay un profeta entre nosotros! ¡Ahora Dios va a ayudarnos!

17 Y muy pronto la gente de la región de Judea y de sus alrededores supo lo que Jesús había hecho.

Juan el Bautista

18 Los discípulos de Juan el Bautista fueron a contarle todo lo que Jesús hacía. Por eso, Juan envió a dos de sus discípulos

19 para que le preguntaran a Jesús si él era el Mesías, o si debían esperar a otro.

20 Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron: —Juan el Bautista nos envió a preguntarte si eres el Mesías, o si debemos esperar a otro.

21 En ese momento, Jesús sanó a muchos que estaban enfermos y que sufrían mucho. También sanó a los que tenían espíritus malos, y a muchos ciegos les devolvió la vista.

22 Luego les respondió a los dos hombres: —Vayan y díganle a Juan todo lo que ustedes han visto y oído: Ahora los ciegos pueden ver y los cojos caminan bien. Los leprosos quedan sanos, y los sordos ya pueden oír. Los que estaban muertos han vuelto a la vida, y a los pobres se les anuncia la buena noticia de salvación.

23 ¡Dios bendecirá a los que no me abandonan porque hago todo esto!

24 Cuando los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar con la gente acerca de Juan, y dijo: ¿A quién fueron a ver al desierto? ¿Era acaso un hombre doblado como las cañas que dobla el viento?

25 ¿Se trataba de alguien vestido con ropa muy lujosa? Recuerden que los que se visten así viven en el palacio de los reyes.

26 ¿A quién fueron a ver entonces? ¿Fueron a ver a un profeta? Por supuesto que sí. En realidad, Juan era más que profeta;

27 era el mensajero de quien Dios había hablado cuando dijo: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar todo para tu llegada».

28 Les aseguro que en este mundo no ha nacido un hombre más importante que Juan el Bautista. Sin embargo, el menos importante en el reino de Dios es superior a Juan.

29 Los que habían escuchado a Juan le pidieron que los bautizara, y hasta los cobradores de impuestos hicieron lo mismo. Así obedecieron lo que Dios había mandado.

30 Pero los fariseos y los maestros de la Ley no quisieron obedecer a Dios, ni tampoco quisieron que Juan los bautizara.

31-32 Jesús siguió diciendo: Ustedes, los que viven en esta época, son como los niños que se sientan a jugar en las plazas, y gritan a otros niños: «Tocamos la flauta, pero ustedes no bailaron. Cantamos canciones tristes, pero ustedes no lloraron».

33 Porque Juan el Bautista ayunaba y no bebía vino, y ustedes decían que tenía un demonio.

34 Luego, vine yo, el Hijo del hombre, que como y bebo, y ustedes dicen que soy un glotón y un borracho; que soy amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma[k].

35 Pero recuerden que la sabiduría de Dios se prueba por sus resultados.

Simón el fariseo

36 Un fariseo llamado Simón invitó a Jesús a comer en su casa. Jesús aceptó y se sentó a la mesa[l].

37 Una mujer de mala fama[m], que vivía en aquel pueblo, supo que Jesús estaba comiendo en casa de Simón. Tomó entonces un frasco de perfume muy fino, y fue a ver a Jesús.

38 La mujer entró y se arrodilló detrás[n] de Jesús, y tanto lloraba que sus lágrimas caían sobre los pies de Jesús. Después le secó los pies con sus propios cabellos, se los besó y les puso el perfume que llevaba.

39 Al ver esto, Simón pensó: Si de veras este hombre fuera profeta, sabría que lo está tocando una mujer de mala fama.

40 Jesús dijo: —Simón, tengo algo que decirte. —Te escucho, Maestro —dijo él.

41 Jesús le puso este ejemplo: —Dos hombres le debían dinero a alguien. Uno de ellos le debía quinientas monedas de plata, y el otro sólo cincuenta.

42 Como ninguno de los dos tenía con qué pagar, ese hombre les perdonó a los dos la deuda. ¿Qué opinas tú? ¿Cuál de los dos estará más agradecido con ese hombre?

43 Simón contestó: —El que le debía más. —¡Muy bien! —dijo Jesús.

44 Luego Jesús miró a la mujer y le dijo a Simón: —¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, tú no me diste agua para lavarme los pies. Ella, en cambio, me los ha lavado con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos.

45 Tú no me saludaste con un beso. Ella, en cambio, desde que llegué a tu casa no ha dejado de besarme los pies.

46 Tú no me pusiste aceite sobre la cabeza. Ella, en cambio, me ha perfumado los pies.

47 Me ama mucho porque sabe que sus muchos pecados ya están perdonados. En cambio, al que se le perdonan pocos pecados, ama poco.

48 Después Jesús le dijo a la mujer: Tus pecados están perdonados.

49 Los otros invitados comenzaron a preguntarse: ¿Cómo se atreve éste a perdonar pecados?

50 Pero Jesús le dijo a la mujer: Tú confías en mí, y por eso te has salvado. Vete tranquila.

8 Mujeres que ayudaban a Jesús

1 Los días siguientes, Jesús fue por muchos pueblos y ciudades anunciando las buenas noticias del reino de Dios. Con Jesús andaban también sus doce discípulos

2-3 y muchas mujeres. Estas mujeres ayudaban con dinero a Jesús y a sus discípulos. A algunas de ellas, Jesús las había sanado de diferentes enfermedades y de los espíritus malos. Entre esas mujeres estaba María, a la que llamaban Magdalena, que antes había tenido siete demonios. También estaban Juana y Susana. Juana era la esposa de Cuza, el administrador del rey Herodes Antipas.

El ejemplo de las semillas

4 Mucha gente había venido de distintos pueblos para ver a Jesús. Él les puso este ejemplo:

5 Un campesino salió a sembrar trigo. Mientras sembraba, unas semillas cayeron en el camino. La gente que pasaba por allí las pisoteaba, y los pájaros se las comían.

6 Otras semillas cayeron en un lugar donde había muchas piedras. Las plantas nacieron, pero pronto se secaron porque no tenían agua.

7 Otras semillas cayeron entre espinos. Las plantas brotaron, pero los espinos las ahogaron y no las dejaron crecer.

8 El resto de las semillas cayó en buena tierra. Las plantas nacieron, crecieron y produjeron espigas que tenían hasta cien semillas. Después, Jesús dijo con voz muy fuerte: ¡Si ustedes en verdad tienen oídos, pongan mucha atención!

¿Por qué Jesús enseña con ejemplos?

9 Luego, los discípulos le preguntaron: —¿Qué significa ese ejemplo que contaste?

10 Jesús les respondió: —A ustedes les he explicado los secretos acerca del reino de Dios. Pero a los demás sólo les enseño por medio de ejemplos. Así, aunque miren, no verán, y aunque oigan, no entenderán.

Jesús explica el ejemplo de las semillas

11 El ejemplo significa lo siguiente: Las semillas representan el mensaje de Dios.

12 Las que cayeron en el camino representan a los que oyen el mensaje, pero cuando viene el diablo hace que se les olvide, para que ya no crean ni reciban la salvación que Dios les ofrece.

13 Las semillas que cayeron entre piedras representan a los que reciben el mensaje con alegría. Pero, como no lo entienden bien, en cuanto tienen problemas dejan de confiar en Dios.

14 Las semillas que cayeron entre espinos representan a los que oyen el mensaje, pero no dejan que el mensaje cambie sus vidas, pues viven preocupados por tener más dinero y por divertirse.

15 Las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que oyen el mensaje de Dios y lo aceptan con una actitud obediente y sincera. Estos últimos se mantienen firmes, y sus acciones son buenas.

El ejemplo de la luz

16 Nadie enciende una lámpara para taparla con una olla, o para ponerla debajo de la cama. Más bien, la pone en un lugar alto, para que alumbre a todos los que entran en la casa.

17 Porque todo lo que esté escondido se descubrirá, y todo lo que se mantenga en secreto llegará a conocerse.

18 Por eso, presten mucha atención, porque a los que saben algo acerca de los secretos del reino se les contarán muchísimas cosas más. Pero a los que no saben nada de los secretos del reino, Dios les hará olvidar hasta lo que creen saber.

La madre y los hermanos de Jesús

19 La madre y los hermanos de Jesús fueron a verlo, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque mucha gente lo rodeaba.

20 Entonces alguien le dijo a Jesús: —Tu madre y tus hermanos están afuera, y quieren hablar contigo.

21 Jesús contestó: —Mi madre y mis hermanos son todos aquellos que escuchan y obedecen el mensaje de Dios.

La gran tormenta

22 Un día, Jesús subió a una barca con sus discípulos, y les dijo: Vamos al otro lado del lago. Entonces partieron,

23-24 y mientras navegaban Jesús se quedó dormido. De pronto se desató una tormenta sobre el lago, y el agua empezó a meterse en la barca. Los discípulos, al ver el grave peligro que corrían, a gritos despertaron a Jesús: —¡Maestro, Maestro, nos hundimos! Jesús se levantó, y ordenó al viento y a las olas que se calmaran. Y así fue; todo quedó tranquilo.

25 Luego les dijo a los discípulos: —¡Ustedes no confían en mí! Pero ellos estaban tan asustados y asombrados que se decían: ¿Quién es este hombre, que hasta el viento y las olas lo obedecen?

El hombre con muchos demonios

26 Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del lago, a la región de Gerasa.

27 Cuando Jesús bajó de la barca, le salió al encuentro un hombre de ese lugar, que tenía muchos demonios. Ese hombre no vivía en una casa, sino en el cementerio, y hacía ya mucho tiempo que andaba desnudo.

28-29 Como los demonios lo atacaban muchas veces, la gente le ponía cadenas en las manos y en los pies, y lo mantenía vigilado. Pero él rompía las cadenas, y los demonios lo hacían huir a lugares solitarios. Cuando este hombre vio a Jesús, lanzó un grito y cayó de rodillas ante él. Entonces Jesús ordenó a los demonios que salieran del hombre, pero ellos gritaron: —¡Jesús, Hijo del Dios altísimo! ¿Qué vas a hacer con nosotros? Te rogamos que no nos hagas sufrir.

30 Jesús le preguntó al hombre: —¿Cómo te llamas? Él contestó: —Me llamo Ejército. Dijo eso porque eran muchos los demonios que habían entrado en él.

31 Los demonios le rogaron a Jesús que no los mandara al abismo, donde se castiga a los demonios.

32 Cerca de allí, en un cerro, había muchos cerdos comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús que los dejara entrar en esos animales, y él les dio permiso.

33 Los demonios salieron del hombre y se metieron dentro de los cerdos. Entonces los cerdos corrieron cuesta abajo, y cayeron en el lago y se ahogaron.

34 Cuando los hombres que cuidaban los cerdos vieron lo que había pasado, corrieron al pueblo y les contaron a todos lo sucedido.

35 La gente fue a ver qué había pasado. Al llegar, vieron sentado a los pies de Jesús al hombre que antes había tenido los demonios. El hombre estaba vestido y se comportaba normalmente, y los que estaban allí temblaban de miedo.

36 Los que vieron cómo Jesús había sanado a aquel hombre, empezaron a contárselo a todo el mundo.

37 Entonces los habitantes de la región de Gerasa le rogaron a Jesús que se fuera de allí, porque tenían mucho miedo. Cuando Jesús subió a la barca para regresar a Galilea,

38 el hombre que ahora estaba sano le rogó a Jesús que lo dejara ir con él. Pero Jesús le dijo:

39 Vuelve a tu casa y cuéntales a todos lo que Dios ha hecho por ti. El hombre se fue al pueblo y contó todo lo que Jesús había hecho por él.

Una niña muerta y una mujer enferma

40 Cuando Jesús regresó a Galilea, la gente lo recibió con mucha alegría, pues lo había estado esperando.

41 En ese momento llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Se acercó a Jesús, se inclinó hasta el suelo y le suplicó que fuera a su casa,

42 porque su única hija, que tenía doce años, se estaba muriendo. Jesús se fue con Jairo. Mucha gente los siguió y se amontonó alrededor de Jesús.

43 Entre esa gente estaba una mujer enferma. Desde hacía doce años tenía una enfermedad que le hacía perder mucha sangre. Había gastado todo su dinero en médicos, pero ninguno había podido sanarla.

44 Ella se acercó a Jesús por detrás, tocó levemente su manto, y enseguida quedó sana.

45 Entonces Jesús le preguntó a la gente: —¿Quién me tocó? Como todos decían que no había sido ninguno de ellos, Pedro le dijo: —Maestro, ¿no ves que todos se amontonan a tu alrededor y te empujan?

46 Pero Jesús volvió a decirles: —Estoy seguro de que alguien me ha tocado, pues sentí que de mí salió poder.

47 Cuando la mujer vio que ya no podía esconderse, temblando de miedo fue y se arrodilló delante de Jesús. Luego, frente a todos los que estaban allí, contó por qué había tocado el manto de Jesús, y cómo de inmediato había quedado sana.

48 Jesús entonces le dijo a la mujer: —Hija, fuiste sanada porque confiaste en mí. Puedes irte en paz.

49 Jesús no había terminado de hablar cuando llegó un mensajero, que venía de la casa de Jairo, y le dijo: —Ya murió su hija. No moleste usted más al Maestro.

50 Al oír esto, Jesús le dijo a Jairo: —No tengas miedo. Confía en mí y ella se pondrá bien.

51-53 Cuando llegaron a la casa, todos lloraban y lamentaban la muerte de la niña, pero Jesús les dijo: ¡No lloren! La niña no está muerta; sólo está dormida. La gente empezó a burlarse de Jesús, pues sabían que la niña estaba muerta. Entonces Jesús entró con Pedro, Santiago, Juan, Jairo y la madre de la niña, y no dejó que nadie más entrara.

54 Tomó de la mano a la niña y le dijo: ¡Niña, levántate!

55 La niña volvió a vivir, y al instante se levantó. Jesús mandó entonces que le dieran a la niña algo de comer.

56 Los padres estaban muy asombrados, pero Jesús les pidió que no le contaran a nadie lo que había pasado.

9 Jesús envía a los doce discípulos

1 Jesús reunió a sus doce discípulos, y les dio poder para sanar enfermedades y autoridad sobre todos los demonios.

2 Luego los envió a anunciar las buenas noticias del reino de Dios y a sanar a los enfermos.

3 Jesús les dijo: No lleven nada para el viaje. No lleven bastón ni mochila, ni comida ni dinero. Tampoco lleven ropa de más.

4 Cuando lleguen a una casa, quédense a vivir allí hasta que se vayan del lugar.

5 Si en alguna parte no quieren recibirlos, cuando salgan de allí sacúdanse el polvo de los pies en señal de rechazo.

6 Los discípulos salieron y fueron por todos los pueblos de la región, anunciando las buenas noticias y sanando a los enfermos.

Herodes no sabe quién es Jesús

7 El rey Herodes Antipas se enteró de todo lo que estaba sucediendo, y se preocupó mucho porque algunas personas decían que Juan el Bautista había resucitado.

8 Otros decían que había aparecido el profeta Elías[o], o que había resucitado alguno de los antiguos profetas.

9 Pero Herodes dijo: ¿Quién será este hombre, del que tanto se oye hablar? No puede ser Juan el Bautista, porque yo mismo ordené que lo mataran. Por eso, Herodes tenía mucho interés en conocer a Jesús.

Jesús da de comer a mucha gente

10 Cuando los doce apóstoles regresaron, le contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Luego Jesús los llevó al pueblo de Betsaida, pues quería estar a solas con ellos.

11 Pero tan pronto como la gente se dio cuenta de que Jesús se había ido a Betsaida, lo siguió. Jesús recibió amablemente a toda la gente, y empezó a hablarles acerca del reino de Dios. También sanó a los enfermos.

12 Cuando ya empezaba a oscurecer, los doce apóstoles fueron a decirle a Jesús: —Envía a esta gente a los pueblos y caseríos cercanos, a buscar un lugar donde puedan comprar comida y pasar la noche. ¡Aquí no hay nada!

13 Jesús les dijo: —Denles ustedes de comer. Pero ellos respondieron: —Sólo tenemos cinco panes y dos pescados. Si fuéramos a dar de comer a toda esta gente, tendríamos que ir a comprar comida,

14 pues hay más de cinco mil personas. Pero Jesús les dijo: —Hagan que la gente se siente en grupos de cincuenta.

15 Los discípulos hicieron lo que Jesús les ordenó.

16 Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y los bendijo. Luego los partió y dio los pedazos a los discípulos, para que ellos los repartieran entre la gente.

17 Todos comieron y quedaron satisfechos. Y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas.

¿Quién es Jesús?

18 En una ocasión, Jesús estaba orando solo, y sus discípulos llegaron al lugar donde él estaba. Jesús les preguntó: —¿Qué dice la gente acerca de mí?

19 Los discípulos contestaron: —Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros dicen que eres el profeta Elías; otros dicen que eres alguno de los profetas antiguos, que ha resucitado.

20 Después Jesús les preguntó: —¿Y ustedes qué opinan? ¿Quién soy yo? Pedro contestó: —Tú eres el Mesías que Dios envió.

21 Pero Jesús les ordenó a todos que no le contaran a nadie que él era el Mesías.

Jesús habla de su muerte

22 Jesús también les dijo a sus discípulos: Yo, el Hijo del hombre, voy a sufrir mucho. Los líderes del país, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley me rechazarán y me matarán; pero tres días después resucitaré.

23 Después Jesús les dijo a todos los que estaban allí: Si alguno quiere ser mi discípulo, tiene que olvidarse de hacer lo que quiera. Tiene que estar siempre dispuesto a morir y hacer lo que yo mando.

24 Si alguno piensa que su vida es más importante que seguirme, entonces la perderá para siempre. Pero el que prefiera seguirme y elija morir por mí, ése se salvará.

25 De nada sirve que una persona sea dueña de todo el mundo, si al final se destruye a sí misma y se pierde para siempre.

26 Si alguno se avergüenza de mí y de mis enseñanzas, entonces yo, el Hijo del hombre, me avergonzaré de esa persona cuando venga con todo mi poder, y con el poder de mi Padre y de los santos ángeles.

27 Les aseguro que algunos de ustedes, que están aquí conmigo, no morirán hasta que vean el reino de Dios.

Jesús se transforma

28 Ocho días después, Jesús llevó a Pedro, a Juan y a Santiago hasta un cerro alto, para orar.

29 Mientras Jesús oraba, su cara cambió de aspecto y su ropa se puso blanca y brillante.

30 De pronto aparecieron Moisés y el profeta Elías,

31 rodeados de una luz hermosa. Los dos hablaban con Jesús acerca de su muerte en Jerusalén, y de su resurrección y partida al cielo.

32 Pedro y los otros dos discípulos estaban muy cansados, pero lograron vencer el sueño y vieron a Jesús rodeado de su gloria, y Moisés y Elías estaban con él.

33 Cuando Moisés y Elías estaban a punto de irse, Pedro le dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bueno que estamos aquí! Si quieres, voy a construir tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Pedro estaba hablando sin pensar en lo que decía.

34 Mientras hablaba, una nube bajó y se detuvo encima de todos ellos. Los tres discípulos tuvieron mucho miedo.

35 Luego, desde la nube se oyó una voz que decía: ¡Éste es mi Hijo, el Mesías que yo elegí! Ustedes deben obedecerlo.

36 Después de oír la voz, los discípulos vieron que Jesús se había quedado solo. Y durante algún tiempo no le contaron a nadie lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho

37 Al día siguiente, cuando Jesús y sus tres discípulos bajaron del cerro, mucha gente les salió al encuentro.

38 Un hombre que estaba entre esa gente se acercó y le dijo a Jesús: —Maestro, te ruego que ayudes a mi único hijo.

39 De repente un espíritu lo ataca, y lo hace gritar. También lo hace temblar terriblemente y echar espuma por la boca. Cuando por fin deja de atacarlo, el muchacho queda todo maltratado.

40 Le pedí a tus discípulos que sacaran al espíritu, pero no pudieron.

41 Jesús miró a sus seguidores y les dijo: —¿No pueden hacer nada sin mí? ¿Hasta cuándo voy a tener que soportarlos? Ustedes están confundidos y no confían en Dios. Entonces Jesús le dijo al hombre: —Trae a tu hijo.

42 Cuando el muchacho se estaba acercando, el demonio lo atacó, lo tiró al suelo y lo hizo temblar muy fuerte. Entonces Jesús reprendió al demonio, sanó al muchacho y se lo entregó a su padre.

43 Toda la gente estaba asombrada del gran poder de Dios.

Jesús habla otra vez de su muerte

Mientras la gente seguía asombrada por todo lo que Jesús hacía, él les dijo a sus discípulos:

44 Pongan mucha atención en lo que voy a decirles. Yo, el Hijo del hombre, seré entregado a mis enemigos.

45 Los discípulos no entendieron lo que Jesús decía, pues aún no había llegado el momento de comprenderlo. Además, ellos tuvieron miedo de preguntarle qué había querido decir.

¿Quién es el más importante?

46 En cierta ocasión, los discípulos discutían acerca de cuál de ellos era el más importante de todos.

47 Cuando Jesús se dio cuenta de lo que ellos pensaban, llamó a un niño, lo puso junto a él,

48 y les dijo: Si alguno acepta a un niño como éste, me acepta a mí. Y si alguno me acepta a mí, acepta a Dios, que fue quien me envió. El más humilde de todos ustedes es la persona más importante.

Los que están a favor de Jesús

49 Juan, uno de los doce discípulos, le dijo a Jesús: —Maestro, vimos a alguien que usaba tu nombre para echar demonios fuera de la gente. Pero nosotros le dijimos que no lo hiciera, porque él no es parte de nuestro grupo.

50 Pero Jesús le dijo: —No se lo prohíban, porque quien no está en contra de ustedes, realmente está a favor de ustedes.

Jesús regaña a Santiago y a Juan

51 Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús debía subir al cielo, decidió ir hacia Jerusalén.

52 Envió a unos mensajeros a un pueblo de Samaria para que le buscaran un lugar donde pasar la noche.

53 Pero la gente de esa región no quiso recibir a Jesús, porque sabían que él viajaba a Jerusalén.

54 Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron lo que había pasado, le dijeron a Jesús: Señor, permítenos orar para que caiga fuego del cielo y destruya a todos los que viven aquí.

55 Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió.

56 Después, se fueron a otro pueblo.

Los que querían seguir a Jesús

57 Cuando iban por el camino, alguien le dijo a Jesús: —Te seguiré a cualquier sitio que vayas.

58 Jesús le contestó: —Las zorras tienen sus cuevas, y las aves tienen nidos, pero yo, el Hijo del hombre, no tengo ni siquiera un sitio donde descansar.

59 Después Jesús le dijo a otro: —¡Sígueme! Pero él respondió: —Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre.

60 Jesús le dijo: —Lo importante es que tú vayas ahora mismo a anunciar las buenas noticias del reino de Dios. ¡Deja que los muertos[p] entierren a sus muertos!

61 Luego vino otra persona y le dijo a Jesús: —Señor, quiero seguirte, pero primero déjame ir a despedirme de mi familia.

62 Jesús le dijo: —No se puede pertenecer al reino de Dios y hacer lo mismo que hace un mal campesino. Al que se pone a arar el terreno y vuelve la vista atrás, los surcos le salen torcidos.

10 Jesús envía a setenta y dos discípulos

1 Después, Jesús eligió a setenta y dos discípulos, y los envió en grupos de dos en dos a los pueblos y lugares por donde él iba a pasar.

2 Jesús les dijo: Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciar las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos, para que compartan las buenas noticias con toda esa gente.

3 Y ahora, vayan; pero tengan cuidado, porque yo los envío como quien manda corderos a una cueva de lobos.

4 No lleven dinero, ni mochila ni zapatos, ni se detengan a saludar a nadie por el camino.

5 Cuando lleguen a alguna casa, saluden a todos los que vivan allí, deseándoles que les vaya bien.

6 Si la gente merece el bien, el deseo de ustedes se cumplirá; pero si no lo merece, no se cumplirá su deseo.

7 No anden de casa en casa. Quédense con una sola familia, y coman y beban lo que allí les den, porque el trabajador merece que le paguen.

8 Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les sirvan,

9 sanen a los enfermos, y díganles que el reino de Dios ya está cerca.

10 Pero si entran en un pueblo y no los reciben bien, salgan a la calle y grítenles:

11 «No tenemos nada que ver con ustedes. Por eso, hasta el polvo de su pueblo lo sacudimos de nuestros pies. Pero sepan esto: ya está cerca el reino de Dios».

12 Les aseguro que, en el día del juicio, Dios castigará más duramente a la gente de ese pueblo que a la de Sodoma.

La gente que no cree

13 Jesús también dijo: Habitantes del pueblo de Corazín, ¡qué mal les va a ir a ustedes! ¡Y también les va a ir mal a ustedes, los que viven en el pueblo de Betsaida! Si los milagros que hice entre ustedes los hubiera hecho entre los que viven en las ciudades de Tiro y de Sidón, hace tiempo que ellos habrían cambiado su modo de vivir. Se habrían vestido de ropas ásperas y se habrían echado ceniza en la cabeza para mostrar su arrepentimiento.

14 Les aseguro que, en el día del juicio final, ustedes van a recibir un castigo mayor que el de ellos.

15 Habitantes del pueblo de Cafarnaúm, ¿creen que van a ser bien recibidos en el cielo? No, sino que van a ser enviados a lo más profundo del infierno.

16 Luego Jesús les dijo a sus discípulos: Cualquiera que los escuche a ustedes, me escucha a mí. Cualquiera que los rechace, a mí me rechaza; y la persona que me rechaza, rechaza también a Dios, que fue quien me envió.

Los setenta y dos discípulos regresan

17 Los setenta y dos discípulos que Jesús había enviado regresaron muy contentos, y le dijeron: —¡Señor, hasta los demonios nos obedecen cuando los reprendemos en tu nombre!

18 Jesús les dijo: —Yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo.

19 Yo les he dado poder para que ni las serpientes ni los escorpiones les hagan daño, y para que derroten a Satanás, su enemigo.

20 Sin embargo, no se alegren de que los malos espíritus los obedezcan. Alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el libro del cielo.

Jesús alaba a Dios

21 En ese mismo momento, el Espíritu Santo hizo que Jesús sintiera mucha alegría. Entonces Jesús dijo: Padre mío, que gobiernas el cielo y la tierra, te alabo porque has mostrado estas cosas a los niños y a los que son como ellos. En cambio, no se las mostraste a los que conocen mucho y son sabios, porque así lo has querido, Padre mío.

22 Luego Jesús le dijo a la gente que estaba con él: Mi Padre me ha entregado todo, y nadie me conoce mejor que él. Y yo, que soy su Hijo, conozco mejor que nadie a Dios, mi Padre, y elijo a las personas que lo conocerán como yo.

23 Cuando Jesús se quedó a solas con sus discípulos, les dijo: Dichosos ustedes, que pueden ver todo lo que sucede ahora.

24 A muchos profetas y reyes les habría gustado ver y oír lo que ustedes ven y oyen ahora, pero no pudieron.

Un extranjero compasivo

25 Un maestro de la Ley se acercó para ver si Jesús podía responder a una pregunta difícil, y le dijo: —Maestro, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna?

26 Jesús le respondió: —¿Sabes lo que dicen los libros de la Ley?

27 El maestro de la Ley respondió: —«Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que vales y con todo lo que eres, y cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo».

28 —¡Muy bien!— respondió Jesús. —Haz todo eso y tendrás la vida eterna.

29 Pero el maestro de la Ley no quedó satisfecho con la respuesta de Jesús, así que insistió: —¿Y quién es mi prójimo?

30 Entonces Jesús le puso este ejemplo: Un día, un hombre iba de Jerusalén a Jericó. En el camino lo asaltaron unos ladrones y, después de golpearlo, le robaron todo lo que llevaba y lo dejaron medio muerto.

31 Por casualidad, por el mismo camino pasaba un sacerdote judío. Al ver a aquel hombre, el sacerdote se hizo a un lado y siguió su camino.

32 Luego pasó por ese lugar otro judío, que ayudaba en el culto del templo; cuando este otro vio al hombre, se hizo a un lado y siguió su camino.

33 Pero también pasó por allí un extranjero, de la región de Samaria, y al ver a aquel hombre tirado en el suelo, le tuvo compasión.

34 Se acercó, sanó sus heridas con vino y aceite, y le puso vendas. Lo subió sobre su burro, lo llevó a un pequeño hotel y allí lo cuidó.

35 Al día siguiente, el extranjero le dio dinero al encargado de la posada y le dijo: «Cuídeme bien a este hombre. Si el dinero que le dejo no alcanza para todos los gastos, a mi regreso yo le pagaré lo que falte».

36 Jesús terminó el relato y le dijo al maestro de la Ley: —A ver, dime. De los tres hombres que pasaron por el camino, ¿cuál fue el prójimo del que fue maltratado por los ladrones?

37 —El que se preocupó por él y lo cuidó— contestó el maestro de la Ley. Jesús entonces le dijo: —Anda y haz tú lo mismo.

Marta y María

38 En su viaje hacia Jerusalén, Jesús y sus discípulos pasaron por un pueblo. Allí, una mujer llamada Marta recibió a Jesús en su casa.

39 En la casa también estaba María, que era hermana de Marta. María se sentó junto a Jesús para escuchar atentamente lo que él decía.

40 Marta, en cambio, estaba ocupada en preparar la comida y en los quehaceres de la casa. Por eso, se acercó a Jesús y le dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola, haciendo todo el trabajo de la casa? Dile que me ayude.

41-42 Pero Jesús le contestó: —Marta, Marta, ¿por qué te preocupas por tantas cosas? Hay algo más importante. María lo ha elegido, y nadie se lo va a quitar.

11 Jesús enseña a orar

1 Un día, Jesús fue a cierto lugar para orar. Cuando terminó, uno de sus discípulos se acercó y le pidió: —Señor, enséñanos a orar, así como Juan el Bautista enseñó a sus seguidores.

2 Jesús les dijo: —Cuando ustedes oren, digan: “Padre, que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios”. Ven y sé nuestro único rey.

3 Danos la comida que hoy necesitamos.

4 Perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a todos los que nos hacen mal». Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti».

5 También les dijo: Supongamos que, a medianoche, uno de ustedes va a la casa de un amigo y le dice: «Vecino, préstame por favor tres panes.

6 Un amigo mío, que está de viaje, ha llegado y va a quedarse en mi casa; ¡no tengo nada para darle de comer!».

7 Supongamos también que el vecino le responda así: «¡No me molestes! La puerta ya está cerrada con llave, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte los panes».

8 Si el otro siguiera insistiendo, de seguro el vecino le daría lo que necesitara, no tanto porque aquél fuera su amigo, sino para no ser avergonzado ante el pueblo.

9 Por eso les digo esto: pidan a Dios y él les dará, hablen con Dios y encontrarán lo que buscan, llámenlo y él los atenderá.

10 Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.

11 ¿Alguno de ustedes le daría a su hijo una serpiente si él le pidiera un pescado?

12 ¿O le daría un escorpión si le pidiera un huevo?

13 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan.

Jesús y el jefe de los demonios

14 Jesús expulsó a un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando el demonio salió, el hombre empezó a hablar. La gente estaba asombrada por lo que hizo Jesús,

15 pero algunas personas dijeron: Jesús libera de los demonios a la gente porque Beelzebú, el jefe de los demonios, le da poder para hacerlo.

16 Otros querían ponerle una trampa a Jesús. Por eso le pidieron un milagro que demostrara que había sido enviado por Dios.

17 Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: Si los habitantes de un país se pelean entre ellos, el país se destruirá. Si los miembros de una familia se pelean entre sí, la familia también se destruirá.

18 Y si Satanás lucha contra sí mismo, destruirá su propio reino. Ustedes dicen que yo expulso a los demonios por el poder de Satanás.

19 Si eso fuera verdad, entonces ¿quién les da poder a los discípulos de ustedes para echar fuera demonios? Si ustedes me responden que Dios les da ese poder, eso demuestra que están equivocados.

20 Y si yo echo fuera a los demonios con el poder de Dios, eso demuestra que el reino de Dios ya está aquí.

21 Es muy difícil robar en la casa de un hombre fuerte y bien armado.

22 Pero si un hombre más fuerte que él lo vence, le quitará las armas, le robará todo y lo repartirá entre sus amigos.

23 Si ustedes no están de acuerdo con lo que hago, entonces están contra mí. Si no me ayudan a traer a otros para que me sigan, es como si los estuvieran ahuyentando.

El espíritu malo que regresa

24 Cuando un espíritu malo sale de una persona, viaja por el desierto buscando dónde descansar. Al no encontrar ningún lugar, dice: «Mejor regresaré a mi antigua casa, y me meteré de nuevo en ella».

25 Cuando regresa, la encuentra limpia y ordenada.

26 Entonces va y busca a otros siete espíritus peores que él, y todos se meten dentro de aquella persona y se quedan a vivir allí. ¡Y esa pobre persona termina peor que cuando sólo tenía un espíritu malo!

¿Para quién es la bendición?

27 Mientras Jesús hablaba, llegó una mujer y le gritó: —¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te amamantó!

28 Pero Jesús le respondió: —¡Dichosa más bien la gente que escucha el mensaje de Dios, y lo obedece!

Una señal milagrosa

29 Mucha gente se acercó para escuchar a Jesús. Entonces él les dijo: Ustedes me piden como prueba una señal, pero son malos y no confían en Dios. La única prueba que les daré será lo que le pasó a Jonás.

30 Así como él fue señal para los habitantes de la ciudad de Nínive, así yo, el Hijo del hombre, seré una señal para la gente de este tiempo.

31 La reina del Sur[q] se levantará en el día del juicio, y hablará contra ustedes para que Dios los castigue. Ella vino desde muy lejos para escuchar las sabias enseñanzas del rey Salomón, ¡y ustedes no quieren escuchar mis enseñanzas, aunque soy más importante que Salomón!

32 En el juicio final, la gente de la ciudad de Nínive también se levantará, y hablará contra ustedes. Porque esa gente sí cambió de vida cuando oyó el mensaje que le anunció Jonás. ¡Pero ustedes oyen mi mensaje y no cambian, a pesar de que soy más importante que él!

La luz del cuerpo

Jesús también les dijo:

33 Nadie enciende una lámpara para esconderla, o para ponerla debajo de un cajón. Todo lo contrario: se pone en un lugar alto, para que alumbre a todos los que entran en la casa.

34 Los ojos de una persona son como una lámpara que alumbra su cuerpo. Por eso, si miran con ojos sinceros y amables, la luz entrará en su vida. Pero si sus ojos son envidiosos y orgullosos, vivirán en completa oscuridad.

35 Así que, tengan cuidado, no dejen que se apague la luz de su vida.

36 Si todo su cuerpo está iluminado, y no hay en él ninguna parte oscura, entonces la vida de ustedes alumbrará en todos lados, como cuando una lámpara los ilumina con su luz.

¡Qué mal les va a ir!

37 Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer en su casa. Jesús fue y se sentó a la mesa[r].

38 El fariseo se sorprendió mucho al ver que Jesús no se había lavado las manos antes de comer.

39 Pero Jesús le dijo: —Ustedes los fariseos se lavan por fuera, pero por dentro son malos, no ayudan a nadie y roban a la gente.

40 ¡Tontos! Dios hizo las cosas de afuera y también las de adentro.

41 La mejor forma de estar completamente limpios es compartir lo que uno tiene con los pobres.

42 ¡Qué mal les va a ir! Ustedes se preocupan por dar a Dios, como ofrenda, la décima parte de las legumbres, de la menta y de la ruda que cosechan en sus terrenos. Pero no lo aman ni son justos con los demás. Deben dar a Dios la décima parte de todo, pero sin dejar de amarlo y sin dejar de ser justos.

43 ¡Qué mal les va a ir a ustedes, los fariseos! Cuando van a la sinagoga, les encanta que los traten como si fueran las personas más importantes. Les gusta que en el mercado la gente los salude con gran respeto.

44 ¡Qué mal les va a ir! Porque ustedes son como tumbas ocultas[s], que la gente pisa sin saberlo.

45 Entonces, un maestro de la Ley le dijo a Jesús: —Maestro, todo esto que dices contra los fariseos, nos ofende también a nosotros.

46 Jesús le dijo: —¡Qué mal les va a ir a ustedes también! Porque imponen mandamientos muy difíciles de cumplir, pero no hacen ni el más mínimo esfuerzo por cumplirlos.

47 ¡Qué mal les va a ir a ustedes, que construyen monumentos para recordar a los profetas que sus mismos antepasados mataron!

48 Así ustedes están aprobando lo que hicieron sus antepasados: ellos mataron a los profetas, y ustedes construyen sus monumentos.

49 Por eso Dios ha dicho sabiamente acerca de ustedes: «Yo les enviaré profetas y apóstoles, pero ustedes matarán a algunos de ellos, y a otros los perseguirán por todas las ciudades».

50 Así que ustedes se han hecho culpables de la muerte de todos los profetas del mundo,

51 comenzando por la muerte de Abel y terminando por la muerte del profeta Zacarías, a quien mataron entre el templo y el altar de los sacrificios. Les aseguro que todos ustedes serán castigados por esto.

52 ¡Qué mal les va a ir a ustedes, los maestros de la Ley! Porque saben muy bien lo que significa conocer a Dios, pero no hacen nada por conocerlo, ni dejan que otros lo conozcan.

53 Cuando Jesús salió de esa casa, los maestros de la Ley y los fariseos comenzaron a seguirlo, y a hacerle muchas preguntas,

54 aunque en realidad le estaban poniendo una trampa, para ver si decía algo malo y así poder atraparlo.

12 Consejos

1 Mientras muchísimas personas rodeaban a Jesús y se atropellaban unas a otras, él les dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de las mentiras que enseñan los fariseos. Ellos engañan a la gente diciendo cosas que parecen verdad.

2 Porque todo lo que esté escondido se descubrirá, y todo lo que se mantenga en secreto llegará a conocerse.

3 Lo que ustedes digan en la oscuridad, se sabrá a plena luz del día; lo que digan en secreto, lo llegará a saber todo el mundo.

A quién debemos tenerle miedo

4 Amigos míos, no tengan miedo de la gente que puede quitarles la vida. Más que eso no pueden hacerles.

5 Tengan más bien temor de Dios, pues él no sólo puede quitarles la vida, sino que también puede enviarlos al infierno. A él sí deben tenerle miedo.

6 Cinco pajaritos apenas valen unas cuantas monedas. Sin embargo, Dios se preocupa por cada uno de ellos.

7 Lo mismo pasa con ustedes: Dios sabe hasta cuántos cabellos tienen. Por eso, ¡no tengan miedo! Ustedes valen más que muchos pajaritos.

Hablar de Jesús

8 Si ustedes les dicen a otros que son mis seguidores, yo, el Hijo del hombre, les diré a los ángeles de Dios que ustedes en verdad lo son.

9 Pero si le dicen a la gente que no son mis seguidores, yo les diré a los ángeles de Dios que ustedes no lo son.

10 Si ustedes dicen algo contra mí, que soy el Hijo del hombre, Dios los perdonará. Pero si dicen algo malo en contra del Espíritu Santo, Dios no los perdonará.

11 Cuando los lleven a las sinagogas, o ante los jueces y las autoridades, para ser juzgados, no se preocupen por lo que van a decir o cómo van a defenderse.

12 Porque en el momento preciso, el Espíritu Santo les dirá lo que deben decir.

El rico tonto

13 Uno de los que estaban allí le dijo a Jesús: —Maestro, ordénale a mi hermano que me dé la parte de la herencia que me dejó nuestro padre.

14 Jesús le respondió: —A mí no me corresponde resolver el pleito entre tu hermano y tú.

15 Luego miró Jesús a los que estaban allí, y les dijo: ¡No vivan siempre con el deseo de tener más y más! No por ser dueños de muchas cosas se vive una vida larga y feliz.

16 Y enseguida Jesús les puso este ejemplo: Las tierras de un hombre muy rico habían dado una gran cosecha.

17 Era tanto lo que se había recogido, que el rico no sabía dónde guardar los granos.

18 Pero después de pensarlo dijo: «Ya sé lo que haré. Destruiré mis viejos graneros, y mandaré a construir unos mucho más grandes. Allí guardaré lo que he cosechado y todo lo que tengo.

19 Después me diré: ¡Ya tienes suficiente para vivir muchos años! ¡Come, bebe, diviértete y disfruta de la vida lo más que puedas!».

20 Pero Dios le dijo: «¡Qué tonto eres! Esta misma noche vas a morir, y otros disfrutarán de todo esto que has guardado».

21 Así les pasa a todos los que amontonan riquezas para sí mismos. Se creen muy ricos pero, en realidad, ante Dios son pobres.

Las preocupaciones

22 Después Jesús les dijo a sus discípulos: No se pasen la vida preocupados por lo que van a comer o beber, o por la ropa que van a ponerse.

23 La vida no consiste sólo en comer, ni el cuerpo existe sólo para que lo vistan.

24 Miren a los cuervos: no siembran ni cosechan, ni tienen graneros para guardar las semillas. Sin embargo, Dios les da de comer. ¡Recuerden que ustedes son más importantes que las aves!

25 ¿Creen ustedes que por preocuparse mucho vivirán un día más?

26 Si ni siquiera esto pueden conseguir, ¿por qué se preocupan por lo demás?

27 Aprendan de las flores del campo: no trabajan para hacerse sus vestidos y, sin embargo, les aseguro que ni el rey Salomón, con todas sus riquezas, se vistió tan bien como ellas.

28 Si Dios hace tan hermosas a las flores, que viven tan poco tiempo, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Veo que todavía no han aprendido a confiar en Dios!

29 No se desesperen preguntándose qué van a comer, o qué van a beber.

30 Sólo quienes no conocen a Dios se preocupan por eso. Dios, el Padre de ustedes, sabe que todo eso lo necesitan.

31 Lo más importante es que reconozcan a Dios como único rey. Todo lo demás, él se lo dará a su debido tiempo.

La riqueza verdadera

32 ¡No tengan miedo, mi pequeño grupo de discípulos! Dios, el Padre de ustedes, quiere darles su reino.

33 Vendan lo que tienen, y repartan ese dinero entre los pobres. Fabríquense bolsas que nunca se rompan, y guarden en el cielo lo más valioso de su vida. Allí, los ladrones no podrán robar, ni la polilla podrá destruir.

34 Recuerden que la verdadera riqueza consiste en obedecerme de todo corazón.

Los sirvientes

35-36 Ustedes tienen que estar siempre listos. Deben ser como los sirvientes de aquel que va a una fiesta de bodas. Ellos se quedan despiertos, con las lámparas encendidas, pendientes de que su dueño llame a la puerta para abrirle de inmediato.

37-38 ¡Qué felices serán cuando llegue el dueño a la casa, en la noche, o en la madrugada! Les aseguro que el dueño hará que sus sirvientes se sienten a la mesa, y él mismo les servirá la comida.

39 Si el dueño de una casa supiera a qué hora se va a meter un ladrón, lo esperaría para no dejarlo entrar.

40 Ustedes deben estar listos, porque yo, el Hijo del hombre, vendré a la hora que menos lo esperen.

41 Pedro entonces le preguntó: —Señor, ¿esa enseñanza es sólo para nosotros, o para todos los que están aquí?

42 El Señor Jesús le respondió: —El sirviente responsable y atento es aquel a quien el dueño de la casa deja encargado de toda su familia, para que les sirva la comida a tiempo.

43 ¡Qué feliz es el sirviente si su dueño lo encuentra cumpliendo sus órdenes!

44 Les aseguro que el dueño hará que ese sirviente administre todas sus posesiones.

45 Pero supongamos que el sirviente piensa: «Mi amo salió de viaje y tardará mucho en volver», y entonces comienza a golpear a los otros sirvientes y sirvientas, y a comer y a beber hasta emborracharse.

46 Cuando vuelva su amo, en el día y la hora en que menos lo espere, lo castigará como se castiga a los sirvientes que no obedecen.

47 El sirviente que conoce las órdenes de su dueño y no las cumple, recibirá un castigo severo.

48 Pero el sirviente que, sin saberlo, hace algo que merece castigo, recibirá un castigo menor. Dios es bueno con ustedes, y espera que ustedes lo sean con él. Y así como él se muestra muy generoso con ustedes, también espera que ustedes le sirvan con la misma generosidad.

Jesús advierte a sus discípulos

49 Yo he venido para encender fuego en el mundo[t]. ¡Y cómo me gustaría que ya estuviera ardiendo!

50 Pero primero tengo que pasar por una prueba muy difícil, y sufro mucho hasta que llegue ese momento.

51 ¿Creen ustedes que vine para establecer la paz en este mundo? ¡No! Yo no vine a eso. Vine a causar división.

52 En una familia de cinco, tres estarán en contra de los otros dos.

53 El padre y el hijo se pelearán, la madre y la hija harán lo mismo, y la suegra y la nuera serán enemigas.

Las señales de Dios

54 Jesús le dijo a la gente: Cuando ustedes miran hacia el oeste, y ven una nube en el cielo, dicen: «¡Va a llover!»; y en verdad llueve.

55 Y si ven que sopla viento desde el sur, dicen: «¡Va a hacer calor!»; y así pasa.

56 ¿A quién tratan de engañar? A ustedes les basta mirar el aspecto del cielo y de la tierra para saber si el tiempo será bueno o malo. ¡Pero miran lo que yo hago, y no son capaces de entender que son señales de Dios!

Paz con el enemigo

57 Elige hacer lo correcto.

58 Si alguien te acusa de hacer algo malo en su contra, arregla el problema con esa persona antes de que te entregue al juez. De lo contrario, el juez le ordenará a un policía que te lleve a la cárcel.

59 Te aseguro que sólo saldrás cuando hayas pagado hasta el último centavo.

13 Cambiar de vida

1 Por aquel tiempo, algunos le dijeron a Jesús que Pilato, el gobernador romano, había mandado matar a varios hombres de la región de Galilea. Esto les había sucedido mientras ellos estaban en el templo ofreciendo sacrificios a Dios.

2 Jesús les dijo: ¿Creen ustedes que esos hombres murieron porque eran más malos que los demás habitantes de Galilea?

3 ¡De ninguna manera! Y si ustedes no cambian su manera de vivir ni obedecen a Dios, de seguro morirán.

4 Acuérdense de los dieciocho que murieron cuando se les vino encima la torre que se derrumbó en Siloé. ¿Creen ustedes que eso les pasó porque eran más malos que todos los habitantes de Jerusalén?

5 ¡De ninguna manera! Y si ustedes no cambian su manera de vivir ni obedecen a Dios, también morirán.

La higuera

6 Además, Jesús les puso este ejemplo: Un hombre había sembrado una higuera en su viñedo. Un día, fue a ver si el árbol tenía higos, pero no encontró ninguno.

7 Entonces le dijo al encargado del viñedo: «Tres años seguidos he venido a ver si esta higuera ya tiene higos, y nunca encuentro nada. Córtala, pues sólo está ocupando terreno».

8 El encargado le dijo: «Señor, deje usted la higuera un año más. Aflojaré la tierra a su alrededor, y le pondré abono.

9 Si el próximo año da higos, la dejará vivir; si no, puede ordenar que la corten».

Jesús sana a una mujer

10 Un sábado, Jesús estaba enseñando en una sinagoga.

11 Allí había una mujer que tenía dieciocho años de estar jorobada. Un espíritu malo la había dejado así, y no podía enderezarse para nada.

12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: ¡Mujer, quedas libre de tu enfermedad!

13 Jesús puso sus manos sobre ella, y en ese momento la mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios.

14 El jefe de la sinagoga se enojó mucho con Jesús, por lo que Jesús había hecho en un día de descanso obligatorio. Por eso, le dijo a la gente que estaba reunida: La semana tiene seis días para trabajar, y uno para descansar. Ustedes deben venir para ser sanados en uno de esos seis días, pero no en sábado.

15 Jesús contestó: ¿A quién tratan de engañar? Ustedes llevan a su buey o a su burro a beber agua el día sábado,

16 y esta mujer vale mucho más que un buey o un burro, porque es descendiente de Abraham. Si Satanás la tuvo enferma durante dieciocho años, ¿por qué no podría ser sanada en un día sábado?

17 Cuando Jesús dijo esto, sus enemigos quedaron avergonzados. El resto de la gente, en cambio, se puso muy feliz al ver las cosas tan maravillosas que Jesús hacía.

La semilla de mostaza

18 Jesús también les dijo: ¿Cómo les puedo explicar qué es el reino de Dios? ¿Con qué puedo compararlo?

19 Se puede comparar con la semilla de mostaza: Cuando un hombre va y la siembra en su terreno, ella crece y se convierte en un árbol grande, tan grande que hasta los pájaros vienen y hacen nidos en sus ramas.

La levadura

20 Jesús también les dijo: ¿Con qué más puedo comparar el reino de Dios?

21 Se puede comparar con lo que sucede cuando una mujer pone un poquito de levadura en un montón de harina. ¡Ese poquito hace crecer toda la masa!

La entrada estrecha

22 Durante el viaje hacia Jerusalén, Jesús pasaba por los pueblos y aldeas y enseñaba a la gente.

23 Un día, alguien le preguntó: —Señor, ¿serán pocos los que se van a salvar? Jesús contestó:

24 Traten de entrar por la entrada estrecha. Porque muchos querrán entrar al reino de Dios y no podrán.

25 Cuando Dios cierre la puerta, si ustedes están afuera ya no podrán entrar. Tocarán a la puerta y dirán: «¡Señor, ábrenos!». Pero yo les diré: «No sé quiénes sean ustedes, ni de dónde vengan».

26 Y ustedes dirán: «Nosotros comimos y bebimos contigo; además, tú enseñaste en las calles de nuestro pueblo».

27 Pero yo les contestaré: «¡Ya les dije que no los conozco! ¡Gente malvada, apártense de mí!».

28 Ustedes se quedarán afuera, y llorarán y les rechinarán de terror los dientes, porque verán en el reino de Dios a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob, y a los profetas.

29 De todas partes del mundo vendrán a la gran cena que Dios dará en su reino.

30 Allí, los que ahora son los menos importantes, serán los más importantes. Y los que ahora son importantes, serán los menos importantes.

Jesús y Herodes

31 En ese momento llegaron unos fariseos, y le dijeron a Jesús: —¡Huye, porque el rey Herodes Antipas quiere matarte!

32 Jesús les dijo: —Vayan y díganle a esa zorra[u] que hoy y mañana estaré expulsando demonios y curando a los enfermos, y que el tercer día ya habré terminado.

33 Aunque, en verdad, hoy, mañana y pasado mañana deberé seguir mi viaje hasta llegar a Jerusalén. Después de todo, allí es donde matan a los profetas.

Jesús llora por la gente de Jerusalén

34 ¡Habitantes de Jerusalén! ¡Ustedes matan a los profetas y a los mensajeros que Dios les envía! Muchas veces quise protegerlos a ustedes, como la gallina que cuida a sus pollitos debajo de sus alas, pero ustedes no me dejaron.

35 Por eso su templo quedará abandonado. Y les aseguro que no volverán a verme, hasta que digan: «¡Bendito el Mesías que viene en el nombre de Dios!».

14 Jesús sana a un enfermo

1 Un sábado, Jesús estaba cenando en la casa de un jefe de los fariseos. Todos los que estaban presentes lo vigilaban muy atentos.

2 De pronto, un hombre que tenía las piernas y los brazos hinchados se paró delante de él.

3 Jesús miró a los maestros de la Ley y a los fariseos, y les preguntó: ¿Se debe, o no se debe sanar a un enfermo el día de descanso?

4 Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo sanó y lo despidió.

5 Después, les preguntó a los que estaban presentes: Si uno de sus hijos, o uno de sus bueyes, se cayera en un pozo, ¿no es cierto que lo sacarían de inmediato, aunque fuera sábado?

6 Pero ellos no pudieron decir nada.

Los invitados a la cena

7 Jesús se había dado cuenta de que los invitados a la cena llegaban y se sentaban en los mejores lugares. Por eso les dio este consejo:

8 Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el mejor lugar. Porque si llega alguien más importante que tú,

9 el que te invitó te dirá: «Dale tu puesto a este otro invitado». Eso sería muy vergonzoso para ti, y tendrías que sentarte en el último lugar.

10 Por eso, cuando alguien te invite, busca el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: «Amigo, ven siéntate aquí; este lugar es mejor». De esa manera, recibirás honores delante de los demás invitados.

11 El que se crea superior a los demás, será puesto en el lugar menos importante. El que es humilde será puesto en un lugar más importante.

12 Luego, Jesús le dijo al hombre que lo había invitado: Cuando hagas una fiesta o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus otros familiares, ni a tus vecinos más ricos. Si haces eso, también ellos te invitarán a ti, y de esa manera te recompensarán por haberlos invitado.

13 En el futuro, cuando hagas una fiesta, invita a los pobres, a los tullidos, a los cojos y a los ciegos.

14 Ellos no podrán darte nada a cambio, pero Dios te bendecirá. Él te dará un premio cuando resuciten todos los que practican la justicia.

La gran cena

15 Al oír esto, uno de los invitados le dijo a Jesús: —¡La bendición más grande será participar en la gran fiesta del reino de Dios!

16 Jesús le respondió: —En cierta ocasión, un hombre organizó una gran cena e invitó a mucha gente.

17 Cuando llegó la hora, envió a su sirviente para que llamara a los invitados y les dijera: «Vengan, ya todo está listo».

18 Pero cada uno de los invitados dio una excusa, y rechazó la invitación. Uno dijo: «Dile a tu amo que por favor me disculpe, pues acabo de comprar un terreno y necesito ir a verlo».

19 Otro dijo: «Le ruego que me disculpe, pues hoy compré cinco yuntas de bueyes y tengo que probarlas».

20 Otro más dijo: «Acabo de casarme; dile que no puedo ir».

21 El sirviente regresó y le contó a su amo todo esto. El amo se enojó mucho y le dijo: «Ve enseguida a las calles y callejones de la ciudad, y trae a cenar a los pobres, a los tullidos, a los ciegos y a los cojos».

22 Cuando el sirviente regresó, le dijo: «Señor, ya hice lo que usted me mandó, pero todavía queda lugar en la casa».

23 El amo le ordenó: «Ve por las calles y callejones, y obliga a la gente a entrar. Quiero que mi casa se llene.

24 Pero ninguno de los que invité la primera vez probará un bocado de mi cena».

Condiciones para ser discípulo de Jesús

25 Una gran cantidad de gente caminaba con Jesús. De pronto, él se volvió y les dijo:

26 Si alguno de ustedes quiere ser mi discípulo, tendrá que amarme más que a su padre o a su madre, más que a su esposa o a sus hijos, y más que a sus hermanos o a sus hermanas. Ustedes no pueden seguirme, a menos que me amen más que a su propia vida.

27 Si ustedes no están dispuestos a morir en una cruz, y a hacer lo que yo les diga, no pueden ser mis discípulos.

28 Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿qué es lo primero que hace? Pues se sienta a pensar cuánto va a costarle, para ver si tiene suficiente dinero.

29 Porque si empieza a construir la torre y después no tiene dinero para terminarla, la gente se burlará de él.

30 Todo el mundo le dirá: «¡Qué tonto eres! Empezaste a construir la torre, y ahora no puedes terminarla».

31 ¿Qué hace un rey que sólo tiene diez mil soldados, para defenderse de otro rey que lo va a atacar con veinte mil? Primero tendrá que ver si puede ganar la batalla con sólo diez mil soldados.

32 Y si ve que no puede ganar, aprovecha que el otro rey todavía está lejos y manda mensajeros a pedir la paz.

33 Por eso, piénsenlo bien. Si quieren ser mis discípulos, tendrán que abandonar todo lo que tienen.

La sal del mundo

34-35 La sal es buena, pero cuando pierde sus capacidades se tira a la basura, pues ya no sirve ni para el horno de barro ni para hacer combustible con el estiércol[v]. ¡Si en verdad tienen oídos, presten mucha atención!

15 La oveja

1 Mientras Jesús enseñaba, se le acercaron muchos de los que cobraban impuestos para el gobierno de Roma, y también otras personas a quienes los fariseos consideraban gente de mala fama.

2 Al ver esto, los fariseos y los maestros de la Ley comenzaron a criticar a Jesús, y decían: Este hombre es amigo de los pecadores, y hasta come con ellos.

3 Al oír eso, Jesús les puso este ejemplo:

4 Si alguno de ustedes tiene cien ovejas, y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve en el campo y se va a buscar la oveja perdida?

5 Y cuando la encuentra, la pone en sus hombros

6 y vuelve muy contento con ella. Después llama a sus amigos y vecinos, y les dice: «¡Vengan a mi casa y alégrense conmigo! ¡Ya encontré la oveja que había perdido!».

7 De la misma manera, hay más alegría allá en el cielo por una de estas personas que se vuelve a Dios, que por noventa y nueve personas buenas que no necesitan volverse a él.

La moneda

8 Jesús les puso otro ejemplo: ¿Qué hará una mujer que, con mucho cuidado, ha guardado diez monedas, y de pronto se da cuenta de que ha perdido una de ellas? De inmediato prenderá las luces y se pondrá a barrer la casa, y buscará en todos los rincones, hasta encontrarla.

9 Y cuando la encuentre, invitará a sus amigas y vecinas y les dirá: «¡Vengan a mi casa y alégrense conmigo! ¡Ya encontré la moneda que había perdido!».

10 De la misma manera, los ángeles de Dios hacen fiesta cuando alguien se vuelve a Dios.

El padre amoroso

11 Jesús también les dijo: Un hombre tenía dos hijos.

12 Un día, el hijo más joven le dijo a su padre: «Papá, dame la parte de tu propiedad que me toca como herencia». Entonces el padre repartió la herencia entre sus dos hijos.

13 A los pocos días, el hijo menor vendió lo que su padre le había dado y se fue lejos, a otro país. Allá se dedicó a darse gusto, haciendo lo malo y gastando todo el dinero.

14 Ya se había quedado sin nada, cuando comenzó a faltar la comida en aquel país, y el joven empezó a pasar hambre.

15 Entonces buscó trabajo, y el hombre que lo empleó lo mandó a cuidar cerdos en su finca.

16 Al joven le daban ganas de comer aunque fuera la comida con que alimentaban a los cerdos, pero nadie se la daba.

17 Por fin comprendió lo tonto que había sido, y pensó: «En la finca de mi padre los trabajadores tienen toda la comida que desean, y yo aquí me estoy muriendo de hambre.

18 Volveré a mi casa, y apenas llegue, le diré a mi padre que me he portado muy mal con Dios y con él.

19 Le diré que no merezco ser su hijo, pero que me dé empleo, y que me trate como a cualquiera de sus trabajadores».

20 Entonces regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre corrió hacia él lleno de amor, y lo recibió con abrazos y besos.

21 El joven empezó a decirle: «¡Papá, me he portado muy mal contra Dios y contra ti! ¡Ya no merezco ser tu hijo!».

22 Pero antes de que el muchacho terminara de hablar, el padre llamó a los sirvientes y les dijo: «¡Pronto! Traigan la mejor ropa y vístanlo. Pónganle un anillo, y también sandalias.

23 ¡Maten el ternero más gordo y hagamos una gran fiesta,

24 porque mi hijo ha regresado! Es como si hubiera muerto, y ha vuelto a vivir. Se había perdido y lo hemos encontrado». Y comenzó la fiesta.

25 Mientras tanto, el hijo mayor estaba trabajando en el campo. Cuando regresó, se acercó a la casa y oyó la música y el baile.

26 Llamó a uno de los sirvientes y le preguntó: «¿Qué pasa?».

27 El sirviente le dijo: «Es que tu hermano ha vuelto sano y salvo, y tu papá mandó matar el ternero más gordo para hacer una fiesta».

28 Entonces el hermano mayor se enojó mucho y no quiso entrar. Su padre tuvo que salir a rogarle que entrara.

29 Pero él, muy enojado, le dijo: «He trabajado para ti desde hace muchos años, y nunca te he desobedecido; pero a mí jamás me has dado siquiera un cabrito para que haga una fiesta con mis amigos.

30 ¡Y ahora que vuelve ese hijo tuyo, después de malgastar todo tu dinero con prostitutas, matas para él el ternero más gordo!».

31 El padre le contestó: «¡Pero hijo! Tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.

32 ¡Cómo no íbamos a hacer una fiesta y alegrarnos por el regreso de tu hermano! Es como si hubiera muerto, pero ha vuelto a vivir; como si se hubiera perdido, pero lo hemos encontrado».

16 El empleado astuto

1 Jesús también les dijo a sus discípulos: Había una vez un hombre muy rico, que tenía un empleado encargado de cuidar todas sus riquezas; pero llegó a saber que ese empleado malgastaba su dinero.

2 Entonces lo llamó y le dijo: «¿Qué es todo esto que me han dicho de ti? Preséntame un informe de todo mi dinero y posesiones, porque ya no vas a trabajar más para mí».

3 El empleado pensó: «Ahora que mi patrón me despide del trabajo, ¿qué voy a hacer? No soy fuerte para hacer zanjas, y me da vergüenza pedir limosna.

4 ¡Ya sé lo que haré, para que algunos me reciban en sus casas cuando me despidan!».

5 El empleado llamó a cada uno de los que le debían algo a su patrón, y al primero le preguntó: «¿Cuánto le debes a mi patrón?».

6 Aquel hombre contestó: «Le debo cien barriles de aceite de oliva». El empleado le dijo: «Aquí está tu cuenta. Rápido, siéntate y, en lugar de cien barriles, anota cincuenta».

7 Luego le preguntó a otro: «Y tú, ¿cuánto le debes a mi patrón?». Ese hombre respondió: «Diez mil kilos de trigo». El empleado le dijo: «Toma tu cuenta y anota ocho mil kilos».

8 Al saber esto, el patrón felicitó al empleado deshonesto por ser tan astuto. Y es que, para atender sus propios negocios, la gente de este mundo es más astuta que los hijos de Dios.

9 Por eso a ustedes, que son mis discípulos, yo les aconsejo que usen el dinero obtenido en forma deshonesta para ganar amigos. Así, cuando se les acabe ese dinero, Dios los recibirá en el cielo.

10 Al que cuida bien lo que vale poco, también se le puede confiar lo que vale mucho. Y el que es deshonesto con lo de poco valor, también lo será con lo de mucho valor.

11 Si a ustedes no se les puede confiar algo que vale tan poco, como el dinero ganado deshonestamente, ¿quién les confiará lo que sí es valioso?

12 Y si no se les puede confiar lo que es de otra persona, ¿quién les dará lo que será de ustedes?

13 Nadie puede ser esclavo de dos amos, porque preferirá a uno más que a otro. Y si obedece a uno, desobedecerá al otro. No se puede servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.

Otras enseñanzas de Jesús

14 A los fariseos les gustaba mucho el dinero. Por eso, cuando escucharon todo lo que Jesús decía, se burlaron de él.

15 Entonces Jesús les dijo: Ustedes tratan de aparecer delante de los demás como personas muy honestas, pero Dios los conoce muy bien. Lo que la mayoría de la gente considera de mucho valor, para Dios no vale nada.

16 Hasta la época de Juan el Bautista, la gente ha tenido que obedecer la Ley y la enseñanza de los Profetas. Desde entonces, se anuncian las buenas noticias del reino de Dios, y todos luchan por entrar en él.

17 Sin embargo, es más fácil que desaparezcan el cielo y la tierra, a que deje de cumplirse el detalle más insignificante de la Ley.

18 Si un hombre se divorcia de su esposa y se casa con otra mujer, comete pecado, porque es infiel en el matrimonio. Si un hombre se casa con una mujer divorciada, también comete pecado.

Lázaro y el hombre rico

Jesús también dijo:

19 Había una vez un hombre muy rico, que vestía ropas muy lujosas. Hacía fiestas todos los días, y servía las comidas más caras.

20 En cambio, junto a la entrada de su casa había un hombre pobre, llamado Lázaro, que tenía la piel llena de llagas. Unas personas lo sentaban siempre allí,

21 y los perros venían a lamerle las llagas. Este pobre hombre tenía tanta hambre que deseaba comer, por lo menos, las sobras que caían de la mesa del hombre rico.

22 Un día, el hombre pobre murió y los ángeles lo pusieron en el sitio de honor, junto a su antepasado Abraham. Después murió también el hombre rico, y lo enterraron.

23 Cuando ya estaba en el infierno, donde sufría muchísimo, el que había sido rico vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro sentado junto a él.

24 Entonces llamó a Abraham y le dijo: «¡Abraham, antepasado mío, compadécete de mí! Ordénale a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y me refresque la lengua. Sufro muchísimo con este fuego».

25 Pero Abraham le respondió: «Tú eres mi descendiente, pero recuerda que, cuando ustedes vivían, a ti te iba muy bien y a Lázaro le iba muy mal. Ahora, él es feliz aquí, mientras que a ti te toca sufrir.

26 Además, a ustedes y a nosotros nos separa un gran abismo, y nadie puede pasar de un lado a otro».

27 El hombre rico dijo: «Abraham, te ruego entonces que mandes a Lázaro a la casa de mi familia.

28 Que avise a mis cinco hermanos que, si no dejan de hacer lo malo, vendrán a este horrible lugar».

29 Pero Abraham le contestó: «Tus hermanos tienen la Biblia. ¿Por qué no la leen? ¿Por qué no la obedecen?».

30 El hombre rico respondió: «Abraham, querido antepasado, ¡eso no basta! Pero si alguno de los muertos va y habla con ellos, te aseguro que se volverán a Dios».

31 Abraham le dijo: «Si no hacen caso de lo que dice la Biblia, tampoco le harán caso a un muerto que vuelva a vivir».

17 ¡Cuidado!

1 Jesús les dijo a sus discípulos: Muchas cosas en el mundo hacen que la gente desobedezca a Dios. Y eso siempre será así. Pero ¡qué mal le irá a quien haga que otro desobedezca a Dios!

2 Si alguien hace que uno de estos pequeños seguidores míos desobedezca a Dios, recibirá un castigo peor que si le amarraran al cuello una piedra enorme y lo tiraran al fondo del mar.

3 Así que, ¡tengan cuidado con lo que hacen! Si tu amigo te hace algo malo, llámale la atención. Si te pide perdón, perdónalo.

4 No importa si en un solo día te hace muchas maldades; si él te pide perdón, perdónalo.

Confianza en el poder de Dios

5 Los apóstoles le dijeron al Señor: —Haz que confiemos más en el poder de Dios.

6 El Señor Jesús les dijo: —Si la confianza de ustedes fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol: «Levántate de aquí y plántate en el mar», y el árbol les obedecería.

Sirvientes inútiles

7 Ninguno de ustedes que tenga un esclavo, le dice: «Ven, siéntate a comer», cuando éste regresa de trabajar en el campo, o de cuidar las ovejas.

8 Más bien, le dice: «Prepárame la cena. Quiero que estés atento a servirme, hasta que yo termine de comer y de beber. Ya después podrás comer y beber tú».

9 Tampoco le da las gracias por cumplir con sus órdenes.

10 De modo que, cuando ustedes hayan hecho todo lo que Dios les ordena, no esperen que él les dé las gracias. Más bien, piensen: «Nosotros somos sólo sirvientes; no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación».

El extranjero agradecido

11 Jesús siguió su viaje hacia Jerusalén, y tomó un camino que pasaba entre la región de Samaria y la región de Galilea.

12 Cuando entró en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres que estaban enfermos de lepra. Sin embargo, se quedaron un poco lejos de Jesús

13 y le gritaron: —¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros y sánanos!

14 Jesús los vio y les dijo: —Vayan al templo, para que los sacerdotes los examinen y vean si ustedes están totalmente sanos. Y mientras los diez hombres iban al templo, quedaron sanos.

15 Uno de ellos, al verse sano, regresó gritando: ¡Gracias, Dios mío! ¡Muchas gracias!

16 Cuando llegó ante Jesús, se arrodilló hasta tocar el suelo con su frente, y le dio las gracias. Este hombre era de la región de Samaria.

17 Al ver eso, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿No eran diez los que quedaron sanos?

18 ¿Por qué sólo este extranjero volvió para dar gracias a Dios?

19 Luego Jesús le dijo al hombre: ¡Levántate y vete! Has quedado sano porque confiaste en mí.

¿Cuándo comenzará el reino de Dios?

20 Algunos fariseos le preguntaron a Jesús: —¿Cuándo comenzará Dios a reinar aquí? Jesús respondió: —El reino de Dios no es algo que pueda verse.

21 Tampoco se puede decir: «¡Aquí está!» o «¡Allí está!». Porque el reino de Dios ya está entre ustedes.

22 Luego, Jesús les dijo a sus discípulos: Llegará el día en que ustedes van a querer ver, por lo menos un momento, cuando yo, el Hijo del hombre, me presente con todo mi poder y gloria.

23 Algunos les dirán: «¡Allí está!» o «¡Aquí está!», pero no vayan.

24 Cuando yo, el Hijo del hombre, regrese, todos me verán. Será como un relámpago que alumbra todo el cielo.

25 Pero primero tendré que sufrir cosas terribles, y la gente de este tiempo me rechazará.

26 Cuando yo, el Hijo del hombre, regrese, la gente estará viviendo como en los tiempos de Noé.

27 Antes de que Dios inundara toda la tierra con agua, la gente comía, se divertía y se casaba. Después Noé entró en la casa flotante, y cuando vino la inundación toda esa gente murió.

28 Lo mismo pasó en los tiempos de Lot. En la ciudad de Sodoma, la gente comía y se divertía, compraba y vendía, sembraba y construía casas.

29 Pero cuando Lot salió de la ciudad, cayó fuego y azufre desde el cielo, y toda esa gente murió.

30 Algo así pasará cuando yo, el Hijo del hombre, vuelva otra vez.

31 Si en ese momento alguien está en la azotea[w] de su casa, que no baje a sacar sus pertenencias. El que esté trabajando en el campo, que no regrese a su casa.

32 Recuerden que, por mirar hacia atrás, la esposa de Lot se convirtió en estatua de sal.

33 Los que quieran salvar su vida, la perderán. Pero los que la pierdan, se salvarán[x].

34 La noche en que yo regrese, si hay dos personas durmiendo en una cama, me llevaré a una y dejaré a la otra.

35-36 De igual manera, si dos mujeres estuvieran moliendo trigo, me llevaré a una y dejaré a la otra.

37 Los discípulos le preguntaron: —Señor, ¿dónde ocurrirá eso? Jesús les respondió: —Todos saben bien que allí donde se juntan los buitres[y], hay un cuerpo muerto. Así será cuando yo venga: todos lo sabrán con seguridad.

18 La viuda y el juez

1 Jesús les contó una historia a sus discípulos, para enseñarles que debían orar siempre y sin desanimarse.

2 Les dijo: En una ciudad había un juez que no tenía miedo ni de Dios ni de la gente.

3 Allí también vivía una viuda, que siempre lo buscaba y le decía: «Por favor, haga usted todo lo posible para que se me haga justicia en la corte».

4-5 Al principio, el juez no quería atender a la viuda. Pero luego pensó: «Esta viuda molesta mucho. Aunque no le tengo miedo a Dios, ni me importa la gente, la voy a ayudar. Si no lo hago, nunca dejará de molestarme».

6 Jesús agregó: Fíjense en lo que dijo ese mal juez.

7 ¿Creen ustedes que Dios no defenderá a las personas que él eligió, y que día y noche le piden ayuda? ¿Creen que tardará él en responderles?

8 ¡Claro que no, sino que les responderá de inmediato! Pero cuando yo, el Hijo del hombre, regrese a este mundo, ¿acaso encontraré gente que confíe en Dios?

El hombre orgulloso y el hombre humilde

9 Una vez, Jesús estuvo hablando con unas personas, de ésas que se creen muy buenas y que siempre están despreciando a los demás. A éstas, Jesús les puso este ejemplo:

10 Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de ellos era fariseo y el otro era cobrador de impuestos.

11 Puesto de pie, el fariseo oraba así: «Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres. Ellos son ladrones y malvados, y engañan a sus esposas con otras mujeres. ¡Tampoco soy como ese cobrador de impuestos!

12 Yo ayuno dos veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano».

13 El cobrador de impuestos, en cambio, se quedó un poco más atrás. Ni siquiera se atrevía a levantar la mirada hacia el cielo, sino que se daba golpes en el pecho y decía: «¡Dios, ten compasión de mí, y perdóname por todo lo malo que he hecho!».

14 Cuando terminó de contar esto, Jesús les dijo a aquellos hombres: Les aseguro que, cuando el cobrador de impuestos regresó a su casa, Dios ya lo había perdonado; pero al fariseo no. Porque los que se creen más importantes que los demás, son los menos valiosos para Dios. En cambio, los más importantes para Dios son los humildes.

Jesús bendice a los niños

15 Algunas madres llevaron a sus niños pequeños para que Jesús pusiera su mano sobre sus cabezas y los bendijera. Pero los discípulos comenzaron a reprenderlas para que no los trajeran.

16 Entonces Jesús llamó a los niños, y les dijo a sus discípulos: Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos.

17 Les aseguro que la persona que no confía en Dios como lo hace un niño, no podrá entrar en el reino de Dios.

El hombre rico

18 Un líder de los judíos fue a ver a Jesús y le preguntó: —Tú, que eres un maestro bueno, dime, ¿qué cosa debo hacer para tener vida eterna?

19 Jesús le contestó: —¿Por qué dices que soy bueno? Sólo Dios es bueno.

20 Tú conoces bien los mandamientos: No seas infiel en el matrimonio, no mates, no robes, no mientas para hacerle daño a otra persona, obedece y cuida a tu padre y a tu madre.

21 El líder le dijo: —¡He obedecido todos esos mandamientos desde que era un niño!

22 Jesús le respondió: —Sólo te falta hacer una cosa: Vende todo lo que tienes, y dales ese dinero a los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Luego ven y conviértete en uno de mis seguidores.

23 Cuando el líder oyó esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

24 Jesús lo miró y dijo: —¡Qué difícil es que una persona rica entre en el reino de Dios!

25 En realidad, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para una persona rica entrar en el reino de Dios.

26 La gente que estaba allí y que oyó a Jesús, preguntó: —Entonces, ¿quién podrá salvarse?

27 Jesús les respondió: —Para la gente eso es imposible, pero todo es posible para Dios.

28 Pedro le dijo: —Recuerda que nosotros dejamos todo lo que teníamos, y te hemos seguido.

29 Jesús les respondió: —Les aseguro que si alguno ha dejado su casa, su esposa, sus hermanos, sus padres, o sus hijos, por ser obediente al reino de Dios,

30 sin duda recibirá aquí mucho más de lo que dejó. Además, cuando muera, vivirá con Dios para siempre.

Jesús habla otra vez de su muerte

31 Jesús se reunió a solas con los doce discípulos y les dijo: Ahora iniciamos nuestro viaje hacia Jerusalén. Allí pasará todo lo que anunciaron los profetas acerca de mí, el Hijo del hombre.

32 Porque en Jerusalén unos hombres me entregarán a las autoridades de Roma. Los romanos se burlarán de mí, me insultarán y me escupirán en la cara.

33 Luego me golpearán y me matarán, pero después de tres días, resucitaré.

34 Los discípulos no entendieron de qué hablaba Jesús. Era algo que ellos no podían comprender.

Jesús sana a un ciego

35 Jesús iba llegando a la ciudad de Jericó. Junto al camino estaba un ciego pidiendo limosna.

36 Cuando el ciego oyó el ruido de la gente que pasaba, preguntó: —¿Qué sucede?

37 La gente le explicó: —Ahí viene Jesús, el del pueblo de Nazaret.

38 Entonces el ciego se puso a gritar: ¡Jesús, tú que eres el Mesías, ten compasión de mí y ayúdame!

39 Los que iban delante reprendían al ciego para que se callara, pero él gritó con más fuerza: ¡Mesías, ten compasión de mí y ayúdame!

40 Jesús se detuvo y ordenó que trajeran al ciego. Cuando el ciego estuvo cerca, Jesús le preguntó:

41 —¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le respondió: —Señor, ¡quiero volver a ver!

42 Jesús le dijo: —¡Muy bien, ya puedes ver! Te has sanado porque confiaste en mí.

43 En ese mismo instante, el ciego pudo ver, y siguió a Jesús, alabando a Dios. Toda la gente que vio esto, también alababa a Dios.

19 Zaqueo

1 Jesús entró en Jericó.

2 Allí vivía Zaqueo, un hombre muy rico que era jefe de los cobradores de impuestos.

3 Zaqueo salió a la calle para conocer a Jesús, pero no podía verlo, pues era muy bajito y había mucha gente delante de él.

4 Entonces corrió a un lugar por donde Jesús tenía que pasar y, para poder verlo, se subió a un árbol de higos.

5 Cuando Jesús pasó por allí, miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, bájate ahora mismo, porque quiero hospedarme en tu casa.

6 Zaqueo bajó enseguida, y con mucha alegría recibió en su casa a Jesús.

7 Cuando la gente vio lo que había pasado, empezó a criticar a Jesús y a decir: ¿Cómo se le ocurre ir a la casa de ese hombre tan malo?

8 Después de la comida, Zaqueo se levantó y le dijo a Jesús: —Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo. Y si he robado algo, devolveré cuatro veces esa cantidad[z].

9 Jesús le respondió: —Desde hoy, tú y tu familia son salvos, pues eres un verdadero descendiente de Abraham[aa].

10 Yo, el Hijo del hombre, he venido para buscar y salvar a los que viven alejados de Dios.

Los diez empleados

11 Jesús estaba muy cerca de la ciudad de Jerusalén, y la gente que lo escuchaba creía que el reino de Dios comenzaría de inmediato.

12 Entonces Jesús les puso este ejemplo: Un príncipe fue nombrado rey de su país, y tuvo que hacer un largo viaje para que el emperador lo coronara. Después de la coronación, volvería a su país.

13 Por eso llamó a diez de sus empleados. A cada uno le dio cierta cantidad de dinero, y le dijo: «Haz negocios con este dinero, hasta que yo vuelva».

14 Pero la gente de aquel país no quería a este príncipe, así que envió a un grupo de personas con este mensaje para el emperador: «No queremos que este hombre sea nuestro rey».

15 Sin embargo, el príncipe fue coronado rey y, cuando regresó a su país, mandó llamar a los diez empleados encargados del dinero, para ver cómo les había ido.

16 Llegó el primero de ellos, y dijo: «Señor, hice negocios con el dinero, y gané diez veces más de lo que usted me dio».

17 El rey le dijo: «¡Excelente!, eres un empleado bueno. Ya que cuidaste muy bien lo poco que te di, te nombro gobernador de diez ciudades».

18 Llegó el segundo empleado y dijo: «Señor, hice negocios con el dinero, y gané cinco veces más de lo que usted me dio».

19 El rey le dijo: «Tú serás gobernador de cinco ciudades».

20-21 Después llegó otro empleado y dijo: «Señor, yo sé que usted es un hombre muy exigente, que pide hasta lo imposible. Por eso me dio miedo, así que envolví el dinero en un pañuelo y lo guardé. Aquí se lo devuelvo todo».

22 El rey le respondió: «Eres un empleado malo. Tú mismo te has condenado con tus propias palabras. Si sabías que soy muy exigente, y que pido hasta lo imposible,

23 ¿por qué no llevaste el dinero al banco? Así, cuando yo volviera, recibiría el dinero que te di, más los intereses».

24 El rey les ordenó a unos empleados que estaban allí: «Quítenle a éste el dinero, y dénselo al que ganó diez veces más de lo que recibió».

25 Pero ellos le contestaron: «Señor, ¿por qué a él, si ya tiene diez veces más?».

26 El rey les respondió: «Les aseguro que, al que tiene mucho, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poquito que tiene se le quitará.

27 En cuanto a mis enemigos, tráiganlos y mátenlos delante de mí, porque ellos no querían que yo fuera su rey».

Jesús entra en Jerusalén

28 Jesús terminó de hablar y siguió su camino hacia Jerusalén.

29 Cuando llegó cerca de los pueblos de Betfagé y Betania, se detuvo junto al Monte de los Olivos. Allí les dijo a dos de sus discípulos:

30 Vayan al pueblo que está allá. Tan pronto entren, van a encontrar un burro atado. Nadie ha montado antes ese burro. Desátenlo y tráiganlo.

31 Si alguien les pregunta por qué lo desatan, respondan: «El Señor lo necesita».

32 Los dos discípulos fueron al pueblo y encontraron el burro, tal como Jesús les había dicho.

33 Cuando estaban desatándolo, los dueños preguntaron: —¿Por qué desatan el burro?

34 Ellos contestaron: —El Señor lo necesita.

35 Luego se llevaron el burro, pusieron sus mantos sobre él, y ayudaron a Jesús para que se montara.

36 Jesús se dirigió a Jerusalén, y muchas personas empezaron a extender sus mantos en el camino por donde él iba a pasar.

37 Cuando llegaron cerca del Monte de los Olivos y empezaron a bajar a Jerusalén, todos los seguidores de Jesús se alegraron mucho. Todos gritaban y alababan a Dios por los milagros que Jesús había hecho, y que ellos habían visto.

38 Decían: ¡Bendito el rey que viene en el nombre de Dios! ¡Que haya paz en el cielo! ¡Que todos reconozcan el poder de Dios!

39 Entre la gente había también unos fariseos, y le dijeron a Jesús: —¡Maestro, reprende a tus discípulos!

40 Jesús les contestó: —Les aseguro que si ellos se callan, las piedras gritarán.

41 Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y vio la ciudad, lloró

42 y dijo: ¡Habitantes de Jerusalén! ¡Cómo me gustaría que hoy ustedes pudieran entender lo que significa vivir en paz! Pero no, ustedes son incapaces de comprenderlo.

43 Llegará el momento en que sus enemigos vendrán, y harán rampas alrededor de la ciudad para atacarla por todos lados.

44 La destruirán por completo, y no dejarán en pie una sola pared. Todos ustedes morirán, y sufrirán todo esto, porque no quisieron reconocer que Dios me envió a salvarlos.

Jesús y los comerciantes del templo

45 Cuando Jesús entró en la ciudad de Jerusalén, fue al templo y comenzó a sacar a todos los vendedores que allí estaban,

46 y les dijo: Dios dice en la Biblia: «Mi casa será una casa de oración»; ¡pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones!

47 Jesús iba al templo todos los días para enseñar. Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del pueblo planeaban cómo matarlo;

48 pero no podían hacer nada contra él, pues la gente quería escuchar sus enseñanzas.

20 La autoridad de Jesús

1 Jesús estaba en el templo enseñando a la gente y anunciando las buenas noticias. Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del país se acercaron

2 y le preguntaron: —¿Quién te dio autoridad para hacer todo esto?

3 Jesús les contestó: —Yo también voy a preguntarles algo:

4 ¿Quién le dio autoridad a Juan el Bautista para bautizar? ¿Dios, o alguna otra persona?

5 Ellos comenzaron a discutir, y se decían unos a otros: Si contestamos que fue Dios quien le dio autoridad a Juan, Jesús nos preguntará por qué no le creímos.

6 Y si decimos que fue un ser humano, la gente nos matará a pedradas, porque creen que Juan era un profeta enviado por Dios.

7 Entonces respondieron: —No sabemos quién le dio autoridad a Juan.

8 Jesús les dijo: —Pues yo tampoco les diré quién me da autoridad para hacer todo esto.

La viña alquilada

9 Jesús le puso a la gente este ejemplo: El dueño de un terreno sembró una viña, luego la alquiló y se fue de viaje por largo tiempo.

10 Cuando llegó la época de la cosecha, envió a un sirviente para pedir la parte que le correspondía. Pero los hombres que alquilaron la viña golpearon al sirviente y lo enviaron con las manos vacías.

11 El dueño envió a otro sirviente, pero también a éste lo golpearon, lo insultaron y lo enviaron sin nada.

12 Luego envió a otro, y a éste también lo hirieron y lo echaron fuera de la viña.

13 Finalmente, el dueño se puso a pensar: «¿Qué puedo hacer?». Y se dijo: «Ya sé; enviaré a mi hijo que tanto quiero. Estoy seguro que a él sí lo respetarán».

14 Cuando aquellos hombres vieron que había llegado el hijo del dueño, se dijeron unos a otros: «Este muchacho es el que recibirá la viña cuando el dueño muera. Vamos a matarlo; así nos quedaremos con el terreno».

15 Entonces agarraron al muchacho, lo sacaron del terreno y lo mataron. Después Jesús preguntó: —¿Qué piensan ustedes que hará el dueño con aquellos hombres?

16 Seguramente, cuando regrese, los matará y luego entregará la viña a otras personas. Cuando la gente oyó eso, dijo: —¡Eso, jamás!

17 Jesús miró a todos y les dijo: —Entonces, cuando la Biblia dice: «La piedra que rechazaron los constructores del templo es ahora la piedra principal», ¿qué quiso decir con eso?

18 Porque todo el que caiga sobre esa piedra quedará hecho pedazos. Y si la piedra cae sobre alguien, lo dejará hecho polvo.

19 Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se dieron cuenta de que Jesús los estaba comparando con los hombres malos que alquilaron la viña. Entonces quisieron apresar a Jesús en ese mismo instante, pero no se atrevieron porque le tenían miedo a la gente.

Una trampa para Jesús

20 Los enemigos de Jesús querían arrestarlo y entregarlo al gobernador romano. Pero, como no tenían de qué acusarlo, enviaron a unos espías para que se hicieran pasar por personas buenas y vigilaran en qué momento Jesús decía algo malo.

21 Los espías le dijeron a Jesús: —Maestro, sabemos que siempre dices la verdad. Tú enseñas que todos deben obedecer a Dios, y tratas a todos por igual.

22 Por eso te preguntamos: ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador de Roma, o no?

23 Como Jesús sabía que ellos querían ponerle una trampa, les respondió:

24 —Muéstrenme una moneda. ¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre que tiene escrito? Ellos contestaron: —Del emperador de Roma.

25 Jesús les dijo: —Pues denle al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.

26 Los espías no lograron que Jesús cayera en la trampa. Quedaron sorprendidos por su respuesta y no supieron decir nada más.

Los saduceos hablan con Jesús

27 Después, unos saduceos fueron a ver a Jesús. Como ellos no creían que los muertos pueden volver a vivir,

28 le preguntaron: —Maestro, Moisés escribió que, si un hombre muere sin tener hijos con su esposa, el hermano de ese hombre debe casarse con esa mujer y tener hijos con ella. De acuerdo con la ley, esos hijos son del hermano muerto y llevan su nombre.

29 Pues bien, aquí vivían siete hermanos. El hermano mayor se casó y, tiempo más tarde, murió sin tener hijos.

30 El segundo hermano se casó con la misma mujer, pero tiempo después también él murió sin tener hijos.

31 Lo mismo sucedió con el tercer hermano y con el resto de los siete hermanos.

32 El tiempo pasó y la mujer también murió.

33 Ahora bien, cuando Dios haga que todos los muertos vuelvan a vivir, ¿de quién será esposa esta mujer, si estuvo casada con los siete?

34 Jesús contestó: —Ahora los hombres y las mujeres se casan.

35 Pero Dios decidirá quiénes merecen volver a vivir. Cuando eso suceda, nadie se casará

36 ni morirá. Todos serán como los ángeles, y por haber vuelto a vivir serán hijos de Dios.

37 Hasta Moisés mismo nos demuestra que los muertos vuelven a vivir. En la historia del arbusto que ardía[ab], Moisés dijo que Dios es el Dios de sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.

38 Con eso, Moisés estaba demostrando que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Dios todos ellos están vivos[ac].

39 Algunos maestros de la Ley que estaban allí dijeron: —¡Maestro, diste una buena respuesta!

40 Después de esto, ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.

La pregunta acerca del Mesías

41 Jesús preguntó a los que estaban allí: —¿Por qué dice la gente que el Mesías será un descendiente del rey David?

42 Si en el libro de los Salmos el mismo David dice: «Dios le dijo a mi Señor el Mesías: ‘Siéntate a la derecha de mi trono,

43 hasta que yo derrote a tus enemigos.’».

44 Si David llama Señor al Mesías, ¿cómo puede ser el Mesías descendiente de David?

Advertencia

45 Delante de toda la gente, Jesús les dijo a sus discípulos:

46 —¡Cuídense de los maestros de la Ley! A ellos les gusta vestir como gente importante, y que los saluden en el mercado con mucho respeto. Cuando van a una fiesta o a la sinagoga, les gusta ocupar los mejores puestos.

47 Ellos les quitan a las viudas sus casas, y luego hacen oraciones muy largas para que todos piensen que son gente buena. Pero Dios los castigará más duro que a los demás.

21 La ofrenda de la viuda pobre

1 Jesús estaba en el templo, y vio cómo algunos ricos ponían dinero en las cajas de las ofrendas.

2 También vio a una viuda que echó dos moneditas de muy poco valor.

3 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos.

4 Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir.

El templo será destruido

5 Algunas personas estaban hablando de los hermosos bloques de piedra que se habían usado para construir el templo, y de los preciosos adornos colocados en sus paredes. Jesús dijo:

6 Llegará el momento en que todo esto será destruido. ¡Ni una sola pared del templo quedará en pie!

Prepárense para el fin

7 Los discípulos le preguntaron a Jesús: —¿Cuándo será destruido el templo? ¿Cuál será la señal de que todo eso está por suceder?

8 Jesús les respondió: —¡Cuidado! No se dejen engañar. Muchos vendrán y se harán pasar por mí, diciendo a la gente: «Yo soy el Mesías», o «Ya ha llegado la hora». Pero no les hagan caso.

9 Ustedes oirán que hay guerras y revoluciones en algunos países, pero no se asusten. Esas cosas pasarán, pero todavía no será el fin del mundo.

10 Los países pelearán unos contra otros,

11 y habrá grandes terremotos en muchos lugares. En otras partes, la gente no tendrá nada para comer, y muchos sufrirán de enfermedades terribles. En el cielo aparecerán cosas muy extrañas, que los harán temblar de miedo.

12 Antes de que pase todo esto, habrá gente que los perseguirá y los tomará presos. Los entregará a las autoridades de la sinagoga y los meterá en la cárcel. Por ser mis discípulos, los llevarán ante los gobernadores y los reyes para que los castiguen.

13 Ésa será una oportunidad para que ustedes hablen de mí.

14 No se preocupen en pensar qué dirán para defenderse.

15 Yo les ayudaré a contestar con inteligencia, y ninguno de sus enemigos podrá contradecirlos ni decir que están equivocados.

16 Sus padres, hermanos, familiares y amigos los entregarán a las autoridades. A algunos de ustedes los matarán.

17 Todo el mundo los odiará por ser mis discípulos.

18 ¡Pero no se preocupen!

19 Si ustedes se mantienen firmes hasta el fin, se salvarán.

20 Cuando vean a los ejércitos rodear la ciudad de Jerusalén, sepan que pronto será destruida.

21 Los que estén en la ciudad, salgan de ella; los que estén en los pueblos de la región de Judea, huyan hacia las montañas; y los que estén en el campo, no regresen a la ciudad.

22 En esos días, Dios castigará a los desobedientes, tal como estaba anunciado en la Biblia.

23 Las mujeres que en ese momento estén embarazadas van a sufrir mucho. ¡Pobrecitas de las que tengan hijos recién nacidos! Porque todos en este país sufrirán mucho y serán castigados.

24 A unos los matarán con espada, y a otros los llevarán prisioneros a otros países. La ciudad de Jerusalén será destruida y conquistada por gente de otro país, hasta que llegue el momento en que también esa gente sea destruida.

El regreso del Hijo del hombre

25 Pasarán cosas extrañas en el sol, la luna y las estrellas. En todos los países, la gente estará confundida y asustada por el terrible ruido de las olas del mar.

26 La gente vivirá en tal terror que se desmayará al pensar en el fin del mundo. ¡Todas las potencias del cielo serán derribadas[ad]!

27 Esas cosas serán una señal de que estoy por volver al mundo. Porque entonces me verán a mí, el Hijo del hombre, venir en las nubes con mucho poder y gloria.

28 Cuando suceda todo eso, estén atentos, porque Dios los salvará pronto.

La lección de la higuera

29 Jesús también les puso este ejemplo: Aprendan la enseñanza que les da la higuera, o cualquier otro árbol.

30 Cuando a un árbol le salen hojas nuevas, ustedes saben que ya se acerca el verano.

31 Del mismo modo, cuando vean que sucede todo lo que yo les he dicho, sepan que el reino de Dios pronto comenzará.

32 Les aseguro que todo esto sucederá antes de que mueran algunos de los que ahora están vivos.

33 El cielo y la tierra dejarán de existir, pero mis palabras permanecerán para siempre.

Jesús advierte a sus discípulos

34 ¡Tengan cuidado! No pasen el tiempo pensando en banquetes y borracheras, ni en las muchas cosas que esta vida les ofrece. Porque el fin del mundo podría sorprenderlos en cualquier momento,

35 y ustedes serán como un animal que, de pronto, se ve atrapado en una trampa.

36 Por eso, estén siempre alerta. Oren en todo momento, para que puedan escapar de todas las cosas terribles que van a suceder. Así podrán estar conmigo, el Hijo del hombre.

37 Jesús enseñaba en el templo todos los días, y por las noches iba al Monte de los Olivos.

38 Cada mañana, la gente iba al templo para escuchar a Jesús.

22 Un plan contra Jesús

1 Faltaban pocos días para que los judíos celebraran la fiesta de los panes sin levadura. A esta fiesta también se le llamaba Pascua.

2 En esos días, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley buscaban la manera de matar a Jesús en secreto, porque le tenían miedo a la gente.

3 Entonces Satanás entró en el corazón de Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, y le puso la idea de traicionar a Jesús.

4 Judas fue a hablar con los sacerdotes principales y con los capitanes de los guardias que cuidaban el templo, y se puso de acuerdo con ellos para entregarles a Jesús.

5 Ellos se alegraron y prometieron darle dinero.

6 Judas aceptó, y empezó a buscar la oportunidad de estar a solas con Jesús para entregarlo.

Una cena inolvidable

7 Cuando llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura, que es cuando se mata el cordero para la cena de la Pascua,

8 Jesús llamó a Pedro y a Juan, y les dijo: —Vayan y preparen la cena de la Pascua.

9 Ellos le preguntaron: —¿Dónde quieres que la preparemos?

10 Jesús les respondió: —Vayan a Jerusalén, y a la entrada de la ciudad verán a un hombre que lleva un jarrón de agua. Síganlo hasta la casa donde entre,

11 y díganle al dueño de la casa: «El Maestro quiere saber en qué sala va a comer con sus discípulos en la noche de la Pascua».

12 Él les mostrará una sala grande y arreglada en el piso de arriba. Preparen allí todo lo necesario.

13 Pedro y Juan fueron y encontraron todo tal como Jesús les había dicho. Enseguida prepararon la cena de la Pascua.

14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus discípulos se sentaron a la mesa.

15 Jesús les dijo: He deseado muchísimo comer con ustedes en esta Pascua, antes de que yo sufra y muera.

16 Porque les aseguro que ya no celebraré más esta cena, hasta el día en que comamos todos juntos en el gran banquete del reino de Dios.

17 Luego tomó una copa con vino, le dio gracias a Dios y dijo: Tomen esto y compártanlo entre ustedes.

18 Porque les aseguro que, desde ahora, no beberé más vino, hasta que llegue el reino de Dios.

19 También tomó pan y le dio gracias a Dios; luego lo partió, lo dio a sus discípulos y les dijo: Esto es mi cuerpo, que ahora es entregado en favor de ustedes. De ahora en adelante, celebren esta cena y acuérdense de mí cuando partan el pan.

20 Cuando terminaron de cenar, Jesús tomó otra copa con vino y dijo: Este vino es mi sangre, derramada en favor de ustedes. Con ella, Dios hace con ustedes un nuevo pacto.

21 El que va a traicionarme está aquí, sentado a la mesa conmigo.

22 Yo, el Hijo del hombre, moriré tal como Dios lo ha decidido. Pero al que va a traicionarme le pasará algo terrible.

23 Los discípulos empezaron a preguntarse quién de ellos se atrevería a entregar a Jesús.

El más importante de todos

24 Luego los discípulos empezaron a discutir sobre quién de ellos sería el más importante.

25 Entonces Jesús les dijo: En este mundo, los reyes de los países gobiernan a sus pueblos y no los dejan hacer nada sin su permiso. Además, los jefes que gobiernan dicen a la gente: «Nosotros somos sus amigos, y les hacemos el bien».

26 Pero ustedes no deberán ser como ellos. El más importante entre ustedes debe ser como el menos importante de todos; y el jefe de todos debe servir a los demás.

27 Piensen en esto: ¿Quién es más importante: el que está sentado a la mesa, o el que le sirve la comida? ¿No es cierto que se considera más importante al que está sentado a la mesa? Sin embargo, vean que yo, el Maestro, les he servido la comida a todos ustedes.

28 Ustedes me han acompañado en los tiempos más difíciles.

29 Por eso, yo los haré reyes, así como mi Padre me hizo rey a mí.

30 En mi reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, se sentarán en tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.

¡Manténganse firmes!

31 Después, Jesús le dijo a Pedro: —Pedro, escucha bien. Satanás ha pedido permiso a Dios para ponerles pruebas difíciles a todos ustedes, y Dios se lo ha dado.

32 Pero yo he pedido a Dios que te ayude, para que te mantengas firme. Por un tiempo vas a dejarme solo, pero después cambiarás. Cuando eso pase, ayudarás a tus compañeros para que siempre se mantengan fieles a mí.

33 Enseguida Pedro le dijo: —Señor, si tengo que ir a la cárcel contigo, iré; y si tengo que morir contigo, moriré.

34 Y Jesús le dijo: —Pedro, hoy mismo, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces.

Los discípulos no entienden a Jesús

35 Luego, Jesús les preguntó a sus discípulos: —¿Recuerdan cuando los envié a anunciar las buenas noticias y les dije que no llevaran dinero, ni mochila ni sandalias? Díganme, ¿les hizo falta algo? Ellos le respondieron: —No Señor, nada nos faltó.

36 Entonces Jesús les dijo: —Pues bien, yo ahora les digo: el que tenga dinero, que lo traiga; y si tiene mochila, que la lleve con él. Si alguno no tiene espada, que venda su manto y se compre una.

37 La Biblia dice acerca de mí: «Y fue considerado un criminal». Les aseguro que pronto me pasará eso.

38 Los discípulos dijeron: —Señor, aquí tenemos dos espadas. Y él les contestó: —¡Ustedes no me entienden! Pero ya no hablemos más de esto.

Jesús ora con mucha tristeza

39 Jesús salió de la ciudad y se fue al Monte de los Olivos, como era su costumbre. Los discípulos lo acompañaron.

40 Cuando llegaron al lugar, Jesús les dijo: Oren, para que puedan soportar las dificultades que tendrán.

41 Jesús se alejó un poco de los discípulos, se arrodilló y oró a Dios:

42-44 Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que tú quieres[ae].

45 Cuando Jesús terminó de orar, regresó a donde estaban los discípulos y los encontró durmiendo, pues estaban tan tristes que les había dado sueño.

46 Entonces les dijo: ¿Por qué duermen? ¡Levántense y oren, para que puedan soportar las dificultades que tendrán!

Los enemigos apresan a Jesús

47 Jesús estaba hablando todavía cuando llegó Judas, uno de los doce discípulos. Con él venían muchos hombres. Judas se acercó para besar a Jesús.

48 Pero Jesús le dijo: ¡Judas! ¿Con un beso me traicionas a mí, el Hijo del hombre?

49 Cuando los discípulos vieron lo que iba a pasar, le dijeron a Jesús: —Señor, ¿los atacamos con la espada?

50 Entonces uno de ellos sacó su espada y le cortó una oreja al sirviente del jefe de los sacerdotes.

51 Pero Jesús dijo: —¡Alto! ¡No peleen! Luego, tocó la oreja del sirviente y lo sanó.

52 Los que habían llegado a arrestar a Jesús eran los sacerdotes principales, los capitanes de la guardia del templo y los líderes del pueblo. Jesús les dijo: ¿Por qué han venido con cuchillos y palos, como si yo fuera un ladrón?

53 Todos los días estuve enseñando en el templo delante de ustedes, y nunca me arrestaron. Pero, bueno, el diablo los controla a ustedes, y él les mandó que lo hicieran ahora, porque es en la oscuridad cuando ustedes actúan.

Pedro niega que conoce a Jesús

54 Los que arrestaron a Jesús lo llevaron al palacio del jefe de los sacerdotes. Pedro los siguió desde lejos.

55 Allí, en medio del patio del palacio, habían encendido una fogata, y se sentaron alrededor de ella. Pedro también se sentó con ellos.

56 En eso, una sirvienta vio a Pedro sentado junto al fuego, y mirándolo fijamente dijo: —Éste también andaba con Jesús.

57 Pedro lo negó: —¡Mujer, yo ni siquiera lo conozco!

58 Al poco rato, un hombre lo vio y dijo: —¡Tú también eres uno de los seguidores de Jesús! Pedro contestó: —¡No, hombre! ¡No lo soy!

59 Como una hora después, otro hombre insistió y dijo: —Estoy seguro de que éste era uno de sus seguidores, pues también es de Galilea.

60 Pedro contestó: —¡Hombre, ni siquiera sé de qué me hablas! No había terminado Pedro de hablar cuando de inmediato el gallo cantó.

61 En ese momento, Jesús se volvió y miró a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: Hoy, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces.

62 Pedro salió de aquel lugar y se puso a llorar con mucha tristeza.

63 Los guardias que vigilaban a Jesús se burlaban de él;

64 le tapaban los ojos, le pegaban, y luego le decían: ¡Profeta, adivina quién te pegó!

65 Luego, lo insultaron diciéndole muchas otras cosas.

El juicio contra Jesús

66 Cuando amaneció, los líderes del pueblo, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se reunieron y llevaron a Jesús ante la Junta Suprema. Allí le preguntaron:

67 —Dinos, ¿eres tú el Mesías? Él les contestó: —Si les dijera que sí, ustedes no me creerían.

68 Si les hiciera una pregunta, ustedes no me contestarían.

69 Pero de ahora en adelante yo, el Hijo del hombre, tendré el poder y la autoridad que me da Dios todopoderoso.

70 Entonces todos le preguntaron: —¿Así que tú eres el Hijo de Dios? Jesús les dijo: —Ustedes mismos lo han dicho.

71 Ellos dijeron: —Ya no necesitamos más testigos. Nosotros lo hemos oído de sus propios labios.

23 Jesús y Pilato

1 Luego, todos los de la Junta Suprema se pusieron de pie y llevaron a Jesús ante Pilato, el gobernador romano.

2 Cuando llegaron, comenzaron a acusar a Jesús y dijeron: —Señor gobernador, encontramos a este hombre alborotando al pueblo para que se rebele contra Roma. Dice que no debemos pagar impuestos al emperador, y que él es el Mesías. Es decir, se cree rey.

3 Pilato le preguntó a Jesús: —¿De verdad eres el rey de los judíos? Jesús respondió: —Tú lo dices.

4 Entonces Pilato les dijo a los sacerdotes principales y a la gente que se había reunido: —No hay ninguna razón para condenar a este hombre.

5 Pero los acusadores insistieron: —Con sus enseñanzas está alborotando al pueblo. Lo ha hecho en toda la región de Judea. Comenzó en la región de Galilea y ahora ha llegado aquí.

6 Cuando Pilato oyó eso, les preguntó si Jesús era de Galilea.

7 Ellos dijeron que sí, por lo que Pilato se dio cuenta de que Jesús debía ser juzgado por Herodes Antipas, el rey de esa región. Por eso envió a Jesús ante Herodes, que en ese momento estaba en Jerusalén.

Jesús y Herodes

8 Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento, porque hacía tiempo que quería conocerlo. Había oído hablar mucho de él, y esperaba verlo hacer un milagro.

9 Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no respondió nada.

10 Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley estaban allí, y lo acusaban con insistencia.

11 Herodes y sus soldados insultaron a Jesús, y para burlarse de él lo vistieron como si fuera un rey. Luego lo enviaron a Pilato.

12 Herodes y Pilato, que antes eran enemigos, se hicieron amigos ese día.

¡Que lo claven en una cruz!

13 Pilato reunió entonces a los sacerdotes principales, al pueblo y a sus líderes,

14 y les dijo: —Ustedes trajeron a este hombre, y lo acusan de alborotar al pueblo contra Roma. Pero le he hecho muchas preguntas delante de ustedes, y no creo que sea culpable.

15 Tampoco Herodes cree que sea culpable, y por eso lo envió de vuelta. Este hombre no ha hecho nada malo, y no merece morir.

16-17 Ordenaré que lo azoten como castigo, y luego lo dejaré en libertad[af].

18 Pero toda la gente que estaba allí gritó: —¡Ordena que maten a Jesús! ¡Deja libre a Barrabás!

19 Este Barrabás estaba en la cárcel por haberse rebelado contra el gobierno de Roma en la ciudad de Jerusalén, y por haber matado a una persona.

20 Pilato quería dejar libre a Jesús. Por eso habló otra vez con todos los que estaban allí.

21 Pero ellos gritaron: —¡Que lo claven en una cruz! ¡Que lo claven en una cruz!

22 Pilato habló con ellos por tercera vez, y les dijo: —¿Por qué quieren que muera? ¿Qué mal ha hecho? Por lo que sé, este hombre no ha hecho nada malo para merecer la muerte. Ordenaré que lo azoten, y luego lo dejaré en libertad.

23 Pero ellos siguieron gritando con más fuerza, pidiendo que mataran a Jesús. Al fin, Pilato les hizo caso.

24-25 Ordenó que mataran a Jesús como ellos querían, y dejó libre a Barrabás, el rebelde y asesino.

Jesús es clavado en la cruz

26 Los soldados se llevaron a Jesús para clavarlo en una cruz. En el camino detuvieron a un hombre llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús. Simón era del pueblo de Cirene, y en ese momento volvía del campo.

27 Muchas personas seguían a Jesús. Entre ellas había muchas mujeres, que gritaban y lloraban de tristeza por él.

28 Jesús se volvió y les dijo: ¡Mujeres de Jerusalén! No lloren por mí. Más bien, lloren por ustedes y por sus hijos.

29 Porque llegará el momento en que la gente dirá: «¡Dichosas las mujeres que no pueden tener hijos! ¡Dichosas las que nunca fueron madres ni tuvieron niños que alimentar!».

30 Esa gente deseará que una montaña les caiga encima y las mate.

31 Porque si a mí, que no he hecho nada malo, me matan así, ¿qué no les pasará a los que hacen lo malo?

32 También llevaron a dos malvados, para matarlos junto con Jesús.

33 Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera[ag], los soldados clavaron a Jesús en la cruz. También clavaron a los dos criminales, uno a la derecha y el otro a la izquierda de Jesús.

34 Poco después, Jesús dijo: ¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen[ah]! Mientras los soldados hacían un sorteo para ver quién de ellos se quedaría con la ropa de Jesús,

35 la gente miraba todo lo que pasaba. Los líderes del pueblo, entre tanto, se burlaban de Jesús y decían: Él salvó a otros, y si de verdad es el Mesías que Dios eligió, que se salve a sí mismo.

36 Los soldados también se burlaban de él. Le ofrecieron vinagre para que lo bebiera,

37 y le dijeron: ¡Si en verdad eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!

38 Sobre la cabeza de Jesús había un letrero que decía: Éste es el Rey de los judíos.

39 Uno de los criminales que estaban clavados junto a Jesús también lo insultaba: —¿No que tú eres el Mesías? Sálvate tú, y sálvanos a nosotros también.

40 Pero el otro hombre lo reprendió: —¿No tienes miedo de Dios? ¿Acaso no estás sufriendo el mismo castigo?

41 Nosotros sí merecemos el castigo, porque hemos sido muy malos; pero este hombre no ha hecho nada malo para merecerlo.

42 Luego, le dijo a Jesús: —Jesús, no te olvides de mí cuando comiences a reinar.

43 Jesús le dijo: —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso[ai].

Jesús muere

44-45 Como a las doce del día el sol dejó de brillar, y todo el país quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde. La cortina del templo se partió en dos, de arriba abajo.

46 Jesús gritó con fuerza y dijo: ¡Padre, mi vida está en tus manos! Después de decir esto, murió.

47 El capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios y dijo: En verdad, éste era un hombre bueno.

48 Al ver todo eso, la gente que estaba allí volvió a su casa llena de tristeza, pues se sentía culpable.

49 Todos los amigos íntimos de Jesús, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se mantenían a cierta distancia, mirando lo que pasaba.

El entierro de Jesús

50-51 Había un hombre llamado José, que era del pueblo de Arimatea, en la región de Judea. Este hombre era bueno y honesto, y deseaba que Dios comenzara ya a reinar en el mundo. Era miembro de la Junta Suprema, pero cuando la Junta decidió que Jesús debía morir, él no estuvo de acuerdo.

52 José fue a hablar con Pilato, y le pidió el cuerpo de Jesús para enterrarlo.

53 Por eso fue y bajó de la cruz el cuerpo, lo envolvió en una tela fina, y lo puso en una tumba hecha en una gran roca. Esa tumba nunca antes había sido usada.

54 Ese día era viernes, y los judíos se preparaban para el descanso del día sábado, que estaba a punto de empezar.

55 Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea fueron con José a la tumba, y vieron cómo colocaban el cuerpo de Jesús.

56 Luego regresaron a su casa y prepararon perfumes para ponérselos al cuerpo de Jesús. Pero tuvieron que descansar el día sábado, tal como lo ordenaba la ley de Moisés.

24 ¡Él está vivo!

1 El domingo, al amanecer, las mujeres fueron a la tumba de Jesús para llevar los perfumes que habían preparado.

2 Cuando llegaron, vieron que la piedra que tapaba la entrada de la tumba ya no estaba en su lugar.

3 Entonces entraron en la tumba, pero no encontraron el cuerpo de Jesús.

4 Ellas no sabían qué hacer ni qué pensar. De pronto, dos hombres se pararon junto a ellas. Tenían ropa muy blanca y brillante.

5 Las mujeres tuvieron tanto miedo que se inclinaron hasta tocar el suelo con su frente. Los hombres les dijeron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?

6-7 Recuerden lo que Jesús, el Hijo del hombre, les dijo cuando todavía estaba en la región de Galilea. Él les dijo que sería entregado a hombres malvados que lo matarían en una cruz, pero que al tercer día iba a resucitar.

8 Ellas recordaron esas palabras,

9-11 y salieron de aquel lugar. Cuando llegaron a donde estaban los once apóstoles y los otros discípulos, les contaron lo que había pasado. Pero ellos no creyeron lo que ellas decían, porque les parecía una tontería. Entre las mujeres estaban María Magdalena, Juana y María, la madre del discípulo que se llamaba Santiago.

12 Sin embargo, Pedro salió corriendo hacia la tumba. Al llegar, miró hacia dentro, pero sólo vio las telas con que habían envuelto el cuerpo de Jesús. Entonces regresó a la casa, asombrado por lo que había pasado.

¡Quédate con nosotros!

13 Ese mismo día, dos de los seguidores de Jesús iban a Emaús, un pueblo a once kilómetros de Jerusalén.

14 Mientras conversaban de todo lo que había pasado,

15 Jesús se les acercó y empezó a caminar con ellos,

16 pero ellos no lo reconocieron.

17 Jesús les preguntó: —¿De qué están hablando por el camino? Los dos discípulos se detuvieron; sus caras se veían tristes,

18 y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo a Jesús: —¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado en estos días?

19 Jesús preguntó: —¿Qué ha pasado? Ellos le respondieron: —¡Lo que le han hecho a Jesús, el profeta de Nazaret! Para Dios y para la gente, Jesús hablaba y actuaba con mucho poder.

20 Pero los sacerdotes principales y nuestros líderes lograron que los romanos lo mataran, clavándolo en una cruz.

21 Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que murió.

22 Esta mañana, algunas de las mujeres de nuestro grupo nos dieron un gran susto. Ellas fueron muy temprano a la tumba,

23 y nos dijeron que no encontraron el cuerpo de Jesús. También nos contaron que unos ángeles se les aparecieron, y les dijeron que Jesús está vivo.

24 Algunos hombres del grupo fueron a la tumba y encontraron todo tal como las mujeres habían dicho. Pero ellos tampoco vieron a Jesús.

25 Jesús les dijo: —¿Tan tontos son ustedes, que no pueden entender? ¿Por qué son tan lentos para creer todo lo que enseñaron los profetas?

26 ¿No sabían ustedes que el Mesías tenía que sufrir antes de subir al cielo para reinar?

27 Luego Jesús les explicó todo lo que la Biblia decía acerca de él. Empezó con los libros de la ley de Moisés, y siguió con los libros de los profetas.

28 Cuando se acercaron al pueblo de Emaús, Jesús se despidió de ellos.

29 Pero los dos discípulos insistieron: —¡Quédate con nosotros! Ya es muy tarde, y pronto el camino estará oscuro. Jesús se fue a la casa con ellos.

30 Cuando se sentaron a comer, Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos.

31 Entonces los dos discípulos pudieron reconocerlo, pero Jesús desapareció.

32 Los dos se dijeron: ¿No es verdad que, cuando él nos hablaba en el camino y nos explicaba la Biblia, sentíamos como que un fuego ardía en nuestros corazones?

33 En ese mismo momento, regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once apóstoles, junto con los otros miembros del grupo.

34 Los que estaban allí les dijeron: ¡Jesús resucitó! ¡Se le apareció a Pedro!

35 Los dos discípulos contaron a los del grupo todo lo que había pasado en el camino a Emaús, y cómo habían reconocido a Jesús cuando él partió el pan.

Jesús se aparece a los discípulos

36 Todavía estaban los dos contando su historia, cuando Jesús se presentó en medio de todos y los saludó: ¡Reciban la paz de Dios!

37 Todos se asustaron muchísimo, porque creyeron que era un fantasma.

38 Pero Jesús les dijo: ¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué les cuesta tanto creer?

39 ¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! ¡Tóquenme! ¡Mírenme! ¡Soy yo! Los fantasmas no tienen carne ni huesos, pero yo sí.

40 Mientras les decía eso, Jesús les mostraba sus manos y sus pies.

41 Pero ellos, entre asustados y contentos, no podían creer lo que estaban viendo. Entonces Jesús les preguntó: ¿Tienen algo de comer?

42 Ellos le dieron un pedazo de pescado asado,

43 y Jesús se lo comió mientras todos lo miraban.

44 Después les dijo: Recuerden lo que les dije cuando estaba con ustedes: «Tenía que cumplirse todo lo que dice la Biblia acerca de mí».

45 Entonces les explicó la Biblia con palabras fáciles, para que pudieran entenderla:

46 La Biblia dice que el Mesías tenía que morir y resucitar después de tres días.

47 También dice que en todas las naciones se hablará de mí, para que todos se vuelvan a Dios y él los perdone. Ustedes deben hablar en Jerusalén

48 de todo esto que han visto.

49 Ahora quédense en la ciudad, porque muy pronto les enviaré a quien mi Padre prometió. No se vayan a ningún otro lado, hasta que reciban el poder que Dios les enviará.

Jesús sube al cielo

50 Jesús fue con sus discípulos hasta Betania. Allí, levantó sus manos y los bendijo.

51 Y en ese mismo instante fue llevado al cielo,

52 mientras ellos lo adoraban. Después de esto, los discípulos regresaron muy contentos a Jerusalén,

53 y todos los días iban al templo para adorar a Dios.


Notas de Lucas

[a] Lucas 2:7 Primer hijo: Los judíos decían que el primogénito, o primer hijo de cada familia, le pertenecía a Dios. <<

[b] Lucas 2:7 Pesebre: Cajón donde se daba de comer a los animales. <<

[c] Lucas 4:2 No comió nada: En ciertas ocasiones especiales, los judíos dejaban de tomar alimentos como muestra de su amor y de su servicio a Dios. <<

[d] Lucas 4:34 Hijo de Dios: lit. Santo de Dios. Esta expresión tiene su base en la relación especial de Jesús como Hijo de Dios. <<

[e] Lucas 5:3 Se sentó: En la época de Jesús, los maestros acostumbraban sentarse para enseñar. <<

[f] Lucas 5:12 Puedes sanarme: lit. puedes limpiarme. En tiempos de Jesús, las personas con enfermedades en la piel eran consideradas como impuras delante de Dios. A esas personas no se les permitía vivir con los demás, pues todos tenían miedo de contagiarse de la enfermedad y quedar también impuros. Cuando Jesús sanó a este hombre, le dio la oportunidad de volver a vivir normalmente con los demás. <<

[g] Lucas 5:14 La ofrenda que Moisés ordenó: Se trataba del sacrificio de algunos corderos y de harina mezclada con aceite de oliva. <<

[h] Lucas 5:19 Techo: En Palestina las casas tenían techo plano, construido con vigas y tablones cubiertos con mezcla. La escalera, construida a un lado de la casa, permitía el fácil acceso al techo. <<

[i] Lucas 6:1 En esa época era permitido que los viajeros con hambre arrancaran trigo para comer. <<

[j] Lucas 6:17 Tiro y Sidón: Estas dos ciudades estaban frente al mar Mediterráneo, al norte de la región de Galilea, y sus habitantes no eran judíos. <<

[k] Lucas 7:34 En aquel tiempo, los judíos consideraban traidores a los cobradores de impuestos. <<

[l] Lucas 7:36 Se sentó a la mesa: En aquella época, la gente acostumbraba recostarse apoyándose sobre el codo izquierdo, mientras comía con la mano derecha. Las mesas tenían patas muy cortas. <<

[m] Lucas 7:37 De mala fama: lit. pecadora. Es muy probable que esta mujer haya sido una prostituta. <<

[n] Lucas 7:38 Detrás: Como las mesas tenían patas muy cortas (véase nota a v. 36), la mujer pudo arrodillarse detrás de Jesús. <<

[o] Lucas 9:8 Elías: Muchos judíos esperaban que el profeta Elías resucitara para preparar la venida del Mesías. <<

[p] Lucas 9:60 Los muertos: En este caso, los muertos se refiere a los que no obedecen a Dios ni confían en él. Pero cuando Jesús dice sus muertos, se refiere a los que han muerto físicamente <<

[q] Lucas 11:31 La reina del Sur: Se refiere a la reina del país de Sabá, probablemente ubicado al sur de Arabia. <<

[r] Lucas 11:37 Se sentó a la mesa: En aquella época, la gente acostumbraba recostarse apoyándose sobre el codo izquierdo, mientras comía con la mano derecha. Las mesas tenían patas muy cortas. <<

[s] Lucas 11:44 Tumbas ocultas: La ley judía enseña que, a quien toque un cuerpo muerto o una tumba, se le considera impuro delante de Dios, y no puede reunirse con otros para alabar a Dios. <<

[t] Lucas 12:49 Encender fuego en el mundo: Probablemente Jesús se refiere al juicio final. En ese momento Dios separará a los buenos de los malos. Estos últimos serán lanzados a un fuego que nunca se apaga. <<

[u] Lucas 13:32 Zorra: En los escritos rabínicos, la palabra zorra se usa para referirse a alguien inferior o de poco valor, es decir, un don nadie. <<

[v] Lucas 14:34 En aquella época, la sal en trozos se colocaba como piso en los hornos para aumentar rápidamente su calor, y también se mezclaba con estiércol para que sirviera de combustible. <<

[w] Lucas 17:31 Azotea: En la época de Jesús, los techos de las casas eran planos. La gente subía por una escalera construida en la parte de afuera. En las noches de mucho calor, la gente prefería dormir en el techo de sus casas. <<

[x] Lucas 17:33 El significado de este versículo se aclara con la lectura de Lucas 9.24. <<

[y] Lucas 17:37 Buitres: Aves rapaces que se alimentan principalmente de animales muertos. En los países de habla castellana se los conoce con diferentes nombres: aura, zopilote, gallinazo, jote. <<

[z] Lucas 19:8 Cuatro veces esa cantidad: Tanto las leyes judías como las romanas exigían que una persona pagara cuatro veces la cantidad de dinero que había robado. <<

[aa] Lucas 19:9 Descendiente de Abraham: Según este versículo, Zaqueo era miembro del pueblo especial de Dios. <<

[ab] Lucas 20:37 Véase Éxodo 3.1-6. <<

[ac] Lucas 20:38 Jesús dice que si Dios es adorado por Abraham, Isaac y Jacob, ellos deben estar con vida, porque Dios es Dios de los que están vivos. <<

[ad] Lucas 21:26 Todas las potencias del cielo serán derribadas: En la antigüedad, la gente creía que las estrellas y los planetas eran poderes espirituales, y que tenían influencia sobre las personas. <<

[ae] Lucas 22:42 43 En ese momento, un ángel bajó del cielo para darle fuerzas. 44 Jesús sufría mucho, pero oraba con más fuerza que antes. Su sudor caía al suelo como grandes gotas de sangre. Estos versículos no aparecen en los manuscritos más antiguos. <<

[af] Lucas 23:16 Lo dejaré en libertad: Algunos manuscritos griegos agregan: Pilato dijo esto, porque en cada fiesta de la Pascua acostumbraba dejar libre a un preso. <<

[ag] Lucas 23:33 La Calavera: No se sabe bien por qué se le dio este nombre al lugar donde crucificaron a Jesús. Probablemente era una enorme roca que tenía la forma de una calavera. Otros piensan que el nombre se debe a las muchas personas que murieron crucificadas en ese lugar. <<

[ah] Lucas 23:34 Varios manuscritos griegos muy importantes no tienen la frase: Jesús dijo: ¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen! <<

[ai] Lucas 23:43 Paraíso: Esta palabra, en griego, se usaba para hablar del jardín de Edén. En la época de Jesús se usaba para hablar del lugar donde los hijos de Dios viven en paz y felicidad, hasta que llegue el día final, cuando Dios juzgará a todos. <<

🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) NT 03: Lucas


Reflexiones sobre el libro Lucas

El libro de Lucas es uno de los cuatro evangelios que forman parte del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Su autor, según la tradición, fue Lucas, un médico y compañero de viaje del apóstol Pablo. Su obra se dirige principalmente a los cristianos de origen pagano, que no conocían bien la historia y la cultura judía.

Lucas narra la vida de Jesús desde su nacimiento hasta su ascensión al cielo, pasando por su ministerio público, su pasión, muerte y resurrección. Su propósito es mostrar que Jesús es el Salvador universal, que vino a buscar y a salvar a todos los hombres, sin distinción de raza, cultura o condición social. Lucas destaca especialmente el amor y la misericordia de Dios hacia los pobres, los pecadores, las mujeres y los marginados.

El evangelio de Lucas se caracteriza por su estilo literario cuidado y elegante, por su atención a los detalles históricos y geográficos, por su uso frecuente de discursos y parábolas para ilustrar las enseñanzas de Jesús, y por su énfasis en el papel del Espíritu Santo en la vida de Jesús y de la Iglesia primitiva.

El evangelio de Lucas es una fuente valiosa para conocer el mensaje y la persona de Jesús, así como para comprender el origen y el desarrollo del cristianismo en sus primeros tiempos.

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