Jeremías

Libro de Jeremías

Libro de Jeremías

Bienvenido/a a la sección de «Jeremías» dentro de los Libros Proféticos de la Biblia en «Sagrada Escritura». Jeremías, uno de los profetas más importantes del Antiguo Testamento, es conocido por su ministerio en Judá en el siglo VI a.C. Su libro, que lleva su nombre, es el segundo libro más largo de los profetas, después de Isaías, y contiene una gran variedad de temas y géneros literarios.

A través de sus escritos, Jeremías confronta al pueblo de Judá por su infidelidad y su falta de arrepentimiento, advirtiéndoles de la inminente destrucción de Jerusalén y el exilio babilónico. Pero también ofrece esperanza y consuelo, anunciando la venida de un nuevo pacto y la restauración del pueblo de Dios.

En esta sección, exploraremos el contexto histórico y literario del libro de Jeremías, así como su mensaje teológico y su relevancia para los creyentes hoy en día. También veremos cómo los temas y las profecías de Jeremías están conectados con otros libros de la Biblia y cómo su mensaje apunta hacia Cristo.

1 Introducción

1-3 Yo soy el profeta Jeremías hijo de Hilcías. Soy del pueblo de Anatot, y vengo de una familia de sacerdotes. Anatot está en el territorio de la tribu de Benjamín. Dios me dio el siguiente mensaje, cuando Josías hijo de Amón llevaba trece años como rey de Judá. También me dio otros mensajes durante los reinados de Joacín y de Sedequías, hijos del rey Josías. Sedequías reinó durante once años y cinco meses, pero dejó de ser rey cuando los babilonios lo derrotaron y se llevaron prisioneros a los que vivían en Jerusalén.

Dios llama a Jeremías

4 Dios me dijo:

5 Yo te elegí antes de que nacieras; te aparté para que hablaras en mi nombre a todas las naciones del mundo.

6 Le contesté: —Dios todopoderoso, yo no sé hablar en público, y todavía soy muy joven.

7-9 Pero Dios me tocó los labios y me dijo: —No digas que eres muy joven. A partir de este momento tú hablarás por mí. Irás a donde yo te mande, y dirás todo lo que yo te diga. No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte.

10 Desde hoy tendrás poder sobre reinos y naciones, para destruir o derribar, pero también para levantar y reconstruir.

11-13 Luego Dios me hizo dos preguntas: —Jeremías, dime, ¿qué ves? Yo le respondí: —Veo la rama de un almendro. Sus frutos son los primeros en madurar. Entonces me dijo: —Tienes razón. Yo soy el primero en hacer cumplir mis palabras. Pero ¿qué más ves? Le respondí: —Veo en el norte una olla hirviendo, que está por volcarse hacia el sur.

14 Entonces Dios me explicó: Desde el norte voy a enviar un terrible castigo sobre todos los que viven en este país.

15 Ya lo he decidido. Estoy reuniendo a todos los reinos del norte, y vendrán y pondrán sus tronos a la entrada misma de Jerusalén. Atacarán a sus habitantes y a todos los que viven en Judá, y se los llevarán presos.

16 Voy a castigar a mi pueblo, porque todos ellos han sido muy malos. Adoraron ídolos que ellos mismos hicieron, y les ofrecieron incienso, pero a mí me abandonaron.

17 Así que, ¡prepárate! Ve y diles todo lo que yo te mando. No les tengas miedo, pues de lo contrario te haré temblar de miedo cuando te enfrentes a ellos.

18 Yo te haré tan fuerte como un poste de hierro, como un portón de bronce, como una ciudad amurallada. Vas a enfrentarte a todas las autoridades de Judá.

19 Esa gente peleará contra ti, pero te aseguro que no te podrán vencer, porque yo estaré a tu lado para cuidarte.

2 Israel se rebela contra su Dios

1 Dios me dijo:

2-3 Jeremías, ve y diles de mi parte a todos los habitantes de Jerusalén: «Yo recuerdo, pueblo de Israel, que en tus primeros años me amabas sólo a mí. Parecías una novia enamorada y me seguiste por el desierto, por tierras donde nada crece. Tú eras sólo mía; ¡fuiste mi primer amor! Si alguien te hacía algún daño, sufría las consecuencias. Te juro que así fue».

4-5 Escúchenme, israelitas: «Yo no traté mal a sus antepasados, sin embargo, ellos se alejaron de mí. Adoraron a ídolos inútiles, y ellos mismos se volvieron inútiles.

6 Jamás preguntaron por mí, a pesar de que fui yo quien los liberó de Egipto, quien los llevó por el desierto, por un terreno seco y peligroso, donde nadie pasa y donde nadie vive.

7 Fui yo quien los trajo a esta buena tierra, donde hay comida en abundancia. Pero llegaron ustedes y todo lo ensuciaron; ¡convirtieron mi tierra en un lugar asqueroso!

8 Los sacerdotes nunca preguntaron por mí, los maestros de Biblia jamás me conocieron, los dirigentes pecaron contra mí, y los profetas no hablaron en mi nombre. Todos ellos siguieron a otros dioses que no sirven para nada, y en nombre de ellos hablaron.

9 Por eso, a ustedes, a sus hijos y a sus nietos, los voy a llevar ante los jueces. Les juro que así lo haré.

10 Envíen mensajeros al desierto de Arabia, o a las islas del Mediterráneo, para que se fijen y averigüen si alguna vez pasó algo parecido.

11 Jamás he conocido a una nación que haya abandonado a sus dioses, aun cuando sus dioses sean falsos. Pero ustedes me cambiaron a mí, que soy el Dios verdadero y glorioso, por dioses que no sirven para nada.

12 El universo entero se sorprende y tiembla de espanto. Les juro que esto es así.

13-18 Ustedes, pueblo mío, cometieron dos pecados: me abandonaron a mí, que soy para ustedes una fuente de agua que les da vida, y se hicieron sus propios estanques, que no retienen el agua. Yo era su guía, pero ustedes me rechazaron». Israelitas, ¿qué ganan ahora con confiar en el poder de Egipto y en el poder de Asiria? Ustedes son libres; ¡no nacieron siendo esclavos! ¿Por qué ahora los tratan así?». ¡Los soldados de Menfis y Tafnes han acabado con sus gobernantes! ¡Lanzan rugidos, como leones, y destruyen el país! ¡Han quemado las ciudades, y ya nadie vive en ellas!

19 Sus propias rebeliones y maldades demuestran que ustedes son culpables. Pónganse a pensar, y reconozcan lo malo y triste que es abandonarme y no obedecerme. Les juro que esto es así.

20 Hace ya mucho tiempo que ustedes me abandonaron; rompieron los lazos que nos unían, y se negaron a adorarme. Me traicionaron, pues en lo alto de las colinas y bajo todo árbol frondoso, se entregaron a otros dioses.

21-22 Tan grande es la mancha de su pecado que ni el mejor jabón del mundo podrá quitarles esa mancha». Yo los he cuidado como se cuida al mejor viñedo. Sus antepasados me obedecieron, pero ustedes son tan rebeldes, que son como un viñedo que sólo produce uvas podridas. Les aseguro que esto es así.

23-24 ¿Cómo se atreven a decir que no han pecado ni han adorado a dioses falsos? ¡Miren cómo se portaron en el valle de Ben-hinom! ¡Admitan todo lo que han hecho! Son como una burra en celo cuando anda en busca del macho: se pone a olfatear el viento, y en cuanto corre al monte nadie la puede frenar. Si el macho la busca, fácilmente la encuentra.

25-26 Ustedes están empeñados en seguir adorando a dioses extraños, pero su terquedad los hará sufrir. Por eso andan descalzos y muriéndose de sed. Ustedes y sus autoridades quedarán avergonzados, como el ladrón cuando es sorprendido.

27 Ustedes, israelitas, llaman ‘padre’ a un pedazo de madera; ¡llaman ‘madre’ a una piedra! Me dan la espalda y no me miran a la cara, pero en cuanto están en peligro gritan pidiéndome ayuda.

28 ¿Y dónde están esos dioses que ustedes mismos se fabricaron? ¡Que vengan ellos a salvarlos cuando se encuentren en peligro! ¡Al fin y al cabo, ustedes tienen más dioses que ciudades!

29 ¡Por qué me acusan, si todos ustedes me rechazan! Les juro que es así.

30 No tiene caso castigar a sus hijos, pues no aceptan mis correcciones. ¡Todos ustedes, como leones feroces, mataron a mis profetas!

31 Pero escúchenme bien todos los que están presentes: ¡yo no he sido cruel con ustedes como el ardiente desierto, ni como la terrible oscuridad de una cueva! ¿Entonces, por qué me dicen que van a hacer lo que quieran, y que no volverán a adorarme?

32 No hay novia que se olvide de su vestido ni de sus joyas, ¡pero ustedes, que son mi pueblo, hace mucho que se olvidaron de mí!

33 Y tú, Judá, eres muy hábil para conseguirte amantes. ¡De ti aprenden hasta las prostitutas!

34 Tus vestidos están manchados con la sangre de pobres e inocentes. Y a pesar de que nunca los viste cometer ningún delito,

35 todavía te atreves a decir que no has pecado, y que yo no estoy enojado contigo. ¡Pues voy a llevarte ante los jueces por insistir en que eres inocente!

36 Tú cambias de opinión con mucha facilidad; pero Egipto te abandonará como antes te abandonó Asiria.

37 Yo mismo he rechazado a esos que llamas tus amigos. Así que volverás de Egipto derrotada y llena de vergüenza, ¡y de nada te servirá su ayuda!».

3

1 Dios le dijo al pueblo de Judá: Supongamos que un hombre se divorcia, y que luego la que era su esposa se casa con otro hombre; ¿tú crees que el primer esposo volvería a casarse con esa mujer? ¡Claro que no! ¡Eso sería una vergüenza para el país! Entonces, ¿cómo es que tú pretendes volver conmigo? ¡Si tienes más dioses que los amantes que tiene una prostituta! Y ésta es la pura verdad.

2 Mira hacia las colinas desiertas, y dime dónde no has adorado dioses extraños. Te sientas junto a los caminos, y te ofreces como prostituta a todos los que pasan. Con tu infidelidad has llenado de maldad el país.

3 Por eso no llegan las lluvias, ni caen aguaceros en la primavera. No tienes vergüenza; eres peor que una prostituta.

4 Hasta hace poco me decías que me querías como a un esposo, que yo era el novio de tu juventud.

5 También me pediste calmar mi enojo, pero no hablabas en serio, pues seguiste haciendo lo malo.

Israel es como una esposa infiel

6 Cuando Josías era rey, Dios me dijo: Jeremías, ¿te has fijado en lo que ha hecho mi pueblo Israel? Se ha comportado como una esposa infiel. En los cerros altos y bajo la sombra de cualquier árbol adora a dioses extraños.

7 Después de todo lo malo que había hecho, pensé que se arrepentiría y volvería conmigo; pero no lo hizo. Y el pueblo de Judá se ha comportado igual.

8 Aunque supo que yo rechacé a Israel, me fue infiel y me puso en vergüenza al adorar a otros dioses.

9 A Israel no le importó traicionarme; al contrario, contaminó el país y me ofendió al adorar ídolos hechos de piedra y de madera.

10 Para colmo de males, Judá quiso engañarme diciendo que se había arrepentido. Pero no era verdad. Yo les juro que así fue.

11 Dios también me dijo: Jeremías, aunque Israel me fue infiel, al fin de cuentas resultó ser mejor que Judá.

12-13 Así que dirígete al norte y anuncia este mensaje: «Israel, pueblo infiel, ¡vuélvete a mí! Me olvidaré por completo de mi enojo, y te recibiré con los brazos abiertos, porque soy un Dios bondadoso. Tan sólo te pido que reconozcas tu culpa, que admitas que te rebelaste contra mí, que no has querido obedecerme, y que bajo la sombra de cualquier árbol has adorado a otros dioses. Te juro que así es».

Israel es como un hijo rebelde

14 ¡Vuelvan a mí, israelitas rebeldes! ¡Ustedes son mis hijos! De cada ciudad tomaré a uno de ustedes, y de cada familia tomaré a dos, y los traeré a Jerusalén.

15 Yo les daré gobernantes que actúen como a mí me gusta, para que los guíen con sabiduría y con inteligencia.

16 En el futuro, cuando ustedes hayan poblado el país, no se hablará más del cofre del pacto, ni nadie volverá a acordarse de él. Tampoco volverá a fabricarse uno nuevo, porque ya no será necesario. Les juro que así será.

17 Cuando llegue ese día, la ciudad de Jerusalén será conocida como «el trono de Dios». Todas las naciones vendrán a Jerusalén para adorarme, y ya no se dejarán llevar por los malos deseos de su necio corazón.

18 Entonces los reinos de Israel y de Judá volverán a unirse, y desde el norte volverán a la tierra que les di como herencia a los antepasados de ustedes.

19 Pueblo de Israel, yo quise tratarte como a un hijo. Pensé en regalarte la mejor tierra, ¡el país más hermoso del mundo! Creí que me llamarías «Padre», y que siempre estarías a mi lado.

20 Pero me fuiste infiel, pues adoraste a otros dioses. Te juro que así fue.

21 Puede oírse por las montañas desiertas, el llanto angustiado de los israelitas. Eligieron el camino equivocado, y a mí, que soy su Dios, me abandonaron.

22 ¡Vuelvan conmigo, hijos rebeldes! ¡Yo los convertiré en hijos obedientes! Los israelitas respondieron: Dios nuestro, aquí nos tienes. A ti volvemos, porque eres nuestro Dios.

23 De nada nos sirve ir a las colinas, ni lanzar nuestros gritos en las montañas. Solamente en ti, Dios nuestro, hallaremos nuestra salvación.

24 Desde que éramos jóvenes, nuestra vergonzosa idolatría echó a perder a nuestros hijos e hijas, y perdimos nuestras ovejas y ganados, y todo lo que consiguieron nuestros antepasados.

25 Nosotros y nuestros antepasados hemos pecado contra ti. Desde que éramos jóvenes, y hasta el día de hoy, jamás te hemos obedecido. Por eso, debemos avergonzarnos y humillarnos por completo.

4

1 Entonces Dios les contestó: Israelitas, si piensan volver, dejen de pecar. Desháganse de esos ídolos asquerosos, y no se aparten de mí.

2 Cuando juren en mi nombre, sean sinceros y justos conmigo y con los demás. Así, por amor a ustedes bendeciré a todas las naciones, y ellas me cantarán alabanzas.

Peligro en el norte

3-4 Dios les dijo a los habitantes de Judá y de Jerusalén: Preparen su corazón para recibir mi mensaje. Cumplan el pacto que hice con ustedes, pero cúmplanlo en verdad. Mi mensaje es como una semilla; ¡no la siembren entre espinos! Si siguen haciendo lo malo, mi enojo se encenderá como un fuego y nadie podrá apagarlo.

5 ¡Anuncien esto a gritos en Judá y en todo Jerusalén! ¡Hagan sonar la trompeta por todo el país! ¡Avisen a la gente que corra a protegerse dentro de las ciudades amuralladas!

6 ¡Vamos, no pierdan tiempo! ¡Corran y pónganse a salvo! ¡Agiten la bandera en dirección a Jerusalén! Yo estoy por mandar desde el norte la más terrible destrucción.

7 Ya está en marcha un ejército. Ha salido para destruir naciones, y también destruirá su país. Los atacará como si fuera un león que sale de su cueva. Las ciudades quedarán en ruinas, y nadie podrá vivir en ellas.

8 Vístanse con ropa vieja y áspera, y lloren y griten de dolor, porque yo sigo enojado con ustedes.

9 Cuando llegue ese día, el rey y los gobernantes se asustarán y temblarán de miedo y también los sacerdotes y los profetas. Les juro que así será.

10 Yo, Jeremías, dije: Poderoso Dios de Israel, ¿por qué has engañado a los que viven en Jerusalén? ¿Por qué les prometiste que vivirían en paz, cuando en realidad viven en constante peligro de muerte?

11 Y Dios contestó: Cuando llegue el día del castigo, se le dirá a este pueblo de Jerusalén: «Desde los áridos cerros del desierto sopla un viento muy caluroso, y se dirige a Jerusalén, la capital de nuestro pueblo». No se tratará de la suave brisa que limpia de paja el trigo;

12 el viento que yo haré soplar será mucho más fuerte. Ahora mismo dictaré sentencia contra ellos.

13 Entonces dirán los israelitas: «¡Miren cómo avanza el enemigo! ¡Parece el nubarrón de una tormenta! Sus carros y sus caballos de guerra son más veloces que las águilas; ¡hasta parecen un huracán! ¿Qué será de nosotros? ¡No tenemos escapatoria!».

14 Pero yo responderé: «Jerusalén, todavía puedes salvarte. Sólo tienes que quitarte de la mente todos esos malos pensamientos. ¿Hasta cuándo vas a dejar que esos pensamientos te dominen?».

15 Ya se anuncia la desgracia desde la ciudad de Dan y desde los montes de Efraín.

16 Avisen a las naciones, y adviértanle también a Jerusalén, que de una tierra lejana vienen los invasores. Lanzan gritos de guerra contra las ciudades de Judá,

17 y las rodearán por completo, porque ellas se rebelaron contra mí. Les juro que así será.

18 Jerusalén, todo esto te pasa por tu mal comportamiento. Tu desgracia es tan amarga, que te hiere el corazón.

Queja de Jeremías

19 ¡No aguanto más este dolor! ¡Mi corazón está por estallar! ¡Estoy tan agitado que no puedo quedarme callado! Ya escucho el sonido de la trompeta; ya oigo los gritos de batalla.

20 Tras un desastre viene otro, y el país va quedando en ruinas. De repente me he quedado sin casa, pues mis campamentos fueron destruidos.

21 Sólo veo banderas enemigas y escucho sus trompetas victoriosas. ¿Hasta cuándo tendré que soportarlo?

22 Dios dice que no lo conocemos; que somos hijos necios que no entendemos nada; que somos hábiles para hacer lo malo, pero incapaces de hacer lo bueno.

23 Veo la tierra: no tiene forma ni vida; miro el cielo, y todo es oscuridad.

24 Las montañas tiemblan, las colinas se estremecen.

25 Me fijo, y no veo a nadie; todas las aves del cielo se han ido.

26 La tierra que antes era fértil ahora parece un desierto. ¡Todas las ciudades están en ruinas! Dios, en su terrible enojo, hizo que todo esto sucediera.

Destrucción de Jerusalén

27 Dios dice: Toda la nación será destruida, pero no la destruiré por completo.

28 Todo el país se pondrá muy triste, y el cielo se cubrirá de tinieblas. Ya he tomado una decisión, y no voy a cambiarla; ya lo he resuelto, y no pienso dar marcha atrás.

29 Cuando escuchen el ruido de los soldados y sus caballos, toda la gente saldrá corriendo; algunos se meterán en el monte, otros treparán por las rocas, y todas las ciudades quedarán abandonadas. ¡No quedará en ellas un solo habitante!

30 ¿En qué piensan ustedes, habitantes de Jerusalén? Su ciudad está en ruinas, y ustedes la visten con ropa fina. ¿Para qué le ponen joyas de oro? ¿Para qué la maquillan, si Egipto y Asiria la han traicionado y lo único que buscan es su muerte?

Habla el profeta

31 Escucho gritos de dolor. ¿Será acaso una mujer dando a luz por primera vez? No, no es eso; son los gritos de Jerusalén que ya no puede respirar, y a gritos pide ayuda. Con los brazos extendidos, dice: «¡Me estoy muriendo! ¡He caído en manos de asesinos!».

5 Pecado de Jerusalén

1 Dios dijo: Vayan por las calles de Jerusalén; miren bien por las plazas, y busquen a una sola persona buena, que haga justicia y diga la verdad. Si la encuentran, entonces yo perdonaré a la ciudad.

2 Porque ellos juran en mi nombre, pero nunca cumplen sus promesas.

3 Yo contesté: Dios de Israel, yo sé que tú buscas gente honesta. Pero este pueblo es muy terco y más duro que una roca; no ha querido arrepentirse. Por eso lo has castigado, pero parece que no le dolió; y aunque lo has aplastado, no ha querido hacerte caso.

4 Yo creía que sólo la gente común se comportaba tontamente, y no entendía tus órdenes ni lo que tú quieres que hagan.

5 Entonces decidí hablar con sus jefes, pues creí que ellos sí entenderían. Pero también ellos te desobedecieron y no quisieron hacerte caso.

6 Esta gente ha pecado muchas veces, y muchas otras te ha traicionado. Sus enemigos están ahora escondidos cerca de las ciudades de Judá y están a punto de atacar. Vendrán como leones feroces, como leopardos o lobos del desierto, ¡los atacarán y los harán pedazos! Todo el que salga de la ciudad será despedazado.

Respuesta de Dios

7 Israelitas, ¿qué les hace pensar que los voy a perdonar? ¡Sus hijos me abandonaron, y han jurado por dioses falsos! Yo les di todo lo que necesitaban, pero ellos me fueron infieles; ¡no hubo uno solo de ellos que no corriera tras dioses falsos!

8 Parecen caballos en celo: ¡relinchan de ganas por la mujer ajena!

9 Este pueblo merece mi castigo y debo vengarme de ellos. Les juro que lo haré.

10-11 La gente de Israel y de Judá me traicionó, y ya no es mi pueblo. ¡Que los invada el enemigo! ¡Que les cause grandes daños! Pero no permitiré que los destruya del todo. Juro que así será.

12 Se han atrevido a negarme; ¡hasta afirman que yo no existo! Dicen que nada malo les pasará, que vivirán en paz y no pasarán hambre.

13-14 Pero yo soy el Dios todopoderoso, y mis palabras, en tus labios, serán como un fuego que los hará arder como leña. Tú, Jeremías, les dirás de mi parte: «Sus profetas no valen nada, pues no hablan de parte de Dios. Y ahora, por lo que han dicho, sufrirán la guerra y el hambre que jamás pensaron sufrir».

15 Israelitas, yo les aseguro que voy a lanzar contra ustedes una nación que viene de lejos. Es una nación muy poderosa y antigua. Ustedes no hablan su idioma, así que no entenderán lo que digan.

16 Tiene guerreros valientes y cuando disparan sus flechas, es seguro que alguien muere.

17 Destruirán las ciudades amuralladas, en las que ustedes se sienten seguros. Se comerán sus cosechas y su comida, matarán a sus hijos y a sus hijas, acabarán con sus ovejas y sus vacas, y destruirán sus viñas y sus higueras.

18 Sin embargo, no destruiré por completo a Judá.

19 Y cuando los que sobrevivan te pregunten: «¿Por qué nos hizo todo esto nuestro Dios?», tú, Jeremías, les contestarás: «Ustedes abandonaron a nuestro Dios, y en su propia tierra adoraron a dioses extranjeros. Por eso tendrán que servir a gente extraña en un país que no será el de ustedes».

20 Quiero que esto lo sepan todos en los reinos de Israel y de Judá:

21 Escucha, pueblo tonto y estúpido, que tiene ojos pero no quiere ver, que tiene oídos pero no quiere oír.

22 Yo, su Dios, pregunto: ¿Ya no me quieren obedecer? ¿Ya no me tienen respeto? Fui yo quien le puso límite al mar y aunque sus olas se pongan bravas y hagan mucho ruido, no van más allá de la playa.

23 Pero este pueblo es muy rebelde; me abandonó y se fue por mal camino.

24 Jamás se puso a pensar: «Debemos adorar a nuestro Dios, pues él es quien nos da la lluvia cuando más nos hace falta; nos la manda en otoño y primavera, y nos deja cosechar a tiempo».

25 Pero todo esto ha cambiado por causa de sus muchos pecados; por eso ustedes ya no disfrutan de todos esos beneficios.

26 Hay entre ustedes gente tan mala, que cuando ponen trampas no lo hacen para cazar pájaros sino para atrapar personas.

27 Sus casas parecen jaulas; ¡pero no están llenas de pájaros, sino repletas de cosas robadas! Así fue como se llenaron de plata y llegaron a ser poderosos.

28 Su maldad no tiene límites. Están demasiado gordos y demasiado llenos de orgullo. No les hacen justicia a los huérfanos, ni reconocen los derechos de los pobres.

29 ¿Y acaso piensan ustedes que no los castigaré por todo esto? ¿Qué les hace pensar que no me voy a vengar de ustedes? Les juro que sí lo haré.

30 ¡Miren lo que pasa en el país! ¡Esto es algo muy terrible!

31 Los profetas sólo dicen mentiras, los sacerdotes enseñan lo que quieren, y mi pueblo parece estar feliz. Pero cuando llegue el desastre, nadie acudirá en su ayuda.

6 Jerusalén está en peligro

1 Dios siguió diciendo: ¡Huyan de Jerusalén, todos ustedes, los que viven en la región de Benjamín! ¡Den el toque de alarma en Tecoa! ¡Prendan fuego como señal en Bet-haquérem! ¡Del norte viene el desastre! ¡Se acerca una terrible destrucción!

2 Estoy a punto de destruir a la bella y delicada ciudad de Jerusalén.

3 Los reyes y sus ejércitos acamparán a su alrededor y harán con ella lo que quieran.

4 El enemigo grita: ¡Prepárense para pelear contra Jerusalén! ¡La atacaremos al mediodía! ¡Qué lástima que el día se va, y ya está cayendo la noche!

5 Pero no importa, de noche la atacaremos, y destruiremos sus torres fortificadas.

6 Y el poderoso Dios de Israel les ordena: ¡Corten árboles! ¡Construyan una rampa y ataquen a Jerusalén! Sus habitantes serán castigados; son gente muy injusta.

7 Abunda la maldad en Jerusalén como abunda el agua en el mar. No se oye hablar en ella más que de violencia y destrucción, ni se ve ninguna otra cosa que no sean heridas y dolor.

8 ¡Cambien de conducta, habitantes de Jerusalén! De lo contrario, los abandonaré y convertiré su país en un desierto.

9 El poderoso Dios de Israel anuncia: Los israelitas que queden con vida serán buscados por todas partes hasta que no quede uno solo. Será como cuando, en una viña, se rebuscan todas las uvas hasta que no queda un solo racimo.

10 Y yo, Jeremías, pregunto: ¿Con quién voy a poder hablar? ¿Quién va a hacerme caso? Se tapan los oídos porque no quieren escuchar. Se burlan de la palabra de Dios porque no la quieren obedecer.

11 ¡Me invade la ira de Dios, y ya no puedo contenerme! Dios me dijo: Da rienda suelta a tu enojo sobre las pandillas de jóvenes, sobre los hombres y sus esposas, y aun sobre los ancianos. ¡Todos ellos serán capturados!

12 Yo voy a castigar a todos los que viven en Judá. Sus casas, campos y mujeres pasarán a manos de otros. Les juro que así será.

13 Todos desean lo que no es suyo, desde el más chico hasta el más grande. Ya no se puede confiar ni en el profeta ni en el sacerdote.

14 Con pañitos de agua tibia pretenden curar las heridas de mi pueblo. Insisten en que todo está bien, cuando en realidad todo está mal.

15 Han cometido los pecados más asquerosos, pero ni vergüenza les da, pues ya ni saben lo que es tener vergüenza. Por eso, voy a castigarlos, y todos serán destruidos. Les juro que así será.

16 También les he dicho: «Deténganse en los cruces de camino, y pregunten qué camino deben seguir, y no se aparten de él. Sólo siguiendo el mejor camino podrán descansar. ¡Pero ustedes se niegan a seguirlo!».

17 Yo les he enviado mensajeros para advertirles del peligro, pero ustedes no han prestado atención.

18 Por eso quiero que las naciones sepan lo que le espera a mi pueblo.

19 Quiero que todo el mundo me escuche: por los pecados que han cometido voy a enviarles una desgracia, pues no quisieron hacerme caso, y rechazaron mis enseñanzas.

20 ¿De qué me sirve este incienso que me traen del reino de Sabá? ¿Para qué quiero la caña dulce que me traen de un país lejano? ¡Me disgustan todas las ofrendas que queman sobre mi altar!

21-23 Por eso, también les digo: Del norte, desde una región muy lejana, viene una nación muy poderosa. Sus soldados están bien armados, son muy crueles y no tienen compasión. Vienen cabalgando sobre sus caballos, y gritan con tanta fuerza que parecen un mar furioso. ¡Vienen contra ti, Jerusalén! ¡Vienen dispuestos a atacarte! Yo haré que te destruyan.

24 El pueblo respondió: Nos ha llegado la noticia, y tenemos mucho miedo; es tanto nuestro sufrimiento que parecemos una mujer a punto de tener un hijo.

25 ¡Que no salga nadie al campo, ni ande nadie por los caminos! ¡Ya se acerca el enemigo, y viene con la espada en la mano! ¡Hay terror en todas partes! Yo dije:

26 Ponte ropa de luto, pueblo mío, y revuélcate en las cenizas. Llora de dolor, como si hubiera muerto tu único hijo; el enemigo que nos va a destruir, nos atacará por sorpresa. Dios dijo:

27 Yo te he puesto entre mi pueblo para que vigiles su conducta.

28 Todos ellos son muy rebeldes, son tercos y mentirosos. Aparentan ser honestos, pero en realidad son unos corruptos.

29 El metal se purifica en el fuego, pero a los malvados no los purifica nada. ¡Son un caso perdido!

30 Los llaman «basura», porque yo los deseché.

7 La religión que no sirve

1 Dios me dijo:

2 Jeremías, ve a la puerta del templo, y desde allí anuncia este mensaje: «¡Escúchenme, todos ustedes, que viven en Judá y que pasan por estas puertas para adorar a nuestro Dios!

3-7 Así dice el todopoderoso Dios de Israel:‘No les presten atención a esos que andan asegurando que no voy a destruir esta ciudad porque aquí está mi templo. Al contrario, hagan lo siguiente:’Mejoren su conducta, sean justos los unos con los otros, traten bien a los refugiados, a las viudas y a los huérfanos; hagan justicia al inocente y adórenme sólo a mí. Si no lo hacen, les irá mal; pero si lo hacen, vivirán por siempre en este país, el cual di a sus antepasados.

8 ¡Pero ustedes creen en las mentiras que les dicen, y que no les sirven para nada!

9 Ustedes roban, matan, tienen relaciones sexuales con la esposa de otro hombre, no cumplen lo que prometen, adoran al dios Baal, y a otros dioses que ni conocen.

10 Aun así, vienen a este templo, que es mi casa, y piensan que por estar aquí están a salvo. Después salen y siguen haciendo todas estas porquerías.

11 Este templo es mi casa, pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones. ¡Yo mismo lo he visto! Les juro que así es.

12 Israelitas, vayan ahora al santuario de Siló, donde me adoraron al principio, y vean cómo destruí ese santuario por culpa de ustedes.

13 Yo les he hablado muchas veces, pero no han querido escucharme; en vez de tomar en cuenta mis advertencias, han seguido haciendo lo malo. Les juro que así es.

14 Por eso, aunque este templo es mi casa, y ustedes han puesto en él su confianza, yo lo destruiré como destruí el santuario de Siló. Yo les di este templo a ustedes y a sus antepasados,

15 pero los voy a expulsar de mi presencia, así como expulsé a todos sus hermanos, los descendientes de Efraín.’».

16 Y ahora, Jeremías, escúchame bien: no me ruegues ni me supliques por este pueblo. No me insistas, porque no voy a escucharte.

17 ¡Mira lo que pasa en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén!

18 Los niños juntan la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres preparan la masa, ¡y hacen panes para adorar a la que llaman Reina del cielo! Además, las ofrendas que presentan a otros dioses son un insulto para mí.

19 Lo más vergonzoso es que, en realidad, no me insultan a mí; ¡se insultan ellos mismos! Les juro que así es.

20 Por eso, castigaré con furia a este lugar, y a los hombres y a los animales, a los árboles del campo y a los frutos de la tierra. ¡Mi enojo será como un fuego difícil de apagar! Les juro que así será.

21 Si quieren, sigan juntando las ofrendas y los animales que presentan en mi honor, y empáchense con la carne.

22 Pero lo cierto es que, cuando yo saqué de Egipto a sus antepasados, no les mandé presentarme ofrendas ni animales.

23 Lo que sí les mandé fue que me obedecieran. Sólo así yo sería su Dios, y ellos serían mi pueblo. También les mandé obedecer mis mandamientos, para que siempre les fuera bien.

24 Pero sus antepasados no me obedecieron ni me prestaron atención; al contrario, fueron tercos y actuaron con maldad. Fue así como, en vez de mejorar, empeoraron.

25 Desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto y hasta ahora, yo no he dejado de enviarles a mis servidores, los profetas. Lo he hecho una y otra vez,

26 y a pesar de todo eso, ellos no me obedecen ni me prestan atención, sino que son peores que sus antepasados.

27 Jeremías, diles todo esto, aunque yo sé que no te van a contestar, y ni siquiera te harán caso.

28 Diles que son una nación mentirosa, que no ha querido obedecerme ni ha aceptado ser corregida.

Dios advierte a Jerusalén

29 Habitantes de Jerusalén, vístanse de luto; vayan a las montañas desiertas y canten una canción fúnebre. Ustedes me hicieron enojar, y por eso los he rechazado; ¡los he abandonado por completo!

30 Ustedes, que son descendientes de Judá, han cometido el peor de los males: Han llenado de pecado este templo, que es mi casa, al poner allí sus ídolos asquerosos. Les juro que así es.

31 Para colmo, en el valle de Ben-hinom construyeron el santuario de Tófet, y sobre el altar quemaron a sus hijos y a sus hijas. Pero eso es algo que jamás les ordené y ni siquiera se me ocurrió.

32 Por eso, vienen días en que ese lugar no se llamará más santuario de Tófet ni valle de Ben-hinom, sino Valle de la Matanza. ¡Allí enterrarán a sus muertos, porque no habrá otro lugar!

33 Las aves del cielo y los animales de la tierra se comerán los cadáveres de esta gente, y nadie lo podrá evitar.

34 Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén dejen de escucharse los gritos de alegría y de entusiasmo, y las canciones de los novios y las novias, porque el país quedará convertido en un horrible desierto.

8

1-2 Cuando llegue ese día, sacarán de las tumbas los huesos de todas las autoridades y de todos los habitantes de Judá. Los tenderán en el suelo, a la luz del sol, la luna y las estrellas, pues ellos no solamente adoraron a estos astros del cielo, sino que los amaron y los consultaron. Esos huesos no volverán a ser enterrados, sino que se quedarán sobre la tierra, tirados como basura. Les juro que así será.

3 Dispersaré por todo el mundo a esta gente tan malvada, y los que queden con vida preferirán morir antes que seguir viviendo. Les juro que así será.

Pecado y castigo

4 Cuando alguien se equivoca, se corrige; cuando pierde el camino, vuelve a buscarlo.

5 Pero este pueblo me abandonó y no quiere volver a mí. La gente de Jerusalén insiste en rechazarme; prefiere a los dioses falsos, y no quiere volver a mí, que soy el Dios verdadero.

6 Los he escuchado con mucha atención, pero no hay quien diga la verdad, ni quien se arrepienta de su maldad. ¡Nadie admite que ha hecho mal! Todos hacen lo que les da la gana, ¡parecen caballos fuera de control!

7 Hasta la cigüeña y la grulla conocen las estaciones del año; también la tórtola y la golondrina saben cuándo ir a un lugar más cálido. En cambio, este pueblo no me conoce ni quiere obedecer mis leyes.

8 ¿Cómo se atreven ustedes a decir que son un pueblo inteligente y que me obedecen? ¡Hasta los maestros enseñan mentiras, y luego andan diciendo que así dice la Biblia!

9 Esos sabios quedarán avergonzados, pues su derrota será completa. De sabios no tienen nada, pues han rechazado mis enseñanzas.

10 Castigaré a todos los de Judá; sus casas, campos y mujeres pasarán a manos de otros. Les juro que así será. Todos desean lo que no es suyo, desde el más chico hasta el más grande. Ya no se puede confiar ni en el profeta ni en el sacerdote.

11 Con pañitos de agua tibia pretenden curar las heridas del pueblo. Insisten en que todo está bien, cuando en realidad todo está mal.

12 Han cometido los pecados más asquerosos, pero ni vergüenza les da, pues ya ni saben lo que es tener vergüenza. Por eso, voy a castigarlos, y todos serán destruidos. Les juro que así será.

13 Una viña me daría uvas, una higuera me daría higos, pero ustedes no me dan nada. ¡Por eso voy a quitarles todo lo que les había dado!

14 El pueblo respondió: ¿Qué hacemos aquí sentados? ¡Vayamos a las ciudades fortificadas, y murámonos de una vez! Nuestro Dios nos está matando; nos ha dado agua envenenada porque hemos pecado contra él.

15 Esperábamos que nos fuera bien, pero nada bueno hemos recibido; esperábamos ser sanados, pero estamos llenos de miedo.

16 Desde la ciudad de Dan se escucha cómo relinchan y resoplan los caballos, y cómo hacen temblar toda la tierra. ¡Viene el ejército enemigo a destruir a Jerusalén y a todos sus habitantes! ¡Se acerca el enemigo, para destruir el país y todo lo que hay en él!

17 Dios volvió a decirles a los israelitas: ¡Voy a enviarles serpientes venenosas! Cuando los muerdan, ni la magia podrá salvarlos.

Jeremías sufre por su pueblo

Entonces yo, Jeremías, dije:

18 Estoy tan triste que no me quedan ganas de vivir.

19 Por todos los rincones del país mi pueblo llora y exclama: «Nuestro Dios nos ha abandonado; ya no está en Jerusalén». Dios respondió: ¿Por qué me hacen enojar los israelitas con sus dioses inútiles y extraños?

20 El pueblo dijo: Ya el verano terminó, y la cosecha llegó a su fin, pero nosotros seguimos sufriendo. Y yo respondí:

21 Veo sufrir a mi pueblo, y eso me duele, me entristece y me asusta.

22 ¿Cómo es posible que no hallemos consuelo para nuestro sufrimiento? ¿Cómo es posible que nadie pueda ayudarnos? ¿Cómo es posible que mi pueblo siga estando enfermo?

9

1 ¡Quisiera tener lágrimas suficientes, para llorar día y noche por los muertos de mi pueblo!

2 ¡Quisiera huir al desierto, para alejarme de los que aún viven! Todos ellos son unos infieles; ¡son una banda de traidores!

3 Dios dijo: Esta gente dice que me ama, pero en este país todos mienten y todo va de mal en peor. ¡Este pueblo dice más mentiras que las flechas que un guerrero dispara en la batalla!

4-6 Nadie confía en nadie, ni siquiera en su propio hermano, porque nadie dice la verdad. Todos se cuidan de todos, porque entre hermanos se engañan y hasta entre amigos se mienten. ¡Están acostumbrados a mentir, y no se cansan de pecar! Esta gente no quiere confiar en mí. Les juro que así es.

7 Por eso yo, el todopoderoso Dios de Israel, digo: Voy a hacer sufrir a mi pueblo, a ver si así cambia; ¿qué más puedo hacer con ellos?

8 Sólo saben decir mentiras; ¡su lengua hiere más que una flecha! Les desean lo mejor a sus amigos, pero eso son sólo palabras, pues lo que en verdad quieren es tenderles una trampa.

9 ¡Por eso voy a castigarlos y a darles su merecido! Les juro que así será.

10 Por montañas y desiertos los haré llorar y se oirán sus lamentos. Las praderas quedarán desiertas, pues ya nadie pasará por ellas. Ya no se oirán los mugidos del ganado, y desaparecerán por completo las aves del cielo y los animales del campo.

11 Destruiré las ciudades de Judá, y las dejaré sin gente. Dejaré a la ciudad de Jerusalén hecha un montón de ruinas. ¡En ese lugar vivirán sólo los perros salvajes!

Dios castigará a Judá y a las naciones

12 Jeremías dijo: ¿Por qué está tan arruinado el país? Ya nadie pasa por aquí. ¡Hasta parece un desierto! ¿Quién puede entender esto? ¿Hay algún profeta que nos hable de parte de Dios, y nos lo pueda explicar?

13 Dios dice que esto le pasó a su pueblo porque no le obedecieron ni vivieron de acuerdo con sus enseñanzas.

14 Más bien, siguieron el ejemplo de sus antepasados, fueron necios y adoraron a los dioses falsos.

15 También dice el todopoderoso Dios de Israel que le dará a este pueblo comida podrida y agua envenenada,

16 y que los dispersará por naciones que ni ellos ni sus antepasados conocieron. ¡Los perseguirá espada en mano, hasta que ninguno de ellos quede con vida!

17-18 Así dice el Dios todopoderoso: ¡Préstenme atención! ¡Llamen a las mujeres que se contratan para llorar por los muertos! ¡Traigan a las más expertas y que empiecen a llorar por ustedes! Sus ojos se llenarán de lágrimas; el llanto correrá por sus mejillas.

19 Por todo el país se escuchan gritos y lamentos: «Estamos destruidos y llenos de vergüenza. Nuestras casas han sido derribadas; tenemos que abandonar nuestro país».

20 ¡Escúchenme bien, lloronas profesionales! ¡Presten atención a mis palabras! Enséñenles a sus hijas y amigas a entonar canciones fúnebres; enséñenles a cantar este lamento:

21 «La muerte entró a nuestros palacios; se metió por nuestras ventanas, y mató a los niños que jugaban en la calle y a los jóvenes que se reunían en las plazas.

22 Sus cadáveres quedaron en el suelo como el grano que se cae al cosecharlo; ¡quedaron desparramados como basura, sin que nadie los levantara!». Les juro que así será.

23 Que nadie se sienta orgulloso: ni el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza.

24 Si alguien quiere sentirse orgulloso, que se sienta orgulloso de mí y de que me obedece. ¡Eso es conocerme! Pues yo actúo en la tierra con amor, y amo la justicia y la rectitud.

25-26 Vienen días en que yo castigaré a los habitantes de Egipto, Edom, Amón y Moab. Y también castigaré a los que viven en el desierto, porque ellos se afeitan las patillas para adorar a los muertos, y además se circuncidan. Pero eso no significa que todas estas naciones pertenezcan a mi pueblo. A los habitantes de Judá también los castigaré, pues aunque también se circuncidan, en realidad no me obedecen.

10 Dios rechaza los ídolos

1-2 Israelitas, escuchen la palabra de nuestro Dios: No tiemblen de miedo cuando vean señales en el cielo, como hacen las otras naciones.

3 Las costumbres religiosas de esa gente no tienen ningún valor. Van al bosque, cortan un tronco, y un artesano le va dando forma.

4 Otros lo adornan con oro y plata, y lo aseguran con clavos y martillo para que no se caiga.

5 Esos ídolos no pueden hablar; ¡parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones! Tienen que llevarlos porque no pueden caminar, así que no los adoren; ellos no los pueden ayudar ni les pueden hacer daño.

El Dios verdadero

6 Jeremías dijo: Dios mío, tú eres muy poderoso, ¡no hay nadie como tú!

7 Eres el rey de las naciones y todos tiemblan ante ti. Entre los sabios de las naciones, y entre todos los reinos, no hay nadie como tú. ¡Tú mereces que todos te adoren!

8 Los habitantes de esas naciones son gente tonta y bruta, pues tienen por maestros a ídolos de palo que no sirven para nada.

9 Los artesanos hacen esos ídolos con el oro y la plata que traen desde España, y más tarde los visten con lujosas telas rojas; ¡pero todos esos ídolos están hechos por hombres!

10 Pero tú, nuestro Dios, eres el Dios verdadero; ¡Tú nos das vida y reinas por siempre! Cuando te enojas, tiembla la tierra; ¡no hay nación que resista tu furia!

Los ídolos no sirven para nada

11 Dios le pidió a Jeremías que les diera a los israelitas el siguiente mensaje: Como los ídolos no hicieron ni el cielo ni la tierra, están condenados a desaparecer.

12 Con su poder y sabiduría, y con mucha inteligencia, Dios hizo la tierra, afirmó el mundo y extendió los cielos.

13 Basta una palabra de Dios para que rujan los cielos y aparezcan las nubes en el horizonte. En medio de fuertes relámpagos, y de vientos huracanados, Dios hace que llueva.

14 La gente es necia, no sabe nada; los ídolos son una vergüenza para quienes los fabrican. Esos ídolos son un engaño; por supuesto, no tienen vida.

15 No valen nada, son pura fantasía; cuando Dios los juzgue, serán destruidos.

16 Pero nuestro Dios no es así; ¡él hizo todo lo que existe! Nuestro Dios nos eligió y nos hizo su pueblo. ¡Su nombre es el Dios todopoderoso!

La destrucción no tarda en llegar

17-18 El Dios de Israel ha dicho: Habitantes de Jerusalén, esta vez voy a enviarlos muy lejos, como si lanzara una piedra con la honda. Voy a ponerlos en aprietos, y dejaré que los capturen. Agarren todo lo que puedan y salgan corriendo, pues ya se acerca el enemigo.

19 Jeremías dijo: ¡Qué terrible es mi dolor! ¡Mi sufrimiento no se acaba! Estoy sufriendo en carne propia los males de mi pueblo.

20 Toda mi patria está destruida y no puedo reconstruirla. Ya no hay nadie que pueda ayudarme; toda mi gente está muerta. ¡He quedado abandonado!

21 Los gobernantes de este pueblo resultaron ser unos tontos que no buscaron a Dios. Por eso no tuvieron éxito, y ahora nosotros parecemos un rebaño de ovejas perdidas.

22 ¡Escuchen! ¡Llega una mala noticia! Un gran ejército viene del norte, y convertirá las ciudades de Judá en un montón de ruinas; ¡allí harán su casa los perros salvajes!

23 Jeremías oró así: Dios mío, yo sé que nadie es dueño de su vida y su futuro.

24 Te pido que nos corrijas, pero hazlo con justicia. No nos corrijas mientras estés enojado, pues nos destrozarías por completo.

25 Mejor castiga con furia a los habitantes de las otras naciones. Ellos no te reconocen como su Dios, pues nos han destruido por completo y han arruinado nuestro país.

11 Judá no respeta el pacto

1 Dios me dijo: Jeremías,

2 presta atención a las obligaciones de este pacto, y comunícaselas a todos los habitantes de Judá.

3 Diles que yo soy el Dios de Israel, y que maldeciré a quien no obedezca las obligaciones del pacto.

4 Este pacto es el mismo que hice con los antepasados de ellos, cuando los saqué de Egipto, país que parecía un horno para fundir hierro. Yo les pedí que obedecieran todos mis mandamientos, así ellos serían mi pueblo y yo sería su Dios.

5 Entonces yo cumpliría el juramento que les hice a sus antepasados: les daría un país muy fértil, donde siempre habría abundancia de alimentos. ¡Y ése es el país que hoy tienen ustedes! Yo respondí: Que así sea, Dios mío.

6 Dios me dijo: Anuncia todo esto en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Diles que presten atención a las obligaciones de este pacto y que las obedezcan.

7 Desde que los saqué de Egipto y hasta ahora, les he estado advirtiendo que me obedezcan.

8 Pero ellos no me obedecen ni me prestan atención. Al contrario, siguen haciendo lo que les dicta su malvado corazón. Por eso les he enviado los castigos anunciados en este pacto.

9 La gente de Judá y de Jerusalén se ha rebelado contra mí.

10 Sus antepasados se negaron a obedecerme, y ellos hacen lo mismo, pues adoran a otros dioses. ¡Ni el pueblo de Israel ni el de Judá han cumplido el pacto que hice con sus antepasados!

11 Por eso, les advierto que voy a mandarles una desgracia de la que nadie podrá escapar. Aunque me rueguen de rodillas que no los castigue, no los escucharé.

12 Les pedirán ayuda a los dioses que adoraron, pero ellos no podrán salvarlos de su desgracia.

13 Porque tú, Judá, tienes tantos dioses como ciudades, y tantos altares como calles tiene Jerusalén; en esos altares quemaste incienso a Baal, lo cual es una vergüenza.

14 Y tú, Jeremías, no me ruegues por este pueblo. Cuando les llegue la desgracia, yo no escucharé sus oraciones.

15 Éste es mi pueblo querido, pero ya ha pecado demasiado; ¿para qué viene ahora a mi templo, a presentarme sus ofrendas? Ni con ofrendas ni con fiestas evitarán el castigo.

16 Yo le decía con cariño: «Bello árbol de olivo, ¡qué deliciosos son tus frutos!». Pero ahora voy a prenderle fuego, ¡y sus ramas arderán en medio de grandes gritos!

17 Yo soy el todopoderoso Dios de Israel. Yo planté a Israel y a Judá en esta tierra, como quien planta un árbol. Pero les he mandado esta desgracia por causa de su maldad, pues adoraron a Baal y con eso me hicieron enojar.

Planes contra Jeremías

18 Dios me dijo: Jeremías, tus enemigos están tramando hacerte daño.

19 Pero yo parecía un manso cordero que es llevado al matadero, pues ni idea tenía de sus planes. Mis enemigos decían: Vamos a matarlo. Vamos a derribarlo como a un árbol, y a destruir todos sus frutos, ¡para que nadie vuelva a recordarlo!

20 Pero tú, Dios todopoderoso, eres un juez justo; tú conoces todo lo que sentimos y todo lo que pensamos. ¡Yo confío en ti, déjame ver cómo los castigas!

21-22 Los habitantes de Anatot querían matarme. Entre gritos y amenazas me decían: ¡Ya no hables en nombre de Dios! De lo contrario, te mataremos. Pero el todopoderoso Dios de Israel me aseguró: Yo castigaré a los de Anatot. Sus mejores soldados morirán a filo de espada, y sus hijos y sus hijas morirán de hambre.

23 Cuando llegue el momento de castigarlos, les mandaré una terrible desgracia, ¡y ninguno de ellos quedará con vida!

12 Jeremías se queja

1 Jeremías le dijo a Dios: Dios mío, en todos mis pleitos contigo, tú siempre sales ganando; pero de todas maneras, insisto en mis demandas. ¿Por qué prosperan los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores?

2 Tú los plantas como a los árboles, y ellos echan raíces, crecen y dan fruto. Te alaban con los labios, pero te niegan con sus hechos.

3-4 Llévalos al matadero, como a las ovejas; márcalos para el día de la matanza. La tierra y el pasto están secos; ¿cuándo vas a hacer que llueva? Los animales y las aves se mueren por culpa de los que habitan el país. ¡Son tan atrevidos que hasta dicen que tú no puedes verlos! Tú me conoces, Dios mío; tú sabes lo que siento por ti.

Dios le responde a Jeremías

5 Dios le respondió a Jeremías: Tú no estás preparado para discutir conmigo; ¡ni siquiera puedes ganarle un pleito a tus semejantes! Si tienes problemas para ganar un caso fácil, ¿qué te hace pensar que puedes enfrentarte a mí?

6 Todos te han traicionado, hasta tu propia familia te maldice. Tal vez te hablen con dulzura, pero no debes confiar en ellos.

7 He abandonado a mi pueblo; lo he dejado en manos del enemigo,

8 porque se rebeló contra mí. Se portó conmigo como león salvaje.

9-13 ¡Y yo que lo consideraba un ave de muchos colores amenazada por los buitres! Son muchos los reyes enemigos que vendrán a atacarlo; ¡vendrán como animales salvajes, y devorarán a mi pueblo! Alguna vez fue un hermoso viñedo, pero yo mismo lo destruiré, y todo quedará hecho un desierto. Mi pueblo trabajará en vano; sembrará trigo, pero cosechará espinos. ¡Por causa de mi intenso enojo se dañarán todas sus cosechas! Los enemigos se reunirán en las lomas del desierto. Todo el país quedará arruinado, pero eso a nadie le importará. ¡No habrá paz para nadie!

Restauración futura de Judá

14-15 Todas las naciones vecinas han atacado y arruinado esta tierra, la cual yo le di a mi pueblo. Pero les advierto que voy a arrancarlas de sus tierras, y lo mismo haré con mi pueblo Judá. Sin embargo, volveré a tener compasión de mi pueblo, y lo sacaré de en medio de las naciones. Una vez que lo haya sacado de allí, haré que vuelva a su tierra.

16 Y si estas naciones enemigas dejan de enseñarle a mi pueblo a jurar por Baal, llegarán a formar parte de mi pueblo. Pero deben aceptar mis enseñanzas y aprender a jurar por mi nombre, y decir: «Que viva el Dios de Israel».

17 A la nación que no obedezca, la expulsaré de su país y la destruiré por completo. Les juro que así será.

13 El calzoncillo de lino

1 En Anatot, Dios me dijo: —Jeremías, cómprate un calzoncillo de tela de lino, y póntelo; pero no lo laves.

2 Yo fui y compré el calzoncillo, y me lo puse, tal como Dios me lo había ordenado.

3 Entonces Dios volvió a decirme:

4 —Ahora, toma ese mismo calzoncillo y vete al río Éufrates para esconderlo allí, en la grieta de una roca.

5 Yo fui al río Éufrates y lo escondí, tal como Dios me lo había ordenado.

6 Pero tiempo después Dios volvió a decirme: —Jeremías, ve al río Éufrates y busca el calzoncillo que te mandé esconder.

7 Yo fui al río Éufrates, y saqué el calzoncillo del hoyo donde lo había escondido, pero el calzoncillo ya estaba podrido y no servía para nada.

8 Entonces Dios me dijo:

9-10 —Así como se ha podrido el calzoncillo, así también haré que se pudran el reino de Judá y su capital Jerusalén. Son gente muy terca, orgullosa y malvada; no quieren obedecerme, y para colmo adoran a otros dioses. ¡Pero quedarán como este calzoncillo, que no sirve para nada!

11 Yo quise que toda la gente de Israel y de Judá se ajustara a mi ley, así como el calzoncillo se ajusta a la cintura de quien lo lleva puesto. Sólo así serían mi pueblo, y gozarían de fama y respeto, y la gente los alabaría. ¡Pero no quisieron obedecerme! Te aseguro que así será.

Vasijas rotas

12 Ahora, Jeremías, dile a mi pueblo: «Todas las vasijas deben llenarse de vino». Si ellos te dicen que eso ya lo saben,

13 tú les responderás: «Dios me mandó a decirles que él va a emborrachar con vino a todos los que viven en este país. Emborrachará a los reyes que descienden del rey David, a los sacerdotes, a los profetas, y a todos los habitantes de Jerusalén.

14 Dios hará que se destrocen entre ustedes mismos, padres e hijos por igual. No va a tenerles lástima; ¡los destruirá sin compasión!». Te juro que así será.

Tengan cuidado

15 Jeremías le dijo al pueblo: ¡Escúchenme, no sean tan orgullosos! ¡Préstenme atención, que Dios ha hablado!

16 Den honra a nuestro Dios, antes de que él mande las tinieblas y ustedes tropiecen en la oscuridad. La salvación que ustedes esperan, Dios la cambiará en profunda oscuridad.

17 Si por causa de su orgullo ustedes no obedecen, lloraré amargamente y en secreto, hasta que ya no pueda más, porque ustedes, pueblo de Dios, serán llevados presos a una nación lejana.

18 Díganle al rey, y también a su madre, que bajen de su trono y se sienten en el suelo, pues ya no tienen derecho a lucir sus hermosas coronas.

19 El ejército enemigo ha rodeado las ciudades del desierto del sur, y nadie puede entrar ni salir. Todos los habitantes de Judá serán llevados prisioneros.

20 Ustedes, los que viven en Jerusalén, salgan a ver a sus enemigos: ¡ya vienen del norte! Ustedes estaban muy orgullosos del pueblo que Dios les dio a cuidar; pero ese pueblo se ha perdido.

21 Cuando Dios les ponga por jefes a sus amigos preferidos, en quienes ustedes confiaban, lo van a lamentar. Van a sentir los mismos dolores que una mujer cuando tiene un hijo.

22 Cuando esto les pase, no se sorprendan, pues si los desnudan y los violan, será por sus muchos pecados.

23 Nadie puede cambiar el color de su piel, ni puede el leopardo quitarse sus manchas; ¡tampoco ustedes pueden hacer lo bueno, pues sólo saben hacer lo malo!

24 Dios los dispersará por todas las naciones. Serán como la paja que se lleva el viento.

25 ¡Eso es lo que se merecen, ya que ustedes se olvidaron de mí, y decidieron confiar en dioses falsos!

26 ¡También los dejaré desnudos para que pasen vergüenza!

27 Ustedes, habitantes de Jerusalén, son igual que una prostituta. Han adorado a dioses falsos en los campos y en las colinas. Han sido un pueblo infiel. Yo lo he visto, y digo: «Este pueblo nunca cambiará».

14 Sequía, hambre y guerra

1 Hubo una época en que durante mucho tiempo no llovió. Por eso Dios le dijo a Jeremías:

2 Todas las ciudades de Judá están tristes y desanimadas; la gente se sienta en el suelo, y en Jerusalén todos lloran.

3 Los gobernantes piden agua, y sus sirvientes van a buscarla, pero los pozos están secos. Confundidos y llenos de vergüenza se agarran la cabeza, pues regresan con sus baldes vacíos.

4 Los campesinos se preocupan y se agarran la cabeza, porque el suelo está reseco y no ha llovido en el país.

5 Tan escasos están los pastos que los venados, en el campo, dejan abandonadas a sus crías.

6 Los burros salvajes parecen chacales: se paran en las lomas desiertas y desde allí olfatean el aire; pero se desmayan de hambre porque no tienen pastos.

Súplica de Jeremías

7-8 Jeremías dijo: Dios mío, ¿Por qué actúas en nuestro país como si estuvieras de paso? Te portas como un viajero que sólo se queda a pasar la noche. Admitimos que somos muy infieles y que son muchos nuestros pecados; ¡demuestra que tú sí eres fiel y ven pronto a ayudarnos! Tú eres nuestra única esperanza; ¡eres la salvación de Israel en momentos de angustia!

9 Dios de Israel, todos saben que somos tuyos, y que vives con nosotros. ¡No nos abandones! Nos parece que estás confundido, que eres un guerrero sin fuerzas, incapaz de salvar a nadie.

10 Dios le dijo a su pueblo: A ustedes les gusta adorar a muchos dioses, y andan de altar en altar. Eso yo no lo acepto, y por este terrible pecado, los voy a castigar.

11 Y a mí me dijo: Jeremías, no me pidas que ayude a este pueblo.

12 Por más que ayunen, no escucharé sus ruegos; por más que me presenten ofrendas de animales y de cereal, no los aceptaré. Ya he decidido destruirlos, y voy a enviarles guerra, hambre y enfermedades.

13 Yo le respondí: ¡Poderoso Dios de Israel! Hay profetas que le aseguran a tu pueblo que no habrá guerra ni van a pasar hambre; dicen que tú los dejarás aquí para siempre, y que vivirán en paz.

14-16 Dios me contestó: Esos profetas que dicen hablar de mi parte, son unos mentirosos. Yo no los he enviado, ni les he dado ninguna orden. Es más, ni siquiera he hablado con ellos. Sus mensajes son una mentira, ¡un invento de su propia imaginación! Dicen también que no habrá guerra ni hambre en este país; pero yo les digo que morirán de hambre o los matarán en la guerra. No sólo ellos morirán, sino también sus esposas, sus hijos y sus hijas. Sus cadáveres serán arrojados a las calles de Jerusalén, y no habrá nadie que los entierre. ¡Así les haré pagar su maldad!

17 Tú, Jeremías, diles de mi parte: «Día y noche lloraré sin cesar porque mi pueblo preferido ha sufrido una terrible desgracia; ¡ha recibido una herida muy grave!

18 Salgo al campo, y veo los cuerpos de los que murieron en la guerra; entro en la ciudad, y veo el desastre que ha causado el hambre. ¡Pero ni profetas ni sacerdotes parecen entender lo que pasa!».

Respuesta de Jeremías

19-20 Jeremías respondió: Dios de Israel, nos has herido tanto que ya no podremos recuperarnos. Has rechazado por completo a Judá, y ya no quieres a Jerusalén. Esperábamos pasarla bien, y la estamos pasando mal. Esperábamos vivir en paz, pero vivimos llenos de miedo. Reconocemos nuestra maldad, y los pecados de nuestros padres; ¡hemos pecado contra ti!

21 Demuestra que eres fiel, y no nos rechaces. ¡Cumple el trato que hiciste con nosotros, y no destruyas la bella ciudad donde has puesto tu trono!

22 Dios nuestro, sabemos que ningún ídolo puede hacer que llueva; eres tú quien manda los aguaceros. Tú has creado todo lo que existe; ¡por eso confiamos en ti!

15 Los cuatro castigos

1 Dios me dijo: Jeremías, aleja de mí a los israelitas. Diles que se vayan. ¡Yo no voy a perdonarlos! No lo haría, ni aunque sus antepasados, Moisés y Samuel, me lo pidieran.

2 Y si acaso te preguntan a dónde ir, respóndeles: «Los que merecen la muerte, irán a la muerte; los que merecen la guerra, morirán en la guerra; los que merecen el hambre, morirán de hambre; los que merecen el destierro, irán al destierro».

3-4 Les voy a mandar cuatro castigos diferentes: primero, morirán en la guerra; luego los arrastrarán los perros; además, los devorarán las aves del cielo; y finalmente los destrozarán las fieras del campo. Esto lo haré por culpa de Manasés hijo de Ezequías. No me he olvidado de lo que este rey de Judá hizo en Jerusalén. ¡Yo haré que todos los reinos de la tierra se asusten al verlos! Te juro que así será.

Morirán los habitantes de Jerusalén

5-6 Dios dijo a su pueblo: Jerusalén, Jerusalén, me rechazaste; me traicionaste. ¿Quién va a llorar por ti? ¿Quién va a tenerte compasión? ¿Quién va a desear que te vaya bien? Yo estoy cansado ya de tenerte compasión, así que te atacaré y te destruiré;

7 te arrojaré fuera de la ciudad, como si fueras paja en el viento. ¡Voy a dejarte sin habitantes porque no quisiste volverte a mí!

8 Habrá tantas viudas en el pueblo, como arena hay en el mar; ¡a plena luz del día destruiré a las madres de hijos jóvenes! De repente enviaré contra ellas la angustia y el terror.

9 Las que hayan tenido muchos hijos se desmayarán y perderán la vida. Quedarán humilladas y en vergüenza, pues la brillante luz del día se les volverá densa oscuridad. ¡Yo dejaré que sus enemigos maten a los que queden con vida! Les juro que así será.

Lamento de Jeremías

10 Jeremías dijo: ¡Sufro mucho, madre mía! ¡Mejor no hubiera yo nacido! A nadie le hice daño, pero todos me maldicen y me acusan de rebelde.

11 Dios prometió protegerme en momentos difíciles, y hacer que mis enemigos me pidieran compasión.

Esclavizados en un país ajeno

12 Dios le dijo a su pueblo: No hay quien pueda vencer a los ejércitos de Asiria y Babilonia.

13 Ustedes han pecado tanto que yo les entregaré a sus enemigos todas sus riquezas y tesoros.

14 Estoy tan enojado con ustedes que los quemaré como el fuego. Los haré esclavos de sus enemigos en un país que no conocen.

Queja de Jeremías

15 Jeremías dijo: Dios mío, tú lo sabes todo; tú bien sabes que, por ti, me insultan a todas horas. ¡Acuérdate de mí, y ven a ayudarme! ¡No te quedes cruzado de brazos y castiga a los que me persiguen, antes de que me maten!

16 Todopoderoso Dios de Israel, cuando tú me hablaste, tomé en serio tu mensaje. Mi corazón se llenó de alegría al escuchar tus palabras, porque yo soy tuyo.

17 Yo no ando de fiesta en fiesta, ni me interesa divertirme. Prefiero estar solo, porque estoy contigo y comparto tu odio por el pecado.

18 ¿Por qué tengo, entonces, que sufrir este dolor constante? ¿Por qué no sanan mis heridas? Realmente, me decepcionas; eres, para mí, como un arroyo seco; ¡como una fuente sin agua!

Dios acompaña a Jeremías

19 Dios me contestó: Yo soy el Dios de Israel. Si te vuelves a mí, yo calmaré tu dolor y podrás de nuevo servirme. Si dejas de hablar tonterías, y comienzas a anunciar lo que realmente vale la pena, entonces tú serás mi profeta. No le hagas caso al pueblo; son ellos quienes deben escucharte.

20-21 Yo haré que seas para este pueblo como un fuerte muro de bronce. Los malvados pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estaré contigo para librarte de su poder. ¡Yo te salvaré de esos tiranos! Te juro que así lo haré.

16 Jeremías no debe casarse

1-3 Dios me dijo: Jeremías, no te cases en este país, ni tengas hijos ni hijas, porque de todos los que viven en este país,

4 algunos morirán de enfermedades horribles, otros morirán de hambre y otros en la guerra. Nadie llorará por ellos, ni los sepultará. Sus cadáveres quedarán tendidos sobre el suelo, como si fueran basura, y con ellos se alimentarán las aves del cielo y los animales salvajes.

5 He decidido retirar de este pueblo mi paz, mi amor y mi compasión. Así que no vayas a ningún entierro, ni llores por ningún muerto.

6 En este país todos morirán, sean ricos o pobres, y nadie llorará por ellos ni los sepultará, ni guardará luto.

7 Nadie ofrecerá una comida para consolar a los que hayan perdido a un ser querido. A nadie se le ofrecerá consuelo, aunque haya muerto su padre o su madre.

8 Tampoco vayas a ninguna boda, ni comas ni bebas nada allí.

9 Yo, el todopoderoso Dios de Israel, te digo que pondré fin a los gritos de alegría y de entusiasmo, y a las canciones de los novios y de las novias. Eso lo verán con sus propios ojos.

10 Cuando comuniques todo esto al pueblo, te van a preguntar por qué decidí enviarles esta terrible desgracia. También preguntarán si se han portado mal, y si acaso han pecado contra mí.

11 Respóndeles que eso les pasa porque sus antepasados me rechazaron, no obedecieron mis enseñanzas y creyeron en otros dioses, a los cuales sirvieron y adoraron. Te juro que así fue.

12 Pero diles que ellos son peores que sus antepasados, porque no me obedecen. Ellos insisten en llevar a cabo sus planes malvados.

13 Por eso no les voy a tener compasión. Más bien, los echaré fuera de esta tierra; los llevaré a un país que ni ellos ni sus antepasados conocieron. Allá tendrán que adorar a otros dioses, día y noche.

14 Llegará el día en que ya no dirán: «Viva Dios, que sacó de Egipto a los israelitas»;

15 sino que dirán: «Viva Dios, que sacó a los israelitas del país de los asirios y de los babilonios, y de todos los países adonde los obligó a ir». Pero yo te aseguro que, en el futuro, haré que vuelvan a la tierra que les regalé a sus antepasados.

16 Por lo pronto, voy a hacer que vengan muchos enemigos, y que los pesquen como si fueran peces. Después de eso, haré que vengan muchos enemigos y los persigan por todas las montañas y colinas, y hasta en las grietas de las rocas, como si fueran cazadores tras su presa.

17 Yo estoy enterado de todo lo que ellos hacen, pues no hay nada que yo no sepa. Ellos no me pueden ocultar ninguno de sus pecados.

18 Antes que nada, les daré un castigo doble por los terribles pecados que han cometido. Le han quitado al país su buena fama; ¡lo han llenado de ídolos malolientes que no tienen vida!

Oración de Jeremías

19-20 Yo, Jeremías, le rogué a Dios: Dios mío, tú me das nuevas fuerzas; cuando me encuentro en peligro, tú eres mi refugio. Desde los lugares más lejanos del mundo vendrán a ti las naciones, y dirán: «Nuestros antepasados fabricaron dioses falsos que no sirven para nada».

21 Dios me respondió: Voy a mostrarles mi gran poder; ahora sabrán quién soy yo: ¡Yo soy el único Dios de Israel!

17 Dios castigará a Judá por su pecado

1 Dios le dijo a su pueblo: Gente de Judá, ustedes llevan el pecado grabado en el corazón. Sus altares están marcados con su rebelión.

2-3 Los altares y las imágenes de Astarté que ustedes levantaron bajo los grandes árboles y en las altas colinas son un peligro para sus hijos. Yo entregaré a sus enemigos todo lo que ustedes tienen, hasta sus altares y tesoros. Esto lo haré por los pecados que cometieron en su territorio.

4 Por su propia culpa perderán el país que yo les había dado. Serán esclavos en una tierra que ustedes no conocen. ¡Es tan grande mi enojo que parece un fuego que nunca se apaga!

5 Yo, el Dios de Israel, declaro: «¡Maldito quien confía en los demás! ¡Maldito quien confía en sí mismo! ¡Maldito quien se aleja de mí!

6 Son como las espinas del desierto, que nunca disfrutarán del agua, pues viven en tierras áridas, donde nada crece.

7 ¡Pero benditos sean aquellos que sólo confían en mí!

8 Son como árboles plantados a la orilla de un río: extienden sus raíces hacia la corriente, el calor no les causa ningún daño, sus hojas siempre están verdes y todo el año dan fruto.

9 Ustedes se creen buenos, pero son malos y mentirosos; ¡no tienen remedio!

10 Sólo yo, el Dios de Israel, sé muy bien lo que piensan, y los castigaré por su mala conducta.

11 Los que se vuelven ricos haciendo trampa, perderán sus riquezas y, cuando menos lo esperen, acabarán en la miseria».

Jeremías pide protección

12 Yo, Jeremías, dije: El templo donde tienes tu trono desde un principio está en lo alto; ¡es un lugar muy hermoso!

13 Los que te abandonan quedarán avergonzados. ¡Desaparecerán como el polvo que se lleva el viento! Sólo tú, Dios de Israel, eres la fuente de vida. ¡Tú eres nuestra única esperanza!

14 Dios mío, sólo tú mereces mis alabanzas. ¡Devuélveme la salud, dame salvación! Así viviré feliz y en paz.

15 La gente de Judá me dice: «Dios no ha cumplido sus promesas. ¡Queremos que se cumplan ya!».

16 Dios mío, yo no te pedí que castigues a tu pueblo; al contrario, lo cuidé como un pastor a sus ovejas.

17 Cuando estoy en peligro, tú me proteges. ¡No dejes que el miedo se apodere de mí!

18 ¡Avergüenza a mis enemigos, pero no me avergüences a mí! ¡Haz que tiemblen de miedo, pero a mí no me asustes! ¡Mándales tiempos difíciles, y destrúyelos de una vez!

El día de descanso

19 Dios me dijo: Jeremías, ve a todos los portones de Jerusalén, y repite allí el mensaje que te voy a dar. Comienza por el portón principal, que es por donde entran y salen los reyes de Judá.

20 Esto es lo que tienes que decir: «Reyes de Judá y habitantes del país, y todos los que pasan por estos portones, ¡escuchen la palabra de nuestro Dios!

21 Él me manda a recordarles que el sábado es día de descanso. Por lo tanto, ese día no lleven ninguna carga, ni la introduzcan por los portones de Jerusalén.

22 Ese día no saquen de sus casas ninguna carga ni hagan ningún tipo de trabajo. El sábado es un día que deben dedicar a Dios; así se lo ordenó a nuestros antepasados.

23 Ustedes, los que viven en Judá, no han querido obedecer a Dios; al contrario, se empeñan en desobedecerlo y no quieren ser disciplinados.

24 Pero si siguen fielmente las instrucciones acerca del sábado, y se lo dedican a Dios tal como ya les dije, Dios les asegura

25 que por estas puertas entrarán reyes y príncipes, y se sentarán en el trono de David para reinar sobre esta ciudad. Entrarán montados en carros y en caballos, seguidos por la gente de Jerusalén y de las otras ciudades de Judá. Además, la ciudad de Jerusalén siempre será habitada.

26 Vendrán al templo todos los habitantes del país, y darán gracias a Dios con ofrendas de cereal y de incienso, que son las que le agradan.

27 Pero si ustedes no siguen las instrucciones de Dios acerca del sábado, sino que en ese día introducen cargas por los portones de Jerusalén, entonces les prenderé fuego a esos portones. Ese fuego no podrá ser apagado, sino que quemará toda la ciudad, junto con los palacios de Jerusalén».

18 Parábola del alfarero

1 Dios me dijo:

2 Jeremías, ve al taller del alfarero. Allí voy a darte un mensaje.

3 Yo fui y me encontré al alfarero haciendo en el torno vasijas de barro.

4 Cada vez que una vasija se le dañaba, volvía a hacer otra, hasta que la nueva vasija quedaba como él quería.

5 Allí Dios me dio este mensaje

6 para los israelitas: Ustedes están en mis manos. Yo puedo hacer con ustedes lo mismo que este alfarero hace con el barro.

7 En el momento que yo quiera, puedo amenazar a una nación o a un reino, y anunciarle su completa destrucción.

8 Pero si esa nación deja de hacer lo malo, entonces yo decidiré no castigarlos como pensaba hacerlo.

9 En algún otro momento, puedo decidir que alguna nación o reino prospere y llegue a tener mucho poder.

10 Pero si esa nación hace lo malo y no me obedece, entonces decidiré no darle todo lo bueno que había pensado darle.

Dios abandonará a su pueblo

11 Luego Dios me dijo: Jeremías, adviérteles a la gente de Judá, y a los que viven en Jerusalén, que yo, el Dios de Israel, estoy por enviarles un desastre. Diles que dejen ya de hacer lo malo, y que mejoren por completo su manera de vivir.

12 Ellos te dirán que no insistas, que van a seguir viviendo como les dé la gana, y que cada uno seguirá haciendo todo lo malo que les dicte su malvado corazón.

13 Por lo tanto, yo les digo: «Este pueblo dice ser mío, pero pregunten entre las naciones y verán que ningún otro pueblo ha hecho cosas tan terribles.

14 Las altas montañas del Líbano nunca se han quedado sin nieve; ni tampoco han dejado de correr las frías aguas de las montañas.

15 Pero este pueblo cambia a cada rato, pues se olvida de mí y adora ídolos inútiles. No sigue las enseñanzas que desde un principio le di, ni se da cuenta del peligro de seguir las malas costumbres de las otras naciones.

16-17 Por eso enviaré un ejército poderoso y los haré huir ante sus enemigos. ¡Su país será destruido; será la burla de todas las naciones! Los que pasen y lo vean, no podrán disimular su asombro. ¡Ese día sabrán que los he abandonado!».

Planes contra Jeremías

18 La gente comenzó a hacer planes en contra de Jeremías. Decían: Acusémoslo de algún crimen, y así lo callaremos para siempre. De todos modos, nunca nos faltará un sacerdote que nos enseñe la ley, ni un sabio que nos dé consejos, ni un profeta que nos hable de parte de Dios.

Oración de Jeremías

19 Jeremías oró así: Dios mío, escucha los gritos de mis enemigos.

20-22 ¡Han cavado un pozo para hacerme caer en él! ¡No es justo que así me paguen todo el bien que les he hecho! ¡Recuerda que vine a pedirte que no los castigues! ¡Quítales la vida a sus hijos! ¡Haz que se mueran de hambre, o que los maten en la guerra! ¡Que los hombres mueran asesinados! ¡Que las mujeres se queden viudas y sin hijos que las ayuden! ¡Que los jóvenes mueran en la guerra! ¡Que se oigan sus gritos de angustia cuando envíes contra ellos un ejército poderoso!

23 Dios mío, tú sabes que ellos piensan matarme. ¡No olvides sus pecados, ni les perdones ningún crimen! ¡Desata tu furia contra ellos! ¡Hazlos caer derrotados!

19 La vasija rota

1-4 Dios me dijo: Jeremías, compra en el taller del alfarero una vasija de barro, y ve al valle de Ben-hinom, que está a la entrada del portón oriental. Haz que te acompañen algunos jefes del pueblo y los sacerdotes más importantes. Cuando llegues allá, diles a los reyes de Judá y a los habitantes de Jerusalén que presten atención a mis palabras. Éste es el mensaje que les darás de mi parte: “Ustedes son mi pueblo, pero me abandonaron. Para colmo, me ofendieron al adorar en este valle a otros dioses. Esos dioses nunca se preocuparon por ustedes, ni por sus padres, ni por los reyes de Judá. Por eso yo, el todopoderoso Dios de Israel, voy a mandarles un desastre tan terrible, que quienes lo sepan temblarán de miedo”. En este mismo valle ustedes han matado a mucha gente inocente.

5 Han construido altares a Baal, y en ellos han presentado a sus hijos como ofrenda a ese dios. ¡Pero eso es algo que yo nunca les ordené! ¡Jamás lo mencioné, y ni siquiera me pasó por la mente!

6 Llegará el momento en que este lugar no se llamará santuario de Tófet ni valle de Ben-hinom; más bien, se le conocerá como Valle de la Matanza.

7 Yo desbarataré aquí los planes de la gente de Judá y de Jerusalén; los entregaré a sus enemigos, para que los maten en el campo de batalla. Allí quedarán tendidos los cadáveres, y haré que se los coman las aves del cielo y las fieras salvajes.

8 A Jerusalén la convertiré en un lugar horrible. Los que pasen por aquí verán con asombro cómo quedó la ciudad, y se burlarán de ella.

9 Sus enemigos rodearán la ciudad para destruir a sus habitantes. Habrá tanta falta de comida que la gente se comerá a sus propios hijos, y hasta se comerán los unos a los otros».

10 Tan pronto anuncies este mensaje, dirígete a los jefes y a los sacerdotes, y rompe en mil pedazos la vasija de barro.

11 Entonces les dirás de mi parte: «Yo, el Dios todopoderoso, romperé en mil pedazos esta nación y esta ciudad, y ya no podrán volver a levantarse. Tendrán que enterrar a sus muertos en el santuario de Tófet, porque no habrá otro lugar donde enterrarlos.

12 La ciudad quedará arruinada, lo mismo que el santuario de Tófet. Les juro que así será.

13 No permitiré que se me adore en las casas de Jerusalén ni en los palacios de los reyes de Judá, pues en sus azoteas se quemó incienso para adorar a las estrellas de los cielos, y también ofrendaron bebidas a otros dioses. Ni en el santuario de Tófet ni en esos lugares permitiré que me adoren».

14 Cuando Jeremías volvió de profetizar en el santuario de Tófet, se detuvo a la entrada del templo de Dios. Desde allí dijo a todo el pueblo:

15 Así dice el todopoderoso Dios de Israel: «Esta ciudad y sus pueblos vecinos se han empeñado en desobedecerme. Por eso les voy a mandar todas las desgracias que les he anunciado».

20 Jeremías y el sacerdote Pashur

1-2 Cuando Pashur hijo de Imer oyó lo que el profeta Jeremías estaba predicando, ordenó que lo golpearan y lo metieran en la cárcel que estaba a un lado de la entrada de Benjamín, cerca del templo de Dios.

3 Sin embargo, a la mañana siguiente Pashur mandó que lo sacaran. Entonces Jeremías le dijo: Dios te va a cambiar de nombre. En vez de Pashur, te vas a llamar Magor-misabib, que quiere decir, «terror por todas partes».

4 Porque Dios dice que tú serás un terror para ti mismo y para tus amigos. ¡Hasta verás cuando el enemigo mate a tus amigos! A todos los habitantes de Judá los entregaré al rey de Babilonia, para que se los lleve como esclavos a su país o para que los mate.

5 Además, a los enemigos de Judá les daré toda la riqueza de esta ciudad, junto con todos los tesoros de los reyes de Judá. Todo eso lo tomarán y se lo llevarán a Babilonia.

6 Y tú, Pashur, serás esclavo en Babilonia junto con toda tu familia. Allá morirás y serás enterrado; y lo mismo les pasará a todos tus amigos, a quienes les decías puras mentiras.

Protesta de Jeremías

7 Jeremías le dijo a Dios: Dios mío, con lindas palabras me llamaste, y yo acepté tu invitación. Eres más fuerte que yo, y por eso me convenciste. A toda hora la gente se burla de mí.

8 Cada vez que abro la boca, tengo que gritar: «¡Ya viene el desastre! ¡Ha llegado la destrucción!». No hay día que no me ofendan por predicar tu mensaje.

9 Hay días en que quisiera no acordarme más de ti ni anunciar más tus mensajes; pero tus palabras arden dentro de mí; ¡son un fuego que me quema hasta los huesos! He tratado de no hablar, ¡pero no me puedo quedar callado!

10 La gente, en tono burlón, me grita: «¡Hay terror por todas partes!». También los oigo cuando dicen: «¡Vamos a denunciarlo!». Hasta mis mejores amigos quieren que yo cometa un error; buscan cómo ponerme una trampa para derrotarme y vengarse de mí.

11-12 Pero tú, mi Dios, eres el Todopoderoso. Tú examinas al que es justo y sabes lo que pensamos y deseamos. Eres un guerrero invencible, y siempre estás a mi lado; por eso no podrán vencerme los que me persiguen; ¡quiero ver cómo los castigas, porque en ti confío! ¡Quiero ver cómo los derrotas y los pones en vergüenza! ¡Que nunca nadie se olvide de que tú los derrotaste!

13 Alabemos a nuestro Dios, porque él libera a los pobres de las garras de los malvados.

14-15 ¡Maldito el día en que nací! Maldito el que le dijo a mi padre: «¡Te felicito! ¡Tuviste un hijo varón!».

16 ¡Cómo quisiera que ese tipo terminara como las ciudades que Dios destruyó sin compasión! ¡Quisiera que se vuelva loco de remate!

17-18 ¿Por qué tuve que nacer, si vivo sólo para sufrir? Si voy a morir humillado, mejor hubiera nacido muerto. ¡Así mi tumba habría sido el vientre de mi madre!

21 La oración de Sedequías

1-3 El rey Sedequías envió a Pashur y al sacerdote Sofonías, a que le dijeran al profeta Jeremías: Nabucodonosor, el rey de Babilonia, nos está atacando. Por favor, ruégale a Dios que nos ayude. Pídele que haga uno de sus milagros a favor de nosotros, para que ese rey nos deje tranquilos. Pero Dios tenía otro plan, y se lo comunicó a Jeremías. Entonces Jeremías les respondió a Pashur y a Sofonías: Díganle al rey Sedequías

4 que el Dios de Israel dice: «El rey de Babilonia y sus soldados están rodeando y atacando la ciudad de Jerusalén. Frente a sus ataques, tus tropas retrocederán y se refugiarán en la ciudad.

5 Es más, yo mismo voy a pelear contra ustedes, y lo haré con todo mi poder y con toda mi furia. ¡Ya me tienen harto!

6 Voy a mandarles una enfermedad terrible, que matará a todos los que viven en esta ciudad, y hasta los animales.

7 A ti, Sedequías, y a tus oficiales, los pondré en manos de Nabucodonosor y de su ejército. También entregaré a la gente que no haya muerto por la enfermedad, la guerra o el hambre. Les juro que ese rey los matará sin compasión».

8 Dios le dijo a Jeremías: Dile de mi parte a este pueblo: «A todos lo que viven en Jerusalén les daré a elegir entre la vida y la muerte.

9 Los que se queden en la ciudad morirán en la guerra, o los matará la enfermedad y el hambre. Sólo se salvarán si salen y se rinden a los babilonios.

10 Ya me cansé de tratar con bondad a esta ciudad. La voy a destruir. Se la entregaré al rey de Babilonia, para que la destruya con fuego. Les juro que así lo haré».

11-12 A los descendientes del rey David diles que presten atención a mis palabras. Éste es mi mensaje para ellos: «No dejen de hacer el bien, y protejan a los que son maltratados. Si no lo hacen así, mi enojo arderá como un fuego y nadie podrá apagarlo. Así los castigaré por todas sus maldades.

13 Habitantes de Jerusalén, yo estoy muy enojado con ustedes. Ustedes creen que Jerusalén, por estar en la montaña, es la más fuerte de la región. Creen que nadie puede conquistarla ni destruir sus murallas.

14 Pero yo les daré su merecido: Le prenderé fuego a su bosque, y ese fuego destruirá todo lo que hay a su alrededor. Les juro que así lo haré».

22 Dios castigará a los jefes de Judá

1 Dios me dijo: Jeremías, ve al palacio del rey de Judá, y anuncia allí este mensaje:

2 «Rey de Judá, oficiales del palacio y habitantes de Jerusalén, les pido que presten mucha atención a lo que Dios dice.

3 Él les ordena hacer el bien: proteger a los que son maltratados, cuidar al extranjero, al huérfano y a la viuda, y no matar al inocente.

4 Si de veras me obedecen, siempre habrá en Judá un rey de la familia de David. Sus ejércitos entrarán y saldrán por los portones de la ciudad, acompañados por el pueblo y sus gobernantes.

5 De lo contrario, les aseguro que este palacio será totalmente destruido».

6 Yo, el Dios de Israel, les digo a los que están en el palacio de Judá: «Ustedes son para mí tan especiales como el monte Galaad y como las altas montañas del Líbano. Pero voy a convertirlos en un desierto, en una ciudad deshabitada.

7 Yo enviaré contra ustedes un ejército para que los destruya, y para que les prenda fuego a sus bosques más hermosos.

8 Mucha gente de otras naciones pasará por aquí, y se preguntará por qué hice esto con esta gran ciudad.

9 Y la respuesta será que ustedes adoraron a otros dioses y no cumplieron con mi pacto.

10-12 No lloren ni se pongan tristes por la muerte del rey Josías. Lloren más bien por su hijo Salum que será llevado a otro país. Allí lo tratarán como esclavo, y nunca más volverá a ver la tierra donde nació». Y yo declaro que Salum nunca más volverá a ver este país, pues morirá en el lugar al que será llevado. Y así sucedió. Tiempo después, tras la muerte de su padre Josías, Salum llegó a ser rey de Judá, pero se lo llevaron a Babilonia.

Advertencia contra el rey Joacín

13-14 Dios continuó diciendo: En cuanto al rey Joacín, tengo algo que decirle: «¡Qué mal te irá, Joacín! Edificas tu casa con mucho lujo; piensas ponerle grandes ventanas, y recubrirlas con finas maderas. Pero maltratas a los trabajadores, y para colmo no les pagas.

15 Te crees un gran rey porque vives en lujosos palacios». Tu padre Josías disfrutó de la vida y celebró grandes fiestas, pero siempre actuó con justicia.

16 Protegió al pobre y al necesitado, y por eso le fue bien en todo. ¡A eso le llamo conocerme!

17 A ti sólo te interesa el dinero y no te importa cómo lo ganes. Con gran violencia robas y matas a gente inocente.

18 Por eso estoy enojado contigo. Cuando te mueras, nadie llorará por ti; ningún israelita se pondrá triste de que ya no seas su rey.

19 Morirás como los animales: te arrastrarán por todo Jerusalén y te arrojarán fuera de la ciudad».

Advertencia contra Jerusalén

20 Dios también les dijo a los habitantes de Jerusalén: ¡Vayan por todo el país; suban a las montañas más altas, y lloren desconsolados! Los países que iban a ayudarlos ya han sido destruidos.

21 Cuando les iba bien, les advertí del peligro, pero no me hicieron caso. ¡Siempre han sido rebeldes!

22-23 Los que ahora viven en el palacio, rodeados de finas maderas, ¡pronto sabrán lo que es sufrir! Cuando les llegue la desgracia, sabrán lo que es el dolor. Serán llevados a otro país, y allí serán tratados como esclavos. Las naciones en las que ellos confiaron sufrirán el mismo castigo.

Advertencia contra Joaquín

24 Dios le dio este mensaje a Joaquín: Tú eres hijo de Joacín, y ahora reinas en Judá. Aunque te quiero mucho, juro que te expulsaré de aquí.

25 Te entregaré en manos del rey de Babilonia y de su ejército, y temblarás de miedo.

26-27 A ti y a tu madre los enviaré a un país extranjero. Aunque quieran volver a Israel, nunca más volverán, porque morirán en ese país.

28-29 Dios continuó diciendo: ¡Israelitas, escuchen mis palabras! Joaquín no sirve para nada; es como una vasija rota. ¿Para qué lo quieren expulsar del país, junto con todos sus familiares? Por gente como ésa no vale la pena preocuparse.

30 Yo, el Dios de Israel, les digo: «Bórrenlo de su memoria, es un hombre fracasado. ¡Ninguno de sus hijos llegará a ser rey de Judá!».

23 El rey justo y sabio

1-2 El Dios de Israel dijo: ¡Qué mal les va a ir a esos gobernantes que descuidan a mi pueblo y lo destruyen! Jamás se preocupan por él. Al contrario, se comportan como esos pastores que abandonan a sus ovejas. Les advierto que voy a castigarlos, porque abandonaron a mi pueblo en manos de otras naciones.

3 Sin embargo, aunque permití que así fuera, yo mismo haré que mi pueblo vuelva a su país, y que se convierta en una gran nación.

4 Le daré otros gobernantes que lo protejan, y así no volverá a tener miedo. Juro que así lo haré.

5 En el futuro haré que un rey justo y sabio gobierne a mi pueblo. Será de la familia de David, gobernará con verdadera justicia,

6 y le pondrán por nombre «Dios es nuestro salvador». Durante su reinado mi pueblo vivirá en paz y libertad.

7 Yo les aseguro que viene el día en que ya no se dirá: «¡Lo juro por Dios, que sacó a Israel de Egipto!».

8 Más bien, se dirá: «¡Lo juro por Dios, que sacó a nuestro pueblo de Babilonia! ¡Lo sacó de todos los países adonde lo había expulsado!». Entonces los israelitas habitarán en su propio país.

Los profetas mentirosos

9 Yo, Jeremías, les advierto a los profetas: Dios me dio un mensaje especial. Por eso siento un dolor profundo y me tiembla todo el cuerpo; ¡hasta parezco un borracho a punto de caerse!

10 Los habitantes de este país son gente malvada; no saben lo que es ser fieles, ¡no saben hacer lo bueno, sólo cometen injusticias! Por eso la tierra está bajo maldición: los pastos se han secado, y la tierra es un desierto.

11 Dios mismo lo afirma: «Los profetas y los sacerdotes son los primeros en hacer el mal; ¡hasta en el templo cometen terribles maldades!

12 Por eso los voy a castigar y caerá sobre ellos la desgracia. ¡Nada ni nadie podrá salvarlos!

13 ¡En Samaria he visto las cosas más repugnantes! Los profetas predican en nombre del dios Baal y hacen que mi pueblo me abandone.

14 Pero los profetas de Jerusalén son peores que ellos; no sólo me abandonan, sino que dicen mentiras y ayudan a los malvados. No hay uno solo de ellos que quiera cambiar su conducta. ¡Son peores que la gente de Sodoma y de Gomorra!».

15 Por tanto, el Dios todopoderoso declara en contra de los profetas de Jerusalén: «Ustedes son los responsables de tanta maldad en este país. Su sufrimiento será terrible y su dolor no tendrá fin».

16 Y a ustedes, los israelitas, Dios les advierte: «Esos profetas son unos mentirosos, ¡no les hagan caso! Yo no les di ningún mensaje, y los sueños que dicen haber tenido son puro invento de ellos.

17 Aseguran que yo dije que a los malvados siempre les irá bien; que a los que me desprecian nada malo les pasará.

18 ¡Pero ninguno de esos profetas ha estado en mi presencia! ¡Ninguno de ellos ha querido oír mi voz y obedecerme!

19-20 Yo estoy muy enojado con ellos y no voy a quedarme tranquilo hasta que los haya castigado. Mi enojo será como un huracán, que azotará a esos malvados». ¡Un día de estos entenderán por qué hago todo esto!

21 Esos profetas salen a predicar, aunque yo no los he enviado ni les he dado ningún mensaje.

22 Si hubieran estado en mi presencia, habrían anunciado mi mensaje; habrían invitado a mi pueblo a dejar su mala conducta.

23-24 Yo soy el Dios de Israel. Nadie puede esconderse de mí, pues yo estoy en todas partes, lo mismo lejos que cerca.

25 Ya he escuchado las mentiras de esos profetas. Según ellos, han soñado que les he dado un mensaje.

26 ¡Eso lo inventaron ellos! ¿Cuándo dejarán de mentir?

27 Lo que quieren es que mi pueblo me olvide, como me olvidaron sus antepasados por adorar al dios Baal.

28 Yo, el Dios de Israel, les digo: si un profeta tiene un sueño, que lo cuente; si recibe un mensaje de mi parte, que lo comunique al pie de la letra. ¡Pero que se dejen de cuentos!

29-32 Estoy cansado de sus mentiras. ¡Y todavía se atreven a decir que hablan de mi parte! Estoy en contra de esos profetas que dicen haber recibido mensajes de mi parte, pero yo no les he comunicado nada. Esa clase de mentiras no le hace ningún bien a mi pueblo; al contrario, lo conducen al error». Mi palabra es tan poderosa como el fuego, y tan dura como un martillo; ¡hasta puede hacer pedazos una roca! Les aseguro que así es.

Profetas falsos

33 Escucha bien, Jeremías: Cuando un profeta o sacerdote, o alguien del pueblo, te pregunte si tienes algún mensaje de mi parte, respóndeles que sí lo tienes. Diles que voy a abandonarlos.

34 Pero si otro profeta o sacerdote, o cualquier otra persona asegura tener un mensaje de mi parte, yo los castigaré, a ellos y a sus familias».

35-37 Dios les dijo a los falsos profetas: Yo soy el Dios de la vida, el Dios todopoderoso. Si alguno de ustedes cambia mi mensaje por una mentira, se burla de mí. Más vale que nadie diga: «Tengo un mensaje de parte de Dios». Al que se atreva a decirlo, le haré tragar sus propias palabras. Si preguntan entre ustedes, se darán cuenta que yo no le he hablado a nadie.

38 Por eso les prohíbo decir: «Tengo un mensaje de parte de Dios».

39-40 Si me desobedecen, abandonaré a Jerusalén, la ciudad que les di a ustedes y a sus antepasados. De tal manera los humillaré y los avergonzaré, que nunca podrán olvidarlo. ¡Los lanzaré lejos de aquí!

24 Las dos canastas de higos

1 Tiempo después, el rey Nabucodonosor tomó preso a Joaquín hijo de Joacín, que había sido rey de Judá, y se lo llevó a Babilonia. Con él se llevó a los jefes de Judá, y también a los artesanos y herreros. Poco después de eso, Dios me llevó a su templo, y allí me mostró dos canastas de higos.

2 En una de las canastas había higos muy buenos, de los que maduran primero, pero en la otra canasta sólo había higos podridos. Esos higos estaban tan malos que no se podían comer.

3 Dios me preguntó: Jeremías, ¿qué es lo que ves? Yo le contesté: Veo dos clases de higos. Unos están muy buenos, pero los otros están tan malos que no se pueden comer.

4-6 Entonces el Dios de Israel me dijo: Los higos buenos representan al pueblo de Judá que fue llevado como esclavo a Babilonia. Aunque yo permití que se lo llevaran, ahora lo cuidaré y lo haré volver a su tierra. Dejaré que se establezca allí y que vuelva a edificar sus casas, y nunca más volveré a destruirlo ni a enviarlo a otro país.

7 Cambiaré su manera de ser y de pensar, para que me reconozca como su Dios y me obedezca en todo. Judá será mi pueblo, y yo seré su Dios.

8 Los higos malos representan al rey y a los gobernantes de Judá, y a todos los ricos de Jerusalén, la capital de Judá, que no fueron llevados a Babilonia. También representan a los que buscaron protección en Egipto. A todos ellos los castigaré.

9 Tan grande será mi castigo que, al verlo, todos los reinos de la tierra temblarán de miedo. La gente de los países por donde yo los disperse se burlará de ellos, los insultará y los tratará con desprecio.

10 Yo les mandaré guerras, hambre y enfermedades, y así los eliminaré del país que les di a ellos y a sus antepasados.

25 Los años de esclavitud

1 Dios le dio al profeta Jeremías un mensaje para todo el pueblo de Judá. Ese mensaje lo recibió cuando Joacín hijo de Josías llevaba cuatro años como rey de Judá, y Nabucodonosor tenía un año de reinar en Babilonia.

2 Y éste es el mensaje que el profeta comunicó a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén:

3 Desde hace veintitrés años Dios me comunica sus mensajes. El primero que me dio fue cuando Josías hijo de Amón tenía trece años de reinar en Judá. Yo les he anunciado estos mensajes una y otra vez, pero ustedes no han querido hacerme caso.

4 Dios también les ha enviado a otros profetas que están a su servicio, pero ustedes no les han hecho caso ni se han mostrado dispuestos a obedecer.

5 Ellos les han dicho: «Dejen ya de hacer lo malo; abandonen sus malas acciones. Si lo hacen, siempre podrán habitar en la tierra que Dios les ha dado a ustedes y a sus antepasados.

6 No confíen en esos dioses que ustedes mismos se han fabricado. No los adoren, y Dios no se enojará con ustedes ni los castigará».

7 Pero ustedes no han prestado atención a estos mensajes de Dios. Al contrario, lo han ofendido con esos ídolos que ustedes mismos se fabrican. Lo único que consiguen es causar su propia desgracia.

8 Por lo tanto, el Dios todopoderoso dice: «Ya que ustedes no quieren obedecerme,

9 voy a enviar contra ustedes al rey de Babilonia y a todos los pueblos del norte. Ese rey está a mi servicio, así que lo enviaré contra ustedes y contra sus vecinos. Voy a destruirlos por completo; voy a convertirlos en un montón de ruinas, que sólo causará terror y burla. Les juro que así será.

10 No dejaré que vuelvan a escucharse los gritos de alegría y de entusiasmo, ni las serenatas de los novios, ni se oirá ruido en las calles, ni se verá luz en las casas.

11 Todo este país quedará convertido en un montón de ruinas, que sólo producirá terror. Y durante muchos años todos quedarán bajo el dominio del rey de Babilonia.

12 Pasado ese tiempo, yo castigaré por su maldad al rey de Babilonia y a su nación, ¡y ese país quedará destruido para siempre! Yo les juro que así será.

13 Haré con ese país todo lo que dije contra las otras naciones. Cumpliré las amenazas que anunció mi profeta Jeremías, y que han quedado escritas en este libro.

14 También los babilonios quedarán bajo el dominio de naciones y reyes más poderosos. De ese modo los castigaré por todo el mal que han hecho».

El castigo a las naciones

15 El Dios de Israel me dijo: Jeremías, esta copa que tengo en la mano representa mi enojo. Tómala y haz que beban de ella todas las naciones a las que voy a enviarte.

16 Esas naciones comenzarán a tambalearse, y sus habitantes se volverán locos por causa de la guerra que voy a enviar contra ellos.

17 Yo recibí la copa de las manos de Dios, y se la di a beber a todas las naciones a las que él me envió.

18 También se la di a los habitantes de Jerusalén y de las ciudades de Judá, y a sus gobernantes, para destruirlos. Sus ciudades quedaron convertidas en ruinas. Hasta el momento en que esto se escribe, esas ciudades son motivo de espanto, de burla y de insultos.

19 También les di la copa del castigo al rey de Egipto, a sus jefes y oficiales, a todo su pueblo,

20 y a todos los extranjeros que allí vivían. Además bebieron de ella todos los reyes del país de Uz, los reyes filisteos de Ascalón, Gaza y Ecrón; los sobrevivientes de Asdod,

21 Edom, Moab y los amonitas.

22 Luego bebieron de ella los reyes de Tiro y de Sidón, y los reyes de los pueblos que viven en las costas del mar Mediterráneo;

23-24 los reyes de Dedán, Tema y Buz; todos los pueblos y tribus del desierto; los reyes de Arabia

25 Zimri, Elam y Media;

26 todos los reyes del norte, tanto los cercanos como los lejanos, y todos los reinos que hay en la tierra. Por último, el rey de Babilonia también bebió de la copa.

27 El Dios todopoderoso también me dijo: Jeremías, esta copa representa mi enojo y la guerra que voy a mandar contra ellos. Ordénales que beban de la copa, hasta que vomiten y se caigan, y no vuelvan a levantarse.

28 Pero si se niegan a beber de ella, tú les dirás de mi parte: «¡Tendrán que beber de ella, aunque no quieran!

29 Ya he comenzado a castigar a Jerusalén, ciudad donde se me adora, y están muy equivocados si creen que a ustedes no los castigaré». Jeremías, voy a castigar a todas esas naciones, y lo haré por medio de la guerra. Yo, el Dios todopoderoso, te juro que así será.

30-31 Anuncia este mensaje contra esas naciones: “Dios lanza un grito de guerra desde el cielo, donde él tiene su trono. Es tanto su enojo contra su pueblo y contra los habitantes de la tierra, que su voz retumba a lo lejos, y se oyen sus botas aplastando a las naciones”. Dios está en pleito contra todas las naciones y contra todos los habitantes del mundo. ¡Él condenará a los malvados!

32 El Dios todopoderoso les advierte que ninguna nación escapará de la desgracia; un poderoso ejército las atacará por todos lados.

33 Ese día, aquellos a los que yo castigue con la muerte quedarán tendidos por toda la tierra, como si fueran basura. No habrá nadie que llore por ellos, ni habrá tampoco quien los recoja y los entierre.

34 Jefes y gobernantes del pueblo, ¡lloren y revuélquense en el suelo! Ha llegado el día de la matanza, y ustedes serán sacrificados como si fueran ovejas engordadas.

35-37 Jefes y gobernantes del pueblo, ¡no podrán escapar a ninguna parte! ¡Sólo se oirán sus gritos de dolor, porque Dios está furioso y ha destruido sus campos! ¡Ya no tienen qué comer!

38 Es tanto el enojo de Dios que ha abandonado a su pueblo. Dios salió en contra de ellos como un león furioso, ¡y los hizo morir en la guerra!».

26 Jeremías recibe amenazas de muerte

1 Cuando Joacín, hijo de Josías comenzó a reinar sobre Judá, Dios le habló a Jeremías en Jerusalén, y le dijo:

2 Ve al patio de mi templo. Quiero que hables con la gente de toda Judá que viene a adorarme. Comunícales todo lo que te voy a decir.

3 Si te hacen caso y dejan de hacer lo malo, entonces ya no los castigaré como había pensado hacerlo.

4 Y éste es el mensaje que debes darles: «Ustedes no me obedecieron ni siguieron las enseñanzas que les di

5 por medio de mis profetas. Una y otra vez los he enviado para hablar con ustedes, pero no han querido escucharlos.

6 Por eso, así como destruí el santuario de Siló, también destruiré el templo de Jerusalén, y esta ciudad será objeto de burla y de insulto».

7-9 Jeremías anunció este mensaje en el templo de Dios, y lo escucharon los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo. Pero tan pronto como terminó de anunciarlo, todos los que estaban allí se lanzaron contra él y lo apresaron, y amenazantes le dijeron: ¡Esto te va a costar la vida! ¿Cómo te atreves a hablar en el nombre de Dios, y decir que este templo será destruido como el santuario de Siló? ¿Cómo te atreves a decir que Jerusalén será destruida, y que se quedará sin habitantes?

10 Cuando los jefes de Judá supieron lo que había pasado, salieron del palacio del rey y fueron hasta la Puerta Nueva del templo. Al llegar allí, se sentaron,

11 y entonces los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a toda la gente: ¡Este tipo merece la muerte! ¡Ustedes mismos lo han oído decir que esta ciudad va a ser destruida!

12 Pero Jeremías, dirigiéndose a los jefes y a todo el pueblo, dijo: Lo que he dicho contra el templo y contra Jerusalén, Dios mismo me mandó a anunciarlo.

13 Así que más les vale obedecer a nuestro Dios, y mejorar su conducta. Si en verdad lo hacen así, Dios ya no los castigará.

14 Yo estoy en las manos de ustedes, y pueden hacer conmigo lo que les parezca.

15 Pero si me matan, ustedes, jefes y pueblo, serán los culpables de haber matado a un inocente. Lo cierto es que Dios me mandó a darles este mensaje.

16 Los jefes y la gente del pueblo les dijeron a los sacerdotes y a los profetas: No hay razón para matar a este hombre; lo único que hizo fue darnos el mensaje que recibió de nuestro Dios.

17 Entonces algunos jefes se levantaron y les dijeron a los que estaban allí reunidos:

18 Cuando Ezequías era el rey de Judá, el profeta Miqueas de Moréset habló de parte de Dios y le anunció al pueblo de Judá este mensaje: «La ciudad de Jerusalén será destruida; quedará hecha un montón de ruinas. Y en el monte de Sión, donde se levanta el templo, sólo crecerán matorrales».

19 Y aunque Miqueas dijo esto, no lo mataron. Al contrario, el rey y el pueblo se humillaron ante Dios, y él los perdonó. Pero si nosotros matamos a Jeremías, Dios nos castigará.

20 Además de Jeremías, el profeta Urías hijo de Semaías, que era del pueblo de Quiriat-jearim, habló en contra de Jerusalén y del país.

21 Y como el rey Joacín y sus jefes y asistentes oyeron la denuncia del profeta, el rey intentó matarlo. Cuando Urías se enteró de los planes del rey Joacín, tuvo miedo y huyó a Egipto.

22 Pero el rey envió a Elnatán hijo de Acbor y a otros hombres, para que buscaran a Urías.

23 Cuando lo encontraron, lo trajeron ante el rey. Entonces el rey mandó que mataran al profeta y que arrojaran su cadáver a una fosa en donde echaban muertos.

24 Sin embargo, Jeremías contó con la protección de un hombre importante llamado Ahicam hijo de Safán. Por eso no fue entregado al pueblo y se libró de que lo mataran.

27 ¡Es mejor rendirse!

1 Cuando Sedequías comenzó a reinar en Judá,

2 Dios me dijo: Jeremías, quiero que fabriques un yugo de madera y que le pongas unas correas para atarlo a tu cuello.

3 Ve luego ante los mensajeros que han venido a Jerusalén para visitar a Sedequías, y lleva puesto el yugo que representa el poder de Babilonia. Envía con ellos el siguiente mensaje a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón:

4 «Yo soy el Dios todopoderoso; soy el Dios de Israel.

5 Con mi gran poder hice la tierra, y a los hombres y a los animales que viven en ella. Yo decido quién la gobierna.

6-8 Y como el rey de Babilonia está a mi servicio, ya he decidido darles a él, a su hijo y a su nieto, el dominio de todos esos países. Hasta les he dado las bestias del campo, para que las dominen. Si alguno de esos países no se rinde por las buenas ante el rey de Babilonia, yo lo castigaré con guerras, hambre y enfermedades, hasta que se rinda por completo. Les juro que así lo haré». Sin embargo, llegará el día en que también Babilonia será dominada por muchas naciones y por reyes más poderosos.

9-10 Por tanto, no crean en las mentiras que les dicen los falsos profetas, los adivinos, los soñadores, los brujos y los astrólogos. Ellos les aconsejan que no se rindan ante el rey de Babilonia; pero si les hacen caso, serán llevados presos a otros países, y allí morirán.

11 En cambio, a la nación que se rinda por completo al rey de Babilonia y se ponga a su servicio, yo la dejaré en su propio país, para que viva en él y cultive la tierra. Les juro que así será».

12 Al rey Sedequías le di el mismo mensaje, y además le dije: Si ustedes quieren seguir con vida, ríndanse y pónganse al servicio del rey de Babilonia y de su pueblo,

13 tal como Dios lo ha dicho. Si no lo hacen, morirán a causa de la guerra, el hambre o la enfermedad. ¡Sería una locura no obedecer a Dios!

14-15 No confíen en esos profetas que les aconsejan no rendirse. Ellos dicen que hablan de parte de Dios, pero Dios mismo ha dicho que no los ha enviado. Esos mentirosos sólo conseguirán que Dios los expulse de esta tierra, y tanto ellos como ustedes morirán.

16 También hablé con los sacerdotes y con el pueblo, y les dije: Dios me manda a decirles que no les hagan caso a esos profetas. Ellos aseguran que, muy pronto, los babilonios van a devolver los utensilios del templo de Dios. ¡Pero son puras mentiras!

17-18 Si esos profetas de veras hablan de parte de Dios, mejor que le pidan que los babilonios no se lleven los utensilios que aún quedan en el templo, en el palacio del rey y en Jerusalén. Repito: ¡no les hagan caso! Mejor ríndanse al rey de Babilonia, y seguirán con vida. ¿Qué necesidad hay de que ustedes y Jerusalén sean destruidos?

19-21 Cuando el rey de Babilonia se llevó preso al rey Joaquín y a la gente importante del país, no se llevó todo lo que había de valor en el templo y en la ciudad de Jerusalén. Dejó las columnas, el tanque para el agua, las bases y otros artículos de valor. Pero el Dios todopoderoso les advierte

22 que todos estos objetos serán llevados a Babilonia. Allí se quedarán hasta que Dios decida que sean traídos de nuevo a Jerusalén.

28 Hananías, el profeta mentiroso

1 Había en el pueblo de Gabaón un profeta llamado Hananías hijo de Azur. Cuando Sedequías tenía cuatro años de reinar en Judá, Hananías habló conmigo en el templo de Dios, en presencia de los sacerdotes y de todos los que estaban allí, y me dijo:

2-3 —El Dios todopoderoso afirma: «Voy a quitarle todo su poder al rey de Babilonia, porque sacó de mi templo todos los objetos de valor, y se los llevó a su país. Pero dentro de dos años los traeré de vuelta a Jerusalén.

4 También traeré de vuelta a Joaquín hijo de Joacín, que era rey de Judá, y a todos los habitantes de Judá que fueron llevados como esclavos a Babilonia. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que voy a acabar con el poder del rey de Babilonia».

5 Yo le contesté, también en presencia de los sacerdotes y de todos los que allí estaban:

6 —¡Qué bien, Hananías! ¡Quiera Dios hacer todo eso que ahora nos anuncias! Sería muy bueno que los babilonios devolvieran los utensilios del templo de Dios, y que volvieran acá todos los que fueron llevados prisioneros a Babilonia.

7 Pero antes escucha esto, y también ustedes, los que están aquí presentes:

8 Los profetas que vivieron antes que nosotros anunciaron que habría guerra, hambre y enfermedades en muchas naciones y en grandes reinos.

9 Pero cuando un profeta habla de paz, sabremos que habla de parte de Dios sólo si se cumplen sus palabras.

10 Entonces el profeta Hananías tomó el yugo que llevaba yo en el cuello, el cual representaba el poder de Babilonia, y lo hizo pedazos.

11 Y dijo delante de todos: —Esto es lo que Dios ha declarado: «Dentro de dos años haré pedazos el poder del rey de Babilonia, y no volverá a dominar a las naciones». Yo me retiré de allí,

12 pero algunos días después Dios me dijo:

13 Jeremías, ve y dile de mi parte a Hananías lo siguiente: «Tú has hecho pedazos un yugo de madera, pero ahora voy a cambiarlo por uno de hierro.

14 Yo soy el Dios todopoderoso, y voy a darle al rey de Babilonia un poder extraordinario. Ahora va a dominar a todas estas naciones, y las hará sus esclavas. ¡Hasta las bestias del campo estarán bajo su dominio!».

15 Entonces yo le dije a Hananías: —Ahora escúchame tú, señor profeta. Tú estás haciendo que este pueblo crea en una mentira, pues Dios nunca te envió a hablarles.

16 Lo que Dios ha declarado es que va a destruirte por completo. Con tus palabras has hecho que este pueblo se rebele contra Dios. Por eso, antes de que termine el año, morirás.

17 Y así sucedió: en el mes de Etanim[a] de ese mismo año, el profeta Hananías murió.

29 Carta de Jeremías

1 Yo, Jeremías, les envié desde Jerusalén una carta a los jefes del país y a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que el rey de Babilonia se había llevado prisioneros a su país.

2-3 Esa carta la envié con Elasá hijo de Safán y con Guemarías hijo de Hilquías. A estos dos el rey Sedequías los había enviado antes a Babilonia, para hablar con el rey de ese país. Cuando yo envié la carta, ya habían sido llevados prisioneros a Babilonia el rey Joaquín, la reina madre, los funcionarios y jefes de Judá, y también los artesanos y los herreros. La carta decía:

4 Yo, el Dios de Israel, a todos los que llevé a Babilonia:

5-6 «Ya que están allí, construyan casas y vivan en ellas. Cultiven sus granjas y coman los frutos que allí se den. Cásense y tengan hijos; no dejen que su población disminuya. Asegúrense de que sus hijos e hijas también se casen y tengan hijos.

7 Además, trabajen para que prospere la ciudad. Rueguen por Babilonia, pues si la ciudad prospera, también ustedes prosperarán.

8-9 No se dejen engañar por esos profetas y adivinos que andan entre ustedes, y que usan mi nombre para anunciar sus mentiras. No crean en los sueños que dicen tener. Les aseguro que yo no los he enviado.

10 Ustedes van a vivir unos setenta años en Babilonia. Cuando se cumpla ese tiempo, les prometo que los haré volver a Jerusalén.

11 Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar.

12 Cuando ustedes me pidan algo en oración, yo los escucharé.

13 Cuando ustedes me busquen, me encontrarán, siempre y cuando me busquen de todo corazón.

14 Estaré con ustedes y pondré fin a su condición de esclavos. Los reuniré de todas las naciones por donde los haya dispersado, y los haré volver a Jerusalén. Les juro que así lo haré.

15-17 Tal vez dirán ustedes que yo les he puesto profetas en Babilonia. Pero debo aclararles algo. Yo, el Dios todopoderoso, voy a mandar guerra, hambre y enfermedades contra el rey que ocupa el trono de David, y contra todos los parientes de ustedes que aún quedan en Jerusalén, es decir, contra todos los que no fueron llevados como esclavos a Babilonia. ¡Serán como higos podridos, que de tan podridos no se pueden comer!

18-20 Todos ustedes, los que fueron llevados prisioneros de Jerusalén a Babilonia, ¡obedezcan de una vez por todas mi palabra! Hasta ahora no han querido obedecerme. No han hecho caso de los mensajes que, una y otra vez, les he enviado por medio de mis servidores los profetas. Por eso, yo los perseguiré con guerras, hambre y enfermedades. Al verlos, todas las naciones adonde yo los mande temblarán de miedo. ¡Ustedes serán objeto de burla y de insulto! Les juro que así será.

21-23 Yo, el Dios todopoderoso, sé todo lo que han hecho, y les advierto que voy a entregar a Ahab hijo de Colaías, y a Sedequías hijo de Maasías. Los entregaré al rey de Babilonia, porque usaron mi nombre para anunciar cosas que yo jamás les ordené decir. Todo lo que han dicho es mentira. Además, cometieron algo terrible en Israel, pues tuvieron relaciones sexuales con mujeres que no eran sus esposas. Por eso el rey de Babilonia los matará delante de ustedes. Y cuando los que fueron llevados prisioneros a Babilonia quieran maldecir a alguien, dirán: ‘Que Dios te quite la vida como lo hizo con Ahab y Sedequías’. A estos dos el rey de Babilonia los quemó en el fuego. Les juro que así será».

Mensaje para Semaías

24 Después Dios me ordenó darle este mensaje a Semaías, el soñador:

25 Yo, el Dios todopoderoso, sé que tú enviaste cartas al sacerdote Sofonías hijo de Maaseías, a todos los otros sacerdotes y a toda la gente que está en Jerusalén. En esas cartas le decías a Sofonías

26 que yo lo había nombrado sacerdote en lugar de Joiadá, para que cuidara mi templo. También le decías que a todo loco que se creyera profeta, él debería meterlo en el calabozo y atarlo con cadenas.

27 Además, le reclamabas a Sofonías el no haber apresado a Jeremías. Según tú, Jeremías se hacía pasar por profeta

28 y hasta se había atrevido a enviar una carta a los prisioneros en Babilonia. En esa carta, Jeremías les aconsejaba construir casas y vivir en ellas, plantar árboles frutales y comer de los frutos que dieran, porque pasarían muchos años como esclavos en Babilonia.

29 ¡Esa carta se la leyó el sacerdote Sofonías al profeta Jeremías!

30 Dios también me ordenó

31 darles el siguiente mensaje a todos los que habían sido llevados como esclavos a Babilonia: Semaías, el soñador, les ha dado un mensaje en mi nombre, y les ha hecho creer en una mentira. Pero yo no lo he enviado.

32 Y como ha hecho que mi pueblo se rebele contra mí, yo lo voy a castigar. Él y su familia dejarán de ser parte de mi pueblo, y no disfrutarán del bienestar que yo le daré a mi pueblo. Les juro que así será.

30 Restauración de Israel

1 Dios me dijo:

2 Jeremías, yo soy el Dios de Israel y te ordeno que pongas por escrito todo lo que te he dicho hasta ahora.

3 Viene el día en que haré volver de la esclavitud a Israel y a Judá. Los dos son mi pueblo, y los traeré a la tierra que les di a sus antepasados. Te juro que así lo haré.

4-5 En cuanto a Israel y a Judá, Dios me dijo: Se oyen gritos de espanto, de terror y de preocupación.

6 ¿Por qué están pálidos los hombres? ¡Los veo retorcerse de dolor, como si fueran a tener un hijo! ¡Pregunten, y todos les dirán que los hombres no dan a luz!

7-8 Viene un día terrible, como nunca ha habido otro. Cuando llegue ese día, mi pueblo sufrirá muchísimo, pero al final lo salvaré; romperé las cadenas de su esclavitud, lo libraré del poder que lo domina, y nunca más volverá a ser esclavo de extranjeros. ¡Les juro que así lo haré!

9-10 Mi amado pueblo de Israel, no tengas miedo ni te asustes, porque a ti y a tus hijos los libraré de la esclavitud que sufren en Babilonia. Podrán vivir seguros y tranquilos; no volverán a tener miedo de nadie. Yo soy tu Dios, y sólo a mí me adorarás. Servirás al rey, porque el rey que te daré reinará como David.

11 Yo soy tu Dios; yo estoy contigo para salvarte. Destruiré a todas las naciones por las que te he dispersado. A ti no te voy a destruir, pero te daré el castigo que mereces. Te juro que así lo haré.

12 Dios también le dijo a Jerusalén: Tu herida es una llaga que ya no tiene remedio.

13 No hay nadie que te defienda; no hay medicina que te sirva; jamás volverás a estar sano.

14-15 Los países en que confiabas te han olvidado; ¡ya no les importas! Yo te he causado dolor, como si fuera tu enemigo. Pero no tiene caso que te quejes; ¡para tu dolor ya no hay remedio! Te he castigado y corregido, porque has cometido muchos pecados.

16 Por esa misma razón, los que te roben serán robados, los que te ataquen serán atacados, y los que te destruyan serán destruidos. Castigaré a todos tus enemigos y los mandaré como esclavos a las naciones más lejanas.

17 Pero a ti te curaré las heridas. No importa que todos te desprecien y te llamen «Ciudad abandonada».

18 Dios también les dijo a los israelitas: Haré volver a los prisioneros, y los trataré con amor y compasión. Jerusalén será reconstruida, y el palacio volverá a edificarse.

19 En las calles volverán a oírse alabanzas y gritos de alegría. Yo les daré muchos hijos, y volverán a ser un pueblo numeroso; volverán a ser un pueblo respetado.

20 Ustedes, pueblo de Israel, volverán a ser importantes, pues yo les devolveré su fuerza. ¡Castigaré a todos sus enemigos!

21 Del mismo pueblo saldrá su rey, a quien permitiré estar en mi presencia, aunque no a todos se lo permito.

22 Ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Les juro que así será.

23 Mi enojo es como una tormenta que azotará a los malvados.

24 Sólo me calmaré cuando mis planes se hayan cumplido. Esto ahora no lo entienden, pero un día lo entenderán.

31 Israel volverá de Babilonia

1 El Dios de Israel declara: El día que vuelvan de Babilonia, yo seré el Dios de todos los israelitas, y ellos serán mi pueblo.

2 Cuando andaban por el desierto, yo les demostré mi gran amor. A los que no murieron en la guerra, los hice descansar.

3-4 Hace mucho, mucho tiempo me aparecí ante ellos y les dije: «Pueblo de Israel, siempre te he amado, siempre te he sido fiel. Por eso nunca dejaré de tratarte con bondad. Volveré a reconstruirte, y volverás a danzar alegremente, a ritmo de panderetas.

5 En las colinas de Samaria volverás a plantar viñedos, y disfrutarás de las uvas.

6 Muy pronto los guardias gritarán por las colinas de Efraín: ‘¡Vengan, vayamos a Jerusalén, y adoremos a nuestro Dios!’».

7 El Dios de Israel dice: ¡Canten alegres, israelitas! ¡Ustedes son los más importantes entre todas las naciones! En sus alabanzas canten: «¡Tú, Dios nuestro, nos salvaste! ¡Salvaste a los pocos israelitas que aún quedábamos con vida!».

8 Yo los haré volver de Babilonia; los haré volver de todos los rincones del mundo, y los llevaré a su tierra. Serán muchos los que vuelvan. Volverán los ciegos y los cojos, las que estén embarazadas, y las que llevan bebés en brazos.

9 Vendrán arrepentidos, con lágrimas en los ojos, y yo los llevaré por un camino seguro. Israel, yo soy tu padre, y tú eres mi hijo mayor.

10 Dios les dice a las naciones: Escuchen mi mensaje. Digan a las islas lejanas que yo dispersé a Israel, pero que volveré a reunirlo. Ahora voy a cuidarlos, como cuida el pastor a sus ovejas.

11 Rescataré a los israelitas; los libraré del poder de ustedes, pues son más fuertes que ellos.

12 Cuando ellos lleguen a Jerusalén disfrutarán de mis bendiciones. Yo les daré trigo, vino y aceite, y también vacas y ovejas, para que hagan fiesta. Serán como un jardín bien regado, y nunca más perderán su fuerza.

13 Yo les daré consuelo; cambiaré su dolor en danza y su tristeza en alegría. Bailarán alegres jóvenes y viejos.

14 Los sacerdotes y mi pueblo disfrutarán de mis bendiciones, y tendrán más de lo que necesitan. Les juro que así lo haré.

15 El Dios de Israel dice: Grandes llantos y lamentos oyó la gente de Ramá. Es Raquel, que llora por la muerte de sus hijos, y no quiere ser consolada.

16-17 Pero Dios le dice: Sécate las lágrimas, Raquel; ya no sigas llorando ni pierdas la esperanza. Tus hijos volverán a su patria; volverán de ese país enemigo, y tu sufrimiento se verá recompensado. Te juro que así será.

18 Ya he escuchado a mi pueblo llorar amargamente. Los he oído reclamarme: «Dios de Israel, ¡tú eres nuestro Dios! Éramos como un toro salvaje, pero tú pudiste domarnos y ahora sabemos obedecer. ¡Acéptanos de nuevo!

19 Cuando jóvenes, te abandonamos; pero ahora estamos arrepentidos. ¡Estamos tan avergonzados que nosotros mismos nos herimos!».

20 Pero yo les he dicho: «Ustedes son mi pueblo preferido; ¡y los quiero más que a nadie! Es verdad que los reprendo, pero siempre pienso en ustedes. ¡Los amo de todo corazón! ¡Les tengo un gran cariño!

21 Amado pueblo de Israel, ¡regresa ya a tus ciudades! ¡Pon señales en el camino para que puedas encontrarlo!

22 ¡Deja ya de andar perdido! ¡Deja ya de serme infiel! Yo soy el Dios de Israel, y he creado algo nuevo y sorprendente, tanto que nadie podría imaginárselo».

El sueño de Jeremías

23 En un sueño, el Dios todopoderoso me dijo: Cuando yo haga volver a los israelitas del país donde ahora son esclavos, los que viven en las ciudades de Judá volverán a decir: «¡Dios te bendiga, Jerusalén! ¡Ciudad elegida por Dios! ¡Dios te bendiga, templo de Dios, pues en ti habita la justicia!».

24 Allí vivirán todos los que ahora viven en las ciudades de Judá, junto con los campesinos y los pastores de ovejas.

25 A los que tengan hambre les daré de comer, y a los que tengan sed les daré de beber.

26 Cuando me desperté y abrí los ojos, me di cuenta de que había tenido un sueño muy hermoso.

Responsabilidad personal

27 El Dios de Israel dice: Viene el día en que haré que Israel y Judá vuelvan a poblarse de gente y de animales.

28 Así como antes me dediqué a derribarlos, arrancarlos y destruirlos, ahora me dedicaré a plantarlos, reconstruirlos y ayudarlos a crecer.

29 Cuando llegue ese día, nadie volverá a decir: «Los padres la hacen, y los hijos la pagan»,

30 porque cada quien será responsable de sus propios actos. En otras palabras, cada uno de ustedes morirá por su propio pecado.

El nuevo pacto

31 El Dios de Israel dice: Viene el día en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y con el pueblo de Judá.

32-33 En el pasado, tomé de la mano a sus antepasados y los saqué de Egipto, y luego hice un pacto con ellos. Pero no lo cumplieron, a pesar de que yo era su Dios. Por eso, mi nuevo pacto con el pueblo de Israel será éste: Haré que mis enseñanzas las aprendan de memoria, y que sean la guía de su vida. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Les juro que así será.

34 Ya no hará falta que unos sean maestros de otros, y que les enseñen a conocerme, porque todos me conocerán, desde el más joven hasta el más viejo. Yo les perdonaré todas sus maldades, y nunca más me acordaré de sus pecados. Les juro que así será.

El gran poder de Dios

35 El Dios todopoderoso dice: Yo hago que el sol alumbre de día, y que la luna y las estrellas alumbren de noche. Yo hago que ruja el mar y que se agiten las olas. ¡Yo soy el Dios de Israel!

36-37 El día que estas leyes naturales lleguen a faltar, ese día el pueblo de Israel dejará de ser mi nación preferida. El día que alguien pueda medir la altura del cielo o explorar lo profundo de la tierra, ese día yo rechazaré a mi pueblo por todo el mal que ha hecho. ¡Pero eso nunca sucederá! ¡Les doy mi palabra!

Jerusalén será reconstruida

38 El Dios de Israel dice: Viene el día en que Jerusalén, mi ciudad, será reconstruida desde la torre de Hananel hasta el portón de la Esquina,

39 y de allí hasta la colina de Gareb y el barrio de Goá.

40 Y serán dedicados a mí el valle donde se arrojan los cadáveres y las cenizas, y también los campos que llegan hasta el arroyo de Cedrón y hasta la entrada de los Caballos, en la esquina del este. ¡Nunca más la ciudad de Jerusalén volverá a ser arrancada ni destruida!

32 Un plan maravilloso

1-2 Dios me habló otra vez cuando el rey Sedequías me tenía preso en el patio de la guardia de su palacio. Fue en el tiempo en que el ejército babilonio tenía rodeada a la ciudad de Jerusalén. Para entonces Sedequías llevaba diez años de reinar en Judá, y Nabucodonosor llevaba dieciocho años como rey de Babilonia.

3-5 El rey Sedequías ordenó que me encarcelaran porque yo anuncié un mensaje de parte de Dios. Éste fue el mensaje: Yo, el Dios de Israel, voy a dejar que el rey de Babilonia conquiste la ciudad de Jerusalén. Ni siquiera Sedequías podrá escapar del poder de los babilonios. Ahora es rey, pero será derrotado por el rey de Babilonia. Será llevado preso, y en ese país se quedará hasta que yo decida otra cosa. Si ustedes quieren pelear contra los babilonios, háganlo; pero saldrán derrotados. Juro que así será.

6 Yo dejé en claro que Dios habló conmigo,

7-8 y que me dijo que mi primo Hanamel vendría a ofrecerme un terreno, para que yo se lo comprara. Hanamel era hijo de mi tío Salum, y su terreno estaba en Anatot, en el territorio de Benjamín. Y así fue. Hanamel vino al patio de la guardia, donde yo estaba preso, y me dijo que yo tenía el derecho y la responsabilidad de comprárselo para que el terreno quedara en familia. Con eso quedaba demostrado que Dios había hablado conmigo.

9 Entonces le compré a mi primo el terreno, y le pagué por él diecisiete monedas de plata.

10 Llamé a unos testigos, y delante de ellos le pagué y firmé la escritura del terreno.

11 Se hicieron dos copias de este documento, y en las dos copias se explicaban las condiciones de compraventa; una de ellas quedó sellada, y la otra quedó abierta.

12 Yo le entregué las dos copias a Baruc, que era hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Esto lo hice delante de mi primo Hanamel, de los testigos que habían firmado la escritura, y de toda la gente de Judá que estaba sentada en el patio de la guardia.

13 También delante de ellos le dije a Baruc:

14 El Dios todopoderoso te ordena recibir esta escritura, tanto la copia sellada como la copia abierta. Guárdalas en una vasija de barro, para que no se echen a perder.

15 Dios nos promete que en este país volveremos a comprar casas, terrenos y viñedos.

16 Después de entregarle a Baruc la escritura, le pedí a Dios en oración:

17 Dios de Israel, tú, con tu extraordinario poder, has creado el cielo y la tierra. ¡No hay nada que tú no puedas hacer!

18 Demuestras tu gran amor a miles de personas, pero también castigas a los hijos por el pecado de sus padres. ¡Tú eres grande y poderoso! ¡Por eso te llaman Dios del universo!

19 Tus planes son maravillosos, pero aún más maravilloso es todo lo que haces. Tú estás al tanto de todo lo que hacemos, y a cada uno nos das lo que merecen nuestras acciones.

20 Todos saben de los milagros que hiciste en Egipto, y de los que sigues haciendo en todo el mundo.

21 Tú nos sacaste de Egipto con gran poder, por medio de milagros que a todos llenaron de miedo.

22 Tú nos diste este país muy fértil, donde siempre hay abundancia de alimentos, tal como se lo habías prometido a nuestros antepasados.

23 Pero cuando nuestros antepasados llegaron para habitar este país, no te obedecieron ni tuvieron en cuenta tus enseñanzas. ¡No cumplieron con lo que tú les mandaste hacer, y por eso los castigaste con esta desgracia!

24 Los ejércitos de Babilonia están listos para atacar a Jerusalén, y nuestra ciudad será conquistada por medio de la guerra, el hambre y las enfermedades. Dios de Israel, ¡tú mismo puedes ver cómo se cumple ahora todo lo que habías anunciado!

25 Si la ciudad está a punto de caer en manos de los babilonios, ¡para qué me ordenaste comprar un terreno delante de testigos!

26 Entonces Dios me explicó:

27 Jeremías, yo soy el Dios de Israel y de todo el mundo. No hay absolutamente nada que yo no pueda hacer.

28 Tienes razón, voy a permitir que el rey de Babilonia y sus soldados se apoderen de Jerusalén.

29 El ejército babilonio atacará a Jerusalén, y les prenderá fuego a todas esas casas donde se quemaba incienso para adorar al dios Baal, y donde se presentaban ofrendas de vino en honor de los dioses falsos. Todo eso lo hacían para ofenderme.

30 Siempre, desde que comenzaron a existir como nación, el pueblo de Israel y el de Judá han hecho lo que les da la gana. A mí me molesta mucho que adoren a esos ídolos. ¡Son dioses que ellos mismos han fabricado!

31-32 Por eso voy a destruir a Jerusalén, pues desde que la construyeron, los habitantes de Judá y de Jerusalén no han dejado de ofenderme con su conducta. También los pueblos de Israel y de Judá, y sus reyes, jefes, sacerdotes y profetas, no han hecho más que ofenderme y hacerme enojar.

33 Por más que yo traté de enseñarles y corregirlos, ellos no me escucharon ni me prestaron atención; en vez de seguirme, se alejaron de mí.

34 Para colmo, ¡en mi propio templo colocaron sus asquerosos ídolos! ¡Eso no lo puedo aceptar!

35 También construyeron altares en el valle de Ben-hinom, para adorar a Baal. Pero lo que más aborrezco es que en esos altares ofrecieron a sus hijos y a sus hijas en honor del dios Moloc. Yo jamás les ordené que hicieran eso, ¡y ni siquiera me pasó por la mente! Así fue como hicieron pecar a los habitantes de Judá.

36 Por eso yo, el Dios de Israel, te digo que lo que has anunciado es verdad: la ciudad de Jerusalén caerá en manos del rey de Babilonia por causa de la guerra, el hambre y la enfermedad.

37 Yo estoy muy enojado con mi pueblo, y por eso lo he dispersado por muchos países. Pero en el futuro volveré a reunirlos, haré que vuelvan a Jerusalén, y entonces vivirán tranquilos y seguros.

38 Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.

39 Haré que tengan buenos pensamientos, y que cambien de conducta. Así me respetarán siempre, y eso será provechoso para ellos y para sus hijos.

40 Haré con ellos un pacto que durará para siempre. Estaré con mi pueblo en todo momento, y lo ayudaré; haré que me respete, y que no vuelva a alejarse de mí.

41 Con todo mi corazón volveré a establecerlo en esta tierra, y mi mayor alegría será que mi pueblo esté bien.

42 Yo, el Dios de Israel, declaro: Así como le di a mi pueblo este castigo, también le daré todo lo bueno que le he prometido.

43 Ahora mi pueblo dice que esta tierra es un desierto, y que no tiene gente ni animales porque yo la puse en manos de los babilonios. Pero yo les aseguro a todos que volverán a comprar terrenos en este país.

44 Sí, volverán a comprar propiedades y firmarán y sellarán las escrituras delante de testigos. Esas compras las harán en el territorio de Benjamín y en los pueblos cercanos a Jerusalén, en las ciudades de Judá y en las ciudades de la región montañosa, y también en las ciudades de la llanura y en el desierto. Les juro que los haré volver de Babilonia.

33 Promesas de restauración

1 Yo, Jeremías, todavía estaba preso en el patio de la guardia cuando Dios me habló una vez más y me dijo:

2 Yo soy el Dios de Israel. Yo fui quien creó la tierra y la puso en su lugar.

3 Llámame y te responderé. Te haré conocer cosas maravillosas y misteriosas que nunca has conocido.

4-5 ¡Ya vienen los babilonios! ¡Atacarán a Jerusalén! Cuando la ataquen, destruirán todas las casas y llenarán de cadáveres la ciudad. Los israelitas se defenderán y buscarán protección en los palacios de los reyes de Judá; pero como yo estoy muy enojado con la gente de esta ciudad, los abandonaré y los destruiré, pues han cometido pecados terribles.

6 Sin embargo, más adelante les devolveré la paz y la tranquilidad, y los haré disfrutar de una vida segura.

7 Haré que vuelvan del país adonde fueron llevados prisioneros, para que reconstruyan su ciudad y vuelvan a ser tan fuertes como antes.

8 Los limpiaré de todas las maldades y pecados que cometieron contra mí, y les perdonaré su rebeldía.

9 La ciudad de Jerusalén vivirá en paz y bienestar, y recibirá mis bendiciones. Además, me dará fama y alegría. Cuando todas las naciones vean esto, se asombrarán y temblarán de miedo.

10 Dios también me dijo: Según dicen ustedes, este lugar está destruido y no hay en él gente ni animales. Es verdad. Las ciudades de Judá están en ruinas, y por las calles de Jerusalén no se ve gente ni animales, pero yo les aseguro que de nuevo se poblará la ciudad,

11 y volverán a oírse las serenatas de los enamorados, y los gritos de gozo y alegría. También se escucharán las alabanzas de los que van hacia mi templo llevando ofrendas de agradecimiento. Irán cantando: «¡Alabemos al Dios de Israel! ¡Alabemos al Dios todopoderoso! ¡Nuestro Dios es bueno y nunca deja de amarnos!». ¡Yo les juro que los haré volver del país adonde fueron llevados prisioneros, y todo volverá a ser como al principio!

12-13 Además, el Dios todopoderoso me dijo: Este lugar está ahora destruido, y no hay en él gente ni animales. Pero yo les aseguro que el pasto volverá a crecer en los pueblos, y abundarán las ovejas. Los pastores las alimentarán en la región montañosa, en todos los pueblos de Judá y de la llanura, en el desierto del sur, en el territorio de Benjamín y en los pueblos cercanos a Jerusalén.

14 Viene el día en que cumpliré la promesa maravillosa que le hice a la gente de Israel y de Judá.

15 Cuando llegue ese día, en el momento preciso nombraré a un rey de la familia de David, que reinará con honradez y justicia.

16 Entonces el reino de Judá estará a salvo, y en Jerusalén habrá seguridad. Por eso la llamarán «Dios es nuestra justicia».

17 En Israel siempre habrá un rey de la familia de David.

18 De igual manera, siempre tendré a mi servicio sacerdotes que desciendan de Leví. Ellos presentarán en mi altar las ofrendas de cereal que se queman en mi honor, y también las que se me ofrecen todos los días.

Dios es fiel

19 Dios volvió a hablarme, y me dijo:

20-26 Jeremías, fíjate en el sol y la luna, que siempre salen a su debido tiempo. Eso no cambia nunca, como tampoco cambiará el pacto que hice con mi servidor David, con los sacerdotes, y con los descendientes de Abraham, de Isaac y de Jacob. Nunca faltará en Israel un rey de la familia de David, ni faltarán sacerdotes de la familia de Leví. Serán tan numerosos como las estrellas del cielo, y como los granos de arena del mar; nadie podrá contarlos. Jeremías, hay gente que odia a mi pueblo, y lo desprecia como nación. Dicen que primero elegí a Israel y a Judá, y que hasta hice un pacto con ellos, pero que ahora los he rechazado. Pero yo siempre cumplo mis pactos, así que los haré volver del país adonde fueron llevados prisioneros.

34 Advertencia al rey Sedequías

1 El rey de Babilonia estaba atacando a Jerusalén y a sus ciudades vecinas, con el apoyo de todo su ejército y de los reinos y naciones bajo su dominio. Mientras esto sucedía, Dios me habló y me dijo:

2 Jeremías, ve y dile de mi parte al rey Sedequías: «Yo soy el Dios de Israel, y quiero decirte algo. Voy a permitir que el rey de Babilonia conquiste Jerusalén y le prenda fuego.

3 Tú no podrás escapar de su poder, sino que serás capturado y entregado en sus manos. Te llevarán ante su presencia, y después de eso serás llevado prisionero a Babilonia.

4 Pero te prometo que no morirás en la batalla,

5 sino que morirás en paz. Cuando mueras, la gente se pondrá muy triste y quemará incienso en tu honor, como lo hicieron con tus antepasados».

6 Yo fui a Jerusalén y le dije todo esto al rey Sedequías.

7 Mientras tanto, el ejército del rey de Babilonia estaba atacando las ciudades de Jerusalén, Laquis y Azeca. Estas ciudades eran las únicas protegidas por grandes murallas, y por eso aún no habían sido conquistadas.

Los esclavos son liberados

8 Dios volvió a hablarme después de que el rey Sedequías y toda la gente de Jerusalén decidieron liberar a los esclavos.

9 Según esa decisión, ningún israelita debía esclavizar a sus compatriotas, sino que debían ponerlos en libertad.

10 Los jefes y toda la gente estuvieron de acuerdo en hacerlo así,

11 pero después se arrepintieron y volvieron a hacerlos sus esclavos.

12 Por eso Dios me dijo:

13 Jeremías, yo soy el Dios de Israel. Los antepasados de ustedes vivieron como esclavos en Egipto. Cuando yo los saqué de ese país hice un pacto con ellos. Parte de ese pacto establecía

14 que cada siete años dejarían libre a todo esclavo israelita que hubieran comprado. Esto significa que todo esclavo debía ser liberado después de siete años de servicio. Sin embargo, sus antepasados no me hicieron caso ni respetaron mi pacto.

15 En cuanto a ustedes, al principio se arrepintieron de sus pecados, volvieron a obedecerme y pusieron en libertad a sus esclavos. Además, hicieron un pacto conmigo en mi templo.

16 Pero después cambiaron de parecer y me ofendieron; volvieron a esclavizar a los mismos que ustedes ya habían puesto en libertad.

17-18 Ustedes me desobedecieron. No cumplieron con su parte del pacto, pues no dejaron en libertad a los esclavos. Por eso yo declaro que voy a enviar contra ustedes guerra, enfermedad y hambre. ¡Haré que se conviertan en motivo de espanto para todas las naciones de la tierra! Recuerden que cuando hicieron el pacto conmigo, cumplieron con la ceremonia de cortar el toro en dos, y dijeron: «Así nos haga Dios si no cumplimos el pacto». Pues ahora, como no lo cumplieron, los haré pedazos.

19 Esto va para todos los jefes de Judá y de Jerusalén, los oficiales de la corte, los sacerdotes, y para todos los que hicieron el juramento.

20 A todos los entregaré en manos de sus enemigos, para que los maten. ¡Sus cadáveres servirán de alimento a los buitres y a las fieras salvajes!

21 Los enemigos del rey Sedequías y de sus jefes quieren matarlos. Y aunque por ahora el rey de Babilonia ha dejado de atacar a Jerusalén, más tarde yo los pondré en sus manos, para que los maten.

22 Yo haré que los babilonios vuelvan a atacar a Jerusalén; ¡dejaré que se apoderen de ella, y que la quemen! La destrucción de las ciudades de Judá será total, ¡nadie podrá volver a vivir en ellas!

35 Los descendientes de Recab

1 Cuando Joacín hijo de Josías era el rey de Judá, Dios me habló de nuevo y me dijo:

2 Jeremías, quiero que vayas a hablar con los descendientes de Recab. Invítalos a venir a una de las salas de mi templo. Una vez que estén allí, ofréceles una copa de vino.

3 Yo fui en busca de Jaazanías, hijo de mi tocayo Jeremías y nieto de Habasinías. También fui en busca de todas las familias descendientes de Recab,

4 y las llevé al templo. Nos reunimos en la sala de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, que era un hombre de Dios. Esta sala se encontraba junto a la de los jefes, y estaba encima de la de Maaseías hijo de Salum, que era el que vigilaba la entrada del templo.

5 Allí les ofrecí vino a todos ellos,

6-10 pero me respondieron que ni ellos ni sus hijos acostumbraban beber vino, porque su antepasado Jonadab hijo de Recab se lo había prohibido. También me dijeron que tenían prohibido sembrar semillas, plantar viñedos, tener propiedades y construir casas. Jonadab les había dicho que, si querían vivir mucho tiempo en la tierra donde vivían como peregrinos, tenían que habitar siempre en carpas. Los recabitas habían seguido al pie de la letra todas las instrucciones de su antepasado Jonadab.

11 Pero cuando el rey de Babilonia invadió Israel, ellos decidieron refugiarse en Jerusalén, para escapar del ejército de Babilonia y de Siria.

12-13 Entonces el Dios de Israel me dijo: Jeremías, ve y dile a toda la gente de Judá y de Jerusalén que se fijen en el ejemplo de los recabitas. Eso es lo que yo quiero: que obedezcan sin falta mis mandamientos.

14 Jonadab les ordenó que no bebieran vino, y hasta el día de hoy siguen obedeciendo esa orden. Ustedes, en cambio, no me hacen caso, aun cuando una y otra vez les he pedido que me obedezcan.

15 Siempre les he mandado a mis profetas, para decirles que dejen de hacer lo malo y no adoren a otros dioses. Les he pedido que me obedezcan, para que puedan vivir en la tierra que les prometí a ustedes y a sus antepasados. Sin embargo, ustedes insisten en desobedecerme.

16 Los descendientes de Jonadab siempre han obedecido la orden de su antepasado; en cambio, ustedes nunca han sido obedientes.

17 Por eso ahora les anuncio todos los castigos que enviaré sobre Judá y sobre todos los que viven en Jerusalén. Los voy a castigar porque no han prestado atención a mis palabras ni han obedecido mis mandamientos. Yo, el Dios todopoderoso, les juro que así será.

18 Yo fui y hablé con los recabitas. Les dije: El Dios todopoderoso me manda a decirles lo siguiente: «Ustedes siempre han obedecido las órdenes de su antepasado Jonadab. Han seguido al pie de la letra todas sus instrucciones.

19 Por eso, yo les prometo que uno de sus descendientes siempre estará a mi servicio».

36 El libro dictado por Jeremías

1 Cuando Joacín hijo de Josías tenía cuatro años de reinar en Judá, Dios me habló. Me dijo:

2 Jeremías, ve y consigue unos pedazos de cuero. Quiero que escribas en ellos todo lo que te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las otras naciones. Escribe todo lo que ha sucedido desde la época del rey Josías hasta hoy.

3 Tal vez los de Judá cambien su mala conducta cuando se enteren de los terribles castigos que pienso darles. Si lo hacen, yo les perdonaré sus horribles pecados.

4 Llamé entonces a Baruc hijo de Nerías, y le dicté todo lo que Dios me había dicho. Una vez que Baruc terminó de escribir,

5 le dije: Yo no puedo ir al templo de Dios, porque estoy preso.

6 Así que tendrás que ir tú. Irás el día que la gente hace ayuno, y leerás en voz alta todo lo que te he dictado. Son las palabras mismas de Dios. Asegúrate de que te escuchen todos los que viven en Jerusalén, y toda la gente que haya venido al templo desde las otras ciudades de Judá.

7 Tal vez se arrepientan y cambien de conducta cuando sepan que Dios está muy enojado con ellos, y que los ha amenazado.

8-10 Tal como se lo ordené, Baruc fue al templo y entró en el patio superior, que estaba a la entrada del Portón Nuevo. Allí había una sala, que era del secretario llamado Guemarías hijo de Safán. Desde aquella sala, Baruc leyó ante el pueblo todo lo que yo le había dictado. Ese día se les pidió a todos los habitantes de Judá que ayunaran para honrar a Dios. En ese entonces Joacín hijo de Josías tenía cinco años y nueve meses de reinar en Judá.

11-13 Uno de los que escucharon a Baruc fue Miqueas, que era hijo de Guemarías y nieto de Safán. Y en cuanto Baruc terminó de leer, Miqueas bajó a la sala del secretario, en el palacio del rey, y les contó a los que allí estaban todo lo que había oído. Allí estaban reunidos el secretario Elisamá, Delaías, Elnatán, Guemarías y Sedequías, que eran jefes de Judá.

14 Al oír eso, todos ellos mandaron a decirle a Baruc que les llevara el libro que había leído. El encargado de llevarle el mensaje fue Jehudí hijo de Netanías, que era nieto de Selemías y bisnieto de Cusí. Baruc obedeció y fue a donde ellos estaban.

15 Los jefes lo invitaron a sentarse y le dijeron: —Por favor, léenos lo que dice el libro. Baruc les leyó el libro.

16-17 Cuando terminó de leer, los jefes se miraron unos a otros y, con mucho miedo, le dijeron: —Esto tiene que saberlo el rey. Pero, dinos, ¿de dónde sacaste todo esto? ¿Acaso te lo dictó Jeremías?

18 Y Baruc les respondió: —Así es. Jeremías me dictó todo lo que dice el libro, y yo fui quien lo escribió.

19 Entonces los jefes le dijeron: —Pues tú y Jeremías van a tener que esconderse ahora mismo. ¡Y que nadie sepa dónde están escondidos!

20 Enseguida los jefes dejaron el libro en la sala del secretario Elisamá, y fueron a ver al rey para contarle todo lo que habían escuchado.

21 Entonces el rey mandó a Jehudí a buscar el libro. Cuando Jehudí volvió, le leyó el libro al rey y a todos los jefes que estaban con él.

22 Era el mes de Quislev[b], y hacía frío, así que el rey estaba en su casa de invierno, sentado junto a un calentador.

23 A medida que Jehudí leía tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con una navaja y las arrojaba al fuego. Así lo hizo, hasta quemar todo el libro.

24 Mientras el rey y los jefes escuchaban las palabras escritas en el libro, no tuvieron miedo ni se mostraron arrepentidos.

25 Elnatán, Delaías y Guemarías le rogaban al rey que no quemara el libro, pero él, en vez de hacerles caso,

26 mandó que a mí y a Baruc nos metieran en la cárcel. Enseguida salieron a buscarnos su hijo Jerahmeel, Seraías hijo de Azriel, y Selemías hijo de Abdeel, pero Dios no permitió que nos encontraran.

27 Después de que el rey quemó todo el libro que yo le había dictado a Baruc, Dios me habló de nuevo. Me dijo:

28 Jeremías, ve y consigue más pedazos de cuero, y vuelve a escribir en ellos todo lo que estaba escrito antes y que Joacín quemó.

29 Además, ve a hablar con Joacín, y dile de mi parte lo siguiente: «Tú quemaste aquel libro, y te atreviste a reclamarle a Jeremías por haberlo escrito. Pero no dudes ni por un momento que el rey de Babilonia va a destruir este país, y va a acabar con todas las personas y con todos los animales que aquí viven.

30 Y quiero que sepas, Joacín, que ninguno de tus hijos llegará a ser rey de Judá. Tu cadáver no será enterrado, sino que quedará al aire libre, recibiendo el calor del día y el frío de la noche.

31 Yo castigaré tu pecado, el de tus hijos y el de tus sirvientes. Voy a mandar una desgracia contra ellos, y contra los que viven en Jerusalén y en Judá. ¡Y todo esto les pasará porque no me hicieron caso!».

32 Yo fui y conseguí otros pedazos de cuero, y se los di al secretario Baruc, para que escribiera en ellos todo lo que yo le dictara. Y le dicté lo mismo que decía en el libro que el rey Joacín había quemado, aunque esta vez agregué muchas otras cosas.

37 Jeremías en la cárcel

1 El rey de Babilonia ordenó que Sedequías hijo de Josías pasara a ser rey de Judá, en lugar de Joaquín hijo de Joacín.

2 Pero ni Sedequías ni sus sirvientes ni la gente de Judá hicieron caso del mensaje que yo les anuncié de parte de Dios.

3 Sin embargo, el rey Sedequías me envío un mensaje por medio de Jucal hijo de Selemías, y del sacerdote Sofonías hijo de Maaseías. En ese mensaje me pedía orar a Dios por ellos.

4 En aquel tiempo yo podía andar libremente entre la gente, pues todavía no me habían metido en la cárcel.

5 Por aquellos días los babilonios habían dejado de atacar a Jerusalén y se habían regresado a su país, pues se habían enterado de que el ejército egipcio se había puesto en marcha para ayudar a los de Judá.

6 Entonces Dios me dio este mensaje:

7 Jeremías, ve y diles a los mensajeros que envió el rey Sedequías, que el ejército del rey de Egipto salió en su ayuda, pero se volverá a su país.

8 Diles también que los babilonios volverán a atacar a Jerusalén, y que la conquistarán y le prenderán fuego.

9 Así que no canten victoria antes de tiempo. Se equivocan si creen que los babilonios no van a volver. Yo les aseguro que volverán a atacarlos.

10 Y aun si ustedes llegaran a derrotarlos, y en el campamento quedaran sólo unos cuantos babilonios heridos, esos pocos heridos se levantarán y le prenderán fuego a esta ciudad.

11 Cuando el ejército egipcio estuvo cerca de Jerusalén, el ejército babilonio se retiró de la ciudad.

12 Entonces yo intenté salir de Jerusalén para ir al territorio de Benjamín, pues iba a recibir una herencia.

13 Pero al llegar al Portón de Benjamín, me detuvo Irías, que era hijo de Selemías y nieto de Hananías. Como era capitán de la guardia, me dijo: —¡Así que quieres unirte a los babilonios!

14 Yo le contesté que no era esa mi intención, pero Irías no me creyó. Al contrario, me arrestó y me llevó ante los asistentes del rey.

15 Como ellos estaban muy enojados conmigo, mandaron que me golpearan en la espalda y que me encerraran en la casa del secretario Jonatán, la cual habían convertido en prisión.

16 Me encerraron en una celda que estaba en el sótano, y allí me dejaron mucho tiempo.

17 Finalmente, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a su palacio, y allí, sin que nadie se enterara, me preguntó: —Jeremías, ¿tienes algún mensaje de Dios para mí? Yo le contesté: —Así es, y el mensaje es que usted caerá en poder del rey de Babilonia.

18 Además, quiero hacerle a usted algunas preguntas personales: ¿Qué crimen he cometido contra Su Majestad? ¿Qué mal le he hecho a usted, o a sus ministros o a este pueblo? Yo no merezco estar en la cárcel.

19 Dígame usted dónde están sus profetas, esos que decían que el rey de Babilonia nunca atacaría este país.

20 Yo le ruego a Su Majestad que me tenga compasión. Por favor, ¡no me mande de nuevo a la casa del secretario Jonatán! ¡No me deje usted morir encerrado en ese lugar!

21 Entonces el rey Sedequías ordenó que me encerraran en el patio de la guardia, y ordenó también que todos los días me llevaran pan fresco del que vendían en la calle de los Panaderos. Fue así como me dejaron encerrado en el patio de la guardia. Y todos los días me llevaban de comer, hasta que ya no hubo más pan en toda la ciudad.

38 Jeremías es arrojado en un pozo

1 Tiempo después, cuando yo estaba hablando a la gente, Sefatías, Guedalías, Jucal y Pashur, que eran mis enemigos, me escucharon decir:

2-3 Dios dice que Jerusalén caerá definitivamente bajo el poder del ejército del rey de Babilonia. Dios dice también que los que se queden en Jerusalén morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad. Por el contrario, los que se entreguen a los babilonios salvarán su vida. Serán tratados como prisioneros de guerra, pero seguirán con vida.

4 Por eso algunos jefes fueron a decirle al rey: —¡Hay que matar a Jeremías! Lo que él anuncia está desanimando a los soldados y a la gente que aún queda en la ciudad. Jeremías no busca nuestro bien; al contrario, nos desea lo peor.

5 Sedequías les respondió: —Yo soy el rey, pero no voy a oponerme a lo que ustedes decidan. ¡Hagan lo que quieran!

6 Entonces los jefes fueron a atraparme. Primero me ataron con sogas, y luego me bajaron hasta el fondo de un pozo, el cual estaba en el patio de la guardia y pertenecía a Malquías, el hijo del rey. Como el pozo no tenía agua sino barro, yo me hundí por completo.

7 En el palacio del rey trabajaba un hombre de Etiopía, que se llamaba Ébed-mélec, el cual supo que me habían arrojado al pozo. Un día en que el rey estaba en una reunión, frente al Portón de Benjamín,

8 Ébed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey:

9 —Su Majestad, esta gente está tratando a Jeremías con mucha crueldad. Lo han echado en el pozo, y allí se va a morir de hambre, pues ya no se consigue pan en la ciudad.

10 Entonces el rey le ordenó: —Bien, Ébed-mélec. Busca a tres hombres, y diles que te ayuden a sacar de allí a Jeremías, antes de que se muera.

11 Ébed-mélec fue entonces con aquellos hombres, y del depósito de ropa del palacio real sacó ropas y trapos viejos. Luego ató toda esa ropa y la bajó hasta el fondo del pozo, donde estaba yo.

12 Entonces me dijo: —Jeremías, colócate estos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te lastimen. Yo seguí sus instrucciones,

13 y aquellos hombres tiraron de las sogas y me sacaron del pozo. A partir de ese momento, me quedé en el patio de la guardia.

Sedequías vuelve a interrogar a Jeremías

14 Poco tiempo después, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a la tercera entrada del templo, y allí me dijo: —Jeremías, quiero preguntarte algo, y espero que me digas todo lo que sepas.

15 Yo le contesté: —No tiene caso; cualquiera que sea mi respuesta, usted me mandará a matar; y si le doy un consejo, no me va a hacer caso.

16 Pero, sin que nadie se diera cuenta, el rey me hizo este juramento: —¡No pienso matarte, ni tampoco pienso dejar que te maten! ¡Eso te lo juro por el Dios que nos ha dado la vida!

17 Entonces le dije: —El Dios todopoderoso asegura que, si todos ustedes se rinden ante los jefes del rey de Babilonia, tanto Su Majestad como su familia se salvarán de morir, y evitará que le prendan fuego a la ciudad.

18 Si no se rinden, entonces el ejército babilonio conquistará la ciudad y le prenderá fuego, y usted no podrá escapar.

19 El rey Sedequías me respondió: —Francamente, tengo miedo de los judíos que se han unido a los babilonios. Si llego a caer en sus manos, no me irá nada bien.

20 Yo le aseguré: —Dios ha dicho que si Su Majestad obedece, todo saldrá bien y esos judíos no le harán ningún daño.

21 Por el contrario, si Su Majestad no se rinde ante los babilonios,

22 todas las mujeres que aún quedan en su palacio caerán en manos de los jefes del rey de Babilonia. Entonces esas mismas mujeres le dirán a Su Majestad: «Tus amigos te engañaron y te vencieron. ¡Eso te pasa por confiar en ellos! Tus amigos te abandonaron por completo, y ahora estás con el agua hasta el cuello».

23 Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad caerán bajo el poder de los babilonios, y la ciudad será quemada. ¡Ni siquiera usted logrará escapar!

24 Sedequías me amenazó: —Escúchame, Jeremías: si en algo aprecias tu vida, más te vale quedarte callado, y que nadie sepa nada de esto.

25 Si los jefes llegan a saber que he hablado contigo, seguramente te van a preguntar de qué hablamos, y si no les dices todo, te amenazarán de muerte.

26 Te aconsejo que les digas que viniste a verme, para que no te mande de nuevo a la casa de Jonatán, pues no quieres morir allí.

27 Y así sucedió. Todos los jefes vinieron a interrogarme. Pero yo les dije exactamente lo que el rey me ordenó. Después de eso, no volvieron a molestarme; así que nadie se enteró de lo que habíamos hablado.

28 Y yo me quedé en el patio de la guardia, viviendo como un prisionero, hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.

39 La derrota de Jerusalén

1 Sedequías llevaba diez años y nueve meses de reinar en Judá cuando el rey de Babilonia y sus soldados marcharon contra la ciudad de Jerusalén y la atacaron.

2-3 Durante más de año y medio la tuvieron rodeada, y finalmente pudieron abrirse paso a través de un hueco en el muro de la ciudad. Por ese hueco pasaron todos los jefes del rey de Babilonia, y fueron a instalarse en la entrada principal. Los jefes eran: Nergal-sarézer, Samgar, Nebo-sarsequim, que era un alto oficial, otro Nergal-sarézer, que también era un alto funcionario, y todos los otros jefes del rey de Babilonia. Esto ocurrió el día nueve del mes de Tamuz[c], del año once del reinado de Sedequías.

4 El rey Sedequías se dio cuenta de que Jerusalén había sido conquistada; por eso él y todos sus soldados huyeron de la ciudad. Salieron de noche por el jardín del rey y, luego de pasar por el portón que está entre los dos muros, se dirigieron hacia el valle del Jordán.

5 Pero el ejército babilonio los persiguió y los alcanzó cerca de Jericó. Allí capturaron a Sedequías y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que en ese momento estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí mismo el rey decidió el castigo que se le daría a Sedequías.

6 En primer lugar, mandó que mataran delante de él a sus hijos y a todos los hombres importantes de Judá;

7 luego mandó que a Sedequías le sacaran los ojos, y para terminar mandó que lo sujetaran con cadenas de bronce y lo llevaran preso a Babilonia.

8 Los babilonios quemaron el palacio del rey y todas las casas de la ciudad, y derribaron los muros de Jerusalén.

9 El comandante de la guardia personal del rey, que se llamaba Nebuzaradán, se llevó presos a Babilonia a todos los que quedaban en Jerusalén, y también a los que apoyaban a los babilonios.

10 En el territorio de Judá dejó solamente a los más pobres, y a ellos les dio campos y viñedos.

11-12 El rey de Babilonia le ordenó a Nebuzaradán que me vigilara muy bien, y le dijo: No le hagas ningún daño, y dale todo lo que necesite.

13 Entonces, el comandante de la guardia y otros oficiales del rey de Babilonia

14 ordenaron que me sacaran del patio de la guardia, y que me entregaran a un tal Guedalías, que era hijo de Ahicam y nieto de Safán. Como Guedalías me permitió regresar a mi casa, yo me quedé a vivir con la gente de la ciudad.

15 Recuerdo que cuando estuve preso en el patio de la guardia, Dios me dijo:

16 Jeremías, quiero que hables con Ébed-mélec, el etíope. Dile de mi parte que a Jerusalén no le va a ir nada bien, pues le voy a enviar un terrible castigo. Dile que yo, el Dios de Israel, lo he anunciado, y él estará allí cuando eso ocurra.

17 Dile además que yo me comprometo a no dejarlo caer en manos de los babilonios. Ébed-mélec les tiene miedo,

18 pero yo le aseguro que no permitiré que lo maten. Le salvaré la vida, y así lo recompensaré por haber confiado en mí.

40 Jeremías sale de la cárcel

1-2 Dios volvió a hablarme cuando me llevaban a Babilonia junto con los prisioneros de Judá y Jerusalén. Cuando llegamos a Ramá, el comandante Nebuzaradán me quitó las cadenas y me dijo a solas: El Dios de Israel me pidió que te dijera que él mandó este desastre sobre tu país,

3 para cumplir con sus amenazas. Ustedes se rebelaron contra él y fueron muy desobedientes. Por eso les pasó todo esto.

4 Ahora mismo voy a quitarte de las manos esas cadenas. Si quieres, puedes venir conmigo a Babilonia; ahí yo te cuidaré muy bien. Si no quieres, puedes irte a donde quieras. ¡Toda la tierra está a tu disposición!

5 Como Nebuzaradán me vio indeciso, me dijo: El rey de Babilonia ha nombrado a Guedalías como gobernador de las ciudades de Judá. Creo que te conviene quedarte a vivir en este lugar, con él y con tu pueblo. Pero estás en libertad de ir a donde quieras. Dicho esto, Nebuzaradán me dio bastante comida y un regalo, y me dejó ir.

6 Fue así como me quedé en Israel, con la gente de Judá que no fue llevada prisionera a Babilonia. Me quedé a vivir en Mispá, cerca de la casa de Guedalías.

Plan para matar a Guedalías

7-8 El rey de Babilonia nombró a Guedalías gobernador de Judá. Lo puso a cargo de los que se habían quedado allí, que eran los más pobres del país. Cuando se supo la noticia, algunos jefes y soldados de Judá todavía estaban en el campo. Entonces fueron a Mispá, junto con los soldados que estaban bajo su mando, y se presentaron ante Guedalías. Entre ellos estaban Ismael, los hermanos Johanán y Jonatán, Seraías, Jezanías y los hijos de Efai.

9 Guedalías les dio ánimo a todos ellos, y les hizo la siguiente promesa: No tengan miedo de los babilonios. Quédense a vivir en Babilonia, y ríndanse al rey. Yo les prometo que les irá bien.

10 Voy a quedarme a vivir en Mispá, y cuando los babilonios vengan acá, yo hablaré a favor de ustedes. Sólo les pido que vuelvan a sus ciudades, y que se encarguen de cosechar los frutos de verano, y de almacenar el vino y el aceite.

11 Los judíos que estaban en Moab, Amón y Edom se enteraron de que el rey de Babilonia había dejado en Judá a unos cuantos judíos, y que había puesto a Guedalías como gobernador de Judá. También lo supieron los judíos que vivían en otros países,

12 así que todos ellos vinieron para volver a establecerse en Judá. En cuanto llegaron, fueron a presentarse ante el gobernador Guedalías, que estaba en Mispá. También ellos se dedicaron a cosechar los frutos de verano y a guardar mucho vino en las bodegas.

13 Un día, Johanán hijo de Caréah fue a Mispá para hablar con Guedalías. Lo acompañaron todos los jefes militares que estaban en el campo.

14 Al llegar, le dijeron: —Queremos advertirte que Baalís, el rey de Amón, quiere matarte. Para eso ha contratado a Ismael hijo de Netanías. Como Guedalías no les creyó,

15 Johanán le propuso en secreto: —Guedalías, no podemos permitir que ese Ismael te mate. Si llega a matarte, se dispersarán todos los judíos que se han puesto a tus órdenes, y con eso Judá acabará de hundirse. ¡Déjame ir a matarlo! ¡Te prometo que nadie sabrá quién lo hizo!

16 Pero Guedalías le advirtió a Johanán: —¡Ni se te ocurra hacerlo! ¡Eso que me dices de Ismael es pura mentira!

41 Muerte de Guedalías

1 Ismael era hijo de Netanías y nieto de Elisamá. Había servido como oficial del rey de Judá, pues pertenecía a la familia del rey. En el mes de Etanim[d], Ismael fue a Mispá y se presentó ante el gobernador Guedalías. Iba acompañado de diez soldados. Guedalías invitó a comer a Ismael y a sus acompañantes. Allí en Mispá,

2 mientras comían, Ismael y sus hombres se levantaron y mataron a Guedalías.

3 Ismael mató también a todos los judíos y soldados babilonios que estaban allí.

4 Al día siguiente, nadie se había enterado todavía del asesinato de Guedalías.

5 Entonces llegaron ochenta hombres de Siquem, Siló y Samaria. Iban al templo para presentar ofrendas y quemar incienso en honor de Dios. Iban sin barba, con la ropa rota y con el cuerpo lleno de heridas que ellos mismos se habían hecho.

6 Como Ismael todavía estaba en Mispá, salió a su encuentro. Mientras avanzaba, fingía estar tan triste como ellos. Cuando estuvo cerca, les dijo: —¡Vengan a saludar al gobernador Guedalías!

7-9 Pero antes de que llegaran al centro de la ciudad, Ismael y sus hombres comenzaron a matarlos, y los iban arrojando en un pozo seco. Ese pozo había sido construido por el rey Asá de Judá, para defenderse de los ataques del rey Baasá de Israel. En ese mismo pozo habían arrojado el cadáver de Guedalías. El pozo ya se estaba llenando de cadáveres, cuando diez de los ochenta hombres le rogaron a Ismael: —¡No nos mates! ¡En el campo tenemos escondido mucho trigo, cebada, aceite y miel! Ismael los dejó con vida,

10 pero se llevó prisioneras a las hijas del rey, y también a la gente que se había quedado en Mispá, y que Nebuzaradán había puesto bajo el cuidado de Guedalías. Con toda esa gente prisionera, Ismael se dirigió a la región de los amonitas.

11-12 Cuando se supo lo que había hecho Ismael, salieron a perseguirlo Johanán hijo de Caréah y todos los jefes militares que estaban con él. Lo alcanzaron cerca del gran pozo de agua que está en Gabaón.

13 Todos los prisioneros que llevaba Ismael se pusieron muy alegres cuando vieron a Johanán y a todos los jefes militares,

14 y enseguida se dieron vuelta y se fueron con Johanán.

15 Pero Ismael y ocho de sus hombres lograron escapar y huyeron hacia la región de los amonitas.

El pueblo quiere escaparse a Egipto

16 Johanán y los jefes militares que lo acompañaban rescataron a los que Ismael se había llevado desde Mispá, luego de haber asesinado a Guedalías. Entre ellos había mujeres, niños, soldados y oficiales del rey.

17 Luego comenzaron el largo viaje de regreso, y descansaron en Guerut-quimam, un lugar de descanso que está junto a Belén. De allí pensaban seguir hasta Egipto,

18 para escaparse de los babilonios. Tenían mucho miedo de ellos porque Ismael había matado al gobernador Guedalías.

42

1-2 Pero Johanán y Azarías hijo de Hosaías vinieron a hablar conmigo, junto con los jefes militares y el pueblo, desde el más viejo hasta el más joven. Me dijeron: —Por favor, Jeremías, atiéndenos y pídele a Dios por todos nosotros. Tú bien sabes que antes éramos muchos, pero ahora sólo quedamos muy pocos.

3 Pídele a Dios que nos diga a dónde tenemos que ir, y qué debemos hacer.

4 Yo les contesté: —Está bien. Voy a rogarle a Dios por ustedes, tal como me lo han pedido. Todo lo que él me diga, yo se lo diré a ustedes. No les voy a esconder nada.

5-6 Ellos me prometieron: —Haremos todo lo que Dios nos mande hacer, nos guste o no nos guste. Ponemos a Dios como testigo fiel y verdadero de que cumpliremos nuestra promesa. Si le obedecemos, estamos seguros de que nos irá bien.

7 Días después, Dios me habló.

8 Entonces yo llamé a Johanán y a todos los que habían venido con él,

9 y les dije: El Dios todopoderoso me manda a decirles

10 que se queden a vivir en Babilonia, y les promete que no volverá a destruirlos, sino que los bendecirá. ¡Le duele mucho haber tenido que castigarlos!

11 No tengan miedo del rey de Babilonia. Pueden estar seguros de que el Dios de Israel va a protegerlos y a salvarlos del poder de ese rey.

12 Dios tendrá compasión de ustedes, y hará que también el rey de Babilonia los trate bien y les permita volver a su país.

13-15 Pero si ustedes lo desobedecen, y en vez de quedarse a vivir aquí deciden irse a vivir a Egipto, entonces deben prestar mucha atención. Ustedes creen que si se van a Egipto, no correrán ningún peligro.

16 Pero yo les aseguro que también allá sufrirán a causa de la guerra y el hambre, y allí morirán.

17 Una vez más les digo: todos los que decidan irse a vivir a Egipto morirán en la guerra, o de hambre, o de alguna enfermedad. ¡Ninguno podrá librarse del terrible castigo que voy a mandarles!

18 El Dios de Israel les advierte que, así como se enfureció contra los que vivían en Jerusalén, así también se enojará contra los que se vayan a Egipto. La gente se burlará de ustedes y los atacará. ¡Nunca volverán a ver este lugar!

19 Recuerden que Dios les ha dicho que no vayan a Egipto. Ustedes son los únicos que quedan de Judá, y deben entender bien lo que les estoy diciendo.

20 Ustedes mismos me pidieron que le rogara a Dios por ustedes, y se comprometieron a cumplir todo lo que él les ordenara hacer.

21 Hoy les he dicho lo que Dios quiere que hagan. Sin embargo, ustedes no quieren obedecer.

22 Por eso yo les aseguro que, si insisten en irse a vivir a Egipto, morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad.

43 Babilonia derrota a Egipto

1 Yo le comuniqué al pueblo todo lo que Dios me había dicho,

2 pero Azarías y Johanán, y otras personas muy creídas, me contestaron: Jeremías, tú nos dices que no vayamos a vivir a Egipto, pero Dios no te mandó a decirnos eso. ¡Eres un mentiroso!

3 Seguro que fue Baruc el que te puso en contra nuestra. Lo que él quiere es que caigamos en poder de los babilonios, para que nos lleven prisioneros o nos maten.

4 Y todos desobedecieron a Dios. Ni Johanán ni los jefes militares ni el resto de la gente se quedaron a vivir en Judá.

5 Al contrario, se llevaron a todos los que habían vuelto de otras naciones.

6-7 Se llevaron a hombres, mujeres y niños, y también a las hijas del rey. A toda esa gente Nebuzaradán la había puesto bajo el cuidado de Guedalías. A todos nos llevaron a Egipto, incluyendo a mi secretario Baruc y a mí, y nos quedamos en la ciudad de Tafnes.

8-11 Allí, el Dios de Israel volvió a hablarme: Jeremías, toma unas piedras grandes y llévalas a Tafnes. Entiérralas a la entrada del palacio del rey de Egipto, y asegúrate de que todos te vean hacerlo. Luego diles que yo haré que venga el rey de Babilonia, y pondré su trono sobre las piedras que has enterrado. Y así será. El rey de Babilonia conquistará Egipto. A unos se los llevará prisioneros a otro país, y a otros los matará.

12-13 Destruirá los templos de Egipto y los monumentos de Bet-semes, y se llevará los ídolos que haya en esos templos. ¡El rey de Babilonia va a sacudir a Egipto, como cuando los pastores de ovejas sacuden la ropa para quitarle los piojos! Luego se irá de allí, y nadie podrá detenerlo.

44 No adoren a dioses falsos

1-2 El Dios todopoderoso me ordenó hablar con todos los judíos que vivían en las ciudades egipcias de Migdol, Tafnes y Menfis, y en la región del sur. Me dijo: Jeremías, adviérteles que ya han visto lo que hice con la ciudad de Jerusalén, y con todas las ciudades de Judá. Yo les envié terribles desastres, y esas ciudades quedaron en ruinas, y hasta ahora nadie vive en ellas.

3 La culpa la tuvieron sus habitantes, pues cometieron muchos pecados. Adoraron a otros dioses y les ofrecieron incienso, y con eso me hicieron enojar muchísimo. A esos dioses, ni ellos ni sus antepasados los conocían.

4 Muchas veces les mandé profetas, para que les dijeran que no adoraran a otros dioses, pues eso es algo horrible, que yo no soporto.

5 Pero ellos, como de costumbre, no me prestaron atención ni me obedecieron, ni se arrepintieron de sus pecados. Al contrario, siguieron quemando incienso en honor de otros dioses.

6 Por eso me enojé y destruí a Jerusalén y al resto de las ciudades de Judá.

7 ¡Y ahora quieren meterse en un lío más grande! ¡Quieren que mueran hombres, mujeres y niños, y hasta los recién nacidos!

8 Desde que llegaron a Egipto, lo único que han hecho es hacerme enojar; han estado adorando a dioses falsos, que ellos mismos se fabrican. ¡Lo único que van a conseguir es que yo los destruya! Cuando eso ocurra, todo el mundo se burlará de ellos, y los insultará.

9 ¿Acaso ya se olvidaron de todos los pecados que cometieron sus antepasados? En Judá, y en las calles de Jerusalén, pecaron ellos y sus esposas, y también los reyes de Judá y sus esposas. ¿Acaso ya no se acuerdan?

10 Sin embargo, hasta ahora no se han arrepentido. No me respetan, ni obedecen los mandamientos que les di, a ellos y a sus antepasados.

11 Por eso he decidido hacerles la guerra y borrarlos del mapa. ¡Yo soy el Dios de Israel!

12 Los pocos que aún quedaban en Judá, y que insistieron en irse a vivir a Egipto, morirán en ese país. Morirán en la guerra, o se morirán de hambre. Desde el más joven hasta el más viejo, nadie quedará con vida, y entre las naciones serán objeto de odio, burlas, desprecio y maldición.

13 Castigaré a los que viven en Egipto tal como castigué a los habitantes de Jerusalén: los haré morir de hambre, enfermedad y guerra.

14 Ninguno de los que se fueron a Egipto quedará con vida, ni volverá a Judá, aunque lo desee. Sólo unos cuantos lograrán huir y volverán.

15 Yo les entregué el mensaje a todos los judíos que vivían en Egipto. Algunos de ellos sabían que sus esposas quemaban incienso en honor de otros dioses. Todos vinieron y me dijeron:

16 —Escucha, Jeremías: Este mensaje que nos has dado de parte de Dios, no lo vamos a obedecer.

17 Al contrario, vamos a seguir haciendo lo que nos da la gana, tal como lo hicieron nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros funcionarios. Seguiremos adorando a nuestra diosa, la Reina del cielo, y le ofreceremos incienso y vino. En realidad, cuando lo hacíamos, teníamos mucha comida y no nos faltaba nada ni nos pasaba nada malo.

18 En cambio, desde que dejamos de hacerle ofrendas de incienso y vino, nos ha faltado de todo, y la guerra y el hambre nos están matando.

19 Las mujeres dijeron: —Nuestros esposos sabían muy bien lo que estábamos haciendo. Sabían que nosotras adorábamos a la Reina del cielo, y que le ofrecíamos incienso y vino, y panes que tenían su imagen.

20 Yo les contesté:

21 —¿Y acaso creen que Dios no lo sabía? Al contrario, Dios sabía muy bien que ustedes y sus antepasados, sus reyes y funcionarios, y todo el pueblo, adoraban a otros dioses.

22 Pero llegó el momento en que Dios ya no aguantó más. Y no aguantó, por la forma en que ustedes actuaban y por las cosas asquerosas que hacían. Por eso su país se convirtió en un desierto horrible, en un montón de ruinas donde nadie vive. La ciudad es un ejemplo de maldición para todos sus vecinos. ¡Y esto es así, hasta el momento de escribir esto!

23 Ustedes pecaron contra Dios al adorar a otros dioses, y al no querer obedecer ninguno de sus mandamientos. Por eso ahora tienen que sufrir tan terrible desastre.

24 Luego me dirigí al pueblo, sobre todo a las mujeres, y añadí: —Ustedes, gente de Judá que vive en Egipto, escuchen bien lo que Dios les dice:

25 «Yo soy el Dios de Israel. Me doy cuenta de que ustedes y sus mujeres cumplen sus promesas de adorar a la Reina del cielo, y de presentarle ofrendas. ¡Muy bien! ¡Sigan cumpliendo sus promesas! ¡Sigan haciendo lo que les dé la gana!

26 Ustedes son de Judá, y ahora viven en Egipto. Pues escúchenme bien: yo les juro que ninguno de ustedes volverá a jurar aquí usando mi nombre. Nadie volverá a decir: ‘¡Lo juro por el Dios de Israel!’

27 En vez de vigilarlos para protegerlos, voy a vigilarlos para hacerles daño. Les aseguro que toda la gente de Judá que vive en Egipto morirá de hambre, o en la guerra.

28 ¡Y van a ver todos ustedes si cumplo o no mi palabra! Unos cuantos se salvarán de la guerra y del hambre, y podrán regresar a Judá; pero la mayoría de los que se fueron a Egipto, morirán.

29-30 Yo soy el Dios de Israel. Ésta es la señal de que cumpliré mis amenazas contra ustedes: dejaré que Hofra, el rey de Egipto, muera a manos de sus enemigos. Haré con él lo mismo que hice con Sedequías, el rey de Judá, a quien puse en manos del rey de Babilonia, para que lo matara».

45 Mensaje para Baruc

1 Cuando Joacín hijo de Josías llevaba cuatro años de reinar en Judá, yo le dicté a mi secretario Baruc el mensaje que Dios me dio para él:

2 El Dios todopoderoso te dice lo siguiente:

3 «Tú, Baruc, siempre estás quejándote. Dices que eres muy infeliz, y que yo sólo te hago sufrir más y más. También dices que ya estás cansado de sufrir, y que no logras descansar.

4 Pues quiero que sepas que yo voy a destruir lo que he construido, y voy a arrancar lo que he plantado. ¡Voy a acabar con toda esta tierra!

5 Estoy por enviar un gran castigo sobre toda la gente, así que ni creas que tú vas a lograr grandes cosas. Pero esto sí te prometo, en recompensa te salvaré la vida, y te protegeré por dondequiera que vayas. Te juro que así lo haré».

46 Advertencia contra los egipcios

1-2 Cuando Joacín llevaba cuatro años de reinar en Judá, el Dios de Israel me habló acerca de las otras naciones, y del ejército de Necao, rey de Egipto. Por esos días el rey de Babilonia había derrotado a Necao en la ciudad de Carquemis, junto al río Éufrates. El mensaje que me dio fue el siguiente:

3 ¡Egipcios, tomen sus armas y prepárense para el combate!

4 ¡Ensillen y monten los caballos! ¡Afilen las lanzas y pónganse las corazas! ¡Cúbranse con los cascos!

5 ¿Pero qué es lo que veo? ¡Los soldados egipcios retroceden! Derrotados y llenos de miedo, huyen sin mirar atrás. ¡Hay terror por todas partes!

6 ¡Los más veloces no pueden huir! ¡Los más fuertes no logran escapar! ¡Allá en el norte, a la orilla del río Éufrates, tropiezan y ruedan por el suelo!

7 Una nación se acerca con violencia. ¡Hasta se parece al río Nilo cuando sus aguas se desbordan! ¿Qué nación puede ser?

8 ¡Es Egipto, que se ha enfurecido, que ha crecido como el Nilo! Viene decidido a inundar la tierra, a destruir ciudades y a matar gente.

9 ¡Que ataquen los caballos! ¡Que avancen los carros de guerra! ¡Que marchen los soldados! ¡Que tomen sus armas los soldados de los países africanos!

10 El día de la victoria pertenece al poderoso Dios de Israel. Él ganará la batalla; se vengará de sus enemigos. La espada se empapará de sangre y acabará por matar a todos. Allá en el país del norte, a la orilla del río Éufrates, el Dios de Israel matará a mucha gente.

11 Soldados de Egipto: de nada les servirá que vayan a Galaad y consigan alguna crema curativa; aunque consigan medicinas, no les servirán de nada.

12 Todo el mundo está enterado de que han sido derrotados; por todas partes se escuchan sus gritos de dolor; chocan los guerreros unos contra otros, y ruedan por el suelo.

13 Cuando el rey de Babilonia vino para atacar a los egipcios, Dios me dio este mensaje:

14 Esto debe saberse en Egipto; debe anunciarse en sus ciudades: «¡Soldados, prepárense para la batalla! ¡Ya viene su destrucción!».

15-17 Los soldados se tropiezan; caen uno encima del otro, y dicen: «¡Huyamos! ¡Volvamos a nuestro país antes que nos mate el enemigo! ¡Nuestro rey es un charlatán! ¡Habla mucho y no hace nada!». Pero los soldados han caído, y ya no podrán levantarse, porque yo los derribé. ¡Yo soy el Dios de Israel!

18-19 Ustedes, los que viven en Egipto, vayan empacando lo que tienen, porque serán llevados prisioneros; la capital será destruida y quedará en ruinas y sin gente. Les juro por mí mismo que el enemigo que viene se parece al monte Tabor, que sobresale entre los montes; se parece al monte Carmelo, que está por encima del mar. ¡Yo soy el Dios todopoderoso! ¡Yo soy el único Rey!

20 La hermosura de Egipto será destruida; Babilonia vendrá del norte y la atacará.

21 Egipto contrató soldados extranjeros, todos muy fuertes y valientes, ¡pero hasta ellos saldrán huyendo!; ¡saldrán corriendo a toda prisa! Ya llegó el día de su derrota; ¡ya llegó el día de su castigo!

22 El ejército babilonio es muy numeroso; tanto que nadie lo puede contar. Por eso los soldados egipcios huirán como serpientes desprotegidas.

23 Egipto parece un bosque tupido, pero sus enemigos lo rodearán y lo atacarán con sus hachas, dispuestos a derribar todos los árboles.

24 ¡Egipto quedará humillado! ¡Caerá bajo el poder de Babilonia!

Esperanza para el pueblo de Dios

25 El Dios de Israel dice: Voy a castigar al rey de Egipto, a sus dioses y a todos los que confían en ellos.

26 Dejaré que caigan en poder del rey de Babilonia y de su ejército, para que los maten. Sin embargo, en el futuro Egipto volverá a ser habitado como antes. Les juro que así lo haré.

27-28 Y ustedes, pueblo de Israel, no tengan miedo ni se asusten; yo haré que vuelvan de Babilonia, adonde fueron llevados como esclavos. No tengan miedo, israelitas. Ustedes son mi pueblo; son descendientes de Jacob. Yo les prometo que volverán a vivir tranquilos porque yo estoy con ustedes. Destruiré a todas las naciones por las que los dispersé, pero a ustedes no los destruiré; sólo los castigaré por su bien, pues merecen que los corrija. Les juro que así lo haré.

47 Advertencia contra los filisteos

1 Dios me habló poco antes de que el rey de Egipto atacara la ciudad de Gaza, y me dio este mensaje para los filisteos:

2 Yo soy el Dios de Israel, y quiero que sepan esto: Desde el norte vienen los babilonios; son un ejército que destruye ciudades enteras con sus habitantes. ¡Parecen un río desbordado! ¡Todos los habitantes de la tierra lloran y piden auxilio!

3 Tan pronto como escuchan el galope de los caballos los padres pierden el ánimo; abandonan a sus hijos al escuchar el chirrido de los carros de guerra.

4 ¡Ha llegado el día en que acabaré con los filisteos! ¡Ha llegado el día en que acabaré con los que ayudan a las ciudades de Tiro y Sidón! ¡Destruiré a todos los filisteos que vinieron de las costas de Creta!

5 Los que viven en la ciudad de Gaza se raparán avergonzados la cabeza; los que viven en la ciudad de Ascalón se quedarán mudos de miedo. Y ustedes que aún viven en las llanuras, no dejarán de herirse el cuerpo

6 ni cesarán de gritar: «Ay, terrible espada de Dios, ¿hasta cuándo nos seguirás atacando? ¡Regresa ya a tu funda y deja de matarnos!».

7 Pero yo soy el Dios de Israel. Ya he decidido matar a todos los filisteos en Ascalón y en toda la costa. ¡No haré descansar mi espada!

48 Advertencia contra Moab

1 El Dios todopoderoso me dio este mensaje para los habitantes de las ciudades de Moab: ¡Pobrecita de la ciudad de Nebo! ¡Estoy a punto de destruirla! ¡Humillaré a la ciudad de Quiriataim, y dejaré en ruinas su fortaleza!

2 Moab ha perdido su importancia, y en Hesbón están pensando destruirla. Babilonia invita a otras naciones a venir y borrar del mapa a Moab. También a la ciudad de Madmén la perseguiré espada en mano.

3 Los de Horonaim lloran a gritos; toda la ciudad ha quedado destruida.

4 Moab se volverá un montón de ruinas, y los niños gritarán desesperados.

5 Por la cuesta de Luhit, los que suben no dejan de llorar. Por la pendiente de Horonaim, los que bajan no dejan de gritar: «¡Qué desastre hemos sufrido!

6 ¡Sálvese quien pueda! ¡Huyamos como burros salvajes!».

7 A los de Moab los tomarán presos, junto con su dios Quemós, sus sacerdotes y sus oficiales, por confiar en su ejército y en sus muchas riquezas.

8-9 Valles y llanos serán destruidos. La destrucción llegará a toda ciudad, y ninguna de ellas se salvará. ¡Prepárenle a Moab su tumba, porque ha dejado de existir! ¡Sus ciudades están vacías y ya nadie vive en ellas! Les juro que así es.

10 ¡Maldito sea el que no quiera tomar la espada para matar! ¡Maldito sea el que de mala gana haga lo que yo le ordene!

11 Desde un principio, Moab siempre ha disfrutado de paz; ni uno solo de sus habitantes ha sido llevado prisionero. Moab se parece al buen vino: siempre ha estado en reposo y en el mismo lugar. Por eso le ha ido bien y no ha perdido sus tradiciones.

12 Pero ya se acerca el día en que lo atacará el enemigo y se lo llevará prisionero. Les juro que así será.

13 Los moabitas se avergonzarán de su dios Quemós, como antes los israelitas se avergonzaron del dios Baal, en quien pusieron toda su confianza.

14 Pobrecitos soldados moabitas, ustedes se creen muy valientes,

15 pero su país será destruido y el enemigo conquistará sus ciudades. ¡Hasta sus mejores soldados morirán en el campo de batalla! Yo soy el Dios de Israel; yo soy el Dios todopoderoso, y les juró que así será.

16 Ya no falta mucho tiempo; muy pronto Moab será destruida.

17 Todos sus vecinos y conocidos llorarán por esta famosa nación, y dirán: «¡Pobrecita de Moab! ¡Miren cómo se vino abajo una nación tan grande y poderosa!».

18 Ustedes, los que viven en Dibón, ¡bajen ya de su alto trono y siéntense en el duro suelo! ¡El enemigo ha comenzado a destruir!, ¡y caerán las murallas de Moab!

19 Y ustedes, los que viven en Aroer, deténganse a la orilla del camino y fíjense cómo huye la gente. ¡Pregunten qué fue lo que pasó!

20 Seguramente les dirán que Moab ha sido derrotada; les dirán también que lloren, y que anuncien por el río Arnón que Moab ha quedado en ruinas.

21 Y es que voy a castigar a las ciudades de la llanura; castigaré a Holón, a Jahas y a Mefáat;

22 a Dibón, a Nebo y a Bet-diblataim;

23 a Quiriataim, a Bet-gamul y a Bet-megón,

24 a Queriot y a Bosrá, y a todas las ciudades de Moab, cercanas y lejanas.

25 Moab ha perdido su poder; ¡se le han acabado las fuerzas! Les juro que así es.

26 Tú, Moab, me ofendiste; ¡ahora dejaré que tus enemigos te dejen en vergüenza y se burlen de ti!

27 Tú, Moab, te burlabas de mi pueblo; siempre hablabas de ellos con desprecio, como si fueran unos ladrones.

28 Pero ahora les toca a ustedes dejar abandonadas sus ciudades y quedarse a vivir entre las rocas; les toca vivir como las palomas, que anidan al borde de los precipicios.

29-30 Mi pueblo y yo te conocemos. Bien sabemos que tú, Moab, eres un pueblo muy orgulloso que se cree superior a todos. ¡Pero de nada te servirá ese orgullo!

31 Por eso lloro y me angustio por la gente de Moab y de Quir-heres.

32 Lloro también por ustedes, los que viven en Sibmá, pues se extendieron como un viñedo; sus ramas llegaban hasta Jazer y se extendían más allá del mar. Pero llegó la destrucción y acabó con tu cosecha.

33 Ya no hay fiesta ni alegría en los fértiles campos de Moab; ya no hay quien exprima uvas ni quien prepare vino; ¡yo puse fin a esa alegría!

34 ¡Los pozos de Nimrim se han secado! El llanto de la gente de Hesbón se oye por todo el país de Moab.

35 Yo acabaré con los moabitas que adoran a otros dioses en los pequeños santuarios que han construido en los cerros. Les juro que así lo haré.

36 Mi corazón parece una flauta triste: llora por la gente de Moab y por los que viven en Quir-heres, porque amontonaron grandes riquezas y todo eso lo han perdido.

37 No hay un solo hombre en Moab que no se haya rapado la cabeza ni se haya afeitado la barba en señal de dolor y tristeza. Todos se visten de luto y se hacen heridas en las manos.

38 En todas las casas de Moab se oyen gritos de dolor; por todas sus calles se oye llorar a la gente, porque hice pedazos a Moab como si fuera un frasco inútil.

39 ¡Todos en Moab lloran a gritos porque su nación ha quedado destrozada! Sus ruinas producen espanto; ¡causan risa entre todos sus vecinos!

40 ¡Miren a los soldados de Babilonia! ¡Ya vienen los enemigos de Moab! ¡Parecen águilas dispuestas a atacar!

41 Cuando llegue el momento, se apoderarán de sus ciudades, y entonces sus guerreros, asustados, temblarán como tiemblan las mujeres cuando van a tener un hijo.

42-44 Ustedes, los que viven en Moab, tratarán de escapar, pero sin éxito, pues caerán de trampa en trampa; y aun si lograran escapar, acabarán por caer en la tumba. Ya está muy cerca el día en que castigaré a Moab; y dejará de ser una nación porque se rebeló contra mí. Les juro que así será.

45 Los que alcancen a escapar llegarán a Hesbón casi muertos; pero aun a esa orgullosa ciudad, donde gobernaba el rey Sihón, le prenderé fuego.

46 ¡Pobres de ustedes, los moabitas, que adoran al dios Quemós! Van a ser destruidos, y a sus hijos y a sus hijas los llevarán como esclavos a otra nación.

47 Pero cuando todo haya terminado, haré que vuelvan de ese país. Les juro que así lo haré. Éste es mi castigo contra Moab.

49 Advertencia contra Amón

1 Acerca de la nación de Amón, Dios dijo: El territorio de Gad era de los israelitas, pero me desobedecieron, y por eso ahora los amonitas, que adoran al dios Milcom, se han apropiado del país.

2 Ya se acerca el día en que haré que se escuchen gritos de guerra en la ciudad de Rabá, que está en el territorio de Amón. Tanto Rabá como las ciudades vecinas arderán en llamas y quedarán en ruinas, y entonces Israel echará de allí a todos los que le robaron su tierra.

3 ¡Lloren ustedes, los que viven en Hesbón, porque su ciudad quedará en ruinas! ¡Griten ustedes, las que viven en Rabá! ¡Vístanse de luto y hagan lamentos! Corran de un lado para otro, dentro de los muros de la ciudad, porque su dios Milcom y sus sacerdotes serán llevados a otro país, junto con sus oficiales.

4 Ustedes los amonitas se sienten orgullosos de tener un país con valles fértiles; confían mucho en sus riquezas y creen que nadie los atacará.

5 Pero yo soy el Dios de Israel; soy el Dios todopoderoso, y haré que las naciones vecinas los asusten y persigan por todas partes. Todos ustedes serán expulsados de aquí, y nadie podrá reunir a los que huyan.

6 Pero después de todo esto, yo haré que ustedes, los amonitas, vuelvan del país adonde hayan sido llevados.

Advertencia contra Edom

7 Acerca de la nación de Edom, el Dios todopoderoso dijo: ¡Ya no hay sabios en Temán! Ya no queda ni uno solo. Se ha acabado la sabiduría, no hay nadie que dé consejos.

8 Ustedes, los que viven en Dedán, ¡Den media vuelta y huyan de aquí! ¡Métanse en las cuevas más profundas! Voy a enviar una terrible desgracia contra los habitantes de Edom, pues ya es hora de que los castigue.

9 Los que cosechan uvas siempre dejan algo para los pobres. Los ladrones que roban de noche nunca se llevan todo.

10 Pero a los habitantes de Edom no voy a dejarles nada; ¡dañaré hasta sus escondites, para que no tengan dónde esconderse! Morirán sus hijos y sus familias; morirán también sus vecinos.

11 Pero sepan que yo cuidaré de sus huérfanos y de sus viudas; ¡pueden confiar en mí!

12-13 Dios también dijo: Ciudad de Bosrá, no creas que escaparás del castigo. Si he castigado a las naciones que no debían sufrir ningún castigo, ¡con mayor razón te castigaré a ti! Yo soy el Dios de Israel, y te juro que serás destruida y humillada; ¡llegarás a ser el hazmerreír de todos! También tus otras ciudades quedarán en ruinas para siempre.

14 Ya he mandado un mensajero para que anuncie entre las naciones: «¡Prepárense para la guerra! ¡Únanse y ataquen a Edom!».

15 Edom, voy a convertirte en la nación más débil del mundo; voy a hacer que todos te desprecien.

16 Tú te sientes orgullosa de vivir en los altos montes. Como si fueras un ave has puesto tu nido entre las rocas y por eso te crees a salvo. Pero de allí te derribaré, aunque tu nido sea tan alto como el nido de las águilas. Te juro que así lo haré.

17 Tu caída será tan terrible que se espantarán al verte los que pasen por tus ruinas.

18 Quedarás como Sodoma y Gomorra, ¡y nadie volverá a vivir en ti!

19 Edom, yo te atacaré sin aviso, como lo hace un león con su presa. Yo elegiré a tu enemigo, para que en poco tiempo te derrote. ¡No hay otro Dios como yo! ¡No hay quien me pueda desafiar! ¡Ningún pastor de ovejas es capaz de hacerme frente!

20 Por lo tanto, presten atención; escuchen lo que he pensado hacer con los que viven en Temán. Ya tengo preparado un plan contra Edom. Los más jóvenes serán arrastrados y todo el país quedará destruido.

21 Edom caerá en forma tan violenta que la tierra temblará, y los gritos de la gente se oirán hasta el Mar de los Juncos.

22 El enemigo se lanzará al ataque con la rapidez de las águilas; atacará con las alas abiertas, y cubrirá la ciudad de Bosrá. Ese día, los soldados edomitas temblarán como tiemblan las mujeres cuando van a tener un hijo.

Advertencia contra Damasco

23 Acerca de Damasco, Dios dijo: Las ciudades de Hamat y Arpad ya recibieron la mala noticia y no hay nada que las consuele; ¡están inquietas y agitadas como las olas del mar!

24 Los habitantes de Damasco se han quedado sin fuerzas; quieren huir, pero les tiemblan las piernas; se retuercen de angustia y dolor, como si fueran mujeres a punto de tener su primer hijo.

25 Damasco fue en otros tiempos una ciudad importante y alegre, pero ahora ha quedado abandonada.

26-27 Y cuando llegue el momento, sus mejores guerreros y sus jóvenes caerán muertos por las calles. Con el fuego que prenderé a los altos muros de Damasco, arderán los palacios de Ben-adad. Yo soy el Dios todopoderoso y les juro que así será.

Advertencia contra Quedar y Hasor

28 El rey de Babilonia había vencido a las tribus de Quedar y de Hasor. Acerca de ellas, Dios dijo: ¡Soldados de Babilonia, ataquen a la nación de Quedar! ¡Maten a esa gente del oriente!

29 ¡Atáquenlos! ¡Quítenles todo! ¡Quítenles sus carpas y sus ovejas! ¡Quítenles sus camellos y sus cosas de valor! Asústenlos con este grito: «¡Hay terror por todas partes!».

30 Ustedes, los que viven en Hasor, ¡escápense ya!, ¡escóndanse bajo tierra! El rey de Babilonia ha preparado contra ustedes un terrible plan de ataque. Les juro que va a atacarlos.

31-32 Y ustedes, soldados de Babilonia, ¡ataquen a esta nación orgullosa! Es una nación egoísta, y se siente tan segura que nunca cierra sus portones. Pero yo voy a dispersarla por todo el mundo, y de todos lados le traeré el desastre. A ustedes, babilonios, les permito que les quiten sus camellos y sus tesoros. Les juro que así será.

33 La ciudad de Hasor quedará en ruinas y se llenará de perros salvajes; nunca más volverá a ser habitada, porque nadie va a querer vivir allí.

Advertencia contra Elam

34 Cuando el rey Sedequías comenzó a reinar en Judá, Dios me habló acerca de la nación de Elam. Me dijo:

35 Jeremías, yo soy el Dios todopoderoso, y éste es mi mensaje acerca de Elam: Voy a acabar con el ejército elamita. Sus soldados son expertos guerreros, pero yo los haré pedazos.

36 Desde los cuatro puntos cardinales enviaré contra Elam grandes ejércitos, y con la fuerza del viento los dispersaré por todas partes; ¡no habrá un solo país donde no haya elamitas refugiados!

37 Los elamitas temblarán de miedo cuando se enfrenten a sus enemigos, y ellos los destruirán por completo. Yo estoy muy enojado con ellos, así que les enviaré terribles castigos. Haré que haya guerra entre ellos, hasta que nadie quede con vida.

38 Mataré a su rey y a sus oficiales, y el rey de Elam seré yo.

39 Sin embargo, cuando todo termine, haré volver a los elamitas de los países adonde fueron llevados. Les juro que así lo haré.

50 Advertencia contra Babilonia

1 Dios me dio este mensaje acerca de Babilonia. Me dijo:

2 A ti, Jeremías, te encargo que se anuncie entre las naciones mi mensaje, para que todos se enteren. Que se agite la señal de victoria y se dé a conocer la noticia: «¡Babilonia será conquistada! ¡El dios Bel quedará en ridículo! ¡El dios Marduc temblará de miedo! ¡Todos los dioses de Babilonia se asustarán y quedarán humillados!».

3 Del norte vendrá una nación que atacará y destruirá a Babilonia. Hombres y animales saldrán corriendo, y nadie volverá a vivir allí.

4 Cuando todo esto suceda, la gente de Israel y de Judá vendrá llorando a buscarme, pues yo soy el Dios de Israel.

5 Preguntarán cómo llegar a Jerusalén, y hacia allá se dirigirán. Al llegar, se reunirán conmigo para que hagamos un pacto eterno, del cual nunca más se olvidarán.

6 Mi pueblo ha perdido el rumbo; ha vivido como un rebaño perdido, pues sus jefes no supieron dirigirlo. Por eso anduvo por las montañas, extraviado y sin rumbo fijo; ¡hasta olvidó su lugar de descanso!

7 Al verlos, sus enemigos se burlaban y les decían: «De esto no tenemos la culpa, pues ustedes pecaron contra Dios; contra el Dios que todo les daba, y en quien confiaban sus antepasados».

8 Pueblo mío, ¡salgan ya de Babilonia! ¡Escápense de ese país! ¡Corran al frente de los que huyen!

9-10 Yo enviaré contra Babilonia grandes naciones del norte que la atacarán, la conquistarán y se quedarán con todas sus riquezas. Sus soldados son de lo mejor; ¡sus flechas siempre dan en el blanco!

11 Y ustedes, babilonios, que le han robado a mi pueblo, ¡ríanse si quieren, y hagan fiesta,

12 pero su patria quedará humillada y al final morirá avergonzada y hecha un desierto solitario!

13 Yo haré que Babilonia nunca más vuelva a ser habitada. Estoy tan enojado con ella que voy a destruirla. Todos los que pasen por allí se asustarán al ver sus ruinas.

14 Y ustedes, guerreros, ¡prepárense para atacar a Babilonia! ¡Disparen contra ella sus flechas, porque ha pecado contra mí!

15 Griten por todas partes: «¡Babilonia se ha rendido! ¡Sus torres se derrumban! ¡Sus muros caen por los suelos!». ¡Y ahora ustedes hagan con ella lo mismo que ella hizo con ustedes! ¡Ésta es mi venganza contra Babilonia!

16 ¡Que no quede en ese país nadie que siembre ni coseche! Cuando Babilonia sea atacada los que fueron llevados prisioneros huirán de allá y volverán a su país.

17 Israel es un pueblo que ha vivido perdido como oveja, y siempre en peligro de que se lo devoren los leones. El primero en devorarlo fue el rey de Asiria, y a él le siguió el rey de Babilonia, que lo devoró hasta los huesos.

18 Pero yo soy el Dios de Israel, y así como antes castigué al rey de Asiria, castigaré al rey de Babilonia y a su nación.

19 Yo haré que Israel regrese a su propia tierra, y yo mismo le daré de comer en el monte Carmelo, en la región de Basán y en las montañas de Efraín y Galaad.

20 Cuando llegue ese día, perdonaré a los que aún queden con vida. A Israel y a Judá les perdonaré su maldad.

21 Y a ustedes, enemigos de Babilonia, les mando que ataquen y persigan a estos despreciables babilonios.

22 Ya se escuchan los gritos de guerra y el ruido de una gran destrucción.

23 Tú, Babilonia, eras como un martillo que golpeaba a todo el mundo, pero ahora pareces un martillo inútil; ¡Has quedado hecha pedazos, y todas las naciones están asombradas!

24 Al rebelarte contra mí, tú misma te pusiste una trampa y acabaste cayendo en ella.

25 Yo soy el Dios de Israel; yo soy el Dios todopoderoso. Tengo algo pendiente con Babilonia. Ya he abierto mi depósito de armas, y sacaré las más destructivas. Estoy muy enojado, y haré pedazos a los babilonios.

26 ¡Vengan de todas partes y ataquen a Babilonia! ¡Abran sus depósitos de trigo y llévense todo ese grano! ¡Amontonen lo que encuentren y destrúyanlo todo! ¡Que no le quede nada!

27 ¡Llegó la hora del castigo! ¡Maten a todos sus soldados! ¡Maten a toda su gente!

28 Ahora escuchen a la gente que ha escapado de Babilonia; óiganlos hablar de mi venganza: «¡Dios acabó con los babilonios porque ellos destruyeron su templo!».

29 ¡Que vengan los guerreros, y ataquen a Babilonia! ¡Que la rodeen para que nadie se escape! Babilonia se rebeló contra mí. Por eso, ¡denle su merecido! ¡Trátenla como ella trató a otros! Yo soy el Dios de Israel, yo soy un Dios diferente.

30 Yo les juro que en ese día sus jóvenes y sus mejores soldados caerán muertos por las calles.

31-32 Babilonia, nación orgullosa, cuando llegue el día de tu castigo, vendré y te daré tu merecido. Les prenderé fuego a tus ciudades y a todos sus alrededores. Tus habitantes tropezarán y caerán, y nadie los ayudará a levantarse. Yo soy el Dios todopoderoso, yo soy el Dios de Israel, y les juro que así lo haré.

33 Ustedes los babilonios han tratado muy mal al pueblo de Israel y de Judá. Los han hecho prisioneros y no quieren dejarlos libres.

34 Yo soy el Dios todopoderoso, y con mi poder les daré libertad y los haré vivir en paz. Pero a ustedes, los babilonios, les voy a enviar un gran castigo.

35 ¡Que mueran los babilonios! ¡Que mueran sus jefes y sus sabios!

36 ¡Que todos sus profetas mentirosos se vuelvan locos y pierdan la vida! ¡Que tiemblen de miedo sus soldados!

37 ¡Que se mueran sus caballos, y sean destrozados sus carros de guerra! ¡Que todos sus soldados extranjeros se acobarden y se mueran! ¡Que les roben todos sus tesoros! ¡Que se sequen sus ríos!

38 Tantos ídolos hay en Babilonia que la gente ha perdido la razón.

39-40 Nunca más Babilonia volverá a ser habitada. Será como cuando destruí a Sodoma y a Gomorra, y las ciudades vecinas: allí sólo vivirán chacales, lechuzas y perros salvajes. Les juró que así será.

41 ¡Miren lo que viene del norte! ¡Es el ejército de una gran nación! ¡Viene desde muy lejos, y se le han unido muchos reyes!

42 Son gente cruel y sanguinaria, armada con arcos y lanzas; vienen a todo galope y dispuestos a atacarte, bella ciudad de Babilonia. El estruendo de sus gritos resuena como las olas del mar.

43 El rey de Babilonia lo sabe, y se muere de miedo; se retuerce de angustia.

44 ¡No hay otro Dios como yo! ¡No hay quien me pueda desafiar! ¡No hay jefe que se me oponga! Yo atacaré a Babilonia de repente, como ataca el león a su presa. Yo elegiré a su destructor.

45 Presten atención al plan que tengo; escuchen lo que voy a hacer con Babilonia y sus habitantes: hasta los niños más pequeños serán llevados a rastras, y la nación entera será destruida.

46 Babilonia caerá con tanta violencia que la tierra misma se sacudirá, y por todas las naciones se escucharán sus gritos.

51

1 Dios también me dijo: Voy a enviar una tormenta destructora contra Babilonia, ese pueblo rebelde.

2 Mandaré contra ella naciones enteras para que la lancen al viento, la destruyan y la dejen vacía. El día que sea destruida, la atacarán por todos lados.

3 Los soldados babilonios ya están preparando sus armas, pero ustedes ni siquiera deben dejar que se pongan la armadura. Al contrario, ¡maten a sus jóvenes!, ¡quítenles la vida a sus soldados!

4 ¡Que sus cadáveres queden tendidos por las calles de Babilonia!

5 Todos en Israel y en Judá son culpables delante de mí, pero nunca los he abandonado. Yo soy el Dios todopoderoso; ¡soy el único Dios de Israel!

6 ¡Salgan ya de Babilonia! ¡Sálvese quien pueda! ¡No tienen por qué morir por culpa de los babilonios! Finalmente ha llegado la hora en que voy a vengarme de ellos. ¡Voy a darles su merecido!

7 Babilonia fue en mis manos como una fina copa de oro; todo el mundo bebió de esa copa y con el vino se emborrachó.

8 Pero, cuando menos lo esperaba, fue derrotada y quedó destruida. ¡Lloren por ella! ¡Busquen algún remedio para su pena, a ver si recobra la salud!

9 Algunas naciones quisieron sanarla, pero no lo consiguieron. Eran tantos sus pecados que llegaban hasta el cielo, ¡más allá de las nubes!

10 Los israelitas dicen: «¡Nuestro Dios nos ha hecho justicia! ¡Vayamos y contemos en Jerusalén lo que Dios ha hecho por nosotros!».

11 Y yo digo: «Ustedes, reyes del país de Media, sáquenle punta a sus flechas y tengan listos sus escudos, pues quiero que destruyan a Babilonia. Los babilonios destruyeron mi templo; por eso quiero vengarme de ellos.

12 ¡Den la señal de ataque y derriben los muros de Babilonia! ¡Vigilen de cerca a los babilonios y háganlos caer en la trampa! Yo soy el Dios de Israel y cumpliré mis planes contra ellos».

13 Ustedes los babilonios viven junto a los ríos y gozan de grandes riquezas; ¡pero ya les llegó la hora de morir!

14 Voy a enviarles muchos enemigos que cantarán victoria sobre ustedes. Yo soy el Dios todopoderoso y les juro que así lo haré.

Canción de alabanza a Dios

15 Con su poder y sabiduría, y con mucha inteligencia, Dios hizo la tierra, afirmó el mundo y extendió los cielos.

16 Basta con que Dios hable para que rujan los cielos y aparezcan las nubes en el horizonte. En medio de fuertes relámpagos y de vientos huracanados Dios hace que llueva.

17 La gente es estúpida, no sabe nada; los ídolos son una vergüenza para quienes los fabrican. Esas imágenes son un engaño; por supuesto, no tienen vida.

18 No valen nada, son pura fantasía; cuando Dios las juzgue, serán destruidas.

19 Pero nuestro Dios no es así; ¡él hizo todo lo que existe! Nuestro Dios nos eligió y nos hizo su pueblo. ¡Su nombre es el Dios todopoderoso!

Mi arma de guerra

20 Dios también me dijo: Babilonia, tú eres mi arma de guerra. Contigo destruyo naciones y reinos,

21 contigo destruyo jinetes y caballos, contigo destruyo carros de guerra.

22 Contigo destruyo hombres y mujeres, contigo destruyo jóvenes y ancianos, contigo destruyo muchachos y muchachas.

23 Contigo destruyo ejércitos y generales, contigo destruyo campesinos y bueyes, contigo destruyo jefes y gobernantes.

Castigo final de Babilonia

24 Ustedes, gente de Judá, verán con sus propios ojos cómo voy a castigar a Babilonia y a todos los que viven allí. Los castigaré por todo el daño que le hicieron a Jerusalén. Les juro que así lo haré.

25 A ti, Babilonia, te dicen «máquina de la destrucción» porque con tu poder destruyes la tierra. Pero yo voy a lanzarme contra ti. Te agarraré entre mis manos y te haré rodar por el precipicio; ¡te convertiré en una máquina inservible!

26 Nunca más tus piedras se usarán para construir, ni para poner los cimientos de casas y edificios. Tu territorio quedará vacío para siempre. Te juro que así será.

Destrucción de Babilonia

27 Dios también me dijo: ¡Que agiten las naciones su bandera contra la tierra de Babilonia! ¡Que suene el toque de trompeta, y que ataquen a Babilonia los reinos de Ararat, Miní y Askenaz! ¡Que nombren a un general, y que ataque la caballería!

28 ¡Llamen a los reyes del país de Media, y a sus gobernadores y oficiales! ¡Llamen a todo el imperio de Media! ¡Llamen a todas las naciones! ¡Que vengan y ataquen a Babilonia!

29 Los babilonios se retuercen de dolor porque he decidido llevar a cabo mis planes contra su país. ¡Voy a destruirlos por completo, y nadie quedará con vida!

30 Los soldados de Babilonia ya no tienen valor para luchar. Débiles y llenos de miedo, se han refugiado en sus torres; mientras tanto, el enemigo quema casas y derriba puertas.

31-32 Un mensajero tras otro llega y da al rey la noticia: «¡Ha caído la ciudad de Babilonia! El enemigo controla los puentes, los cañaverales están en llamas, y todos los soldados babilonios están temblando de miedo».

33 La ciudad de Babilonia va a quedar tan desierta como un campo arrasado por el fuego. ¡Llegó la hora de su destrucción!

34 La gente de Jerusalén se queja de que el rey de Babilonia los dejó como un plato vacío. Dicen que les causó mucho miedo, que se llevó todas sus riquezas, que se los tragó como un monstruo y luego los arrojó a la basura.

35 Ahora me piden que los castigue por las humillaciones que sufrieron; ¡me piden que paguen con sangre toda la sangre israelita que derramaron!

36 Dios le dijo al pueblo de Judá: Por todo eso que los babilonios han hecho con ustedes, yo los voy a defender, voy a vengarme de ellos. Dejaré secos todos sus pozos,

37 y Babilonia quedará en ruinas; allí vivirán sólo perros salvajes. Babilonia será un país sin gente, del que todo el mundo se burlará.

38 Los babilonios rugen y gruñen como cachorros de león.

39-40 Cuando tengan hambre, yo les daré de comer y beber para que se diviertan y se emborrachen. Así caerán en un sueño profundo del que nunca más despertarán; yo los llevaré al matadero, como se lleva a los carneros, a los corderos y a los chivos. Les juro que así lo haré.

41 ¡La gran ciudad de Babilonia, a la que todo el mundo admiraba, ha caído en poder de sus enemigos! ¡Todas las naciones se espantan al ver cómo ha quedado destruida!

42 Sus enemigos se levantaron, como las agitadas olas del mar, y la inundaron por completo.

43 Sus ciudades han quedado vacías; nadie vive en ellas, nadie pasa por allí. ¡Hasta parecen un desierto!

44 Bel es el dios de Babilonia, pero yo lo voy a castigar: ¡haré que vomite lo que se comió! Las naciones ya no vendrán a adorarlo, y los muros de Babilonia serán derribados.

45-46 Ustedes, pueblo mío, no tengan miedo ni se desanimen por los rumores que se escuchan; todos los años hay nuevos rumores, abunda la violencia en el país, y todos los gobernantes se pelean. ¡Salgan ya de Babilonia, y pónganse a salvo de mi enojo!

47 Viene el día en que castigaré a los dioses de Babilonia. Todo el país quedará humillado, y por todas partes habrá cadáveres.

48 Del norte llegarán los ejércitos que destruirán a Babilonia. El cielo y la tierra, y todo lo que existe, entonarán cantos de alegría.

49 Babilonia merece la muerte por haber matado a tantos israelitas y a tanta gente de otras naciones.

50 Ustedes, los de Judá, que escaparon con vida cuando Jerusalén fue conquistada, y ahora viven en lejanas tierras, ¡salgan ya de Babilonia! Aunque vivan lejos, recuérdenme, y no se olviden nunca de Jerusalén.

51 Los extranjeros no respetaron mi santuario. Por eso ustedes sienten vergüenza, pues oyen que la gente los insulta y se burla de ustedes.

52 Pero en un día ya muy cercano castigaré a los dioses de Babilonia; ¡por todo ese país habrá gritos de dolor!

53 Aunque Babilonia tenga murallas tan altas como los cielos, yo voy a enviar un ejército que derribará esas altas murallas. Les juro que así lo haré.

54 Dios continuó diciendo: ¡Escuchen los gritos de terror que nos llegan desde Babilonia! ¡Babilonia será destruida!

55-57 Se acerca ya un ejército dispuesto a destruirla. Sus enemigos rugen como las olas; por todas partes se escuchan sus gritos. Los soldados babilonios serán capturados, y sus armas serán despedazadas. Haré que se emborrachen sus jefes y sus sabios, sus gobernadores y sus oficiales, y todos sus soldados. ¡Se dormirán, y nunca más despertarán! Yo dejaré a Babilonia en ruinas, y pondré fin a sus fiestas. Yo soy rey de Israel; soy el Dios todopoderoso, y a cada quien le doy su merecido. Les juro que así lo haré.

58 El Dios de Israel también me dijo: Los anchos muros de Babilonia serán derribados por completo, y sus majestuosos portones serán quemados. ¡De nada habrá servido tanto esfuerzo de las naciones y de los pueblos, pues todo eso acabará en el fuego!

El rollo de cuero

59-60 Cuando Sedequías tenía cuatro años de reinar en Judá, fue a Babilonia. Con él fue también Seraías, que estaba a cargo de ese viaje. Antes del viaje, yo, Jeremías, le di a Seraías un mensaje. Escribí en un rollo de cuero todas las desgracias que iban a venir sobre Babilonia,

61 luego se lo entregué a Seraías, y le dije: En cuanto llegues a Babilonia, deberás leer en voz alta todo lo que aquí dice.

62 Cuando hayas terminado, orarás así a nuestro Dios: «Tú has prometido que vas a destruir este lugar. Has dicho que vas a dejarlo hecho un desierto, y que aquí no podrá vivir ninguna persona ni ningún animal».

63 Entonces atarás una piedra al rollo, y lo arrojarás al río Éufrates.

64 Luego dirás: «Así como este rollo de cuero se hundió en el río, también Babilonia se hundirá, y nunca más volverá a levantarse. Todos los que viven en Babilonia morirán. Esta ciudad nunca podrá recuperarse del castigo que Dios le va a mandar». Aquí termina todo lo que yo, Jeremías, dije y escribí.

52 Nabucodonosor destruye a Jerusalén

1 Sedequías comenzó a reinar a los veintiún años. La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró once años. Su madre era de Libná, y se llamaba Hamutal hija de Jeremías.

2 Sedequías desobedeció a Dios, al igual que Joacín;

3 por eso Dios se enojó muchísimo con Jerusalén y Judá, y las rechazó. Después de un tiempo, Sedequías también se puso en contra del rey de Babilonia.

4 El día diez del mes de Tébet[e], durante el noveno año del reinado de Sedequías, el rey Nabucodonosor fue con todo su ejército para atacar a Jerusalén. Rodeó la ciudad y construyó rampas para atacarla mejor,

5 y se quedó alrededor de la ciudad hasta el año once del reinado de Sedequías.

6 Para el día nueve del mes de Tamuz[f] de ese año, ya no había en Jerusalén nada que comer.

7 Por eso el rey Sedequías y sus soldados hicieron una abertura en la muralla que rodeaba la ciudad. Pasaron por la entrada que estaba entre las dos murallas, junto a los jardines del rey, y esa noche se escaparon. Salieron corriendo por el camino del valle del Jordán. Mientras tanto, los soldados de Babilonia seguían rodeando la ciudad.

8 Pero luego los soldados de Babilonia persiguieron al rey Sedequías, y lo alcanzaron en la llanura de Jericó. Todo su ejército huyó y lo abandonó.

9 Los babilonios atraparon a Sedequías y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que estaba en Riblá, en el territorio de Jamat. Allí Nabucodonosor decidió cómo castigar a Sedequías.

10 En primer lugar, mandó que mataran en su presencia a los hijos de Sedequías y a todos los hombres importantes de Judá;

11 y luego mandó que a Sedequías le sacaran los ojos y lo sujetaran con cadenas de bronce. Así fue como se lo llevaron a Babilonia, donde estuvo preso hasta el día en que murió.

12 Nebuzaradán, comandante de la guardia personal del rey y general del ejército de Babilonia, llegó a Jerusalén el día diez del mes de Ab[g], del año diecinueve del reinado de Nabucodonosor.

13 Nebuzaradán incendió el templo de Dios, el palacio del rey y todas las casas de Jerusalén, en especial las de los líderes más importantes.

14 Luego, los soldados babilonios derribaron todas las murallas que rodeaban a la ciudad de Jerusalén.

15 Finalmente, Nebuzaradán se llevó prisioneros a Babilonia a todos los que habían quedado en la ciudad, incluyendo a los que se habían unido al rey de Babilonia.

16 Sin embargo, dejó a los judíos más pobres para que cultivaran los viñedos y los campos.

17-18 Los babilonios se llevaron todo el bronce que encontraron: el de las columnas del frente del templo, las bases de los recipientes, el gran tanque de agua, las vasijas, las palas, las tijeras, los cucharones y demás utensilios que se usaban en el templo.

19 Nebuzaradán se llevó además objetos de oro y plata, como hornillos y tazones.

20 No fue posible calcular el peso del bronce de las dos columnas, ni el del enorme tanque para el agua ni el de los doce toros que estaban debajo del tanque, ni el de las bases que el rey Salomón había mandado hacer para el templo.

21 Las dos columnas eran iguales, y cada una medía más de ocho metros de altura y tenía una circunferencia de cinco metros y medio. Las columnas eran huecas por dentro, y en la parte superior tenían una cobertura de bronce de siete centímetros de grueso.

22 La parte superior de cada columna tenía un adorno de bronce, que medía más de dos metros, con una hilera de figuras de bronce,

23 una en forma de manzana y otras en forma de cadena. Alrededor de cada columna había labradas unas noventa y seis manzanas, pero por encima de las cadenas había más de cien.

24 Además, Nebuzaradán apresó a Seraías, jefe de los sacerdotes, a Sofonías, sacerdote que le seguía en importancia, y a tres encargados de la vigilancia del templo.

25 En la ciudad apresó también a uno de los capitanes del ejército, a siete consejeros del rey, al oficial encargado de reunir a los soldados, y a otros sesenta hombres. Todos ellos estaban en Jerusalén,

26-27 pero Nebuzaradán se los llevó a Riblá, en el territorio de Hamat, donde Nabucodonosor, rey de Babilonia, ordenó que los mataran. De esta manera, casi todo el pueblo de Judá fue sacado de su país.

28-30 Los prisioneros que Nabucodonosor se llevó a Babilonia fueron un total de 4.600, de la siguiente manera: A los siete años de su reinado: 3.023 judíos. A los dieciocho años de su reinado: 832 habitantes de Jerusalén. A los veintitrés años de su reinado: 745 judíos, que se llevó Nebuzaradán, el capitán de su guardia.

El rey Joaquín es liberado

31 Joaquín tenía ya treinta y siete años viviendo en Babilonia, cuando Evil-merodac comenzó a reinar sobre ese país. El día veinticinco del mes de Adar[h] de ese año, Evil-merodac sacó de la cárcel a Joaquín.

32 Lo trató bien y le dio un lugar de importancia entre los otros reyes que estaban con él en Babilonia.

33 Así que Joaquín dejó de usar su ropa de prisionero, y el resto de su vida comió con el rey.

34 Además, todos los días recibía dinero para sus gastos personales. Joaquín disfrutó de este privilegio hasta el día de su muerte.


Notas de Jeremías

[a] Jeremías 28:17 Etanim: Séptimo mes del calendario lunar hebreo, y que en nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de septiembre a mediados de octubre. <<

[b] Jeremías 36:22 Quislev: Noveno mes del calendario lunar hebreo, y que en nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de noviembre a mediados de diciembre. <<

[c] Jeremías 39:2 Tamuz: Cuarto mes del calendario lunar hebreo, y que en nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de junio a mediados de julio. <<

[d] Jeremías 41:1 Etanim. Véase nota en 28.17. <<

[e] Jeremías 52:4 Tébet: Décimo mes del calendario lunar hebreo, y que en nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de diciembre a mediados de enero. <<

[f] Jeremías 52:6 Tamuz. Véase nota en 39.2-3. <<

[g] Jeremías 52:12 Ab: Quinto mes del calendario lunar hebreo, y que en nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de julio a mediados de agosto. <<

[h] Jeremías 52:31 Adar: Duodécimo mes del calendario lunar hebreo, y que en nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de febrero a mediados de marzo. <<


Audios originales de Librivox – Bible (Reina Valera) 24: Jeremías


Reflexiones sobre el libro Jeremías

Jeremías fue un profeta que vivió en el siglo VII a.C., durante un período de crisis política, social y religiosa en Judá. Fue llamado por Dios desde antes de nacer para ser su portavoz ante su pueblo rebelde y pecador. Su misión no fue fácil, pues tuvo que enfrentarse a la oposición, el rechazo y la persecución de los reyes, los sacerdotes, los falsos profetas y el pueblo mismo. Sin embargo, Jeremías fue fiel a su vocación y anunció con valentía el juicio de Dios sobre Judá y las naciones vecinas, pero también la esperanza de restauración y salvación mediante un nuevo pacto.

El libro de Jeremías es una colección de sus oráculos o sermones proféticos, junto con relatos autobiográficos e históricos que nos muestran el contexto y las circunstancias de su ministerio. El libro no sigue un orden cronológico, sino que está organizado temáticamente en varias secciones: los oráculos contra Judá y Jerusalén (caps. 1-25), los conflictos con los reyes y los falsos profetas (caps. 26-29), las promesas de restauración y el nuevo pacto (caps. 30-33), los acontecimientos de la caída de Jerusalén y el exilio (caps. 34-45), los oráculos contra las naciones (caps. 46-51) y un apéndice histórico (cap. 52).

El libro de Jeremías nos enseña varias lecciones importantes para nuestra vida cristiana. En primer lugar, nos muestra la soberanía y la santidad de Dios, que no tolera el pecado ni la idolatría de su pueblo, sino que lo castiga con justicia y severidad. En segundo lugar, nos muestra la fidelidad y la misericordia de Dios, que no abandona a su pueblo ni lo deja sin esperanza, sino que le ofrece perdón y restauración mediante un nuevo pacto basado en su gracia y su amor. En tercer lugar, nos muestra el ejemplo y el desafío de Jeremías, que fue un profeta obediente y valiente, que sufrió por causa de la palabra de Dios, pero que también confió en su cuidado y su protección.

El libro de Jeremías es una invitación a examinar nuestro corazón y nuestra relación con Dios. ¿Somos fieles a él o le hemos dado la espalda? ¿Escuchamos su palabra o seguimos nuestros propios caminos? ¿Nos arrepentimos de nuestros pecados o persistimos en nuestra rebeldía? ¿Nos acogemos a su gracia o confiamos en nuestras obras? Que el Señor nos ayude a responder a estas preguntas con sinceridad y humildad, y a seguir el ejemplo de Jeremías, que fue un siervo fiel y valiente del Dios vivo.

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