Zacarías

Libro de Zacarías

Libro de Zacarías

La sección de Zacarías es uno de los libros proféticos del Antiguo Testamento de la Biblia que se encuentra en la categoría de los profetas menores. Este libro es una obra profética clave que contiene mensajes sobre la restauración de Jerusalén después del exilio babilónico y la venida del Mesías.

El libro de Zacarías consta de catorce capítulos y presenta una serie de visiones y profecías que hablan sobre la reconstrucción del Templo y la ciudad de Jerusalén. Además, Zacarías predice la venida del Mesías y su reinado sobre la tierra.

Además de su importancia profética, el libro de Zacarías también es valorado por su lenguaje poético y su mensaje de esperanza y aliento para aquellos que se mantienen fieles a Dios. A través de su contenido, se puede comprender mejor la importancia de la obediencia a Dios y la promesa de la restauración y la redención.

En esta sección de «Sagrada Escritura», exploraremos en detalle el contenido y el significado de las visiones y profecías de Zacarías y su relevancia para la comprensión de la historia y la teología bíblica.

1 Dios está dispuesto a perdonar

1-3 Yo soy el profeta Zacarías hijo de Berequías y nieto de Idó. El Dios todopoderoso me habló en el mes de Bul[a], durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia. Me ordenó que les diera este mensaje a los israelitas: Yo estuve muy enojado con los antepasados de ustedes, pero estoy dispuesto a perdonarlos si ustedes me piden perdón. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré.

4 Tiempo atrás, mis profetas hablaron con los antepasados de ustedes y les dijeron que ya no siguieran pecando contra mí. A pesar de eso, ustedes no me hicieron caso; al contrario, me desobedecieron. Yo soy su Dios, y les aseguro que así fue.

5 Los antiguos profetas que estaban a mi servicio ya han muerto, y también han muerto los antepasados de ustedes.

6 A ellos los castigué, tal y como mis profetas se lo habían advertido. Pero ellos volvieron a obedecerme, porque reconocieron que yo los castigué por causa de sus pecados.

Los caballos de colores

7-8 Dios volvió a hablarme en un sueño el día veinticuatro del mes de Sebat[b], también durante el segundo año del gobierno del rey Darío. Era de noche, y en ese sueño vi un hombre que montaba un caballo de pelo colorado. Ese hombre estaba parado en medio de un valle. El valle estaba lleno de esos arbustos conocidos como mirtos. Detrás de él había otros hombres que montaban caballos de pelo colorado, café y blanco.

9 En mi sueño un ángel hablaba conmigo, así que le pregunté: —¿Podría usted decirme quiénes son estos hombres? Y el ángel me contestó: —Ahora te lo voy a decir.

10 Pero antes de que me lo dijera, el jinete que estaba entre los mirtos me explicó: —Dios ha enviado a estos jinetes para que recorran todo el mundo.

11 El ángel se había quedado entre los mirtos. En ese momento los jinetes le informaron: —Ya recorrimos toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.

12 Entonces el ángel preguntó: —Dios todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuándo vas a tener compasión de ellas?

13 Dios le respondió con palabras muy amables y tranquilizadoras. Luego el ángel

14 me ordenó que anunciara de parte de Dios el siguiente mensaje: Yo amo mucho a Jerusalén, y amo mucho a mi templo.

15 Y aunque por algún tiempo estuve enojado con mi ciudad, me llena de furia ver a naciones que se sienten muy orgullosas, y que se aprovecharon de mi enojo para hacer sufrir a Jerusalén.

16 Pero quiero que sepan que reconstruiré mi ciudad, y también mi templo. ¡Le mostraré cuánto la quiero! Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré.

17 Todavía el ángel me ordenó que anunciara de parte de Dios este otro mensaje: Volveré a dar prosperidad a todas mis ciudades; mostraré amor por mi templo, y Jerusalén volverá a ser mi ciudad elegida.

Los cuernos y los herreros

18-21 Más tarde levanté la vista, y vi cuatro cuernos. Como el ángel seguía a mi lado, le pregunté: —Y estos cuernos, ¿qué representan? El ángel me explicó: —Estos cuernos representan a los reinos que, con su poder, dispersaron por toda la tierra a la gente de Judá, de Israel y de Jerusalén. Después Dios me mostró a cuatro herreros. Yo le pregunté: —¿Y qué van a hacer estos herreros? Y él me respondió: —Van a llenar de miedo a esos reinos. Les quitarán su poder, por todo lo que le hicieron a Judá.

2 El hombre que medía Jerusalén

1 Volví a levantar la vista, y vi delante de mí a un hombre con una cinta de medir en la mano.

2 Le pregunté a dónde iba, y me dijo: Voy a medir la ciudad de Jerusalén. Quiero saber cuánto mide de largo y cuánto de ancho.

3 Ese hombre era un ángel, y ya estaba por irse; pero otro ángel vino a su encuentro

4 y le ordenó que me diera este mensaje: La ciudad de Jerusalén tendrá tanta gente y tanto ganado, que no tendrá murallas.

5 Yo seré para mi ciudad como una muralla de fuego; ¡yo la llenaré de riquezas! Yo soy el Dios de Israel, y juro que así lo haré.

6-7 Yo fui quien los dispersó por todas las naciones, pero ahora les ordeno que salgan ya de Babilonia y regresen a Jerusalén; ¡huyan de ese país del norte! Yo soy el Dios de Israel, y les ordeno que así lo hagan.

8-9 El Dios todopoderoso me envió a acusar a las naciones que le robaron todo a Jerusalén. Así dice nuestro Dios: Yo castigaré a todas las naciones que le han hecho daño a mi pueblo. Quien le hace daño a mi pueblo también me lo hace a mí. ¡Yo haré que sus propios esclavos les roben todas sus pertenencias! Cuando esto suceda, esas naciones sabrán que fue el Dios todopoderoso quien me envió a acusarlas. Él dijo:

10 ¡Griten de alegría, habitantes de Jerusalén, porque yo viviré entre ustedes! Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así lo haré.

11 Cuando llegue ese día, muchas naciones me seguirán. Entonces yo viviré entre ellas, y llegarán a ser también mi pueblo. Cuando esto suceda, ustedes sabrán que fue el Dios todopoderoso quien me envió a anunciarles su mensaje.

12 Entonces Judá volverá a ser propiedad de nuestro Dios, y Jerusalén volverá a ser su ciudad elegida.

13 Nuestro Dios ha salido ya de su templo santo; ¡guarden silencio en su presencia!

3 Dios perdona a su pueblo

1-3 En otro sueño vi a Josué, parado frente al ángel de Dios. Josué era el jefe de los sacerdotes, y había pecado; por eso en el sueño su ropa sacerdotal no estaba limpia. El ángel acusador estaba a la derecha de Josué, dispuesto a acusarlo ante Dios, pero el ángel de Dios le dijo: Ángel acusador, si Dios debe castigar a alguien, es a ti. Así como Dios ha elegido a la ciudad de Jerusalén, también a este hombre lo ha librado del castigo.

4 Enseguida, el ángel de Dios habló con sus ayudantes y les ordenó que le quitaran a Josué las ropas sucias. A Josué le dijo: Toma en cuenta que ya he perdonado tus pecados. Por eso ahora te voy a vestir con ropa limpia.

5 Mientras el ángel de Dios seguía allí de pie, él le ordenó a los ayudantes que también le pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza, y ellos lo hicieron así.

6 Cuando terminaron de vestirlo, el ángel de Dios le advirtió:

7-8 Así dice el Dios todopoderoso: «Yo te elegí como jefe de los sacerdotes. Si obedeces mis mandamientos y eres un buen sacerdote, te pondré a cargo de mi templo. Te daré además un puesto de honor entre mis más cercanos servidores. Y ustedes, el resto de los sacerdotes, también pongan atención, pues ustedes son una buena señal: Yo haré que vuelva a reinar en Israel mi servidor escogido.

9-10 ¡Fíjate bien, Josué! Delante de ti he puesto una piedra. Es una piedra de siete costados. Voy a grabar algo en esa piedra, y en un solo día borraré los pecados de toda la tierra. Cuando llegue ese día, se invitarán unos a otros a sentarse bajo los árboles, y podrán disfrutar tranquilos de sus uvas y de sus higos. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así será».

4 El candelero de oro y los dos olivos

1 En ese momento, el ángel que hablaba conmigo se acercó a mí para despertarme,

2 y me dijo: —Zacarías, dime qué es lo que ves. Yo le contesté: —Veo un candelero de oro puro. En la parte de arriba, el candelero tiene siete lámparas; los tubos por donde pasa el aceite del candelero se conectan con la punta, la cual tiene la forma de un plato hondo.

3 A la izquierda y a la derecha del candelero hay dos olivos.

4 Pero también le pregunté: —¿Y qué quiere decir todo esto, mi señor?

5 El ángel me contestó: —¿No sabes lo que significa? Yo le contesté que no lo sabía,

6 así que el ángel me explicó: —Dios le está mandando un mensaje a Zorobabel, y es el siguiente: «Zorobabel, no hace falta que seas poderoso, ni necesitas un gran ejército; lo único que necesitas es mi espíritu. Yo soy el Dios todopoderoso, y te aseguro que así es.

7 No importa que tus enemigos sean los poderosos babilonios, tú los derrotarás por completo. Y cuando pongas la piedra principal para reconstruir mi templo, mi pueblo gritará con alegría: ¡Dios ama mucho a Jerusalén!».

8 Dios también me dio este mensaje:

9-10 Ustedes, pueblo de Israel, verán a Zorobabel tomar la plomada. Él pondrá los cimientos de mi templo, y llevará a cabo su reconstrucción. Su trabajo es ahora muy pequeño, pero cuando lo haya terminado, ¡hasta los que no creían en él se llenarán de alegría! Así sabrán que yo, su Dios, fui quien envió a Zacarías a anunciarles todo esto. Las siete lámparas representan mis ojos, pues yo vigilo toda la tierra.

11-12 Entonces yo le pregunté al ángel: —¿Qué significan los olivos que están a los lados del candelero? ¿Y qué significan las dos ramas de olivo? ¿Por qué están junto a los dos tubos de oro por donde pasa el aceite?

13 El ángel me preguntó si no sabía yo lo que significaban, y como le dije que no,

14 él me explicó: —Estos dos olivos representan a Zorobabel y a Josué. El Dios de toda la tierra los ha elegido para que estén a su servicio.

5 El libro que volaba

1 Volví a levantar la vista, y ante mis ojos vi volar un libro.

2 El ángel me preguntó: —¿Qué es lo que ves, Zacarías? Yo le respondí: —Veo un libro que vuela. El libro mide diez metros de largo y cinco de ancho.

3 Entonces el ángel me explicó: —Este libro representa la maldición que pronto caerá sobre toda la tierra. En un lado está escrita la maldición que caerá sobre los ladrones. En el otro lado está la maldición que caerá sobre los mentirosos, esos que usan mi nombre para hacer falsos juramentos.

4 El libro entrará en la casa de los ladrones y de los mentirosos, y allí se quedará hasta destruirlos por completo. El Dios todopoderoso jura que así será.

La maldad

5 Luego, el ángel salió y me dijo: —Fíjate en lo que acaba de aparecer.

6 —¿De qué se trata?— pregunté. Y el ángel me explicó: —Se trata de una medida. Con ella Dios ha medido toda la maldad de este país.

7 La medida tenía una tapa de plomo. El ángel levantó la tapa, y pude ver que allí adentro estaba una mujer sentada.

8 Esa mujer trató de salir, pero el ángel la empujó hacia dentro y volvió a tapar la medida. Entonces me dijo: Aquí está representada la maldad.

9 Una vez más levanté la mirada, y vi a dos mujeres con alas de cigüeña. Esas mujeres volaron y se llevaron la medida.

10 Yo le pregunté al ángel: —¿A dónde se llevan la medida?

11 Y el ángel me respondió: —Se la llevan a Babilonia. En ese país construirán un templo, y sobre el altar pondrán la medida.

6 Los cuatro carros de guerra

1 Levanté otra vez la vista, y vi ante mí cuatro carros de guerra. Los carros salían de en medio de dos montañas de bronce.

2 Al primer carro lo jalaban caballos de pelo colorado, al segundo carro lo jalaban caballos de pelo negro,

3 al tercer carro lo jalaban caballos de pelo blanco, y al cuarto carro lo jalaban caballos pintos.

4 Yo le pregunté al ángel: —¿Y estos carros qué significan?

5 El ángel me explicó: —Estos carros son los cuatro vientos del cielo. Siempre están al servicio de Dios, y ahora salen a recorrer todo el mundo.

6 El carro de los caballos negros va hacia el norte, el de los caballos blancos va hacia el oeste, y el de los caballos pintos va hacia el sur.

7 Los caballos de pelo pinto estaban ansiosos por recorrer el mundo, así que el ángel les ordenó: —¡Vayan a recorrer el mundo! Los caballos obedecieron.

8 Entonces el ángel me dijo: —Los caballos negros van hacia el país del norte para llevar a cabo mis planes.

Josué recibe la corona

9 Dios también me dio este mensaje:

10-11 Heldai, Tobías y Jedaías fueron llevados como esclavos a Babilonia, pero ya han regresado. Ve a verlos y pídeles que te den oro y plata. Con ese oro y esa plata irás a ver ese mismo día a Josías hijo de Sofonías para que te haga una corona. Esa corona se la pondrás a Josué hijo de Josadac, que es el jefe de los sacerdotes. Al ponérsela,

12-13 darás este mensaje: «Así dice el Dios todopoderoso: Yo haré que de aquí salga un hombre para que reconstruya mi templo, y lo llamaré ‘Renuevo’. Él se vestirá como rey, y ocupará el trono para reinar. Compartirá el trono con un sacerdote, pero habrá paz entre ellos dos».

14 Después quiero que pongas esa corona en mi templo. Así Heldai, Tobías, Jedaías y Josías recordarán siempre mi mensaje.

15 Si ustedes me obedecen, otros vendrán de lejos y los ayudarán a reconstruir mi templo. Cuando eso suceda, ustedes se darán cuenta de que yo, el Dios todopoderoso, envié a Zacarías para que les diera este mensaje.

7 Lo que Dios quiere de su pueblo

1-4 En el cuarto año del gobierno de Darío, rey de Persia, los habitantes de Betel preguntaron a los profetas y a los sacerdotes si debían seguir ayunando los días cinco de cada mes. Para eso enviaron al templo del Dios todopoderoso a Sarezer y a Réguem-mélec, y a su gente. Era el día cuatro del mes de Quislev[c]. Entonces Dios me dio un mensaje. Me dijo: Zacarías,

5 diles de mi parte a los sacerdotes y a toda la gente de este país: «Durante los últimos setenta años ustedes han estado ayunando todos los meses quinto y séptimo. Pero no lo hacen pensando en mí.

6 Y cuando dejan de ayunar, comen pensando sólo en ustedes.

7 Esto que ahora les digo ya lo dije hace mucho tiempo por medio de los profetas, cuando aún estaban habitadas Jerusalén y las ciudades vecinas, cuando aún se vivía en paz en el desierto y en la llanura».

8-9 El Dios todopoderoso también me dio este mensaje: Ustedes deben tratar a los demás con justicia, amor y compasión.

10 No maltraten a nadie, ni hagan daño a los demás; en vez de hacer planes malvados, cuiden de las viudas, de los huérfanos, de los pobres y de los refugiados.

11-12 En el pasado, puse mi espíritu en los profetas para que ellos les comunicaran mis mensajes. Pero ustedes siempre han sido tercos; en vez de obedecerme, me abandonaron y no me hicieron caso. Por eso me enojé y les dije:

13 «Como ustedes no me hicieron caso cuando yo los llamé, tampoco yo les haré caso cuando me llamen. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré».

14 Por eso los dispersé por naciones que ustedes no conocían. Por eso su país quedó hecho un desierto, por el que nadie se atrevía a pasar. Por culpa de ustedes, su hermoso país quedó abandonado y en ruinas.

8 Dios bendecirá a su pueblo

1-2 El Dios todopoderoso también me dio este mensaje: Grande es mi amor por Jerusalén; y así de grande es también mi enojo contra sus enemigos.

3 Pero volveré a vivir en ella, y será llamada «Ciudad Fiel»; habitaré de nuevo en mi templo, y Sión será llamado «Monte Santo». Yo soy el Dios de Israel, y juro que así será.

4-5 En las calles de Jerusalén jugarán los niños y las niñas, y descansarán los ancianos y las ancianas, apoyándose en sus bastones. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así será.

6 Cuando llegue ese día, los que hayan quedado con vida creerán que esto es imposible, pero nada hay imposible para mí. Yo soy el Dios de Israel, y juró que así lo haré.

7 Yo rescataré a mi pueblo de los países del este y del oeste,

8 y lo haré volver a Jerusalén. Será mi pueblo, y yo seré su Dios; un Dios fiel y justo. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así lo haré.

9-11 Ustedes han oído mi mensaje por medio de mis profetas, desde que se puso la primera piedra para reconstruir mi templo. Por lo tanto, ¡anímense! Antes de empezar la reconstrucción no se les pagaba a los trabajadores ni se alimentaba a los animales; por culpa del enemigo nadie viajaba con tranquilidad, y todos se peleaban contra todos. Pero ya no voy a tratar así a los que aún quedan con vida. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así será.

12-13 ¡Habitantes de Judá! ¡Pueblo de Israel! Ustedes fueron entre las naciones un pueblo al que todos maldecían, pero yo los salvaré y serán una bendición. Sembrarán sus campos en paz, y sus viñedos darán mucho fruto; el cielo enviará sus lluvias y la tierra dará sus cosechas. Todo eso les daré a ustedes, los que han quedado con vida. Por lo tanto, ¡anímense!

14-15 Habitantes de Judá y de Jerusalén: Sus antepasados me hicieron enojar; por eso los destruí sin compasión. Pero no tengan miedo, que ahora voy a tratarlos bien. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así lo haré.

16 Éstos son mis mandamientos: Digan siempre la verdad, procuren hacer la paz, y traten a todos con justicia.

17 No hagan planes malvados en contra de sus semejantes, ni hagan juramentos falsos, porque todo eso lo aborrezco. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así es.

18-19 El Dios todopoderoso también me dio este mensaje: Habitantes de Judá: amen la paz y la verdad. Así serán muy felices cuando ayunen en el mes cuarto, y en el quinto, séptimo y décimo. ¡Será como si estuvieran de fiesta!

20-21 Vendrán muchos pueblos y naciones, y pasarán de una ciudad a otra diciéndole a la gente: «Busquen la bendición de Dios. Nosotros también la buscaremos». Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así será.

22-23 Cuando llegue ese día, muchos pueblos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén para pedirme que los trate con bondad. Diez hombres buscarán a un judío, y agarrándolo de la ropa le dirán en otro idioma: «¡Déjanos acompañarte a Jerusalén! ¡Sabemos que Dios está con ustedes!». Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así será.

9 Mensajes de Dios contra las naciones

1-2 Dios está vigilando a toda la raza humana. Por eso ha anunciado este mensaje contra las ciudades de Hadrac y Damasco, y también contra las tribus de Israel, contra su vecina Hamat, y contra naciones tan desarrolladas como Tiro y Sidón:

3 La ciudad de Tiro tiene tantas riquezas como polvo hay en las calles. Para protegerse, construyó murallas;

4 pero Dios le quitará esas riquezas y las echará al mar, y a ella la quemará por completo.

5 Los habitantes de Ascalón verán esto y temblarán de miedo, y la ciudad se quedará vacía; los habitantes de Gaza sufrirán al perder su rey, y los habitantes de Ecrón sufrirán al perder la esperanza.

6-7 En la ciudad filistea de Asdod vivirá gente malvada y violenta, que despedaza a sus enemigos. Pero yo salvaré a sus víctimas. ¡Así humillaré a los orgullosos filisteos! Pero a algunos los dejaré con vida, como antes dejé a los jebuseos, y será gente importante en Judá.

8 Jamás volveré a permitir que otras naciones los ataquen, pues yo mismo vigilaré mi templo.

Llegada del rey de Jerusalén

9 ¡Alégrate, bella ciudad de Jerusalén! ¡Ya tu rey viene hacia ti, montado sobre un burrito! Es humilde pero justo, y viene a darte la victoria.

10 Destruirá todas las armas de guerra y en todo Israel destruirá los ejércitos; anunciará la paz en todas las naciones, y dominará de mar a mar, ¡del río Éufrates al fin del mundo!

Dios renovará a su pueblo

11 Yo hice un pacto contigo, y lo sellé con sangre; por eso rescataré a tus presos del pozo seco donde ahora están,

12 y volverán llenos de esperanza a esas ciudades que parecen fortalezas. Si hasta ahora han sufrido, yo me comprometo en este día a hacerlos dos veces más felices.

13 Con los de Judá y de Israel destruiré a los griegos.

14 Cuando dé la orden de atacarlos, sus flechas serán como relámpagos; y marcharé contra ellos como una tormenta del desierto.

15 Yo mismo cuidaré de mi pueblo; así ellos destruirán las armas enemigas, y ofrecerán un gran banquete para celebrar su victoria. Beberán hasta emborracharse; llenarán de vino sus copas, como se llenan de sangre los tazones que se derraman sobre el altar.

16 Cuando llegue ese día, yo salvaré a mi pueblo como salva el pastor a su rebaño; y cuando ya estén en su tierra, brillarán como las joyas de una corona.

17 ¡Qué maravilloso será ver a los muchachos y a las muchachas alegres, fuertes y bien alimentados!

10 Dios promete bendecir a su pueblo

1 Dios continuó diciendo: Yo soy el Dios de Israel. Pídanme lluvia en época de sequía y yo haré que llueva en abundancia. Yo soy quien forma las tormentas y quien hace que los campos produzcan.

2 Pero los ídolos son engañosos; los adivinos sólo dicen mentiras. Engañan a la gente con sus sueños, y escucharlos no da ningún consuelo. ¡Por eso ustedes andan perdidos, como un rebaño sin pastor!

3 Yo soy el Dios de Israel, y voy a castigar a esos pastores porque estoy muy enojado con ellos. Yo mismo cuidaré de mi pueblo. Judá es ahora un rebaño de ovejas, pero pronto voy a convertirlos en briosos caballos de batalla.

4 De entre ellos saldrán grandes jefes que brindarán su apoyo a mi pueblo; serán como la estaca de una tienda, como un arco para lanzar flechas, ¡como la piedra principal de un edificio!

5 Serán como los soldados valientes que luchan en medio del lodo; lucharán contra soldados de a caballo y les ganarán la batalla, porque yo estaré con ellos.

6 Yo soy el Dios de Israel, y escucho las oraciones de mi pueblo. Yo fortaleceré a la gente de Judá y salvaré a todos los israelitas; los haré volver a su tierra, y parecerá que nunca los rechacé porque les mostraré mi compasión.

7 Los israelitas se alegrarán como se alegran los soldados cuando han tomado mucho vino; cuando sus hijos vean esto, también se llenarán de alegría por lo que yo haré con ellos.

8 Cuando les dé la señal, los llamaré y volveré a reunirlos; y cuando los haya salvado, volverán a ser un pueblo numeroso como lo fueron en tiempos pasados.

9 Yo los dispersé entre las naciones, pero aun allí se acordarán de mí, y regresarán a su tierra en compañía de sus hijos.

10 Los haré volver de Egipto y Asiria, y los haré vivir en Galaad y en la región del monte Líbano; pero serán muchos cuando vuelvan y no habrá lugar para todos.

11 Angustiados, cruzarán el mar, pero yo calmaré sus olas y secaré por completo el río Nilo; ¡yo acabaré con el poder de Egipto, y pondré fin al orgullo de Asiria!

12 Yo fortaleceré a mi pueblo, y en mi nombre avanzarán sin miedo. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así será.

11

1 Monte Líbano, ¡abre paso al fuego, porque va a devorar tus cedros!

2 Ustedes, los pinos, ¡lloren por esos enormes árboles! ¡Los grandes cedros han sido derribados! Y ustedes, robles de Basán, ¡lloren por esos grandes bosques que han dejado de existir!

3 Los pastores lloran desesperados, porque sus verdes pastos se quemaron; los leones rugen furiosos, porque los llanos del río Jordán ahora parecen un desierto.

Los dos pastores

4 El Dios todopoderoso me dio este mensaje: Ve y cuida de las ovejas que serán llevadas al matadero.

5 Los que las compran las matan sin ninguna compasión; los que las venden dicen «¡Gracias a Dios ya soy rico!»; y ni siquiera sus propios pastores se compadecen de ellas.

6 Yo haré lo mismo: ¡no tendré compasión de los habitantes de este país! Dejaré que caigan bajo el poder de las naciones vecinas y del rey que las gobierne. Y aunque su tierra sea destruida por completo, yo no iré en su ayuda. Yo soy el Dios todopoderoso, y juro que así lo haré.

7 Yo me dediqué a cuidar de las ovejas que irían al matadero, y di especial atención a las ovejas más débiles. Tenía yo dos varas de pastor; a una de ellas la llamé Bondad, y a la otra la llamé Unión.

8 Como los pastores no me querían, ni yo los quería a ellos, en un mes despedí a tres.

9 A las ovejas les dije: ¡Ya no quiero ser su pastor! ¡No me importa si se mueren o las matan! ¡Tampoco me importa si se comen las unas a las otras!

10 Después tomé la vara llamada Bondad, y la rompí. Con eso di a entender a los que estaban allí que Dios había roto su pacto con todas las naciones.

11 Los comerciantes de ovejas vieron lo que hice, y entendieron que eso era un mensaje de Dios para ellos, en el que yo representaba a Dios y las ovejas representaban al pueblo.

12 Luego les dije a los comerciantes: Quiero que me paguen mi sueldo. Pero si no quieren pagarme, no lo hagan. Entonces ellos me pagaron treinta monedas de plata.

13 Dios me dijo: ¡Treinta monedas de plata es muy poco por todo lo que yo he hecho a favor de mi pueblo! ¡Toma las monedas, y tíralas en el cofre de las ofrendas! Tomé entonces las monedas, y cumplí con lo que Dios me ordenó hacer.

14 Después de eso, rompí la vara llamada Unión, y así se rompió el lazo fraternal que unía a Israel con Judá.

Los malos pastores

15 Dios me dio este otro mensaje: Ahora vas a representar a esos pastores que no se preocupan por sus ovejas.

16 Porque voy a poner este país al cuidado de un rey que no se preocupará por su pueblo. Será como un pastor descuidado: no se preocupará por las ovejas que se apartan del camino, ni buscará a las ovejas perdidas, ni curará a las ovejas lastimadas, ni alimentará a la ovejas hambrientas. Ese rey sólo se ocupará de los ricos y poderosos que le dan de comer.

17 ¡Qué mal le va a ir al pastor inútil, que no cuida del rebaño! ¡Ojalá que con una espada le corten una mano, y que con un cuchillo le saquen los ojos!

12 Dios destruirá a los enemigos de Jerusalén

1 Dios me dio este mensaje para los israelitas: Yo soy el Dios todopoderoso. Yo fui quien extendió los cielos y afirmó las bases de la tierra. Yo soy quien dio vida a todos los seres humanos.

2-3 Cuando las naciones vecinas quieran atacar a Jerusalén y a las ciudades de Judá, yo las haré fracasar. Su ataque será tan torpe que mi pueblo pensará que están borrachos. Cuando llegue ese día, todas las naciones se unirán para acabar con Jerusalén. Pero yo haré que Jerusalén sea como una piedra enorme; ¡todo el que trate de moverla será aplastado por ella!

4 Yo estaré vigilando al pueblo de Judá, así que ese día dejaré ciegos a todos los caballos de las naciones, y espantaré a sus jinetes.

5 Cuando los jefes de Judá vean esto, dirán convencidos: «¡El único Dios todopoderoso es el Dios de los que vivimos en Jerusalén! ¡Nuestro Dios es nuestra fortaleza!».

6-7 Ese día convertiré a los jefes de Judá en fuego, y con ese fuego consumiré por completo a todas las naciones vecinas, pero a la ciudad de Jerusalén no le pasará nada. Salvaré a las familias de Judá, pues para mí son tan importantes como la familia de David y como los que viven en Jerusalén. Que nadie piense lo contrario.

8-9 Yo estoy dispuesto a destruir a cualquier nación que ataque a Jerusalén. De tal manera protegeré a sus habitantes que, ese día, los más débiles entre ellos serán tan poderosos como David; además, los descendientes de David volverán a gobernar como si mi propio ángel los dirigiera.

10 Yo haré que los descendientes de David oren y se pongan muy tristes al mirar al que atravesaron con una lanza. También haré que lloren los habitantes de Jerusalén. Y será tan grande su tristeza que llorarán como si hubieran perdido a su único hijo.

11 Ese día llorarán en Jerusalén, como cuando lloran la muerte del dios Hadad-rimón en la llanura de Meguido.

12-14 Todos en el país estarán de luto, y cada familia llorará por separado. Llorarán hombres y mujeres entre los descendientes de David, Natán, Leví y Simí, y entre todas las demás familias.

13 Dios purificará a su pueblo

1-3 Ese día yo perdonaré a mi pueblo. Los descendientes de David y los habitantes de Jerusalén siempre encontrarán perdón en mí. Borraré de la tierra a todos los ídolos, y nunca más serán recordados. Acabaré también con sus profetas, que hablaban guiados por malos espíritus. Cuando alguien quiera engañarlos, diciendo que habla de mi parte, sus propios padres lo condenarán a morir, y ellos mismos lo matarán. Yo soy el Dios todopoderoso, y juro que así se hará.

4-5 Ese día los profetas se avergonzarán de haber anunciado mensajes falsos, y nunca más volverán a engañar a otros. En vez de llamarse profetas, dirán que son campesinos y que desde jóvenes han cultivado la tierra.

6 Y si alguien les pregunta por las cicatrices que tienen en las manos, dirán que se cortaron en casa de unos amigos, y no en los cultos de dioses extraños.

Castigo y perdón

7 El Dios todopoderoso afirma: ¡Despiértate, espada, y mata a mi rey escogido! ¡Mata a mi mejor amigo! Así mi pueblo se dispersará y yo acabaré con sus descendientes.

8-9 De la gente de este país morirán dos terceras partes, y el resto quedará con vida; pero los castigaré para hacerlos cambiar, y volverán a obedecerme. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así será. Cuando me llamen, les responderé; yo los reconoceré como mi pueblo, y ellos me reconocerán como su Dios.

14 La victoria final de Dios

1-2 Ciudad de Jerusalén, ya viene el día en que Dios reunirá contra ti a todas las naciones. Te atacarán y te conquistarán; se llevarán todo lo que haya en tus casas, y en las calles se lo repartirán. A tus mujeres las violarán, y a la mitad de tus habitantes se los llevarán a otro país, pero dejarán en ti a un pequeño grupo de gente.

3-4 Cuando llegue ese día, Dios mismo luchará contra esas naciones. Pondrá su campamento en el Monte de los Olivos, que está al este de Jerusalén. Partirá en dos el monte para formar un gran valle, que se extenderá de este a oeste. Una mitad del monte quedará en la parte norte, y la otra mitad quedará en la parte sur.

5 Dios hará esto para que ustedes puedan huir por en medio, pues el valle llegará hasta Asal. Huirán como en los días del terremoto, cuando Ozías era rey de Judá. Entonces vendrá mi Dios, junto con todos sus ángeles.

6-7 Ese día será tan especial, que no habrá diferencia entre el día y la noche, pues hasta en la noche habrá luz de día. ¡Sólo Dios sabe cómo será ese día!

8 Entonces de Jerusalén saldrá un río que nunca se secará. Sus aguas correrán en época de lluvia y en época de sequía; la mitad de sus aguas se vaciará en el Mar Muerto, y la otra mitad en el mar Mediterráneo.

9 Cuando llegue ese día, un solo Dios reinará en toda la tierra. ¡Ese Dios es nuestro Dios!

10-11 De norte a sur, todo el país se volverá una llanura. Sólo la ciudad de Jerusalén permanecerá en su monte, y todo en ella seguirá siendo igual, tanto en el Portón de Benjamín como en el Portón de la Esquina, lo mismo en la torre de Hananel que en las bodegas del rey. Sus habitantes vivirán tranquilos, porque nadie volverá a destruirla.

12-13 Pero Dios castigará a las naciones que atacaron a Jerusalén. Hará que se llenen de miedo, y que empiecen a pelear entre ellas mismas; ¡aun en vida se les pudrirán la carne, los ojos y la lengua!

14 Entonces la gente de Judá vendrá a Jerusalén para luchar contra esas naciones, y les quitará grandes cantidades de oro y plata, y muchos vestidos.

15 Dios castigará también a los caballos, camellos y burros, y a todas las bestias que haya en los campamentos enemigos.

16-19 Después de esto, los que atacaron a Jerusalén y hayan quedado con vida vendrán a la ciudad cada año para adorar a nuestro Rey, el Dios todopoderoso, y para celebrar la fiesta de las enramadas. Pero si Egipto, o alguna otra nación, no viene a Jerusalén, Dios impedirá que llueva en esa nación, y así la castigará.

20-21 Cuando llegue ese día, todo será propiedad exclusiva del Dios todopoderoso y quedará sólo a su servicio. ¡Hasta los cascabeles de los caballos estarán marcados como propiedad exclusiva de Dios! Serán propiedad de Dios los tazones que se usan en el altar, las ollas que se usan en la cocina del templo, y todas las ollas que haya en Jerusalén y en Judá. La gente que vaya al templo para presentar ofrendas, deberá cocinar en esas ollas. Así nadie volverá a hacer negocios en el templo del Dios todopoderoso.


Notas de Zacarías

[a] Zacarías 1:1 Bul: Octavo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de octubre a mediados de noviembre. <<

[b] Zacarías 1:7 Sebat: Decimoprimer mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de enero a mediados de febrero. <<

[c] Zacarías 7:1 Quislev: Noveno mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de noviembre a mediados de diciembre. <<


🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 28-39: Los 12 Profetas Menores

Notas sobre el libro Zacarías

El libro de Zacarías es uno de los libros proféticos de la Biblia, que relata las visiones y los oráculos del profeta Zacarías, hijo de Baraquías, hijo de Idó. Zacarías vivió en el siglo VI a.C., después del exilio de los judíos en Babilonia, y fue contemporáneo de Hageo y Zorobabel, el gobernador persa de Judá.

El libro se divide en dos partes principales: la primera (capítulos 1-8) contiene ocho visiones simbólicas que anuncian la restauración de Jerusalén y el templo, la purificación del pueblo y la venida del Mesías; la segunda (capítulos 9-14) contiene dos oráculos que profetizan sobre el juicio de las naciones enemigas, la salvación de Israel y el reinado universal de Dios.

El propósito del libro de Zacarías es alentar a los judíos que habían regresado del exilio a reconstruir el templo y a renovar su alianza con Dios, así como a prepararlos para la llegada del Mesías prometido, que traería la paz y la justicia al mundo. El libro también revela el plan de Dios para la historia humana y su amor por su pueblo elegido.

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