Santa Catalina de Siena

LECCIONARIO V. 29 de abril. Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia

Lecturas Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia.

29 de abril Santa Catalina de Siena

El 29 de abril celebramos la memoria de Santa Catalina de Siena, una mujer excepcional que, a pesar de las limitaciones de su época, se convirtió en un faro de luz y sabiduría para la Iglesia. Nacida en Siena, Italia, en 1347, Catalina se caracterizó desde pequeña por su profunda fe y su ardiente amor por Dios.

A los 16 años, Catalina ingresó a la Tercera Orden de Santo Domingo, donde se dedicó a la oración, la penitencia y la caridad. Su vida estuvo marcada por una intensa actividad apostólica, que la llevó a escribir cartas y tratados espirituales, a mediar en conflictos políticos y a predicar con fervor la renovación de la Iglesia.

Catalina de Siena no solo fue una mujer mística y contemplativa, sino también una voz profética que no dudó en desafiar a los poderosos de su tiempo. Con gran valentía, exhortó a los papas a regresar a Roma desde Aviñón, donde se encontraban exiliados, y a los clérigos a vivir una vida santa y austera.

Su profunda sabiduría y su excepcional conocimiento de la teología le valieron el título de Doctora de la Iglesia, un reconocimiento que la coloca entre los grandes maestros espirituales de la historia. Su obra maestra, el «Diálogo de la Divina Providencia», es un tratado místico que refleja su profunda experiencia de Dios.


29 de abril: Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia

PRIMERA LECTURA

La sangre de Jesús nos limpia los pecados

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5—2, 2

Queridos hermanos:

Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados.

Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra.

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 102, 1-2. 3-4. 8-9. 13-14. 17-18a (R.: 1a)

R. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos,
para los que guardan la alianza. R.

Aleluya y versículo antes del evangelio Cf. Mt 11, 25

Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla.

EVANGELIO

Has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús:

—«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.


Lecturas del Leccionario V para el mes de abril


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