Isaías

Libro de Isaías

Libro de Isaías

El libro de Isaías es uno de los libros proféticos de la Biblia, y se encuentra en el Antiguo Testamento. Este libro contiene una colección de profecías y enseñanzas atribuidas al profeta Isaías, quien vivió en el siglo VIII a.C. en el Reino de Judá.

El libro de Isaías se divide en dos partes: la primera (capítulos 1-39) contiene profecías relacionadas con la situación política y religiosa de Judá en la época de Isaías; la segunda (capítulos 40-66) contiene profecías que se enfocan en la restauración de Jerusalén y la redención del pueblo de Israel.

El libro de Isaías es considerado uno de los libros proféticos más importantes de la Biblia, y ha sido objeto de estudios y debates durante siglos. Las profecías contenidas en este libro abordan temas como la justicia social, la adoración verdadera, la redención y el juicio divino. Además, algunas de las profecías mesiánicas más importantes de la Biblia se encuentran en el libro de Isaías, lo que ha llevado a algunos a considerarlo como un libro que prefigura la venida de Jesucristo.

En esta sección de Sagrada Escritura, exploraremos el libro de Isaías en profundidad, examinando sus profecías y enseñanzas y su importancia en la tradición bíblica y en la vida espiritual de los creyentes. También exploraremos su contexto histórico y cultural para comprender mejor su significado y relevancia en la actualidad.

1 Introducción

1 Dios le habló al profeta Isaías hijo de Amós, y le dio varios mensajes para todos los israelitas que vivían en el reino de Judá. Esto sucedió durante los reinados de Ozías, Jotam, Ahaz y Ezequías.

Dios acusa a su pueblo

2-3 Dios le dijo a Isaías: Tengo un pleito contra los israelitas, y el cielo y la tierra son mis testigos. El buey y el burro conocen a su dueño y saben quién les da de comer; pero a Israel, el pueblo que formé, le falta inteligencia, ¡se ha rebelado contra mí!

4 Todos ellos son pecadores y están llenos de maldad. Se alejaron de mí, que soy el Dios de Israel; ¡me abandonaron por completo!

5-6 Han sido tan rebeldes, y los he castigado tanto, que ya no les queda un lugar sano. De pies a cabeza están cubiertos de heridas. Nadie se las ha curado ni vendado, ni les ha calmado los dolores con aceite. ¡Se han quedado sin fuerzas!

El país está en ruinas

7 Israel está destruido, sus ciudades arden en llamas; ante la mirada de sus habitantes el enemigo se come sus cosechas. El país ha quedado desierto, pues un ejército enemigo lo atacó hasta destruirlo.

8 Jerusalén se salvó de la destrucción, pero se ha quedado abandonada, tan sola como un guarda en un campo de melones; tan sola como una ciudad rodeada por el enemigo.

9 Si yo, el Dios todopoderoso, no hubiera salvado a unos pocos, Jerusalén se habría quedado en ruinas, como sucedió con Sodoma y Gomorra.

Israel no sabe adorar a Dios

10 El profeta Isaías les dijo a los jefes de Israel: Ustedes, que son tan malos como fueron los jefes de Sodoma y los habitantes de Gomorra, ¡escúchenme bien! ¡Atiendan a lo que Dios les dice!

11 Dios les advierte: «¿Por qué me traen tantos animales para presentarlos en mi altar? ¡Ya estoy harto de esas ofrendas; me da asco ver tanta sangre de toros, carneros y cabritos!

12 Yo nunca les he pedido que me traigan esos animales cuando vienen a adorarme; sólo vienen para ensuciar mi templo y burlarse de mí. ¡Váyanse de mi templo!

13-14 ¡Para mí, esas ofrendas no tienen ningún valor! ¡Ya no quiero que las traigan! Y no me ofrezcan incienso porque ya no lo soporto. Tampoco soporto sus fiestas de sábado y luna nueva, ni reuniones de gente malvada. Me resultan tan molestas que ya no las aguanto.

15 Ustedes oran mucho, y al orar levantan las manos, pero yo no los veo ni los escucho. ¡Han matado a tanta gente que las manos que levantan están manchadas de sangre!

16 ¡Dejen ya de pecar! ¡No quiero ver su maldad! ¡Dejen ya de hacer lo malo

17 y aprendan a hacer lo bueno! Ayuden al maltratado, traten con justicia al huérfano y defiendan a la viuda.

18-19 Vengan ya, vamos a discutir en serio, a ver si nos ponemos de acuerdo. Si ustedes me obedecen, yo los perdonaré. Sus pecados los han manchado como con tinta roja; pero yo los limpiaré. ¡Los dejaré blancos como la nieve!». Entonces comerán de lo mejor de la tierra;

20 pero si siguen siendo rebeldes, morirán en el campo de batalla. Les juro que así será».

Dios castigará a los rebeldes

21 Isaías dijo: Los habitantes de Jerusalén eran fieles, honestos y justos, pero ahora son unos asesinos.

22 Eran como la plata, pero se han vuelto basura; eran como el buen vino, pero se han vuelto vinagre.

23 Los gobernantes son rebeldes y amigos de bandidos. A cambio de dinero y de regalos declaran culpable al inocente. Maltratan al huérfano y niegan ayuda a las viudas.

24-25 Por eso, el Dios todopoderoso, dice: «¡Basta ya! Ustedes son mis enemigos, y voy a castigarlos. Borraré todos sus pecados como quien quema basura, como quien quita una mancha.

26 Haré que los jueces y consejeros vuelvan a ser honrados y sinceros. Se volverá a decir que en Jerusalén se practica la justicia y que su gente me es fiel.

27 A los habitantes de Jerusalén que vuelvan a obedecerme los libraré con mi gran poder de ese terrible castigo.

28 Pero haré pedazos a los rebeldes y a los que me abandonen.

29 Ustedes van a sentir vergüenza de esos árboles y jardines, de los que se sienten orgullosos.

30 A ustedes los dejaré arruinados, y serán como árboles sin hojas, como jardines completamente secos.

31 El más fuerte de ustedes arderá en llamas como la paja; ¡y de él no quedará ni el recuerdo de sus obras!».

2 El mundo vivirá en paz

1 Éste es el mensaje que Dios le dio a Isaías hijo de Amós, para el reino de Judá y la ciudad de Jerusalén.

2 En el futuro, el monte donde se encuentra el templo de nuestro Dios será el monte más importante. Allí vendrán muchos pueblos

3 y gente de muchas naciones, y unos a otros se dirán: Subamos al monte de Sión, al templo del Dios de Israel, para que él mismo nos enseñe y obedezcamos sus mandamientos. Dios mismo será nuestro maestro desde el monte de Sión, ¡desde la ciudad de Jerusalén!

4 Dios mismo dictará sentencia contra naciones y pueblos lejanos, y ellos convertirán sus espadas en herramientas de trabajo. Nunca más nación alguna volverá a pelear contra otra, ni se entrenará para la guerra.

5 ¡Vamos, pueblo de Israel, deja que Dios sea tu guía!

Los muchos pecados de Israel

6 Isaías dijo: ¡Dios mío, tú has abandonado a tu pueblo Israel! El país está lleno de adivinos, que han venido de Asiria y de Babilonia. Israel practica la brujería, igual que sus vecinos, los filisteos. Israel hace negocios sucios con gente extranjera.

7 Por eso se ha llenado de oro y plata; son muchos sus tesoros. Israel se ha convertido en gran potencia militar, pues tiene muchos caballos y numerosos carros de guerra.

8 ¡Israel está lleno de ídolos! Todos adoran a dioses fabricados con sus propias manos.

9 Esto es una vergüenza y una terrible desgracia; ¡no los perdones, Dios mío!

Dios castigará a los orgullosos

10 Israelitas, escóndanse entre las rocas, escóndanse en las cuevas, para que puedan escapar del poderoso y temible Dios.

11 Los orgullosos bajarán la vista, y agacharán la cabeza. Sólo el Dios todopoderoso será adorado,

12 pues ya está cerca el día en que humillará a esos orgullosos.

13 Cuando llegue ese día, Dios actuará contra aquellos que se creen muy importantes; se creen más grandes y altos que los cedros del monte Líbano y que los robles del valle de Basán.

14 Dios actuará contra aquellos que se creen muy importantes; se creen más grandes y altos que las montañas y los cerros,

15 más altos que las torres y más fuertes que las murallas.

16 Se creen más ricos que un barco cargado de muchos tesoros.

17-18 Cuando llegue ese día serán humillados por completo los creídos y orgullosos. Cuando llegue ese día, Dios acabará con todos los ídolos, y solamente él será adorado.

Dios castigará a su pueblo

19-21 Cuando Dios decida castigarlos escóndanse entre las rocas, escóndanse en las cuevas, para que puedan escapar de Dios y de su terrible poder. Cuando llegue ese día, la gente tomará sus falsos dioses, esos ídolos de oro y plata que fabricaron con sus propias manos, y los arrojarán a las ratas y a los murciélagos.

22 Por eso, ¡dejen de confiar en su propio poder, porque tarde o temprano todos van a morir!

3 Judá y Jerusalén serán castigadas

1 Isaías advierte a los habitantes de Judá y Jerusalén: ¡Fíjense bien! El Dios todopoderoso dejará sin pan ni agua a Jerusalén y al reino de Judá.

2-3 Dios hará que desaparezcan el valiente y el guerrero, el juez y el profeta, el capitán y el anciano, el rico y el consejero, el adivino y el artesano.

4 Dios pondrá a niños y muchachos como jefes y gobernantes.

5 La vida se volverá tan difícil que hasta entre amigos se atacarán. Los jóvenes insultarán a los viejos y los pobres a los ricos.

6 Uno le dirá a su hermano: «Sólo tú puedes gobernar sobre este montón de ruinas porque en casa de nuestro padre al menos tienes ropa que ponerte».

7 Pero el otro le responderá: «En mi casa no tengo comida ni ropa que ponerme. Ni se te ocurra hacerme jefe del pueblo; ¡yo no puedo arreglar este desastre!».

8 Jerusalén se derrumba, el reino de Judá está en ruinas, porque allí todos ofenden a Dios.

9 Todos ellos son culpables; ¡en la cara se les ve! Nadie esconde sus pecados; ni siquiera los disimulan. Se están portando igual que los habitantes de Sodoma. Nada bueno les espera; se están ganando su propio castigo.

10-11 ¡Qué mal le irá al malvado! ¡Dios lo castigará por todo lo que ha hecho! En cambio, Dios bendecirá al obediente, y lo recompensará por su buena conducta.

Los malos gobernantes

12 Los gobernantes engañan a mi pueblo, y lo llevan por mal camino; hasta las mujeres y los niños gobiernan y abusan de la gente.

13 Dios está por juzgar a su pueblo.

14 Lo llamará a juicio y les dirá a sus líderes y jefes: «Ustedes han destruido a mi pueblo querido. Han robado a los pobres y han guardado en sus casas todo lo que se robaron.

15 ¿Con qué derecho abusan de mi pueblo y maltratan a los pobres?». Yo, el Dios todopoderoso, les juro que así es.

Dios castiga a las mujeres orgullosas

16 Dios les dijo a las mujeres de Jerusalén: Mujeres de Jerusalén, ustedes son tan orgullosas que andan con la cabeza levantada, miran a todos con desprecio, se menean al caminar y llaman la atención haciendo sonar los adornos que llevan en los tobillos.

17 Pero yo las dejaré desnudas, con las cabezas peladas y llenas de llagas.

18-23 Mujeres de Jerusalén, llegará el día en que haré desaparecer todos los adornos que ustedes usan en las manos y en los pies, en la cara y en el cuello, en el pelo y en las orejas, en los dedos y en la cintura. También les quitaré sus perfumes y sus espejos, sus mantos y sus bolsos sus sandalias y sus finos vestidos.

24 Mujeres de Jerusalén, hoy andan perfumadas, mañana olerán mal; hoy usan cinturón, mañana usarán una soga; hoy se visten con ropa fina, mañana vestirán trapos viejos; hoy se ven muy hermosas, mañana estarán llenas de cicatrices; hoy se peinan con elegancia, mañana no tendrán nada que peinarse.

25 Dios también dijo: Los guerreros de Jerusalén morirán en el campo de batalla.

26 La gente llorará y se pondrá de luto, y la ciudad quedará abandonada.

4

1 En aquel día quedarán tan pocos hombres, que siete mujeres se pelearán por uno de ellos. Las mujeres les dirán a los hombres: «Si te casas conmigo yo me compraré mi propio pan y también mi propia ropa; por favor, cásate conmigo para que no me muera de vergüenza».

Dios perdonará a Israel

2-3 Dios también dijo: No castigaré a todos. A los que deje con vida, les permitiré vivir en Jerusalén y serán llamados: «Pueblo elegido de Dios». Cuando llegue ese día, haré que prosperen y vivan bien. Mi pueblo se pondrá orgulloso de los frutos que su tierra le dará.

4 Cuando yo dicte sentencia y castigue a mi pueblo, perdonaré a los habitantes de Jerusalén de los crímenes que han cometido.

5-6 Entonces protegeré a mi pueblo con una nube durante el día y una llama de fuego durante la noche. Así, durante el día, los protegeré del calor, de la lluvia y de la tempestad.

5 El canto de la viña

1 Dios dijo: Esta canción habla de una viña, y quiero dedicársela a mi pueblo. Mi amigo plantó una viña en un terreno muy fértil.

2 Removió la tierra, le quitó las piedras y plantó semillas de la mejor calidad. Puso una torre en medio del terreno y construyó un lugar para hacer el vino. Mi amigo esperaba uvas dulces, pero sólo cosechó uvas agrias.

3 Ahora, díganme ustedes, habitantes de Jerusalén y de Judá, digan quién tiene la culpa, si ustedes o yo.

4 ¿Qué no hice por ustedes? Lo que tenía que hacer, lo hice. Yo esperaba que hicieran lo bueno, pero sólo hicieron lo malo.

5 Pues bien, ustedes son mi viña, y ahora les diré lo que pienso hacer: dejaré de protegerlos para que los destruyan, derribaré sus muros para que los pisoteen.

6 Los dejaré abandonados, y pasarán hambre y sed, y no los bendeciré.

7 Mi viña, mi plantación más querida, son ustedes, pueblo de Israel; son ustedes, pueblo de Judá. Yo, el Dios todopoderoso, esperaba de ustedes obediencia, pero sólo encuentro desobediencia; esperaba justicia, pero sólo encuentro injusticia.

Contra los que abusan de los pobres

8 El profeta Isaías anunció seis amenazas contra Judá: ¡Qué mal les va a ir a ustedes! Compran casas y más casas, campos y más campos, y no dejan lugar para nadie más. Se creen los únicos dueños del país.

9 El Dios todopoderoso me ha prometido: «Todas esas casas grandes y hermosas, serán destruidas y nadie podrá habitarlas.

10 Tres hectáreas plantadas de uvas no darán más que un barril de vino; diez bolsas de semilla sólo producirán una bolsa de trigo».

Contra los desenfrenados

11 ¡Qué mal les va a ir a ustedes! Muy temprano empiezan a emborracharse, y todavía de noche siguen tomando.

12 En sus fiestas se oye música de arpas, tambores y flautas, y abunda el vino. Ustedes nunca se fijan ni toman en cuenta todo lo que Dios ha hecho.

13 Por eso, el pueblo y sus jefes serán llevados a un país extraño, y allí morirán de hambre y de sed.

14 Les aseguro que las tumbas se abrirán para tragarse al pueblo y a sus jefes, porque se divierten haciendo el mal.

15 El pueblo quedará humillado, y sus jefes agacharán la cabeza.

16-17 Las ciudades serán destruidas, y ovejas y cabras comerán pasto entre sus ruinas. Así el Dios todopoderoso mostrará su grandeza y santidad cuando haga justicia.

Contra los malvados

18 ¡Qué mal les va a ir a ustedes! ¡El pecado los tiene atrapados!

19 Para colmo, ustedes se animan a decir: «Que Dios nos demuestre que cumplirá todo lo que ha prometido; que el Dios único y todopoderoso se apresure a cumplir sus planes, para que podamos conocerlos».

Contra los que engañan

20 ¡Qué mal les va a ir a ustedes! Dicen que lo malo es bueno, y que las tinieblas son luz. También dicen que lo amargo es dulce.

Contra los creídos

21 ¡Qué mal les va a ir a ustedes! ¡Se creen muy sabios y muy inteligentes!

Contra los que practican la injusticia

22 ¡Qué mal les va a ir a ustedes! ¡Para beber vino y mezclar licores son unos campeones!

23 ¡Pero en realidad, son todos unos corruptos! Por dinero dejan en libertad al culpable, y no respetan los derechos del inocente.

24 Rechazan la enseñanza del Dios santo de Israel; desprecian los mandamientos del Dios único y perfecto. Por eso, así como el fuego quema la paja así también desaparecerán ustedes: serán como plantas que se pudren de raíz y sus flores se convierten en polvo.

El enojo de Dios

25 Por eso Dios se enojó con ustedes, que son su pueblo, y levantó su mano poderosa para castigarlos. Temblaron las montañas, y los cadáveres quedaron tirados como basura en las calles. Pero Dios sigue muy enojado, su mano está lista para seguir con el castigo.

La invasión del enemigo

26 Dios llama a una nación lejana para atacar a su pueblo. Los soldados de esa nación atienden pronto a su llamado.

27 Son fuertes y no se cansan; están siempre alertas y listos para la guerra.

28 Ya han preparado sus arcos, y han afilado sus flechas. Los cascos de sus caballos son duros como las piedras; las ruedas de sus carros avanzan con rapidez.

29 Los soldados lanzan gritos de guerra; parecen leones feroces que arrastran la presa y se la llevan; ¡nadie se las puede quitar!

30 En el momento indicado, esa nación atacará a Israel con la fuerza de un mar tormentoso. Entonces la tierra quedará envuelta en tinieblas, y la luz del día se perderá entre oscuros nubarrones. ¡Israel quedará muy angustiada!

6 Isaías tiene una visión en el templo

1 Yo, Isaías, vi a Dios sentado en un trono muy alto, y el templo quedó cubierto bajo su capa. Esto me sucedió en el año en que murió el rey Ozías.

2 Vi además a unos serafines que volaban por encima de Dios. Cada uno tenía seis alas: con dos alas volaban, con otras dos se cubrían la cara, y con las otras dos se cubrían de la cintura para abajo.

3 Con fuerte voz se decían el uno al otro: Santo, santo, santo es el Dios único de Israel, el Dios del universo; ¡toda la tierra está llena de su poder!

4 Mientras ellos alababan a Dios, temblaban las puertas del templo, y éste se llenó de humo.

5 Entonces exclamé: ¡Ahora sí voy a morir! Porque yo, que soy un hombre pecador y vivo en medio de un pueblo pecador, he visto al rey del universo, al Dios todopoderoso.

6 En ese momento, uno de los serafines voló hacia mí. Traía en su mano unas tenazas, y en ellas llevaba una brasa que había tomado del fuego del altar.

7 Con esa brasa me tocó los labios, y me dijo: Esta brasa ha tocado tus labios. Con ella, Dios ha quitado tu maldad y ha perdonado tus pecados.

8 Enseguida oí la voz de Dios que decía: ¿A quién voy a enviar? ¿Quién será mi mensajero? Yo respondí: Envíame a mí, yo seré tu mensajero.

9 Entonces Dios me dijo: Ve y dile a este pueblo: «Por más que oigan, no van a entender; por más que miren, no van comprender».

10 Confunde la mente de este pueblo; que no pueda ver ni oír ni tampoco entender. Así no podrá arrepentirse, y yo no lo perdonaré.

11 Entonces le pregunté: Dios mío, ¿por cuánto tiempo tendré que predicar? Dios me respondió: Hasta que todas las ciudades sean destruidas y se queden sin habitantes; hasta que en las casas no haya más gente y los campos queden desiertos;

12 hasta que yo mande al pueblo fuera de su tierra, y el país quede abandonado.

13 Y si de cien personas quedan sólo diez, hasta esas diez serán destruidas. Quedarán como el tronco de un árbol, que recién ha sido cortado. Pero unos pocos israelitas quedarán con vida, y de ellos saldrá un pueblo obediente y fiel.

7 Primer mensaje para el rey Ahaz

1 Resín, rey de Siria, y Pécah, rey de Israel, se unieron para atacar a Ahaz, rey de Judá, que se encontraba en la ciudad de Jerusalén. Trataron de conquistar la ciudad, pero no lo consiguieron.

2 En esa ocasión, el rey Ahaz y su familia se enteraron de que los sirios se habían aliado con los israelitas del norte. Al oír esto, el rey y el pueblo se pusieron a temblar de miedo, como tiemblan las hojas de los árboles cuando sopla el viento.

3 Entonces Dios le dijo a Isaías: Toma a tu hijo Sear-iasub y preséntate ante el rey Ahaz. Lo encontrarás cerca del canal que trae el agua del estanque superior. Ese canal está en el camino que va al Campo del Tintorero.

4 Allí le dirás al rey lo siguiente: «Ten cuidado, pero no te asustes; el rey Resín y el rey Pécah están furiosos, pero no les tengas miedo, pues no son más que un fuego que sólo echa humo y pronto se apaga.

5-6 Ellos piensan hacerte daño; quieren invadir el territorio de Judá, conquistarlo y llenar de miedo a su gente. Piensan poner como rey al hijo de Tabeel.

7 Pero Dios ha dicho:‘¡Eso no sucederá jamás!

8-9 Damasco es tan sólo la capital de Siria y Resín no es más que su rey; Samaria es tan sólo la capital de Israel y Pécah no es más que su rey. Dentro de sesenta y cinco años Israel dejará de ser una nación. Pero si tú y tus oficiales no confían en mí, que soy el Dios de Israel, serán derrotados por completo.’».

El nacimiento del Mesías

10 Dios también le dijo a Ahaz:

11 Pídeme que haga un milagro que te sirva de señal. Puede ser algo que suceda en lo más profundo de la tierra, o en lo más alto de los cielos.

12 Pero Ahaz le respondió: No pretendo poner a prueba a Dios pidiéndole una señal.

13 Entonces Isaías dijo: Escuchen ustedes, los de la familia del rey de Judá: ¿No les basta con fastidiar a los hombres que también quieren molestar a Dios?

14 Dios mismo les va a dar una señal: La joven está embarazada, y pronto tendrá un hijo, al que pondrá por nombre Emanuel, es decir, «Dios con nosotros».

15 En sus primeros años de vida, el niño sólo comerá yogur y miel.

16 Pero antes de que el niño sepa distinguir entre lo bueno y lo malo, serán destruidos los países de Resín y Pécah, a los que tú, Ahaz, tanto miedo les tienes.

El anuncio de una terrible invasión

17 Isaías continuó diciendo: Dios mandará contra Judá al rey de Asiria. Él atacará a la familia del rey y a todo su pueblo. Sucederán cosas muy terribles, cosas que no se habían visto desde que el reino de Israel se separó del reino de Judá.

18 Cuando llegue ese día, Dios llamará a los ejércitos egipcios, quienes vendrán como moscas; y a los ejércitos asirios, quienes vendrán como abejas.

19 Todos ellos vendrán a ocupar las cuevas y los valles, los matorrales llenos de espinas y los sitios donde toma agua el ganado.

20 Cuando llegue ese día, el rey de Asiria castigará a Judá y la humillará por completo.

El anuncio de tiempos difíciles

21-22 Cuando llegue ese día, quedarán con vida sólo unos pocos. Una vaca y dos ovejas bastarán para alimentarlos. Tendrán suficiente yogur y miel.

23 Los viñedos que antes tenían mil plantas y valían mil monedas de plata se convertirán en matorrales llenos de espinos.

24 Sólo se podrá entrar allí con arcos y flechas para cazar.

25 Antes, se cultivaba el suelo de las colinas con un azadón. Pero cuando llegue ese día, habrá tantos matorrales y espinos que les dará miedo meterse en ellos. Sólo servirán para que pasten allí los bueyes y las ovejas.

8 El hijo de Isaías recibe un nombre simbólico

1-2 Dios me dijo: Isaías, quiero que llames al sacerdote Urías y a Zacarías hijo de Jeberequías, para que sean testigos de lo que vas a hacer. Delante de ellos tomarás una tabla de arcilla grande y escribirás, con letras grandes y claras, el nombre Maher-salal-hasbaz, que significa «Ya viene la destrucción, ya están aquí los ladrones».

3 Tiempo después mi esposa y yo tuvimos un hijo. Entonces Dios me dijo: Ponle por nombre Maher-salal-hasbaz.

4 Porque antes que el niño aprenda a decir «mamá» y «papá», el rey de Asiria destruirá las ciudades de Damasco y Samaria, y se quedará con todas sus riquezas.

5 Luego Dios me volvió a decir:

6 Yo soy tranquilo, como las aguas del estanque de Siloé. Pero esta gente de Judá me ha despreciado, pues tiene miedo de Resín y de Pécah, los reyes de Siria y de Israel.

7 Por eso enviaré contra Judá al ejército de Asiria. Los asirios la atacarán y la destruirán, como cuando se inunda el río Éufrates, y el agua se desborda por todos sus canales cubriendo todo lo que se pone en su camino.

8 Los enemigos asirios llegarán hasta Judá como cuando llega una gran inundación. Atacarán como un águila, que con sus alas extendidas, se lanza sobre toda la tierra. ¡Pero Dios está con nosotros!

9 ¡Escuchen esto, naciones lejanas, de nada sirve que se preparen para la guerra! Aunque se armen hasta los dientes, quedarán aterrorizados y destruidos.

10 De nada servirán sus planes, pues Dios los hará fracasar. Aunque llamen a la batalla, nadie les hará caso, pues Dios está con nosotros.

Sólo a Dios hay que temer

11 Dios me tomó fuertemente con su mano y me advirtió que no me comportara como los de Judá. También me dio este mensaje para ellos:

12 No llamen «conspiración» a todo lo que la gente llama «conspiración». A la gente le da miedo cuando los reyes se juntan para hacer planes de guerra. Pero ustedes no deben asustarse ni tener miedo.

13 Yo soy el Dios todopoderoso y es a mí a quien deben adorar y temer.

14 De lo contrario, seré para ustedes como una trampa, en la que caerán todos los habitantes de Jerusalén. Seré como una piedra con la que tropezarán los dos reinos de Israel.

15 Muchos tropezarán, caerán y morirán; muchos caerán en la trampa y quedarán atrapados.

Instrucciones de Isaías a sus discípulos

16 Entonces Isaías les dijo a sus discípulos: Mantengan en secreto mis mensajes y las enseñanzas que les he dado.

17 Dios está enojado con su pueblo, pero yo confío en su bondad, y en él he puesto mi esperanza.

18 Dios vive en el monte Sión, y él me ha dado hijos para que juntos sirvamos de advertencia a su pueblo.

19-20 Seguramente la gente les dirá: «Todos los pueblos consultan a sus dioses y les piden instrucciones o mensajes. Vayan ustedes y consulten a los brujos y adivinos, para que les digan qué va a suceder». ¡Pero no hagan caso, son puras tonterías!

21 La gente irá de un lado para el otro, hambrienta y maltratada; el hambre los pondrá furiosos y maldecirán a su rey y a sus dioses. Mirarán por todas partes

22 y sólo verán miseria y angustia. ¡Vivirán en la más terrible oscuridad!

9

1 Sin embargo, no durarán para siempre su angustia y su dolor.

El reinado del Príncipe de paz

La tierra de Zabulón y Neftalí es una región de Galilea, cerca de donde habitan pueblos que no adoran a nuestro Dios. Esa región se extiende desde el otro lado del río Jordán hasta la orilla del mar. Hace mucho tiempo, Dios humilló a esa región de Galilea, pero después le concedió un gran honor, el cual Isaías anunció así:

2 Aunque tu gente viva en la oscuridad, verá una gran luz. Una luz alumbrará a los que vivan en las tinieblas.

3 ¡Dios nuestro, tú nos has llenado de alegría! Todos nos alegramos en tu presencia, como cuando llega la cosecha, como cuando la gente se reparte muchas riquezas.

4 Tú nos has liberado de los que nos esclavizaron. Tu victoria sobre ellos fue tan grande como tu victoria sobre el pueblo de Madián.

5 Tú echarás al fuego las botas de los soldados y sus ropas manchadas de sangre.

6 Nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo: a ese niño se le ha dado el poder de gobernar; y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de paz.

7 Él se sentará en el trono de David, y reinará sobre todo el mundo y por siempre habrá paz. Su reino será invencible, y para siempre reinarán la justicia y el derecho. Esto lo hará el Dios todopoderoso por el gran amor que nos tiene.

El enojo de Dios contra el reino de Israel

8-9 Isaías le dijo al pueblo de Israel: Dios le ha advertido a Israel que lo va a castigar. Y todo el pueblo, incluyendo a los habitantes de Samaria, ha recibido esta advertencia. Pero todos dicen con mucho orgullo:

10 «No importa que hayan tirado los edificios de ladrillo; nosotros construiremos otros, y los haremos de piedra. Han derribado los árboles de sicómoro, pero nosotros plantaremos cedros».

11 Dios ordenó que los atacaran unos enemigos terribles.

12 Por el este, los atacaron los sirios; por el oeste, los filisteos. De un solo bocado se tragaron a Israel. A pesar de todo esto, el enojo de Dios no se ha calmado; nos sigue amenazando todavía.

13 El Dios todopoderoso castigó a su pueblo, pero éste no se arrepintió, ni buscó su ayuda.

14-15 Entonces Dios, en un solo día, eliminó a los líderes y jefes de Israel, y a sus profetas mentirosos.

16 Los jefes engañaron a este pueblo, y confundieron a toda su gente.

17 Por eso Dios no perdonó a sus jóvenes, ni se compadeció de sus huérfanos ni de sus viudas. Porque todo el pueblo fue muy malo y sólo decía tonterías. A pesar de todo esto, el enojo de Dios no se ha calmado; nos sigue amenazando todavía.

18 La maldad es como el fuego, que todo lo devora; no deja espinos ni matorrales, ni árboles en el bosque y el humo sube en grandes columnas.

19 Dios es el rey del universo, y cuando se enoja todo el país queda destruido. Nadie se compadece de su hermano;

20 se destruyen unos a otros, y aun así no quedan satisfechos.

21 Las tribus de Efraín y Manasés se pelean entre ellos, y luego los dos juntos atacan a Judá. A pesar de todo esto, el enojo de Dios no se ha calmado; nos sigue amenazando todavía.

10 Mensaje para los jefes de Israel

1 ¡Qué mal les va a ir a ustedes los que inventan leyes insoportables e injustas!

2 ¡Ustedes no protegen a los débiles ni respetan los derechos de los pobres; maltratan a las viudas y les roban a los huérfanos!

3 ¿Qué harán cuando Dios les pida cuenta de lo que hacen? ¿Qué harán cuando Dios les mande el castigo que merecen? ¿A quién le pedirán ayuda? ¿Dónde esconderán sus riquezas?

4 Porque ustedes serán humillados, llevados presos y asesinados. A pesar de todo esto, el enojo de Dios no se calmará; nos seguirá amenazando todavía.

Dios enviará a los asirios

5 Dios dice: «Estoy muy enojado; por eso usaré al rey de Asiria para castigar a los que me ofenden.

6 Le ordenaré que ataque a este pueblo malvado; que le quite sus riquezas y lo pisotee como al barro de las calles.

7-8 Pero el rey de Asiria cree que no está bajo mis órdenes; más bien dice que todos los reyes siguen sus instrucciones. Él no piensa más que en destruir y en arrasar a muchas naciones.

9 A este rey no le importó si se trataba de Carquemis o de Calnó, de Hamat o de Arpad, de Samaria o de Damasco; a todas estas ciudades las destruyó.

10 Por eso dice: ‘He vencido a muchas naciones con más dioses que Jerusalén y Samaria.

11 Por eso destruiré a Jerusalén así como destruí a Samaria.’».

12 Dios hará lo que ha planeado hacer contra el monte Sión y Jerusalén. Y una vez que lo haya cumplido, castigará al rey de Asiria por su orgullo y su arrogancia.

13 El rey de Asiria ha dicho: «Yo soy muy inteligente. Todo lo hago con sabiduría y con mis propias fuerzas. Como un valiente, he vencido a muchos reyes. Me he adueñado de sus países y les he robado sus riquezas.

14 He arrasado con toda la tierra. He dejado sin nada a los pueblos, como quien roba huevos de un nido; ¡nadie movió un dedo, nadie protestó!».

15 Pero Dios dice: «El rey de Asiria está equivocado, porque ni el hacha ni la sierra son más importantes que el hombre que las maneja. ¡Dónde se ha visto que el bastón controle al que lo usa!».

16 Por eso el Dios todopoderoso mandará una enfermedad; una alta fiebre dejará sin fuerzas a ese rey y a todo su ejército.

17 El Dios único y perfecto es nuestra luz, y se convertirá en una llama de fuego; en un solo día quemará al ejército de Asiria, como si fueran espinos y matorrales.

18-19 Dios destruirá por completo la belleza de sus bosques y sus huertos. Quedarán tan pocos árboles, que hasta un niño los podrá contar.

Unos cuantos se volverán a Dios

20 Cuando llegue ese día, los pocos israelitas que se hayan salvado dejarán de confiar en Asiria; volverán a confiar en Dios, el Dios santo de Israel.

21 Sólo unos cuantos israelitas se volverán hacia el Dios de poder.

22 Aunque ustedes, israelitas, sean tan numerosos como la arena del mar, Dios hará justicia, pues la destrucción ya está decidida; sólo unos cuantos se salvarán.

23 Así lo ha resuelto el Dios todopoderoso; su decisión se cumplirá en el país.

La destrucción de Asiria

24 Por eso, el Dios todopoderoso dice: «Pueblo mío, que vives en el monte Sión, no les tengas miedo a los asirios. Ellos te golpean y maltratan como antes lo hicieron los egipcios.

25 Pero dentro de poco tiempo dejaré de estar enojado contigo. Mi enojo será contra los asirios, a quienes destruiré por completo.

26 Yo, el Dios todopoderoso, los voy a castigar; mostraré mi poder contra Asiria, como lo mostré contra Egipto; los destruiré como lo hice con Madián donde está la roca de Oreb.

27 Entonces, yo, el Dios de Israel, los libraré de los asirios y de su terrible dominio».

28 El ejército asirio avanza por el lado de Rimón; llega hasta Aiat, pasa por Migrón, y deja su equipaje en Micmás.

29 Las tropas cruzan el desfiladero, y pasan la noche en Gueba. Tiembla de miedo la gente de Ramá, y se escapa la gente de Guibeá de Saúl.

30 Se escuchan gritos de Bat Galim, de Laisa, y de Anatot.

31 Se desbanda Madmená, se esconden los habitantes de Guebim.

32 Hoy mismo los invasores asirios se detienen en Nob; dan la señal de atacar el monte Sión, la ciudad de Jerusalén

33 ¡Miren a los asirios! ¡Son como árboles en un bosque! El Dios todopoderoso los derriba con una fuerza terrible; a los más altos los corta, y los tira al suelo.

34 ¡Dios derriba de un solo golpe los árboles más bellos del Líbano!

11 Un reinado de paz y justicia

1 Si de un tronco viejo sale un retoño, también de la familia de David saldrá un nuevo rey.

2 El espíritu de Dios estará sobre él y le dará sabiduría, inteligencia y prudencia. Será un rey poderoso, y conocerá y obedecerá a Dios.

3 No juzgará por las apariencias, ni se guiará por los rumores, pues su alegría será obedecer a Dios.

4 Defenderá a los pobres y hará justicia a los indefensos. Castigará a los violentos, y hará morir a los malvados. Su palabra se convertirá en ley.

5 Siempre hará triunfar la justicia y la verdad.

6 Cuando llegue ese día, el lobo y el cordero se llevarán bien, el tigre y el cabrito descansarán juntos, el ternero y el león crecerán uno junto al otro y se dejarán guiar por un niño pequeño.

7 La vaca y la osa serán amigas, sus crías descansarán juntas, y el león y el buey comerán pasto juntos.

8 El niño jugará con la serpiente y meterá la mano en su nido.

9 En la Jerusalén de aquel día no habrá nadie que haga daño, porque todos conocerán a Dios, y ese conocimiento llenará todo el país, así como el agua llena el mar.

10 Cuando llegue ese día, subirá al trono un descendiente de David, y juntará a todas las naciones. Su país alcanzará la fama y el poder.

11 Entonces, Dios hará que vuelva todo su pueblo dispersado en los países de: Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar, Hamat, y las islas del mar.

12 Reunirá a las naciones y a los refugiados de Israel y de Judá, que fueron esparcidos por todo el mundo.

13 Ya no habrá celos entre Israel y Judá, ni tampoco serán enemigos.

14 Juntos atacarán a los filisteos que viven en la costa del Mediterráneo. Juntos atacarán a los edomitas, moabitas y amonitas, que viven al otro lado del río Jordán.

15 Dios secará el Mar de los Juncos. Enviará un viento caluroso sobre el río Éufrates, y lo dividirá en siete arroyos para que lo puedan cruzar a pie.

16 Así como hubo un camino para Israel cuando salió de Egipto, habrá un camino de regreso para los que hayan quedado en Asiria.

12 Canto de gratitud

1 Isaías continuó diciendo: Ese día, el pueblo de Israel cantará: «Te damos gracias, Dios nuestro, porque aunque estuviste enojado, ya se te pasó el enojo y nos has consolado.

2 Confiamos en ti, Dios nuestro, y no tenemos miedo, porque tú eres nuestro salvador, nuestro refugio y nuestra fuerza».

3 También ustedes se alegrarán y gozarán de la salvación de Dios,

4 y entonces dirán: «Demos gracias, adoremos a nuestro Dios, digamos a las naciones todo lo que él ha hecho. Que se reconozca que él es el rey del universo.

5 Cantemos a Dios, porque él ha hecho algo muy grande, algo que debe darse a conocer en toda la tierra.

6 Demos gritos de alegría, habitantes de Jerusalén, porque en medio de nosotros está el Dios único y perfecto, con toda su grandeza».

13 Mensaje contra Babilonia

1 Dios le mostró a Isaías lo que haría contra Babilonia, y él se lo comunicó al pueblo:

2 ¡Den la señal de ataque sobre un monte desierto! ¡Manden a los soldados al combate! ¡Den la orden de que avancen por los portones de Babilonia, y que ataquen a sus jefes!

3 Dios ha llamado a sus valientes para castigar a los babilonios. Dios llamó a sus mejores guerreros, y éstos se alegran con su triunfo.

4-5 En los montes se oyen los gritos de una gran multitud; se escucha el movimiento de naciones, de pueblos que se están reuniendo. El Dios todopoderoso prepara a su ejército; sus tropas han venido de muy lejos, ¡ya están listas para el combate! Dios está muy enojado; por eso ha enviado sus tropas para destruir a Babilonia.

6 Comiencen a llorar, babilonios, porque el día de su destrucción se acerca. El Dios todopoderoso los atacará.

7 Todos ustedes se quedarán sin fuerzas, perderán el valor,

8 y se llenarán de miedo. Se retorcerán de dolor, como si fueran a tener un hijo. Se mirarán asombrados y en la cara se les verá el terror.

9 ¡Ya llega el día de la destrucción! Dios está tan enojado, que cuando llegue ese día dejará la tierra hecha un desierto y acabará con todos los pecadores.

10 Ese día el sol se apagará, la luna dejará de brillar y las estrellas no darán su luz.

11-13 El Dios todopoderoso dice: «¡Estoy muy enojado y furioso! Haré que tiemblen el cielo y la tierra, castigaré a los malvados, y humillaré a los orgullosos. Cuando acabe con ellos, será más difícil encontrar un babilonio con vida que una aguja en un pajar.

14 La gente de otros países que ese día esté en Babilonia huirá a su país como gacela espantada, correrá asustada como oveja sin pastor.

15 Mi ejército no tomará prisioneros, y nadie quedará con vida. Las casas serán robadas,

16 las mujeres serán violadas, y los niños, ¡estrellados contra el suelo!

17-18 Yo haré que Persia ataque a Babilonia, y no lo hará por dinero. Derribará a los jóvenes con sus flechas, y no tendrá compasión de los niños ni de los recién nacidos.

19 Ahora escúchame bien, Babilonia: tú eres una ciudad bella y poderosa, ¡eres el orgullo de tu pueblo! Pero yo soy el Dios todopoderoso, y te voy a destruir como destruí a las ciudades de Sodoma y Gomorra.

20 Babilonia nunca volverá a ser habitada, ni acamparán los árabes en su territorio ni los pastores alimentarán allí a sus ovejas.

21 Allí sólo vivirán los gatos monteses y los avestruces; las lechuzas llenarán las casas, y las cabras brincarán de un lado a otro.

22 Los chacales aullarán en los castillos y los lobos llenarán los palacios». ¡Babilonia, te llegó la hora, pronto serás castigada!».

14 Dios tendrá compasión de Israel

1 Dios tendrá compasión de Israel, y de nuevo seremos su pueblo elegido. Dios nos hará volver a nuestra tierra. Gente de muchas naciones vendrá a refugiarse en nuestro país, y se unirá a nuestro pueblo.

2 Muchas naciones nos ayudarán a regresar a la patria que Dios nos dio. Pero luego tomaremos prisioneras a esas naciones, y así, los que antes nos dominaron y nos maltrataron acabarán siendo nuestros esclavos.

Israel se burlará del rey de Babilonia

3 Israelitas, Dios calmará nuestro sufrimiento y nos librará de la terrible esclavitud.

4 Entonces nos burlaremos del rey de Babilonia y le cantaremos este poema: ¡Qué mal que te fue, tirano! ¡Mira en qué terminó tu orgullo!

5-6 Dios ha destruido por completo a los malvados reyes de Babilonia. Ya no seguirán maltratando sin compasión a los pueblos.

7 Ahora, toda la tierra está en paz y canta de alegría.

8 Hasta los pinos y los cedros del Líbano se alegran de tu ruina y dicen: «Rey de Babilonia, ya fuiste derrotado; ahora nadie volverá a derribarnos».

9 En el reino de la muerte hay un gran alboroto: los muertos han despertado y salen a recibir al rey de Babilonia. Todos los reyes que allí están se levantan de sus tronos y salen a su encuentro.

10 Todos ellos le dicen: «También tú has perdido tu fuerza, ahora eres como uno de nosotros.

11 La muerte puso fin a tu orgullo y a la música de tus arpas. Ahora duermes envuelto en gusanos».

12 Rey de Babilonia, tú que derrotabas a las naciones, ¡has caído de muy alto! Te creías un dios en el cielo pero fuiste derribado a la tierra.

13 Te decías a ti mismo: «Voy a subir hasta el cielo, allí pondré mi trono por encima de las estrellas de Dios. Reinaré desde la montaña donde viven los dioses.

14 Subiré más allá de las nubes, y seré como el Dios altísimo».

15 ¡Pero ahora te han derribado y has caído a lo más profundo del reino de los muertos!

16 Los que te vuelven a ver se quedan mirándote y con asombro dicen: «¿Es éste el hombre que hacía temblar a la tierra? ¿Es éste el hombre que derrotaba a las naciones?

17 No, éste no puede ser el hombre que convertía todo en un desierto, que destruía las ciudades, y que no liberaba a los prisioneros».

18-20 Cuando los reyes de la tierra mueren, son enterrados en hermosas tumbas. A ti, en cambio, no te enterrarán con honores porque arruinaste a tu país y masacraste a tu pueblo. Tu cadáver quedará tirado en el suelo, y será pisoteado como basura. Luego lo arrojarán a la zanja donde tiran a los que mueren en batalla. ¡Nadie se acordará de tus descendientes porque fuiste un malvado!

21 ¡Mataremos a tus hijos por culpa de tu maldad! ¡Ellos pagarán por los crímenes que cometieron sus antepasados! ¡Ellos no podrán dominar la tierra, ni llenar de ciudades el mundo!

22-23 El Dios todopoderoso ha jurado que destruirá a Babilonia. La destruirá por completo; ¡barrerá con todo! En ella no quedará nadie con vida, y nunca más será recordada. Dios la convertirá en un pantano, y en una región llena de lechuzas.

Amenaza de Dios contra Asiria

24 El Dios todopoderoso ha hecho este juramento: ¡Mis planes no fallarán! Tal como lo dije, todo se cumplirá.

25 Haré pedazos a los asirios que ahora ocupan mi tierra; los aplastaré en mis montañas. ¡Libraré a mi pueblo de su esclavitud!

26 Éste es el plan que he preparado contra todas las naciones de la tierra,

27 ¡y nadie podrá detenerme! Yo, el Dios todopoderoso, juro que así será.

Amenaza de Dios contra los filisteos

28 El año en que murió el rey Ahaz, Dios envió este mensaje:

29 Pueblo filisteo, ya ha muerto el rey de Asiria que tanto te maltrató. Pero no cantes victoria, pues ese país se convertirá en tu peor enemigo; será peor que una serpiente venenosa.

30 Yo mataré a los pocos que te queden con vida; haré que tu gente se muera de hambre. En cambio, los pobres de Israel tendrán pasto para sus rebaños, y descansarán tranquilos.

31 ¡Filisteos, griten de dolor; tiemblen de miedo! Porque del norte llega un ejército como una nube de humo, y todos sus soldados están listos para la batalla.

32 A los mensajeros de ese país se les dirá: «Dios construyó Jerusalén, y allí se refugiarán los más pobres de su pueblo».

15 Mensaje contra Moab

1-2 Dios dijo: ¡El reino de Moab ha quedado en ruinas! Todos en Moab están de luto, se han rapado la cabeza y se han cortado la barba. En una sola noche fueron destruidas las ciudades de Ar y de Quir, de Nebo y de Medebá. Los habitantes de Dibón corren al templo y a los altares que construyeron en las colinas; van para lamentar ante sus dioses tanta destrucción y tanto dolor.

3 En las terrazas y en las plazas todos se lamentan y gritan de dolor; la gente va por la calle vestida de luto, y llora a más no poder.

4 Los que viven en Hesbón y en Elalé gritan pidiendo auxilio; hasta en Jahas se oyen sus gritos. Los guerreros de Moab se asustan y tiemblan de miedo.

5 Isaías dijo: Siento lástima por el reino de Moab. Los moabitas están llenos de miedo, y huyen al pueblo de Sóar; corren hacia Eglat-selisiya, suben llorando por la cuesta de Luhit, y lanzan gritos de dolor por el camino de Horonaim.

6 Se han secado los pozos de Nimrim; la hierba está marchita, y no queda una sola hoja verde.

7 La gente toma todo lo que tiene y cruza el arroyo de Los Sauces.

8 En todo el territorio de Moab se escucha a la gente pedir auxilio; sus gritos llegan hasta Eglaim y se oyen en Beer-elim.

9 Si ahora los pozos de Dimón están llenos de sangre, Dios les enviará aun peores castigos, y los moabitas que queden con vida, serán atacados por leones.

16 La gente de Moab se refugia en Judá

1 Desde la ciudad de Selá, que está en el desierto, los jefes de Moab envían corderos para presentar ofrendas a Dios en el templo de Jerusalén.

2 Los habitantes de Moab cruzan el río Arnón; parecen pájaros asustados que escapan de sus nidos.

3-4 Vienen con este mensaje para los habitantes de Jerusalén: «¡Necesitamos protección! Necesitamos un lugar para escondernos. No nos entreguen en manos del enemigo destructor». Cuando el enemigo se vaya de Moab y terminen la guerra y la destrucción,

5 un descendiente del rey David llegará a ser rey de Israel. Su reinado será justo y honesto; él guiará a todos con bondad, y no tardará en hacer justicia.

El orgullo de Moab desaparecerá

6 Los habitantes de Moab son famosos por su orgullo: se creen muy importantes, y miran con desprecio a los demás. ¡Pero están equivocados!

7-8 Todos ellos llorarán por su país; se llenarán de tristeza al recordar los ricos viñedos de Quir-haréset, de Hesbón y de Sibná. Esos viñedos eran tan grandes que se extendían por el desierto, y llegaban a la ciudad de Jazer y hasta el mar Mediterráneo. Pero ahora esos viñedos están marchitos, pues los asirios los han destrozado por completo.

9 Por eso, ahora lloro por los viñedos de Sibmá y Jazer. También lloro por Hesbón y Elalé, pues en sus campos ya no hay frutos ni cosechas que den alegría a la gente.

10 Ya no habrá en los campos alegría ni alboroto; ya no se oirá el canto de los que recogen las uvas ni la alegría de los que hacen el vino. ¡Se acabaron las canciones y los gritos de alegría!

11 Mi corazón tiembla como las cuerdas de un arpa; tiembla de tristeza por la desgracia de Moab y de Quir-haréset.

12 De nada les sirve a sus habitantes subir a las colinas para adorar a sus dioses; por más que rueguen no van a conseguir ayuda.

13 Éste fue el mensaje que hace mucho tiempo Dios dio en contra de Moab.

14 Y ahora Dios dice: El contrato de trabajo de cualquier obrero dura tres años. Por eso les digo que dentro de tres años el poder de Moab será destruido. Su gente morirá; sólo unos cuantos quedarán con vida, pero sin fuerzas.

17 Mensaje contra Damasco

1 Mensaje de Dios contra Damasco: La ciudad de Damasco dejará de existir; quedará hecha un montón de ruinas.

2 Será abandonada para siempre; en sus ruinas comerán los animales, sin que nadie los moleste.

3 Todo el reino de Siria dejará de existir, al igual que la ciudad de Damasco; además, las ciudades del norte, que son el orgullo de Israel, se quedarán sin murallas. Yo soy el Dios todopoderoso, y juro que así será.

El castigo de Israel

4 Dios continuó diciendo: Cuando Siria sea destruida, también el gran pueblo de Israel se quedará sin fuerzas y perderá todas sus riquezas.

5-6 Israel será arrasada; quedará como un campo de trigo después de la cosecha. Los pocos que queden con vida serán como esas espigas que quedan tiradas en el campo, o como las pocas aceitunas que quedan en la punta del árbol después de sacudirlo. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así será.

El fin de la idolatría

7 En ese día, los israelitas se arrepentirán y volverán a confiar en su creador, el Dios santo de Israel.

8 No volverán a ofrecer sacrificios al dios Baal, ni a adorar a las estatuas de la diosa Astarté, las cuales hicieron con sus propias manos.

9 En ese día, las ciudades fortificadas de Israel quedarán abandonadas y desiertas, tal como quedaron las ciudades que Israel conquistó en Canaán.

10 Ustedes, israelitas, se olvidaron de Dios, que es su protector y salvador. Ahora siembran hermosos huertos en honor de otros dioses.

11 Se dedican a cuidar las plantas y al día siguiente brota la semilla. Pero llegará el día en que sufrirán, y esa cosecha no les servirá de nada.

12-14 Oigan a los muchos ejércitos enemigos; ¡rugen más que un mar embravecido! Por la noche causan terror, pero al amanecer desaparecen. En cuanto Dios los reprende, salen corriendo y se van muy lejos. ¡Son como la paja que se lleva el viento, como la hierba que arrastra el huracán! ¡Así acabarán las naciones que han robado a Israel y lo han dejado en la ruina!

18 Mensaje contra Egipto

1 ¡Qué mal le va a ir a Egipto, ese país lleno de mosquitos,

2 y que envía a sus mensajeros por el río Nilo en barcas de junco! Veloces mensajeros, regresen a Egipto, a ese pueblo rodeado de ríos, de gente muy alta y de piel brillante; a ese pueblo fuerte y orgulloso, que todo el mundo teme.

3 ¡Habitantes del mundo, no dejen de mirar hacia las montañas! Estén alertas, porque pronto se dará la señal; pronto sonará la trompeta que anuncia la llegada del castigo.

4 Dios me dijo: Isaías, yo estoy en el cielo y desde aquí observo tranquilo a todo el mundo. Estoy tranquilo, como la luz del sol en un día de verano, como la nube de rocío en el día caluroso de la cosecha.

5-6 La gente de Egipto quedará abandonada en las montañas. Será abandonada como los viñedos después de la cosecha. Será comida de buitres en el verano, y alimento de las fieras en el invierno.

7 Egipto está rodeado de ríos, tiene gente muy alta, de piel brillante. Es un pueblo fuerte y orgulloso, y todo el mundo le teme. Pero cuando llegue el día de su castigo traerá ofrendas a Jerusalén y adorará al Dios todopoderoso.

19

1 Dios le dio este mensaje a Isaías, y él se lo comunicó al pueblo: ¡Miren! Dios se acerca a Egipto, cabalgando en una nube veloz. Ante él tiemblan los dioses de Egipto, y el pueblo egipcio se llena de miedo.

2 Dios dice: «Haré que los egipcios se peleen unos con otros: el amigo contra su amigo, una ciudad contra otra, un reino contra otro reino.

3 Haré que se vuelvan locos, y que fracasen sus planes. Entonces buscarán a los dioses, a los brujos y adivinos, y a los espíritus de los muertos, y les preguntarán qué hacer.

4 Yo haré que un rey cruel y malvado gobierne sobre Egipto. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así será».

El río Nilo se secará

5-6 Egipto se quedará sin agua, y se marchitarán las cañas y los juncos. El río Nilo se quedará seco, y sus canales despedirán mal olor.

7 Los campos sembrados a orillas del Nilo se echarán a perder.

8 Todos los pescadores del Nilo se pondrán tristes y llorarán.

9-10 Los que tejen lino, los que fabrican telas y todos los artesanos se asustarán y no sabrán qué hacer.

Los consejeros de Egipto fallan

11 ¡Ustedes, jefes de la ciudad de Soan, que son los consejeros más sabios de Egipto, en realidad son unos tontos! ¿De qué le sirve al rey de Egipto que ustedes sean hijos de sabios y de reyes?

12 Pobre de ti, rey de Egipto; te has quedado sin consejeros. Nadie podrá decirte ahora los planes que el Dios todopoderoso tiene preparados contra tu pueblo.

13 Los jefes de Soan son unos tontos, los jefes de Menfis se dejaron engañar y los jefes de las provincias hicieron que Egipto se equivocara.

14-15 Dios ha confundido a sus consejeros porque son unos malvados. Egipto se tambalea como borracho, y nadie podrá ayudarlo.

Israel, Egipto y Asiria vivirán en paz

16 Los egipcios se llenarán de miedo cuando vean que el Dios todopoderoso se prepara para castigarlos.

17 Los egipcios tendrán miedo de la gente de Judá; con sólo acordarse de ellos se llenarán de espanto, porque los planes que el Dios todopoderoso tiene contra Egipto son terribles.

18-22 Dios castigará a los egipcios, pero después ellos se arrepentirán de su maldad. Entonces Dios les tendrá compasión y los perdonará. Cuando llegue ese momento, cinco de las ciudades de Egipto hablarán el idioma de los israelitas y jurarán ser fieles al Dios todopoderoso. Una de esas ciudades se llamará «Ciudad del Sol». También habrá en Egipto un altar dedicado a Dios, y cerca de su frontera se levantará un monumento en su honor. Ese monumento servirá de señal de que en Egipto se adora al Dios todopoderoso. Cuando los egipcios le pidan a Dios que los libere de sus enemigos, él les enviará un libertador para que los defienda y los salve. Así, Dios hará que los egipcios lo reconozcan y obedezcan, y ellos le presentarán ofrendas y regalos; le harán promesas y se las cumplirán.

23 En ese tiempo habrá un camino entre Egipto y Asiria. Los egipcios irán a Asiria, y los asirios a Egipto, y ambos pueblos adorarán a Dios.

24 Israel, Egipto y Asiria vivirán en paz. Israel será una bendición para todos los pueblos de la tierra.

25 Y el Dios todopoderoso los bendecirá diciendo: «Bendigo a Egipto, pues me pertenece. Bendigo a Asiria, pues la hice con mis manos. Bendigo a Israel, pues es mi pueblo escogido».

20 Asiria conquistará a Egipto y a Etiopía

1 En cierta ocasión, el rey Sargón de Asiria envió a la ciudad de Asdod a uno de sus generales con su ejército. Ellos atacaron la ciudad y la conquistaron.

2-3 Entonces Dios le pidió al profeta Isaías que se quitara las sandalias y la ropa de luto que llevaba puesta. Isaías obedeció, y anduvo descalzo y medio desnudo durante tres años. Después, Dios envió a través de Isaías este mensaje: Durante tres años mi profeta ha andado descalzo y medio desnudo. Eso es una señal de lo que les pasará a Egipto y a Etiopía.

4 El rey de Asiria se llevará prisioneros a los egipcios y a los etíopes, desde el más joven hasta el más viejo; se los llevará descalzos y desnudos, para que sientan vergüenza.

5 Los demás países habían puesto su confianza en Etiopía y se sentían orgullosos de Egipto, pero ese día sentirán vergüenza de haberlo hecho, y tendrán mucho miedo.

6 Ese día los habitantes de la costa dirán: «Miren cómo han terminado Egipto y Etiopía. Teníamos la esperanza de que nos ayudarían a librarnos del rey de Asiria. ¿Ahora quién podrá defendernos?».

21 La destrucción de Babilonia

1 Dios le mostró a Isaías lo que haría con Babilonia, y éste dijo: Como las tormentas que vienen del sur, así atacará un ejército que viene del terrible desierto.

2 Lo que Dios me mostró es algo terrible: el traidor y el destructor cumplen su tarea. ¡Pueblo de Elam, a las armas! ¡Pueblo de Media, al ataque! ¡Destruyan a Babilonia! Dios pondrá fin al sufrimiento que han causado los babilonios.

3 Cuando veo lo que Dios hace con Babilonia, me tiembla todo el cuerpo; me causa un terrible dolor, como el que siente una mujer cuando va a tener un hijo. El miedo y la angustia no me dejan ver ni oír nada.

4 Tengo la mente confundida, estoy temblando de miedo. La frescura del atardecer, que tanto me gustaba, ahora se me ha vuelto insoportable.

5 En Babilonia, los generales están de fiesta, disfrutando de un gran banquete. Vamos, capitanes, ¡basta ya de fiestas!; ¡preparen sus escudos!

6 Dios le dijo a Isaías: Envía un hombre a vigilar el horizonte; que te haga saber todo lo que vea.

7 Si ve hombres montados a caballo, en burros o en camellos, y marchando en dos columnas, que dé la voz de alarma.

8 El vigilante le gritó a Isaías: Señor, he permanecido en mi puesto; día y noche he vigilado el horizonte.

9 ¡Veo venir carros de guerra y hombres montados a caballo! Entonces alguien gritó: ¡Babilonia ha sido destruida! Todas las estatuas de sus dioses están hechas pedazos, tendidas por el suelo.

10 Isaías dijo: Pueblo mío, que has sufrido grandemente, yo te he anunciado lo que me mostró el Dios todopoderoso, el Dios de Israel.

Anuncio de Dios contra el país de Edom

11 Dios le mostró a Isaías lo que iba a hacer contra el país de Edom, y en esa visión él escuchó que alguien le gritaba desde ese país: Isaías, ¿cuánto tiempo falta para que termine nuestro castigo?

12 Y él le respondió: Pronto llegará alivio, pero el castigo volverá. Si quieren saber más, vuelvan a preguntar más tarde.

Mensaje contra Arabia

13 Dios le mostró a Isaías lo que iba a hacer contra los árabes, que pasan la noche entre los matorrales del desierto: ¡Árabes de la región de Dedán!,

14 salgan al encuentro del que tiene sed y ofrézcanle agua. Y ustedes, árabes de la región de Temá, salgan al encuentro del que huye y ofrézcanle algo de comer.

15 Porque ellos son sus compatriotas, que escapan de la terrible batalla; huyen de la espada y de las flechas.

16 Dios le dijo a Isaías: Dentro de un año acabaré con la hermosura de la región árabe de Quedar, como quien termina el contrato de un trabajador.

17 Sus valientes guerreros no tendrán con qué defenderse. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así será.

22 Mensaje contra Jerusalén

1 Dios le mostró a Isaías lo que iba a hacer en el Valle de la Visión: ¿Qué pasa en Jerusalén? ¿Por qué todos suben a las azoteas y gritan de alegría? Es verdad que los enemigos se han retirado,

2 pero esta ciudad, que antes vivía alegre, ahora está llena de muertos; ninguno presentó pelea, ninguno murió en batalla.

3 Nuestros jefes y soldados huyeron; salieron corriendo, pero fueron atrapados.

4 ¡Déjenme solo!, no traten de consolarme. Mi pueblo está en ruinas, y quiero llorar y apagar mi tristeza.

5 El Dios todopoderoso nos ha enviado este terrible castigo. En el Valle de la Visión sólo veo destrucción y terror. ¡El enemigo derribó nuestras murallas, y se oyen gritos de dolor en las montañas!

6 Los soldados de Elam y de Quir llegaron en sus carros de guerra, armados con escudos y flechas.

7 Sus carros de guerra llenaron los hermosos valles de Jerusalén. Los soldados y sus caballos rodearon la ciudad.

8 ¡Judá quedó indefensa! Ese día nuestra gente se dio cuenta de que había armas en el Palacio del Bosque.

9-10 También se dieron cuenta de que los muros de Jerusalén estaban dañados; entonces revisaron las casas de la ciudad y derribaron algunas de ellas. Así tuvieron suficientes piedras para reparar los muros. Luego tomaron el agua del tanque viejo,

11 y llenaron un tanque que construyeron entre las dos murallas. Pero no se dieron cuenta de que fue Dios quien había planeado ese ataque desde hacía mucho tiempo.

No hay perdón para Jerusalén

12 Isaías dijo: El Dios todopoderoso les aconsejó que debían ponerse a llorar y vestirse de luto en señal de dolor.

13 Pero ustedes hicieron fiesta y se llenaron de alegría; comieron carne y tomaron vino, y dijeron: «Comamos y bebamos que mañana moriremos».

14 Por eso Dios me dijo al oído: «Yo soy el Dios todopoderoso, y nunca les perdonaré este pecado».

Cambio de funcionarios

15 El Dios todopoderoso le dijo a Isaías: Busca a Sená, el mayordomo del palacio, y dile:

16 «Y tú, ¿quién te crees? ¿Quién te dio permiso para construirte una tumba en el cementerio de los reyes?

17-19 Dios te quitará de tu puesto, y serás la vergüenza de tu jefe. Dios hará que te lleven como esclavo a un país muy lejano. Él te pateará con fuerza y te arrojará a campo abierto, como si fueras una pelota. Allí morirás, y de nada te servirán tus famosos carros de guerra.

20 Escucha bien, Sená: Dios llamará a Eliaquim, su leal servidor,

21 le dará tu puesto y tu misma autoridad. Eliaquim será como un padre para los habitantes de Jerusalén y para la familia del rey de Judá.

22 Dios le entregará el poder que tuvo el rey David. Lo que Eliaquim ordene se cumplirá, y nadie podrá contradecirlo.

23 Él será un orgullo para su familia, y Dios lo protegerá de todo enemigo.

24 Toda su familia se sentirá orgullosa y contará con su apoyo.

25 Pero llegará un día en el que también Eliaquim pecará junto con toda su familia y todos los que en él confiaron. El Dios todopoderoso jura que así será».

23 Mensaje contra Tiro y Sidón

1 Dios le mostró a Isaías lo que haría contra la ciudad de Tiro: Los marineros de Tarsis están tristes: desde la isla de Chipre les ha llegado una terrible noticia; la ciudad de Tiro ha sido destruida y el puerto ha quedado en ruinas.

2 Los habitantes de Tiro y los comerciantes de Sidón se han quedado en silencio. Sus barcos iban y venían con ricas mercancías.

3 Comerciaban con muchas naciones, y con el trigo de Egipto ganaban mucho dinero.

4 Pero ahora los de Sidón se llenarán de vergüenza; han sido los amos y señores del mar, pero el mar ya no les dará riquezas, y sus hijos no prosperarán.

5 Cuando la noticia llegue a Egipto, todos llorarán de tristeza por Tiro,

6 y dirán a los habitantes de la costa: «Vayan al lugar más lejano del mundo, y al llegar pónganse a llorar».

7 Tiro era la ciudad más antigua y la más alegre que conocíamos. Su gente podía viajar a lugares lejanos, y allí se quedaba a vivir.

8 Sus comerciantes eran gente importante; todo el mundo los recibía con honores. ¿Quién decidió destruir tan importante ciudad?

9 ¡Lo decidió el Dios todopoderoso, para humillar a todos los orgullosos y derribar a los poderosos de la tierra!

10 ¡Habitantes de Tiro, mejor dedíquense a la agricultura, porque el puerto está destruido y los barcos de Tarsis ya no vendrán!

11 Dios mostró su poder en el mar y atacó a las naciones. Dios mandó destruir las fuertes ciudades de Canaán,

12 y le dijo a Sidón: «Tu fiesta se acabó; tu ciudad capital ha sido destruida. Aunque huyas a la isla de Chipre, no encontrarás paz allí».

13 Gente de Tiro y de Sidón, miren lo que pasó con Babilonia. Ese pueblo ya no existe, porque el ejército de Asiria lo destruyó. Los soldados levantaron torres de asalto, y destruyeron los palacios. Ahora los animales del desierto viven entre sus ruinas.

14 ¡Los marineros de Tarsis están tristes, porque su puerto ha sido destruido!

15 Todos se olvidarán de la ciudad de Tiro por unos setenta años, que es lo que llega a vivir un rey. Al cabo de ese tiempo, a Tiro le pasará lo que dice la canción de la prostituta:

16 Prostituta olvidada, toma tu arpa y recorre la ciudad; toca buena música, entona muchos cantos, a ver si se acuerdan de ti.

17 Cuando esos setenta años terminen, Dios dejará que Tiro vuelva a tener su actividad comercial, y volverá a tener relaciones comerciales con todos los países de la tierra.

18 Pero Tiro no disfrutará de sus ganancias, sino que se las dará a Dios, y con ellas se comprarán abundantes alimentos y ropas finas para los que adoran a Dios.

24 Dios castiga la tierra

1 Isaías dijo: ¡Dios va a convertir la tierra en un desierto! ¡Todos sus habitantes se dispersarán!

2 A todos les pasará lo mismo: al sacerdote y al pueblo, a los amos y a los esclavos, al que compra y al que vende, al que presta y al que pide prestado, al rico y al pobre.

3 ¡La tierra quedará totalmente arruinada! El Dios de Israel ha jurado que así lo hará.

4 La tierra se ha secado y marchitado; la gente más poderosa se ha quedado sin fuerzas.

5 La tierra se ha llenado de maldad, porque sus habitantes no han cumplido las leyes de Dios. Se habían comprometido a obedecerlo por siempre, pero ninguno cumplió con ese pacto.

6 Todos han pecado; por eso la tierra está bajo maldición y muy pocos han quedado con vida. La ciudad está desierta.

7 Los viñedos se han secado; ya casi no hay vino. Los que antes cantaban de alegría ahora mueren de tristeza.

8 Ya no suenan los alegres tambores y el arpa ha quedado en silencio; ¡se acabó la fiesta!

9 El vino se ha vuelto vinagre y nadie entona una canción.

10 La ciudad está en ruinas, todo es un desorden, y las casas se han cerrado.

11 Por las calles la gente pide a gritos un poco de vino. ¡La alegría abandonó la tierra!

12 La ciudad quedó destruida, y sus portones, hechos pedazos.

13 Las naciones quedaron vacías, como un árbol de olivo después de la cosecha.

Algunos se salvarán

14-16 Los pocos que se salven gritarán y saltarán de alegría. ¡Por todos los rincones del mundo se oirán cantos de alabanza para el Dios que ama la justicia!

El triunfo de Dios

Isaías continuó diciendo: Mi ánimo está por los suelos; ¡siento que me muero de tristeza! No se puede confiar en los traidores, porque engañan y no tienen compasión.

17 Y a ti, habitante de la tierra, te esperan el terror y las trampas:

18 si te libras del terror, te hundirás en una trampa, y si sales de ella con vida, caerás en otra trampa. Lloverá muy fuerte; un diluvio hará temblar los cimientos de la tierra.

19 Un gran terremoto sacudirá la tierra hasta dejarla hecha pedazos.

20 La tierra temblará como un borracho, y se vendrá abajo como frágil choza. ¡Pesa tanto el pecado de la gente que la tierra caerá y no volverá a levantarse!

21 Ese día, Dios castigará a los que gobiernan con maldad en el cielo y en la tierra.

22 Los meterá en un calabozo, los tendrá encarcelados, y al final los castigará.

23 El sol y la luna se oscurecerán, porque el Dios todopoderoso reinará desde Jerusalén, y los jefes de su pueblo serán testigos del poder de Dios.

25 Canto de acción de gracias

1 Isaías dijo: Tú eres mi Dios. Yo alabo y bendigo tu nombre, porque has realizado planes admirables que prometiste desde tiempos antiguos.

2 Has destruido las fortalezas de nuestros enemigos, has dejado las ciudades hechas un montón de ruinas. ¡Nunca más serán reconstruidas!

3 Ahora los pueblos fuertes y tiranos te obedecen y te adoran.

4 Has sido un refugio para el débil y has protegido al pobre en su aflicción. Tú eres un refugio en la tormenta, una sombra que protege del calor. El soplo de los tiranos es como una tormenta de invierno;

5 es como el calor del desierto. Tú frenaste el ataque de los enemigos, y así pusiste fin al canto de victoria de los tiranos.

El banquete de Dios

6 El Dios todopoderoso prepara en Jerusalén un banquete para todas las naciones. Allí hay ricos manjares, comidas deliciosas, y los mejores vinos.

7 Dios acabará con la tristeza de las naciones.

8-9 Dios destruirá para siempre el poder de la muerte. Dios secará las lágrimas de todos y borrará la vergüenza de su pueblo en toda la tierra. Ese día se dirá: «Ahí está nuestro Dios. En él confiamos, y nos salvó. ¡Gritemos de alegría porque Dios nos ha salvado!». Dios ha jurado que así será.

La derrota del pueblo de Moab

10 Isaías continuó diciendo: Dios protegerá a Jerusalén, pero Moab será pisoteado como se pisotea la basura.

11 Moab intentará surgir de nuevo, pero por más que se esfuerce, Dios aplastará su orgullo.

12 Dios hará caer sus altas murallas y las dejará tendidas por el suelo.

26 Canto de victoria del pueblo de Dios

1 Cuando Dios castigue a nuestros enemigos, la gente de Judá entonará esta canción: Tenemos una ciudad muy fuerte; Dios levantó murallas y fortalezas para protegernos.

2 Abran los portones de Jerusalén, pues por ellos entrará un pueblo justo y fiel.

3 Dios hará vivir en paz a quienes le son fieles y confían en él.

4 Dios es nuestro refugio eterno; ¡confiemos siempre en él!

5 Dios castiga a los creídos y derrota a la ciudad orgullosa,

6 para que la pisoteen los humildes y los pobres.

7 Dios nuestro, tú cuidas a la gente buena para que cumpla tus mandamientos.

8 Por tus enseñanzas aprendemos a vivir; ellas nos hacen sentirnos seguros. Lo que más deseamos es obedecerte y adorarte.

9 De día y de noche mi corazón te busca; cuando tú das una orden, todos aprenden a hacer lo bueno.

10 Dios nuestro, los malvados no aprenden a ser buenos aunque se les tenga compasión. Aunque estén entre gente buena, siguen actuando con maldad y no les importa que seas el Dios todopoderoso.

11 Tú les tienes preparado su castigo, pero ellos ni siquiera se dan cuenta. ¡Demuéstrales cuánto nos amas, para que sientan vergüenza! ¡Destrúyelos con tu enojo!

12 Dios nuestro, tú nos aseguras la paz, y todo lo que hemos logrado ha sido por tu gran poder.

13 Dios nuestro, aunque otros dioses nos han dominado, tú eres nuestro único Dios.

14 Esos dioses no tienen vida; son dioses muertos y no se pueden mover. Tú les diste su merecido, y ahora nadie los recuerda.

15 Tú has engrandecido nuestra nación. Has extendido nuestras fronteras para dar a conocer tu fama y tu poder.

16 Cuando nos castigaste, nos volvimos a ti a pesar de nuestro dolor.

17 Tu castigo nos hizo sufrir mucho; nuestro dolor fue muy grande.

18 Pero ese dolor no produjo nada. No le dimos a nuestro país la alegría de la victoria ni tampoco la alegría de tener muchos hijos.

19 Pero somos tu pueblo, y aunque estemos destruidos, volveremos a vivir. Tú llenarás de vida y alegría a esta nación sin vida.

20 ¡Vamos, pueblo mío, entra ya en tu ciudad! Cierra los portones y espera a que Dios calme su enojo.

21 Dios saldrá de su palacio y castigará por su maldad a los que habitan la tierra. Los crímenes de los violentos no quedarán sin castigo.

27 El castigo del monstruo del mar

1 Isaías dijo: Los enemigos de Israel son como un monstruo del mar, y escurridizos como serpientes, pero Dios empuñará su espada, grande y poderosa, y los destruirá.

El canto a Israel

2 Cuando llegue el castigo de nuestros enemigos, Dios dirá: Canten una canción a Israel.

3 Yo la cuido y la protejo; día y noche le brindo protección para que nadie le haga daño.

4 Ya no estoy enojado con ella; todavía hay algunos rebeldes, pero yo los sacaré de allí.

5 Si Israel quiere que yo la proteja, deberá reconciliarse conmigo; ¡tendrá que hacer las paces!

Israel quedará libre de sus pecados

6 Isaías dijo: En el futuro el pueblo de Israel prosperará y poblará el mundo.

7-8 Dios no ha castigado a Israel como castigó a sus enemigos; es verdad que los castigó expulsándolos de su país y mandándolos a tierras lejanas, pero no los destruyó como destruyó a sus asesinos.

9 Dios perdonará a los israelitas siempre y cuando ellos destruyan esos despreciables altares donde adoran a otros dioses.

10-11 Pero los habitantes de Samaria son un pueblo sin inteligencia, y Dios, su creador, ya no les tiene compasión. Por eso su ciudad fortificada ha quedado abandonada y solitaria; allí sólo pasta el ganado, los animales se comen las ramas y luego se echan a dormir. Las ramas se quiebran al secarse, y las mujeres hacen fuego con ellas.

Los israelitas vuelven a su patria

12 Cuando Dios perdone a Israel, hará que tiemble la tierra desde el río Éufrates hasta el río de Egipto; pero a ustedes los israelitas los juntará uno por uno, como junta el campesino las espigas.

13 Ese día sonará la gran trompeta. Todos los que estaban prisioneros en el país de Asiria y en el país de Egipto, vendrán para adorar a Dios en la santa ciudad de Jerusalén.

28 Anuncio de la destrucción de Samaria

1-3 Isaías anunció: ¡Qué mal le va a ir a Samaria, capital del reino del norte! Para sus habitantes esa ciudad es como una corona que los llena de orgullo. Pero es una ciudad de borrachos y sus jefes son como flores que se secan y se marchitan. Asiria es un pueblo poderoso; Dios lo tiene preparado como una tormenta de granizo, como lluvia torrencial y destructora, como una terrible inundación. Con su poder y su fuerza, Asiria echará por tierra a la ciudad de Samaria,

4 ese adorno de flores marchitas. ¡La arrancará como a fruta madura!

5 Ese día, el Dios todopoderoso será una corona maravillosa para la gente de su pueblo que aún quede con vida.

6 Dios hará que sus jueces sean justos y dará valor a los soldados que defiendan la ciudad.

Amenaza y promesas a Jerusalén

7 Isaías también dijo: Los profetas y los sacerdotes se tambalean y tropiezan por tanto licor que beben. Están demasiado borrachos para recibir palabra de Dios.

8 ¡Todas sus mesas están llenas de vómitos! ¡No hay un solo lugar limpio!

9 Además, se burlan de mí y dicen: «¡Cómo se atreve a darnos lecciones y a enseñarnos lo que dice Dios! ¡Ni que fuéramos niños chiquitos

10 que estuviéramos aprendiendo a leer!».

11 Pues bien, si ustedes no hacen caso, Dios les hablará, pero lo hará en un lenguaje extraño, en un idioma que no podrán entender.

12 Ya Dios les había dicho: «Aquí hay tranquilidad; ¡aquí pueden descansar!». Pero ustedes no quisieron obedecerlo.

13 Por eso Dios les hablará como si fueran unos niños chiquitos que apenas saben leer. Serán como niños que empiezan a caminar: se caerán de espaldas, se lastimarán y no podrán levantarse.

Amenazas a los gobernantes

14 Hombres sinvergüenzas, que gobiernan en Jerusalén: ¡escuchen bien a Dios!

15 Ustedes se sienten muy seguros por haber hecho un trato con Egipto; pero es un trato de muerte, es un trato engañoso.

16 Por eso Dios dice: «Yo seré para Jerusalén una piedra valiosa y escogida. Seré la piedra principal y serviré de base al edificio. El que se apoye en mí podrá vivir tranquilo,

17 porque usaré como guías la justicia y la rectitud». Ustedes confían en que Egipto los protegerá, pero el poderoso ejército de Asiria destruirá esa falsa protección.

18 Quedará anulado ese trato de muerte que hicieron con Egipto; cuando llegue el momento terrible, una gran desgracia los aplastará.

19 El enemigo los arrastrará cada vez que los ataque. Vendrá día tras día; vendrá de día y de noche. Cuando oigan que viene el enemigo, se pondrán a temblar de miedo.

20 Será como si se acostaran en una cama demasiado chica; será como si se abrigaran con una manta demasiado corta.

21 Dios está decidido a actuar como actuó en el monte Perasim; Dios va a manifestar su enojo como en el valle de Gabaón. Dios está a punto de actuar, y lo hará de manera misteriosa.

22 Por eso, ¡dejen ya de burlarse, no sea que les vaya peor! He sabido que el Dios todopoderoso ha resuelto destruir todo el país.

La parábola del agricultor

23 ¡Presten atención, oigan mis palabras, escúchenlas con cuidado!

24 Cuando el campesino va a sembrar, no se pasa todo el tiempo arando, abriendo surcos y rastrillando el terreno.

25 Primero empareja la tierra, luego arroja las semillas de eneldo o de comino, siembra el trigo en hileras, y planta cebada y centeno en los bordes de su campo.

26-28 Porque el eneldo no se trilla ni se pasa sobre el comino la rueda de una carreta; el eneldo se sacude con un palo, y el comino, con una vara. El trigo no se trilla sin parar; más bien, se le pasa una carreta y el grano se separa, pero sin molerlo. Todo esto se aprende de Dios.

29 Todo este conocimiento proviene del Dios todopoderoso. Dios hace planes admirables y los realiza con sabiduría.

29 Ataque contra Jerusalén

1 Dios anunció: Jerusalén, ciudad de David, ¡qué mal te va a ir! Sigue con tus celebraciones y haz fiesta año tras año,

2 pero yo te pondré en problemas. Entonces gritarás y llorarás, y la ciudad arderá en llamas, como se queman los animales que se ofrecen en el altar.

3 Yo te rodearé con mi ejército; pondré alrededor de ti fortalezas y torres de asalto.

4 Tú serás humillada, quedarás tirada en el suelo; apenas se oirán tus palabras, tu voz parecerá la de un fantasma.

5-6 Yo, el Dios todopoderoso, castigaré de repente a tus enemigos. Los castigaré con truenos, con el estruendo de un terremoto, con incendios, tormentas y tempestades. Los muchos enemigos que te persiguen quedarán hechos polvo; ¡serán arrastrados como paja!

7 Los ejércitos que atacan a Jerusalén y quieren derribar sus fortalezas desaparecerán por completo, como la niebla al salir el sol.

8 Los grandes ejércitos que atacan a Jerusalén, morirán de hambre y de sed. Soñarán que comen y beben, pero cuando se despierten tendrán el estómago vacío y la garganta reseca.

Israel parece estar ciego

9 Isaías dijo: ¡Ustedes los profetas, sigan actuando como unos tontos! ¡Sigan como ciegos, sin ver nada! ¡Sigan tambaleándose como borrachos, aun sin haber tomado vino!

10 Dios ha hecho caer sobre ustedes un sueño muy profundo. Ustedes los profetas deberían ser los ojos del pueblo, pero son incapaces de ver nada.

11 Las visiones que reciben de Dios no pueden entenderlas; es como si quisieran leer el texto de un libro cerrado. Si se les diera ese libro para que lo leyeran, dirían: «No podemos leerlo, porque el libro está cerrado».

12 Mientras tanto, otros dicen: «No podemos leerlo porque no sabemos leer».

13 Dios le dijo a Isaías: Este pueblo dice que me ama, pero no me obedece; me rinde culto, pero no es sincero ni lo hace de corazón.

14 Por eso, voy a hacer cosas tan maravillosas que este pueblo quedará asombrado. Entonces destruiré la sabiduría de sus hombres sabios y la inteligencia de sus personas inteligentes.

Advertencia de Isaías

15 Isaías dijo: ¡Qué mal les va a ir a los que tratan de esconderse para que Dios no los vea cuando hacen sus planes malvados! ¡Qué mal les va a ir a los que andan diciendo: «Nadie nos ve, nadie se da cuenta»!

16 ¡Pero eso es un disparate! Es como si el plato de barro quisiera ser igual a quien lo hizo. Pero no hay un solo objeto que pueda decir a quien lo hizo: «¡Tú no me hiciste!». Tampoco puede decirle: «¡No sabes lo que estás haciendo!».

Promesa de salvación a Israel

17 Dentro de muy poco tiempo, el bosque se convertirá en un campo de cultivo, y el campo de cultivo se parecerá a un bosque.

18 En ese día los sordos podrán oír cuando alguien les lea en voz alta, y los ciegos podrán ver, porque para ellos no habrá más oscuridad.

19 Los más pobres y necesitados se alegrarán en nuestro santo Dios.

20 Ese día desaparecerán los insolentes, los orgullosos, y los que sólo piensan en hacer el mal.

21 Se acabarán los mentirosos que acusan a otros falsamente. Se acabarán también los que ponen trampas a los jueces y los que con engaños niegan justicia al inocente.

22 Por eso dice el Dios de Israel, el que rescató a Abraham: De ahora en adelante, los israelitas no sentirán más vergüenza.

23 Cuando sus descendientes vean todo lo que hice entre ellos, reconocerán que soy un Dios santo y me mostrarán su respeto.

24 Los que estaban confundidos aprenderán a ser sabios; ¡hasta los más testarudos aceptarán mis enseñanzas!

30 Contra los que confían en Egipto

1 Dios dijo: ¡Qué mal les va a ir a ustedes, israelitas rebeldes! Hacen planes sin tomarme en cuenta, y pecan una y otra vez.

2 Piden ayuda al rey de Egipto, pero sin consultarme; buscan refugio bajo su poder,

3 pero ese rey no podrá protegerlos; Egipto no les dará refugio.

4 Ustedes, los israelitas, han mandado embajadores hasta las ciudades egipcias de Soan y de Hanés;

5 pero van a quedar avergonzados, porque esa gente inútil, en vez de ayudarlos, les causará muchas desgracias.

La ayuda de Egipto no servirá de nada

6 Isaías dijo: Esto dice nuestro Dios acerca de Egipto, ese animal feroz del desierto del sur: «Los israelitas llevan a Egipto todos sus tesoros y riquezas. Todo eso lo llevan a lomo de burro y de camello. Cruzan el desierto, que está lleno de peligros. Allí hay leones feroces, víboras y dragones voladores.

7 Pero Egipto no podrá ayudarlos. Por eso he dicho acerca de él: ‘Perro que ladra, no muerde’».

8 Entonces Dios le dijo a Isaías: Ven ahora y escribe este refrán; ponlo sobre una tablilla para que sirva de testimonio y siempre se recuerde.

El castigo de la rebeldía

9 Isaías dijo: Los israelitas son un pueblo que no quiere obedecer las enseñanzas de Dios. Son infieles y rebeldes.

10 No quieren que los videntes cuenten sus visiones; tampoco quieren que los profetas les digan la verdad. Prefieren que les hablen de cosas agradables; prefieren seguir creyendo que todo les saldrá bien.

11 A unos y a otros les piden que dejen de obedecer a Dios; no quieren que sigan hablando del Dios santo de Israel.

12 Por eso, Dios les dijo: «Ustedes rechazan mis advertencias, y prefieren confiar en la violencia y en palabras mentirosas.

13 Por lo tanto, su pecado caerá sobre ustedes como un muro alto y agrietado, que se viene abajo cuando uno menos lo espera.

14 Será como un jarro que se rompe por completo. Tan pequeños son los pedazos que no sirven para nada; ¡ni para remover el fuego ni para sacar agua de un pozo!».

15 Por lo tanto, así dice el Dios santo de Israel: «Vuelvan a obedecerme, y yo les daré poder. Si en verdad confían en mí, manténganse en calma y quedarán a salvo. Pero ustedes me rechazan;

16 prefieren escapar a caballo o en carros muy veloces». Pues bien, si así lo prefieren, tendrán que huir a caballo; ¡pero sus perseguidores serán más veloces que ustedes!

17 Bastará un solo enemigo para llenar de miedo a mil; ¡serán suficientes cinco de ellos para amenazar a todos ustedes! Y cuando todo haya terminado, de ustedes quedarán tan pocos que parecerán un poste solitario en la parte alta de un monte».

Promesas de salvación

18 Isaías continuó diciendo: Nuestro Dios ama la justicia y quiere demostrarles cuánto los ama. En verdad, Dios ama a los que confían en él, y desea mostrarles compasión.

19 Y ustedes, israelitas que viven en la ciudad de Jerusalén, ya no tienen por qué llorar. Dios les tendrá compasión tan pronto como le pidan ayuda. En cuanto oiga sus gritos, les responderá.

20 Y si acaso les envía algún sufrimiento, ya no se quedará escondido. Dios es su maestro, y ustedes lo verán con sus propios ojos.

21 Si acaso dejan de adorarlo, oirán una voz que les dirá: «No hagan eso, porque eso no me agrada. Adórenme sólo a mí».

22 Ustedes llegarán a ver como basura sus ídolos de oro y plata.

23 Entonces, cuando siembren sus campos, Dios les enviará lluvia. Así la tierra producirá trigo en abundancia. Ese día, su ganado tendrá mucho lugar donde pastar.

24 También los bueyes y los burros que trabajan en sus campos podrán alimentarse de ricos pastos.

25 Cuando Dios castigue a sus enemigos y destruya sus fortalezas, bajarán de las colinas y de las altas montañas grandes corrientes de agua.

26 Ese día Dios les sanará las heridas, porque ustedes son su pueblo. La luz de la luna será tan brillante como la del sol, y el sol brillará siete veces más. ¡Será como si brillaran siete soles juntos!

El castigo de Asiria

27 Isaías continuó diciendo: ¡Miren a lo lejos! ¡Dios mismo se acerca! Su furia es como fuego ardiente; sus labios y su lengua son un fuego destructor.

28 El aliento de Dios parece un río desbordado que todo lo inunda. Dios viene contra las naciones, para derrotarlas por completo y hacerlas perder el rumbo.

29 Ustedes, en cambio, escucharán canciones como en una noche de fiesta; irán con el corazón alegre, como los que caminan al ritmo de las flautas. Irán al monte de Dios, pues él es nuestro refugio.

30 Dios dejará oír su voz majestuosa y nos demostrará su poder. Sus rayos, aguaceros y granizos son destructores como el fuego.

31 Cuando Asiria oiga la voz de Dios, sabrá el castigo que le espera y se llenará de miedo.

32 Dios la atacará en la guerra, y cuando la destruya, sonarán arpas y tambores.

33 Desde hace mucho tiempo Dios tiene preparado un lugar de castigo para Asiria y para su rey. Es un lugar ancho y profundo, y tiene mucha leña. Cuando Dios sople sobre ella, la leña se encenderá como una lluvia de azufre.

31 Reproches a los que buscan ayuda en Egipto

1 Isaías dijo: ¡Qué mal les va a ir a los que van a Egipto a pedir ayuda! ¡Todos ellos confían en sus fuerzas militares, pero no miran ni buscan al Dios santo de Israel!

2 Pero a Dios no se le engaña; él sabe causar desgracias, y cuando promete algo, lo cumple. Dios destruirá a los malvados y a quienes les piden ayuda.

3 Los egipcios no son dioses, sino simples seres humanos. Sus caballos son de carne y no vivirán para siempre. Dios castigará a los egipcios y a quienes les piden ayuda. ¡Todos van a desaparecer!

Dios protege a Jerusalén

4 Dios le dijo a Isaías: Yo defenderé a mi pueblo que vive en Jerusalén, como se defiende el león cuando ha matado a una oveja: no se deja asustar por los gritos de los pastores.

5 Yo protegeré a Jerusalén como protege el pájaro a su nido: ¡yo la cuidaré y la salvaré! Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré.

El pueblo debe arrepentirse

6 Isaías advirtió: Israelitas, ya no sean desobedientes; ¡vuelvan a obedecer a Dios!

7 Ustedes pecaron contra mí al fabricar ídolos de oro y plata, pero viene el día en que dejarán de adorarlos.

8 Ese día, Asiria será derrotada, pero no por ningún ser humano. Por causa de la guerra su gente querrá escapar, y sus jóvenes guerreros serán hechos esclavos.

9 Su rey se llenará de miedo y saldrá corriendo; también sus capitanes dejarán abandonada su bandera. Dios ya tiene preparado el castigo para sus enemigos en la ciudad de Jerusalén.

32 El reino de justicia

1 Isaías continuó diciendo: Llegará el momento en que el rey y los gobernantes de mi pueblo actuarán con justicia;

2 brindarán protección y refugio contra los ataques enemigos, contra los tiempos difíciles, y contra la corrupción.

3 Estarán siempre vigilantes y escucharán con atención;

4 actuarán con prudencia, y hablarán con la verdad.

5 Los malvados y tramposos serán despreciados

6 porque siempre que hablan, ofenden; hacen planes perversos, cometen muchos crímenes, no dan de comer al hambriento ni dan de beber al sediento, ¡y hasta mienten contra Dios!

7 Esos tramposos dicen mentiras y hacen planes malvados; con sus mentiras perjudican a los pobres y necesitados que reclaman justicia.

8 En cambio, la gente honesta sólo hace lo bueno, y por eso es confiable.

Mujeres irresponsables

9 Isaías les dijo a las mujeres: Ustedes, mujeres irresponsables, oigan bien lo que les voy a decir. Escuchen bien mis palabras, ustedes, que viven tan tranquilas.

10 Ahora todo parece estar bien, pero dentro de un año se pondrán a temblar de miedo, porque no habrá pan ni vino.

11 Les repito: Ustedes, mujeres irresponsables, que viven tan tranquilas, comiencen a temblar. Quítense esos vestidos y pónganse ropas ásperas en señal de dolor.

12 Recorran con lágrimas en los ojos los campos llenos de trigo, los viñedos llenos de uvas,

13 y los hogares de Jerusalén, que alguna vez fueron felices. Porque todo mi país se llenará de espinos y matorrales.

14 Mi ciudad, antes llena de gente, quedará abandonada para siempre. También quedarán abandonados el palacio y las fortalezas. En su lugar vivirán contentos los asnos salvajes, y podrá pastar el ganado.

Promesas de paz y seguridad

15 Pero Dios vendrá a visitarnos, y con su poder creador convertirá el desierto en tierra fértil, y la tierra fértil en un bosque hermoso.

16 Entonces habrá justicia en todos los rincones del país.

17 La justicia traerá para siempre paz, tranquilidad y confianza.

18 Mi pueblo vivirá en un lugar tranquilo y seguro.

19 Aun cuando caiga granizo y los bosques sean dañados, aun cuando mi ciudad vuelva a ser humillada,

20 ustedes vivirán felices. Sus sembrados tendrán mucha agua, y los burros y los bueyes tendrán pastos en abundancia.

33 Confianza en Dios

1 Isaías anunció: ¡Qué mal te va a ir, Asiria! ¡Tú eres el destructor de mi pueblo! Cuando acabes de destruirlo, también tú serás destruido; cuando acabes de traicionarlo, también tú serás traicionado.

2 Isaías continuó diciendo: Sálvanos, Dios nuestro; ¡ten compasión de nosotros! Danos fuerzas cada mañana; ¡ayúdanos en momentos difíciles!

3 Los pueblos huyen al oír tus amenazas; las naciones se dispersan cuando muestras tu poder.

4 Los enemigos de esos pueblos parecen saltamontes que se lanzan sobre ellos y les quitan sus riquezas.

5 Dios nuestro, tú eres el Dios soberano que vive en el cielo. Has hecho que en Jerusalén haya honestidad y justicia;

6 nos haces vivir seguros; tu sabiduría y tus conocimientos nos han dado la salvación; ¡el obedecerte es nuestro tesoro!

Dios ayuda en el sufrimiento

7 Nuestros valientes gritan por las calles; nuestros mensajeros de paz lloran amargamente.

8 Los caminos están desiertos, nadie transita por ellos; se han roto los pactos, se rechaza a los testigos, y no hay respeto por nadie.

9 Todos en el país están tristes; los bosques del Líbano se han secado y han perdido su color. Todo el valle de Sarón ha quedado hecho un desierto; la región de Basán y el monte Carmelo han perdido su verdor.

10 Dios dice: Ahora mismo voy a actuar y demostraré mi poder.

11 Todos los planes de Asiria son pura paja y basura; pero mi soplo es un fuego que los quemará por completo.

12 Sus ejércitos arderán como espinas en el fuego, y quedarán reducidos a cenizas.

13 Ustedes, los que están lejos, miren lo que hice; y ustedes, los que están cerca, reconozcan mi poder.

14 En Jerusalén los pecadores tiemblan, los malvados se llenan de miedo y gritan: «No podremos sobrevivir al fuego destructor de Dios; ¡ese fuego no se apaga y no quedaremos con vida!».

¿Quién se salvará en el juicio de Dios?

15-16 Isaías dijo: Sólo vivirá segura la gente que es honesta y siempre dice la verdad, la que no se enriquece a costa de los demás, la que no acepta regalos a cambio de hacer favores, la que no se presta a cometer un crimen, ¡la que ni siquiera se fija en la maldad que otros cometen! Esa gente tendrá como refugio una fortaleza hecha de rocas; siempre tendrá pan, y jamás le faltará agua.

La gloria futura de Jerusalén

17 Isaías les dijo a los israelitas: Ustedes verán a un rey en todo su esplendor; verán un país tan grande que parecerá no tener fronteras.

18 Y cuando se pongan a pensar en el miedo que sentían, dirán: «¿Y dónde han quedado los que nos cobraban los impuestos? ¿Dónde están los contadores que nos cobraban tanto dinero?».

19 Ya no volverán a ver a ese pueblo tan violento, que hablaba un idioma tan difícil y enredado que nadie podía entender.

20 Fíjense en mi templo y en la ciudad de Jerusalén: ¡allí celebraremos nuestras fiestas! Será un lugar tan seguro como una carpa bien plantada, con estacas bien clavadas y cuerdas que no se rompen.

21 ¡Allí Dios mostrará su poder! Jerusalén tendrá ríos muy anchos, pero los barcos enemigos no podrán pasar por allí.

22 Dios es nuestro juez y nuestro rey. ¡Nuestro Dios nos salvará!

23 Las naves de Asiria tienen flojas las cuerdas, su mástil tambalea y no sostiene su bandera. Sus enemigos, y hasta los cojos, les quitan todas sus riquezas.

24 Pero Dios perdonará los pecados de los habitantes de Jerusalén. Ninguno de ellos volverá a decir: «Siento que me muero».

34 Dios juzgará a las naciones

1 Isaías advirtió: Pueblos y naciones, habitantes de toda la tierra: ¡Acérquense y escuchen! ¡Presten atención!

2 Dios está enojado con ustedes y con todos sus ejércitos. Dios los ha condenado a una total destrucción.

3 Por las montañas correrán verdaderos ríos de sangre. Los muertos quedarán abandonados, y despedirán mal olor.

4 Los planetas dejarán de verse, el cielo se cerrará, y las estrellas caerán como hojas secas en otoño.

Dios castigará al reino de Edom

5 Isaías continuó diciendo: Ya se ve en el cielo la espada de nuestro Dios; está a punto de castigar a todo el pueblo de Edom. ¡Dios lo ha condenado a muerte!

6 Habrá una matanza en Bosrá, la ciudad capital de Edom, y correrá mucha sangre. La espada de Dios se empapará de sangre y de grasa, como cuando en el altar se ofrecen corderos y cabras.

7 La gente caerá muerta como los toros en el matadero. Su país se empapará de sangre; ¡la tierra se llenará de grasa!

8 Ese día Dios se vengará; será el año de su venganza en favor de Jerusalén.

9 Por los arroyos de Edom correrá brea[a] en vez de agua; la tierra se volverá azufre y arderá como resina caliente,

10 que arde todo el tiempo y siempre levanta mucho humo. El país quedará abandonado para siempre, y nadie volverá a pasar por allí.

11 Dios convertirá ese país en el más árido desierto. Allí se refugiarán los búhos; allí pondrán sus nidos los cuervos y las lechuzas.

12 No volverán a tener reyes, y se quedarán sin jefes.

13 En sus palacios y fortalezas crecerán cardos y espinos, y allí buscarán refugio los chacales y los avestruces.

14 Allí las cabras se llamarán unas a otras; se juntarán los chacales y los gatos monteses. Allí encontrará su lugar el fantasma que espanta de noche;

15 allí anidará la serpiente, que pondrá sus huevos y tendrá sus crías; ¡allí se reunirán los buitres, cada uno con su pareja!

16 Estudien el libro de Dios; lean lo que allí dice: De todos estos animales no faltará uno solo; todos tendrán su pareja porque así Dios lo decidió; Dios los ha reunido con un soplo de su aliento.

17 A cada uno de estos animales le dio su propio territorio, y allí vivirán para siempre.

35 Los israelitas volverán a Jerusalén

1 Isaías anunció: ¡El desierto florecerá y la tierra seca dará fruto!

2 Todo el mundo se alegrará porque Dios le dará al desierto la belleza del monte del Líbano, la fertilidad del monte Carmelo y la hermosura del valle de Sarón.

3 Fortalezcan a los débiles, den fuerza a los cansados,

4 y digan a los tímidos: «¡Anímense, no tengan miedo! Dios vendrá a salvarlos, y a castigar a sus enemigos».

5 Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos;

6-7 los que no pueden andar saltarán como venados, y los que no pueden hablar gritarán de alegría. En medio del árido desierto brotará agua en abundancia; en medio de la tierra seca habrá muchos lagos y manantiales; crecerán cañas y juncos donde ahora habitan los chacales,

8 en pleno desierto habrá un sendero al que llamarán «Camino Sagrado». No pasarán por ese camino ni los impuros ni los necios;

9 no se acercarán a él ni los leones ni otras fieras. Ese camino es para los israelitas, que han estado prisioneros,

10 pero que Dios va a liberar. Y ellos entrarán en Jerusalén cantando con mucha alegría, y para siempre vivirán felices. Se acabarán el llanto y el dolor, y sólo habrá alegría y felicidad.

36 El rey de Asiria invade Judá (2 R 18.13-37; 2 Cr 32.1-19).

1 Ezequías tenía ya catorce años gobernando, cuando el nuevo rey de Asiria, llamado Senaquerib, atacó todas las ciudades fortificadas de Judá y las conquistó.

2 Senaquerib envió desde Laquis a uno de sus oficiales de confianza al frente de un poderoso ejército para que hablara con Ezequías en Jerusalén. Cuando llegaron, acamparon junto al canal del estanque de Siloé, por el camino que va a los talleres de los teñidores de telas.

3 Eliaquim, encargado del palacio del rey Ezequías, y Sebná y Joah, sus dos secretarios, salieron a recibirlo.

4 Entonces el oficial asirio les dio este mensaje para Ezequías: El gran rey de Asiria quiere saber por qué te sientes tan seguro de ganarle.

5 Para triunfar en la guerra no bastan las palabras; hace falta un buen ejército y un buen plan de ataque. ¿En quién confías, que te atreves a luchar contra el rey de Asiria?

6 ¿Acaso confías en Egipto? Ese país y su rey son como una caña astillada que se romperá si te apoyas en ella, y te herirá.

7 Y si me dices que confías en tu Dios, entonces por qué has quitado todos los altares y ordenaste que tu pueblo lo adore solamente en Jerusalén.

8 Tú no tienes con qué atacarme. Es más, si ahora mismo me muestras a dos jinetes yo te doy los caballos.

9 Y si estás esperando a los egipcios, déjame decirte que los caballos y carros de combate de Egipto no harán temblar ni al más insignificante de mis soldados.

10 Además, hemos venido a destruir este país, porque Dios nos ordenó hacerlo.

11 Eliaquim, Sebná y Joah le dijeron al oficial asirio: —Por favor, no nos hable usted en hebreo. Háblenos en arameo, porque todos los que están en la muralla de la ciudad nos están escuchando.

12 El oficial asirio les respondió: —El rey de Asiria me envió a hablarles a ellos y no a ustedes ni a Ezequías, porque ellos, lo mismo que ustedes, se van a quedar sin comida y sin agua. Será tanta el hambre y la sed que tendrán, que hasta se comerán su propio excremento y beberán sus propios orines.

13 Después el oficial asirio se puso de pie y gritó muy fuerte en hebreo: Escuchen lo que dice el gran rey de Asiria:

14 «No se dejen engañar por Ezequías, porque él no puede salvarlos de mi poder.

15 Si les dice que confíen en Dios porque él los va a salvar,

16 no le crean. Hagan las paces conmigo y ríndanse. Entonces podrán comer las uvas de su propio viñedo, los higos de sus árboles y beber su propia agua.

17 Después los llevaré a un país parecido al de ustedes, donde hay trigo, viñedos, olivos y miel.

18-20 No escuchen a Ezequías, pues él los engaña al decirles que Dios los va a salvar. A otras naciones, sus dioses no pudieron salvarlas de mi poder. Ni los dioses de Hamat, Arpad y Sefarvaim, pudieron salvar a Samaria de mi poder; ¿cómo esperan que el Dios de ustedes pueda salvar a Jerusalén?».

21 La gente se quedó callada, porque el rey les había ordenado no contestar.

22 Después Eliaquim, Sebná y Joah rompieron su ropa en señal de angustia, y fueron a contarle al rey Ezequías lo que había dicho el oficial asirio.

37 Dios salva a Judá (2 R 19.1-37; 2 Cr 32.20-23).

1 Cuando el rey Ezequías escuchó el mensaje de Senaquerib, se puso muy triste, y para mostrarlo se rompió la ropa, se puso ropa áspera y se fue al templo.

2 Luego les pidió a Eliaquim, a Sebná y a los sacerdotes más ancianos que fueran a ver al profeta Isaías hijo de Amós. Como ya se ha dicho, Eliaquim era el encargado del palacio, y Sebná era secretario del rey. Todos ellos fueron vestidos con ropa áspera para mostrar su tristeza,

3 y le dijeron al profeta: —El rey Ezequías dice que hoy es un día de luto, de castigo y de vergüenza. Ya hemos perdido las fuerzas; estamos completamente desanimados.

4 Ojalá que Dios haya escuchado los insultos que el oficial de Senaquerib lanzó en contra del Dios de Israel, y que lo castigue. Pídele a Dios que ayude a los israelitas que aún quedan con vida.

5-6 Isaías les respondió: —Denle al rey este mensaje de parte de Dios: «No tengas miedo de los insultos de ese soldado.

7 Yo haré que el rey Senaquerib reciba una mala noticia que lo obligue a regresar a su país, y allí lo matarán».

8 El oficial asirio se enteró de que Senaquerib, su rey, se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén y encontró a Senaquerib luchando contra Libná.

9 Allí Senaquerib supo que el rey Tirhaca de Etiopía había salido a luchar contra él. Entonces le mandó de nuevo un mensaje a Ezequías:

10 Ezequías, rey de Judá: Tú confías en tu Dios, pero no te dejes engañar por él cuando te dice que yo no conquistaré Jerusalén.

11 Como bien sabes, los reyes de Asiria han destruido por completo a cuanto país quisieron. ¡No creas que tú te vas a salvar!

12 Cuando mis antepasados destruyeron a países como Gozán, Harán, Résef, y a la gente de Bet-edén que vivían en Telasar, ni sus dioses pudieron salvarlos.

13 Ni tampoco pudieron los reyes de Hamat, Arpad, Sefarvaim, Ivá y Hená.

14 Ezequías tomó la carta y la leyó. Luego fue al templo, extendió la carta delante de Dios

15 y oró diciendo:

16 Dios de Israel, tú tienes tu trono sobre los querubines. Tú eres el único Dios de todos los reinos de la tierra; tú eres el creador del cielo y de la tierra.

17 ¡Préstanos atención! Mira lo que nos está sucediendo. Escucha lo que dijo Senaquerib para ofenderte a ti, el Dios de la vida.

18 Es verdad que los reyes de Asiria han destruido a los países y sus territorios,

19 y que han echado a sus dioses al fuego. Pero en realidad esos no eran dioses, sino imágenes de madera y de piedra hechas por manos humanas, y por eso fueron destruidas.

20 Dios nuestro, te rogamos que nos salves del poder de los asirios, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú eres el único Dios.

21 Después Isaías le mandó este mensaje a Ezequías: Nuestro Dios, el Dios de Israel, ha escuchado tu oración.

22 Esto es lo que Dios dice de Senaquerib: «A ti, Senaquerib, Jerusalén te desprecia; los israelitas se burlan de ti a tus espaldas.

23 ¿A quién insultaste y ofendiste? ¡Me ofendiste a mí, al Dios santo de Israel!

24 Tu mensaje es un grave insulto para mí». Tú presumes de tener muchos carros de combate y de haber subido con ellos a las más altas montañas del Líbano. Tú presumes de haber derribado los cedros y los pinos más altos y hermosos. Dices que has llegado a los lugares más lejanos y a los bosques más tupidos.

25 Tu orgullo es haber hecho pozos y haber bebido el agua de otros países. Presumes de que a tu paso los ríos de Egipto se quedaron secos.

26 ¿Pero acaso no sabes, Senaquerib, que fui yo quien te permitió hacerlo? Desde los tiempos antiguos he planeado lo que ahora sucede. Por eso destruyes ciudades fortificadas y las transformas en un montón de escombros.

27 Por eso dejas sin fuerza a sus habitantes; y los confundes y llenas de miedo. ¡Y se han vuelto como la hierba del campo, como el pasto verde; como la hierba de los tejados que se seca antes de crecer!

28 Senaquerib, yo sé todo lo que haces; sé a dónde vas y de dónde vienes. Y sé que te enojaste contra mí.

29 ¡Te enfureciste y te llenaste de orgullo! Pero voy a ponerte un gancho en la nariz, como se les pone a los bueyes, y un freno en la boca, como se les pone a los caballos; ¡voy a hacerte regresar por el camino por donde viniste!».

30 Después Isaías continuó diciéndole a Ezequías: Voy a darte una señal que te hará saber lo que va a pasar: Este año y el próximo, lo único que el pueblo comerá será el trigo que crece por sí solo. Pero en el tercer año ya podrán sembrar y cosechar, plantar viñedos y comer las uvas.

31 Los habitantes de Judá que aún queden con vida serán como árboles bien firmes que producen mucho fruto.

32 Porque no todos en Jerusalén morirán de hambre, sino que un pequeño grupo quedará con vida. Dios hará esto porque los ama mucho.

33-34 Dios quiere que sepas que Senaquerib no entrará a Jerusalén. No disparará ni una sola flecha; no la atacará ni construirá plataformas para subir por sus murallas, tendrá que regresar por donde vino. Dios ha dado su palabra.

35 Dios protegerá esta ciudad, por amor a sí mismo, y por amor a David, quien le fue fiel en todo.

36 Esa noche, el ángel de Dios fue y mató a ciento ochenta y cinco mil soldados del ejército asirio, y a la mañana siguiente el campo estaba lleno de muertos.

37 Entonces Senaquerib regresó a su país y se quedó en la ciudad de Nínive.

38 Pero un día, mientras Senaquerib estaba adorando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer fueron y lo mataron, y luego escaparon a la región de Ararat. En su lugar reinó su hijo Esarhadón.

38 Dios prolonga la vida de Ezequías (2 R 20.1-11; 2 Cr 32.24-26).

1-22 En esos días, el rey Ezequías se enfermó gravemente y estaba por morir. El profeta Isaías fue a visitarlo y le dijo: Dios dice que vas a morir, así que arregla todos tus asuntos familiares más importantes. Entonces Ezequías volvió su cara hacia la pared y oró a Dios así: Dios mío, no te olvides de que yo siempre he sido sincero contigo, y te he agradado en todo. Luego Ezequías lloró con mucha tristeza. El profeta Isaías salió, y ordenó que le pusieran al rey Ezequías una pasta de higos en la herida para que sanara. Luego el rey preguntó: ¿Cómo puedo estar seguro de que voy a sanar, y que podré ir al templo de mi Dios? Dios le dijo a Isaías: Vuelve y dile al rey Ezequías, que yo, el Dios de su antepasado David, he escuchado su oración y he visto sus lágrimas. Dile que lo sanaré, y que voy a darle quince años más de vida. Yo salvaré a Ezequías y a Jerusalén del poder del rey de Asiria. Dile además que, como prueba de que cumpliré mi promesa, le daré esta señal: la sombra del reloj del rey Ahaz va a retroceder diez grados. Todo sucedió como Dios dijo.

39 Los mensajeros de Babilonia (2 R 20.12-19; 2 Cr 32.27-31).

1 Merodac-baladán hijo de Baladán, que era rey de Babilonia, se enteró de que Ezequías había estado enfermo, así que le envió mensajeros con cartas y un regalo.

2 Ezequías les dio la bienvenida y les mostró todos los tesoros del palacio, el oro y la plata, los perfumes, los aceites finos, y las armas y todo lo que había en las bodegas. Recorrieron todo el palacio y el reino, y no hubo nada que Ezequías no les mostrara.

3 Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey y le preguntó: —¿Y esa gente de dónde vino? ¿Qué te dijeron? Ezequías respondió: —Vinieron de Babilonia, que es un país muy lejano.

4 Isaías le preguntó: —¿Qué vieron en tu palacio? Ezequías contestó: —¡Todo! Les mostré todo lo que tengo en mi palacio y en mis bodegas.

5 Entonces Isaías le dijo: —Escucha este mensaje de parte de Dios:

6 «En el futuro, todo lo que hay en tu palacio será llevado a Babilonia. Se llevarán todo lo que juntaron tus antepasados hasta el día de hoy. No va a quedar nada.

7 También a algunos de tus hijos se los llevarán a Babilonia, y allí los harán esclavos y no les permitirán tener descendientes».

8 Ezequías pensó que por lo menos vivirían seguros y en paz mientras él fuera rey, así que le respondió a Isaías: —Sí así lo quiere Dios, está bien.

40 Dios consuela a Jerusalén

1 Dios dijo: ¡Consuelen a mi pueblo! ¡Denle ánimo!

2 Hablen con mucho cariño a los habitantes de Jerusalén, y anúncienles de mi parte que ya han dejado de ser esclavos. Ya les hice pagar por sus pecados, y el castigo que han recibido es más que suficiente.

El camino de Dios en el desierto

3 Isaías anunció: Preparen para Dios un camino en el desierto.

4 Rellenen todos los valles y conviertan en llanura la región montañosa.

5 Entonces Dios mostrará su poder y lo verá la humanidad entera. Dios así lo ha dicho.

El poder de la palabra de Dios

6 Alguien me ordenó que gritara, y yo pregunté: «¿Qué debo gritar?». Entonces escuché: «Grita que todo ser humano es como la hierba y como las flores del campo.

7 Grita que la hierba se seca, y las flores se marchitan, cuando Dios lanza sobre ellas el viento del desierto.

8 En cambio, la palabra de Dios permanece para siempre».

¡Dios llega con poder!

9 Dios le dijo a Isaías: Súbete a una montaña y anuncia esta buena noticia a los habitantes de Jerusalén. No tengas miedo; grita con todas tus fuerzas y di a las ciudades de Judá: «¡Aquí viene nuestro Dios!

10 ¡Viene con todo su poder! Dios es un rey poderoso, y trae con él a su pueblo, el pueblo que ha liberado.

11 Viene cuidando a su pueblo, como cuida un pastor a su rebaño: lleva en brazos a los corderos y guía con cuidado a las ovejas que acaban de tener su cría».

Nadie es más grande que Dios

12 Isaías dijo: Dios puede medir el océano con la palma de su mano. Puede calcular con los dedos toda la extensión del cielo. Dios es capaz de recoger todo el polvo de la tierra, y de pesar en una balanza los cerros y las montañas.

13-14 A Dios nadie le enseña nada; nadie le da consejos ni lecciones de ciencia y sabiduría.

15 Las naciones son, para él, como una gota de agua; ¡como un grano de polvo en la balanza! Los poderosos países que están en las islas del mar son para él lo mismo que un simple grano de arena.

16 No hay en los bosques del Líbano, animales ni leña suficientes para presentar en su altar una ofrenda como él se la merece.

17 Para Dios, nada valen las naciones; ¡son lo mismo que nada!

Los ídolos no son Dios

18-20 A Dios no podemos compararlo con nada ni con nadie. No puede ser representado con ninguna imagen. Los escultores fabrican estatuas, los joyeros las recubren de oro y les ponen cadenitas de plata. Los que no tienen dinero buscan un palo que no se pudra y se lo llevan a un artesano; pero éste, por más hábil que sea, hace un ídolo que ni pararse puede. ¡Pero a Dios no podemos compararlo con ninguna de estas imágenes!

El poder de Dios

21 Ustedes saben muy bien, y ya lo han oído decir,

22 que Dios tiene su trono muy por encima del cielo. Desde allí, Dios nos ve como si fuéramos insectos. Dios extiende el cielo como un toldo, lo levanta como una carpa para vivir en ella.

23-24 Dios hace que los poderosos de este mundo desaparezcan como plantas tiernas y sin raíces. ¡Esas plantas se marchitan y se las lleva el huracán!

La grandeza de Dios

25 Nuestro santo Dios afirma: «Con nadie me pueden comparar. Nadie puede igualarse a mí».

26 Isaías dijo: Levanten los ojos al cielo: ¿quién ha creado todo esto? Dios hace que salgan las estrellas; las llama por su nombre y las ordena una por una. ¡Es tan grande su poder que nunca falta una estrella!

27 Pueblo de Israel, ¿por qué te quejas? ¿Por qué crees que Dios no se preocupa por ti?

28 Tú debes saber que Dios no se cansa como nosotros; debes saber que su inteligencia es más de lo que imaginamos. Y debes saber que su poder ha creado todo lo que existe.

29 Dios les da nuevas fuerzas a los débiles y cansados.

30 Los jóvenes se cansan por más fuertes que sean,

31 pero los que confían en Dios siempre tendrán nuevas fuerzas. Podrán volar como las águilas, podrán caminar sin cansarse y correr sin fatigarse.

41 El rey Ciro, un enviado de Dios

1 Dios dijo: Ustedes, países del mar, ¡guarden silencio y escuchen! Y ustedes, naciones todas, ¡sean valientes! Vengan, que vamos a tratar un asunto muy importante; ¡juntémonos para discutirlo!

2 Yo soy el Dios de Israel; yo hice venir del este al victorioso rey Ciro. Conforme avanza su ejército yo humillo a los reyes, y le entrego sus naciones. Con sus armas en la mano, Ciro los ha borrado del mapa como a un puñado de polvo.

3 Los persigue con tanta rapidez que parece no tocar el suelo.

4 Yo soy el único Dios y mantengo bajo control todo lo que pasa en este mundo. He existido desde el principio, y existiré hasta el final.

5 Los pueblos del mar se llenaron de miedo cuando vieron que se acercaban Ciro y sus ejércitos. La tierra también tembló de un extremo a otro.

6 Los que adoran ídolos se ayudan unos a otros:

7 el artesano anima al escultor, y el que trabaja con el martillo dice al que golpea en el yunque: «Has hecho un buen trabajo». Después sujeta al ídolo con clavos para mantenerlo firme.

La confianza en Dios

8 Dios siguió diciendo: Escúchenme, israelitas, descendientes de mi amigo Abraham,

9 de las regiones más lejanas yo los llamé a mi servicio; los elegí, y no los he rechazado.

10 Por tanto, no tengan miedo, pues yo soy su Dios y estoy con ustedes. Mi mano victoriosa les dará fuerza y ayuda; mi mano victoriosa siempre les dará su apoyo.

11-12 Ustedes tienen enemigos que los odian y los combaten, pero yo haré que desaparezcan llenos de vergüenza. Los buscarán, y no los encontrarán, pues habrán dejado de existir.

13 Israelitas, yo soy su Dios y los he tomado de la mano; no deben tener miedo, porque cuentan con mi ayuda.

14 Ustedes, israelitas, son un pueblo débil y pequeño; pero no tengan miedo, porque cuentan con mi ayuda. Yo soy el Dios santo de Israel, yo les he dado libertad.

15 Yo haré que ustedes destruyan a sus enemigos. Los dejarán hechos polvo, los convertirán en un montón de paja;

16 luego los lanzarán al viento y la tormenta se los llevará. Ustedes, por el contrario, se alegrarán y harán fiesta porque yo soy su Dios, el Dios santo de Israel.

Dios hace grandes maravillas

17 Dios dijo: Cuando los pobres tengan sed, y con la lengua reseca busquen agua y no la encuentren, yo vendré a rescatarlos y no los abandonaré. Yo soy el Dios de Israel.

18 Entre los cerros desiertos, y entre los áridos valles, haré que broten ríos, arroyos y manantiales.

19 En los lugares más secos plantaré toda clase de árboles.

20 Así todo el mundo verá que con mi poder, yo he creado todo esto. Entonces comprenderán que yo soy el Dios santo de Israel.

Dios desafía a los falsos dioses

21 Dios les dijo a los ídolos: Yo soy el rey de Israel. Vengan y defiéndanse. ¡Muestren lo que pueden hacer!

22 Vengan a explicarnos el pasado; vengan a anunciarnos el futuro.

23 Anuncien lo que está por suceder; ¡demuestren que de veras son dioses! Hagan algo que nos asuste, hagan algo, bueno o malo.

24 ¡Pero ustedes no son nada, ni tampoco pueden hacer nada! ¡Confiar en ustedes es una tontería!

La incapacidad de los dioses falsos

25 Dios continuó diciendo: De Persia viene un rey a quien he llamado por su nombre, y aplastará a los gobernantes. Llegará por el norte, y los aplastará bajo sus pies.

26 Todo esto lo estoy anunciando antes de que suceda. Ninguno de los dioses falsos lo ha anunciado antes que yo; ¡nadie los ha oído decir una palabra!

27 Pero yo, el Dios de Israel, desde un principio anuncié al pueblo de Jerusalén todas estas cosas; además, les envié un mensajero para anunciarles que muy pronto su gente volverá.

28 Miro a mi alrededor, y no veo ningún otro dios. Si les pregunto algo, no pueden responderme, ¡y mucho menos instruirme!

29 ¡Miren a esos falsos dioses! Todos ellos no son nada, ni pueden hacer nada; ¡son absolutamente inútiles!

42 El elegido de Dios

1 Dios dijo: ¡Miren a mi elegido, al que he llamado a mi servicio! Él cuenta con mi apoyo; yo mismo lo elegí, y él me llena de alegría. He puesto en él mi espíritu, y hará justicia entre las naciones.

2 Mi fiel servidor no gritará, no levantará la voz, ni se le oirá en las calles.

3 No les causará más daño a los que estén heridos, ni acabará de matar a los que estén agonizando. Al contrario, fortalecerá a los débiles y hará que reine la justicia.

4 No tendrá un momento de descanso hasta que haya establecido la justicia en esta tierra. ¡Los países de las islas del mar esperan recibir sus enseñanzas!

5 Dios le dijo a su fiel servidor: Yo soy Dios, yo soy el creador del cielo; yo soy quien formó la tierra y todo lo que en ella crece; yo soy quien da vida y aliento a los hombres y a las mujeres que habitan este mundo.

6 Yo soy el Dios único; yo te llamé y te tomé de la mano para que hagas justicia, para que seas ante mi pueblo señal de mi pacto con ellos, para que seas ante las naciones la luz que las ilumine.

7 Esto quiero de ti: que abras los ojos de los ciegos, que des libertad a los presos, y que hagas ver la luz a los que viven en tinieblas.

8 Yo soy el Dios todopoderoso. Ése es mi nombre. No permito que otros dioses reciban la honra y la alabanza que sólo yo merezco recibir.

9 Lo que antes anuncié ya se ha cumplido, y ahora les anuncio cosas nuevas que aún están por ocurrir.

Gracias a Dios por la salvación

10 Isaías dijo: Canten a Dios una canción nueva. ¡Que lo alaben los países más lejanos! ¡Que lo alaben el mar y todo lo que hay en él! ¡Que lo alaben las costas lejanas y todos sus habitantes!

11 ¡Alégrense ustedes, ciudades del desierto! ¡Alégrense también ustedes, campamentos de la tribu de Quedar! ¡Canten de gozo ustedes, habitantes de Selá! ¡Hagan oír su canto desde la cumbre de los montes!

12 ¡Den gloria a Dios y alábenlo en todas partes!

13 Dios saldrá marchando con toda la furia de un guerrero: ¡lanzará un grito de guerra y derrotará a sus enemigos!

14 Dios dijo: Yo estuve callado durante mucho tiempo; he guardado silencio y no he dicho nada; pero ahora voy a gritar: voy a gemir como una mujer a punto de tener un hijo.

15 Voy a acabar con montañas y cerros; voy a secar todas sus plantas; voy a convertir sus ríos en lugares desiertos, y a dejar sin agua las lagunas.

16 Llevaré a los ciegos por caminos que nunca antes conocieron; los guiaré por senderos que nunca antes transitaron, y convertiré en luz sus tinieblas. Convertiré los caminos rocosos en sendas totalmente llanas. Todo esto voy a hacerlo porque no he abandonado a mi pueblo.

17 Esos que confían en los ídolos, esos que adoran a las estatuas, se alejarán de ellos llenos de vergüenza.

Israel, pueblo ciego y sordo

18 Isaías dijo: ¡Sordos, escuchen! ¡Ciegos, miren con atención!

19 Israel está al servicio de Dios; él lo eligió como su mensajero; ¡pero no hay otro pueblo más ciego ni más sordo que el pueblo de Israel!

20 Ha visto muchas cosas, pero no ha prestado atención; tiene abiertos los oídos, pero no ha escuchado nada.

21 Dios es un Dios que salva, y quiso que su enseñanza fuera maravillosa.

22 Pero Israel es un pueblo que todo lo ha perdido; sus enemigos le han quitado todo lo que tenía; unos se esconden en cuevas y otros son hechos prisioneros, ¡y no hay nadie que los libre!

23 A pesar de todo esto, Israel no quiere obedecer.

24 Dios permitió que Israel fuera vencido y secuestrado. Israel pecó contra Dios; no quiso andar por el camino que Dios le había señalado, ni quiso obedecer sus enseñanzas.

25 Por eso Dios se enojó con ellos, los hizo entrar en guerra y con fuego los castigó. ¡Pero ni así lo obedecieron!

43 Sólo Dios salva

1 Isaías dijo: Ahora, pueblo de Israel, Dios tu creador te dice: «No tengas miedo. Yo te he liberado; te he llamado por tu nombre y tú me perteneces.

2 Aunque tengas graves problemas, yo siempre estaré contigo; cruzarás ríos y no te ahogarás, caminarás en el fuego y no te quemarás

3-4 porque yo soy tu Dios y te pondré a salvo. Yo soy el Dios santo de Israel». Israel, yo te amo; tú vales mucho para mí. Para salvarte la vida y para que fueras mi pueblo, tuve que pagar un alto precio. Para poder llamarte mi pueblo, entregué a naciones enteras, como Sabá, Etiopía y Egipto.

5 No tengas miedo; yo siempre estaré contigo. No importa dónde estés, yo te llamaré y te haré volver a tu tierra, y volverás a ser mi pueblo.

6 A las naciones del norte y a las naciones del sur les diré:‘Devuélvanme a mi pueblo; no se queden con ellos. Dejen que mis hijos y mis hijas, vuelvan de los lugares más lejanos.

7 Yo los he creado para que me adoren y me canten alabanzas.’».

Israel, único testigo de Dios

8-9 Dios dijo: Mi pueblo tiene ojos, pero no ve; tiene oídos, pero no escucha. Pero ustedes, pueblos y naciones, júntense y díganme quién de ustedes ha anunciado lo que antes sucedió. Presenten a sus testigos y demuestren que dicen la verdad.

10 Dios les dijo a los israelitas: Ustedes son mis testigos y están a mi servicio. Yo los elegí porque quería que ustedes confiaran en mí; los elegí para que entendieran que yo soy el único Dios. No habrá otro, ni antes ni después.

11 Sólo yo soy Dios, sólo yo puedo salvarlos.

12 Yo les anuncié que los salvaría, y así lo hice. No los salvó un dios extraño; de eso, ustedes son mis testigos. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así es.

13 Yo soy Dios desde el principio, y lo seré hasta el final. Nadie puede librarse de mi poder, ni deshacer lo que yo hago.

Babilonia será destruida

14 Isaías dijo: El Dios santo de Israel les dio la libertad, y ahora les dice: «Para salvarlos a ustedes, he mandado contra Babilonia un ejército que derribará todas las puertas de la ciudad. Entonces la alegría de los babilonios se convertirá en dolor.

15 Yo soy el Dios santo de Israel, yo soy su creador y su rey».

Liberación de los israelitas

16 Isaías dijo: Dios abrió un camino en el mar, a través de las aguas profundas, y por allí pasó su pueblo.

17 Los guerreros de Egipto persiguieron a los israelitas con caballos y carros de guerra, pero se hundieron en el mar y ya no pudieron levantarse; la luz de su vida se apagó.

18 Y ahora, Dios le dice a su pueblo: No recuerden ni piensen más en las cosas del pasado.

19 Yo voy a hacer algo nuevo, y ya he empezado a hacerlo. Estoy abriendo un camino en el desierto y haré brotar ríos en la tierra seca.

20 Los chacales y los avestruces, y todos los animales salvajes entonarán cantos en mi honor. Haré brotar agua en el desierto y le daré de beber a mi pueblo elegido.

21 Yo mismo lo he creado para que me adore.

22-23 Pero tú, pueblo de Israel, no me adoraste ni me honraste con tus sacrificios. Más bien, te cansaste de mí. Yo nunca insistí en que me presentaras ofrendas

24 ni en que me dieras riquezas ni en que me agradaras con sacrificios de animales. En cambio tú, me tienes harto con tus pecados y maldades.

25 Pero yo, que soy tu Dios, borraré todos tus pecados y no me acordaré más de todas tus rebeldías.

26 Si tienes algo contra mí, ven a discutir conmigo. Preséntame tus razones, a ver si eres inocente.

27 Tu primer antepasado y tus maestros pecaron contra mí,

28 tus gobernantes no respetaron mi templo; por eso yo, el único Dios, permití que fueras humillado y destruido.

44 Dios es fiel

1 Dios dijo: Escúchame ahora, pueblo de Israel, mi fiel servidor y mi elegido.

2 Yo soy Dios, tu creador; yo te formé desde antes que nacieras, y vengo en tu ayuda. No tengas miedo, querido pueblo mío, tú eres mi fiel servidor, tú eres mi elegido.

3 Yo haré que corra agua en el desierto y que broten arroyos en tierras secas. A tus descendientes les daré vida nueva y les enviaré mi bendición.

4 Ellos crecerán como hierba bien regada, como árboles a la orilla del río.

5 Unos dirán: «Yo pertenezco a Dios»; otros se darán cuenta de que son descendientes de Jacob, y se grabarán en la mano: «Yo soy propiedad de Dios».

6 El Dios todopoderoso, rey y salvador de Israel, continuó diciendo: Yo soy el primero y el último; fuera de mí no hay otro Dios.

7 Si acaso lo hay, que se presente y lo diga; que anuncie el futuro y diga lo que va a suceder.

8 ¡Ánimo, no tengan miedo! Desde hace mucho tiempo les he anunciado estas cosas y ustedes son mis testigos. No hay otro dios fuera de mí, no hay otro dios que los proteja. ¡Y si lo hay, yo no lo conozco!

Crítica contra la idolatría

9 Isaías dijo: Los fabricantes de ídolos no valen nada, como tampoco valen nada los ídolos que ellos tanto quieren. Los que adoran a los ídolos son unos ciegos y estúpidos.

10 El que funde el metal para hacer una estatua y adorarla como un dios, pierde el tiempo.

11 Esos artesanos son simples seres humanos: ¡que se enfrenten conmigo en un juicio, y quedarán llenos de vergüenza!

12 Miren lo que hace el herrero: calienta el metal en el fuego, lo moldea a golpe de martillo y lo trabaja con su fuerte brazo. Pero si el herrero no se alimenta ni bebe agua, se cansa y pierde todas sus fuerzas.

13 O fíjense en el escultor: toma las medidas con su regla, hace un dibujo con el lápiz y el compás. Luego hace una estatua que se parece a un ser humano, y coloca en un templo esa estatua sin vida.

14 Hay otros que plantan cedros, y la lluvia los hace crecer. Si prefieren cipreses o robles, los cultivan en el bosque hasta que están bien crecidos.

15 Luego se llevan unas ramas de los árboles para hacer fuego y calentarse, o para cocer el pan. Pero también usan otros pedazos del árbol para hacer la estatua de un dios, ¡y se arrodillan para adorarla!

16 También hay quienes encienden fuego con la mitad de la madera, asan la carne, se comen el asado, y se sienten satisfechos. Además, se calientan junto al fuego y dicen: «¡Qué bien se está aquí! ¡Ya estamos entrando en calor!».

17 Y con el resto de la madera hacen la estatua de un dios, se arrodillan ante ella para adorarla, y le dirigen esta oración: «¡Sálvanos, pues tú eres nuestro dios!».

18 Esa gente no entiende nada. Están tan confundidos y cegados que no pueden comprender nada.

19 Les falta inteligencia para entender y poder decir: «Si la mitad de la madera la usamos para hacer el fuego, para asar la carne y cocer el pan, ¡lo que estamos adorando no es más que un simple trozo de madera!».

20 Esa gente se deja engañar por ideas falsas, y no es capaz de entender que lo que tiene en sus manos es pura mentira.

Dios perdona y salva a su pueblo Israel

21 Dios dijo: Recuerda, Israel, que tú eres mi fiel servidor. No te olvides de mí, porque yo soy tu creador.

22 Yo hice desaparecer tus faltas y pecados como desaparecen las nubes en el cielo. ¡Vuelve a obedecerme, porque yo te di libertad!

Dios es el libertador de su pueblo

23 El profeta Isaías declaró: ¡Cielos, griten de alegría por todo lo que Dios ha hecho! ¡Montañas y árboles del bosque, griten llenos de alegría! Dios ha mostrado su tremendo poder, dando libertad a su pueblo Israel.

La ciudad de Jerusalén volverá a ser habitada

24 Isaías le dijo al pueblo: Dios, tu salvador, el que te formó desde antes que nacieras, dice: «Yo soy Dios, el creador de todas las cosas; yo extendí el cielo y afirmé la tierra, sin que nadie me ayudara.

25 Cuando hablan los falsos profetas, no dejo que se cumpla lo que ellos anuncian; demuestro que los adivinos no tienen razón, y convierto en puras tonterías la sabiduría de los seres humanos.

26 En cambio, hago que las palabras y los planes de mis servidores y mensajeros se cumplan y tengan éxito. Yo declaro que la ciudad de Jerusalén volverá a ser habitada; las ciudades de Judá volverán a ser reconstruidas, y no estarán más en ruinas.

27 Yo puedo hacer que el océano se quede seco y que los ríos se queden sin agua.

28 Yo le digo a Ciro, el rey de Persia: ‘Tú eres como un pastor de ovejas, y harás lo que yo quiero.’ Yo le digo a Jerusalén: ‘Tú serás reconstruida.’ Y al templo le anuncio: ‘Serás reconstruido desde tus cimientos.’».

45

1 Isaías dijo: Dios hizo que Ciro llegara a ser rey de Persia. Le permitió dominar a las naciones y dejar desarmados a sus reyes. Dios hizo que ninguna ciudad resistiera los ataques de Ciro. Entonces Dios le dijo:

2 «Yo avanzaré delante de ti y convertiré los montes en llanuras; romperé los portones de bronce y haré pedazos sus barras de hierro.

3 Yo te daré tesoros escondidos que tengo en lugares secretos. Así sabrás que yo soy Dios, el único Dios de Israel.

4 Israel es mi pueblo elegido, y mi fiel servidor. Por amor a él, y aunque tú no me conocías, yo te llamé por tu nombre y te di el título de rey.

5 Yo soy Dios, y fuera de mí no hay otro. Tú no me conocías, pero yo te preparé para la lucha,

6 para que todo el mundo supiera que yo soy el único Dios.

7 Yo he creado la luz y la oscuridad; yo hago el bien y envío la desgracia. Yo soy el único Dios, y sólo yo hago todo esto».

Isaías pide la salvación del pueblo

8 Isaías dijo: Que Dios mande justicia desde los cielos, que la justicia descienda como rocío del cielo, como lluvia de las nubes. ¡Que haya justicia en la tierra y Dios traiga salvación!

El misterioso poder de Dios

9 Dios dijo: El barro no le dice al alfarero: «¿Qué estás haciendo?», ni la vasija lo critica, diciendo: «Tú no sabes trabajar».

10 Un hijo no le reprocha a sus padres el haberlo traído a este mundo.

11 Por eso, yo, el Dios santo, que formó al pueblo de Israel, les digo: «Ustedes no pueden pedirme cuentas sobre el futuro de mi pueblo ni enseñarme lo que debo hacer.

12 Yo hice la tierra y a sus habitantes, yo extendí el cielo con mis manos y allí coloqué los astros.

13 Yo hice triunfar a Ciro, el rey de Persia, y ahora lo ayudaré en todo para que reconstruya Jerusalén, que es mi ciudad». Ciro pondrá en libertad a los israelitas que viven como esclavos en el país de Babilonia; los liberará sin pedirles nada a cambio».

14 Dios también le dijo a Israel: Los campesinos de Egipto, los comerciantes de Etiopía y los hombres de Jabá, que son todos muy altos, desfilarán ante ti y se volverán tus esclavos. Se arrodillarán ante ti y te dirán: «Sólo entre ustedes está Dios; no hay ningún otro».

La humillación de los idólatras

15 Isaías dijo: Dios nuestro, tú eres un Dios misterioso, el Dios salvador de Israel.

16 Todos los que fabrican ídolos se llenarán de vergüenza, serán humillados y quedarán en ridículo.

17 Pero al pueblo de Israel lo salvarás para siempre y nunca más se llenará de vergüenza ni volverá a ser humillado.

Dios desafía a los ídolos

18 Isaías dijo: Dios desafía a los ídolos y dice: «¡Yo soy el único Dios! Yo he creado los cielos y he formado la tierra para que sea habitada. Yo no formé la tierra como un desierto seco,

19 ni hablé desde un lugar oscuro y secreto; tampoco les dije a los israelitas: ‘Búsquenme, pero no me encontrarán’». Yo, el único Dios, siempre hablo con la verdad, y por eso le digo a la gente de los pueblos que ha escapado con vida:

20 Reúnanse y acérquense. Hay gente ignorante que carga ídolos de madera y ora a dioses que no pueden salvar.’Esa gente no entiende nada.

21 Vamos ante el juez, para ver si pueden responderme: ¿Quién anunció estas cosas mucho antes de que sucedieran? Fui yo, el único Dios, y no hay otro dios fuera de mí. Sólo yo tengo el poder para ofrecer justicia y salvación.

22 Vengan a mí todos los pueblos que habitan en lugares lejanos. Yo los salvaré, porque yo soy Dios y no hay otro.

23 Lo que digo es verdad, y mi palabra no dejará de cumplirse. Ante mí, todos doblarán la rodilla y me adorarán. Les juro que así será’.

24 Entonces todos dirán: ‘Sólo Dios puede dar la victoria’. Los que se enojaron conmigo, se llenarán de vergüenza, y volverán a obedecerme.

25 Gracias a mí, los israelitas triunfarán y se llenarán de orgullo».

46 La derrota de los dioses de Babilonia

1 Isaías dijo: Las estatuas de Bel y Nebo, dioses de Babilonia, se tambalean y caen al suelo. Los babilonios las ponen sobre animales de carga que no soportan tanto peso.

2 Estas estatuas se caen al suelo y son llevadas a otros países, porque son incapaces de salvarse.

3 Dios dijo: Óiganme ustedes, israelitas que aún quedan con vida: Yo los he cuidado desde antes que nacieran, los he llevado en brazos

4 y seguiré haciendo lo mismo hasta que lleguen a viejos y peinen canas; los sostendré y los salvaré porque yo soy su creador.

5 ¿Con quién pueden compararme? Yo no me parezco a nadie.

6 Hay gente que gasta mucho oro y plata para contratar un artesano que le fabrique un dios. Luego se arrodilla ante él para adorarlo.

7 Cargan la estatua del dios sobre sus hombros, lo ponen en su sitio, y de allí no se mueve. Por más que griten pidiéndole agua, ese dios no les responde ni puede librarlos de sus males.

8 Recuerden esto, pecadores, y piénsenlo bien:

9 recuerden todo lo que ha pasado desde tiempos antiguos. Yo soy Dios, y no hay otro; soy Dios, y no hay nadie igual a mí.

10 Yo anuncio desde el principio lo que va a pasar al final, y doy a conocer el futuro desde mucho tiempo antes. Les aseguro que todos mis planes se cumplirán tal como yo quiero.

11 Yo he llamado de Persia a un rey llamado Ciro; él vendrá desde lejos, como un ave de rapiña, y hará lo que yo diga. Tengo un plan, y haré que se cumpla. Juro que así será.

12 Escúchenme, gente terca: ustedes no están a salvo.

13 Pero pronto vendré a salvarlos; ya no demoraré más. Yo le daré a Jerusalén la salvación, y mi honor al pueblo de Israel.

47 La caída de Babilonia

1 Dios dijo: Ciudad de Babilonia, baja ya de tu trono y siéntate en el suelo. Eres como una viuda joven, y no volverán a llamarte «hermosa» y «delicada».

2 Ya no podrás disfrutar de lujos y privilegios; ahora tendrás que trabajar. Toma una piedra y muele el grano para hacer la harina, pues has quedado destruida y tendrás que valerte por ti misma.

3-4 Yo, el Dios santo de Israel, el Dios todopoderoso, voy a vengarme de ti. ¡Ya te ven los pueblos como si estuvieras desnuda!

5 ¡Siéntate en silencio, ciudad de Babilonia! Siéntate en un rincón oscuro, porque no volverán a llamarte «Reina de las naciones».

6 Yo me enojé con mi pueblo; me enojé con los israelitas y los dejé caer en tu poder. Pero tú, Babilonia, no te compadeciste de ellos, y maltrataste a los ancianos con una carga muy pesada.

7 Creíste que nunca dejarías de ser reina y no te pusiste a pensar cómo terminaría todo esto.

8 Por eso, ciudad de Babilonia, escucha bien: tú eres como una mujer que ama el lujo y se sienta tranquila en su trono; piensas que nadie es mejor que tú, y crees que nunca serás viuda ni te quedarás sin hijos.

9 Pero de repente, en un majestuoso día, te sucederán dos desgracias, y de nada te servirán tus brujerías y tu magia: te quedarás viuda y perderás todos tus hijos.

10 A pesar de tu maldad, te sentías segura, porque nadie te llamaba la atención. Tu sabiduría y tus conocimientos te hicieron perder la cabeza, mientras te decías a ti misma: «Yo, y nadie más que yo».

11 Pero cuando menos lo esperes te caerá una desgracia, que ni con tu magia podrás evitar.

12 Babilonia, sigue con las brujerías y la magia que has practicado toda tu vida, a ver si te sirven de algo, a ver si consigues asustar a alguien.

13 ¡Que se presenten ahora los sabios que te han dado consejos! ¡Que traten de salvarte los que miran a los astros para anunciarte el futuro!

14 Pero esos adivinos son como paja: el fuego los devorará y no podrán salvarse de las llamas. Ese fuego no será como el fuego de una chimenea que da calor al hogar.

15 Esos adivinos, que has consultado toda tu vida, andan perdidos, cada uno por su lado. ¡Así que nadie podrá salvarte!

48 Dios cumple su palabra

1 Isaías dijo: Escuchen esto, israelitas, descendientes de Jacob; escuchen esto, ustedes, los que pertenecen a la tribu de Judá: Ustedes juran y oran en el nombre del Dios de Israel, pero no lo hacen como es debido.

2 Ustedes están muy orgullosos de vivir en la santa ciudad de Jerusalén, y de ser protegidos por el Dios de Israel, cuyo nombre es Dios todopoderoso.

3 Sin embargo, Dios declara: Yo di a conocer los hechos del pasado antes de que sucedieran; y tal como lo había anunciado estos hechos se cumplieron.

4 Como yo sabía que ustedes tienen la cabeza más dura que el hierro y el bronce,

5 les anuncié todo esto desde mucho antes; así no podrían decir que eso lo hizo un falso dios.

6 Si ustedes se fijan bien, reconocerán que todo esto es cierto.

Dios anuncia cosas nuevas

Ahora les voy a anunciar cosas nuevas y ocultas, que ustedes no conocían.

7 Hoy voy a crear algo nuevo, algo que antes no existía. Ustedes, hasta hoy, no habían oído hablar de ellas: así que no podrán decir que ya las sabían.

8 Ustedes no habían oído ni conocido nada de esto, porque yo bien sabía que ustedes son infieles y que siempre han sido rebeldes.

9 Yo he tenido paciencia con ustedes. Por respeto a mí mismo, controlé mis deseos de destruirlos.

10 Yo los limpié de su maldad por medio del sufrimiento, y no lo hice por dinero.

11 Lo hice por respeto a mí mismo y para salvar mi honor. Porque mi nombre debe ser siempre respetado. Yo nunca permitiré que adoren a otros dioses, porque sólo a mí deben adorar.

Dios salvará a su pueblo

12 Dios dijo: Pueblo de Israel, yo te he llamado. Yo soy el único Dios, el primero y el último.

13 Con mi poder hice el cielo y la tierra: con sólo pronunciar sus nombres, comenzaron a existir.

14 Por lo tanto, israelitas, reúnanse ahora todos ustedes, y escúchenme: Yo elegí a Ciro, el rey de Persia, y él hará con Babilonia todo lo que he decidido. Nadie antes anunció todo esto de antemano.

15 Fui yo quien lo dijo; fui yo quien hizo venir a Ciro, y quien siempre le dará la victoria.

16 Acérquense a mí y escuchen: todo esto lo pensé de antemano y nunca lo guardé en secreto. Ahora yo, el único Dios, he enviado a Ciro y le he dado mi poder.

Dios guía a su pueblo

17 Dios, el Salvador y santo de Israel, continuó diciendo: Israel, yo soy tu Dios, que te enseña lo bueno y te dice lo que debes hacer.

18 ¡Ojalá me hubieras hecho caso! Entonces habrías sido muy feliz

19 y ahora tus descendientes serían tan numerosos como las arenas del mar. Yo nunca los habría destruido ni los habría apartado de mi vista.

Dios da la libertad a su pueblo

20 Isaías les dijo a los israelitas: ¡Salgan ya de Babilonia, huyan de ese país! ¡Anuncien su liberación con gritos de alegría! Griten por todas partes: «¡Dios ha puesto en libertad a Israel, su fiel servidor!».

21 Dios hizo que ustedes pasaran por lugares desiertos, pero no sufrieron de sed, porque él partió la roca y brotó agua en abundancia.

22 En cambio, a los malvados nunca les va bien.

49 La luz de las naciones

1 Israel dijo: ¡Ustedes, pueblos de las costas más lejanas, óiganme y presten atención! Yo soy el fiel servidor de Dios. Él pronunció mi nombre desde antes que yo existiera como pueblo.

2 Dios hizo que mis palabras fueran poderosas como flechas, como espadas afiladas. Dios me protegió, me cuidó,

3 y me dijo: «Tú eres mi fiel servidor; gracias a ti daré a conocer mi poder».

4 Sin embargo, yo me dije: «He trabajado inútilmente; me he quedado sin fuerzas y no he logrado nada». En realidad, lo que hago es gracias al poder de Dios, y ya él ha preparado mi recompensa.

5 Dios me formó desde antes que naciera para que fuera yo su fiel servidor, y siempre estuviéramos unidos. Para Dios, yo valgo mucho; por eso él me fortalece.

6 Dios le dijo a su fiel servidor: Yo te he enviado para que reúnas a las tribus de Israel y las hagas volver a su patria. Aun esto es muy poco para ti. Por eso te pondré como una luz para las naciones, y haré que lleves la salvación hasta el último rincón del mundo.

Una promesa de Dios a su pueblo

7 Dios, el Salvador y santo de Israel, le dijo al pueblo: Israel, tú has sido despreciado y odiado por otros pueblos, y ahora eres esclavo de esos tiranos. Pon atención a mis palabras: «Yo soy tu único Dios; cuando los reyes y los príncipes de otras naciones te vean, se humillarán ante ti». ¡Yo te he elegido y te cumpliré esta promesa!».

Restauración de Israel

8 Dios les dijo a los israelitas: Cuando llegó el momento de mostrarles mi bondad, fui bondadoso con ustedes; cuando necesitaron salvación, yo les di libertad. Yo los formé para que fueran una bendición para otros pueblos. Por eso ustedes, israelitas, volverán a ocupar las tierras que sus enemigos destruyeron, y reconstruirán el país.

9 Ustedes les dirán a los presos: «¡Quedan en libertad!», y a los que viven en la oscuridad: «¡Salgan a la luz!».

La alegría de los que vuelven a su patria

Ustedes encontrarán buenos pastos junto a todos los caminos, y en cualquier cerro desierto tendrán alimento para el ganado.

10 No tendrán hambre ni sed, ni los molestará el sol ni el calor, porque yo los amo y los guío, y los llevaré a fuentes de agua.

11 Les abriré un camino a través de las montañas y los haré pasar por un terreno llano.

12 Ustedes, los israelitas, vendrán de muy lejos, de todos los rincones del mundo.

13 ¡Cielos, griten de alegría! ¡Tierra, alégrate mucho! ¡Montañas, lancen gritos de felicidad! Porque yo, el único Dios, consuelo a mi pueblo y tengo compasión de los pobres.

La reconstrucción de Jerusalén

14 El pueblo de Jerusalén decía: Dios me abandonó, mi Dios se olvidó de mí.

15 Pero Dios respondió: Jerusalén, ¿acaso puede una madre olvidar o dejar de amar a su hijo? Y aunque ella lo olvidara, yo no me olvidaré de ti.

16 Yo te llevo grabada como un tatuaje en mis manos, siempre tengo presentes tus murallas.

17 Ya se han ido tus destructores; si con rapidez te destruyeron, con más rapidez serás reconstruida.

18 Levanta los ojos y mira a tu alrededor, todos los israelitas se reúnen y vuelven hacia ti. Yo soy el único Dios, y juro por mi vida que todos tus habitantes serán como los adornos de una novia.

19 Tú, Jerusalén, estabas en ruinas, pero ya se han alejado los que te destruyeron. Ahora tendrás tantos habitantes que el país te resultará pequeño.

20 Los hijos que dabas por perdidos te dirán al oído: «Este país es demasiado pequeño para todos nosotros».

21 Tú, Jerusalén, dirás como una madre: «¿Quién me dio tantos hijos? Yo no tenía hijos ni podía tenerlos; me habían dejado sola, quedé completamente abandonada. ¿Quién crió a estos hijos míos? ¿De dónde vinieron?».

22 Yo daré una orden a las naciones para que traigan en brazos a tus hijos y a tus hijas.

23 Los reyes serán tus padres adoptivos y las princesas, tus niñeras. Se arrodillarán ante ti y reconocerán que no quedan avergonzados los que confían en mí, y que yo soy el único Dios.

24 A un guerrero no se le puede quitar lo que ha ganado en el combate; un prisionero de guerra no se puede escapar del tirano.

25 Pero yo, el único Dios, declaro que al guerrero y al tirano les quitarán lo que hayan conquistado. A ustedes los israelitas les digo que yo salvaré a sus hijos y a sus hijas de manos de sus enemigos.

26 Haré que sus opresores se coman su propia carne y se emborrachen con su sangre. Así sabrá toda la humanidad que yo soy el único Dios, soy el Dios todopoderoso, y el salvador de Israel.

50

1-3 Dios dijo: Israelitas, cuando vine a buscarlos, no los encontré; cuando los llamé, no me respondieron. Yo no los abandoné, ni los vendí como esclavos para pagar deudas; lo hice por causa de sus pecados. Pero tengo el poder para salvarlos y rescatarlos. Yo cubro los cielos de oscuridad como si se vistieran de luto. Basta una simple orden mía para que el mar y los ríos se sequen, para que por falta de agua los peces se mueran y se pudran.

4 El fiel servidor dijo: Dios me enseñó a consolar a los que están afligidos y cansados. Me despierta todas las mañanas, para que reciba sus enseñanzas como todo buen discípulo.

5 Dios me enseñó a obedecer, y no he sido rebelde ni desobediente.

6 No quité mi espalda a los que me golpeaban, ni escondí mis mejillas de los que me arrancaban la barba; ni me cubrí la cara cuando me escupían y se burlaban de mí.

7 Por eso, no seré humillado, pues es Dios quien me ayuda. Por eso me mantengo firme como si fuera una roca, y sé que no seré avergonzado.

8 Conmigo está el que me protege. Nadie puede acusarme de un delito. El que quiera acusarme, ¡que venga y se me enfrente!

9 ¡El Dios todopoderoso es quien me ayuda! Nadie podrá condenarme. Mis enemigos desaparecerán como la ropa comida por la polilla.

10 Ninguno de ustedes teme a Dios ni obedece la voz de su fiel servidor. Caminan en la oscuridad, sin un rayo de luz, no confían en el único Dios.

11 Al contrario, encienden fuegos y prenden antorchas; caminan a la luz de su propio fuego. Pero el Dios todopoderoso los castigará y los hará sufrir.

51 Salvación para Jerusalén

1 Dios dijo: ¡Escúchenme todos ustedes, los que buscan a Dios y aman la justicia! Ustedes son descendientes de Abraham y de Sara.

2 Miren el ejemplo que ellos les han dejado. Cuando yo llamé a Abraham, él era sólo uno, pero lo bendije y le di muchos hijos.

3 Aunque Jerusalén está en ruinas, yo la consolaré y la convertiré en un hermoso jardín. Será como el jardín que planté en Edén. Entonces Jerusalén celebrará y cantará canciones de alegría y de acción de gracias.

4 Dios continuó diciendo: Préstame atención, pueblo mío; voy a dar mi enseñanza, y mi justicia servirá de guía para las naciones.

5 Ya se acerca mi justicia, mi salvación está en camino. ¡Con mi poder juzgaré a las naciones! Los pueblos de las costas lejanas confían en mí. Mi poder los llena de esperanza.

6 ¡Levanten los ojos al cielo! ¡Miren la tierra aquí abajo! El cielo desaparecerá como humo, la tierra se gastará como un vestido, y sus habitantes morirán como moscas. Pero mi salvación y mi justicia permanecerán para siempre.

7 Escúchenme, ustedes que saben lo que es bueno y que conocen mi ley. No teman ni se desalienten por los insultos de la gente,

8 porque esa gente desaparecerá como ropa comida por la polilla, como lana devorada por los gusanos. Pero mi salvación y mi justicia permanecerán para siempre.

9 Los israelitas clamaron: ¡Despierta, Dios, despierta! ¡Despierta y vístete de fuerza! Muestra tu poder como lo hiciste en el pasado, cuando destruiste a los egipcios.

10 Tú secaste las aguas del mar y allí abriste un camino por donde marchó tu pueblo liberado.

11 Lo mismo que en el pasado, ahora volverán los que tú rescataste y entrarán en Jerusalén con gritos de alegría. Estarán llenos de alegría, y el llanto y el dolor desaparecerán.

12 Dios dijo: Soy yo mismo el que los anima. ¿Por qué le tienen miedo a simples seres humanos que no son más que hierba?

13 No olviden que yo soy su creador, yo soy el que extendió los cielos y afirmó la tierra. No teman al enemigo que con furia quiere destruirlos. Frente a mi poder toda su furia desaparece.

14 Pronto serán liberados los prisioneros; no les faltará el pan ni morirán en la cárcel,

15 porque yo soy el único Dios, el Dios todopoderoso. Yo agito el mar, y las olas se levantan con estruendo.

16 Yo les dije lo que deben decir, y los protegeré con mi poder. Yo he extendido los cielos y afirmado la tierra, y ahora digo: «Habitantes de Jerusalén, ¡ustedes son mi pueblo!».

El enojo de Dios

17 Isaías dijo: ¡Despierta, Jerusalén, despierta! Levántate, tú que has sufrido el enojo de Dios. Lo has sufrido tanto que ya ni levantarte puedes.

18 De todos los hijos que tuviste, no hubo ninguno que te guiara; de todos los hijos que criaste, ninguno te tomó de la mano.

19 Estas dos desgracias han venido sobre ti: ¡Has sufrido la guerra y el hambre! ¿Quién tendrá compasión de ti? ¿Quién te consolará?

20 Tus hijos están tirados por las calles, están como venados atrapados en la red. Toda la furia y el reproche de Dios han caído sobre ellos.

21 Por eso, habitantes de Jerusalén, ustedes que están borrachos pero no de vino, escuchen lo que dice su Dios,

22 el Dios que defiende a su pueblo: «En mi enojo los castigué duramente y los hice rodar por el suelo; pero ya no volveré a castigarlos.

23 Más bien castigaré a sus enemigos, esos que les dijeron: ‘¡Tírense al suelo, para que los aplastemos!’ Ustedes obedecieron, ¡y ellos los aplastaron!».

52

1 Dios dijo: ¡Despierta, Jerusalén, despierta! ¡Levántate y sé fuerte! Jerusalén, ciudad santa, vístete de gala, que los enemigos extranjeros ya no volverán a atacarte.

2 ¡Jerusalén, levántate! ¡Sacúdete el polvo! ¡Quítate del cuello las cadenas, y siéntate en el trono!

3 Ustedes fueron vendidos por nada, y ahora, sin dinero serán liberados.

4 Hace mucho tiempo mi pueblo descendió a Egipto y vivió allí como pueblo esclavo. Y ahora, sin motivo alguno, Asiria ha maltratado a mi pueblo.

5 Pero ¿qué está pasando? Sin motivo se han llevado a mi pueblo a la nación de Babilonia; sus gobernantes se burlan de él, y en todo momento me ofenden.

6 Pero vendrá un día en que mi pueblo me conocerá. En aquel día sabrán que yo soy quien dice: «¡Aquí estoy!».

7 Isaías dijo: Qué hermoso es ver al que llega por las colinas trayendo buenas noticias: noticias de paz, noticias de salvación, y le dice a Jerusalén: «¡Tu Dios reina!».

8 ¡Escucha! Tus guardias gritan de alegría, porque ven con sus propios ojos que Dios vuelve a Jerusalén.

9 Habitantes de Jerusalén, ¡entonen canciones de alegría! Dios ha consolado a su pueblo, ¡ha liberado a Jerusalén!

10 Dios mostrará su poder a todas las naciones, y todas las regiones de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.

11 Ustedes, pónganse en marcha, ¡salgan ya de Babilonia! Ustedes que transportan los utensilios del templo, ¡no toquen nada impuro!

12 No tendrán que apurarse ni salir huyendo, porque nadie los perseguirá. ¡El Dios de Israel los protegerá de todo peligro!

Sufrimiento y gloria del fiel servidor

13 Dios dijo: Mi fiel servidor triunfará; se le pondrá en un alto trono y recibirá los honores que merece.

14 Muchos se asombrarán al verlo, por tener la cara desfigurada, y no parecer un ser humano.

15 Muchas naciones se asombrarán, y en la presencia de mi fiel servidor los reyes quedarán mudos, porque verán y entenderán lo que jamás habían oído.

53

1 Isaías dijo: ¡Nadie ha creído a nuestro mensaje! ¡Nadie ha visto el poder de Dios!

2 El fiel servidor creció como raíz tierna en tierra seca. No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo ni deseable.

3 Todos lo despreciaban y rechazaban. Fue un hombre que sufrió el dolor y experimentó mucho sufrimiento. Todos evitábamos mirarlo; lo despreciamos y no lo tuvimos en cuenta.

4 A pesar de todo esto, él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido y humillado.

5 Pero él fue herido por nuestras rebeliones, fue golpeado por nuestras maldades; él sufrió en nuestro lugar, y gracias a sus heridas recibimos la paz y fuimos sanados.

6 Todos andábamos perdidos, como suelen andar las ovejas. Cada uno hacía lo que bien le parecía; pero Dios hizo recaer en su fiel servidor el castigo que nosotros merecíamos.

7 Fue maltratado y humillado, pero nunca se quejó. Se quedó completamente callado, como las ovejas cuando les cortan la lana; y como cordero llevado al matadero, ni siquiera abrió su boca.

8 Cuando lo arrestaron, no lo trataron con justicia. Nadie lo defendió ni se preocupó por él; y al final, por culpa de nuestros pecados, le quitaron la vida.

9 El fiel servidor de Dios murió entre criminales y fue enterrado con los malvados, aunque nunca cometió ningún crimen ni jamás engañó a nadie.

10 Dios quiso humillarlo y hacerlo sufrir, y el fiel servidor ofreció su vida como sacrificio por nosotros. Por eso, él tendrá una vida muy larga, llegará a ver a sus descendientes, y hará todo lo que Dios desea.

11-12 Después de tanto sufrimiento, comprenderá el valor de obedecer a Dios. El fiel servidor, aunque inocente, fue considerado un criminal, pues cargó con los pecados de muchos para que ellos fueran perdonados. Él dio su vida por los demás; por eso Dios lo premiará con poder y con honor.

54 Dios es el esposo de su pueblo

1 Isaías dijo: Jerusalén, tú que nunca has sido madre ni has podido tener hijos, lanza gritos de alegría, entona alegres canciones, porque Dios dice: «Jerusalén, mujer abandonada, tendrás más hijos que la mujer casada».

2-3 Nación de Israel, agranda tu tienda de campaña, extiende las cuerdas y clava bien las estacas, porque te vas a extender de un extremo al otro. Tus hijos conquistarán muchas naciones y ocuparán las ciudades que ahora están deshabitadas.

4 No tengas miedo, pues no te insultarán ni pasarás vergüenza. Cuando eras joven pasaste la vergüenza de no tener hijos. Después te quedaste sola como una viuda. Pero no volverás a acordarte de tu vergüenza,

5 porque Dios es tu creador y te tomará por esposa. El Dios santo de Israel es tu salvador; es el Dios todopoderoso y reina en toda la tierra.

6 Pueblo de Israel, tú eras como una esposa joven, que quedó abandonada y afligida, pero tu Dios vuelve a llamarte y te dice:

7 «Sólo por un momento te dejé abandonada, pero con gran ternura te aceptaré de nuevo.

8 Cuando me enojé contigo, me alejé de ti por un poco de tiempo, pero muy pronto tuve compasión de ti y te manifesté mi amor eterno».

El amor de Dios es eterno

9 Dios le dijo al pueblo de Israel: Después que cubrí toda la tierra con las aguas del diluvio, yo le juré a Noé: «Nunca más habrá otro diluvio». Del mismo modo, ahora te juro que nunca más me enojaré contigo ni volveré a amenazarte.

10 Las montañas podrán cambiar de lugar, los cerros podrán venirse abajo, pero mi amor por ti no cambiará. Siempre estaré a tu lado y juntos viviremos en paz. Te juro que tendré compasión de ti.

La nueva Jerusalén

11-12 Ciudad de Jerusalén, ahora estás oprimida y atormentada, y no hay nadie que te consuele. Pero yo construiré con piedras preciosas tus cimientos y tus muros, tus torres y tus puertas.

13 Yo instruiré a tus habitantes, y todos vivirán en paz.

14 La justicia te hará fuerte, y no volverás a sentir miedo.

15 Si una nación te ataca, tú la vencerás porque no cuenta con mi apoyo.

16 Mira, yo he creado al herrero que fabrica herramientas. Pero también he creado ejércitos que todo lo arruinan y destruyen.

17 Sin embargo, nadie ha hecho un arma capaz de destruirte. Israel, tú harás callar a todo el que te acuse, porque yo, el único Dios, hago triunfar a los que me adoran. Te juro que así será.

55 Dios se unirá a su pueblo

1 Dios dijo: Todos los que tengan sed vengan a beber agua; y los que no tengan dinero vengan y lleven trigo, vino y leche sin pagar nada.

2 ¡Óiganme bien, y comerán una comida buena y deliciosa! No vale la pena ganar dinero y gastarlo en comidas que no quitan el hambre.

3 ¡Vengan a mí y presten atención; obedézcanme y vivirán! Yo me uniré a ustedes para siempre, y así cumpliré las promesas que hice a mi amado rey David.

4 Yo lo puse a él por testigo, para que guiara y enseñara a todas las naciones.

5 Pueblo de Israel, llamarás a pueblos que no conocías, y ellos irán corriendo hacia ti, porque yo, tu Dios, te pondré sobre todas las naciones.

6 Isaías dijo: Ahora es el momento oportuno: ¡busquen a Dios!; ¡llámenlo ahora que está cerca!

7 Arrepiéntanse, porque Dios está siempre dispuesto a perdonar; él tiene compasión de ustedes. Que cambien los malvados su manera de pensar, y que dejen su mala conducta.

8-9 Dios dijo: Yo no pienso como piensan ustedes ni actúo como ustedes actúan. Mis pensamientos y mis acciones están muy por encima de lo que ustedes piensan y hacen: ¡están más altos que los cielos! Les juro que así es.

El poder de la palabra de Dios

10 Dios dijo: La lluvia y la nieve bajan del cielo, y no vuelven a subir sin antes mojar y alimentar la tierra. Así es como brotan las semillas y el trigo que comemos.

11 Lo mismo pasa con mi palabra cuando sale de mis labios: no vuelve a mí sin antes cumplir mis órdenes, sin antes hacer lo que yo quiero.

Últimas palabras de consuelo

12 Ustedes, los israelitas, saldrán de Babilonia con alegría y volverán con bien a su propio país. Cuando los montes y los cerros los vean, cantarán canciones muy alegres, y los árboles del campo aplaudirán.

13 Crecerán pinos en lugar de espinos y arrayanes en lugar de ortigas. El mundo entero alabará a Dios, y eso será muestra de su maravilloso poder.

56 Dios premia a los que son fieles

1 Dios dijo: Hagan lo que es justo y bueno porque pronto voy a mostrar mi poder salvador.

2 Dichoso el que obedece mis mandamientos y los cumple con fidelidad. Dichoso el que respeta el día de descanso y nunca hace nada malo.

3 Si un extranjero me adora, no tiene por qué decir: «Dios me apartará de su pueblo». El hombre que no puede tener hijos tampoco debe decir: «Yo parezco un árbol seco».

4 Porque si estos hombres respetan el día de descanso, si me obedecen y son fieles a mi pacto,

5 yo les daré algo mejor que tener hijos e hijas: haré que el nombre de ellos quede grabado para siempre en los muros de mi templo. Les daré un nombre eterno que nunca será borrado.

6-7 A los extranjeros que me adoran, que respetan el día de descanso, y son fieles a mi pacto, yo los traeré a mi monte santo y los haré dichosos en mi casa de oración. Si esos extranjeros me adoran, me sirven y me aman, yo aceptaré los sacrificios que ofrecen sobre mi altar, porque mi casa será llamada: «Casa de oración para todos los pueblos».

8 Yo haré que los israelitas que aún están fuera de su tierra vuelvan a reunirse en su país. Les juro que así será.

Dios reprende a los jefes malos

9 Dios dijo: Naciones enemigas, vengan y ataquen a mi pueblo; devórenlo como animales salvajes.

10 Ustedes, jefes de mi pueblo, deberían protegerlo como perros guardianes; pero parecen estar ciegos, no se dan cuenta de nada; parecen estar mudos, no hacen ni dicen nada; les gusta mucho dormir, se pasan la vida durmiendo y soñando.

11 Ustedes, jefes de mi pueblo, son como perros hambrientos que nunca se llenan. Son gente que no entiende nada, cada uno va por su camino, siempre detrás de sus ganancias.

12 Ustedes, jefes de mi pueblo, dicen: «¡Vengan! Vamos a emborracharnos. Y mañana haremos lo mismo, o beberemos mucho más».

57 La muerte de la gente buena

1 Isaías dijo: Muere la gente honrada y a nadie le llama la atención; desaparece la gente buena y nadie entiende que la muerte los libra de sus males.

2 Ellos me obedecieron en todo y ahora descansan en paz.

Contra el culto de los ídolos

3 Dios dijo: Y ustedes, gente infiel, que adora a los ídolos, acérquense y presten atención.

4 ¿De quién se burlan ustedes? ¿A quién le sacan la lengua? Ustedes son hijos del pecado; son gente mentirosa.

5 Debajo de los robles y de todo árbol verde tienen relaciones sexuales para adorar a dioses falsos; junto a los arroyos y en las cuevas de las rocas sacrifican niños en su honor.

6 Ustedes, los israelitas, prefieren adorar las piedras lisas del arroyo; a ellas les han llevado ofrendas de vino y de cereales. Y después de todo esto, ¿esperan verme contento?

7 Sobre un monte alto y empinado tendieron sus camas, y allí subieron a ofrecer sacrificios.

8 Detrás de las puertas de sus casas colocaron sus dioses falsos, se olvidaron de mí, y los adoraron; hicieron pactos con otras naciones mientras adoraban a esos ídolos.

9 Van corriendo hacia el dios Mélec, llevando aceite y muchos perfumes; hasta buscan consejo de los espíritus de los muertos.

10 Caminan y caminan para adorar a sus dioses, y parecen no cansarse. ¿Para qué tantas peregrinaciones, si todo eso es inútil?

11 ¿Quiénes son esos dioses que tanto los asustan, para que me sean infieles y me olviden por completo? Cuando ustedes no me adoraban, yo me quedaba callado y cerraba los ojos.

12 Pero ahora voy a denunciar todo lo que están haciendo. Todas sus obras no les servirán de nada.

13 Cuando griten pidiendo auxilio, esos ídolos no los ayudarán ni los librarán. El viento se los llevará; de un soplo desaparecerán. En cambio, el que se refugia en mí, heredará la tierra y vivirá en Jerusalén. Yo soy el Dios todopoderoso.

Castigo y curación de Israel

14 Entonces Dios dijo: ¡Abran paso, abran paso, preparen un camino llano, para que pase mi pueblo!

15 Porque yo soy el Dios eterno y mi nombre es santo. Yo vivo en un lugar alto y sagrado, pero también estoy con los pobres y animo a los afligidos.

16 Pueblo mío, no siempre voy a acusarte, ni estaré enojado todo el tiempo. Yo mismo te hice, y no quiero que te desanimes.

17 Israel, a causa de tu pecado por un tiempo estuve enojado contigo; entonces te castigué y me alejé de ti. Pero ustedes los israelitas se pusieron muy caprichosos y se rebelaron contra mí.

18 Yo he visto su desobediencia, pero les quitaré su rebeldía y les daré descanso. A todos los que están tristes

19 los haré entonar este canto de acción de gracias: «¡Paz al que está lejos, paz al que está cerca! ¡Yo perdonaré a mi pueblo!

20 Pero los malvados son como un mar agitado que no se puede calmar; sus olas arrastran barro y suciedad.

21 ¡No pueden vivir en paz!». Les juro que así es.

58 El ayuno que no agrada a Dios

1 Dios le dijo a Isaías: ¡Grita bien fuerte, grita sin miedo, alza la voz como una trompeta! ¡Reprende a mi pueblo, el pueblo de Israel, a causa de sus culpas y de todos sus pecados!

2 Ellos me consultan todos los días y dicen que quieren obedecerme, como si fueran gente de bien que no se aparta de mis leyes. Ellos me piden leyes justas y quieren estar cerca de mí.

3 Sin embargo, andan diciendo: «¿Para qué ayunar, si Dios no nos ve? ¿Para qué sacrificarnos, si a él no le importa?». En el día de ayuno ustedes hacen negocios y maltratan a sus trabajadores.

4 Ese día discuten, se pelean, y se agarran a golpes. ¡Si quieren que escuche sus oraciones no ayunen de esa manera!

5 Ese tipo de ayuno no me agrada para nada. Ustedes agachan la cabeza como una caña del río, y vestidos de luto se acuestan sobre la ceniza. Y a eso le llaman «ayuno» y «día agradable para Dios».

6 ¡Pero en realidad no es así!

El ayuno que a Dios le agrada

El ayuno que a mí me agrada es que liberen a los presos encadenados injustamente, es que liberen a los esclavos, es que dejen en libertad a los maltratados y que acaben con toda injusticia;

7 es que compartan el pan con los que tienen hambre, es que den refugio a los pobres, vistan a los que no tienen ropa, y ayuden a los demás.

8 Los que ayunan así brillarán como la luz de la aurora, y sus heridas sanarán muy pronto. Delante de ellos irá la justicia y detrás de ellos, la protección de Dios.

9 Si me llaman, yo les responderé; si gritan pidiendo ayuda, yo les diré: «Aquí estoy». Si dejan de maltratar a los demás, y no los insultan ni los maldicen;

10 si ofrecen su pan al hambriento y ayudan a los que sufren, brillarán como luz en la oscuridad, como la luz del mediodía.

11 Yo los guiaré constantemente, les daré agua en el calor del desierto, daré fuerzas a su cuerpo, y serán como un jardín bien regado, como una corriente de agua.

12 Reconstruirán las ruinas antiguas, reforzarán los cimientos antiguos, y los llamarán: «Reparadores de muros caídos», «Reconstructores de casas en ruinas».

Instrucciones sobre el día de descanso

13 Respeten el día de descanso, y no se ocupen de sus negocios. Que ese día sea santo para ustedes, y un motivo de alegría. Que sea un día dedicado sólo a mí. Si respetan ese día, dejando de hacer negocios y de hablar inútilmente,

14 entonces yo, su Dios, seré su alegría. Los haré gobernantes del país y les entregaré la tierra que prometí a su antepasado Jacob. Les juro que así será.

59 La maldad de Israel

1 Isaías dijo: Dios tiene poder para salvar y tiene buenos oídos para oír.

2 Pero la maldad de ustedes los ha separado de Dios. Sus pecados han hecho que Dios se tape los oídos y no quiera escucharlos.

3 Ustedes tienen las manos llenas de sangre por los crímenes que han cometido. Ustedes mienten y maldicen.

4 Nadie se presenta ante el juez con buenas intenciones, y en los juicios falta la honradez. Confían en la mentira y nadie dice la verdad. Están llenos de maldad y no lo disimulan.

5-6 Ustedes sólo planean maldades, y traen la muerte a todos. Viven haciendo el mal, y están enredados en la violencia.

7 Se apresuran a cometer crímenes y corren a derramar sangre inocente; a su paso quedan sólo ruinas.

8 No son gente de paz ni hay rectitud en sus acciones. Su conducta está torcida, y los que andan con ellos tampoco vivirán en paz.

Confesión de pecados

9 El pueblo de Israel dijo: Por causa de nuestra maldad la justicia no se cumple entre nosotros: esperábamos vivir en la luz, pero nos hemos quedado en tinieblas.

10 Caminamos como ciegos, tocando la pared; tropezamos en pleno mediodía como si fuera de noche; aunque parezcamos tener vida, en realidad estamos muertos.

11 Nos pasamos la vida llorando, y esperando que se nos haga justicia, pero Dios no viene en nuestra ayuda.

12 Hemos ofendido a Dios, y nuestros pecados nos acusan; nuestras maldades nos acompañan, y reconocemos nuestras culpas.

13 Hemos sido infieles a Dios, no lo hemos obedecido; somos violentos y traicioneros, y engañamos a la gente.

14-15 Nos hemos burlado de la justicia y Dios no viene a salvarnos. La sinceridad está por los suelos; ya no hay honradez, y al que hace el bien se le quita lo que tiene.

Dios hace justicia

Isaías dijo: Dios se mostró muy disgustado al ver la falta de justicia.

16 Vio con sorpresa que esto a nadie le importaba. Entonces decidió usar su propio poder y así nos dio la salvación.

17 Tomó la justicia como escudo y se puso la salvación como casco; la venganza lo cubrió como una capa y el enojo lo envolvió como un manto,

18 para castigar a sus enemigos y darle a cada cual su merecido.

19 Al ver el poder de Dios, todo el mundo temblará de miedo, porque Dios vendrá con la furia de un río desbordado, y empujado por un fuerte viento.

20 Dios vendrá a salvar a los que viven en Jerusalén, y a todos los israelitas que se arrepientan de sus pecados. Dios ha jurado que así será.

Anuncio de la salvación

21 Dios dijo: Yo hago un pacto con ustedes: les prometo que mi poder, y las enseñanzas que les he dado, nunca se apartarán de ustedes ni de sus descendientes.

60 La nueva Jerusalén

1-3 Isaías dijo: Habitantes de Jerusalén, ustedes están llenos de esplendor porque la gloria de Dios brilla sobre ustedes. Una noche oscura envuelve a las naciones, pero Dios hará brillar su luz, y así los reyes del mundo verán la gloria futura de Israel.

4 Dios dijo: Habitantes de Jerusalén, levanten los ojos y miren a su alrededor: todo el mundo se reúne en Jerusalén. De muy lejos vienen familias enteras, con sus niños en brazos.

5 Al verlos llegar, con los tesoros del mar y las riquezas de las naciones, se llenarán de gozo y alegría.

6 A Jerusalén vendrá mucha gente de las regiones del desierto. Vendrán montados sobre muchos camellos. También vendrá gente del reino de Sabá. Vendrá con incienso y oro, y alabará mis grandes hechos.

7 Las ovejas del país de Quedar serán para ustedes; sobre mi altar me podrán presentar los carneros de Nebaiot como ofrendas agradables, y yo haré que mi templo se vea aun más hermoso.

8-9 Llegan barcos de alta mar trayendo a los habitantes de Jerusalén con su oro y su plata. Vienen para adorarme, pues soy el Dios santo de Israel que los llena de poder.

10 Habitantes de Jerusalén, yo estuve muy enojado con ustedes y por eso los castigué; pero ahora les mostraré lo mucho que los amo. Gente extranjera reconstruirá las murallas de la ciudad, y los reyes de otras naciones se pondrán a su servicio.

11 Los portones de Jerusalén no se cerrarán ni de día ni de noche; así las naciones, bajo la guía de sus reyes, podrán traerles sus riquezas.

12 Todas las naciones que no estén al servicio de ustedes serán destruidas por completo.

13 Dios continuó diciendo a los habitantes de Jerusalén: Todas las riquezas del Líbano y todas sus finas maderas vendrán a dar hermosura a mi templo, donde he puesto mi trono.

14 Los descendientes de sus antiguos enemigos vendrán y se humillarán ante ustedes; quienes antes los despreciaban, se arrodillarán ante ustedes y llamarán a Jerusalén: «Ciudad del Dios santo de Israel».

15 Jerusalén se ha quedado abandonada, odiada y muy sola, pero yo haré que llegue a ser motivo de orgullo y alegría.

16 Las naciones traerán sus mejores alimentos y los reyes le entregarán sus regalos. Así los habitantes de Jerusalén reconocerán que yo soy el poderoso Salvador de Israel.

17 Yo, el Dios de Israel, haré que gobierne la paz y que haya justicia. Les daré oro en vez de bronce, plata en vez de hierro, bronce en vez de madera, y hierro en vez de piedras.

18 Nunca más se oirá en Israel el ruido de la violencia, ni habrá destrucción ni ruina: a las murallas de Jerusalén las llamarán «Salvación», y a sus portones «Alabanza».

19 Ya no será necesario que el sol alumbre de día y que la luna brille de noche, porque para siempre yo seré su luz y resplandor.

20 El sol jamás se ocultará y la luna nunca perderá su luz, porque yo soy el Dios de Israel, y seré para ustedes una luz que brillará para siempre. Así pondré fin a su tristeza.

21 En Jerusalén sólo vivirá gente honrada que será la dueña del país. Será como los brotes de una planta que yo mismo plantaré; será la obra de mis manos que manifestará mi poder.

22 Hasta la familia más pequeña se convertirá en una gran nación. Yo soy el único Dios, y cuando llegue el momento, haré que todo esto suceda pronto.

61 Anuncio de la salvación a Israel

1 El fiel servidor de Dios dijo: El espíritu de Dios está sobre mí, porque Dios me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para consolar a los afligidos, y para anunciarles a los prisioneros que pronto van a quedar en libertad.

2 Dios también me envió para anunciar: «Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación, y para vengarse de nuestros enemigos». Dios también me envió para consolar a los tristes,

3 para cambiar su derrota en victoria, y su tristeza en un canto de alabanza. Entonces los llamarán: «Robles victoriosos, plantados por Dios para manifestar su poder».

4 Ustedes, habitantes de Jerusalén, reconstruirán las ciudades antiguas que quedaron en ruinas.

5 Gente de otras naciones vendrá a cuidar los rebaños, los campos y las viñas de ustedes.

6 Ustedes serán llamados «Sacerdotes de Dios», «Fieles servidores de Dios». Disfrutarán de las riquezas de las naciones y se adornarán con sus magníficas joyas.

7 Porque ustedes han tenido que sufrir el doble de lo que se merecían, y los han llenado de vergüenza y de insultos. Por eso recibirán doble porción de riquezas y para siempre vivirán felices.

8 Dios dijo: Yo, el único Dios, amo la justicia, pero odio el robo y el crimen. Por eso les daré una gran recompensa y haré con ustedes un pacto que nunca tendrá fin.

9 Sus descendientes serán famosos entre todas las naciones; cuando la gente los vea, dirá: «Son un pueblo bendecido por Dios».

La alegría de los que habitan en Jerusalén

10 Isaías dijo: ¡Mi Dios me llena de alegría; su presencia me llena de gozo! Él me dio salvación y me trató con justicia.

11 Así como de la tierra brotan las semillas, y en el jardín nacen las plantas, así Dios hará brotar la justicia y la alabanza entre todas las naciones.

62 La nueva Jerusalén

1 Isaías dijo: Por amor a ustedes, habitantes de Jerusalén, no me callaré. Por amor a ustedes, no descansaré hasta que Dios les dé la victoria. Cuando Dios los salve, ustedes brillarán como el sol al amanecer.

2 Israelitas, las naciones verán cuando Dios los salve, y todos los reyes de la tierra reconocerán su grandeza. Entonces Dios les dará un nombre nuevo,

3 y serán en la mano de Dios como la hermosa corona de un rey.

4 Ya no le dirán a Jerusalén: «Ciudad abandonada», sino: «La favorita de Dios», ni a la tierra de Israel: «País en ruinas», sino: «La esposa de Dios».

5 Porque Dios se casará con ella, como se casa un joven con su novia; Dios la reconstruirá y vivirá feliz con ella, como vive feliz el marido con su esposa.

6 Jerusalén, en tus murallas yo he puesto guardias que día y noche dirán: «Ustedes, los que adoran a Dios, no se queden callados.

7 No le den a Dios ni un minuto de descanso, hasta que reconstruya Jerusalén y la haga una ciudad famosa».

8 Dios ha jurado por sí mismo: «Nunca más permitiré que los enemigos de Israel se coman su trigo, o que los extranjeros les quiten el vino que con tanto trabajo hicieron.

9 Israel comerá lo que coseche, recogerá las uvas y beberá el vino nuevo, cantando alabanzas a mi nombre en los patios de mi santo templo».

10 Isaías continuó diciendo: ¡Habitantes de Jerusalén, salgan por los portones de la ciudad, preparen un camino para el pueblo! Háganlo con cuidado, quítenle las piedras y pongan señales que sirvan de guía a las naciones.

11 Dios ha dado este mensaje a todos los habitantes de la tierra: «Digan a la ciudad de Jerusalén que ha llegado su salvador; díganle que Dios ha liberado a su pueblo.

12 Los israelitas serán llamados: ‘Pueblo santo, salvado por su Dios’, y a Jerusalén la llamarán: ‘Ciudad deseada’, ‘Ciudad llena de vida’».

63 Isaías

1 ¿Quién es ése que llega desde Bosrá, la capital del reino de Edom, con las ropas teñidas de rojo? ¿Quién es ése que está tan bien vestido y avanza con una fuerza terrible?

Isaías

2 ¿Y por qué están rojas tus ropas, como si hubieras pisado uvas?

Dios

3 Yo he destruido a mis enemigos; los he aplastado como a la uvas cuando se hace el vino; Con furia los he pisoteado, y su sangre me manchó la ropa.

4 Consideré que ya era tiempo de hacer justicia y de salvar a mi pueblo.

5 Miré, y vi con sorpresa que nadie estaba dispuesto a ayudarme. Fue mi poder el que me dio la victoria;

6 lleno de furia aplasté a las naciones, y su sangre corrió por el suelo.

Dios es bondadoso con su pueblo

7 Isaías dijo: Quiero hablar del amor de Dios, y cantar sus alabanzas por todos sus favores. Dios ha sido muy bondadoso con el pueblo de Israel, le ha mostrado su bondad y su gran amor.

8 Dios había dicho: «Ellos son mi pueblo, son mis hijos fieles». Por eso Dios los salvó de todos sus males.

9 No fue un enviado suyo el que los salvó, sino Dios en persona. Él los libró por su amor y su misericordia; los levantó en sus brazos, como siempre lo había hecho.

10 Pero los israelitas desobedecieron y ofendieron al Dios santo; por eso, él los trató como si fueran enemigos y les declaró la guerra.

11 Entonces ellos se acordaron de lo que Dios había hecho en los tiempos pasados; se acordaron de cómo Moisés había liberado a su pueblo, y por eso se preguntaban: «¿Dónde está ahora el Dios que sacó del río Nilo a Moisés, el líder de los israelitas?». También se preguntaban: «¿Dónde está ahora el Dios que puso en Moisés su santo espíritu?

12-13 ¿Dónde está ahora el Dios que con su gran poder acompañó a Moisés; el Dios que se hizo famoso cuando dividió el mar para que su pueblo cruzara librándolo de todo peligro?

14 ¿Dónde está el Dios que le dio descanso a su pueblo, como cuando el ganado baja a pastar a la llanura?». Isaías terminó diciendo: ¡Dios nuestro, así guiaste a tu pueblo, y te cubriste de gloria!

Israel pide ayuda a Dios

15 Israel oró a Dios y le dijo: Dios nuestro, tú tienes en el cielo tu santo y grandioso trono. Muéstranos tu amor y tu poder; déjanos ver tu ternura y compasión. No seas indiferente a nuestro dolor.

16 ¡Tú eres nuestro padre! Aunque Abraham no nos reconozca, ni Jacob se acuerde de nosotros, tú eres nuestro Dios y nuestro padre; ¡siempre has sido nuestro salvador!

17 No permitas que nos alejemos de ti ni que seamos desobedientes. ¡Por amor a nosotros, tus fieles servidores, y a las tribus que te pertenecen, vuelve a mostrarnos tu bondad!

18 No permitas que los malvados sigan pisoteando tu santo templo.

19 Desde hace mucho tiempo nos hemos alejado de tus mandamientos; ¡vuelve a mostrarnos tu bondad!

64

1-2 El pueblo de Israel continuó su oración: ¡Dios nuestro, cómo quisiéramos que abrieras el cielo y bajaras, haciendo temblar las montañas con tu presencia! Así tus enemigos te reconocerían como el único Dios. ¡Cómo quisiéramos que bajaras como el fuego que hace hervir el agua y quema la paja! Así las naciones temblarían ante ti.

3 Tus terribles hechos nos dejaron sorprendidos; por eso hasta las montañas temblaron ante ti.

4 Jamás se ha escuchado ni se ha visto que otro dios haya hecho grandes milagros a favor de los que en él confían.

5 A ti te agradan los que hacen el bien con alegría y se acuerdan de obedecerte. Tú estás enojado porque desde hace tiempo hemos pecado y te hemos ofendido.

6 Aun nuestras mejores obras son como un trapo sucio; hemos caído como hojas secas, y nuestros pecados nos arrastran como el viento.

7 No hay nadie que te adore ni haga nada para apoyarse en ti. Somos unos malvados; por eso te has escondido y nos has abandonado.

8 Dios, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú eres el alfarero: ¡tú eres nuestro creador!

9 Dios, no te enojes demasiado ni te acuerdes todo el tiempo de nuestros pecados: ¡mira que somos tu pueblo!

10 Las ciudades de tu pueblo elegido son ahora un desierto; Jerusalén está en ruinas, completamente destruida.

11 Nuestro grandioso santuario, donde nuestros padres te alababan, ha sido destruido por el fuego. ¡Todo lo que tanto queríamos ha quedado en ruinas!

12 Y ahora, Dios nuestro, no te quedes sin hacer nada; no te quedes callado ni nos humilles más.

65 Dios condena la idolatría

1 Dios dijo: Yo he salido al encuentro de gente que no me buscaba; a un pueblo que no me había llamado, yo le dije: «Aquí estoy».

2 Siempre he estado dispuesto a recibir a ese pueblo rebelde, que va por malos caminos y sigue sus propios caprichos.

3 Ese pueblo siempre me ofende: ofrece sacrificios a los ídolos y quema incienso sobre unos ladrillos.

4 Este pueblo se sienta en los sepulcros y pasa la noche en las cuevas para rendirles culto a sus muertos; hasta come carne de cerdo y llena sus ollas con el caldo que ha ofrecido a los ídolos.

5 Este pueblo anda diciendo: «No se metan con nosotros; somos un pueblo elegido por Dios». Pero son un pueblo tan molesto como el humo en las narices, como un fuego que arde todo el día.

6 Por eso llevo la cuenta de todo lo que hace, y no me quedaré callado, sino que le daré su merecido.

7 Castigaré a este pueblo por todos los crímenes que ha cometido. Me ofendió grandemente al quemar incienso a los ídolos sobre los montes y las colinas. Por eso, ajustaremos cuentas, y le daré su merecido. Les juro que así será.

Dios da a cada uno su merecido

8 Dios también dijo: Cuando las uvas están jugosas, la gente no las desecha, porque puede sacar mucho vino. Por eso yo, por amor a mis servidores, no destruiré a toda la nación.

9 Haré que Israel y Judá tengan muchos descendientes, y que habiten esta tierra llena de colinas y montañas. Mis elegidos poseerán la tierra, mis servidores habitarán allí.

10 En la llanura de Sarón habrá muchas ovejas, y en el valle de Acor pastará el ganado que tendrá mi pueblo fiel.

11 Pero a ustedes, que se apartan de mí, que se olvidan de mi templo, y ofrecen comida y vino a los dioses de la buena fortuna y del destino,

12 no les espera nada bueno. Porque yo los llamé y ustedes no me respondieron, les hablé y no me obedecieron; hicieron lo que no me gusta, y eligieron lo que no me agrada.

13 Dios también dijo: Mis fieles seguidores tendrán comida, pero ustedes, los que se apartan de mí, sentirán hambre; mis seguidores tendrán agua, pero ustedes tendrán sed. Mis seguidores se alegrarán, pero ustedes quedarán avergonzados.

14 Ellos cantarán con el corazón alegre, mientras que ustedes gritarán y llorarán con el corazón hecho pedazos.

15 A mis seguidores les daré un nombre hermoso; en cambio, el nombre de ustedes se usará para maldecir a otros.

16 Yo soy un Dios fiel, y prometo que mis fieles seguidores dejarán de sufrir. Todo el que pida una bendición en el país, la pedirá en mi nombre, porque yo cumplo lo que prometo; y todo el que haga un juramento jurará en mi nombre, porque yo cumplo mis juramentos.

El cielo nuevo y la tierra nueva

17-18 Dios dijo: Llénense de alegría, porque voy a crear algo nuevo. Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Todo lo del pasado será olvidado, y nadie lo recordará más. Voy a crear una nueva Jerusalén; será una ciudad feliz y en ella vivirá un pueblo alegre.

19 Yo mismo me alegraré con Jerusalén y haré fiesta con mi pueblo. En Jerusalén no habrá más llanto ni se oirán gritos de angustia.

20 No habrá niños que mueran al nacer, ni ancianos que mueran antes de tiempo. Morir a los cien años será morir joven; no llegar a esa edad será una maldición.

21-22 Mi pueblo construirá casas, y vivirá en ellas; sembrará viñedos y campos de trigo, y comerá pan y beberá vino. Mi pueblo tendrá una larga vida, y podrá disfrutar del trabajo de sus manos.

23 Mi pueblo no trabajará en vano, ni sus hijos morirán antes de tiempo. Porque yo los bendeciré a ellos, a sus hijos y a sus nietos.

24 Antes de que me llamen, yo les responderé; antes de que terminen de hablar, ya los habré escuchado.

25 El lobo y el cordero comerán juntos, el león comerá pasto como el buey, y la serpiente sólo comerá tierra. No habrá en toda Jerusalén nadie que haga daño a los demás. Les juro que así será.

66 Dios es el creador

1 Dios dijo: El cielo es mi trono; sobre la tierra apoyo mis pies. Nadie puede hacerme una casa donde pueda descansar.

2 Yo hice todo lo que existe, y todo me pertenece.

El culto que desagrada a Dios

Dios continuó diciendo: Yo miro con bondad a los pobres y afligidos que respetan mi palabra.

3 Pero hay gente que me adora ofreciendo un toro en sacrificio, y después sale y mata a una persona. Hay gente que me sacrifica una oveja y ofrece a los ídolos un perro. Hay gente que me presenta ofrendas de cereales y luego me ofende ofreciendo a los ídolos sangre de cerdos. Hay gente que me honra con incienso y luego bendice a un ídolo. Esa gente hace lo que quiere, porque así lo ha decidido;

4 pero también yo decidiré con qué desgracias castigarlos. Llamé, y nadie me respondió; hablé, y nadie me obedeció; hicieron lo que no me gusta y eligieron lo que no me agrada.

La nueva Jerusalén

5 Isaías dijo: Ustedes que adoran a Dios, escuchen su mensaje: «Algunos de sus compatriotas, que les tienen mucho odio porque me adoran, dicen burlonamente: ‘Que Dios muestre su poder, a ver si se ponen contentos’. ¡Pero esos que los odian serán avergonzados!

6 Una voz resuena en la ciudad, una voz se oye desde el templo: es mi voz, que reprende a sus enemigos.

7 Jerusalén ha dado a luz antes de sentir dolores de parto.

8 ¿Quién ha oído algo parecido? ¿Quién ha visto algo semejante? Una nación no nace en un solo día. Un pueblo no surge de repente. En cambio la ciudad de Jerusalén, sí nació en un día.

9 Yo no iba a impedirlo, porque soy el Dios de la vida. Les juro que así es».

La felicidad de Israel

10 Dios dijo: Ustedes, los que aman a Jerusalén, y han llorado con ella, alégrense ahora y únanse a su alegría.

11 Así Jerusalén, como una madre, les dará un alimento delicioso, y los dejará satisfechos.

12 Yo soy el único Dios; yo haré que la paz y las riquezas de las naciones lleguen hasta Jerusalén como un río desbordado. Jerusalén los llevará en sus brazos, los alimentará y les mostrará su cariño.

13 Yo, por mi parte, los consolaré a ustedes, como una madre consuela a su hijo. Así ustedes recibirán consuelo en la ciudad de Jerusalén.

14 Isaías dijo: Cuando vean todo esto, el corazón se les llenará de alegría y tendrán nuevas fuerzas. Porque Dios mostrará su poder entre sus seguidores y su enojo entre sus enemigos.

15 Dios llegará en medio del fuego; sus carros son como un torbellino. Dios descargará su enojo; su castigo será como fuego ardiente.

16 Dios juzgará al mundo entero con el fuego y con la espada, y serán muchos los muertos.

17-19 Dios dijo: Hay gente que entra en los jardines, y allí adora a los ídolos. Otros comen carne de cerdo, de ratas y de otros animales impuros. Pero yo sé bien lo que esa gente hace y piensa; por eso, de un solo golpe, los castigaré. Yo mismo vendré, y les daré una señal a los que aún queden vivos. Los enviaré a los pueblos y naciones para que hablen de mi poder. Los enviaré a Tarsis, a Libia y a Lidia, a Tubal y a Grecia, y a los más lejanos países del mar.

20 Ellos harán venir de las naciones a todos los sobrevivientes de mi pueblo. A unos los traerán a caballo, a otros en carruajes, a lomo de mulas o en camellos. Serán una ofrenda especial para mí. Los traerán hasta Jerusalén como los israelitas traen sus ofrendas a mi templo. Les juro que así será.

21 Dios siguió diciendo: A algunos de ellos los elegiré para que sean sacerdotes y ayudantes en el templo.

22 La descendencia y el nombre de ustedes permanecerán para siempre, así como permanecerán el cielo nuevo y la tierra nueva que yo voy a crear.

23-24 El primer día de cada mes, y el día sábado, de cada semana, todos vendrán a adorarme. Cuando mi pueblo salga, verá en el suelo los cadáveres de los que se rebelaron contra mí. Allí los gusanos nunca mueren, y el fuego nunca se apaga. ¡El mundo entero lo verá y se llenará de espanto! Les juro que así será.


Notas de Isaías

[a] Isaías 34:9 Brea. Sustancia parecida al betún, que se encontraba en Mesopotamia y en el valle del Jordán. Se untaba en las rendijas de los barcos o de los canastos para que el agua no penetrara. <<

🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 23: Isaías


Reflexiones sobre el libro Isaías

Sí, el libro de «Isaías» está incluido en la sección de los Libros Proféticos del Antiguo Testamento de la Biblia. Es considerado uno de los profetas mayores y es reconocido tanto por judíos como por cristianos.

El libro de Isaías lleva el nombre del profeta Isaías, quien vivió en el siglo VIII a.C. en el reino de Judá. Isaías fue un mensajero de Dios que profetizó durante un tiempo de importantes acontecimientos históricos, incluyendo la amenaza asiria y la caída del reino del norte de Israel. Sus profecías abarcan una amplia gama de temas, desde el llamado al arrepentimiento y la advertencia de juicio, hasta la promesa de la restauración y la venida del Mesías.

El libro de Isaías consta de 66 capítulos y se divide en tres partes principales, a menudo denominadas «Isaías I» (capítulos 1-39), «Isaías II» (capítulos 40-55) e «Isaías III» (capítulos 56-66). Estas divisiones reflejan diferentes épocas y estilos literarios, así como diferentes enfoques temáticos y proféticos.

El libro de Isaías es ampliamente conocido por contener profecías mesiánicas y visiones sobre el futuro redentor. Muchas de estas profecías se consideran cumplidas en la vida y ministerio de Jesucristo en el cristianismo. Además, el lenguaje poético y la riqueza literaria del libro han llevado a que sea valorado tanto por su contenido profético como por su belleza estilística.

En resumen, Isaías es un libro profético de la Biblia que contiene las profecías y mensajes del profeta Isaías, y es reconocido como parte de la sección de los Libros Proféticos del Antiguo Testamento.

error: Content is protected !!