Libro de Job
El libro de Job es uno de los más profundos y complejos de la Biblia, y ofrece una meditación sobre el problema del sufrimiento humano y la naturaleza de Dios. La historia de Job, un hombre justo y piadoso que pierde todo lo que tiene y es asolado por enfermedades y desgracias, es una reflexión sobre la naturaleza de la fe y la justicia en un mundo que parece injusto.
A través de los diálogos entre Job y sus amigos, así como de la intervención divina, el libro de Job ofrece una perspectiva sobre el significado del sufrimiento y la relación entre la humanidad y Dios. Además, el libro de Job es notable por su poesía y su lenguaje poético, que lo convierten en una obra literaria de gran belleza y profundidad. En esta sección de la web «Sagrada Escritura«, exploraremos la riqueza de este libro, incluyendo su contexto histórico y cultural, su teología y su significado espiritual. Esperamos que disfrutes esta sección y encuentres en ella inspiración y sabiduría para tu vida.
1 ¿Quién era Job?
1 Había una vez, en cierto país llamado Uz, un hombre muy bueno y honrado. Siempre obedecía a Dios en todo y evitaba hacer lo malo. Se llamaba Job,
2-3 y era el hombre más rico en la región del este. Tenía siete hijos y tres hijas, y muchos esclavos a su servicio. Además, era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, mil bueyes y quinientas burras.
4 Los hijos de Job hacían grandes fiestas, y siempre invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. Eran tantas las fiestas que hacían, que se iban turnando entre ellos.
5 Después de cada fiesta, Job llamaba a sus hijos y celebraba una ceremonia para pedirle a Dios que les perdonara cualquier pecado que pudieran haber cometido. Se levantaba muy temprano y le presentaba a Dios una ofrenda por cada uno de sus hijos. Job hacía esto pensando que tal vez sus hijos podrían haber ofendido a Dios o pecado contra él. Para Job, esto era una costumbre de todos los días.
El ángel acusador
6 El día en que los ángeles tenían por costumbre presentarse ante Dios, llegó también el ángel acusador.
7 Y Dios le dijo: —¡Hola! ¿De dónde vienes? Y éste le contestó: —Vengo de recorrer toda la tierra. Entonces Dios le preguntó:
8 —¿Qué piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él. Siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo.
9 El ángel acusador respondió: —¡Por supuesto! ¡Pero si Job te obedece, es por puro interés!
10 Tú siempre lo proteges a él y a su familia; cuidas todo lo que tiene, y bendices lo que hace. ¡Sus vacas y ovejas llenan la región!
11 Pero yo te aseguro que si lo maltratas y le quitas todo lo que tiene, ¡te maldecirá en tu propia cara!
12 Entonces Dios le dijo al acusador: —Muy bien, haz lo que quieras con todo lo que tiene, pero a él ni lo toques. Dicho esto, el ángel se marchó.
Primeras pruebas de Job
13-14 Un día, mientras los hijos y las hijas de Job celebraban una fiesta en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a decirle a Job: ¡Unos bandidos de la región de Sabá nos atacaron y se robaron los animales! Nosotros estábamos arando con los bueyes, mientras los burros se alimentaban por allí cerca.
15 De repente, esos bandidos comenzaron a matar gente, y sólo yo pude escapar para darle la noticia.
16 Todavía estaba hablando ese hombre cuando otro mensajero llegó y le dijo a Job: ¡Un rayo acaba de matar a las ovejas y a los pastores! ¡Sólo yo pude escapar para darle la noticia!
17 No terminaba de hablar ese hombre cuando otro mensajero llegó y le dijo: ¡Tres grupos de bandidos de la región de Caldea nos atacaron, mataron a los esclavos, y se llevaron los camellos! ¡Sólo yo pude escapar para darle la noticia!
18 Todavía estaba hablando ese hombre cuando un cuarto mensajero llegó y le dijo a Job: Todos sus hijos estaban celebrando una fiesta en casa de su hijo mayor.
19 De repente, vino un fuerte viento del desierto y derribó la casa. ¡Todos sus hijos murieron aplastados! ¡Sólo yo pude escapar para darle la noticia!
20 En cuanto Job oyó esto, se puso de pie y rompió su ropa en señal de dolor; luego se rasuró la cabeza y se inclinó hasta el suelo para adorar a Dios.
21 Y dijo: Nada he traído a este mundo, y nada me voy a llevar. ¡Bendigo a Dios cuando da! ¡Bendigo a Dios cuando quita!
22 Y a pesar de todo lo que le había sucedido, Job no ofendió a Dios ni le echó la culpa.
2 Más pruebas para Job
1 El día en que los ángeles se reunían con Dios, también el ángel acusador se presentó,
2 y Dios le dijo: —¡Hola! ¿De dónde vienes? Y el acusador contestó: —Vengo de recorrer toda la tierra.
3 Entonces Dios le preguntó: —¿Qué piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él. Siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo, y me sigue obedeciendo, a pesar de que me convenciste de hacerle mal sin ningún motivo.
4 El ángel acusador le contestó: —¡Mientras a uno no lo hieren donde más le duele, todo va bien! Pero si de salvar la vida se trata, el hombre es capaz de todo.
5 Te aseguro que si lo maltratas, ¡te maldecirá en tu propia cara! Dios le dijo:
6 —Muy bien, te dejaré que lo maltrates, pero no le quites la vida.
7 En cuanto el acusador se marchó, llenó a Job con llagas en todo el cuerpo.
8 Por eso, Job fue a sentarse sobre un montón de ceniza, y todo el día se lo pasaba rascándose con una piedra.
9 Su esposa fue a decirle: —¿Por qué insistes en demostrar que eres bueno? ¡Mejor maldice a Dios, y muérete!
10 Pero Job le respondió: —No digas tonterías. Si aceptamos todo lo bueno que Dios nos da, también debemos aceptar lo malo. Y a pesar de todo lo que le había sucedido, Job no pecó contra Dios diciendo algo malo.
Los tres amigos de Job
11 Job tenía tres amigos: Elifaz, que era de la región de Temán; Bildad, de un lugar llamado Súah; y Zofar, de un lugar llamado Naamat. Cuando supieron todo lo malo que le había sucedido a Job, se pusieron de acuerdo para ir a consolarlo y decirle cuán tristes estaban por la muerte de sus hijos.
12 Al llegar a donde vivía Job, lo vieron de lejos, y no lo reconocieron; pero cuando ya estuvieron frente a él, comenzaron a llorar y a gritar. Enseguida rompieron su ropa y se echaron ceniza sobre la cabeza para mostrar su tristeza.
13 Durante siete días y siete noches estuvieron sentados en el suelo, haciéndole compañía. Era tan grande el sufrimiento de Job que ninguno de ellos se atrevía a decirle nada.
3 Las quejas de Job
1 Llegó el momento en que Job ya no pudo más y comenzó a maldecir el día en que nació.
2 Entonces, dijo:
3 ¡Maldito sea el día en que nací! Maldita la noche en que anunciaron: «¡Fue niño!».
4-6 ¡Que borren del calendario ese día! ¡Que nadie se acuerde de él, ni siquiera el Dios del cielo! ¡Que sea arrojado en las tinieblas y todos se olviden de él!
7 ¡Que en esa noche nadie vuelva a nacer! ¡Que nadie grite de alegría!
8 ¡Que maldigan ese día los que tienen poder sobre el monstruo del mar!
9 ¡Que ese día no salga el sol ni se vea la estrella de la mañana,
10 porque me dejó nacer en un mundo de miserias!
11-13 Mejor hubiera nacido muerto. ¡Así nadie me habría abrazado ni me habría amamantado, y ahora estaría descansando en paz!
14-15 ¡Estaría en la compañía de esos reyes, gobernantes y consejeros que construyeron grandes monumentos y llenaron de oro y plata sus palacios!
16 Mejor me hubieran enterrado como se entierra a los niños que nacen antes de tiempo y nunca llegan a ver el sol.
17-18 Para los cansados y prisioneros, la muerte es un descanso, pues ya no oyen gritar al capataz. Con la muerte, los malvados dejan de hacer destrozos.
19 En la muerte se encuentran los débiles y los poderosos, y los esclavos se libran de sus amos.
20 ¿Por qué nos deja nacer Dios si en la vida sólo vamos a sufrir? ¿Por qué deja seguir viviendo a los que viven amargados?
21 Buscan con ansias la muerte, como si buscaran un tesoro escondido. Quisieran morirse, pero la muerte no llega.
22 ¡Muy grande sería su alegría si pudieran bajar a la tumba!
23 Dios nos cierra el paso y nos hace caminar a ciegas.
24 Lágrimas y quejas son todo mi alimento.
25-26 Ya he perdido la paz. Mis peores temores se han hecho realidad.
4 Primera respuesta de Elifaz
1 Elifaz le dijo a Job:
2 Puede ser que no te guste lo que tengo que decirte, pero no puedo quedarme callado.
3 Si bien recuerdo, tú fuiste maestro de muchos y animabas a los desanimados;
4 palabras no te faltaban para alentar a los tristes y apoyar a los débiles.
5 Pero ahora que sufres, no lo soportas y te das por vencido.
6 Según tú, no haces nada malo, ¿por qué entonces desconfías de Dios?
7 ¡No me vayas a decir que quien hace lo bueno sufre y acaba mal!
8 He podido comprobar que quien mal anda mal acaba.
9 Cuando Dios se enoja, con un soplo destruye al malvado,
10-11 y aunque ruja o gruña como león, Dios le romperá los dientes. Como no podrá comer, se morirá de hambre, y sus hijos tendrán que huir.
12 Alguien me confió un secreto, que apenas pude escuchar.
13 Mientras todo el mundo dormía, tuve un sueño, y perdí la calma.
14 ¡Fue tanto el miedo que sentí, que todo el cuerpo me temblaba!
15 Sentí en la cara un viento helado, y se me erizaron los pelos.
16 ¡Sabía que alguien estaba allí, pero no podía verlo! Todo alrededor era silencio. De pronto oí que alguien decía:
17 «Nadie es mejor que su creador. ¡Ante él, no hay inocentes!
18 Dios ni en sus ángeles confía, pues hasta ellos le fallan;
19 ¡mucho menos va a confiar en nosotros los humanos! Estamos hechos de barro, y somos frágiles como polillas.
20-21 En esta vida estamos de paso; un día nacemos y otro día morimos. ¡Desaparecemos para siempre, sin que a nadie le importe! ¡Morimos sin llegar a ser sabios!».
5
1 ¡Grita, Job! ¡Grita todo lo que quieras, a ver si algún ángel te responde!
2 Sólo los tontos y necios se mueren de celos y envidia.
3 Algunos llegan a prosperar, pero su casa está maldita.
4 A sus hijos, nadie los ayuda ni los defiende; ¡en los tribunales del pueblo nadie les hace justicia!
5 Sus riquezas y sus cosechas terminan en la mesa de los hambrientos.
6 ¡Siempre hay una razón para el mal y la desgracia!
7 Así como el fuego es la causa de que salten chispas, nosotros somos responsables de nuestra propia desgracia.
8 Si yo estuviera en tu lugar, pondría mi caso en manos de Dios.
9 Sus milagros y maravillas no los podemos entender.
10 Dios hace que la lluvia caiga sobre los campos;
11 Dios da poder a los humildes y ayuda a los afligidos;
12-13 Dios hace que los astutos caigan en sus propias trampas; les desbarata sus planes malvados y les arruina sus malas acciones.
14 Dios hace que se tropiecen de día como si anduvieran de noche,
15 pero salva a la gente pobre del poder de sus enemigos;
16 a los pobres les devuelve la esperanza, pero a los malvados los deja callados.
17 Cuando el Dios todopoderoso te corrija, puedes considerarte bendecido; no desprecies su corrección.
18 Dios hiere, pero cura la herida; Dios golpea, pero alivia el dolor.
19 Una y otra vez vendrá a ayudarte, y aunque estés en graves peligros no dejará que nada te dañe.
20 En tiempos de hambre, no dejará que te mueras; en tiempos de guerra, no dejará que te maten.
21 Cuando alguien te maldiga, no tendrás por qué tener miedo; esa maldición no se cumplirá.
22 Te reirás del hambre y de las calamidades, y no tendrás por qué temer a los animales salvajes:
23 ¡las piedras del campo y las bestias salvajes serán tus mejores amigas!
24 En tu casa vivirás tranquilo, y cuando cuentes tu ganado no te faltará un solo animal.
25 Tendrás muchos hijos y muchos nietos; ¡nacerán como la hierba del campo!
26 Serás como el trigo que madura en la espiga: no morirás antes de tiempo, sino cuando llegue el momento.
27 Esto es un hecho comprobado. Si nos prestas atención, tú mismo podrás comprobarlo.
6 Primera respuesta de Job
1 Job le respondió a Elifaz de la siguiente manera:
2 ¡Me gustaría que todas mis desgracias pudieran pesarse en una balanza!
3 ¡Son tantas, que pesarían más que toda la arena del mar! ¡No debiera sorprenderles oírme hablar así!
4 El Dios todopoderoso me ha herido, y eso me llena de miedo; ¡ya siento correr por mi cuerpo el veneno de sus flechas!
5 Con pasto en el pesebre, no hay burro que rebuzne ni buey que brame.
6 Con sal, toda comida es buena; ¡hasta la clara de huevo es sabrosa!
7 Pero lo que estoy sufriendo, ¡sabe peor que comida sin sal!
8 ¡Cómo quisiera que Dios me diera lo que le pido:
9 que de una vez me aplaste, y me deje hecho polvo!
10 ¡Jamás he desobedecido a Dios! Éste es el consuelo que me queda en medio de mi dolor.
11-12 Yo no estoy hecho de piedra, ni estoy hecho de bronce. Ya no me quedan fuerzas para seguir viviendo, ni espero nada de esta vida.
13 No tengo a nadie que me ayude, ni puedo valerme por mí mismo.
14 Si en verdad fueran mis amigos, no me abandonarían, aunque yo no obedeciera a Dios.
15-16 Pero ustedes, mis amigos, cambian tanto como los ríos: unas veces están secos, y otras veces se desbordan. Cuando la nieve se derrite, corren turbios y revueltos,
17 pero en tiempos de calor y sequías se quedan secos y dejan de correr.
18-21 Ustedes se han portado conmigo como lo hacen los comerciantes de las ciudades de Temá y Sabá. Salen con sus caravanas, y al cruzar el desierto, se apartan del camino esperando encontrar los ríos. Al no hallarlos, se quedan confundidos y frustrados; pierden entonces la confianza y mueren. Lo mismo hicieron ustedes: vieron algo espantoso y se asustaron.
22 Yo no les pedí que vinieran, ni tampoco les pedí dinero
23 para que me salvaran de mis malvados enemigos.
24 Demuéstrenme en qué he fallado, y me callaré la boca.
25 Si tuvieran razón, no me ofendería; ¡pero ustedes me acusan y no tienen pruebas!
26 No me juzguen por mis palabras, hablo así pues estoy desesperado, y las palabras se las lleva el viento.
27 ¡Ustedes son capaces de todo, hasta de vender a un huérfano y abandonar a un amigo!
28 Mírenme a los ojos, y díganme si soy un mentiroso.
29 No sean injustos conmigo y dejen de juzgarme; reconozcan que soy inocente.
30 No les he mentido. ¿Acaso creen que no sé distinguir entre la verdad y la mentira?
7
1-3 He pasado noches miserables, he pasado meses enteros esperando en vano que terminen mis sufrimientos. Mi vida ha sido como la de un soldado que ansioso espera el fin de la guerra; como la de un peón, que ansioso espera su paga; como un esclavo fatigado, que ansioso espera que caiga la noche.
4 Cuando me acuesto, la noche me parece interminable; doy vueltas en la cama sin poder pegar los ojos, y me pregunto cuándo amanecerá.
5 Tengo todo el cuerpo lleno de gusanos y de costras; ¡por todos lados me sale pus!
6 La vida se me escapa con la velocidad del rayo. ¡Ya he perdido toda esperanza!
7 Acuérdate, Dios mío, que mi vida es como un suspiro y que no volveré a saber lo que es la felicidad.
8 Hoy me ves, pero mañana ya no; me buscarás, pero ya no estaré aquí.
9-10 Los que bajan a la tumba ya no vuelven a subir; nunca más regresan a su casa. Son como las nubes: ¡desaparecen y se pierden para siempre!
11 En cuanto a mí, estoy tan angustiado y tan lleno de amargura que no puedo quedarme callado.
12 ¿Por qué me vigilas tanto, si no soy el monstruo del mar?
13 A veces pienso que durmiendo hallaré consuelo y alivio a mi queja,
14 pero aun estando acostado me haces tener pesadillas y me llenas de terror.
15-16 Ya no quiero seguir viviendo. ¡Preferiría morir ahorcado que seguir viviendo en este mundo! Mi vida ha perdido valor; ¡ya déjame en paz!
17-18 Tú nos das mucha importancia; todos los días nos examinas. Yo me pregunto por qué a todas horas nos pones a prueba.
19-20 Tú, que a todos nos vigilas, ¿por qué sólo a mí me castigas? ¡Ya no me vigiles tanto! ¡Déjame al menos tragar saliva! ¿En qué te afecta que yo peque? ¿Acaso te soy una molestia?
21 ¿Por qué no me perdonas y te olvidas de mi maldad? Me queda muy poco de vida; cuando me busques, ya estaré muerto.
8 Primera participación de Bildad
1 Entonces Bildad le dijo a Job:
2 ¡Hablas con la violencia de un fuerte huracán! ¿Cuándo te vas a callar?
3 El Dios todopoderoso nunca hace nada injusto.
4 Si tus hijos pecaron contra Dios, él les ha dado su merecido.
5-6 Pero si tú eres inocente, habla con él y pídele perdón; él te protegerá y te recompensará devolviéndote todo lo que tenías.
7 Tus primeras riquezas no serán nada, comparadas con las que tendrás después.
8-10 Pregúntales a nuestros abuelos, y verás cuántas cosas descubrieron. Ellos te lo harán saber todo y compartirán contigo su experiencia. Nosotros hemos vivido muy poco, y poco o nada sabemos; nuestra vida pasa como una sombra.
11 Los juncos crecen en el agua, pero si el agua les llega a faltar
12 se secan más pronto que cualquier otra planta.
13 Lo mismo les pasa a los malvados, a los que se olvidan de Dios: al morir nada bueno les espera.
14 Su confianza es tan frágil como una telaraña:
15 no les brinda ningún apoyo.
16 Los malvados son como esas hierbas que cuando les pega el sol se extienden por todo el jardín,
17 y hunden sus raíces en las piedras.
18 Pero si alguien las arranca, nadie podrá saber dónde estaban.
19 ¡Así termina su alegría de vivir, y en su lugar nacen otras hierbas!
20 Dios acepta al honrado, y rechaza al malvado.
21 Dios hará que vuelvas a reír y a lanzar gritos de alegría.
22 Tus enemigos quedarán avergonzados, y sus casas serán destruidas.
9 Segunda respuesta de Job
1 Al oír esto, Job respondió:
2 ¡Ese cuento ya lo conozco! Yo sé bien que ante Dios nadie puede alegar inocencia,
3 ni puede tampoco discutir con él. Dios puede hacer mil preguntas, y nadie puede responderle.
4 ¿Quién puede desafiar a Dios y esperar salir victorioso? Su sabiduría es muy profunda, y su poder es muy grande.
5 Cuando Dios se enoja, cambia de lugar las montañas sin que nadie se dé cuenta;
6 también cambia de lugar a la tierra, y la hace temblar hasta sus bases.
7 Reprende al sol, y el sol no sale; también apaga la luz de las estrellas.
8 Con su poder extiende el cielo y calma las olas del mar.
9 Dios creó todas las estrellas, y las agrupó en constelaciones: la Osa Mayor, la Cruz del Sur, Orión y las Siete Cabritas.
10 Dios hace cosas tan maravillosas que es muy difícil comprenderlas, y más aún, hablar de ellas.
11 Si Dios pasara junto a mí, me sería imposible verlo; si se alejara de mí, no me daría cuenta.
12 Si quisiera tomar algo, ¿quién podría ordenarle no hacerlo?
13 Cuando Dios se enoja, hasta el mar y sus olas se rinden ante él.
14 Si esto es así, ¿cómo voy a poder responderle?
15 A pesar de que soy inocente, ante Dios no me puedo defender; sólo puedo suplicarle que me tenga compasión.
16 Si lo llamara, y él me respondiera, no creo que me prestaría atención.
17-18 ¡Al contrario! ¡Por la cosa más simple aumentaría mis heridas y no me dejaría ni respirar! ¡Me llenaría de amargura y con una tormenta me despedazaría!
19 Si de comparar fuerzas se trata, ¡Dios es más poderoso! Y si le abriera un juicio, ¿quién podría obligarlo a presentarse?
20 ¡Aunque no he hecho nada malo, mi boca me condena y resulto culpable!
21 No tengo nada de qué arrepentirme, pero eso ya no importa; ¡estoy cansado de esta vida!
22 En todo caso, da lo mismo. Por eso puedo afirmar que Dios destruye por igual a los buenos y a los malos.
23 Y si alguna enfermedad provoca que la gente muera de pronto, Dios se burla de la angustia de los que nada malo hicieron.
24 Cuando algún malvado se apodera de un terreno, es Dios mismo quien les tapa los ojos a los jueces.
25-26 La vida se me escapa con la rapidez del rayo. Mis días pasan como el águila cuando se lanza sobre su presa. El tiempo es como un barco que se pierde en la distancia, y yo aquí estoy, sin saber lo que es la felicidad.
27 A veces pienso en olvidarlo todo, en cambiar de actitud y sonreír;
28 pero me asusto de tanto sufrimiento, pues sé bien que ante Dios, no resulto inocente.
29 Y si él me considera culpable, ¿qué caso tiene seguir luchando?
30 Aunque me lave con jabón las manos y todo el cuerpo,
31 Dios me arrojará al basurero, ¡y no habrá ropa que me cubra!
32 ¿Cómo puedo atreverme a citar a Dios ante un tribunal, si soy un simple mortal?
33 ¿Qué juez en este mundo podría dictar sentencia entre nosotros?
34 Si alguien pudiera quitarme el miedo de sufrir el castigo divino,
35 podría hablar sin temor; pero en verdad, tengo miedo.
10
1 Si doy rienda suelta a mi queja y a la amargura que llevo dentro, es porque estoy cansado de la vida.
2 Por eso le he dicho a Dios: «Dios mío, no seas injusto conmigo; ¡dime qué mal he cometido!
3 Tú eres mi creador, y no está bien que me maltrates ni que permitas que los malvados hagan planes contra mí.
4 Tú no ves las cosas como nosotros las vemos,
5 ni vives los pocos años que nos toca vivir;
6 ¿por qué, entonces, quieres saber qué pecados he cometido?
7 ¡Tú sabes que no soy culpable, y yo bien sé que no es posible que me libre de tu poder!
8-10 Tú, con tus propias manos, me fuiste dando forma, como quien hace una olla de barro, como quien derrama crema para hacer queso; ¿por qué quieres quitarme la vida y hacerme volver al polvo?
11 Tú recubriste mis huesos con carne y con piel;
12 tú me diste vida y me trataste con bondad; ¡siempre cuidaste de mí!
13 Pero ahora me doy cuenta de algo que no me dijiste:
14 ¡que me estarías vigilando para ver si yo pecaba, pues no perdonarías mi pecado!
15 Pero, inocente o culpable, estoy en un gran problema y no puedo mirarte a los ojos. ¡Estoy muy avergonzado y me muero de tristeza!
16 Siempre me estás vigilando, como si fueras un león al acecho; apenas hago el menor movimiento, me haces sentir tu poder.
17 Tu enojo contra mí va en aumento; presentas nuevos testigos que me acusan; tus ejércitos me atacan sin cesar.
18 ¿Por qué me dejaste nacer? ¡Ojalá me hubiera muerto, sin que nadie llegara a conocerme!
19 ¡Más me valdría no haber nacido, y pasar directamente a la tumba!
20 Mis días están contados; ya están llegando a su fin. ¡Por favor, déjame en paz! ¡Quiero tener un momento de alegría,
21-22 antes de emprender el viaje sin regreso al país de las tinieblas y el desorden!».
11 Primera participación de Zofar
1 Al oír las palabras de Job, su amigo Zofar le dijo:
2 ¡Tantas palabras sin sentido no pueden quedar sin respuesta! ¡Un charlatán como éste no puede ser inocente!
3 ¿Vamos a quedarnos callados ante tantas tonterías? ¿Y acaso vas a burlarte de nosotros sin que te respondamos?
4 Tú aseguras estar en lo correcto, y no haber hecho nada malo.
5 ¡Cómo me gustaría ver que Dios mismo te acusara,
6 y que te hiciera saber los secretos de la sabiduría! Así podrías darte cuenta de que Dios no te ha castigado como te mereces.
7 ¿Crees que puedes llegar a conocer los secretos del Dios todopoderoso?
8-9 ¡Nunca podrás llegar a conocerlos! ¡Son más altos que los cielos, más profundos que el sepulcro, más extensos que la tierra y más anchos que la mar!
10-11 Dios sabe quién es tonto y quién es malvado; lo sabe, y no los perdona. Si Dios decide llamarte a cuentas y meterte en la cárcel, ¿quién se lo impedirá?
12 No es nada fácil que el tonto llegue a ser sabio, como tampoco es fácil que de un burro nazca un hombre.
13 Pero si tú amas a Dios y le pides perdón,
14 y si tú y tu familia dejan de hacer el mal,
15 entonces no tendrás que avergonzarte, y podrás vivir sin ningún temor.
16 Olvidarás tus sufrimientos por completo, y si acaso los recuerdas, será como recordar cosas sin importancia.
17 Tendrás una vida muy feliz. ¡Tus pesadillas más horribles, se convertirán en dulces sueños!
18-19 Vivirás en paz y protegido por Dios; dormirás confiado y lleno de esperanza, sin miedo a nada ni a nadie, y muchos querrán ser tus amigos.
20 Pero los malvados no podrán escapar: sus ojos se irán apagando, hasta que les llegue la muerte.
12 Tercera respuesta de Job
1 Job le respondió a Zofar:
2 ¡Ustedes se creen los maestros del pueblo! ¡Y piensan que al morir, se acabarán los sabios!
3 Pero no creo que ustedes sean más inteligentes que yo. ¡Ustedes no han dicho nada nuevo!
4 Antes, cuando yo llamaba a Dios, él siempre me respondía; en cambio, ahora, hasta mis amigos se burlan de mí; no soy culpable de nada, pero todos se burlan de mí.
5 ¡Qué fácil es criticar al que sufre, cuando no se tienen problemas!
6 Los ladrones creen que ya dominaron a Dios, y por eso viven tranquilos.
7 Pero pregúntales a las aves, y también a los animales, y ellos te lo contarán todo; ¡te darán una gran lección!
8 Habla con la tierra, y con los peces del mar, y hasta ellos te lo dirán.
9 Ellos saben muy bien que Dios lo ha creado todo.
10 ¡Dios tiene en sus manos la vida de todos los seres vivos!
11 Así como el oído capta los sonidos y la lengua capta los sabores,
12 los que han vivido muchos años captan la sabiduría y el entendimiento.
13 Dios tiene sabiduría y poder; hace planes y éstos se cumplen.
14 Si Dios derriba algo, nadie puede volver a levantarlo. Si Dios apresa a alguien, nadie puede ponerlo en libertad.
15 Si él quiere que no llueva, todo en el campo se seca; pero si quiere que llueva, la tierra entera se inunda.
16 En sus manos están el poder y la sabiduría, el engañador y el engañado.
17-19 Dios hace que pierdan su puesto los jueces y los consejeros, los sacerdotes y los poderosos; a los reyes los quita del trono y los hace trabajar como esclavos;
20 a los consejeros les calla la boca, y hace que los ancianos pierdan su sabiduría.
21 Dios pone en vergüenza a los fuertes y poderosos;
22 Dios pone al descubierto las profundidades del sepulcro;
23 a las naciones las hace prosperar o fracasar, las engrandece o las destruye.
24 A los gobernantes les hace olvidar su sabiduría para que no sepan qué hacer.
25 Así andarán a tientas en la oscuridad, tropezando como ciegos y borrachos.
13
1 Todo lo que han dicho, yo mismo lo he visto y oído.
2 Creo saber tanto como ustedes; no creo que sean mejores que yo.
3 Pero yo preferiría discutir mi caso con el Dios todopoderoso,
4 porque ustedes son unos mentirosos; ¡sus consejos no ayudan en nada!
5 ¡Si se callaran la boca, mostrarían algo de sabiduría!
6 Por favor, escúchenme; pongan atención a mis palabras:
7 ¿Van a mentir en nombre de Dios, y a tratar de defenderlo con engaños?
8 ¿Acaso creen que le hacen un favor actuando como sus abogados defensores?
9 Si Dios los examinara a ustedes, no podrían engañarlo como engañan a la gente.
10 Más bien, Dios los reprendería si quisieran defenderlo con mentiras;
11 ¡es tan grande su poder que los haría temblar de miedo!
12 Las explicaciones de ustedes han perdido su sentido, y no sirven para nada.
13 Mejor cállense, y déjenme hablar, no importa lo que me pase.
14-15 Voy a defenderme ante Dios, aunque él quiera matarme; voy a jugarme la vida, pues no tengo nada que perder.
16 Ningún malvado se atrevería a presentarse ante él, así que él mismo me salvará.
17 ¡Préstenme atención!
18 Ya he preparado mi defensa, y sé que Dios reconocerá mi inocencia.
19 Si alguien puede acusarme de algo, yo callaré y jamás volveré a hablar.
20 Dios mío, sólo te pido dos cosas; si me las concedes, no tendré que esconderme de ti.
21 ¡Ya no me castigues, ni me hagas sentir tanto miedo!
22 Pídeme que presente mi defensa, y yo te responderé; si lo prefieres, yo hablaré primero, y tú me responderás.
23 ¡Dime en qué te he faltado! ¡Muéstrame en qué te he ofendido!
24 ¿Por qué te escondes? ¿Por qué me tienes por enemigo?
25 ¿Por qué me persigues tanto, si soy como una hoja que se lleva el viento?
26 Me estás condenando a un amargo sufrimiento; ¡me estás castigando por los pecados de mi juventud!
27 A toda hora me vigilas; me tienes encadenado. ¡Doy un paso y sigues mis huellas!
28 Todos nosotros, nos gastamos como zapatos, como vestidos que se come la polilla.
14
1 Es muy corta nuestra vida, y muy grande nuestro sufrimiento.
2 Somos como las flores: nacemos, y pronto nos marchitamos; somos como una sombra que pronto desaparece.
3-4 Lo impuro no puede volverse puro; no hay nadie que pueda hacerlo. Y aun así te fijas en nosotros, y discutes con alguien como yo.
5 Nuestra vida tiene un límite; has decidido cuánto tiempo viviremos.
6 ¡Deja ya de vigilarnos! ¡Déjanos vivir tranquilos, y disfrutar de nuestro salario!
7 Al árbol caído le queda la esperanza de volver a retoñar.
8 Tal vez el tronco y las raíces se pudran en la tierra,
9 pero en cuanto sientan el agua volverán a florecer, y echarán ramas, como un árbol recién plantado.
10 En cambio, nosotros, con el último suspiro perdemos la fuerza y dejamos de existir.
11 Somos como los lagos y los ríos: sin agua, se agotan y se secan.
12 Mientras el cielo exista, no habrá uno solo de nosotros que se levante de la tumba; una vez que caiga muerto, no volverá a levantarse.
13-15 Si fuera posible volver a la vida después de la muerte, preferiría estar muerto. Tú me esconderías en la tumba, hasta que se calmara tu enojo. Luego te acordarías de mí y volverías a despertarme. Como eres mi creador, cuando al fin quisieras verme, yo respondería a tu llamado.
16 Seguirías viendo todo lo que hago, sin tomar en cuenta mi pecado.
17 Tú me perdonarías; echarías mi pecado en una bolsa y lo arrojarías lejos, muy lejos.
18 Sin embargo, nos derrumbamos como los montes, rodamos como las piedras,
19 ¡nos desgastamos como las rocas ante el constante paso del agua! Tú acabas con nuestras esperanzas; nos destrozas por completo,
20 nos haces desaparecer, nos quitas la vida y luego nos mandas a la tumba.
21 Si más tarde a nuestros hijos se les honra o se les humilla, nosotros ya no lo sabremos.
22 Sólo sentiremos en carne propia nuestro dolor y sufrimiento.
15 Segunda participación de Elifaz
1 Entonces Elifaz le respondió a Job:
2-3 Si en verdad eres inteligente, no debieras ser tan violento. Sólo dices tonterías, y de tu boca no sale nada bueno.
4 Tu falta de respeto a Dios hace que otros no lo obedezcan.
5-6 No necesito ser tu juez, pues tus palabras te condenan. Tienes tan sucia la mente que sólo dices mentiras.
7 Tú no eres el primer hombre que hubo sobre la tierra. El mundo ya existía antes de que nacieras.
8 Tampoco eres el único sabio, ni Dios te pide consejos.
9 Cualquier cosa que tú sepas, también nosotros la sabemos.
10 Nuestros años y experiencia nos hacen aun mejores que tu padre.
11 Dios mismo te consuela y te habla con cariño, pero eso no te importa.
12-13 ¿Por qué te enojas contra Dios y hablas más de la cuenta? ¡En tus ojos se ve el odio que sientes!
14-16 Ante Dios nadie es puro ni inocente; ni aun los ángeles lo son. ¿Qué oportunidad tenemos los humanos, si Dios ni en sus ángeles confía?
17 Job, préstame atención, voy a decirte lo que sé.
18 Es la sabiduría que los sabios aprendieron hace mucho.
19 ¡No la aprendieron de gente extraña! Por eso, como premio, Dios les dio la tierra.
20 Pero el miedo y el sufrimiento son el premio de los malvados.
21 Siempre escuchan ruidos extraños, y cuando se encuentran en paz no faltan ladrones que los ataquen.
22-23 Los malvados no tienen esperanza; saben que no escaparán de la muerte, y que acabarán devorados por los buitres.
24-26 Por eso sufren y tienen miedo como si un rey los atacara; saben que les viene la desgracia, pues se atrevieron a desafiar al Dios todopoderoso.
27 La gordura se les nota en la cara y en la cintura,
28-29 pero acabarán perdiendo sus terrenos y riquezas, y al final vivirán en chozas a punto de derrumbarse.
30 No podrán escapar de la muerte, sino que serán como un árbol consumido por el fuego; ¡de un soplo, Dios los destruirá!
31 Los malvados no debieran engañarse ni confiar en ilusiones, porque de ellas nada sacarán.
32-33 Morirán antes de tiempo. Se quedarán como los viñedos cuando se les caen las uvas, y como los árboles de olivo cuando no llegan a florecer.
34-35 Los malvados dejarán de existir; los que se hacen ricos con engaños verán sus casas destruidas por el fuego.
16 Cuarta respuesta de Job
1 Job le contestó a Elifaz:
2 Todo lo que ustedes han dicho lo he escuchado muchas veces; ¡y no fue ningún consuelo!
3 ¿Qué es lo que tanto les molesta? ¿Por qué no me dejan en paz?
4-5 Si estuvieran en mi lugar, verían que no necesito tanta palabrería. ¡Lo que necesito es que me animen, que calmen mi sufrimiento!
6 ¿Qué se gana con hablar? ¡Mi dolor no me deja ni tampoco se calma!
7 Dios ha acabado conmigo y con toda mi familia.
8 Me tiene arrinconado, se levanta y me condena; lo que ha dejado de mí es sólo un montón de huesos.
9 Tan enojado está Dios conmigo que me persigue y me despedaza; me considera su enemigo. Me mira con rabia y me muestra los dientes.
10 Mis enemigos se han puesto en mi contra; se burlan de mí y me dan bofetadas.
11 Dios me dejó caer en manos de gente malvada.
12-14 Antes, yo vivía tranquilo; pero Dios me agarró por el cuello y me hizo objeto de sus ataques. Se lanzó contra mí como un guerrero y me abrió una herida tras otra, destrozándome sin ninguna compasión. ¡Regados por el suelo quedaron mi hígado y mis riñones!
15 Me vestí con ropas ásperas, para mostrar mi angustia; ¡mi orgullo ha quedado por el suelo!
16 De tanto llorar tengo roja la cara; mis ojos muestran profundas ojeras.
17 ¿Por qué no aceptan que no soy un malvado, y que es sincera mi oración?
18 Si acaso muero, espero que la tierra no oculte mi inocencia.
19 Yo sé que en el cielo tengo un testigo a mi favor. Allí sin duda, está mi abogado.
20 Ante Dios lloro amargamente, porque mis amigos se burlan de mí.
21 Dios me defenderá como quien defiende a un amigo.
22 En unos cuantos años estaré en la tumba, y ya no volveré.
17
1-2 Todos los que me rodean se burlan de mí; tengo que soportar sus ataques. La vida se me escapa; ya la muerte me está esperando.
3 ¡Dios mío, ven a defenderme, pues no hay quien lo haga por mí!
4 Confunde a mis enemigos, y no los dejes que triunfen.
5 Si por ganarse unas monedas pueden acusar a un amigo, ¡merecen ver morir a sus hijos!
6 Dios mío, tú me pones en vergüenza, y todo el mundo se burla de mí; algunos hasta me escupen la cara.
7 Los ojos se me cierran de dolor; de mí sólo quedan huesos.
8 Cuando me ve la gente buena, apenas puede creerlo y se enoja contra los malvados.
9 ¡Cuando uno es honrado y no ha hecho nada malo, al final se mantendrá firme y cada vez se hará más fuerte!
10 Pueden seguir atacándome, que yo sé que entre ustedes no se encuentra un solo sabio.
11 La muerte anda cerca de mí, y mis deseos no se cumplen,
12 ¡pero esta gente insiste en darme falsas esperanzas! ¡Dicen que ya está amaneciendo cuando todavía es de noche!
13 Si lo único que espero es tener por casa una tumba, ¡puedo acostarme ya a dormir entre las sombras!
14 No tendré más familia que la tumba y los gusanos.
15 No tengo nada que esperar; no tengo ya ningún futuro.
16 La esperanza morirá conmigo; ¡juntos seremos enterrados!
18 Segunda participación de Bildad
1 Bildad respondió:
2 ¡Hablemos menos y pensemos más; entonces podremos conversar!
3 Job cree que somos tontos; nos trata como si fuéramos animales.
4 Tan enojado está que él mismo se despedaza; ¡pero eso no cambia nada!
5-6 La vida de los malvados es como lámpara que se apaga; es como la luz de una casa, que de pronto deja de alumbrar.
7-10 Sus pasos van perdiendo fuerza; caen en sus propias trampas, y allí se quedan atrapados.
11-12 El miedo y el desastre los siguen por todas partes; ¡no los dejan ni un momento!
13 La enfermedad y la muerte les devoran todo el cuerpo.
14 La muerte los arranca de la tranquilidad del hogar;
15 en su casa hay olor a azufre porque el fuego la consume.
16 Los malvados son como un árbol, al que se le secan las raíces y se le marchitan las ramas.
17-18 Nadie se acuerda de ellos; son lanzados a la oscuridad y su fama queda en el olvido.
19 En el pueblo donde vivían, no les queda ningún pariente.
20 De un extremo al otro de la tierra, la gente se asombra y se asusta al saber cómo acabaron.
21 Así terminan los malvados, los que no reconocen a Dios.
19 Quinta respuesta de Job
1 Job respondió:
2 Tanta palabrería de ustedes me atormenta y me lastima; ¿Cuándo van a dejarme en paz?
3 Una y otra vez me insultan sin compasión. ¡Debería darles vergüenza!
4 Aun cuando yo haya pecado, eso no les afecta.
5 Lo que ustedes realmente quieren es sentirse mejores que yo; se aprovechan de verme humillado para lanzarme sus ataques.
6 Pero voy a decirles algo: es Dios quien me hizo daño, ¡es Dios quien me tendió una trampa!
7 A gritos pido ayuda, pero nadie me responde, ni conoce la justicia.
8 Dios no me deja pasar, me tiene cerrado el camino.
9 Me quitó mis riquezas;
10 me dejó como a un árbol destrozado y sin raíces.
11 Tan grande es su enojo contra mí que me considera su enemigo;
12 me ataca como un ejército, ¡me tiene completamente rodeado!
13 Dios ha hecho que me abandonen mis amigos y mis hermanos;
14 también ha hecho que me olviden mis parientes y conocidos.
15 Los que antes comían en mi mesa, hoy me ven como a un extraño; ¡aun las jóvenes que me servían ahora dicen que no me conocen!
16 Pido que mis esclavos me sirvan, y ni con ruegos me atienden.
17 Tengo tan mal aliento que nadie en la casa me aguanta.
18-19 Todos mis amigos y seres queridos se han puesto en mi contra; ¡hasta los niños se burlan de mí!
20 La piel se me pega a los huesos; ¡estoy a un paso de la muerte!
21-22 Amigos míos, ¡tengan lástima de mí! Dios se ha vuelto mi enemigo, no hagan ustedes lo mismo.
23-24 ¡Cómo quisiera que mis palabras quedaran grabadas para siempre en una placa de hierro!
25 Yo sé que mi Dios vive, sé que triunfará sobre la muerte, y me declarará inocente.
26 Cuando mi cuerpo haya sido destruido, veré a Dios con mis propios ojos.
27 Estoy seguro de que lo veré, ¡con ansias espero el momento!
28 Ustedes sólo piensan en perseguirme, pues creen que soy culpable;
29 pero tengan mucho cuidado. Dios es el juez de todos nosotros; cuando él los juzgue, los castigará con la muerte.
20 Segunda participación de Zofar
1 Entonces Zofar le respondió a Job:
2-3 Lo que acabo de escuchar me deja muy confundido. Es un insulto a mi inteligencia, y me veo obligado a responderte.
4-5 Desde que Dios creó al hombre y lo puso en este mundo, la alegría de los malvados no dura mucho tiempo. Eso lo sabes muy bien.
6 Son tan orgullosos que piensan que pueden tocar el alto cielo,
7-9 pero no son más que basura, y como basura desaparecerán; serán como un sueño que se olvida: un día se irán para siempre, y nadie volverá a encontrarlos; ¡sus amigos no volverán a verlos, ni sabrán qué pasó con ellos!
10-11 La fuerza de su juventud se irá con ellos al sepulcro, y sus hijos tendrán que repartir entre la gente pobre todas las riquezas que acumularon.
12-13 Ellos creen que la maldad es dulce como un caramelo, y la siguen saboreando, pues no quieren renunciar a ella.
14-15 Pero la maldad que hoy los alimenta, mañana será su veneno. ¡Dios los obligará a devolver todas las riquezas que se robaron!
16 Su maldad es como veneno de víboras, que acabará por matarlos.
17-19 Se adueñan de casas que nunca construyeron, y dejan sin nada a los pobres. Pero no llegarán a disfrutar de tanta riqueza y prosperidad, ni podrán saborear plenamente lo que sus negocios produzcan.
20-21 Fueron tan ambiciosos que nunca estuvieron contentos; a pesar de tener tanto, siempre quisieron tener más; por eso su bienestar no durará mucho tiempo.
22 Aunque tengan abundancia, siempre vivirán angustiados; ¡sobre ellos caerá todo el peso de la desgracia!
23 Mientras estén comiendo y bebiendo, Dios dará rienda suelta a su enojo y descargará sus golpes sobre ellos.
24 Si tratan de librarse de una espada, con un cuchillo los matarán;
25 y cuando quieran sacarse el cuchillo, se les saldrán los intestinos y eso los llenará de miedo.
26 Les espera la más negra oscuridad; un fuego que ningún hombre prendió acabará con ellos y con sus casas.
27-28 Cuando Dios castigue a los malvados, no encontrarán quien los defienda. Una gran inundación vendrá y sus casas serán destruidas.
29 ¡Así ha decidido Dios que terminen los malvados!
21 Sexta respuesta de Job
1 Job le respondió a Zofar:
2 Para mí sería un gran consuelo que me prestaran atención.
3 Tengan paciencia mientras hablo, y una vez que haya terminado, podrán reírse si quieren.
4 Si he perdido la paciencia es porque mi reclamo es contra Dios.
5 Pónganme atención, y quedarán asombrados.
6-7 ¡No entiendo por qué los malvados viven tanto y ganan tanto dinero! Mientras más pienso en esto, más me asusto y me da escalofríos.
8-9 Como Dios nunca los castiga, no tienen miedo de nada; viven tranquilos en sus casas, viendo progresar a sus hijos y crecer a sus nietos.
10 Sus toros y sus vacas tienen muchos terneros; ¡ninguno muere antes de tiempo!
11 Sus niños corren y juegan como ovejas en un prado;
12 cantan y bailan alegres al son de arpas, flautas y tambores.
13 Durante toda su vida, los malvados gozan de gran bienestar, y al final tienen una muerte tranquila.
14 Se mantienen alejados de Dios, porque no quieren obedecerlo.
15 No creen estar obligados a respetar al Dios todopoderoso, ni a dirigirle sus oraciones.
16 Se creen dueños de su felicidad, pero yo no pienso como ellos.
17 Nunca se ha visto que los malvados mueran antes de tiempo. Nunca se ha visto que sobre ellos haya venido algún desastre. Nunca Dios se ha enojado tanto, como para hacerlos sufrir.
18 Nunca se ha visto que el viento se los lleve como a la paja.
19 ¡No me vengan con que el castigo va a ser sólo para sus hijos! Mejor que Dios los castigue a ellos, para que aprendan una lección.
20 ¡Que sufran los malvados su propia destrucción! ¡Que sufran en carne propia el enojo del Todopoderoso!
21 Les queda ya poco tiempo de vida; ¿qué les pueden importar las viudas y huérfanos que dejan?
22 A Dios nadie le enseña nada; él es el juez de todos, ¡aun de la gente más importante!
23-24 Algunos mueren en plena juventud, gordos y llenos de vida.
25 Otros mueren amargados y sin haber disfrutado de nada,
26 ¡pero unos y otros mueren, y en la tumba se llenan de gusanos!
27 Me imagino lo que piensan: ustedes quieren hacerme daño.
28 De seguro se preguntan: «¿Dónde quedaron los palacios que tenía ese rico malvado?».
29 ¡Pregunten a los viajeros! ¡Presten atención a sus relatos!
30 Los malvados siempre se libran del castigo de Dios.
31 Nunca nadie los reprende, nunca nadie les da su merecido;
32-33 y cuando se mueren, mucha gente va al entierro. Luego hacen guardia en su tumba, ¡y la tierra los recibe con cariño!
34 ¿Y todavía esperan consolarme con sus palabras sin sentido? ¡Es falso todo lo que han dicho!
22 Tercera participación de Elifaz
1 Entonces respondió Elifaz:
2 Tú podrás ser muy sabio, pero eso a Dios no le sirve de nada.
3 Nada gana el Dios todopoderoso con que seas un hombre bueno.
4 Si realmente obedecieras a Dios, él no te reclamaría nada.
5 ¡Pero tu maldad es demasiada, y tus pecados ni se pueden contar!
6 Y hasta por deudas pequeñas exigiste ropa en garantía, ¡y dejaste desnudo al pobre!
7 No dabas agua al que tenía sed, ni comida al que tenía hambre.
8 Fuiste un hombre poderoso que se adueñó de la tierra;
9 a las viudas no les diste nada, y a los huérfanos les quitaste todo.
10 Por eso ahora te ves atrapado, y de pronto te asustas,
11 como si anduvieras en la oscuridad, o la corriente de un río te arrastrara.
12 Dios está en los cielos, entre las altas y lejanas estrellas.
13-14 Vive entre espesas nubes, pero eso no le impide ver y saber lo que haces. Si crees que no puede vernos, recuerda que él recorre el cielo de un extremo al otro.
15 Si quieres seguir el ejemplo de los malvados,
16 recuerda que ellos murieron en plena juventud, cuando un río destruyó sus casas.
17-18 Aunque el Dios todopoderoso les dio todo lo mejor, ellos le exigieron que los dejara tranquilos. No creyeron que él los castigaría. ¡Pero yo no pienso como ellos!
19 La gente buena e inocente se burla de los malvados, y al verlos en desgracia dicen:
20 «¡El fuego ha destruido las riquezas de nuestros enemigos!».
21 Job, ponte en paz con Dios; y él te hará prosperar de nuevo.
22-23 Vuelve la mirada al Todopoderoso; apréndete de memoria sus enseñanzas, y él te devolverá la felicidad.
24-25 Arroja entre las piedras de los ríos todo el oro y la plata que tienes, y tu riqueza será Dios mismo.
26 Él te hará muy feliz, y ya no sentirás vergüenza.
27 Si tú le cumples tus promesas, él escuchará tus oraciones;
28 entonces te irá bien en todo lo que hagas, y tu vida estará siempre iluminada.
29 Dios humilla a los orgullosos, y levanta a los humildes.
30 Dios salva al que es inocente; si tú lo eres, también te salvará.
23 Séptima respuesta de Job
1 Job le respondió a Elifaz:
2 A pesar de todo lo dicho, y de lo amargo de mis quejas, Dios me sigue castigando.
3 Si yo supiera dónde vive, iría corriendo a buscarlo;
4 le presentaría mi defensa en forma detallada.
5 Entonces él me explicaría por qué me ha tratado así.
6 Trataría de entenderme, y sin violencia me respondería.
7 En la presencia de Dios, el inocente puede defenderse. Yo creo que Dios es mi juez, y me declarará inocente.
8-9 Busco a Dios por todas partes, y no puedo encontrarlo; ni en el este, ni en el oeste, ni en el norte, ni en el sur.
10 Pero si lo encuentro, y él me pone a prueba, yo saldré tan puro como el oro.
11-12 Jamás lo he desobedecido; siempre he seguido sus enseñanzas.
13 Dios hace lo que quiere, pues es el único Dios. Nadie lo hace cambiar de planes.
14 Así que él hará conmigo todo lo que quiera hacer.
15 Cuando pienso en todo esto, me asusta el presentarme ante él.
16 ¡El Dios todopoderoso me hace temblar de miedo!
17 Pero nada hará que me calle; ¡ni aun mi gran sufrimiento!
24
1 Nosotros, los amigos de Dios, esperamos impacientes que castigue a los malvados.
2-3 Ellos les van robando terreno a sus vecinos, y allí crían el ganado que les roban a los huérfanos y a las viudas.
4-5 Asaltan a la gente pobre, y la obligan a esconderse. Esos pobres huyen al desierto, y luego van por los campos, como burros salvajes, buscando comida para sus hijos.
6 Van a los campos de esos malvados y juntan uvas y espigas de trigo;
7 luego pasan la noche desnudos porque no tienen con qué cubrirse,
8 y en las grietas de las rocas se protegen de la lluvia.
9 A las viudas y a los pobres les arrebatan sus hijos para que paguen sus deudas,
10 y esos niños recorren los campos cosechando trigo ajeno, mientras se mueren de hambre.
11 Muelen aceitunas para sacar aceite y exprimen uvas para hacer vino, mientras se mueren de sed.
12 Maltratados y a punto de morir, gritan desde las ciudades pidiendo la ayuda de Dios, ¡pero él no les hace caso!
13-14 Los malvados y asesinos no andan a plena luz del día ni obedecen a Dios; apenas se pone el sol salen y matan a los pobres; ya entrada la noche, buscan a quién robar.
15 Los que traicionan a sus esposas esperan a que llegue la noche, pues creen que en la oscuridad nadie los verá con la otra mujer.
16-17 Los ladrones roban de noche; no salen durante el día. Aborrecen la luz, pero aman la oscuridad.
Zofar interrumpe a Job
18 Los malvados son tan corruptos que nadie trabaja en sus viñedos; sus terrenos están malditos.
19-20 Cuando les llega la muerte, la tierra se los traga y los gusanos se los comen. Desaparecen como la nieve que derrite el calor del verano; son como árboles caídos, a los que nadie toma en cuenta; ¡ni sus madres los recuerdan!
21 Los malvados no tratan bien ni a las viudas ni a las mujeres sin hijos.
22 Pero cuando Dios se decida, con su poder los aplastará; pues cuando Dios entra en acción, nadie tiene segura la vida.
23 Ahora los deja sentirse seguros, pero no deja de vigilarlos.
24 Ahora son gente de importancia, pero un día Dios los humillará, y dejarán de existir. Los cortará como al trigo, los quemará como a la hierba.
25 Nadie puede demostrar que sea falso lo que he dicho.
25 Tercera participación de Bildad
1 Bildad respondió:
2 Es tan grande el poder de Dios que nos hace temblar de miedo. Dios es quien pone orden en el cielo.
3 ¿Puede alguien contar sus ejércitos? ¿Hay alguien a quien el sol no alumbre?
4 ¡Ante Dios no hay nadie que pueda declararse inocente!
5 Si a los ojos de Dios nada vale el brillo de la luna ni tampoco el de las estrellas
6 ¡mucho menos valemos nosotros, que somos simples gusanos!
26 Job interrumpe a Bildad
1 En tono burlón, Job contestó:
2-4 ¿Es así como ayudas al necesitado, al que ya no tiene fuerzas? ¡Vaya, vaya! ¡Qué discurso tan hermoso has pronunciado! ¡Qué buen amigo resultaste! ¡Qué consejos tan buenos sabes dar a los ignorantes como yo! ¡Qué inteligencia has demostrado!
Bildad continúa su discurso
5 En lo más profundo de la tierra, los muertos tiemblan de miedo.
6 De Dios nadie puede esconderse, ni siquiera la muerte destructora.
7-9 Dios extendió cielo y tierra donde antes no había nada, y en el cielo puso su trono. Dios guarda agua en las nubes, y no deja que llueva.
10 Traza una línea en el horizonte, y así divide el día y la noche.
11 Reprende a las montañas que sostienen el cielo, y las hace temblar de miedo.
12 Usa su poder y sabiduría y con ellos vence al mar;
13 da muerte con su propia mano al gran monstruo marino. Con un soplo de su boca deja el cielo despejado.
14 Esto es apenas un murmullo que alcanzamos a escuchar; es tan sólo una muestra del gran poder de Dios, que jamás podremos comprender.
27 Octava respuesta de Job
1 Job volvió a tomar la palabra y dijo:
2 Dios me tiene amargado y no quiere hacerme justicia, pero juro en su nombre
3 que mientras yo tenga vida
4 jamás diré otra cosa que no sea la verdad.
5-6 Mientras tenga yo vida, insistiré en mi inocencia y jamás les daré la razón. ¡No tengo de qué avergonzarme!
7 ¡Dios quiera que mis enemigos tengan la muerte que merecen los injustos y malvados!
8 No hay esperanza para el malvado si Dios le quita la vida.
9 Cuando los domina la angustia, Dios no escucha sus ruegos,
10 pues el malvado no ama a Dios y jamás le pide ayuda.
11 Voy a mostrarles el poder de Dios y no ocultaré sus planes,
12 pero si ya los conocen, ¿por qué dicen tantas tonterías?
Tercera participación de Zofar
13 Zofar respondió: Dios espera el momento de castigar a los malvados; y éste será su castigo:
14 Aunque tengan muchos hijos, unos morirán de hambre y otros, en la guerra.
15 Si algunos quedan con vida, morirán de alguna enfermedad y sus viudas no llorarán por ellos.
16 Aunque lleguen a amontonar mucha plata y vestidos,
17 la gente buena e inocente disfrutará de todo eso.
18 ¡Resiste más una telaraña, o una choza de paja, que las casas de los malvados!
19 Por la noche, se acuestan ricos; por la mañana, amanecen pobres;
20 ¡una lluvia de cosas terribles cae sobre ellos por la noche!
21-22 Del oriente sopla un fuerte viento, y sin compasión los arrebata; quisieran librarse de su poder, pero el viento se los lleva y desaparecen para siempre.
23 Así terminan los malvados, entre burlas y silbidos.
28 El canto de la sabiduría
1 El oro y la plata se sacan de las minas y se limpian con fuego.
2 El hierro y el cobre se sacan de la tierra y se les quita la impureza.
3 Ya no hay para los mineros lugar demasiado oscuro; en los más lejanos rincones buscan piedras preciosas;
4 con la ayuda de cuerdas, bajan a profundos barrancos; cavan largos túneles donde nadie ha puesto el pie.
5 En esas profundas minas, donde el calor es insoportable, se gana la vida el minero.
6 De las rocas saca zafiros, y de entre el polvo saca oro.
7-8 Ningún león, ninguna fiera, ha llegado a esos lugares; ¡ni siquiera la mirada del halcón ha podido descubrirlos!
9 Los mineros golpean la dura roca y dejan al descubierto el corazón de las montañas;
10 abren túneles en las rocas, y contemplan grandes tesoros;
11 llegan a donde nacen los ríos, y entonces sacan a la luz lo que había permanecido oculto.
12 ¿Dónde está la sabiduría? ¿Dónde puede encontrarse?
13 Nadie aprecia su valor porque no pertenece a este mundo.
14 Tampoco se encuentra en las profundidades del mar.
15-16 Su precio no puede pagarse con todo el oro del mundo, ni con plata, ni piedras preciosas.
17 Ni el oro ni el cristal, ni las joyas más caras se le pueden comparar,
18-19 ¡mucho menos el coral, el jaspe y el topacio! La sabiduría vale más que las joyas; ¡ni todo el oro del mundo puede pagar su precio!
20 Vuelvo, pues, a preguntar: ¿dónde está la sabiduría?
21 Ella se esconde del mundo, y hasta de las aves del cielo.
22 Aunque la muerte destructora dice conocerla,
23 sólo Dios sabe dónde vive, y cómo llegar hasta ella.
24 Dios ve los rincones más lejanos y todo lo que hay debajo del cielo,
25-27 y mientras daba su fuerza al viento y medía el agua de los mares fijó su mirada en la sabiduría; mientras establecía la época de lluvias y la dirección de las tormentas, decidió ponerla a prueba; una vez que confirmó su gran valor, le dio su aprobación.
28 Luego dijo a todo el mundo: «Si ustedes me obedecen y se apartan del mal, habrán hallado la sabiduría».
29 Fin de la discusión
1 Una vez más, Job respondió:
2 ¡Extraño aquellos tiempos, cuando Dios mismo me cuidaba!
3 ¡No me daba miedo la oscuridad porque Dios alumbraba mi camino!
4 ¡Estaba yo joven y fuerte, y Dios me bendecía con su amistad!
5 En aquellos días, mis hijos me rodeaban y Dios me daba su apoyo;
6 no faltaba en mi mesa la leche, ni en mi cabeza el perfume;
7 en los tribunales del pueblo se reconocía mi autoridad;
8 al verme llegar, los jóvenes me daban paso y los ancianos me recibían de pie;
9-10 aun la gente más importante se callaba en mi presencia, o hablaba en voz baja.
11 Los que me escuchaban no dejaban de felicitarme.
12 A los pobres y a los huérfanos que me pedían ayuda siempre los ayudé;
13 las viudas y los pobres me bendecían y gritaban de alegría.
14 Siempre traté a los demás con justicia y rectitud; para mí, actuar así, era como ponerme la ropa.
15 Fui guía de los ciegos y apoyo de los desvalidos;
16 protegí a la gente pobre y defendí a los extranjeros;
17 puse fin al poder de los malvados, y no los dejé hacer más daño.
18 Hasta llegué a pensar: «Viviré una larga vida, y tendré una muerte tranquila.
19 Estaré fuerte y lleno de vida, como árbol bien regado.
20 Nadie me faltará el respeto, ni jamás perderé mi buena fama».
21 Ante mí, todos guardaban silencio y esperaban recibir mis consejos.
22 Mis palabras eran bien recibidas, y nadie me contradecía.
23 Mis discursos eran esperados como se espera la lluvia.
24 Si les sonreía, no podían creerlo; una sonrisa mía les daba ánimo.
25 Si estaban enfermos, me sentaba a consolarlos, y les decía lo que debían hacer. ¡Me veían como un rey al frente de su ejército!
30
1 ¡Ahora resulta que soy la burla de unos chiquillos! ¡Yo ni a sus padres les confiaría el trabajo de mis perros ovejeros!
2 ¡Con ellos como empleados, me hubiera quedado pobre!
3 ¡Toda la noche la pasan en los lugares más apartados, sufriendo de hambre y dolor!
4 ¡Andan entre los matorrales, juntando hierbas amargas y comiendo sólo raíces!
5 Nadie en el pueblo los quiere, pues los acusan de ladrones.
6 Por eso tienen que vivir en el lecho de arroyos secos, en cuevas y entre las rocas;
7 andan entre los matorrales, rebuznando como burros.
8 Son gente de mala fama; ¡por eso los echaron del país!
9 ¡Ahora resulta que soy la burla de esos chiquillos!
10 ¡Me escupen en la cara, y con asco se apartan de mí!
11 Ahora que Dios me humilló, y me encuentro indefenso, descaradamente me ofenden.
12 Estos bandidos me atacan por el lado derecho; me rodean como un ejército, y me hacen retroceder.
13 Sin ayuda de nadie me cierran el paso, pues me quieren destruir.
14 Me atacan como un ejército cuando ha conquistado una ciudad y avanza entre los escombros.
15 Estoy temblando de miedo, mi dignidad se va perdiendo; he perdido la esperanza de triunfar.
16 Ya la vida se me escapa; los días de aflicción me aplastan.
17 No tiene fin el dolor que sufro por las noches;
18 me oprime y me ahoga, como soga al cuello;
19 me convierte en ceniza y me deja caer en el fango.
20 Dios mío, yo te llamo, pero tú no me respondes; me presento ante ti, y tú apenas me miras.
21 Eres muy cruel conmigo; me golpeas con tu brazo poderoso,
22 me levantas con el viento, y me lanzas a la tormenta,
23 y un día me arrojarás a la tumba, que es nuestro destino final.
24 Yo nunca le negué ayuda a quien me la pidió.
25 Al contrario, he llorado con los que sufren, y me he dolido con los pobres.
26 Pero vinieron los días malos cuando esperaba mejores tiempos; llegaron los días de sombras cuando esperaba la luz.
27 Todo el tiempo estoy inquieto; me enfrento a días de aflicción.
28 Estoy triste, como un día nublado, pues pido ayuda a mi gente y los jefes no me la dan.
29 Las lechuzas y los chacales son mis amigos y mis hermanos.
30 La piel se me pudre y se me cae a pedazos; estoy ardiendo en fiebre.
31 De mi arpa y de mi flauta brotan notas de tristeza.
31
1 Yo siempre me propuse no mirar con deseos a ninguna jovencita.
2 ¿Y qué recibí del Dios del cielo?
3 ¡Tan sólo la ruina y el desastre que merecen los malhechores!
4 ¡Tal parece que Dios no me ve ni se fija en lo que hago!
5 Yo nunca he hecho nada malo. Nunca a nadie le he mentido.
6 ¡Que Dios me ponga a prueba, y verá que soy inocente!
7 Nunca me aparté del buen camino, ni me dejé llevar por mis deseos. Si se encuentra en mis manos alguna cosa robada,
8 ¡que otros disfruten mis cosechas, y se queden con mis campos!
9 Si acaso he esperado que se vaya mi vecino para estar a solas con su esposa,
10 ¡que mi esposa se convierta en esclava y amante de otros!
11-12 Eso sería una vergüenza. Sería un terrible castigo, ¡peor que si un incendio destructor acabara con mis cosechas!
13 Cuando mis esclavos me hacían algún reclamo siempre fui justo con ellos.
14 De otra manera, ¿cómo podría responder a Dios si él me llamara a cuentas?
15 ¡Tanto a ellos como a mí Dios nos hizo iguales!
16 Jamás he dejado de atender los ruegos de los pobres; jamás he dejado que las viudas se desmayen de hambre;
17 jamás he probado un bocado sin compartirlo con los huérfanos.
18 Desde mi más temprana edad, siempre he sido el apoyo de huérfanos y viudas;
19 jamás he dejado que los pobres mueran por falta de ropa.
20 Muchos me agradecieron el abrigarlos con ropa de lana.
21 Nunca abusé de mi autoridad para amenazar a los huérfanos.
22-23 ¡No quiero que Dios me castigue! ¡No podría resistir su poder! Pero si acaso he actuado así, ¡que me quede yo sin brazos!
24 Jamás he puesto mi confianza en el poder de las riquezas;
25 jamás las muchas riquezas me fueron motivo de orgullo.
26-27 El sol y la luna son dos astros maravillosos, pero jamás les he rendido culto, ni en público ni en secreto.
28 Si hubiera cometido tal pecado, Dios tendría que juzgarme por haberlo traicionado.
29 Jamás me he alegrado de ver la desgracia de mi enemigo;
30 jamás he cometido el pecado de pedir que le vaya mal;
31 jamás nadie visitó mi casa sin calmar su hambre en mi mesa;
32 jamás un extraño tocó a mi puerta sin ser invitado a pasar la noche;
33-34 a diferencia de otros, jamás he guardado en secreto ninguno de mis pecados, y no por miedo a mis parientes o por temor al qué dirán.
35 Juro que digo la verdad. ¡Espero que el Dios todopoderoso me escuche y me responda! Si de algo puede acusarme, que lo ponga por escrito.
36 Llevaré su acusación en los hombros y en la frente.
37 Me presentaré ante Dios con la frente en alto, y le daré cuenta de mis actos.
38-39 Jamás he abusado de mis tierras, pues las he dejado descansar. Jamás he explotado a mis trabajadores pues les he pagado su justo salario.
40 Si lo que digo no es cierto, ¡que en vez de trigo y cebada produzca mi tierra espinas! Así fue como Job dio por terminado su discurso.
32 Presentación de Elihú
1 Cuando los tres amigos se dieron cuenta de que Job creía ser inocente, dejaron de responderle.
2 Pero un joven llamado Elihú se enojó mucho con Job porque insistía en que era inocente, y que Dios era injusto con él. Elihú era hijo de Baraquel, y nieto de Buz, de la familia de Ram.
3 También se enojó con los tres amigos porque habían condenado a Job sin demostrar que era culpable.
4 Elihú había querido tomar la palabra antes, pero no lo había hecho porque Job y sus amigos eran mayores que él.
5 Sin embargo, cuando vio que los tres amigos ya no tenían nada que decir, se enojó mucho
6 y comenzó a hablar.
Primera participación de Elihú
Elihú dijo: No me sentía muy seguro de decir lo que pienso porque soy muy joven y ustedes son mayores de edad.
7 Me pareció que era mejor dejar que hablara la experiencia, y que la gente de más edad se luciera con su sabiduría.
8-9 Sin embargo, no depende de la edad entender lo que es justo; no son los muchos años los que dan sabiduría. Lo que nos hace sabios es el espíritu del Dios todopoderoso, ¡y ese espíritu vive en nosotros!
10 También tengo algo que decir, así que les ruego que me escuchen.
11 Mientras ustedes hablaban y buscaban las mejores palabras, yo me propuse esperar y escuchar lo que tenían que decir.
12 Les presté toda mi atención. Pero ninguno de ustedes ha sabido responder a las explicaciones de Job.
13 Si ustedes son los sabios ¡no me salgan ahora con que es Dios quien debe responderle!
14 Job no se ha dirigido a mí, así que yo no voy a contestar como ustedes lo han hecho.
15 Job, tus amigos se han callado porque les faltan las palabras.
16 ¡Pero no porque ellos callen debo yo guardar silencio!
17 Tengo mucho que decir, y ya no puedo callarme.
18 A mí no me faltan palabras; y ya no me puedo aguantar.
19 Parezco botella de sidra; ¡estoy a punto de reventar!
20 Tengo que desahogarme; ¡tengo que responderte!
21-22 No voy a tomar partido ni a favorecer a nadie, pues no me gustan los halagos; si así lo hiciera, Dios me castigaría.
33
1 Yo te ruego, amigo Job, que prestes mucha atención a cada una de mis palabras.
2 Ya estoy por abrir la boca; la lengua me hace cosquillas.
3 Cada una de mis palabras nace de un corazón sincero.
4 El Dios todopoderoso me hizo, y con su espíritu me dio vida.
5 Si puedes responderme, estoy listo para discutir.
6 A los ojos de Dios, tú y yo somos iguales; estamos hechos de barro.
7 Así que no te alarmes, pues no soy mejor que tú.
8 Tú has estado insistiendo, y aún me parece escucharte:
9 «¡Soy inocente, soy inocente! ¡No tengo de qué avergonzarme!
10 Dios me encuentra culpable y me ve como su enemigo.
11 Me tiene encadenado y a todas horas me vigila».
12-13 ¿Por qué te quejas de que Dios no te responde? Estás muy equivocado; Dios es más grande que nosotros.
14 Tal vez no nos damos cuenta, pero Dios no deja de hablarnos;
15 algunas veces nos habla en sueños, mientras dormimos profundamente;
16 otras veces nos habla al oído; claramente nos advierte
17 que ya no hagamos lo malo ni sigamos siendo orgullosos;
18 así nos libra de la muerte.
19 A veces Dios nos castiga con agudos dolores de huesos.
20 Perdemos el apetito, y no soportamos ningún alimento;
21 la carne se nos va secando, y hasta se nos ven los huesos.
22 Así se nos acerca la muerte.
23-25 Si un solo ángel se compadece de ti y le ruega a Dios que te salve de la muerte, volverás a ser como un niño. Pero el ángel tendrá que demostrar que tú eres inocente.
26 Entonces orarás a Dios, y lo verás cara a cara; Dios te brindará su favor y te hará justicia.
27 Entonces dirás a todo el mundo: «Aunque he pecado y he sido injusto, Dios no me castigó como merecía.
28 ¡Estoy vivo, y puedo ver la luz porque Dios me salvó de la muerte!».
29 Todo esto lo hace Dios cuantas veces sea necesario,
30 para salvarnos de la muerte y dejarnos seguir con vida.
31 Amigo Job, no me interrumpas, ¡escúchame con atención!
32 Pero si tienes algo que decir, no te quedes con las ganas; me gustaría saber que eres inocente.
33 Si no tienes nada que decir, escúchame en silencio; yo te enseñaré a ser sabio.
34 Segunda participación de Elihú
1 Elihú dijo también:
2 A ustedes, los sabios, y a ustedes, los inteligentes, les ruego que me presten atención.
3 Si podemos distinguir los sabores, podemos distinguir las palabras.
4 Así que examinemos este caso, y veamos quién tiene la razón.
5 Job nos ha dicho: «Soy inocente, pero Dios no lo quiere aceptar;
6 soy un hombre justo, pero parezco un mentiroso; no he cometido ningún pecado, pero Dios me hirió de muerte».
7 ¿Habrá otro como Job, que siempre se burla de todo?
8 Le encanta andar con malvados y tenerlos por amigos.
9 ¡Y ahora anda diciendo que no vale la pena ser amigo de Dios!
10-12 Ustedes son inteligentes, así que préstenme atención. ¡No debemos siquiera pensar que el Dios todopoderoso pudiera hacer algo injusto! Al contrario, nos premia o castiga, según lo que merecemos.
13 Su poder sobre este mundo no lo ha recibido de nadie;
14 el día que él decida quitarnos su espíritu de vida,
15 ¡todos nosotros moriremos y volveremos a ser polvo!
16 Job, si en verdad eres inteligente, préstame atención.
17 Si Dios no amara la justicia, no podría gobernar el mundo. Así que no puedes condenar al Dios justo y poderoso.
18 Dios no considera superiores ni a reyes ni a gobernantes.
19 Dios nos hizo a todos, seamos pobres o ricos; él no tiene favoritos.
20 Unos y otros mueren de repente, en medio de la noche.
21 Dios está siempre vigilando todo lo que hacemos.
22 Ni en la noche más oscura pueden esconderse los malvados.
23 Dios no tiene que decidir cuándo llevarlos a juicio,
24 ni necesita permiso para acabar con los poderosos y darles su merecido.
25 Él sabe todo lo que hacen; por la noche les quita su poder y los destruye por completo;
26 los castiga por su maldad donde todos puedan verlos,
27 pues dejaron de obedecerlo y no siguieron sus enseñanzas;
28 tanto maltrataron a los pobres que sus gritos de auxilio llegaron hasta Dios.
29 Pero, si Dios decide no actuar, ¿quién puede exigirle que lo haga? Si él decide que nadie lo vea, ¿quién puede ver su cara? Sin embargo, Dios vigila a todos los pueblos del mundo,
30 para que los malvados no dominen ni engañen a su pueblo.
31-32 Aunque te reconozcas culpable, y prometas no volver a pecar,
33 Dios no te premiará. Tú lo has rechazado, y no voy a responder por ti. Así que di lo que piensas.
34 Ustedes que me escuchan son sabios e inteligentes, así que tienen que admitir
35 que Job habla por hablar, y no sabe lo que dice.
36 Ha respondido como un malvado, y debe enfrentar el juicio.
37 No sólo ha sido rebelde, sino que en nuestra propia cara se ha burlado de nosotros y ha insultado a Dios.
35 Tercera participación de Elihú
1 Elihú siguió diciendo:
2 Job, tú crees tener razón, y ante Dios dices ser inocente;
3 hasta te atreves a reprocharle: «¿De qué me sirvió no haber hecho nada malo?».
4 Escucha bien lo que voy a decirte a ti y a los que son como tú.
5 Mira las nubes y el cielo; mira lo alto que están.
6 A Dios no le afecta en nada que te pases la vida pecando.
7 Y aun suponiendo que no peques, Dios no se beneficia en nada.
8 ¡El daño o el beneficio de que peques o no peques es para los que viven contigo!
9 Hay tanta maldad en el mundo que la gente pide ayuda; pide ser librada de los poderosos.
10 ¡Pero nadie pregunta por Dios, que por las noches nos da fuerzas! ¡Nadie pregunta por el Creador,
11 que nos hace más sabios que las aves y las bestias salvajes!
12 ¡Son tan malvados y orgullosos que por eso Dios no les responde!
13 ¡Por eso el Dios todopoderoso no atiende sus tontos ruegos!
14 ¿Cómo, entonces, esperas que Dios responda a tu insistencia de ir a juicio con él?
15 Según tú, Dios no se enoja ni castiga ni se da cuenta de tanta maldad;
16 pero lo cierto, Job, es que dices puras tonterías.
36 Cuarta participación de Elihú
1 Todavía siguió diciendo Elihú:
2 Tenme paciencia. Quiero explicarte algunas cosas que hablarán bien de Dios.
3 Mi creador actúa con justicia; toda mi sabiduría viene de él, y te lo voy a demostrar.
4 Te aseguro que no miento; ¡si buscas un sabio, aquí me tienes!
5 Dios es poderoso, y todo lo entiende; no rechaza a nadie,
6 defiende los derechos del pobre, pero no deja con vida al malvado;
7 tiene cuidado de la gente buena y le concede un alto puesto: ¡la hace reinar para siempre!
8 A los que están afligidos o han sido encarcelados,
9 Dios les hace ver que su pecado es el orgullo;
10 les pide apartarse del mal y aceptar su corrección.
11 Si ellos aceptan obedecerlo, pasan el resto de su vida felices y con gran prosperidad;
12 pero si no lo obedecen, cuando menos lo piensen, les llegará la muerte.
13 Los malvados son rencorosos; como Dios los castiga, jamás le piden ayuda.
14 Por eso mueren antes de tiempo, como la gente de mala fama.
15 Dios usa el sufrimiento para hacernos entender,
16 y ahora mismo te ha librado de la angustia, te ha servido un banquete, y te ha dado plena libertad.
17 Bien mereces que Dios te juzgue como él juzga a los malvados.
18 ¡Así que mucho cuidado! No te dejes engañar por las riquezas, mucho menos si son mal ganadas,
19 pues ni ellas ni tus esfuerzos podrán servirte de nada.
20 No esperes que caiga la noche, pues la oscuridad no te esconderá.
21 ¡Mucho cuidado! ¡Apártate de la maldad, pues por eso estás sufriendo ahora!
22 Dios es grande y poderoso; no hay maestro que se le compare.
23 Nadie puede pedirle cuentas, ni acusarlo de haberse equivocado.
24 Muchos alaban sus acciones; tú también debieras hacerlo.
25 Todos podemos ver sus obras, aunque sólo desde lejos.
26 Tan grande es Dios que no podemos conocerlo, ni saber cuántos años tiene.
27-28 Dios nos manda la lluvia, y con esa agua llena los ríos.
29 Pero nadie puede explicar cómo se mueven las nubes ni de dónde salen los truenos.
30 Dios está rodeado de luz, y con ella cubre el fondo del mar.
31 Dios gobierna a las naciones y les da abundante comida;
32 toma el relámpago en sus manos y lo lanza a donde él quiere.
33 El trueno anuncia la tormenta, y el ganado la presiente.
37
1 Tiemblo ante la tormenta, y siento que el corazón se me sale del pecho.
2 ¡Escuchen la voz de Dios! ¡Escuchen su voz de trueno!
3 ¡Dios deja oír su voz de un lado a otro del cielo, y hasta el fin del mundo!
4 Mientras se oye su voz poderosa, ¡rayos luminosos cruzan el cielo!
5 Cuando Dios deja oír sus truenos, suceden cosas maravillosas que no alcanzamos a comprender.
6 Dios les ordena a la nieve y a la lluvia que caigan sobre la tierra y demuestren su poder.
7 Así todos se quedan en sus casas y reconocen el poder de Dios.
8 Los animales corren a sus cuevas para protegerse de la tormenta.
9 Con los vientos del sur llega la tormenta; con los vientos del norte se presenta el frío.
10 Dios sopla sobre el agua, y ésta se hace hielo.
11-12 A una orden de Dios, las nubes se llenan de lluvia y se van a recorrer la tierra, cubriéndola con sus relámpagos.
13 Y Dios deja caer la lluvia: para unos como bendición; para otros como castigo.
14 Job, ponte a pensar en las maravillas de Dios.
15 ¿Puedes decirme cómo controla las nubes, y cómo nos deslumbra con sus relámpagos?
16 Tú, que dices saberlo todo, ¿puedes decirme cómo hace Dios para que las nubes floten?
17-18 Dios puede cubrir con nubes el cielo más ardiente, y así evitar que sufras el calor que viene del sur. ¡Eso tú no lo puedes hacer!
19 Soy tan ignorante que no sé qué decirle a Dios; enséñame cómo responderle.
20 Yo ni me atrevo a hablarle, pues podría perder la vida.
21 Si el cielo está despejado, nadie puede mirar al sol,
22 ¡y ahora viene del norte un brillante resplandor! ¡Es Dios, que viene con todo su poder!
23 No podemos ir a su encuentro, su justicia y rectitud no tienen límite; su poder es enorme.
24 Él no toma en cuenta a los que se creen muy sabios, por eso todos le temen.
38 Dios responde a Job
1 Dios le respondió a Job desde la tormenta:
2 ¿Quién eres tú para dudar de mi sabiduría, si sólo tonterías has dicho?
3 ¡Vamos a ver qué tan valiente eres! Ahora yo voy a hablar, y tú me vas a escuchar.
4 Si de veras sabes tanto, dime dónde estabas cuando puse las bases de la tierra.
5 ¡Tú no sabes quién la midió metro a metro,
6 quién puso la primera piedra y en qué descansan sus cimientos!
7 ¡Tú no estabas allí, mientras cantaban las estrellas y los ángeles danzaban!
8-11 Dime quién puso límites al mar cuando éste cubrió la tierra; dime cuándo lo envolví entre nubes y lo dejé en la oscuridad; dime cuándo les mandé a las olas no pasar más allá de la playa.
12 ¿Alguna vez en tu vida le has dado órdenes al sol para que comience un nuevo día?
13 ¿Alguna vez en tu vida le has dado órdenes a la tierra para que se quite de encima a los malvados?
14 Cuando la luz del nuevo día se asoma tras las montañas,
15 los malvados no soportan su luz, y allí se acaba su poder.
16 ¿Has bajado al fondo del mar para ver dónde nace el agua?
17 ¿Has bajado al reino de la muerte y visitado a los muertos?
18 Si en verdad lo sabes todo, dime cuánto mide la tierra.
19 ¿Sabes dónde viven la luz y la oscuridad?
20 ¿Puedes llevarlas al trabajo, y regresarlas a su casa?
21 ¡Claro que no! No has vivido tantos años ni naciste antes que ellas.
22 ¿Has estado en los depósitos donde guardo la nieve y el granizo?
23 Yo los tengo guardados para los tiempos de guerra y para castigar a los malvados.
24 ¿Sabes hacia dónde se dirigen los relámpagos, y a qué regiones de la tierra viajan los vientos del este?
25 ¿Sabes quién deja caer las lluvias torrenciales,
26 y quién riega los desiertos, donde nadie vive?
27 ¿Quién riega los campos secos y los convierte en verdes prados?
28 ¿Quién produce la lluvia y el rocío?
29-30 ¡Dime de dónde salen el hielo y la escarcha, cuando el agua del mar profundo se endurece como la roca!
31-32 ¿Puedes hacer que las estrellas se agrupen en constelaciones y aparezcan todas las noches? Allí tienes a la Osa Mayor, a Orión, las Siete Cabritas y la Cruz del Sur.
33 ¡Si no sabes gobernar la tierra, cómo podrías gobernar el cielo!
34 ¿Puedes ordenar que llueva con sólo levantar la voz?
35 ¿Puedes darle órdenes al rayo, y hacer que te obedezca?
36 Dime quién les dio sabiduría al gallo y a las otras aves.
37 Dime si eres capaz de contar las nubes y hacer que llueva
38 para humedecer la tierra cuando ésta se reseca.
39 Tú no consigues comida para las leonas y sus cachorros,
40 mientras duermen o descansan en el fondo de sus cuevas.
41 Tú no alimentas a los cuervos, cuando sus polluelos andan perdidos y me piden de comer.
39
1-2 ¿Sabes cuándo nacen las cabras monteses? ¿Has visto nacer a los venados y cuánto tardan en nacer?
3-4 Al llegar el momento, la madre se encorva en el bosque y tiene a sus críos; ellos crecen y se hacen fuertes, y luego se van para no volver.
5 Yo soy quien hizo libres a los burros salvajes;
6 yo soy quien les dio el desierto para que vivan allí.
7 Son tan libres que no hacen caso de los ruidos de la ciudad ni de los gritos de los arrieros.
8 Y así, andan por los cerros en busca de pastos verdes.
9 ¿Tú crees que un toro salvaje estará dispuesto a servirte y a dormir en tus establos?
10 ¿Tú crees que si lo amarras podrás hacer que te siga, y que no se aparte del surco hasta que cultives tus campos?
11 ¿Puedes confiar en su fuerza y echar sobre sus lomos todo el peso de tu trabajo?
12 ¿Puedes hacer que el toro junte todo tu grano y lo lleve hasta el molino?
13 El avestruz es muy alegre, y le gusta agitar sus alas, pero no es un ave cariñosa:
14 pone sus huevos en la arena, y allí los deja empollar;
15 ¡no parece importarle que una fiera los aplaste!
16 Maltrata a sus polluelos como si no fueran suyos, y no le importa que se pierdan.
17 Cuando yo repartí la sabiduría, no le di su porción de inteligencia,
18 pero cuando extiende sus alas es más veloz que cualquier caballo.
19 ¿Eres tú quien le dio al caballo su fuerza y sus largas crines?
20 ¿Eres tú quien lo hace saltar como si fuera un saltamontes, y que asuste a la gente con su orgulloso resoplido?
21 El caballo patea con furia y se lanza hacia la llanura, sintiéndose orgulloso de su fuerza.
22 No tiene miedo de nada, sino que ataca de frente.
23-25 El ruido de las armas resuena en sus oídos; oye a lo lejos la trompeta, y al oír las órdenes de ataque, resopla y corre a todo galope sin que nadie pueda detenerlo.
26 ¿Le enseñaste al halcón a volar y dirigirse hacia el sur?
27 ¿Fuiste tú quien ordenó que el águila remonte el vuelo y haga su nido en las alturas?
28 El águila vive en las montañas; pasa la noche entre las grietas.
29 Desde su lejano escondite se lanza sobre su presa, y la mata.
30 Las águilas se juntan alrededor de la presa, y sus polluelos se ponen felices cuando se beben la sangre.
40
1-2 Yo soy el Dios todopoderoso; tú me criticaste y desafiaste, ahora respóndeme.
3 Y Job le respondió:
4-5 ¿Qué podría responderte si soy tan poca cosa? Ya he hablado más de la cuenta, y no voy a insistir. Prefiero quedarme callado.
6 Pero Dios le respondió a Job desde la tempestad, y le dijo:
7 ¡Vamos a ver qué tan valiente eres! Ahora yo voy a hablar, y tú me vas a escuchar.
8 ¿Tienes que acusarme de injusto para probar que eres inocente?
9 ¿Acaso tu voz y tu poder se comparan a los míos?
10 Si así es, ¡demuéstralo!
11 No controles tu enojo; ¡humilla a los orgullosos!
12 Fíjate en esos malvados, y aplástalos donde se encuentren;
13 ¡envuélvelos y entiérralos en la tumba más profunda!
14 Entonces tendré que admitir que eres lo bastante poderoso para alcanzar la victoria.
15 Fíjate en el hipopótamo, animal parecido a los bueyes, pues se alimenta de hierba. A él y a ti los he creado.
16 Toda su fuerza se encuentra en sus poderosos lomos.
17 Su rabo parece un árbol; sus músculos son muy fuertes.
18 Sus huesos parecen de bronce; sus piernas parecen de hierro.
19 Entre los animales que he creado, él ocupa el primer lugar; pero yo lo he creado y, si quiero, puedo quitarle la vida.
20 Se alimenta de hierba del campo, donde juegan los animales salvajes.
21-22 Se esconde entre los juncos, y a la sombra de los árboles se tiende a descansar.
23 Puede beberse un río entero; ¡podría tragarse el río Jordán!
24 ¿Quién se le puede enfrentar? ¿Quién se atreve a capturarlo? ¿Quién puede perforarle la nariz?
41
1 No puedes pescar un cocodrilo con un simple anzuelo, ni atarle la lengua con una cuerda.
2 No puedes perforarle la quijada ni atarle el hocico.
3 ¡Un cocodrilo no va a rogarte que le tengas compasión,
4 ni va a servirte como esclavo por el resto de su vida!
5 Tampoco podrás jugar con él como juegas con los pájaros, y atarle una cuerda a una pata para que jueguen tus hijas.
6 No se despedaza un cocodrilo para venderlo en el mercado;
7 ¡las lanzas no le atraviesan la piel ni la cabeza!
8 Si quieres sujetarlo, acabarás peleando con él, y te arrepentirás de hacerlo.
9 No tiene caso que pienses en llegar a dominarlo; ¡con sólo verlo, caerás desmayado!
10 Si nadie puede con él, ¿quién va a poder conmigo, que soy el Dios todopoderoso?
11 ¡Mío es todo lo que hay debajo del cielo! ¿Quién me puede pedir cuentas?
12-13 No olvides que el cocodrilo tiene patas muy fuertes una piel impenetrable, y un cuerpo enorme que nadie puede dominar.
14 No hay quien se atreva a abrirle el enorme hocico para ver sus filosos colmillos.
15-17 Su cuerpo está cubierto con hileras de pequeños escudos, que ni el aire dejan pasar.
18 Cuando el cocodrilo resopla, sus ojos brillan más que el rayo y que el sol del nuevo día;
19 de su hocico salen chispas de lumbre y llamas de fuego;
20-21 lanza humo por la nariz y fuego por la boca; ¡parece una olla puesta al fuego! ¡Un soplo suyo enciende la leña!
22 Es tan fuerte su cuello que sólo de verlo da miedo;
23 la piel más blanda de su cuerpo es impenetrable;
24 su pecho es firme como roca y duro como piedra de molino.
25 Cuando el cocodrilo se sacude, hasta los más poderosos tiemblan y echan a correr.
26-29 No hay arma capaz de herirlo, pues rompe el hierro como paja, y el bronce como madera podrida; las flechas no lo penetran, y las piedras de las hondas tan sólo le hacen cosquillas; golpearlo con un martillo es como golpearlo con una pluma.
30 Cuando se arrastra por el lodo, abre surcos como el arado;
31 cuando se lanza al fondo del lago, el agua parece una olla hirviendo,
32 y a su paso va dejando una estela blanca y brillante.
33 El cocodrilo a nadie le teme, y no hay animal que se le parezca.
34 Desprecia a los poderosos, pues es el rey de los monstruos.
42 Respuesta final de Job
1 Entonces Job le respondió a Dios:
2 Reconozco tu gran poder; nadie puede impedirte llevar a cabo tus planes.
3 Tú preguntas quién soy yo, que siendo un ignorante he puesto en duda tu sabiduría. Reconozco que he dicho cosas que no alcanzo a comprender, cosas que son maravillosas y que en realidad no conozco.
4 Tú dijiste: «Ahora yo voy a hablar, y tú me vas a escuchar».
5 Lo que antes sabía de ti era lo que me habían contado, pero ahora mis ojos te han visto, y he llegado a conocerte.
6 Así que retiro lo dicho, y te ruego me perdones.
Un final feliz
7 Después de haber hablado con Job, Dios se dirigió a Elifaz y le dijo: Estoy muy enojado contigo y con tus dos amigos. Lo que han dicho ustedes de mí no es verdad; en cambio, es verdad lo que ha dicho Job.
8 Así que ahora acompañen a Job, y quemen en mi honor siete toros y siete carneros, para que yo los perdone. Job me rogará por ustedes, y en atención a sus ruegos no los haré quedar en vergüenza. Pero reconozcan que, a diferencia de Job, lo que han dicho ustedes de mí no es verdad.
9 Entonces Elifaz, Bildad y Zofar fueron y cumplieron con lo que Dios les mandó hacer, y Dios atendió a los ruegos de Job.
10 Después de que Job oró por sus amigos, Dios hizo que Job volviera a prosperar, y le devolvió el doble de lo que antes tenía.
11 Todos sus hermanos y hermanas, y todos los que antes lo habían conocido, fueron a visitarlo y celebraron una gran fiesta. Lo animaron y lo consolaron por todas las tragedias que Dios le había enviado, y cada uno de ellos le regaló una moneda de plata y un anillo de oro.
12 En sus últimos años de vida, Job recibió de Dios más bendiciones que en los primeros, pues llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, dos mil bueyes y mil burras;
13 además, tuvo catorce hijos y tres hijas.
14 A la primera de ellas la llamó Paloma, a la segunda la llamó Jazmín, y a la tercera la llamó Azucena.
15 Estas tres hijas de Job eran las mujeres más hermosas del país, y tanto a ellas como a sus hermanos, Job les dejó una herencia.
16 Job vivió todavía ciento cuarenta años, y llegó a ver a sus hijos y nietos, hasta la cuarta generación.
17 Luego de haber disfrutado de una larga vida, murió siendo ya muy anciano.
🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 18: Job
Reflexiones sobre el libro Job
El libro de Job es uno de los más antiguos y profundos de la Biblia. Narra la historia de un hombre justo y fiel a Dios que sufre una serie de calamidades que ponen a prueba su confianza y su integridad. A través de un diálogo con sus amigos y con el mismo Dios, Job busca una respuesta al misterio del sufrimiento humano y al sentido de la vida.
El libro se divide en cinco partes: el prólogo, los discursos de los amigos, las intervenciones de Elihú, la respuesta de Dios y el epílogo. El prólogo presenta a Job como un hombre rico y bendecido que vive en la tierra de Uz, al este del Jordán. Un día, Satanás desafía a Dios a que le quite todo lo que tiene a Job para ver si sigue siendo fiel. Dios acepta el reto y permite que Job pierda sus bienes, sus hijos y su salud.
Los discursos de los amigos son tres ciclos de conversaciones entre Job y sus tres amigos: Elifaz, Bildad y Zofar. Ellos intentan consolar a Job, pero también le acusan de haber pecado y le instan a arrepentirse para recuperar el favor divino. Job rechaza sus argumentos y defiende su inocencia, al tiempo que se lamenta de su situación y cuestiona la justicia de Dios.
Las intervenciones de Elihú son cuatro discursos de un joven que se presenta como un observador imparcial. Elihú critica tanto a los amigos como a Job por no entender el plan de Dios y por hablar con arrogancia. Elihú afirma que el sufrimiento tiene un propósito educativo y que Dios es soberano y no debe ser juzgado por los humanos.
La respuesta de Dios es el clímax del libro. Dios se dirige a Job desde una tempestad y le hace una serie de preguntas retóricas sobre la creación y el gobierno del mundo. Dios muestra su sabiduría y su poder, pero no le da una explicación directa a Job sobre el motivo de su sufrimiento. Sin embargo, Job reconoce su ignorancia y su pequeñez ante Dios y se humilla.
El epílogo narra el final feliz de la historia. Dios reprende a los amigos por no haber hablado bien de él y les ordena ofrecer sacrificios por sus pecados. Dios también restaura la prosperidad de Job, le da el doble de lo que tenía antes, le concede otros diez hijos y le concede una larga vida.
El libro de Job nos enseña que el sufrimiento no siempre es un castigo por el pecado, sino que puede ser una prueba para fortalecer nuestra fe y nuestra relación con Dios. También nos muestra que Dios es bueno y justo, aunque no entendamos sus caminos. Finalmente, nos invita a confiar en Dios y a mantener nuestra integridad en medio de las dificultades.