Libro de Joel
La sección de «Joel» en los Libros Proféticos de la Biblia es una obra del Antiguo Testamento que destaca por su visión apocalíptica y su llamado al arrepentimiento y la renovación espiritual. Escrito en hebreo, el libro de Joel presenta una imagen desoladora de una plaga de langostas que asola la tierra de Israel, simbolizando la destrucción y el juicio divino. Sin embargo, a través de su profecía, Joel ofrece una visión esperanzadora de la restauración del pueblo de Dios, prometiendo una efusión del Espíritu Santo y la salvación para aquellos que se vuelvan a Dios con todo su corazón. Su mensaje es especialmente relevante en la actualidad, cuando tantas personas enfrentan crisis y desafíos que amenazan su bienestar y su fe.
En esta sección de «Sagrada Escritura», exploraremos las principales enseñanzas y profecías de Joel, así como su influencia en la teología y la cultura cristiana.
1 El ataque de los saltamontes
1 Dios le dio un mensaje a Joel hijo de Petuel, y Joel se lo comunicó al pueblo de Israel:
2-4 ¡Pongan mucha atención ustedes, jefes del pueblo, y todos los que viven en este país! ¡Cuatro plagas de saltamontes han venido sobre nuestra tierra y han acabado con nuestras siembras! ¿Cuándo han visto ustedes algo así? ¡Ni siquiera los antepasados de ustedes vieron en su vida algo parecido! ¡Cuéntenselo a sus hijos, para que ellos, a su vez, se lo cuenten a sus nietos, bisnietos y tataranietos!
5 ¡Vamos, borrachos, levántense! ¡Despierten y pónganse a llorar, pues ya no van a tener vino!
6 Una plaga de saltamontes ha invadido nuestro país, como si fuera un gran ejército. Sus dientes tienen tanto filo que hasta parecen leones furiosos.
7 Destruyeron nuestras viñas y despedazaron nuestras higueras; ¡pelaron las ramas por completo!
8 La gente llora desconsolada, como la novia que llora de tristeza porque se ha muerto su novio.
9 También lloran los sacerdotes que están al servicio de Dios, pues ya nadie lleva al templo ofrendas de vino y de cereales.
10 Ya no hay trigo, ya no hay vino ni aceite, pues los campos se secaron y quedaron hechos un desierto.
11 Ustedes, los campesinos, y ustedes, los agricultores: ¡lloren de tristeza! Ya se han perdido las cosechas de trigo y de cebada;
12 ya se han secado los viñedos, las higueras, los granados, las palmeras, los manzanos y todos los árboles del campo; ¡la gente misma ha perdido la alegría!
13 Ustedes, los sacerdotes, que sirven a Dios en el altar, pónganse ropa de luto y pasen la noche llorando, pues ya nadie trae al templo ofrendas de vino y de cereales.
14 Reúnan en el templo a los israelitas y a sus jefes, para que ayunen y oren a Dios.
15 ¡Nuestro Dios viene! ¡Ya está cerca el día! ¡Será un día de destrucción por parte del Todopoderoso!
16 En nuestra propia cara nos quitaron la comida; nos quitaron la alegría de estar en el templo de nuestro Dios.
17 La siembra de trigo se secó, por eso están vacíos todos nuestros graneros.
18 ¡Mugen nuestras vacas y balan nuestras ovejas! ¡Los ganados se mueren de hambre porque ya no encuentran pastos!
19 Dios nuestro, ¡en ti buscamos ayuda porque el fuego ha quemado nuestros campos y nuestros bosques!
20 ¡También te piden ayuda los animales del campo, pues los arroyos están secos y el fuego ha acabado con los pastos!
2 La invasión de un ejército enemigo
1 ¡Que toquen la trompeta en Jerusalén! ¡Que suene la alarma en el templo! ¡Que comiencen a temblar todos los habitantes de este país! ¡Nuestro Dios viene! ¡Ya está cerca el día!
2 Será un día de gran oscuridad, un día de nubes y de sombras. Un ejército grande y poderoso se extenderá sobre los montes, y caerá sobre toda la tierra como las sombras al anochecer. No hubo antes, ni habrá después, otro ejército que se le parezca.
3 Ese ejército es como el fuego, que quema todo lo que encuentra: antes de su llegada, la tierra es un paraíso; después de su llegada, la tierra queda hecha un desierto. ¡No hay nada que se le escape!
4 Ese ejército de saltamontes ataca como la caballería;
5 cuando saltan sobre los montes, el ruido que hacen se parece al que hacen los carros de guerra; son como el crujido de hojas secas que se queman en el fuego; son como un ejército poderoso que está listo para el ataque.
6-9 Estos saltamontes parecen una banda de ladrones, son como un ejército que ataca por sorpresa la ciudad, y siempre ataca de frente. Escalan las murallas, se trepan a las casas, se meten por las ventanas, sin chocar unos con otros. Todos mantienen el paso, jamás rompen la formación, ¡jamás dan un paso atrás! ¡Ni una lluvia de flechas puede hacer que se detengan! Al ver estos saltamontes la gente tiembla y se pone pálida de miedo.
10 Tiemblan el cielo y la tierra, se oscurecen el sol y la luna, y pierden su brillo las estrellas.
11 Al frente de este ejército, que es muy grande y poderoso, Dios deja oír su voz de mando y este ejército lo obedece. Nuestro Dios viene. ¡El día de su llegada será impresionante y terrible! ¡Nadie podrá mantenerse firme!
El pueblo de Dios debe arrepentirse
12 Nuestro Dios nos dice: «¡Arrepiéntanse ahora mismo y cambien su manera de vivir! ¡Lloren, ayunen y vístanse de luto!
13 ¡Arrepiéntanse y vuelvan a mí, pero háganlo de todo corazón, y no sólo de palabra! Yo soy tierno y bondadoso, y no me enojo fácilmente; yo los amo mucho y estoy dispuesto a perdonarlos».
14 ¡Tal vez Dios decida perdonarnos! ¡Tal vez nos dé en abundancia vino y cereal para las ofrendas!
15-16 ¡Toquen la trompeta en Jerusalén! ¡Que se reúna todo el pueblo! ¡Que vengan los ancianos y los niños, y hasta los recién casados! ¡Que ayunen y se preparen para adorar a Dios!
17 ¡Que vengan los sacerdotes, los servidores de Dios! Que se paren ante el altar, y con lágrimas en los ojos oren de esta manera: «¡Dios nuestro, perdona a tu pueblo! ¡No permitas que las naciones nos desprecien y nos humillen! No permitas que con tono burlón nos pregunten: ‘¿Dónde está su Dios?’».
Dios ama a los que se arrepienten
18-19 Dios ama mucho a esta tierra, por eso nos tendrá compasión y nos responderá: «Pongan mucha atención: Voy a llenar sus graneros de trigo, y sus bodegas de vino y de aceite. No volveré a permitir que las naciones los humillen.
20-21 A ese enemigo del norte, que se atrevió a atacarlos, lo arrojaré al desierto; a los que venían al frente los ahogaré en el Mar Muerto, y a los que venían atrás los ahogaré en el Mediterráneo. ¡Sus cadáveres despedirán mal olor!». Patria mía, ¡no tengas miedo! Al contrario, llénate de gozo, pues Dios hace grandes maravillas; ¡sí, Dios hace grandes maravillas!
22 Bestias salvajes, ¡no tengan miedo! Los campos se cubrirán de pasto, los árboles se llenarán de frutos, y habrá higos y uvas en abundancia.
23 Ustedes, habitantes de Jerusalén, ¡hagan fiesta en honor de nuestro Dios! En el momento justo Dios nos enviará la lluvia, como lo hacía en tiempos pasados. Como prueba de su perdón, hará que llueva en primavera, así como llueve en invierno.
24 Así habrá una buena cosecha, y tendremos gran abundancia de trigo, vino y aceite.
25 Dios habrá de devolvernos todo lo que perdimos estos años por culpa de los saltamontes que él mandó contra nosotros.
26-27 Tendremos mucha comida, y alabaremos a nuestro Dios por todas las grandes maravillas que ha hecho en favor nuestro.
Dios promete enviar su espíritu
Dios le dijo al profeta: Yo soy el Dios de los israelitas. Yo vivo en medio de mi pueblo. Ellos me reconocerán como su único Dios, pues no hay otro como yo. ¡Y no volverán a ser humillados!
28 Cuando esto haya pasado, les daré a todos mi espíritu: hombres y mujeres hablarán de parte mía; a los ancianos les hablaré en sueños y a los jóvenes, en visiones.
29 También en esos tiempos daré mi espíritu a los esclavos y a las esclavas.
30 Daré muestras de mi poder en el cielo y en la tierra: habrá sangre y fuego, y grandes columnas de humo.
31 El sol dejará de alumbrar, y la luna se pondrá roja, como si estuviera bañada en sangre. Esto pasará antes de que llegue el maravilloso día en que juzgaré a este mundo.
32 Pero yo salvaré a los que me reconozcan como su Dios. Mi templo está en Jerusalén, y en esta ciudad vivirán los que hayan escapado, junto con mis elegidos.
3 Dios juzgará a las naciones
1 Cuando llegue ese día, haré que los de Judá y de Jerusalén vuelvan de las naciones a donde los llevaron prisioneros.
2-3 Reuniré a todas las naciones en el valle de Josafat, y las declararé culpables por todo lo que le hicieron a mi querido pueblo Israel: lo dispersaron por todas partes, y echando suertes entre ellos se repartieron su territorio; vendieron como esclavos a los niños y a las niñas, ¡y con ese dinero compraron vino para emborracharse, y les pagaron a las prostitutas!
4 Ciudades de Tiro y de Sidón, no les conviene ponerse en mi contra. Y a ustedes, provincias de Filistea, no les conviene desquitarse conmigo, porque yo les daré su merecido más pronto de lo que piensan.
5 Ustedes se han robado todo mi oro y toda mi plata; ¡mis más ricos tesoros se los llevaron a sus templos!
6-7 Ustedes, gente de Tiro y de Sidón, se llevaron muy lejos a la gente de Judá; a los habitantes de Jerusalén los vendieron como esclavos. Pero yo los rescataré; los haré volver de Grecia, donde ustedes los vendieron. Ahora yo haré con ustedes lo mismo que hicieron con mi pueblo:
8 venderé a sus hijos y a sus hijas al pueblo de Judá, para que ellos los revendan a las tribus del desierto. Les juro que así lo haré.
El profeta anuncia el juicio
9 El profeta Joel les dijo a las naciones vecinas: ¡Preparen sus ejércitos! ¡Prepárenlos para la batalla! ¡Dios les declara la guerra!
10 ¡Conviertan sus herramientas en armas de guerra! ¡Conviertan a los más cobardes en hombres de valor!
11-12 ¡Vengan, naciones vecinas! Reúnanse pronto en el valle de Josafat. ¡Allí Dios las juzgará y las declarará culpables!
13 Dios las cortará como al trigo cuando está listo para la cosecha; las aplastará como a las uvas cuando están listas para hacer vino. ¡Ya es demasiada su maldad!
14 Mucha gente se ha reunido en el Valle de la Decisión, porque allí llegará nuestro Dios. ¡Cercano está el día de su llegada!
15 Cuando Dios llegue, se oscurecerán el sol y la luna, y perderán su brillo las estrellas;
16 temblarán el cielo y la tierra, y nuestro Dios se enojará y hablará desde Jerusalén. Pero protegerá a los israelitas y será un refugio para ellos.
Habla Dios
17 Dios le dijo a su pueblo: Cuando llegue ese día, ustedes reconocerán que yo soy su Dios. Me quedaré a vivir en mi templo, y Jerusalén será mi ciudad preferida. ¡Nunca más un ejército extranjero volverá a poner un pie en ella!
18 Cuando llegue ese día, en los cerros y en las colinas habrá vino y leche en abundancia; y nunca faltará el agua en los arroyos de Judá, pues del templo saldrá un manantial que regará el valle de Sitim.
19 A Egipto y a Edom los convertiré en un desierto, porque atacaron sin motivo a los habitantes de Judá, y en su propio país mataron a gente inocente.
20-21 Pero yo vengaré su muerte; el culpable no quedará sin castigo. Las ciudades de Judá y de Jerusalén serán habitadas todo el tiempo, y yo viviré en mi templo para castigar al culpable y defender al inocente.
🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 28-39: Los 12 Profetas Menores
Reflexiones sobre el libro Joel
El libro de Joel es uno de los libros proféticos de la Biblia, que forma parte del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo. En este artículo, vamos a explorar el contenido, el autor y la fecha de composición de este libro, así como su mensaje para los lectores actuales.
El contenido del libro de Joel se divide en dos partes principales: la primera describe una invasión de langostas que asola el país de Judá y provoca una crisis ecológica, económica y religiosa. El profeta llama al pueblo a la conversión y al arrepentimiento, anunciando que el Señor tendrá misericordia de ellos si se vuelven a él con todo el corazón. La segunda parte anuncia el día del Señor, un día de juicio y salvación, en el que Dios intervendrá para castigar a las naciones enemigas y restaurar a su pueblo. El profeta también predice el derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne, una promesa que se cumplirá en el día de Pentecostés.
El autor del libro de Joel se identifica como Joel, hijo de Petuel, pero no sabemos nada más sobre su persona o su contexto histórico. Su nombre significa «Yahvé es Dios» y refleja su fe en el único Dios verdadero. Algunos eruditos sitúan el libro de Joel en el siglo IX o VIII a.C., antes del exilio babilónico, basándose en la ausencia de referencias a los reyes de Judá o a las potencias extranjeras. Otros lo datan en el siglo V o IV a.C., después del exilio, apoyándose en el lenguaje y el estilo del libro, así como en las alusiones a otros profetas posteriores.
El mensaje del libro de Joel es relevante para los lectores de hoy, pues nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con Dios y con su creación. Ante las calamidades naturales o humanas que nos afectan, debemos reconocer nuestra fragilidad y nuestra dependencia de Dios, y acudir a él con humildad y confianza. También debemos estar atentos a las señales de los tiempos, que nos indican la cercanía del día del Señor, un día de esperanza para los que le aman y le obedecen. Por último, debemos acoger el don del Espíritu Santo, que nos capacita para ser testigos de Cristo y para anunciar su evangelio a todas las naciones.