La sección de «Marcos» en los Evangelios de la Biblia es uno de los cuatro relatos principales de la vida de Jesucristo. Este evangelio fue escrito por Marcos, quien fue un seguidor y compañero del apóstol Pedro, y se cree que fue uno de los primeros evangelios en ser escritos, alrededor del año 70 d.C.
El Evangelio de Marcos se caracteriza por su estilo conciso y directo, lo que lo convierte en una lectura muy accesible y fácil de entender. Aunque es el evangelio más corto de los cuatro, contiene una gran cantidad de información sobre la vida y obra de Jesús, incluyendo sus enseñanzas, milagros y su pasión, muerte y resurrección.
En la sección de «Marcos» de la Biblia, los lectores pueden encontrar relatos emocionantes y conmovedores sobre la vida y ministerio de Jesucristo, desde su bautismo en el río Jordán hasta su crucifixión y resurrección en Jerusalén. Este evangelio es una valiosa fuente de sabiduría y enseñanza para los cristianos de todo el mundo y sigue siendo una de las obras más leídas y estudiadas de la Biblia.
El Evangelio de Marcos
1 Juan el Bautista
1 Ésta es la historia de cómo empezaron a anunciarse las buenas noticias acerca de Jesús, que es el Hijo de Dios y el Mesías.
2 Todo comenzó como Dios lo había anunciado por medio del profeta Isaías: Yo envío a mi mensajero delante de ti, y él va a preparar todo para tu llegada.
3 Alguien grita en el desierto: «¡Prepárenle el camino a nuestro Dios! ¡Ábranle paso! ¡Que no encuentre estorbos!».
4-8 Por esos días, Juan el Bautista apareció en el desierto. Se vestía con ropa hecha de pelo de camello y usaba un taparrabos de cuero. Comía saltamontes y miel silvestre. Juan le decía a la gente: ¡Bautícense y demuestren que ya no quieren hacer lo malo! Sólo así Dios los perdonará. También decía: Después de mí viene alguien más poderoso que yo. ¡Ni siquiera merezco ser su esclavo! Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo. Todos los que vivían en la región de Judea, y en Jerusalén, iban al desierto para oír a Juan. Muchos confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.
Juan bautiza a Jesús
9 En esos días, Jesús estaba en la región de Galilea, en un pueblo llamado Nazaret. Desde allí viajó hasta el río Jordán, donde Juan lo bautizó.
10 Cuando Jesús salió del agua, vio que se abría el cielo, y que el Espíritu de Dios bajaba sobre él en forma de paloma.
11 En ese momento, una voz que venía del cielo le dijo: Tú eres mi Hijo, a quien quiero mucho. Estoy muy contento contigo.
Jesús vence al diablo
12 De inmediato, el Espíritu de Dios llevó a Jesús al desierto.
13 Y Jesús estuvo allí cuarenta días, viviendo entre los animales salvajes. Satanás trataba de hacerlo caer en sus trampas, pero los ángeles de Dios cuidaban a Jesús.
Jesús comienza su trabajo
14 Después de que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a la región de Galilea. Allí anunciaba las buenas noticias acerca de Dios:
15 ¡Ya está cerca el día en que Dios comenzará a reinar! Vuélvanse a Dios y crean en la buena noticia.
Jesús elige a cuatro pescadores
16 Jesús pasaba por la orilla del Lago de Galilea, cuando vio a Simón y a Andrés, dos pescadores que eran hermanos, y que estaban pescando con sus redes.
17 Jesús les dijo: Síganme. En lugar de pescar peces, les voy a enseñar a ganar seguidores para mí.
18 En ese mismo instante, Simón y Andrés dejaron sus redes y siguieron a Jesús.
19 Un poco más adelante, Jesús vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo. Ellos también eran pescadores, y estaban en una barca arreglando las redes.
20 Jesús los llamó, y ellos lo siguieron, dejando a su padre en la barca, con los empleados.
El hombre con un espíritu malo
21 Jesús y sus discípulos fueron al pueblo de Cafarnaúm. El sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar.
22 Todos estaban admirados de sus enseñanzas, pues cuando les hablaba, lo hacía con autoridad, y no como los maestros de la Ley.
23 En la sinagoga, había un hombre que tenía un espíritu malo.
24 El espíritu le gritó a Jesús: —¡Jesús de Nazaret! ¿Qué tienes contra nosotros? ¿Acaso vienes a destruirnos? Yo te conozco. ¡Tú eres el Hijo de Dios[a]!
25 Jesús reprendió al espíritu malo y le dijo: —¡Cállate! ¡Sal de este hombre!
26 El espíritu malo salió gritando y haciendo que el hombre se pusiera a temblar muy fuerte.
27 La gente se quedó muy asombrada, y se preguntaba: ¿Qué es esto? ¿Una nueva enseñanza? ¿Qué clase de poder tiene este hombre? Con autoridad y poder ordena a los espíritus malos que salgan, ¡y ellos lo obedecen!
28 Y Jesús se hizo famoso en toda la región de Galilea.
Jesús sana a mucha gente
29 Luego Jesús salió de la sinagoga y se fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés.
30 Cuando entró en la casa, le dijeron que la suegra de Simón estaba enferma y con fiebre.
31 Jesús fue a verla, la tomó de la mano y la levantó. En ese mismo instante la fiebre se le fue, y la suegra de Simón les sirvió de comer.
32 Al anochecer, la gente le llevó a Jesús todos los enfermos y todos los que tenían demonios.
33 Todo el pueblo se reunió a la entrada de la casa de Simón.
34 Allí Jesús sanó a mucha gente que tenía diferentes enfermedades, y también expulsó a muchos demonios. Pero no dejaba hablar a esos demonios, porque ellos lo conocían.
Jesús anuncia las buenas noticias
35 En la madrugada, Jesús se levantó y fue a un lugar solitario para orar.
36 Más tarde, Simón y sus compañeros salieron a buscarlo.
37 Cuando lo encontraron, le dijeron: —Todos te andan buscando.
38 Pero Jesús les dijo: —Vamos a otros pueblos cercanos. También allí debo anunciar estas buenas noticias, pues para eso vine al mundo.
39 Jesús recorrió toda la región de Galilea anunciando las buenas noticias en las sinagogas de cada pueblo, y expulsando a los demonios.
Jesús sana a un leproso
40 Un hombre que tenía la piel enferma se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo: —Señor, yo sé que tú puedes sanarme[b]. ¿Quieres hacerlo?
41 Jesús tuvo compasión del enfermo, extendió la mano, lo tocó y le dijo: —¡Quiero hacerlo! ¡Ya estás sano!
42 De inmediato, aquel hombre quedó completamente sano;
43 pero Jesús lo despidió con una seria advertencia:
44 —No le digas a nadie lo que te sucedió. Sólo ve con el sacerdote para que te examine, y lleva la ofrenda que Moisés ordenó[c]. Así los sacerdotes verán que ya no tienes esa enfermedad.
45 Pero el hombre empezó a contarles a todos cómo había sido sanado. Por eso Jesús no podía entrar libremente en los pueblos, sino que tenía que quedarse en las afueras, donde no había gente. De todos modos, la gente iba a verlo.
2 Jesús y el paralítico
1 Después de varios días, Jesús regresó al pueblo de Cafarnaúm. Apenas se supo que Jesús estaba en casa,
2 mucha gente fue a verlo. Era tanta la gente que ya no cabía nadie más frente a la entrada. Entonces Jesús comenzó a anunciarles las buenas noticias.
3 De pronto, llegaron a la casa cuatro personas. Llevaban en una camilla a un hombre que nunca había podido caminar.
4 Como había tanta gente, subieron al techo[d] y abrieron un agujero. Por allí bajaron al enfermo en la camilla donde estaba acostado.
5 Cuando Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él, le dijo al paralítico: Amigo, te perdono tus pecados.
6 Al oír lo que Jesús le dijo al paralítico, unos maestros de la Ley que allí estaban pensaron:
7 ¿Cómo se atreve éste a hablar así? ¡Lo que dice es una ofensa contra Dios! Sólo Dios puede perdonar pecados.
8 Pero Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les dijo: ¿Por qué piensan así?
9 Díganme, ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo?
10 Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo autoridad aquí en la tierra para perdonar pecados. Entonces le dijo al que no podía caminar:
11 Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
12 En ese mismo instante, y ante la mirada de todos, aquel hombre se levantó, tomó la camilla y salió de allí. Al verlo, todos se quedaron admirados y comenzaron a alabar a Dios diciendo: ¡Nunca habíamos visto nada como esto!
Jesús llama a Mateo
13 Después de esto, Jesús fue otra vez a la orilla del Lago de Galilea. Mucha gente se reunió a su alrededor, y él se puso a enseñarles.
14 Luego, mientras caminaban, Jesús vio a Mateo hijo de Alfeo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo: Sígueme. Mateo se levantó enseguida y lo siguió.
15 Más tarde, Jesús y sus discípulos estaban cenando en la casa de Mateo. Muchos de los que cobraban impuestos, y otras personas de mala fama que ahora seguían a Jesús, también fueron invitados a la cena.
16 Cuando algunos maestros de la Ley, que eran fariseos, vieron a Jesús comiendo con toda esa gente, les preguntaron a los discípulos: —¿Por qué su maestro come con cobradores de impuestos y con gente de mala fama?
17 Jesús los oyó y les contestó: —Los que necesitan al médico son los enfermos, no los sanos. Y yo vine a invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos.
Jesús enseña sobre el ayuno
18 Una vez, los discípulos de Juan el Bautista y los discípulos de los fariseos estaban ayunando. Algunas personas fueron a donde estaba Jesús y le preguntaron: —¿Por qué tus discípulos no ayunan? Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos sí lo hacen.
19 Jesús les respondió: —Los invitados a una fiesta de bodas no ayunan mientras el novio está con ellos;
20 pero llegará el momento en que se lleven al novio, y entonces los invitados ayunarán.
21 Si un vestido viejo se rompe, nadie le pone un parche de tela nueva; porque al lavarse el vestido, la tela nueva se encoge y el hueco se hace más grande.
22 Tampoco se echa vino nuevo en recipientes de cuero viejo; porque al fermentar el vino nuevo hace que el cuero viejo se reviente. Así el vino nuevo se pierde, y los recipientes también. Por eso hay que echar vino nuevo en recipientes nuevos.
Los discípulos arrancan espigas de trigo
23 Un sábado, mientras Jesús y sus discípulos iban por un campo sembrado de trigo, los discípulos comenzaron a arrancar espigas[e].
24 Cuando los fariseos vieron esto, le dijeron a Jesús: —¡Mira lo que hacen tus discípulos! ¿Acaso no saben que está prohibido arrancar espigas en el día de descanso?
25-26 Jesús les respondió: —¿No han leído ustedes en la Biblia lo que hizo el rey David, cuando Abiatar era el jefe de los sacerdotes? David y sus compañeros sufrían gran necesidad y tenían mucha hambre. Entonces David entró en la casa de Dios y comió del pan especial, que sólo a los sacerdotes les estaba permitido comer, y lo compartió con sus compañeros. Además les dijo:
27 —El sábado se hizo para el bien de los seres humanos, y no los seres humanos para el bien del sábado.
28 Yo, el Hijo del hombre, soy quien decide qué puede hacerse y qué no puede hacerse en el día de descanso.
3 Jesús sana a un hombre en sábado
1 Jesús volvió a entrar en la sinagoga. Allí había un hombre que tenía una mano tullida.
2 Los fariseos estaban vigilando a Jesús para ver si sanaba a ese hombre en día sábado, y poder así acusarlo de trabajar en ese día de descanso.
3 Jesús le dijo al enfermo: Levántate y ponte en medio de todos.
4 Luego, les preguntó a los que estaban allí: ¿Qué es correcto hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla? Pero nadie le contestó.
5 Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban y, al ver que eran muy tercos y no tenían amor, se puso muy triste. Entonces le dijo al enfermo: Extiende la mano. El hombre extendió la mano, y la mano le quedó sana.
6 Los fariseos salieron de la sinagoga y enseguida se reunieron con los partidarios[f] del rey Herodes; y juntos comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.
Jesús enseña y sana
7-8 Jesús se fue con sus discípulos a la orilla del lago. Los seguía mucha gente que había oído hablar de las cosas que él hacía. Era gente de las regiones de Galilea y de Judea, de la ciudad de Jerusalén y de Idumea. Algunos venían también del otro lado del río Jordán, y de los alrededores de las ciudades de Tiro y de Sidón[g].
9 Como había tanta gente, Jesús les pidió a sus discípulos que prepararan una barca, para que la gente no lo apretujara.
10 Aunque Jesús había sanado a mucha gente, todavía quedaban muchos enfermos que lo rodeaban y que querían tocarlo para quedar sanos.
11 Cuando los espíritus malos veían a Jesús, caían al suelo y gritaban: ¡Tú eres el Hijo de Dios!
12 Pero Jesús les advertía muy seriamente que no dijeran a la gente quién era él.
Jesús elige a doce apóstoles
13 Después, Jesús invitó a algunos de sus seguidores para que subieran con él a un cerro. Cuando ya todos estaban juntos,
14 eligió a doce de ellos para que lo acompañaran siempre y para enviarlos a anunciar las buenas noticias. A esos doce los llamó apóstoles
15 y les dio poder para expulsar de la gente a los demonios.
16 Éstos son los doce que eligió: Simón, a quien llamó Pedro;
17 Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y a quienes llamó Boanerges, que quiere decir hijos del trueno;
18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el patriota[h] y
19 Judas Iscariote, que después traicionó a Jesús.
Jesús y el jefe de los demonios
20 Después de esto, Jesús regresó a la casa[i]. Y era tanta la gente que volvió a reunirse, que ni él ni sus discípulos podían siquiera comer.
21 Cuando los familiares de Jesús supieron lo que hacía, fueron para llevárselo, porque decían que se había vuelto loco.
22 Pero los maestros de la Ley que habían llegado de Jerusalén decían: Este hombre tiene a Beelzebú, el jefe de los demonios. Sólo por el poder que Beelzebú le da, puede expulsarlos.
23 Entonces Jesús los llamó y les puso este ejemplo: ¿Cómo puede Satanás expulsarse a sí mismo?
24 Si los habitantes de un país se pelean entre sí, el país acaba por destruirse.
25 Si los miembros de una familia se pelean unos contra otros, la familia también acabará por destruirse.
26 Y si Satanás lucha contra sí mismo, acabará con su propio reino.
27 Si alguien quiere robar todo lo que hay en la casa de un hombre fuerte, primero tiene que atar a ese hombre.
28 Les aseguro que Dios le perdonará a la gente cualquier pecado que haga, y todo lo malo que diga;
29 pero jamás perdonará a quien hable en contra del Espíritu Santo. ¡Eso nunca le será perdonado!
30 Jesús dijo esto porque los maestros de la Ley pensaban que él tenía un espíritu malo.
La madre y los hermanos de Jesús
31-32 Mientras tanto, la madre y los hermanos de Jesús llegaron a la casa donde él estaba, pero prefirieron quedarse afuera y mandarlo a llamar. La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le dijo: —Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están allá afuera, y quieren hablar contigo.
33 Pero Jesús les preguntó: —¿Quiénes son en verdad mi madre y mis hermanos?
34 Luego, miró a todos los que estaban sentados a su alrededor y dijo: —¡Éstos son mi madre y mis hermanos!
35 Porque, en verdad, cualquiera que obedece a Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.
4 El ejemplo de las semillas
1 Otro día, Jesús estaba enseñando a la orilla del Lago de Galilea. Como mucha gente se reunió para escucharlo, Jesús tuvo que subir a una barca y sentarse[j] para hablar desde allí. La gente se quedó de pie en la playa.
2 Jesús les enseñó muchas cosas por medio de ejemplos y comparaciones. Les puso esta comparación:
3 Escuchen bien esto: Un campesino salió a sembrar trigo.
4 Mientras sembraba, algunas semillas cayeron en el camino. Poco después vinieron unos pájaros y se las comieron.
5 Otras semillas cayeron en un terreno con muchas piedras y poca tierra. Como la tierra era poco profunda, pronto brotaron plantas de trigo.
6 Pero las plantas no duraron mucho tiempo. Al salir el sol se quemaron, porque no tenían buenas raíces.
7 Otras semillas cayeron entre espinos. Cuando los espinos crecieron, ahogaron el trigo y no lo dejaron crecer. Por eso, las semillas no produjeron nada.
8 En cambio, otras semillas cayeron en buena tierra, y sus espigas crecieron muy bien y produjeron una muy buena cosecha. Algunas espigas produjeron treinta semillas, otras sesenta, y otras cien.
9 Luego Jesús dijo: ¡Si en verdad tienen oídos, presten mucha atención!
¿Por qué Jesús enseña con ejemplos?
10 Después, cuando ya se había ido casi toda la gente, los que se quedaron con Jesús y los doce discípulos le preguntaron qué significaba el ejemplo del campesino.
11 Jesús les respondió: A ustedes les he explicado los secretos del reino de Dios, pero a los demás les enseño solamente por medio de ejemplos.
12 Así, aunque miren, no verán, y aunque oigan, no entenderán, a menos que se arrepientan de sus pecados y pidan perdón a Dios.
Jesús explica el ejemplo de las semillas
13 Jesús les dijo: Si no entienden el ejemplo de las semillas, ¿cómo van a entender los otros ejemplos y comparaciones?
14 El campesino representa al que anuncia las buenas noticias.
15 Las semillas que cayeron en el camino representan a los que escuchan las buenas noticias, pero luego viene Satanás y hace que olviden todo lo que oyeron.
16 Las semillas que cayeron entre piedras representan a quienes oyen el mensaje del reino de Dios y rápidamente lo aceptan con gran alegría.
17 Pero como no lo entienden muy bien, la alegría les dura muy poco. Tan pronto como tienen problemas, o son maltratados por ser obedientes a Dios, se olvidan del mensaje.
18 Hay otros que son como las semillas que cayeron entre los espinos. Oyen el mensaje,
19 pero no dejan que el mensaje cambie su vida. Sólo piensan en las cosas que necesitan, en cómo ganar dinero, y en cómo disfrutar de esta vida.
20 Finalmente, las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que escuchan el mensaje y lo aceptan. Esas personas cambian su vida y hacen lo bueno. Son como las semillas que produjeron espigas con treinta, sesenta y hasta cien semillas.
El ejemplo de la luz
21 Después de esto, Jesús les dijo: ¿Se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, o debajo de la cama? ¡Claro que no! Se enciende y se pone en un lugar alto, para que alumbre bien.
22 Porque todo lo que esté escondido se descubrirá, y todo lo que se mantenga en secreto llegará a saberse.
23 Si en verdad tienen oídos, ¡úsenlos!
24 También les dijo: ¡Presten mucha atención! Dios les dará a ustedes la misma cantidad que ustedes den a los demás, y mucho más todavía.
25 Porque al que tenga algo, se le dará más; pero al que no tenga nada, se le quitará aun lo poquito que tenga.
La comparación de la semilla que crece
26 Jesús también les puso esta otra comparación: Con el reino de Dios pasa algo parecido a lo que sucede cuando un hombre siembra una semilla en la tierra.
27 No importa si ese hombre está dormido o despierto, o si es de noche o de día; la semilla siempre nace y crece sin que el campesino entienda cómo.
28 La tierra produce primero el tallo, después la espiga, y finalmente las semillas.
29 Y cuando llega el tiempo de la cosecha, el campesino recoge las semillas.
La semilla de mostaza
30 Jesús también dijo: ¿Con qué puede compararse el reino de Dios? ¿A qué se parece?
31 Es como la semilla de mostaza que el campesino siembra en la tierra. A pesar de que es la más pequeña de todas las semillas del mundo,
32 cuando crece llega a ser la más grande de las plantas del huerto. ¡Tiene ramas bien grandes, y hasta los pájaros pueden hacer nidos bajo su sombra!
Las comparaciones que usaba Jesús
33 Jesús enseñó el mensaje del reino de Dios por medio de muchas comparaciones, de acuerdo con lo que la gente podía entender.
34 Hablaba solamente por medio de comparaciones y ejemplos, pero cuando estaba a solas con sus discípulos les explicaba todo con claridad.
La gran tormenta
35 Ese mismo día, cuando llegó la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: Vamos al otro lado del lago.
36 Entonces dejaron a la gente y atravesaron el lago en una barca. Algunos fueron también en otras barcas.
37 De pronto se desató una tormenta. El viento soplaba tan fuerte que las olas se metían en la barca, y ésta empezó a llenarse de agua.
38 Entre tanto, Jesús se había quedado dormido en la parte de atrás de la barca, recostado sobre una almohada. Los discípulos lo despertaron y le gritaron: —Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?
39 Jesús se levantó y ordenó al viento y al mar que se calmaran. Enseguida el viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo.
40 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —¿Por qué estaban tan asustados? ¿Todavía no confían en mí?
41 Pero ellos estaban muy asombrados, y se decían unos a otros: ¿Quién es este hombre, que hasta el viento y el mar lo obedecen?
5 El hombre con muchos espíritus malos
1 Jesús y sus discípulos cruzaron el Lago de Galilea y llegaron a un lugar cerca del pueblo de Gerasa.
2-6 Allí había un cementerio, donde vivía un hombre que tenía un espíritu malo. Nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. ¡Cuántas veces lo habían encadenado y le habían sujetado los pies con gruesos aros de hierro! Pero él rompía las cadenas y despedazaba los aros. ¡Nadie podía con su terrible fuerza! Día y noche andaba en el cementerio y por los cerros, dando gritos y lastimándose con piedras. En el momento en que Jesús bajaba de la barca, el hombre salía del cementerio, y al ver a Jesús a lo lejos, corrió y se puso de rodillas delante de él.
7-8 Jesús ordenó al espíritu malo: —¡Espíritu malo, sal de este hombre! Entonces el espíritu malo le contestó a gritos: —¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo? ¡No me hagas sufrir! ¡Por Dios, te pido que no me hagas sufrir!
9 Jesús le preguntó: —¿Cómo te llamas? Él respondió: —Me llamo Ejército, porque somos muchos los malos espíritus que estamos dentro de este hombre.
10 Por favor, te ruego que no nos mandes a otra parte.
11 En una colina, cerca de donde estaban, había unos dos mil cerdos comiendo.
12 Entonces los malos espíritus le rogaron a Jesús: —¡Déjanos entrar en esos cerdos!
13 Jesús les dio permiso, y ellos salieron del hombre y entraron en los cerdos. Los animales echaron a correr cuesta abajo, hasta que cayeron en el lago y se ahogaron.
14 Los que cuidaban los cerdos corrieron al pueblo y contaron a todos lo sucedido. La gente fue a ver lo que había pasado.
15 Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron al hombre que antes estaba endemoniado, y lo encontraron sentado, vestido y portándose normalmente. Los que estaban allí temblaban de miedo.
16 Las personas que vieron cómo Jesús había sanado a aquel hombre empezaron a contárselo a todo el mundo.
17 Pero la gente le pidió a Jesús que se fuera a otro lugar.
18 Cuando Jesús estaba subiendo a la barca, el hombre que ahora estaba sano le rogó que lo dejara ir con él.
19 Pero Jesús le dijo: —Vuelve a tu casa y cuéntales a tu familia y a tus amigos todo lo que Dios ha hecho por ti, y lo bueno que ha sido contigo.
20 El hombre se fue, y en todos los pueblos de la región de Decápolis[k] contaba lo que Jesús había hecho por él. La gente escuchaba y se quedaba asombrada.
Una niña muerta y una mujer enferma
21 Jesús llegó en la barca al otro lado del lago, y se quedó en la orilla porque mucha gente se juntó a su alrededor.
22 En ese momento llegó un hombre llamado Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga. Cuando Jairo vio a Jesús, se inclinó hasta el suelo
23 y le rogó: —Mi hijita está a punto de morir. ¡Por favor, venga usted a mi casa y ponga sus manos sobre ella, para que se sane y pueda vivir!
24 Jesús se fue con Jairo. Mucha gente se juntó alrededor de Jesús y lo acompañó.
25 Entre la gente, iba una mujer que había estado enferma durante doce años. Perdía mucha sangre,
26 y había gastado en médicos todo el dinero que tenía, pero ellos no habían podido sanarla. Al contrario, le habían hecho sufrir mucho, y cada día se ponía más enferma.
27-28 La mujer había oído hablar de Jesús, y pensaba: Si tan sólo pudiera tocar su ropa, quedaría sana. Por eso, cuando la mujer vio a Jesús, se abrió paso entre la gente, se le acercó por detrás y le tocó la ropa.
29 Inmediatamente la mujer dejó de sangrar, y supo que ya estaba sana.
30 Jesús se dio cuenta de que había salido poder de él. Entonces miró a la gente y preguntó: —¿Quién me tocó la ropa?
31 Sus discípulos le respondieron: —¡Mira cómo se amontona la gente sobre ti! ¿Y todavía preguntas quién te tocó la ropa?
32 Pero Jesús miraba y miraba a la gente para descubrir quién lo había tocado.
33 La mujer, sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y temblando de miedo le dijo toda la verdad.
34 Jesús le dijo: —Hija, has sido sanada porque confiaste en Dios. Vete tranquila.
35 Jesús no había terminado de hablar cuando llegaron unas personas desde la casa de Jairo, y le dijeron: —¡Su hija ha muerto! ¿Para qué molestar más al Maestro?
36 Jesús no hizo caso de lo que ellos dijeron, sino que le dijo a Jairo: —No tengas miedo, solamente confía.
37 Y sólo permitió que lo acompañaran Pedro y los dos hermanos Santiago y Juan.
38 Cuando llegaron a la casa de Jairo, vieron que la gente lloraba y gritaba y hacía mucho alboroto.
39 Entonces Jesús entró en la casa y les dijo: —¿Por qué lloran y hacen tanto escándalo? La niña no está muerta, sólo está dormida.
40 La gente se burló de Jesús. Entonces él hizo que todos salieran de allí. Luego entró en el cuarto donde estaba la niña, junto con el padre y la madre de ella y tres de sus discípulos.
41 Tomó de la mano a la niña y le dijo en idioma arameo: —¡Talitá, cum! Eso quiere decir: Niña, levántate.
42 La niña, que tenía doce años, se levantó en ese mismo instante y comenzó a caminar. Cuando la gente la vio, se quedó muy asombrada.
43 Pero Jesús ordenó que no le contaran a nadie lo que había pasado, y después mandó que le dieran de comer a la niña.
6 Jesús en Nazaret
1 De allí Jesús se fue a Nazaret, que era su propio pueblo, y sus discípulos lo acompañaron.
2 Cuando llegó el sábado, Jesús empezó a enseñar en la sinagoga. Los que estaban presentes lo escucharon y se preguntaron admirados: —¿Dónde aprendió éste tantas cosas? ¿De dónde ha sacado tantos conocimientos? ¿De dónde saca el poder para hacer los milagros que hace?
3-4 ¿Acaso no es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no es verdad que sus hermanas viven en este mismo pueblo? Y se quedaron confundidos y contrariados. Por eso, Jesús les dijo: —Al profeta se le reconoce y se le acepta en todas partes, menos en su propio pueblo, en su propia familia y en su propia casa.
5 Y poniendo las manos sobre los enfermos, Jesús sanó a algunos de ellos; pero no pudo hacer ningún otro milagro,
6 pues se sorprendió mucho de que aquella gente no creyera en él.
Jesús envía a los doce apóstoles
Jesús iba por todos los pueblos cercanos enseñando las buenas noticias.
7 Reunió a los doce apóstoles y los envió de dos en dos. Les dio poder para expulsar de la gente a los espíritus malos,
8 y también les ordenó: Lleven un bastón para el camino, pero no lleven comida ni bolsa ni dinero.
9 Pónganse sandalias, pero no lleven ropa de más.
10 Cuando entren en un pueblo, quédense en una sola casa hasta que salgan de ese pueblo.
11 Si en algún lugar no quieren recibirlos ni escucharlos, váyanse de allí y sacúdanse el polvo de los pies[l]. Eso le servirá de advertencia a esa gente.
12 Los discípulos partieron de allí y comenzaron a decirle a la gente que dejara de pecar y se volviera a Dios.
13 También expulsaron muchos demonios y sanaron a muchos enfermos frotándoles aceite de oliva[m].
La muerte de Juan el Bautista
14 Jesús era tan conocido que hasta el rey Herodes Antipas oyó hablar de él. Algunos decían que Jesús era Juan el Bautista, que había vuelto a vivir y hacía muchos milagros.
15 Otros decían que era el profeta Elías, o alguno de los profetas que habían vivido hacía mucho tiempo.
16 Cuando el rey Herodes oyó hablar de Jesús, estaba seguro de que se trataba de Juan, y decía: Jesús es Juan. Yo mismo ordené que le cortaran la cabeza, pero ha resucitado.
17-19 Resulta que Herodes Antipas se había casado con Herodías, la esposa de su hermano Filipo, y Juan lo había reprendido, diciéndole: No te está permitido tener a la esposa de tu hermano. Esto enfureció a Herodías, la cual decidió hacer todo lo posible para matar a Juan. Pero Herodes sólo mandó que lo arrestaran y lo metieran en la cárcel.
20 Herodes le tenía miedo a Juan y lo protegía, porque sabía que Juan era un hombre justo y santo. Y aunque Herodes no sabía qué hacer cuando lo oía hablar, lo escuchaba de buena gana.
21 El día de su cumpleaños, el rey Herodes Antipas organizó una gran fiesta. Invitó a los jefes, a los comandantes y a la gente más importante de la región de Galilea. Herodías vio que ésa era su gran oportunidad para matar a Juan.
22 Mientras cenaban, la hija de Herodías entró al salón y bailó delante de todos. Tanto le gustó el baile al rey Herodes y a todos los que estaban allí, que el rey le dijo a la muchacha: —Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23 Aun si me pides la mitad de mi reino, te juro que te lo daré.
24 La muchacha salió del salón, fue a donde estaba Herodías, su madre, y le preguntó: —¿Qué podría pedir? Herodías le respondió: —Pide la cabeza de Juan el Bautista.
25 La muchacha entró de prisa al salón y le dijo al rey: —Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26 El rey se puso muy triste, pero no quiso negarle a la muchacha lo que pedía, porque se lo había jurado delante de sus invitados.
27 Enseguida ordenó a un soldado que le trajera la cabeza de Juan. El soldado fue a la cárcel, le cortó a Juan la cabeza
28 y se la llevó en un plato a la muchacha. Después, ella se la entregó a su madre.
29 Cuando los discípulos de Juan supieron esto, fueron a recoger el cuerpo de Juan y lo enterraron.
Jesús da de comer a mucha gente
30 Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
31 Pero eran tantos los que iban y venían, que ni tiempo tenían para comer. Entonces Jesús les dijo: Vengan, vamos a un lugar tranquilo para descansar a solas.
32 Y él y los apóstoles se fueron en una barca a un lugar apartado.
33 Pero la gente que los vio partir adivinó hacia dónde iban. Así, la gente de todos los pueblos cercanos se fue a ese lugar, y llegó antes que Jesús y sus discípulos.
34 Cuando Jesús bajó de la barca, vio la gran cantidad de gente que se había reunido y les tuvo compasión, porque parecían ovejas sin pastor. Entonces empezó a enseñarles muchas cosas.
35 Por la tarde, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: —Este lugar está muy solitario, y ya se está haciendo tarde.
36 Despide a la gente, para que vaya a buscar comida por los campos y los pueblos cercanos.
37 Jesús les dijo: —Denles ustedes de comer. Ellos respondieron: —No podemos comprar pan para tanta gente. ¡Para eso nos hace falta el salario de todo un año!
38 Jesús les dijo: —Vayan a ver cuántos panes tienen ustedes. Ellos fueron, y al rato regresaron diciendo: —Tenemos cinco panes y dos pescados.
39 Entonces Jesús ordenó que todos se sentaran en grupos sobre el pasto verde.
40 La gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.
41 Luego Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Después partió los panes, y los dio a los discípulos para que los repartieran entre toda la gente; lo mismo hizo con los dos pescados.
42 Todos comieron hasta quedar satisfechos.
43 Luego los discípulos llenaron doce canastas con los pedazos de pan y de pescado que habían sobrado.
44 ¡Y fueron más de cinco mil hombres los que comieron de aquellos panes y pescados!
Jesús camina sobre el agua
45 Después Jesús ordenó a sus discípulos que subieran a la barca y cruzaran el lago en dirección al pueblo de Betsaida, pero él se quedó en la orilla para despedir a toda la gente.
46 Luego de despedirla, se fue a un cerro a orar.
47 Cuando llegó la noche, la barca ya estaba en medio del lago, pero Jesús aún permanecía en tierra.
48 Desde allí pudo ver que los discípulos remaban con mucha dificultad, pues navegaban contra el viento. Poco antes del amanecer, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Cuando ya estaba cerca, hizo como que pasaría de largo.
49 Al verlo caminar sobre el agua, los discípulos creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar.
50 Estaban muy asustados, pero enseguida Jesús les dijo: Tranquilos, no tengan miedo. Soy yo.
51 Entonces Jesús se subió a la barca, y el viento se calmó. Los discípulos estaban muy asombrados.
52 Tenían la mente cerrada, pues no habían entendido el verdadero significado del milagro de los panes.
Jesús en Genesaret
53 Después de cruzar el lago, llegaron al pueblo de Genesaret y ataron la barca en la orilla.
54 Tan pronto salieron, la gente reconoció a Jesús y
55 corrió por toda aquella región para llevarle enfermos. Cuando oían que Jesús estaba en un lugar, ponían a los enfermos en camillas y los llevaban ante él.
56 A dondequiera que iba Jesús, ya fuera por aldeas, pueblos o campos, la gente ponía a los enfermos en las calles. Y cuando él pasaba, le rogaban que dejara que los enfermos tocaran, por lo menos, el borde de su ropa. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.
7 Lo que realmente ensucia
1-4 Los judíos, y en especial los fariseos, siguen la costumbre de sus antepasados, de no comer sin antes lavarse las manos debidamente. Cuando llegan a sus casas después de haber ido al mercado, no comen nada de lo que compran allí sin antes lavarlo bien[n]. Cierto día, se acercaron a Jesús algunos fariseos y maestros de la Ley que habían venido de Jerusalén. Al ver que los discípulos de Jesús comían sin lavarse las manos[o], comenzaron a criticarlos.
5 Y le preguntaron a Jesús: —¿Por qué tus discípulos no siguen las costumbres que desde hace mucho han practicado nuestros antepasados? ¿Por qué comen sin haberse lavado las manos?
6 Jesús les respondió: —¡Ustedes son unos hipócritas! Dios tenía razón cuando dijo por medio del profeta Isaías: «Este pueblo dice que me obedece, pero en verdad nunca piensa en mí.
7 De nada sirve que ustedes me alaben, pues inventan reglas y luego las enseñan diciendo que yo las ordené».
8 Ustedes desobedecen los mandamientos de Dios para poder seguir enseñanzas humanas.
9 Han aprendido muy bien la manera de rechazar los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas.
10 Porque Moisés dijo: «Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre». Y también dijo: «El que maldiga a su padre o a su madre tendrá que morir».
11-12 Sin embargo, ustedes enseñan que un hijo no tiene la obligación de ayudar a sus padres si les dice: «No puedo ayudarlos, porque todo lo que tengo se lo he ofrecido a Dios»[p].
13 De esa manera, desobedecen los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. Y hacen muchas otras cosas parecidas a ésta.
14 Luego Jesús llamó a la gente y dijo: Escúchenme todos, y entiendan bien:
15-16 La comida que entra por su boca no los hace impuros delante de Dios. Lo que los hace impuros son los insultos y malas palabras que salen de su boca.
17 Cuando Jesús dejó a la gente y entró en la casa, los discípulos le preguntaron qué significaba esa enseñanza.
18 Él les respondió: ¿Tampoco ustedes entienden? Nada de lo que entra en la persona la hace impura delante de Dios.
19 Lo que se come no va a la mente sino al estómago, y después el cuerpo lo expulsa. Jesús dijo eso para que supieran que ningún alimento es impuro.
20 Y también dijo: Lo que hace impura delante de Dios a la gente, es lo que la gente dice y hace.
21-23 Porque si alguien dice cosas malas, es porque es malo y siempre está pensando en el mal, y en cómo hacer cosas indecentes, o robar, o matar a otros, o ser infiel en el matrimonio. Esa gente vive pensando solamente en cómo hacerse rica, o en hacer maldades, engañar, ser envidiosa, insultar y maldecir a otros, o en ser necia y orgullosa.
Una mujer no judía confía en Dios
24 Después, Jesús salió de allí y fue hasta la región de la ciudad de Tiro. En ese lugar, se quedó unos días en una casa, y no quería que nadie supiera dónde estaba. Pero no pudo esconderse.
25-26 Una mujer supo que Jesús estaba en el lugar, y fue a buscarlo, pues su hija tenía un espíritu malo. Esta mujer no era judía; era de la región de Fenicia, que está en Siria. Cuando encontró a Jesús, se arrodilló delante de él y le rogó que librara del espíritu malo a su hija.
27 Pero Jesús le dijo: —Deja que primero coman los hijos, pues no está bien quitarles la comida para echársela a los perros[q].
28 Y ella le contestó: —¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen las sobras que se les caen a los hijos debajo de la mesa.
29 Jesús le dijo: —¡Mujer, es muy cierto lo que dices! Vete tranquila a tu casa, pues el demonio ya salió de tu hija.
30 La mujer regresó a su casa y, cuando llegó, encontró a su hija acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella.
Jesús sana a un hombre sordo y tartamudo
31 Jesús volvió a salir de la región de Tiro. Pasó por la región de Sidón y llegó al Lago de Galilea, en el territorio de Decápolis[r].
32 Allí le llevaron a Jesús un hombre sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera las manos sobre él para sanarlo.
33 Jesús tomó al hombre y lo llevó aparte, lejos de la gente. Luego puso sus dedos en los oídos del hombre y le puso saliva en la lengua.
34 Después miró al cielo, suspiró y dijo: ¡Efatá!, palabra que significa ¡Ábrete!
35 En ese momento el hombre pudo oír y hablar normalmente.
36 Jesús le ordenó a la gente que no se lo contara a nadie; pero cuanto más lo ordenaba, más lo contaba la gente,
37 porque estaba muy admirada y decía: Jesús todo lo hace bien. ¡Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen!
8 Jesús alimenta a mucha gente
1 Un día, mucha gente volvió a reunirse junto a Jesús, y como no tenían nada para comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
2 —Siento compasión de toda esta gente. Ya han estado conmigo tres días y no tienen nada que comer.
3 Algunos han venido desde muy lejos; si los mando a sus casas sin comer, pueden desmayarse en el camino.
4 Sus discípulos le respondieron: —Pero en este lugar no vive nadie. ¿Dónde vamos a conseguir comida para tanta gente?
5 Jesús les preguntó: —¿Cuántos panes tienen? —Siete— contestaron los discípulos.
6 Jesús le ordenó a la gente que se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes y dio gracias a Dios. Partió los panes en pedazos y se los entregó a sus discípulos, para que ellos los repartieran entre la gente. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado.
7 Como también tenían unos cuantos pescaditos, Jesús dio gracias y mandó que los repartieran.
8 Todos los que estaban allí comieron hasta quedar satisfechos, y con los pedazos que sobraron llenaron siete canastas.
9 Los que comieron eran como cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió,
10 subió a la barca y se fue con sus discípulos a la región de Dalmanuta[s].
Una señal milagrosa
11 Los fariseos llegaron a donde estaba Jesús y comenzaron a discutir con él. Para ponerle una trampa, le pidieron que demostrara con alguna señal milagrosa que él venía de parte de Dios.
12 Jesús se molestó mucho por esto, y dijo: ¿Por qué siempre piden ustedes una señal? Les aseguro que no se les dará ninguna.
13 Entonces Jesús los dejó, volvió a subir a la barca, y se fue al otro lado del lago.
Las enseñanzas de los fariseos
14 Los discípulos se habían olvidado de llevar comida, y sólo tenían un pan en la barca.
15 Jesús les advirtió: —Les recomiendo que se cuiden de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes Antipas.
16 Los discípulos comenzaron a hablar entre ellos y decían: —Seguramente dijo eso porque no trajimos pan.
17 Jesús se dio cuenta de lo que hablaban y les dijo: —¿Por qué hablan de pan? ¿Todavía no comprenden? ¿Tienen la mente cerrada?
18 Si tienen ojos, ¿cómo es que no ven? Si tienen oídos, ¿por qué no oyen? ¿No se acuerdan
19 de aquella vez, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres? ¿Cuántas canastas llenaron entonces con lo que sobró? Los discípulos respondieron: —Doce canastas.
20 Jesús les preguntó: —Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenaron? —Siete— contestaron los discípulos.
21 Jesús les dijo entonces: —¿Y todavía no entienden?
Jesús sana a un ciego en Betsaida
22 Cuando llegaron al pueblo de Betsaida, unas personas guiaron a un ciego hasta Jesús y le pidieron que lo tocara.
23 Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera del pueblo. Después le mojó los ojos con saliva, colocó las manos sobre él, y le preguntó si veía algo.
24 El ciego respondió: —Veo gente, pero parecen árboles que caminan.
25 Entonces Jesús volvió a ponerle las manos sobre los ojos. El hombre miró de nuevo con cuidado, y vio todo claramente, porque ya estaba sano.
26 Jesús le mandó que volviera a su casa, y le dijo: —No regreses al pueblo.
¿Quién es Jesús?
27 Después de esto, Jesús y sus discípulos fueron a los caseríos cercanos al pueblo de Cesarea de Filipo. En el camino, Jesús les preguntó: —¿Qué dice la gente acerca de mí?
28 Los discípulos contestaron: —Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres el profeta Elías. Hay otros que piensan que eres alguno de los profetas.
29 Entonces Jesús les preguntó: —Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Quién soy yo? Y Pedro contestó: —Tú eres el Mesías.
30 Jesús les ordenó que no le contaran a nadie que él era el Mesías.
Jesús habla de su muerte
31 Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos lo que le iba a pasar: Yo, el Hijo del hombre, voy a sufrir mucho. Seré rechazado por los líderes del pueblo, por los sacerdotes principales y por los maestros de la Ley. Me van a matar, pero tres días después resucitaré.
32 Como Jesús habló tan claramente de su muerte, Pedro lo llevó aparte y lo reprendió por hablar de eso.
33 Pero Jesús se volvió, y frente a todos sus discípulos regañó a Pedro: ¡Pedro, estás hablando como Satanás! ¡Apártate de mí, pues no entiendes los planes de Dios! Te comportas como cualquier ser humano.
34 Después, Jesús llamó a sus discípulos y a la gente, y les dijo: Si ustedes quieren ser mis discípulos, tienen que olvidarse de hacer su propia voluntad. Tienen que estar dispuestos a morir en una cruz y a hacer lo que yo les diga.
35 Porque si sólo les preocupa salvar la vida, la van a perder. Pero si deciden dar su vida por mí y por anunciar las buenas noticias, entonces se salvarán.
36 De nada sirve que una persona gane todo lo que quiera en el mundo, si al fin de cuentas pierde su vida.
37 Y no hay nada que una persona pueda dar para salvar su vida.
38 Delante de esta gente malvada que rechaza a Dios, no se avergüencen de mí ni de mis palabras. Si lo hacen, yo, el Hijo del hombre, me avergonzaré de ustedes cuando venga con el poder de mi Padre y con sus ángeles.
9
1 Jesús también les dijo: —Les aseguro que algunos de los que están aquí no morirán hasta que vean llegar el reino de Dios con poder.
Jesús se transforma
2 Seis días después, Jesús llevó a Pedro, a Santiago y a Juan hasta un cerro alto, para estar solos. Frente a ellos, Jesús se transformó:
3 su ropa se puso tan blanca y brillante, como jamás aquí en la tierra podría blanquearse.
4 Luego, los tres discípulos vieron aparecer al profeta Elías y a Moisés[t] conversando con Jesús.
5 Entonces Pedro le dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Vamos a hacer tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra más para Elías.
6 Los discípulos estaban muy asustados, y Pedro se puso a hablar sin pensar en lo que decía.
7 De pronto bajó una nube y se detuvo sobre ellos. Desde la nube se oyó una voz que decía: Éste es mi Hijo, yo lo amo mucho. Ustedes deben obedecerlo.
8 Enseguida, miraron a su alrededor y ya no había nadie con ellos. Sólo estaba Jesús.
9 Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó que no le contaran a nadie lo que habían visto hasta que él, el Hijo del hombre, resucitara.
10 Pedro, Santiago y Juan guardaron el secreto, pero se preguntaban qué significaba aquello de resucitar.
11 Entonces le preguntaron: —¿Por qué dicen los maestros de la Ley que el profeta Elías va a venir antes que el Mesías?
12 Jesús les respondió: —Eso es verdad. Elías viene primero a preparar todas las cosas. Aunque también es cierto que la Biblia dice que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado.
13 Pero yo les aseguro que Elías ya vino, y muchos lo trataron muy mal. Así se anunciaba ya en la Biblia.
Jesús sana a un muchacho
14 Cuando llegaron a donde estaban los otros discípulos, vieron que había mucha gente a su alrededor, y que los maestros de la Ley estaban discutiendo con ellos.
15 Al ver a Jesús, la gente se puso muy contenta, pues no esperaba verlo. Todos corrieron a saludarlo.
16 Jesús les preguntó: —¿Qué es lo que discuten entre ustedes?
17 Uno de los que estaban allí le dijo: —Maestro, te traje a mi hijo, pues tiene un espíritu malo que no lo deja hablar.
18 Cuando el espíritu entra en mi hijo, él se cae al suelo y empieza a echar espuma por la boca. Sus dientes empiezan a rechinar y él se queda rígido. Les pedí a tus discípulos que expulsaran de mi hijo a ese espíritu malo, pero no han podido.
19 Jesús les dijo: —¿Por qué no han aprendido a confiar en Dios? ¿Acaso no pueden hacer nada sin mí? ¿Cuándo van a aprender? ¡Tráiganme aquí al muchacho!
20 Enseguida se lo llevaron. Cuando el espíritu malo vio a Jesús, empezó a sacudir al muchacho con gran fuerza. El joven cayó al suelo y empezó a echar espuma por la boca.
21 Jesús le preguntó al padre: —¿Desde cuándo le pasa esto? El padre respondió: —Desde que era pequeño.
22 Desde entonces, el espíritu malo siempre ha querido matarlo, y lo arroja al fuego o al agua. Por favor, haz algo para ayudarnos. ¡Ten compasión de nosotros!
23 Jesús le preguntó: —¿Puedes confiar en Dios? Para el que confía en él, todo es posible.
24 Enseguida el padre gritó: —Sí, confío en Dios. ¡Ayúdame a confiar más en él!
25 Cuando Jesús vio que se estaba juntando mucha gente a su alrededor, reprendió al espíritu malo y le dijo: —Espíritu malvado, que impides hablar a este joven, ¡te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él!
26 El espíritu malo gritó, haciendo que el muchacho sufriera otro ataque. Luego salió y lo dejó como muerto. Mucha gente decía: ¡Está muerto!
27 Pero Jesús tomó al joven por la mano y lo ayudó a levantarse.
28 Más tarde, cuando Jesús regresó a casa, los discípulos lo llevaron aparte y le preguntaron: —¿Por qué nosotros no pudimos expulsar a ese espíritu?
29 Jesús les contestó: —Esta clase de espíritu malo sólo se puede expulsar por medio de la oración.
Jesús habla otra vez de su muerte
30 Jesús y sus discípulos se fueron de ese lugar, y viajaron por la región de Galilea. En su camino, Jesús no quiso que la gente supiera que él pasaba por allí,
31 pues quería dedicarse a enseñar a sus discípulos. Les decía: Yo, el Hijo del hombre, seré entregado en manos de los que me han de matar, pero tres días después resucitaré.
32 Los discípulos no entendían lo que Jesús les quería decir, pero tenían miedo de preguntarle.
¿Quién es el más importante?
33 Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Cafarnaúm. Cuando ya estaban en la casa, él les preguntó: ¿De qué estaban hablando cuando venían por el camino?
34 Los discípulos no contestaron nada, porque habían estado discutiendo cuál de ellos era el más importante.
35 Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce discípulos y les dijo: Si alguno de ustedes quiere ser el más importante, deberá ocupar el último lugar y ser el servidor de todos los demás.
36 Luego llamó a un niño y lo puso frente a ellos. Lo tomó en sus brazos y les dijo:
37 Si ustedes aceptan a un niño como éste, me aceptan a mí. Y si me aceptan a mí, aceptan a Dios, que fue quien me envió.
Los que están a favor de Jesús
38 Juan, uno de los doce discípulos, le dijo a Jesús: —Maestro, vimos a alguien que usaba tu nombre para sacar demonios de las personas, pero nosotros le dijimos que no lo hiciera, porque él no es de nuestro grupo.
39 Pero Jesús dijo: —No se lo prohíban, porque nadie podría maldecirme después de haber hecho un milagro usando mi nombre.
40 Quien no está contra nosotros, realmente está a nuestro favor.
41 Les aseguro que Dios no se olvidará de premiar a quien les dé un vaso de agua sólo porque ustedes son míos.
Las tentaciones
42 Si alguien hace que uno de estos pequeños seguidores míos deje de confiar en mí, mejor le sería que le ataran al cuello una piedra enorme y lo tiraran al mar.
43-44 Si lo que haces con tu mano te hace desobedecer a Dios, mejor córtatela. Es mejor quedarse para siempre sin una mano, que tener las dos manos y ser echado al infierno, donde el fuego nunca se apaga.
45-46 Si lo que haces con tu pie te hace desobedecer a Dios, mejor córtatelo. Es mejor quedarse para siempre sin un pie, que tener los dos pies y ser echado al infierno.
47 Si lo que ves con tu ojo te hace desobedecer a Dios, mejor sácatelo. Es mejor que entres al reino de Dios con un solo ojo, que tener los dos ojos y ser echado al infierno,
48 donde hay gusanos que nunca mueren, y donde el fuego nunca se apaga.
49 Dios va a purificar a todos como cuando purificamos las cosas con la sal o con el fuego.
50 La sal es buena. Pero si deja de estar salada, ¿cómo podrán ustedes devolverle su sabor? Por eso, sean buenos como la sal: hagan el bien y vivan en paz con todos.
10 Jesús enseña sobre el divorcio
1 Jesús salió del pueblo de Cafarnaúm, y se fue a la región de Judea y a los lugares que están al este del río Jordán. Una vez más, mucha gente se reunió a su alrededor y, como siempre, Jesús empezó a enseñar.
2 Unos fariseos se acercaron a él para ponerle una trampa, y le preguntaron: —¿Puede un hombre divorciarse de su esposa?
3 Jesús les respondió: —¿Qué les mandó hacer Moisés?
4 Ellos dijeron: —Moisés permitió al esposo escribir un certificado de divorcio y echar de la casa a su esposa.
5 Entonces Jesús dijo: —Si Moisés les dejó escrito ese mandamiento, es porque ustedes son muy tercos.
6 Pero desde el principio Dios hizo al hombre y a la mujer para que vivieran juntos.
7 Por eso el hombre tiene que dejar a su padre y a su madre para casarse y vivir con su mujer.
8 Los dos vivirán como si fueran una sola persona. Así que, los que se casan ya no viven como dos personas separadas, sino como si fueran una sola persona.
9 Si Dios ha unido a un hombre y a una mujer, nadie debe separarlos.
10 Más tarde, cuando ya estaban en casa, los discípulos preguntaron de nuevo a Jesús acerca del divorcio.
11 Él les respondió: Si un hombre se divorcia de su esposa y se casa con otra mujer, comete pecado, pues sería infiel a su esposa.
12 Y si la mujer deja a su esposo y se casa con otro hombre, también comete el mismo pecado.
Jesús bendice a los niños
13 Hubo quienes llevaron a sus niños para que Jesús los tocara y los bendijera. Pero los discípulos las regañaron.
14 Al ver Jesús lo que estaban haciendo sus discípulos, se enojó con ellos y les dijo: Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos.
15 Les aseguro que quien no confía en Dios como lo hace un niño, no puede ser parte del reino de Dios.
16 Jesús tomó en sus brazos a los niños y, poniendo sus manos sobre ellos, los bendijo.
El hombre rico
17 Mientras Jesús iba de camino, un hombre llegó corriendo, se arrodilló delante de él y le preguntó: —Maestro bueno, dime, ¿qué debo hacer para tener vida eterna?
18 Jesús le contestó: —¿Por qué dices que soy bueno? Sólo Dios es bueno.
19 Tú conoces bien los mandamientos: No mates, no seas infiel en tu matrimonio, no robes, no mientas para hacerle daño a otra persona, no hagas trampas, obedece y cuida a tu padre y a tu madre.
20 El hombre le dijo: —Maestro, todos esos mandamientos los he obedecido desde que era niño.
21 Jesús lo miró con amor y le dijo: —Sólo te falta hacer una cosa. Ve y vende todo lo que tienes, y reparte ese dinero entre los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Después de eso, ven y conviértete en uno de mis seguidores.
22 Al oír esto, el hombre se puso muy triste y se fue desanimado, porque era muy rico.
23 Jesús miró a su alrededor y dijo a sus discípulos: —¡Es muy difícil que una persona rica acepte a Dios como su rey!
24 Los discípulos se sorprendieron al oír eso, pero Jesús volvió a decirles: —Amigos, ¡es muy difícil entrar en el reino de Dios!
25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que una persona rica entre en el reino de Dios.
26 Los discípulos se sorprendieron mucho al oír lo que Jesús dijo, y comentaban entre ellos: —Entonces, ¿quién podrá salvarse?
27 Jesús los miró y les dijo: —Para los seres humanos eso es imposible, pero todo es posible para Dios.
28 Pedro le dijo: —Recuerda que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.
29 Jesús les respondió: —Les aseguro que quien haya dejado algo por seguirme y por anunciar las buenas noticias, recibirá su premio. Si dejó a sus hermanos o hermanas, a su padre o a su madre, a sus hijos, su casa o algún terreno,
30 recibirá en esta vida cien veces más casas, terrenos y familiares, aunque también será maltratado por sus enemigos. Y cuando muera, vivirá con Dios para siempre;
31 pero muchos que ahora son importantes, serán los menos importantes; y muchos que ahora no son importantes, serán los más importantes.
Jesús habla otra vez de su muerte
32 Los discípulos iban confundidos, mientras Jesús caminaba delante de ellos hacia Jerusalén. Por su parte, los otros seguidores estaban llenos de miedo. Jesús volvió a reunirse a solas con los doce discípulos, y les contó lo que le iba a pasar:
33 Como pueden ver, ahora vamos a Jerusalén. Y a mí, el Hijo del hombre, me entregarán a los sacerdotes principales y a los maestros de la Ley. Me condenarán a muerte y me entregarán a los enemigos de nuestro pueblo,
34 para que se burlen de mí, y para que me escupan en la cara y me maten; pero después de tres días resucitaré.
La petición de Santiago y de Juan
35 Sus discípulos Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: —Maestro, queremos que nos hagas un favor.
36 Jesús les preguntó: —¿Qué es lo que quieren?
37 Ellos le contestaron: —Por favor, cuando estés en tu reino poderoso, déjanos sentarnos a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda[u].
38 Jesús respondió: —Ustedes no saben lo que piden. ¿Están dispuestos a sufrir todo lo malo que va a pasarme?
39 Ellos dijeron: —Sí, lo estamos. Jesús les dijo: —Les aseguro que ustedes sufrirán mucho, igual que yo.
40 Pero sólo Dios decide quiénes serán los más importantes en mi reino. Eso no lo decido yo.
41 Cuando los otros diez discípulos supieron lo que Santiago y Juan habían pedido, se enojaron con ellos.
42 Entonces Jesús los llamó a todos y les dijo: —Ustedes saben que los que se sienten jefes y grandes señores se portan como los amos del mundo e imponen su autoridad sobre todos.
43 Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, si alguien quiere ser importante, tendrá que servir a los demás.
44 Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el esclavo de todos.
45 Yo, el Hijo del hombre, soy así. No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás. Vine para liberar a la gente que es esclava del pecado, y para lograrlo pagaré con mi vida.
Jesús y el ciego Bartimeo
46 Jesús y sus discípulos pasaron por la ciudad de Jericó, y al salir de allí mucha gente los siguió. Junto al camino estaba sentado un ciego que pedía limosna. Se llamaba Bartimeo hijo de Timeo.
47 Cuando Bartimeo oyó que Jesús de Nazaret estaba pasando por allí, empezó a gritar: —Jesús, tú que eres el Mesías, ¡ten compasión de mí y ayúdame!
48 La gente comenzó a reprender al ciego para que se callara, pero él gritaba con más fuerza todavía: —Señor, tú que eres el Mesías, ¡ten compasión de mí y ayúdame!
49 Entonces Jesús se detuvo y dijo: —Llámenlo. La gente llamó al ciego y le dijo: —¡No tengas miedo! Ven, que Jesús te llama.
50 El ciego tiró su manto, y de un salto se puso de pie y se acercó a Jesús.
51 Jesús le dijo: —¿Qué quieres que haga por ti? El ciego respondió: —Maestro, haz que pueda yo ver de nuevo.
52 Jesús le dijo: —Puedes irte; estás sano porque confiaste en Dios. En ese momento, el ciego pudo ver de nuevo, y siguió a Jesús por el camino.
11 Jesús entra en Jerusalén
1 Jesús y sus discípulos llegaron al Monte de los Olivos, cerca de los pueblos de Betfagé y Betania, y de la ciudad de Jerusalén.
2 Allí, Jesús dijo a dos de sus discípulos: Vayan a ese pueblo que se ve desde aquí. Tan pronto como entren, van a encontrar un burro atado, que nunca ha sido montado. Desátenlo y tráiganlo.
3 Si alguien les pregunta por qué lo están desatando, respondan: «El Señor lo necesita y pronto lo devolverá».
4 Los discípulos fueron al pueblo. Allí encontraron un burro atado en la calle, y lo desataron.
5 Algunas personas que estaban por allí les preguntaron: ¿Qué están haciendo? ¿Por qué desatan al burro?
6 Los discípulos contestaron lo que Jesús les había dicho. Y entonces aquéllos los dejaron ir.
7 Luego pusieron sus mantos sobre el burro, lo llevaron a donde estaba Jesús, y Jesús se montó sobre él.
8 Mucha gente empezó a extender sus mantos sobre el camino por donde iba a pasar Jesús. Algunos cortaban ramas de los árboles del campo, y también las ponían en el suelo como alfombra.
9 Y toda la gente, tanto la que iba delante de Jesús como la que iba detrás, gritaba: ¡Sálvanos! ¡Bendito tú, que vienes en el nombre de Dios!
10 ¡Que Dios bendiga el futuro reinado de nuestro antepasado David! Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo!
11 Cuando Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y se puso a ver cómo estaba todo. Pero como ya era tarde, se fue con sus discípulos al pueblo de Betania.
Jesús y la higuera
12 Al día siguiente, Jesús y sus discípulos salieron de Betania. En el camino, Jesús tuvo hambre.
13 A lo lejos vio una higuera que tenía hojas pero, cuando se acercó, no encontró ningún higo para comer. El árbol sólo tenía hojas, porque todavía no era época de higos.
14 Entonces Jesús le dijo al árbol: ¡Que nadie vuelva a comer de tus higos! Y sus discípulos lo oyeron.
Jesús y los comerciantes del templo
15 Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el templo y empezó a sacar de allí a los que estaban vendiendo y comprando. Derribó las mesas de los que cambiaban dinero de otros países por dinero del templo, y también derribó los cajones de los que vendían palomas.
16 Y Jesús no dejaba que nadie anduviera por el templo llevando cosas.
17 Luego se puso a enseñar a la gente y le dijo: Dios dice en la Biblia: «Mi casa será llamada ‘Casa de oración para todos los pueblos’». Pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones.
18 Cuando los sacerdotes principales y los maestros de la Ley escucharon a Jesús, empezaron a buscar la forma de matarlo. Y es que le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada por lo que enseñaba.
19 Al llegar la noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.
La lección de la higuera
20 A la mañana siguiente, Jesús y sus discípulos pasaron junto a la higuera, y vieron que se había secado hasta la raíz.
21 Pedro recordó lo que había pasado el día anterior, y le dijo a Jesús: —Maestro, ¡mira! El árbol que maldijiste está seco.
22 Jesús les dijo: —Confíen en Dios.
23-24 Les aseguro que, si tienen confianza y no dudan del poder de Dios, todo lo que pidan en sus oraciones sucederá. Si le dijeran a esta montaña: «Quítate de aquí y échate en el mar», así sucedería. Sólo deben creer que ya está hecho lo que han pedido.
25-26 Cuando oren, perdonen todo lo malo que otra persona les haya hecho. Así Dios, su Padre que está en el cielo, les perdonará a ustedes todos sus pecados.
La autoridad de Jesús
27 Después volvieron a entrar en Jerusalén. Y mientras Jesús caminaba por el templo, se le acercaron los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del país,
28 para preguntarle: —¿Quién te dio autoridad para hacer todo esto?
29-30 Jesús les dijo: —Yo también voy a preguntarles algo: ¿Quién le dio autoridad a Juan el Bautista para bautizar? ¿Dios, o alguna otra persona? Si me contestan eso, yo les diré quién me dio autoridad para hacer todo lo que han visto.
31 Ellos comenzaron a discutir, y se decían unos a otros: Si contestamos que Dios le dio autoridad a Juan, Jesús nos preguntará por qué no le creímos.
32 Pero tampoco podemos decir que fue un ser humano quien se la dio. No querían decir eso, porque tenían miedo de la gente; pues todos creían que Juan era un profeta enviado por Dios.
33 Por eso le respondieron a Jesús: —No lo sabemos. Entonces Jesús les dijo: —Pues yo tampoco les diré quién me da autoridad para hacer todo esto.
12 La viña alquilada
1 Jesús comenzó por ponerles el siguiente ejemplo: Un hombre sembró una viña y construyó un cerco alrededor de ella. También preparó un lugar para hacer vino con las uvas que cosechara, y construyó una torre para vigilar el terreno. Luego, alquiló la viña a unos hombres y se fue de viaje.
2 Cuando llegó el tiempo de la cosecha, el dueño de la viña envió a un sirviente para pedir la parte de la cosecha que le correspondía.
3 Pero los que alquilaron la viña golpearon al sirviente y lo enviaron con las manos vacías.
4 El dueño volvió a enviar a otro sirviente, pero los hombres lo insultaron y lo golpearon en la cabeza.
5 Envió luego a un tercer sirviente, y a ése lo mataron. Después envió a muchos otros sirvientes; a unos los golpearon y a otros los mataron.
6 Sólo le quedaba su hijo, a quien amaba mucho. Finalmente decidió enviarlo, pues pensó: «A mi hijo sí lo respetarán».
7 Pero los hombres que alquilaron la viña se dijeron unos a otros: «Este muchacho es el que heredará la viña cuando el dueño muera. Vamos a matarlo; así nos quedaremos con todo».
8 Entonces los hombres agarraron al muchacho, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera del terreno.
9 ¿Qué piensan ustedes que hará el dueño de la viña? Yo se lo voy a decir: irá a la viña, matará a esos hombres, y luego dará la viña a otras personas.
10 ¿No recuerdan lo que dice la Biblia?: «La piedra que rechazaron los constructores del templo es ahora la piedra principal.
11 Esto nos deja maravillados, pues Dios es quien lo hizo».
12 Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del país se dieron cuenta de que Jesús había hecho esa comparación para hablar de ellos, y quisieron arrestarlo. Pero no se atrevieron a hacerlo porque tenían miedo de la gente. Entonces lo dejaron y se fueron.
Una trampa para Jesús
13 Después mandaron a algunos de los fariseos y a unos partidarios del rey Herodes[v], para ponerle a Jesús una trampa.
14 Ellos fueron y le dijeron: —Maestro, sabemos que siempre dices la verdad. No te importa lo que digan los demás acerca de tus enseñanzas, porque siempre insistes en que debemos obedecer a Dios en todo. Dinos qué opinas. ¿Está bien que le paguemos impuestos al emperador de Roma?
15 Como Jesús sabía que ellos eran unos hipócritas, les respondió: —¿Por qué quieren ponerme una trampa? Tráiganme una de las monedas que se usan para pagar el impuesto.
16 Entonces ellos le llevaron una moneda de plata, y Jesús les preguntó: —¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre escrito en ella? Ellos contestaron: —Del emperador de Roma.
17 Jesús les dijo: —Denle entonces al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios. Al escuchar la respuesta de Jesús, todos quedaron muy asombrados.
Los saduceos hablan con Jesús
18 Unos saduceos fueron a ver a Jesús y, como no creían que los muertos pueden volver a vivir, le preguntaron:
19 —Maestro, Moisés escribió que, si un hombre muere sin tener hijos con su esposa, el hermano de ese hombre debe casarse con esa mujer y tener hijos con ella. De acuerdo con la ley, esos hijos son del hermano muerto y llevan su nombre.
20 Pues bien, aquí vivían siete hermanos. El mayor se casó, y tiempo después murió sin tener hijos.
21 Entonces el segundo hermano se casó con la mujer que dejó el mayor, pero al poco tiempo también él murió sin tener hijos. Con el tercer hermano pasó lo mismo.
22 Y así pasó con los siete hermanos. Finalmente, murió la mujer.
23 Ahora bien, cuando Dios haga que todos los muertos vuelvan a vivir, ¿de quién será esposa esta mujer, si estuvo casada con los siete?
24 Jesús les contestó: —Ustedes están equivocados. No saben lo que dice la Biblia, ni conocen el poder de Dios.
25 Cuando Dios haga que los muertos vuelvan a vivir, nadie se va a casar, porque todos serán como los ángeles del cielo.
26 Y en cuanto a si los muertos vuelven a vivir, ustedes pueden leer en la Biblia la historia de la zarza. Allí, Dios le dijo a Moisés: «Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus antepasados».
27 Por tanto, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Dios todos ellos están vivos. ¡Qué equivocados están ustedes!
Los dos mandamientos más importantes
28 Uno de los maestros de la Ley escuchó la conversación entre Jesús y los saduceos. Al ver que Jesús les respondió muy bien, se acercó y le preguntó: —¿Cuál es el mandamiento más importante de todos?
29 Jesús le contestó: —El primero y más importante de los mandamientos es el que dice así: «¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel.
30 Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales».
31 Y el segundo mandamiento en importancia es: «Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo». Ningún otro mandamiento es más importante que estos dos.
32 El maestro de la Ley le dijo: —Muy bien, Maestro. Lo que dices es cierto: sólo Dios es nuestro dueño, y no hay otro como él.
33 Debemos amarlo con todo nuestro ser, y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Estos mandamientos son más importantes que cumplir con todos los ritos y deberes religiosos.
34 Como Jesús vio que el maestro de la Ley le dio una buena respuesta, le dijo: —No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
La pregunta acerca del Mesías
35 Mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: ¿Por qué dicen los maestros de la Ley que el Mesías será de la familia del rey David?
36 Recuerden que el Espíritu Santo dijo lo siguiente a través de David: «Dios le dijo a mi Señor el Mesías: ‘Siéntate a la derecha de mi trono, hasta que yo derrote a tus enemigos.’».
37 A ver, explíquenme: ¿Por qué el rey David llama Señor al Mesías? ¿Cómo puede el Mesías ser su descendiente? ¡Hasta David lo considera más importante que él mismo! Había allí mucha gente, y todos escuchaban a Jesús con agrado.
Jesús advierte a la gente y a sus discípulos
38 Jesús siguió enseñando y les dijo: ¡Cuídense de los maestros de la Ley! A ellos les gusta vestirse como gente importante, y que en el mercado los saluden con mucho respeto.
39 Cuando van a una fiesta o a la sinagoga, les gusta ocupar los mejores asientos.
40 ¡Y son ellos los que roban las casas de las viudas, y luego hacen oraciones muy largas! Pero Dios los castigará más duro que a los demás.
La ofrenda de la viuda pobre
41 Un día, Jesús estaba en el templo, y se sentó frente a las cajas de las ofrendas. Allí veía cómo la gente echaba dinero en ellas. Mucha gente rica echaba grandes cantidades de dinero.
42 En eso llegó una viuda pobre, y echó en una de las cajas dos moneditas de poquísimo valor.
43 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos.
44 Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba, pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir.
13 El templo será destruido
1 Al salir del templo, uno de los discípulos le dijo a Jesús: —Maestro, ¡mira qué piedras, y qué edificios más hermosos!
2 Jesús le respondió: —¿Ves estos grandes edificios? Pues de ellos no va a quedar en pie ni una pared. Todo será destruido.
Prepárense para el fin
3 Después, Jesús y sus discípulos se fueron al Monte de los Olivos, que está frente al templo. Jesús se sentó y, cuando estaban solos, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron:
4 —¿Cuándo será destruido el templo? ¿Qué cosas servirán de señal para indicar que todo eso está por suceder?
5 Jesús les respondió: —¡Cuidado! No se dejen engañar.
6 Muchos vendrán y se harán pasar por mí, y le dirán a la gente: «Yo soy el Mesías». Usarán mi nombre y lograrán engañar a muchos.
7 Ustedes no se asusten si oyen decir que algunos países están en guerra, y que otros países están a punto de pelearse. Eso tiene que pasar, pero todavía no será el fin del mundo.
8 Porque los países pelearán unos contra otros, la gente no tendrá qué comer, y habrá terremotos en muchos lugares. Eso será sólo el principio de todo lo que el mundo sufrirá.
9 Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades y los golpearán en las sinagogas. Los llevarán ante los gobernadores y los reyes para que hablen de mí ante ellos, porque ustedes son mis discípulos.
10 Antes de que llegue el fin del mundo, en todos los países de la tierra deberán anunciarse las buenas noticias del reino.
11 Cuando los entreguen a las autoridades y los lleven a juicio, no se preocupen por lo que habrán de decir para defenderse. En ese momento, Dios les indicará lo que deben decir. Ustedes no son los que van a hablar, sino que el Espíritu Santo hablará por ustedes.
12 Los hermanos se traicionarán unos a otros. Cada uno entregará al otro para que lo maten. Los padres traicionarán a sus hijos, y los hijos atacarán a sus padres y los matarán.
13 ¡Todo el mundo los odiará a ustedes por ser mis discípulos! Pero yo salvaré al que confíe en mí hasta el final.
Una señal para huir
14 El que lea esto debe tratar de entender lo que digo. Cuando vean que se presenta una ofrenda asquerosa en el lugar donde no debe ser[w], huyan de inmediato. Los que estén en la región de Judea, que corran hacia las montañas;
15 el que esté en la azotea de su casa, que no baje a sacar nada;
16 y el que esté en el campo, que no vaya a su casa a buscar ropa.
17 Las mujeres que en ese momento estén embarazadas van a sufrir mucho. ¡Pobres de las que tengan hijos recién nacidos!
18 Oren a Dios y pídanle que esto no suceda en el invierno,
19 porque la gente sufrirá muchísimo en esos días. Desde que Dios creó el mundo hasta ahora, la gente nunca ha sufrido tanto como sufrirá ese día, ni jamás volverá a sufrir así.
20 Dios ama a las personas que él ha elegido, y por eso el tiempo de sufrimiento no será muy largo. Si no fuera así, todos morirían.
21 Si en esos días alguien les dice: «Miren, aquí está el Mesías», o «allí está el Mesías», no le crean.
22 Porque vendrán falsos mesías y falsos profetas, y harán cosas tan maravillosas que engañarán a la gente. Si pueden, engañarán también a los que Dios ha llamado a seguirlo.
23 ¡Tengan cuidado! Ya les he advertido de todo esto antes de que pase.
El regreso del Hijo del hombre
24 Cuando haya pasado ese tiempo de sufrimiento, el sol se pondrá oscuro; la luna dejará de brillar.
25 Las estrellas se caerán, y temblarán los poderes del cielo.
26 Entonces me verán a mí, el Hijo del hombre, venir en las nubes del cielo con mucho poder y gloria.
27 Y enviaré por todo el mundo a mis ángeles, para que reúnan a mis seguidores.
La lección de la higuera
28 Aprendan la enseñanza que da la higuera. Cuando a este árbol le salen ramas tiernas y hojas nuevas, ustedes saben que ya se acerca el verano.
29 Del mismo modo, cuando vean que todo está pasando como les he dicho, sabrán que pronto vendré de nuevo.
30 Les aseguro que todo esto pasará antes de que mueran algunos de los que ahora están vivos.
31 El cielo y la tierra dejarán de existir, pero mis palabras permanecerán para siempre.
32 Nadie sabe el día ni la hora en que yo vendré; no lo saben ni siquiera los ángeles del cielo. Es más, ni yo lo sé. Dios es el único que lo sabe.
33 Por eso, tengan cuidado y estén alerta, porque no saben cuándo volveré.
34 Sucede lo mismo que cuando un hombre decide irse de viaje. Llama a sus empleados y les encarga que le cuiden la casa. A cada uno le encarga un trabajo, y al portero le ordena que vigile.
35 Ellos se mantienen alerta porque no saben si el dueño de la casa va a llegar en la tarde o en la mañana, a media noche o en la madrugada. De igual modo, ustedes deben estar alerta,
36 pues yo podría venir de repente y encontrarlos durmiendo.
37 Lo que les digo a ustedes, se lo digo a todo el mundo: ¡Estén siempre alerta, vigilen todo el tiempo!
14 Un plan contra Jesús
1 Faltaban dos días para que se celebrara la fiesta de la Pascua. A esta fiesta también se le llamaba fiesta de los panes sin levadura. En esos días, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley buscaban la manera de engañar a Jesús, para poder arrestarlo y matarlo.
2 Decían entre ellos: Vamos a hacerlo, pero no durante la fiesta, no sea que la gente se alborote y se ponga en contra de nosotros.
Una mujer derrama perfume sobre Jesús
3 Jesús estaba en el pueblo de Betania, en casa de Simón, el que había tenido lepra. Mientras Jesús comía, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro. Se acercó a él, rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
4 Algunos de los que estaban allí se enojaron y dijeron: ¡Qué desperdicio tan grande!
5 Ese perfume se hubiera podido vender por trescientas monedas de plata, y con el dinero podríamos haber ayudado a muchos pobres. Y se pusieron a criticar a la mujer,
6 pero Jesús les dijo: ¡Déjenla tranquila! ¿Por qué la molestan? Ella hizo por mí algo bueno.
7 Cerca de ustedes siempre habrá gente pobre, y podrán ayudarla cuando lo deseen. Pero muy pronto ya no estaré con ustedes.
8 Esta mujer hizo lo único que podía hacer: derramó perfume sobre mi cabeza, sin saber que estaba preparando mi cuerpo para mi entierro.
9 Les aseguro que esto que ella hizo, se recordará en todos los lugares donde se anuncien las buenas noticias de Dios.
Judas traiciona a Jesús
10 Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, fue a ver a los sacerdotes principales y les prometió ayudarlos para arrestar a Jesús.
11 Ellos se alegraron al oír esto, y le ofrecieron dinero. Y desde ese momento, Judas buscaba una buena oportunidad para entregarles a Jesús.
Una cena inolvidable
12 En el primer día de la fiesta de los panes sin levadura se sacrificaba el cordero de la Pascua. Ese día, los discípulos le preguntaron a Jesús: —¿Dónde quieres que preparemos la cena de la Pascua?
13-14 Jesús les dijo a dos de ellos: —Vayan a Jerusalén; allí verán a un hombre que lleva un jarrón de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, y díganle al dueño de la casa: «El Maestro quiere saber dónde está la sala en la que va a comer con sus discípulos en la noche de la Pascua».
15 Él les mostrará una sala grande y arreglada en el piso de arriba. Preparen allí todo.
16 Los dos discípulos fueron a la ciudad y encontraron todo tal como Jesús les había dicho, y prepararon la cena de la Pascua.
17 Al anochecer, Jesús y los doce discípulos fueron al salón.
18 Mientras cenaban, Jesús dijo: —El que va a entregarme a mis enemigos, está aquí cenando conmigo.
19 Los discípulos se pusieron muy tristes, y cada uno le dijo: —No estarás acusándome a mí, ¿verdad?
20 Jesús respondió: —Es uno de ustedes, y ahora mismo está mojando su pan en el mismo plato que yo.
21 La Biblia dice claramente que yo, el Hijo del hombre, tengo que morir. Sin embargo, al que me traiciona va a pasarle algo muy terrible. ¡Más le valdría no haber nacido!
22 Mientras estaban comiendo, Jesús tomó un pan y dio gracias a Dios. Luego lo partió, lo dio a sus discípulos y les dijo: Tomen, esto es mi cuerpo.
23 Después tomó una copa llena de vino y dio gracias a Dios. Luego la pasó a los discípulos, y todos bebieron de ella.
24 Jesús les dijo: Esto es mi sangre, y con ella Dios hace un trato con todos ustedes. Esta sangre servirá para que muchos puedan ser salvos.
25 Será la última vez que yo beba este vino con ustedes. Pero cuando estemos juntos otra vez en el reino de Dios, entonces beberemos del vino nuevo.
Pedro promete no dejar a Jesús
26 Después cantaron un himno y se fueron al Monte de los Olivos,
27 y cuando llegaron, Jesús dijo a sus discípulos: —Todos ustedes van a perder su confianza en mí. Porque la Biblia dice: «Mataré a mi mejor amigo, y así mi pueblo se dispersará».
28 Pero después de que Dios me devuelva la vida, iré a Galilea antes que ustedes.
29 Entonces Pedro le dijo: —Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré.
30 Jesús le respondió: —Pedro, no estés muy seguro de eso; antes de que el gallo cante dos veces, tú habrás dicho tres veces que no me conoces.
31 Pero Pedro insistió: —Aunque tenga que morir, nunca diré que no te conozco. Los demás discípulos decían lo mismo.
Jesús ora con mucha tristeza
32 Jesús y sus discípulos fueron a un lugar llamado Getsemaní, y él les dijo: Quédense aquí mientras yo voy a orar.
33 Jesús invitó a Pedro, a Santiago y a Juan, para que lo acompañaran. Empezó a sentirse muy, pero muy triste,
34 y les dijo a los tres: Estoy muy triste, y siento que me voy a morir; quédense aquí y no se duerman.
35-36 Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló y oró a Dios: ¡Padre!, ¡papá!, si fuera posible, no me dejes sufrir. Para ti todo es posible. ¡Cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.
37 Jesús regresó a donde estaban los tres discípulos, y los encontró durmiendo. Entonces le dijo a Pedro: Simón, ¿te has quedado dormido? ¿No pudiste quedarte despierto ni una hora?
38 No se duerman; oren para que puedan resistir la prueba que se acerca. Ustedes quieren hacer lo bueno, pero no pueden hacerlo con sus propias fuerzas.
39 Jesús se apartó otra vez, y repitió la misma oración.
40 Cuando regresó a donde estaban los tres discípulos, otra vez los encontró dormidos, pues estaban muy cansados. Jesús los despertó, pero ellos no sabían qué decir.
41 Luego fue a orar por tercera vez, y cuando volvió les dijo: ¿Siguen descansando y durmiendo? ¡Levántense! Ya vienen los hombres malvados para arrestarme a mí, el Hijo del hombre.
42 Levántense y vengan conmigo, que allí viene el que me va a entregar.
Los enemigos apresan a Jesús
43 Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce discípulos. Con él venían muchos hombres armados con cuchillos y palos. Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes judíos los habían enviado.
44 Judas ya les había dicho: Al que yo bese, ése es Jesús. Arréstenlo y llévenselo bien atado.
45 Judas se acercó a Jesús y le dijo: ¡Maestro! Y lo besó.
46 Los hombres arrestaron a Jesús.
47 Pero uno de los que estaban allí sacó su espada, y le cortó una oreja al sirviente del jefe de los sacerdotes.
48 Luego Jesús preguntó a la gente: —¿Por qué han venido con cuchillos y palos, como si fuera yo un criminal?
49 Todos los días estuve enseñando en el templo, y allí nunca me apresaron. Pero todo esto debe suceder así, para que se cumpla lo que dice la Biblia.
50 En ese momento, todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron.
51 Uno de ellos era un joven que estaba cubierto sólo con una sábana. Cuando los soldados lo apresaron,
52 él dejó tirada la sábana y escapó desnudo.
El juicio contra Jesús
53-54 Pedro siguió a Jesús desde lejos, y llegó hasta el patio del palacio del jefe de los sacerdotes. Allí se sentó con los guardias junto al fuego, para calentarse. Mientras tanto, los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante el jefe de los sacerdotes. Allí estaban reunidos los sacerdotes principales, los líderes judíos y los maestros de la Ley.
55 Los sacerdotes principales y todos los miembros de la Junta Suprema buscaban a alguien que acusara a Jesús, para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraban.
56 Muchos vinieron con mentiras en contra de Jesús, pero se contradecían entre ellos.
57 Algunos se pusieron en pie y mintieron diciendo:
58 Nosotros oímos a Jesús decir que él iba a destruir este templo que nosotros hicimos. Él mismo dijo que en tres días iba a construir otro templo, sin la ayuda de nadie.
59 Pero ni en eso se ponían de acuerdo los que acusaban a Jesús.
60 Entonces el jefe de los sacerdotes se puso de pie y le preguntó a Jesús: —¿Oíste bien de qué te acusan? ¿Qué puedes decir para defenderte?
61 Pero Jesús no respondió nada, sino que se quedó callado. El jefe de los sacerdotes volvió a preguntarle: —¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios que todos adoran?
62 Jesús le respondió: —Así es. Y ustedes verán cuando yo, el Hijo del hombre, venga en las nubes del cielo con el poder y la autoridad que me da el Dios todopoderoso.
63-64 Al escuchar esto, el jefe de los sacerdotes se rasgó la ropa en demostración de enojo, y dijo: —¿Qué les parece? ¿Qué deciden? Dice que él es Dios. ¡Ya no necesitamos más pruebas! Y todos estuvieron de acuerdo en que Jesús debía morir.
65 Algunos empezaron a escupir a Jesús. Le tapaban los ojos, lo golpeaban y le decían: ¡Adivina quién te pegó! Luego, los soldados del templo se hicieron cargo de Jesús y lo recibieron a bofetadas.
Pedro niega que conoce a Jesús
66 Mientras pasaba todo esto, Pedro estaba en el patio del palacio. De pronto llegó una sirvienta del jefe de los sacerdotes,
67 y vio a Pedro calentándose junto al fuego; lo miró fijamente y le dijo: —Tú siempre estabas con Jesús, el hombre de Nazaret.
68 Pedro respondió: —Eso no es cierto; ¡no sé de qué me hablas! Y se fue a la entrada del patio. En ese momento el gallo cantó.
69 Un poco más tarde, la sirvienta volvió a ver a Pedro, y dijo a los que estaban allí: —Este hombre es uno de los seguidores de Jesús.
70 Pedro volvió a negarlo. Un poco más tarde, algunos de los que estaban por allí le dijeron a Pedro: —Estamos seguros de que tú eres uno de los seguidores de Jesús; tú también eres de la región de Galilea.
71 Pedro les contestó con más fuerza: —¡Ya les dije que no conozco a ese hombre! ¡Que Dios me castigue si no estoy diciendo la verdad!
72 En ese momento, el gallo cantó por segunda vez, y Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: Antes de que el gallo cante dos veces, tú habrás dicho tres veces que no me conoces. Y Pedro se puso a llorar con mucha tristeza.
15 Jesús y Pilato
1 Al amanecer, los sacerdotes principales, los líderes del país y los maestros de la Ley se reunieron con los miembros de la Junta Suprema. Terminada la reunión, ataron a Jesús, lo sacaron del palacio de Caifás y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador romano.
2 Pilato le preguntó a Jesús: —¿Eres en verdad el rey de los judíos? Jesús respondió: —Tú lo dices.
3 Los sacerdotes principales presentaban muchas acusaciones contra Jesús.
4 Por eso, Pilato volvió a preguntarle: —Mira, te acusan de muchas cosas. ¿No vas a defenderte?
5 Y como Jesús no le respondía, el gobernador se quedó asombrado.
¡Que lo claven en una cruz!
6 Durante la fiesta de la Pascua, Pilato tenía la costumbre de poner en libertad a alguno de los presos, el que el pueblo quisiera.
7 En ese tiempo estaba encarcelado un bandido muy famoso, que se llamaba Barrabás. Junto con otros había matado a alguien durante un gran pleito que se armó en contra del gobierno de Roma.
8 La gente fue a ver a Pilato y empezó a pedirle que dejara libre a un prisionero, como era su costumbre.
9-10 Y como Pilato sabía que los sacerdotes principales habían entregado a Jesús sólo por envidia, le preguntó a la gente: —¿Quieren que deje libre al rey de los judíos?
11 Pero los sacerdotes principales alborotaron a la gente para que pidiera la liberación de Barrabás.
12 Pilato volvió a preguntar: —¿Y qué quieren que haga con el hombre que ustedes llaman «el rey de los judíos»?
13 —¡Clávalo en una cruz!— contestaron a coro.
14 Pilato les preguntó: —Díganme, ¿qué mal ha hecho este hombre? Pero la multitud gritó con más fuerza: —¡Clávalo en una cruz!
15 Pilato quería quedar bien con la gente, así que dejó en libertad a Barrabás. Luego ordenó que azotaran a Jesús con un látigo y que lo clavaran en una cruz.
Todos se burlan de Jesús
16 Los soldados romanos llevaron a Jesús al patio del cuartel y llamaron al resto de la tropa.
17 Luego le pusieron a Jesús un manto de color rojo oscuro[x], y le colocaron en la cabeza una corona hecha con ramas de espinos.
18 Entonces comenzaron a burlarse de él, y gritaban: ¡Viva el rey de los judíos!
19 Lo golpeaban en la cabeza con una vara y lo escupían, y arrodillándose delante de él le hacían reverencias.
20 Cuando se cansaron de burlarse de él, le quitaron el manto rojo y le pusieron su propia ropa. Después se lo llevaron para clavarlo en la cruz.
21 Los soldados salieron con Jesús, y en el camino encontraron a un hombre llamado Simón, que era del pueblo de Cirene. Simón era padre de Alejandro y de Rufo; regresaba del campo y los soldados lo obligaron a cargar la cruz de Jesús.
22 Así llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que quiere decir La Calavera.
23 Allí le ofrecieron vino mezclado con mirra, para calmar sus dolores; pero Jesús no quiso beberlo.
24-28 Eran las nueve de la mañana cuando los soldados romanos clavaron a Jesús en la cruz. Luego hicieron un sorteo para ver quién de ellos se quedaría con su ropa. Además, colocaron un letrero para explicar por qué lo habían clavado en la cruz. El letrero decía: El Rey de los judíos. Junto a Jesús clavaron a dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
29 La gente que pasaba por allí insultaba a Jesús y se burlaba de él, haciéndole muecas y diciéndole: ¡Hey! Tú dijiste que podías destruir el templo y construirlo de nuevo en tres días.
30 ¡Si tienes tanto poder, sálvate a ti mismo! ¡Baja de la cruz!
31 También los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se burlaban de él, y se decían entre sí: Salvó a otros, pero no puede salvarse a sí mismo.
32 Dice que es el Mesías, el rey de Israel. ¡Pues que baje de la cruz y creeremos en él! Y también insultaban a Jesús los bandidos que habían sido clavados a su lado.
Jesús muere
33 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el cielo se puso oscuro.
34 A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani? Eso quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?
35 Algunos de los que estaban allí lo oyeron, y dijeron: Oigan, está llamando al profeta Elías.
36 Uno de ellos consiguió una esponja, la empapó con vinagre, la ató al extremo de un palo largo, y se la acercó a Jesús para que bebiera. Entonces dijo: Vamos a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.
37 Jesús lanzó un fuerte grito y murió.
38 En aquel momento, la cortina del templo se partió en dos pedazos de arriba abajo.
39 El oficial romano que estaba frente a Jesús lo vio morir, y dijo: —En verdad este hombre era el Hijo de Dios.
40 Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, Salomé y María, la madre de José y de Santiago el menor.
41 Ellas habían seguido y ayudado a Jesús en Galilea. Además, estaban allí muchas otras mujeres que habían acompañado a Jesús en su viaje a Jerusalén.
El entierro de Jesús
42 Ya era viernes por la tarde[y], y los judíos se estaban preparando para las celebraciones especiales del día sábado.
43 Un hombre llamado José, del pueblo de Arimatea, no tuvo miedo de pedirle a Pilato el cuerpo de Jesús. José era un miembro muy importante de la Junta Suprema. Además, él oraba para que el reinado de Dios empezara pronto.
44 Pilato se sorprendió mucho al oír que Jesús ya había muerto. Por eso, llamó al oficial romano para ver si era cierto, y para averiguar cuándo había sucedido.
45 Cuando el oficial regresó con el informe, Pilato dio permiso para que le entregaran a José el cuerpo de Jesús.
46 José compró entonces una sábana de tela muy fina y cara. Bajó a Jesús de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en una tumba. Hacía poco tiempo que José la había mandado construir en una gran roca. Luego tapó la entrada de la tumba con una piedra muy grande.
47 Mientras tanto, María Magdalena y María la madre de José, miraban dónde ponían el cuerpo de Jesús.
16 ¡Él está vivo!
1 Cuando terminó el descanso obligatorio de los judíos, María Magdalena, Salomé y María la madre de Santiago compraron perfumes para untárselos al cuerpo de Jesús.
2 Así que, el domingo en la mañana, cuando el sol apenas había salido, fueron a la tumba de Jesús.
3-4 Mientras caminaban, se decían unas a otras: ¿Quién quitará la piedra que tapa la entrada de la tumba? ¡Esa piedra es muy grande! Pero, al mirar la tumba, vieron que la piedra ya no tapaba la entrada.
5 Cuando entraron, vieron a un joven vestido con ropa blanca y larga, sentado al lado derecho de la tumba. Ellas se asustaron,
6 pero el joven les dijo: No se asusten. Ustedes están buscando a Jesús, el de Nazaret, el que murió en la cruz. No está aquí; ha resucitado. Vean el lugar donde habían puesto su cuerpo.
7 Y ahora, vayan y cuenten a sus discípulos y a Pedro que Jesús va a Galilea para llegar antes que ellos. Allí podrán verlo, tal como les dijo antes de morir.
8 Las mujeres, temblando de miedo, huyeron de la tumba. Pero no le dijeron nada a nadie porque estaban muy asustadas[z].
Jesús se le aparece a María Magdalena
9 El domingo muy temprano, después de que Jesús resucitó, se le apareció a María Magdalena. Tiempo atrás, Jesús había expulsado de ella a siete demonios.
10 Mientras los discípulos estaban tristes y llorando por la muerte de Jesús, llegó ella y les contó que Jesús estaba vivo.
11 Pero ellos no creyeron que Jesús estuviera vivo ni que María lo hubiera visto.
Jesús se les aparece a dos discípulos
12 Después Jesús se les apareció a dos discípulos que iban por el campo.
13 Estos dos discípulos fueron y les avisaron a los demás, pero tampoco les creyeron.
La misión de los discípulos
14 Luego, Jesús se les apareció a los once discípulos mientras ellos comían. Los reprendió por su falta de confianza y por su terquedad; ellos no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
15 Jesús les dijo: Vayan por todos los países del mundo y anuncien las buenas noticias a todo el mundo.
16 Los que crean en mí y se bauticen, serán salvos. Pero a los que no crean en mí, yo los voy a rechazar.
17 Los que confíen en mí y usen mi nombre podrán hacer cosas maravillosas: Podrán expulsar demonios; podrán hablar idiomas nuevos y extraños;
18 podrán agarrar serpientes o beber algo venenoso, y nada les pasará. Además, pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán.
Jesús sube al cielo
19 Cuando el Señor Jesús terminó de hablar con sus discípulos, Dios lo subió al cielo. Allí, Jesús se sentó en el lugar de honor, al lado derecho de Dios.
20 Y los discípulos, por su parte, salieron a anunciar por todas partes las buenas noticias del reino. El Señor Jesús los acompañaba y los ayudaba por medio de señales milagrosas, y así Dios demostraba que los discípulos predicaban el mensaje verdadero. Amén.
Otra manera de finalizar el libro de Marcos
9-10 Las tres mujeres fueron a ver a Pedro y a los otros discípulos, y les dieron un corto informe de lo que ellas habían oído. Después, Jesús envió a los discípulos a todos los países del mundo, para anunciar el mensaje especial de Dios, que durará para siempre.
Notas de Marcos
[a] Marcos 1:24 Hijo de Dios: lit. Santo de Dios. Esta expresión se basa en la relación especial de Jesús como Hijo de Dios. <<
[b] Marcos 1:40 Puedes sanarme: lit. puedes limpiarme. En tiempos de Jesús, las personas con enfermedades en la piel eran consideradas como impuras delante de Dios. A esas personas no se les dejaba vivir con los demás, pues todos tenían miedo de contagiarse de la enfermedad y quedar impuros también. Cuando Jesús sanó a este hombre, le dio la oportunidad de volver a vivir normalmente con los demás. <<
[c] Marcos 1:44 Según Levítico 14.2-32, la ofrenda consistía primero en dos aves, y una semana después debían llevarse dos corderos y una cordera. Además se presentaba harina y aceite. <<
[d] Marcos 2:4 Techo: Las casas en Palestina tenían techo plano. La escalera, construida a un lado de la casa, permitía un fácil acceso al techo, que estaba construido con vigas y tablones cubiertos con mezcla. <<
[e] Marcos 2:23 En esa época se permitía que los viajeros con hambre arrancaran trigo para comer. <<
[f] Marcos 3:6 Partidarios: Gente que en esa época seguía al rey Herodes el Grande y a su hijo Herodes Antipas. <<
[g] Marcos 3:7 Del otro lado del río Jordán… de Tiro y de Sidón: Los habitantes de estos lugares estaban fuera del territorio donde vivían los judíos. Por lo general, las personas que venían de esos lugares no eran judíos. <<
[h] Marcos 3:18 Patriota: El texto griego dice cananeo, palabra que viene del arameo y que significa celoso o patriota (véase Lucas 6.15). <<
[i] Marcos 3:20 La casa: Probablemente se trate de la casa de Pedro, en Cafarnaúm. <<
[j] Marcos 4:1 Sentarse: En la época de Jesús, los maestros acostumbraban sentarse para enseñar. <<
[k] Marcos 5:20 Decápolis: Este nombre significa diez ciudades. En efecto, aquella región estaba formada por diez pueblos; Gerasa era uno de ellos. <<
[l] Marcos 6:11 Sacúdanse el polvo de los pies: Para los judíos, sacudirse el polvo de los pies o de la ropa era una demostración de rechazo hacia los demás. De ese modo se hacía saber a la gente que era rechazada como parte del pueblo de Dios. <<
[m] Marcos 6:13 Aunque el aceite de oliva tiene poder curativo, en este texto y en Santiago 5.14 se usa como símbolo del poder milagroso de Dios para sanar a las personas. <<
[n] Marcos 7:1 No comen nada… bien. Otra traducción posible: No comen si primero no se han lavado bien. Además, tienen muchas otras costumbres, como lavar bien los vasos, los jarros y las ollas, y limpiar bien las camas. <<
[o] Marcos 7:1 Lavarse las manos: Los judíos tenían reglas estrictas en cuanto a cómo y cuándo lavarse las manos, especialmente si habían estado en contacto con otras personas. Tocar a un enfermo, o a alguien que no fuera judío (o aun tocar algo suyo) era suficiente para que a un judío no se le permitiera adorar a Dios en el templo. <<
[p] Marcos 7:11 Ofrecido a Dios: La palabra hebrea es corbán y quiere decir ofrenda. De acuerdo a las enseñanzas y costumbres de los judíos, nada de lo ofrecido a Dios podía usarse para ayudar a alguien, ni siquiera a los padres del que daba la ofrenda. <<
[q] Marcos 7:27 Echársela a los perros: Algunas veces los judíos llamaban perros a la gente que no era judía. <<
[r] Marcos 7:31 Decápolis: Véase nota en 5.20. <<
[s] Marcos 8:10 Dalmanuta: Este lugar es desconocido. <<
[t] Marcos 9:4 Elías y Moisés: Los judíos de la época de Jesús esperaban que al final de los tiempos, Elías y Moisés regresarían en persona, para estar con el pueblo de Dios. <<
[u] Marcos 10:37 En los tiempos de Jesús, los oficiales más importantes de un reino se sentaban a la izquierda y a la derecha del rey. <<
[v] Marcos 12:13 Partidarios del rey Herodes: Véase la nota en 3.6. <<
[w] Marcos 13:14 Donde no debe ser: Probablemente se refiere al Lugar Santo dentro del templo. Véase Mateo 24.15. <<
[x] Marcos 15:17 El rojo oscuro era el color de los mantos que usaban los reyes de la época de Jesús. <<
[y] Marcos 15:42 Los viernes a las seis de la tarde comienza el día de descanso de los judíos. <<
[z] Marcos 16:8 Existen tres formas de finalizar el Evangelio de Marcos. La primera y, quizá, la más original es la que finaliza en el capítulo 16 versículo 8 (16.8). Los más antiguos y mejores manuscritos apoyan este final. La segunda forma es la de 16.9-20. Pero este final usa un vocabulario y un estilo muy distintos a los que se usan en el resto del Evangelio de Marcos. Además los manuscritos sobre los que se basa este final son más tardíos y de menor calidad. La persona que escribió este final resumió varios relatos de las apariciones de Jesús que se encuentran en los Evangelios de Lucas y Juan. La tercera forma es la de Marcos 16.9-10, titulada Otra manera de finalizar el libro de Marcos. El estilo es diferente al resto del libro de Marcos, y muy pocos manuscritos la apoyan. <<
🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) NT 02: Evangelio Según Marcos
Reflexiones sobre el libro Marcos
El libro de Marcos es uno de los cuatro evangelios que forman parte del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Es el más breve y el más antiguo de los cuatro, y fue escrito alrededor del año 70 d.C. por un discípulo de Pedro llamado Juan Marcos.
El propósito de este evangelio es presentar a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios, y como el siervo sufriente que dio su vida por la salvación de la humanidad. Marcos narra la vida, el ministerio, los milagros y las enseñanzas de Jesús con un estilo vivo, directo y popular, lleno de detalles y expresiones arameas. Su evangelio está dirigido principalmente a los cristianos de origen pagano, por lo que explica las costumbres y las profecías judías que menciona.
El evangelio de Marcos se divide en dos partes principales: la primera (1:1-8:26) muestra el poder y la autoridad de Jesús sobre las enfermedades, los demonios, la naturaleza y la muerte; la segunda (8:27-16:20) revela el misterio de su pasión, muerte y resurrección. En ambas partes, Marcos enfatiza la importancia de seguir a Jesús en el camino de la cruz, como discípulos fieles y humildes.
El libro de Marcos es una buena noticia para todos los que quieren conocer a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que vino a servir y no a ser servido, y que entregó su vida como rescate por muchos.