Libro Números
Números es el cuarto libro del Antiguo Testamento y forma parte del Pentateuco, atribuido a Moisés. En esta sección, explorarás la historia del pueblo de Israel durante su peregrinación por el desierto, desde el Monte Sinaí hasta las llanuras de Moab.
Descubrirás cómo Dios ordenó a Moisés que contara a los israelitas y organizara las tribus para su viaje hacia la Tierra Prometida. Además, aprenderás sobre los desafíos que enfrentó el pueblo de Israel en el desierto, incluyendo la rebelión de Coré y la falta de fe en la promesa de Dios. También conocerás la historia de Balac y Balaam, y cómo Dios protegió a su pueblo de la maldición del rey de Moab.
Números es un libro fundamental para comprender la historia del pueblo de Israel y su relación con Dios durante su peregrinación por el desierto. En «Sagrada Escritura«, estamos comprometidos en brindarte una experiencia de aprendizaje enriquecedora y significativa, y esperamos que esta sección de Números te inspire y fortalezca tu fe. ¡Explora la Palabra Divina y descubre la riqueza espiritual que se encuentra en la historia del pueblo de Israel en el desierto!
1 EL CENSO Y LOS LEVITAS (1,1-4,49)
El ejército israelita
1 Los israelitas estaban en el desierto del Sinaí, cuando Dios habló con Moisés en el santuario. Habían pasado trece meses desde que ellos habían salido de Egipto. Dios le dijo a Moisés:
2 Haz una lista de todos los israelitas por tribus y familias. Así sabrás el número exacto y el nombre de todos
3 los varones mayores de veinte años capaces de ir a la guerra. Anótalos, según el grupo a que pertenezcan. Que te ayuden Aarón
4-16 y los jefes de familia que van a representar a cada tribu. Éstos son los jefes de familia que te deben ayudar: De la tribu de Rubén: Elisur hijo de Sedeúr. De la tribu de Simeón: Salumiel hijo de Surisadai. De la tribu de Judá: Nahasón hijo de Aminadab. De la tribu de Isacar: Natanael hijo de Suar. De la tribu de Zabulón: Eliab hijo de Helón. De la tribu de Efraín: Elisamá hijo de Amihud. De la tribu de Manasés: Gamaliel hijo de Pedasur. De la tribu de Benjamín: Abidán hijo de Guidoní. De la tribu de Dan: Ahiézer hijo de Amisadai. De la tribu de Aser: Paguiel hijo de Ocrán. De la tribu de Gad: Eliasaf hijo de Reuel. De la tribu de Neftalí: Ahirá hijo de Enán.
17-19 Un mes después todavía estaban en el desierto del Sinaí. Entonces Moisés y Aarón reunieron a todos estos jefes que Dios había elegido, y a los varones mayores de veinte años. El resto del pueblo también estaba allí. Entonces los contaron y los anotaron según la tribu de Israel a la que pertenecían. Lo hicieron tal y como Dios se lo había ordenado a Moisés.
20-46 Éste fue el número total de varones capaces de ir a la guerra: De la tribu de Rubén: cuarenta y seis mil quinientos. De la tribu de Simeón: cincuenta y nueve mil trescientos. De la tribu de Gad: cuarenta y cinco mil seiscientos cincuenta. De la tribu de Judá: setenta y cuatro mil seiscientos cincuenta. De la tribu de Isacar: cincuenta y cuatro mil cuatrocientos. De la tribu de Zabulón: cincuenta y siete mil cuatrocientos. De la tribu de Efraín: cuarenta mil quinientos. De la tribu de Manasés: treinta y dos mil doscientos. De la tribu de Benjamín: treinta y cinco mil cuatrocientos. De la tribu de Dan: sesenta y dos mil setecientos. De la tribu de Aser: cuarenta y un mil quinientos. De la tribu de Neftalí: cincuenta y tres mil cuatrocientos. El número total de soldados fue de seiscientos tres mil quinientos cincuenta.
Los descendientes de Leví
47 Los descendientes de Leví no fueron contados entre sus antepasados, como los otros,
48 porque Dios le había dicho a Moisés:
49 Cuando cuentes a los israelitas, no incluyas entre ellos a los descendientes de Leví.
50 Debes ponerlos al servicio del santuario, para que cuiden de todo lo que hay dentro de ese lugar santo. Se encargarán de transportar el santuario y todo lo que hay allí dentro, y también acamparán a su alrededor.
51 Además, los de la tribu de Leví desarmarán el santuario cuando el pueblo se ponga en marcha; cuando se detenga, lo armarán de nuevo. Toda persona que se acerque al santuario y no sea de la tribu de Leví, morirá.
52 Las otras once tribus de Israel acamparán al estilo militar: cada una en su propio campamento, y junto a su propia bandera.
53 Los de la tribu de Leví acamparán alrededor del santuario y lo cuidarán, para que Dios no se enoje con el pueblo.
54 Los israelitas hicieron todo lo que Dios le mandó a Moisés.
2 Distribución del campamento israelita
1 Dios les dijo a Moisés y a Aarón:
2 Los israelitas deberán acampar a cierta distancia, alrededor del santuario, cada uno con su propia bandera y con su escudo familiar.
Campamento del este
3-9 Al este del santuario la tribu de Judá. Su jefe militar es Nahasón hijo de Aminadab. Según la cuenta que se hizo, sus tropas suman setenta y cuatro mil seiscientos soldados. A la derecha de la tribu de Judá acampará la tribu de Isacar. Su jefe militar es Natanael hijo de Suar. Sus tropas suman cincuenta y cuatro mil cuatrocientos soldados. A la izquierda de Judá acampará la tribu de Zabulón. Su jefe militar es Eliab hijo de Helón. Sus tropas suman cincuenta y siete mil cuatrocientos soldados. Las tropas de estas tribus seguirán la bandera de Judá. Juntas suman ciento ochenta y seis mil cuatrocientos soldados. Todos ellos marcharán al frente del ejército israelita.
Campamento del sur
10-17 Al sur acampará la tribu de Rubén. Su jefe militar es Elisur hijo de Sedeúr. Según la cuenta que se hizo, sus tropas suman cuarenta y seis mil quinientos soldados. A la derecha de la tribu de Rubén acampará la tribu de Simeón. Su jefe militar es Selumiel hijo de Surisadai. Sus tropas suman cincuenta y nueve mil trescientos soldados. A la izquierda de Rubén acampará la tribu de Gad. Su jefe militar es Eliasaf hijo de Reuel. Sus tropas suman cuarenta y cinco mil seiscientos cincuenta soldados. Las tropas de estas tribus seguirán la bandera de Rubén. Juntas suman ciento cincuenta y un mil cuatrocientos cincuenta soldados. Todos ellos marcharán en segundo lugar. Detrás de ellos marcharán los descendientes de Leví con el santuario.
Campamento del oeste
18-24 Al oeste acampará la tribu de Efraín. Su jefe militar es Elisamá hijo de Amihud. Según la cuenta que se hizo, sus tropas suman cuarenta mil quinientos soldados. A la derecha de la tribu de Efraín acampará la tribu de Manasés. Su jefe militar es Gamaliel, hijo de Pedasur. Sus tropas suman treinta y dos mil doscientos soldados. A la izquierda de Efraín acampará la tribu de Benjamín. Su jefe militar es Abidán hijo de Guidoní. Sus tropas suman treinta y cinco mil cuatrocientos soldados. Las tropas de estas tribus seguirán la bandera de Efraín. Juntas suman ciento ocho mil cien soldados. Todos ellos marcharán en tercer lugar.
Campamento del norte
25-31 Al norte acampará la tribu de Dan. Su jefe militar es Ahiézer hijo de Amisadai. Según la cuenta que se hizo, sus tropas suman sesenta y dos mil setecientos soldados. A la derecha de la tribu de Dan acampará la tribu de Aser. Su jefe militar es Paguiel hijo de Ocrán. Sus tropas suman cuarenta y un mil quinientos soldados. A la izquierda de Dan acampará la tribu de Neftalí. Su jefe militar es Ahirá hijo de Enán. Sus tropas suman cincuenta y tres mil cuatrocientos soldados. Las tropas de estas tribus seguirán la bandera de Dan. Juntas suman ciento cincuenta y siete mil seiscientos soldados. Todos ellos marcharán en último lugar.
El ejército israelita
32 Cuando se contaron las familias israelitas, entre todas formaron un ejército de seiscientos tres mil quinientos cincuenta soldados.
33 Dios le había ordenado a Moisés que no incluyera a los descendientes de Leví.
34 Los israelitas obedecieron todo lo que Dios le había ordenado a Moisés. Cada uno acampó bajo su propia bandera, y marchó con su propia familia y su propia tribu.
3 El trabajo de los descendientes de Leví
1 Cuando Dios le habló a Moisés en el monte Sinaí, Aarón tenía cuatro hijos:
2 Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. Nadab era su hijo mayor.
3 Cada uno de los cuatro fue elegido y consagrado para ser sacerdote.
4 Pero sólo Eleazar e Itamar se ocuparon del sacerdocio, bajo el cuidado de su padre. Nadab y Abihú nunca tuvieron hijos. Dios les quitó la vida a ambos por haber prendido el incienso del santuario sin seguir cuidadosamente las instrucciones exactas que Dios había dado.
5 Dios le dijo a Moisés:
6-8 Llama a la tribu de Leví, para que se ponga al servicio del sacerdote Aarón y del pueblo. Cuidarán el santuario y todos los utensilios que hay en él.
9-10 De entre todo el pueblo de Israel, solamente Aarón y sus descendientes serán sacerdotes. Aparta al resto de los descendientes de Leví para que estén a su servicio. Cualquiera que tome el lugar de un sacerdote y no sea descendiente de Aarón morirá.
Los descendientes de Leví pertenecen a Dios
11 Dios le dijo a Moisés:
12-13 El día en que le quité la vida al primer hijo de cada familia egipcia, decidí que los israelitas debían entregarme todo primer hijo varón, tanto de personas como de animales. En lugar de sus hijos quiero que me consagren a los descendientes de Leví para que estén a mi servicio y me pertenezcan de manera especial. Yo soy el Dios de Israel.
Moisés hace una lista de los descendientes de Leví
14 Dios le dijo a Moisés en el desierto de Sinaí:
15 Haz una lista de todos los descendientes de Leví mayores de un mes, según la familia a la que pertenezcan.
16-21 Ésta es la lista que hizo Moisés siguiendo el orden de cada familia levita: Hijos de Leví: Guersón, Quehat yMerarí. Hijos de Guersón: Libní ySimí. Hijos de Quehat: Amram, Ishar, Hebrón yUziel. Hijos de Merarí: Mahli yMusí.
22-24 Los varones de la familia de Guersón, mayores de un mes, eran siete mil quinientos. El jefe de todas las familias de Guersón era Eliasaf hijo de Lael. Todos ellos acampaban al occidente, atrás del santuario,
25 y estaban a cargo del santuario y su toldo. Cuidaban la cubierta de piel del santuario, la cortina de la entrada,
26 las cortinas del patio de la entrada y las de la puerta del patio que rodeaba el santuario y el altar. Además eran responsables de las cuerdas que se usaban para las cortinas.
27-30 Las familias de Quehat eran las de Amram, Ishar, Hebrón y Uziel, y acampaban en el costado sur del santuario. Los varones mayores de un mes eran ocho mil seiscientos. Su jefe era Elisafán hijo de Uziel.
31 Los descendientes de Quehat tenían a su cargo el cofre del pacto, la mesa del pan consagrado a Dios, el candelabro, los altares, la cortina del Lugar Santísimo y todo lo que se usaba para el culto a Dios.
32 El jefe principal de todos los descendientes de Leví y de todos los que cuidaban el santuario era Eleazar, hijo del sacerdote Aarón.
33-35 Las familias de Merarí eran las de Mahli y Musí, y acampaban en el costado norte del santuario. Los varones mayores de un mes eran seis mil doscientos. Su jefe era Suriel hijo de Abihail.
36-37 Los descendientes de Merarí tenían a su cargo las tablas del santuario con sus barras de madera, postes, bases, los postes que rodeaban el patio, con sus bases, estacas y cuerdas, más todos los utensilios del santuario.
38 Moisés, Aarón y sus hijos acampaban en el costado este, frente al santuario. Ellos cuidaban el santuario y estaban al servicio del pueblo de Israel. Si alguien que no fuera sacerdote hacía lo que sólo un sacerdote puede hacer, era condenado a muerte.
39 Moisés y Aarón hicieron lo que Dios les había mandado. Contaron y anotaron a todos los varones de la tribu de Leví que eran mayores de un mes, según sus familias. En total fueron veintidós mil.
La tribu de Leví, propiedad especial de Dios
40 Dios le dijo a Moisés: Haz una lista de todos los varones de cada familia israelita que hayan sido los primeros en nacer y que sean mayores de un mes. Anota sus nombres,
41 y apártame a los descendientes de Leví a cambio de los primeros hijos varones del pueblo de Israel. Apártame también el ganado de la tribu de Leví en lugar de todos los animales que hayan nacido primero. Yo soy el Dios de Israel.
42 Tal como Dios se lo había mandado, Moisés contó en cada familia a todos los hijos varones que nacieron primero.
43 En total fueron veintidós mil doscientos setenta y tres.
44 Tiempo después Dios le dijo a Moisés:
45-48 Los descendientes de Leví me pertenecen y ocuparán el lugar de todos los primeros hijos varones de los israelitas. También el ganado de ellos me pertenece en lugar del ganado del pueblo. Como los primeros hijos varones de los israelitas son más numerosos que los descendientes de Leví, se podrá rescatar a los doscientos setenta y tres que hay de más. Para rescatarlos se pedirá a cada persona cinco monedas de plata, de once gramos cada una. Ésa es la cantidad aprobada para las ofrendas que se entregan en el santuario. Ese dinero les pertenece a Aarón y a sus descendientes. Yo soy el Dios de Israel.
49 Moisés tomó el pago por el rescate de los hijos mayores de los israelitas que había de más,
50 y recogió mil trescientas sesenta y cinco monedas de plata, según lo aprobado para las ofrendas del santuario.
51 Ese dinero se lo entregó a Aarón y a sus descendientes, tal como Dios se lo había ordenado.
4 Los clanes levitas
Grupo familiar de Quehat
1 Dios les dijo a Moisés y a Aarón:
2 Hagan una lista de los descendientes de Leví que pertenezcan al grupo familiar de Quehat, pero tomen en cuenta a qué familia pertenecen.
3 Incluyan a los que tengan entre treinta y cincuenta años de edad, y que puedan prestar servicio en el santuario.
4 El trabajo de los descendientes de Quehat en ese santo lugar, será el siguiente:
5 Cuando el pueblo levante el campamento para irse a otro lugar, Aarón y sus hijos vendrán y quitarán el velo del Lugar Santísimo, y con él cubrirán el cofre del pacto.
6 Encima le pondrán unas pieles finas, extenderán sobre ellas una tela azul, y luego le pondrán las barras de madera que se usan para transportar el cofre.
7 Sobre la mesa donde se ponen los panes consagrados a mí, extenderán una tela azul, y sobre ella pondrán los platos, las cucharas, las copas y las jarras para las ofrendas de vino. También pondrán el pan que se ofrece todos los días.
8 Encima de todo esto extenderán una tela roja, y lo cubrirán con pieles finas. Luego pondrán las barras que se usan para transportar el cofre.
9 Tomarán una tela azul, y con ella cubrirán el candelabro, las lámparas, las tenazas, los platillos y todos los vasos que se utilizan para el aceite.
10 Todo esto lo cubrirán con pieles finas, y lo pondrán sobre unas barras de madera para transportarlo.
11 Extenderán una tela azul sobre el altar de oro, lo cubrirán con pieles finas, y le pondrán unas barras para transportarlo.
12 Tomarán también todo lo que se usa en el santuario y lo pondrán en una tela azul, lo cubrirán con pieles finas y lo llevarán sobre unas barras de madera.
13 Limpiarán la ceniza del altar, y lo cubrirán con una tela de color rojo oscuro,
14 sobre él pondrán todo lo que se usa para el culto: los braseros, los tenedores, las palas y los tazones. Cubrirán todo esto con pieles finas y le pondrán unas barras de madera para transportarlo.
15 Cuando Aarón y sus hijos hayan terminado de envolver todo lo que se usa en el santuario y se pongan en camino, mandarás que los hijos de Quehat carguen con todo eso. Pero deberán tener cuidado de no tocar ningún objeto sagrado, pues si lo hacen morirán. Éste es el trabajo que harán los descendientes de Quehat en el santuario.
16 Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, se encargará del aceite para las lámparas, del incienso perfumado, la ofrenda que siempre me deben ofrecer, y del aceite que se usa para la consagración. También se encargará de cuidar el santuario con todos los objetos sagrados que se usan en él.
17 Dios les dijo a Moisés y a Aarón:
18 No dejen que la familia de Quehat desaparezca de entre los descendientes de Leví.
19 Para que la familia de Quehat no muera castigada por tocar los objetos sagrados, harán lo siguiente: Aarón y sus hijos les dirán a cada uno de ellos lo que deben hacer y llevar.
20 De esta manera ellos no entrarán a ver los objetos sagrados, y no morirán.
Grupo familiar de Guersón
21 Dios le dijo a Moisés:
22 Haz una lista de todos los que pertenezcan al grupo familiar de Guersón.
23 Incluye a los que tengan entre treinta y cincuenta años de edad, y que puedan prestar servicio en el santuario.
24 Éste será su trabajo:
25 Llevarán las cortinas del santuario, las pieles finas con que éste se cubre, la cortina de la entrada,
26 las cortinas del patio, la cortina de la entrada al patio que rodea el santuario y el altar, sus cuerdas y todo lo que se necesita para el culto.
27-28 Aarón y sus hijos les dirán a los descendientes de Guersón todo lo que tienen que hacer en el santuario, y todo lo que deben transportar. Itamar, hijo del sacerdote Aarón, será quien los dirija.
Grupo familiar de Merarí
29 Haz una lista de todos los que pertenezcan al grupo familiar de Merarí.
30 Incluye a los que tengan entre treinta y cincuenta años de edad, y que puedan prestar servicio en el santuario.
31 Su trabajo consistirá en transportar las tablas, las barras, los postes y las bases.
32 También llevarán los postes del patio que rodea el santuario, las bases, las estacas, las cuerdas y todo lo que se necesita para el culto. Tú debes decirle a cada uno exactamente lo que debe llevar.
33 Éste será el trabajo de todos los descendientes de Merarí, bajo la dirección de Itamar.
Moisés y Aarón obedecen
34-49 Moisés y Aarón hicieron lo que Dios les había mandado, y junto con los jefes del pueblo contaron y anotaron a todos los descendientes de Leví. Hicieron una lista de todas las familias descendientes de Quehat, de Guersón y de Merarí. Contaron a los que tenían entre treinta y cincuenta años de edad, y que podían prestar servicio en el santuario. Éste fue el resultado: De Quehat: dos mil setecientos cincuenta hombres. De Guersón: dos mil seiscientos treinta. De Merarí: tres mil doscientos. En total fueron ocho mil quinientos ochenta. De esta manera, Moisés le dijo a cada uno todo lo que tenía que hacer y llevar, tal como Dios se lo había mandado.
5 PRESCRIPCIONES DIVERSAS (5,1-6,27)
Reglas para el campamento
1 Dios le dijo a Moisés:
2-3 Diles a los israelitas que echen fuera del campamento a todo hombre o mujer que tenga estos problemas: alguna enfermedad sexual o de la piel, y a los que hayan tocado algún cadáver. De esa manera no contaminarán el campamento donde yo vivo.
4 Los israelitas obedecieron lo que Dios le había mandado a Moisés, y expulsaron del campamento a esas personas.
Otras reglas
5 Luego Dios le dijo a Moisés:
6 Diles a los israelitas que si alguien roba o daña las pertenencias de otra persona, me lo está haciendo a mí. Es un pecado,
7 y debe corregirse así: se le devolverá a la persona todo lo que se le haya quitado, más una quinta parte.
8 Si la persona que dañaron ya murió, y no le pueden devolver sus pertenencias a alguno de sus parientes, entonces se las darán a Dios y las podrá usar el sacerdote. Además, la persona que robó o dañó esas pertenencias deberá llevarle al sacerdote un carnero para que lo sacrifique, y así Dios le perdonará su pecado.
9-10 Todas estas ofrendas que la gente lleve a Dios, serán para los sacerdotes.
Reglas en relación con los celos
11 Dios le dio otra ley a Moisés, y le dijo:
12-13 Diles esto a los israelitas: puede ser que una mujer sea infiel a su esposo y tenga relaciones sexuales con otro hombre, sin que nadie se entere de lo que hizo, ni siquiera su esposo.
14 Pero también puede ser que el esposo sospeche de ella y se ponga celoso, y hasta puede suceder que alguno sospeche que su mujer lo engañó, aunque no sea cierto.
15 Cuando esto pase, el esposo llevará a su mujer ante el sacerdote, y le dará a Dios una ofrenda de dos kilos de harina de cebada. Como la ofrenda es de un esposo celoso que quiere descubrir si su esposa lo ha engañado, no se derramará aceite ni incienso sobre la harina.
16 El sacerdote le pedirá a la mujer que se acerque, y la presentará ante Dios.
17 Luego el sacerdote traerá agua consagrada a Dios y pondrá en ella un poco de tierra del santuario.
18 Luego, en señal de dolor, le soltará el pelo a la mujer, y la presentará ante Dios. El sacerdote le dará la ofrenda a la mujer mientras él sostiene en sus manos el agua amarga que hace daño a quienes han pecado.
19 Entonces el sacerdote la hará jurar y le dirá: «Si no has engañado a tu esposo ni has tenido relaciones con otro hombre, le pido a Dios que cuando bebas esta agua amarga no te pase nada malo.
20 Pero si le has sido infiel y lo has engañado con otro hombre,
21-22 le pido a Dios que te castigue de tal manera que, cuando tomes esta agua, el estómago se te hinche y no puedas tener hijos. Que esto les sirva de ejemplo a todos. Ése será tu castigo». Y la mujer contestará: «Amén, amén».
23 Entonces el sacerdote escribirá esta maldición y la borrará con el agua amarga.
24 Después le dará el agua amarga a la mujer para que la beba,
25 y la mujer le dará al sacerdote la ofrenda para que la ponga sobre el altar y la presente a Dios.
26 El sacerdote tomará de la ofrenda un puñado de cereal y lo quemará sobre el altar para que Dios se acuerde de quién presenta la ofrenda. Luego la mujer beberá el agua amarga,
27 y si ella engañó a su esposo, el agua la hará sentirse tan mal que el estómago se le hinchará y no podrá tener hijos. Esto servirá de ejemplo a toda la gente.
28 Pero si la mujer no engañó a su marido, no le pasará nada malo y podrá tener hijos.
29 Esto es lo que se debe hacer cuando una mujer engañe a su esposo con otro hombre. Si el esposo se pone celoso,
30 tenga o no razón, debe llevarla ante Dios, y el sacerdote hará todo lo que ya te he dicho.
31 El esposo no será castigado. Pero si la mujer hizo algo malo, será castigada.
6 Nazireato
Leyes para los nazireos
1 Dios le habló a Moisés y le dijo:
2 Diles a los israelitas que, cuando un hombre o una mujer prometa consagrarse a mí como nazireo[a],
3 no podrá beber bebidas alcohólicas. Tampoco podrá comer uvas ni pasas.
4 Mientras dure su promesa no podrá comer nada que provenga de la vid.
5 Durante todo ese tiempo, tampoco se cortará el cabello, pues eso indicará que es una persona que vive sólo para servirme.
6 Además, tampoco podrá acercarse a ningún cadáver,
7 aunque se trate de uno de sus padres o hermanos. Si lo hace, ya no tendrá la pureza que deben tener los que viven sólo para servirme.
8 Mientras dure su promesa, deberá mantenerse puro.
9 Si alguna persona muere a su lado, el nazireo volverá a quedar puro rapándose toda la cabeza una semana después.
10 Al octavo día llevará dos tórtolas o dos pichones de paloma, y se los dará al sacerdote a la entrada del santuario.
11-12 Para que yo, su Dios, perdone el pecado del nazireo, el sacerdote sacrificará primero una de las aves, quemándola completamente. Luego sacrificará la otra junto con el cordero de un año que el nazireo presentará. De esa manera, yo le perdonaré el haber tocado un cadáver, y el nazireo podrá dedicarse otra vez a mi servicio. Por haberse contaminado, ya no se le tomará en cuenta al nazireo todo el tiempo que estuvo a mi servicio. Por eso, el día que haga sus ofrendas, empezará a contar de nuevo el tiempo de su promesa.
13 Cuando el nazireo cumpla con el tiempo de servicio prometido, deberá pararse a la entrada del santuario
14 y presentarme las siguientes ofrendas: un cordero de un año que no tenga defectos, el cual presentará como una ofrenda que se quema por completo, una oveja de un año que no tenga ningún defecto, para perdón de su pecado, y por último, un carnero que no tenga ningún defecto, para que el nazireo vuelva a estar en paz conmigo.
15 Además, el nazireo debe llevar al santuario una canasta con panes y tortillas sin levadura, hechos con la mejor harina y amasados con aceite, y las demás ofrendas de cereal y de vino.
16-19 El sacerdote me presentará la canasta con los panes, los cereales y el vino. Luego el nazireo se rapará la cabeza a la entrada del santuario, y el sacerdote quemará el cabello junto con el animal que se sacrifica para hacer las paces conmigo. Después de esto, el sacerdote le dará al nazireo la espaldilla del carnero ya cocida, junto con un pan y una tortilla sin levadura.
20 Luego el sacerdote mecerá las costillas y el muslo del animal que se ofrecen en mi honor. Estas porciones son sagradas y se le dan sólo al sacerdote. Después de hacer todo esto, el nazireo podrá beber vino.
21 Esto es lo que debe hacer quien se haya consagrado a mi servicio como nazireo. Éstas son las ofrendas que debe presentarme, además de otras cosas que pueda y quiera ofrecerme. Lo que realmente importa es que cumpla con todo lo que ha prometido.
La bendición de los sacerdotes
22 Además Dios le dijo a Moisés:
23 Diles a Aarón y a sus hijos, que así deben bendecir a los israelitas:
24 «Que Dios te bendiga y siempre te cuide;
25 que Dios te mire con agrado y te muestre su bondad;
26 que Dios te mire con agrado y te llene de paz».
27 Cuando los sacerdotes pronuncien esta bendición, yo haré que se haga realidad.
7 OFRENDA DE LOS JEFES Y CONSAGRACIÓN DE LOS LEVITAS (7,1-8,26)
Ofrendas para la dedicación del santuario
1 Cuando Moisés ya había construido el santuario, lo roció con aceite para indicar que el santuario y todo lo que había en él estaba consagrado para adorar a Dios.
2 Los jefes de las tribus de Israel, que ayudaron a contar y anotar todo, le presentaron a Dios como ofrenda
3 seis carretas y doce bueyes. Cada jefe le dio un buey, y entre dos jefes le dieron una carreta. Todo esto se lo ofrecieron en el santuario.
4 Y Dios le dijo a Moisés:
5 Recibe las carretas y los bueyes, y dáselos a los descendientes de Leví. Diles que los usen en su trabajo en el santuario, según lo que cada uno tenga que hacer.
6 Moisés recibió las carretas y los bueyes, y se los dio a los descendientes de Leví,
7-8 para que hicieran su trabajo. A los que pertenecían al grupo familiar de Guersón les dio dos carretas y cuatro bueyes, y a los del grupo familiar de Merarí les dio cuatro carretas y ocho bueyes. Su jefe era Itamar, el hijo del sacerdote Aarón.
9 A los del grupo familiar de Quehat no les dio nada, porque su trabajo era llevar sobre los hombros los objetos sagrados.
Ofrenda de la dedicación
10 El día en que se consagró el altar, los jefes de las tribus trajeron ofrendas y las pusieron frente al altar.
11 Entonces Dios le dijo a Moisés: Haz que cada día un jefe distinto traiga su ofrenda para dedicar a Dios el altar.
12 El primer día trajo su ofrenda Najsón, hijo de Aminadab, de la tribu de Judá. 13 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 14 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 15 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 16 un macho cabrío para el sacrificio expiatorio; 17 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Najsón, hijo de Aminadab.
18 El segundo día trajo su ofrenda Natanel, hijo de Suar, jefe de Isacar. 19 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 20 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 21un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 22 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 23 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Natanel, hijo de Suar.
24 El tercer día trajo su ofrenda Eliab, hijo de Jalón, jefe de la tribu de Zabulón. 25 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 26 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 27 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 28 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 29 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Eliab, hijo de Jalón.
30 El cuarto día trajo su ofrenda Elisur, hijo de Sedeur, jefe de la tribu de Rubén. 31 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 32 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 33 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 34 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 35 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Elisur, hijo de Sedeur.
36 El quinto día trajo su ofrenda Salumiel, hijo de Surisaday, jefe de la tribu de Simeón. 37 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 38 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 39 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 40 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 41 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Salumiel, hijo de Surisaday.
42 El sexto día trajo su ofrenda Eliasaf, hijo de Regüel, jefe de la tribu de Gad. 43 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 44 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 45 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 46 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 47 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Eliasaf, hijo de Regüel.
48 El séptimo día trajo su ofrenda Elisamá, hijo de Amihud, jefe de la tribu de Efraín. 49 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 50 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 51 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 52 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 53 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Elisamá, hijo de Amihud.
54 El octavo día trajo su ofrenda Gamaliel, hijo de Fedasur, jefe de la tribu de Manasés. 55 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 56 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 57 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 58 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 59 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Gamaliel, hijo de Fedasur.
60 El noveno día trajo su ofrenda Abidán, hijo de Guideoní, de la tribu de Benjamín. 61 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 62 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 63 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 64 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 65 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Abidán, hijo de Guideoní.
66 El décimo día trajo su ofrenda Ajiézer, hijo de Amisaday, jefe de la tribu de Dan. 67 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 68 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 69 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 70 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 71 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Ajiézer, hijo de Amisaday.
72 El undécimo día trajo su ofrenda Paguiel, hijo de Ocrán, jefe de la tribu de Aser. 73 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 74 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 75 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 76 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 77 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Paguiel, hijo de Ocrán.
78 El duodécimo día trajo su ofrenda Ajirá, hijo de Enán, jefe de la tribu de Neftalí. 79 Su ofrenda fue: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, un acetre de plata de ochocientos cuarenta gramos, en siclos del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite, para la oblación; 80 una naveta de oro de ciento veinte gramos, llena de incienso; 81 un novillo, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; 82 un macho cabrío, para el sacrificio expiatorio; 83 y dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año, para el sacrificio de comunión. Esa fue la ofrenda de Ajirá, hijo de Enán.
84 Esa fue la ofrenda de los jefes israelitas en la dedicación del altar, el día en que fue ungido: doce fuentes de plata, doce acetres de plata y doce navetas de oro. 85 Cada fuente era de un kilo y medio de peso, y cada acetre de ochocientos cuarenta gramos. En total unos veintinueve kilos, en siclos del santuario. 86 Las navetas de oro eran doce, llenas de incienso. Cada naveta era de ciento veinte gramos, en siclos del santuario. Los gramos de oro de las navetas eran en total mil cuatrocientos cuarenta.
87 Total del ganado para el holocausto: doce novillos, doce carneros, doce corderos de un año, con sus oblaciones correspondientes; y doce machos cabríos para el sacrificio expiatorio. 88 Total del ganado para los sacrificios de comunión: veinticuatro novillos, sesenta carneros, sesenta machos cabríos y sesenta corderos de un año. Esas fueron las ofrendas por la dedicación del altar, cuando fue ungido.
89 Cuando Moisés entraba en la Tienda del Encuentro para hablar con Dios, oía la voz que le hablaba desde lo alto del propiciatorio que cubre el Arca del Testimonio, entre los dos querubines. Y desde allí le hablaba.
8 El candelabro de oro
1 Dios le dijo a Moisés:
2-3 Dile a Aarón que cuando encienda las siete lámparas, debe colocarlas sobre el candelabro de manera que alumbren hacia adelante. Y Aarón colocó el candelabro tal como Dios se lo había mandado por medio de Moisés.
4 El candelabro era de oro. De arriba abajo le habían dado forma de flor a golpes de martillo. Así le había dicho Dios a Moisés que lo hiciera.
Consagración de los descendientes de Leví
5 Luego Dios le dijo a Moisés:
6 Separa a los descendientes de Leví y purifícalos.
7 Derrama agua sobre ellos como símbolo de esa purificación, y luego mándales que se afeiten todo el cuerpo y laven su ropa. Así quedarán purificados.
8 Después deben tomar un toro y harina fina, amasada con aceite. Así presentarán su ofrenda de cereales, junto con el toro para el sacrificio por el perdón de los pecados.
9 Luego, haz que los descendientes de Leví y el resto del pueblo se acerquen al santuario.
10-18 Allí estarán Aarón y sus descendientes, como representantes del pueblo, y Aarón los consagrará a mi servicio de la siguiente manera: Los israelitas pondrán sus manos sobre la cabeza de los descendientes de Leví. Luego, ellos pondrán sus manos sobre la cabeza de los dos novillos. Uno de ellos lo sacrificarás como ofrenda por el pecado, y el otro lo quemarás completamente en mi honor. Así purificarás a los descendientes de Leví. Con esto, quedarán listos para servirme en el santuario. Los de la tribu de Leví serán míos, porque los israelitas me los entregarán en lugar de sus primeros hijos. Cuando maté al hijo mayor de cada familia egipcia, decidí que todos los primeros hijos de los israelitas serían míos, incluyendo a las primeras crías de sus animales. A cambio de todos ellos acepté a la tribu de Leví. Así que, separarás a los descendientes de Leví de entre los demás israelitas, para que vivan siempre a mi servicio.
19 Yo dejo a los descendientes de Leví en manos de Aarón y sus hijos, como si fueran una ofrenda de los israelitas, para que sirvan en el santuario. Ellos presentarán las ofrendas de los israelitas para que yo les perdone sus pecados. Así no les pasará nada malo a los que se acerquen demasiado al santuario.
20-22 Moisés y Aarón, y todos los israelitas, hicieron con los descendientes de Leví todo lo que Dios les había mandado. Los descendientes de Leví se purificaron, lavaron su ropa y luego Aarón mismo los presentó ante Dios como ofrenda. Después de eso, los descendientes de Leví empezaron a servir a Dios en el santuario, siempre bajo las órdenes de Aarón y sus descendientes.
Tiempo de servicio de los levitas
23 Dios le dijo a Moisés:
24-26 Los descendientes de Leví podrán iniciar su servicio en el santuario a los veinticinco años de edad, y dejarán de hacerlo a los cincuenta. A partir de esa edad podrán ayudar a los sacerdotes más jóvenes en el cuidado del santuario, pero no hacer otro tipo de trabajo.
9 LA PASCUA Y LA PARTIDA (9,1-10,36)
La fiesta de la Pascua
1 Había pasado un año desde que los israelitas habían salido de Egipto cuando Dios le habló a Moisés en el desierto del Sinaí. Dios le dijo:
2-3 Los israelitas deben celebrar la fiesta de la Pascua en la tarde del día catorce del mes de Abib[b], tal y como yo les enseñé.
4 Moisés mandó a los israelitas que celebraran la fiesta de la Pascua.
5 Y ellos la celebraron en el desierto de Sinaí ese día catorce al atardecer, tal y como Dios lo había mandado por medio de Moisés.
Casos particulares
6 Sin embargo, algunos israelitas habían tocado un cadáver, y la ley no les permitía estar en la fiesta ese día. Entonces fueron a ver a Moisés y a Aarón,
7 y les dijeron: —Nosotros tocamos un cadáver, y queremos saber si podemos presentar nuestra ofrenda a Dios como los demás israelitas.
8 Moisés les contestó: —Espérenme. Voy a preguntarle a Dios lo que deben hacer.
9 Y Dios le dijo a Moisés:
10 Diles a los israelitas que todos deben celebrar la fiesta de la Pascua. Si alguien ha tocado un cadáver, o está de viaje,
11-12 debe celebrar la fiesta en la tarde del día catorce del mes de Ziv[c]. Y la celebrará así: comerá el cordero con hierbas amargas y pan sin levadura. No le quebrará ningún hueso al cordero, ni guardará nada de comida para el otro día.
13 Pero la persona que sin razón alguna no celebre la fiesta de la Pascua ni presente su ofrenda en ese día, será castigada. No la dejarán vivir entre ustedes, sino que tendrán que eliminarla.
14 Si entre ustedes viven extranjeros, también ellos celebrarán la fiesta de la Pascua, tal y como a ustedes se les ha ordenado. La misma ley vale para todos.
Dios guía a su pueblo
15 El día que se armó el santuario del pacto, vino una nube y lo cubrió. Cuando cayó la noche, apareció sobre el santuario un fuego, pero al amanecer desapareció.
16 Y así sucedía siempre: durante el día lo cubría una nube, pero en la noche lo iluminaba una especie de fuego.
17-23 Dios les indicaba a los israelitas cuándo debían ponerse en marcha y cuándo debían acampar. Lo hacía de la siguiente manera: cuando la nube se elevaba y empezaba a moverse, los israelitas se levantaban y la seguían; cuando se detenía, también se detenían los israelitas. Plantaban su campamento y se quedaban allí todo el tiempo que la nube permanecía sobre el santuario. A veces la nube se detenía sólo una noche; a veces unos días, a veces un mes, y en ocasiones hasta un año. Cuando la nube se detenía mucho tiempo, los israelitas obedecían y no se movían de allí. No importaba si era de día o de noche, cuando la nube se movía, los israelitas la seguían; cuando se detenía, el pueblo también se detenía y se ocupaba del culto a Dios. Así era como Dios les daba órdenes a los israelitas por medio de Moisés, y ellos lo obedecían.
10 Las trompetas de plata
1 Dios le dijo a Moisés:
2-8 Toma un martillo y haz dos trompetas de plata, que sólo podrán tocar los sacerdotes descendientes de Aarón. Enséñale al pueblo que yo he dado esta orden: Cuando los sacerdotes toquen las dos trompetas, toda la gente se debe reunir delante de ti a la entrada del santuario. Un solo toque de trompeta significa que sólo deben reunirse contigo los jefes de las tribus. Las trompetas también te servirán para darle al pueblo la señal de ponerse en marcha. El toque de dos trompetas acompañado de fuertes gritos querrá decir que deben ponerse en marcha todos los que estén al este del campamento. A un nuevo toque de trompeta, se pondrán en marcha los que estén acampados en el sur. Ésta será una ley permanente para ustedes.
9 Cuando haya una guerra y ustedes tengan que salir a pelear, toquen las trompetas y griten con todas sus fuerzas. Entonces yo, su Dios, me acordaré de ustedes y los salvaré de sus enemigos.
10 Toquen también las trompetas cuando sean días de fiesta, a principio de mes y al presentarme ofrendas. Cuando lo hagan, yo me acordaré de ustedes.
Los israelitas se van del Sinaí
11 La nube que estaba sobre el santuario del pacto se levantó el día veinte del mes de Ziv[d], del segundo año.
12-13 Ese día, tal como Dios les había ordenado por medio de Moisés, los israelitas se levantaron y siguieron la nube desde el desierto de Sinaí hasta el desierto de Parán.
14-27 Las tribus de Israel, con sus respectivos jefes, marcharon en el siguiente orden: La tribu de Judá, con su jefe Nahasón; la tribu de Isacar, con su jefe Natanael; la tribu de Zabulón, con su jefe Eliab; la tribu de Rubén, con su jefe Elisur; la tribu de Simeón, con su jefe Selumiel; la tribu de Gad, con su jefe Eliasaf; la tribu de Efraín, con su jefe Elisamá; la tribu de Manasés, con su jefe Gamaliel; la tribu de Benjamín, con su jefe Guidoní; la tribu de Dan, con su jefe Ahiézer; la tribu de Aser, con su jefe Paguiel yla tribu de Neftalí, con su jefe Ahirá. Entre las tribus de Zabulón y de Rubén marchaban los descendientes de Guersón y Merarí. Ellos eran los encargados de desarmar el santuario y de transportarlo por el camino, pues eran los únicos que podían hacerlo. Entre las tribus de Gad y de Efraín marchaban los descendientes de Quehat. Ellos eran los encargados de llevar todos los utensilios del santuario. Como venían atrás, llegaban a donde iban a acampar y encontraban armado el santuario.
28 Siempre que los israelitas tenían que ponerse en marcha, iban en ese orden.
Moisés y Hobab
29 Moisés le dijo a su pariente Hobab hijo de Reuel, el madianita: —Nosotros vamos al territorio que Dios nos va a dar. Ven con nosotros. Te trataremos bien, como Dios ha prometido tratarnos.
30 Pero Hobab le contestó: —No, gracias. Prefiero regresar a la región en donde viven mis parientes.
31 Moisés le volvió a decir: —No nos dejes. Tú conoces bien el desierto y sabes dónde podemos acampar.
32 Si vienes con nosotros y nos guías, te daremos una parte de todo lo que Dios nos dé.
La partida
33 Salieron del monte Sinaí, y caminaron durante tres días. En todo ese tiempo, los israelitas iban con el cofre del pacto, buscando un lugar donde acampar.
34 Por las mañanas, cuando estaban por iniciar la marcha, la nube de Dios se ponía encima de ellos
35 y Moisés decía: ¡Dios mío, levántate! ¡Haz que tus enemigos huyan espantados! ¡Haz que los que te odian se alejen de nosotros!
36 Y cuando el cofre se detenía, Moisés decía: ¡Dios mío, no abandones a Israel, tu pueblo numeroso!
11 ETAPAS EN EL DESIERTO (11,1-14,45)
Los israelitas se quejan contra Dios
1 Los israelitas siempre se quejaban con Dios por los problemas que tenían. Cuando Dios oyó sus quejas, se enojó mucho y prendió un fuego alrededor del campamento.
2 La gente empezó a gritar y a pedirle ayuda a Moisés. Entonces Moisés rogó a Dios por ellos, y el fuego se apagó.
3 Por eso llamaron a ese lugar Taberá, que quiere decir incendio. Lo llamaron así para recordar que Dios se había enojado allí contra ellos.
4-9 Cada noche el maná y el rocío del campo caían juntos. El maná era pequeño como la semilla del cilantro, y amarillo como la resina. Por la mañana la gente salía al campo a recogerlo, luego lo molía, lo cocinaba y hacía panes con él. El maná tenía un sabor parecido al del pan de harina con aceite. Sin embargo, entre los israelitas había gente de otros pueblos que sólo se preocupaba por comer. Los israelitas se dejaron llevar por ellos, y empezaron a llorar y a decir: ¡Ojalá pudiéramos comer carne! ¿Se acuerdan del pescado que comíamos gratis en Egipto? ¡Y qué sabrosos eran los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos que allá comíamos! En cambio, ahora nos estamos muriendo de hambre, ¡y lo único que vemos es maná!
Intercesión de Moisés
10 Moisés se dio cuenta de que todos los israelitas lloraban a la entrada de sus tiendas, y se molestó porque sabía que esto haría enojar mucho a Dios.
11 Por eso le preguntó a Dios: —Yo soy tu servidor. ¿Por qué me tratas mal y me obligas a soportar a este pueblo?
12 ¡Yo no soy su padre ni su madre! ¡No tengo por qué cargar con ellos y llevarlos al territorio que tú les vas a dar!
13 Ellos vienen a mí llorando, y me piden carne. ¿De dónde voy a sacar tanta carne para que coma todo este pueblo?
14 Por mis propias fuerzas, yo solo no puedo llevar a este pueblo; ¡es demasiado trabajo para mí!
15 Si vas a seguir tratándome así, mejor quítame la vida. ¡Me harías un gran favor! ¡Ya tengo suficientes problemas con esta gente!
Los setenta ancianos y la efusión del espíritu
16 Dios le respondió a Moisés: —Reúne de entre el pueblo a setenta ancianos que sean líderes. Llévalos al santuario, y que esperen allí.
17 Yo bajaré entonces y te hablaré. Pondré en los ancianos una parte del espíritu que está en ti, para que te ayuden a dirigir al pueblo; así no tendrás que hacerlo todo.
18 Luego Dios le dijo a Moisés: —Dile al pueblo que mañana comerán carne, pero primero deben purificarse. Diles que ya escuché su llanto y sus quejas, y que andan diciendo: «¡Queremos comer carne! ¡Estábamos mejor en Egipto!». Yo les voy a dar carne.
19 Y no sólo un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte.
20 Voy a darles carne todo un mes, hasta que se cansen de comerla, ¡hasta que les dé asco y se les salga por las narices! Ése será su castigo por haberme rechazado y no reconocer mi presencia entre ustedes. Eso les pasará por haberse quejado y por decir: «¡Mejor nos hubiéramos quedado en Egipto!».
21 Y Moisés respondió: —Dios mío, ¿de dónde vas a sacar tanta carne para darles de comer todo un mes? Son como seiscientos mil hombres, sin contar a las mujeres.
22 Aun si matáramos todas las vacas y ovejas que traemos, o les diéramos todos los peces del mar, no habría bastante para todos.
23 Pero Dios le dijo a Moisés: —¿Tú crees que no puedo hacerlo? Pues ahora verás si cumplo o no con mi palabra.
24 Moisés fue a comunicarle al pueblo lo que Dios le había dicho. Luego reunió a setenta líderes y los puso alrededor del santuario.
25 Dios bajó en la nube y habló con Moisés; luego hizo lo que había prometido: puso en los líderes el espíritu que había en Moisés, y ellos empezaron a comunicar mensajes de parte de Dios. Esto sucedió una sola vez.
Eldad y Medad
26 Había dos hombres del grupo de los setenta, llamados Eldad y Medad, que se habían quedado en el campamento. Y aunque estaban allí, el espíritu también vino sobre ellos y empezaron a profetizar.
27 Un muchacho fue corriendo a contárselo a Moisés.
28 Josué, que desde joven era ayudante de Moisés, estaba allí. Al oír al muchacho, dijo: —Moisés, mi señor, ¡no los deje usted profetizar!
29 Pero él le respondió: —No seas celoso ni envidioso. Ya quisiera yo que todo el pueblo de Dios recibiera su espíritu y profetizara.
30 Después de eso, Moisés y los líderes regresaron al campamento.
Las codornices
31 Dios hizo que desde el mar soplara un viento muy fuerte. Ese viento trajo muchísimas codornices y las lanzó sobre el campamento de los israelitas. Eran tantas que se podía caminar todo un día por el campo y encontrarlas amontonadas a casi un metro de altura.
32 La gente se la pasó juntando codornices todo ese día, y toda la noche y el día siguiente. El que menos codornices juntó, hizo diez montones, y algunos hasta pusieron a secar codornices alrededor del campamento.
33 Todavía no acababa la gente de comer codornices cuando Dios se enojó contra ellos. Los castigó tan duramente que muchos murieron.
34 Por eso llamaron a ese lugar Quibrot-hataavá, nombre que significa tumbas del apetito, porque allí el pueblo enterró a los que sólo pensaban en comer.
35 De allí el pueblo se fue a Haserot, en donde se quedó por algún tiempo.
12 María y Aarón critican a su hermano Moisés
1 María y Aarón hablaban mal de su hermano Moisés porque se había casado con una mujer que no era hebrea sino etíope.
2 Y dijeron: ¿Acaso Dios le ha hablado sólo a Moisés? También nos ha hablado a nosotros. Dios oyó lo que habían dicho,
3 y se molestó al oírlo porque Moisés era la persona más humilde del mundo.
4 Entonces Dios llamó a Moisés, a Aarón y a María y les dijo: Vayan los tres al santuario. Cuando fueron los tres,
5 Dios bajó en la columna de nube y se puso a la entrada del santuario; llamó entonces a Aarón y a María, y cuando ellos se acercaron
6-8 les dijo: Óiganme bien. ¿Por qué se atreven a hablar mal de Moisés? Ustedes saben que cuando yo quiero decirles algo por medio de un profeta, le hablo a éste por medio de visiones y de sueños. Pero con Moisés, que es el más fiel de todos mis servidores, hablo cara a cara. A él le digo las cosas claramente, y dejo que me vea.
9 Y Dios se alejó de ellos porque estaba muy enojado.
10 Y resulta que cuando la nube se apartó del santuario, a María le dio lepra. ¡La piel se le puso blanca como la nieve! Cuando Aarón vio a María,
11 le dijo a Moisés: Perdónanos, por favor, y no nos castigues por este pecado. Lo que hicimos fue una tontería.
12 La piel de María está deshecha, como la de los bebés que mueren antes de nacer. ¡Por favor, pídele a Dios que no la deje así!
13 Entonces Moisés le pidió a Dios que sanara a María,
14 y Dios le contestó: —Si su padre le hubiera escupido en la cara, sería tal su vergüenza que ella tendría que quedarse siete días fuera del campamento. Pues bien, ése será su castigo.
15 Así que María estuvo fuera del campamento siete días, y en todo ese tiempo el campamento no se movió de su lugar.
16 Luego se fueron de Haserot, y no se detuvieron hasta llegar al desierto de Parán.
13 Desierto de Farán
Moisés envía espías a Canaán
1 Dios le dijo a Moisés:
2 Envía algunos hombres a Canaán para que exploren el territorio que les voy a dar. Que vaya un jefe de cada tribu.
3 Así que Moisés envió desde el desierto de Parán a doce jefes de los israelitas, tal como Dios se lo había mandado.
4 Los jefes enviados fueron: Samúa, de la tribu de Rubén
5 Safat, de la tribu de Simeón
6 Caleb, de la tribu de Judá
7 Igal, de la tribu de Isacar
8 Oseas, de la tribu de Efraín
9 Paltí, de la tribu de Benjamín
10 Gadiel, de la tribu de Zabulón
11 Gadí, de la tribu de Manasés
12 Amiel, de la tribu de Dan
13 Setur, de la tribu de Aser
14 Nahbí, de la tribu de Neftalí, y
15 Gueuel, de la tribu de Gad.
16-17 A Oseas hijo de Nun, Moisés le cambió el nombre y le puso Josué. Luego Moisés envió a los jefes israelitas a explorar el territorio de Canaán. Les dijo: Vayan por el desierto hasta llegar a las montañas.
18 Fíjense en el país y en la gente que allí vive, si es gente fuerte o débil, y si son muchos o pocos.
19-20 Fíjense también cómo han construido sus ciudades, y si son fuertes o frágiles como tiendas de campaña. Vean si su territorio tiene árboles, si es bueno y da muchos frutos, o si es malo y sin frutos. No sean miedosos, y traigan de allá algo de lo que la tierra produce.
Los espías recorren el territorio prometido
Comenzaba la cosecha de las primeras uvas
21 cuando los jefes israelitas fueron a explorar la región. Empezaron por el sur, por el desierto de Sin, y de allí se fueron hasta Rehob, que está cerca de Hamat.
22 Entraron por el desierto y llegaron hasta Hebrón. Esta ciudad había sido construida siete años antes que la ciudad egipcia de Soan. Los espías vieron que en Hebrón vivían Ahimán, Sesai y Talmai, que eran descendientes del gigante Anac.
23-24 Cuando llegaron a un arroyo, cortaron un racimo de uvas tan grande y pesado que tuvieron que cargarlo entre dos. Los otros llevaron granadas e higos. El racimo que allí cortaron los israelitas era tan grande que a ese arroyo le pusieron por nombre Escol, que significa racimo.
Los espías presentan su informe
25 Después de andar por el territorio durante cuarenta días, los espías regresaron
26 a Cadés, en el desierto de Parán. Allí les contaron a Moisés, a Aarón y a todos los israelitas lo que habían visto, y les mostraron los frutos que habían traído de ese territorio.
27 Y le dijeron a Moisés: —Fuimos al territorio adonde nos enviaste. Es un territorio muy fértil; ¡allí siempre habrá abundancia de alimentos! Mira, éstos son los frutos que se dan allá.
28 Lo malo es que la gente que vive allá es muy fuerte, y han hecho ciudades grandes y bien protegidas. ¡Hasta vimos a los descendientes del gigante Anac!
29 En el desierto viven los amalecitas, en las montañas viven los hititas, los jebuseos y los amorreos, y entre el mar y el río Jordán viven los cananeos.
30 La gente comenzó a murmurar, pero Caleb les ordenó callarse y les dijo: —¡Vamos a conquistar ese territorio! ¡Podemos hacerlo!
31-33 Pero los otros que habían ido con él empezaron a desanimar a los israelitas diciéndoles que el territorio era malo. —¡No lo hagan! —les decían—. ¡No podremos vencer a gente tan poderosa! ¡Los que viven allí son gigantes, como Anac! ¡Ante ellos nos veíamos tan pequeños como grillos! Además, es un lugar en donde no se puede vivir. Es tan malo que la gente se muere como si se los tragara la tierra.
14 Rebelión de Israel
Quejas de los israelitas contra Dios
1 Aquella noche todos los israelitas empezaron a gritar y a llorar.
2 Se quejaban contra Moisés y Aarón, y decían: ¡Ojalá nos hubiéramos muerto en Egipto, o en este desierto!
3 ¿Para qué nos trajo Dios a este territorio? ¿Sólo para que nos maten a todos, y se lleven como esclavos a nuestras mujeres e hijos? ¡Mejor regresemos a Egipto!
4 Y se decían unos a otros: ¡Vamos a elegir a un jefe que nos lleve de vuelta a Egipto!
5 Entonces Moisés y Aarón se tiraron de cara al suelo delante de los israelitas.
6 También se rasgaron la ropa en señal de dolor Josué y Caleb, que eran dos de los que habían ido a explorar el país.
7 Les dijeron a todos los israelitas: El territorio que vimos es bastante bueno;
8 allí siempre habrá abundancia de alimentos. Dios nos ama; nos ayudará a entrar en él y nos lo dará.
9 Lo importante es que no se rebelen contra Dios ni tengan miedo de la gente que vive en ese territorio. Será muy fácil vencerlos, porque ellos no tienen quién los cuide. Nosotros, en cambio, contamos con la ayuda de nuestro Dios. ¡No tengan miedo!
10 Pero la gente no les hizo caso; por el contrario, querían apedrearlos.
Dios castiga a los israelitas
Entonces Dios se apareció con toda su gloria en el santuario, delante de todos los israelitas,
11 y le dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo este pueblo seguirá creyendo que yo no soy importante ni tengo poder? Ya he hecho tantos milagros delante de ellos, ¿y todavía no creen en mí?
12 Les voy a enviar una enfermedad que acabe con ellos. Pero de ti haré un pueblo más grande y numeroso.
13-16 Pero Moisés contestó: —Si matas a este pueblo de una sola vez, lo van a saber los egipcios, que te vieron sacar de su país a los israelitas. Luego los egipcios se lo contarán a las otras naciones, y ellas van a decir: «Dios no pudo llevar a su pueblo al territorio que les prometió. Por eso los dejó morir en el desierto». Todos saben que tú cuidas a este pueblo. Saben que tu nube está sobre ellos y los guía, de día con una columna de nube y de noche con una columna de fuego; también saben que tu pueblo puede verte cara a cara.
17 Por eso te pido que muestres tu gran poder. Tú mismo has dicho
18 que tienes mucho amor y paciencia, y que por eso perdonas al pecador. Tú has dicho que castigas a los hijos, a los nietos y a los bisnietos, por la maldad de sus padres.
19 Dios mío, si desde Egipto has aguantado a este pueblo, y si realmente es tan grande tu amor, perdónale este pecado.
20 Dios le respondió a Moisés: —Está bien, si así lo quieres, voy a perdonarlos.
21-23 Yo soy Dios, y mi fama es conocida en toda la tierra. Una cosa te juro: Ninguno de los que vieron los milagros que hice en Egipto y en este desierto, verá el territorio que les prometí. Ellos hablaron mal de mí, me pusieron a prueba muchísimas veces, y no me obedecen.
24-25 Pero Caleb, mi servidor, no fue como los demás, sino que creyó en mi promesa. Por eso entrará junto con sus hijos en el territorio prometido, donde ahora viven los amalecitas y los cananeos. Ustedes, por su parte, irán mañana al desierto, en dirección al Mar de los Juncos.
26 Dios volvió a decirles a Moisés y a Aarón:
27 —Ya oí que los israelitas andan hablando mal de mí. ¿Hasta cuándo voy a soportar las quejas de este pueblo malvado?
28 Ya que andan diciendo que los he castigado, los voy a castigar. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que lo haré.
29 Todos los que tengan más de veinte años, y que hayan hablado mal de mí, morirán en este desierto.
30 Sólo Josué y Caleb entrarán en el territorio que les prometí, y nadie más.
31-32 Ustedes caerán muertos en este desierto, y allí quedarán tirados. Pero sus hijos, que ustedes pensaron que serían esclavos, sí entrarán en el territorio que ustedes despreciaron.
33 Como ustedes no confiaron en mí, sus hijos andarán por el desierto cuidando ovejas durante cuarenta años; tendrán que esperar hasta que todos ustedes hayan muerto en el desierto.
34-35 Para que aprendan lo terrible que es desobedecerme, los castigaré duramente. Les juro que lo haré. Ustedes exploraron el territorio durante cuarenta días, así que yo los castigaré un año por cada día. Cuarenta años andarán vagando por el desierto, hasta que se cansen y mueran.
36-37 Así fue como Dios castigó con la muerte a los que Moisés había enviado a explorar el territorio prometido, los cuales habían hecho que todos los israelitas se rebelaran contra Dios.
38 De los doce exploradores, sólo Josué y Caleb quedaron con vida.
39 Cuando Moisés les comunicó todo esto, los israelitas se pusieron muy tristes.
Derrota de los israelitas
40 Al día siguiente, los israelitas se levantaron muy temprano y se fueron a la parte más alta de un monte. Allí le dijeron a Moisés: —Aunque reconocemos nuestro pecado, de todos modos entraremos al territorio que Dios nos prometió.
41 Pero Moisés les contestó: —¿Por qué desobedecen a Dios?
42 No vayan a ese territorio, pues Dios no irá con ustedes y sus enemigos los van a derrotar.
43 Ustedes se apartaron de Dios, y por eso él los ha abandonado. Si van a ese territorio, sus habitantes les saldrán al encuentro y los matarán.
44 A pesar de esta advertencia, los israelitas subieron al monte, pero Moisés y el cofre del pacto se quedaron en el campamento.
45 Entonces los habitantes del país bajaron del monte y pelearon contra los israelitas. Los persiguieron hasta Hormá y los derrotaron por completo.
15 NORMAS SOBRE LOS SACRIFICIOS. PODERES DE SACERDOTES Y LEVITAS (15,1-19,22)
Ofrendas y sacrificios
1 Dios le ordenó a Moisés:
2 Diles esto a los israelitas: Cuando ya estén en el país que les voy a dar para que vivan en él, deben presentar sus ofrendas de la siguiente manera:
3 Podrán llevar como ofrenda animales de sus ganados o rebaños para sacrificarlos y quemarlos en mi honor; también podrán presentar ofrendas voluntarias, o para cumplir alguna promesa, o de las que se dan en las fiestas. Así es como me agradan las ofrendas.
4-5 Por cada cordero deben llevar un litro de vino y dos kilos de buena harina amasada con un litro de aceite de oliva.
6-7 Si sacrifican un carnero, deben llevar más de un litro de vino y cuatro kilos de harina amasada con más de un litro de aceite. Así es como me agradan las ofrendas.
8-10 Cuando quemen un toro en mi honor, o presenten una ofrenda para hacer la paz conmigo, o quieran cumplir con una promesa, deben llevar dos litros de vino y seis kilos de buena harina amasada con dos litros de aceite. Así es como me agradan las ofrendas.
11-16 De esta manera todos, incluso los extranjeros, me presentarán sus ofrendas, es decir, sus toros, carneros, corderos y cabritos. No hay diferencia. Esto será siempre así.
17 Luego Dios le ordenó a Moisés:
18 Diles a los israelitas que cuando lleguen al país que les voy a dar,
19 y empiecen a cosechar el trigo y a comérselo, deben separar una parte para mí.
20-21 Siempre deberán darme el primer trigo que limpien y el primer pan que horneen.
Las ofrendas para el perdón de los pecados
22-23 Si no hacen lo que desde el primer día les mandé por medio de Moisés, harán lo siguiente:
24-26 Si todo el pueblo me desobedeció, pero no era esa su intención, deben sacrificar un toro y quemarlo por completo. Deben ofrecérmelo con harina y vino. Además, ofrecerán un chivo como sacrificio para que les perdone su pecado. Así es como me agradan las ofrendas. El sacerdote presentará las ofrendas para que yo perdone a todo el pueblo de Israel y también a los extranjeros que vivan con ustedes.
27 Si sólo fue una persona la que sin querer desobedeció, entonces me ofrecerá una cabrita de un año.
28 El sacerdote hará la ceremonia y presentará la ofrenda de esa persona, y yo la perdonaré.
29 Ésta es una ley acerca de los que pecan sin querer, y vale tanto para los israelitas como para los extranjeros.
30-31 Pero si sabe lo que yo quiero y a propósito no lo hace, esa persona me ha ofendido y se le deberá eliminar de mi pueblo.
Desobediencia y castigo
32 Cuando los israelitas todavía vivían en el desierto, encontraron a un hombre juntando leña en sábado.
33 Entonces lo llevaron delante de Moisés y de Aarón y de todo el pueblo.
34 Como no sabían qué hacer con él, lo detuvieron esperando a que Dios les hablara.
35 Y Dios le ordenó a Moisés: Saquen a ese hombre del campamento, y que todos lo apedreen hasta matarlo.
36 Y así lo hicieron los israelitas.
Cordones en la ropa
37 Después Dios le ordenó a Moisés:
38 Diles a los israelitas que ellos y sus descendientes deben poner siempre, en el borde de su ropa, cordones de color violeta.
39 Así, cada vez que vean los cordones, recordarán que deben obedecer todo lo que les he mandado. De esa manera no me desobedecerán ni seguirán sus propios deseos, ni los pensamientos que los llevan a alejarse de mí.
40 Recordarán que deben hacer todo lo que les digo, y vivirán sólo para obedecerme.
41 Yo soy su Dios, que los saqué de Egipto para que fueran mi pueblo. Sólo a mí me deben obedecer.
16 La rebelión de Coré
1-2 Coré era un levita de la familia de Quehat, y su padre se llamaba Ishar. Coré tenía tres amigos de la tribu de Rubén: Datán y Abiram, que eran hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet. Ninguno de ellos quería que Moisés fuera su jefe, y a ellos se les unieron doscientos cincuenta jefes israelitas que eran consejeros de la gente y muy respetados por todos.
3 Coré y su grupo fueron a decirles a Moisés y a Aarón: —¡Ya estamos hartos de que ustedes se crean los jefes de todos nosotros! Dios está con todo el pueblo, y a todos nos ha elegido para servirle. ¿Por qué quieren hacerlo todo?
4 Cuando Moisés oyó esto, se tiró de cara al suelo,
5-7 y les dijo a Coré y a su grupo: —¡Ustedes, descendientes de Leví, son los que me tienen harto! Vengan mañana temprano con su brasero para quemar incienso y pónganlo delante de Dios. Entonces Dios elegirá a los que él quiera que le sirvan en el santuario, y sólo ellos podrán hacerlo.
8 Luego Moisés le dijo a Coré: —¡Escúchame, tú y los descendientes de Leví que están contigo!
9 ¿Les parece poco que Dios los haya elegido de entre todos los israelitas para que le sirvan en su santuario?
10 Dios los eligió a ustedes para que estén cerca de él. ¿Por qué ahora quieren ser también sacerdotes?
11 No se están quejando y rebelando contra Aarón sino contra Dios.
12 Luego Moisés mandó llamar a Datán y a Abiram, pero ellos le respondieron: No iremos.
13-14 Bastante daño nos has hecho con sacarnos de un país en donde siempre había abundancia de alimentos como lo era Egipto. Tú prometiste llevarnos a un territorio con muchos campos y muchas viñas, en donde siempre habría abundancia de alimentos. ¡Pero sólo nos trajiste a morir a un desierto donde no hay nada bueno! ¿Y aun así quieres que te obedezcamos y te sigamos? ¿Crees que estamos ciegos? ¡No queremos verte, ni hablarte!
15 Moisés se enojó muchísimo y le dijo a Dios: No aceptes sus ofrendas, Dios mío. Yo nunca les he hecho ningún daño, y ellos jamás me han dado nada. ¿Cómo pueden decir que me aprovecho de ellos?
16-17 Luego Moisés le recordó a Coré que debía venir al día siguiente con Aarón y los doscientos cincuenta descendientes de Leví, y traer sus braseros para quemar incienso delante de Dios.
Dios castiga a Coré y a sus compañeros
18-19 Al día siguiente, Coré reunió a todos sus compañeros frente al santuario para enfrentarse a Moisés y a Aarón. Cada uno llevaba su brasero encendido. Entonces Dios se presentó con toda su gloria delante del pueblo,
20 y les dijo a Moisés y a Aarón:
21 —¡Aléjense de esta gente, porque ahora mismo los voy a destruir a todos!
22 Moisés y Aarón se tiraron de cara al suelo, y le dijeron a Dios: —Dios mío, tú que nos das vida a todos, ¡no los mates! ¿Vas a destruirlos por culpa de un solo hombre?
23 Dios le respondió a Moisés:
24 —Diles a todos los israelitas que se alejen de las tiendas de campaña donde están Coré, Datán y Abiram.
25 Moisés se levantó y fue a donde estaban Datán y Abiram. Con él iban los ancianos que eran jefes del pueblo.
26 Y Moisés le dijo a todo el pueblo: Aléjense de las tiendas de esos malvados, y ni siquiera toquen lo que les pertenece. No sea que por su culpa mueran también ustedes.
27 El pueblo se alejó de Datán, Abiram y Coré, que estaban a la entrada de sus tiendas, con sus mujeres y sus hijos.
28 Entonces Moisés dijo: Ahora verán que yo sólo sigo órdenes de Dios, y no actúo por mi propia cuenta.
29 Si esta gente muere normalmente, como cualquiera de nosotros, entonces significa que yo hago las cosas por mi cuenta.
30 Pero si Dios hace algo extraordinario, y se abre la tierra y se los traga vivos, no habrá duda de que ellos se rebelaron contra Dios.
31 En cuanto Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió
32 y se tragó vivos a todos los que habían seguido a Coré, junto con sus familias y todas sus pertenencias.
33 Así fue como desapareció toda aquella gente.
34 Al ver esto, todo el pueblo salió corriendo y gritando: ¡Vámonos de aquí! ¡No sea que también a nosotros nos trague la tierra!
35 Enseguida, Dios envió un fuego, y los doscientos cincuenta descendientes de Leví murieron quemados.
36 Luego Dios le dijo a Moisés:
37-38 Dile a Eleazar que les quite los braseros a esos malvados y apague el fuego que todavía tienen. Yo he purificado ya los braseros con fuego, y ahora los descendientes de Aarón los usarán para mi servicio. Hagan láminas con el metal de los braseros, y cubran con ellas el altar. Así todos los israelitas tendrán presente lo que pasó y quedarán advertidos.
39-40 Eleazar hizo todo tal y como Dios se lo había ordenado a Moisés, y los israelitas quedaron advertidos de que nadie podía acercarse al altar para quemar incienso, a menos que fuera descendiente de Aarón. De lo contrario podría perder la vida como Coré y sus compañeros.
El pueblo vuelve a rebelarse
41-43 Al día siguiente, todo el pueblo se reunió y empezó a acusar a Moisés y a Aarón. Querían hacerles daño y les decían: ¡Por culpa de ustedes se está muriendo el pueblo de Dios! Entonces ellos dos entraron en el santuario, y la nube los cubrió. Allí Dios se presentó con toda su gloria,
44 y le dijo a Moisés:
45 Aléjense de esta gente, porque la voy a destruir ahora mismo. Moisés y Aarón se tiraron de cara al suelo,
46 y Moisés le dijo a Aarón: Dios está muy enojado, y está castigando a la gente. Así que toma el brasero, ponle carbones encendidos del altar, y échale incienso; ve luego a donde están los israelitas, y pídele a Dios que los perdone.
47 Aarón hizo lo que Moisés le dijo, y fue a donde estaba el pueblo. Al ver que Dios los estaba castigando, empezó a quemar incienso y a pedirle a Dios que los perdonara.
48 Aarón, por su parte, se paró entre la gente que ya estaba muerta y la que todavía estaba viva, y así detuvo el castigo de Dios.
49 Ese día murieron catorce mil setecientas personas, sin contar a las que habían muerto junto con Coré.
50 Cuando dejó de morir la gente, Aarón regresó al santuario para reunirse con Moisés.
17 Los incensarios de los partidarios de Coré
1 El Señor habló a Moisés:
2 «Di a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que retire los incensarios de entre las cenizas y esparza las brasas a distancia,
3 pues esos incensarios de pecado han sido consagrados a precio de la vida de esos hombres. Haced con ellos láminas de metal, para cubrir el altar, pues fueron presentados al Señor y quedaron así consagrados. Serán una señal para los hijos de Israel».
4 Tomó el sacerdote Eleazar los incensarios de bronce que habían presentado los que perecieron en el fuego y los laminó con destino al altar.
5 Sirven para avisar a los hijos de Israel que nadie que no sea de la estirpe de Aarón se acerque a ofrecer el incienso delante del Señor; no le ocurra lo que a Coré y a su cuadrilla, según se lo había anunciado el Señor por medio de Moisés.
Plaga e intercesión de Aarón
6 Al día siguiente, protestó toda la comunidad de los hijos de Israel contra Moisés y Aarón, diciendo: «Habéis matado al pueblo del Señor».
7 Como se amotinaba la comunidad contra Moisés y Aarón, estos se volvieron hacia la Tienda del Encuentro. Y vieron que la Nube la había cubierto y se había aparecido la gloria del Señor.
8 Moisés y Aarón se pusieron delante de la Tienda del Encuentro.
9 El Señor dijo a Moisés:
10 «Alejaos de esa comunidad, que voy a consumirlos en un instante». Pero ellos se postraron rostro en tierra.
11 Y dijo Moisés a Aarón: «Toma el incensario, ponle brasas de las que hay sobre el altar, echa incienso y vete de prisa a la comunidad a expiar por ella. Porque la Ira ha salido ya de la presencia del Señor y ha comenzado la plaga».
12 Aarón tomó el incensario como le había dicho Moisés y corrió a ponerse entre la gente; la plaga había comenzado ya en el pueblo. Echó el incienso e hizo la expiación por el pueblo.
13 Se plantó entre los muertos y los vivos, y la plaga se detuvo.
14 Los muertos por aquella plaga fueron catorce mil setecientos, sin contar los que murieron por el motín de Coré.
15 Luego Aarón se volvió a donde estaba Moisés, a la puerta de la Tienda del Encuentro: había cesado ya la plaga.
La vara de Aarón
16 El Señor habló a Moisés:
17 «Di a los hijos de Israel que te den una vara por cada familia: doce varas de todos los jefes de familias patriarcales. Y escribe el nombre de cada uno en su vara.
18 En la vara de Leví escribe el nombre de Aarón, pues ha de haber una sola rama por jefe de familia.
19 Las depositarás en la Tienda del Encuentro, delante del Testimonio, donde me suelo manifestar a ti.
20 Aquel cuya vara florezca, es el que yo elijo. Así dejarán de llegarme las murmuraciones de los hijos de Israel contra vosotros».
21 Moisés habló a los hijos de Israel y cada uno de los jefes le dio una vara, una por cada jefe de familia: doce varas. Entre ellas estaba también la vara de Aarón.
22 Moisés depositó las varas ante el Señor en la Tienda del Testimonio.
23 Al día siguiente, cuando Moisés entró en la Tienda del Testimonio, vio que había florecido la vara de Aarón, representante de la casa de Leví: le habían brotado yemas, había florecido y había producido almendras.
24 Moisés retiró todas las varas de la presencia del Señor, y las presentó a los hijos de Israel; las vieron y cada uno recogió su rama.
25 Entonces dijo el Señor a Moisés: «Vuelve a poner la vara de Aarón delante del Testimonio, para guardarla como señal contra los rebeldes: así acabarán las murmuraciones y no morirán».
26 Moisés lo hizo exactamente como le había mandado el Señor.
Función expiatoria del sacerdocio
27 Los hijos de Israel dijeron a Moisés: «¡Estamos perdidos! ¡Hemos perecido todos!, ¡hemos perecido!
28 Cualquiera que se acerque a la Morada del Señor, morirá. ¿Es que vamos a perecer todos hasta no quedar uno?».
18 El servicio de los sacerdotes//y los descendientes de Leví
1 Dios le dijo a Aarón: Cuando los israelitas cometan algún pecado contra el santuario, tú y tus descendientes, y los demás descendientes de Leví, pedirán perdón por ellos. Pero cuando tú y tus descendientes estén de servicio como sacerdotes y pequen, nadie podrá pedir perdón por ustedes, sino ustedes mismos.
2-7 Para el servicio en el santuario del pacto, tú y tus descendientes podrán pedir la ayuda de sus hermanos de la tribu de Leví. Yo mismo los elegí de entre todas las tribus de Israel, y ahora se los entrego a ustedes para que los ayuden en su servicio en el santuario. Ellos podrán ayudarlos, aunque no podrán tocar los objetos sagrados del santuario ni del altar. Si lo hacen, tanto ellos como ustedes morirán. Sólo ustedes podrán trabajar como sacerdotes en el altar y en el Lugar Santísimo. Sólo ustedes cuidarán del altar y de todos los objetos sagrados que hay en el santuario. Los demás descendientes de Leví podrán estar con ustedes, y ayudarlos en todo lo que hagan. Pero no permitirás que nadie más se acerque a ustedes. Cumplan con esto, y no volveré a enojarme con los israelitas, ni a castigarlos. Cualquiera que haga trabajos sacerdotales y no sea sacerdote, será condenado a muerte.
Las ofrendas para los sacerdotes
8 Además, Dios le dijo a Aarón: Tu trabajo sacerdotal consiste en presentarme las ofrendas de los israelitas. Todas esas ofrendas se las daré a ti y a tus descendientes, por el servicio que me prestan. Ésta será una ley permanente.
9 De las ofrendas que se queman, a ustedes les corresponden las ofrendas de cereales y las que traen los israelitas para pedir perdón por sus pecados.
10 Cualquier varón de ustedes podrá comer de estas ofrendas, sólo que deberá hacerlo en el santuario, porque se trata de ofrendas santas.
11 A ti y a tus descendientes, hombres y mujeres, les doy también todas las ofrendas especiales que me traen los israelitas. Podrá comer de ellas cualquier persona que haya cumplido con los requisitos para presentarse ante mí. Ésta será una ley permanente.
12-14 También les doy a ustedes los primeros frutos de las cosechas que los israelitas deben traerme cada año. Para ustedes será lo mejor de su aceite, de su vino y de su trigo. Podrá comerlos cualquiera de ustedes que haya cumplido con los requisitos para presentarse ante mí.
15 También serán para ustedes todos los primeros hijos de los israelitas y todas las primeras crías de sus animales, pero podrán darte a cambio una ofrenda por sus hijos y por los animales que esté prohibido comer o sacrificar.
16 En tales casos, esperarán a que sus primeros hijos cumplan un mes de nacidos. Entonces te darán cinco monedas de plata, de las que se usan en el santuario. Esas monedas pesan once gramos cada una.
17-18 Los animales que no pueden cambiarse por otra ofrenda son la vaca, la oveja y la cabra. Estos animales deben apartarse para mí. Tú podrás quedarte con la carne del pecho y del muslo derecho, pero derramarás su sangre alrededor del altar y quemarás su grasa. Así es como me agrada esta ofrenda.
19 Todas las ofrendas y sacrificios que los israelitas me ofrezcan, serán para ti y para tus descendientes, hombres y mujeres. Ésta será una ley permanente. Yo te doy mi palabra. Te la cumpliré a ti, y también a tus descendientes.
Las ofrendas para los descendientes de Leví
20-24 Dios le dijo a Aarón: En Israel, todas las tribus han recibido como herencia su propio territorio. Pero a los descendientes de Leví no les daré ningún territorio, pues yo seré su única herencia. Cuando los israelitas me entreguen la décima parte de sus productos, todo eso será para los descendientes de Leví, en pago por el servicio que prestan en el santuario. Ellos son los únicos que pueden acercarse al santuario. Si los israelitas se acercaran a él, morirían, pues ése es un pecado que se castiga con la muerte. Ésta será para ustedes una ley permanente.
25 Además, Dios le ordenó a Moisés:
26 Diles a los descendientes de Leví que cuando reciban la décima parte que deben entregarme los israelitas, también ellos deberán entregarme una décima parte de lo que reciban,
27 así como los israelitas me entregan la décima parte de su trigo y de su vino.
28 Esa ofrenda se la entregarán al sacerdote Aarón.
29 Y de todo lo que reciban, deben apartar siempre la mejor parte y dársela a Dios como ofrenda.
30-32 Cuando ya me hayan dado la mejor parte, lo demás será para ellos. Se lo podrán comer donde quieran, junto con su familia. Ése será su pago por servirme en el santuario. Diles que me obedezcan y no me ofendan usando mal las ofrendas que los israelitas apartan para mí. De lo contrario, morirán.
19 Reglas para la purificación
1 Dios les dijo a Moisés y a Aarón:
2 Díganles a los israelitas que esto es lo que yo ordeno: traigan una vaca de pelo rojo que no tenga ningún defecto, y a la que nunca hayan hecho trabajar en el campo.
3 Ustedes denle la vaca al sacerdote Eleazar para que la lleve fuera del campamento, y mátenla allí, delante de él.
4 Entonces Eleazar mojará un dedo en la sangre y rociará con ella siete veces la tienda del encuentro con Dios.
5 Luego quemarán toda la vaca delante de Eleazar: quemarán el cuero, la carne, la sangre y el estiércol.
6 El sacerdote tomará entonces ramas de cedro, hisopo y tela roja, y echará todo eso al fuego donde se está quemando la vaca.
7-8 Como el sacerdote se habrá contaminado, tendrá que lavar su ropa y bañarse, y no podrá entrar en el campamento hasta la tarde. Después de esa hora podrá regresar, y lo mismo hará el hombre que quemó la vaca.
9 Después de eso, alguien que no se haya contaminado recogerá la ceniza de la vaca y la pondrá en un lugar puro, fuera del campamento. El pueblo usará esta ceniza para preparar el agua con la que se lavarán y quitarán sus pecados.
10 El hombre que recogió las cenizas de la vaca también tendrá que lavar su ropa, y no podrá entrar en el campamento hasta la tarde. Ésta es una ley que siempre deberán obedecer los israelitas y los extranjeros que vivan con ustedes.
Reglas para presentarse ante Dios
11-22 Cuando alguien muera dentro de su tienda de campaña, se deberá hacer lo siguiente: Durante siete días, no podrán presentarse ante Dios las siguientes personas: Las que hayan tocado el cadáver. Las que hayan estado dentro de la tienda, en el momento en que esa persona moría. Las que hayan entrado en esa tienda. Además, todas las ollas destapadas o mal tapadas en esa tienda quedarán contaminadas. Tampoco podrán presentarse ante Dios las siguientes personas: Las que toquen una tumba. Las que toquen huesos de muerto. Las que toquen algún cadáver en el campo, ya sea que a esa persona la hayan matado o se haya muerto allí. Para poder presentarse ante Dios, todas estas personas tendrán que lavarse el tercer día y el séptimo, con el agua que tiene las cenizas de la vaca. Si no se lavan en esos dos días, no podrán presentarse ante Dios. Además, alguien que no haya tocado a ningún muerto tomará las cenizas de la vaca de pelo rojizo y las mezclará con agua de manantial. Tomará luego unas ramas de hisopo, las mojará en el agua con ceniza, y rociará la tienda, las vasijas, y a quienes hayan tocado algún cadáver, o huesos, o tumba. Pasados los siete días, todas estas personas deberán lavarse la ropa y bañarse, y esa noche podrán ya presentarse ante Dios. Si alguien toca algún cadáver y no es rociado con el agua que tiene las cenizas de la vaca de pelo rojizo, no podrá presentarse ante Dios. Tampoco podrá vivir entre los israelitas, porque contaminaría el santuario de Dios. Si alguien se acerca al santuario de Dios sin haberse lavado, contaminará el santuario y ya no podrá ser parte del pueblo de Israel. Si alguien toca a otra persona que haya tenido contacto con algún cadáver, no podrá presentarse ante Dios hasta el anochecer. Todo lo que toque quien haya tenido contacto con un cadáver, también quedará contaminado hasta el anochecer. La persona que rocíe el agua con las cenizas, o que toque esta agua, también deberá lavarse la ropa, y no podrá presentarse ante Dios hasta el anochecer. Ésta será una ley permanente.
20 Los israelitas protestan contra Dios
1 Era el mes de Abib[e] cuando el pueblo de Israel llegó a Cadés, en el desierto de Sin. Allí se quedaron por algún tiempo, y allí murió María y fue enterrada.
2 Como en ese lugar no había agua, el pueblo se reunió para hablar mal de Moisés y de Aarón.
3 A Moisés le reclamaban: ¡Mejor nos hubiéramos muerto cuando Dios castigó a nuestros parientes!
4-5 ¡Nos trajiste de Egipto, a nosotros y a nuestros ganados, tan sólo para hacernos morir en este desierto! ¿Para qué nos trajiste a este lugar tan horrible? ¡Aquí no podemos sembrar higos, ni viñas, ni granadas! ¡Ni siquiera tenemos agua para beber!
6 Moisés y Aarón se apartaron de la gente y se fueron al santuario. Allí, en la entrada, se inclinaron hasta tocar el suelo con la cara, y Dios se presentó con toda su gloria.
7 Le dijo a Moisés:
8 Toma tu vara, y pídele a tu hermano Aarón que te ayude a reunir a todo el pueblo. Luego, en presencia de todos, ordénale a la roca que les dé agua. Y sacarás agua de la roca, y beberá todo el pueblo y su ganado.
9 Moisés hizo lo que Dios le mandó, y tomó la vara que estaba en presencia de Dios.
10 Luego Moisés y Aarón reunieron delante de la roca a toda la gente, y Moisés les dijo: ¡Óiganme bien, rebeldes! ¿Acaso quieren que saquemos agua de esta roca para que ustedes beban?
11 Mientras decía esto, Moisés golpeó dos veces la roca con la vara, ¡y empezó a salir tanta agua que toda la gente y su ganado bebieron!
12 Pero Dios les dijo a Moisés y a Aarón: Ustedes no creyeron en mí, ni me honraron delante de los israelitas. Por eso, no entrarán con ellos al territorio que les voy a dar.
13 Esto sucedió en Meribá, que significa queja. Y es que allí los israelitas se quejaron contra Dios, y él les mostró que es un Dios santo.
El rey de Edom
14 Cuando el pueblo de Israel estaba en Cadés, Moisés envió al rey de Edom este mensaje: —Los israelitas somos parientes tuyos. Tú bien sabes que hemos tenido muchos problemas.
15 Hace mucho tiempo, nuestros familiares se fueron a vivir a Egipto. Pero los egipcios los trataron muy mal, lo mismo que a nosotros.
16 Entonces le pedimos ayuda a Dios, y él nos escuchó y mandó a un ángel para que nos sacara de Egipto. Y aquí nos tienes ahora. Estamos en la ciudad de Cadés, en la frontera misma de tu país.
17 Un favor te pedimos. Déjanos pasar por tu territorio. Te prometemos no pasar por los campos sembrados, ni por los viñedos, ni tomar agua de tus pozos. Seguiremos derecho, sin apartarnos del camino principal, hasta que hayamos salido de tu territorio.
18 Pero el rey de Edom les contestó: —¡Ni se atrevan a entrar en mi país! Si lo hacen, le ordenaré a mi ejército que los ataque.
19 Los israelitas insistieron: —Te prometemos no apartarnos del camino principal. Y en caso de que alguno de nosotros, o nuestro ganado, llegue a beber agua de tus pozos, te la pagaremos. Lo único que queremos es pasar por tu territorio. Pero el rey de Edom les respondió:
20 —¡Ya les dije que no los voy a dejar pasar! Y salió el rey con un ejército muy bien armado, y se plantó frente a los israelitas
21 para no dejarlos pasar por su territorio. Y no le quedó al pueblo de Israel más remedio que buscar otro camino.
Aarón muere en el monte Hor
22 Los israelitas salieron de Cadés y se fueron hacia el monte Hor,
23 a un lado del país de Edom. Estando allí, Dios les dijo a Moisés y a Aarón:
24 Aarón ya está por morirse, y no va a entrar en el país que les di a los israelitas, ya que en Meribá ustedes no confiaron en mí, sino que me desobedecieron.
25 Tú, Moisés, toma a Aarón y a su hijo Eleazar, y llévalos a la parte más alta del monte Hor.
26 Allí morirá Aarón. Cuando haya muerto, le quitarás su ropa de sacerdote y se la pondrás a Eleazar.
27 Y Moisés hizo lo que Dios le mandó. Todo el pueblo los vio subir al monte Hor.
28 Y cuando Aarón murió, Moisés le quitó su ropa de sacerdote y se la puso a su hijo Eleazar. Después de eso, Moisés y Eleazar bajaron del monte.
29 Cuando el pueblo se enteró de que Aarón había muerto, lloró por él durante treinta días.
21 Israel conquista y destruye Hormá
1 Había en el desierto del sur un rey cananeo que vivía en la ciudad de Arad. Cuando este rey supo que los israelitas venían por el camino de Atarim, los atacó y se llevó presos a algunos de ellos.
2 Entonces los israelitas oraron a Dios y le hicieron esta promesa: Si nos ayudas a vencer a ese rey y a su pueblo, nosotros destruiremos por completo todas sus ciudades.
3 Dios les concedió lo que pidieron, y los ayudó a vencer a sus enemigos. Así fue como los israelitas mataron a los cananeos y destruyeron todas sus ciudades. Por eso llamaron a ese lugar Hormá[f].
La serpiente de bronce
4 Del monte Hor los israelitas se fueron hacia el Mar de los Juncos, pero evitaron pasar por el territorio de Edom. En el camino, la gente se desesperó
5 y comenzó a protestar contra Dios. Le decían a Moisés: ¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Sólo para darnos muerte en el desierto? ¡No tenemos pan ni agua, y ya estamos cansados de esa comida tan desabrida!
6 Entonces Dios les mandó serpientes venenosas, para que los mordieran. La gente que era mordida se moría, y fueron muchos los que murieron.
7 Por eso fueron a decirle a Moisés: Reconocemos que no hemos hecho bien al protestar contra Dios y contra ti. ¡Por favor, pídele a Dios que se lleve de aquí las serpientes! Moisés le pidió a Dios que perdonara a los israelitas,
8 y Dios le contestó: Haz una serpiente de bronce y ponla en un asta. Si alguna serpiente los muerde, diles que miren a la serpiente de bronce y sanarán.
9 Y así sucedió. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Y cuando alguna serpiente mordía a alguien, esa persona miraba a la serpiente de bronce y así no le pasaba nada.
Los israelitas siguen su camino
10 Los israelitas siguieron su camino, y llegaron a Obot.
11 De allí se fueron al este del territorio de Moab y acamparon en un lugar llamado Iié-abarim, que está en el desierto.
12 Más tarde acamparon en el arroyo Zéred,
13 y de allí se fueron al otro lado del río Arnón. Ese río separa el territorio de Moab del territorio de los amorreos, y está en pleno desierto.
14 Acerca de esto, en el Libro de las Guerras de Dios hay un texto que dice: Viajamos por Vaheb, en el territorio de Sufá, y por los arroyos del río Arnón.
15 También bordeamos los arroyos que llegan hasta el territorio de Ar y que están en la frontera de Moab.
16 Del río Arnón, los israelitas se fueron a un lugar llamado Pozo. Allí está el pozo donde, por órdenes de Dios, Moisés reunió a los israelitas y les dio a beber agua.
17 Ese día los israelitas cantaron: ¡Que brote agua del pozo! ¡Nosotros le cantaremos canciones!
18 Ese pozo lo hicieron los príncipes, con sus varas y sus bastones. Cuando se fueron del desierto, los israelitas pasaron por Mataná,
19 Nahaliel, Bamot
20 y por el valle que está en el territorio de Moab. Finalmente, llegaron a la cumbre del monte Pisgá, desde donde se ve el desierto.
Los israelitas vencen al rey Sihón
21 Los israelitas le enviaron este mensaje a Sihón, que era rey de los amorreos:
22 Por favor, déjenos usted pasar por su territorio. Le prometemos no meternos en sus campos sembrados ni en sus viñedos, ni beber agua de sus pozos. Nos mantendremos en el camino principal hasta salir de su país.
23 Pero el rey Sihón, en vez de darles permiso de cruzar su país, reunió a su ejército y atacó a los israelitas en el desierto, cerca del pueblo llamado Jahas.
24-25 Pero los israelitas lo vencieron y se adueñaron de todo el país. Así fue como los israelitas se quedaron a vivir en todas las ciudades amorreas, es decir, en Hesbón y en todas las ciudades que hay entre el río Arnón y el río Jaboc. En este río empieza el país de los amonitas, que está bien vigilado por su ejército.
26 En Hesbón vivía el rey Sihón, que había estado en guerra con el anterior rey de Moab y le había quitado todo ese territorio, hasta el río Arnón.
27 Como dice la canción: ¡Reconstruyan y arreglen Hesbón, la ciudad capital del rey Sihón!
28 Desde Hesbón salió un fuego y quemó todo el territorio; desde Ar, en el territorio de Moab, hasta las alturas del Arnón.
29 ¡Pobre de ti, Moab! ¡Qué mal te fue, pueblo del dios Quemós! Ese dios dejó que el rey Sihón se llevara presos a tus hijos y también a tus hijas.
30 Todo Hesbón quedó destruido; de Dibón a Nófah, todo quedó en ruinas. ¡Hasta Medebá llegó el fuego!
31 Así fue como los israelitas se quedaron a vivir en el territorio de los amorreos.
Israel vence al rey de Basán
32 Moisés envió espías a la ciudad de Jazer. Y los israelitas conquistaron esa ciudad y todos los pueblos cercanos, y echaron fuera a todos los amorreos que allí vivían.
33 Después se fueron al territorio de Basán, pero el rey Og fue a Edrei con todo su ejército para pelear contra ellos.
34 Entonces Dios le dijo a Moisés: No le tengas miedo a Og. Con mi ayuda, lo vas a vencer a él y a todo su ejército. Pero quiero que hagas con él lo mismo que hiciste con Sihón, el rey amorreo.
35 Así fue como los israelitas mataron a Og, a su ejército y a toda su gente, y se quedaron a vivir en su país.
22 La historia de Balac y Balaam
1 Los israelitas continuaron su viaje y pusieron su campamento en el valle de Moab, que está al este del río Jordán, frente a Jericó.
2-4 Balac hijo de Sipor, era el rey de Moab. Cuando Balac supo todo lo que los israelitas les habían hecho a los amorreos, él y todo el pueblo de Moab se llenaron de miedo, pues los israelitas eran muchísimos. Entonces, la gente de Moab mandó a llamar a los jefes madianitas, y les dijeron: Los israelitas van a acabar con todo lo que tenemos, como las vacas acaban con el pasto del campo.
5 En aquel tiempo, Balaam hijo de Beor vivía con su familia en Petor, ciudad que estaba junto al río Éufrates. Balac envió a los jefes de su país con este mensaje para Balaam: Un pueblo enorme que huyó de Egipto ha acampado frente a nuestro territorio,
6 y es demasiado poderoso para nosotros. ¿Podrías venir para echarles una maldición? Yo sé que cuando tú bendices a alguien, le va bien, y que cuando lo maldices, le va mal en todo. Por favor, ven y maldice al pueblo de Israel. Tal vez yo pueda vencerlo y expulsarlo de este territorio.
7 Los líderes de Moab y de Madián le llevaron el mensaje a Balaam. También le llevaron dinero para que maldijera a los israelitas.
8 Y Balaam les dijo: Quédense aquí esta noche. Mañana les diré lo que Dios quiere que yo haga. Así lo hicieron.
9 Esa noche Dios se le apareció a Balaam y le preguntó: —¿Quiénes son esos hombres que están contigo?
10 Balaam contestó: —Vienen de Moab; son mensajeros del rey Balac.
11 El rey los ha mandado aquí para que yo eche una maldición sobre un pueblo que se escapó de Egipto. Puesto que acamparon frente al territorio de Moab, el rey quiere expulsarlos de allá.
12 Entonces Dios le ordenó a Balaam: —No vayas con esos hombres, ni le eches la maldición a ese pueblo, pues yo haré que le vaya bien en todo.
13 Al día siguiente, Balaam se levantó y les dio a aquellos hombres el mensaje que Dios le había dado: Regresen a su país, porque Dios no me deja ir con ustedes.
14 Los jefes de Moab regresaron y le dijeron a Balac que Balaam no había querido venir con ellos.
15 Entonces Balac envió a un grupo grande de los jefes más importantes de Moab.
16 Cuando llegaron a donde estaba Balaam, le dieron el mensaje del rey: Ven de inmediato; no te resistas.
17 Si maldices a ese pueblo, te pagaré todo el dinero que quieras y te haré muy importante.
18 Pero a pesar de eso, Balaam dijo: Aunque Balac me ofrezca su palacio repleto de oro y de plata, no haré lo que me pide. ¡No puedo desobedecer al Dios de Israel!
19 Quédense aquí esta noche, y veremos qué me pide hacer Dios.
20 Esa noche Dios le dijo a Balaam: Si esos hombres quieren que vayas con ellos, ve; pero sólo harás lo que yo te diga.
21 Balaam se levantó muy temprano, ensilló su burra y se fue con los jefes de Moab.
22 Pero Dios se enojó mucho con Balaam por haberse ido con ellos. Por eso, el ángel de Dios se puso en medio del camino para no dejarlo pasar. Balaam iba montado en su burra, y sus dos ayudantes iban con él.
23 Cuando la burra vio al ángel de Dios, parado en el camino y listo para atacar a Balaam con una espada, se salió del camino. Sin pensarlo más, Balaam le pegó a la burra para que regresara al camino.
24 Entonces el ángel de Dios se puso en un camino muy angosto, en medio de los muros de piedra de dos viñedos.
25 Cuando la burra vio al ángel, se hizo a un lado y le aplastó a Balaam el pie contra el muro. Entonces Balaam volvió a pegarle.
26 Luego el ángel se adelantó y se plantó en un lugar tan angosto que nadie podía moverse ni a un lado ni al otro.
27 Cuando la burra vio al ángel, se echó al suelo y ya no quiso dar ni un paso más. Balaam se enojó muchísimo y golpeó a la burra con un palo.
28 En ese momento, Dios hizo que la burra hablara y le dijera a Balaam: —¿Qué te he hecho? ¿Por qué me golpeaste tres veces? Balaam respondió:
29 —¡Te burlaste de mí! ¡Si tuviera una espada en la mano, te mataría ahora mismo!
30 La burra replicó: —¡Yo soy tu burra! ¡Toda la vida te he llevado por todos lados, y nunca te he tratado mal, como hoy lo has hecho conmigo! —Tienes razón— contestó Balaam.
31 En ese mismo instante, Dios permitió que Balaam viera al ángel, parado en el camino y listo para atacarlo con su espada. Balaam, entonces, se arrodilló hasta tocar el suelo con su frente,
32 y el ángel de Dios le dijo: —¿Por qué golpeaste a tu burra tres veces? Yo fui quien te cerró el camino, porque no me parece que debas ir a Moab.
33 Si tu burra no me hubiera visto ni se hubiera parado tres veces, ya te habría matado, y a ella la habría dejado con vida.
34 Balaam respondió: —Perdóneme, Señor. Me he portado muy mal. Yo no sabía que usted intentaba detenerme en el camino. Si usted no quiere que vaya a Moab, ahora mismo regresaré a mi casa.
35 Y el ángel de Dios le contestó: —Ve con ellos, pero sólo vas a decir lo que yo te diga. Balaam se fue entonces con los jefes que había enviado Balac.
36 Cuando Balac supo que Balaam se acercaba, salió a recibirlo a un pueblo en la frontera norte del país.
37 Allí Balac le dijo a Balaam: —¿Por qué no viniste cuando te llamé? ¿Creíste que no te daría lo que te ofrecí?
38 Y Balaam contestó: —Aquí me tienes, pero sólo diré lo que Dios me ordene.
39 Y Balaam fue con Balac a Quiriat-husot.
40 Allí Balac presentó bueyes y ovejas como ofrenda a Dios, e hizo un banquete para Balaam y los mensajeros.
41 Al otro día, Balac llevó a Balaam a Bamot-baal. Desde allí se podía ver parte del campamento de los israelitas.
23 Balaam bendice a los israelitas
1 Entonces Balaam le dijo a Balac: Levanta aquí siete altares para que yo presente siete toros y siete carneros como ofrenda a Dios.
2 Balac hizo lo que Balaam le pidió. Luego los dos mataron a los toros y a los carneros, y colocaron un toro y un carnero en cada altar.
3 Entonces Balaam le dijo a Balac: Quédate aquí. Yo debo esperar a que Dios venga y me diga lo que debo hacer. Balaam se fue a un lugar alto y solitario.
4 Mientras él estaba allí, Dios se le apareció. Entonces Balaam le dijo: —He presentado como ofrenda en tu honor siete toros y siete carneros en siete altares que mandé a construir.
5 Dios, entonces, le dio a Balaam este mensaje: —Regresa a donde está Balac y repite el mensaje que te he dado.
6 Balaam regresó a donde estaban los altares y se encontró con Balac y todos los jefes de Moab.
7 Allí Balaam se puso a cantar: Balac, rey de Moab, me trajo de los cerros de Arabia, para maldecir a los israelitas y para condenarlos.
8 Pero no puedo oponerme a lo que Dios me dijo: «No maldigas a mi pueblo ni lo condenes».
9 Desde lo más alto de las montañas contemplo a ese pueblo especial. Sí, desde las alturas contemplo a ese pueblo obediente.
10 ¡Los israelitas son gente buena! No hay quien pueda contarlos. ¡Los israelitas son gente de paz! ¡Ojalá llegue a ser como ellos!
11 Al oír esto, Balac se quejó con Balaam: —¿Qué te pasa? ¡Te traje para que maldigas a mis enemigos, y has hecho todo lo contrario! Pero Balaam contestó:
12 —Yo sólo puedo decir lo que Dios me manda.
Segunda bendición de Balaam
13 Entonces Balac le dijo: —Ven conmigo, te llevaré a otro lugar. Quizá te animes a maldecir a ese pueblo si sólo ves a un grupo pequeño.
14 Balac lo llevó al campo de Sofim, a la parte más alta del monte Pisgá. Allí construyó siete altares, y en cada uno de ellos sacrificó un toro y un carnero.
15 Luego Balaam le dijo a Balac: Espérame aquí, junto a los altares, mientras yo voy a encontrarme con Dios.
16 Dios se le apareció a Balaam, y le dio este mensaje: Regresa a donde está Balac, y repite el mensaje que te he dado.
17 Balaam regresó y encontró a Balac y a los jefes de Moab junto a los altares. Entonces Balac le preguntó: —¿Qué te dijo Dios?
18 Y Balaam se puso a cantar: Balac hijo de Sipor, ¡levántate y óyeme bien!
19 ¡Dios no es como nosotros! No dice mentira alguna ni cambia de parecer. Dios cumple lo que promete.
20 Dios me ordenó bendecir a su pueblo. Él así lo mandó, y no puedo evitarlo.
21 Dios es el rey de Israel. Él vive en medio de su pueblo. Dios no les desea el mal ni quiere causarles daño.
22 Con una fuerza mayor que la del búfalo, Dios liberó de Egipto a su pueblo.
23 No hay brujería que funcione contra el pueblo de Dios. ¡Miren todo lo bueno que Dios ha hecho por él!
24 Es como una manada de leones, lista para atacar a su presa. Israel no descansará hasta ver vencido a su enemigo.
25 Entonces Balac le dijo a Balaam: —¡Si no puedes maldecir a este pueblo, por lo menos no le desees que le vaya bien!
26 Pero Balaam le respondió: —¡Ya te dije que no puedo desobedecer a Dios!
Tercera bendición de Balaam
27 Balac le volvió a decir: —Ven. Te voy a llevar a otro lado. A lo mejor desde allí Dios te permite maldecir a los israelitas.
28 Y Balac llevó a Balaam a la parte más alta del monte Peor. Desde allí se puede ver todo el desierto.
29 Balaam le dijo a Balac: —Construye siete altares para ofrecerle a Dios siete toros y siete carneros.
30 Cuando Balac terminó de construir los altares, Balaam presentó como ofrenda un toro y un carnero en cada altar.
24
1 Como Balaam ya sabía lo que Dios quería, no hizo nada para que se le apareciera. Más bien se quedó mirando hacia el desierto.
2 Y cuando vio a todo el pueblo de Israel en sus tiendas de campaña, el espíritu de Dios tomó control de él,
3 y Balaam se puso a cantar: Soy Balaam hijo de Beor, y sé muy bien lo que Dios quiere. ¡Escuchen mi mensaje!
4 Hablo en nombre de Dios, el Todopoderoso. Yo sé lo que él quiere, pues estuve frente a él.
5 ¡Qué bonitas tiendas de campaña tienen ustedes, los israelitas! ¡Qué hermoso es tu campamento, pueblo de Israel!
6 Pareces una fila de palmeras; un jardín a orillas de un río. Eres como flores que Dios plantó; como árboles junto al manantial.
7 Tú y tus descendientes serán como huerta junto al agua. Tu rey será más poderoso que Agag, y tu reino, más grande y más famoso.
8 Dios te sacó de Egipto, Israel. Te sacó con una fuerza increíble, como la fuerza del búfalo. Ahora, destruirás a tus enemigos, los herirás con flechas y les romperás los huesos.
9 Como un león que descansa después de atacar. Así eres tú, Israel. ¡Nadie se atreverá a molestarte! A los que te hagan bien, bien les irá. Pero a los que te hagan mal, mal les irá.
10 Al oír esto, Balac cerró el puño y con furia golpeó la palma de su otra mano. Y le dijo a Balaam: —Te mandé llamar para que maldijeras a mis enemigos, y ya van tres veces que los bendices.
11 ¡Vete ahora mismo a tu casa! Yo había prometido hacerte rico, pero Dios no te lo ha permitido; ¡no te daré nada!
12 Balaam le respondió: —Yo les advertí a tus mensajeros que,
13 aunque me dieras tu palacio repleto de oro y plata, no podría desobedecer a Dios. ¡Sólo puedo decir lo que él me manda!
14 Ya me voy, pero antes te voy a anunciar lo que el pueblo de Israel le hará a tu pueblo en el futuro.
15 Yo soy Balaam hijo de Beor, y ésta es mi canción: He escuchado este mensaje con claridad;
16 sí, he escuchado la palabra de Dios. Mi conocimiento viene del Dios altísimo, y mi visión la he recibido del Dios todopoderoso.
17 Lo que Dios me mostró no ha sucedido; todavía está en el futuro. Se levantará en Israel un rey que brillará como una estrella. Derrotará al pueblo de Moab; destruirá a los que han hecho del desierto su hogar.
18 Conquistará al país de Edom y vencerá a todos sus enemigos.
19 Del pueblo de Jacob saldrá un conquistador. Él destruirá hasta los pocos que queden en las ciudades.
20 Dicho esto, Balaam miró hacia donde estaba el pueblo de Amalec y se puso a cantar: Amalec era nación poderosa; más poderosa que todas. Pero pronto será destruida.
21 Luego miró Balaam hacia donde estaban los quenitas, y cantó lo siguiente: Descendientes de Caín, sus casas son muy fuertes y sus refugios como una roca.
22 Pero al fin, todo será destruido y los asirios los harán esclavos.
23 Para terminar, Balaam volvió a cantar: ¡Pobres de los que estén vivos cuando Dios haga todo esto.
24 Vendrán los barcos de Chipre y destruirán a todas las ciudades de Asiria y de Éber!
25 Luego Balaam regresó a su casa, y Balac se fue a su país.
25 Los israelitas adoran a Baal-peor
1 Cuando estaban en Sitim, los israelitas tuvieron relaciones sexuales prohibidas con las mujeres moabitas.
2 Ellas los invitaron a sus fiestas. Allí comieron juntos y adoraron a los dioses de los moabitas.
3 Fue así como el pueblo de Israel adoró al dios Baal-peor. Entonces Dios se enojó muchísimo,
4 y le dijo a Moisés: Toma presos a todos los jefes del pueblo, y cuélgalos en postes como ofrenda en mi honor. Hazlo a plena luz del día; sólo así me calmaré y ya no estaré enojado contra el pueblo de Israel.
5 Enseguida Moisés fue a ver a los jueces de Israel, y les dio esta orden: Cada uno de ustedes debe matar a los miembros de su tribu que hayan adorado a Baal-peor. Y así lo hicieron.
6 Pero mientras Moisés y los israelitas lloraban a la entrada del santuario, vieron que un israelita metía en su tienda de campaña a una mujer madianita.
7 Entonces Finees, el hijo de Eleazar y nieto de Aarón, tomó su lanza,
8 fue a la tienda de ese israelita, y atravesó con su lanza al israelita y a la madianita. Así se detuvo el castigo de Dios contra Israel.
9 Sin embargo, para ese entonces ya habían muerto veinticuatro mil israelitas.
Promesa de Dios a favor de Finees
10 Dios le dijo a Moisés:
11 Finees es como yo: no permite que se adore a otros dioses en lugar mío. Por eso logró que yo calmara mi furia y que dejara de castigar a los israelitas.
12-13 Él demostró que me quiere, y logró que yo perdonara a los israelitas; por esa razón, hoy hago un trato especial con él y con sus descendientes: ellos serán siempre mis sacerdotes.
14 El nombre del israelita muerto era Zimrí, hijo de Salú y jefe de una familia de la tribu de Simeón.
15-19 La madianita que murió se llamaba Cozbí. Era hija de Sur, el jefe de una familia importante de Madián. Por eso, después de la plaga, Dios le dijo a Moisés que atacara a los madianitas y los venciera, pues ellos eran en realidad los responsables de que los israelitas adoraran al dios Baal-peor.
26 El nuevo censo
1 Dios habló con Moisés y con Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, y les mandó lo siguiente:
2 Vean cuántos varones israelitas hay, que tengan más de veinte años de edad. Quiero que anoten en una lista los nombres de los que puedan ir a la guerra. Esa lista debe hacerse de acuerdo a la familia a la que pertenezcan.
3 Cuando estaban en el territorio de Moab, junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó, Moisés y Eleazar les ordenaron a los israelitas
4 que hicieran todo tal y como Dios les mandó. Éstos son los que salieron de Egipto y fueron anotados en la lista:
5 Los hijos de Rubén, hijo mayor de Jacob, fueron: Henoc, Falú,
6 Hesrón yCarmí.
7 De todas las familias de Rubén se contaron cuarenta y tres mil setecientos treinta hombres.
8 Falú tuvo un hijo: Eliab.
9 Eliab tuvo tres hijos: Nemuel, Datán yAbiram. Datán y Abiram eran parte del grupo de Coré, que se rebeló contra Dios y contra Moisés y Aarón.
10 Por esa razón, la tierra se abrió y se los tragó. Era un grupo de doscientas cincuenta personas. Todas ellas murieron quemadas, y así el pueblo vio cómo Dios castiga a los que no lo obedecen.
11 Sólo los hijos de Coré permanecieron vivos.
12 Los grupos familiares que descendían de Simeón fueron: Nemuel, Jamín, Jaquín,
13 Zérah ySaúl.
14 De sus familias se contaron veintidós mil doscientos hombres.
15 Los grupos familiares que descendían de Gad fueron: Sefón, Haguí, Suní,
16 Ozní, Erí,
17 Arod yArelí.
18 De sus familias se contaron cuarenta mil quinientos hombres.
19-20 Los grupos familiares que descendían de Judá fueron: Er, Onán, Selá, Fares yZérah. Er y Onán murieron en el territorio de Canaán, y por eso no fueron contados.
21 Fares tuvo dos hijos: Hesrón yHamul.
22 De todas las familias de Judá se contaron setenta y seis mil quinientos hombres.
23 Los grupos familiares que descendían de Isacar fueron: Tolá, Puvá,
24 Jasub ySimrón.
25 De todas sus familias se contaron sesenta y cuatro mil trescientos hombres.
26 Los grupos familiares que descendían de Zabulón fueron: Séred, Elón yJahleel.
27 De todas sus familias se contaron sesenta mil quinientos hombres.
28 Los grupos familiares que descendían de José fueron: Manasés yEfraín.
29 Manasés tuvo un hijo: Maquir. Maquir tuvo un hijo: Galaad.
30 Los grupos familiares de Galaad fueron seis: Iéser, Hélec,
31 Asriel, Siquem,
32 Semidá yHéfer.
33 Héfer tuvo un hijo: Selofhad. Selofhad no tuvo hijos, sino hijas: Mahlá, Noá, Hoglá, Milcá yTirsá.
34 De todas las familias de Manasés se contaron cincuenta y dos mil setecientos hombres.
35 Los grupos familiares que descendían de Efraín fueron: Sutélah, Béquer yTahán.
36 Los descendientes de Sutélah formaron el grupo familiar de Erán.
37 De todas las familias de Efraín se contaron treinta y dos mil quinientos hombres. Éstos y los de la tribu de Manasés fueron los descendientes de José.
38 Los grupos familiares que descendían de Benjamín fueron: Bela, Asbel, Ahiram,
39 Sufam yHufam.
40 Bela tuvo dos hijos: Ard yNaamán.
41 De todas las familias de Benjamín se contaron cuarenta y cinco mil seiscientos hombres.
42-43 Dan tuvo un hijo, y de sus descendientes se formó un grupo familiar: Suham. De este grupo familiar se contaron sesenta y cuatro mil cuatrocientos hombres.
44 Los grupos familiares que descendían de Aser fueron: Imná, Isví yBeriá.
45 Beriá tuvo dos hijos: Heber yMalquiel.
46 Aser también tuvo una hija llamada Sérah.
47 De todas las familias de Aser se contaron cincuenta y tres mil cuatrocientos hombres.
48 Los grupos familiares que descendían de Neftalí fueron: Jahseel, Guní,
49 Jezer ySilem.
50 De todas sus familias se contaron cuarenta y cinco mil cuatrocientos hombres.
51 Todos los israelitas que se contaron y anotaron fueron seiscientos un mil setecientos treinta hombres.
Cómo repartir el territorio
52 Dios volvió a hablar con Moisés, y le mandó:
53 Ahora repartirán el territorio entre toda la gente que acaban de contar.
54 A las familias más grandes les darán más terrenos. A las familias más pequeñas les darán menos terrenos. Se le debe dar una parcela a cada familia anotada en la lista.
55-56 Repartirán el territorio mediante un sorteo entre las familias grandes y entre las pequeñas. Todo se repartirá por orden, de acuerdo a la tribu y a la familia a que pertenezcan.
Las familias descendientes de Leví
57-58 También contaron a todas las familias que descendían de Leví, quien tuvo tres hijos: Guersón, Quehat yMerarí. Así se formaron tres grupos familiares; y de éstos, surgieron otros cinco grupos familiares: Libní, Hebrón, Quehat, Mahlí yMusí. Quehat tuvo un hijo: Amram.
59 Amram se casó con una hija de Leví que se llamaba Jocabed. Ella nació cuando Leví todavía estaba en Egipto. Amram y Jocabed tuvieron dos hijos y una hija: Aarón, Moisés yMaría.
60 Aarón tuvo cuatro hijos: Nadab, Abihú, Itamar yEleazar.
61 Pero Nadab y Abihú murieron por haber prendido el incienso del santuario sin seguir las instrucciones exactas que Dios había dado.
62 El número total de varones descendientes de Leví, mayores de un mes, fue de veintitrés mil. A ellos no se les contó junto con los demás israelitas porque no se les dio ningún terreno.
63 Ésta es la lista de todos los israelitas que contaron Moisés y el sacerdote Eleazar cuando estaban en las llanuras de Moab, junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó.
64 En esta lista no aparece ninguno de los hombres que Moisés y Aarón contaron la primera vez en el desierto de Sinaí.
65 Todos ellos murieron en el desierto, como castigo de Dios. Los únicos que quedaron con vida fueron Caleb y Josué.
27 Las hijas de Selofhad
1 Había en Israel un hombre llamado Selofhad, que era hijo de Héfer, nieto de Galaad, y bisnieto de Maquir. Todos ellos eran de la tribu de Manasés, el hijo de José. Selofhad tenía cinco hijas que se llamaban Mahlá, Noá, Hoglá, Milcá y Tirsá.
2 En cierta ocasión, ellas fueron a la entrada del santuario para hablar con Moisés, Eleazar, los jefes del pueblo y todos los israelitas. Y les dijeron:
3 Nuestro padre no fue uno de los que siguieron a Coré para rebelarse contra Dios. Sin embargo, también murió en el desierto a causa de sus pecados. Él nunca tuvo un hijo varón,
4 pero no es justo que por eso su nombre sea borrado de la lista de su familia. Es injusto que ahora no nos entreguen sus terrenos. Nosotras les rogamos que nos den un terreno, para vivir entre nuestros familiares.
5 Moisés fue a consultar a Dios,
6 y Dios le contestó:
7 Las hijas de Selofhad tienen razón. Dales el terreno que era de su padre, para que puedan vivir entre sus familiares.
8 Y diles a los israelitas: Si un hombre muere sin haber tenido hijos varones, sus propiedades serán de su hija.
9 Si no tiene una hija, entonces esa herencia será de sus propios hermanos.
10 Y si no tiene hermanos, sus propiedades se le darán a los hermanos de su padre.
11 Y si su padre no tiene hermanos, entonces pasará su herencia al familiar más cercano. Ésta es una orden que yo mismo les he dado; ustedes deben obedecerla siempre.
Un nuevo líder en Israel
12-14 Dios le dijo a Moisés: —Ni tú ni tu hermano Aarón reconocieron mi grandeza. Ustedes dos me desobedecieron en el desierto de Sin, cuando el pueblo se peleó conmigo y me exigió agua en Meribá. Pero sube al monte Abarim para que veas el territorio que les voy a dar a los israelitas. Sin embargo, morirás sin disfrutar de él, como sucedió con tu hermano Aarón.
15 Y Moisés le respondió:
16 —Dios mío, tú eres el que nos da vida a todos. Te pido que les des a los israelitas un líder
17 que los guíe por dondequiera que vayan. No dejes que tu pueblo ande como un rebaño de ovejas sin pastor.
18-21 Entonces Dios le ordenó a Moisés: —Llama a Josué, que es un hombre valiente y me obedece; llévalo ante el sacerdote Eleazar y ante todo el pueblo, y en presencia de ellos pon tus manos sobre su cabeza. Así le pasarás tu autoridad y lo harás jefe principal del pueblo. Yo le diré por medio de Eleazar lo que debe hacer como jefe del ejército israelita. Ordénales a los israelitas que deben obedecer a Josué en todo.
22-23 Y Moisés hizo todo esto, tal como Dios se lo había mandado.
28 Las ofrendas diarias
1 Dios le ordenó a Moisés:
2 Diles a los israelitas que, en el día que les he señalado, deben presentarme las ofrendas de pan y las ofrendas quemadas en mi honor. Que lo hagan como a mí me agrada;
3-8 de la siguiente manera: Cada día sacrificarán y quemarán dos corderos de un año y sin defectos. Uno lo ofrecerán en la mañana, y el otro al atardecer. Con cada cordero llevarán un litro de vino, que derramarán en el santuario para honrarme, y dos kilos de la mejor harina, amasada con un litro de aceite de oliva. Ya en el monte Sinaí les había dicho cómo me agradan estas ofrendas.
Las ofrendas del sábado
9-10 Junto con las ofrendas diarias, cada sábado sacrificarán y quemarán dos corderos de un año, que no tengan defectos. Cada cordero lo ofrecerán con vino y cuatro kilos de la mejor harina, amasada con aceite.
La ofrenda de cada mes
11 Además de las ofrendas que me presentan cada día, el primer día de cada mes sacrificarán y quemarán dos toros, un carnero y siete corderos de un año, que no tengan defectos.
12-15 Con cada toro presentarán dos litros de vino y seis kilos de la mejor harina, amasada con aceite. Con el carnero ofrecerán litro y medio de vino y cuatro kilos de harina, y con cada cordero un litro de vino y dos kilos de harina. También me presentarán como sacrificio un chivo para que yo, su Dios, les perdone sus pecados. Así es como me agradan estas ofrendas.
Las ofrendas de la Pascua
16-25 El día catorce del mes de Abib[g] de cada año, dará comienzo la fiesta de la Pascua en mi honor, y durará una semana. El primer día y el último de esa semana no trabajarán, sino que se reunirán para adorarme. A partir del segundo día de la fiesta comerán panes sin levadura. Durante los siete días que dura la fiesta sacrificarán y quemarán en mi honor dos toros, un carnero y siete corderos de un año, que no tengan defectos. Además deberán entregarme las ofrendas diarias. Con cada toro presentarán seis kilos de la mejor harina amasada con aceite; con el carnero ofrecerán cuatro kilos de harina, y con cada cordero dos kilos. También me presentarán como sacrificio un chivo para que yo, su Dios, les perdone sus pecados. Así es como me agradan estas ofrendas.
Las primicias
26-31 El día en que recojan los primeros frutos de sus campos, empezarán a celebrar la fiesta de la cosecha. Ese día nadie trabajará, sino que se reunirán para adorarme. Además de las ofrendas diarias, sacrificarán y quemarán en mi honor dos toros, un carnero y siete corderos de un año, que no tengan defectos. Con cada toro presentarán seis kilos de la mejor harina amasada con aceite de oliva; con el carnero ofrecerán cuatro kilos de harina, y con cada cordero dos kilos. También me presentarán como sacrificio un chivo para que yo, su Dios, les perdone sus pecados.
29 La fiesta de las trompetas
1-6 El primer día del mes de Etanim[h] nadie en Israel trabajará, sino que se reunirán para adorarme. En ese día tocarán las trompetas y, además de las ofrendas diarias y mensuales, los israelitas sacrificarán y quemarán un toro, un carnero y siete corderos de un año, que no tengan defectos. Con el toro me presentarán seis kilos de la mejor harina amasada con aceite; con el carnero ofrecerán cuatro kilos de harina, y con cada cordero dos kilos. También me presentarán como sacrificio un chivo para que yo, su Dios, les perdone sus pecados. Así es como me agradan estas ofrendas.
Ofrendas del día del perdón
7 El día diez del mes de Etanim nadie comerá ni trabajará, sino que todo el pueblo se reunirá para adorarme.
8-11 Además de las ofrendas diarias y de las que se ofrecen por los pecados, ese día sacrificarán y quemarán un toro, un carnero y siete corderos de un año, que no tengan defectos. Con el toro me presentarán seis kilos de la mejor harina amasada con aceite; con el carnero ofrecerán cuatro kilos de harina, y con cada cordero, dos kilos. También me presentarán como sacrificio un chivo para que yo, su Dios, les perdone sus pecados. Así es como me agradan estas ofrendas.
Ofrendas de la fiesta de las enramadas
12 El día quince de ese mismo mes nadie trabajará, sino que todo el pueblo se reunirá para adorarme. Ese día dará comienzo una fiesta en mi honor, que durará siete días.
13-16 Además de las ofrendas diarias, el primer día de esa semana sacrificarán y quemarán trece toros, dos carneros y catorce corderos de un año, que no tengan defectos. Con cada toro me presentarán seis kilos de la mejor harina amasada con aceite; con cada carnero ofrecerán cuatro kilos de harina, y con cada cordero, dos kilos. También sacrificarán un chivo para que yo, su Dios, les perdone sus pecados. Así es como me agradan estas ofrendas.
17-19 Además de las ofrendas diarias, el segundo día de esa semana sacrificarán y quemarán doce toros, dos carneros y catorce corderos de un año, que no tengan defectos. Con cada uno de estos animales me presentarán las ofrendas de harina amasada con aceite, según las cantidades que les indiqué, y el chivo, para que yo, su Dios, les perdone sus pecados.
20-34 Además de las ofrendas diarias, del día tercero al séptimo de esa semana sacrificarán y quemarán la misma cantidad de animales sin defectos, y con cada uno de ellos me presentarán las ofrendas de harina amasada con aceite, según las cantidades que les he indicado. También me presentarán cada día, como sacrificio, un chivo para que yo, su Dios, les perdone sus pecados. La única diferencia será con los toros: el tercer día me ofrecerán once toros, pero el cuarto día me ofrecerán diez; el quinto día, nueve; el sexto día, ocho; y el séptimo día, siete. Así es como me agradan estas ofrendas.
35-38 El octavo día, nadie en Israel trabajará, sino que todo el pueblo se reunirá para adorarme. Además de las ofrendas diarias, ese día sacrificarán y quemarán un toro y un carnero, y siete corderos de un año, que no tengan defectos. Con el toro me presentarán seis kilos de la mejor harina, amasada con aceite; con el carnero ofrecerán cuatro kilos de harina, y con cada cordero, dos kilos. También me presentarán como sacrificio un chivo para que yo, su Dios, les perdone sus pecados. Así es como me agradan estas ofrendas.
39 Todas éstas son las ofrendas que los israelitas deben ofrecerme en los días que les he señalado, además de las ofrendas que me hayan prometido y de las que quieran darme por su propia voluntad. Pueden sacrificar y quemar animales, ofrecerme pan y presentarme ofrendas para hacer las paces conmigo.
40 Y Moisés les comunicó a los israelitas todo lo que Dios le había ordenado.
30 Las promesas a Dios
1 Moisés les dijo a los jefes de las tribus de Israel: Dios me ordenó que los instruyera
2 sobre las promesas que se le deben cumplir.
3 Si una joven soltera le hace una promesa a Dios,
4 y su padre está de acuerdo con ella, la joven debe cumplirla.
5 Pero si su padre no está de acuerdo con lo que ella prometió, entonces ella no estará obligada a cumplir su promesa, y Dios la perdonará.
6 Si una mujer soltera hace una promesa sin pensarlo bien, y luego se casa,
7 y su esposo está de acuerdo con ella, la mujer deberá cumplirla.
8 Pero si su esposo no está de acuerdo con lo que ella prometió, entonces ella no estará obligada a cumplir su promesa, y Dios la perdonará.
9 La mujer está obligada a cumplir lo que le haya prometido a Dios, aun cuando sea divorciada o viuda.
10 Si una mujer casada hace una promesa,
11 y su esposo está de acuerdo con ella, la mujer deberá cumplirla.
12 Pero si su esposo no está de acuerdo con lo que ella prometió, entonces ella no tendrá que cumplir su promesa, y Dios la perdonará.
13 El esposo siempre tendrá la última palabra con respecto a las promesas que su mujer le haga a Dios.
14 Si el esposo sabe que su mujer ha hecho una promesa y está de acuerdo con ella, la mujer está obligada a cumplirla.
15 Pero si el esposo primero estaba de acuerdo, y después de un tiempo le impide a su mujer que cumpla sus promesas, entonces él será culpable delante de Dios.
16 Éstas son las instrucciones que Dios le dio a Moisés acerca de las promesas que hacen las mujeres, tanto casadas como solteras.
31 Derrota de Madián
1 Dios le dijo a Moisés:
2 Como los madianitas no quisieron ayudar a los israelitas, debes vengarte de ellos; después de eso, morirás.
3 Entonces Moisés les dijo a los israelitas: Prepárense para ir a pelear contra Madián. Nos vengaremos de ellos en el nombre de Dios porque no quisieron ayudarnos.
4 Cada una de las doce tribus debe enviar a mil soldados.
5 Fue así como se formó un ejército de doce mil soldados.
6 Moisés los mandó a la guerra acompañados de Finees, que era hijo del sacerdote Eleazar. Finees llevaba los objetos sagrados y las trompetas para dar la señal de ataque.
7 Los israelitas pelearon contra los madianitas, como Dios les había dicho, y los mataron a todos.
8 Entre los hombres que mataron estaban cinco reyes madianitas: Eví, Réquem, Sur, Hur y Reba. También estaba Balaam hijo de Beor.
9 Como botín de guerra los soldados israelitas se llevaron a las mujeres y a los niños madianitas, y también sus animales y objetos más valiosos.
10 Además, quemaron todas las ciudades y aldeas madianitas.
11-12 Todo este botín se lo entregaron a Moisés, a Eleazar y al pueblo de Israel, que estaban en el valle de Moab, junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó.
13-14 Cuando Moisés y los que estaban con él vieron que regresaba el ejército israelita, salieron a recibirlo. Pero Moisés se enojó mucho con los jefes del ejército,
15 y les dijo: ¿Por qué no mataron a las mujeres?
16 Ellas siguieron los malos consejos de Balaam, pues hicieron que los israelitas desobedecieran a Dios y adoraran a Baal-peor. ¡Por culpa de ellas, Dios castigó a los israelitas con una terrible enfermedad!
17-18 Perdónenle la vida a las mujeres que sean vírgenes, y quédense con ellas. Pero maten de inmediato a todas las mujeres que hayan tenido relaciones sexuales. Maten también a todos los niños varones.
19 Los soldados que hayan matado a alguien, o que hayan tocado algún cadáver, deben quedarse fuera del campamento durante siete días. Ustedes, y la gente que capturaron, deben purificarse delante de Dios los días tercero y séptimo.
20 Lavarán su ropa y todo lo que esté hecho de madera y de piel de pelo de cabra.
21-24 Por su parte, Eleazar les dijo a todos los que venían de la guerra: Para poder entrar al campamento, deben obedecer las siguientes reglas que Dios le dio a Moisés: Todo lo que ustedes traen debe ser purificado. Como los objetos de oro, plata, bronce, hierro, estaño o plomo no se queman, los limpiarán con fuego y agua mezclada con ceniza. Los que sí se queman los limpiarán sólo con agua. El día séptimo, laven su ropa, y entonces podrán entrar al campamento.
25 Dios le ordenó a Moisés:
26 Diles a Eleazar y a los jefes del pueblo que te ayuden a contar a las mujeres y al ganado que los soldados trajeron como botín de guerra.
27 Luego dividan tanto a las mujeres como al ganado en dos partes iguales. Una mitad se les dará a los soldados, y la otra mitad, a los demás israelitas.
28 De la parte que le corresponde a los soldados, sepárame una de cada quinientas mujeres y uno de cada quinientos animales,
29 y entrégaselos al sacerdote Eleazar como una ofrenda para mí.
30 De la parte que le corresponde al pueblo, sepárame una de cada cincuenta mujeres y uno de cada cincuenta animales, y entrégaselos a los descendientes de Leví que trabajan en el santuario.
31-32 Éste es el total de mujeres y animales que contaron Moisés y Eleazar: seiscientas setenta y cinco mil ovejas,
33 setenta y dos mil bueyes,
34 sesenta y un mil burros,
35 y treinta y dos mil mujeres vírgenes.
36-46 Este botín lo dividieron en dos partes iguales, una para los soldados y otra para el pueblo. Esto es lo que le dieron a cada parte: trescientas treinta y siete mil quinientas ovejas, treinta y seis mil bueyes, treinta mil quinientos burros y dieciséis mil mujeres. De la parte que les correspondió a los soldados, Moisés le dio al sacerdote Eleazar, como ofrenda para Dios, lo siguiente: seiscientas setenta y cinco ovejas, setenta y dos bueyes, sesenta y un burros, y treinta y dos mujeres.
47 De cada cincuenta mujeres, Moisés les entregó una a los descendientes de Leví, tal y como Dios se lo había mandado. También les entregó uno de cada cincuenta animales.
La ofrenda de los soldados
48 Los jefes del ejército que habían ido a la guerra
49 le dijeron a Moisés: Acabamos de contar a los israelitas que fueron a la guerra, y ninguno murió.
50 Por eso traemos una ofrenda a Dios, para que perdone nuestros pecados. Aquí están todos los objetos de oro que encontramos: brazaletes, pulseras, anillos, aretes y otros adornos.
51-54 Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron todas las joyas de oro que les dieron los jefes del ejército. Cada soldado dio una parte de lo que le había quitado a sus enemigos. Todas las joyas pesaron ciento ochenta y cuatro kilos. Moisés y Eleazar las llevaron al santuario como recuerdo de todo lo que Dios había hecho en favor de los israelitas.
32 La tribu de Rubén y la de Gad eligen dónde vivir
1 La tribu de Rubén y la de Gad tenían mucho ganado. Cuando vieron que la región de Jazer y de Galaad era buena para el ganado
2 les dijeron a Moisés, a Eleazar y a los jefes de Israel:
3 —Las regiones de Atarot, Dibón, Jazer, Nimrá, Hesbón, Elalé, Sebam, Nebo y Beón
4 son muy buenas para el ganado, y nosotros tenemos mucho. Dios conquistó esas regiones para su pueblo,
5 así que ahora les rogamos que nos dejen vivir en ellas. Y si a ustedes les parece bien, ya no iremos a vivir al otro lado del río Jordán.
6 Pero Moisés les contestó: —Así que a ustedes les parece bien quedarse aquí mientras sus hermanos van a la guerra.
7 ¡Por culpa de ustedes las demás tribus se van a desanimar, y ya no van a querer ir al territorio que Dios les ha dado!
8-9 Eso mismo hicieron sus antepasados al principio. Cuando los envié desde Cadés-barnea a explorar el territorio, llegaron hasta el arroyo de Escol. Luego vinieron a desanimar a los israelitas para que no pasaran al territorio prometido.
10 Dios se enojó muchísimo ese día y dijo:
11 «Puesto que no quisieron obedecerme, juro que ninguno de los que salieron de Egipto, mayor de veinte años, entrará al territorio que prometí a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.
12 Sólo entrarán Caleb y Josué, porque confiaron en mí».
13 Tal fue el enojo de Dios que durante cuarenta años hizo que los israelitas dieran vueltas por el desierto, hasta que todos los desobedientes murieron.
14 ¡Y ahora ustedes, que son tan malos como sus antepasados, hacen lo mismo! ¿Quieren que Dios se enoje de nuevo contra Israel?
15 Si ustedes se quedan aquí y no obedecen a Dios, él dejará morir a todo el pueblo en el desierto, y ustedes serán los responsables.
16 Entonces los de la tribu de Rubén y los de Gad le contestaron a Moisés: —Nosotros construiremos casas para nuestros hijos, y corrales para el ganado.
17 Pero iremos al frente del ejército y lucharemos junto a las demás tribus hasta que ellos también tengan un lugar donde vivir. Lo único que deseamos es dejar a nuestros hijos bien protegidos en las ciudades que construyamos, para que la gente de esta región no les haga daño.
18-19 Cuando los demás israelitas tengan también un lugar donde vivir, regresaremos a nuestro territorio, pues no queremos vivir con ellos del otro lado del río Jordán.
20-22 Y Moisés les dijo: —Está bien, pero para que no haya problemas, crucen el río Jordán con nosotros para ir a la guerra. Así obedecerán a Dios hasta que él derrote a sus enemigos y tome ese territorio. Luego podrán regresar a sus casas, pues habrán cumplido con Dios y con los israelitas.
23-24 Construyan aquí ciudades para sus hijos y corrales para su ganado. Pero cumplan su promesa, porque si no lo hacen, cometerán un gran pecado contra Dios, y él los castigará.
25-27 Los de la tribu de Rubén y los de la tribu de Gad le dijeron a Moisés: —Somos tus servidores, y haremos lo que nos ordenes. Nuestros hijos y esposas, y todos nuestros animales, se quedarán en las ciudades de Galaad. Pero nosotros obedeceremos a Dios; iremos a pelear del otro lado del río Jordán.
28 Moisés habló con Josué, con el sacerdote Eleazar y los jefes de las tribus de Israel,
29 y les dijo: Los de la tribu de Rubén y los de la tribu de Gad prometieron cruzar el río Jordán con ustedes para conquistar el territorio prometido. Luego quieren permiso para volver y vivir en la región de Galaad.
30 Pero si no cumplen su promesa, entonces tendrán que ir a vivir con todos ustedes en el territorio de Canaán.
31-32 Entonces los de Rubén y los de Gad hicieron esta promesa delante de todos: Nosotros obedeceremos a Dios, iremos armados a pelear a la región de Canaán. Pero luego nos regresaremos a vivir de este lado del río Jordán. Éste será nuestro territorio.
33 Así fue como Moisés les dio ese territorio a la tribu de Gad y a la de Rubén, y a la media tribu de Manasés. Allí estaban las ciudades y campos donde antes vivían Sihón el rey amorreo, y Og el rey de Basán.
34 Los de la tribu de Gad reconstruyeron las siguientes ciudades: Dibón, Atarot, Aroer,
35 Atarot-sofán, Jazer, Jogbehá,
36 Bet-nimrá yBet-arán. A todas estas ciudades les hicieron muros de protección, y también hicieron corrales para sus rebaños.
37 Los de la tribu de Rubén reconstruyeron las siguientes ciudades: Hesbón, Elalé, Quiriataim,
38 Nebo, Baal-meón ySibma. A algunas de esas ciudades les cambiaron el nombre, sobre todo a las que ellos reconstruyeron.
39-40 Moisés les dio a los descendientes de Maquir, que era hijo de Manasés, los terrenos de la región de Galaad, porque ellos echaron fuera a los amorreos que vivían allí. Por eso se quedaron con esa región.
41 Jaír, otro de los hijos de Manasés, le quitó a los amorreos unos campamentos, y les puso el nombre de Havot-jaír.
42 Nóbah se quedó con el territorio de Quenat y con los pueblos que la rodeaban, y le puso su propio nombre, Nóbah.
33 El recorrido de los israelitas
1-50 El día quince del mes de Abib[i], un día después de la Pascua, los israelitas salieron triunfalmente de Egipto, ante la mirada de todos los egipcios. Ese mismo día, los egipcios estaban enterrando a sus hijos mayores, pues Dios les había quitado la vida para castigar a los dioses de Egipto. Los israelitas marcharon por el camino como un ejército bien organizado, bajo las órdenes de Moisés y de Aarón. Dios le mandó a Moisés que hiciera una lista de todos los lugares por donde pasaran, y éstos son los lugares por donde pasaron y acamparon desde que salieron de la ciudad de Ramsés, en Egipto: Sucot, Etam, donde termina el desierto, Pi-hahirot, al este de Baal-sefón, Migdol, el Mar de los Juncos, el desierto de Etam, Mará, Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras, el desierto de Sin, Dofcá, Alús, Refidim, donde no tuvieron agua para beber, el desierto de Sinaí, Quibrot-hataavá, Haserot, Ritmá, Rimón-peres, Libná, Risá, Quehelata, Séfer, Haradá, Maquelot, Táhat, Térah, Mitcá, Hasmoná, Moserot, Bené-jaacán, Hor de Guidgad, Jotbata, Abroná, Esión-guéber, Cadés, el monte Hor, donde empieza el territorio de Edom, Salmoná, Punón, Obot, Iié-abarim, en la frontera con Moab, Dibón-gad, Almón-diblataim, los montes de Abarim, al este del monte Nebo ylas llanuras de Moab. En ese recorrido, al llegar al monte Hor, Dios le ordenó al sacerdote Aarón que subiera al monte, y allí murió Aarón, a la edad de ciento veintitrés años. Esto sucedió el primer día del mes de Ab[j], cuarenta años después de la salida de Egipto. También fue aquí, al llegar al monte Hor, que Arad, el rey de los cananeos, que vivía en el desierto del sur de Canaán, supo que los israelitas se acercaban a su territorio. Las llanuras de Moab están junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó. Cuando los israelitas acamparon allí, su campamento era tan grande que empezaba en Bet-jesimot y llegaba hasta Abel-sitim.
Distribución del territorio en la región de Canaán
Estando allí, en las llanuras de Moab, Dios le dijo a Moisés:
51 Diles a los israelitas que, cuando crucen el río Jordán y entren a la región de Canaán,
52 deben echar fuera a la gente que vive allí. También deben destruir todas las figuras de piedra que adoran, las estatuas y los altares donde las adoran.
53 Yo, su Dios, les doy esa región para que vivan en ella. Por eso deben conquistarla y quedarse a vivir allí.
54 Para repartir esa región entre los distintos grupos familiares, haz un sorteo. A las familias más grandes les darás un terreno grande; a las familias pequeñas, un terreno pequeño. El terreno que le toque a cada familia será suyo. La región se repartirá por tribus.
55 Pero si ustedes no sacan de la región a los que viven ahora en ella, yo haré que esa gente les sea tan molesta como si tuvieran ustedes astillas en los ojos o espinas en el cuerpo.
56 Y a ustedes les haré el daño que pensaba hacerle a esa gente.
34 Los límites del territorio
1 Dios le ordenó a Moisés:
2-12 Diles a los israelitas que éstos serán los límites del territorio que les voy a dar: Límite sur, junto al desierto de Sin y la región de Edom: empieza al este, donde termina el Mar Muerto, y se extiende rumbo sur hasta Cadés-barnea, pasando por la cuesta de Acrabim y por Sin. De Cadés-barnea seguirá rumbo a Hasar-adar, hasta llegar a Asmón. De allí dará vuelta hacia el arroyo de Egipto, y terminará en el mar Mediterráneo. Límite oeste: estará formado por la costa del mar Mediterráneo. Límite norte: se extiende en línea recta desde el mar Mediterráneo hasta el monte Hor. Desde Hor seguirá hasta la entrada de Hamat, y de allí hasta Sedad. Luego la frontera se alargará hasta Zifrón y terminará en Hasar-enán. Límite este: se extiende desde Hasar-enán hasta Sefam. De allí irá hasta Riblá, que está al este de Ain. Luego la frontera bajará por la costa oriental del lago Quinéret, y seguirá por el río Jordán hasta llegar al Mar Muerto.
Cómo repartir el territorio
13 Moisés les dijo a los israelitas: Éste es el territorio que Dios repartirá entre las nueve tribus y media. Cada una recibirá su parte, según la suerte que le toque.
14-15 La tribu de Rubén, la tribu de Gad y la media tribu de Manasés ya recibieron su parte al otro lado del río Jordán, frente a la ciudad de Jericó.
16 Y Dios le dijo a Moisés:
17 El sacerdote Eleazar y Josué, repartirán el territorio.
18-29 Además, deben llamar a los siguientes jefes de tribu para que los ayuden: Caleb, de la tribu de Judá, Samuel, de la tribu de Simeón, Elidad, de la tribu de Benjamín, Buquí, de la tribu de Dan, Haniel, de la tribu de Manasés, Quemuel, de la tribu de Efraín, Elisafán, de la tribu de Zabulón, Palatiel, de la tribu de Isacar, Ahihud, de la tribu de Aser, yPedahel, de la tribu de Neftalí.
35 Ciudades para los descendientes de Leví
1 Cuando el pueblo estaba en las llanuras de Moab, junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó, Dios le ordenó a Moisés:
2-3 Diles a las tribus de Israel que de todas las ciudades que hay en sus territorios, deben darles a los descendientes de Leví algunas ciudades, junto con los terrenos que están alrededor de ellas. Así ellos tendrán un lugar donde vivir, y su ganado tendrá dónde pastar.
4-5 Esos terrenos que darán a los descendientes de Leví, serán cuadrados, y medirán novecientos metros por cada lado, y se ubicarán alrededor de la ciudad a cuatrocientos cincuenta metros del muro de la misma.
6-7 Les darán a los descendientes de Leví cuarenta y ocho ciudades, cada una con el campo de pastoreo que le corresponde. Seis de esas ciudades serán ciudades especiales de refugio. Si una persona mata a alguien por accidente, podrá ir a esas ciudades, y buscar protección; allí nadie podrá hacerle daño.
8 Para saber cuántas ciudades de su territorio debe dar cada tribu, harás lo siguiente: Las tribus que tengan más territorio, darán más ciudades; las tribus que tengan menos territorio, darán menos ciudades.
Las ciudades de refugio
9 Además, Dios le dijo a Moisés:
10 Esto es lo que deben hacer los israelitas cuando crucen el río Jordán y entren a la región de Canaán:
11-15 Apartarán seis ciudades para proteger a quien haya matado a otro por accidente. Tres de esas ciudades estarán del otro lado del río Jordán y tres en la región de Canaán. Cuando una persona mate a otra por accidente, podrá escapar y ponerse a salvo en alguna de esas ciudades. Así, el que mató se protegerá de algún pariente del muerto que quiera vengarse y matarlo. Sin embargo, cuando esa persona llegue huyendo a la ciudad de refugio, el pueblo la juzgará y decidirá si merece o no morir. Castigarás con la muerte a los culpables de los siguientes delitos:
16 Al que mate a otro con un objeto de hierro.
17 Al que mate a otro con una piedra.
18 Al que mate a otro con un palo.
19 El familiar más cercano al muerto buscará al asesino y lo matará.
20 Al que por odio tire al suelo a otro y lo mate. Al que mate a otro al lanzarle con maldad algún objeto.
21 Al que por odio mate a otro a golpes. El familiar más cercano al muerto buscará al asesino y lo matará.
22 Sin embargo, no castigarás con la muerte en los siguientes casos: Al que tire a otro al suelo y sin querer lo mate. Al que por accidente mate a otro al lanzarle un objeto.
23 Al que por accidente golpee a otro con una piedra y lo mate. Sobre todo, si no había enemistad entre ellos ni había razón para hacerle daño.
Procedimientos legales
24 Esto es lo que deben hacer cuando juzguen a quienes no merecen morir:
25-28 El pueblo protegerá a quien sin quererlo haya matado a otro, y no dejará que lo mate el pariente más cercano al muerto. Por eso, el pueblo llevará al que mató al otro a la ciudad de refugio. Mientras esa persona viva en esa ciudad, estará a salvo y nadie le podrá hacer daño. Pero no deberá salir de la ciudad mientras viva el jefe de los sacerdotes. Después de la muerte del jefe de sacerdotes, podrá regresar a su casa, y nadie podrá hacerle daño. Pero si esa persona sale de la ciudad antes de eso, y lo encuentra el pariente del muerto, ese pariente lo podrá matar sin que se le culpe de nada.
29 Ustedes deben obedecer siempre estas órdenes, cualquiera sea el lugar donde vivan.
30 Deberá ser castigado con la muerte quien mate a otro y sea acusado por dos o más testigos. Si lo acusa sólo un testigo, no deben castigarlo con la muerte.
31 Cuando alguien sea condenado a morir por haber matado a otro, no podrá salvarse pagando una multa. Tendrá que morir.
32 Quien viva en una ciudad de refugio no podrá pagar una multa para salir y regresar a su casa. Tendrá que esperar hasta que muera el jefe de los sacerdotes.
33-34 No echen a perder el territorio en el que viven porque yo, su Dios, vivo allí entre ustedes, y no soporto estar en un lugar en donde viven asesinos. Sólo matando al asesino podrán hacer que el lugar vuelva a ser digno de mi presencia.
36 Terrenos para las mujeres
1 Un día, los jefes del grupo familiar de Galaad, que pertenecía a la tribu de Manasés, fueron a hablar con Moisés. Delante de los jefes de las tribus de Israel le dijeron:
2 Dios te ordenó que repartieras territorios a los israelitas por sorteo. Los terrenos de nuestro familiar Selofhad tú se los diste a las hijas que él tuvo.
3 Sin embargo, nos preocupa que ellas se casen con hombres de otra tribu. Porque entonces, los terrenos que eran de ellas y de nuestra tribu pasarán a ser de la tribu de los hombres con quienes ellas se casen. Nosotros perderíamos parte del territorio que tú nos diste.
4 Así, cuando llegue el año de liberación[k], ellos se quedarán para siempre con nuestros terrenos. Y nuestra tribu perderá parte del territorio que le tocó.
5 Dios le dijo a Moisés lo que debía hacer. Entonces Moisés les dijo a los israelitas: Los de la tribu de Manasés tienen razón.
6-9 Dios me dijo que las hijas de Selofhad pueden elegir al hombre con el que quieran casarse, siempre y cuando ese hombre sea de una de las familias de su propia tribu. Eso mismo debe hacerse en todas las tribus: Si alguna mujer ha recibido el terreno de su familia, debe casarse con un hombre de su misma tribu. De esta manera, los terrenos de una tribu no pasarán a ser propiedad de otra tribu. Todas las tribus conservarán el mismo territorio que les tocó desde el principio.
10-11 Entonces Mahlá, Tirsá, Hoglá, Milcá y Noá, que eran las hijas de Selofhad, hicieron lo que Dios les ordenó por medio de Moisés, y se casaron con sus primos,
12 que eran de la tribu de Manasés. Así los terrenos de ellas siguieron siendo de la tribu de su padre.
13 Éstas fueron las órdenes que Dios les dio a los israelitas por medio de Moisés, cuando estaban en las llanuras de Moab, junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó.
Notas de Números
[a] Números 6:2 Nazireo. Persona que prometía dedicarse al servicio de Dios. Esta promesa podía ser temporal (versículos 4-8), o durar toda la vida (véase nota en Jue 13.4-5). <<
[b] Números 9:2 Abib: Primer mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de marzo a mediados de abril. <<
[c] Números 9:11 Ziv: Segundo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de abril a mediados de mayo. <<
[d] Números 10:11 Ziv. Véase nota en 9.11-12. <<
[e] Números 20:1 Abib. Véase nota en 9.2-3. <<
[f] Números 21:3 Hormá y la palabra hebrea que significa destrucción tienen un sonido parecido. <<
[g] Números 28:16 Abib. Véase nota en 9.2-3. <<
[h] Números 29:1 Etanim: Séptimo mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período que va de mediados de septiembre a mediados de octubre. <<
[i] Números 33:1 Abib. Véase nota en 9.2-3. <<
[j] Números 33:1 Ab: Quinto mes del calendario lunar judío. En nuestro calendario solar corresponde al período entre mediados de julio y mediados de agosto. <<
[k] Números 36:4 Año de liberación: Véase Levítico 25.8-16. <<
🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 04: Números
Reflexión Números
El libro de Números es una historia fascinante que nos muestra la relación entre Dios y su pueblo durante su peregrinación por el desierto. A través de esta historia, podemos ver cómo Dios guió y protegió a su pueblo, incluso en medio de las dificultades y desafíos que enfrentaron.
Una de las lecciones más importantes que podemos aprender del libro de Números es la importancia de la obediencia a Dios. Vemos cómo el pueblo de Israel a menudo desobedecía a Dios y se rebelaba contra sus mandamientos, lo que resultaba en consecuencias negativas para ellos. Sin embargo, también vemos cómo Dios era misericordioso y perdonaba a su pueblo cuando se arrepentían y volvían a él.
Otra lección importante que podemos aprender del libro de Números es la importancia de la fe en Dios. Vemos cómo el pueblo de Israel a menudo dudaba de la promesa de Dios de llevarlos a la Tierra Prometida, lo que resultaba en miedo y desesperación. Sin embargo, también vemos cómo Dios les recordaba su fidelidad y les daba la fuerza y el coraje para seguir adelante.
En resumen, el libro de Números nos muestra la importancia de la obediencia y la fe en Dios en nuestra vida diaria. A través de esta historia, podemos aprender a confiar en Dios en medio de las dificultades y desafíos que enfrentamos, sabiendo que él siempre está con nosotros y nos guiará hacia su voluntad perfecta.