Libro de la Sabiduría
El Libro de la Sabiduría es uno de los libros históricos de la Biblia y se encuentra en el Antiguo Testamento. Este libro es una colección de enseñanzas y reflexiones sobre la sabiduría divina y cómo aplicarla a la vida diaria.
El Libro de la Sabiduría es considerado una obra clave en la literatura sapiencial de la Biblia, junto con otros libros como Proverbios y Eclesiastés. A través de sus enseñanzas, el libro busca guiar a los lectores hacia una vida más piadosa y justa, ofreciendo consejos prácticos sobre cómo vivir en armonía con la voluntad divina.
En esta sección de Sagrada Escritura, exploraremos el Libro de la Sabiduría en detalle, examinando sus enseñanzas y reflexiones sobre la sabiduría divina y su aplicación en la vida cotidiana. También exploraremos su contexto histórico y cultural para comprender mejor su significado y relevancia en la tradición bíblica y en la vida espiritual de los creyentes.
1 Hay que amar la justicia y confiar en Dios
1 Ustedes, gobernantes de la tierra, practiquen la justicia; y busquen a Dios con sinceridad para que lleguen a conocerlo.
2-3 Sólo encuentran a Dios los que confían en él; los que lo ponen a prueba sólo encuentran confusión. Dios se da a conocer a los que en él confían; pero rechaza por completo a los que piensan en la maldad.
4 La sabiduría no está donde viven los corruptos. Ella no vive en medio del pecado.
5 El espíritu de Dios nos da sabiduría, nos enseña a odiar la mentira y los malos pensamientos. ¡La sabiduría que Dios nos da no vive en medio de la injusticia!
Dios nos conoce
6 La sabiduría es nuestra amiga, pero no perdona al que habla mal de Dios. Dios conoce nuestros deseos y nuestros pensamientos, y hasta escucha todas nuestras conversaciones.
7 Su espíritu está presente en todas partes, todo lo sostiene y mantiene unido, y escucha todas las palabras.
8 Por eso, los malvados no podrán esconderse ni escaparán al castigo de Dios.
9 Dios examina el pensamiento de los malos; Dios oye todo lo que ellos dicen. Los malvados no pueden esconderse de Dios.
10 Dios escucha con atención hasta lo que se dice en voz baja.
11 Por eso, apártense del chisme y de las malas palabras. Hasta la palabra más inocente puede causar grandes desgracias; las mentiras acaban con la gente.
Dios nos creó para la vida
12 No hagan lo malo, ni desobedezcan a Dios, pues de lo contrario les caerá la desgracia y los alcanzará la muerte.
13 Dios nos creó, pero no para la muerte; a él no le gusta destruir a la gente.
14 Él creó todo lo que existe, y todo lo que hay en el mundo es saludable y no provoca la muerte. La muerte no gobierna este mundo,
15 y la justicia dura para siempre.
Así piensan los malvados
16 Los malos coquetean con la muerte; la consideran su amiga y la buscan con todas sus fuerzas. Se han puesto de acuerdo con ella, y son el uno para el otro.
2
1 En su locura, los malvados se dicen unos a otros: Nuestra vida es corta y triste, todos tenemos que morir. ¡Nadie ha vuelto de la muerte!
2 Nacimos por casualidad, y cuando nos llegue la muerte, nadie se acordará de nosotros. Nuestro aliento es como el humo; nuestro pensamiento es una pequeña chispa que produce el latir del corazón.
3 Cuando esa chispa se apague, nuestros cuerpos se convertirán en polvo y nuestro aliento desaparecerá como un soplo.
4 Pasado el tiempo seremos olvidados y nadie recordará lo que hemos hecho. La vida pasa como una nube, que no deja ningún rastro; se deshace como la neblina cuando sale el sol.
5 Nuestra vida se va como un suspiro; la muerte nos llega a todos, y de ella nadie se salva.
6 ¡Disfrutemos de la vida, como lo hacen los jóvenes!
7-8 ¡Bebamos los mejores vinos, usemos los más finos perfumes y disfrutemos de las rosas, antes que se marchiten!
9 ¡No faltemos a nuestras fiestas! ¡Dejemos por todos lados recuerdos de nuestra alegría! ¡Para eso vinimos a este mundo!
10 Los malvados también dicen: Maltratemos a los pobres, no importa que sean honrados; no tengamos compasión de las viudas, ni respetemos a la gente anciana.
11 ¡Que sea la fuerza nuestra ley, pues de nada sirve ser débil!
12 ¡La gente buena es un estorbo! Se opone a todo lo que hacemos; nos reprende por no obedecer las enseñanzas de Dios. No le agrada que despreciemos la buena educación.
13 Los buenos están orgullosos de conocer a Dios; ¡hasta se creen hijos de Dios!
14 Rechazan nuestra manera de pensar. ¡Su presencia nos molesta!
15 ¡Su vida es muy distinta a la nuestra y su manera de actuar es diferente!
16 Se apartan de nuestra compañía, y nos rechazan como si tuviéramos una terrible enfermedad. Dicen que los buenos son felices después de la muerte, y se sienten muy orgullosos de tener a Dios por Padre.
17 A ver si es cierto lo que dicen, veamos cómo será su muerte.
18 Si realmente son hijos de Dios, él los ayudará y los librará de todos sus enemigos.
19 Vamos a insultarlos, vamos a torturarlos para ver hasta dónde aguantan.
20 Les daremos una muerte dolorosa y humillante; vamos a ver si es verdad que Dios vendrá en su ayuda.
El error de los malvados
21 Los malvados piensan así, pero están muy equivocados: su propia maldad los mantiene ciegos.
22 No pueden entender los planes de Dios; no creen que él premia a la gente buena y obediente.
23 Dios nos hizo semejantes a él, para que vivamos para siempre.
24 Pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los que pertenecen al diablo son atrapados por la muerte.
3 Los buenos vivirán con Dios
1 La gente buena está bajo el cuidado de Dios y no tendrá ningún sufrimiento.
2 Los malvados creen que los buenos están muertos en vida y acabados para siempre. Piensan que su muerte es un terrible castigo,
3 y que han sido destruidos; pero ellos realmente disfrutan de mucha paz.
4 Aunque muchos piensan que su muerte ha sido un castigo, ellos estaban seguros de que vivirían para siempre.
5-6 Dios los puso a prueba un tiempo como se prueba el oro en el fuego, pero al final los aceptó como una ofrenda agradable. Por eso será muy grande el premio que les dará.
7 En la hora de la prueba, la gente buena alumbrará como una antorcha; ¡brillará como las chispas en el fuego!
8 Los buenos juzgarán a las naciones y gobernarán a los pueblos, y para siempre Dios será su rey.
9 Los que confían en Dios conocerán la verdad. Los que son fieles a Dios vivirán para siempre en su amor, porque Dios es bondadoso y premia a sus elegidos.
El futuro de los malvados
10 Los malvados recibirán el castigo que se merecen, porque despreciaron a los buenos y se apartaron de Dios.
11 El que rechaza la sabiduría y se aleja de la enseñanza, no conoce la felicidad; su esperanza está perdida, su esfuerzo no sirve de nada y sus logros no tienen valor.
12 ¡Sus mujeres son tercas, y sus hijos, unos malvados! ¡Todos sus descendientes están destinados a la perdición!
Dios bendice a la gente fiel
13 Dios bendice a la mujer casada que se aleja del pecado, y que aunque no puede tener hijos, no se acuesta con otros hombres.
14 Dios también bendice al hombre que es fiel a sus mandamientos y no comete ningún pecado. Aunque no haya podido tener hijos, recibirá un gran premio y ocupará un lugar de honor en el templo de Dios.
15 Hacer siempre el bien da buenos resultados, pues la sabiduría es como un árbol que da mucho fruto.
16 Los hijos que nacen de una relación sexual prohibida no llegarán a ser adultos, pues tendrán un fin trágico.
17 Y aun si llegan a viejos nadie les hará caso ni los respetará.
18 Si mueren en plena juventud, no tendrán esperanza, y no habrá quien los consuele en el día del juicio.
19 No hay duda que a la gente malvada le espera un final muy cruel.
4
1 Vale más ser honrado que tener muchos hijos. A la persona honrada todo el mundo la recuerda, y Dios y la gente la aprecian.
2 La gente de buena conducta es digna de ser imitada, y cuando está ausente, se le echa de menos. La gente de buena conducta siempre saldrá victoriosa, pues sus triunfos son honestos. Por eso, Dios les dará en el cielo una corona que nadie les quitará.
3 Los hijos de los malvados nacen como consecuencia de relaciones sexuales prohibidas. Aunque sean muchos, no tendrán un final feliz; parecen plantas sin buena tierra y sin raíces profundas.
4 Aunque sus ramas crezcan por un tiempo, serán sacudidas por el viento y arrancadas por los huracanes, pues no tienen raíces profundas.
5 Sus ramas se quebrarán antes de tiempo, y nadie comerá sus frutos porque no madurarán.
6 Los hijos que nacen de relaciones sexuales prohibidas, son la prueba de la maldad de sus padres. A su debido tiempo Dios los castigará.
La gente buena que muere pronto
7 La gente buena, aunque muera muy joven, gozará de mucha paz.
8 Los ancianos dignos de respeto no son los que viven mucho tiempo. Tampoco medimos su dignidad por los años que viven.
9 Las canas son la prudencia; y la vejez, una vida ejemplar.
10 Hubo una persona buena que hizo lo que a Dios le agrada, y Dios lo amó. Como vivía entre gente mala, Dios se lo llevó a vivir con él.
11 Se lo llevó para que el mal no le dañara su mente, y para que no se dejara engañar por la mentira.
12 La maldad trata de acabar con el bien; los malos deseos dañan la mente de los justos.
13 Algunos necesitan muchos años para llegar a la madurez, pero los que aman Dios maduran en poco tiempo.
14 Como agradan a Dios, él se los lleva para librarlos del mal. La gente ve esto y no lo comprende,
15 porque no saben que Dios ama, cuida y acompaña a sus elegidos.
El triunfo de los buenos
16 La muerte del bueno condena a los malvados. El joven bueno y sabio que llega pronto a la madurez condena la larga vida de los malvados.
17 Cuando la gente ve morir a la persona sabia no comprende lo que Dios quería de ella. Tampoco sabe por qué Dios se la llevó a un lugar seguro.
18 Los malvados se burlan cuando ven morir al sabio; pero al final será Dios quien se burle de ellos.
19 Cuando los malos mueren, nadie los recuerda con respeto. Dios los expulsará lejos de su presencia; no los dejará decir ni una palabra. Ellos nunca podrán abandonar el mundo de los muertos. Serán como una casa en ruinas, sufrirán para siempre, y de ellos nadie se acordará.
El castigo de los malvados
20 Al oír el llamado de Dios, los malvados temblarán de miedo. Cuando Dios los juzgue por sus pecados, sus crímenes los condenarán.
5
1 En el día del juicio, los que fueron fieles a Dios estarán frente a los malvados. No les tendrán miedo a quienes los habían hecho sufrir, ni temblarán ante los que se burlaron de su dolor.
2-3 Más bien, serán los malvados quienes llorarán y sentirán un miedo terrible, cuando vean a Dios salvar a sus fieles. Los malvados verán su error, y se dirán unos a otros:
4 ¡Qué tontos fuimos al burlarnos de la gente fiel a Dios! Su vida nos parecía una locura y su muerte una desgracia.
5 Pero Dios los ha puesto entre sus hijos, y les ha dado un lugar entre su pueblo.
6 ¡Nunca actuamos con justicia! ¡Nos alejamos de la verdad! ¡Vivíamos como si el sol no nos alumbrara!
7 Nunca quisimos buscar a Dios. Siempre practicamos el mal. Nuestra vida está llena de maldad.
8 Nuestro orgullo y riquezas ya no sirven para nada.
9 Todo eso desapareció con la rapidez de un mensajero que lleva una noticia urgente;
10 como barco que navega por el mar sin dejar huella alguna;
11 como pájaro que vuela por el aire y no deja rastro alguno;
12 como flecha que cruza por el aire sin dejar marcas de su paso.
13 Así también nosotros: tan pronto como nacemos dejamos de existir; tan pronto como morimos caemos en el olvido. ¡Nuestra propia maldad nos destruye!
14 La esperanza de los malvados es como el polvo que se lleva el viento; como humo que arrastra el viento; como recuerdo de un viajero, que nunca más regresó.
El futuro glorioso de los buenos
15 Los buenos viven para siempre; el Dios altísimo los cuida y tiene un premio para ellos.
16 Dios los hará príncipes, les pondrá una hermosa corona, y con su gran poder los protegerá y los defenderá.
17 Con los malvados será diferente, Dios usará la fuerza de su enojo y movilizará a su creación para destruir a sus enemigos.
18 La justicia es la coraza de Dios, y la rectitud, su casco.
19 Su santidad es su escudo,
20 y su enojo, su espada. Su aliado es el universo entero, y juntos destruirán a los malvados, porque fueron muy necios.
21 Desde el cielo, Dios lanzará rayos,
22 y hará caer granizo. Así los malvados serán arrastrados por los ríos, y acabarán ahogados en el mar. No habrá para ellos compasión.
23 Un fuerte viento los barrerá; un huracán los hará desaparecer. Porque su maldad arruinó la tierra y destruyó a los reyes.
6 Busquen la sabiduría
1 ¡Ustedes, reyes del mundo, escuchen, entiendan y aprendan!
2 ¡Presten atención ustedes, gobernantes de las naciones! ¡No se vuelvan orgullosos por ser reyes de muchos pueblos!
3 El Dios altísimo, les ha dado el poder y la autoridad. Dios conoce sus pensamientos, y sólo él les pedirá cuentas de todo lo que hacen.
4 Reyes de la tierra, Dios les ha dado autoridad para que reinen en su nombre. Ustedes, sin embargo, no han actuado bien, ni han cumplido su ley; ¡no viven de acuerdo con su voluntad!
5 Dios pronto vendrá a castigarlos con fuerza. Dios castiga sin piedad a los que hacen mucho daño y abusan del poder.
6 A los pobres de la tierra, Dios les tiene compasión y los perdona; pero castiga con dureza a los que abusan del poder.
7 Dios no retrocede ante nadie; no le tiene miedo a los poderosos. Él hizo al grande y al chico, y no hace diferencia entre unos y otros; a todos cuida por igual.
8 A los poderosos Dios les pedirá cuentas con mucho rigor.
9 Por eso, ustedes, reyes y gobernantes, aprendan a ser sabios y no pequen contra Dios.
10 Si cumplen sus leyes y se dejan enseñar por ellas, esas mismas leyes los defenderán en el día del juicio.
11 ¡Amen mis palabras! Escúchenlas con atención, y aprendan de ellas.
El amor a la sabiduría
12 La sabiduría alumbra como una luz, y nada puede apagarla. Los que la aman y la buscan la encontrarán fácilmente.
13 Ella misma busca a los que la desean.
14 El que la busca desde niño, no perderá su tiempo, pues ella misma irá a su encuentro.
15 La prudencia perfecta se consigue cuando se piensa en ella. El que se esfuerza en encontrarla vivirá sin preocupaciones.
16 La sabiduría busca con entusiasmo a los que la merecen, y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.
17 El interés sincero por aprender es el primer paso para ser sabio. Sólo el que ama la sabiduría se interesa por aprender.
18 El que ama la sabiduría obedece sus leyes, y el que obedece sus leyes vivirá para siempre
19 y estará cerca de Dios.
20 Sólo el que ama la sabiduría puede ser un buen gobernante.
21 Por eso, reyes de los pueblos, si ustedes quieren reinar mucho tiempo, tienen que amar la sabiduría.
El sabio comunica su sabiduría
22 Ahora voy a decirles lo que es la sabiduría y de dónde proviene. Les contaré todo desde el principio; nada les ocultaré ni les diré mentiras.
23 La envidia, que sólo busca destruir, no me obligará a ocultarles lo que sé. La envidia y la sabiduría no pueden ser amigas.
24 Los sabios son la salvación del mundo, y un gobernante sabio da seguridad a su pueblo.
25 Dejen, entonces, que les enseñe con mis palabras; ya verán cuánto ganarán con ellas.
7 El rey es igual a los demás
1 El rey Salomón dijo: Yo soy un ser mortal como todos los demás. Soy descendiente del primer humano creado del polvo de la tierra, y mi cuerpo fue formado en el seno de mi madre.
2 Durante nueve meses su sangre me dio forma. Soy el fruto del amor de mi padre y de mi madre.
3 Cuando nací, me recibió la tierra como recibe a todos por igual. Y como todos al nacer, lo primero que hice fue llorar y respirar.
4 Mi madre me envolvió en pañales, y todos me cuidaron con cariño.
5 Los que somos reyes, nacemos igual que todos.
6 Del mismo modo llegamos a la vida, y del mismo modo la abandonamos.
La alabanza de la sabiduría
7 Yo pedí a Dios sabiduría y prudencia, y las recibí sin medida.
8 No hay tesoro más valioso que la sabiduría de Dios.
9 Por eso, ni riquezas ni piedras preciosas valen tanto para mí. El oro, frente a ella, vale igual que un puñado de arena. La plata, con su brillo, vale tanto como el barro.
10 Amo la sabiduría más que a la belleza y la salud. La prefiero más que el día, porque éste termina al caer la noche, pero la sabiduría nunca se acaba.
11 Fue la sabiduría quien me trajo bienes y riquezas.
12 Gocé de todos esos bienes, sin saber que ellos vienen de la sabiduría.
13 La estudio con sinceridad, la comparto sin envidia, y no guardo para mí su riqueza.
14 Dios aprueba la sabiduría y la recomienda. Ella es un tesoro que nunca se acaba. Los sabios son amigos de Dios.
El sabio pide a Dios sabiduría
15 Ruego a Dios que yo pueda hablar como es debido, y que mis pensamientos merezcan los dones que él me dio. Sólo Dios muestra el camino a la sabiduría; sólo él enseña a los sabios.
16 Nuestras vidas, nuestras palabras, y lo que somos capaces de hacer están en las manos de Dios.
17 Dios me enseñó cómo está hecho el mundo, y para qué sirve todo lo que existe.
18 Me enseñó a conocer el pasado, el presente y el futuro. También me dio a conocer los movimientos del sol, los cambios de las estaciones,
19 de los días y los meses, y la posición de los planetas y las estrellas.
20 Dios me enseñó cómo viven los animales, tanto domésticos como salvajes. Dios también me enseñó los movimientos del viento; me hizo conocer las distintas clases de plantas y sus raíces. Pero, sobre todo, Dios me enseñó a conocer el pensamiento de la gente.
21 Así aprendí a conocerlo todo, tanto lo que se ve como lo que no se ve. La sabiduría, que creó todo cuanto existe, fue la que me regaló ese conocimiento.
Las cualidades de la sabiduría
22 Salomón continuó diciendo: La sabiduría es inteligente, única, libre, movible y clara; es pura, está en todo, y ama el bien.
23 Es generosa y siempre hace lo bueno; ama a la gente y es buena observadora. Entra en el pensamiento de todos: de los inteligentes, de los puros y de los que admiran la belleza.
24 Se mueve con más rapidez que cualquier otra cosa, y como es tan pura lo atraviesa y penetra todo.
25 La sabiduría es una demostración del poder de Dios; es un resplandor del Dios perfecto y todopoderoso. Por eso nada impuro puede penetrar en ella.
26 Es un reflejo de la luz eterna, ¡imagen del poder y la bondad de Dios!
27 Como la sabiduría no tiene quien la iguale, puede hacerlo todo y renovar todo lo creado. En todas las épocas, se hace amiga de la gente buena, y la hace amiga de Dios y la convierte en su mensajera.
28 Dios ama muchísimo a los que viven unidos a la sabiduría.
29 La sabiduría es más brillante que el sol y que todas las estrellas. Brilla más que la luz del día.
30 La noche vence a la luz, pero a la sabiduría no la vence ni el poder del mal.
8 La sabiduría trae mucho bien
1 La sabiduría avanza con poder de un extremo a otro de la tierra, y gobierna sobre todo lo que existe.
2 Yo amé a la sabiduría; cuando era joven la busqué, me enamoré de su belleza y quise que fuera mi esposa.
3 Dios, el Dios de todos, ama la sabiduría; ella vive junto a Dios, y en él tiene su origen. Por eso ella es tan importante,
4 pues conoce los secretos de Dios y actúa de acuerdo con él.
5 Todos desean la riqueza, pero debemos recordar que la sabiduría es más importante, porque dirige todo lo creado.
6 Ella es dueña de la inteligencia, y ha hecho todo lo que existe.
7 Si de veras amas la justicia, te irá bien en todo, porque la sabiduría nos enseña a ser prudentes y sabios, justos y valientes.
8 Si deseas tener experiencia en la vida, busca la sabiduría, pues ella conoce el pasado y sabe lo que pasará en el futuro. La sabiduría tiene la respuesta para todas las adivinanzas y para las preguntas más difíciles. Antes de que suceda algo, la sabiduría ya lo sabe, y también conoce las épocas y las estaciones.
La sabiduría, compañera de mi vida
9 Por eso quise hacer de la sabiduría la compañera de mi vida. Sé que ella me dará los mejores consejos en el momento oportuno, y me dará consuelo en tiempos de dolor y de tristeza.
10 Aunque soy joven, gracias a la sabiduría seré famoso entre la gente, y hasta los ancianos me tratarán con respeto.
11 Gobernaré con inteligencia, y los poderosos me admirarán.
12 Cuando me quede callado, la gente deseará oír mis palabras. Cuando me ponga a hablar, todos me prestarán atención; y si pronuncio un discurso, todos me escucharán admirados.
13 Gracias a la sabiduría, viviré para siempre y dejaré un recuerdo duradero entre los que reinen después de mí.
14 Gobernaré muchas naciones
15 y seré un héroe en los combates; los gobernantes crueles se asustarán cuando oigan hablar de mí, pero seré bondadoso con mi pueblo.
16 Cuando regrese a casa, descansaré tranquilo junto con la sabiduría; porque al lado de ella no hay sufrimiento, sino sólo alegría y placer.
17-18 Cuando pensé en todo esto, comprendí de inmediato que los amigos de la sabiduría siempre vivirán felices y gozarán de una larga vida. También comprendí que vivir a diario con la sabiduría trae inteligencia, fama y riqueza. Por eso me puse a buscarla para llevármela conmigo.
19 Fui un niño muy afortunado, pues recibí un alma buena;
20 o más bien, por ser bueno, nací en un cuerpo sano.
21 Pero pronto descubrí que la sabiduría es un regalo de Dios. Y pedí a Dios de todo corazón que me diera sabiduría.
9 Salomón pide a Dios sabiduría
1 El rey Salomón pide a Dios sabiduría: Dios de mis padres, Dios misericordioso, por medio de tu palabra tú creaste todo lo que existe.
2 Con tu sabiduría formaste a los seres humanos para que tuvieran dominio sobre los animales y las plantas que tú creaste;
3 para que gobernaran el mundo de acuerdo con tus mandatos y fueran honestos al practicar la justicia.
4 Por eso te pido, Dios mío, que me llenes de la sabiduría que siempre te acompaña, y que yo nunca deje de ser uno de tus hijos.
5 Yo soy tu servidor, hijo de una servidora tuya. Soy un simple mortal, débil y de corta vida; es poco lo que entiendo de leyes y de lo que pasa en los juzgados.
6 Cualquier persona, por perfecta que sea, nada vale sin la sabiduría, que sólo tú puedes dar.
7 Fuiste tú, Dios mío, quien me hiciste rey de tu pueblo, para gobernar a todos por igual.
8 Me mandaste construir un templo para rendirte culto en tu ciudad. Me pediste hacerlo de acuerdo con el modelo que preparaste desde el principio.
9 Contigo está la sabiduría; ella sabe todo lo que haces, y estaba presente cuando creabas el mundo. Ella sabe lo que te agrada y lo que está de acuerdo con tu voluntad.
10 Envíala, Dios mío, desde tu trono maravilloso, desde tu palacio en el cielo. Necesito que me acompañe en cada tarea que realice y me enseñe lo que a ti te agrada.
11 Como la sabiduría todo lo conoce y todo lo comprende, será mi guía en todo lo que yo haga, y con su poder me protegerá.
12 Con su ayuda, haré todo lo que te agrada; gobernaré a tu pueblo con justicia, y ocuparé con orgullo el trono de mi padre David.
13 Dios mío, los hombres y las mujeres somos simples seres mortales; nos es difícil conocer tus planes, y saber lo que tú quieres.
14 Nuestros pensamientos son limitados y mucho de lo que planeamos termina en fracaso.
15 Nuestro cuerpo mortal, hecho de barro, limita las capacidades de nuestra mente y es una carga pesada para el desarrollo de nuestro espíritu.
16 Si nos cuesta tanto trabajo conocer todo lo que hay en la tierra, y con mucho esfuerzo descubrimos lo que nos rodea, ¡como seres humanos nos es imposible descubrir lo que está en los cielos!
17 El único que puede conocer tu voluntad, es aquel a quien tú le das sabiduría y le mandas del cielo tu santo espíritu.
18 Gracias a la sabiduría, la humanidad ha podido hacer lo bueno. Gracias a la sabiduría, hemos aprendido a obedecerte. ¡Gracias a la sabiduría, los mortales nos salvamos!
10 De Adán hasta Abraham
1 La sabiduría protegió a Adán, el primer hombre y padre de todos nosotros. Cuando no había nadie más que Adán, ella lo rescató del pecado que había cometido,
2 y le dio poder sobre todo lo creado.
3 Caín, en cambio, rechazó la sabiduría, y lleno de odio y de rabia, mató a su hermano Abel; así Caín provocó su propia muerte.
4 Por su culpa, el agua inundó la tierra, pero la sabiduría volvió a salvarla: hizo que Noé, un hombre bueno, flotara sobre las aguas en un simple cajón de madera.
5 Tiempo después, las naciones se unieron para hacer el mal, y Dios las llenó de confusión. Pero la sabiduría eligió al justo Abraham, y lo llenó de valor para ser bueno y obediente a Dios. Fue también ella quien le dio fortaleza a Abraham cuando Dios le pidió sacrificar a Isaac, su hijo amado.
6 Cuando el incendio destruyó las cinco ciudades malvadas, la sabiduría salvó a Lot, que era un hombre justo.
7 Como resultado de aquella maldad, esa tierra se volvió un desierto; las plantas ya no dan fruto, y allí puede verse una estatua de sal que recuerda a la esposa de Lot, la mujer que no confió en Dios.
8 Así, los necios habitantes de esas ciudades no sólo fueron incapaces de conocer el bien, sino que dejaron un recuerdo de su locura, para que nadie se olvidara de su terrible maldad.
De Jacob hasta José
9 La sabiduría libró a sus servidores:
10 llevó a Jacob por un camino seguro, cuando huía de su hermano Esaú. Le mostró el reino de Dios y le dio a conocer grandes cosas. Además, lo hizo prosperar en todos sus trabajos.
11 Defendió a Jacob de sus enemigos, y le dio muchas riquezas.
12 Cuando Jacob luchó con Dios, la sabiduría le enseñó que no hay nada más poderoso que la oración.
13 La sabiduría no abandonó a José, el hombre bueno, sino que lo libró de la maldad cuando sus hermanos lo vendieron.
14 Lo acompañó cuando estuvo preso y lo sacó de la cárcel. Lo puso como gobernante de Egipto y le dio dominio sobre sus enemigos. Demostró que sus acusadores mentían y, por eso, lo hizo famoso para siempre.
Tiempos de Moisés
15 La sabiduría liberó al pueblo de Dios. Lo libró de quienes lo habían esclavizado.
16 La sabiduría acompañó a Moisés, ayudante de Dios. Por eso, Moisés pudo vencer a reyes malvados con milagros y con el poder de Dios.
17 La sabiduría premió al pueblo de Dios por los muchos sufrimientos en Egipto. Llevó al pueblo por un camino maravilloso. Durante el día lo protegía con su sombra, y de noche lo alumbraba con una gran luz.
18 La sabiduría hizo que el pueblo cruzara a pie por el Mar de los Juncos, y lo guió a través del mar profundo.
19 A los enemigos del pueblo, la sabiduría los hundió en el mar, y sus cuerpos quedaron tendidos en la orilla.
20 Así defendiste, Dios mío, a tu pueblo, y les entregaste las riquezas de esos pueblos malvados. En gratitud, todo tu pueblo se puso a alabarte, y a darte gracias por haberlo defendido.
21 La sabiduría soltó la lengua de los mudos y enseñó a hablar a los niños pequeños.
11 La marcha de Israel por el desierto
1 La sabiduría le dio el triunfo a Israel, por medio de Moisés, el mejor profeta de Dios.
2 Los israelitas cruzaron un gran desierto y acamparon en lugares solitarios.
3 Enfrentaron a sus enemigos y triunfaron sobre ellos.
4 Cuando tuvieron sed, oraron a ti, Dios nuestro; y tú hiciste que de una roca brotara agua, para así calmar su sed.
El castigo de los enemigos de Dios
5 Las mismas cosas con que castigaste a los enemigos de tu pueblo, también las usaste para ayudar a tu pueblo Israel.
6 Las aguas del río Nilo se llenaron de sangre y de barro.
7 Ése fue el castigo que tú, Dios nuestro, les diste a los egipcios cuando ellos mandaron matar a los niños de tu pueblo. A todos los de tu pueblo, les diste agua en abundancia.
8 Hiciste que los israelitas tuvieran sed, porque querías mostrarles cómo castigabas a sus enemigos por su terrible maldad.
9 Al mismo tiempo que tú, Dios nuestro, corregías a tu pueblo con amor, también hacías sufrir a los malvados.
10 A tu pueblo Israel lo corregías como un padre a su hijo, pero a sus enemigos, tú los castigabas como un rey poderoso castiga a sus enemigos.
11 Los egipcios sufrieron mucho dentro y fuera de sus casas.
12 Cuando vieron lo que les pasaba, su tristeza y dolor fue aún más grande.
13 Y cuando vieron que su castigo era para el bien del pueblo de Israel, comprendieron que tú, el Dios de Israel, eras el que había hecho todo aquello.
14 Cuando Moisés era apenas un niño los egipcios quisieron matarlo, después se burlaron de él y lo despreciaron, pero al fin tuvieron que admirarlo. El castigo que sufrieron los malvados no fue como la disciplina que le diste a tu pueblo.
Dios es poderoso y compasivo
15 Los egipcios adoraban a los reptiles y a otros horribles animales. Eso lo hacían porque eran muy malos y les faltaba entendimiento. Por eso, para castigarlos, tú, Dios de Israel, les enviaste plagas de insectos y reptiles.
16 Así, les enseñaste que, con lo mismo que pecaban, tú después los castigarías.
17 Para ti no hubiera sido nada difícil enviarles cientos de osos y leones feroces. Pues tú, Dios mío, creaste el mundo de la nada; ¡tú eres un Dios poderoso!
18 También podrías haber mandado contra los egipcios, animales peligrosos y horribles, que jamás habían visto. Animales que lanzaran terribles rugidos, arrojaran fuego y humo, y echaran chispas por los ojos.
19 Esas fieras espantosas no tendrían necesidad de atacarlos para matarlos, sino que su sola presencia habría hecho que los egipcios se murieran de miedo.
20 Es más, tú podrías haberlos matado con un pequeño soplo, sin haber tenido que usar esos terribles animales. De esa manera habrían sentido tu poder y recibido su justo castigo. Sin embargo, tú actúas de acuerdo con las leyes naturales que has creado.
21 Nunca pierdes tu poder, de modo que nadie puede sobornarte.
22 El mundo es para ti como un grano de arena en la balanza, como una gota de rocío en una hoja.
23 Pero tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes hacer. También eres bondadoso con el que peca, y le das la oportunidad de arrepentirse.
24 Tú amas todo lo que existe y no odias nada de lo que has hecho, porque si algo odiaras, no lo habrías creado.
25 Nada puede existir y mantenerse si tú no lo quieres.
26 Dios, tú eres bueno con todos, porque a ti todo te pertenece, y amas todo lo que existe.
12 Castigo con compasión
1-2 Dios nuestro, tu soplo mantiene la vida, y está presente en todos los seres vivos. Por eso vas corrigiendo a los que pecan hasta hacerlos reconocer sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti.
3 A los antiguos habitantes del país que elegiste para tu pueblo,
4 los castigaste por practicar la magia, por sus maldades y por sus crímenes.
5 Esa gente mataba a sus niños en honor de sus dioses, comía carne humana y bebía su sangre. Además, tenían otras costumbres horribles.
6 Dios nuestro, tú decidiste que nuestros antepasados destruyeran a esos malvados padres que mataban a sus niños indefensos.
7 Todo esto lo hiciste para que este país, que es tu preferido, fuera habitado por tus hijos.
8 Dios nuestro, tú fuiste bondadoso con los cananeos, los que antes habitaron la tierra prometida; bien sabías que eran simples seres humanos. Antes de enviar a tu ejército, dejaste que los atacaran avispas; así los castigaste poco a poco.
9 Dios de Israel, tú habrías podido derrotar a esos pueblos malvados en una sola batalla del ejército de Israel, tu pueblo bueno. También pudiste haberlos destruido con terribles animales, o con una sola palabra tuya.
10 Pero los castigaste poco a poco, para ver si se arrepentían. Tú, Dios nuestro, bien sabías que eran muy malos y que no cambiarían de manera de pensar.
11 Ellos no podían cambiar, pues eran malvados desde un principio. Si no los castigaste por sus pecados, no fue porque les tuvieras miedo.
12 En realidad, nadie puede regañarte por nada de lo que tú haces. Nadie puede condenarte por destruir a las naciones que tú mismo creaste. Nadie puede enfrentarse a ti para defender al culpable.
13 Dios nuestro, aparte de ti no hay otro dios que cuide de todos los pueblos. A ningún dios tienes que probarle que has hecho lo correcto.
14 Tampoco hay rey o gobernante que pueda ponerse en tu contra y defender a los que has castigado.
Dios es justo
15 Dios nuestro, tú eres justo: tú gobiernas el mundo con justicia y jamás castigas a una persona inocente.
16 Siempre actúas con justicia, porque tienes el poder para hacerlo, y tienes compasión de todos porque toda la creación te pertenece.
17 Si alguien duda de tu poder, le haces ver lo poderoso que eres. Tú confundes a los orgullosos, que saben de tu poder pero no te tienen miedo.
18 Tú nos juzgas con bondad y nos gobiernas con gran amor; porque sabes usar tu poder, y lo aplicas cuando quieres.
Dios enseña a su pueblo a ser compasivo
19 Al actuar de esa manera, enseñaste a tu pueblo a ser bondadoso con todos; y llenaste de esperanza a tu pueblo al darles la oportunidad de arrepentirse de sus pecados.
20 A los cananeos, enemigos de tu pueblo Israel, los castigaste, pero con mucho amor, y les diste la oportunidad de arrepentirse.
21 Por eso, cuando castigaste a Israel, lo hiciste con mayor bondad. Así lo hiciste, por la alianza que firmaste con sus antepasados, y por las grandes promesas a su favor.
22 A nuestros enemigos no les envías castigos tan duros. Así nos enseñas a ser bondadosos con aquellos a quienes tenemos que juzgar. Quieres que seamos misericordiosos como tú lo eres con nosotros.
El castigo severo después de la corrección
23-24 Por eso, a los egipcios, que vivieron haciendo el mal, tú los castigaste con los mismos animales horribles y repugnantes que ellos adoraban. Tan grande fue su error que se dejaron engañar como niños sin inteligencia.
25 Como se comportaban igual que los niños pequeñitos, primero les diste un castigo muy suave; ¡parecía más juego que castigo!
26 Con ese castigo, los egipcios no se corrigieron. Así que les diste el castigo que se merecían.
27 Y al verse castigados con los mismos animales que adoraban como dioses, te reconocieron como el Dios verdadero, como el Dios que no querían adorar. ¡Fue así como recibieron el castigo que se merecían!
13 Contra la idolatría
1 ¡Qué tontos son aquellos que no toman en cuenta a Dios! Son tan tontos que no ven todo lo que Dios ha hecho, ni lo reconocen como el Dios creador.
2 En cambio, reconocieron como dioses al fuego, al viento y a la suave brisa; a los mares, a los ríos y a las estrellas del cielo.
3 Tan bellas les parecieron esas cosas que las consideraron dioses. Debieron haber sabido que más bello y hermoso es nuestro Dios, quien hizo todo lo que ellos adoran. ¡Dios es el creador de todo lo que es bello y hermoso!
4 Si la energía y el poder de todo eso les causó tanta admiración, debieron darse cuenta que mucho más poderoso es el Dios de Israel quien los creó.
5 Cuando vemos la grandeza y la belleza de todo lo creado, tenemos que reconocer el poder de nuestro Creador.
6 Sin embargo, no hay que ser tan severos al juzgar a esas personas; quizás se perdieron tratando de encontrar al Dios verdadero.
7 Al ver lo que Dios hizo, lo encontraron tan hermoso que esa belleza los engañó; por eso adoraron todo aquello.
8 Sin embargo, no son inocentes,
9 porque si fueron capaces de investigar el universo y de aprender tanto de él, ¿cómo es que no descubrieron al Creador de todo lo que existe?
El carpintero que fabrica un ídolo
10 ¡Qué lástima me dan los que consideran dioses a objetos que hicieron ellos mismos! ¡Qué lástima me dan los que tienen por dioses a objetos de plata y oro, a figuras de animales y a piedras talladas que no tienen nada de valor!
11 Pongamos como ejemplo al carpintero: Corta un árbol, le quita la corteza, trabaja con cuidado la madera y fabrica una mesa que presta buen servicio.
12 Si le sobra madera, la usa como leña para cocinar.
13 Y si le sobra un palo torcido que está tan lleno de nudos que no sirve para nada, en sus ratos libres se dedica a darle forma, hasta que hace la figura de un hombre
14 o de un animal asqueroso. Después rellena los huequitos con masilla y pinta esa figura de rojo.
15 Luego prepara un lugar en la pared y allí coloca la figura.
16 El carpintero sabe muy bien que necesita tener mucho cuidado para que ese ídolo no se caiga, pues no puede sostenerse solo y necesita la ayuda de alguien.
17 Sin embargo, ese mismo carpintero no siente la menor vergüenza de hablarle al ídolo, y de pedirle por su esposa, por sus hijos y por su casa. Es tan tonto que cuando está enfermo, le pide ayuda a una figura sin vida.
18 Le pide a un palo muerto que le conserve la vida. Le pide protección a quien tiene que ser protegido, y espera que un pedazo de madera, que necesita ser transportado, sea quien lo acompañe en un viaje.
19 ¡A un ídolo de madera, que no puede usar las manos, le pide ayuda en sus negocios y trabajos!
14 El marinero que navega por el mar
1 Los marineros se preparan para cruzar el mar enfurecido, y antes de hacerlo, le piden protección a un trozo de madera que es más frágil y pequeño que el barco en el que viajan.
2 Ese barco lo hizo un artesano que por su habilidad estaba seguro de ganar buen dinero.
3 Pero eres tú, Dios y Padre nuestro, el que guías ese barco; ¡eres tú quien le marca el rumbo sobre las olas del mar!
4 Así demuestras que tú eres el único que salva del peligro. Para guiar un barco no hace falta mucha experiencia, pues eres tú quien lo guía.
5 En todo has puesto las huellas de tu sabiduría: por eso la gente se atreve a viajar en un frágil barco de madera y cruza el mar sana y salva.
6 Así sucedió en tiempos de Noé, cuando el diluvio mató a los gigantes. La gente buena, que era la esperanza del mundo, se salvó en una frágil barca. Con los que se salvaron comenzó una nueva humanidad.
7 ¡Alabado sea Dios por la madera que se usa para el bien!
8 Pero maldito sea el ídolo hecho por manos humanas. Que les vaya mal al ídolo y a quien lo hizo: al ídolo por ser adorado como un dios, a pesar de que se pudre, y al hombre por haberlo fabricado.
9 Dios odia el mal y también al que lo hace.
10 Por eso Dios castigará al malvado y a sus obras de maldad.
11 Dios destruirá los ídolos de los pueblos que no lo conocen. En esas naciones, la gente adora las cosas que Dios creó; por eso Dios los desprecia. Esa gente aleja a otros de Dios y desvía a los tontos del buen camino.
Origen de la adoración a los ídolos
12 La fabricación de ídolos hizo que la gente dejara de adorar a Dios. Por eso Dios los castigó matándolos con el diluvio.
13 Los ídolos no tienen vida, y nunca la tendrán.
14 Como son obra de hombres y mujeres, pronto Dios los hará desaparecer.
15 Pongamos otro ejemplo: Un padre, afligido por la muerte de su joven hijo, manda a hacer una imagen del hijo muerto. Después adora a esa imagen y pide a la familia que también la adore. De esta manera, lo que antes era un cadáver, se convierte en un dios.
16 Después de mucho tiempo, esa mala costumbre se hace ley, y todos tienen que cumplirla.
17 Las estatuas de los gobernantes también son adoradas, porque ellos mismos hacen que la gente las adore. Además, los que viven lejos hacen una imagen parecida al rey porque no pueden adorarlo personalmente. De esa manera adoran a la imagen como si el rey estuviera presente.
18 El artista, movido por su ambición, hace que los que no conocen al rey, también lo adoren.
19 Por su deseo de agradar al rey, el artista se esmera en hacerle una imagen más hermosa de lo que el rey es.
20 Así la gente termina por considerar dioses a los que antes sólo tenía por hombres.
21 Esto se convirtió en trampa para muchos, porque les dieron a la madera y a la piedra la adoración que sólo merece el Dios verdadero.
22 No contentos con su error de adorar a dioses falsos, su ignorancia los lleva a participar en violentas guerras en nombre de la paz.
23 Además, ofrecen en sacrificio a los niños, y practican cultos extraños con mucho sexo y borrachera.
24 La vida tiene poco precio y no se respeta el matrimonio; se matan a traición unos a otros, y son infieles a sus esposas.
25 Todo es confusión, muerte y asesinato, infidelidad, engaño y mentira.
26 Nadie sabe qué es bueno y qué es malo; nadie agradece los favores, ni se preocupan por los demás. Son inmorales y perversos sexuales, y así destruyen sus propias familias.
27 El culto a esos ídolos horribles es el origen, la causa y el fin de todo mal.
28 Los que adoran a los ídolos celebran fiestas alocadas, anuncian noticias falsas, practican la injusticia y hacen juramentos falsos.
29 Como confían en ídolos muertos, piensan que jurar en falso no les traerá ningún mal.
30 Pero serán condenados, por no reconocer al Dios verdadero, y por despreciar lo más sagrado con sus falsos juramentos.
31 Los ídolos no castigan; ¡no tienen poder para hacerlo! Pero Dios no dejará sin castigo a los que practican la maldad.
15 Los israelitas no adoran a dioses falsos
1 Dios nuestro, tú eres bueno y fiel, no te enojas fácilmente y gobiernas todo con bondad.
2 Aunque pequemos, somos tuyos; reconocemos que eres poderoso. Tú eres nuestro dueño, por eso no queremos pecar contra ti.
3 Obtenemos la salvación completa cuando llegamos a conocerte. El principio de la vida eterna consiste en reconocer tu poder.
4 A nosotros no nos engañan esos ídolos inventados por artistas chambones que los pintan de todos colores.
5 Sólo los tontos se sienten atraídos por esos ídolos sin vida.
6 Tanto los que hacen esos ídolos, como los que los adoran, son gente que ama la maldad. ¡Por eso, sólo merecen la desgracia!
El ejemplo del alfarero
7 El alfarero amasa el barro para hacer las vasijas que usamos. Con el mismo barro puede hacer vasijas para usarlas en algo bueno o en algo malo. El mismo alfarero decide cómo usar cada una de sus vasijas.
8 Ese alfarero pierde tiempo y esfuerzo, haciendo ídolos con el polvo de la tierra. No se da cuenta que poco antes él mismo fue formado de ese polvo y que muy pronto, cuando se le acabe la vida, volverá a ser polvo de la tierra.
9 En vez de pensar que su vida es corta y que tiene que morir, compite con los que trabajan el oro, la plata y el bronce. Su gran meta y orgullo en la vida consiste en fabricar ídolos.
10 Su corazón es como la ceniza, su esperanza es más sucia que la tierra y su vida vale menos que el barro.
11 No conoce al Dios que lo creó y le dio el aliento de vida.
12 Ese alfarero piensa que la vida es un juego y un negocio para conseguir dinero. Por eso dice: Hay que valerse hasta del mal para conseguir mucho dinero.
13 Ese hombre, con el mismo barro, fabrica ídolos y vasijas que se rompen, aunque bien sabe que hace lo malo.
El error de los egipcios
14 Pero los menos inteligentes de todos fueron los que esclavizaron a tu pueblo,
15 porque adoraron como dioses a todos los ídolos de las otras naciones. Esos ídolos tienen ojos, pero no ven, tienen nariz, pero no respiran; tienen oídos, pero no oyen, tienen dedos, pero no pueden tocar, y tienen pies, pero no pueden caminar.
16 Son ídolos hechos por mortales que tienen la vida prestada. Ningún ser humano es capaz de hacer un dios igual a él mismo.
17 Los fabricantes de ídolos son seres mortales, y por eso sus imágenes son cosas muertas. El que adora ídolos vale más que los objetos que adora, porque él tiene vida, y los ídolos son cosas muertas.
18-19 Además, los egipcios adoran a los animales más feos y estúpidos, a los cuales Dios maldijo como lo hizo con la serpiente en el Edén.
16 Las codornices
1 Dios nuestro, tú usaste a esos animales y a gran cantidad de insectos para darles a los egipcios el castigo que se merecían.
2 En cambio a tu pueblo Israel, en vez de castigarlo, lo trataste con bondad. Para calmar su hambre, les diste a comer codornices, aves que ellos no conocían.
3 Los egipcios, aunque tenían hambre, perdieron las ganas de comer, por el asco que sentían al ver esos horribles animales que enviaste contra ellos. Tu pueblo, en cambio, después de sufrir hambre, pudo darse el gusto de comer la comida más deliciosa.
4 Los egipcios merecían sufrir mucha hambre porque esclavizaron a tu pueblo; así tu pueblo pudo ver cómo hiciste sufrir a sus enemigos.
Las langostas y la serpiente de bronce
5 Dios nuestro, tu pueblo sufrió el ataque de fieras terribles. Muchos murieron por la mordedura de serpientes venenosas. Sin embargo, tu enojo duró muy poco.
6 Tú asustaste un poco a tu pueblo, para que aprendiera la lección, pero luego le diste una señal para que se salvara y recordara tus enseñanzas.
7 La señal era una serpiente de bronce, y los que la miraron quedaron sanos. Pero no se sanaron por mirar a la serpiente, sino porque tú mismo los curabas, pues eres el salvador de todos.
8 Así les mostraste a nuestros enemigos que sólo tú libras de todo mal.
9 Ellos murieron picados por saltamontes y mosquitos, y no hubo remedio que pudiera curarlos, porque se merecían la muerte.
10 Tus hijos no fueron vencidos por las serpientes venenosas, porque tu bondad los protegió y los salvó.
11 Si eran mordidos, se sanaban enseguida, para que se acordaran de tus palabras y no se olvidaran de tus beneficios.
12 No los salvó una hierba ni ningún otro remedio; los salvó el poder de tu palabra.
13 Dios nuestro, tú tienes poder sobre la vida y la muerte, y puedes quitarla y devolverla.
14 Es verdad que hay hombres malvados que pueden matar a otros; pero ellos no tienen poder para revivir a los muertos.
El maná
15 Nadie puede escapar de tu mano.
16 Los malvados, que no quisieron reconocerte, fueron golpeados por tu brazo poderoso. Fueron perseguidos por terribles tormentas y por un granizo destructor; el fuego los carbonizó a todos.
17 El agua debió apagar el fuego, pero más bien le dio fuerza. ¡La naturaleza peleó a favor de los buenos!
18 A veces el fuego disminuía, para no destruir a los animales que enviaste contra los malos. Eso les sirvió de lección a los malvados para que se dieran cuenta que la justicia de Dios los perseguía.
19 Otras veces, aun en medio del agua las llamas ardían con fuerza, para destruir las cosechas de aquella nación malvada.
20 En cambio, a tu pueblo le enviaste desde el cielo un pan listo para comer, que a todos les encantó. ¡Fue un manjar digno de ángeles!
21 Por medio de ese alimento les mostraste tu ternura, pues al comerlo, cada uno sentía el sabor de su comida preferida.
22-23 Aunque esa comida parecía nieve o hielo, no se derretía con el fuego. Así, el fuego perdía su fuerza para que los buenos pudieran comer. Pero ese fuego, al mismo tiempo, ardía en forma de rayos y relámpagos, para que el furor de la tempestad destruyera las cosechas de los enemigos.
24 Los elementos de la creación se someten a ti, pues tú eres su creador. Estos mismos elementos se enfurecen contra los malvados, pero se calman para favorecer a los que confían en ti.
25 Por eso la naturaleza se transformó por completo y se puso al servicio de tu bondad. Así ayudó en todo a tu pueblo.
26 Dios nuestro, tú permitiste que todo eso pasara para que aprendieran tus amados hijos que no son las cosechas sino tu palabra la que alimenta a los que en ti confían.
27 El fuego no destruía al maná, pero éste se derretía al primer rayo del sol;
28 así tu pueblo aprendió que debía levantarse antes del amanecer, para darte gracias y encontrarse contigo.
29 Pero la esperanza del malagradecido se derrite como la nieve y se derrama como el agua.
17 Oscuridad para los malos y luz para los buenos
1 Dios nuestro, tus pensamientos son muy profundos y difíciles de comprender. Los malvados no los comprenden, y por eso se equivocan.
2 Cuando los malvados planearon esclavizar a tu pueblo, quedaron envueltos en una terrible oscuridad, más larga que una noche en la cárcel. Quedaron encerrados en sus casas y lejos de tu ayuda.
3 Pensaban mantener sus pecados ocultos y escondidos, pero tuvieron que huir de aquí para allá, asustados por terribles fantasmas.
4 Aunque se escondían en sus casas, seguían muertos de miedo; escuchaban ruidos espantosos, y veían figuras horribles.
5 El fuego no tenía fuerza para darles luz, ni el brillo de las estrellas podía iluminar aquella horrible noche.
6 Sólo podían ver la luz de una hoguera que se prendía sola, y que los asustaba. Cuando la hoguera se apagaba, la visión les parecía más macabra, y el miedo se apoderaba de ellos.
7 Los magos egipcios hacían trucos inútiles, su ciencia no les servía de nada.
8 Los sabios y magos que estaban seguros de ayudar a los que estaban muertos de miedo, se orinaban de terror.
9 Las pisadas de los animales y el silbido de las serpientes, por más suaves que eran, los ponían a temblar de miedo. ¡Hasta el viento los asustaba!
10 Bien sabe el malvado que la maldad provoca miedo, y que el pecado es muy cobarde. ¡El que no tiene la conciencia tranquila siempre se imagina lo peor!
11 El miedo no es otra cosa que negarse a razonar.
12 Cuando menos seguros nos sentimos, más terrible nos parece la causa del tormento.
13-14 Cuando los egipcios dormían, soñaban que eran perseguidos por horribles fantasmas, o el terror los dejaba sin fuerzas y les impedía moverse. Esa oscuridad que los envolvía no tenía ningún poder, pues venía del reino impotente de la muerte.
15-16 Cuando el terror invadía a los egipcios, todos ellos, incluyendo a los campesinos y a los pastores de ovejas, quedaban como encerrados en una cárcel sin rejas, dondequiera que estuvieran. La oscuridad los tenía prisioneros y no podían escapar.
17 Se llenaban de terror apenas oían un ruido; los asustaba el soplo del viento, el canto de los pájaros, el rumor del agua de un río caudaloso,
18 la caída de una piedra, la carrera de los animales, el rugido de las fieras o el eco de las cavernas en los cerros.
19 El resto del mundo estaba iluminado por la brillante luz del sol, y se dedicaba a sus trabajos.
20 En cambio, sobre los egipcios había caído una noche muy oscura. Y aunque eran terribles las tinieblas, más terrible era para ellos soportarse unos a otros.
18
1 En cambio, para tu pueblo, brillaba una intensa luz. Y aunque los egipcios no podían ver a tu pueblo, lo escuchaban y lo felicitaban, y envidiaban su felicidad.
2 Los egipcios agradecían a tu pueblo por no aprovecharse de esa oscuridad para vengarse de los malos tratos recibidos, y también le pedían perdón por haberlo tratado con tanta maldad.
3 A tu pueblo, en vez de las tinieblas, le diste una columna de fuego, que fue como un sol que los guió durante su marcha victoriosa sin causarles ningún daño.
4 Los egipcios se quedaron sin luz, porque esclavizaron a tus hijos, que son los encargados de llevar al mundo el mensaje maravilloso de tu ley.
El castigo de los egipcios
5 Los egipcios decidieron matar a los niños de tu pueblo santo, y sólo se salvó Moisés, que fue abandonado en el río Nilo. Como castigo por tal crimen, tú les quitaste muchos hijos; hiciste que todo su ejército se ahogara en el Mar de los Juncos.
6 Pero a nuestros antepasados les habías dicho de antemano lo que iba a pasar aquella noche, para que se alegraran al comprobar que tú cumples tus promesas.
7 Tu pueblo esperaba que salvaras a los buenos y acabaras con sus enemigos.
8 Con el castigo que les diste a los egipcios, nos salvaste a nosotros, y nos guiaste a ti.
9 Dios nuestro, tu pueblo liberado te ofreció sacrificios a escondidas, y se comprometió a cumplir tus mandamientos. Tus hijos prometieron permanecer juntos, en los tiempos buenos y en los malos. Y mientras tu pueblo cantaba los himnos antiguos,
10 se oían los gritos y lamentos de sus enemigos, que lloraban la muerte de sus hijos.
11 Todos sufrieron el mismo castigo: amos y esclavos, pobres y ricos.
12 Fueron tantos los que murieron esa noche, que no pudieron ser enterrados. En todas las familias de Egipto hubo muertos. ¡Lo más valioso de esa nación se acabó en un instante!
13 Los egipcios no habían creído en las advertencias de Dios, porque confiaron más en sus hechicerías. Pero al ver morir a sus hijos mayores, reconocieron que Israel era el pueblo de Dios.
14 En el silencio de la medianoche, cuando todo estaba en paz,
15 tu palabra poderosa salió del cielo, donde tienes tu trono real, para atacar a aquella tierra. Tu palabra traía en la mano algo parecido a una espada muy afilada.
16 Tocaba el cielo con su cabeza, y sus pies pisaban la tierra, mientras llenaba de muertos al país de Egipto.
17 Los egipcios tuvieron sueños terribles y se llenaron de terror.
18 Y cuando caían en tierra, medio muertos, confesaban la causa de su castigo.
19 Pues tú ya les habías advertido por medio de esos sueños, que no iban a morir sin saber la razón de su castigo.
El pueblo de Dios en el desierto
20 Dios nuestro, también es verdad que tú castigaste a tu pueblo. Por eso, muchos murieron en el desierto, pero tu enojo pronto se calmó.
21 Llamaste entonces a un hombre bueno, al sacerdote Aarón. Él salió en defensa de tu pueblo, quemó incienso, hizo oración y te pidió que perdonaras a todos. De esa manera calmó tu enojo y demostró ser un auténtico sacerdote.
22 Logró calmar tu enojo, no con las armas ni con su fuerza física, sino por medio de la oración. Aarón te recordó las promesas que habías hecho a nuestros antepasados, cuando hiciste pacto con ellos.
23 Cuando ya había muerto mucha gente, Aarón detuvo tu enojo, para que no murieran todos los demás.
24 Sus vestiduras sacerdotales tenían cuatro filas de piedras preciosas con los nombres de nuestros antepasados, y eran un símbolo del mundo entero. El turbante que llevaba en su cabeza representaba tu majestad.
25 Al ver esto, el ángel de la muerte retrocedió lleno de miedo, pues una sola prueba de tu ira fue suficiente.
19 El paso por el Mar de los Juncos
1 Dios nuestro, los malos recibieron un castigo muy fuerte, porque lo que ellos hicieron tú ya lo sabías de antemano.
2 Ya sabías que, después de dejar salir a tu pueblo, los egipcios cambiarían de idea y saldrían a perseguirlo.
3 Y así sucedió. Cuando todavía lloraban por la muerte de sus hijos, se les ocurrió la locura de perseguir a tu pueblo.
4 Se les olvidó el castigo que acababan de recibir, y salieron corriendo tras la peor de sus desgracias. Así se completó el castigo que habías preparado para ellos.
5 Mientras tu pueblo hacía un viaje maravilloso, ellos morían lejos de su patria.
6 Para que tus hijos no sufrieran ningún daño, tú hiciste que los elementos naturales no actuaran como siempre lo hacen.
7 Una nube cubrió el campamento, y donde antes había agua apareció la tierra seca. En medio del Mar de los Juncos se abrió un camino seco, y se formó una verde pradera entre las olas.
8 Por allí pasó todo tu pueblo, protegido por tu mano, y contemplando ese maravilloso milagro.
9 Todos saltaban de alegría como corderitos, y te alababan a ti, Dios nuestro. ¡Tú los habías librado de sus enemigos!
10 Tu pueblo recordaba lo que había pasado en el país donde había sido esclavo. Recordaba también cómo la tierra se cubrió de mosquitos y el río se llenó de ranas.
11 Más tarde, cuando tuvieron hambre, quisieron probar una comida bien sabrosa.
12 Entonces les mandaste unas codornices que salieron del mar.
El pecado de Egipto
13 Fuertes truenos anunciaron los castigos que iban a caer sobre la nación malvada. Los egipcios merecían el castigo que recibieron, porque odiaban a los extranjeros, y eran crueles con ellos.
14 Los habitantes de Sodoma no recibieron a unos visitantes desconocidos. Pero los egipcios convirtieron en esclavos a los israelitas que tanto les servían.
15 Los de Sodoma fueron castigados porque trataron como enemigos a los extranjeros.
16 Los egipcios, al contrario, recibieron muy bien a los israelitas, pero cuando éstos gozaban de iguales derechos, los sometieron a trabajos forzados.
17 Por eso Dios los dejó ciegos, como había hecho con los de Sodoma. A ellos les mandó una profunda oscuridad, y, aunque estaban frente a la casa de Lot, no pudieron encontrar la puerta.
La transformación de la naturaleza
18 Los elementos de la naturaleza cambiaron sus propiedades, como en una guitarra se puede variar el ritmo, sin necesidad de cambiar la melodía. Eso lo sabemos por lo que sucedió:
19 Los animales de la tierra se convirtieron en animales del agua, y los que vivían en el agua salieron a la tierra.
20 El fuego se hacía más fuerte al recibir el agua, y el agua perdió su fuerza para acabar con el fuego.
21 El fuego no quemaba a los débiles animales que pasaban por en medio de las llamas, ni derretía el maná que caía del cielo, aunque era suave como la nieve y fácilmente se derretía.
22 ¡Dios nuestro, tú has hecho grande y victorioso a tu pueblo! ¡Siempre lo acompañaste a todas partes!
Reflexiones sobre el libro Sabiduría
El libro de «Sabiduría» es uno de los libros conocidos como «Deuterocanónicos» o «Apócrifos», lo que significa que no es reconocido como parte del canon judío hebreo, pero sí es aceptado como parte de la Biblia por algunas denominaciones cristianas, como la Iglesia Católica y algunas denominaciones ortodoxas.
El libro de Sabiduría, también llamado «Sabiduría de Salomón», no debe confundirse con el libro atribuido al rey Salomón llamado «Proverbios», que también se considera parte de los libros sapienciales del Antiguo Testamento.
El libro de Sabiduría se atribuye tradicionalmente al rey Salomón, aunque su autoría exacta es incierta. Fue escrito en griego, probablemente entre los siglos II y I a.C., y ofrece enseñanzas y reflexiones sobre la sabiduría, la justicia y la vida virtuosa.
El libro aborda temas como la relación entre la sabiduría y la vida práctica, la inmortalidad del alma, la existencia de Dios y la naturaleza del bien y del mal. También contiene reflexiones sobre la historia del pueblo de Israel y ofrece una visión de la sabiduría desde una perspectiva judía helenística.
El libro de Sabiduría es considerado valioso por su contenido ético y filosófico, y ha influido en el pensamiento judío y cristiano. Además, ha sido objeto de estudio y reflexión en el contexto de la teología y la filosofía moral.
Es importante mencionar que la aceptación y el estatus del libro de Sabiduría varían entre las diferentes tradiciones religiosas y denominaciones cristianas. Algunas denominaciones protestantes no incluyen este libro en su canon bíblico, considerándolo apócrifo o deuterocanónico.