Libro de los Salmos
El libro de los Salmos es uno de los más queridos y populares de la Biblia, y contiene una colección de poesía religiosa que abarca una amplia gama de emociones y experiencias humanas. Los Salmos son una expresión de la relación entre el pueblo de Dios y su Creador, y ofrecen una perspectiva única sobre la oración, la alabanza, la confianza y la lamentación. Además, los Salmos son una fuente de inspiración para la música y la liturgia, y han sido utilizados en la adoración y la contemplación a lo largo de la historia de la Iglesia. En esta sección, exploraremos la riqueza de los Salmos, incluyendo su contexto histórico y cultural, su estructura poética y su teología. También reflexionaremos sobre su relevancia para nuestra vida y fe hoy en día, y ofreceremos sugerencias prácticas para su uso en la oración y la adoración. Esperamos que disfrutes esta sección de la web «Sagrada Escritura» y encuentres en ella inspiración y sabiduría para tu vida.
1 Éxito y fracaso
1 Dios bendice a quienes no siguen malos consejos ni andan en malas compañías ni se juntan con los que se burlan de Dios.
2 Dios bendice a quienes aman su palabra y alegres la estudian día y noche.
3 Son como árboles sembrados junto a los arroyos: llegado el momento, dan mucho fruto y no se marchitan sus hojas. ¡Todo lo que hacen les sale bien!
4 Con los malvados no pasa lo mismo; ¡son como el polvo que se lleva el viento!
5 Cuando sean juzgados, nada los salvará; ¡esos pecadores no tendrán parte en la reunión de los buenos!
6 En verdad, Dios cuida a los buenos, pero los malvados se encaminan al fracaso.
2 Dios y su rey
1-2 ¿Por qué se rebelan contra Dios las naciones y los pueblos? ¿Por qué estudian la manera de luchar contra él y contra su rey? ¡Inútiles son los planes de los reyes de este mundo!
3 ¡Quieren acabar con su poder! ¡Quieren librarse de su dominio!
4 Pero Dios desde su trono se ríe y se burla de ellos.
5 Luego se enoja y los reprende, se enfurece y los asusta.
6 Los amenaza diciendo: Ya elegí al rey que gobernará desde el monte Sión, que es mi montaña santa.
7 Voy a dar a conocer lo que Dios ha decidido. Él me dijo: Tú eres mi hijo; desde hoy soy tu padre.
8 ¡Pídeme lo que quieras! Te daré como herencia las naciones; ¡todo el mundo será tuyo!
9 Gobernarás a las naciones con mano de hierro; ¡las destrozarás como a ollas de barro!
10 Ustedes los reyes, pónganse a pensar; déjense enseñar, gobernantes de la tierra.
11 Adoren a Dios con reverencia; y con alegría ríndanle culto.
12 Adoren a Dios, para que no se enoje, pues fácilmente se enfurece, y podría quitarles la vida. ¡Dios bendice a todos los que en él confían!
3 David compuso este salmo cuando estaba huyendo de su hijo Absalón.
1 Dios mío, son muchos mis enemigos; son muchos los que me atacan,
2 son muchos los que me dicen que tú no vas a salvarme.
3 Sólo tú, Dios mío, me proteges como un escudo; y con tu poder me das nueva vida.
4 A gritos te llamo, y desde tu templo me respondes.
5 Yo me acuesto, y me duermo, y vuelvo a despertar, porque tú vigilas mi sueño.
6 No me asustan los muchos enemigos que me tienen acorralado.
7 ¡Dios mío, levántate y ponme a salvo! ¡Rómpeles la cara a mis enemigos! ¡Rómpeles los dientes a los malvados!
8 Dios mío, sólo tú puedes salvarme; ¡bendice a tu pueblo!
4 Himno de David. (instrumentos de cuerda)
Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
1 Tú, Dios mío, eres mi defensor; ¡respóndeme cuando te llame! Siempre que tengo problemas, me ayudas a salir de ellos; ¡compadécete de mí, y escucha mi oración!
2 Ustedes los que se creen importantes, ¿me van a seguir insultando, y jugando con mi honor? ¿Van a seguir con sus mentiras y engaños?
3 Sépanlo de una vez: Dios me muestra su amor porque le soy fiel; ¡por eso me escucha cuando lo llamo!
4 ¡Cuidado, no pequen más! Cuando llegue la noche y se acuesten a dormir, pónganse a pensar en todo lo que han hecho.
5 Ofrézcanle a Dios lo que él les ha pedido, y pongan su confianza en él.
6 ¡Hazte presente, Dios mío, y muéstranos tu bondad, pues no faltan los que dicen que tú no eres bondadoso!
7 Hay muchos que son felices comiendo y bebiendo de más, pero yo soy muy feliz porque mi alegría viene de ti.
8 Cuando me acuesto, me duermo enseguida, porque sólo tú, mi Dios, me das tranquilidad.
5 Himno de David. (música de flautas)
Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de música de flautas.
1-3 Mi rey y mi Dios, escucha con atención mis palabras; toma en cuenta mis súplicas, escucha mi llanto, pues a ti dirijo mi oración. Tan pronto como amanece te presento mis ruegos, y quedo esperando tu respuesta.
4 A ti, Dios mío, no te agrada la maldad. Por eso los malvados no pueden vivir contigo;
5 no soportas a los orgullosos ni amas a los malhechores.
6 ¡Tú destruyes a los mentirosos, y rechazas a los tramposos y asesinos!
7 Pero a mí me quieres tanto que me dejas entrar en tu templo, y allí me dejas hacer mis oraciones.
8 Dios mío, ¡enséñame a hacer el bien! ¡Llévame por el buen camino, pues no quiero que mis enemigos triunfen sobre mí!
9 Ellos son unos mentirosos y sólo piensan en destruirme. Nunca dicen la verdad, y sólo hablan de muerte.
10 ¡No los perdones, Dios mío! ¡Haz que fracasen sus planes malvados! Ya es mucho lo que han pecado; ¡recházalos por luchar contra ti!
11 Pero que vivan alegres todos los que en ti confían; ¡que siempre canten de alegría bajo tu protección! ¡Que sean felices todos los que te aman!
12 Tú, Dios mío, bendices al que es bueno, y con tu amor lo proteges.
6 Himno de David. (instrumentos de ocho cuerdas)
Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de ocho cuerdas.
1-2 Dios mío, ¡tenme compasión! No me reprendas cuando estés enojado ni me castigues cuando estés furioso, pues ya no me quedan fuerzas. Devuélveme la salud, pues todo el cuerpo me tiembla.
3-4 Dios mío, estoy muy tembloroso; ¿cuándo vendrás en mi ayuda? ¡Vuélvete a mirarme, y sálvame! ¡Por tu gran amor, te ruego que me salves!
5 En el mundo de los muertos nadie se acuerda de ti. Si dejas que me muera, ya no podré alabarte.
6 ¡Ya estoy cansado de llorar! Por las noches lloro tanto que mis lágrimas empapan mi almohada.
7 Es tanto lo que sufro que los ojos se me nublan; ¡por culpa de mis enemigos ya estoy perdiendo la vista!
8-9 ¡Gente malvada, apártense de mí, porque Dios ha escuchado mis ruegos y ha aceptado mi oración!
10 Ustedes, mis enemigos, quedarán confundidos y avergonzados. ¡En un instante huirán llenos de vergüenza!
7 Lamento de David dirigido a Dios
Lamento de David dirigido a Dios por lo que le hizo un hombre de la tribu de Benjamín, que se llamaba Cus.
1 Mi Dios, en ti confío; ¡sálvame de los que me persiguen!, ¡líbrame de todos ellos!
2 Si no me salvas, acabarán conmigo; me despedazarán como leones y nadie podrá librarme de ellos.
3 Dios mío, ¿qué daño les hice?, ¿qué mal cometí?
4 ¿Acaso le hice daño a mi amigo? ¿Acaso le quité algo a quien me maltrata sin razón?
5 Si es así, deja que mi enemigo me persiga y me alcance; deja que me arrastre por el suelo y que me ponga en vergüenza.
6-7 Dios mío, ¡siéntate ya en tu alto trono, y rodeado de las naciones, declárame inocente! ¡Enfréntate a la furia de mis enemigos y muéstrales tu enojo!
8 Tú, Dios mío, eres el juez de los pueblos: ¡júzgame y dicta mi sentencia, pero toma en cuenta que soy inocente!
9 Tú eres un Dios justo, y conoces nuestros pensamientos: ¡acaba, pues, con los malvados, para que ya no hagan lo malo, pero dale tu apoyo a la gente honrada!
10 Dios mío, tú me das tu protección; me proteges como un escudo. Tú salvas a la gente honrada.
11 Tú eres un juez justo y siempre castigas a los malvados.
12 Si éstos no se arrepienten, tú afilarás tu espada y prepararás tu arco.
13 Ya tienes listas tus armas de muerte; ¡ya tienes listas tus flechas de fuego!
14 ¡Fíjense en el malvado! Planea el crimen, lo comete y luego niega haberlo cometido.
15 Ha hecho un hoyo muy profundo, pero en ese mismo hoyo caerá,
16 y sufrirá las consecuencias de su violencia y maldad.
17 Yo, en cambio, alabaré a Dios porque es justo. ¡Yo le cantaré himnos al Dios altísimo!
8 Himno de David. (cuando se exprimen las uvas)
Instrucciones para el director del coro: para cantarlo con la melodía que se toca cuando se exprimen las uvas.
1 Nuestro Dios y nuestro rey, ¡qué grande eres en toda la tierra! ¡Tu grandeza está por encima de los cielos más altos!
2 Con las primeras palabras de los niños más pequeños, y con los cantos de los niños mayores has construido una fortaleza por causa de tus enemigos. ¡Así has hecho callar a tus enemigos que buscan venganza!
3 Cuando contemplo el cielo, y la luna y las estrellas que tú mismo hiciste,
4 no puedo menos que pensar: ¿Qué somos los mortales para que pienses en nosotros y nos tomes en cuenta?
5 ¡Nos creaste casi igual a ti! Nos trataste como a reyes;
6 nos diste plena autoridad sobre todo lo que hiciste; nos diste dominio sobre toda tu creación:
7 sobre ovejas y vacas, sobre animales salvajes,
8 sobre aves y peces, ¡sobre todo lo que se mueve en lo profundo del mar!
9 Nuestro Dios y nuestro rey, ¡qué grande eres en toda la tierra!
9 Himno de David. (flautas y arpas)
Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de flautas y arpas.
1-2 Dios mío, Dios altísimo, yo quiero alabarte de todo corazón. Quiero expresarte mi alegría; ¡quiero cantarte himnos y hablar de tus maravillas!
3-4 Tú eres un juez justo: juzgaste mi caso y me declaraste inocente. Por ti mis enemigos huyen, tropiezan y son destruidos.
5 Reprendiste a los pueblos que no te adoran; destruiste a esos malvados, ¡y nadie volvió a recordarlos!
6 Para siempre cayó la desgracia sobre nuestros enemigos; dejaste sin gente sus ciudades, y ya nadie se acuerda de ellos.
7 Dios mío, tú reinas para siempre, estás sentado en tu trono, y vas a dictar la sentencia.
8 Juzgarás a los pueblos del mundo con justicia y sin preferencias.
9-10 Tú, Dios mío, proteges a los que son maltratados y los libras de la angustia. Los que te conocen confían en ti, pues nunca los abandonas cuando te buscan.
11 ¡Canten himnos a Dios, que es el rey de Jerusalén! ¡Den a conocer entre los pueblos todo lo que ha hecho!
12 Dios sabe que ustedes han sufrido, y les hará justicia; Dios siempre atiende a los pobres cuando le piden ayuda.
13 Dios mío, ¡compadécete de mí! ¡Fíjate en los que me odian! ¡Mira cómo me afligen! ¡No dejes que me maten!
14 Tú me salvaste; por eso estoy feliz. Iré a donde todos me oigan, y les diré a los que pasen que también deben alabarte.
15 Los pueblos que no te conocen han caído en su propia trampa; han quedado atrapados en la red que ellos tendieron.
16 Tú te has dado a conocer como un juez siempre justo; en cambio, los malvados caen en su propia trampa.
17 ¡Que se mueran los malvados, esas naciones que no te conocen ni te toman en cuenta!
18 Pero tú, Dios mío, nunca te olvides de los pobres ni pongas fin a sus esperanzas.
19-20 ¡Vamos, mi Dios! ¡Llama a cuentas a las naciones! ¡Hazlos que sientan miedo! ¡No permitas que te desafíen! ¡Que sepan esos paganos que no son más que polvo!
10 SALMO 10 (9b).
1 Dios mío, ¿por qué te quedas tan lejos?, ¿por qué te escondes de mí cuando más te necesito?
2 Los malvados y orgullosos persiguen a los humildes, pero acabarán por caer en sus propias trampas.
3-4 Alaban a los ambiciosos, pero a ti te menosprecian. No te buscan, porque para ellos no existes. Son groseros. Levantan la nariz y presumen de su codicia, pues sólo en eso piensan;
5 ¡siempre les va bien en todo lo que hacen! Tus leyes, Dios mío, no las pueden entender. Se burlan de sus enemigos,
6 y en su interior piensan que jamás fracasarán, que nunca tendrán problemas y que siempre serán felices.
7 Sus palabras ofenden y lastiman; tras sus palabras esconden sus malas intenciones.
8 Andan por las calles espiando a los inocentes, para caerles encima y matarlos a traición.
9 Siempre se andan escondiendo, como el león en su cueva; siempre están dispuestos a saltar sobre la gente indefensa, y en cuanto la atrapan, la arrastran en su red.
10 Y así, quedan humillados los que tienen la desgracia de caer bajo su dominio.
11 Esos malvados piensan que a ti no te importa, y que hasta escondes la cara para no ver lo que pasa.
12-15 ¡Vamos, Dios mío! ¡Llama a cuentas a los malvados! ¿Por qué han de burlarse de ti? ¡Pídeles cuentas de su maldad, y bórralos de este mundo! ¿Por qué han de creer que no les pedirás cuentas? Tú conoces su maldad, tomas en cuenta su violencia, y un día les darás su merecido. ¡Tú acabarás con su poder! ¡Dios mío, no te olvides de los humildes! Los huérfanos y desvalidos confían en ti; ¡tú eres quien los ayuda!
16-18 Tú, Dios mío, reinas para siempre y escuchas la oración de los humildes. Tú defiendes a los huérfanos y a los que son maltratados; tú los animas y les prestas atención. Pero a los que no te reconocen los echarás de tu tierra, para que nadie en este mundo vuelva a sembrar el terror.
11
Himno de David.
1 Dios es mi protector, ¡no me digan que huya a los cerros, como si fuera un pájaro!
2 Fíjense en los malvados: se esconden en las sombras, y esperan a la gente honrada, para atacarla cuando pase.
3 ¡Si este mundo parece estar bajo el control de los malvados, qué puede hacer la gente honrada!
4-5 Pero Dios está en su santo templo; desde su palacio celestial vigila a la humanidad entera. Dios pone a prueba a los justos; él mismo los examina, pero odia con toda su alma a los malvados y a los violentos.
6 Sobre ellos dejará caer una lluvia de brasas de fuego y de azufre encendido. ¡Un viento caliente los acabará!
7 Dios es justo de verdad, y ama la justicia; ¡por eso la gente honrada habrá de verlo cara a cara!
12
Himno de David. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de ocho cuerdas.
1 Sálvanos, Dios mío, pues ya no hay en este mundo gente que te sea fiel.
2 Todo el mundo dice mentiras y unos a otros se engañan; ahora dicen una cosa, y luego dicen otra.
3 Tú acabarás con esa gente mentirosa y arrogante,
4 con esa gente que dice: Lo que nos sobra es lengua; sabemos hablar muy bien. ¡Nadie podrá dominarnos!
5 Pero tú mismo has dicho: La gente pobre y humilde ya no aguanta tanto maltrato; voy a entrar en acción y los pondré a salvo.
6-8 Dios mío, tú siempre cumples tus promesas y lo has demostrado una y otra vez. Tus promesas son más valiosas que plata refinada. Podrá haber malvados en el mundo, y la maldad ir en aumento, pero tú siempre nos proteges y nos defiendes de esa gente.
13
Himno de David.
1-3 Mi Señor y Dios, ¿vas a tenerme siempre olvidado? ¿Vas a negarte a mirarme? ¿Debe seguir mi corazón siempre angustiado, siempre sufriendo? ¿Hasta cuándo el enemigo me va a seguir dominando? Mírame y respóndeme; ¡ayúdame a entender lo que pasa! De lo contrario, perderé la vida;
4 mi enemigo cantará victoria y se alegrará de mi fracaso.
5-6 Pero yo, Dios mío, confío en tu gran amor y me lleno de alegría porque me salvaste. ¡Voy a cantarte himnos porque has sido bueno conmigo!
14
Himno de David.
1 Los necios piensan: Dios no existe. Pero son gente corrompida, todo lo que hacen es odioso; ¡ninguno de ellos hace lo bueno!
2 Dios, desde el cielo, mira a hombres y a mujeres; busca a alguien inteligente que lo reconozca como Dios.
3 Pero no hay uno solo que no se haya alejado de Dios; no hay uno solo que no se haya corrompido; no hay uno solo que haga el bien.
4-5 Ustedes, gente malvada, que allí están, llenos de miedo; que jamás buscan a Dios, y que se hartan de comida a costillas de mi pueblo, debieran saber esto: ¡Dios está con los buenos!
6 Y aunque ustedes desbaratan los planes de los humildes, Dios es quien los protege.
7 ¡Cómo quisiera yo que Dios nos enviara desde Jerusalén alguien que salve a nuestro pueblo! ¡Cuando Dios nos haga prosperar, todos en Israel estaremos felices!
15
Himno de David.
1 Dime, Dios mío, ¿quién puede vivir en tu santuario?, ¿quién puede vivir en tu monte santo?
2 Sólo quien hace lo bueno y practica la justicia; sólo quien piensa en la verdad y habla con la verdad;
3 sólo quien no habla mal de nadie ni busca el mal de nadie ni ofende a nadie;
4 sólo quien desprecia al que merece desprecio, pero respeta a quien honra a Dios; sólo quien cumple lo que promete aunque salga perdiendo;
5 sólo quien presta dinero sin cobrar intereses, y jamás acepta dinero para perjudicar al inocente. Quien así se comporta, vivirá siempre seguro.
16 Poema de David.
1 Cuídame, Dios mío, porque en ti busco protección.
2 Yo te he dicho: Tú eres mi Dios; todo lo bueno que tengo, lo he recibido de ti. Sin ti, no tengo nada.
3 La gente de mi pueblo, que sólo a ti te adora, me hace sentir feliz.
4 Pero quienes adoran ídolos sufrirán en gran manera. ¡Jamás rendiré culto a los ídolos! ¡Jamás les presentaré ofrendas!
5 Tú eres mi Dios, eres todo lo que tengo; tú llenas mi vida y me das seguridad.
6 Gracias a ti, la herencia que me tocó es una tierra muy bella.
7 Yo te bendigo por los consejos que me das; tus enseñanzas me guían en las noches más oscuras.
8 Yo siempre te tengo presente; si tú estás a mi lado, nada me hará caer.
9 Por eso estoy muy contento, por eso me siento feliz, por eso vivo confiado.
10 ¡Tú no me dejarás morir ni me abandonarás en el sepulcro, pues soy tu fiel servidor!
11 Tú me enseñaste a vivir como a ti te gusta. ¡En tu presencia soy muy feliz! ¡A tu lado soy siempre dichoso!
17 Oración de David.
1 Dios mío, atiende mis ruegos, declárame inocente, pues yo no he mentido.
2 Dicta tú mi sentencia, pues tú sabes lo que es justo.
3-5 Tú sabes bien lo que pienso; has venido por las noches para ponerme a prueba y no me encontraste haciendo planes malvados; tampoco digo malas palabras, ni actúo con violencia, como lo hacen los demás. Yo sólo a ti te obedezco; cumplo tus mandatos, y no me aparto de ellos.
6 Dios mío, yo te llamo porque me respondes. Te ruego que me escuches y que atiendas mis ruegos.
7 ¡Demuéstrame que me amas! Yo sé que tienes poder para salvar de sus enemigos a quienes buscan refugio en ti.
8-9 Cuídame como a tus propios ojos, pues me atacan los malvados; escóndeme bajo tus alas, pues los que quieren matarme ya me tienen rodeado.
10 No tienen sentimientos, hablan sólo para ofenderme.
11 Me siguen muy de cerca, no dejan de vigilarme, quieren hacerme caer.
12 Parecen leones en su escondite, en espera de su presa.
13-14 ¡Vamos, Dios mío! ¡Enfréntate a ellos y derrótalos! ¡Echa mano a la espada y sálvame de esos malvados! ¡Sálvame con tu poder! ¡Sálvame de esta gente que todo lo tiene! Mándales todos los castigos que les tienes reservados, pero castiga también a sus hijos y a sus nietos.
15 Yo, por mi parte, he de quedar satisfecho cuando me declares inocente. ¡Despertar y verme en tu presencia será mi mayor alegría!
18
Himno de David, fiel servidor de Dios. David dedicó a Dios la letra de esta canción cuando Dios lo salvó de Saúl y de todos sus enemigos. En aquella ocasión, David dijo:
1 ¡Dios mío, yo te amo porque tú me das fuerzas!
2 Tú eres para mí la roca que me da refugio; ¡tú me cuidas y me libras! Me proteges como un escudo, y me salvas con tu poder. ¡Tú eres mi más alto escondite!
3 Tú mereces que te alabe porque, cuando te llamo, me libras de mis enemigos.
4 Hubo una vez en que la muerte quiso atraparme entre sus lazos, fui arrastrado por una corriente que todo lo destruía.
5 Me vi atrapado por la muerte, me vi al borde de la tumba.
6 Lleno de angustia llamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo, ¡mi oración llegó hasta sus oídos!
7 Hubo un temblor de tierra, y la tierra se estremeció. También los cerros temblaron desde sus cimientos; ¡temblaron por el enojo de Dios!
8 Echaba humo por la nariz, arrojaba fuego por la boca, y lanzaba carbones encendidos.
9 Dios partió el cielo en dos y bajó sobre una espesa nube.
10 Cruzó los cielos sobre un querubín; se fue volando sobre las alas del viento.
11 Se escondió en la oscuridad, entre las nubes cargadas de agua que lo cubrían por completo.
12 ¡De su grandioso trono salían nubes, granizos y carbones encendidos!
13 De pronto, en el cielo se oyó una voz de trueno: ¡era la voz del Dios altísimo que se dejó escuchar entre granizos y carbones encendidos!
14 Arrojó sus relámpagos como si disparara flechas; ¡dispersó a sus enemigos, y los hizo salir corriendo!
15 Dios mío, tú reprendiste al mar, y por causa de tu enojo el fondo del mar quedó a la vista. En tu enojo resoplaste, y los cimientos de la tierra quedaron al descubierto.
16 Desde los altos cielos me tendiste la mano y me sacaste del mar profundo.
17 Mis enemigos me odiaban; eran más fuertes y poderosos que yo, ¡pero tú me libraste de ellos!
18 Se enfrentaron a mí en el peor momento, pero tú me apoyaste.
19 Me diste libertad, ¡me libraste porque me amas!
20 Me diste mi recompensa porque hago lo que quieres. Me trataste con bondad porque hago lo que es justo.
21 Yo obedezco tus enseñanzas y no me aparto de ti.
22 Cumplo todas tus leyes, y jamás me aparto de ellas.
23 He sido honesto contigo y no he hecho nada malo.
24 Me diste mi recompensa porque hago lo que quieres, porque tú sabes que yo hago lo que es justo.
25 Tú eres fiel con los que te son fieles, y tratas bien a quienes bien se comportan.
26 Eres sincero con los que son sinceros, pero con los tramposos demuestras ser más astuto.
27 A la gente humilde le concedes la victoria, pero a los orgullosos los haces salir derrotados.
28-30 Dios mío, tú alumbras mi vida, tú iluminas mi oscuridad. Con tu ayuda venceré al enemigo y podré conquistar sus ciudades. Tus enseñanzas son perfectas, tu palabra no tiene defectos. Tú proteges como un escudo a los que buscan refugio en ti.
31 Dios de Israel, sólo tú eres Dios, ¡sólo tú puedes protegernos!
32 ¡Sólo tú me llenas de valor y me guías por el buen camino!
33 ¡Tú me das fuerzas para correr con la velocidad de un venado! Cuando ando por las altas montañas, tú no me dejas caer.
34 Tú me enseñas a enfrentarme a mis enemigos; tú me das valor para vencerlos.
35 Tú me das tu protección; me salvas con tu gran poder y me concedes la victoria.
36 Me despejas el camino para que no tenga yo tropiezos.
37 Perseguí a mis enemigos y los alcancé, y no volví hasta haberlos destruido.
38 Los derroté por completo; ¡los aplasté bajo mis pies, y no volvieron a levantarse!
39 Tú me llenaste de valor para entrar en combate; tú hiciste que los rebeldes cayeran derrotados a mis pies.
40 Me hiciste vencer a mis enemigos, y acabé con los que me odiaban.
41 A gritos pedían ayuda, pero nadie fue a salvarlos. Hasta de ti pedían ayuda, pero tampoco tú los salvaste.
42 Los deshice por completo: ¡quedaron como el polvo que se lleva el viento! ¡Me di gusto aplastándolos como al lodo de la calle!
43-45 Dios mío, tú me libras de la gente que anda buscando pelea; me hiciste jefe de naciones, y gente extraña que yo no conocía ahora está dispuesta a servirme. Tan pronto esos extranjeros me oyen, se desaniman por completo y temblando salen de sus escondites dispuestos a obedecerme.
46 ¡Bendito seas, mi Dios, tú que vives y me proteges! ¡Alabado seas, mi Dios y Salvador!
47 ¡Tú me permitiste vengarme de mis enemigos! ¡Tú pusiste a los pueblos bajo mi dominio!
48 Tú me pusiste a salvo de la furia de mis enemigos. Me pusiste por encima de mis adversarios, y me libraste de gente violenta.
49 Por eso, Dios mío, yo te alabo y te canto himnos en medio de las naciones.
50 Tú siempre le das la victoria al rey que pusiste sobre Israel. Tú siempre les muestras tu amor a David y a sus herederos.
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Himno de David.
1 El cielo azul nos habla de la grandeza de Dios y de todo lo que ha hecho.
2 Los días y las noches lo comentan entre sí.
3 Aunque no hablan ni dicen nada, ni se oye un solo sonido,
4 sus palabras recorren toda la tierra y llegan hasta el fin del mundo. En el cielo Dios ha puesto una casa para el sol.
5 Y sale el sol de su casa feliz como un novio; alegre como un atleta, se dispone a recorrer su camino.
6 Sale por un lado y se oculta por el otro, sin que nada ni nadie se libre de su calor.
7 La ley de Dios es perfecta, y nos da nueva vida. Sus mandatos son dignos de confianza, pues dan sabiduría a los jóvenes.
8 Las normas de Dios son rectas y alegran el corazón. Sus mandamientos son puros y nos dan sabiduría.
9 La palabra de Dios es limpia y siempre se mantiene firme. Sus decisiones son al mismo tiempo verdaderas y justas.
10 Yo prefiero sus decisiones más que montones de oro, me endulzan la vida más que la miel del panal.
11 Me sirven de advertencia; el premio es grande si uno cumple con ellas.
12 Nadie parece darse cuenta de los errores que comete. ¡Perdóname, Dios mío, los pecados que cometo sin darme cuenta!
13 ¡Líbrame del orgullo! ¡No dejes que me domine! ¡Líbrame de la desobediencia para no pecar contra ti!
14 ¡Tú eres mi Dios y mi protector! ¡Tú eres quien me defiende! ¡Recibe, pues, con agrado lo que digo y lo que pienso!
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Himno de David.
1 Que Dios te responda cuando te encuentres en aprietos; que el Dios de Israel te brinde su protección.
2 Que Dios te envíe su ayuda desde su santuario; que Dios te dé su apoyo desde Jerusalén.
3 Que Dios se acuerde siempre de todas tus ofrendas, y reciba con gusto los animales que presentas en su honor.
4 Que Dios te conceda lo que pidas de todo corazón, y que haga realidad lo que pienses hacer.
5 ¡Lanzaremos gritos de alegría cuando Dios te conceda la victoria, y alabando a nuestro Dios haremos ondear las banderas! ¡Que Dios te conceda todo lo que pidas!
6 Ahora estoy bien seguro de que Dios le dará la victoria al rey que él ha elegido. Sé que Dios le responderá desde su santo cielo; sé que con su poder le dará al rey grandes victorias.
7 Algunos confían en sus carros de guerra, otros confían en sus caballos, pero nosotros sólo confiamos en nuestro Dios.
8 Esa gente tropezará y caerá, pero nosotros nos levantaremos y seguiremos de pie.
9 Dios nuestro, ¡dale al rey la victoria!, ¡respóndenos cuando te llamemos!
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Himno de David.
1 Dios mío, el rey está muy alegre porque tú le has dado fuerzas; el rey se alegra mucho porque le has dado la victoria.
2 Le has concedido lo que él más deseaba, jamás le negaste lo que él te pidió.
3 Saliste a su encuentro con ricas bendiciones, le pusiste en la cabeza una corona de oro fino.
4 Te pidió que le dieras vida, y lo dejaste vivir muchos años.
5 Gracias a tu ayuda aumentó su poder, gracias a tu ayuda aumentó su fama.
6 Nunca dejas de bendecirlo; tu presencia lo llena de alegría.
7 El rey confía en tu amor, y tú, Dios altísimo, no lo dejarás fracasar.
8-9 Rey mío, cuando tú te hagas presente, apresarás con tu poder a todos tus enemigos; ¡apresarás a los que no te quieren y les prenderás fuego! Acabarás con ellos, ¡en tu enojo los consumirás!
10 Borrarás de este mundo a todos sus hijos. Borrarás de esta tierra a todos sus descendientes.
11 Tal vez quieran hacerte daño y hagan planes contra ti, pero no lograrán su propósito.
12 Cuando los ataques, huirán por todos lados.
13 ¡Dios mío, muestra tu gran poder, y cantaremos himnos por tus grandes victorias!
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Himno de David. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía La gacela de la aurora.
1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡Tan lejos te mantienes que no vienes en mi ayuda ni escuchas mis gritos de dolor!
2 Dios mío, te llamo de día, y no me escuchas; te llamo de noche, y no me respondes.
3 Entre los dioses tú eres único, tú eres rey, tú mereces que Israel te alabe.
4 Nuestros padres confiaron en ti; en ti confiaron, y tú los libraste;
5 te pidieron ayuda, y los salvaste; en ti confiaron, y no les fallaste.
6 En cambio yo, más que hombre parezco un gusano. Soy la burla de hombres y mujeres; todo el mundo me desprecia.
7 Todos los que me ven, se ríen de mí, y en son de burla tuercen la boca y mueven la cabeza.
8 Hasta dicen: Ya que éste confió en Dios, ¡que venga Dios a salvarlo! Ya que Dios tanto lo quiere, ¡que venga él mismo a librarlo!
9 Pero digan lo que digan, fuiste tú quien me hizo nacer; fuiste tú quien me hizo descansar en los brazos de mi madre.
10 Todavía no había nacido yo, cuando tú ya me cuidabas. Aún estaba yo dentro de mi madre, cuando tú ya eras mi Dios.
11 ¡No me dejes solo! ¡Me encuentro muy angustiado, y nadie me brinda su ayuda!
12 Me rodean mis enemigos, parecen toros bravos de Basán[a].
13 Parecen leones feroces, que se lanzan contra mí con ganas de despedazarme.
14 Me he quedado sin fuerzas, ¡estoy totalmente deshecho! ¡Mi corazón ha quedado como cera derretida!
15 Tengo reseca la garganta, y pegada la lengua al paladar; me dejaste tirado en el suelo, como si ya estuviera muerto.
16 Una banda de malvados, que parece manada de perros, me rodea por todos lados y me desgarra pies y manos,
17 ¡hasta puedo verme los huesos! Mis enemigos me vigilan sin cesar,
18 hicieron un sorteo para ver quién se queda con mi ropa.
19 Dios mío, tú eres mi apoyo, ¡no me dejes! ¡Ven pronto en mi ayuda!
20-21 ¡Respóndeme, sálvame la vida! ¡No dejes que me maten! ¡No dejes que me despedacen! Mis enemigos parecen perros, parecen toros que quieren atacarme, parecen leones que quieren devorarme.
22 Cuando mi pueblo se junte para adorarte en el templo, yo les hablaré de ti, y te cantaré alabanzas.
23 Ustedes, pueblo de Israel, que saben honrar a Dios, ¡reconozcan su poder y adórenlo!
24 Dios recibe a los pobres con los brazos abiertos. Dios no les vuelve la espalda, sino que atiende sus ruegos.
25 Dios mío, sólo a ti te alabaré; te cumpliré mis promesas cuando el pueblo que te honra se reúna para alabarte.
26 Los pobres comerán y quedarán satisfechos; los que te buscan, Dios mío, te cantarán alabanzas. ¡Dales larga vida!
27 Dios mío, desde países lejanos, todas las tribus y naciones se acordarán de ti y vendrán a adorarte.
28 Tú eres rey y gobiernas a todas las naciones.
29 Nadie es dueño de su vida. Por eso los que habitan este mundo, y los que están a punto de morir se inclinarán ante ti, y harán fiestas en tu honor.
30 Mis hijos te rendirán culto; las generaciones futuras te alabarán,
31 y los que nacerán después sabrán que tú eres justo y que haces grandes maravillas.
23
Himno de David.
1 Tú, Dios mío, eres mi pastor; contigo nada me falta.
2 Me haces descansar en verdes pastos, y para calmar mi sed me llevas a tranquilas aguas.
3 Me das nuevas fuerzas y me guías por el mejor camino, porque así eres tú.
4 Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza.
5 Aunque se enojen mis enemigos, tú me ofreces un banquete y me llenas de felicidad; ¡me das un trato especial!
6 Estoy completamente seguro de que tu bondad y tu amor me acompañarán mientras yo viva, y de que para siempre viviré donde tú vives.
24
Himno de David.
1 Dios es dueño de toda la tierra y de todo lo que hay en ella; también es dueño del mundo y de todos sus habitantes.
2 Dios afirmó la tierra sobre el agua de los mares; Dios afirmó este mundo sobre el agua de los ríos.
3 Sólo puede subir al monte de Dios y entrar en su santo templo
4 el que siempre hace lo bueno y jamás piensa hacer lo malo; el que no adora a dioses falsos ni hace juramentos en su nombre.
5 Al que es así, Dios lo llena de bendiciones; ¡Dios, su Salvador, le da la victoria!
6 Dios de Israel, así son todos los que te buscan; así son los que a ti acuden.
7 ¡Abran los portones de Jerusalén! ¡Dejen abiertas sus antiguas entradas! ¡Está pasando el Rey poderoso!
8 ¿Y quién es este Rey poderoso? ¡Es el Dios de Israel; Dios fuerte y valiente! ¡Es nuestro Dios, el valiente guerrero!
9 ¡Abran los portones de Jerusalén! ¡Dejen abiertas sus antiguas entradas! ¡Está pasando el Rey poderoso!
10 ¿Y quién es este Rey poderoso? ¡Es el Dios de Israel, el Rey poderoso! ¡Él es el Dios del universo!
25
Himno de David.
1-2 Mi Señor y Dios, a ti dirijo mis ruegos porque en ti confío. No me hagas pasar vergüenza; no permitas que mis enemigos se burlen de mí.
3 Tampoco dejes que pasen vergüenza los que en ti confían; ¡la vergüenza deben pasarla los que traicionan a otros!
4-5 Dios mío, enséñame a vivir como tú siempre has querido. Tú eres mi Dios y salvador, y en ti siempre confío.
6-7 Dios mío, por tu amor y tu bondad acuérdate de mí. Recuerda que siempre me has mostrado tu ternura y gran amor; pero olvídate de los pecados que cometí cuando era joven.
8-10 Dios mío, tú eres bueno y siempre actúas con justicia. Enseñas a los pecadores a hacer lo bueno; enseñas a los humildes a hacer lo bueno y lo justo. Con quienes cumplen tu pacto y obedecen tus mandamientos tú siempre actúas con amor y fidelidad.
11 Dios mío, es muy grande mi maldad; pero por todo lo que tú eres, te ruego que me perdones.
12 A los que te honran, tú les muestras cómo deben vivir.
13 Mientras vivan, les irá bien, y sus hijos heredarán la tierra.
14 Tú, mi Dios, te haces amigo de aquellos que te honran, y les das a conocer tu pacto.
15 Siempre dirijo a ti mis ojos, pues sólo tú puedes librarme de todo peligro.
16 Mírame, y tenme compasión, pues estoy solo y afligido.
17 Más y más mi corazón se va llenando de angustia; ¡quítame la tristeza!
18 Toma en cuenta que me encuentro afligido y con problemas; ¡perdona todos mis pecados!
19 ¡Mira cuántos enemigos tengo! ¡Mira su odio tan violento contra mí!
20 ¡Líbrame de ellos! ¡No me hagas pasar vergüenza! ¡No dejes que me maten, porque en ti busco refugio!
21 En ti he puesto mi confianza. Mi honradez y mi inocencia me harán salir victorioso.
22 ¡Salva a tu pueblo, Dios mío; mira la angustia de Israel!
26
Himno de David.
1-2 Dios mío, declárame inocente, pues vivo una vida honrada y en ti confío ciegamente. Dime si te agrada lo que pienso y lo que siento.
3 Yo siempre recuerdo tu amor y por eso te soy fiel.
4-5 No me junto con gente tramposa ni ando con gente mala y perversa. ¡No soporto cerca de mí a gente que no es sincera!
6 Dios mío, yo no he hecho nada malo; por eso me acerco a tu altar
7 para cantarte a voz en cuello mis himnos de alabanza y hablar de tus grandes hechos.
8 Dios mío, yo amo el templo donde vives, donde se hace presente tu grandeza.
9 No me dejes morir entre gente pecadora; no me quites la vida junto con gente asesina,
10 gente que tiene en sus manos el dinero que ha ganado con engaños.
11-12 Dios mío, yo quiero seguir siendo honrado; ten compasión de mí, y sálvame. Así me mantendré fiel a ti, y con todo tu pueblo te alabaré.
27
Himno de David.
1 Dios mío, tú eres mi luz y mi salvación; ¿de quién voy a tener miedo? Tú eres quien protege mi vida; ¡nadie me infunde temor!
2 Cuando mis malvados enemigos me atacan y amenazan con destruirme, son ellos los que tropiezan, son ellos los que caen.
3 Me puede atacar un ejército, pero yo no siento miedo; me pueden hacer la guerra, pero yo mantengo la calma.
4 Dios mío, sólo una cosa te pido, sólo una cosa deseo: déjame vivir en tu templo todos los días de mi vida, para contemplar tu hermosura y buscarte en oración.
5 Cuando vengan tiempos difíciles, tú me darás protección: me esconderás en tu templo, que es el lugar más seguro.
6 Tú me darás la victoria sobre mis enemigos; yo, por mi parte, cantaré himnos en tu honor, y ofreceré en tu templo sacrificios de gratitud.
7 Dios mío, te estoy llamando: ¡escúchame! Ten compasión de mí: ¡respóndeme!
8 Una voz interna me dice: ¡Busca a Dios! Por eso te busco, Dios mío.
9 Yo estoy a tu servicio. No te escondas de mí. No me rechaces. ¡Tú eres mi ayuda! Dios mío, no me dejes solo; no me abandones; ¡tú eres mi salvador!
10 Mis padres podrán abandonarme, pero tú me adoptarás como hijo.
11 Dios mío, por causa de mis enemigos dime cómo quieres que viva y llévame por el buen camino.
12 No dejes que mis enemigos hagan conmigo lo que quieran. Falsos testigos se levantan, me acusan y me amenazan.
13 ¡Pero yo sé que viviré para disfrutar de tu bondad junto con todo tu pueblo!
14 Por eso me armo de valor, y me digo a mí mismo: Pon tu confianza en Dios. ¡Sí, pon tu confianza en él!
28
Himno de David.
1 Dios mío, yo te llamo, no cierres tus oídos, porque tú eres quien me protege. Si no me respondes, de seguro moriré.
2 Atiende mis ruegos cuando te tienda los brazos para pedirte ayuda.
3 No me castigues junto con los malhechores, porque hablan con los demás y les desean lo mejor, pero en su pensamiento quisieran matarlos.
4 ¡Págales con la misma moneda! ¡Dales su merecido! Sus acciones han sido malas; ¡devuélveles mal por mal,
5 pues no toman en cuenta todo lo que has hecho! Por eso, ¡destrúyelos por completo, que no vuelvan a levantarse!
6-7 ¡Bendito seas, Dios mío, por atender a mis ruegos! Tú eres mi fuerza; me proteges como un escudo. En ti confío de corazón, pues de ti recibo ayuda. El corazón se me llena de alegría, por eso te alabo en mis cantos.
8-9 Tú, Dios mío, eres la fuerza de tu pueblo; danos la victoria, pues somos tu pueblo elegido. ¡Sálvanos y bendícenos! ¡Llévanos en tus brazos, pues tú eres nuestro pastor!
29
Himno de David.
1-2 Ustedes, que en el cielo están al servicio de Dios, denle la honra que merece, reconozcan su poder y adórenlo en su hermoso templo.
3 La voz de nuestro Dios, Dios de la gloria, retumba como el trueno sobre los grandes océanos.
4 La voz de nuestro Dios retumba con fuerza; la voz de nuestro Dios retumba con poder.
5 La voz de nuestro Dios derriba los cedros; nuestro Dios derriba los cedros del Líbano.
6 A los montes Líbano y Hermón los hace saltar como terneros, ¡como si fueran toros salvajes!
7 La voz de nuestro Dios lanza llamas de fuego;
8 la voz de Dios sacude el desierto; ¡nuestro Dios sacude el desierto de Cadés!
9-10 La voz de Dios retuerce los robles y deja sin árboles los bosques. Nuestro Dios es el rey de las lluvias; él se sienta en su trono para reinar por siempre. En su templo todos lo alaban,
11 y desde allí le pedimos que nos llene de fuerzas y nos bendiga con su paz.
30
Himno de David para la dedicación del templo.
1 Dios mío, yo alabo tu grandeza porque me salvaste del peligro, porque no dejaste que mis enemigos se burlaran de mí.
2 Mi Señor y Dios, te pedí ayuda, y me sanaste;
3 ¡me salvaste de la muerte! Estaba a punto de morir ¡y me libraste de la tumba!
4 Ustedes, los que aman a Dios, alábenlo y cántenle himnos.
5 Cuando Dios se enoja, el enojo pronto se le pasa; pero cuando ama, su amor dura toda la vida. Tal vez lloremos por la noche, pero en la mañana estaremos felices.
6 Yo vivía tan tranquilo que hasta llegué a pensar que jamás fracasaría.
7 Tú, mi Dios, en tu bondad, me habías puesto en lugar seguro, pero me diste la espalda y me quedé lleno de espanto.
8 Dios mío, te estoy llamando; escucha mis ruegos.
9 ¡Nada ganas con mi muerte! ¡Nada ganas con verme en la tumba! ¡Los muertos no pueden alabarte ni hablar de tu verdad!
10 Mi Señor y Dios, ¡escúchame y tenme compasión! ¡No me niegues tu ayuda!
11 Tú cambiaste mi tristeza y la convertiste en baile. Me quitaste la ropa de luto y me pusiste ropa de fiesta,
12 para que te cante himnos y alabe tu poder. Mi Señor y Dios, no puedo quedarme callado, por eso siempre te alabaré.
31
Himno de David.
1 Dios de Israel, tú eres un Dios justo; no me dejes pasar vergüenza. ¡Sálvame, pues confío en ti!
2 Préstame atención, ven pronto a socorrerme. Protégeme como una enorme roca, rodéame como una alta muralla.
3 ¡Tú eres la roca que me protege! ¡Tú eres la muralla que me salva! Guíame y dirígeme, pues así lo prometiste.
4 No me dejes caer en la trampa que me han puesto mis enemigos; ¡tú eres mi protector!
5 Tú eres un Dios fiel. ¡Sálvame! ¡Mi vida está en tus manos!
6 Odio a los que adoran ídolos, pues éstos no sirven para nada; ¡pero yo en ti confío!
7 Tu bondad me llena de alegría, pues me viste sufrir y me cuidaste,
8 me libraste de mis enemigos, y me diste libertad.
9 Dios mío, tenme compasión, pues estoy muy angustiado, siento dolor en todo el cuerpo y mis ojos ya no aguantan más.
10 Toda mi vida he sufrido, toda mi vida he llorado; mi maldad me debilita, mis huesos no me sostienen.
11 Amigos y enemigos me ven como poca cosa; al verme en la calle se espantan y huyen de mí.
12 Me tienen olvidado, como si ya me hubiera muerto; ¡parezco un vaso hecho pedazos!
13 Mucha gente habla mal de mí, y hasta mí llegan sus chismes de que parezco un fantasma. Todos se han puesto en mi contra, y hasta quieren matarme.
14 ¡Pero tú eres mi Dios! ¡En ti he puesto mi confianza!
15 Mi vida está en tus manos; ¡sálvame de mis enemigos!, ¡sálvame de los que me persiguen!
16 Yo estoy a tu servicio: ¡muéstrame tu buena voluntad! ¡Por tu gran amor, sálvame!
17 Dios mío, mira que te estoy llamando; no me dejes pasar vergüenza. ¡Que pasen vergüenza los malvados! ¡Échalos a la tumba!
18 ¡Calla a esos mentirosos, que me desprecian y me humillan!
19 Tú eres muy bondadoso con la gente que te honra; a la vista de todo el mundo derramas tu bondad sobre los que en ti confían.
20 Tu presencia los pone a salvo de los planes malvados; tú los proteges de la maldad como protege la gallina a sus pollitos.
21 ¡Bendito seas, Dios mío! Cuando yo estuve en problemas me mostraste tu gran amor.
22 Estaba yo tan confundido que hasta llegué a pensar que no querías ni verme. Pero a gritos pedí tu ayuda, y tú escuchaste mis ruegos.
23 Ustedes, los que aman a Dios, ¡demuéstrenle su amor! Nuestro Dios protege a los que merecen su confianza, pero a los orgullosos les da su merecido.
24 Todos ustedes, los que confían en Dios, ¡anímense y sean valientes!
32
Poema de David.
1 Dios mío, tu perdón nos llega a todos como una bendición; tu perdón borra nuestros pecados y rebeldías.
2 Tú bendices y declaras inocentes, a los que no actúan con malicia.
3 Mientras no te confesé mi pecado, las fuerzas se me fueron acabando de tanto llorar.
4 Me castigabas día y noche, y fui perdiendo fuerzas, como una flor que se marchita bajo el calor del sol.
5 Pero te confesé mi pecado, y no oculté mi maldad. Me decidí a reconocer que había sido rebelde contigo, y tú, mi Dios, me perdonaste.
6 Por eso los que te amamos oramos a ti en momentos de angustia. Cuando vengan los problemas, no nos podrán alcanzar.
7 Tú eres mi refugio; tú me libras del peligro, por eso, con voz fuerte, canto y festejo mi liberación.
8 Tú me dijiste: Yo te voy a instruir; te voy a enseñar cómo debes portarte. Voy a darte buenos consejos y a cuidar siempre de ti.
9 Los mulos y los caballos son tercos y no quieren aprender; para acercarse a ellos y poderlos controlar, hay que ponerles rienda y freno. ¡No seas tú como ellos!
10 A los malvados les esperan muchos sufrimientos, pero a los que confían en ti los cubres con tu gran amor.
11 Ustedes, pueblo de Dios, ¡alábenlo y hagan fiesta! Y ustedes, los de corazón sincero, ¡canten a Dios con alegría!
33
SALMO 33 (32).
1 Ustedes, pueblo de Dios, ¡canten a Dios con alegría! En labios de gente sincera, suenan bien las alabanzas.
2 ¡Alaben a Dios con himnos y con música de arpas!
3 ¡Alábenlo con buena música! Cántenle canciones nunca antes escuchadas, y lancen gritos en su honor.
4-5 Dios es digno de confianza; Dios ama lo que es justo y recto. Por todas partes se pueden ver sus grandes actos de bondad.
6 Con su sola palabra Dios hizo los cielos, el sol, la luna y las estrellas,
7 y juntó en un solo lugar el agua de todos los mares.
8 Habitantes de toda la tierra, ¡honren a Dios! Habitantes del mundo entero, ¡muéstrenle reverencia!
9 Él creó todo lo que existe por medio de su palabra. Bastó una orden suya para que todo quedara firme.
10 Dios no deja que las naciones lleven a cabo sus planes; Dios no deja que los pueblos realicen sus planes malvados.
11 Pero Dios cumple sus propios planes, y realiza sus propósitos.
12 ¡Dios mío, tú bendices al pueblo que te reconoce como Dios! ¡Tú bendices a la nación que te acepta como dueño!
13-14 Desde tu trono en el cielo te fijas en toda la gente; desde tu trono vigilas a todos los habitantes del mundo.
15 Tú creaste la mente humana y sabes bien lo que todos hacen.
16 No hay rey que se salve por tener muchos soldados, ni hay valiente que se libre por tener mucha fuerza.
17 De nada sirven los caballos para ganar una guerra, pues a pesar de su fuerza no pueden salvar a nadie.
18 Pero tú cuidas siempre de quienes te respetan y confían en tu amor.
19 En tiempos de escasez, no los dejas morir de hambre.
20 Tú nos das tu ayuda, nos proteges como escudo. Por eso confiamos en ti.
21 Nuestro corazón se alegra porque en ti confiamos.
22 Dios nuestro, ¡que nunca nos falte tu amor, pues eso esperamos de ti!
34
Este salmo lo compuso David cuando se presentó ante el rey Abimelec y quiso hacerle creer que estaba loco. Por eso Abimelec le ordenó que saliera de su presencia.
1-2 Dios mío, ¡yo estoy muy orgulloso de ti! ¡Todo el tiempo te bendeciré! ¡Mis labios siempre te alabarán! Ustedes, los humildes, ¡oigan esto y alégrense conmigo!
3 ¡Únanse a mí, y juntos alabemos la grandeza de Dios!
4 Le pedí a Dios que me ayudara, y su respuesta fue positiva: ¡me libró del miedo que tenía!
5 Los que a él acuden se llenan de alegría y jamás pasan vergüenzas.
6 Yo, que nada valgo, llamé a Dios, y él me oyó, y me salvó de todas mis angustias.
7 Dios envía a su ángel para que salve del peligro a todos los que lo honran.
8-10 Dios bendice a los que en él confían. Ustedes, pueblo de Dios, vengan y prueben su bondad; verán que a quienes lo adoran nunca les falta nada. Los ricos[b] pasarán hambre, pero a los que confían en Dios nunca les faltará nada bueno.
11 Vengan conmigo, queridos niños; ¡préstenme atención! Voy a enseñarles a honrar a Dios.
12 Si quieren gozar de la vida y vivir una vida feliz,
13 dejen de hablar mal de otros y de andar diciendo mentiras;
14 aléjense del mal y hagan lo bueno, y procuren vivir siempre en paz.
15 Dios siempre cuida a los suyos y escucha sus oraciones,
16 pero a los que hacen lo malo les vuelve la espalda y borra de este mundo su recuerdo.
17 Dios escucha a los suyos y los libra de su angustia.
18 Dios siempre está cerca para salvar a los que no tienen ni ánimo ni esperanza.
19 Los que son de Dios podrán tener muchos problemas, pero él los ayuda a vencerlos.
20 Dios cuida de ellos y no sufrirán daño alguno.
21 Los malvados tendrán que sufrir las consecuencias de su maldad, pues Dios habrá de castigar a los que odian a su pueblo.
22 Dios siempre salva a los suyos; los que confían en él no sufrirán ningún castigo.
35
Himno de David.
1 Dios mío, ataca a los que me atacan, combate a los que me combaten.
2-3 Prepárate para la lucha y ven en mi ayuda. ¡Preséntales batalla a los que me persiguen! ¡Prométeme que me salvarás!
4 Pon en completa vergüenza a los que quieren matarme, haz que huyan avergonzados los que buscan mi mal.
5 ¡Que el viento los arrastre como si fueran paja! ¡Que tu ángel los persiga!
6 ¡Que se tropiecen y resbalen en los caminos por donde andan! ¡Que tu ángel los persiga!
7 No tenían ningún motivo para tenderme una trampa.
8 ¡Pues que les venga el desastre antes de que se den cuenta! ¡Que caigan en la trampa que quisieron tenderme!
9 Yo me quedaré muy contento con que tú me libres de ellos,
10 y diré con todas mis fuerzas: ¡No hay otro Dios como tú! Tú, Dios nuestro, libras a los pobres e indefensos del poder de quienes los maltratan.
11 Unos testigos malvados se levantan para acusarme, ¡pero yo no sé nada de lo que me preguntan!
12 Lo que más me duele es que yo los traté bien y ahora ellos me tratan mal.
13 Cuando se enfermaban, yo me afligía por ellos. Tan grande era mi tristeza que no comía ni me arreglaba. Más bien, le pedía a Dios que el enfermo fuera yo.
14 Andaba yo muy triste y con la cabeza inclinada, como si hubiera muerto mi madre, mi hermano o mi amigo.
15-16 Pero cuando me vieron caído, esos testigos lo festejaron. Como si fueran unos extraños a los que yo no conociera, se pusieron en mi contra y hablaron mal de mí; ¡sus ojos reflejaban odio!
17 Dios mío, ¿no piensas hacer nada? ¡Esos malvados me quieren destruir! ¡Sálvame la vida, que es lo único que tengo!
18 Así te alabaré y te daré gracias delante de todo tu pueblo, tu pueblo fuerte y numeroso.
19 No dejes que me hagan burla mis terribles enemigos; no dejes que se burlen de mí, pues no tienen por qué odiarme.
20 No hablan de vivir en paz, sino que inventan mentiras contra la gente tranquila.
21 Sin pensarlo dos veces, dicen: Tú cometiste ese crimen; ¡nosotros mismos lo vimos!
22 Mi Señor y Dios, ¡tú me conoces mejor que ellos! ¡No te alejes de mí, ni te niegues a escucharme!
23 ¡Despierta y defiéndeme! ¡Levántate y hazme justicia!
24 Tú eres un Dios justo: defiéndeme como sabes hacerlo. ¡No dejes que se burlen de mí!
25 No les permitas que digan: ¡Se cumplió nuestro deseo! ¡Hemos acabado con él!
26 Pon en completa vergüenza a todos los que festejan mi mal, cubre de vergüenza y deshonra a los que me creen poca cosa,
27 pero haz que griten de alegría los que desean mi bien. Permíteles que siempre digan: ¡Dios es muy grande! ¡Busca el bien de quien le sirve!
28 Yo, por mi parte, siempre te alabaré y diré que eres un Dios de bondad.
36
Himno de David, fiel servidor de Dios.
1 El pecador sólo piensa en cómo hacer lo malo. No ve ninguna razón para respetar a Dios.
2 Se cree digno de alabanza, y no reconoce su maldad.
3 Cuando habla, miente y ofende; jamás piensa en hacer el bien.
4 Aun cuando está acostado, sólo piensa en hacer lo malo; no deja su mal camino ni se aparta de la maldad.
5 Dios mío, tu amor es tan grande que llega hasta el cielo; tan grande es tu bondad que llega hasta las nubes.
6 Tus decisiones son justas, son firmes como las montañas y profundas como el mar. ¡Hombres y animales están bajo tu cuidado!
7 Dios mío, ¡tu amor es incomparable! Bajo tu sombra protectora todos hallamos refugio.
8 Con la abundancia de tu casa nos dejas satisfechos; en tu río de bendiciones apagas nuestra sed.
9 Sólo en ti se encuentra la fuente de la vida, y sólo en tu presencia podemos ver la luz.
10 ¡Bendice con tu amor a todos los que te aman! ¡Salva con tu justicia a los que son sinceros!
11 ¡No dejes que los orgullosos me pongan el pie encima! ¡No permitas que los malvados hagan conmigo lo que quieran!
12 Fíjense en los malvados: ¡han rodado por los suelos, y no volverán a levantarse!
37
Himno de David.
1 No te enojes por causa de los malvados, ni sientas envidia de los malhechores,
2 pues son como la hierba que al cortarla pronto se seca.
3 Tú debes confiar en Dios. Dedícate a hacer el bien, establécete en la tierra y mantente fiel a Dios.
4 Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas.
5 Pon tu vida en sus manos, confía plenamente en él, y él actuará en tu favor;
6 así todos verán con claridad que tú eres justo y recto.
7 Calla en presencia de Dios, y espera paciente a que actúe; no te enojes por causa de los que prosperan ni por los que hacen planes malvados.
8 No des lugar al enojo ni te dejes llevar por la ira; eso es lo peor que puedes hacer.
9 Los malvados serán destruidos, pero los que esperan en Dios recibirán la tierra prometida.
10 Dentro de poco no habrá malvados; podrás buscar y rebuscar, pero no encontrarás uno solo.
11 En cambio, la gente humilde recibirá la tierra prometida y disfrutará de mucha paz.
12 Los malvados, en su enojo, miran con rabia a los buenos y buscan hacerles mal;
13 pero Dios se burla de ellos, pues sabe que pronto serán destruidos.
14 Los malvados sacan la espada y preparan sus arcos y flechas para matar a la gente pobre, a los que viven honradamente.
15 ¡Pero sus arcos y sus flechas quedarán hechos pedazos, y será su propia espada la que les parta el corazón!
16 Más vale un pobre honrado que muchos ricos malvados.
17 Dios pondrá fin al poder de los malvados, pero apoyará a los que son honrados.
18 Dios conoce la conducta de los que viven honradamente; la tierra prometida será de ellos para siempre.
19 Cuando lleguen los días malos no pasarán vergüenzas; cuando otros no tengan comida, a ellos les sobrará.
20 Los malvados serán destruidos; ¡se desvanecerán como humo! Los enemigos de Dios se marchitarán como si fueran flores silvestres.
21 Los malvados piden prestado y nunca pagan sus deudas, pero los justos prestan y dan con generosidad.
22 Los que Dios ha bendecido vivirán en la tierra prometida, pero los que él ha maldecido serán eliminados.
23 Cuando a Dios le agrada la conducta de un hombre, lo ayuda a mantenerse firme.
24 Tal vez tenga tropiezos, pero no llegará a fracasar porque Dios le dará su apoyo.
25 Ni antes cuando era joven, ni ahora que ya soy viejo, he visto jamás gente honrada viviendo en la miseria, ni tampoco que sus hijos anden pidiendo pan.
26 Cuando la gente honrada regala algo, siempre lo hace con generosidad; sus hijos son una bendición.
27 Así que aléjate de la maldad y haz siempre lo bueno, así te quedarás para siempre en la tierra prometida.
28-29 Dios ama la justicia y jamás abandonará a su pueblo. ¡Siempre lo protegerá! Los suyos vivirán para siempre en la tierra prometida, pero los malvados y sus hijos serán destruidos por completo.
30 Cuando los buenos hablan, lo hacen siempre con sabiduría, y siempre dicen lo que es justo.
31 Siempre tienen presentes las enseñanzas de su Dios; por eso jamás tienen tropiezos.
32 Los malvados espían a los buenos para matarlos cuando menos lo esperan,
33 pero Dios no permite que caigan en sus manos; y si los llevan a juicio, no permite que los condenen.
34 Pero tú, confía en Dios y cumple su voluntad. Él te pondrá muy en alto y te dará la tierra prometida. ¡Ya verás con tus propios ojos cuando los malvados sean destruidos!
35 A mí me ha tocado ver a gente malvada y grosera, que se extiende por todos lados como si fuera un árbol frondoso.
36 Pero esa gente pronto pasa; en un instante deja de existir; cuando la buscas, ya no la encuentras.
37 Fíjate bien en la gente honrada, observa a los que hacen lo bueno; para esta gente de paz hay un futuro brillante,
38 pero los pecadores serán todos destruidos; ¡el único futuro de los malvados es su total destrucción!
39 Dios salva a los buenos. Cuando llegan los días malos, Dios es su único refugio.
40 Dios les brinda su ayuda y los salva de los malvados; les da la victoria porque en él confían.
38
Himno de David para cantarlo cuando se presentan las ofrendas de incienso.
1 Dios mío, si estás enojado, no me reprendas; si estás furioso, no me castigues.
2 Me has herido con tu enojo, has descargado tu mano sobre mí.
3 Tan grande ha sido tu disgusto que nada sano tengo en el cuerpo; tan grande ha sido mi pecado que no tengo paz en los huesos.
4 Ya no aguanto mi maldad; ¡no soporto carga tan pesada!
5 Tan necio he sido, que hasta mis llagas apestan; ¡están llenas de pus!
6 Me siento cansado, y totalmente deprimido; todo el día ando muy triste.
7 Estoy ardiendo en fiebre; nada en mi cuerpo está sano.
8 Estoy muy débil y adolorido; tengo la mente aturdida. ¡Por eso me quejo!
9 Dios mío, pongo ante ti mis más grandes deseos; ¡no te los puedo esconder!
10 Mi corazón late con ansias, las fuerzas me abandonan, la vista se me nubla.
11 Mis amigos más queridos se quedan lejos de mí por causa de mis males; mis parientes cercanos se mantienen a distancia.
12 Los que quieren matarme me ponen trampas; los que buscan mi mal amenazan con destruirme, ¡no hay un solo momento en que no hagan planes contra mí!
13-14 Pero yo cierro los oídos y hago como que no los oigo; me hago el mudo y no digo nada.
15 Mi Señor y Dios, yo en ti confío; tú serás quien les responda.
16 Sólo una cosa te pido: si acaso llego a caer, no les concedas el gusto de burlarse de mí.
17 Casi me doy por vencido; este dolor no me deja en paz.
18 Debo reconocer mi maldad; me llena de angustia haber pecado.
19 Mis enemigos son poderosos, son muchos y me odian sin razón.
20 Yo los traté bien, y ahora ellos me tratan mal; procuré su bienestar, y ahora ellos me atacan.
21-22 Mi Señor y Dios, ¡tú eres mi salvador! No me abandones; no te alejes de mí, ¡ven pronto en mi ayuda!
39
Himno de David y de Jedutún.
1 Yo me había propuesto cuidar mi conducta y no pecar con mis palabras, y hasta taparme la boca en presencia de gente malvada.
2 Así que guardé silencio y no dije una sola palabra. Pero eso no me ayudó en nada, pues mi angustia era mayor:
3 ¡el corazón me ardía en el pecho! Mientras más pensaba en esto, más frustrado me sentía; al fin abrí la boca y dije:
4 Dios mío, hazme saber cuál será mi fin, y cuánto tiempo me queda de vida; hazme saber cuán corta es mi vida.
5 Me has dado una vida muy breve, ¡tan breve que no es nada para ti! ¡Nadie dura más que un suspiro!
6 Nuestra vida es pasajera; de nada nos sirve amontonar riquezas si al fin y al cabo otros se quedarán con ellas.
7 Siendo esto así, Dios mío, ¿qué es lo que puedo esperar? ¡En ti he puesto mi esperanza!
8 Líbrame de todos mis pecados; ¡no dejes que esos necios se burlen de mí!
9 Yo he guardado silencio, no he abierto la boca; ¡nadie puede pedirte cuentas de lo que decides hacer!
10 Deja ya de castigarme, pues tus golpes me aniquilan.
11 Tú castigas a la gente y corriges su maldad; destruyes como polilla lo que ellos más valoran. ¡Nadie dura más que un suspiro!
12 Dios mío, oye mi oración, escucha mi queja, no desatiendas mi llanto. Para ti soy un peregrino; estoy de paso por esta vida, como mis antepasados.
13 Ya no me mires así, y antes de abandonar este mundo dame un poco de alegría.
40
Himno de David.
1 Toda mi esperanza la tengo puesta en Dios, pues aceptó atender mis ruegos.
2 Mi vida corría peligro, y él me libró de la muerte; me puso sobre una roca, me puso en lugar seguro.
3 Me enseñó un nuevo himno para cantarle alabanzas. Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y confiaron en mi Dios.
4 Dios bendice a los que en él confían, a los que rechazan a los orgullosos que adoran dioses falsos.
5 Mi Señor y Dios, me faltan palabras para contar los muchos planes y maravillas que has hecho en nuestro favor. Quisiera mencionarlos todos, pero me resulta imposible.
6 Tú no pides sacrificios a cambio de tu perdón; tan sólo nos pides obediencia.
7 Por eso te he dicho: Aquí me tienes. Así me lo enseña la Ley de Moisés.
8 Dios mío, cumplir tu voluntad es mi más grande alegría; ¡tus enseñanzas las llevo muy dentro de mí!
9-10 Dios mío, tú bien sabes que no he guardado silencio. Siempre he dicho que eres justo. A todo el mundo le he dicho que tú eres fiel y salvas. No le he ocultado a tu pueblo tu gran fidelidad.
11 Y tú, Dios mío, no me dejes sin tus cuidados; por tu gran fidelidad, nunca dejes de protegerme.
12 Son tantas mis maldades que no las puedo contar; me dominan, me tienen acorralado, ya no puedo ver, ya no me quedan fuerzas. ¡Tengo más pecados que pelos en la cabeza!
13 Dios mío, ¡líbrame, por favor!, ¡ven pronto en mi ayuda!
14 Confunde y avergüenza a todos los que quieren matarme; haz que huyan derrotados todos los que desean mi mal;
15 derrota y avergüenza a los que se burlan de mí.
16 Pero deja que se alegren los que en tu templo te adoran; que digan siempre los que aman tu salvación: ¡Nuestro Dios es poderoso!
17 Y a mí, Señor y Dios, ¡no me olvides, pues estoy pobre e indefenso! No te tardes, pues tú eres quien me ayuda; ¡tú eres mi libertador!
41
Himno de David.
1 Dios bendice a los que cuidan de los pobres, y los pondrá a salvo cuando vengan las dificultades.
2 Los cuidará y les dará vida, los hará vivir felices en la tierra prometida y no dejará que sus enemigos les hagan ningún daño.
3 Cuando se enfermen, Dios les dará fuerzas y les devolverá la salud.
4 Yo le he pedido a Dios: Tenme compasión; devuélveme la salud, pues he pecado contra ti.
5 Mis enemigos desean mi mal, y hasta dicen: ¡Ya quisiéramos verlo muerto, para que todos lo olviden!
6 Cuando vienen a visitarme sólo me traen chismes; y cuando se van salen hablando de mí.
7 Mis enemigos se juntan con la idea de perjudicarme; con las peores intenciones hablan mal de mí:
8 Está en cama, y no volverá a levantarse. ¡Un demonio lo ha atacado!
9 Hasta mi mejor amigo, en quien yo más confiaba, y con quien compartía mi pan, se ha puesto en contra mía.
10 Pero tú, Dios mío, compadécete de mí; ¡devuélveme la salud, y les daré su merecido!
11 Yo estaré seguro de haberte complacido cuando mis enemigos se den cuenta que he salido victorioso.
12 Tú siempre me sostendrás y me mantendrás en tu presencia, porque soy inocente.
13 ¡Bendito sea el Dios de Israel, ayer, hoy y siempre! ¡Así sea!
42
Poema educativo compuesto por la familia de Coré.
1 Así como un venado sediento desea el agua de un arroyo, así también yo, Dios mío, busco estar cerca de ti.
2 Tú eres el Dios de la vida, y anhelo estar contigo. Quiero ir a tu templo y cara a cara adorarte sólo a ti.
3 Día y noche me he bebido mis lágrimas; mis enemigos no dejan de decirme: ¡Ahora sí, tu Dios te abandonó!
4 Cuando me acuerdo de esto, me invade el sufrimiento; recuerdo cuando iba camino hacia tu templo guiando multitudes; recuerdo las grandes fiestas, y los gritos de alegría cuando tu pueblo te alababa.
5 ¡Pero no hay razón para que me inquiete! ¡No hay razón para que me preocupe! ¡Pondré mi confianza en Dios mi salvador! ¡Sólo a él alabaré!
6-7 Me siento muy angustiado, y por eso pienso en ti. Las olas de tristeza que has mandado sobre mí, son como un mar agitado; son como violentas cascadas que descienden de los cerros, de los montes Hermón y Mizar, y se estrellan en el río Jordán.
8 Te ruego, Dios de mi vida, que de día me muestres tu amor, y que por la noche tu canto me acompañe.
9 Tú eres mi protector, ¿por qué te olvidaste de mí? ¿Por qué debo andar triste y perseguido por mis enemigos?
10 Sus burlas me hieren profundamente, pues no dejan de decirme: ¡Ahora sí, tu Dios te abandonó!
11 ¡Pero no hay razón para que me inquiete! ¡No hay razón para que me preocupe! ¡Pondré mi confianza en Dios mi salvador! ¡Sólo a él alabaré!
43
SALMO 43 (42).
1 Dios mío, tú sabes que soy inocente, defiéndeme de los que no te aman, pues sólo mienten y hacen lo malo.
2 Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazaste? ¿Por qué debo andar triste y perseguido por mis enemigos?
3 Que tu verdad sea nuestra luz y nos guíe hasta tu templo, el lugar donde tú vives.
4 Así me presentaré ante tu altar, y allí te alabaré con música de arpas, pues tú eres mi Dios, ¡tú me llenas de alegría!
5 ¡No hay razón para que me inquiete! ¡No hay razón para que me preocupe! ¡Pondré mi confianza en Dios mi salvador! ¡Sólo a él alabaré!
44
Poema educativo compuesto por la familia de Coré.
1 Dios mío, nuestros padres nos han contado las grandes maravillas que tú hiciste en el pasado.
2 Tú mismo echaste de su tierra a los otros pueblos; los destruiste por completo, y en lugar de ellos pusiste a nuestro propio pueblo, y lo hiciste prosperar.
3 No fue con la espada como ellos conquistaron esta tierra; no fue la fuerza de su brazo lo que les dio la victoria. ¡Fue tu mano poderosa! ¡Fue la luz de tu presencia, porque tú los amabas!
4 Tú eres mi Dios y mi rey; ¡tú nos diste la victoria!
5 Por tu gran poder vencimos a nuestros enemigos; ¡destruimos a nuestros agresores!
6 Yo no pondría mi confianza en mi arco y en mis flechas, ni pensaría que mi espada podría darme la victoria;
7 ¡fuiste tú quien nos hizo vencer a nuestros enemigos!, ¡fuiste tú quien puso en vergüenza a nuestros adversarios!
8 Dios nuestro, ¡siempre te alabaremos!, ¡siempre te daremos gracias!
9 Pero ahora nos has rechazado; nos has hecho pasar vergüenza. Ya no marchas con nuestros ejércitos.
10 Nos has hecho huir; ¡el enemigo nos ha quitado todo lo que teníamos!
11 Has dejado que nos devoren como si fuéramos ovejas; has dejado que nos dispersemos entre las otras naciones.
12 Nos vendiste muy barato, ¿y qué ganaste con eso?
13-14 Nos pusiste en ridículo delante de nuestros vecinos; las naciones y los pueblos se burlan de nosotros; ¡somos el hazmerreír de todo el mundo!
15 Me muero de vergüenza, pues a todas horas me ofenden;
16 ¡mis enemigos me gritan y buscan vengarse de mí!
17 Todo esto lo hemos sufrido a pesar de no haberte olvidado; jamás hemos faltado a tu pacto;
18 jamás te hemos sido infieles, ni te hemos desobedecido.
19 Y a pesar de todo eso, nos has echado en lugares de miseria; ¡nos has dejado en profunda oscuridad!
20 Si te hubiéramos olvidado, o hubiéramos adorado a dioses de otros pueblos,
21 tú te habrías dado cuenta, pues sabes lo que pensamos.
22 Pero por causa tuya nos matan; ¡por ti nos tratan siempre como a ovejas para el matadero!
23 ¡Despierta ya, Dios mío! ¿Por qué sigues durmiendo? ¡Entra ya en acción! ¡No nos sigas rechazando!
24 ¿Por qué te escondes? ¿Por qué nos olvidas? ¡Mira cómo nos oprimen!
25 Estamos derrotados por completo; tenemos que arrastrarnos por el suelo.
26 ¡Ven ya en nuestra ayuda! ¡Sálvanos por tu gran amor!
45
Poema compuesto por la familia de Coré, para las bodas del rey. Instrucciones para el director del coro: Este poema deberá cantarse con la melodía Los lirios.
1 Me nace del corazón decir palabras bonitas. ¡Cómo quisiera tener la inspiración de un poeta, y escribirle versos a Su Majestad!
2 El rey es el hombre más hermoso y sabe hablar con elegancia. Bien puede verse que Dios siempre lo bendice.
3-4 ¡Su Majestad es valiente y cabalga con gran elegancia, llevando la espada en la cintura! Sale a luchar por la verdad, sale a luchar por la justicia. Con el poder de su brazo realiza grandes hazañas y sale victorioso.
5 Traspasa con sus flechas el corazón de sus enemigos; ¡al paso de Su Majestad se rinden las naciones!
6 Su Majestad, su reinado, como el de Dios, durará para siempre y usará su poder en favor de la justicia.
7 Su Majestad se complace en lo bueno, y rechaza la injusticia. Dios lo hizo su rey favorito, ¡el rey más feliz de la tierra!
8 De sus vestidos brota el aroma de finísimos perfumes. Desde los palacios de marfil se oye música de arpas que lo llenan de alegría.
9 Las más bellas princesas son las damas de su corte; sentada a su mano derecha está la futura reina, vestida con finas telas de oro.
10 Escúchame, princesa; préstame atención: Ya no pienses en tu pueblo, ya no llores por tus padres.
11 Su Majestad te desea; tu hermosura lo cautiva. Harás todo lo que te pida, pues pronto será tu esposo.
12 Los príncipes de Tiro te llenarán de regalos; la gente más importante buscará quedar bien contigo.
13 La princesa está en su alcoba; sus finos vestidos de oro, resaltan su hermosura.
14-15 Vestida de finos bordados y acompañada de sus damas, se presenta ante el rey entre gritos de alegría.
16 Su Majestad, sus hijos serán príncipes, y al igual que sus abuelos, dominarán toda la tierra.
17 Yo, con mis versos, haré que Su Majestad sea recordado siempre en todas las naciones.
46
Poema compuesto por la familia de Coré. Instrucciones para el director del coro: para cantarlo en un funeral.
1 Nuestro Dios es como un castillo que nos brinda protección. Dios siempre nos ayuda cuando estamos en problemas.
2-3 Aunque tiemble la tierra y se hundan las montañas hasta el fondo del mar; aunque se levanten grandes olas y sacudan los cerros con violencia, ¡no tendremos miedo!
4 Un río alegra a los que viven en la ciudad de Dios; sus arroyos llenan de alegría el templo del Dios altísimo.
5 La ciudad de Dios jamás caerá porque Dios habita en ella; Dios mismo vendrá en su ayuda al comenzar el día.
6 Cuando Dios deja oír su voz, se asustan las naciones, se tambalean los reinos y se estremece la tierra.
7 Con nosotros está el Dios del universo; él es Dios de nuestro pueblo, ¡él es nuestro refugio!
8 ¡Vengan, vengan a ver las grandes maravillas que Dios ha hecho en toda la tierra!
9 Hasta en los lugares más lejanos les puso fin a las guerras; destrozó arcos y lanzas, y echó al fuego los escudos.
10 Y dijo: ¡Todas las naciones del mundo reconocen mi grandeza! ¡Reconózcanme como su Dios y ya no se peleen!
11 Con nosotros está el Dios del universo; él es Dios de nuestro pueblo, ¡él es nuestro refugio!
47
Poema compuesto por la familia de Coré.
1 ¡Aplaudan felices, pueblos del mundo! ¡Alaben a Dios con alegría!
2 ¡El Dios altísimo es el rey de toda la tierra y merece toda honra!
3 El gran rey nos dio la victoria sobre pueblos y naciones.
4 Dios nos ama, pues somos su pueblo. Por eso nos dio la tierra prometida; ¡esa tierra es nuestro orgullo!
5 Dios se ha sentado en su trono entre gritos de alegría y toques de trompeta.
6 ¡Vamos a cantarle himnos a Dios! ¡Vamos a cantarle a nuestro rey!
7 ¡Cantémosle un himno hermoso, pues él reina en toda la tierra!
8 Dios reina desde su templo sobre todas las naciones.
9 Los jefes de las naciones y el pueblo del Dios de Abraham, se juntan para adorarlo,
10 pues a Dios le pertenecen todos los pueblos del mundo.
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Himno compuesto por la familia de Coré.
1-2 Poderoso es nuestro Dios y merece nuestra alabanza. En el templo del monte Sión habita nuestro Dios y Rey. ¡Allí la tierra se alegra! ¡Allí la tierra lo adora!
3 Dios protege nuestra ciudad; por él vivimos confiados.
4 Algunos reyes se unieron para atacar la ciudad,
5 pero cuando la vieron ya no supieron qué hacer; se asustaron por completo y se echaron a correr.
6 Tú los llenaste de miedo. Como heridos de muerte, se retorcían de dolor.
7 Tú los llenaste de miedo, parecían marineros en violenta tempestad.
8 Eso ya lo sabíamos; en la ciudad de nuestro Dios lo hemos confirmado: el Dios del universo, hará que esta ciudad permanezca para siempre.
9 Dios mío, Dios mío, en tu templo nos ponemos a pensar en la grandeza de tu amor.
10 Tu fama llega hasta el fin del mundo; por todas partes se habla bien de ti. ¡Tú gobiernas con justicia!
11 En el monte Sión, y entre los pueblos de Judá tus justas decisiones son motivo de alegría.
12 ¡Vengan a Jerusalén! ¡Den un paseo por ella y vean cuántas torres tiene!
13 ¡Fíjense en sus murallas, y revisen sus fortalezas! Así podrán contárselo a los que todavía no han nacido.
14 ¡Éste es nuestro Dios! ¡Nuestro Dios es un Dios eterno que siempre guiará nuestra vida!
49
Himno compuesto por la familia de Coré.
1-2 ¡Escúchenme ustedes, pueblos que habitan este mundo! Y ustedes, gente pobre y humilde; y ustedes, gente rica y poderosa, ¡préstenme atención!
3 No sólo voy a hablarles como habla la gente sabia, sino que expresaré mis ideas con la mayor inteligencia.
4 Voy a decirles una adivinanza, y mientras toco el arpa les diré de qué se trata.
5 ¿Por qué voy a tener miedo cuando lleguen los problemas? ¿Por qué voy a tener miedo cuando me ataquen mis enemigos?
6 ¡No tengo por qué temerles a esos ricos orgullosos que confían en sus riquezas!
7 Ninguno de ellos es capaz de salvar a otros; ninguno de ellos tiene comprada la vida.
8 La vida tiene un precio muy alto: ¡ningún dinero la puede comprar!
9 No hay quien viva para siempre y nunca llegue a morir.
10 Mueren los sabios, y mueren los necios. ¡Eso no es nada nuevo! Al fin de cuentas, sus riquezas pasan a otras manos.
11 Podrán haber tenido tierras, y haberlas puesto a su nombre, pero su hogar permanente será tan sólo la tumba; ¡de allí no saldrán jamás!
12 Puede alguien ser muy rico, y no vivir para siempre; al fin le espera la muerte como a cualquier animal.
13 Esto es lo que les espera a quienes confían en sí mismos; en esto acaban los orgullosos.
14 Su destino final es el sepulcro; la muerte los va llevando como guía el pastor a sus ovejas. En cuanto bajen a la tumba, abandonarán sus antiguos dominios. El día de mañana los justos abrirán sus tumbas y esparcirán sus huesos.
15 ¡Pero a mí, Dios me librará del poder de la muerte, y me llevará a vivir con él!
16 Tú no te fijes en los que se hacen ricos y llenan su casa con lujos,
17 pues cuando se mueran no van a llevarse nada.
18 Mientras estén con vida, tal vez se sientan contentos y haya quien los felicite por tener tanto dinero;
19 pero al fin de cuentas no volverán a ver la luz; morirán como murieron sus padres.
20 Puede alguien ser muy rico, y jamás imaginarse que al fin le espera la muerte como a cualquier animal.
50
Himno de Asaf.
1 Nuestro Dios, el Dios supremo, llama a los habitantes de la tierra desde donde sale el sol hasta donde se pone.
2 Desde la ciudad de Jerusalén, desde la ciudad bella y perfecta, Dios deja ver su luz.
3 ¡Ya viene nuestro Dios! Pero no viene en silencio: Delante de él viene un fuego que todo lo destruye; a su alrededor, ruge la tormenta.
4 Para juzgar a su pueblo, Dios llama como testigos al cielo y a la tierra.
5 Y declara: Que se pongan a mi lado los que me son fieles, los que han hecho un pacto conmigo y me ofrecieron un sacrificio.
6 Y el cielo da a conocer que Dios mismo será el juez, y que su juicio será justo.
7 Dios mismo declara: Israel, pueblo mío, escúchame, que quiero hablarte. ¡Yo soy tu único Dios, y seré tu acusador!
8 Yo no considero malo que me ofrezcas animales para sacrificarlos en mi altar;
9 pero no necesito que me ofrezcas los terneros de tu establo, ni los cabritos de tus corrales,
10 pues yo soy el dueño de los animales del bosque y del ganado de los cerros.
11 Yo conozco muy bien a todas las aves del cielo, y siempre tomo en cuenta a los animales más pequeños.
12 Si yo tuviera hambre, no te pediría de comer, pues soy el dueño del mundo y de todo cuanto hay en él.
13 ¿Acaso crees que me alimento con la carne de los toros, y que bebo sangre de carnero?
14 ¡Yo soy el Dios altísimo! ¡Mejor tráeme ofrendas de gratitud y cúmpleme tus promesas!
15 ¡Llámame cuando tengas problemas! Yo vendré a salvarte, y tú me darás alabanza.
16 Al malvado, Dios le dice: Tú no tienes ningún derecho de andar repitiendo mis leyes, ni de hablar siquiera de mi pacto,
17 pues no quieres que te corrija ni tomas en cuenta mis palabras.
18 Si ves a un ladrón, corres a felicitarlo; con gente infiel en su matrimonio haces gran amistad.
19 Para hablar mal no tiene freno tu boca; para decir mentiras se te desata la lengua.
20 A tu propio hermano lo ofendes, y siempre hablas mal de él.
21 A pesar de todo eso, he preferido callarme. Pero estás muy equivocado si crees que soy como tú. Ahora voy a reprenderte: voy a aclararte las cosas.
22 Tú te olvidas de mí; si no quieres que te despedace, sigue estos consejos; de lo contrario, no habrá quien te salve.
23 Si de veras quieres honrarme, tráeme ofrendas de gratitud. Si corriges tu conducta, yo te salvaré.
51
David compuso este salmo después de que tuvo relaciones sexuales con Betsabé. El profeta Natán lo reprendió por haber cometido adulterio.
1 Dios mío, tú eres todo bondad, ten compasión de mí; tú eres muy compasivo, no tomes en cuenta mis pecados.
2 ¡Quítame toda mi maldad! ¡Quítame todo mi pecado!
3 Sé muy bien que soy pecador, y sé muy bien que he pecado.
4 A ti, y sólo a ti te he ofendido; he hecho lo malo, en tu propia cara. Tienes toda la razón al declararme culpable; no puedo alegar que soy inocente.
5 Tengo que admitir que soy malo de nacimiento, y que desde antes de nacer ya era un pecador.
6 Tú quieres que yo sea sincero; por eso me diste sabiduría.
7 Quítame la mancha del pecado, y quedaré limpio. Lava todo mi ser, y quedaré más blanco que la nieve.
8 Ya me hiciste sufrir mucho; ¡devuélveme la felicidad!
9 No te fijes en mi maldad ni tomes en cuenta mis pecados.
10 Dios mío, no me dejes tener malos pensamientos; cambia todo mi ser.
11 No me apartes de ti; ¡no me quites tu santo espíritu!
12 Dame tu ayuda y tu apoyo; enséñame a ser obediente, y así volveré a ser feliz.
13 A los pecadores les diré que deben obedecerte y cambiar su manera de vivir.
14-15 Señor y Dios mío, Dios de mi salvación, líbrame de la muerte, y entre gritos de alegría te daré gracias por declararme inocente. Abre mis labios y te cantaré alabanzas.
16 Yo con gusto te ofrecería animales para ser sacrificados, pero eso no es lo que quieres; eso no te complace.
17 Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente.
18 Trata con bondad a Jerusalén; vuelve a levantar sus murallas.
19 Entonces recibirás con gusto las ofrendas que mereces, y en tu altar se presentarán toros en tu honor.
52
David compuso este poema cuando Doeg el edomita fue a decirle a Saúl: David ha ido a la casa de Ahimélec.
1 Y tú, campeón de la maldad[c], ¿por qué andas siempre presumiendo de tu maldad?
2 Tienes la lengua como navaja; no piensas más que en destruir y en hacerles daño a los demás.
3 En vez de hacer lo bueno, prefieres hacer lo malo; en vez de decir sólo la verdad, prefieres decir mentiras.
4 Tienes una lengua mentirosa, y te gusta herir con las palabras.
5 ¡Pero Dios te hará pedazos! De una vez por todas te agarrará por el cuello y te echará de tu casa; ¡te arrancará por completo y te echará de este mundo!
6 Cuando el pueblo de Dios vea esto quedará muy impresionado, y entre burlas te dirá:
7 ¡Así acabarás, campeón de la violencia, pues no buscas refugio en Dios! ¡Y así acabarán los ricos, que sólo confían en las riquezas!
8 Por lo que a mí toca, siempre pongo mi confianza en el gran amor de Dios; yo, en su presencia, cobro vida como árbol cargado de frutos.
9 Dios mío, yo siempre te daré gracias por todo lo que has hecho; en ti pondré mi confianza porque tú eres bueno. ¡Pongo por testigo al pueblo que te ama!
53
Poema de David. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con voz triste.
1 Los necios piensan: Dios no existe. Pero son gente corrompida, todo lo que hacen es detestable; ¡ninguno de ellos hace lo bueno!
2 Dios, desde el cielo, mira a hombres y a mujeres; busca a alguien inteligente que lo reconozca como Dios.
3 Pero no hay uno solo que no se haya apartado de Dios; no hay uno solo que no se haya corrompido; no hay uno solo que haga el bien.
4-5 Ustedes, gente malvada, que allí están llenos de miedo, que jamás buscan a Dios, y que se hartan de comida a costillas de mi pueblo, deberían saber esto: Dios dispersará por todas partes los huesos de sus enemigos; ¡Dios los pondrá en vergüenza porque los ha rechazado! En cambio, el pueblo de Dios no tendrá por qué temer.
6 ¡Cómo quisiera yo que Dios nos enviara desde Jerusalén a alguien que salve a nuestro pueblo! ¡Cuando Dios nos haga prosperar, todos en Israel estaremos felices!
54
David compuso este poema cuando la gente de Zif fue a decirle a Saúl: Parece que David se ha escondido entre nosotros. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
1 Dios mío, ven a salvarme, ven a defenderme; haz uso de tu poder, ¡muestra quién eres!
2 Dios mío, escucha mi oración; atiende mis palabras.
3 Gente extraña y violenta me ataca y me quiere matar. ¡Esa gente no quiere nada contigo!
4-6 Tú, mi Dios y Señor, me das tu ayuda y tu apoyo; harás caer sobre mis enemigos el mal que quieren hacerme. ¡Destrúyelos, Dios mío, pues tú eres fiel! Yo, con mucho gusto, te presentaré una ofrenda y alabaré tu bondad,
7 pues me dejaste ver la derrota de mis enemigos, y me libraste de todos mis problemas.
55
Poema de David. Instrucciones para el director del coro: Este poema deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
1 Dios mío, no me des la espalda; presta oído a mi oración.
2-3 ¡Atiéndeme! ¡Respóndeme! Estoy angustiado, y no encuentro paz. Me asusta oír los gritos de los malvados enemigos que me oprimen. No sólo se enojan conmigo; para colmo, me persiguen.
4 Siento que el corazón se me sale del pecho; el miedo a la muerte me domina.
5 Estoy temblando de susto; ¡realmente estoy espantado!
6 ¡Quisiera yo tener alas, y volar como paloma hasta un lugar tranquilo!
7 Me iría muy lejos de aquí: ¡me iría a vivir al desierto!
8 ¡Buscaría refugio, y me pondría a salvo de los que me atormentan!
9 Dios mío, destruye sus planes; no los dejes ponerse de acuerdo. En la ciudad sólo veo sangre y violencia;
10 dentro de sus murallas reinan día y noche, la intriga y la maldad;
11 el engaño y la opresión dominan en todas sus calles.
12-14 ¡Amigo mío, hasta tú me has ofendido! Tú, que eres igual que yo, tú, que eres como mi hermano, y que ibas conmigo al templo. Si otro me hubiera insultado, lo podría soportar; si otro me hubiera humillado, podría esconderme de él.
15 ¡Ojalá que a mis enemigos la muerte los tome por sorpresa! ¡Ojalá que los entierren vivos, porque en ellos sólo hay maldad!
16 Yo, por mi parte, voy a pedirle ayuda a Dios; ¡él habrá de salvarme!
17 Mañana, tarde y noche, no dejaré de rogarle; ¡él habrá de escucharme!
18 Mucha gente me ataca, pero él me rescatará; me hará salir sano y salvo de la lucha que ahora libro.
19 Dios, el rey eterno, humillará a mis enemigos. Son gente que nunca cambia ni sabe honrar a Dios;
20 amenazan a sus amigos, y nunca cumplen sus promesas.
21 Dentro de ellos sólo piensan en pelear. Sus palabras son amables y suaves como la mantequilla; ¡son más suaves que el aceite, pero más cortantes que un cuchillo!
22-23 Dios mío, ¡tú echarás a los malvados hasta el fondo de la tumba! ¡Esos asesinos mentirosos no vivirán ni la mitad de su vida! Mi amigo, te aconsejo que pongas en manos de Dios todo lo que te preocupa; ¡él te dará su apoyo! ¡Dios nunca deja fracasar a los que lo obedecen! ¡Por eso siempre confío en él!
56
David compuso este himno cuando los filisteos lo tomaron preso en Gat. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía La tórtola que vive en los robles lejanos.
1 Dios mío, ten compasión de mí, pues hay quienes me persiguen. A toda hora me atacan y me atormentan.
2 Mis enemigos no dejan de atacarme ni de noche ni de día; ¡son ya demasiados los orgullosos que me atacan!
3-4 Cuando siento miedo, confío en ti, mi Dios, y te alabo por tus promesas; Confío en ti, mi Dios, y ya no siento miedo. ¡Nadie podrá hacerme daño jamás!
5 Siempre cambian mis palabras, y sólo piensan en perjudicarme.
6 Se ponen a espiarme y hacen planes contra mí; ¡tantas ganas tienen de matarme que vigilan todos mis pasos!
7 Dios mío, ¡enójate con mis enemigos y ponlos en vergüenza! ¡No los dejes escapar!
8 Anota en tu libro todas las veces que he huido; tú bien sabes las veces que he llorado.
9 Cuando yo te pida ayuda, mis enemigos saldrán huyendo. Yo estoy seguro, Dios mío, que cuento con tu apoyo.
10 Confío en ti, mi Dios, y te alabo por tus promesas. Confío en ti, Señor, y te alabo por tus promesas.
11 Confío en ti, mi Dios, y ya no siento miedo. ¡Nadie podrá hacerme daño jamás!
12 Yo te prometo, Dios mío, que te cumpliré mis promesas, y delante de tu altar te daré las gracias.
13 Tú, mi Dios, me libraste de caer, me libraste de morir, para que nunca deje yo de andar en tu presencia que es la luz de la vida.
57
David compuso este himno cuando huyó de Saúl y se escondió en una cueva. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía No destruyas.
1 ¡Ten compasión de mí, Dios mío! ¡Ten compasión de mí, porque en ti busco protección! ¡Quiero que me protejas bajo la sombra de tus alas hasta que pase el peligro!
2 Dios altísimo, te llamo porque siempre me ayudas.
3 Tiéndeme la mano desde el cielo, porque tu amor es constante. Tiéndeme la mano, Dios mío, y sálvame de mis enemigos.
4 Estoy por el suelo, rodeado de leones; rodeado de hombres que parecen bestias. En vez de dientes, tienen lanzas y flechas; en vez de lengua, tienen una espada afilada.
5 Pero tú, mi Dios, estás por encima del cielo; ¡eres tan grande que cubres toda la tierra!
6 Esa gente me tendió una trampa para hacerme caer en ella. ¡Eso me puso muy triste! Querían que me cayera en ese hoyo, pero ellos fueron los que cayeron.
7 Dios mío, mi corazón está dispuesto a cantarte himnos.
8 ¡Voy a despertarme! ¡Despertaré al arpa y a la lira! ¡Despertaré al nuevo día!
9 Dios mío, yo te alabaré entre los pueblos, te cantaré himnos entre las naciones.
10 Tan grande y constante es tu amor que llega hasta los cielos.
11 Tú, mi Dios, sobrepasas los cielos; ¡eres tan grande que cubres toda la tierra!
58
Poema de David. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía No destruyas.
1 Yo les pregunto, gobernantes, ¿de veras actúan con justicia? Y ustedes, hombres mortales, ¿son justos en sus juicios?
2 ¡Al contrario! ¡Todo lo que piensan lleva malas intenciones! ¡Todo lo que hacen provoca violencia en el país!
3 Los malvados ya son malos desde antes de nacer; desde que están en el vientre ya dicen mentiras.
4 Son gente tan venenosa que hasta parecen víboras. Son venenosos como las cobras, que se hacen las sordas
5 para no oír lo que dice el mago, el que hace encantamientos.
6 Dios mío, ¡rómpele los dientes a esa gente!, ¡rómpeles los colmillos a esos leones!
7 ¡Haz que desaparezcan como agua entre los dedos! ¡Haz que los pisoteen como a la hierba del camino!
8 ¡Haz que se derritan como si fueran de hielo! ¡No los dejes venir al mundo! ¡Destrúyelos antes de nacer!
9 Antes de que sepan lo que pasa, ¡hazlos que ardan como espinos! ¡Haz que el viento los arrastre, aunque todavía estén con vida!
10 Tu pueblo verá el castigo que vas a darles, y se pondrá muy contento de poder empaparse los pies en la sangre de esos malvados.
11 Y dirán hombres y mujeres: ¡Vale la pena que seamos el pueblo de Dios! ¡Hay en este mundo un Dios que hace justicia!
59
David compuso este poema cuando Saúl ordenó que lo vigilaran para matarlo. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía No destruyas.
1 Dios mío, sálvame de mis enemigos; protégeme de los que me atacan.
2 Sálvame de esos malhechores; líbrame de esos asesinos.
3 Dios mío, ¡mira a esa gente cruel, que se ha puesto en mi contra! Aunque no he hecho nada malo, sólo esperan el momento de matarme;
4 aunque no he hecho nada malo, se apresuran a atacarme. ¡Despiértate ya! ¡Ven a ayudarme! ¡Mira cómo me encuentro!
5 Tú eres el Dios del universo, ¡eres el Dios de Israel! ¡Despiértate ya! ¡Castiga a todas las naciones! ¡No les tengas lástima a esos malvados traidores!
6 Cuando llega la noche, regresan gruñendo como perros y dan vueltas por la ciudad.
7 Hablan sólo por hablar, y hieren con sus palabras, creyendo que nadie los oye.
8 Pero tú, Dios nuestro, te burlas de ellos; te ríes de todas las naciones.
9 Yo pongo en ti mi confianza, pues tú eres mi fortaleza. ¡Tú, Dios mío, eres mi protector!
10 ¡Tú, Dios mío, me amas, y saldrás a mi encuentro! ¡Con tu ayuda veré derrotados a todos mis enemigos!
11 Tú, Dios mío, eres nuestro protector; ¡sacúdelos con tu poder! ¡Ponlos por el suelo! Pero no los mates; así mi pueblo no lo olvidará.
12 Cada vez que abren la boca pecan con sus labios; ¡pues déjalos que caigan en la trampa de su orgullo, por las maldiciones que lanzan, por las mentiras que dicen!
13 Dios mío, ¡destrúyelos con tu enojo! ¡Destrúyelos por completo! ¡Que se sepa en Israel y en todo el mundo que tú eres quien gobierna!
14 Cuando llegue la noche, regresarán gruñendo como perros y darán vueltas por la ciudad.
15 Andarán buscando comida, pero chillarán de hambre.
16-17 Yo, por mi parte, te alabaré en la mañana por tu poder y por tu amor. Tú eres el Dios que me protege; tú eres el Dios que me ama. Por eso te cantaré himnos, porque eres mi fortaleza, porque has sido mi refugio en momentos de angustia.
60
David compuso este himno para que sirviera de enseñanza. Lo compuso cuando luchó contra los arameos que vivían en la región noroeste de Mesopotamia y en la parte central de Siria. En esa ocasión Joab regresó y venció a doce mil edomitas en el Valle de la Sal. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía El lirio del pacto.
1 Dios mío, tú te enojaste, te alejaste de nosotros y nos destruiste. ¡Ahora vuelve a ayudarnos!
2 Sacudiste la tierra, y se llenó de grietas; ¡sánala, porque se desmorona!
3 Nos has dado pruebas muy duras; nos has dado a beber un vino que nos hace tropezar.
4-5 Nosotros te somos fieles: ¡respóndenos! ¡Sálvanos con tu poder! ¡Dinos qué debemos hacer para escapar de las flechas! Así este pueblo que amas quedará a salvo.
6 Desde tu templo has declarado: Cuando yo triunfe repartiré entre mi pueblo las tierras de Siquem y las del valle de Sucot.
7 Las tierras de Galaad son mías; al norte están las tribus de José[d] para proteger a mi pueblo, y en Judá he puesto al rey.
8 Los de Moab son mis esclavos, Edom es mi propiedad, y en territorio filisteo lanzo gritos de victoria.
9 ¿Quién quiere llevarme hasta la ciudad con muros? ¿Quién quiere enseñarme el camino que lleva a Edom?
10 ¡Tú, Dios mío, te has alejado de nosotros y ya no sales a pelear al frente de nuestros ejércitos!
11 La ayuda humana resulta inútil; ¡ayúdanos a vencer al enemigo!
12 Dios nuestro, tú los vencerás; ¡con tu ayuda saldremos victoriosos!
61
Himno de David. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
1 Dios mío, oye mis gritos, escucha mi oración.
2 ¡Ya no aguanto más! Por eso te llamo desde el último rincón del mundo. Ponme sobre una gran piedra, donde quede a salvo del peligro.
3 ¡Tú eres mi protector! ¡Tú me defiendes del enemigo!
4 Quiero pasar toda mi vida viviendo en tu santuario, bajo tu protección.
5 Tú, Dios mío, conoces mis promesas; tú me entregaste mi parte en la tierra que le diste al pueblo que te adora.
6 Concédeme reinar mucho tiempo, y vivir una larga vida; que dure mi reinado una eternidad.
7 Déjame reinar para siempre; ¡protégeme con tu amor toda la vida!
8 Yo te prometo que siempre te alabaré con himnos, y que todos los días te cumpliré mis promesas.
62
Himno de David, dedicado a Jedutún.
1-2 Sólo Dios me da tranquilidad, sólo él puede salvarme; sólo él me da su protección, ¡jamás seré derrotado!
3 Ustedes, todos ustedes, ¡ya dejen de atacarme y de querer acabar conmigo! ¡Hasta parezco una pared inclinada, una cerca a punto de caerse!
4 Ustedes sólo piensan humillarme. Les encanta decir mentiras: de labios para afuera me expresan buenos deseos, pero en su pensamiento me desean las peores cosas.
5 Sólo Dios me da tranquilidad; sólo él me da confianza.
6 Sólo él me da su protección, sólo él puede salvarme; ¡jamás seré derrotado!
7 Dios es mi salvador; Dios es mi motivo de orgullo; me protege y me llena de fuerza. ¡Dios es mi refugio!
8 Pueblo mío, ¡confía siempre en Dios! Cuando vayas a su templo, cuéntale todos tus problemas. ¡Dios es nuestro refugio!
9 No hay un solo hombre que valga más que un suspiro; todos son pura ilusión. Si los pesaran en una balanza, ¡ni juntos pesarían gran cosa!
10 No pongan su confianza en el dinero mal ganado; no se hagan ilusiones con el fruto de sus robos. ¡No vivan sólo para hacerse ricos!
11 Dios ha dicho muchas veces: Soy un Dios poderoso,
12 pero también, un Dios de amor. Dios mío, tú nos das a cada uno lo que merecen nuestros hechos.
63
David compuso este himno cuando estaba en el desierto de Judá.
1 Dios mío, tú eres mi Dios. Con ansias te busco desde que amanece, como quien busca una fuente en el más ardiente desierto.
2 ¡Quiero verte en tu santuario, y contemplar tu poder y tu grandeza!
3 Más que vivir, prefiero que me ames. Te alabaré con mis labios.
4 ¡Mientras viva te alabaré! ¡Alzaré mis manos para alabarte!
5 ¡Con mis labios te alabaré y daré gritos de alegría! ¡Eso me dejará más satisfecho que la comida más deliciosa!
6 Me acuesto y me acuerdo de ti; durante toda la noche estás en mi pensamiento.
7 ¡Tú eres quien me ayuda! ¡Soy feliz bajo tu protección!
8 ¡A ti me entrego por completo, porque tu gran poder es mi apoyo!
9 ¡Destruye a los que quieren matarme! ¡Échalos en el hoyo más profundo!
10 ¡Que los maten en la guerra! ¡Que se los coman los perros salvajes!
11 Concédele al rey y al pueblo que te adora alabarte y alegrarse en ti, pero a los mentirosos, ¡tápales la boca!
64
Himno de David.
1 Dios mío, ¡escucha mi queja! ¡No dejes que mis enemigos acaben con mi vida!
2 Son una banda de malvados; son una pandilla de malhechores; ¡escóndeme de sus planes secretos!
3 Sus palabras hieren como espada afilada; sus palabras matan como flechas envenenadas.
4 Se esconden, y desde allí disparan contra la gente inocente; no tienen miedo de nada ni de nadie; ¡disparan sin que nadie se lo espere!
5 Cuando hacen sus planes malvados, se animan los unos a los otros; piensan dónde esconder sus trampas, y creen que nadie las verá.
6 Planean muy bien sus maldades y creen tener el plan perfecto; piensan que nadie los descubrirá.
7 Por eso, sin que lo esperen, Dios les disparará sus flechas
8 y caerán heridos de muerte. Su propia lengua será su ruina, y quienes los vean acabarán burlándose de ellos.
9 El mundo entero alabará a Dios, hablará de sus acciones, y llegará a entenderlas.
10 ¡Que se alegre la gente buena por todo lo que Dios ha hecho! ¡Que todos los justos lo alaben y pongan en él su confianza!
65
Himno de David.
1 Dios mío, que vives en el monte Sión, tú mereces nuestras alabanzas; mereces que te cumplamos las promesas que te hacemos.
2-3 Tú escuchas nuestra oración. Estamos cansados de pecar, por eso acudimos a ti. Nuestros pecados nos dominan, pero tú nos perdonas.
4 ¡Qué bendición reciben los que viven cerca de ti, los que viven en tu mismo templo! Quedamos satisfechos con el alimento que de ti recibimos.
5 Nuestro Dios y salvador, tú nos respondes dándonos la victoria. Gente de pueblos lejanos pone en ti su confianza. Así hacen los que viven más allá del mar.
6 Tú, con tu poder y tu fuerza, formaste las montañas.
7 Calmaste el rugido de los mares, calmaste el estruendo de sus olas, calmaste el alboroto de los pueblos.
8 Los que viven en países lejanos tiemblan de miedo al ver tus grandes maravillas; del oriente al occidente, haces que la gente grite de alegría.
9-10 Tú tienes cuidado de la tierra: la empapas con abundante lluvia y riegas los sembrados para que den muchos frutos. Con la lluvia aflojas la tierra y la preparas para la siembra. Llenas de agua los grandes arroyos, y haces brotar nuevas ramas. Así dejas listo el campo para que todos tengamos trigo.
11 Llega el año a su fin y está lleno de bendiciones; por dondequiera que pasas dejas gran abundancia.
12 En el desierto, el pasto es fresco; las colinas se revisten de alegría,
13 las praderas se llenan de ovejas, y los valles se cubren de trigales. ¡Todo el mundo canta y lanza gritos de alegría!
66
Himno.
1 ¡Cantemos a Dios con alegría los que habitamos la tierra!
2 ¡Cantemos himnos a Dios y alabemos su grandeza!
3 ¡Alabemos su poder; todo lo que ha hecho es maravilloso! ¡Sus enemigos se rinden ante él!
4 Todo el mundo lo adora y canta himnos en su honor.
5 ¡Vengan a ver las maravillas que Dios ha realizado! ¡Vengan a ver sus grandes hechos en favor de todos nosotros!
6 Convirtió el mar en tierra seca, y nosotros, que somos su pueblo, lo cruzamos a pie. ¡Allí hicimos fiesta por todo lo que él hizo!
7 Dios es un rey poderoso. Siempre está vigilando a las naciones para que los rebeldes no se levanten contra él.
8 Pueblos todos, ¡bendigan a nuestro Dios! ¡Dejen oír sus alabanzas!
9 Dios nos ha protegido, nos ha conservado la vida; ¡no nos ha dejado morir!
10 Tú, Dios mío, nos pusiste a prueba, para ver si éramos fieles.
11 Nos hiciste caer en la trampa de nuestros enemigos. ¡Cómo nos has hecho sufrir!
12 ¡Manadas enteras de caballos nos aplastaron la cabeza! Pasamos por el fuego, cruzamos por el agua, pero finalmente nos trajiste a esta tierra de abundancia.
13 Yo me presentaré en tu templo con ofrendas especiales [e] en tu honor, así te cumpliré mis promesas,
14 las promesas que yo mismo te hice cuando me vi en problemas.
15 Como ofrendas en tu honor llevaré los toros más gordos; te ofreceré toros y cabritos, y también te ofreceré carneros.
16 Préstenme atención ustedes, los que adoran a Dios; vengan, que voy a contarles lo que Dios ha hecho por mí.
17 Con mis labios y mi lengua lo llamé y le canté alabanzas.
18 Si mis intenciones fueran malas, Dios no me habría escuchado;
19 ¡pero él me escuchó y contestó mis oraciones!
20 ¡Bendito sea Dios, pues tomó en cuenta mi oración y me demostró su amor!
67
Instrucciones para el director musical: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
1 Dios mío, ten compasión de nosotros y danos tu bendición. Míranos con alegría y muéstranos tu amor;
2 así todas las naciones del mundo conocerán tus enseñanzas y tu poder para salvar.
3 Dios mío, ¡que te alaben los pueblos! ¡Que todos los pueblos te alaben!
4 ¡Que todas las naciones se alegren y canten llenas de felicidad! Tú gobiernas a los pueblos con justicia; ¡tú guías a las naciones de la tierra!
5 Dios mío, ¡que te alaben los pueblos! ¡Que todos los pueblos te alaben!
6 La tierra dará grandes cosechas, y tú nos bendecirás.
7 Sí, tú nos bendecirás; a ti te alabarán los más lejanos países de la tierra.
68
Himno de David.
1 ¡Vamos, Dios mío, dispersa a tus enemigos! ¡Haz que huya de tu presencia esa gente que te odia!
2 ¡Haz que desaparezcan por completo, como desaparece el humo tan pronto como sopla el viento! ¡Haz que esos malvados se derritan como cera en el fuego!
3 Pero a la gente honrada permítele alegrarse y hacer fiesta, y estar feliz en tu presencia.
4 ¡Cantemos himnos a Dios! ¡Sí, cantémosle al que manda la lluvia! ¡Hagamos fiesta en su presencia! ¡Él es el Dios de Israel!
5 Dios, que vive en su santo templo, cuida a los huérfanos y defiende a las viudas;
6 les da hogar a los desamparados, y libertad a los presos; pero a los que no lo obedecen les da tierras que nada producen.
7-8 Dios mío, cuando sacaste de Egipto a tu pueblo Israel y lo guiaste por el desierto, tan pronto llegaste al monte Sinaí, la tierra tembló y el cielo dejó caer su lluvia.
9 Dios mío, tú enviaste abundantes lluvias y nuestras tierras volvieron a producir.
10 Y en esa tierra vivimos; en la tierra que, por tu bondad, preparaste para los pobres.
11 Tú, Dios mío, hablaste, y miles de mujeres dieron la noticia:
12 ¡Huyen los reyes, huyen sus ejércitos! Las mujeres, en sus casas, se reparten las riquezas que le quitaron al enemigo:
13 objetos de plata y de oro. Pero algunos israelitas se escondieron entre el ganado.
14 Cuando tú, Dios todopoderoso, hiciste que los reyes de la tierra salieran huyendo, lo alto del monte Salmón se llenó de nieve.
15 Las montañas de Basán son montañas muy altas; las montañas de Basán son montañas majestuosas.
16 Ustedes, altas montañas, ¿por qué ven con envidia la montaña que Dios ha elegido para vivir allí para siempre?
17 Son miles los carros que Dios usa para la guerra; en uno de ellos vino del Sinaí para entrar en su santuario.
18 Cuando tú, Dios y Señor, subiste a las alturas, te llevaste contigo a los presos, y te quedaste a vivir allí. ¡Todo el mundo, hasta los rebeldes, te dieron muchos regalos!
19 ¡Bendito seas siempre, nuestro Dios! Tú, Dios y salvador nuestro, nos ayudas en nuestros problemas.
20 Tú eres un Dios que salva; ¡tú nos libras de la muerte!
21 ¡A esos enemigos tuyos que no dejan de pecar, les aplastarás la cabeza y se la partirás en dos!
22 Dios nuestro, tú nos has dicho: Yo los haré volver de Basán; yo los haré volver de las profundidades del mar,
23 para que se empapen los pies en la sangre de sus enemigos, ¡y hasta los perros de ustedes lamerán esa sangre!
24 En el santuario se ven los desfiles de mi Dios y Rey.
25 Al frente van los cantores, seguidos de las que tocan panderetas; los músicos cierran el desfile.
26-27 Los dirige la tribu más joven, que es la de Benjamín, y los sigue una gran multitud: ¡Son los príncipes de Judá, de Zabulón y de Neftalí! Ustedes, israelitas, ¡bendigan a nuestro Dios, cuando celebren sus reuniones!
28 Dios mío, Dios mío, ¡demuéstranos tu poder! ¡Déjanos ver la fuerza que has usado para ayudarnos!
29-31 Dios mío, por causa de tu templo los reyes te traen regalos a la ciudad de Jerusalén. Reprende a esa nación que vive sólo para la guerra. Parece una fiera entre los juncos; es como una manada de toros, ¡parece una nación de terneros! Es tanta su ambición por las riquezas que hasta entre ellos se pelean. Egipto te enviará su bronce, y Etiopía te traerá regalos.
32 Gente de todos los reinos, ¡cántenle a Dios! ¡Cántenle himnos a nuestro Dios!
33-34 ¡Reconozcan su poder! Sobre el cielo de Israel pueden verse su poder y su majestad. Nuestro Dios va por el cielo como si fuera montando un caballo, y deja oír su potente voz, que resuena como el trueno.
35 Dios mío, Dios de Israel, ¡qué imponente te ves al venir de tu santuario! Tú nos das fuerza y poder. ¡Bendito seas!
69
Himno de David. Instrucciones para el director del coro: Este salmo deberá cantarse con la melodía Los lirios.
1 Dios mío, ¡sálvame, pues siento que me ahogo!
2 ¡Siento que me hundo en el barro y no tengo dónde apoyarme! ¡Me encuentro en aguas profundas, luchando contra la corriente!
3 Cansado estoy de pedir ayuda; tengo reseca la garganta. Ya los ojos se me cierran, y tú no vienes a ayudarme.
4 ¡Tengo más enemigos que pelos en la cabeza! Muchos me odian sin motivo, y quieren matarme; ¡me exigen que les devuelva lo que nunca les robé!
5-6 Dios de Israel y Dios del universo, tú eres mi Dios. Tú conoces mis tonterías; ¡no te puedo esconder mis errores! ¡No dejes que por mi culpa queden en vergüenza los que confían en ti! ¡No dejes que por mi culpa sean puestos en ridículo los que buscan agradarte!
7 Por ti he sido ofendido; ¡me arde la cara de vergüenza!
8 ¡Hasta mis propios hermanos me ven como a un extraño!
9 El amor que siento por tu templo me quema como un fuego; por eso me siento ofendido cuando te ofenden a ti.
10 Si me aflijo y no como, tengo que aguantar sus insultos;
11 y si me visto de luto, tengo que soportar sus ofensas.
12 ¡Toda la gente del pueblo y hasta los borrachos hablan mal de mí!
13 Dios mío, te ruego que me respondas en el mejor momento. Yo sé que me amas, así que ven a salvarme.
14-15 ¡Líbrame de los que me odian! ¡Sácame del barro en que me hundo! ¡Sácame de esta profunda corriente que me arrastra! Siento que me traga un remolino; ¡no me dejes morir!
16 Dios mío, tú me amas y eres bueno; ¡respóndeme! Tú eres un Dios compasivo; ¡préstame atención!
17 No me des la espalda, pues estoy en problemas; ¡date prisa!
18 ¡Acércate a mí, y sálvame de mis enemigos!
19 Tú siempre los estás viendo y sabes muy bien que me ofenden, me avergüenzan y me insultan.
20 Cuando escucho sus ofensas, se me rompe el corazón; ¡no tengo ánimo para nada! Esperaba hallar apoyo y consuelo, y no los recibí;
21 cuando tuve hambre, me dieron a comer veneno; cuando tuve sed, me dieron a beber vinagre.
22 ¡Haz que sus fiestas y banquetes se conviertan en una trampa para ellos!
23 ¡Haz que se les nublen los ojos para que no puedan ver! ¡Haz que se queden sin fuerzas!
24 ¡Descarga tu enojo sobre ellos! ¡No los dejes escapar!
25 ¡Que sus casas se queden vacías! ¡Que nadie viva en ellas!
26 Aunque tú ya me afligiste y me hiciste sufrir, mis enemigos me persiguen y se burlan de mí.
27 ¡Págales mal por mal! ¡No los dejes disfrutar de tu perdón!
28 ¡Bórralos del libro de la vida! ¡No pongas su nombre en la lista de la gente buena!
29 Dios mío, ¡levántame, dame ánimo! Yo soy muy pobre y humilde,
30 pero te alabaré con mis canciones, ¡te pondré en alto con mi alabanza!
31 Eso te será más agradable que recibir muchas ofrendas.
32 Cuando vean esto los pobres que te buscan, se pondrán muy alegres, y recobrarán el ánimo.
33 Tú, Dios mío, atiendes a los pobres; ¡no te olvidas de tu pueblo que se encuentra cautivo!
34 ¡Que te alaben cielo y tierra! ¡Que te alabe el mar y todo lo que hay en él!
35 Tú vendrás en ayuda de Jerusalén, y reconstruirás las ciudades de Judá. Tu pueblo tomará posesión del país y se establecerá en él.
36 Los descendientes de tu pueblo recibirán el país como herencia; el pueblo que te ama se quedará a vivir en él.
70
Himno de David.
1 Mi Dios, ¡ven pronto a salvarme! ¡Ven pronto en mi ayuda!
2 ¡Pon en completa vergüenza a los que quieren matarme! ¡Haz que huyan avergonzados los que quieren hacerme daño!
3 ¡Haz que huyan avergonzados los que se burlan de mí!
4 Pero que se alegren y se pongan contentos todos los que te buscan. Que siempre reconozcan tu grandeza aquellos a quienes tú has salvado.
5 Dios mío, yo soy muy pobre, y estoy muy necesitado; ¡ven pronto! Dame tu ayuda, dame la libertad; ¡no te tardes!
71
SALMO 71 (70).
1 Dios mío, en ti he puesto mi confianza; no me pongas jamás en vergüenza.
2 Tú eres un Dios justo; ¡rescátame y ponme a salvo! ¡Préstame atención y ayúdame!
3 ¡Protégeme como una roca donde siempre pueda refugiarme! Da la orden, y quedaré a salvo, pues tú eres esa roca; ¡tú eres mi fortaleza!
4-5 Dios mío, tú eres mi esperanza; no permitas que yo caiga en poder de gente malvada y violenta. Desde que era joven puse mi confianza en ti;
6 desde antes de nacer ya dependía de ti. ¡Fuiste tú quien me hizo nacer! ¡Por eso te alabaré siempre!
7 Muchos se asombran al verme, pero tú eres para mí un refugio seguro.
8 A todas horas te alabo; todo el día anuncio tu grandeza.
9 No me desprecies cuando llegue yo a viejo; no me abandones cuando ya no tenga fuerzas.
10 Mis enemigos hablan mal de mí; me vigilan y piensan hacerme daño.
11 Hasta ordenan a su gente que me persigan y me atrapen. Creen que me abandonaste, y que nadie podrá salvarme.
12 Dios mío, ¡no me dejes solo! ¡Ven pronto en mi ayuda!
13 Pon en vergüenza a los que me acusan; ¡pon en completo ridículo a los que buscan mi mal, y acaba con ellos!
14 Yo, por mi parte, siempre confiaré en ti y te alabaré más todavía.
15 Aunque no alcanzo a entenderlo, a todas horas diré que eres un Dios que salva con grandes actos de justicia.
16 Dios mío, ahora voy a recordar tus hechos poderosos, y hablaré de la justicia que sólo tú puedes hacer.
17 Desde que yo era joven tú has sido mi maestro, y hasta ahora sigo hablando de las maravillas que has hecho.
18-19 Dios mío, aunque estoy lleno de canas, no me abandones; todavía quiero decirles a los que aún no han nacido que tú eres un Dios poderoso. Eres incomparable, pues has hecho grandes cosas; tu justicia llega hasta el cielo.
20 Tú me hiciste pasar por muchos aprietos y problemas, pero volverás a darme vida: ¡de lo profundo de la tumba volverás a levantarme!
21 Me darás mayor poder, y volverás a consolarme.
22 Santo Dios de Israel, tú eres un Dios fiel. Por eso te cantaré himnos con música de arpas y de otros instrumentos de cuerda.
23 Te cantaré himnos y gritaré de alegría porque me salvaste la vida.
24 Todo el día hablaré de tu poder para salvar, pues los que buscaban hacerme daño quedaron avergonzados por completo.
72
Himno de Salomón.
1 Dios mío, haz que el rey sea justo como lo eres tú; que nuestro futuro rey actúe con tu misma rectitud.
2 Así el rey gobernará a la gente humilde con rectitud y justicia,
3 y en todo cerro y colina tu pueblo tendrá prosperidad y justicia.
4 El rey les hará justicia a los pobres y necesitados; ¡los salvará de sus opresores! ¡Aplastará a quienes los maltratan!
5 ¡Que viva el rey! ¡Que viva mucho tiempo, como el sol y la luna!
6 ¡Que sea como las lluvias, que empapan la tierra y los campos sembrados!
7 ¡Que haya prosperidad y justicia todo el tiempo que sea rey! ¡Que su reino permanezca hasta que la luna deje de existir!
8 ¡Que extienda el rey su dominio de mar a mar y de oriente a occidente!
9 ¡Que las tribus del desierto reconozcan su dominio! ¡Que sean humillados sus enemigos!
10 ¡Que le paguen impuestos los reyes de Tarsis y de los puertos lejanos! ¡Que le traigan regalos los reyes de Arabia y de Etiopía!
11 ¡Que todos los reyes se arrodillen en su presencia! ¡Que todas las naciones se pongan a su servicio!
12 El rey librará a los pobres cuando ellos le pidan ayuda; salvará a los afligidos que no tienen quién los ayude.
13 Tendrá compasión de los pobres y salvará a los necesitados y a los desvalidos.
14 Los librará de quienes los oprimen y los tratan con violencia, porque la vida de ellos es muy valiosa para él.
15 ¡Que viva el rey! ¡Que reciba todo el oro de Sabá! ¡Que siempre se ore por él! ¡Que a todas horas se le bendiga!
16 ¡Que abunde el trigo en el país! ¡Que se vean ondular los trigales en lo alto de las montañas! ¡Que haya mucho trigo, como en el monte Líbano! ¡Que haya gente en las ciudades como hay hierba en el campo!
17 ¡Que la fama del rey permanezca!; ¡que dure siempre como el sol! ¡Que repitan su nombre las naciones cuando se bendigan unas a otras! ¡Que todas ellas bendigan al rey!
18 ¡Bendito seas, Dios de Israel! Sólo tú haces maravillas.
19 ¡Bendito seas por siempre! ¡Que tu grandeza llene toda la tierra! ¡Que así sea!
20 Aquí terminan los himnos de David, el hijo de Jesé.
73
Himno de Asaf.
1 Dios es muy bueno con Israel y con la gente sincera.
2 Yo estuve a punto de pecar; poco me faltó para caer,
3 pues me llené de envidia al ver cómo progresan los orgullosos y los malvados.
4 ¡Tan llenos están de salud que no les preocupa nada!
5 No tienen los problemas de todos; no sufren como los demás.
6 Se adornan con su orgullo y exhiben su violencia.
7 ¡Tan gordos están que los ojos se les saltan! ¡En la cara se les ven sus malos pensamientos!
8 Hablan mal de la gente; ¡de todo el mundo se burlan! Tan grande es su orgullo que sólo hablan de violencia.
9 Con sus palabras ofenden a Dios y a todo el mundo.
10 ¡Pero hay gente que los consulta y cree todo lo que dicen!
11 Piensan que el Dios altísimo no lo sabe ni llegará a saberlo.
12 ¡Así son los malvados! ¡No se preocupan de nada, y cada vez son más ricos!
13 ¡De nada me sirvió hacer el bien y evitar los malos pensamientos!
14 ¡Esos malvados me golpean a todas horas! ¡En cuanto amanece me castigan!
15 Si hubiera pensado como los malvados, habría traicionado al pueblo de Dios.
16 Traté de entender esto, pero me resultó muy difícil.
17 Entonces fui al santuario de Dios, y fue allí donde entendí cómo terminarán los malvados:
18 Dios los ha puesto en peligro, y van hacia su propia desgracia.
19 En un abrir y cerrar de ojos terminarán por ser destruidos; el terror acabará con ellos.
20 Cuando Dios entre en acción, hará que sean olvidados como se olvida una pesadilla.
21 Dios mío, yo estuve muy afligido; me sentí muy amargado.
22 He sido muy testarudo; me he portado mal contigo: ¡me he portado como una bestia!
23 A pesar de todo, siempre he estado contigo; tu poder me mantiene con vida,
24 y tus consejos me dirigen; cuando este mundo llegue a su fin, me recibirás con grandes honores.
25 ¿A quién tengo en el cielo? ¡A nadie más que a ti! Contigo a mi lado, nada me falta en este mundo.
26 Ya casi no tengo fuerzas, pero a ti siempre te tendré; ¡mi única fuerza eres tú!
27 Los que se apartan de ti acabarán por ser destruidos; los que no te sean fieles acabarán perdiendo la vida.
28 Pero yo estaré cerca de ti, que es lo que más me gusta. Tú eres mi Dios y mi dueño, en ti encuentro protección; ¡por eso quiero contar todo lo que has hecho!
74
Himno de Asaf.
1 Dios y pastor nuestro, ¿por qué nos rechazas? ¿Vas a estar siempre enojado con este pueblo que es tu rebaño?
2 ¡No te olvides de nosotros! Hace mucho tiempo nos compraste; somos el pueblo que rescataste para que fuéramos tuyos. ¡No te olvides de Jerusalén, la montaña donde habitas!
3 Ven a ver tu templo: para siempre ha quedado en ruinas; ¡todo lo destruyó el enemigo!
4 En el centro de tu ciudad, tus enemigos rugieron como leones y agitaron victoriosos sus banderas.
5 Como si fueran leñadores, hacha en mano lo derribaron todo;
6 con hachas y martillos destrozaron las paredes talladas en madera.
7 No respetaron tu templo sino que le prendieron fuego.
8 Lo redujeron a cenizas, como a todas las sinagogas del país.
9 Ya no vemos ondear nuestras banderas; ya no hay profetas entre nosotros, ni hay tampoco quien sepa cuánto más debemos aguantar.
10 Dios nuestro, ¿hasta cuándo el enemigo va a seguir ofendiéndote y burlándose de ti?
11 ¡Demuéstrales tu poder! ¡No te quedes allí cruzado de brazos!
12 Desde tiempos antiguos tú has sido nuestro Dios y rey; en repetidas ocasiones nos has dado la victoria.
13 Tú, con tu poder, dividiste el mar en dos; ¡a los monstruos del mar les partiste la cabeza!
14 Tú aplastaste contra el suelo las cabezas del monstruo Leviatán, y con su cuerpo sin vida alimentaste a las fieras.
15 Tú hiciste que brotaran ríos y manantiales, pero también secaste por completo ríos que parecían inagotables.
16 Tuyos son el día y la noche, pues hiciste el sol y la luna;
17 tú fijaste los límites de la tierra, y estableciste las estaciones del año.
18 Dios nuestro, el enemigo se burla de ti; gente malvada te ofende. ¡No se lo perdones!
19 Este pueblo tuyo es frágil como una mariposa; ¡no te olvides de nosotros, ni dejes que nos devoren nuestros feroces enemigos!
20 Acuérdate de tu pacto, porque en todas partes hay violencia.
21 No dejes que avergüencen al pobre y al humilde; haz que tus enemigos te alaben.
22 ¡Vamos, Dios nuestro, defiéndete! Esos malvados no dejan de ofenderte; ¡no se lo perdones!
23 ¡No les perdones a tus enemigos tanto griterío y alboroto!
75
Himno de Asaf. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía No destruyas.
1 ¡Gracias, nuestro Dios! Hablamos de tus maravillas, pues estás cerca de nosotros.
2 Tú has dicho: Ya he puesto la fecha cuando voy a hacer justicia.
3 Podrá temblar la tierra con todos sus habitantes, pero yo mantendré firmes sus bases.
4 A los orgullosos les mando que no se crean tan importantes; a los malvados les ordeno que no sean orgullosos,
5 que no presuman de su poder ni se sientan superiores.
6 Los elogios no vienen del este, ni del oeste ni del sur;
7 vienen de Dios, que es el juez. A unos les quita el poder, y a otros se lo da.
8 Dios está muy enojado y está listo para castigar. Cuando pierda la paciencia, dará rienda suelta a su enojo y todos los malvados de la tierra tendrán su merecido.
9 Yo siempre hablaré del Dios de Israel, y le cantaré himnos.
10 Dios acabará con el poder de todos los malvados, pero aumentará el poder de los justos.
76
Himno de Asaf. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
1 En Judá se conoce a Dios; en Israel se reconoce su fama.
2 En Jerusalén se halla su templo; allí estableció su residencia.
3 Allí Dios hace pedazos todas las armas de guerra.
4-6 Dios de Israel, tú eres un Dios maravilloso; eres más grande que las montañas eternas. Todos los hombres de guerra se quedaron sin sus armas; cayeron en el campo de batalla. Ninguno de esos valientes pudo siquiera defenderse. Cuando tú los reprendiste, su poder militar se derrumbó.
7 Sólo tú inspiras temor. Cuando tu furia se desata, no hay quién pueda hacerte frente.
8-9 Cuando tú, Dios mío, decidiste hacerles justicia a todos los pobres de la tierra, dictaste tu sentencia desde el cielo, y la tierra, temerosa, prefirió guardar silencio.
10 Cuando te enojas, hasta el hombre más furioso; se rinde ante ti y te alaba.
11 Cumplámosle a nuestro Dios todas nuestras promesas; y ustedes, naciones vecinas, tráiganle ofrendas al Dios admirable;
12 él humilla a los gobernantes y hace que tiemblen de miedo todos los reyes de la tierra.
77
Himno de Asaf. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse al estilo musical de Jedutún.
1 A Dios dirijo mis ruegos, para que me escuche.
2 En los momentos más difíciles, siempre busco a Dios. Con las manos levantadas me paso la noche orando, aunque ni esto me consuela.
3 Cuando pienso en Dios, me siento desalentado y me dan ganas de llorar.
4 ¡Dios me hace perder el sueño! ¡Estoy tan confundido que no sé qué decir!
5-6 Por las noches me pongo a pensar; recuerdo los tiempos pasados, los años que se han ido, y entonces me pregunto:
7-9 ¿Estará rechazándonos Dios de una vez y para siempre? ¿Habrá dejado de amarnos? ¿Tan enojado está con nosotros que ya no nos tiene compasión? ¿Dejará de tratarnos con bondad? ¿Se habrán agotado las promesas que se comprometió a cumplir? ¿Se habrá olvidado de que es un Dios bueno?
10 Y yo mismo me contesto: ¡Qué doloroso es darse cuenta de que Dios ya no es el mismo, que ya no nos trata como antes!
11 ¡Vale más que me acuerde de sus grandes hechos y de sus maravillas pasadas!
12 ¡Vale más que me acuerde de sus obras maravillosas!
13 Dios mío, ¡No hay Dios tan grande como tú! ¡Todo lo que haces es perfecto!
14 Tú eres el Dios que hace milagros, que muestra su poder entre los pueblos.
15 Con tu brazo poderoso diste libertad a tu pueblo Israel.
16 Dios mío, el agua se agitó al verte; ¡el mismo mar profundo se estremeció con violencia!
17 Por todo el espacio del cielo retumbaron los relámpagos, y las nubes soltaron su lluvia.
18 En medio del torbellino retumbó tu voz de trueno, y la luz de tus relámpagos iluminó el mundo; entonces tembló la tierra.
19 Hiciste un camino en el mar; te abriste paso entre las aguas, pero nadie vio jamás tus huellas.
20 Por medio de Moisés y de Aarón fuiste guiando a tu pueblo, como guía el pastor a sus ovejas.
78
Himno de Asaf.
1 Pueblo mío, escucha mis enseñanzas; atiende a mis palabras.
2 Te hablaré por medio de ejemplos, y te explicaré los misterios del pasado.
3 Son cosas que ya conocemos pues nuestros padres nos las contaron.
4 Pero nuestros hijos deben conocerlas; debemos hablarles a nuestros nietos del poder de Dios y de sus grandes acciones; ¡de las maravillas que puede realizar!
5 Dios fijó una ley permanente para su pueblo Israel, y a nuestros abuelos les ordenó instruir en ella a sus hijos,
6 para que ellos, a su vez, nos instruyeran a nosotros y a las futuras generaciones que todavía no han nacido.
7 Así confiaremos en Dios, tendremos presentes sus grandes hechos y cumpliremos sus mandamientos.
8 Así no seremos rebeldes, como lo fueron nuestros abuelos: tan malvados eran sus pensamientos que Dios no podía confiar en ellos.
9 Los israelitas eran buenos guerreros, pero se acobardaron y no entraron en batalla.
10 No cumplieron su compromiso con Dios, ni siguieron sus enseñanzas.
11-12 Cuando estaban en Egipto, en la región de Soan, vieron las grandes maravillas que Dios realizó ante sus ojos, pero no las tomaron en cuenta.
13 Dios partió el mar en dos, y para que ellos pudieran cruzar, mantuvo las aguas firmes como paredes.
14 De día, los guiaba con una nube; de noche, los alumbraba con un fuego.
15-16 Cuando llegaron al desierto, Dios partió en dos una piedra; ¡de ella hizo que brotaran verdaderos torrentes de agua, y así apagaron su sed!
17 Pero nuestros abuelos volvieron a pecar contra Dios: ¡en pleno desierto se pusieron en contra del Dios altísimo!
18 Se les metió en la cabeza poner a Dios a prueba, y le pidieron comida a su antojo.
19 Hablaron mal de Dios, y hasta llegaron a decir: Aquí en el desierto Dios no puede darnos de comer.
20 Es verdad que golpeó una piedra y que hizo que brotaran grandes torrentes de agua, ¡pero no podrá alimentarnos! ¡No va a poder darnos carne!
21 Cuando Dios oyó lo que decían, se encendió su enojo contra ellos,
22 pues no confiaron en él ni creyeron que podría ayudarlos.
23-24 Dios, desde el alto cielo, les dio una orden a las nubes, y del cielo llovió comida: Dios les dio a comer maná, que es el pan del cielo.
25 Dios les mandó mucha comida, y aunque eran gente insignificante comieron como los ángeles.
26 Luego, con su poder Dios hizo que desde el cielo soplaran vientos encontrados.
27 ¡Dios hizo que les lloviera carne como si les lloviera polvo! ¡Les mandó nubes de pájaros, tantos como la arena del mar!
28 Dios dejó caer esos pájaros dentro y fuera del campamento,
29 y la gente se hartó de comer, pues Dios les cumplió su capricho.
30 No les duró mucho el gusto: todavía tenían la comida en la boca
31 cuando Dios se enojó contra ellos. ¡Les quitó la vida a sus hombres más fuertes! ¡Hirió de muerte a los mejores israelitas!
32 Pero ellos siguieron pecando; dudaron del poder de Dios.
33 Por eso Dios les quitó la vida; ¡les envió una desgracia repentina, y acabó con su existencia!
34 Ellos sólo buscaban a Dios cuando él los castigaba; sólo así se arrepentían y volvían a obedecerlo;
35 sólo entonces se acordaban del Dios altísimo, su protector y libertador.
36-37 Nunca le decían la verdad; nunca le fueron sinceros ni cumplieron fielmente su pacto.
38 Pero Dios, que es compasivo, les perdonó su maldad y no los destruyó. Más de una vez refrenó su enojo,
39 pues tomó en cuenta que eran simples seres humanos; sabía que son como el viento que se va y no vuelve.
40 Muchas veces, en el desierto, se rebelaron contra Dios y lo hicieron ponerse triste.
41 Muchas veces lo pusieron a prueba; ¡hicieron enojar al santo Dios de Israel!
42 No se acordaron del día cuando Dios, con su poder, los libró de sus enemigos.
43 Tampoco recordaron los grandes milagros que Dios hizo en Egipto,
44 cuando convirtió en sangre todos los ríos egipcios, y el agua no se podía beber.
45 Les mandó moscas y ranas, que todo lo destruían;
46 dejó que los saltamontes acabaran con todos sus sembrados;
47 destruyó sus viñas con granizo, y sus higueras, con inundaciones;
48 dejó que los rayos y el granizo acabaran con sus vacas y sus ovejas.
49 Dios estaba tan enojado que los castigó con dureza; les mandó todo un ejército de mensajeros de muerte;
50 dio rienda suelta a su enojo y les mandó un castigo mortal; ¡no les perdonó la vida!
51 En cada familia egipcia hirió de muerte a los hijos mayores.
52 Pero a su pueblo lo guió y lo llevó por el desierto, como guía el pastor a sus ovejas;
53 les dio seguridad para que no tuvieran miedo, pero hizo que a sus enemigos se los tragara el mar.
54 Dejó que su pueblo ocupara toda la tierra prometida, la cual ganó con su poder.
55 Conforme avanzaban los israelitas, Dios echaba fuera a las naciones, y a Israel le entregó las tierras de esos pueblos. ¡Fue así como los israelitas se establecieron allí!
56 Pero pusieron a Dios a prueba: se opusieron al Dios altísimo y desobedecieron sus mandatos;
57 no eran dignos de confianza; se portaron igual que sus padres, pues traicionaron a Dios y no le fueron fieles.
58-59 Dios se puso muy furioso y rechazó del todo a Israel; se sintió traicionado pues adoraron a dioses falsos y les construyeron santuarios.
60 Por eso Dios abandonó Siló, que era donde vivía en este mundo;
61 ¡dejó que el cofre del pacto, que era el símbolo de su poder, cayera en manos enemigas!
62 Tanto se enojó con su pueblo que los hizo perder sus batallas.
63 El fuego acabó con sus muchachos, las novias no tuvieron fiesta de bodas,
64 sus sacerdotes perdieron la vida, y sus viudas no les guardaron luto.
65 Pero Dios despertó, como quien despierta de un sueño, y dando rienda suelta a su furia
66 puso en retirada a sus enemigos; ¡para siempre los dejó en vergüenza!
67 Se negó a favorecer a los de la tribu de Efraín,
68 pero eligió a la tribu de Judá y a su amada Jerusalén.
69 En lo alto del monte Sión construyó su templo: alto como los cielos, y firme para siempre, como la tierra.
70-71 Dios prefirió a David, que era su hombre de confianza, y lo quitó de cuidar ovejas para que cuidara a Israel, que es el pueblo de Dios.
72 Y David fue un gobernante inteligente y sincero.
79
Himno de Asaf.
1 Dios nuestro, naciones enemigas nos han invadido, han entrado en tu santo templo y han dejado en ruinas a Jerusalén.
2 Mataron a tus fieles servidores, y echaron sus cadáveres al campo para que los devoren los buitres y las bestias salvajes.
3 Por toda Jerusalén derramaron la sangre de los muertos, y a los muertos nadie los entierra.
4 Los pueblos vecinos se burlan de nosotros; ¡somos el blanco de sus burlas!
5 Dios nuestro, ¿cuánto más tendremos que esperar? ¿Vas a estar siempre enojado y ardiendo de enojo, como el fuego?
6 ¡Enójate entonces con las naciones que no quieren reconocerte! ¡Enójate con los reinos que no te reconocen como Dios!
7 A Israel lo han destruido; al país lo han dejado en ruinas.
8 No nos tomes en cuenta los pecados del pasado; ¡muéstranos tu amor y ven pronto a nuestro encuentro, pues grande es nuestra miseria!
9 Dios y salvador nuestro, ¡ayúdanos! Por lo grandioso que eres, ¡líbranos y perdona nuestros pecados!
10 ¿Por qué tienen que decirnos las naciones enemigas: Dios ya los ha abandonado? ¿No ves que han matado a tu pueblo y han derramado su sangre? ¡Cóbrales su muerte! ¡Haz que esas malvadas naciones sufran la muerte en carne propia, y a nosotros, déjanos ser testigos!
11 Escucha, por favor, las quejas de los prisioneros, y salva con tu gran poder a los condenados a muerte.
12 Dios nuestro, haz que nuestros vecinos sufran en carne propia las ofensas que te han hecho.
13 Nosotros somos tu pueblo, y siempre te alabaremos; ¡siempre te cantaremos alabanzas!
80
Himno de Asaf. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía Los lirios del pacto.
1-2 Dios y Pastor nuestro, tú guiaste como a un rebaño a tu pueblo Israel, tú reinas entre los querubines, ¡ahora escúchanos! ¡Hazte presente y muestra tu poder a las tribus de Efraín, de Manasés y de Benjamín! ¡Ven a salvarnos!
3 Dios nuestro, ¡cambia nuestra triste situación! ¡Muéstranos tu bondad y sálvanos!
4 Dios nuestro, Señor del universo, ¿hasta cuándo, por tu enojo, no atenderás la oración de tu pueblo?
5 En vez de comida, nos has dado el pan amargo que nuestras lágrimas amasaron; en vez de bebida, has hecho que nos bebamos nuestras propias lágrimas.
6 Has hecho que nuestros vecinos se burlen de nosotros; ¡nos ven, y se ríen de nosotros!
7 Dios del universo, ¡cambia nuestra triste situación! ¡Muéstranos tu bondad y sálvanos!
8 Nosotros somos como una vid que trajiste de Egipto, y para plantarnos en esta tierra echaste fuera a las naciones;
9 una vez limpio el terreno, nosotros echamos raíces y nos extendimos por todo el país.
10 De tal manera crecimos que llegamos a poblar las montañas; ¡extendimos nuestro dominio hasta las montañas del Líbano!
11 Nuestra frontera oriental llegó hasta el río Éufrates; nuestra frontera occidental llegó hasta el mar Mediterráneo.
12-14 Dios del universo, ¿por qué dejaste a tu vid sin tu protección? Todos nuestros enemigos pasan y nos hacen daño; ¡nos devoran como fieras! ¡Deja ya de castigarnos! ¡Asómate desde el cielo y muéstranos tu cariño!
15 ¡Tú mismo nos plantaste! ¡Tú mismo nos cuidaste!
16 El enemigo nos ha derrotado; le ha prendido fuego a nuestras ciudades. ¡Repréndelos, destrúyelos!
17 Pero no dejes de apoyar al pueblo en quien confías, al pueblo que has fortalecido;
18 así, no nos apartaremos de ti. ¡Danos vida, y te alabaremos!
19 Dios nuestro, Señor del universo, ¡cambia nuestra triste situación! ¡Muéstranos tu bondad y sálvanos!
81
Himno de Asaf. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía que se canta al exprimir las uvas.
1 ¡Lancen gritos de alabanza para Dios! ¡Él es nuestra fortaleza! ¡Canten llenos de alegría al Dios de Israel!
2 ¡Canten himnos! ¡Toquen la pandereta, el arpa y la lira!
3 Toquen las trompetas en las fiestas de luna nueva, y en la fiesta de luna llena, que es nuestra fiesta principal.
4-5 Así lo ordenó el Dios de Israel cuando salió para atacar a Egipto. Escucho la voz de Dios y no entiendo lo que dice:
6 Te he quitado de los hombros la carga que llevabas; ya no tienes que cargar esos ladrillos tan pesados.
7 Cuando estabas angustiado, me llamaste y te libré; te respondí desde la oscura nube donde estaba yo escondido; junto al manantial de Meribá puse a prueba tu fe.
8 Israel, pueblo mío, escucha mis advertencias; ¡cómo quisiera que me escucharas!
9 No tengas dioses extranjeros ni los adores.
10 Yo soy tu Dios; yo te saqué de Egipto. Dime qué quieres comer, y te lo daré de sobra.
11 Pero mi pueblo Israel no quiso prestarme atención.
12 Por eso los dejé que hicieran lo que les diera la gana.
13 ¡Cómo me gustaría que mi pueblo me escuchara! ¡Cómo quisiera que Israel hiciera lo que yo quiero!
14 ¡En muy poco tiempo derrotaría yo a sus enemigos y los aplastaría con mi poder!
15 Los que ahora me odian se rendirían ante mí, y yo los castigaría para siempre.
16 En cambio, a mi pueblo le daría el mejor trigo y de los panales que están en la roca sacaría miel y lo dejaría satisfecho.
82
Himno de Asaf.
1 Dios preside el tribunal del cielo, y dicta su sentencia contra los dioses allí reunidos:
2 ¿Hasta cuándo seguirán ustedes siendo injustos en sus juicios, y defendiendo a los malvados?
3 ¡Defiendan a los huérfanos y a los indefensos! ¡Háganles justicia a los pobres y a los necesitados!
4 ¡Libren del poder de los malvados a los pobres e indefensos!
5 Los malvados no saben nada ni entienden nada; ¡vagan perdidos en la oscuridad! Eso hace que se estremezcan todas las bases de este mundo.
6 Ya les he dicho que ustedes son dioses, que son hijos del Dios Altísimo;
7 pero acabarán como todos los hombres: ¡morirán como todos los gobernantes!
8 Dios nuestro, ¡ven a gobernar el mundo! ¡Tuyas son todas las naciones!
83
Himno de Asaf.
1 Dios mío, Dios mío, no guardes silencio; no te quedes callado y sin hacer nada.
2 ¡Fíjate en tus enemigos: mira cómo se alborotan! ¡Fíjate en los que no te quieren: mira cómo te desafían!
3 Hacen planes contra tu pueblo amado, con intenciones de hacerle daño,
4 y hasta se atreven a decir: ¡Vamos a destruirlos por completo! ¡Jamás volverá a mencionarse el nombre de Israel!
5-8 Los ejércitos de muchos pueblos se han puesto de acuerdo para hacerte la guerra: se han juntado Edom, Moab, Asiria y las tribus del desierto; a ellos se han unido los ejércitos de Guebal, Amón, Amalec, Tiro y Filistea.
9 ¡Acaba con ellos, como acabaste con Madián! ¡Acaba con ellos, como acabaste con Sísara y Jabín a orillas del río Quisón!
10 Ellos fueron derrotados en Endor, y quedaron tendidos en el suelo, tirados como el estiércol.
11 ¡Acaba con su gente de importancia, como acabaste con Oreb y con Zeeb! ¡Acaba con todos sus jefes, como acabaste con Zalmuná y Zébah,
12 que pensaban adueñarse de nuestras valiosas tierras!
13 Dios mío, haz que el viento se los lleve como se lleva a la paja.
14-15 ¡Persíguelos con tus tormentas! ¡Espántalos con tus tempestades! ¡Sé como las llamas de fuego que acaban con cerros y bosques!
16 Dios mío, ¡llénalos de vergüenza, para que te reconozcan como Dios!
17 ¡Derrótalos para siempre! ¡Derrótalos y acaba con ellos!
18 ¡Así conocerán tu poder, y sabrán que sólo tú gobiernas sobre toda la tierra!
84
Himno de la Escuela de música de Coré. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía que se canta al exprimir las uvas.
1 Dios del universo, ¡qué bello es tu templo, la casa donde vives!
2 Deseo con toda el alma estar en los patios de tu templo; ¡me muero por llegar a ellos! Tú eres el Dios de la vida, por eso te canto alegre con todas las fuerzas de mi corazón.
3 Mi Dios y rey, Dios del universo, cerca de tu altar gorriones y golondrinas hallan lugar para sus nidos y allí ponen a sus polluelos.
4 ¡Qué felices son los que viven en tu templo! ¡Nunca dejan de alabarte!
5 ¡Qué felices son los que de ti reciben fuerzas, y de todo corazón desean venir hasta tu templo!
6 Cuando cruzan el valle del Llanto, lo convierten en manantial; hasta las lluvias tempranas cubren el valle con sus bendiciones.
7 Mientras más avanzan, más fuerzas tienen, y cuando llegan a tu templo te contemplan a ti, el Dios verdadero.
8 Dios mío, ¡atiéndeme! Dios de Israel, Dios del universo, ¡escucha mi oración!
9 Dios y protector nuestro, muéstranos tu bondad, pues somos tu pueblo elegido.
10 Prefiero pasar un día en tu templo que estar mil días lejos de él; prefiero dedicarme a barrer tu templo que convivir con los malvados.
11 Señor y Dios nuestro, tú nos das calor y protección; nos das honor y gloria. Tu bondad no tiene medida para los que siempre hacen lo bueno.
12 Dios del universo, ¡bendice a los que en ti confían!
85
Himno de la Escuela de música de Coré.
1 Dios mío, tú has sido bondadoso con esta tierra tuya: le devolviste a Israel su antigua felicidad,
2 le perdonaste a tu pueblo su maldad y sus pecados,
3 ¡tu enojo con ellos se calmó!
4 Dios y salvador nuestro, deja ya de enojarte con nosotros, y devuélvenos la felicidad.
5 ¿Acaso para siempre vas a estar enojado con nosotros?
6 Estamos como muertos; ¡devuélvenos la vida! Nosotros somos tu pueblo; de ti esperamos alegría.
7 Dios mío, danos muestras de tu amor y bríndanos tu ayuda.
8 Dejemos de hacer locuras y obedezcamos a Dios. Recordemos que somos suyos, y que él nos ha prometido paz.
9 Dios está siempre cerca para salvar a quienes lo honran, y para que su poder nunca nos abandone.
10 El amor y la lealtad, la paz y la justicia, sellarán su encuentro con un beso.
11 La lealtad brotará de la tierra, y la justicia se asomará desde el cielo;
12 Dios nos dará bienestar, nuestra tierra dará buenas cosechas,
13 y la justicia, como mensajera, anunciará la llegada de Dios.
86
Oración de David.
1 Dios mío, yo soy muy pobre y humilde, pero te ruego que me atiendas. ¡Respóndeme!
2 Sálvame la vida, pues te he sido fiel. Tú eres mi Dios; sálvame, pues tuyo soy y en ti he puesto mi confianza.
3 Dios mío, ten compasión de mí, pues a todas horas te llamo.
4 Yo estoy a tu servicio; alégrame la vida, pues a ti dirijo mis ruegos.
5 Dios mío, tú eres bueno y sabes perdonar; ¡qué grande es tu amor por los que te buscan!
6 Dios mío, ¡atiende mi oración, presta atención a mis ruegos!
7 Cuando estoy angustiado, te llamo y tú me respondes.
8 Dios mío, no hay entre todos los dioses un Dios como tú, que haga lo que tú haces.
9 Todas las naciones que tú hiciste vendrán a adorarte y alabarte.
10 ¡Sólo tú eres imponente! ¡Sólo tú haces grandes maravillas!
11 Dios mío, yo quiero hacer siempre lo que tú ordenes; ¡enséñame a hacerlo! Pon en mí este único deseo: ¡adorarte sólo a ti!
12 Mi Señor y Dios, yo quiero alabarte siempre con todo el corazón.
13 Tanto me amas que no me dejas morir.
14 Dios mío, una banda de asesinos que presume de su maldad me ataca y quiere matarme. No quieren nada contigo.
15 Pero tú, mi Dios, eres bondadoso y compasivo; no te enojas fácilmente, y tu amor es siempre el mismo.
16 Dirige a mí tu mirada y tenme compasión. Soy tu servidor más humilde, ¡concédeme tu fuerza y ven a salvarme!
17 Haz que mi vida refleje lo bueno que eres tú. Quedarán en ridículo mis enemigos cuando vean que tú me das ayuda y consuelo.
87
Himno de la Escuela de música de Coré.
1 Dios mismo fundó la ciudad de Jerusalén sobre su montaña.
2 No hay en todo Israel otra ciudad más amada por Dios que la ciudad de Jerusalén.
3 Ciudad de Dios, de ti se dicen cosas muy bellas.
4-5 Dios ha dicho: Entre los pueblos que me adoran se encuentran Egipto y Babilonia, Tiro, Etiopía y Filistea. La gente de esas naciones dirá: «¡Conocí a Dios en Jerusalén!». Y lo mismo dirán los del monte Sión. Yo, el Dios altísimo, fundé Jerusalén con mis propias manos.
6 En mi lista de naciones, yo mismo escribí: «Toda esta gente me conoció en Jerusalén».
7 Y entre cantos y danzas, esas naciones dirán: Conocimos a Dios en Jerusalén.
88
Himno de la Escuela de música de Coré, compuesto por Hemán el ezraíta. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse como un lamento.
1 Dios mío, tú eres mi salvador; día y noche pido tu ayuda.
2 Permite que mi oración llegue a tu presencia; ¡presta atención a mis ruegos!
3 Sufro tantas calamidades que estoy al borde de la muerte.
4-5 ¡Parece que ya no tengo remedio! ¡Hasta hay quienes me dan por muerto! Parezco un cadáver ya enterrado, al que nadie toma en cuenta porque la muerte se lo llevó.
6 Es como si estuviera en el barranco más oscuro.
7 El golpe de tu furia ha caído sobre mí; es como una inmensa ola que me ha hecho naufragar.
8 Por ti he perdido a mis amigos; me consideran repugnante. Es como si estuviera preso y no encontrara la salida.
9 Es tan grande mi tristeza que se llenan de lágrimas mis ojos. Hacia ti, Dios mío, tiendo los brazos, y te llamo a todas horas.
10 Si realizas un milagro, ¿te darán gracias los muertos? ¡Claro que no!
11 Allá en el sepulcro, donde termina la vida, no hay quien hable de tu amor ni de tu fidelidad.
12 Allá en las tinieblas, donde todo se olvida, nadie sabe de tus milagros ni de tus actos de justicia.
13-14 Dios mío, todas las mañanas te busco en oración; ¡yo te ruego que me ayudes! ¿Por qué me rechazas? ¿Por qué me das la espalda?
15 Desde que era joven he sufrido mucho; ¡he estado a punto de morir! Soy víctima de tus castigos, ¡y ya no puedo más!
16-17 Sobre mí recayó tu enojo; me tienes derrotado; tus ataques me rodean a todas horas y me tienen cercado por completo, como las olas del mar.
18 Por ti ya no tengo amigos; me he quedado sin familia. ¡Ya sólo me queda esta terrible oscuridad!
89
Himno de Etán el ezraíta.
1-2 Dios mío, siempre alabaré tu gran amor, que nunca cambia; siempre hablaré de tu fidelidad, ¡tan firme como el cielo!
3 Tú hiciste un pacto con David, el rey que tú elegiste; le prometiste bajo juramento:
4 Cuando hayas muerto, uno de tus descendientes reinará siempre en tu lugar.
5-7 Dios mío, los cielos te alaban por tus grandes hechos; todos los ángeles del cielo hablan de tu fidelidad y sólo a ti te honran. Eres un Dios incomparable; ¡eres grande y maravilloso entre los dioses!
8 Señor y Dios del universo, ¡no hay Dios como tú, tan fiel y poderoso!
9 Tú dominas el mar embravecido, y calmas sus olas agitadas.
10 Aplastaste al monstruo del mar, y con tu brazo poderoso derrotaste a tus enemigos.
11 Tuyo es el cielo, tuya es también la tierra; tú creaste el mundo y todo lo que hay en él.
12 Tú creaste el norte y el sur; los montes Tabor y Hermón te alaban con alegría.
13 Muy grande es tu poder para realizar grandes hazañas; ¡levantas la mano derecha en señal de victoria!
14 Tú gobiernas con justicia y rectitud, pero sobre todas las cosas, nos demuestras tu constante amor.
15-16 Dios mío, tú bendices y das honra al pueblo que te alaba, que acepta tu dirección y se alegra en tu justicia.
17 De ti recibimos grandeza y poder; por tu bondad aumentas nuestra fuerza.
18 Dios de Israel, tú eres nuestro rey y nos das tu protección.
19-20 Una vez hablaste con nosotros, que somos tu pueblo fiel, y nos dijiste: En mi pueblo hay un valiente; es el mejor de todos los jóvenes. Es David, mi servidor. Yo le he brindado mi ayuda y le he dado el más alto honor: ¡lo he declarado rey de Israel!
21 Con mi brazo poderoso lo sostendré y le daré fuerzas.
22 Sus enemigos no podrán vencerlo, ni lo dominarán los malvados.
23 Yo destruiré a sus enemigos, y acabaré con quienes lo odian; ¡los borraré de su vista!
24 Mi amor por él siempre será el mismo, y yo aumentaré su poder.
25 Su dominio se extenderá del mar Mediterráneo a la Mesopotamia.
26 Él me dirá: «Tú eres mi Padre y me proteges; eres mi Dios y salvador».
27 Yo le concederé los derechos que merece todo hijo mayor: lo pondré por encima de todos los reyes del mundo.
28 Mi amor por él nunca cambiará, ni faltaré a la promesa que le hice.
29 Mientras el cielo exista, siempre lo mantendré en el trono; lo mismo haré con sus descendientes que reinarán en su lugar.
30 Pero si ellos no cumplen con mis leyes y enseñanzas,
31 sino que se burlan de ellas,
32 castigaré su maldad y les daré su merecido.
33 Sin embargo, mi amor por David siempre será el mismo.
34 Jamás faltaré a mi pacto; siempre le cumpliré mis promesas.
35 A David le hice una promesa, y juro por mí mismo que la cumpliré.
36-37 Siempre reinará en su lugar uno de sus descendientes. Mientras el sol y la luna existan, su reinado permanecerá.
38-39 Pero te has enojado con David, el rey que tú mismo elegiste; has arrojado al suelo su corona, has roto tu pacto con él y lo has abandonado.
40 Has derribado y dejado en ruinas las murallas que protegen a Jerusalén.
41 Todos los que pasan, algo se llevan; ¡somos la burla de nuestros vecinos!
42 Los enemigos de David están felices porque ahora tienen más poder,
43 pues dejaste sin filo su espada y no lo apoyaste en la batalla;
44 pusiste fin a su esplendor, y arrojaste al suelo su corona;
45 le quitaste años de vida y lo cubriste de vergüenza.
46 Dios mío, ¿vas a estar siempre escondido? ¿Vas a estar siempre enojado?
47-48 ¿En qué estabas pensando cuando creaste al ser humano? Nos has dado una vida muy corta, y de la muerte nadie se libra.
49 ¿Qué pasó con ese amor que al principio le juraste a David? ¡Tú dijiste que nunca cambiarías!
50 Dios mío, ¡todos se burlan de nosotros! ¡Tenemos que aguantar las ofensas de mucha gente!
51 Tus enemigos nos ofenden; ¡a cada paso insultan a tu pueblo!
52 Dios mío, ¡bendito seas por siempre! Así sea.
90
Oración de Moisés.
1 Dios nuestro, ¡tú siempre has sido nuestra casa!
2 Desde siempre y hasta siempre, desde antes de que crearas las montañas, la tierra y el mundo, tú has sido nuestro Dios.
3 Tú marcas el fin de nuestra existencia cuando nos ordenas volver al polvo.
4 Para ti, mil años pasan pronto; pasan como el día de ayer, pasan como unas horas de la noche.
5 Nuestra vida es como un sueño del que nos despiertas al amanecer. Somos como la hierba:
6 comienza el día, y estamos frescos y radiantes; termina el día, y estamos secos y marchitos.
7 Si te enojas, nos asustas; si te enfureces, nos destruyes.
8 Tú conoces nuestros pecados, aun los más secretos.
9 Si te enojas, termina nuestra vida; los años se nos escapan como se escapa un suspiro.
10 Si las fuerzas nos ayudan, podemos vivir setenta años, y aun llegar a los ochenta; pero no tiene sentido que vivamos tanto tiempo: esa vida de angustias y problemas pasa pronto, lo mismo que nosotros.
11 La fuerza de tu furia nadie ha llegado a conocerla. ¡Es tan grande tu enojo como el temor que nos inspiras!
12 Enséñanos a pensar cómo vivir para que nuestra mente se llene de sabiduría.
13 Dios nuestro, ¿hasta cuándo vas a abandonarnos? ¡Vuelve a ser nuestro Dios! ¡Compadécete de nosotros pues somos tu pueblo!
14 ¡Permítenos comenzar el día llenos de tu amor, para que toda la vida cantemos llenos de alegría!
15 Ya hemos tenido días de tristeza y muchos años de aflicción; ¡devuélvenos esa alegría perdida!
16 ¡Permite que nosotros y nuestros hijos podamos ver tu grandeza y tu poder!
17 Dios nuestro, ¡muéstranos tu bondad, y bendice nuestro trabajo! ¡Sí, bendice nuestro trabajo!
91
SALMO 91 (90).
1 Vivamos bajo el cuidado del Dios altísimo; pasemos la noche bajo la protección del Dios todopoderoso.
2 Él es nuestro refugio, el Dios que nos da fuerzas, ¡el Dios en quien confiamos!
3 Sólo él puede librarnos de los peligros ocultos y de enfermedades mortales;
4 sólo bajo su protección podemos vivir tranquilos, pues nunca deja de cuidarnos.
5 Ni de día ni de noche tendremos que preocuparnos de estar en peligro de muerte.
6 Ni en las sombras de la noche, ni a plena luz del día, nos caerá desgracia alguna.
7 Tal vez a nuestra izquierda veamos caer miles de muertos; tal vez a nuestra derecha veamos caer diez mil más, pero a nosotros nada nos pasará.
8 Con nuestros propios ojos veremos cómo los malvados reciben su merecido.
9 El Dios altísimo es nuestro refugio y protección.
10 Por eso ningún desastre vendrá sobre nuestros hogares.
11 Dios mismo les dirá a sus ángeles que nos cuiden por todas partes.
12 Los ángeles nos llevarán en brazos para que no tropecemos con nada;
13 andaremos entre leones y serpientes, ¡y los aplastaremos!
14 Dios dice: Mi pueblo me ama y me conoce; por eso yo lo pondré a salvo.
15 Cuando me llame, le responderé y estaré con él en su angustia; lo libraré y lo llenaré de honores,
16 le daré muchos años de vida, y lo haré gozar de mi salvación.
92
Himno para cantarlo el día de reposo.
1 Dios altísimo, ¡qué bueno es poder alabarte y cantarte himnos!
2 ¡Qué bueno es poder alabar tu amor y tu fidelidad!
3 Día y noche te alabaré con música de arpas y liras.
4-5 Dios mío, quiero gritar de alegría por todo lo que has hecho; todo lo que haces es impresionante y me llena de felicidad. Tus pensamientos son tan profundos
6 que la gente ignorante ni los conoce ni los entiende.
7 Aunque los malvados y los malhechores se multiplican por todas partes, un día serán destruidos para siempre.
8 Sólo tú, mi Dios, reinas por siempre en el cielo.
9 ¡Tus enemigos serán destruidos! ¡Todos los malhechores serán derrotados!
10 Tú has llenado mi vida de poder; de ti he recibido un trato especial,
11 y he podido presenciar la derrota de mis enemigos.
12-13 Dios nuestro, en tu presencia la gente buena crece y prospera como palmeras bien plantadas, ¡como los cedros del Líbano!
14 Vivirán muchos años, se mantendrán sanos y fuertes.
15 Siempre hablarán de tu justicia y de tu constante protección.
93
SALMO 93 (92).
1 Dios mío, tú eres nuestro rey. Has mostrado tu majestad, tu grandeza y tu poder. Has afirmado el mundo, y jamás se moverá.
2 Desde el principio eres rey; tú siempre has existido.
3 Dios mío, se revuelven los ríos, se levantan las olas, ¡se agitan los mares!
4 Pero tú, en el cielo, te muestras más poderoso que el rugido de los mares; ¡más poderoso que las olas del mar!
5 Dios mío, tus leyes tienen valor permanente. Tu presencia da a tu templo una belleza sin igual.
94
SALMO 94 (93).
1-2 Dios mío, tú eres el juez de la tierra; ¡hazte presente, entra en acción, y castiga a los culpables! ¡Dales su merecido a los orgullosos!
3 Dios mío, ¡basta ya de malvados, basta ya de sus burlas!
4 Todos ellos son malhechores; ¡son unos habladores y orgullosos! ¡Se creen la gran cosa!
5 Aplastan y afligen a tu pueblo elegido:
6 matan a las viudas, asesinan a los huérfanos, masacran a los refugiados,
7 y aun se atreven a decir: El Dios de Israel no se da cuenta de nada.
8 Gente torpe, quiero que entiendan esto; ¿cuándo van a comprenderlo?
9 Si Dios nos dio la vista y el oído, ¡de seguro él puede ver y oír!
10 ¡Cómo no va a castigar el que corrige a las naciones! ¡Como no va a saber el que nos instruye a todos!
11 ¡Bien sabe nuestro Dios las tonterías que se nos ocurren!
12 Mi Dios, tú bendices a los que corriges, a los que instruyes en tu ley,
13 para que enfrenten tranquilos los tiempos difíciles; en cambio, a los malvados se les echará en la tumba.
14 Tú, mi Dios, jamás abandonarás a tu pueblo.
15 Los jueces volverán a ser justos, y la gente honrada los imitará.
16 Cuando los malvados me atacaron, nadie se levantó a defenderme; ¡nadie se puso de mi parte y en contra de los malhechores!
17 Si tú no me hubieras ayudado, muy pronto habría perdido la vida;
18 pero te llamé al sentir que me caía, y tú, con mucho amor, me sostuviste.
19 En medio de mis angustias y grandes preocupaciones, tú me diste consuelo y alegría.
20 Tú no puedes ser amigo de gobernantes corruptos, que violan la ley y hacen planes malvados.
21 Esa clase de gobernantes siempre está haciendo planes contra la gente honrada, y dicta sentencia de muerte contra la gente inocente.
22-23 Esa gente es tan malvada que acabarás por destruirla. Pero tú, mi Dios, eres mi más alto escondite; ¡eres como una roca en la que encuentro refugio!
95
SALMO 95 (94).
1 ¡Vamos, cantemos con alegría! ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Él nos salva y nos protege!
2 ¡Vayamos a darle gracias! ¡Cantémosle himnos de alabanza!
3 Nuestro Dios es poderoso, ¡es el rey de todos los dioses!
4 Nuestro Dios tiene en sus manos lo más profundo de la tierra; suyas son las montañas más altas.
5 Suyos son el mar y la tierra, pues él mismo los creó.
6 ¡Vamos, adoremos de rodillas a nuestro Dios y creador!
7 Pertenecemos a Dios; nosotros somos su pueblo. Él es nuestro pastor, y nosotros somos su rebaño; ¡estamos bajo su cuidado! Si hoy escuchamos su voz,
8 no seamos tercos, como cuando nos rebelamos en el desierto, cerca de Masá.
9 Dios dice: En aquella ocasión, sus antepasados me pusieron a prueba, a pesar de que vieron lo que hice.
10 Durante cuarenta años estuve muy enojado contra ellos, y al fin les hice ver que vivían en el error, pues no obedecían mis mandamientos.
11 Por eso, ya enojado decidí: «No voy a permitirles entrar en la tierra prometida, donde los habría hecho descansar».
96
SALMO 96 (95).
1 ¡Vamos, habitantes de este mundo! ¡Cantemos a Dios un nuevo himno!
2 ¡Cantemos alabanzas a nuestro Dios! ¡Celebremos día tras día sus victorias!
3 ¡Anunciemos su grandeza y maravillas entre todas las naciones!
4 ¡Grande y digno de alabanza es nuestro Dios, y más temible que todos los dioses!
5 Los dioses de otras naciones son dioses falsos, pero Dios hizo los cielos.
6 Lleno está su santuario de majestad y esplendor, de poder y belleza.
7 Pueblos todos, ¡reconozcan el poder de nuestro Dios y ríndanle homenaje!
8 ¡Vengan a los patios de su templo y traigan sus ofrendas! ¡Adórenlo como él se merece!
9 ¡Inclínense ante él en su santuario majestuoso! ¡Que toda la tierra le rinda homenaje!
10 Que digan las naciones: ¡Dios es nuestro rey! Él estableció el mundo con firmeza, y el mundo jamás se moverá. ¡Él gobierna las naciones con justicia!
11 ¡Que se alegren los cielos! ¡Que grite la tierra de alegría! ¡Que ruja el mar, con todo lo que contiene!
12 ¡Que canten alegres los campos, con todo lo que hay en ellos! ¡Que griten de alegría todos los árboles del bosque!
13 ¡Que canten en presencia de Dios, que viene ya para gobernar al mundo! ¡Dios gobernará con verdadera justicia a todos los pueblos de la tierra!
97
SALMO 97 (96).
1 ¡Dios es nuestro rey! ¡Que lo celebre la tierra! ¡Que lo festejen las islas lejanas!
2-3 Dios es un rey justo, que hace valer el derecho. Su trono está rodeado de oscuros nubarrones. De su presencia sale fuego que consume a sus enemigos.
4 Sus relámpagos iluminan el mundo. Al verlos, la tierra se estremece.
5 En presencia de nuestro Dios, que domina el mundo entero, las montañas se derriten como cera;
6 los cielos reconocen su justicia, los pueblos contemplan su poder,
7 y los dioses se inclinan ante él. Así quedan en vergüenza todos los que adoran dioses falsos.
8 Cuando lo sepan en Jerusalén y en las ciudades de Judá, todos se llenarán de alegría porque tú eres un Dios justo.
9 ¡Tú eres el Dios altísimo! ¡Eres más grande que toda la tierra! ¡Eres más grande que todos los dioses!
10 Tú amas y proteges a quienes odian el mal y te obedecen; tú los libras de los malvados;
11 tú derramas luz y alegría sobre la gente honrada.
12 Ustedes los justos, ¡alégrense en Dios! ¡Alábenlo porque es nuestro Dios!
98
Himno.
1 ¡Cantemos a Dios un nuevo himno! ¡Él hace grandes maravillas! Con su brazo santo y poderoso, venció a sus enemigos.
2 Todo el mundo ha presenciado el triunfo de nuestro Dios.
3 Nuestro Dios se acordó de Israel, su pueblo amado. ¡Los más lejanos lugares de la tierra han visto el triunfo de nuestro Dios!
4 Habitantes de toda la tierra, griten con todas sus fuerzas: ¡Viva nuestro Dios! ¡Alábenlo con himnos y cánticos alegres!
5 ¡Cántenle himnos al son de instrumentos de cuerda y con voces melodiosas!
6 ¡Canten alegres a nuestro Rey, al son de clarines y trompetas!
7 ¡Que se unan en alabanza el mar y todo lo que contiene, el mundo y todos sus habitantes!
8 ¡Que aplaudan los ríos, y canten alegres todos los cerros!
9 ¡Que canten delante de Dios, que viene para gobernar el mundo! ¡Él es un Dios justo, y gobernará con justicia a todos los pueblos de la tierra!
99
SALMO 99 (98).
1 Pueblos de toda la tierra: ¡pónganse a temblar! ¡Dios es nuestro rey, y reina entre los querubines!
2 La grandeza de nuestro Dios está por encima de Jerusalén y de todos los pueblos.
3 ¡Dios es grande y poderoso! ¡No hay otro Dios!
4 Dios nuestro, tú eres un rey poderoso que ama la justicia; has establecido la igualdad; has actuado en Israel con rectitud y justicia.
5 ¡Alaben a nuestro Dios! ¡Inclínense a adorarlo! ¡No hay otro Dios!
6 Moisés y Aarón fueron sus sacerdotes; Samuel estuvo a su servicio. Todos ellos llamaron a Dios, y él los escuchó;
7 les habló desde una nube, y ellos cumplieron fielmente las órdenes que les dio.
8 Dios nuestro, tú atendiste a su llamado, y aunque castigaste su maldad también los perdonaste.
9 ¡Alaben a nuestro Dios! ¡Adórenlo en su propio templo! ¡No hay otro Dios!
100
Himno de alabanza.
1 Habitantes de toda la tierra, griten con todas sus fuerzas: ¡Viva Dios!
2 ¡Adórenlo con alegría! ¡Vengan a su templo lanzando gritos de felicidad!
3 Reconozcan que él es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Nosotros somos su pueblo: ¡él es nuestro pastor, y nosotros somos su rebaño!
4 Vengan a las puertas de su templo; ¡denle gracias y alábenlo!
5 Él es un Dios bueno; su amor es siempre el mismo, y su fidelidad jamás cambia.
101
Himno de David.
1-2 Dios mío, tú eres justo y fiel; por eso quiero cantarte himnos. ¿Cuándo vendrás a visitarme? Quiero vivir una vida correcta y demostrar en mi propio palacio que no guardo malos pensamientos.
3 No quiero poner los ojos en la maldad que me rodea. No quiero nada con los desobedientes. ¡Odio todo lo que hacen!
4 Me alejaré de los malos pensamientos y no participaré en nada malo.
5 Destruiré por completo al que hable mal de su amigo; no soportaré a mi lado al que se crea más importante y más inteligente que los demás.
6 Pero sí me juntaré con la gente obediente de este país; sólo estará a mi servicio quien lleve una vida correcta.
7 ¡Ningún mentiroso podrá vivir bajo mi techo! ¡Ningún hipócrita podrá estar en mi presencia!
8 ¡Arrojaré de la ciudad de Dios a todos los malhechores! ¡No pasará un solo día sin que yo destruya a todos los malvados del país!
102
Oración de un afligido que se desahoga en la presencia de Dios.
1-2 Dios mío, escucha mi oración; atiende a mis ruegos. No tardes en responderme cuando te llame; no me des la espalda cuando me encuentre angustiado.
3 La vida es como el humo y se me escapa. Los huesos me arden de dolor; parecen carbones encendidos.
4 Me siento muy afligido; hasta parezco hierba marchita. ¡Ni ganas de comer tengo, y hasta los huesos se me ven!
5 ¡Es muy grande mi angustia!
6-7 Estoy tan triste y solitario como un buitre en el desierto, como un búho entre las ruinas, como un gorrión sobre el tejado. ¡Hasta he perdido el sueño!
8 No pasa un solo día sin que mis enemigos me ofendan; ¡hasta me echan maldiciones!
9 Mi comida y mi bebida son mi propio llanto.
10 ¡Te enojaste, te llenaste de furia! ¡Me levantaste, para derribarme después!
11 Mi vida va pasando como las sombras en la noche; ¡me estoy marchitando como la hierba!
12 Pero tú, mi Dios, eres el rey eterno y vives para siempre.
13-14 Un día te levantarás y tendrás compasión de tu pueblo. ¡Ese día ha llegado! ¡Ya es tiempo de que lo perdones! Nosotros estamos a tu servicio y amamos a la ciudad de Jerusalén; ¡verla en ruinas y entre escombros nos causa mucho dolor!
15 Dios mío, todas las naciones te adorarán; todos los reyes de la tierra reconocerán tu grandeza.
16 Tú reconstruirás a Jerusalén y así demostrarás tu poder.
17 Prestarás toda tu atención a los ruegos de los desamparados, y no dejarás de atenderlos.
18 Que esto quede por escrito para los que aún no han nacido; para que alabe a Dios el pueblo que está por nacer.
19 Mientras Dios miraba desde su palacio celestial, se fijó en la tierra;
20 al escuchar los lamentos de los presos condenados a muerte, los puso en libertad.
21 Por eso en Jerusalén se alaba su nombre; por eso en Jerusalén se le cantan alabanzas.
22 Todos los pueblos y reinos se juntan para adorarlo.
23 En el transcurso de mi vida, Dios usó su poder para humillarme y para acortar mi existencia.
24 Entonces le rogué: Para ti, Dios mío, los años no tienen fin; ¡no me lleves en plena juventud!
25 En el principio tú afirmaste la tierra; tú mismo hiciste los cielos,
26 pero se irán gastando, como la ropa, y un día, los destruirás. Pero tú te mantendrás firme;
27 siempre serás el mismo, y tus años no tendrán fin.
28 Nuestros hijos y nuestros nietos estarán a tu servicio, como lo estamos nosotros, y vivirán contigo para siempre.
103
Himno de David.
1 ¡Con todas las fuerzas de mi ser alabaré a mi Dios!
2 ¡Con todas las fuerzas de mi ser lo alabaré y recordaré todas sus bondades!
3 Mi Dios me perdonó todo el mal que he hecho; me devolvió la salud,
4 me libró de la muerte, ¡me llenó de amor y de ternura!
5 Mi Dios me da siempre todo lo mejor; ¡me hace fuerte como las águilas!
6 Mi Dios es un juez justo que reconoce los derechos de la gente que sufre.
7 A Moisés y a los israelitas les dio a conocer sus planes y lo que esperaba de ellos.
8 Mi Dios es muy tierno y bondadoso; no se enoja fácilmente, y es muy grande su amor.
9 No nos reprende todo el tiempo ni nos guarda rencor para siempre.
10 No nos castigó como merecían nuestros pecados y maldades.
11 Su amor por quienes lo honran es tan grande e inmenso como grande es el universo.
12 Apartó de nosotros los pecados que cometimos del mismo modo que apartó los extremos de la tierra.
13 Con quienes lo honran, Dios es tan tierno como un padre con sus hijos.
14 Bien sabe nuestro Dios cómo somos; ¡bien sabe que somos polvo!
15 Nuestra vida es como la hierba, que pronto se marchita; somos como las flores del campo: crecemos y florecemos,
16 pero tan pronto sopla el viento, dejamos de existir y nadie vuelve a vernos.
17 En cambio, el amor de Dios siempre será el mismo; Dios ama a quienes lo honran, y siempre les hace justicia a sus descendientes,
18 a los que cumplen fielmente su pacto y sus mandamientos.
19 Mi Dios es el rey del cielo; es el dueño de todo lo que existe.
20 Ustedes, sus ángeles poderosos, que cumplen sus mandatos y llevan a cabo sus órdenes, ¡alaben a mi Dios!
21 Y ustedes, sus ejércitos, que están a su servicio y cumplen su voluntad, ¡alaben a mi Dios!
22 Y ustedes, sus criaturas, que llenan todos los rincones de todo lo que existe, ¡alaben a mi Dios! Yo, por mi parte, ¡alabaré a mi Dios, con todas las fuerzas de mi ser!
104
SALMO 104 (103).
1-3 ¡Alabemos a nuestro Dios, con todas nuestras fuerzas! Dios mío, tú eres un Dios grandioso, cubierto de esplendor y majestad, y envuelto en un manto de luz. Extendiste los cielos como una cortina y sobre las aguas del cielo pusiste tu habitación. Las nubes son tus carros de combate; ¡viajas sobre las alas del viento!
4 Los vientos son tus mensajeros; los relámpagos están a tu servicio.
5 Afirmaste la tierra sobre sus bases, y de allí jamás se moverá.
6 Cubriste la tierra con el agua del mar; ¡cubriste por completo la cumbre de los cerros!
7 Pero lo reprendiste, y el mar se retiró; al oír tu voz de trueno, el mar se dio a la fuga.
8 Las aguas subieron a los cerros, y bajaron a los valles, hasta llegar al lugar que les habías señalado.
9 Tú les pusiste límites que jamás deben rebasar, para que nunca más vuelvan a inundar la tierra.
10 Dios mío, tú dejas que los arroyos corran entre los cerros, y que llenen los ríos;
11 en sus aguas apagan su sed las bestias del campo y los burros salvajes;
12 en las ramas cercanas las aves del cielo ponen su nido y dejan oír su canto.
13 Dios mío, tú, con tu lluvia, riegas desde el cielo las montañas; tu bondad satisface a la tierra.
14 Tú haces crecer la hierba para que coma el ganado; también haces crecer las plantas para el bien de toda la gente:
15 el pan, que da fuerzas, el vino, que da alegría, y el perfume, que da belleza.
16 Los cedros del Líbano, árboles que tú mismo plantaste, tienen agua en abundancia.
17 En ellos anidan las aves; en sus ramas habitan las cigüeñas.
18 En las montañas más altas viven las cabras monteses, y entre las rocas se refugian los conejos.
19 Tú hiciste la luna para medir los meses, y le enseñaste al sol a qué hora debe ocultarse.
20 En cuanto el sol se pone, llega la oscuridad. Es la hora en que rondan todos los animales del bosque.
21 A esa hora rugen los leones, y te reclaman su comida.
22 Pero en cuanto sale el sol corren de nuevo a sus cuevas, y allí se quedan dormidos.
23 Entonces nos levantamos para hacer nuestro trabajo, hasta que llega la noche.
24 Dios nuestro, tú has hecho muchas cosas, y todas las hiciste con sabiduría. ¡La tierra entera está llena con todo lo que hiciste!
25 Allí está el ancho mar, con sus grandes olas; en él hay muchos animales, grandes y pequeños; ¡es imposible contarlos!
26 Allí navegan los barcos y vive el monstruo del mar, con el que te diviertes.
27 Todos estos animales dependen de ti, y esperan que llegue la hora en que tú los alimentes.
28 Tú les das, y ellos reciben; abres la mano, y comen de lo mejor.
29 Si les das la espalda, se llenan de miedo; si les quitas el aliento, mueren y se vuelven polvo;
30 pero envías tu espíritu y todo en la tierra cobra nueva vida.
31 Dios nuestro, ¡que tu poder dure para siempre!, ¡que todo lo que creaste sea para ti fuente de alegría!
32 Cuando miras la tierra, ella se pone a temblar; cuando tocas los cerros, ellos echan humo.
33-35 Que los pecadores desaparezcan de la tierra, y que los malvados dejen de existir. Dios nuestro, ¡mientras tengamos vida te alabaremos y te cantaremos himnos! Recibe con agrado nuestros pensamientos; ¡tú eres nuestra mayor alegría! ¡Alabemos a nuestro Dios, con todas nuestras fuerzas! ¡Sí, alabemos a nuestro Dios!
105
SALMO 105 (104).
1 ¡Demos gracias a nuestro Dios! ¡Demos a conocer entre las naciones todo lo que él ha hecho!
2 ¡Cantémosle himnos! ¡Demos a conocer sus grandes milagros!
3 ¡Digamos con orgullo que no hay otro Dios aparte del nuestro! ¡Alegrémonos de corazón todos los que adoramos a Dios!
4 Acerquémonos a nuestro poderoso Dios, y procuremos agradarle siempre.
5 Hagamos memoria de las maravillas que nuestro Dios ha realizado; recordemos sus milagros y los mandamientos que nos dio.
6 Somos los descendientes de Abraham y de Jacob; somos el pueblo elegido de Dios y estamos a su servicio; por lo tanto, ¡escúchenme!
7 Pertenecemos a nuestro Dios; su palabra llena la tierra.
8 Él no ha olvidado su pacto ni las promesas que nos hizo.
9 Hizo el pacto con Abraham, y se lo confirmó a Isaac.
10 Con Israel lo estableció como un pacto para toda la vida,
11 y le dijo: Yo te daré Canaán. Es la tierra que te ha tocado.
12 Nosotros no éramos muchos; ¡éramos gente sin patria!
13 ¡Todo el tiempo andábamos de país en país y de reino en reino!
14 Pero Dios jamás permitió que nadie nos molestara, y les advirtió a los reyes:
15 No se metan con mi pueblo elegido; no les hagan daño a mis profetas.
16 En Canaán hubo mucha hambre, pues Dios destruyó todos los trigales.
17 Pero él ya había dispuesto que nos salvara José, a quien antes sus hermanos habían vendido como esclavo.
18 Los egipcios humillaron a José y lo tuvieron encarcelado,
19 hasta el día en que se cumplió lo que él ya había anunciado: ¡ese día Dios dejó en claro que José había dicho la verdad!
20 Entonces el rey de Egipto, que gobernaba a muchos pueblos, ordenó que liberaran a José, y fue puesto en libertad.
21 El rey le dio autoridad sobre todo su pueblo y sobre todas sus posesiones.
22 José se dedicó a enseñar a los consejeros y a los ayudantes del rey, y a compartir con ellos su sabiduría.
23 Nuestros abuelos fueron a Egipto, y allí les permitieron vivir.
24 Dios hizo que aumentara nuestro pueblo, y lo hizo más fuerte que sus enemigos.
25 Por eso los egipcios nos odiaron y maltrataron.
26 Dios envió entonces a Moisés y a Aarón, sus ayudantes favoritos,
27 y allí en Egipto ellos hicieron grandes milagros.
28 Dios envió sobre el país una gran oscuridad, pero los egipcios no hicieron caso de esta señal maravillosa.
29 Dios convirtió en sangre los ríos de Egipto, y así mató a sus peces.
30 Todo Egipto se llenó de ranas; ¡había ranas hasta en el palacio!
31 Dios dio una orden, y todo el país se llenó de moscas y de mosquitos.
32 En vez de lluvia, Dios mandó granizo, y con sus relámpagos le prendió fuego al país.
33 Por todo Egipto Dios derribó viñas e higueras; ¡hizo astillas los árboles!
34 A una orden suya, vino una plaga de saltamontes
35 que acabó con los frutos del campo, y todo lo verde quedó seco.
36 Dios hirió de muerte a los mejores jóvenes egipcios; ¡en todo el país murió el hijo mayor de cada familia!
37 En cambio, a nuestros abuelos los hizo salir de Egipto cargados de plata y de oro, sin que nada se los impidiera.
38 Cuando ellos salieron de Egipto los egipcios se alegraron, pues les tenían mucho miedo.
39 A nuestros abuelos Dios los protegió con una nube, y de noche los alumbró con fuego.
40 Ellos pidieron comida, y Dios les envió codornices; ¡calmó su hambre con pan del cielo!
41 Partió una piedra en dos, y brotó agua como un río que corrió por el desierto.
42 Dios nunca se olvidó de la promesa que él mismo le hizo a Abraham, su servidor.
43 Entre cantos y gritos de alegría nuestro Dios sacó de Egipto a su pueblo elegido,
44 para darle como propiedad las tierras de otros pueblos. ¡Nuestros abuelos se adueñaron de las tierras cultivadas por otros!
45 Pero Dios les puso como condición que respetaran y practicaran sus mandamientos y sus leyes. ¡Alabemos a nuestro Dios!
106
SALMO 106 (105).
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno!
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
2 ¡Nadie es capaz de describir los milagros que Dios ha hecho! ¡Nadie puede alabarlo como él se lo merece!
3 ¡Dios bendice a los que son justos y aman la justicia!
4 Dios, acuérdate de mí cuando muestres tu bondad a tu pueblo; tómame en cuenta cuando vengas a salvarnos.
5 Permíteme cantarte alabanzas en compañía de tu pueblo elegido; ¡permíteme disfrutar de su bienestar y alegría!
6 Nosotros hemos pecado, hemos hecho lo malo; hemos sido muy malvados, como nuestros padres y abuelos.
7 Cuando ellos estaban en Egipto, no tomaron en cuenta tus grandes hechos; no tuvieron presente tu gran amor, y a la orilla del Mar de los Juncos se rebelaron contra ti.
8 Pero tú los salvaste para que vieran tu gran poder y te alabaran.
9 El Mar de los Juncos quedó seco cuando oyó tu reprensión; tú hiciste que nuestros abuelos cruzaran el fondo del mar como si cruzaran el desierto.
10-11 Sus enemigos los odiaban, pero murieron ahogados en el mar. Tú los libraste de ellos; ¡ningún egipcio quedó con vida!
12 Entonces nuestros padres creyeron en tus promesas y te cantaron alabanzas;
13 pero al poco tiempo se olvidaron de tus hechos y no esperaron a conocer los planes que tenías.
14 Eran tantas sus ganas de comer que allí, en pleno desierto, te pusieron a prueba y te exigieron comida.
15 Y tú los complaciste, pero también les enviaste una enfermedad mortal.
16-17 Cuando estaban en el desierto, los que seguían a Datán y a Abiram sintieron envidia de Moisés, y también sintieron celos de Aarón, a quien tú habías elegido; pero se abrió la tierra y se tragó a todos los rebeldes;
18 ¡llamas de fuego cayeron sobre esa pandilla de malvados!
19 Nuestros abuelos llegaron al monte Horeb, y allí hicieron un ídolo; ¡adoraron un toro de metal!
20 Dejaron de adorar a Dios, que era su motivo de orgullo, para adorar la imagen de un toro.
21-22 Dios hizo grandes maravillas frente al Mar de los Juncos: ¡los salvó de los egipcios! Pero ellos se olvidaron de él,
23 y tan enojado se puso Dios que quiso destruirlos. Moisés, su elegido, intervino en favor de ellos y calmó el enojo de Dios para que no los destruyera.
24 Pero ellos rechazaron la tierra que Dios les dio y no confiaron en sus promesas.
25 Dentro de sus casas hablaron mal de su Dios y no quisieron obedecerlo.
26 Dios les advirtió que los dejaría morir en el desierto,
27 y que a sus descendientes también los haría morir, o que los dispersaría por todos los pueblos y países.
28 Pero ellos prefirieron adorar al dios Baal de la ciudad de Pegor, y comieron de las ofrendas que se hacen a dioses muertos.
29 Con esas malas acciones hicieron enojar a Dios, y él les mandó un terrible castigo.
30 Pero un hombre llamado Finees intervino en favor de ellos y logró que Dios no los castigara.
31 Por eso Finees será siempre recordado por este acto de justicia.
32 Junto a las aguas de Meribá los israelitas hicieron enojar a Dios, y por culpa de ellos le fue muy mal a Moisés;
33 tanto le amargaron el ánimo que Moisés no midió sus palabras.
34-35 Dios les había ordenado destruir a los otros pueblos, pero ellos no lo obedecieron. ¡Todo lo contrario! Se mezclaron con ellos y siguieron sus costumbres;
36 adoraron a sus ídolos y se volvieron sus seguidores.
37-38 ¡Mancharon la tierra al derramar sangre inocente! ¡Entregaron a sus hijos y a sus hijas como ofrenda a esos demonios!
39 Al cometer tales acciones, se corrompieron a sí mismos y resultaron culpables.
40 Dios se enojó mucho con ellos y acabó por aborrecerlos.
41-42 Por eso los dejó caer en poder de sus enemigos para que los humillaran y los maltrataran.
43 Muchas veces Dios los liberó; pero ellos, siempre rebeldes, insistieron en seguir pecando.
44 Dios los vio tan angustiados, y los escuchó quejarse tanto,
45 que cambió de parecer. Su amor lo hizo acordarse de su pacto con los israelitas,
46 e hizo que sus enemigos les tuvieran compasión.
47 Dios nuestro, ¡sálvanos! ¡Permítenos volver a nuestra tierra, para que te demos gracias y te alabemos como nuestro Dios!
48 ¡Bendito sea ahora y siempre el Dios de Israel! ¡Que diga el pueblo de Dios: Así sea! ¡Alabemos a nuestro Dios!
107
SALMO 107 (106).
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias, porque él es bueno! ¡Dios nunca deja de amarnos!
2 ¡Digámoslo nosotros, pues él nos liberó del poder de los egipcios!
3 Digámoslo nosotros, que somos su pueblo, pueblo que él reunió de países del norte y del sur, del este y del oeste.
4 Nuestros abuelos andaban sin rumbo y por lugares desiertos; no encontraban el camino que los llevara a un lugar habitado.
5 Tenían hambre y sed, y habían perdido la esperanza de quedar con vida.
6 Llenos de angustia, oraron a Dios, y él los libró de su aflicción.
7 Los puso en el camino correcto que los llevaría a un lugar habitado.
8 ¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho en favor nuestro!
9 ¡Dios calma la sed del sediento, y el hambre del hambriento!
10 Nuestros abuelos estaban afligidos, vivían en la esclavitud y no sabían qué hacer ni a dónde ir,
11 pues no tomaron en cuenta los consejos del Dios altísimo y se rebelaron contra él.
12 Por eso Dios los castigó con los trabajos más pesados; tropezaban, y nadie los levantaba.
13 Llenos de angustia, oraron a Dios, y él los salvó de su aflicción,
14 les mostró el camino a seguir y los libró de su esclavitud.
15 ¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho en favor nuestro!
16 ¡Hizo pedazos las puertas de bronce y las barras de hierro que nos tenían prisioneros!
17 Nuestros abuelos fueron tan rebeldes que se portaron como unos tontos; sufrieron mucho por su maldad.
18 ¡Tan enfermos se pusieron que al ver la comida vomitaban!
19 Llenos de angustia, oraron a Dios, y él los salvó de su aflicción;
20 con sólo una orden los sanó. ¡Así los salvó de la muerte!
21 ¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho en favor nuestro!
22 ¡Démosle muestras de gratitud, y presentémosle ofrendas! ¡Anunciemos entre gritos de alegría las maravillas que ha hecho!
23 Nuestros abuelos compraron barcos y se ganaron la vida comerciando en otros países.
24 En alta mar presenciaron la acción maravillosa de nuestro Dios:
25 Dios dio una orden, y vino un fuerte viento que levantaba grandes olas.
26 Cuando se vieron en peligro, los marineros perdieron el valor; eran lanzados de arriba abajo,
27 y de nada les servía ser marineros expertos, pues se tropezaban y caían como si estuvieran borrachos.
28 Llenos de angustia, oraron a Dios, y él los sacó de su aflicción;
29 calmó la furia de la tormenta, y aplacó las olas del mar.
30 Cuando se calmó la tormenta, ellos se pusieron muy contentos y Dios los llevó a su destino.
31 ¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho en favor nuestro!
32 ¡Que lo alaben todo el pueblo y sus gobernantes!
33 Dios convirtió en desiertos los ríos y los manantiales,
34 pero a la tierra fértil la convirtió en tierra inútil, porque los que allí vivían eran gente muy malvada;
35 en cambio, al desierto lo convirtió en tierra fértil, rodeada de lagunas y manantiales.
36 Al pueblo que había pasado hambre, lo dejó vivir allí, y ellos construyeron grandes ciudades,
37 sembraron campos, plantaron viñedos, y tuvieron muy buenas cosechas.
38 Dios les dio su bendición, y ellos tuvieron muchos hijos y sus ganados se multiplicaron.
39 Tiempo después, los malvados los humillaron y los hicieron sufrir, hasta que sólo unos pocos quedaron con vida.
40 Pero Dios castigó a esos malvados y los hizo perderse por desiertos sin caminos.
41 A la gente pobre Dios la saca de su aflicción y hace que sus familias aumenten como sus rebaños.
42 Cuando la gente honrada ve esto, se llena de alegría; pero los malvados se quedan callados.
43 Tomen esto en cuenta los sabios, y pónganse a meditar en lo mucho que Dios nos ama.
108
Himno de David.
1 Dios mío, mi corazón está dispuesto a cantarte himnos.
2 ¡Voy a despertarme! ¡Despertaré al arpa y a la lira! ¡Despertaré al nuevo día!
3 Dios mío, yo te alabaré entre los pueblos; te cantaré himnos entre las naciones.
4 Tan grande y constante es tu amor que llega hasta los cielos.
5 Tú, mi Dios, sobrepasas los cielos; ¡eres tan grande que cubres toda la tierra!
6 Nosotros te somos fieles: ¡respóndenos! ¡Sálvanos con tu poder! Así este pueblo que amas quedará a salvo.
7 Desde tu templo has declarado: Cuando yo triunfe, repartiré entre mi pueblo las tierras de Siquem y las del valle de Sucot.
8 Las tierras de Galaad son mías; al norte están las tribus de José[f] para proteger a mi pueblo, y en Judá he puesto al rey.
9 Los de Moab son mis esclavos, Edom es mi propiedad, y en territorio filisteo lanzo gritos de victoria.
10 ¿Quién quiere llevarme hasta la ciudad con muros? ¿Quién quiere enseñarme el camino que lleva a Edom?
11 ¡Tú, Dios mío, te has alejado de nosotros y ya no sales a pelear al frente de nuestros ejércitos!
12 La ayuda humana resulta inútil; ¡ayúdanos a vencer al enemigo!
13 Dios nuestro, tú los vencerás; ¡con tu ayuda saldremos victoriosos!
109
Himno de David.
1 Dios mío, yo te alabo; ¡no te quedes callado!
2 Hay un mentiroso y malvado que miente acerca de mí.
3 Tanto odio me tiene que me ataca sin razón; ¡me tiene acorralado!
4 Habla mal de mí, a pesar de que lo amo y hago oración por él.
5 Me odia, me trata mal, a pesar de que lo amo y lo trato bien.
6 Dios mío, ¡págale con la misma moneda! ¡Haz que lo acuse su propio abogado!
7 ¡Haz que lo declare culpable el juez que le dicte sentencia! ¡Haz que lo condenen sus propias mentiras!
8 ¡Quítale la vida antes de tiempo, y que otro haga su trabajo!
9 ¡Que se queden huérfanos sus hijos! ¡Que deje viuda a su esposa!
10 Convierte a sus hijos en vagos y limosneros; ¡haz que los echen de esas ruinas donde viven!
11 ¡Que les quiten todo lo que tienen los que antes les prestaban dinero!
12 ¡Que a esos huérfanos nadie los trate con cariño ni les tenga compasión!
13 ¡Haz que sus descendientes pronto desaparezcan! ¡Haz que en el futuro nadie recuerde que existieron!
14 Dios mío, no te olvides nunca de la maldad de su padre ni del pecado de su madre,
15 y que nadie recuerde que existieron. No pierdas de vista a mi enemigo,
16 pues jamás se le ocurrió ser bondadoso con nadie; persiguió a los pobres, a los humildes y necesitados, hasta quitarles la vida.
17-18 Ya que le encantaba maldecir, ¡que le caiga una maldición! Ya que no le gustaba bendecir, ¡que nadie lo bendiga! ¡Castígalo donde más le duela!
19 ¡Que esa maldición lo cubra como un manto! ¡Que lo apriete hasta ahogarlo!
20 Dios mío, ¡trata así al que me acuse, y al que mienta contra mí!
21 Pero a mí, trátame bien; tú eres un Dios bondadoso, ¡sálvame, por tu gran bondad!
22 Yo soy pobre y humilde, y es muy grande mi dolor.
23 Poco a poco me voy debilitando como las sombras de la noche; ¡hasta parezco una mariposa sacudida por el viento!
24 Ya casi no como; tan flaco estoy que me tiemblan las rodillas.
25 Cuando la gente me ve, se ríe y se burla de mí.
26 Dios mío, ¡ayúdame! Por tu gran amor, ¡sálvame!
27 Que sepan que esto me sucede porque tú así lo has querido.
28 Pero si tú me bendices, no me importa que me maldigan. Mis enemigos están listos para atacarme, pero tú los pondrás en vergüenza y a mí me llenarás de alegría.
29-30 Dios mío, cubre a mis acusadores de vergüenza y deshonra. Yo te daré gracias con el gran pueblo que te alaba,
31 porque tú defiendes a los pobres y los salvas de los malvados que los condenan a muerte.
110
Himno de David.
1 Mi Dios le dijo a mi señor el rey: Siéntate a la derecha de mi trono hasta que yo derrote a tus enemigos.
2 ¡Que Dios te permita derrotar a tus enemigos, y extienda desde Jerusalén el poder de tu reinado!
3 ¡Que tus soldados te juren lealtad sobre los cerros de Dios en el día de la batalla! Cuando salga el sol, se renovarán tus fuerzas.
4 Dios ha hecho un juramento, y lo cumplirá: Tú eres sacerdote para siempre, como lo fue Melquisedec.
5-6 Mi Dios está a tu derecha, y siempre te ayudará. Cuando manifieste su enojo, aplastará reyes y gobernantes, juzgará naciones, y por toda la tierra amontonará cadáveres.
7 Junto al camino, el rey apagará su sed con el agua de un arroyo, y así recobrará las fuerzas.
111
SALMO 111 (110).
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! Ustedes, la gente honrada, únanse a mí para alabar a Dios de todo corazón.
2 ¡Grandes son las maravillas que Dios ha realizado! Grande es la alegría de los que se admiran al verlas.
3 En todo lo que hace puede verse el esplendor y la grandeza que merece nuestro Dios y rey; su justicia es siempre la misma.
4 Dios es muy tierno y bondadoso, y hace que sus maravillas sean siempre recordadas.
5 Dios da de comer al pueblo que lo adora, y jamás se olvida de su pacto.
6 Da a conocer a su pueblo sus actos poderosos, y le da en posesión los territorios de otras naciones.
7 La ley de nuestro Dios es verdadera; podemos confiar en sus mandatos,
8 pues tienen valor permanente; nacen de la verdad y de la rectitud.
9 Dios dio libertad a su pueblo; así afirmó su pacto eterno. ¡Imponente es el Dios de Israel; el único Dios!
10 Si alguien quiere ser sabio, que empiece por obedecer a Dios. Quienes lo hacen así, demuestran inteligencia. ¡Dios merece ser siempre alabado!
112
SALMO 112 (111).
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Dios bendice a quienes lo adoran y gozan cumpliendo sus mandamientos!
2 Los hijos de la gente honrada dominarán el país y serán siempre bendecidos.
3 Tendrán en su casa muchas riquezas, y siempre triunfarán en todo.
4 Como son bondadosos, justos y compasivos, guiarán a la gente honrada como una luz en la oscuridad.
5 La gente buena es generosa: presta a quienes le piden, y maneja bien sus negocios.
6 La gente buena jamás fracasa; siempre se le recuerda con cariño.
7 Nunca le asalta el temor de recibir malas noticias, pues confía en Dios de todo corazón.
8 No tiene por qué preocuparse, ni por qué sentir miedo; hasta mira con aire de triunfo a todos sus enemigos.
9 Siempre que ayuda a los pobres, lo hace con generosidad; en todo sale triunfante, y levanta la cabeza con orgullo.
10 Cuando los malvados ven esto se enojan y rechinan los dientes, pero acaban por perderse. ¡Los planes de los malvados siempre fracasan!
113
SALMO 113 (112).
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! Ustedes, los que obedecen a Dios, ¡alábenlo!
2-3 ¡Sea siempre bendito nuestro Dios! ¡Alábenlo a todas horas! ¡Alábenlo ahora y siempre!
4-6 Dios reina en las alturas, y desde allí contempla los cielos y la tierra. Dios gobierna con poder sobre todas las naciones. ¡No hay nada que se compare con nuestro Dios!
7 A la gente pobre y humilde la saca de la miseria,
8 y le da un sitio de honor entre la gente importante.
9 A la mujer que no tiene hijos, le concede dos alegrías: ¡llegar a ser madre, y tener un hogar! ¡Alabemos a nuestro Dios!
114
SALMO 114 (113a).
1 Desde que los israelitas salieron de Egipto, de ese país extranjero,
2 Judá llegó a ser el lugar donde Dios puso su templo. La tierra de Israel llegó a ser su dominio.
3 Al ver a los israelitas, el mar les abrió paso y el río Jordán dejó de correr;
4 las montañas y las colinas saltaron como corderos.
5 ¿Qué te pasó, mar? ¿Por qué les abriste paso? ¿Qué te pasó, río Jordán? ¿Por qué dejaste de correr?
6 Y ustedes, montañas y colinas, ¿por qué saltaron como corderos?
7-8 Tierra, ¡ponte a temblar en presencia de nuestro Dios! Él convirtió la roca en manantial. ¡Él es el Dios de Israel!
115
SALMO 115 (113b).
1 Tú mereces alabanzas, Dios nuestro, y no nosotros; tú mereces alabanzas por tu amor y tu fidelidad.
2 Las otras naciones preguntan en son de burla: ¿Qué pasó con su Dios?
3 ¡Pero tú estás en el cielo, y haces todo lo que quieres!
4 Los ídolos de esas naciones son objetos de oro y plata; ¡son hechura humana!
5 ¿Y qué es lo que tienen? Una boca que no habla, y ojos que no ven;
6 orejas que no oyen, y narices que no huelen;
7 manos que no tocan, y pies que no andan; garganta tienen, ¡pero no emiten ningún sonido!
8 Iguales a esos ídolos son quienes los hacen y quienes confían en ellos.
9 Israelitas, pongan su confianza en Dios; ¡él nos ayuda y nos protege!
10 Sacerdotes, pongan su confianza en Dios; ¡él nos ayuda y nos protege!
11 Y ustedes, que adoran a Dios, pongan en él su confianza; ¡él nos ayuda y nos protege!
12 Dios se acuerda de nosotros y nos llena de bendiciones: Bendice a los israelitas, bendice a los sacerdotes,
13 y bendice a quienes lo adoran, sean o no gente importante.
14 ¡Que Dios añada bendiciones sobre ustedes y sobre sus hijos!
15 ¡Que los bendiga Dios, creador del cielo y de la tierra!
16 Los cielos son de Dios, y a nosotros nos confió la tierra.
17 Los muertos ya han bajado al mundo del silencio y no pueden alabar a Dios;
18 ¡nos toca a nosotros alabarlo desde ahora y para siempre! ¡Alabemos a nuestro Dios!
116
SALMO 116 (114-115).
1 Yo amo a mi Dios porque él escucha mis ruegos.
2 Toda mi vida oraré a él porque me escucha.
3 La muerte me tenía atrapado; me dominaba el miedo de morir. ¡Sentí una angustia terrible!
4 Entonces le rogué a Dios que me salvara la vida.
5 Mi Dios es justo y compasivo; es un Dios tierno y cariñoso
6 que protege a los indefensos. Yo no tenía quien me defendiera, y él vino en mi ayuda.
7 Dios mío, tú has sido bueno conmigo; ya puedo dormir tranquilo.
8 Me libraste de la muerte, me secaste las lágrimas, y no me dejaste caer.
9-10 Mientras tenga yo vida, siempre te obedeceré. Confío en ti, mi Dios, aunque reconozco que estoy muy afligido.
11 Demasiado pronto he dicho que no hay nadie en quien confiar.
12 ¿Cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades?
13 Mostrándome agradecido y orando en tu nombre,
14 y cumpliéndote mis promesas en presencia de tu pueblo.
15-16 Dios nuestro, a ti te duele ver morir a la gente que te ama. ¡Líbrame de la muerte, pues estoy a tu servicio!
17 Llevaré hasta tu altar una ofrenda de gratitud, y oraré en tu nombre.
18-19 En los patios de tu templo, en el centro de Jerusalén, y en presencia de todo tu pueblo, te cumpliré mis promesas. ¡Alabemos a nuestro Dios!
117
SALMO 117 (116).
1 Naciones todas, pueblos todos, ¡alaben a Dios!
2 ¡Porque él es un Dios fiel, y nunca deja de amarnos! ¡Alabemos siempre a nuestro Dios!
118
SALMO 118 (117).
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno! ¡Él nunca deja de amarnos!
2 Que lo repitan los israelitas: ¡Dios nunca deja de amarnos!
3 Que lo repitan los sacerdotes: ¡Dios nunca deja de amarnos!
4 Que lo repitan los que adoran a Dios: ¡Dios nunca deja de amarnos!
5 Perdida ya toda esperanza, llamé a mi Dios, y él me respondió; ¡me liberó de la angustia!
6 Dios está conmigo: no tengo miedo. Nadie puede hacerme daño,
7 Dios está conmigo y me brinda su ayuda. ¡Estoy seguro de ver la derrota de los que me odian!
8-9 Vale más confiar en Dios que confiar en gente importante.
10-11 Todas las naciones me rodearon; me rodearon por completo, pero Dios me ayudó a derrotarlas.
12 Me rodearon como avispas, pero ardieron en el fuego como espinas; ¡Dios me ayudó a derrotarlas!
13 Me empujaron con violencia para hacerme tropezar, pero Dios vino en mi ayuda.
14 Dios me da fuerzas, Dios inspira mi canto; ¡Dios es mi salvador!
15-16 Los justos, en sus casas, repiten este grito de alegría: ¡Dios con su poder ha alcanzado la victoria! ¡Alabemos su poder!
17 Aún no quiero morir. Quiero vivir y seguir hablando de lo que Dios ha hecho.
18 Él me castigó con dureza, pero no me entregó a la muerte.
19-20 ¡Ábranme paso, puertas del templo de Dios! Por ustedes sólo pasan los que Dios considera justos. ¡Ábranme paso, que quiero darle gracias a Dios!
21 ¡Gracias, Dios mío, porque me respondiste y me salvaste!
22 La piedra que rechazaron los constructores del templo es ahora la piedra principal.
23 Esto nos deja maravillados, pues Dios es quien lo hizo.
24 Hagamos fiesta en este día, porque en un día como éste Dios actuó en nuestro favor.
25 Dios, Dios mío, ¡danos tu salvación, concédenos tu victoria!
26 ¡Bendito el rey que viene en el nombre de Dios! Desde su templo los bendecimos a todos ustedes.
27 Dios es nuestra luz. ¡Llevemos flores al altar y acompañemos al pueblo de Dios!
28 Tú eres mi Dios; por eso te doy gracias y alabo tu grandeza.
29 ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno! ¡Él nunca deja de amarnos!
119
SALMO 119 (118).
1-2 Dios, tú bendices a los que van por buen camino, a los que de todo corazón siguen tus enseñanzas.
3 Ellos no hacen nada malo: sólo a ti te obedecen.
4 Tú has ordenado que tus mandamientos se cumplan al pie de la letra.
5 Quiero corregir mi conducta y cumplir tus mandamientos.
6 Si los cumplo, no tendré de qué avergonzarme.
7 Si me enseñas tu palabra, te alabaré de todo corazón
8 y seré obediente a tus mandatos. ¡No me abandones!
9 Sólo obedeciendo tu palabra pueden los jóvenes corregir su vida.
10-11 Yo te busco de todo corazón y llevo tu palabra en mi pensamiento. Manténme fiel a tus enseñanzas para no pecar contra ti.
12 ¡Bendito seas, mi Dios! ¡Enséñame a obedecer tus mandatos!
13-15 Siempre estoy repitiendo las enseñanzas que nos diste. En ellas pongo toda mi atención, pues me hacen más feliz que todo el oro del mundo.
16 Mi mayor placer son tus mandatos; jamás me olvido de ellos.
17-19 Yo estoy a tu servicio; trátame bien, y cumpliré tus órdenes. Estoy de paso en este mundo; dame a conocer tus mandamientos. ¡Ayúdame a entender tus enseñanzas maravillosas!
20 Todo el día siento grandes deseos por conocerlas.
21 ¡Qué lástima me dan los que no cumplen tus mandamientos! ¡Tú reprendes a esos orgullosos!
22 No permitas que me desprecien pues siempre obedezco tus mandatos.
23 Los poderosos hacen planes contra mí, pero yo sólo pienso en tus enseñanzas.
24 Ellas me hacen feliz, y me dan buenos consejos.
25-28 Cumple tu promesa y dame ánimo, pues estoy muy decaído y el dolor me está matando. Yo te conté mi vida, y tú me respondiste. ¡Enséñame a cumplir tus mandatos y a pensar sólo en tus maravillas!
29 No me dejes decir mentiras; ¡por favor, enséñame tu palabra!
30-31 Dios mío, no me hagas quedar mal, pues confío en tus mandamientos y he decidido obedecerlos.
32 No me tardo en cumplirlos porque me ayudaste a entenderlos.
33-35 Dios mío, enséñame a cumplir tus mandamientos, pues obedecerlos me hace feliz; ¡los cumpliré toda mi vida! Aclara mi entendimiento, y los seguiré de todo corazón.
36 Hazme pensar sólo en tu palabra, y no en las ganancias egoístas.
37-38 No me dejes seguir a dioses falsos, pues quiero adorarte sólo a ti. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo!
39-40 Lo que más deseo es tu palabra. Me asusta pensar que mis enemigos me desprecien. Ponme a salvo y dame ánimo, pues tú eres un juez justo.
41 Dios mío, muéstrame tu amor y sálvame, tal como lo has prometido.
42-43 Así podré responder a mis enemigos. Permíteme hablar con la verdad, pues confío en tu palabra.
44-45 Puedo andar con toda libertad porque sigo tus enseñanzas, y siempre las cumpliré.
46 En la presencia de reyes podré hablar de tus mandamientos y no sentirme avergonzado.
47-48 Yo amo y deseo tu palabra pues me llena de alegría.
49 Tus promesas me dan esperanza; ¡no te olvides de ellas!
50 Tus promesas me dan vida; me consuelan en mi dolor.
51-53 Dios mío, yo nunca olvido tu palabra eterna, pues ella me da consuelo. Los orgullosos me ofenden; me molesta saber que esos malvados no siguen tus enseñanzas. Pero yo las cumplo sin falta.
54 Poco tiempo estaré en este mundo, pero siempre diré que es buena tu enseñanza.
55 Dios mío, por las noches pronuncio tu nombre; quiero seguir tus enseñanzas,
56 pues es lo que me corresponde.
57-58 Dios mío, tú eres todo lo que tengo; de todo corazón quiero obedecerte y agradarte. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo!
59-60 No dejaré pasar más tiempo: me he puesto a pensar en mi conducta, y he decidido seguir tus mandamientos.
61 Los malvados quieren atraparme, pero yo no descuido tus enseñanzas.
62 A medianoche me levanto y te alabo porque tus sentencias son justas.
63 Soy amigo de los que te adoran y de los que te obedecen.
64 Dios mío, tu amor llena toda la tierra; ¡enséñame tus mandamientos!
65 Dios mío, ¡trátame bien, tal como lo has prometido!
66 Yo creo en tu palabra. ¡Dame más sabiduría e inteligencia!
67 Antes de que me castigaras, estuve alejado de ti, pero ahora obedezco tu palabra.
68 Tú eres bueno, y haces el bien; enséñame a obedecer tus mandamientos.
69-70 Los orgullosos hablan mal de mí; son gente que no tiene sentimientos. Pero yo sigo tus enseñanzas porque ellas me hacen feliz.
71 Estuvo bien que me hicieras sufrir porque así entendí tus enseñanzas.
72 Para mí, ellas son de más valor que el oro y la plata.
73 Tú me hiciste con tus propias manos; ¡hazme obedecer tus mandamientos!
74 Los que te adoran se alegran al verme, pues confío en tu palabra.
75 Dios mío, yo sé que tus mandatos son justos, y merezco que me castigues.
76-78 Ven con tu amor a darme ánimo, pues soy feliz con tus enseñanzas. Yo medito en ellas, así que cumple tu promesa. Avergüenza a esos orgullosos que sin motivo me hacen daño,
79 Haz que se junten conmigo todos los que te adoran, para que conozcan tus mandamientos.
80 Hazme entender tus enseñanzas, para que yo no pase vergüenza.
81-82 La vida se me escapa, la vista se me nubla, esperando que cumplas tu promesa de venir a salvarme, pues yo confío en tu palabra.
83 Aunque ya estoy viejo y arrugado, no me olvido de tu palabra.
84-87 Esos orgullosos y embusteros que no siguen tus enseñanzas, me ponen trampas. ¿Cuándo vas a castigarlos? Casi han acabado conmigo, pero yo obedezco tus mandamientos porque son la verdad. ¡Dame tu ayuda!
88 ¡Dame ánimo y te obedeceré, pues tú eres un Dios de amor!
89-91 Dios mío, tú eres eterno y siempre fiel. Mientras el cielo y la tierra existan, tu palabra permanecerá; ¡todo lo creado está a tu servicio!
92 Si tu palabra no me hiciera tan feliz, ¡ya me hubiera muerto de tristeza!
93 Jamás me olvido de tu palabra, pues ella me da vida.
94 ¡Sálvame, pues soy tuyo y busco cumplir tus mandamientos!
95 Hay malvados que quieren matarme, pero yo quiero entender tus enseñanzas.
96 Todo en este mundo acabará; ¡sólo tu palabra no tiene fin!
97 ¡Tanto amo tus enseñanzas que a todas horas medito en ellas!
98-99 Siempre están conmigo, y me hacen aún más sabio que mis enemigos y mis maestros.
100 Hasta entiendo mejor que los ancianos, porque las pongo en práctica.
101 Me he apartado de todo mal camino porque quiero obedecer tu palabra.
102 No me he apartado de tu enseñanza porque tú eres mi maestro.
103-104 Me das tanta sabiduría que no soporto la mentira. ¡Tu palabra es para mí más dulce que la miel!
105 Tu palabra es una lámpara que alumbra mi camino.
106 Cumpliré la promesa que te hice: obedeceré tus justos mandamientos.
107-110 Dios mío, ¡ya es mucho lo que he sufrido! Mi vida está siempre en peligro, pero nunca olvido tus enseñanzas. Los malvados me ponen trampas, pero yo obedezco tus mandamientos. Recibe con agrado esta alabanza que te ofrezco, y enséñame tu palabra. Cumple tu promesa y dame ánimo.
111-112 Tus enseñanzas son mías; ¡son la alegría de mi corazón! He decidido cumplirlas para siempre y hasta el fin.
113-115 ¡Déjenme solo, gente malvada! ¡Los odio porque no son sinceros! Pero a ti, Dios mío, te amo y quiero seguir tus enseñanzas. Tú me das refugio y protección; tus promesas me llenan de esperanza.
116 Dame fuerza y seguiré con vida, tal como lo has prometido; ¡no defraudes mi confianza!
117 ¡Ayúdame y ponme a salvo para que obedezca tu palabra!
118-119 A los malvados de este mundo que desprecian tus enseñanzas no los quieres tener cerca; los tratas como a basura. De nada les sirve hacer planes malvados; yo, en cambio, obedezco tu palabra.
120 Tiemblo de miedo en tu presencia; ¡tu palabra me hace temblar!
121 Dios mío, ¡no me dejes caer en manos de mis enemigos! Yo hago lo que es bueno y justo;
122 haz que siempre me vaya bien, y que no me molesten los orgullosos.
123 La vista se me nubla esperando que cumplas tu promesa de venir a ayudarme.
124 ¡Trátame con mucho amor, y enséñame tus mandamientos!
125 Permíteme llegar a entenderlos, pues los quiero comprender.
126 Dios mío, ya es hora de que actúes, pues nadie cumple tus mandatos.
127 Prefiero tus mandamientos que tener muchas riquezas.
128 Por eso los sigo y no soporto la mentira.
129 ¡Tus enseñanzas son maravillosas! ¡Por eso las sigo fielmente!
130 Cuando un maestro las explica, hasta la gente sencilla las entiende.
131 Deseo conocer tus mandamientos; ¡me muero por entenderlos!
132 Dios mío, ¡atiéndeme y tenme compasión como acostumbras hacerlo con todos los que te aman!
133-134 Guíame, como lo has prometido; ¡yo quiero cumplir tus mandamientos! No dejes que me maltraten, ni me dejes caer en la maldad.
135 Dame muestras de tu bondad y enséñame tus mandamientos.
136 Me dan ganas de llorar cuando veo que nadie los cumple.
137 Dios mío, tú eres justo y juzgas con rectitud.
138 Los mandamientos que nos diste son justos y dignos de confianza.
139-141 Mis enemigos me humillan pero yo no olvido tus enseñanzas. Me muero de enojo porque ellos no las cumplen. En cambio, yo las amo, pues son puras como oro refinado.
142 Tú siempre actúas con justicia, y tus enseñanzas son verdaderas.
143 Cuando estoy afligido y en problemas, tus mandamientos son mi alegría.
144 Tus leyes son siempre justas; ¡dame entendimiento y vida!
145-146 Dios mío, te llamo con todas mis fuerzas; ¡respóndeme, sálvame! ¡Quiero cumplir tus mandamientos!
147 Muy temprano me levanto para pedirte que me ayudes, pues confío en tu palabra.
148 Me paso la noche en vela meditando en ella.
149 Dios mío, tú eres todo amor, ¡escúchame! Eres todo justicia, ¡dame vida!
150 Cada vez siento más cerca a los que se han alejado de tus enseñanzas y procuran mi mal.
151 Pero a ti, Dios mío, te siento cerca, y confío en tus mandamientos.
152 Desde hace mucho tiempo conozco tu palabra; tú la estableciste para siempre.
153 ¡Mira mi sufrimiento, y sálvame! ¡Yo no me olvido de tus enseñanzas!
154 ¡Ponte de mi parte, y rescátame! ¡Cumple tu promesa y dame ánimo!
155-158 Dios mío, tú eres muy bueno; eres todo justicia. ¡Dame vida! Mis enemigos y perseguidores se cuentan por millares; ¡a esos malvados no los salvarás porque no siguen tus enseñanzas! No los soporto, porque no creen en tus promesas, pero yo siempre obedezco tu palabra.
159 Dios mío, mira cuánto amo tus mandamientos; ¡por tu gran amor, dame vida!
160 Todas tus palabras se basan en la verdad; todas ellas son justas y permanecen para siempre.
161 Yo no les tengo miedo a los poderosos que me persiguen; sólo tiemblo ante tu palabra.
162 ¡Ella me hace más feliz que si encontrara un tesoro!
163 Aborrezco la mentira; ¡no la soporto! Pero amo tus enseñanzas.
164 Ellas son tan justas que no me canso de alabarte.
165 Los que aman tu palabra disfrutan de mucha paz y no sufren ningún tropiezo.
166-168 Dios mío, espero que me salves, pues amo tus mandamientos. Tú bien sabes que los cumplo de todo corazón.
169-170 Dios mío, ¡acepta mi oración y mis ruegos! ¡Dame entendimiento, y sálvame, tal como lo has prometido!
171 Yo te cantaré alabanzas porque me enseñas tu palabra.
172 Alabaré tus promesas, pues todos tus mandamientos son justos.
173 Ven y tiéndeme la mano, pues he decidido obedecerte.
174 Dios mío, ansioso espero que me salves; tus enseñanzas son mi alegría.
175 Dame vida y te alabaré; ¡que tu palabra me sostenga!
176 Ando como oveja perdida; ven a buscarme, pues te pertenezco y tengo presentes tus mandamientos.
120
Cántico para las peregrinaciones.
1 Dios mío, cuando me siento angustiado, te llamo y tú me respondes.
2 Dios mío, sálvame de la gente mentirosa; sálvame de la gente embustera.
3 ¡Muy mal les va a ir a ustedes, mentirosos! ¡Dios los va a castigar!
4 ¡Les disparará flechas puntiagudas y encendidas, como las que lanzan los guerreros!
5 ¡Pobre de mí! ¡Soy un hombre sin patria que vive entre gente salvaje!
6 ¡Ya he vivido mucho tiempo entre los que aborrecen la paz!
7 Yo soy un hombre tranquilo, ¡pero ellos hablan de guerra mientras yo hablo de paz!
121
Cántico para las peregrinaciones.
1 Dirijo la mirada a las montañas; ¿de dónde vendrá mi ayuda?
2 Mi ayuda viene de Dios, creador del cielo y de la tierra.
3 Dios jamás permitirá que sufras daño alguno. Dios te cuida y nunca duerme.
4 ¡Dios cuida de Israel, y nunca duerme!
5 Dios te cuida y te protege; Dios está siempre a tu lado.
6 Durante el día, el sol no te quemará; durante la noche, no te dañará la luna.
7 Dios te protegerá y te pondrá a salvo de todos los peligros.
8 Dios te cuidará ahora y siempre por dondequiera que vayas.
122
Cántico de David para las peregrinaciones.
1 Me da gusto que me digan: ¡Vamos al templo de Dios!
2 Ciudad de Jerusalén, ¡aquí nos tienes! ¡Ya llegamos a tus portones!
3 Ciudad de Jerusalén, ¡construida como punto de reunión de la comunidad de Israel!
4 ¡Hasta ti llegan las tribus, todas las tribus de Israel! ¡Hasta ti llega el pueblo para adorar a Dios, tal como él lo ordenó!
5 En ti se encuentran los tribunales de justicia; en ti se encuentra el palacio de David.
6 Por ti le pedimos a Dios: ¡Que tengas paz, Jerusalén! ¡Que vivan en paz los que te aman!
7 ¡Que dentro de tus murallas y dentro de tus palacios haya paz y seguridad!
8 A mis hermanos y amigos les deseo que tengan paz.
9 Y a ti, Jerusalén, te deseo mucho bienestar porque en ti se encuentra el templo de nuestro Dios.
123
Cántico para las peregrinaciones.
1-2 Dios, rey de los cielos, de ti dependemos, como dependen los esclavos de la compasión de sus amos. Dios nuestro, de ti dependemos y esperamos que nos tengas compasión.
3-4 ¡Compadécete de nosotros! ¡Ya estamos cansados de que esos ricos orgullosos nos ofendan y nos desprecien!
124
Cántico de David para las peregrinaciones.
1 Si Dios no nos hubiera ayudado, ¿qué habría sido de nosotros? ¡Todos en Israel lo sabemos!
2 Si Dios no nos hubiera ayudado cuando nos atacaba todo el mundo,
3 nos habrían matado a todos, pues nuestros enemigos estaban muy enojados con nosotros.
4 Habrían acabado con nosotros como aguas desbordadas que arrasan con todo a su paso,
5 como aguas turbulentas que todo lo destruyen.
6 ¡Alabemos a Dios, que no dejó que esos malvados nos despedazaran con sus dientes!
7 ¡La trampa está hecha pedazos! ¡Hemos logrado escapar, como los pájaros!
8 ¡El creador de cielo y tierra nos ayudó a escapar!
125
Cántico para las peregrinaciones.
1 Los que confían en Dios son como el monte Sión, que nadie puede moverlo. ¡Permanecerán para siempre!
2 Las montañas protegen a Jerusalén, y Dios protege a Israel ahora y siempre.
3 No siempre los malvados reinarán sobre el pueblo de Dios, para que la gente buena no practique la maldad.
4-5 Dios mío, trata bien a la gente de buen corazón pero deja que sean destruidos, junto con los malhechores, los que prefieren hacer lo malo. ¡Que haya paz en Israel!
126
Cántico para las peregrinaciones.
1 Cuando Dios nos hizo volver de Babilonia a Jerusalén, creíamos estar soñando.
2 De los labios nos brotaban risas y cánticos alegres. Hasta decían las demás naciones: Realmente es maravilloso lo que Dios ha hecho por ellos.
3 ¡Lo que Dios hizo por nosotros fue realmente maravilloso, y nos llenó de alegría!
4 Dios, devuélvenos el bienestar, como le devuelves al desierto sus arroyos.
5-6 Las lágrimas que derramamos cuando sembramos la semilla se volverán cantos de alegría cuando cosechemos el trigo.
127
Himno de Salomón para las peregrinaciones.
1 Si Dios no construye la casa, de nada sirve que se esfuercen los constructores. Si Dios no vigila la ciudad, de nada sirve que se desvelen los vigilantes.
2 De nada sirve que ustedes se levanten muy temprano, ni que se acuesten muy tarde, ni que trabajen muy duro para ganarse el pan; cuando Dios quiere a alguien, le da un sueño tranquilo.
3 Los hijos que tenemos son un regalo de Dios. Los hijos que nos nacen son nuestra recompensa.
4 Los hijos que nos nacen cuando aún somos jóvenes, hacen que nos sintamos seguros, como guerreros bien armados.
5 Quien tiene muchos hijos, bien puede decir que Dios lo ha bendecido. No tendrá de qué avergonzarse cuando se defienda en público delante de sus enemigos.
128
Cántico para las peregrinaciones.
1 ¡Dios bendice a todos los que lo obedecen y siguen sus enseñanzas!
2-3 Si tú eres uno de ellos, Dios te bendecirá mucho. En el seno de tu hogar comerás y disfrutarás de lo que ganes con tu trabajo. Tu esposa tendrá muchos hijos. ¡Parecerá un racimo de uvas! Nunca en tu mesa faltará comida, y tus hijos crecerán fuertes como los olivos.
4 ¡Así es como Dios bendice a todos los que lo obedecen!
5 ¡Que Dios te bendiga desde su templo en el monte Sión! ¡Que veas prosperar a Jerusalén todos los días de tu vida!
6 ¡Que Dios te deje ver crecer a tus hijos y a tus nietos! ¡Que haya paz en Israel!
129
Cántico para las peregrinaciones.
1 Dejemos que nuestra gente nos hable de las angustias que ha pasado desde su juventud:
2 Hemos pasado muchas angustias desde nuestra juventud, pero no han podido vencernos.
3 El enemigo nos hirió la espalda; ¡nos hizo profundas heridas, como quien abre surcos con un arado!
4 Pero Dios es justo y nos libró de los malvados.
5 ¡Que sean derrotados y puestos en vergüenza todos los que odian a Jerusalén!
6 ¡Que se marchiten como la hierba que crece en el techo de la casa!
7 Esa gente es como la hierba, de la que no se ocupan ni los que la cortan ni los que la recogen.
8 Cuando pasan, nadie los saluda; y si saludan, nadie les contesta.
130
Cántico para las peregrinaciones.
1 Dios mío, yo te llamo pues estoy muy angustiado.
2 ¡Escúchame, Dios mío! ¡Presta oído a mis gritos que te piden compasión!
3 Si tomaras en cuenta todos nuestros pecados, nadie podría presentarse ante ti.
4 Pero tú nos perdonas. ¡Por eso mereces nuestra adoración!
5 En Dios he puesto mi esperanza; con toda el alma confío en él, pues confío en sus promesas.
6 Con ansias espero a Dios; ¡con más ansias lo espero que los vigilantes a la mañana! Los vigilantes esperan que llegue la mañana,
7 y tú, Israel, esperas la llegada de Dios porque él nos ama y nos da plena libertad.
8 ¡Dios salvará a Israel de todos sus pecados!
131
Cántico de David para las peregrinaciones.
1 Dios mío, yo no me creo más que nadie, ni miro a nadie con desprecio; no hago alardes de grandeza, ni pretendo hacer grandes maravillas, pues no podría llevarlas a cabo.
2 Más bien, me he calmado; me he tranquilizado como se tranquiliza un niño cuando su madre le da el pecho. ¡Estoy tranquilo como un niño después de haber tomado el pecho!
3 Israel, ¡pon tu esperanza en Dios ahora y siempre!
132
Cántico para las peregrinaciones.
1-2 Dios poderoso de Israel acuérdate de David y de sus sufrimientos; recuerda lo que él te prometió:
3-5 Dios poderoso de Israel, No pondré un pie en mi casa, ni me daré un momento de descanso; no dormiré un solo instante, y ni siquiera cerraré los ojos, mientras no encuentre un lugar donde construir tu templo.
6 Cuando estábamos en Efrata oímos hablar del cofre del pacto, y finalmente lo hallamos en la ciudad de Quiriat-jearim.
7 Entonces dijimos: ¡Vayamos al templo de Dios! ¡Arrodillémonos ante su presencia!
8 Dios mío, ¡ven con el cofre de tu pacto, que es símbolo de tu poder, al templo donde vivirás para siempre!
9 Tus sacerdotes se vestirán con propiedad, y tu pueblo cantará con alegría.
10-11 Dios mío, tú elegiste a David para que fuera nuestro rey; ¡no le niegues tu apoyo! También le hiciste este juramento, y no dejarás de cumplirlo: Tus descendientes serán reyes; ¡yo los haré reinar!
12 Si ellos cumplen con mi pacto y con mis leyes, también serán reyes sus hijos y reinarán en tu lugar para siempre.
13 Tú elegiste a Jerusalén para vivir siempre allí. Dijiste:
14 Aquí pondré mi templo. Aquí reinaré siempre, porque así lo he decidido.
15 Bendeciré ricamente los alimentos de esta ciudad, y con abundante pan calmaré el hambre de sus pobres.
16 Vestiré a sus sacerdotes con ropas de triunfo, y el pueblo cantará con alegría.
17 Aquí haré que renazca el poder de David, el rey que yo elegí; aquí reinarán para siempre sus descendientes.
18 Sobre la cabeza de David brillará siempre la corona; sobre la cabeza de sus enemigos brillará la vergüenza.
133
Cántico de David para las peregrinaciones.
1 ¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía!
2 Es tan agradable ver esto como oler el buen perfume de los sacerdotes, perfume que corre de la cabeza a los pies.
3 Es tan agradable como la lluvia del norte que cae en el monte Hermón y corre a Jerusalén, en el sur. A quienes viven así, Dios los bendice con una larga vida.
134
Cántico para las peregrinaciones.
1 ¡Alaben a Dios todos ustedes, que están a su servicio! ¡Alábenlo también ustedes, los que en su templo le cantan himnos por las noches!
2 ¡Levanten las manos para orar! ¡Dirijan la mirada hacia el altar, y alaben a Dios!
3 ¡Que Dios, creador del cielo y de la tierra, te bendiga desde su templo!
135
SALMO 135 (134).
1 ¡Alabemos a Dios! ¡Alábenlo ustedes, los que lo obedecen!
2 ¡Alábenlo ustedes, que siempre están en los patios del templo de nuestro Dios!
3 ¡Alabemos a Dios porque él es bueno! ¡Cantémosle himnos, porque él es bondadoso!
4 ¡Nuestro Dios eligió a Israel para que siempre fuera su pueblo!
5 Yo sé que nuestro Dios, es más poderoso que todos los dioses.
6 Dios hace lo que quiere en el cielo y en la tierra, en el mar y en sus profundidades.
7 Dios nos trae las nubes desde lo más lejano de la tierra. Dios nos manda los relámpagos que anuncian la lluvia. Dios saca el viento del lugar donde lo tiene guardado.
8-9 En Egipto hirió de muerte al hijo mayor de cada familia; también les quitó la vida a las primeras crías de los animales. Hizo señales y milagros contra el faraón y sus oficiales,
10 hirió de muerte a muchos pueblos, y acabó con reyes poderosos:
11 acabó con Sihón, el rey amorreo; acabó con Og, el rey de Basán; ¡acabó con todos los reyes cananeos!
12 A su pueblo Israel le entregó las tierras de esos reyes para que fueran suyas para siempre.
13 Dios mío, ¡tú vives para siempre!
14 Tú defiendes a tu pueblo y le tienes compasión.
15 Los dioses de otros pueblos son hechura humana; ¡son ídolos de oro y plata!
16 De nada les sirve tener boca, porque no pueden hablar; tienen ojos, pero no pueden ver;
17 tienen orejas, pero no pueden oír; ¡ni siquiera pueden respirar!
18 ¡Pues iguales a esos ídolos son quienes los hacen y quienes creen en ellos!
19 Israelitas, ¡bendigan a Dios! Sacerdotes, ¡bendigan al Dios de Israel!
20 Levitas, ¡bendigan a Dios! Ustedes, los que lo obedecen, ¡bendigan al Dios de Israel!
21 ¡Alabemos a nuestro Dios, el Dios que vive en Jerusalén! ¡Alabémoslo!
136
SALMO 136 (135).
1 ¡Alabemos a Dios, porque él es bueno!
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
2 Alabemos al Dios de dioses.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
3 Alabemos al Señor de señores.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
4 Sólo Dios hace grandes maravillas.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
5 Dios hizo los cielos con sabiduría.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
6 Extendió la tierra sobre el agua.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
7 Hizo los astros luminosos.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
8 Hizo el sol, para alumbrar el día.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
9 Hizo la luna y las estrellas, para alumbrar la noche.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
10 En Egipto hirió de muerte al hijo mayor de cada familia.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
11 Sacó de Egipto a Israel.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
12 Allí mostró su gran poder.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
13 Partió en dos el Mar de los Juncos.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
14 Hizo que Israel cruzara el mar.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
15 Hundió en el mar al faraón y a su ejército.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
16 Guió a Israel por el desierto.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
17 Derrotó a reyes poderosos.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
18 Quitó la vida a reyes famosos.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
19 Hirió a Sihón, el rey amorreo.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
20 Hirió a Og, el rey de Basán.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
21 Entregó a su pueblo, las tierras de esos reyes.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
22 Ésa fue la herencia de Israel.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
23 Dios no se olvidó de nosotros cuando nos vio derrotados.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
24 Nos libró de nuestros enemigos.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
25 Alimenta a toda su creación.
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
26 ¡Alabemos al Dios del cielo!
1 ¡Dios nunca deja de amarnos!
137
SALMO 137 (136).
1 Cuando estábamos en Babilonia, lejos de nuestro país, acostumbrábamos sentarnos a la orilla de sus ríos. ¡No podíamos contener el llanto al acordarnos de Jerusalén!
2 En las ramas de los árboles que crecen junto a esos ríos colgamos nuestras arpas.
3 Los mismos soldados que nos sacaron de Israel y nos hacían trabajar, nos pedían estar alegres; ¡querían oírnos cantar! ¡Querían que les cantáramos canciones de nuestra tierra!
4 ¡Jamás cantaríamos en tierra de extranjeros alabanzas a nuestro Dios!
5-6 ¡Jerusalén, Jerusalén! Si llegara yo a olvidarte, ¡que la mano derecha se me seque! ¡Que me corten la lengua si por estar alegre dejo de pensar en ti!
7 El día que Jerusalén cayó, los edomitas gritaban: ¡Acaben con la ciudad! ¡Que no quede rastro de ella! Dios mío, ¡no te olvides de esos gritos!
8 Un día, ciudad de Babilonia, ¡también tú serás destruida! ¡Dios habrá de bendecir a los que te paguen con la misma moneda!
9 ¡Dios habrá de bendecir a los que agarren a tus hijos y los estrellen contra los muros!
138
Himno de David.
1 Dios mío, ¡quiero alabarte de todo corazón! ¡Quiero cantarte himnos delante de los dioses!
2 Quiero ponerme de rodillas y orar mirando hacia tu templo; quiero alabarte por tu constante amor. Por sobre todas las cosas, has mostrado tu grandeza, has hecho honor a tu palabra.
3 Te llamé y me respondiste; me diste nuevas fuerzas.
4-5 Dios mío, ¡grande es tu poder! Te alabarán los reyes de este mundo cuando escuchen tu palabra y sepan todo lo que has hecho.
6 Dios mío, tú estás en el cielo, pero cuidas de la gente humilde; en cambio, a los orgullosos los mantienes alejados de ti.
7 Cuando me encuentro en problemas, tú me das nuevas fuerzas. Muestras tu gran poder y me salvas de mis enemigos.
8 Dios mío, tú cumplirás en mí todo lo que has pensado hacer. Tu amor por mí no cambia, pues tú mismo me hiciste. ¡No me abandones!
139
Himno de David.
1 Dios mío, tú me conoces muy bien; ¡sabes todo acerca de mí!
2 Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; ¡aunque esté lejos de ti, me lees los pensamientos!
3 Sabes lo que hago y lo que no hago; ¡no hay nada que no sepas!
4 Todavía no he dicho nada, y tú ya sabes qué diré.
5 Me tienes rodeado por completo; ¡estoy bajo tu control!
6 ¡Yo no alcanzo a comprender tu admirable conocimiento! ¡Queda fuera de mi alcance!
7 ¡Jamás podría yo alejarme de tu espíritu, o pretender huir de ti!
8 Si pudiera yo subir al cielo, allí te encontraría; si bajara a lo profundo de la tierra, también allí te encontraría.
9-10 Si volara yo hacia el este, tu mano derecha me guiaría; si me quedara a vivir en el oeste, también allí me darías tu ayuda.
11 Si yo quisiera que fuera ya de noche para esconderme en la oscuridad, ¡de nada serviría!
12 ¡Para ti no hay diferencia entre la oscuridad y la luz! ¡Para ti, hasta la noche brilla como la luz del sol!
13 Dios mío, tú fuiste quien me formó en el vientre de mi madre. Tú fuiste quien formó cada parte de mi cuerpo.
14 Soy una creación maravillosa, y por eso te doy gracias. Todo lo que haces es maravilloso, ¡de eso estoy bien seguro!
15-16 Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la tierra; ¡aún no había vivido un solo día, cuando tú ya habías decidido cuánto tiempo viviría! ¡Lo habías anotado en tu libro!
17-18 Dios mío, ¡qué difícil me resulta entender tus pensamientos! ¡Pero más difícil todavía me sería tratar de contarlos! ¡Serían más que la arena del mar! ¡Y aun si pudiera contarlos, me dormiría, y al despertar, todavía estarías conmigo!
19 Dios mío, ¡cómo quisiera que a los asesinos los apartaras de mí! ¡Cómo quisiera que les quitaras la vida!
20 Sin motivo alguno, esa gente habla mal de ti y se pone en contra tuya.
21 Dios mío, yo odio a los que te odian; aborrezco a los que te rechazan.
22 ¡Los odio profundamente! ¡Tus enemigos son mis enemigos!
23 Dios mío, mira en el fondo de mi corazón, y pon a prueba mis pensamientos.
24 Dime si mi conducta no te agrada, y enséñame a vivir como quieres que yo viva.
140
Himno de David.
1 Dios mío, ¡líbrame de la gente malvada! ¡Protégeme de la gente violenta,
2 que sólo piensa hacer lo malo y todo el tiempo busca pleito!
3 Más que gente, parecen víboras; hablan, y sus palabras son venenosas e hirientes.
4 Dios mío, protégeme de esos malvados; protégeme de esos violentos, que sólo quieren verme fracasar.
5 Son gente muy orgullosa. A mi paso pusieron trampas para hacerme caer en ellas.
6 Pero yo te reconozco como mi único Dios; ¡por favor, escucha mis ruegos!
7 Tú eres mi Dios; eres mi poderoso Salvador; tú me salvas la vida en el día de la batalla.
8 Dios mío, no permitas que los malvados se salgan con la suya; no permitas que triunfen sus planes.
9 ¡Haz caer sobre mis enemigos todo el mal que me desean!
10 ¡Que caigan sobre ellos carbones encendidos! ¡Que caigan en pozos profundos y nunca más salgan de allí!
11 ¡Que la gente mentirosa no vuelva a vivir en la tierra! ¡Que acabe la calamidad con toda la gente violenta!
12 Dios mío, de una cosa estoy seguro: ¡tú defiendes y haces justicia a los pobres y necesitados!
13 Por eso la gente honrada te alaba y vive contigo.
141
Himno de David.
1 Dios mío, te estoy llamando: ¡Préstame atención y ven pronto en mi ayuda!
2 ¡Recibe mi oración como una ofrenda de incienso! ¡A ti elevo mis manos como una ofrenda en la tarde!
3 Dios mío, ¡no me dejes decir ni una sola tontería!
4 ¡No me dejes tener malos pensamientos, ni cometer maldad alguna! ¡No me dejes tomar parte en fiestas de gente malvada!
5 Considero una muestra de amor que una persona honrada me regañe o me golpee; para mí, sus reprensiones son como fino perfume. Dios mío, yo siempre te pido que castigues a los malvados.
6 Cuando los gobernantes malvados acaben en la ruina, se acordarán de mis palabras y sabrán que les hablé con dulzura.
7 Entonces la gente dirá: Sus huesos han quedado esparcidos por el suelo.
8 Por mi parte, Dios mío, de ti dependo, y en ti busco refugio. ¡No dejes que me maten!
9 ¡Líbrame de las trampas que esos malvados me tienden!
10 ¡Haz que sean ellos mismos los que caigan en sus redes! Pero a mí, ¡ponme a salvo!
142
David compuso este himno cuando huía de Saúl y se escondió en una cueva.
1 Mi Dios, a ti elevo mi voz para pedirte ayuda; a ti elevo mi voz para pedirte compasión.
2-3 Cuando me siento deprimido, a ti te hago saber lo que me angustia. Tú sabes cómo me comporto. Hay algunos que a mi paso me tienden una trampa.
4 Mira bien a mi derecha: ¡nadie me presta atención! ¡No hay nadie que me proteja! ¡A nadie le importo!
5 Dios mío, a ti te ruego y te digo: ¡Tú eres mi refugio! ¡En este mundo tú eres todo lo que tengo!
6 ¡Atiende mis ruegos, pues me encuentro muy débil! ¡Líbrame de mis enemigos, pues son más fuertes que yo!
7 ¡Sácame de esta angustia, para que pueda alabarte! Al ver que me tratas bien, los justos harán fiesta.
143
Himno de David.
1 Dios mío, ¡escucha mi oración! ¡Atiende mis ruegos! Tú eres fiel y justo: ¡respóndeme!
2 No me llames a cuentas, que ante ti, nadie en el mundo puede considerarse inocente.
3 Mis enemigos quieren matarme; me tienen acorralado y en constante peligro de muerte.
4 Ya no siento latir mi corazón; ¡ya he perdido el ánimo!
5 Me vienen a la mente los tiempos pasados y me pongo a pensar en todas tus acciones; ¡tengo muy presente todo lo que has hecho!
6 ¡Hacia ti extiendo mis manos, pues me haces falta, como el agua a la tierra seca!
7 Dios mío, ¡respóndeme pronto, pues la vida se me escapa! ¡No me des la espalda, o ya puedo darme por muerto!
8 En ti confío; ¡a ti dirijo mi oración! Cada nuevo día hazme saber que me amas; ¡dime qué debo hacer!
9 Dios mío, líbrame de mis enemigos, pues en ti busco refugio.
10 Tú eres mi Dios. ¡Enséñame a hacer lo que quieres que yo haga! ¡Permite que tu buen espíritu me lleve a hacer el bien!
11-12 Dios mío, tú eres un Dios justo; ¡acaba con mis enemigos! ¡Destruye a los que me persiguen! Tú eres un Dios de amor y yo estoy a tu servicio; ¡demuestra tu poder y dame vida! ¡Sácame de este aprieto!
144
Himno de David.
1 ¡Bendito seas, mi Dios y protector! ¡Tú me enseñas a luchar y a defenderme!
2 ¡Tú me amas y me cuidas! Eres mi escondite más alto, el escudo que me protege, ¡el Dios que me permite reinar sobre mi propio pueblo!
3 Dios mío, ¿qué somos nosotros para que nos tomes en cuenta? ¿Qué somos los humanos para que nos prestes atención?
4 Somos como las ilusiones; ¡desaparecemos como las sombras!
5 Dios mío, baja del cielo, toca los cerros con tu dedo y hazlos echar humo.
6 Lanza tus relámpagos, y pon al enemigo en retirada.
7 ¡Tiéndeme la mano desde lo alto y sálvame de las muchas aguas! ¡No me dejes caer en manos de gente malvada de otros pueblos!
8 Esa gente abre la boca y dice mentiras; levanta la mano derecha y hace juramentos falsos.
9 Dios mío, voy a cantarte un nuevo canto; voy a cantarte himnos al son de música de arpas.
10 A los reyes les das la victoria, y al rey David lo libras de morir a filo de espada.
11 ¡Sálvame también! ¡Líbrame de caer en manos de gente malvada de otros pueblos! Esa gente abre la boca y dice mentiras; levanta la mano derecha y hace juramentos falsos.
12 Permite que nuestros hijos crezcan en su juventud fuertes y llenos de vida, como plantas en un jardín. Permite que nuestras hijas sean hermosas como las columnas de un palacio.
13 Haz que en nuestros graneros haya abundancia de alimentos. Haz que nuestros rebaños aumenten en nuestros campos hasta que sea imposible contarlos.
14 Permite que nuestros bueyes lleven carretas bien cargadas. No dejes que nuestras murallas vuelvan a ser derribadas, ni que volvamos a ser llevados fuera de nuestro país, ni que en nuestras calles vuelvan a oírse gritos de angustia.
15 ¡Tú bendices al pueblo donde todo esto se cumple! ¡Tú bendices al pueblo que te reconoce como su Dios!
145
David compuso este himno de alabanza.
1-2 Mi Dios y rey, ¡siempre te bendeciré y alabaré tu grandeza!
3 ¡Grande eres, nuestro Dios, y mereces nuestras alabanzas! ¡Tanta es tu grandeza que no podemos comprenderla!
4-6 Nosotros hablaremos del poder, belleza y majestad de tus hechos maravillosos; yo pensaré mucho en ellos y los daré a conocer a mis propios hijos.
7 Hablaremos de tu inmensa bondad, y entre gritos de alegría diremos que eres un Dios justo.
8-9 Dios mío, tú eres tierno y bondadoso; no te enojas fácilmente, y es muy grande tu amor. Eres bueno con tu creación, y te compadeces de ella.
10 ¡Que te alabe tu creación! ¡Que te bendiga tu pueblo fiel!
11-12 ¡Que hablen de tu glorioso reino y reconozcan tu belleza y tu poder! ¡Que anuncien tus grandes hechos para que todo el mundo los conozca!
13 Tu reino siempre permanecerá, pues siempre cumples tus promesas y todo lo haces con amor.
14 Dios mío, tú levantas a los caídos y das fuerza a los cansados.
15 Los ojos de todos están fijos en ti; esperando que los alimentes.
16 De buena gana abres la mano, y das de comer en abundancia a todos los seres vivos.
17 Dios mío, tú siempre cumples tus promesas y todo lo haces con amor.
18 Siempre estás cerca de los que te llaman con sinceridad.
19 Tú atiendes los ruegos de los que te honran; les das lo que necesitan y los pones a salvo.
20 Siempre estás pendiente de todos los que te aman, pero destruyes a los malvados.
21 ¡Mis labios siempre te alabarán! ¡La humanidad entera te bendecirá ahora y siempre!
146
SALMO 146 (145).
1-2 ¡Alabemos a Dios! Yo quiero alabarlo, y mientras tenga vida le cantaré himnos a mi Dios.
3 No confíen en nadie, que ni el hombre más poderoso es capaz de salvarlos.
4 Cuando ese hombre muere, se vuelve polvo; y ese día mueren con él todos los planes que hizo.
5 ¡El Dios de Israel bendice a los que en él confían!
6-7 Dios hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en él. Dios siempre cumple sus promesas: hace justicia a los que son maltratados por los poderosos, da de comer a los hambrientos, y pone en libertad a los presos.
8 Dios da vista a los ciegos, levanta a los caídos y ama a los justos.
9 Dios cuida de la gente sin patria, y sostiene a huérfanos y a viudas. Dios hace que fracasen los planes de los malvados.
10 Ciudad de Jerusalén, ¡que tu Dios reine por siempre, por todos los siglos! ¡Alabemos a nuestro Dios!
147
SALMO 147 (146-147).
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! Muy agradable en verdad es cantarle himnos a nuestro Dios; muy grato y justo es cantarle alabanzas.
2 Dios ha reconstruido la ciudad de Jerusalén. Dios hizo volver a los israelitas que los babilonios se llevaron prisioneros.
3 Dios sanó las heridas de los que habían perdido toda esperanza.
4 Dios es quien decide cuántas estrellas debe haber, y a todas las conoce.
5 Grande es nuestro Dios, y grande es su poder; ¡su entendimiento no tiene fin!
6 Dios levanta a los humildes, pero humilla a los malvados.
7 Cantemos al son del arpa himnos de gratitud a nuestro Dios.
8 Dios cubre de nubes el cielo. Dios hace llover sobre la tierra. Dios hace que la hierba crezca sobre los cerros.
9 Dios alimenta a los animales salvajes y a los polluelos de los cuervos, cuando le piden de comer.
10 Para Dios, lo que cuenta no es la fuerza del caballo, ni la fuerza del hombre;
11 para él, lo que cuenta es que la gente lo obedezca y confíe en su amor.
12 Jerusalén, ¡alaba a tu Dios!
13 Dios es quien refuerza los cerrojos de tus portones. Dios es quien bendice a todos tus habitantes.
14 Dios te hace vivir en paz y te da comida en abundancia.
15 Dios da órdenes a la tierra, y sus órdenes se cumplen enseguida.
16 Dios deja caer sobre la tierra la nieve y la llovizna.
17 Dios deja caer granizo como si fueran pedazos de piedra. ¡El frío que envía nadie lo resiste!
18 Pero Dios da una orden y el hielo se derrite; ¡hace que el viento sople, y el agua vuelve a correr!
19 Dios dio a conocer a Israel sus mandamientos y enseñanzas.
20 A ninguna otra nación le dio a conocer su palabra. ¡Alabemos a nuestro Dios!
148 Alabanza de toda la creación
1-4 ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Que lo alabe el alto cielo! ¡Que lo alaben sus ángeles! ¡Que lo alaben sol y luna! ¡Que lo alaben las estrellas! ¡Que lo alaben las lluvias! ¡Que lo alabe el universo!
5 Alabemos a nuestro Dios, porque con una orden suya fue creado todo lo que existe.
6 Dios lo dejó todo firme para siempre; estableció un orden que no puede ser cambiado.
7 ¡Que lo alabe la tierra! ¡Que lo alaben los monstruos marinos! ¡Que lo alabe el mar profundo!
8 ¡Que lo alaben el rayo y el granizo! ¡Que lo alaben la nieve y la neblina! ¡Que lo alabe el viento tempestuoso que obedece sus órdenes!
9 ¡Que lo alaben cerros y colinas, cedros y árboles frutales!
10 ¡Que lo alaben aves y reptiles, animales domésticos y salvajes!
11 ¡Que lo alaben los reyes de este mundo! ¡Que lo alaben los jefes y gobernantes de todas las naciones!
12 ¡Que lo alaben niños y ancianos, muchachos y muchachas!
13 ¡Alabemos a Dios, porque sólo él es nuestro Dios! ¡Sólo él merece alabanzas! ¡Su grandeza está por encima de la tierra y de los cielos!
14 ¡Dios da fuerza a su pueblo! ¡Por eso nosotros lo alabamos pues somos su pueblo favorito! ¡Alabemos a nuestro Dios!
149 Alabemos a Dios, nuestro rey
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Alabémoslo todos juntos, pues somos su pueblo fiel! ¡Cantémosle un cántico nuevo!
2 Nosotros, los israelitas que vivimos en Jerusalén, cantemos alegres a Dios, nuestro creador y rey;
3-4 pues él se agrada de su pueblo y da la victoria a los humildes. ¡Alabémoslo con danzas! ¡Cantémosle himnos con música de arpas y panderos!
5 Pueblo fiel de Dios, ¡alégrate por la victoria obtenida! Aunque estés dormido, ¡grita de alegría!
6 Lanza a voz en cuello alabanzas a tu Dios, y toma entre tus manos una espada de dos filos,
7 para que tomes venganza de pueblos y naciones;
8 para que pongas cadenas de hierro sobre reyes y gobernantes;
9 para que se cumpla la sentencia que Dios dictó contra ellos. Pueblo fiel de Dios, ¡esto será para ti un motivo de orgullo! ¡Alabemos a nuestro Dios!
150 Invitación a la alabanza
1 ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Alabemos a Dios en su santuario! ¡Alabemos su poder en el cielo!
2 ¡Alabemos sus grandes acciones! ¡Alabemos su incomparable grandeza!
3 ¡Alabémoslo con sonido de trompeta! ¡Alabémoslo con arpas y liras!
4 ¡Alabémoslo con panderos y danzas! ¡Alabémoslo con cuerdas y flautas!
5 ¡Alabémoslo con sonoros platillos! ¡Alabémoslo con platillos vibrantes!
6 ¡Que alaben a Dios todos los seres vivos! ¡Alabemos a nuestro Dios!
🔊 Formato Audio extraído de librivox – Bible (Reina Valera) 19: Salmos
Reflexiones sobre el libro Salmos
El libro de los Salmos es una colección de poemas religiosos que expresan la fe y la esperanza del pueblo de Israel en su Dios. Los salmos forman parte del Antiguo Testamento de la Biblia cristiana y del Tanaj judío, y se dividen en cinco libros que reflejan las distintas etapas de la historia de Israel.
Los salmos son de diversos géneros literarios, como himnos, lamentaciones, súplicas, acciones de gracias, sabiduría y mesianismo. Algunos salmos tienen un carácter individual y otros son colectivos. Muchos salmos tienen un título que indica el autor, la ocasión o el uso litúrgico que se les daba.
Los salmos fueron compuestos a lo largo de varios siglos, desde el tiempo del rey David hasta el exilio babilónico y el período postexílico. David es considerado el autor principal de los salmos, ya que se le atribuyen 73 de ellos, pero también hay otros autores como Asaf, los hijos de Coré, Salomón, Moisés y otros anónimos.
Los salmos son una fuente de inspiración para la oración y la alabanza a Dios, tanto para los judíos como para los cristianos. Los salmos expresan los sentimientos más profundos del ser humano ante Dios, como la confianza, el amor, la gratitud, el arrepentimiento, la angustia y la esperanza. Los salmos también revelan el plan de Dios para su pueblo y para el mundo, y anuncian la venida del Mesías.