Leccionario IX para las Misas con Niños en Tiempo Ordinario

LECCIONARIO IX PARA LAS MISAS CON NIÑOS EN TIEMPO ORDINARIO

Lecturas Misa para niños, TIEMPO ORDINARIO.

Leccionario IX para las Misas con Niños en Tiempo Ordinario

El Leccionario IX para las Misas con Niños en Tiempo Ordinario es una herramienta pastoral invaluable que permite a la Iglesia cumplir su misión educativa de manera efectiva. Al adaptar las lecturas bíblicas al nivel de comprensión de los más jóvenes, la Iglesia siembra las semillas de una fe duradera, asegurando que las nuevas generaciones de fieles crezcan con un profundo entendimiento y aprecio por el misterio de Jesucristo.


PRIMERAS LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Se ha procurado facilitar una visión global de la historia de la salvación en el pueblo de la antigua alianza, historia que arranca del Éxodo y cuya iniciativa es de Dios. Según este criterio, se ha procurado hacer un recorrido por los libros del Éxodo y del Deuteronomio, que describen los grandes acontecimientos del éxodo y de la alianza, y por los escritos de los profetas, que invitan a vivir en coherencia con la alianza.

Por supuesto que esta visión es muy elemental y puede ser complementada con otras perícopas seleccionadas para otros tiempos litúrgicos.

1 PRIMERA LECTURA

Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse

Lector:

Lectura del libro del Éxodo 3, 1-7a. 9-12a

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevo el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.

El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.

Moisés se dijo:

—«Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza».

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:

—«Moisés, Moisés».

Respondió él:

—«Aquí estoy».

Dijo Dios:

—«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado».

Y añadió:

—«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob».

Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.

El Señor le dijo:

—«El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios. Y ahora marcha, te envío al Faraón para que saques a mi pueblo, a los israelitas».

Moisés replicó a Dios:

—«¿Quién soy yo para acudir al Faraón o para sacar a los israelitas de Egipto?».

Respondió Dios:

—«Yo estoy contigo».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 102, 1-2. 6-7 (R.: 8a)

Salmista:

R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.

2 PRIMERA LECTURA

Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto

Lector:

Lectura del libro del Éxodo 14, 21-26. 28-29a. 30-31

En aquellos días, Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.

Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.

Y dijo Egipto:

—«Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto».

Dijo el Señor a Moisés:

—«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».

Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.

Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar.

Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Interleccional: Éxodo 15, 1b-2 (R.: cf. 1b)

Salmista:

R. Cantemos al Señor, sublime es su victoria.

Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabare;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R.

3 PRIMERA LECTURA

Dios hace alianza con su pueblo

Lector:

Lectura del libro del Deuteronomio 7, 6-8a. 9

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo:

—«Tu eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.

Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud.

Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 149, 1-2. 3-4 (R.: 4a)

Salmista:

R. El Señor ama a su pueblo.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y citaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R.

4 PRIMERA LECTURA

Dios guía a su pueblo por el desierto

Lector:

Lectura del libro del Deuteronomio 32, 8a. 9a. 10-12a

Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad,
la porción del Señor fue su pueblo.

Lo encontró en una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos:
Lo rodeó cuidando de él,
lo guardó como a las niñas de sus ojos.

Como el águila incita a su nidada,
revelando sobre los polluelos,

así extendió sus alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas.

El Señor solo los condujo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 76, 12-13. 16a y 21 (R.: 12a)

Salmista:

R. Recuerdo las proezas del Señor.

Recuerdo las proezas del Señor;
si, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas. R.

Con tu brazo rescataste a tu pueblo,
le guiabas como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón. R.

5 PRIMERA LECTURA

Dios da de comer a su pueblo en el desierto

Lector:

Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-15a. 15c-16a

Moisés habló al pueblo, diciendo:

—«Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no.

Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios.

No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 110, 1a y 3b-4. 5-6a (R.: 2a)

Salmista:

R. Grandes son las obras del Señor.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente. R.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar. R.

6 PRIMERA LECTURA

Dios introduce a su pueblo en la tierra prometida

Lector:

Lectura del libro de Josué 1, 1-6a. 7-8a. 9

Después que murió Moisés, siervo del Señor, dijo el Señor a Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés:

—«Moisés, mi siervo, ha muerto. Anda, pasa el Jordán con todo este pueblo, en marcha hacia el país que voy a darles. La tierra donde pongáis el pie os la doy, como prometí a Moisés. Vuestro territorio se extenderá desde el desierto hasta el Líbano, desde el gran río Éufrates hasta el Mediterráneo, en occidente. Mientras vivas, nadie podrá resistirte. Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré.

¡Ánimo, sé valiente! Tú ten mucho ánimo y sé valiente para cumplir todo lo que te mandó mi siervo Moisés; no te desvíes a derecha ni a izquierda, y tendrás éxito en todas tus empresas. Que el libro de esa ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche. ¡Ánimo, sé valiente! No te asustes ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios, en todas tus empresas».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 13-14 (R.: 1a)

Salmista:

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.

7 PRIMERA LECTURA

Dios da reyes a su pueblo para que le conduzca

Lector:

Lectura del segundo libro de Samuel 7, 1-2a. 5a. 8b-10a. 11b. 16

Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el Señor dijo al profeta Natán:

—«Ve y dile a mi siervo David: «Yo te saque de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos.

Te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una dinastía. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre»».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 88, 4-5. 27 y 29 (R.: 2a)

Salmista:

R. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades». R.

Él me invocará: «Tu eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora».
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R.

8 PRIMERA LECTURA

Dios enseña a su pueblo lo que le agrada por medio de los profetas

Lector:

Lectura del libro de Isaías 58, 7-10

Así dice el Señor:

«Parte tu pan con el hambriento,
hospeda a los pobres sin techo,
viste al que ves desnudo,
y no te cierres a tu propia carne.

Entonces romperá tu luz como la aurora,
en seguida te brotará la carne sana;
te abrirá camino la justicia,
detrás irá la gloria del Señor.

Entonces clamarás al Señor,
y te responderá;
gritarás, y te dirá:
«Aquí estoy».

Cuando destierres de ti la opresión,
el gesto amenazador y la maledicencia,
cuando partas tu pan con el hambriento
y sacies el estómago del indigente,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad se volverá mediodía».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 118, 1-2. 7-8 (R.: 1)

Salmista:

R. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.

Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R.

Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente,
tú, no me abandones. R.

9 PRIMERA LECTURA

Dios alimenta y sostiene a su pueblo por medio de los profetas

Lector:

Lectura del libro de Isaías 43, 1-3a. 10-11. 18-19a

Así dice el Señor,
el que te creó, Jacob,
el que te formó, Israel:

«No temas, que te he redimido,
te he llamado por tu nombre,
tú eres mío.

Cuando cruces las aguas,
yo estaré contigo,
la corriente no te anegará;

cuando pases por el fuego, no te quemarás,
la llama no te abrasará.

Porque yo, el Señor, soy tu Dios;
el Santo de Israel es tu salvador.

Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor—,
y mis siervos, a quienes escogí,

para que supierais y me creyerais,
para que comprendierais que soy yo.

Antes de mí no existía ningún dios,
y después de mi ninguno habrá.

Yo, yo soy el Señor;
fuera de mí no hay salvador.

No recordéis lo de antaño,
no penséis en lo antiguo;

mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis?».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 70, 3-4a. 5-6a. 15 y 17 (R.: 15a)

Salmista:

R. Mi boca contará tu auxilio, Señor.

Señor, sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.

Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.

10 PRIMERA LECTURA

Lo que Dios desea de ti: simplemente, que respetes el derecho

Lector:

Lectura de la profecía de Miqueas 6, 6-7a. 8

«¿Con que me acercare al Señor, me inclinaré ante el Dios de las alturas? ¿Me acercare con holocaustos, con novillos de un año? ¿Se complacerá el Señor en un millar de carneros? ¿Le daré un primogénito para expiar mi culpa?».

«Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente, que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andas humilde con tu Dios».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 68, 33-34. 31 y 35 (R.: cf. 34)

Salmista:

R. El Señor escucha a los pobres.

Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R.

Alabare el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas. R.

11 PRIMERA LECTURA

Con cuerdas humanas, con correas de amor le atraía

Lector:

Lectura de la profecía de Oseas 11, 1. 3-4. 8c-9

Así dice el Señor:

—«Cuando Israel era joven, lo amé,
desde Egipto llamé a mi hijo.

Yo enseñe a andar a Efraín,
lo alzaba en brazos;
y él no comprendía que yo lo curaba.

Con cuerdas humanas,
con correas de amor lo atraía;

era para ellos como el que levanta
el yugo de la cerviz,
me inclinaba y le daba de comer.

Se me revuelve el corazón,
se me conmueven las entrañas.

No cederé al ardor de mi cólera,
no volveré a destruir a Efraín;

que soy Dios, y no hombre;
santo en medio de ti,
y no enemigo a la puerta».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 102, 13-14. 17-18a (R.: cf. 17a)

Salmista:

R. La misericordia del Señor sobre sus fieles dura siempre.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. R.

12 PRIMERA LECTURA

Mira a tu rey que viene a ti

Lector:

Lectura de la profecía de Zacarías 9, 9-10a

Así dice el Señor:

«Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén;

mira a tu rey que viene a ti
justo y victorioso; modesto y cabalgando
en un asno, en un pollino de borrica.

Destruirá los carros de Efraín,
los caballos de Jerusalén,
romperá los arcos guerreros,
dictará la paz a las naciones».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 71, 1a y 2. 3-4a. 17 (R.: 7a)

Salmista:

R. Que en sus días florezca la justicia.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que el defienda a los humildes del pueblo
y socorra a los hijos del pobre. R.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R.

13 PRIMERA LECTURA

Resumen de la historia de la alianza antigua

Lector:

Lectura del libro del Sirácida Cf. 44—49

Hagamos el elogio de los hombres ilustres, de la serie de nuestros antepasados. Grande gloria les repartió el Altísimo, los engrandeció desde tiempos antiguos.

Alabemos a los soberanos, por su gobierno del país; a los hombres famosos, por sus hazañas; a los videntes, por sus profecías; a los sabios pensadores, por sus escritos; a los poetas.

Su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará. Sepultados sus cuerpos en paz, vive su fama por generaciones.

Abrahán fue padre de un pueblo numeroso, guardó la ley del Altísimo y pactó una alianza con él; por eso Dios le juró bendecir con su descendencia a las naciones.

A Isaac le aseguró descendencia por causa de Abrahán, su padre; le dio la alianza de sus antepasados y la bendición bajó sobre Israel, a quien confirmó la bendición y le dio la herencia.

De él nació un hombre amado por todos: Moisés. Amado de Dios y de los hombres bendita es la memoria de Moisés: por su fidelidad y humildad lo escogió entre todos los hombres, le hizo escuchar su voz y lo introdujo en la nube espesa; puso en su mano los mandamientos para que enseñase sus leyes y decretos a Israel.

Soldado valiente fue Josué, ministro de Moisés, creado para alcanzar en sus días gran victoria para los elegidos. ¿Quién le pudo resistir cuando peleaba las batallas del Señor?

David invocó al Dios Altísimo, que hizo fuerte su diestra. De todas sus empresas daba gracias alabando la gloria del Dios Altísimo; de todo corazón amó a su Creador, entonando salmos cada día. El Señor le confirió el poder real y le dio un trono en Jerusalén.

Excepto David, Ezequías y Josías, todos se pervirtieron, abandonaron la ley del Altísimo los reyes de Judá. Por eso entregó su poder a otros y su honor a un pueblo extranjero que incendió la ciudad santa y asoló sus calles.

Jeremías lo anunció; creado profeta en el vientre materno, para arrancar, arrasar y demoler, para edificar y plantar y consolidar.

También los doce profetas, ¡revivan sus huesos en la tumba!; ellos reanimaron a Jacob y lo salvaron con firme esperanza.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 32, 1-2. 11-12 (R.: 5b)

Salmista:

R. La misericordia del Señor llena la tierra.

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la citara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R.

Porque el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R.

PRIMERAS LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

PRIMERAS LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

Se ha seguido el mismo criterio de ofrecer una visión global de la historia de la salvación en el pueblo de la nueva alianza o Iglesia, que surge a raíz del acontecimiento de la muerte y resurrección de Jesús y se describe en los libros de los Hechos y en las Cartas.

1 PRIMERA LECTURA

Elección de Matías

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 15a. 21-26

Uno de aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos y dijo:

—«Hace falta que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión».

Propusieron dos nombres: José, apellidado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías. Y rezaron así:

—«Señor, tú penetras el corazón de todos; muéstranos a cuál de los dos has elegido para que, en este ministerio apostólico, ocupe el puesto que dejó Judas para marcharse al suyo propio».

Echaron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 138, 1-2 y 3b. 4-5 (R.: 1)

Salmista:

R. Señor, tú me sondeas y me conoces.

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
todas mis sendas te son familiares. R.

No ha llegado la palabra a mi lengua, y
ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma. R.

2 PRIMERA LECTURA

Curación del paralítico

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 1-10

En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo:

—«Míranos».

Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo:

—«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar».

Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 104, 1-2. 8-9

Salmista:

R. La misericordia del Señor llena la tierra.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R.

3 PRIMERA LECTURA

Discurso de Pedro y primeras conversiones

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-16. 26

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al Pórtico de Salomón donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, le dirigió la palabra:

—«Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto?, ¿por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.

Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.

Como éste que veis aquí, y que conocéis, ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido totalmente la salud, a la vista de todos vosotros. Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición si os apartáis de vuestros pecados».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 8, 2 y 5. 6-7 (R.: 2)

Salmista:

R. Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en
toda la tierra!

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies. R.

4 PRIMERA LECTURA

Los primeros cristianos

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-36a. 37

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.

Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.

Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo necesitaba cada uno.

José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 32, 12-13. 18-19 (R.: 12b)

Salmista:

R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

5 PRIMERA LECTURA

Prendimiento de los apóstoles

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 17-29

En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido, llenos de envidia, mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la celda y los sacó fuera, diciéndoles:

—«Id al templo y explicadle allí al pueblo íntegramente este modo de vida».

Entonces, ellos entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar. Llegó entre tanto el sumo sacerdote con los de su partido, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos israelitas, y mandaron por los presos a la cárcel. Fueron los guardias, pero no los encontraron en la celda, y volvieron a informar:

—«Hemos encontrado la cárcel cerrada, con las barras echadas, y a los centinelas guardando las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro».

El comisario del templo y los sumos sacerdotes no atinaban a explicarse que había pasado con los presos. Uno se presentó, avisando:

—«Los hombres que metisteis en la cárcel están ahí en el templo y siguen enseñando al pueblo».

El comisario salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease. Los condujeron a presencia del Sanedrín, y el sumo sacerdote les interrogó:

—«¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ese? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre». Pedro y los apóstoles replicaron:

—«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 33, 2 y 9. 19-20 (R.: 7a)

Salmista:

R. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R.

6 PRIMERA LECTURA

Intervención de Gamaliel

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 34-42

En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera un momento a aquellos hombres y dijo:

—«Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. No hace mucho salió un tal Teudas, dándoselas de hombre importante, y se le juntaron unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, dispersaron a todos sus secuaces, y todo acabó en nada.

Más tarde, cuando el censo, salió Judas el Galileo, arrastrando detrás de si gente del pueblo; también pereció, y dispersaron a todos sus secuaces.

En el caso presente, mi consejo es éste: No os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se dispersarán; pero, si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios».

Le dieron la razón y llamaron a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 4 (R.: cf. 4a)

Salmista:

R. Una cosa pido al Señor:
habitar en su casa.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.

7 PRIMERA LECTURA

Martirio de Esteban

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 8-9a. 9c-10. 12-15; 7, 54-60

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.

Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, agarraron a Esteban por sorpresa y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:

—«Este individuo no para de hablar contra el templo y la Ley. Le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá el templo y cambiará las tradiciones que recibimos de Moisés».

Todos los miembros del Sanedrín miraron a Esteban, y su rostro les pareció el de un ángel.

Oyendo sus palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:

—«Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».

Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:

—«Señor Jesús, recibe mi espíritu».

Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito:

—«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».

Y, con estas palabras, expiró.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 30, 3b-4. 6 y 7b-8a (R.: 6a)

Salmista:

R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Señor, sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R.

8 PRIMERA LECTURA

Felipe y el etíope

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 8, 26-31. 35-39a. 39c-40

En aquellos días, el ángel del Señor le dijo a Felipe:

—«Ponte en camino hacia el Sur, por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el desierto».

Se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un ministro de la reina de Etiopía, que había ido en peregrinación a Jerusalén. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías.

El Espíritu dijo a Felipe:

—«Acércate y pégate a la carroza».

Felipe se acercó corriendo, le oyó leer, y le preguntó:

—«¿Entiendes lo que estás leyendo?».

Contestó:

—«¿Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?».

Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. Felipe se puso a hablarle y le anunció el Evangelio de Jesús. En el viaje llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el etíope:

—«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?».

Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, siguió su viaje lleno de alegría.

Felipe fue a parar a Azoto y fue evangelizando los poblados hasta que llegó a Cesarea.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 65, 8-9. 16-17 (R.: 1)

Salmista:

R. Aclama al Señor, tierra entera.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies. R.

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R.

9 PRIMERA LECTURA

La vocación de Pablo

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 1-22

En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres.

En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:

—«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».

Preguntó él:

—«¿Quién eres, Señor?».

Respondió la voz:

—«Soy Jesús, a quien tu persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer».

Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.

Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:

—«Ananías».

Respondió él:

—«Aquí estoy, Señor».

El Señor le dijo:

—«Ve a la calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista».

Ananías contestó:

—«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».

El Señor le dijo:

—«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre».

Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:

—«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo».

Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas.

Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios. Los oyentes quedaban asombrados y comentaban:

—«¿No es éste el que se enseñaba en Jerusalén contra los que invocan este nombre?, y ¿no había venido aquí precisamente para llevárselos presos a los sumos sacerdotes?».

Pero Pablo se crecía y tenía confundidos a los judíos de Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 116, 1. 2 (R.: Mc 16, 15)

Salmista:

R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.

10 PRIMERA LECTURA

Pedro bautiza a Cornelio

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 25-27. 34b-35. 44-48

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo:

—«Levántate, que soy un hombre como tú».

Entró en la casa conversando con él, encontró a muchas personas reunidas y les dijo:

—«Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea».

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras.

Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos,1 que hablan venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles 2

Pedro añadió:

—«¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?».

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo.

Le rogaron que se quedara unos días con ellos.

Palabra de Dios.


1 «Circuncisión»: Es la incisión que se hace en el prepucio. Costumbre de algunos pueblos antiguos para significar la integración en la vida religiosa judía.

2«Gentiles»: En la primitiva Iglesia, se daba este nombre a los hombres que guardaban una religión distinta a la judía o la cristiana.


SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 97, 1-2a. 2b-3a. 3b-4 (R.: 4a)

Aclama al Señor, tierra entera.

Salmista:

R. Aclama al Señor, tierra entera.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R.

11 PRIMERA LECTURA

Concilio de Jerusalén


«Circuncisión»: Es la incisión que se hace en el prepucio. Costumbre de algunos pueblos antiguos para significar la integración en la vida religiosa judía.


Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 15, 1-13. 19. 22-24. 28. 30-31

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. La Iglesia los proveyó para el viaje; atravesaron Fenicia y Samaria, contando a los hermanos cómo se convertían los gentiles y alegrándolos mucho con la noticia. Al llegar a Jerusalén, la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros los recibieron muy bien; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.

Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, intervinieron, diciendo:

—«Hay que circuncidarlos y exigirles que guarden la ley de Moisés».

Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto. Después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:

—«Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocáis a Dios ahora, imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús».

Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron, Santiago resumió la discusión, diciendo:

—«A mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios».

Los apóstoles y los presbíteros eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta:

—«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.

Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables».

Los despidieron, y ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la Iglesia y entregaron la carta. Al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron mucho.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 56, 8. 10-11 (R.: 10a)

Salmista:

R. Te daré gracias ante los pueblos, Señor.

Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar. R.

Te daré gracias ante los pueblos,
Señor; tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes. R.

12 PRIMERA LECTURA

Predicación de Pablo en Atenas

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 17, 15a. 22a. 23-25. 30b—18, 1

En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas. Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:

—«Atenienses, paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, me encontré un altar con esta inscripción: «Al Dios desconocido».

Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. El Dios que hizo el mundo y lo que contiene, él es Señor de cielo y tierra y no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas; como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo.

Dios manda a todos los hombres en todas partes que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre designado por él; y ha dado a todos la prueba de esto, resucitándolo de entre los muertos».

Al oír «resurrección de muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:

—«De esto te oiremos hablar en otra ocasión».

Pablo se marchó del grupo. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más.

Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 148, 1-2. 11-12

Salmista:

R. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y las doncellas,
los viejos junto con los niños. R.

13 PRIMERA LECTURA

Águila y Priscila siguen a Pablo

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 18, 9-18a

Estando Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión:

—«No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío».

Pablo se quedó allí un año y medio, explicándoles la palabra de Dios.

Pero, siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron en masa contra Pablo, lo condujeron al tribunal y lo acusaron:

—«Éste induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la Ley».

Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Galión dijo a los judíos:

—«Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, seria razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, arreglaos vosotros. Yo no quiero meterme a juez de esos asuntos».

Y ordenó despejar el tribunal.

Entonces agarraron a Sóstenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal. Galión no hizo caso.

Pablo se quedó allí algún tiempo; luego se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria con Priscila y Águila.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 95, 1-2a. 2b-3. 7-8a. 10

Salmista:

R. Anunciare tu paz a mis hermanos.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.

Proclamad día tras día su victoria,
contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R.

14 PRIMERA LECTURA

Predicación de Pablo en Éfeso

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 19, 1b-9a. 10

En aquellos días, Pablo atravesó la meseta y llego a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó:

—«¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?».

Contestaron:

—«Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo».

Pablo les volvió a preguntar:

—«Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?».

Respondieron:

—«El bautismo de Juan».

Pablo les dijo:

—«El bautismo de Juan era signo de conversión, y él decía al pueblo que creyesen en el que iba a venir después, es decir, en Jesús».

Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.

Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses habló en público del reino de Dios, tratando de persuadirlos. Como algunos se obstinaban en no dejarse convencer y desacreditaban el camino aquel delante de la asamblea, Pablo prescindió de ellos y formo grupo aparte con los discípulos.

Esto duró dos años, y así todos los habitantes de Asia, lo mismo judíos que griegos, pudieron escuchar la palabra del Señor.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 67, 4-5a y 5c. 6a y 7a (R.: 33a)

Salmista:

R. Reyes de la tierra, cantad al Señor.

Los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor;
su nombre es el Señor. R.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R.

15 PRIMERA LECTURA

Pablo resucita a un joven

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 20, 7-12

El primer día de la semana, nos reunimos a partir el pan; Pablo les estuvo hablando y, como iba a marcharse al día siguiente, prolongó el discurso hasta medianoche. Había lámparas en abundancia en la sala de arriba, donde estábamos reunidos.

Un muchacho, de nombre Eutiquio, estaba sentado en la ventana. Mientras Pablo hablaba y hablaba, le iba entrando cada vez más sueño; al final, vencido por él, se cayó del tercer piso abajo. Lo levantaron ya cadáver, pero Pablo bajó, se echó sobre él y, abrazándolo, dijo:

—«No os alarméis, que tiene aliento».

Volvió a subir, partió el pan y cenó. Estuvo conversando largo hasta el alba y, por fin, se marchó.

Por lo que hace al muchacho, lo trajeron vivo, con gran consuelo de todos.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 115, 12-13. 14-15. 16-17 (R.: 12)

Salmista:

R. ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R.

Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza
invocando tu nombre, Señor. R.

16 PRIMERA LECTURA

Pablo se despide de los responsables de la comunidad de Éfeso

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 20, 17-25. 28. 32a. 33-37. 38b

En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando se presentaron, les dijo:

—«Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos.

Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús.

Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu.

No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios.

He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre.

Ahora os dejo en manos de Dios. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: «Hay más dicha en dar que en recibir»».

Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban. Y lo acompañaron hasta el barco.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 39, 2 y 4a. 10. 11b (R.: 8)

Salmista:

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.

He contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.

17 PRIMERA LECTURA

Defensa de Pablo

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 21, 17. 26b. 27b-28b. 30-33a; 22, 24b—23, 1. 6b-7a. 10-11

Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron gustosos. Pablo entró en el templo, y los judíos de Asia, que lo vieron en el templo, alborotaron al gentío y agarraron a Pablo, gritando:

—«¡Auxilio, israelitas! Éste es el individuo que ataca a nuestro pueblo, a nuestra ley y a este lugar».

El revuelo cundió por toda la ciudad, y hubo una avalancha de gente; agarraron a Pablo, lo sacaron del templo a rastras e inmediatamente cerraron las puertas. Intentaban matarlo, cuando llego noticia al tribuno de la guarnición de que toda Jerusalén andaba revuelta. Inmediatamente cogió soldados y centuriones y bajó corriendo. Al ver al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.

El tribuno se acercó, agarró a Pablo y dio orden de que lo ataran con dos cadenas.

Ordenó que lo hicieran hablar a latigazos, para averiguar por qué gritaban así contra él. Mientras lo estiraban con las correas, pregunto Pablo al centurión que estaba presente:

—«¿Os está permitido azotar a un ciudadano romano sin previa sentencia?».

Al oírlo, el centurión fue a avisar al tribuno:

—«Mira bien lo que vas a hacer, ese hombre es romano».

Acudió el tribuno y le pregunto:

—«Dime, ¿tú eres romano?».

Pablo respondió:

—«Sí».

El tribuno añadió:

—«A mí la ciudadanía romana me ha costado una fortuna».

Pablo contestó:

—«Pues yo la tengo de nacimiento».

Los que iban a hacerlo hablar se retiraron enseguida, y el tribuno tuvo miedo de haberle puesto cadenas, siendo ciudadano romano.

Al día siguiente, queriendo poner en claro de que lo acusaban los judíos, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno, bajó Pablo y lo presentó ante ellos. Pablo, mirando al Sanedrín, dijo:

—«Hermanos, yo, hasta ahora, he procedido ante Dios con la mejor conciencia. Yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos».

Apenas dijo esto, se produjo un altercado, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.

La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo:

—«¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 27, 7. 8-9 (R.: 6)

Salmista:

R. Bendito el Señor,
que escuchó mi voz suplicante.

El Señor es mi fuerza y mi escudo:
en él confía mi corazón;
me socorrió, y mi corazón se alegra
y le canta agradecido. R.

El Señor es fuerza para su pueblo,
apoyo y salvación para su Ungido.
Salva a tu pueblo y bendice tu heredad,
sé su pastor y llévalos siempre. R.

18 PRIMERA LECTURA

Pablo en Roma

Lector:

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 28, 15-16. 30-31

En aquellos días, los hermanos de Roma, que tenían noticias de nuestras peripecias, salieron a recibirnos al Foro Apio y Tres Tabernas. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y se sintió animado.

En Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con un soldado que lo vigilase.

Vivió allí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 97, 1-2a. 2b-3a. 3b-4 (R.: 2b)

Salmista:

R. El Señor revela a las naciones su justicia.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

19 PRIMERA LECTURA

Saludad a la Iglesia que se reúne en su casa

Lector:

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 16, 3-9. 16. 22-23

Hermanos:

Saludos a Prisca y Águila, colaboradores míos en la obra de Cristo Jesús; por salvar mi vida expusieron su cabeza, y no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las Iglesias de los gentiles.

Saludad a la Iglesia que se reúne en su casa.

Saludos a mi querido Epéneto, el primer convertido de Cristo en Asia. Saludos a María, que ha trabajado mucho por vosotros.

Saludos a Andrónico y Junia, mis paisanos y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo. Saludos a Ampliato, mi amigo en el Señor. Saludos a Urbano, colaborador mío en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquis.

Saludaos unos a otros con el beso ritual. Todas las Iglesias de Cristo os saludan.

Yo, Tercio, que escribo la carta, os mando un saludo en el Señor. Os saluda Gayo, que me hospeda, y toda esta Iglesia.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 144, 2-3. 4-5. 6-7

Salmista:

R. Gloria a ti, Señor.

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R.

Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R.

Encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa
bondad, y aclaman tus victorias. R.

20 PRIMERA LECTURA

Si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena

Lector:

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 13, 1-8a. 13

Hermanos:

Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.

Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.

El amor no pasa nunca.

En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 118, 97-98. 101-102 (R.: 97a)

Salmista:

R. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

¡Cuánto amo tu voluntad!:
todo el día la estoy meditando;
tu mandato me hace más sabio que mis enemigos,
siempre me acompaña. R.

Aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra;
no me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido. R.

21 PRIMERA LECTURA

Vuestra vocación es la libertad

Lector:

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 5, 13-l4. 16. 19-21a. 22-23a

Hermanos:

Vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor.

Porque toda la Ley se concentra en esta frase: «Amarás al prójimo como a ti mismo».

Yo os lo digo: andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne. Las obras de la carne están patentes: impureza, enemistades, envidias, rencores, discordias…

En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 1, 1a y 1c-2. 3

Salmista:

R. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

Dichoso el hombre
que no entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas. R.

22 PRIMERA LECTURA

Tomad las armas de Dios

Lector:

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 6, 10. 14-20

Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder.

Estad firmes, repito: abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagaran las flechas incendiarias del malo.

Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios, insistiendo y pidiendo en la oración. Orad en toda ocasión con la ayuda del Espíritu. Tened vigilias en que oréis con constancia por todos los santos.

Pedid también por mí, para que Dios abra mi boca y me conceda palabras que anuncien sin temor el misterio contenido en el Evangelio, del que soy embajador en cadenas. Pedid que tenga valor para hablar de él como debo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 143, 1. 2. 9a y 10a (R.: 1a)

Salmista:

R. Bendito el Señor, mi Roca.

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R.

Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio. R.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo. R.

23 PRIMERA LECTURA

Siendo muchos, somos un solo cuerpo

Lector:

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 5-16a

Hermanos:


Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros.

Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado.

Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo.

En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, si, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 144, 2-3. 4-5. 10-11

Salmista:

R. Gloria a ti, Señor.

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R.

Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R.

Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.

24 PRIMERA LECTURA

Todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo

Lector:

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 7-8. 12-14

Todo lo que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo perdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.

Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo.

No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.

Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 15, 1-2 y 8. 11 (R.: 8a)

Salmista:

R. Tengo siempre presente al Señor.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tu eres mi bien».
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

25 PRIMERA LECTURA

Sé de quién me he fiado

Lector:

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 1-6. 8. 11-12; 4, 6-8

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido: te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día.

Ansío verte para llenarme de alegría refrescando la memoria de tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro tienes también tú. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos.

No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.

De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.

Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.

Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 144, 10-11. 17-18

Salmista:

R. Tus amigos, Señor, proclaman tu gloria.

Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R.

26 PRIMERA LECTURA

Poned empeño en añadir a la piedad el cariño fraterno

Lector:

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 1, 5a. 7. 12-15

Hermanos:

Poned todo empeño en añadir a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor.

Nunca dejaré de recordaros estas cosas, aunque ya las sabéis y seguís firmes en la verdad que llegó hasta vosotros. Mientras habito en esta tienda de campaña, creo deber mío refrescaros la memoria, sabiendo que pronto voy a dejarla, como me lo comunicó nuestro Señor Jesucristo.

Pondré empeño en que, incluso después de mi muerte, siempre que haga falta, tengáis la posibilidad de acordaros de esto.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 90, 1-2. 14 (R.: 2b)

Salmista:

R. Dios mío, confío en ti.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti». R.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé». R.

27 PRIMERA LECTURA

Corramos, fijos los ojos en Jesús

Lector:

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 1-3

Hermanos:

Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 21, 27. 31-32 (R.: cf. 27b)

Salmista:

R. Te alabarán, Señor, los que te buscan.

Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R.

28 PRIMERA LECTURA

A los que yo amo los reprendo y los corrijo

En su nombre habla a todos cuantos quieren escucharle, invitándoles a convertirse.

Lector:

Lectura del libro del Apocalipsis 3, 14-22

Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así:


—«Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: «Soy rico, tengo reservas y nada me falta». Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.

A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Se ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entrare y comeremos juntos.

Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 14, 2-3a. 3bc y 5 (R.: cf. Ap 3, 21)

Salmista:

R. A los vencedores los sentaré en mi trono.

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente. R.

29 PRIMERA LECTURA

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva

Lector:

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1a. 2-5a; 22, 1. 17. 20

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono:

—«Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado».

Y el que estaba sentado en el trono dijo:

—«Todo lo hago nuevo».

El ángel del Señor me mostró el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.

El Espíritu y la novia dicen:

—«¡Ven!».

El que lo oiga, que repita:

—«¡Ven!».

El que tenga sed, y quiera, que venga a beber de balde el agua viva.

El que se hace testigo de estas cosas dice:

—«Si, voy a llegar en seguida».

Amén. Ven, Señor Jesús.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 94, 1-2. 3-4. 6-7 (R.: Ap 22, 20)

Salmista:

R. ¡Ven, Señor Jesús!

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes. R.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.

Evangelios – Tiempo Ordinario

I. Jesús anuncia la Buena Noticia con hechos y palabras: El Reino está entre nosotros

En los textos seleccionados se ha procurado ofrecer una visión global de la persona y del mensaje de Jesús, recorriendo el itinerario de los mismos discípulos, que primero convivieron con el Maestro, cuando recorría aldeas y ciudades de Palestina anunciando el Reino con hechos y con palabras, y poco a poco, en el seguimiento de Jesús, fueron descubriendo el misterio de su persona: Jesús es el Hijo de Dios. De acuerdo con este criterio, los textos evangélicos han quedado agrupados en estos grandes apartados:

I. Jesús anuncia la Buena Noticia con hechos y palabras: El Reino esté entre nosotros

1 EVANGELIO

Proclamación del Reino

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 14-15

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:

—«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio».

Palabra del Señor.

2 EVANGELIO

Jesús recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 35-39

En aquel tiempo, Jesús se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:

—«Todo el mundo te busca».

Él les respondió:

—«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Palabra del Señor.

3 EVANGELIO

Las bienaventuranzas

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

—«Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Palabra del Señor.

4 EVANGELIO

Parábola del sembrador

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-9. 16-17

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.

Les habló mucho rato en parábolas:

—«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayo al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.

Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.

Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.

El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta.

El que tenga oídos que oiga.

¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron».

Palabra del Señor.

5 EVANGELIO

Parábolas del grano de mostaza y de la levadura

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-3a. 31-33

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.

Les habló mucho rato en parábolas:

—«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas».

Les dijo otra parábola:

—«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente».

Palabra del Señor.

6 EVANGELIO

Multiplicación de los panes y los peces

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 34-44

En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle:

—«Estamos en despoblado, y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer».

Él les replicó:

—«Dadles vosotros de comer».

Ellos le preguntaron:

—«¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?».

Él les dijo:

—«¿Cuántos panes tenéis? Id a ver».

Cuando lo averiguaron le dijeron:

—«Cinco, y dos peces».

Él les mandó que hicieran recostarse a la gente sobre la hierba en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de ciento y de cincuenta.

Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces.

Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces.

Los que comieron eran cinco mil hombres.

Palabra del Señor.

7 EVANGELIO

Curación del ciego Bartimeo

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:

—«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mi».

Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

—«Hijo de David, ten compasión de mí».

Jesús se detuvo y dijo:

—«Llamadlo».

Llamaron al ciego, diciéndole:

—«Ánimo, levántate, que te llama».

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo:

—«¿Qué quieres que haga por ti?».

El ciego le contestó:

—«Maestro, que pueda ver».

Jesús le dijo:

—«Anda, tu fe te ha curado».

Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor.


O bien:


Curación del criado de un centurión


Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 1-10

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entro en Cafarnaún.

Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:

—«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga».

Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:

—«Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; y a mi criado: «Haz esto», y lo hace».

Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:

—«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».

Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

Palabra del Señor.

8 EVANGELIO

Jesús da gracias a Dios Padre porque ha querido revelar el Evangelio
a la gente sencilla

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús:

—«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

9 EVANGELIO

Jesús alaba la generosidad de los pobres

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 41-44

En aquel tiempo, estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo:

—«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.

10 EVANGELIO

Jesús restituye a la sociedad a los marginados

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 12-16

Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó:

—«Señor, si quieres puedes limpiarme».

Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo:

—«Quiero, queda limpio».

Y en seguida le dejó la lepra.

Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió:

—«Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste».

Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades.

Pero él solía retirarse a despoblado para orar.

Palabra del Señor.

11 EVANGELIO

Jesús acoge a los niños

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 13-16

En aquel tiempo, acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.

Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:

—«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él».

Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

12 EVANGELIO

Jesús devuelve la vida a los muertos: la hija de Jairo

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-24. 35b-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:

—«Mi niña está en las ultimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente.

Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:

—«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:

—«No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:

—«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:

—«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

13 EVANGELIO

Jesús acoge a los pecadores, come y bebe con ellos

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 15-17

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos.

Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos:

—«¡De modo que come con publicanos y pecadores!».

Jesús lo oyó y les dijo:

—«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Palabra del Señor.


O bien:


Jesús perdona a una mujer

 Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:

—«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora».

Jesús tomó la palabra y le dijo:

—«Simón, tengo algo que decirte».

Él respondió:

—«Dímelo, maestro».

Jesús le dijo:

—«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?».

Simón contestó:

—«Supongo que aquel a quien le perdono más».

Jesús le dijo:

—«Has juzgado rectamente».

Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:

—«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama».

Y a ella le dijo:

—«Tus pecados están perdonados».

Los demás convidados empezaron a decir entre sí:

—«¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?».

Pero Jesús dijo a la mujer:

—«Tu fe te ha salvado, vete en paz».

Palabra del Señor.

14 EVANGELIO

Jesús se retira para hablar con Dios, su Padre

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 12-13

En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles.

Palabra del Señor.

15 EVANGELIO

Jesús enseña a sus discípulos a orar a Dios, su Padre

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 1-4

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:

—«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo:

—«Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación»».

Palabra del Señor.


O bien:

 Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-2; 6, 5-13

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

—«Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga.

Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis.

Vosotros rezad así:

«Padre nuestro del cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy el pan nuestro de cada día,
perdónanos nuestras ofensas,
pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido,
no nos dejes caer en la tentación,
sino líbranos del Maligno»».

Palabra del Señor.

16 EVANGELIO

Vocación de los primeros discípulos

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

—«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar».

Simón contestó:

—«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

—«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador».

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

—«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.


O bien:


 Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 16-20

En aquel tiempo, pasando junto al lago de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.

Jesús les dijo:

—«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres».

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Palabra del Señor.


II. Jesús dice: Ven y sígueme

1. Llamadas de Jesús

17 EVANGELIO

Vocación de los primeros discípulos

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 35-40. 43-51

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:

—«Éste es el Cordero de Dios».

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

—«¿Qué buscáis?».

Ellos le contestaron:

—«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?».

Él les dijo:

—«Venid y lo veréis».

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan.

Al día siguiente, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice:

—«Sígueme».

Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice:

—«Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».

Natanael le replico:

—«¿De Nazaret puede salir algo bueno?».

Felipe le contestó:

—«Ven y verás».

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de el:

—«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta:

—«¿De qué me conoces?».

Jesús le responde:

—«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió:

—«Rabí, tu eres el Hijo de Dios, tu eres el Rey de Israel».

—«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió:

—«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

18 EVANGELIO

El joven rico

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 17-23

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acerco uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:

—«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

Jesús le contestó:

—«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

El replicó:

—«Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño».

Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:

—«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme».

A estas palabras, el frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.

Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

—« ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!».

Palabra del Señor.

19 EVANGELIO

La mies es abundante

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 35-38

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias.

Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:

—«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Palabra del Señor.

20 EVANGELIO

Es Jesús quien elige a sus discípulos

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 14-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.

Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y déis fruto, y vuestro fruto dure.

De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.

Esto os mando: que os améis unos a otros».

Palabra del Señor.

II. Jesús dice: «Ven y sígueme»

2. Seguir a Jesús es una gran alegría y una gran exigencia

21 EVANGELIO

El Reino es un tesoro y una perla fina

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 44-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo; el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

Palabra del Señor.

22 EVANGELIO

Los que siguen a Jesús confían en el Padre

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 24-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con que os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?

¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con que os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.

Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos».

Palabra del Señor.

23 EVANGELIO

Los que siguen a Jesús cumplen la voluntad del Padre

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-31a

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

—«¿Que os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña». Él le contestó: «No quiero». Pero después recapacitó y fue.

Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, Señor». Pero no fue.

¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?».

Contestaron:

—«El primero».

Palabra del Señor.

24 EVANGELIO

Los que siguen a Jesús no deben temer

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 28-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

—«No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones».

Palabra del Señor.

25 EVANGELIO

Seguir a Jesús exige que sirvamos a los demás

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 33-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:

«¿De qué discutíais por el camino?».

Ellos no contestaron, pues por el camino hablan discutido quien era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:

—«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazo y les dijo:

—«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

Palabra del Señor.

26 EVANGELIO

Los que siguen a Jesús aman a los enemigos

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 43-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Palabra del Señor.

27 EVANGELIO

Los que siguen a Jesús perdonan siempre

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-32a. 33-35

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:

—«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?».

Jesús le contesta:

—«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:

«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo».

El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:

«Págame lo que me debes».

El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:

«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré».

Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:

«¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?».

Y el señor, indignado, lo entrego a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

Palabra del Señor.

28 EVANGELIO

No juzgar a los demás

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 1-5

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Déjame que te saque la mota del ojo», teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano».

Palabra del Señor.

29 EVANGELIO

Amar a Dios y amar al prójimo: el primero de todos los mandamientos

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le pregunto:

—«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

Respondió Jesús:

—«El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es este: «Amaras a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que estos».

El escriba replicó:

—«Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

—«No estás lejos del reino de Dios».

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

30 EVANGELIO

El mandamiento nuevo

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 33a. 34-35

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros».

Palabra del Señor.

31 EVANGELIO

Las exigencias de Jesús son mensaje de vida eterna

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 66-68

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:

—«¿También vosotros queréis marcharos?».

Simón Pedro le contestó:

—«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna».

Palabra del Señor.


III. Los hombres se preguntan: «¿Quién es Jesús?».

32 EVANGELIO

Jesús llama «Abba» a Dios; se hace igual que el

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 7-11a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».

Felipe le dice:

—«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».

Jesús le replica:

—«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí».

Palabra del Señor.

33 EVANGELIO

Jesús hace cosas admirables

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 35-41

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Vamos a la otra orilla».

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole:

—«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?».

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:

—«¡Silencio, cállate!».

El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:

—«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».

Se quedaron espantados y se decían unos a otros:

—«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».

Palabra del Señor.

34 EVANGELIO

Jesús cura en sábado

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 9-14

En aquel tiempo, Jesús se marchó de allí y fue a la sinagoga de ellos. Había allí un hombre con un brazo paralítico; para poder acusar a Jesús, le preguntaron:

—«¿Está permitido curar en sábado?».

Él les respondió:

—«Supongamos que uno de vosotros tiene una oveja, y que un sábado se le cae en una zanja, ¿la agarra y la saca, o no?

Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por lo tanto, está permitido hacer bien en sábado».

Entonces le dijo al hombre:

—«Extiende el brazo».

Lo extendió, y quedó sano y normal como el otro.

Al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús.

Palabra del Señor.

35 EVANGELIO

Jesús habla con autoridad

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 21-22

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad

Palabra del Señor.

36 EVANGELIO

Jesús perdona pecados

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 1-12

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa.

Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra.

Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.

Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico:

—«Hijo, tus pecados quedan perdonados».

Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:

—«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?».

Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:

—«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar?».

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…».

Entonces le dijo al paralítico:

—«Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa».

Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:

—«Nunca hemos visto una cosa igual».

Palabra del Señor.

37 EVANGELIO

El Espíritu del Señor está sobre Jesús

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 16-30

En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.

Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,

y a los ciegos la vista;
para dar la libertad a los oprimidos,

para anunciar el año de gracia del Señor».

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

—«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».

Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

Y decían:

—«¿No es éste el hijo de José?».

Y Jesús les dijo:

—«Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Medico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».

Y añadió:

—«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio».

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.

Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra del Señor.

38 EVANGELIO

Jesús es el Hijo amado del Padre

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 38-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—«He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Los judíos lo criticaban porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían:

—«¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Jesús tomó la palabra y les dijo:

—«No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día».

Palabra del Señor.

39 EVANGELIO

Jesús es el camino, la verdad y la vida

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-7

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino».

Tomás le dice:

—«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».

Jesús le responde:

—«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».

Palabra del Señor.


IV. Jesús es nuestro Señor y nuestro Dios

40 EVANGELIO

Jesús es el Mesías

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-16

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

—«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:

—«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les pregunto:

—«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

—«Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Palabra del Señor.

41 EVANGELIO

Señor mío y Dios mío

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con los discípulos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

—«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:

—«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

—«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:

—«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:

—«¡Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:

—«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

Palabra del Señor.

42 EVANGELIO

Jesús es uno con el Padre

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 24-30

En aquel tiempo, los judíos, rodeando a Jesús, le preguntaban:

—«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».

Jesús les respondió:

—«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Palabra del Señor.


V. Ven, Señor Jesús

43 EVANGELIO

Invitados al banquete

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 15-24

En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús:

—«¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!».

Jesús le contestó:

—«Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados:

«Venid, que ya está preparado».

Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo:

«He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor».

Otro dijo:

«He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor».

Otro dijo:

«Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir».

El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado:

«Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos».

El criado dijo:

«Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio».

Entonces el amo le dijo:

«Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se me llene la casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete»».

Palabra del Señor.

44 EVANGELIO

Estad preparados como siervos vigilantes

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.

Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

45 EVANGELIO

Parábola de los talentos

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

—«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.

El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.

En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

«Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco».

Su señor le dijo:

«Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor».

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:

«Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos».

Su señor le dijo:

«Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor».

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:

«Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo».

El señor le respondió:

«Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes»».

Palabra del Señor.

46 EVANGELIO

Nos juzgarán sobre el amor

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante el todas las naciones.

Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.

Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha:

«Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme».

Entonces los justos le contestarán:

«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?».

Y el rey les dirá:

«Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis».

Y entonces dirá a los de su izquierda:

«Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis».

Entonces también éstos contestarán:

«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?».

Y él replicará:

«Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo».

Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor.



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