Común de doctores de la Iglesia

Lecturas Común de doctores de la Iglesia

LECCIONARIO V. Común de doctores de la Iglesia

Lecturas Común de doctores de la Iglesia.

El Leccionario V, Común de Doctores de la Iglesia, es un conjunto de lecturas bíblicas seleccionadas para las celebraciones litúrgicas que conmemoran a los doctores de la Iglesia. Estos doctores son santos reconocidos por su sabiduría y enseñanza en asuntos de teología y doctrina. Las lecturas en este leccionario destacan las enseñanzas y las vidas de estos doctores, proporcionando a los fieles una oportunidad para reflexionar sobre sus contribuciones a la Iglesia y a la comprensión de la fe cristiana. A través de estas lecturas, se invita a los fieles a profundizar en su fe y a buscar la sabiduría en las enseñanzas de estos grandes santos. Cada celebración es una oportunidad para aprender y crecer en la fe a través de las palabras y las vidas de estos doctores de la Iglesia.

PRIMERA LECTURA. Fuera del tiempo pascual

1. Te doy un corazón sabio e inteligente

Lectura del primer libro de los Reyes 3, 11-14

En aquellos días, Dios dijo a Salomón:

—«Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.

Y te daré también lo que no has pedido: riquezas y fama, mayores que las de rey alguno.

Y, si caminas por mis sendas, guardando mis preceptos y mandatos, como hizo tu padre David, te daré larga vida».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 36, 3-4. 5-6. 30-31 (R.: 30a)

RLa boca del justo expone la sabiduría.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y. él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía. R.

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan. R.

2. Quise más la sabiduría que la salud y la belleza

Lectura del libro de la Sabiduría 7, 7-10. 15-16

Supliqué, y se me concedió la prudencia;
invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría.

La preferí a cetros y tronos,
y, en su comparación, tuve en nada la riqueza.

No le equiparé la piedra más preciosa,
porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena,
y, junto a ella, la plata vale lo que el barro.

La quise más que la salud y la belleza,
y me propuse tenerla por luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.

Que me conceda Dios saber expresarme y pensar
como corresponde a ese don,

pues él es el mentor de la sabiduría
y quien marca el camino a los sabios.

Porque en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras,
y toda la prudencia y el talento.


Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 18, 8. 9. 10. 11 (R.: 10b)

RLos mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R.

Los mandamientos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.

3. Lo llena de sabiduría e inteligencia

Lectura del libro de Sirácida 15, 1-6

El que teme al Señor obrará así,
observando la ley, alcanzará la sabiduría.

Ella le saldrá al encuentro como una madre
y lo recibirá como la esposa de la juventud;

lo alimentará con pan de sensatez
y le dará a beber agua de prudencia;

apoyado en ella no vacilará
y confiado en ella no fracasará;

lo ensalzará sobre sus compañeros,
para que abra la boca en la asamblea;

lo llena de sabiduría e inteligencia,
lo cubre con vestidos de gloria;

alcanzará gozo y alegría,
le dará un nombre perdurable.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 118, 9. 10. 11. 12. 13. 14 (R.: 12b)

R. Enséñame, Señor, tus leyes.

¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras. R.

Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.

En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti. R.

Bendito eres, Señor,
enséñame tus leyes. R.

Mis labios van enumerando
los mandamientos de tu boca. R.

Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R.

4. Se llenará de espíritu de inteligencia

Lectura del libro de Sirácida 39, 6-11

Si el Señor lo quiere,
él se llenará de espíritu de inteligencia;

Dios le hará derramar sabias palabras,
y él confesará al Señor en su oración;

Dios guiará sus consejos prudentes,
y él meditará sus misterios;

Dios le comunicará su doctrina y enseñanza,
y él se gloriará de la ley del Altísimo.

Muchos alabarán su inteligencia,
que no perecerá jamás;

nunca faltará su recuerdo,
y su fama vivirá por generaciones;

los pueblos contarán su sabiduría,
y la asamblea anunciará su alabanza.

Palabra de Dios.


Salmo responsorial: Salmo 36, 3-4. 5-6. 30-31 (R.: 30a)

R. La boca del justo expone la sabiduría.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía. R.

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan. R.


PRIMERA LECTURA. Tiempo pascual

1. Dios lo ha constituido Señor y Mesías

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14a. 22-24. 32-36

El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:

—«Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio.

Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.

David no ha subido al cielo, y, sin embargo, dice:

«Oráculo del Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».

Por lo tanto, todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 63c)

R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

O bien:

R. Aleluya.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R.

Los mandamientos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.

2. Dios ha cumplido la promesa resucitando a Jesús

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 26-33

En aquellos días, habiendo llegado Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga:

—«Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las profecías que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron.

Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que lo habían acompañado de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo.

Nosotros os anunciamos que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo:

«Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 36, 3-4. 5-6. 30-31 (R.: 30a)

R. La boca del justo expone la sabiduría.

O bien:

R. Aleluya.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía. R.

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan. R.


SEGUNDA LECTURA

1. Quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18-25

Hermanos:

El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación —para nosotros— es fuerza de Dios.

Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces». ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?

Y como, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes.

Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Palabra de Dios.

2. Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, 1-10a

Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado.

Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.

Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.

Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman».

Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.

Palabra de Dios.

3. Nosotros tenemos la mente de Cristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, 10b-16

Hermanos:

El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. ¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Pues, lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos.

Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu. A nivel humano, uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién conoce la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.

Palabra de Dios.

4. Anunciar a los gentiles la riqueza insondable que: es Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 8-12

Hermanos:

A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, y aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo.

Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la fe en él.

Palabra de Dios.

5. En función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-7. 11-13

Hermanos:

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.

Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.
Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.

Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

Palabra de Dios.

6. Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 13-14; 2, 1-3

Querido hermano:

Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas y vive con fe y amor en Cristo Jesús. Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

Por lo tanto, hijo mío, saca fuerzas de la gracia de Cristo Jesús, y lo que me oíste a mí, garantizado por muchos testigos, confíalo a hombres fieles, capaces, a su vez, de enseñar a otros.

Toma parte en las penalidades, como buen soldado de Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

7. Cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 1-5

Querido hermano:

Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.

Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.

Palabra de Dios.


EVANGELIOS

1. Vosotros sois la luz del mundo

Aleluya y versículo antes del evangelio Mt 5, 16

Alumbre así vuestra luz a los hombres,
para que vean vuestras buenas obras
y den gloria a vuestro Padre.


Vosotros sois la luz del mundo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

2. Jesús enseñaba con autoridad

Aleluya y versículo antes del evangelio Jn 6, 63b. 68b

Tus palabras, Señor, son espíritu y vida;
tú tienes palabras de vida eterna.

Jesús enseñaba con autoridad

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 21-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Aquel día, muchos dirán:

«Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?».

Yo entonces les declararé:

«Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados».

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente».

Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

Palabra del Señor.

3. Lo nuevo y lo antiguo

Aleluya y versículo antes del evangelio Cf. Hch 16, 14b

Ábrenos el corazón, Señor,
para que aceptemos las palabras de tu Hijo.

Lo nuevo y lo antiguo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 47-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—«El reino de los cielos se parece a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces; cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos, y los malos los tiran.

Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

¿Entendéis bien todo esto?».

Ellos le contestaron:

—«Sí».

Él les dijo:

—«Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo».

Palabra del Señor.

4. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo

Aleluya y versículo antes del evangelio Mt 23, 9b. 10b

Uno solo es vuestro Padre, el del cielo,
y uno solo es vuestro consejero, Cristo.

No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 8-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Vosotros no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo.

El primero entre vosotros será vuestro servidor.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

5. Salió el sembrador a sembrar

Aleluya y versículo antes del evangelio

La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo;
quien lo encuentra vive para siempre.


Salió el sembrador a sembrar

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 1-10. 13-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar:

—«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Y añadió:

—«El que tenga oídos para oír, que oiga».

Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.

Y añadió:

—« ¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Palabra del Señor.

O bien más breve:

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 1-9

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar:

—«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Y añadió:

—«El que tenga oídos para oír, que oiga».

Palabra del Señor.

6. Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca

Aleluya y versículo antes del evangelio Jn 15, 5

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos
—dice el Señor—;
el que permanece en mí y yo en él,
ése da fruto abundante.

Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 43-45

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca».

Palabra del Señor.


Textos comunes

El Leccionario V para los días feriales del Tiempo Ordinario es un tesoro litúrgico que profundiza la relación de los fieles con la Palabra de Dios. Al ofrecer una lectura continuada de las Escrituras, invita a una inmersión en la riqueza de la revelación divina y promueve una comprensión más profunda de la fe católica. La Iglesia, al proporcionar este recurso, anima a todos los fieles a participar activamente en la liturgia, alimentando su vida espiritual con el pan vivo que es la Palabra de Dios.

Textos comunes: Leccionario V

Común de la dedicación de una iglesia
Común de santa María Virgen
Común de mártires
Común de pastores
Común de doctores de la Iglesia
Común de vírgenes
Común de santos y santas


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