LECCIONARIO VI. MISA POR EL PERDÓN DE LOS PECADOS
Lecturas Misa por el perdón de los pecados.
El Leccionario VI también incluye la Misa por el perdón de los pecados, una celebración especial en la cual nos acercamos a Dios en arrepentimiento y humildad, reconociendo nuestras faltas y pecados, y buscando su misericordia y perdón. Durante esta Misa, se leen lecturas específicas que nos invitan a reflexionar sobre la importancia del perdón y la reconciliación con Dios y con nuestros semejantes.
Las lecturas seleccionadas para la Misa por el perdón de los pecados nos muestran ejemplos de arrepentimiento y restauración en las Sagradas Escrituras. Nos recuerdan que Dios es misericordioso y está dispuesto a perdonar nuestros pecados cuando nos volvemos hacia Él con un corazón contrito.
Además, las lecturas de la Misa por el perdón de los pecados nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia necesidad de perdón y reconciliación. Nos desafían a examinar nuestros corazones y a reconocer las áreas en las que hemos fallado, buscando la gracia y el perdón de Dios para poder experimentar la paz y la restauración interior.
Esta Misa nos brinda la oportunidad de acercarnos a Dios en humildad y arrepentimiento, reconociendo nuestros pecados y buscando su perdón. Nos invita a experimentar la liberación y la renovación espiritual que proviene del amor y la misericordia de Dios. También nos desafía a perdonar a aquellos que nos han ofendido y a buscar la reconciliación con nuestros semejantes.
Que en esta celebración por el perdón de los pecados, podamos abrir nuestros corazones a la gracia y la misericordia de Dios. Que podamos reconocer nuestras faltas y arrepentirnos sinceramente, confiando en el perdón que Dios ofrece a través de su Hijo Jesucristo. Que el Espíritu Santo nos guíe en el camino de la reconciliación y la restauración, ayudándonos a perdonar y a ser perdonados. Amén.
MISA POR EL PERDÓN DE LOS PECADOS
LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
1. Regrese al Señor, que es rico en perdón
Lectura de libro de Isaías 55, 6-9
Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras esté cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad,
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos
—oráculo del Señor—.
Como el cielo es más alto que la tierra,
mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.
Palabra de Dios.
2. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos
Lectura de la profecía de Ezequiel 18, 21-23. 30-32
Así dice el Señor Dios:
«Si el malvado se convierte de los pecados cometidos
y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia,
ciertamente vivirá y no morirá.
No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió,
por la justicia que hizo, vivirá.
¿Acaso quiero yo la muerte del malvado
—oráculo del Señor—,
y no que se convierta de su conducta y que viva?
Pues bien, casa de Israel, os juzgaré a cada uno según su proceder
—oráculo del Señor—.
Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos,
y no caeréis en pecado.
Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado
y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo;
y así no moriréis, casa de Israel.
Pues no quiero la muerte de nadie
—oráculo del Señor—.
¡Arrepentíos y viviréis!».
Palabra de Dios.
3. Rasgad los corazones y no las vestiduras
Lectura de la profecía de Joel 2, 12-18
«Ahora —oráculo del Señor—
convertíos a mí de todo corazón
con ayuno, con llanto, con luto.
Rasgad los corazones y no las vestiduras;
convertíos al Señor, Dios vuestro,
porque es compasivo y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad;
y se arrepiente de las amenazas».
Quizá se arrepienta
y nos deje todavía su bendición, la ofrenda,
la libación para el Señor, vuestro Dios.
Tocad la trompeta en Sión,
proclamad el ayuno, convocad la reunión.
Congregad al pueblo, santificad la asamblea,
reunid a los ancianos.
Congregad a muchachos y niños de pecho.
Salga el esposo de la alcoba,
la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes,
ministros del Señor, y digan:
«Perdona, Señor, a tu pueblo;
no entregues tu heredad al oprobio,
no la dominen los gentiles;
no se diga entre las naciones:
¿Dónde está su Dios?
El Señor tenga celos por su tierra,
y perdone a su pueblo».
Palabra de Dios.
4. Los ninivitas se convirtieron de su mala vida
Lectura de la profecía de Jonás 3, 1-10
De nuevo vino la palabra del Señor sobre Jonás:
—«Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te dijo».
Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla.
Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando:
—«¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!».
Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.
Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de saco, se sentó en el polvo y mandó al heraldo a proclamar en su nombre a Nínive:
—«Hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, no pasten ni beban; vístanse de saco hombres y animales; invoquen fervientemente a Dios, que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios, quizá cese el incendio de su ira, y no pereceremos».
Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Palabra de Dios.
LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO
1. Consideraos muertos al pecado y vivos para Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 2-14
Hermanos:
Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir más en pecado? ¿Es que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni seáis súbditos de los deseos del cuerpo.
No pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos para la injusticia; ofreceos a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y poned a su servicio vuestros miembros, como instrumentos para la justicia.
Porque el pecado no os dominará: ya no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.
Palabra de Dios.
2. La sangre de Jesucristo nos limpia los pecados
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5 — 2, 2
Queridos hermanos:
Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados.
Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
Palabra de Dios.
SALMOS RESPONSORIALES
1. Salmo responsorial: Salmo 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17 (R.: cf. 3a)
R. Misericordia, Señor: hemos pecado.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R.
2. Salmo responsorial: Salmo 102, 1-2. 3-4. 8-9. 11-12 (R.: 10a; o bien: 8a)
R. El Señor no nos trata como merecen nuestros pecados.
O bien:
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
3. Salmo responsorial: Salmo 129, 1-2. 3-4. 5-6. 7. 8 (R.: 3)
R. Si llevas cuenta de los delitos,
Señor, ¿quién podrá resistir?
Desde lo hondo a ti grito,
Señor; Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R.
Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.
ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO
1. Aleluya Ez 33, 11
No quiero la muerte del malvado
—dice el Señor—,
sino que cambie de conducta y viva.
2. Aleluya Mc 1, 15
Está cerca el reino de Dios:
convertíos y creed en el Evangelio.
3. Aleluya Cf. Ap 1, 5ab
Jesucristo, tú eres el testigo fiel,
el primogénito de entre los muertos;
tú nos amaste
y nos has librado de nuestros pecados por tu sangre.
EVANGELIOS
1. La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 1-8
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
—«¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados».
Algunos de los escribas se dijeron:
—«Éste blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
—«¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados están perdonados», o decir: «Levántate y anda»? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —dijo dirigiéndose al paralítico—: «Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa»».
Se puso en pie, y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Palabra del Señor.
2. Convertíos y creed en el Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 1-8. 14-15
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto:
«Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos»».
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
—«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
—«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio».
Palabra del Señor.
3. Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
—«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora».
Jesús tomó la palabra y le dijo:
—«Simón, tengo algo que decirte».
Él respondió:
—«Dímelo, maestro».
Jesús le dijo:
—«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?».
Simón contestó:
—«Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Jesús le dijo:
—«Has juzgado rectamente».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
—«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por esto te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama».
Y a ella le dijo:
—«Tus pecados están perdonados».
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
—«Quién es éste, que hasta perdona pecados?».
Pero Jesús dijo a la mujer:
—«Tu fe te ha salvado, vete en paz».
Palabra del Señor.
4. Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
—«Ése acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
«Padre, dame la parte que me toca de la fortuna».
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino a donde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo:
«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».
Pero el padre dijo a sus criados:
«Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado».
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó:
«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud».
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre:
«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado».
El padre le dijo:
«Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado»».
Palabra del Señor.
5. Jesús envía a los apóstoles a predicar la conversión y el perdón de los pecados
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 46-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto».
Palabra del Señor.
IV. POR ALGUNAS NECESIDADES PARTICULARES
Misa por el perdón de los pecados
Misa para pedir la caridad, para fomentar la concordia, por los familiares y amigos
Misa para pedir la gracia de una buena muerte