LECCIONARIO V. 21 de julio. San Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor de la Iglesia
Lecturas San Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor de la Iglesia.
San Lorenzo de Brindis, cuya festividad se celebra el 21 de julio, fue un presbítero y teólogo capuchino del siglo XVI. Fue declarado Doctor de la Iglesia por su erudición y profundidad en la interpretación de las Escrituras. San Lorenzo de Brindis, nacido en 1559 en Brindis, Italia, fue un capuchino, teólogo, diplomático y predicador prolífico. Su nombre original era Julián Cesarini, y más tarde adoptó el nombre de Lorenzo al unirse a la Orden de los Capuchinos.
San Lorenzo de Brindis fue conocido por su erudición y sabiduría teológica. Además de sus habilidades académicas, destacó como predicador, llevando el mensaje del Evangelio a diversos lugares de Europa. También desempeñó un papel crucial en las negociaciones diplomáticas en nombre de la Iglesia Católica.
Como Doctor de la Iglesia, sus escritos reflejan una profunda comprensión de la teología y la Escritura, y sus contribuciones siguen siendo relevantes en la tradición teológica católica. San Lorenzo de Brindis fue canonizado por el Papa Francisco en 2011.
En el día dedicado a San Lorenzo de Brindis, la Iglesia celebra su legado como teólogo y predicador, así como su contribución a la diplomacia eclesiástica. Su vida nos inspira a combinar la erudición teológica con la acción pastoral y la entrega al servicio de la Iglesia.
Que la festividad de San Lorenzo de Brindis nos anime a profundizar en nuestra comprensión de la fe, a comunicar el Evangelio con pasión y claridad, y a comprometernos con el servicio en la Iglesia y en el mundo. Que su intercesión fortalezca a la comunidad cristiana y a todos aquellos que buscan crecer en sabiduría y amor por la verdad.
21 de julio: San Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor de la Iglesia
PRIMERA LECTURA
Predicamos que Cristo es Señor, y nosotros siervos vuestros por Jesús
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 1-2. 5-7
Hermanos:
Encargados de este ministerio por misericordia de Dios, no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, dejándonos de intrigas y no adulterando la palabra de Dios; sino que, mostrando nuestra sinceridad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre delante de Dios.
Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, predicamos que Cristo es Señor, y nosotros siervos vuestros por Jesús.
El Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo.
Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 39, 2 y 4ab. 7. 8-9. 10 (R.: 8a y 9a)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R.
Entonces yo digo: «Aquí estoy
—como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R.
Aleluya y versículo antes del evangelio
La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo;
quien lo encuentra vive para siempre.
EVANGELIO
Salió el sembrador a sembrar
Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 1-10. 13-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar:
—«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Y añadió:
—«El que tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Y añadió:
—« ¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Palabra del Señor.
Lecturas del Leccionario V para el mes de julio