Misa por los cristianos perseguidos

LECCIONARIO VI. MISA POR LOS CRISTIANOS PERSEGUIDOS

Lecturas Misa por los cristianos perseguidos.

Misa por los cristianos perseguidos

El Leccionario VI incluye una Misa especial conocida como la Misa por los cristianos perseguidos, en la cual se ora por aquellos seguidores de Cristo que enfrentan persecución y discriminación debido a su fe. Durante esta Misa, se leen lecturas específicas que nos invitan a reflexionar sobre la difícil realidad de la persecución y nos animan a solidarizarnos con nuestros hermanos y hermanas que sufren por su fidelidad a Cristo.

Las lecturas seleccionadas para la Misa por los cristianos perseguidos nos ofrecen consuelo, fortaleza y esperanza en medio de las adversidades. Estas lecturas nos recuerdan que la persecución es una realidad presente en la historia de la Iglesia y nos desafían a permanecer firmes en nuestra fe, confiando en la protección y el consuelo de Dios.

La Misa por los cristianos perseguidos es una oportunidad para unirnos en oración y solidaridad con aquellos que enfrentan persecución por su fe. Nos invita a orar por su protección, fortaleza y consuelo. También nos desafía a ser conscientes de nuestra responsabilidad como miembros del Cuerpo de Cristo, para defender la libertad religiosa y promover un mundo donde todos puedan ejercer su fe libremente.

Que en esta celebración, podamos unir nuestras voces en oración, rogando al Señor que fortalezca y proteja a los cristianos perseguidos en todo el mundo. Que su fe sea inquebrantable y su esperanza inextinguible. Que podamos ser instrumentos de paz y justicia, defendiendo la libertad religiosa y promoviendo un mundo donde todos puedan vivir su fe sin temor. Que nuestra solidaridad y oración sean un bálsamo de consuelo para aquellos que sufren persecución. Amén.


MISA POR LOS CRISTIANOS PERSEGUIDOS

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Perdona a tu pueblo, porque traman aniquilar tu heredad. Cambia nuestro duelo en fiesta

Lectura del libro de Ester 4, 17b-17e. 17i-17l

En aquellos días, Mardoqueo oró así, recordando todas las hazañas del Señor:

—«Señor, Señor, rey y dueño de todo, porque todo está bajo tu poder, y no hay quien se oponga a tu voluntad de salvar a Israel.

Tú creaste el cielo y la tierra y todas la maravillas que hay bajo el cielo, y eres Señor de todo; ni hay, Señor, quien se te pueda oponer.

Pues bien, Señor, Dios de Abrahán, perdona a tu pueblo; porque traman nuestra muerte, han deseado aniquilar tu antigua heredad.

No desprecies la porción que te rescataste del país de Egipto.

Escucha mi súplica, apiádate de tu heredad, cambia nuestro duelo en fiesta, para que vivamos celebrando tu nombre, Señor. No hagas enmudecer la boca de los que te alaban».

Palabra de Dios.

2. Los que esperan en Dios no desfallecen

Lectura del primer libro de los Macabeos 2, 49-52. 57-64

Cuando le llegó la hora de morir, Matatías dijo a sus hijos:

—«Hoy triunfan la insolencia y el descaro; son tiempos de subversión y de ira. Hijos míos, sed celosos de la ley y dad la vida por la alianza de nuestros padres.

Recordad las hazañas que hicieron nuestros padres en su tiempo y conseguiréis gloria sin par y fama perpetua.

Abrahán demostró su fidelidad en la prueba, y se le apuntó en su haber.

David, por su misericordia, obtuvo el trono de una monarquía perpetua.

Elías fue arrebatado al cielo por su gran celo por la ley.

Ananías, Azarías y Misael, por su fe, se salvaron de la hoguera.

Daniel, por su inocencia, se salvó de las fauces de los leones.

Y así, repasando las generaciones, comprenderéis que los que esperan en Dios no desfallecen.

No temáis las palabras de un pecador, pues su fasto acabará en estiércol y gusanos; hoy exaltado, mañana desaparecerá; vuelto al polvo, sus planes fracasarán.

Hijos míos, sed valientes en defender la ley, que ella será vuestra gloria».

Palabra de Dios.

3. Tú eres mi siervo, te he escogido y no te he rechazado

Lectura del libro de Isaías 41, 8-10. 13-14

Así dice el Señor:


«Tú, Israel, siervo mío;
Jacob, mi escogido;
estirpe de Abrahán, mi amigo.

Tú, a quien cogí en los confines del orbe,
a quien llamé en sus extremos, a quien dije:

«Tú eres mi siervo,
te he escogido y no te he rechazado».

No temas, que yo estoy contigo;
no te angusties, que yo soy tu Dios;

te fortalezco, te auxilio,
te sostengo con mi diestra victoriosa.

Porque yo, el Señor, tu Dios,
te agarro de la diestra y te digo:

«No temas,
yo mismo te auxilio».

No temas, gusanito de Jacob,
oruga de Israel,

yo mismo te auxilio
—oráculo del Señor—,

tu redentor es el Santo de Israel».

Palabra de Dios.

4. Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre

Lectura de la profecía de Daniel 3, 25. 34-43

En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego, dijo:

«Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.

Por Abrahán, tu amigo;
por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;

a quienes prometiste
multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.

Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;

hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.

En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;

ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;

ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.

Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,

como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.

Que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:

porque los que en ti confían
no quedan defraudados.

Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro,
no nos defraudes, Señor.

Trátanos según tu piedad,
según tu gran misericordia.

Líbranos con tu poder maravilloso
y da gloria a tu nombre, Señor».

Palabra de Dios.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

1. No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 1-5. 18-21

En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan, después de haber curado a aquel lisiado, se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Les echaron mano y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Muchos de los que habían oído el discurso, unos cinco mil hombres, abrazaron la fe.

Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas.

Les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan replicaron:

—«¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? Juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».

Repitiendo la prohibición, los soltaron. No encontraron la manera de castigarlos, porque el pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.

Palabra de Dios.

2. Ahora, Señor, mira cómo nos amenazan

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 23-31

En aquellos días, puestos en libertad, Pedro y Juan volvieron al grupo de los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos.

Al oírlo, todos juntos invocaron a Dios en voz alta:

—«Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; tú inspiraste a tu siervo, nuestro padre David, para que dijera:

«¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías».

Así fue: en esta ciudad se aliaron Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, para realizar cuanto tu poder y tu voluntad habían determinado. Ahora, Señor, mira cómo nos amenazan, y da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra; mientras tu brazo realiza curaciones, signos y prodigios, por el nombre de tu santo siervo Jesús».

Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía la palabra de Dios.

Palabra de Dios.

3. Los apóstoles salieron contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 27b-32. 40b-42

En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo:

—«¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».

Pedro y los apóstoles replicaron:

—«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen».

Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.

Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo.

Palabra de Dios.

4. A vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, sufriendo por él

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 1, 27-30

Hermanos:

Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, de modo que, ya sea que vaya a veros o que tenga de lejos noticias vuestras, sepa que os mantenéis firmes en el mismo espíritu y que lucháis juntos como un solo hombre por la fidelidad al Evangelio, sin el menor miedo a los adversarios; esto será para ellos signo de perdición, para vosotros de salvación, todo por obra de Dios.

Porque a vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él, estando como estamos en el mismo combate; ése en que me visteis una vez y que ahora conocéis de oídas.

Palabra de Dios.

5. ¿Qué padre no corrige a sus hijos?

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 2-13

Hermanos:

Tened fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.

Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.

Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron:

—«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos».

Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?

Si os eximen de la corrección, que es patrimonio de todos, será que sois bastardos y no hijos.

Mas aún, tuvimos por educadores a nuestros padres carnales, y los respetábamos. ¿No nos sujetaremos, con mayor razón, al Padre de nuestro espíritu, para tener vida? Porque aquellos nos educaban para breve tiempo, según sus luces; Dios, en cambio, en la medida de lo útil, para que participemos de su santidad.

Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz.

Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.

Palabra de Dios.

6. Alegraos, aunque de momento tengáis que sufrir un poco

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe —de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo.

No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios.

7. Estos son los que vienen de la gran tribulación

Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9-10. 14b-17

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente:

—«¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!».

Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.

Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo.

El que se sienta en el trono acampará entre ellos.

Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.

Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

Palabra de Dios.

SALMOS RESPONSORIALES

1. Salmo responsorial: Salmo 2, 1-3. 4-6. 10-11 (R.: 12d)

R. Dichosos los que se refugian en el Señor.

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo». R.

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi rey
en Sión, mi monte santo». R.

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando. R.

2. Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 2. 3. 5 (R.: 9d; o bien: 1a)

R. No me abandones, Dios de mi salvación.

O bien:

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen. R.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.

3. Salmo responsorial: Salmo 122, 1-2a. 2bcd (R.: 3a; o bien: 2cd)

R. Misericordia, Señor, misericordia.

O bien:

R. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia.

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R.

Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R.

4. Salmo responsorial: Salmo 123, 2-3. 4-5. 7b-8 (R.: 7ab)

R. Hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador.

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes. R.

La trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

1. Aleluya Mt 5, 10

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.

2. Aleluya 2 Co 1, 3b-4a

¡Bendito sea el Padre de misericordia
y Dios del consuelo!
Él nos alienta en nuestras luchas.

3. Aleluya St 1, 12

Dichoso el hombre que soporta la prueba,
porque, una vez aquilatado,
recibirá la corona de la vida.

4. Aleluya 1 P 4, 14

Si os ultrajan por el nombre de Cristo,
dichosos vosotros,
porque el Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.

EVANGELIOS

1. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

—«Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.

2. Todos os odiarán por mi nombre

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 17-22

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

—«No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles.

Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.

Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán.

Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará».

Palabra del Señor.

3. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 26-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

—«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.

Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea.

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».

Palabra del Señor.

4. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 18-21. 26 — 16, 4

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.

Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.

Recordad lo que os dije: «No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra».

Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.

Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho. Esto no os lo dije desde el principio, porque estaba con vosotros».

Palabra del Señor.

5. El mundo los ha odiado

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 11b-19

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:

—«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.

Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad».

Palabra del Señor.


I. POR LA SANTA IGLESIA


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