Misa por los religiosos

LECCIONARIO VI. MISA POR LOS RELIGIOSOS

Lecturas Misa por los religiosos.

LECCIONARIO VI. MISA POR LOS RELIGIOSOS

La Misa por los religiosos es una celebración litúrgica especial en la cual se ora por aquellos hombres y mujeres que han respondido al llamado de Dios a seguir una vida consagrada en la vida religiosa. Durante esta Misa, se leen lecturas específicas que nos invitan a reflexionar sobre la importancia y el compromiso de los religiosos en la vida de la Iglesia y en el testimonio del Evangelio.

Las lecturas seleccionadas para la Misa por los religiosos nos ofrecen enseñanzas y orientaciones valiosas para aquellos que han abrazado la vida religiosa y han consagrado su vida a Dios. Estas lecturas nos recuerdan que los religiosos son llamados a vivir los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, y a ser testigos del Reino de Dios en medio del mundo.

La Misa por los religiosos es una oportunidad para expresar nuestro agradecimiento y reconocimiento hacia aquellos que han abrazado la vida religiosa y han consagrado su vida a Dios. Nos invita a orar por ellos, a ofrecerles nuestro apoyo y a ser conscientes de la importancia de su labor en la vida espiritual de la Iglesia.

Que en esta celebración, podamos unirnos en oración por los religiosos, para que sean fieles a su llamado y encuentren fortaleza y consuelo en su vida consagrada. Que sean testimonios vivos del amor y la misericordia de Dios en el mundo y que su ejemplo inspire a otros a seguir a Cristo de manera radical. Amén.


MISA POR LOS RELIGIOSOS

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Ponte de pie en el monte ante el Señor

Lectura del primer libro de los Reyes 19, 4-9a. 11-15a

En aquellos días, Elías continuó por el desierto, una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte:

—«¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!».

Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel le tocó y le dijo:

—«¡Levántate, come!».

Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo:

—«¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas».

Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Allí se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo:

—«Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!».

Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento.

Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto.

Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego.

Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.

Entonces oyó una voz que le decía:

—«¿Qué haces, aquí, Elías?».

Respondió:

—«Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, ha derruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme».

El Señor dijo:

—«Desanda tu camino hacia el desierto de Damasco».

Palabra de Dios.

2. Es fuerte el amor como la muerte

Lectura del libro del Cantar de los cantares 8, 6-7

Grábame como un sello en tu brazo,
como un sello en tu corazón,

porque es fuerte el amor como la muerte,
es cruel la pasión como el abismo;

es centella de fuego,
llamarada divina:

las aguas torrenciales no podrán
apagar el amor,
ni anegarlo los ríos.

Si alguien quisiera comprar el amor
con todas las riquezas de su casa,
se haría despreciable.

Palabra de Dios.

3. Desbordo de gozo con el Señor

Lectura del libro de Isaías 61, 9-11

La estirpe de mi pueblo será célebre entre las naciones,
y sus vástagos, entre los pueblos.

Los que los vean reconocerán
que son la estirpe que bendijo el Señor.

Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:

porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,

como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.

Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,

así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.

Palabra de Dios.

4. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo

Lectura de la profecía de Oseas 2, 16. 21-22

Así dice el Señor:

«Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto,
le hablaré al corazón.

Me casaré contigo en matrimonio perpetuo,
me casaré contigo en derecho y justicia,
en misericordia y compasión,

me casaré contigo en fidelidad,
y te penetrarás del Señor».

Palabra de Dios.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

1. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 42-47

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.

A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Palabra de Dios.

2. Nosotros predicamos a Cristo crucificado

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 22-31

Hermanos:

Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Y si no, fijaos en vuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder.

Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.

Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.

Y así —como dice la Escritura— «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».

Palabra de Dios.

3. La soltera se preocupa de los asuntos del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 7, 25-35

Hermanos:

Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mi parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor.

Estimo que es un bien, por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así.

¿Estás unido a una mujer? No busques la separación.

¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones.

Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.

Quiero que os ahorréis preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido.

Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.

Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.

Palabra de Dios.

4. Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 1-4

Hermanos:

Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.

No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.

Palabra de Dios.

5. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe —de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo.

No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios.

6. Comeremos juntos

Lectura del libro del Apocalipsis 3, 14b. 20-22

Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios:

«Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.

Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él.

Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias».

Palabra de Dios.

SALMOS RESPONSORIALES

1. Salmo responsorial: Salmo 18, 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 63c)

R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.

2. Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 2. 3. 5 (R.: 9d)

R. No me abandones, Dios de mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen. R.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.

3. Salmo responsorial: Salmo 44, 11-12. 14-15. 16-17 (R.: 11a; o bien: cf. Mt 25, 6b)

R. Escucha, hija, mira: inclina el oído.

O bien:

R. Llega el Esposo;
salid a recibir a Cristo, el Señor.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. R.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra». R.

4. Salmo responsorial: Salmo 111, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8. 9 (R.: 1a)

R. Dichoso quien teme al Señor.

O bien:

R. Aleluya.

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo. R.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a todos sus enemigos. R.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad. R.

5. Salmo responsorial: Salmo 122, 1-2a. 2bcd (R.: 2cd)

R. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia.

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R.

Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R.

6. Salmo responsorial: Salmo 148, 1-2. 11-13b. 13c-14 (R.: cf. 12a. 13a)

R. Jóvenes y doncellas,
alabad el nombre del Señor.

O bien:

R. Aleluya.

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime. R.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

1. Aleluya Mt 5, 6

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.

2. Aleluya Cf. Mt 11, 25

Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los secretos del reino
a la gente sencilla.

3. Aleluya Jn 8, 31b-32

Si os mantenéis en mi palabra,
seréis de verdad discípulos míos y conoceréis la verdad
—dice el Señor—.

4. Aleluya Jn 14, 23

El que me ama guardará mi palabra
—dice el Señor—,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él.

5. Aleluya Jn 15, 9b. 5b

Permaneced en mi amor
—dice el Señor—;
el que permanece en mí y yo en él,
ése da fruto abundante.

EVANGELIOS

1. Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a la gente sencilla

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús:

—«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

2. El que pierda su vida por mí la encontrará

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 24-27

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.

¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?

¿O qué podrá dar para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta».

Palabra del Señor.

3. Por el reino de los cielos

Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 3-12

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba:

—«¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?».

Él les respondió:

—«¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne»? De modo que ya no son dos, sino una sola carne.

Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

Ellos insistieron:

—«¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?».

Él les contestó:

—«Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno se divorcia de su mujer —no hablo de impureza— y se casa con otra, comete adulterio».

Los discípulos le replicaron:

—«Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse».

Pero él les dijo:

—«No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don.

Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga».

Palabra del Señor.

4. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.

La gente que tenía sentada alrededor le dijo:

—«Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan».

Les contestó:

—«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».

Y, paseando la mirada por el corro, dijo:

—«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor.

5. Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.

Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.

Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:

—«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».

Pero el Señor le contestó:

—«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán».

Palabra del Señor.

6. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor.


I. POR LA SANTA IGLESIA


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