Misa por los laicos

LECCIONARIO VI. MISA POR LOS LAICOS

Lecturas Misa por los laicos.

LECCIONARIO VI. MISA POR LOS LAICOS

La Misa por los laicos es una celebración litúrgica especial en la cual se ora por aquellos fieles laicos que, en virtud de su bautismo, están llamados a vivir y testimoniar su fe en medio del mundo. Durante esta Misa, se leen lecturas específicas que nos invitan a reflexionar sobre la vocación y el papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad.

Las lecturas seleccionadas para la Misa por los laicos nos ofrecen enseñanzas y orientaciones valiosas para aquellos que viven su fe en el mundo secular. Estas lecturas nos recuerdan que los laicos son llamados a ser sal, luz y fermento en la sociedad, a llevar el mensaje del Evangelio a todos los ámbitos de la vida y a participar activamente en la misión de la Iglesia.

La Misa por los laicos es una oportunidad para celebrar y animar a aquellos fieles laicos que viven su fe en medio del mundo. Nos invita a orar por ellos, para que sean fortalecidos en su testimonio y sean apoyados en su labor evangelizadora. También nos desafía a reconocer la importancia de la participación activa de los laicos en la vida de la Iglesia, colaborando con los pastores y contribuyendo con sus dones y talentos al servicio de la comunidad.

Que en esta celebración, podamos unirnos en oración por los laicos, para que sean fieles a su llamado y sean instrumentos de amor y esperanza en el mundo. Que su testimonio inspire a otros a vivir su fe con valentía y autenticidad. Que la Iglesia valore y promueva el papel de los laicos en su misión evangelizadora y que juntos, clérigos y laicos, construyamos un mundo más justo y fraterno. Amén.


MISA POR LOS LAICOS

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Os reuniré de todos los países. Y os daré un corazón nuevo

Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 24-28

Así dice el Señor:

«Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:

de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar.

Y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;

arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios».

Palabra de Dios.

2. Sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu

Lectura de la profecía de Joel 3, 1-5

Así dice el Señor:

«Derramaré mi Espíritu sobre toda carne:
profetizarán vuestros hijos e hijas,

vuestros ancianos soñarán sueños,
vuestros jóvenes verán visiones.

También sobre mis siervos y siervas
derramaré mi Espíritu aquel día.

Haré prodigios en cielo y tierra:
sangre, fuego, columnas de humo.

El sol se entenebrecerá,
la luna se pondrá como sangre,

antes de que llegue el día del Señor,
grande y terrible.

Cuantos invoquen el nombre del Señor
se salvarán.

Porque en el monte de Sión y en Jerusalén quedará un resto;
como lo ha prometido el Señor
a los supervivientes que él llamó».

Palabra de Dios.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

1. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

—«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?

Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua».

Palabra de Dios.

2. Consideraos muertos al pecado y vivos para Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 2-4. 12-14

Hermanos:

Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir más en pecado? ¿Es que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte?

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni seáis súbditos de los deseos del cuerpo.

No pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos para la injusticia; ofreceos a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y poned a su servicio vuestros miembros, como instrumentos para la justicia.

Porque el pecado no os dominará: ya no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.

Palabra de Dios.

3. Ni muerte, ni vida podrá apartarnos del amor de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-39

Hermanos:

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza».

Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Palabra de Dios.

4. Presentad vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 1-13

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable.

Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Por la gracia de Dios que me ha sido dada os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene, sino estimaos moderadamente, según la medida de la fe que Dios otorgó a cada uno. Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros y no desempeñan todos los miembros la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros.

Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado.

Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno.

Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo.

En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes.

Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración.

Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.

Palabra de Dios.

5. Todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13

Hermanos:

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo.

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Palabra de Dios.

6. Dios nos eligió en la persona de Cristo, para que fuésemos santos e irreprochables por el amor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-14

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,

para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,

para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
Por su medio hemos heredado también nosotros.

A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad.

Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

Y también vosotros, que habéis escuchado la palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación, en el que creísteis, habéis sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo prometido, el cual es prenda de nuestra herencia, para liberación de su propiedad, para alabanza de su gloria.

Palabra de Dios.

7. Un Señor, una fe, un bautismo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-6

Hermanos:

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.

Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

Palabra de Dios.

8. Como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 4-10

Queridos hermanos:

Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

Dice la Escritura:

«Yo coloco en Sión una piedra angular,
escogida y preciosa;
el que crea en ella no quedará defraudado».

Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en la piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino.

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar la hazañas del que os llamó a salir de las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa.
Antes erais «no pueblo», ahora sois «pueblo de Dios»; antes erais «no compadecidos» ahora sois «compadecidos».

Palabra de Dios.

SALMOS RESPONSORIALES

1. Salmo responsorial: Salmo 84, 2-4. 5-6. 7-8 (R.: 8)

R. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.

Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira. R.

Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad? R.

¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación. R.

2. Salmo responsorial: Salmo 99, 2. 3. 4. 5. (R.: 3c)

R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracia y bendiciendo su nombre. R.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R

3. Salmo responsorial: Salmo 102, 1-2. 3-4. 8-9. 11-12 (R.: 10a; o bien: 8a)

R. El Señor no nos trata como merecen nuestros pecados.

O bien:

R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R.

4. Salmo responsorial: Salmo 112, 1-3. 4-6. 7-8 (R.: 2)

R. Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre.

O bien:

R.Aleluya.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre.
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor. R.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R.

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

1. Aleluya Mt 5, 9

Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

2. Aleluya Jn 8, 12b

Yo soy la luz del mundo
—dice el Señor—;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.

3. Aleluya Jn 15, 4a. 5b

Permaneced en mí, y yo en vosotros
—dice el Señor—;
el que permanece en mí da fruto abundante.

4. Aleluya Cf. Jn 15, 16

Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto,
y vuestro fruto perdure
—dice el Señor—.

5. Aleluya St 1, 12

Dichoso el hombre que soporta la prueba,
porque, una vez aquilatado,
recibirá la corona de la vida.

6. Aleluya

La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo;
quien lo encuentra vive para siempre.

EVANGELIOS

1. Estad alegres y contentos

Estad alegres y contentos,
porque vuestra recompensa será grande en el cielo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

—«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.

2. El que pierda su vida por mí la encontrará

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 24-27

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.

¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?

¿O qué podrá dar para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta».

Palabra del Señor.

3. Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

—«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.

El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.

En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

«Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco».

Su señor le dijo:

«Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor».

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:

«Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos».

Su señor le dijo:

«Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor».

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:

«Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo».

El señor le respondió:

«Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes»».

Palabra del Señor.

4. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.

La gente que tenía sentada alrededor le dijo:

—«Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan».

Les contestó:

—«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».

Y, paseando la mirada por el corro, dijo:

—«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor.

5. Salió el sembrador a sembrar

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 1-9

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar:

—«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Y añadió:

—«El que tenga oídos para oír, que oiga».

Palabra del Señor.

6. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor.

7. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 18-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.

Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.

Recordad lo que os dije: «No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra».

Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».

Palabra del Señor.


I. POR LA SANTA IGLESIA


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