Misa por los sacerdotes

LECCIONARIO VI. MISA POR LOS SACERDOTES

Lecturas Misa por los sacerdotes.

Misa por los sacerdotes

La Misa por los sacerdotes es una celebración litúrgica especial que se realiza para orar por aquellos que han respondido al llamado de Dios y han sido ordenados al ministerio sacerdotal en la Iglesia católica. Durante esta Misa, se leen lecturas específicas que nos invitan a reflexionar sobre la importancia y el papel del sacerdocio en la vida de la comunidad de creyentes.

Las lecturas seleccionadas para la Misa por los sacerdotes nos ofrecen enseñanzas y orientaciones valiosas para aquellos que han sido llamados a servir como ministros ordenados. Estas lecturas nos recuerdan que el sacerdocio es un don y un servicio al pueblo de Dios, y que los sacerdotes deben ser modelos de entrega, humildad y amor pastoral.


MISA POR LOS SACERDOTES

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1. El Señor me ha ungido

El Señor me ha ungido
y me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren

Lectura del libro de Isaías 61, 1-3a

El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.

Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren,
para vendar los corazones desgarrados,

para proclamar la amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad,

para proclamar el año de gracia del Señor,
el día del desquite de nuestro Dios,

para consolar a los afligidos,
los afligidos de Sión;

para cambiar su ceniza en corona,
su traje de luto en perfume de fiesta,
su abatimiento en cánticos.

Palabra de Dios.

2. A donde yo te envíe, irás

Lectura del libro de Jeremías 1, 4-9

Recibí esta palabra del Señor:

«Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles».

Yo repuse:

—«¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho».

El Señor me contestó:

—«No digas: «Soy un muchacho», que a donde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte».

Oráculo del Señor.

El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me dijo:

—«Mira: yo pongo mis palabras en tu boca».

Palabra de Dios.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

1. Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

—«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.

2. Predicamos que Cristo es Señor, y nosotros siervos vuestros por Jesús

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 1-2. 5-7

Hermanos:

Encargados de este ministerio por misericordia de Dios, no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, dejándonos de intrigas y no adulterando la palabra de Dios; sino que, mostrando nuestra sinceridad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre delante de Dios.

Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, predicamos que Cristo es Señor, y nosotros siervos vuestros por Jesús.

El Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo.

Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.

Palabra de Dios.

3. Nos encargó el ministerio de la reconciliación

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 14-20

Hermanos:

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.

Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no.

El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.

Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuenta de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.

Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.

Palabra de Dios.

4. En función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-7. 11-13

Hermanos:

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.

Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.

Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

Palabra de Dios.

5. Dios me ha nombrado ministro de la Iglesia

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 24-29

Hermanos:

Ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos. A éstos ha querido Dios dar a conocer la gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria.

Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo: ésta es mi tarea, en la que lucho denodadamente con la fuerza poderosa que él me da.

Palabra de Dios.

6. Deseábamos entregaros no sólo el Evangelio, sino hasta nuestras propias personas

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 2b-8

Hermanos:

Tuvimos valor —apoyados en nuestro Dios— para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones.

Como bien sabéis, nunca hemos tenido palabras de adulación ni codicia disimulada. Dios es testigo. No pretendimos honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado autoritariamente; por el contrario, os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.

Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

Palabra de Dios.

SALMOS RESPONSORIALES

1. Salmo responsorial: Salmo 15, 1-2a y 5. 7-8. 11 (R.: cf. 5a)

R. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

2. Salmo responsorial: Salmo 18, 2-3. 4-5. 6-7 (R.: 5a)

R. A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino. R.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor. R.

3. Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 4. 5. 8-9b. 9c-11 (R.: 8b)

R. Tu rostro buscaré, Señor.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo. R.

Que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos. R.

4. Salmo responsorial: Salmo 83, 3. 4. 5-6a y 8a. 11 (R.: 5)

R. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza;
caminan de baluarte en baluarte. R.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R.

5. Salmo responsorial: Salmo 109, 1. 2. 3. 4 (R.: 4bc)

R. Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». R.

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora». R.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». R.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

1. Aleluya Mt 28, 19. 20

Id y haced discípulos de todos los pueblos
—dice el Señor—;
yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo.

2. Aleluya Jn 10, 14

Yo soy el buen Pastor
—dice el Señor—,
conozco a mis ovejas, y las mías me conocen.

3. Aleluya Jn 12, 26

El que quiera servirme, que me siga
—dice el Señor—,
y donde esté yo, allí también
estará mi servidor.

4. Aleluya Jn 15, 9

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;
permaneced en mi amor
—dice el Señor—.

5. Aleluya Cf. Jn 15, 16

Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto,
y vuestro fruto dure
—dice el Señor—.

EVANGELIOS

1. Mi cáliz lo beberéis

Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:

—«¿Qué deseas?»

Ella contestó:

—«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».

Pero Jesús replicó:

—«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?».

Contestaron:

—«Lo somos».

Él les dijo:

—«Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».

Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo:

—«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.

Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos».

Palabra del Señor.

2. Id y haced discípulos de todos los pueblos

Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.

Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

—«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Palabra del Señor.

3. La mies es abundante y los obreros pocos

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-9

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir él. Y les decía:

—«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.

No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios»».

Palabra del Señor.

4. Os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí

Lectura del santo evangelio según san Lucas 22, 24-30

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero.

Jesús les dijo:

—«Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.

Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel».

Palabra del Señor.

5. El buen pastor da la vida por las ovejas

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 11-16

En aquel tiempo, dijo Jesús:

—«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor».

Palabra del Señor.

6. Ya no os llamo siervos: a vosotros os llamo amigos

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.

Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.

Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.

De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.

Esto os mando: que os améis unos a otros».

Palabra del Señor.

7. Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 15-17

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro:

—«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?».

Él le contestó:

—«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».

Jesús le dice:

—«Apacienta mis corderos».

Por segunda vez le pregunta:

—«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».

Él le contesta:

—«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».

Él le dice:

—«Pastorea mis ovejas».

Por tercera vez le pregunta:

—«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:

—«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».

Jesús le dice:

—«Apacienta mis ovejas».

Palabra del Señor.


I. POR LA SANTA IGLESIA


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