1. PROFESIÓN DE FE
Dios Padre de bondad y de amor,
Me pongo de rodillas delante de ti.
Te alabo y te bendigo como mi Dios y mi todo.
Tú eres, Señor, el dueño de mis días y mis noches, de mis alegrías y de mis tristezas,
de mis anhelos y de mis frustraciones,
de mis victorias y de mis fracasos,
de mis dolores y de mis sufrimientos.
Te doy gracias por el amor que sé que me tienes. Te doy gracias por tu fidelidad.
Te doy gracias por tu verdad
que ilumina mi vida y la llena de sentido.
Creo en ti, Señor, y en tu bondad infinita.
Creo en ti y en tu amor de Padre y Madre a la vez. Creo y quiero seguir creyendo
a lo largo de mi vida y hasta la eternidad.
Creo en ti. Te amo a ti. Espero en ti.
Ilumíname, Padre,
con la luz de tu presencia y del amor que me tienes. Fortalece mi fe.
Fortalece mi esperanza.
Fortalece mi amor.
Haz que crezcan cada día.
Que se renueven cada día.
Que llenen mi ser y mi vida cada día.
Que le den sentido y valor a todo lo que soy, a todo lo que digo,
a todo lo que hago,
a todo lo que tengo.
¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!
Mi fe y mi decisión de vivir siempre en ti y para ti. Amén.
2. TÚ ERES MI FORTALEZA
Dios y Señor mío,
tú eres la luz que ilumina mi corazón y mi vida, en todos los momentos y todas las circunstancias que debo enfrentar cada día.
Tú eres la roca donde estoy arraigado; la piedra que fortalece mi debilidad.
Tu presencia y tu amor
me llenan de paz y de esperanza.
Tú me libras del miedo y de la angustia, del mal y de la muerte.
Por eso, Padre bueno,
yo quiero decirte hoy, que confío en ti. Confío en tu bondad infinita.
Confío en tu ayuda y en tu protección. Confío en tu palabra que da la Vida.
Confío en tu amor que me salva.
Por eso, Dios y Señor mío, me entrego a ti. Me pongo en tus manos de Padre y Madre, seguro de tu amor que me sostiene,
de tu bondad que me acaricia,
de tu palabra que me muestra el camino.
Yo sé, Señor, que estando contigo,
nada puede hacerme daño definitivamente. Yo sé, Señor, que estando contigo
todo lo que me suceda, malo o bueno,
será para mi bien.
Gracias, Señor, por permanecer a mi lado.
Por compartir conmigo los días de duda y de dolor, las luchas que me enfrentan a mí mismo,
los miedos que no me dejan vivir en libertad,
la enfermedad que de tiempo en tiempo
agobia mi cuerpo y entristece mi alma.
Gracias, Señor, por fortalecer mi espíritu que tantas veces sufre y se acobarda.
Gracias, Señor, por tu abrazo de Padre.
Por tu amor que me envuelve.
Por tu ternura que me llena de paz.
Por tu misericordia que me devuelve la alegría.
Gracias, Señor, por ser quien eres y como eres. Gracias por tu benevolencia.
Gracias por tu generosidad.
Gracias por tu fuerza y tu poder amorosos y limpios.
Gracias, Padre, por Jesús,
tu Hijo bien amado, mi Dios y Salvador.
Gracias, Padre de amor. Amén.
3. PETICIÓN DE PERDÓN
Dios Padre de bondad,
que nos diste en Jesús, tu Hijo,
la muestra más grande de tu amor y de tu misericordia, dame la gracia de reconocerme pecador delante de ti, y de implorar humildemente tu perdón
que sana y regenera.
Perdona, Señor, todos y cada uno de mis pecados, y de un modo muy especial,
mis pecados contra el amor que procede de ti.
Perdona mis actitudes egoístas,
que me llevan a pensar primero en mí, y en mis necesidades,
mis deseos, mis gustos y mis caprichos, antes que en las personas
que tú mismo colocaste a mi lado,
para que las ame,
para que las apoye,
para que las ayude,
para que les sirva,
para que las guíe.
Perdona todos y cada uno
de mis pensamientos egoístas,
todas y cada una de mis palabras egoístas, todas y cada una de mis acciones egoístas, que hacen que cada día me aleje más y más del modelo claro y vivo que es Jesús.
Perdona mis actitudes injustas, mis pensamientos injustos,
mis palabras injustas,
mis acciones injustas.
Perdona mis pensamientos de odio,
mis palabras dichas con odio,
mis acciones que hacen presente
los rencores y resentimientos que llevo dentro.
Perdona todo lo que hay en mí, que hace relación a insensibilidad, a indiferencia,
a incomprensión,
a violencia,
a infidelidad,
a traición.
Hazme, Señor, una persona nueva, una persona regenerada, reconstruida, por tu amor y por tu perdón.
Hazme, una persona capaz de amar con un amor sincero, fuerte, generoso;
un amor que nace del tuyo,
del amor que tú sientes por mí,
del amor con el que tú me amas y me perdonas.
Hazme, Señor, una persona capaz de amar, de perdonar y de servir,
a todos los que se crucen en mi camino,
a todos los que necesiten de mi amor,
de mi perdón, y de mi servicio,
recordando siempre que el amor,
el perdón,
la compasión,
el servicio y la misericordia,
son y serán el vínculo que me unirá siempre contigo, porque tú eres no sólo un Dios que ama,
sino también y sobre todo el Dios que es Amor. Amén.
4. DAME, SEÑOR,
UN CORAZÓN DE CARNE
Señor Dios, clemente y compasivo,
rico en bondad y en misericordia,
me pongo de rodillas ante ti,
y humildemente, arrepentido y confiado, te pido que me des un corazón de carne, capaz de convertirse a cada instante.
Dame, Señor, un corazón de carne
que sienta cada día la fuerza de tu amor; un corazón de carne capaz de conmoverse
frente al mal y el pecado;
un corazón de carne que sepa dar la vuelta y comenzar de nuevo con ánimo sereno.
Dame, Señor, un corazón de carne
que no se sienta bueno;
un corazón de carne que busque conocerte para mejor amarte;
un corazón de carne que mantenga presente la herida del pecado y el dolor que te causa.
Dame, Señor, un corazón de carne
que siempre se interese por ti y por tus cosas; un corazón de carne que sea fiel y generoso; un corazón de carne que ame la justicia;
un corazón de carne esforzado y valiente;
un corazón de carne que no guarde rencores por nada ni por nadie.
Dame, Señor, un corazón de carne;
un corazón que ame hasta que duela;
un corazón que busque ser mejor cada día;
un corazón que se eleve por encima de él mismo.
Dame, Señor, un corazón de carne; un corazón sensible;
un corazón sincero;
un corazón sencillo;
un corazón decidido y valiente.
Dame, Señor, un corazón de carne
que reproduzca fielmente tu santo corazón;
un corazón que ame por encima de todo; un corazón limpio y transparente;
un corazón que viva en la esperanza.
Dame, Señor, un corazón de carne,
que se parezca al tuyo;
un corazón que viva y que palpite como tu corazón. Amén.
5. EN LA NOCHE OSCURA DEL ALMA
Yo sé que estás aquí, Señor, aunque no pueda verte. Aunque no pueda oírte, ni aprecie tu esplendor.
Yo sé que estás aquí, Señor, y que me amas, aunque no sienta en mí tu Vida y tu calor.
La oscuridad me envuelve y no me deja ver. El silencio me agobia y no me deja oír.
El miedo me acobarda.
Pero a pesar de todo, yo sé que estás aquí.
Yo sé que estás aquí, Señor,
y aunque no pueda verte, sentirte, ni escucharte,
el corazón me dice
que tu Amor inefable me guía y me protege.
Que tu Bondad me envuelve;
y tu amable Verdad
ilumina la senda de mi vida y me conduce,
por caminos de paz y de esperanza que llevan a tu Luz.
Me entrego a ti, Señor,
en la plena certeza de saber que me amas,
por siempre y para siempre,
con tu amor que hace libre a quien sabe acogerlo, aunque hoy no pueda verte, sentirte ni escucharte.Amén.
6. HAZME, SEÑOR, PERSONA NUEVA
Renuévame, Señor, cada mañana. Renuévame con la fuerza de tu Amor. Que mi vida se llene de tu Vida.
Que tu ser se transparente en mi ser.
Yo quiero ser, Señor, persona nueva, que sale de tus manos re-creada, para vivir en todo y para siempre
en la fe, el amor y la esperanza.
Yo quiero ser, Señor, persona nueva,
que vive cada día alegre y entusiasta, porque sabe, que en ti todo lo tiene ya resuelto,
porque tú eres el Dios que me levanta.
Ilumina, Señor, mi entendimiento. Llena mi corazón con tu Verdad. Dame la gracia de acogerme
a tu bondad que es luz en el camino, de quien quiere ir tras tu llamada.
Ilumina, Señor, mi entendimiento. Inflama, Señor, mi voluntad.
Comunícame tu amor que vivifica.
Perdona mis miserias.
Abrázame con tu fuego que purifica y sana. Amén.
7. ENSÉÑAME A AMARTE
Enséñame, Señor, a amarte,
como sólo tú mereces ser amado. Enséñame, Señor, a bendecirte,
por todo lo que tú, a mí me has dado.
Yo quiero, Señor, amarte siempre.
Amarte y bendecirte porque has sido
mi luz y mi alegría,
en los días de sol y en las noches oscuras, en el gozo y la espera.
Enséñame, Señor, a amarte,
con toda la fuerza de mi alma,
en cada palabra que pronuncie,
en cada acción que realice,
en todo lo que piense, diga y haga.
Amarte como sólo tú, Señor, mereces ser amado.
Bendecirte, como sólo tú, Señor, mereces ser bendecido.
Porque en ti y contigo, mi vida es una gracia, aunque a veces lo olvide y abandone el camino.
Enséñame, Señor, a amarte,
cada día y todos los días de mi vida. Enséñame, Señor, a bendecirte,
en todo lo que piense, diga y haga. Amén.
8. ENSÉÑAME A PERDONAR
Padre Dios,
fuente de todo amor y de todo perdón,
que me amas más que nadie,
y que me perdonas cuando me olvido de tu amor infinito, enséñame a perdonar de corazón
a todos los que me han hecho daño,
y a los que me lo harán en el futuro.
Enséñame a perdonar sin temor a sufrir nuevas ofensas; enséñame a perdonar sin condiciones;
enséñame a perdonar con corazón sincero y generoso, sin límites ni excusas.
Jesús, Hijo amado de Dios,
Maestro del amor y del perdón. Enséñame a perdonar a todos,
sin importar el daño que me hayan hecho. Enséñame a perdonar una y mil veces, siempre que sea necesario.
Enséñame a perdonar aunque nadie me pida perdón; enséñame a perdonar
aunque ni siquiera se hayan dado cuenta
de que me han ofendido y continúen haciéndolo.
Espíritu Santo, Espíritu de Amor,
fortalece mi corazón con tu presencia,
ilumina mi mente con la luz de tu sabiduría, bendíceme con tus dones y tus gracias,
para que mi amor y mi perdón sean siempre limpios y sinceros, generosos y constructivos.
Padre bueno,
enséñame a cambiar el rencor por amor,
y el mal por el bien.
Enséñame a amar y a perdonar
como sólo tú que eres Dios, sabes hacerlo. Hoy, mañana, y siempre.
Amén.
9. GRACIAS, SEÑOR, POR TU AMOR
Tú me amas, Señor, así lo siento.
Por amor me creaste.
Por amor me llamaste a la fe
y llenaste mi corazón con tu presencia.
Me amas, Señor, desde hace tiempo.
Y me sigues amando, sin cansarte. Aunque yo muchas veces no lo entienda, y me deje llevar por otros rumbos.
Pero tu amor es grande
y no se deja vencer por mis desprecios. Tu amor es siempre fiel y no renuncia,
a decirme que por mí eres capaz de todo.
Tu amor no tiene límites.
Tu amor no es excluyente.
Es amor verdadero, y eso es todo.
Ayúdame, Señor, a conocerte.
A comprender tu amor y a valorarlo,
más allá de mí mismo,
y de todo lo que este mundo mío pueda darme.
Ayúdame, Señor, yo quiero amarte,
con un amor tan grande como el tuyo.
Un amor que me llene por dentro y se asome a mis ojos. Un amor que abra mi corazón al amor de los otros.
Un amor que crezca y se desborde.
Pero te necesito, Señor.
Te necesito porque solo no puedo, ni siquiera decirte que te quiero. Amén.
10. PETICIÓN DE PERDÓN, EN NOMBRE DE JESÚS
Dios Padre de bondad y de amor,
de rodillas, delante de Jesús, tu Hijo crucificado, quiero pedirte, con el corazón contrito y humillado, que me perdones todas mis debilidades
y todos mis pecados.
Perdona, Señor,
las dudas, los miedos y las desconfianzas,
que me separan de ti.
Perdona, Señor,
los egoísmos, los orgullos y los rencores,
que me alejan de mis hermanos,
y me hacen una personas hosca, amargada, resentida, incapaz de sonreír,
y también incapaz de agradecer
todo lo que tú me has dado.
Perdona, Señor, mis ofensas al amor,
a la verdad, a la justicia y a la libertad,
valores fundamentales de tu Reino,
que Jesús vino a proclamar y a instaurar entre nosotros.
Perdona mi falta de compromiso
con los más pobres y débiles de la sociedad, los preferidos de Jesús, sin lugar a dudas.
Y perdona también mi falta de compromiso con los que todavía no te conocen
porque no tienen quién les hable de ti
y de tu amor infinito por los hombres y mujeres que pueblan esta tierra.
Perdona mis ofensas a la vida,
tu regalo más valioso,
porque es el que me abre las puertas
para todo lo bueno que tú pones en mis manos .
Perdona, Señor, todo lo que me impide hacer realidad en mi vida,
de una manera radical,
el Evangelio de Jesús,
su Buena Noticia de salvación y de Vida eterna. Amén.
11. ORACIÓN POR LA IGLESIA
Dios, Padre de bondad y de amor,
que quisiste llamarnos a formar parte de tu familia: la Iglesia;
escucha nuestra oración humilde y confiada.
Padre de bondad,
necesitamos que llenes de tu luz y de tu amor
a todas las personas que a lo largo y ancho del mundo, profesamos la fe cristiana, católica.
Fortalécenos, Padre, con los dones de tu amor, para que seamos capaces de enfrentar con valor todo lo que se opone a las enseñanzas
que nos dio Jesús, con su vida y con su palabra, cuando estaba en medio de nosotros.
Que la certeza de nuestra fe en ti y en Jesús
sea tan clara y tan profunda para nosotros,
que nos haga capaces
de dar verdadero testimonio de tu amor misericordioso, y de su mensaje de vida y de salvación,
en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida.
Mira con ojos de bondad al Papa,
a quien tú mismo escogiste como sucesor de Pedro
y testigo de Jesús ante el mundo.
Ayúdalo a cumplir a cabalidad la misión que le confiaste. Fortalece su fe,
llena su corazón de amor y de esperanza,
para que sea el guía que todos necesitamos,
en este tiempo de conflictos
y confrontaciones constantes.
Que sus palabras lleguen al corazón de los gobernantes, y los hagan pensar en la necesidad
de darle una oportunidad a la paz, en la justicia.
Que su defensa de la vida humana
sea constante y fructífera.
Que logre entusiasmar a los jóvenes
con la persona de Jesús y su mensaje. Que sea capaz de resistir
a la tentación del cansancio y el desánimo.
Mira también, Padre,
a todos los Obispos del mundo,
sucesores de los apóstoles y pastores de tu pueblo.
No permitas que el afán de poder los aparte de su tarea. Bendícelos y llénalos de tu amor y de tu gracia,
para que sean verdaderos servidores
de las gentes a ellos confiadas.
Que su fe sea modelo para todos nosotros.
Que su amor, su sencillez y su generosidad
conquisten el corazón
de quienes no quieren o no pueden creer.
Que no tengan miedo de decir lo que tienen que decir, ni de hacer lo que tienen que hacer,
en el cumplimiento de su misión.
Mira, Padre, con tu ternura y tu misericordia, a todos los sacerdotes del mundo. Bendícelos y bendice su trabajo constante. Llénalos de tu amor y de tu gracia,
para que su fe y su bondad
nos entusiasmen y nos estimulen
a creer con una fe firme,
y a vivir en el amor que Jesús nos enseñó.
Hazlos capaces de reconocer sus errores
y enmendarlos con prontitud.
Hazlos diligentes y comprometidos
con la causa de los más pobres y débiles;
sencillos y sinceros en su trato con todas las personas; unidos en la fe y en la esperanza
a los Obispos y al Papa.
Y míranos a todos, Padre bueno,
a los millones de cristianos bautizados,
que vivimos en todos los rincones de la tierra, y que, como creyentes y seguidores de Jesús, tenemos la misión de anunciarlo y anunciarte con nuestra vida y nuestras obras.
Danos la fuerza que necesitamos
para realizar nuestra tarea:
ser la luz que el mundo necesita
para salir del caos en el que se encuentra;
la luz que ilumina, la sal que da sabor,
la levadura que fermenta,
la perla que valoriza el terreno.
Mantennos unidos con nuestros pastores y guías. Unidos en una misma fe,
en una misma esperanza,
y en un mismo amor.
Unidos en el deseo de llevar tu Luz
a todos los corazones.
Unidos en la búsqueda constante de la justicia, para que todos los hombres y mujeres del mundo tengan lo que necesitan para vivir,
como su dignidad de hijos tuyos lo requiere y exige. Unidos para construir la paz estable y duradera.
Mantennos unidos, como te lo pedía Jesús.
Unidos y fuertes contra todo lo que se oponga
a tu proyecto de amor.
Unidos y dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para que un día no muy lejano,
todos te llamen Padre
y sepan que Jesús es tu Hijo y nuestro Salvador, nuestro gran Liberador,
el que con su vida y su muerte,
destruyó de una vez y para siempre,
el poder del pecado y de la muerte.
Gracias, Padre bueno,
por habernos llamado
a ser miembros de la Iglesia, tu familia.
Gracias por reunirnos en ella y por ella.
Gracias por la hermandad de Jesús, tu Hijo muy querido. Gracias por la fuerza de tu Espíritu
que nos conduce a Ti.
Amén.
12. ORACIÓN DE ALABANZA
Señor, hoy quiero alabarte de manera especial. Alabarte, bendecirte y glorificarte,
por tu grandeza, por tu bondad,
por tu sabiduría, por tu justicia,
por tu amor y tu misericordia.
Eres grande, Señor, eres inmenso.
Tu divinidad sobrepasa
todo lo que puedo saber e imaginar.
Delante de ti, mi ser se sobrecoge y calla.
¡Qué pequeño soy yo, y qué grande eres tú, Señor! ¡Qué pequeño, qué débil, qué frágil…
frente a tu fuerza, tu poder, tu inmensidad y tu gracia…!
Eres grande, Señor,
el mundo en el que habito me lo dice una y otra vez.
Todo me habla de ti, Señor…
La inmensidad del cielo y la profundidad del mar,
el brillo resplandeciente del sol que hace nacer el día, la luna y las estrellas que fulguran en la noche,
el agua cristalina que corre y salta
en los ríos y quebradas;
la hermosura de las flores,
la magnificencia de las montañas,
el silencio y la soledad de los desiertos,
la vida que palpita a cada paso en infinidad de seres de distintas clases, formas y figuras y colores.
Y si miro a mi alrededor,
a las personas que pasan a mi lado, me sucede lo mismo.
La dulzura de los niños,
el entusiasmo de los jóvenes,
la ternura de las madres,
la mirada serena de los ancianos,
el dinamismo de cientos, de miles, de millones
de hombres y mujeres que buscan con su trabajo, hacer que la tierra sea un hogar para todos,
me anuncian tu rostro y tu mirada.
Eres grande, Señor, eres inmenso… Tu sabiduría es inmensa,
tu poder es inmenso,
tu bondad es inmensa,
tu amor es inmenso,
tu generosidad y tu misericordia son inmensos, tu justicia es inmensa.
Inmensos, maravillosos, indescriptibles.
Alabado seas, Señor, en tu grandeza. Alabado y bendecido por todo lo que eres
y por todo lo que haces por nosotros,
los hombres y mujeres que creaste
a tu imagen y semejanza, parecidos a ti, como tus hijos muy queridos.
Tú eres un Dios amoroso.
Un Dios que ama
con la ternura y la dedicación de una Madre, y con la fuerza y la profundidad de un Padre.
Alabado seas, Señor, por tu Providencia
que nos conoce personalmente
y nos cuida y protege siempre, porque somos tus hijos muy queridos, y necesitamos de ti a cada instante.
Alabado seas, Señor, por Jesús, tu Hijo encarnado. Por su nacimiento en Belén, en medio de los pobres, por sus enseñanzas y su amor,
por su crucifixión y su muerte redentoras.
Por su resurrección de entre los muertos,
que es signo y prueba de nuestra propia resurrección.
Alabado seas, Señor, por tu Espíritu Santo, Espíritu de Amor y de Verdad,
que derramas sobre todos nosotros.
Por su presencia en nuestro corazón,
y por las gracias que a través de él nos comunicas.
Alabado seas, Señor, por María, la Madre de tu Hijo, modelo de mujer y de madre,
estrella que alumbra con su vida
nuestro lento caminar hacia ti.
Eres grande, Señor, eres inmenso,
y eres también maravilloso, inigualable, insustituible, para cada uno de nosotros.
No podríamos existir sin ti.
No podríamos vivir sin ti.
Sin tu amor, sin tu verdad,
sin tu justicia y tu misericordia.
Tú nos creaste Señor y tú nos sostienes en la vida. Tu sabiduría nos sobrepasa,
tu bondad nos sobrecoge,
tu misericordia y tu amor nos redimen de nuestro pecado y nos engrandecen a pesar de nuestra pequeñez.
Bendícenos a todos, Señor.
A los que creemos en ti
y a los que no creen porque no te conocen,
o porque no quieren creer,
y a los que creen de una forma distinta a la nuestra.
Bendícenos a todos, Señor,
y ayúdanos con tu amor y tu bondad,
para que un día podamos alabarte,
y nuestra alabanza resuene en las alturas, por los siglos sin fin.
Amén
13. ORACIÓN PIDIENDO LA GRACIA DE ACEPTAR LA PROPIA REALIDAD
Dame, Señor, la gracia de aceptar mi realidad, lo que soy y como soy;
lo que me ha sucedido en el pasado
y lo que me está sucediendo en el presente; lo que seré y lo que me sucederá
en el futuro cercano y lejano.
Dame la gracia de aceptarlo todo,
plenamente, totalmente,
como venga,
como tú que eres mi Dios y mi Padre permites que sea.
Dame la gracia de aceptar mi cuerpo
con todas sus limitaciones,
todas sus debilidades y todas sus carencias. Aceptarlo y agradecerlo porque es don tuyo, regalo invaluable de tu amor
y de tu inmensa bondad para conmigo.
Dame la gracia de aceptar mi manera de ser
y mi manera de sentir,
mi temperamento y mi carácter,
procurando cada día mejorar lo que puedo mejorar, y asumiendo con valor y dignidad l
o que está fuera de mis posibilidades humanas corregir.
Dame también, Señor,
la gracia de aceptar los sucesos dolorosos y traumáticos de mi historia personal,
los que ocurrieron en el pasado
y dejaron heridas sangrantes en mi alma;
los que están sucediendo ahora en el presente
y me roban la tranquilidad;
y los que me ocurrirán en el futuro
sin que pueda hacer nada para evitarlos.
Dame la gracia de asumirlos todos
con mi mirada puesta en ti,
seguro y confiado en tu protección y en tu ayuda, porque sé que me amas
con el amor más grande del mundo.
Dame la gracia de aceptar,
de acoger,
de amar,
a todas las personas que viven su vida cerca de mí, porque tú quisiste que fuera así.
Dame la gracia de apreciar su presencia a mi lado, aunque en algún momento o circunstancia,
no comprenda o no comparta su manera de ser
y con ella me causen dolor.
Dame, Señor, la gracia de poder amar a todos, como tú quieres que los ame,
como tú mismo los amas.
Dame, Señor, la gracia de derrotar
de una vez y para siempre,
el miedo, el rencor, el odio, la venganza, la violencia de palabra y de obra,
los sentimientos de culpa y de rebeldía, porque sé que me hacen daño
y no me permiten vivir en paz,
como tú quieres que todos vivamos.
Y dame, Señor, muy especialmente,
la gracia de percibir y acoger
el don maravilloso de tu amor,
con la certeza de que suceda lo que suceda en mí persona y en mi vida,
porque tú lo permites, será siempre para mi bien.
Mi fe, mi amor y mi esperanza,
están puestos en ti
y en tu voluntad para conmigo,
porque a tu lado me siento como un niño en brazos de su madre. Amén.
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