San Pedro Damiani

LECCIONARIO V. 21 de febrero. San Pedro Damiani, obispo y doctor de la Iglesia

Lecturas San Pedro Damiani, obispo y doctor de la Iglesia.

21 de febrero San Pedro Damiani

El 21 de febrero celebramos la memoria de San Pedro Damián, un destacado obispo y doctor de la Iglesia. Su vida y obra dejaron una huella significativa en la historia eclesiástica y su influencia se extiende hasta nuestros días.

San Pedro Damián nació en Rávena, Italia, en el año 1007. A pesar de su origen humilde, su sed de conocimiento y su devoción lo llevaron a una vida de profunda espiritualidad y servicio a la Iglesia.

Pedro Damián experimentó una conversión radical en su juventud. Después de una infancia difícil, se retiró al monasterio de Fonte-Avellana, fundado por Landolfo, discípulo directo de san Romualdo. Allí, buscó el apartamiento absoluto y se entregó a la vida monástica. Aunque inicialmente su penitencia fue extrema, cayó enfermo y tuvo que mitigar su rigor. Durante este tiempo, se dedicó al estudio de la Sagrada Escritura y se convirtió en abad del monasterio.

San Pedro Damián no solo fue un asceta y fundador de monasterios, sino también un prolífico escritor y reformador. Mantuvo correspondencia con otros monasterios y seglares, y en sus cartas siempre exaltaba la vida austera, la penitencia y la necesidad de corregir los vicios capitales que afectaban a la sociedad y a la Iglesia.

La segunda parte de su vida estuvo llena de encargos y legaciones apostólicas. Los papas recurrieron a él para contribuir a mejorar la situación de la Iglesia en el año 1044, después del tristemente célebre papado de Benedicto IX. San Pedro Damián fue un hombre excepcional, influyente y benemérito. Junto a otros santos como san Romualdo, san Juan Gualberto y el futuro papa Gregorio VII, contribuyó a poner orden en la maltrecha Iglesia de su época.

En resumen, San Pedro Damián fue un reformador, maestro de monjes y un influyente líder eclesiástico. Su legado sigue inspirando a vivir con fervor y a trabajar por la santidad y la renovación de la Iglesia.


21 de febrero: San Pedro Damiani, obispo y doctor de la Iglesia

PRIMERA LECTURA

Cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 1-5

Querido hermano:

Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.

Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 15, 1-2a y 5. 7-8. 11 (R.: cf. 5a)

RTú, Señor, eres el lote de mi heredad.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

Aleluya y versículo antes del evangelio Jn 15, 9b. 5b

Permaneced en mi amor
—dice el Señor—;
el que permanece en mí y yo en él,
ése da fruto abundante.

EVANGELIO

El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor.


Lecturas del Leccionario V para el mes de febrero


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