Jueves después de Pentecostés

LECCIONARIO V. Jueves después de Pentecostés

Lecturas Jueves después de Pentecostés.

Jueves después de Pentecostés

El jueves después de Pentecostés es una fecha litúrgica que nos invita a reflexionar sobre Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote. En esta ocasión, recordamos la obra sacerdotal de Cristo, su Misterio Pascual, realizado una vez y para siempre. Cristo posee un Sacerdocio que no pasa, y mediante esta fiesta, se manifiesta que el Señor, por su misericordia, nos ha hecho partícipes de su Sacerdocio Único y Real.

San Juan Pablo II, en el documento “Ecclesia de Eucharistia”, señala que “el Hijo de Dios se ha hecho hombre para reconducir todo lo creado, en un supremo acto de alabanza, a Aquél que lo hizo de la nada”. Jesucristo, como sumo y eterno Sacerdote, entra en el santuario eterno mediante la sangre de su Cruz, devolviendo al Creador y Padre toda la creación redimida. Esto lo realiza a través del ministerio sacerdotal de la Iglesia y para la gloria de la Santísima Trinidad.

Esta fiesta también nos recuerda que Jesucristo es el sacerdote de la Nueva Alianza, quien nos ha reconciliado con Dios y nos ha llamado a formar parte de su Iglesia, haciéndonos hijos del Padre. Algunos hombres participan de su sagrada misión, renovando en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparando el banquete pascual, presidiendo al pueblo santo en el amor, alimentándolo con la palabra y fortaleciéndolo con los sacramentos.

La fiesta de Jesucristo sumo y eterno Sacerdote se celebra el jueves siguiente a la fiesta de Pentecostés. Además de pedir especialmente por la santidad de los sacerdotes, es una buena ocasión para rezar también por la santidad de todo el pueblo cristiano. Si hay familias que educan a sus hijos en el amor de Dios, con su ejemplo de vida cristiana, y si hay hombres y mujeres que buscan seriamente a Jesucristo en las circunstancias ordinarias de la existencia, habrá muchos jóvenes que se sentirán llamados por el Señor al sacerdocio ministerial.


Jueves después de Pentecostés

PRIMERA LECTURA

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Lectura del libro de Isaías 52, 13—53, 12

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.

Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,

así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,

al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.

¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,

como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;

nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;

pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.

Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;

y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.

Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;

como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?

Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,

aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;

verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.

Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.

Le daré una multitud como parte;
y tendrá como despojo una muchedumbre.

Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores, él

tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.

Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 12-23

Hermanos:

Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.

Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.

Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir: «Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —dice el Señor—: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente», añade: «Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes». Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.

Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.

Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 39, 6. 7. 8-9. 10. 11 (R.: 8a y 9a)

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número. R.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R.

Entonces yo digo: «Aquí estoy
—como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.

Aleluya Is 42, 1

Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.

EVANGELIO

Esto es mi cuerpo
Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre

Lectura del santo evangelio según san Lucas 22, 14-20

Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:

—«He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios».

Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:

—«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios».

Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía».

Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:

—«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros».

Palabra del Señor.


Lecturas del Leccionario V para el mes de mayo


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