Misas de Difuntos

LECCIONARIO VIII. PARA LAS MISAS RITUALES. MISAS DE DIFUNTOS

Lecturas Misas de Difuntos.

Misas de Difuntos

El «Leccionario VIII. Para las Misas Rituales. Misas de Difuntos» es una colección litúrgica que ofrece una selección de lecturas bíblicas y oraciones específicas para las misas celebradas en memoria de los difuntos. Estas misas tienen un profundo significado en la tradición católica, ya que proporcionan consuelo a los dolientes, ofrecen oraciones por el alma de los fallecidos y reafirman la esperanza cristiana en la resurrección y la vida eterna. El leccionario está diseñado para guiar a los fieles en la reflexión sobre la muerte, la vida eterna y la misericordia de Dios, proporcionando un marco espiritual para honrar a los que han partido.

Las lecturas seleccionadas para las Misas de Difuntos están cuidadosamente elegidas para abordar temas de consuelo, esperanza y la promesa de la vida eterna. La primera lectura, tomada del libro de Job (Job 19, 1. 23-27a), presenta la firme esperanza de Job en la redención y la resurrección, incluso en medio de su sufrimiento. Job proclama su fe en que, después de su muerte, verá a Dios con sus propios ojos. Este pasaje subraya la esperanza en la resurrección y la confianza en la justicia y la misericordia de Dios.

En conjunto, estas lecturas invitan a los fieles a reflexionar sobre la muerte y la vida eterna desde una perspectiva de fe y esperanza. Las Misas de Difuntos no solo ofrecen consuelo a los que lloran la pérdida de un ser querido, sino que también reafirman la creencia en la resurrección y la vida eterna, que son centrales en la fe cristiana. Estas celebraciones litúrgicas son una oportunidad para recordar a los difuntos, orar por sus almas y renovar la esperanza en la promesa de la vida eterna en Cristo. El «Leccionario VIII. Para las Misas Rituales. Misas de Difuntos» es una herramienta valiosa para la comunidad cristiana, proporcionando recursos espirituales que ayudan a los fieles a enfrentar el dolor de la pérdida con fe y esperanza. A través de estas lecturas y oraciones, los creyentes son llamados a confiar en la misericordia de Dios y a esperar con confianza la resurrección y la vida eterna.


X. MISAS DE DIFUNTOS

PRIMERAS LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1

Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección

Lectura del segundo libro de los Macabeos 12, 43-46

En aquellos días, Judas, jefe de Israel, recogió dos mil dracmas de plata en una colecta y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación.

Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Pero, considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la idea es piadosa y santa.

Por eso, hizo una expiación por los muertos, para que fueran liberados del pecado.

Palabra de Dios.

2

Yo sé que está vivo mi Redentor

Lectura del libro de Job 19, 1. 23-27a

Respondió Job a sus amigos:

«¡Ojalá se escribieran mis palabras,
ojalá se grabaran en cobre,

con cincel de hierro y en plomo
se escribieran para siempre en la roca!

Yo sé que está vivo mi Redentor,
y que al final se alzará sobre el polvo:

después que me arranquen la piel,
ya sin carne, veré a Dios;

yo mismo lo veré, y no otro,
mis propios ojos lo verán».

Palabra de Dios.

3

Dios creó al hombre para la inmortalidad

Lectura del libro de la Sabiduría 2, 1-5. 21-23

Se dijeron los impíos, razonando equivocadamente:

«La vida es corta y triste,
y el trance final del hombre, irremediable;
y no consta de nadie que haya regresado del abismo.

Nacimos casualmente
y luego pasaremos como quién no existió;

nuestro respiro es humo,
y el pensamiento, chispa del corazón que late;

cuando esta se apague, el cuerpo se volverá ceniza,
y el espíritu se desvanecerá como aire tenue.

Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo,
y nadie se acordará de nuestras obras;

pasará nuestra vida como rastro de nube,
se disipará como neblina
acosada por los rayos del sol y abrumada por su calor.

Nuestra vida es el paso de una sombra,
y nuestro fin, irreversible;

está aplicado el sello, no hay retorno».

Así discurren, y se engañan,
porque los ciega su maldad;

no conocen los secretos de Dios,
no esperan el premio de la virtud
ni valoran el galardón de una vida intachable.

Dios creó al hombre para la inmortalidad
y lo hizo a imagen de su propio ser.

Palabra de Dios.

4

Los recibió como sacrificio de holocausto

Lectura del libro de la Sabiduría 3, 1-9

La vida de los justos está en manos de Dios,
y no los tocará el tormento.

La gente insensata pensaba que morían,
consideraba su tránsito como una desgracia,
y su partida de entre nosotros como una destrucción;
pero ellos están en paz.

La gente pensaba que cumplían una pena,
pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad;

sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores,
porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí;

los probó como oro en crisol,
los recibió como sacrificio de holocausto;

a la hora de la cuenta resplandecerán
como chispas que prenden por un cañaveral;

gobernarán naciones, someterán pueblos,
y el Señor reinará sobre ellos eternamente.

Los que confían en él comprenderán la verdad,
los fieles a su amor seguirán a su lado;

porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos
y mira por sus elegidos.

Palabra de Dios.

O bien más breve:

Lectura del libro de la Sabiduría 3, 1-6. 9

La vida de los justos está en manos de Dios,
y no los tocará el tormento.

La gente insensata pensaba que morían,
consideraba su tránsito como una desgracia,
y su partida de entre nosotros como una destrucción;
pero ellos están en paz.

La gente pensaba que cumplían una pena,
pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad;

sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores,
porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí;

los probó como oro en crisol,
los recibió como sacrificio de holocausto.

Los que confían en él comprenderán la verdad,
los fieles a su amor seguirán a su lado;

porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos
y mira por sus elegidos.

Palabra de Dios.

5

Edad avanzada, una vida sin tacha

Lectura del libro de la Sabiduría 4, 7-15

El justo, aunque muera prematuramente,
tendrá descanso;

vejez venerable no son los muchos días,
ni se mide por el número de años;

canas del hombre son la prudencia,
y edad avanzada, una vida sin tacha.

Agradó a Dios, y Dios lo amó,
vivía entre pecadores, y Dios se lo llevó;

lo arrebató, para que la malicia
no pervirtiera su conciencia,
para que la perfidia no sedujera su alma;

la fascinación del vicio ensombrece la virtud,
el vértigo de la pasión
pervierte una mente sin malicia.

Maduró en pocos años, cumplió mucho tiempo;
como su alma era agradable a Dios,
se dio prisa en salir de la maldad;

la gente lo ve y no lo comprende,
no se da cuenta de esto:

que quiere a sus elegidos, se apiada de ellos
y mira por sus devotos.

Palabra de Dios.

6

El Señor aniquilará la muerte para siempre

Lectura de libro de Isaías 25, 6a. 7-9

Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará
para todos los pueblos, en este monte,
un festín de manjares suculentos.

Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el paño que tapa a todas las naciones.

Aniquilará la muerte para siempre.

El Señor Dios enjugará las
lágrimas de todos los rostros,

y el oprobio de su pueblo
lo alejará de todo el país.
—Lo ha dicho el Señor—.

Aquel día se dirá:

«Aquí está nuestro Dios,
de quién esperábamos que nos salvara;
celebremos y gocemos con su salvación».

Palabra de Dios.

7

Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor

Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 17-26

Me han arrancado la paz,
y ni me acuerdo de la dicha;

me digo: «Se me acabaron las fuerzas
y mi esperanza en el Señor».

Fíjate en mi aflicción y en mi amargura,
en la hiel que me envenena;

no hago más que pensar en ello,
y estoy abatido.

Pero hay algo que traigo a la memoria
y me da esperanza:

que la misericordia del Señor no termina
y no se acaba su compasión;

antes bien, se renuevan cada mañana:
¡qué grande es tu fidelidad!

El Señor es mi lote, me digo,
y espero en él.

El Señor es bueno para los que en él esperan
y lo buscan;

es bueno esperar en silencio
la salvación del Señor.

Palabra de Dios.

8

Los que duermen en el polvo despertaran

Lectura de la profecía de Daniel 12, 1-3

En aquellos días, yo, Daniel, estaba cumpliendo un luto, y oí estas palabras del Señor:

—«Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro.

Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad».

Palabra de Dios.

PRIMERAS LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO. Tiempo pascual

1

Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

—«Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios.

O bien más breve:


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34-36. 42-43


En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

—«Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».


Palabra de Dios.

2

Dichosos los muertos que mueren en el Señor

Lectura del libro del Apocalipsis 14, 13

Yo, Juan, oí una voz que decía desde el cielo:

—«Escribe: ¡Dichosos ya los muertos que mueren en el Señor!

Si (dice el Espíritu), que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan».

Palabra de Dios.

3

Los muertos fueron juzgados según sus obras

Lectura del libro del Apocalipsis 20, 11—21, 1

Yo, Juan, vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. A su presencia desaparecieron cielo y tierra, porque no hay sitio para ellos.

Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros.

El mar entregó sus muertos, muerte y abismo entregaron sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras.

Después muerte y abismo fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es la segunda muerte—. Los que no estaban escritos en el libro de la vida fueron arrojados al lago de fuego.

Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe.

Palabra de Dios.

4

Ya no habrá muerte

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a. 6b-7

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe.

Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.

Y escuché una voz potente que decía desde el trono:

—«Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado».

Y el que estaba sentado en el trono dijo:

—«Todo lo hago nuevo. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al sediento, yo le daré a beber de balde de la fuente de agua viva. quién salga vencedor heredará esto, porque yo seré su Dios, y él será mi hijo».

Palabra de Dios.

SALMOS RESPONSORIALES

1

Salmo responsorial: Salmo 22, 1-3. 4. 5. 6 (R.: 1; o bien: 4ab)

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

O bien:

R. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.

2

Salmo responsorial: Salmo 24, 6-7bc. 17-18. 20-21 (R.: 1; o bien: 3)

R. A ti, Señor, levanto mi alma.

O bien:

R. Los que esperan en ti, Señor, no quedan defraudados.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.

Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.

3

Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 4. 7 y 8b y 9a. 13-14 (R.: 1a; o bien: 13)

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

O bien:

R. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro. R.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, se valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.

4

Salmo responsorial: Salmo 41, 2. 3. 5bcd; 42, 3. 4. 5 (R.: 41, 3a)

R. Mi alma tiene sed del Dios vivo.

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío. R.

Tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios? R.

Recuerdo cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza. R.

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío». R.

5

Salmo responsorial: Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 2b)

R. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios.

Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R.

6

Salmo responsorial: Salmo 102, 8 y 10. 13-14. 15-16. 17-18 (R.: 8a; o bien: Sal 36, 39a)

R. El Señor es compasivo y misericordioso.

O bien:

R. El Señor es quién salva a los justos.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como la flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla. R.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos. R.

7

Salmo responsorial: Salmo 114, 5-6; 115, 10-11. 15-16ac (R.: 114, 9)

R. Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

O bien:

R. Aleluya.

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R.

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Que desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos». R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
rompiste mis cadenas. R.

8

Salmo responsorial: Salmo 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 1; o bien: cf. 1)

R. ¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!

O bien:

R. Vamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.

Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R.

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien. R.

9

Salmo responsorial: Salmo 129, 1-2. 3-4. 5-6. 7. 8 (R.: 1; o bien: cf. 5)

R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.

O bien:

R. Espero en el Señor, espero en su palabra.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi suplica. R.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R.

Y el redimirá a Israel de
todos sus delitos. R.

10

Salmo responsorial: Salmo: 142, 1-2. 5-6. 7ab y 8ab. 10 (R.: 1a)

R. Señor, escucha mi oración.

Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi suplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. R.

Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca. R.

Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti. R.

Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana. R.

SEGUNDAS LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

1

Justificados por su sangre, seremos por él salvos del castigo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 5-11

Hermanos:

La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quién muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; más la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo!

Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuanta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!

Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quién hemos obtenido ahora la reconciliación.

Palabra de Dios.

2

Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 17-21

Hermanos:

Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo.

Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación.

En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.

La Ley se introdujo para que creciera el delito; pero, si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, así también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna.

Palabra de Dios.

3

Andemos en una vida nueva

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-9

Hermanos:

Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.

Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.

Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.


O bien más breve:


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-4. 8-9


Hermanos:


Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

4

Aguardando la redención de nuestro cuerpo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 14-23

Hermanos:

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.

Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).

Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

Sostengo, además, que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá.

Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vvería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto.

Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

Palabra de Dios.

5

¿apartarnos del amor del amor de Cristo?

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-35. 37-39

Hermanos:

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aun, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia? , ¿la persecución? , ¿el hambre?, ¿la desnudez? , ¿el peligro?, ¿la espada?

Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Palabra de Dios.

6

En la vida y en la muerte somos del Señor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9. 10c-12

Hermanos:

Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.

Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor.

Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.

Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito:

«Por mi vida, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
a mí me alabará toda lengua».

Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.

Palabra de Dios.

7

Por Cristo todos volverán a la vida

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-24a. 25-28

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando el vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

Pero, al decir que lo ha sometido todo, es evidente que excluye al que le ha sometido todo.

Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo.

Y así Dios lo será todo para todos.

Palabra de Dios.


O bien más breve:


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-23


Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo.

Palabra de Dios.

8

La muerte ha sido absorbida en la victoria

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 51-57

Hermanos:

Os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos nos veremos transformados.

En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque de la última trompeta; porque resonará, y los muertos despertarán incorruptibles, y nosotros nos veremos transformados.

Porque esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse de inmortalidad. Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita:

«La muerte ha sido absorbida en la victoria.
¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón?».

El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley.

¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

Palabra de Dios.

9

Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 14—5, 1

Hermanos:

Sabemos que quién resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.

Por eso, no nos desanimamos. Aunque nuestro hombre exterior se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva día a día. Y una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria. No nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.

Es cosa que ya sabemos: Si se destruye este nuestro tabernáculo terreno, tenemos un sólido edificio construido por Dios, una casa que no ha sido levantada por mano de hombre y que tiene una duración eterna en los cielos.

Palabra de Dios.

10

Tenemos una casa eterna en los cielos

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 1. 6-10

Hermanos:

Es cosa que ya sabemos: Si se destruye este nuestro tabernáculo terreno, tenemos un sólido edificio construido por Dios, una casa que no ha sido levantada por mano de hombre y que tiene una duración eterna en los cielos.

En consecuencia, siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe.

Y es tal nuestra confianza, que preferimos desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor.

Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle.

Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo.

Palabra de Dios.

11

Transformará nuestro cuerpo humilde,
según el modelo de su cuerpo glorioso

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 20-21

Hermanos:

Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.

Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

Palabra de Dios.

12

Estaremos siempre con el Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-14. 17b-18

Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.

Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.

Y así estaremos siempre con el Señor.

Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Palabra de Dios.

13

Si morimos con él, viviremos con él

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 8-13

Querido hermano:

Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David.

Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.

Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna.

Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.

Palabra de Dios.

14

Veremos a Dios tal cual es

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2

Queridos hermanos:

Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.

15

Hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 14-16

Queridos hermanos:

Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos.

El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que el dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.

Palabra de Dios.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

1

Aleluya Cf. Mt 11, 25

Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los secretos del reino
a la gente sencilla.

2

Aleluya Mt 25, 34

Venid vosotros, benditos de mi Padre
—dice el Señor—;
heredad el reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo.

3

Aleluya Jn 3, 16

Tanto amó Dios al mundo
que entregó a su Hijo único.
Todo el que cree en él
tiene vida eterna.

4

Aleluya Jn 6, 39

Ésta es la voluntad de mi Padre:
que no pierda nada de lo que me dio,
sino que lo resucite en el último día
—dice el Señor—.

5

Aleluya Jn 6, 40

Ésta es la voluntad de mi Padre:
que todo el que cree en mí tenga vida eterna,
y yo lo resucitaré en el último día
—dice el Señor—.

6

Aleluya Jn 6, 51

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo
—dice el Señor—;
el que coma de este pan vivirá para siempre.

7

Aleluya Jn 11, 25a. 26

Yo soy la resurrección y la vida
—dice el Señor—;
el que cree en mí no morirá para siempre.

8

Aleluya Flp 3, 20

Nosotros somos ciudadanos del cielo,
de donde aguardamos un Salvador:
el Señor Jesucristo.

9

Aleluya 2 Tm 2, 11-12a

Si morimos con Cristo, viviremos con él.
Si perseveramos, reinaremos con él.

10

Aleluya Ap 1, 5a. 6b

Jesucristo es el primogénito de entre los muertos;
a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.

11

Aleluya Ap 14, 13

Dichosos los muertos que mueren en el Señor.
Que descansen de sus fatigas,
porque sus obras los acompañan.

EVANGELIOS

1

Estad alegres y contentos,
porque vuestra recompensa será grande en el cielo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

—«Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.

2

Venid a mí, y yo os aliviaré

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús:

—«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.

Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quién el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviare. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrareis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

3

¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

—«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo.

Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.

Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.

El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó una voz:

“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”

Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.

Y las necias dijeron a las sensatas:

“Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.”

Pero las sensatas contestaron:

“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.”

Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.

Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:

“Señor, señor, ábrenos.”

Pero él respondió:

“Os lo aseguro: no os conozco.”

Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

Palabra del Señor.

4

Venid vosotros, benditos de mi Padre

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.

Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.

Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha:

“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.”

Entonces los justos le contestarán:

“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”

Y el rey les dirá:

“Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”

Y entonces dirá a los de su izquierda:

“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.”

Entonces también éstos contestarán:

“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”

Y el replicará:

“Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.”

Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor.

5

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

Lectura del santo evangelio según san Marcos 15, 33-39; 16, 1-6

Al llegar el mediodía, toda la región quedo en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

—«Eloí, Eloí, lamá sabaktaní».

(Que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).

Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

—«Mira, está llamando a Elías».

Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

—«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

—«Realmente este hombre era Hijo de Dios».

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:

—«¿quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?».

Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:

—«No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron».

Palabra del Señor.

O bien más breve:

Lectura del santo evangelio según san Marcos 15, 33-39

Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

—«Eloí, Eloí, lamá sabaktaní».

(Que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).

Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

—«Mira, está llamando a Elías».

Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

—«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

—«Realmente este hombre era Hijo de Dios».

Palabra del Señor.

6

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo:

—«No llores».

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:

—«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.

Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo:

—«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo».

La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

Palabra del Señor.

7

Lo mismo vosotros, estad preparados

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quiénes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.

Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

8

Hoy estarás conmigo en el paraíso

Lectura del santo evangelio según san Lucas 23, 33. 39-43

Cuando los soldados llegaron al lugar llamado «La Calavera», crucificaron allí a Jesús, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Uno de los malhechores crucificado lo insultaba, diciendo:

—«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

Pero el otro le increpaba:

—«¿Ni siquiera temes tu a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada».

Y decía:

—«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».

Jesús le respondió:

—«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Palabra del Señor.

9

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

Lectura del santo evangelio según san Lucas 23, 44-46. 50. 52-53; 24, 1-6a

Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

—«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».

Y, dicho esto, expiró.

Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.

El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que hablan preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:

—«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».


Palabra del Señor.


O bien más breve:


Lectura del santo evangelio según san Lucas 23, 44-46. 50. 52-53

Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

—«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».

Y, dicho esto, expiró.

Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo coloco en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.

Palabra del Señor.

10

¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:

—«¿Que conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:

—«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».

Él les preguntó:

—«¿Qué?».

Ellos le contestaron:

—«Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».

Entonces Jesús les dijo:

—«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?».

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:

—«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.

Ellos comentaron:

—«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

—«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.


O bien más breve:


Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-16. 28-35


Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:

—«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.

Ellos comentaron:

—«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

—«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

11

Quién escucha mi palabra y cree
ha pasado ya de la muerte a la vida

Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 24-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

—«Os lo aseguro: quién escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida.

Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.

Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.

No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio».

Palabra del Señor.

12

El que cree en el Hijo tiene vida eterna,
y yo lo resucitaré en el último día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 37-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—«Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.

Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Palabra del Señor.

13

El que come este pan tiene vida eterna,
y yo lo resucitaré en el último día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Disputaban los judíos entre sí:

—«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».

Entonces Jesús les dijo:

—«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Palabra del Señor.

14

Yo soy la resurrección y la vida

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 17-27

En aquel tiempo, cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:

—«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo:

—«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:

—«Sé que resucitará en la resurrección del último día».

Jesús le dice:

—«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:

—«Si, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Palabra del Señor.


O bien más breve:


Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 21-27

En aquel tiempo, dijo Marta a Jesús:

—«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo:

—«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:

—«Sé que resucitará en la resurrección del ultimo día».

Jesús le dice:

—«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:

—«Si, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Palabra del Señor.

15

Lázaro, ven afuera

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 32-45

En aquel tiempo, cuando llegó María, la hermana de Lázaro, a donde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:

—«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano».

Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó:

—«¿Dónde lo habéis enterrado?».

Le contestaron:

—«Señor, ven a verlo».

Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:

—«¡Cómo lo quería!».

Pero algunos dijeron:

—«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?».

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.

Dice Jesús:

—«Quitad la losa».

Marta, la hermana del muerto, le dice:

—«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días».

Jesús le dice:

—«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».

Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:

—«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».

Y dicho esto, gritó con voz potente:

—«Lázaro, ven afuera».

El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:

—«Desatadlo y dejadlo andar».

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor.

16

Si el grano de trigo muere, da mucho fruto

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 23-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.

Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quién me sirva, el Padre lo premiará.

Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre».

Entonces vino una voz del cielo:

—«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

Palabra del Señor.

O bien más breve:

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 23-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.

Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a si mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quién me sirva, el Padre lo premiará».

Palabra del Señor.

17

En la casa de mi Padre hay muchas estancias

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino».

Tomás le dice:

—«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».

Jesús le responde:

—«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».

Palabra del Señor.

18

Éste es mi deseo: que estén conmigo donde yo estoy

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 24-26

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:

—«Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.

Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos».

Palabra del Señor.

19

Inclinando la cabeza, entrego el espíritu

Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 17-18. 25-30

En aquel tiempo, Jesús, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

—«Mujer, ahí tienes a tu hijo».

Luego, dijo al discípulo:

—«Ahí tienes a tu madre».

Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

—«Tengo sed».

Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

—«Está cumplido».

E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Palabra del Señor.


LECCIONARIO VIII – PARA LAS MISAS RITUALES

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA ADMINISTRACIÓN DE LAS SAGRADAS ÓRDENES

Lecturas del Leccionario VIII, PARA LA ADMISIÓN DE CANDIDATOS AL DIACONADO Y AL PRESBITERAD0

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA COLACIÓN DE MINISTERIOS

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA ADMINISTRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS A LOS ENFERMOS Y MORIBUNDOS

Lecturas del Leccionario VIII, POR LOS ESPOSOS

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA BENDICIÓN DE UN ABAD O DE UNA ABADESA

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA CONSAGRACIÓN DE VÍRGENES Y EN LA PROFESIÓN RELIGIOSA

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA DEDICACIÓN O BENDICIÓN DE UNA IGLESIA O DE UN ALTAR

Lecturas del Leccionario VIII, MISAS DE DIFUNTOS


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