Misas en la Administración de los Sacramentos a los Enfermos y Moribundos

LECCIONARIO VIII. PARA LAS MISAS RITUALES. EN LA ADMINISTRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS A LOS ENFERMOS Y MORIBUNDOS

Lecturas Misas en la Administración de los Sacramentos a los Enfermos y Moribundos.

Misas en la Administración de los Sacramentos a los Enfermos y Moribundos

El «Leccionario VIII. Para las Misas Rituales. En la Administración de los Sacramentos a los Enfermos y Moribundos» es una colección litúrgica que ofrece una selección de lecturas bíblicas y oraciones específicas para las ceremonias de administración de la Unción de los Enfermos y el Viático. Estos sacramentos son de gran importancia en la vida de la Iglesia, ya que proporcionan consuelo, fortaleza y gracia a los fieles que se encuentran en situaciones de enfermedad grave o en el umbral de la muerte. La administración de estos sacramentos subraya la presencia y el cuidado de Dios en momentos de sufrimiento y transición, ofreciendo esperanza y paz a los enfermos y moribundos.

Las lecturas seleccionadas para la administración de la Unción de los Enfermos están diseñadas para resaltar la misericordia de Dios, la esperanza en la curación y la fortaleza espiritual. La primera lectura, tomada del libro de Isaías (Is 38, 1-5. 21-22. 7-8), narra la enfermedad del rey Ezequías y su oración ferviente a Dios, quien escucha su súplica y le concede quince años más de vida. Este pasaje subraya la compasión de Dios y su poder para sanar, ofreciendo esperanza a los enfermos.

Las lecturas para la administración del Viático están diseñadas para resaltar la esperanza en la vida eterna y la presencia de Cristo en el momento de la muerte. La primera lectura, tomada del libro del Éxodo (Ex 16, 2-4. 12-15), narra cómo Dios provee maná del cielo para alimentar a los israelitas en el desierto. Este pasaje prefigura la Eucaristía como el «pan del cielo» que sostiene a los fieles en su peregrinación terrenal y en su tránsito hacia la vida eterna.

En conjunto, estas lecturas invitan a los fieles a reflexionar sobre la presencia y la acción de Dios en momentos de enfermedad y muerte. La administración de la Unción de los Enfermos y el Viático no solo proporciona consuelo y fortaleza a los enfermos y moribundos, sino que también reafirma la esperanza cristiana en la resurrección y la vida eterna. Estas celebraciones litúrgicas son una oportunidad para renovar la fe en la misericordia y el amor de Dios, y para acompañar a los enfermos y moribundos con oración y apoyo espiritual. El «Leccionario VIII. Para las Misas Rituales. En la Administración de los Sacramentos a los Enfermos y Moribundos» es una herramienta valiosa para la comunidad cristiana, proporcionando recursos espirituales que ayudan a los fieles a comprender y celebrar la significación profunda de estos sacramentos. A través de estas lecturas y oraciones, los creyentes son llamados a confiar en la gracia de Dios y a vivir con esperanza y fe, incluso en los momentos más difíciles de la vida.


V. EN LA ADMINISTRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS A LOS ENFERMOS Y MORIBUNDOS

1. En la administración de la unción de los enfermos

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1

Elías, cansado del camino, es confortado por el Señor

Lectura del primer libro de los Reyes 19, 1-8

En aquellos días, Ajab contó a Jezabel lo que había hecho Elías, cómo había pasado a cuchillo a los profetas. Entonces Jezabel mandó a Elías este recado:

—«Que los dioses me castiguen si mañana a estas horas no hago contigo lo mismo que has hecho tú con cualquiera de ellos».

Elías temió y emprendió la marcha para salvar la vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado. Él continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte:

—«¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!».

Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo:

—«¡Levántate, come!».

Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo:

—«¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas».

Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Palabra de Dios.

2

¿Por qué dio luz a un desgraciado?

Lectura del libro de Job 3, 1-3. 11-17. 20-23

Job abrió la boca y maldijo su día diciendo:

«¡Muera el día en que nací,
la noche que dijo: “Se ha concebido un varón”!

¿Por qué al salir del vientre no morí
o perecí al salir de las entrañas?

¿Por qué me recibió un regazo
y unos pechos me dieron de mamar?

Ahora dormiría tranquilo,
descansaría en paz,

lo mismo que los reyes de la tierra
que se alzan mausoleos,

o como los nobles que amontonan oro
y plata en sus palacios.

Ahora sería un aborto enterrado,
una criatura que no llegó a ver la luz.

Allí acaba el tumulto de los malvados,
allí reposan los que están rendidos.

¿Por qué dio luz a un desgraciado
y vida al que la pasa en amargura,

al que ansía la muerte que no llega
y escarba buscándola más que un tesoro,

al que se alegraría ante la tumba
y gozaría al recibir sepultura,

al hombre que no encuentra camino
porque Dios le cerró la salida?».

Palabra de Dios.

3

Recuerda que mi vida es un soplo

Lectura del libro de Job 7, 1-4. 6-11

Habló Job, diciendo:

«El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio,
sus días son los de un jornalero;

como el esclavo, suspira por la sombra,
como el jornalero, aguarda el salario.

Mi herencia son meses baldíos,
me asignan noches de fatiga;

al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?
Se alarga la noche
y me harto de dar vueltas hasta el alba.

Mis días corren más que la lanzadera,
y se consumen sin esperanza.

Recuerda que mi vida es un soplo,
y que mis ojos no verán más la dicha;

los ojos que me ven ya no me descubrirán,
y cuando me mires tú, ya no estaré.

Como la nube pasa y se deshace,
el que baja a la tumba no sube ya;

no vuelve a su casa, su morada no vuelve a verlo.

Por eso no frenaré mi lengua,
hablará mi espíritu angustiado
y mi alma amargada se quejará».

Palabra de Dios.

4

¿Qué es el hombre para que le des importancia?

Lectura del libro de Job 7, 12-21

Hablo Job, diciendo:

«¿Soy el monstruo marino o el Dragón
para que me pongas un guardián?

Cuando pienso que el lecho me aliviará
y la cama soportará mis quejidos,

entonces, me espantas con sueños
y me aterrorizas con pesadillas.

Preferiría morir asfixiado, y la misma muerte,
a estos miembros que odio.

No he de vivir por siempre;
déjame, que mis días son un soplo.

¿Qué es el hombre para que le des importancia,
para que te ocupes de él,
para que le pases revista por la mañana
y lo examines a cada momento?

¿Por qué no apartas de mí la vista
y no me dejas ni tragar saliva?

Si he pecado, ¿qué te he hecho?

Centinela del hombre,
¿por qué me has tomado como blanco
y me he convertido en carga para ti?

¿Por qué no me perdonas mi delito
y no alejas mi culpa?

Muy pronto me acostaré en el polvo,
me buscarás y ya no existiré».

Palabra de Dios.

5

Yo sé que está vivo mi Redentor

Lectura del libro de Job 19, 23-27a

Habló Job, diciendo:

«¡Ojalá se escribieran mis palabras,
ojalá se grabaran en cobre,

con cincel de hierro y en plomo
se escribieran para siempre en la roca!

Yo sé que está vivo mi Redentor,
y que al final se alzará sobre el polvo:

después, que me arranquen la piel,
ya sin carne, veré a Dios;

yo mismo lo veré, y no otro,
mis propios ojos lo verán».

Palabra de Dios.

6

¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría?

Lectura del libro de la Sabiduría 9, 9-11. 13-18

Contigo está la sabiduría, Señor de la misericordia,
conocedora de tus obras,

que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.

Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala,

para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.

¿Qué hombre conoce el designio de Dios?
¿Quién comprende lo que Dios quiere?

Los pensamientos de los mortales son mezquinos,
y nuestros razonamientos son falibles;

porque el cuerpo mortal es lastre del alma,
y la tienda terrestre abruma la mente que medita.

Apenas conocemos las cosas terrenas
y con trabajo encontramos lo que está a mano:

pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo?
¿Quién conocerá tu designio,

si tú no le das sabiduría,
enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?

Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres,
los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó.

Palabra de Dios.

7

Fortaleced las manos débiles

Lectura del libro de Isaías 35, 1-10

El desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso,
se alegrará con gozo y alegría.

Tiene la gloria del Líbano,
la belleza del Carmelo y del Sarión.

Ellos verán la gloria del Señor,
la belleza de nuestro Dios.

Fortaleced las manos débiles,
robusteced las rodillas vacilantes;

decid a los cobardes de corazón:
«Sed fuertes, no temáis.

Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite;
viene en persona, resarcirá y os salvará».

Se despegarán los ojos del ciego,
los oídos del sordo se abrirán,

saltará como un ciervo el cojo,
la lengua del mudo cantará.

Porque han brotado aguas en el desierto,
torrentes en la estepa;

el páramo será un estanque,
lo reseco, un manantial.

En el cubil donde se tumbaban los chacales
brotarán cañas y juncos.

Lo cruzará una calzada
que llamarán Vía Sacra:

no pasará por ella el impuro,
y los inexpertos no se extraviarán.

No habrá por allí leones,
ni se acercarán las bestias feroces;

si no que caminarán los redimidos,
y volverán por ella los rescatados del Señor.

Vendrán a Sión con cánticos:
en cabeza, alegría perpetua;
siguiéndolos, gozo y alegría.

Pena y aflicción se alejarán.

Palabra de Dios.

8

Él soportó nuestros sufrimientos

Lectura del libro de Isaías 52, 13—53, 12

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.

Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,

así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.

¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;

nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;

pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.

Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;

y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.

Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;

como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?

Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;

verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.

Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.

Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.

Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,

él tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.

9

El Espíritu del Señor está sobre mí, para consolar a los afligidos

Lectura del libro de Isaías 61, 1-3a

El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.

Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren,
para vendar los corazones desgarrados,

para proclamar la amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad,

para proclamar el año de gracia del Señor,
el día del desquite de nuestro Dios,

para consolar a los afligidos,
los afligidos de Sión;

para cambiar su ceniza en corona,
su traje de luto en perfume de fiesta,
su abatimiento en cánticos.

Palabra de Dios.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

Tiempo pascual

1

En nombre de Jesucristo, echa a andar

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 1-10

En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento.

Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo:

—«Míranos».

Clavó los ojos en ellos, esperando que le dieran algo. Pedro le dijo:

—«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar».

Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vió andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.

Palabra de Dios.

2

Su fe en aquel que Dios resucitó le ha restituido la salud

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-16

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra:

—«Israelitas, ¿por qué os extrañáis de ésto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.

Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.

Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros».

Palabra de Dios.

3

No se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 8-12

En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo:

—«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a Quién vosotros crucificasteis y a Quién Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta este sano ante vosotros.

Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.

Palabra de Dios.

4

Aquel a Quién Dios resucitó no se corrompió

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 32-39

En aquellos días, Pablo dijo:

—«Nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo:

“Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.”

Y que lo resucitó de la muerte para nunca volver a la corrupción, lo tiene expresado así:

“Os cumpliré la promesa que aseguré a David.”

Por eso dice en otro lugar:

“No dejarás a tu fiel conocer la corrupción.”

Pero David, cumplida la misión que Dios le dio para su época, murió, se lo llevaron con sus padres, y se corrompió.

En cambio, aquel a Quién Dios resucitó no se corrompió.

Por tanto, sabedlo bien, hermanos, se os anuncia el perdón de los pecados por medio de él, y que todo el que cree queda justificado por su medio de todo lo que no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés».

Palabra de Dios.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

Fuera del tiempo pascual

1

Sufrimos con él para ser con él glorificados

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 14-17

Hermanos:

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.

Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).

Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

Palabra de Dios.

2

Aguardando la redención de nuestro cuerpo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-27

Hermanos:

Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se viera liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto.

Y no solo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve?

Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.

Pero además el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.

Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

Palabra de Dios.

3

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-35. 37-39

Hermanos:

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro? , ¿la espada?

Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Palabra de Dios.

4

Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18-25

Hermanos:

El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación —para nosotros— es fuerza de Dios. Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces». ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?

Y como, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Palabra de Dios.

5

Cuando un miembro sufre, todos sufren con él

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 12-22. 24b-27

Hermanos:

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo.

Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.

Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.

El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios.

Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían.

Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.

Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.

Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.

Palabra de Dios.

6

Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 12-20

Hermanos:

Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan?

Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo.

Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, si es verdad que los muertos no resucitan.

Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.

¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Palabra de Dios.

7

Nuestro hombre interior se renueva día a día

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 16-18

Hermanos:

No nos desanimamos. Aunque nuestro hombre exterior se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva día a día.

Y una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria.

No nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve.

Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.

Palabra de Dios.

8

Tenemos una casa que tiene una duración eterna en los cielos

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 1. 6-10

Hermanos:

Es cosa que ya sabemos: Si se destruye este nuestro tabernáculo terreno, tenemos un sólido edificio construido por Dios, una casa que no ha sido levantada por mano de hombre y que tiene una duración eterna en los cielos.

En consecuencia, siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe.

Y es tal nuestra confianza, que preferimos desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor.

Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle.

Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo.

Palabra de Dios.

9

Os anuncié el Evangelio con motivo de una enfermedad mía

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 12-19

Poneos en mi lugar, hermanos, por favor, que yo, por mi parte, me pongo en el vuestro. En nada me ofendisteis.

Recordáis que la primera vez os anuncie el Evangelio con motivo de una enfermedad mía, pero no me despreciasteis ni me hicisteis ningún desaire, aunque mi estado físico os debió tentar a eso; al contrario, me recibisteis como a un mensajero de Dios, como a Jesucristo en persona.

Siendo esto así, ¿dónde ha ido a parar aquella dicha vuestra? Porque hago constar en vuestro honor que, a ser posible, os habríais sacado los ojos por dármelos. ¿Y ahora me he convertido en enemigo vuestro por ser sincero con vosotros?

El interés que esos os muestran no es de buena ley; quieren aislaros para acaparar vuestro interés.

Sería bueno, en cambio, que os interesarais por lo bueno siempre, y no solo cuando estoy ahí con vosotros.

Hijos mío, otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros.

Palabra de Dios.

10

Estuvo para morirse, pero Dios tuvo compasión de él

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 25-30

Hermanos:

Me considero obligado a mandaros de nuevo a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, al que enviasteis vosotros para atender a mi necesidad. Él os echaba mucho de menos y estaba angustiado porque os habíais enterado de su enfermedad. De hecho, estuvo para morirse, pero Dios tuvo compasión de él; no sólo de él, también de mí, para que no me cayera encima pena tras pena.

Os lo mando lo antes posible, para que, viéndolo, volváis a estar alegres, y yo me sienta aliviado. Recibidlo, pues, en el Señor con la mayor alegría; estimad a hombres como él, que por la causa de Cristo ha estado a punto de morir, exponiendo su vida para prestarme en lugar vuestro el servicio que vosotros no podíais.

Palabra de Dios.

11

Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 22-29

Hermanos:

Ahora, gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha y sin reproche en su presencia.

La condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis.

Es el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, y yo, Pablo, fui nombrado su ministro.

Ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos. A éstos ha querido Dios dar a conocer la gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria.

Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo: ésta es mi tarea, en la que lucho denodadamente con la fuerza poderosa que él me da.

Palabra de Dios.

12

No tenemos un sumo sacerdote
incapaz de compadecerse de nuestras debilidades

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios.

13

La oración de fe salvará al enfermo

Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 13-16

Queridos hermanos:

¿Sufre alguno de vosotros? Rece. ¿Está alegre alguno? Cante cánticos. ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y, si ha cometido pecado, lo perdonará.

Así, pues, confesaos los pecados unos a otros, y rezad unos por otros, para que os curéis. Mucho puede hacer la oración intensa del justo.

Palabra de Dios.

14

Alegraos, aunque de momento tengáis que sufrir un poco

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe —de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo.

No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios.

15

Aún no se ha manifestado lo que seremos

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2

Queridos hermanos:

Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.

16

Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-7

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe.

Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.

Y escuche una voz potente que decía desde el trono:

—«Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado».

Y el que estaba sentado en el trono dijo:

—«Todo lo hago nuevo».

Y añadió:

—«Escribe, que estas palabras son fidedignas y verídicas».

Y me dijo todavía:

—«Ya son un hecho. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al sediento, yo le daré a beber de balde de la fuente de agua viva.

Quién salga vencedor heredará esto, porque yo seré su Dios, y él será mi hijo».

Palabra de Dios.

17

Ven, Señor Jesús

Lectura del libro del Apocalipsis 22, 17. 20-21

El Espíritu y la novia dicen:

—«¡Ven!».

El que lo oiga, que repita:

—«¡Ven!».

El que tenga sed, y quiera, que venga a beber de balde el agua viva.

El que se hace testigo de estas cosas dice:

—«Si, voy a llegar en seguida».

Amén. Ven, Señor Jesús.

La gracia del Señor Jesús esté con todos.

Palabra de Dios.

SALMOS RESPONSORIALES

1

Interleccional: Isaías 38, 10. 11. 12abcd. 16 (R.: 17b)

R. Señor, detuviste mi alma ante la tumba vacía.

Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años». R.

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo». R.

«Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama». R.

Los que Dios protege viven,
y entre ellos vivirá mi espíritu;
me has curado, me has hecho revivir. R.

2

Salmo responsorial: Salmo 6, 2-4a. 4b-6. 9-10(R.: 3a)

R. Misericordia, Señor, que desfallezco.

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio. R.

Y tú, Señor, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿Quién te alabará? R.

Apartaos de mí los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi suplica,
el Señor ha aceptado mi oración. R.

3

Salmo responsorial: Salmo 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9. 10 y 14. 15-16 (R.: 1b)

R. A ti, Señor, levanto mi alma.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza. R.

Tengo los ojos puestos en el Señor,
porque el saca mis pies de la red.
Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí,
que estoy solo y afligido. R.

4

Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 4. 5. 7-8a. 8b-9ab. 9cd-10 (R.: 14)

R. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro». R.

Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio. R.

No me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá. R.

5

Salmo responsorial: Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 10-11. 12-13. 17 y 19 (R.: 19a; o bien: 9a)

R. El Señor está cerca de los atribulados.

O bien:

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedareis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R.

Pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R.

6

Salmo responsorial: Salmo 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4 (R.: 41, 2)

R. Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios? R.

Cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R.

Envía tu luz y tu verdad;
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la citara,
Dios, Dios mío. R.

7

Salmo responsorial: Salmo 62, 2-3. 4-6. 7-9 (R.: 2b)

R. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios.

Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria! R.

Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R.


8

Salmo responsorial: Salmo 70, 1-2. 5-6ab. 8-9. 14-15ab (R.: 12b; o bien: 23)

R. Dios mío, ven aprisa a socorrerme.

O bien:

R. Te aclamarán mis labios, Señor,
mi alma, que tú redimiste.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.

Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria, todo el día.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones. R.

Yo, en cambio, seguiré esperando,
redoblaré tus alabanzas;
mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación. R.

9

Salmo responsorial: Salmo 85, 1-2. 3-4. 5-6. 11. 12-13. 15-16ab (R.: 1a; o bien: 15a y 16a)

R. Inclina tu oído, Señor, escúchame.

O bien:

R. Dios clemente y misericordioso,
mírame, ten compasión de mí.

Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti. R.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti. R.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R.

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre. R.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo. R.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo. R.

10

Salmo responsorial: Salmo 89, 2. 3-4. 5-6. 9-10ab. 10cd y 12. 14 y 16 (R.: 1)

R. Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.

Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios. R.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R.

Y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta. R.

La mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato. R.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria. R.

11

Salmo responsorial: Salmo 101, 2-3. 24-25. 26-28. 19-21 (R.: 2)

R. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti.

Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tú oído hacia mí;
cuando te invoco,
escúchame en seguida. R.

Él agotó mis fuerzas en el camino,
acortó mis días;
y yo dije: «Dios mío, no me arrebates
en la mitad de mis días».
Tus años duran por todas las generaciones. R.

Al principio cimentaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos.
Ellos perecerán, tú permaneces,
se gastarán como la ropa,
serán como un vestido que se muda.
Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
tus años no se acabarán. R.

Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R.

12

Salmo responsorial: Salmo 102, 1-2. 3-4. 11-12. 13-14. 15-16. 17-18 (R.: 1a; o bien: 8)

R. Bendice, alma mía, al Señor.

O bien:

R. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
el rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla. R.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos. R.

13

Salmo responsorial: Salmo 122, 1-2a. 2bcd (R.: 2cd)

R. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia.

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R.

Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R.

14

Salmo responsorial: Salmo 142, 1-2. 5-6. 10 (R.: la; o bien: 11a)

R. Señor, escucha mi oración.

O bien:

R. Por tu nombre, Señor, consérvame vivo.

Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi suplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. R.

Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca. R.

Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana. R.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

1

Aleluya Sal 32, 22

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

2

Aleluya Mt 5, 4

Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.

3

Aleluya Mt 8, 17

Cristo tomó nuestras dolencias
y cargó con nuestras enfermedades.

4

Aleluya Mt 11, 28

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados,
y yo os aliviaré
—dice el Señor—.

5

Aleluya 2 Co 1, 3b-4a

¡Bendito sea el Padre de misericordia
y Dios del consuelo!
Él nos alienta en nuestras luchas.

6

Aleluya Ef 1, 3

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales.

7

Aleluya St 1, 12

Dichoso el hombre que soporta la prueba,
porque, una vez aquilatado,
recibirá la corona de la vida.

EVANGELIOS

1

Estad alegres y contentos,
porque vuestra recompensa será grande en el cielo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

—«Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.

2

Señor, si quieres, puedes limpiarme

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 1-4

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.

En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:

—«Señor, si quieres, puedes limpiarme».

Extendió la mano y lo tocó, diciendo:

—«Quiero, queda limpio».

Y en seguida quedó limpio de la lepra.

Jesús le dijo:

—«No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés».

Palabra del Señor.

3

Él tomó nuestras dolencias

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 5-17

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

—«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».

Jesús le contestó:

—«Voy yo a curarlo».

Pero el centurión le replico:

—«Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

—«Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».

Y al centurión le dijo:

—«Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído».

Y en aquel momento se puso bueno el criado.

Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles.

Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:

«Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».

Palabra del Señor.


O bien más breve:

 Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 5-13

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

—«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».

Jesús le contestó:

—«Voy yo a curarlo».

Pero el centurión le replicó:

—«Señor, no soy Quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

—«Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».

Y al centurión le dijo:

—«Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído».

Y en aquel momento se puso bueno el criado.

Palabra del Señor.

O bien más breve:

 Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 14-17

En aquel tiempo, al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles.

Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:

«Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».

Palabra del Señor.

4

Venid a mí todos los que estáis cansados

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús:

—«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a Quién el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

5

Jesús cura a muchos

Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 29-31

En aquel tiempo, Jesús, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él.

Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba.

La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel.

Palabra del Señor.

6

Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos,
conmigo lo hicisteis

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.

Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.

Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha:

“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.”

Entonces los justos le contestarán:

“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”

Y el rey les dirá:

“Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”».

Palabra del Señor.

7

Viendo la fe que tenían, dijo: «Tus pecados quedan perdonados»

Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 1-12

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa.

Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra.

Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.

Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico:

—«Hijo, tus pecados quedan perdonados».

Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:

—«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?».

Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:

—«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico “tus pecados quedan perdonados” o decirle “levántate, coge la camilla y echa a andar”?

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…».

Entonces le dijo al paralítico:

—«Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa».

Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:

—«Nunca hemos visto una cosa igual».

Palabra del Señor.

8

¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 35-40

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Vamos a la otra orilla».

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole:

—«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:

—«¡Silencio, cállate!».

El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:

—«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Se quedaron espantados y se decían unos a otros:

—«¿Pero Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».

Palabra del Señor.

9

Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:

—«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».

Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

—«Hijo de David, ten compasión de mí».

Jesús se detuvo y dijo:

—«Llamadlo».

Llamaron al ciego, diciéndole:

—«Ánimo, levántate, que te llama».

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo:

—«¿Qué quieres que haga por ti?».

El ciego le contestó:

—«Maestro, que pueda ver».

Jesús le dijo:

—«Anda, tu fe te ha curado».

Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor.

10

Impondrán las manos a los enfermos y quedaran sanos

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

—«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.

A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Palabra del Señor.

11

Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 19-2

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor:

—«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?».

Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron:

—«Juan, el Bautista, nos ha mandado a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”».

Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.

Después contestó a los enviados:

—«Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí».

Palabra del Señor.

12

Curad a los enfermos

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 5-6. 8-9

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”».

Palabra del Señor.

13

¿Quién es mi prójimo?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:

—«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».

Él le dijo:

—«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?».

Él contestó:

—«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a tí mismo».

Él le dijo:

—«Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida».

Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, pregunto a Jesús:

—«¿Y Quién es mi prójimo?».

Jesús dijo:

—«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo:

“Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.”

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».

Él contestó:

—«El que practicó la misericordia con él».

Díjole Jesús:

—«Anda, haz tu lo mismo

Palabra del Señor.

14

Pedid y se os dará

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 5-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle:

“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.”

Y, desde dentro, el otro le responde:

“No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.”

Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Pues así os digo a vosotros:

Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque Quién pide recibe, Quién busca halla, y al que llama se le abre.

¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?

¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».

Palabra del Señor.

15

Dichosos los criados a quiénes el señor los encuentre en vela

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quiénes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.

Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Pedro le preguntó:

—«Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?».

El Señor le respondió:

—«¿Quién es el administrador fiel y solícito a quién el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?

Dichoso el criado a quién su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes».

Palabra del Señor.

Para los moribundos:

16

¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:

—«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

“¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.”

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:

“¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.”

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Palabra del Señor.

17

Ésta es la voluntad del Padre: que no pierda nada de lo que me dio

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.

Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.

Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Palabra del Señor.

18

El que come este pan vivirá para siempre

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 53-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Palabra del Señor.

19

No pecó, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios

Lectura del santo evangelio según san Juan 9, 1-7

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.

Y sus discípulos le preguntaron:

—«Maestro, ¿Quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?».

Jesús contestó:

—«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

—«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».

Él fue, se lavó, y volvió con vista.

Palabra del Señor.

20

El buen pastor da la vida por las ovejas

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús:

—«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.

Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

Palabra del Señor.

2. En la administración del Viático

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1

Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte de Dios

Lectura del primer libro de los Reyes 19, 4-8

En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte:

—«¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!».

Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo:

—«¡Levántate, come!».

Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo:

—«¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas».

Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Palabra de Dios.

2

Yo sé que está vivo mi Redentor

Lectura del libro de Job 19, 23-27a

Habló Job, diciendo:

«¡Ojalá se escribieran mis palabras,
ojalá se grabaran en cobre,

con cincel de hierro y en plomo
se escribieran para siempre en la roca!

Yo sé que está vivo mi Redentor,
y que al final se alzará sobre el polvo:

después que me arranquen la piel,
ya sin carne, veré a Dios;

yo mismo lo veré, y no otro,
mis propios ojos lo verán».

Palabra de Dios.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

1

El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 16-17

Hermanos:

El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?

El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

Palabra de Dios.

2

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

—«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.

3

Comeremos juntos

Lectura del libro del Apocalipsis 3, 14b. 20-22

Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios:

«Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.

Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él.

Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias».

Palabra de Dios.

4

Ven, Señor Jesús


Lectura del libro del Apocalipsis 22, 17. 20-21

El Espíritu y la novia dicen:

—«¡Ven!».

El que lo oiga, que repita:

—«¡Ven!».

El que tenga sed, y quiera, que venga a beber de balde el agua viva.

El que se hace testigo de estas cosas dice:

—«Sí, voy a llegar en seguida».

Amén. Ven, Señor Jesús.

La gracia del Señor Jesús esté con todos.

Palabra de Dios.

SALMOS RESPONSORIALES

1

Salmo responsorial: Salmo 22, 1-3. 4. 5. 6 (R.: 4ab; o bien: 1)

R. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo.

O bien:

R. El Señor es mi pastor,
nada me falta.

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.

2

Salmo responsorial: Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 10-11 (R.: 9a)

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

3

Salmo responsorial: Salmo: 41, 2. 3. 5bcd; 42, 3. 4. 5 (R.: 41, 3)

R. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío. R.

Tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a
ver el rostro de Dios? R.

Como marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R.

Envía tu luz y tu verdad;
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío». R.

4

Salmo responsorial: Salmo 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18 (R.: 114, 9; o bien: 115, 13)

R. Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

O bien:

R. Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.

O bien:

R. Aleluya.

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

5

Salmo responsorial: Salmo 144, 10 y 14. 15-16. 17-18 (R.: 18)

R. Cerca está el Señor de los que lo invocan.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

1

Aleluya Jn 6, 51

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo
—dice el Señor—;
el que coma de este pan
vivirá para siempre.

2

Aleluya Jn 6, 54

El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna
—dice el Señor—,
y yo lo resucitaré en el último día.

3

Aleluya Jn 10, 9

Yo soy la puerta
—dice el Señor—:
quien entre por mí se salvará y encontrará pastos.

4

Aleluya Jn 11, 25; 14, 6

Yo soy la resurrección y la vida
—dice el Señor—;
nadie va al Padre, sino por mí.

EVANGELIOS

1

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 41-51

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho:

«Yo soy el pan bajado del cielo», y decían:

—«¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Jesús tomó la palabra y les dijo:

—«No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado.

Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.”

Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí.

No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ese ha visto al Padre.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Palabra del Señor.

2

El que come mi carne tiene vida eterna,
y yo lo resucitaré en el último día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Disputaban los judíos entre sí:

—«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».

Entonces Jesús les dijo:

—«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Palabra del Señor.


LECCIONARIO VIII – PARA LAS MISAS RITUALES

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA ADMINISTRACIÓN DE LAS SAGRADAS ÓRDENES

Lecturas del Leccionario VIII, PARA LA ADMISIÓN DE CANDIDATOS AL DIACONADO Y AL PRESBITERAD0

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA COLACIÓN DE MINISTERIOS

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA ADMINISTRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS A LOS ENFERMOS Y MORIBUNDOS

Lecturas del Leccionario VIII, POR LOS ESPOSOS

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA BENDICIÓN DE UN ABAD O DE UNA ABADESA

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA CONSAGRACIÓN DE VÍRGENES Y EN LA PROFESIÓN RELIGIOSA

Lecturas del Leccionario VIII, EN LA DEDICACIÓN O BENDICIÓN DE UNA IGLESIA O DE UN ALTAR

Lecturas del Leccionario VIII, MISAS DE DIFUNTOS


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