LECCIONARIO VIII. PARA LAS MISAS RITUALES. EN LA CONSAGRACIÓN DE VÍRGENES Y EN LA PROFESIÓN RELIGIOSA
Lecturas Misas en la Consagración de Vírgenes y en la Profesión Religiosa.
El «Leccionario VIII. Para las Misas Rituales. En la Consagración de Vírgenes y en la Profesión Religiosa» es una colección litúrgica que ofrece una selección de lecturas bíblicas y oraciones específicas para las ceremonias de consagración de vírgenes y de profesión religiosa. Estas celebraciones son momentos de gran importancia en la vida de la Iglesia, ya que marcan el compromiso de mujeres y hombres que deciden dedicar su vida a Dios a través de la vida consagrada. La consagración de vírgenes y la profesión religiosa son signos visibles del amor y la entrega total a Cristo, y estas misas rituales subrayan la solemnidad y la profundidad de este compromiso.
Las lecturas seleccionadas para la consagración de vírgenes están diseñadas para resaltar la pureza, la dedicación y la relación especial entre las consagradas y Cristo. La primera lectura, tomada del libro del profeta Isaías (Is 62, 1-5), describe la alegría y el gozo de Dios por su pueblo, comparando la relación entre Dios e Israel con la de un esposo y su esposa. Este pasaje subraya la idea de que las vírgenes consagradas son como esposas de Cristo, llamadas a una relación íntima y exclusiva con Él.
Las lecturas para la profesión religiosa están diseñadas para resaltar el compromiso, la obediencia y la vida comunitaria de aquellos que se consagran a Dios a través de los votos religiosos. La primera lectura, tomada del libro de los Números (Nm 6, 22-27), contiene la bendición sacerdotal que Dios ordena a Moisés para que Aarón y sus hijos bendigan a los israelitas. Este pasaje subraya la bendición y la protección divina sobre aquellos que se consagran a su servicio.
En conjunto, estas lecturas invitan a los fieles a contemplar la belleza y la profundidad del compromiso de la vida consagrada. La consagración de vírgenes y la profesión religiosa no solo son actos de entrega personal, sino también testimonios vivos del amor y la fidelidad a Cristo. Estas celebraciones litúrgicas son una oportunidad para renovar la fe y el compromiso de todos los creyentes, recordando que todos estamos llamados a vivir en santidad y a seguir a Cristo con todo nuestro corazón. El «Leccionario VIII. Para las Misas Rituales. En la Consagración de Vírgenes y en la Profesión Religiosa» es una herramienta valiosa para la comunidad cristiana, proporcionando recursos espirituales que ayudan a los fieles a comprender y celebrar la significación profunda de estos actos litúrgicos.
VIII. EN LA CONSAGRACIÓN DE VÍRGENES Y EN LA PROFESIÓN RELIGIOSA
LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
1
Sal de tu tierra y de la casa de tu padre
Lectura del libro del Génesis 12, 1-4a
En aquellos días, el Señor dijo a Abrán:
—«Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.
Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo».
Abran marchó, como le había dicho el Señor.
Palabra de Dios.
2
Habla, Señor, que tu siervo te escucha
Lectura del primer libro de Samuel 3, 1-10
En aquellos días, el niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí.
La palabra del Señor era rara en aquel tiempo, y no abundaban las visiones.
Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse, y no podía ver.
Aun ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió:
—«Aquí estoy».
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo:
—«Aquí estoy; vengo porque me has llamado».
Respondió Elí:
—«No te he llamado; vuelve a acostarte».
Samuel volvió a acostarse.
Volvió a llamar el Señor a Samuel.
Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo:
—«Aquí estoy; vengo porque me has llamado».
Respondió Elí:
—«No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte».
Aun no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo:
—«Aquí estoy; vengo porque me has llamado».
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel:
—«Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”».
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes:
—«¡Samuel, Samuel!».
Él respondió:
—«Habla, que tu siervo te escucha».
Palabra de Dios.
3
Ponte de pie en el monte ante el Señor
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 4-9a. 11-l5a
En aquellos días, Elías continuó por el desierto, una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte:
—«¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!».
Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel le tocó y le dijo:
—«¡Levántate, come!».
Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo:
—«¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas».
Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Allí se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo:
—«Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!».
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento.
Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto.
Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego.
Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Entonces oyó una voz que le decía:
—«¿Qué haces, aquí, Elías?».
Respondió:
—«Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme».
El Señor dijo:
—«Desanda tu camino hacia el desierto de Damasco».
Palabra de Dios.
4
Eliseo se levantó y marchó tras Elías
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21
En aquellos días, el Señor dijo a Elías:
—«Unge profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Prado Bailen».
Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas en fila, el con la última. Elías pasó a su lado y le echó encima el manto.
Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió:
—«Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo».
Elías le dijo:
—«Ve y vuelve; ¿quién te lo impide?».
Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con los aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente; luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio.
Palabra de Dios.
5
¡Levántate, amada mía, ven a mí!
Lectura del libro del Cantar de los Cantares 2, 8-14
¡Oíd, que llega mi amado,
saltando sobre los montes,
brincando por los collados!
Es mi amado como un gamo,
es mi amado un cervatillo.
Mirad: se ha parado detrás de la tapia,
atisba por las ventanas,
mira por las celosías.
Habla mi amado y me dice:
«¡Levántate, amada mía,
hermosa mía, ven a mí!
Porque ha pasado el invierno,
las lluvias han cesado y se han ido,
brotan flores en la vega,
llega el tiempo de la poda,
el arrullo de la tórtola
se deja oír en los campos;
apuntan los frutos en la higuera,
la viña en flor difunde perfume.
¡Levántate, amada mía,
hermosa mía, ven a mí!
Paloma mía, que anidas
en los huecos de la peña,
en las grietas del barranco,
déjame ver tu figura,
déjame escuchar tu voz,
porque es muy dulce tu voz,
y es hermosa tu figura».
Palabra de Dios.
6
Es fuerte el amor como la muerte
Lectura del libro del Cantar de los Cantares 8, 6-7
Grábame como un sello en tu brazo,
como un sello en tu corazón,
porque es fuerte el amor como la muerte,
es cruel la pasión como el abismo;
es centella de fuego,
llamarada divina:
las aguas torrenciales
no podrán apagar el amor,
ni anegarlo los ríos.
Si alguien quisiera comprar el amor
con todas las riquezas de su casa,
se haría despreciable.
Palabra de Dios.
7
Lectura del libro de Isaías 44, 1-5
Escucha, Jacob, siervo mío,
Israel, mi elegido.
Así dice el Señor que te hizo,
que te formó en el vientre y te auxilia:
«No temas, siervo mío, Jacob,
mi cariño, mi elegido;
voy a derramar agua sobre lo sediento
y torrentes en el páramo;
voy a derramar mi espíritu sobre tu estirpe
y mi bendición sobre tus vástagos.
Crecerán como hierba junto a la fuente,
como sauces junto a las acequias.
Uno dirá: “Soy del Señor”;
otro se pondrá el nombre de Jacob;
uno se tatuará en el brazo: “Del Señor”,
y se apellidará Israel».
Palabra de Dios.
8
Lectura del libro de Isaías 61, 9-11
La estirpe de mi pueblo será célebre entre las naciones,
y sus vástagos, entre los pueblos.
Los que los vean reconocerán
que son la estirpe que bendijo el Señor.
Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.
Palabra de Dios.
9
Lectura del libro de Jeremías 31, 31-37
«Mirad que llegan días —oráculo del Señor— en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor —oráculo del Señor—.
Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días —oráculo del Señor—: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: “Reconoce al Señor.” Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande —oráculo del Señor—, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados».
Así dice el Señor,
que establece el sol para iluminar el día,
el ciclo de la luna y las estrellas para iluminar la noche,
que agita el mar, y mugen sus olas,
su título es el Señor de los ejércitos:
«Cuando fallen estas leyes que yo he dado
—oráculo del Señor—,
la estirpe de Israel ya no será más el pueblo mío.
Así dice el Señor:
Si puede medirse el cielo en lo alto,
o escrutarse en lo profundo el cimiento de la tierra,
yo rechazaré a la estirpe entera de Israel,
por todo lo que hizo
—oráculo del Señor—».
Palabra de Dios.
10
Me casaré contigo en matrimonio perpetuo
Lectura de la profecía de Oseas 2, 16. 21-22
Así dice el Señor:
«Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto,
le hablaré al corazón.
Me casaré contigo en matrimonio perpetuo,
me casaré contigo en derecho y justicia,
en misericordia y compasión,
me casaré contigo en fidelidad,
y te penetrarás del Señor».
Palabra de Dios.
LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO
1
Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 42-47
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.
A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
Palabra de Dios.
2
Todos pensaban y sentían lo mismo
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-35
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Palabra de Dios.
3
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11
Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
4
Presentad vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 1-13
Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; este es vuestro culto razonable.
Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Por la gracia de Dios que me ha sido dada os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene, sino estimaos moderadamente, según la medida de la fe que Dios otorgó a cada uno. Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros y no desempeñan todos los miembros la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros.
Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado.
Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno.
Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo.
En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes.
Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración.
Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.
Palabra de Dios.
5
Nosotros predicamos a Cristo crucificado
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 22-31
Hermanos:
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Y si no, fijaos en vuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder.
Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.
Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.
Y así —como dice la Escritura— «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».
Palabra de Dios.
6
La soltera se preocupa de los asuntos del Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 7, 25-35
Hermanos:
Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mi parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor.
Estimo que es un bien, por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así.
¿Estás unido a una mujer? No busques la separación.
¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones.
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido.
Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.
Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin
preocupaciones.
Palabra de Dios.
7
Dios nos eligió en la persona de Cristo,
para que fuésemos santos e irreprochables por el amor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-14
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo, redunde
en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.
Y también vosotros, que habéis escuchado la palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación, en el que creísteis, habéis sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo prometido, el cual es prenda de nuestra herencia, para liberación de su propiedad, para alabanza de su gloria.
Palabra de Dios.
8
Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 1-4
Hermanos:
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Palabra de Dios.
9
Lo perdí todo con tal de ganar a Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 8-14
Hermanos:
Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
No es que haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
10
Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Palabra de Dios.
11
Por encima de todo, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-17
Hermanos:
Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Palabra de Dios.
12
Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 1-3. 7-12
Hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos:
Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante.
Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada.
Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada. Por consiguiente, el que desprecia este mandato no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.
Acerca del amor fraterno no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros.
Como ya lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia.
Hermanos, os exhortamos a seguir progresando: esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado. Así vuestro proceder será correcto ante los de fuera y no tendréis necesidad de nadie.
Palabra de Dios.
13
No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.
Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe —de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo.
No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Palabra de Dios.
14
Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4, 7-16
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados.
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.
Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.
Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
Palabra de Dios.
15
Lectura del libro del Apocalipsis 3, 14b. 20-22
Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios:
«Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él.
Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias».
Palabra de Dios.
16
Lectura del libro del Apocalipsis 22, 12-14. 16-17. 20
Yo, Juan, escuché una voz que me decía:
—«Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno su propio trabajo.
Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin.
Dichosos los que lavan su ropa, para tener derecho al árbol de la vida y poder entrar por las puertas de la ciudad.
Yo, Jesús, os envío mi ángel con este testimonio para las Iglesias.
Yo soy el retoño y el vástago de David, la estrella luciente de la mañana».
El Espíritu y la novia dicen: «¡Ven!».
El que lo oiga, que repita: «¡Ven!».
El que tenga sed, y quiera, que venga a beber de balde el agua viva.
El que se hace testigo de estas cosas dice:
—«Sí, voy a llegar en seguida».
Amén. Ven, Señor Jesús.
Palabra de Dios.
SALMOS RESPONSORIALES
1
Salmo responsorial: Salmo 23, 1-2. 3-4ab. 5-6 (R.: cf. 6)
R. Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.
2
Salmo responsorial: Salmo 26, 1. 4. 5. 8b-9abc. 9d y 11 (R.: 8b)
R. Tu rostro buscaré, Señor.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio. R.
No me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos. R.
3
Salmo responsorial: Salmo 32, 2-3. 4-5. 11-12. 13-14. 18-19. 20-21 (R.: 12b)
R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Dad gracias al Señor con la citara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R.
Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
el ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.
El plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres;
desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R.
4
Salmo responsorial: Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 2a; o bien: 9a)
R. Bendigo al Señor en todo momento.
O bien:
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libro de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedareis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.
O bien:
Salmo responsorial: Salmo 33, 10-11. 12-13. 14-15. 17 y 19 (R.: 2a; o bien: 9a)
R. Bendigo al Señor en todo momento.
O bien:
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R.
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella. R.
El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R.
5
Salmo responsorial: Salmo 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10. 12 (R.: 8a y 9a)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R.
Como está escrito en mi libro:
«Para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R.
Tú, Señor, no me cierres tus entrañas,
que tu misericordia y tu lealtad
me guarden siempre. R.
6
Salmo responsorial: Salmo 44, 11-12. 14-15. 16-17 (R.: cf. Mt 25, 6b)
R. Llega el Esposo;
salid a recibir a Cristo, el Señor.
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. R.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R.
La traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra. R.
7
Salmo responsorial: Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 2b)
R. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios.
Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R.
8
Salmo responsorial: Salmo 83, 3. 4. 5 y 8a. 11. 12 (R.: 2)
R. ¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Caminan de baluarte en baluarte. R.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable. R.
9
Salmo responsorial: Salmo 99, 2. 3. 4. 5 (R.: 2c)
R. Entrad en la presencia del Señor con vítores.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R.
ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO
1
Aleluya Sal 132, 1
Ved que dulzura, qué delicia,
convivir los hermanos unidos.
2
Aleluya Cf. Mt 11, 25
Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los secretos del Reino
a la gente sencilla
3
Aleluya Lc 11, 28
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios
y la cumplen.
4
Aleluya Jn 13, 34
Os doy un mandamiento nuevo
—dice el Señor—:
que os améis unos a otros,
como yo os he amado.
5
Aleluya Jn 15, 5
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos
—dice el Señor—;
el que permanece en mí y yo en él,
ese da fruto abundante.
6
Aleluya 2 Co 8, 9
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre,
para enriqueceros con su pobreza.
7
Aleluya Ga 6, 14
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor,
en la cual el mundo está crucificado para mí,
y yo para el mundo.
8
Aleluya Flp 3, 8-9
Lo perdí todo, y todo lo estimo basura
con tal de ganar a Cristo y existir en él.
EVANGELIOS
1
Dichosos vosotros… Estad alegres y contentos
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
—«Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra.Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
Palabra del Señor.
2
Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a la gente sencilla
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
—«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor.
3
El que pierda su vida por mí la encontrará
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?
¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta».
Palabra del Señor.
4
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 3-12
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba:
—«¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?».
Él les respondió:
—«¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”? De modo que ya no son dos, sino una sola carne.
Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
Ellos insistieron:
—«¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?».
Él les contestó:
—«Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno se divorcia de su mujer —no hablo de impureza— y se casa con otra, comete adulterio».
Los discípulos le replicaron:
—«Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse».
Pero él les dijo:
—«No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don.
Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga».
Palabra del Señor.
5
Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes y vente conmigo
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 16-26
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
—«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?».
Jesús le contestó:
—«¿Por qué me preguntas que es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos».
Él le preguntó:
—«¿Cuáles?».
Jesús le contesto:
—«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo».
El muchacho le dijo:
—«Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?».
Jesús le contestó:
—«Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego vente conmigo».
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.
Jesús dijo a sus discípulos:
—«Creedme: difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos».
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:
—«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedo mirando y les dijo:
—«Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo».
Palabra del Señor.
6
¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
—«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A media noche se oyó una voz:
“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas:
“Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.”
Pero las sensatas contestaron:
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.”
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:
“Señor, Señor, ábrenos.”
Pero él respondió:
“Os lo aseguro: no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
Palabra del Señor.
7
El que cumple la voluntad de Dios,
ése es mi hermano y mi hermana y mi madre
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
—«Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan».
—«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y, paseando la mirada por el corro, dijo:
—«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Palabra del Señor.
8
Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido
Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 24b-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».
Ellos se espantaron y comentaban:
—«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
—«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
Pedro se puso a decirle:
—«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús dijo:
—«Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones—, y en la edad futura, vida eterna».
Palabra del Señor.
9
Aquí está la esclava del Señor
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
—«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?».
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible».
María contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra».
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor.
10
El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 57-62
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno:
—«Te seguiré a donde vayas».
Jesús le respondió:
—«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
—«Sígueme».
Él respondió:
—«Déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
—«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
—«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia».
Jesús le contestó:
—«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios».
Palabra del Señor.
11
Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:
—«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».
Pero el Señor le contestó:
—«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán».
Palabra del Señor.
12
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:
—«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él repuso:
—«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»
Palabra del Señor.
13
Si el grano de trigo muere, da mucho fruto
Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 24-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará».
Palabra del Señor.
14
Permaneced en mí, y yo en vosotros
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por si, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Palabra del Señor.
15
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo de.
Esto os mando: que os améis unos a otros».
Palabra del Señor.
16
Padre, éste es mi deseo: que estén conmigo donde yo estoy
Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 20-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
—«Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos».
Palabra del Señor.
LECCIONARIO VIII – PARA LAS MISAS RITUALES
Lecturas del Leccionario VIII, EN LA CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
Lecturas del Leccionario VIII, EN LA ADMINISTRACIÓN DE LAS SAGRADAS ÓRDENES
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