LECCIONARIO V. 2 de noviembre. Conmemoración de todos los fieles difuntos
Lecturas Conmemoración de todos los fieles difuntos.
El 2 de noviembre, la Iglesia Católica conmemora el Día de los Fieles Difuntos, una jornada dedicada a recordar y rezar por todas las almas de aquellos que han fallecido y se encuentran en el Purgatorio, esperando alcanzar la plenitud de la vida eterna en la presencia de Dios. Esta conmemoración nos invita a reflexionar sobre la realidad de la muerte y a ofrecer nuestras oraciones y sufragios por aquellos que han partido de este mundo.
El Día de los Fieles Difuntos es una oportunidad para recordar a nuestros seres queridos que han fallecido y para encomendarlos a la misericordia de Dios. Es un momento para orar por su descanso eterno y para expresar nuestro amor y gratitud hacia ellos. También es una ocasión para reflexionar sobre nuestra propia mortalidad y sobre la necesidad de prepararnos para el encuentro con Dios al final de nuestra vida terrenal.
En esta conmemoración, recordamos que la muerte no es el final de todo, sino el paso a la vida eterna. Creemos en la resurrección de los muertos y en la promesa de Jesús de que aquellos que creen en Él tendrán vida eterna. Nuestras oraciones y sufragios por los difuntos son una expresión de esperanza y de confianza en la misericordia divina, confiando en que Dios acogerá a las almas de los fieles difuntos y las llevará a la plenitud de su amor.
En esta jornada, es costumbre visitar los cementerios y rezar por los difuntos, decorando las tumbas con flores y velas como un símbolo de esperanza y de amor. También es una oportunidad para reflexionar sobre la brevedad de la vida terrenal y la importancia de vivirla de acuerdo con los mandamientos de Dios y el amor al prójimo.
El Día de los Fieles Difuntos nos recuerda la importancia de la comunión de los santos y la necesidad de orar los unos por los otros. Nuestras oraciones y sufragios por los difuntos son un acto de caridad y solidaridad espiritual, demostrando nuestro deseo de ayudar a aquellos que ya no pueden hacer nada por sí mismos. También nos recuerda la importancia de ofrecer nuestras propias penas y sufrimientos en unión con Cristo por el bien de las almas en el Purgatorio.
En este día, podemos reflexionar sobre la realidad de la muerte y la importancia de vivir nuestras vidas con plenitud y en conformidad con la voluntad de Dios. Podemos rezar por los fieles difuntos, confiando en la misericordia de Dios y en su poder para liberar a las almas del Purgatorio. También podemos recordar nuestra propia mortalidad y renovar nuestro compromiso de vivir una vida santa, preparándonos para el encuentro con Dios al final de nuestros días.
Encomendemos a todos los fieles difuntos a la misericordia de Dios y pidamos por su descanso eterno. Que nuestras oraciones y sufragios les ayuden en su purificación y les conduzcan a la plenitud de la vida eterna. Que el Día de los Fieles Difuntos sea una ocasión para reflexionar sobre la brevedad de la vida y la importancia de buscar la santidad en todo lo que hacemos. Amén.
2 de noviembre: Conmemoración de todos los fieles difuntos
PRIMERA MISA
PRIMERA LECTURA
Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 17-26
Me han arrancado la paz,
y ni me acuerdo de la dicha;
me digo: «Se me acabaron las fuerzas
y mi esperanza en el Señor».
Fíjate en mi aflicción y en mi amargura,
en la hiel que me envenena;
no hago más que pensar en ello,
y estoy abatido.
Pero hay algo que traigo a la memoria
y me da esperanza:
que la misericordia del Señor no termina
y no se acaba su compasión;
antes bien, se renuevan cada mañana:
¡qué grande es tu fidelidad!
El Señor es mi lote, me digo,
y espero en él.
El Señor es bueno para los que en él esperan
y lo buscan;
es bueno esperar en silencio
la salvación del Señor.
Palabra de Dios.
O bien:
Andemos en una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-9
Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 129, 1-2. 3-4. 5-6. 7. 8 (R.: 1; o bien: cf. 5)
R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
O bien:
R. Espero en el Señor, espero en su palabra.
Desde lo hondo a ti grito, Señor,
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R.
Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.
EVANGELIO
En la casa de mi Padre hay muchas estancias
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así; ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
—«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
—«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
Palabra del Señor.
SEGUNDA MISA
PRIMERA LECTURA
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-35. 37-39
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?
Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 114, 5-6; 115, 10-11. 15-16ac (R.: 114, 9)
R. Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.
O bien:
R. Aleluya.
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R.
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos». R.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
rompiste mis cadenas. R.
EVANGELIO
Éste es mi deseo: que estén conmigo donde yo estoy
Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 24-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
—«Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos».
Palabra del Señor.
TERCERA MISA
PRIMERA LECTURA
En la vida y en la muerte somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9.10c-12
Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor.
Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito:
«Por mi vida, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
a mí me alabará toda lengua».
Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 102, 8 y 10. 13-14. 15-16. 17-18 (R.: 8a; o bien: Sal 36, 39a)
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
O bien:
R. El Señor es quien salva a los justos.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.
Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como la flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla. R.
Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos. R.
EVANGELIO
Venid vosotros, benditos de mi Padre
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
«Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme».
Entonces los justos le contestarán:
«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?».
Y el rey les dirá:
«Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis».
Y entonces dirá a los de su izquierda:
«Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis».
Entonces también éstos contestarán:
«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?».
Y él replicará:
«Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo».
Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».
Palabra del Señor.
Lecturas del Leccionario V para el mes de noviembre
1 de noviembre: Todos los Santos
2 de noviembre: Conmemoración de todos los fieles difuntos
3 de noviembre: San Martín de Porres
4 de noviembre: San Carlos Borromeo
9 de noviembre: La Dedicación de la basílica de Letrán
10 de noviembre: San León Magno
11 de noviembre: San Martín de Tours
12 de noviembre: San Josafat
15 de noviembre: San Alberto Magno
16 de noviembre: Santa Margarita de Escocia
16 de noviembre: Santa Gertrudis
17 de noviembre: Santa Isabel de Hungría
18 de noviembre: La Dedicación de las basílicas de los apóstoles San Pedro y San Pablo
21 de noviembre: La Presentación de la Santísima Virgen
22 de noviembre: Santa Cecilia
23 de noviembre: San Columbano
24 de noviembre: San Andrés Dung-Lac y compañeros
30 de noviembre: San Andrés