Semana 26 de Tiempo Ordinario. Año Impar

Semana 26 Tiempo Ordinario Año Impar

Semana 26 de Tiempo Ordinario en el Año Impar, según el Leccionario IV, es un período litúrgico en el que la Iglesia Católica se sumerge en una profunda reflexión a través de la Palabra de Dios, siguiendo un ciclo de lecturas específicamente diseñado para estos años. Durante este tiempo, los días feriales se enriquecen con lecturas continuas que abarcan una variedad de libros bíblicos, proporcionando a los fieles una oportunidad única de profundizar en su comprensión de las Escrituras y de la enseñanza católica.

En el Año Impar, el Leccionario IV ofrece una selección de textos del Antiguo Testamento, Salmos, Epístolas y Evangelios que se han elegido cuidadosamente para iluminar diferentes aspectos de la fe y la vida cristiana. Estas lecturas están diseñadas no solo para educar sino también para inspirar y guiar a los fieles en su caminar diario con Dios. Por ejemplo, los Evangelios de Marcos y Mateo son a menudo destacados, proporcionando reflexiones sobre la vida y enseñanzas de Jesucristo que son centrales para la fe católica.

26ª Semana de Tiempo Ordinario. Años impares

Lunes

PRIMERA LECTURA

Yo libertaré a mi pueblo del país de oriente y de occidente

Lectura de la profecía de Zacarías 8, 1-8

En aquellos días, vino la palabra del Señor de los ejércitos:

«Así dice el Señor de los ejércitos:

Siento gran celo por Sión,
gran cólera en favor de ella.

Así dice el Señor:

Volveré a Sión
y habitaré en medio de Jerusalén.

Jerusalén se llamará Ciudad Fiel,
y el monte del Señor de los ejércitos, Monte Santo.

Así dice el Señor de los ejércitos:

De nuevo se sentarán en las calles de Jerusalén
ancianos y ancianas,

hombres que, de viejos,
se apoyan en bastones.

Las calles de Jerusalén se llenarán de muchachos y muchachas
que jugarán en la calle.

Así dice el Señor de los ejércitos:

Si el resto del pueblo
lo encuentra imposible aquel día,
¿será también imposible a mis ojos?
—oráculo del Señor de los ejércitos—.

Así dice el Señor de los ejércitos:

Yo libertaré a mi pueblo
del país de oriente y del país de occidente,

y los traeré para que habiten
en medio de Jerusalén.

Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios
con verdad y con justicia».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 101. 16-18. 19-21. 29 y 22-23 (R.: cf. 17)

R. El Señor reconstruyó Sión,
y apareció en su gloria.

Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión,
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R.

Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R.

Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia,
para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor. R.

Aleluya Mc 10, 45

El Hijo del hombre ha venido para servir
y dar su vida en rescate por todos.

EVANGELIO

El más pequeño de vosotros es el más importante

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.

Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:

—«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado.

El más pequeño de vosotros es el más importante».

Juan tomó la palabra y dijo:

—«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir».

Jesús le respondió:

—«No se lo impidáis; el que no está contra vosotros, está a favor vuestro».

Palabra del Señor.

Martes

PRIMERA LECTURA

Vendrán pueblos numerosos a visitar al Señor en Jerusalén

Lectura de la profecía de Zacarías 8, 20-23

Así dice el Señor de los ejércitos:

«Todavía vendrán pueblos y vecinos
de ciudades populosas;

los de una ciudad irán a los de otra y les dirán:
«Vamos a aplacar al Señor».
«Yo voy contigo a visitar al Señor de los ejércitos».

Así vendrán pueblos numerosos y naciones poderosas
a visitar al Señor de los ejércitos en Jerusalén
y a aplacar al Señor.

Así dice el Señor de los ejércitos:

En aquellos días,
diez hombres de cada lengua extranjera

agarrarán a un judío por la orla del manto
y le dirán:

«Vamos con vosotros,
pues hemos oído que Dios está con vosotros»».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 86, 1-3. 4-5. 6-7 (R.: Za 8, 23)

R. Dios está con nosotros.

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios! R.

«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí». Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido de ella;
el Altísimo en persona la ha fundado». R.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí».
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti». R.

Aleluya Mc 10, 45

El Hijo del hombre ha venido para servir
y dar su vida en rescate por todos.

EVANGELIO

Tomó la decisión de ir a Jerusalén

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 51-56

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.

De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:

—«Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?».

Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

Palabra del Señor.

Miércoles

PRIMERA LECTURA

Si a su majestad le parece bien, déjeme ir a reconstruir la ciudad de mis padres

Lectura del libro de Nehemías 2, 1-8

Era el mes de Nisán del año veinte del rey Artajerjes. Tenía el vino delante, y yo tomé la copa y se la serví. En su presencia no debía tener cara triste.

El rey me preguntó:

—«¿Qué te pasa, que tienes mala cara? Tú no estás enfermo, sino triste».

Me llevé un susto, pero contesté al rey:

—«Viva su majestad eternamente. ¿Cómo no he de estar triste cuando la ciudad donde se hallan enterrados mis padres está en ruinas, y sus puertas consumidas por el fuego?».

El rey me dijo:

—«¿Qué es lo que pretendes?».

Me encomendé al Dios del cielo y respondí:

—«Si a su majestad le parece bien, y si está satisfecho de su siervo, déjeme ir a Judá a reconstruir la ciudad donde están enterrados mis padres».

El rey y la reina, que estaba sentada a su lado, me preguntaron:

—«¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás?».

Al rey le pareció bien la fecha que le indiqué y me dejó ir.

Pero añadí:

—«Si a su majestad le parece bien, que me den cartas para los gobernadores de Transeufratina, a fin de que me faciliten el viaje hasta Judá. Y una carta dirigida a Asaf, superintendente de los bosques reales, para que me suministren tablones para las puertas de la ciudadela del templo, para el muro de la ciudad y para la casa donde me instalaré».

Gracias a Dios, el rey me lo concedió todo.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 136, 1-2. 3. 4-5. 6 (R.: 6a)

R. Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti.

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión». R.

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R.

Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R.

Aleluya Flp 3, 8-9

Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura
con tal de ganar a Cristo y existir en él.

EVANGELIO

Te seguiré a donde vayas

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 57-62

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno:

—«Te seguiré a donde vayas».

Jesús le respondió:

—«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».

A otro le dijo:

—«Sígueme».

Él respondió:

—«Déjame primero ir a enterrar a mi padre».

Le contestó:

—«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».

Otro le dijo:

—«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia».

Jesús le contestó:

—«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios».

Palabra del Señor.

Jueves

PRIMERA LECTURA

Esdras abrió el libro de la Ley, bendijo al Señor,
y todo el pueblo respondió: Amén, amén

Lectura del libro de Nehemías 8 ,1-4a. 5-6. 7b-12

En aquellos días, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua y pidió a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel.

El sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día primero del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.

Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo —pues se hallaba en un puesto elevado— y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió:

—«Amén, amén».

Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.

Los levitas explicaron la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero:

—«Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis».

Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron:

—«Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».

Los levitas acallaban al pueblo diciendo:

—«Silencio, que es un día santo; no estéis tristes».

El pueblo se fue, comió, bebió, envió porciones y organizó una gran fiesta, porque había comprendido lo que le habían explicado.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 18, 8. 9. 10. 11 (R.: 9a)

R. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y eternamente justos. R.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R.

Aleluya Mc 1, 15

Está cerca el reino de Dios
—dice el Señor—:
convertíos y creed en el Evangelio.

EVANGELIO

Descansará sobre ellos vuestra paz

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-12

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir él. Y les decía:

—«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comed y bebed lo que tengan, porque el obrero merece su salario.

No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios».

Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios».

Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo».

Palabra del Señor.

Viernes

PRIMERA LECTURA

Pecamos contra el Señor no haciéndole caso

Lectura del libro de Baruc 1, 15-22

Confesemos que el Señor, nuestro Dios, es justo,
y a nosotros nos abruma hoy
la vergüenza:
a los judíos y vecinos de Jerusalén,
a nuestros reyes y gobernantes,
a nuestros sacerdotes y profetas
y a nuestros padres;

porque pecamos contra el Señor
no haciéndole caso,

desobedecimos al Señor, nuestro Dios,
no siguiendo los mandatos
que el Señor nos había dado.

Desde el día en que el Señor sacó
a nuestros padres de Egipto hasta hoy,

no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios,
hemos rehusado obedecerle.

Por eso, nos persiguen ahora
las desgracias y la maldición

con que el Señor conminó a Moisés, su siervo,
cuando sacó a nuestros padres de Egipto
para darnos una tierra que mana leche y miel.

No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba
por medio de sus enviados, los profetas;

todos seguimos nuestros malos deseos,
sirviendo a dioses ajenos
y haciendo lo que el Señor, nuestro, Dios reprueba.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 78, 1-2. 3-5. 8. 9 (R.: 9b)

R. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre.

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles
a las fieras de la tierra. R.

Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén,
y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R.

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R.

Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R.

Aleluya Cf. Sal 94, 8ab

No endurezcáis hoy vuestro corazón;
escuchad la voz del Señor.

EVANGELIO

Quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús:

—«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza.

Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.

Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno.

Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado».

Palabra del Señor.

Sábado

PRIMERA LECTURA

El que os mandó las desgracias os mandará el gozo

Lectura del libro de Baruc 4, 5-12. 27-29

Ánimo, pueblo mío,
que llevas el nombre de Israel.

Os vendieron a los gentiles,
pero no para ser aniquilados;

por la cólera de Dios contra vosotros
os entregaron a vuestros enemigos,

porque irritasteis a vuestro Creador,
sacrificando a demonios y no a Dios;

os olvidasteis del Señor eterno
que os había criado,

y afligisteis a Jerusalén
que os sustentó.

Cuando ella vio que el castigo de Dios se avecinaba
dijo: «Escuchad, habitantes de Sión,

Dios me ha enviado una pena terrible:
vi cómo el Eterno desterraba a mis hijos e hijas;

yo los crié con alegría,
los despedí con lágrimas de pena.

Que nadie se alegre viendo a esta viuda
abandonada de todos.

Si estoy desierta, es por los pecados de mis hijos,
que se apartaron de la ley de Dios.

Ánimo, hijos, gritad a Dios,
que el que os castigó se acordará de vosotros.

Si un día os empeñasteis en alejaros de Dios,
volveos a buscarlo con redoblado empeño.

El que os mandó las desgracias,
os mandará el gozo eterno de vuestra salvación».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 68, 33-35. 36-37 (R.: 34a)

R. El Señor escucha a los pobres.

Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas. R.

El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella. R.

Aleluya Cf. Mt 11, 25

Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los secretos del reino
a la gente sencilla.

EVANGELIO

Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús:

—«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».

Él les contestó:

—«Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno.

Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó:

—«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.

Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.

Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar».

Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:

—«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron».

Palabra del Señor.



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