Misa de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote

LECCIONARIO VI. MISAS VOTIVAS. MISA DE JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Lecturas Misa de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote.

LECCIONARIO VI. MISAS VOTIVAS. MISA DE JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

El «Leccionario VI. Misas Votivas. Misa de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote» es una celebración litúrgica que resalta la figura de Jesucristo como el único y verdadero mediador entre Dios y la humanidad. Esta misa votiva se celebra el primer jueves después de la Solemnidad de Pentecostés y tiene como objetivo profundizar en el misterio del sacerdocio de Cristo, quien, a través de su sacrificio, ha reconciliado al mundo con Dios y ha establecido una nueva y eterna alianza.

Las lecturas seleccionadas para esta misa están diseñadas para iluminar diferentes aspectos del sacerdocio de Cristo. La primera lectura, tomada de la Carta a los Hebreos (Heb 4, 14-16; 5, 7-9), presenta a Jesús como el gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos y que, aunque sin pecado, ha sido probado en todo como nosotros. Este pasaje subraya la compasión y la capacidad de Cristo para entender nuestras debilidades, invitándonos a acercarnos con confianza al trono de la gracia para recibir misericordia y ayuda oportuna.

En conjunto, estas lecturas invitan a los fieles a contemplar el misterio del sacerdocio de Cristo, quien, a través de su sacrificio único y perfecto, ha abierto el camino a la salvación y ha establecido una nueva relación entre Dios y la humanidad. La Misa de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, no solo celebra este aspecto central de la fe cristiana, sino que también llama a los creyentes a participar en el sacerdocio de Cristo, ofreciendo sus vidas como sacrificios espirituales agradables a Dios y viviendo en comunión con Él y con los demás.


MISA DE JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

PRIMERA LECTURA

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Lectura del libro de Isaías 52, 13—53, 12

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.

Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,

así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,

al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.

¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,

como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;

nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;

pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.

Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;

y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.

Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;

como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?

Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,

aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;

verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.

Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.

Le daré una multitud como parte;
y tendrá como despojo una muchedumbre.

Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores, él

tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.

O bien:

Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios


Lectura de la carta a los Hebreos 10, 12-23

Hermanos:

Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.

Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.

Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir: «Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —dice el Señor—: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente», añade: «Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes». Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.

Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.

Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 39, 6. 7. 8-9. 10. 11 (R.: 8a y 9a)

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número. R.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R.

Entonces yo digo: «Aquí estoy
—como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R.

Aleluya Is 42, 1

Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.

EVANGELIO

Esto es mi cuerpo
Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre

Lectura del santo evangelio según san Lucas 22, 14-20

Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:

—«He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios».

Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:

—«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios».

Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía».

Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:

—«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros».

Palabra del Señor.


MISAS VOTIVAS


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