Misa del Santísimo Nombre de María

LECCIONARIO VI. MISAS VOTIVAS. MISA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA

Lecturas Misa del Santísimo Nombre de María.

LECCIONARIO VI. MISAS VOTIVAS. MISA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA

La «Misa del Santísimo Nombre de María» es una celebración litúrgica que honra el nombre de la Virgen María, destacando su importancia y su papel en la historia de la salvación. Esta misa votiva se celebra para fomentar la devoción y la reverencia hacia el nombre de María, recordando su significado y su influencia en la vida de los creyentes. El nombre de María, que significa «amada por Dios» o «estrella del mar», es un símbolo de su misión y su papel como Madre de Dios y Madre de la Iglesia.

Las lecturas seleccionadas para esta misa están diseñadas para resaltar diferentes aspectos de la vida y el papel de María. La primera lectura, tomada de la carta del apóstol San Pablo a los Gálatas (Gal 4, 4-7), subraya la plenitud de los tiempos en la que Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, para redimir a los que estaban bajo la ley y para que recibiéramos la adopción filial. Este pasaje destaca la maternidad divina de María y su papel en la encarnación del Verbo, subrayando su cooperación en el plan de salvación y su importancia en la redención de la humanidad.

Otra opción para la primera lectura es de la carta a los Efesios (Ef 1, 3-6. 11-12), donde San Pablo bendice a Dios por habernos elegido en Cristo antes de la creación del mundo, para ser santos e irreprochables ante Él. Este pasaje enfatiza que, en la persona de Cristo, hemos sido destinados a ser hijos de Dios, y que esta elección y bendición se extiende a María, quien fue elegida para ser la Madre del Salvador. Este texto subraya la gracia y la predestinación divina que se manifiestan en la vida de María.

El salmo responsorial, tomado del Magníficat (Lc 1, 46-55), es el cántico de alabanza de María durante su visita a Isabel. En este himno, María exalta la grandeza de Dios y su misericordia, reconociendo las maravillas que ha hecho en su vida y en la historia de su pueblo. Este salmo refuerza la idea de que María es un modelo de humildad y gratitud, y que su nombre es digno de alabanza por las grandes cosas que Dios ha hecho en ella.

El evangelio según San Lucas (Lc 1, 39-47) narra la Visitación, donde Isabel, llena del Espíritu Santo, proclama a María como «bendita entre las mujeres» y «madre de mi Señor». María responde con el Magníficat, un canto de alabanza que exalta la grandeza de Dios y su acción salvadora. Este evangelio destaca la fe y la humildad de María, así como su disposición a servir y a compartir la alegría de la salvación con los demás.

En conjunto, estas lecturas invitan a los fieles a contemplar el misterio del Santísimo Nombre de María, reconociendo su papel único en la historia de la salvación y su ejemplo de fe, obediencia y amor. La Misa del Santísimo Nombre de María no solo celebra a la Madre de Dios, sino que también llama a los creyentes a imitar sus virtudes y a confiar en su intercesión maternal. Esta celebración litúrgica es una oportunidad para renovar la devoción a María y para profundizar en el compromiso de vivir según los valores del Evangelio, siguiendo su ejemplo de entrega total a la voluntad de Dios.


MISA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA

PRIMERA LECTURA

Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7

Hermanos:

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡Abba! Padre». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Palabra de Dios.

O bien:

Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-6. 11-12

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,

para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,

para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por su medio hemos heredado también nosotros.

A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

Palabra de Dios.

Interleccional: Lucas 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: 49)

R. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo.

O bien:

R. Bienaventurada eres, Virgen María,
que llevaste en tu seno al Hijo del Padre eterno.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. R.

Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo. R.

Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.

Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R.

Aleluya Cf. Lc 1, 45

Dichosa tú, Virgen María, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

EVANGELIO

Dichosa tú, que has creído

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-47

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

—«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

María dijo:

—«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador».

Palabra del Señor.


MISAS VOTIVAS


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