Misa de San Pablo

LECCIONARIO VI. MISAS VOTIVAS. MISA DE SAN PABLO, APÓSTOL

Lecturas Misa de San Pablo, apóstol.

LECCIONARIO VI. MISAS VOTIVAS. MISA DE SAN PABLO, APÓSTOL

La «Misa de San Pablo, Apóstol» es una celebración litúrgica que honra a San Pablo, una de las figuras más influyentes y dinámicas del cristianismo primitivo. Conocido como el «Apóstol de los Gentiles», San Pablo fue un ferviente misionero y teólogo cuya vida y escritos han dejado una huella indeleble en la historia de la Iglesia. Originalmente llamado Saulo de Tarso, experimentó una conversión radical en el camino a Damasco, donde tuvo un encuentro directo con Cristo resucitado. Este evento transformador lo llevó a dedicar su vida a la predicación del Evangelio y a la fundación de comunidades cristianas por todo el mundo mediterráneo.

Las lecturas seleccionadas para esta misa están diseñadas para resaltar diferentes aspectos de la vida y el ministerio de San Pablo. La primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 9, 1-22), narra la conversión de Saulo. Este pasaje describe cómo Saulo, un perseguidor de los cristianos, es cegado por una luz del cielo y escucha la voz de Jesús preguntándole: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Tras este encuentro, Saulo es llevado a Damasco, donde recupera la vista y es bautizado, comenzando su misión como apóstol. Este relato subraya la transformación radical que puede obrar la gracia de Dios y la importancia de la conversión personal en la vida cristiana.

El salmo responsorial (Sal 116, 1. 2) es un canto de alabanza y gratitud a Dios por su misericordia y fidelidad. El salmista proclama: «Alaben al Señor, todas las naciones; glorifíquenlo, todos los pueblos». Este salmo refuerza la misión universal de San Pablo, quien llevó el mensaje del Evangelio a todas las naciones, cumpliendo el mandato de Cristo de hacer discípulos de todas las gentes.

La segunda lectura, extraída de la primera carta de San Pablo a Timoteo (1 Tim 1, 12-17), presenta a Pablo reflexionando sobre su propia vida y su llamado. Pablo agradece a Cristo Jesús por haberle dado fuerzas y por considerarlo digno de confianza, a pesar de haber sido un blasfemo, perseguidor e insolente. Este pasaje subraya la misericordia de Dios y la transformación que puede obrar en la vida de una persona, destacando la humildad y la gratitud de Pablo por la gracia recibida.

El evangelio según San Marcos (Mc 16, 15-18) contiene el mandato misionero de Jesús a sus discípulos: «Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio a toda criatura». Este evangelio destaca la misión de los apóstoles de llevar el mensaje de salvación a todos los rincones de la tierra, una misión que San Pablo abrazó con celo y dedicación. El pasaje también menciona los signos que acompañarán a los creyentes, subrayando la presencia y el poder de Dios en la obra evangelizadora.

En conjunto, estas lecturas invitan a los fieles a contemplar el legado de San Pablo, reconociendo su valentía, su fe y su dedicación al Evangelio. La Misa de San Pablo, Apóstol, no solo celebra a este pilar de la Iglesia, sino que también llama a los creyentes a seguir su ejemplo de fidelidad y entrega a la misión de Cristo. Esta celebración litúrgica es una oportunidad para renovar el compromiso de vivir según los valores del Evangelio y para pedir la intercesión de San Pablo en la vida de la Iglesia y en la misión evangelizadora de cada cristiano.

Se toman las lecturas de la fiesta de la Conversión de san Pablo, día 25 de enero, que reproducimos a continuación.


LA CONVERSIÓN DEL APÓSTOL SAN PABLO

PRIMERA LECTURA

Levántate, recibe el bautismo que, por la invocación del nombre de Jesús, lavará tus pecados

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 22, 3-16

En aquellos días, dijo Pablo al pueblo:

—«Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran.

Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía:

«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».

Yo pregunté:

«¿Quién eres, Señor?».

Me respondió:

«Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues».

Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz.

Yo pregunté:

«¿Qué debo hacer, Señor?». El Señor me respondió:

«Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer».

Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco.

Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo:

«Saulo, hermano, recobra la vista».

Inmediatamente recobré la vista y lo vi.

Él me dijo:

«El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados»».

Palabra de Dios.

O bien:

Te dirán lo que tienes que hacer

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 1-22

En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres.

En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:

—«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».

Preguntó él:

—«¿Quién eres, Señor?». Respondió la voz:

—«Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer».

Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.

Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:

—«Ananías».

Respondió él:

—«Aquí estoy, Señor».

El Señor le dijo:

—«Ve a la calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista».

Ananías contestó:

—«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».

El Señor le dijo:

—«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre».

Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:

—«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo».

Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas.

Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios. Los oyentes quedaban pasmados y comentaban:

—«¿No es éste el que se ensañaba en Jerusalén contra los que invocan ese nombre? Y, ¿no había venido aquí precisamente para llevárselos detenidos a los sumos sacerdotes?».

Pero Pablo se crecía y tenía confundidos a los judíos de Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 116, 1. 2 (R.: Mc 16, 15)

R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

O bien:

Aleluya.

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.

Aleluya Cf. Jn 15, 16

Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto,
y vuestro fruto dure
—dice el Señor—.

EVANGELIO

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

—«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.

A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

Palabra del Señor.


MISAS VOTIVAS


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