Semana 33 de Tiempo Ordinario. Año Par

Semana 33 Tiempo Ordinario Año Par

Semana 33 de Tiempo Ordinario en el Año Par, según el Leccionario IV, la Iglesia Católica se embarca en un viaje continuo a través de la rica Palabra de Dios, ofreciendo a los fieles una secuencia de lecturas que iluminan la vida y enseñanzas de Jesucristo y la aplicación de su mensaje en la vida diaria. Este período se caracteriza por una inmersión profunda en las Escrituras, con un énfasis particular en los textos del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento que se alternan con los años impares, asegurando así una cobertura comprensiva y variada de la Biblia a lo largo de dos años.

Durante el Año Par, el Leccionario IV selecciona cuidadosamente lecturas del Antiguo Testamento que resaltan la promesa de Dios y su fidelidad hacia su pueblo, así como pasajes del Nuevo Testamento que se enfocan en las parábolas y enseñanzas de Jesús, especialmente aquellas que se encuentran en los Evangelios de Lucas y Juan. Estas selecciones están diseñadas para profundizar la comprensión y la relación de los fieles con Dios, animándolos a reflexionar sobre su propio camino de fe en respuesta a la Palabra.

33ª Semana de Tiempo Ordinario. Años pares

Lunes

PRIMERA LECTURA

Recuerda de dónde has caído y arrepiéntete

Comienzo del libro del Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5a

Ésta es la revelación que Dios ha entregado a Jesucristo, para que muestre a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Dio la señal enviando su ángel a su siervo Juan. Éste, narrando lo que ha visto, se hace testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de esta profecía y tienen presente lo que en ella está escrito, porque el momento está cerca.

Juan, a las siete Iglesias de Asia: Gracia y paz a vosotros de parte del que es y era y viene, de parte de los siete espíritus que están ante su trono.

Oí cómo el Señor me decía: «Al ángel de la Iglesia de Éfeso escribe así:

«Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y anda entre los siete candelabros de oro: Conozco tus obras, tu fatiga y tu aguante; sé que no puedes soportar a los malvados, que pusiste a prueba a los que se llamaban apóstoles sin serlo y descubriste que eran unos embusteros. Eres tenaz, has sufrido por mí y no te has rendido a la fatiga; pero tengo en contra tuya que has abandonado el amor primero. Recuerda de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a proceder como antes»».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R.: Ap 2, 7b)

R. Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida.

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R.

Será como un árbol,
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R.

Aleluya Jn 8, 12b

Yo soy la luz del mundo
—dice el Señor—;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.

EVANGELIO

¿Qué quieres que haga por ti? —Señor, que vea otra vez

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 35-43

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.

Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron:

—«Pasa Jesús Nazareno».

Entonces gritó:

—«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».

Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:

—«¡Hijo de David, ten compasión de mí!».

Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.

Cuando estuvo cerca, le preguntó:

—«¿Qué quieres que haga por ti?».

Él dijo:

—«Señor, que vea otra vez».

Jesús le contestó:

—«Recobra la vista, tu fe te ha curado».

En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios.

Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Palabra del Señor.

Martes

PRIMERA LECTURA

Si alguien me abre, entraré y comeremos juntos

Lectura del libro del Apocalipsis 3, 1-6. 14-22

Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía:

«Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así:

«Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen.

El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias».

Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así:

«Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: ‘Soy rico, tengo reservas y nada me falta’. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.

A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.

Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga la que dice el Espíritu a las Iglesias»».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5 (R.: Ap 3, 21)

R. Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí.

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R.

El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R.

Aleluya 1Jn 4, 10b

Dios nos amó y nos envió a su Hijo
como víctima de propiciación por nuestros pecados.

EVANGELIO

El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.

Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió en una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:

—«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».

Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:

—«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».

Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:

—«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más».

Jesús le contestó:

—«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.

Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor.

Miércoles

PRIMERA LECTURA

Santo es el Señor, soberano de todo: el que era y es y viene

Lectura del libro del Apocalipsis 4, 1-11

Yo, Juan, en la visión vi en el cielo una puerta abierta; la voz con timbre de trompeta que oí al principio me estaba diciendo:

«Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después».

Al momento caí en éxtasis. En el cielo había un trono y uno sentado en el trono. El que estaba sentado en el trono brillaba como jaspe y granate, y alrededor del trono había un halo que brillaba como una esmeralda.

En círculo alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y sentados en ellos veinticuatro ancianos con ropajes blancos y coronas de oro en la cabeza. Del trono salían relámpagos y retumbar de truenos; ante el trono ardían siete lámparas, los siete espíritus de Dios, y delante se extendía una especie de mar transparente, parecido al cristal.

En el centro, alrededor del trono, había cuatro seres vivientes cubiertos de ojos por delante y por detrás: El primero se parecía a un león, el segundo a un novillo, el tercero tenía cara de hombre y el cuarto parecía un águila en vuelo. Los cuatro seres vivientes, cada uno con seis alas, estaban cubiertos de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan sin pausa:

«Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo: el que era y es y viene».

Y cada vez que los cuatro seres vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adorando al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas ante el trono, diciendo:

«Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad
lo que no existía fue creado».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 150, 1-2. 3-4. 5-6 (R.: Ap 4, 8b)

R. Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo.

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza. R.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas. R.

Alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta
alabe al Señor. R.

Aleluya Cf. Jn 15, 16

Yo os he elegido del mundo, para que vayáis y deis fruto,
y vuestro fruto dure
—dice el Señor—.

EVANGELIO

¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 11-28

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro.

Dijo, pues:

—«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.

Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles:

«Negociad mientras vuelvo».

Sus conciudadanos, que le aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar:

«No queremos que él sea nuestro rey».

Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.

El primero se presentó y dijo:

«Señor, tu onza ha producido diez».

Él le contestó:

«Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades».

El segundo llegó y dijo:

«Tu onza, señor, ha producido cinco».

A ése le dijo también:

«Pues toma tú el mando de cinco ciudades».

El otro llegó y dijo:

«Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres un hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras».

Él le contestó:

«Por tu boca te condeno, empleado holgazán.

¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro?

Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco?

Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses».

Entonces dijo a los presentes:

«Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez».

Le replicaron:

«Señor, si ya tiene diez onzas».

«Os digo: ‘Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene’.

Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia»».

Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Palabra del Señor.

Jueves

PRIMERA LECTURA

El Cordero fue degollado y con su sangre nos compró de toda nación

Lectura del libro del Apocalipsis 5, 1-10

Yo, Juan, a la derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, gritando a grandes voces:

—«¿Quién es digno de abrir el rollo y soltar sus sellos?».

Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el rollo y ver su contenido. Yo lloraba mucho, porque no se encontró a nadie digno de abrir el rollo y de ver su contenido.

Pero uno de los ancianos me dijo:

—«No llores más. Sábete que ha vencido el león de la tribu de Judá, el vástago de David, y que puede abrir el rollo y sus siete sellos».

Entonces vi delante del trono, rodeado por los seres vivientes y los ancianos, a un Cordero en pie; se notaba que lo habían degollado, y tenía siete cuernos y siete ojos —son los siete espíritus que Dios ha enviado a toda la tierra—. El Cordero se acercó, y el que estaba sentado en el trono le dio el libro con la mano derecha.

Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante él; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume —son las oraciones de los santos—. Y entonaron un cántico nuevo:

«Eres digno de tomar el libro
y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado y con tu sangre
compraste para Dios
hombres de toda raza,
lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b (R.: cf. Ap 5, 10)

R. Has hecho de nosotros para nuestro Dios
un reino de sacerdotes.

O bien:

R. Aleluya.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R.

Aleluya Cf. Sal 94, 8ab

No endurezcáis hoy vuestro corazón;
escuchad la voz del Señor.

EVANGELIO

¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 41-44

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:

—«¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!

Pero no: está escondido a tus ojos.

Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra.

Porque no reconociste el momento de mi venida».

Palabra del Señor.

Viernes

PRIMERA LECTURA

Cogí el librito y me lo comí

Lectura del libro del Apocalipsis 10, 8-11

Yo, Juan, oí cómo la voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo, diciendo:

—«Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra».

Me acerqué al ángel y le dije:

—«Dame el librito».

Él me contestó:

—«Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor».

Cogí el librito de mano del ángel y me lo comí; en la boca sabía dulce como la miel, pero, cuando me lo tragué, sentí ardor en el estómago.

Entonces me dijeron:

—«Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 118, 14. 24. 72. 103. 111. 131 (R.: 103a)

R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!

Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R.

Tus preceptos son mi delicia,
tus decretos son mis consejeros. R.

Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R.

¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca! R.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón. R.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R.

Aleluya Jn 10, 27

Mis ovejas escuchan mi voz
—dice el Señor—,
y yo las conozco, y ellas me siguen.

EVANGELIO

Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 45-48

En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:

—«Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos»».

Todos los días enseñaba en el templo.

Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Palabra del Señor.

Sábado

PRIMERA LECTURA

Estos dos profetas eran un tormento para los habitantes de la tierra

Lectura del libro del Apocalipsis 11, 4-12

Me fue dicho a mí, Juan:

—«Éstos son mis dos testigos, los dos olivos y los dos candelabros que están en la presencia del Señor de la tierra. Si alguno quiere hacerles daño, echarán fuego por la boca y devorarán a sus enemigos; así, el que intente hacerles daño morirá sin remedio. Tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no llueva mientras dura su profecía; tienen también poder para transformar el agua en sangre y herir la tierra a voluntad con plagas de toda especie.

Pero, cuando terminen su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los derrotará y los matará. Sus cadáveres yacerán en la calle de la gran ciudad, simbólicamente llamada Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Durante tres días y medio, gente de todo pueblo y raza, de toda lengua y nación, contemplarán sus cadáveres, y no permitirán que les den sepultura. Todos los habitantes de la tierra se felicitarán por su muerte, harán fiesta y se cambiarán regalos; porque estos dos profetas eran un tormento para los habitantes de la tierra».

Al cabo de los tres días y medio, un aliento de vida mandado por Dios entró en ellos y se pusieron de pie, en medio del terror de todos los que lo veían. Oyeron entonces una voz fuerte que les decía desde el cielo:

—«Subid aquí».

Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 143, 1. 2. 9-10 (R.: 1a)

R. Bendito el Señor, mi Roca.

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R.

Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos. R.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo. R.

Aleluya Cf. 2Tm 1, 10

Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte
y sacó a la luz la vida, por medio del Evangelio.

EVANGELIO

No es Dios de muertos, sino de vivos

Lectura del santo evangelio según san Lucas 20, 27-40

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:

—«Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella».

Jesús les contestó:

—«En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.

Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos».

Intervinieron unos escribas:

—«Bien dicho, Maestro».

Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.



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