Semana 4 de Tiempo Ordinario en el Año Par, según el Leccionario IV, la Iglesia Católica se embarca en un viaje continuo a través de la rica Palabra de Dios, ofreciendo a los fieles una secuencia de lecturas que iluminan la vida y enseñanzas de Jesucristo y la aplicación de su mensaje en la vida diaria. Este período se caracteriza por una inmersión profunda en las Escrituras, con un énfasis particular en los textos del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento que se alternan con los años impares, asegurando así una cobertura comprensiva y variada de la Biblia a lo largo de dos años.
Durante el Año Par, el Leccionario IV selecciona cuidadosamente lecturas del Antiguo Testamento que resaltan la promesa de Dios y su fidelidad hacia su pueblo, así como pasajes del Nuevo Testamento que se enfocan en las parábolas y enseñanzas de Jesús, especialmente aquellas que se encuentran en los Evangelios de Lucas y Juan. Estas selecciones están diseñadas para profundizar la comprensión y la relación de los fieles con Dios, animándolos a reflexionar sobre su propio camino de fe en respuesta a la Palabra.
4ª Semana de Tiempo Ordinario. Años pares
Lunes
PRIMERA LECTURA
Huyamos de Absalón. Dejad a Semeí que me maldiga,
porque se lo ha mandado el Señor
Lectura del segundo libro de Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13a
En aquellos días, uno llevó esta noticia a David:
—«Los israelitas se han puesto de parte de Absalón».
Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén:
—«¡Ea, huyamos! Que, si se presenta Absalón, no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, no sea que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre nosotros, y pase a cuchillo la población».
David subió la Cuesta de los Olivos; la subió llorando, la cabeza cubierta y los pies descalzos. Y todos sus compañeros llevaban cubierta la cabeza y subían llorando.
Al llegar el rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá, insultándolo según venía. Y empezó a tirar piedras a David y a sus cortesanos —toda la gente y los militares iban a derecha e izquierda del rey—, y le maldecía:
—«¡Vete, vete, asesino, canalla! El Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras tú has caído en desgracia, porque eres un asesino».
Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey:
—«Ese perro muerto, ¿se pone a maldecir a mi señor? ¡Déjame ir allá, y le corto la cabeza!».
Pero el rey dijo:
— «¡No os metáis en mis asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que, si el Señor le ha mandado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas?».
Luego dijo David a Abisay y a todos sus cortesanos:
—«Ya veis. Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme, ¡y os extraña ese benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha mandado el Señor. Quizás el Señor se fije en mi humillación y me pague con bendiciones estas maldiciones de hoy».
David y los suyos siguieron su camino.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 3, 2-3, 4-5. 6-7 (R.: 7b)
R. Levántate, Señor, sálvame.
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios». R.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito, invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo. R.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor. R.
Aleluya Lc 7, 16
Un gran Profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.
EVANGELIO
Espíritu inmundo, sal de este hombre
Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.
Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:
—«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque Jesús le estaba diciendo:
—«Espíritu inmundo, sal de este hombre».
Jesús le preguntó:
—«¿Cómo te llamas?».
Él respondió:
—«Me llamo Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
—«Déjanos ir y meternos en los cerdos».
Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.
Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
—«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia».
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Palabra del Señor.
Martes
PRIMERA LECTURA
¡Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en vez de ti!
Lectura del segundo libro de Samuel 18, 9-10. 14b. 24-25a. 30—19, 3
En aquellos días, Absalón fue a dar en un destacamento de David.
Iba montado en un mulo, y, al meterse el mulo bajo el ramaje de una encina copuda, se le enganchó a Absalón la cabeza en la encina y quedó colgando entre el cielo y la tierra, mientras el mulo que cabalgaba se le escapó.
Lo vio uno y avisó a Joab:
—«¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!».
Agarró Joab tres venablos y se los clavó en el corazón a Absalón.
David estaba sentado entre las dos puertas.
El centinela subió al mirador, encima de la puerta, sobre la muralla, levantó la vista y miró: un hombre venía corriendo solo.
El centinela gritó y avisó al rey. El rey dijo:
—«Retírate y espera ahí».
Se retiró y esperó allí. Y en aquel momento llegó el etíope y dijo:
—«¡Albricias, majestad! ¡El Señor te ha hecho hoy justicia de los que se habían rebelado contra ti!».
El rey le preguntó:
—«¿Está bien mi hijo Absalón?».
Respondió el etíope:
—«¡Acaben como él los enemigos de vuestra majestad y cuantos se rebelen contra ti!».
Entonces el rey se estremeció, subió al mirador de encima de la puerta y se echó a llorar, diciendo mientras subía:
—«¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en vez de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!».
A Joab le avisaron:
—«El rey está llorando y lamentándose por Absalón».
Así la victoria de aquel día fue duelo para el ejército, porque los soldados oyeron decir que el rey estaba afligido a causa de su hijo.
Y el ejército entró aquel día en la ciudad a escondidas, como se esconden los soldados abochornados cuando han huido del combate.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 85, 1-2. 3-4. 5-6 (R.: 1a)
R. Inclina tu oído, Señor, escúchame.
Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti. R.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti. R.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R.
Aleluya Mt 8, 17
Cristo tomó nuestras dolencias
y cargó con nuestras enfermedades.
EVANGELIO
Contigo hablo, niña, levántate
Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
—«Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
—«¿Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaron:
—«Ves como te apretuja la gente y preguntas: «¿Quién me ha tocado?»».
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.
Él le dijo:
—«Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
—«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
—«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
—«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
—«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
Miércoles
PRIMERA LECTURA
Soy yo el que ha pecado, haciendo el censo de la población.
¿Qué han hecho estas ovejas?
Lectura del segundo libro de Samuel 24, 2. 9-17
En aquellos días, el rey David ordenó a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él:
—«Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a hacer el censo de la población, para que yo sepa cuánta gente tengo».
Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá quinientos mil.
Pero, después de haber hecho el censo del pueblo, a David le remordió la conciencia y dijo al Señor:
—«He cometido un grave error. Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque ha hecho una locura».
Antes que David se levantase por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió la palabra del Señor:
—«Vete a decir a David: «Así dice el Señor: Te propongo tres castigos; elige uno, y yo lo ejecutaré»».
Gad se presentó a David y le notificó:
—«¿Qué castigo escoges? Tres años de hambre en tu territorio, tres meses huyendo perseguido por tu enemigo, o tres días de peste en tu territorio. ¿Qué le respondo al Señor, que me ha enviado?».
David contestó:
—«¡Estoy en un gran apuro! Mejor es caer en manos de Dios, que es compasivo, que caer en manos de hombres».
Y David escogió la peste. Eran los días de la recolección del trigo.
El Señor mandó entonces la peste a Israel, desde la mañana hasta el tiempo señalado.
Y desde Dan hasta Berseba, murieron setenta mil hombres del pueblo.
El ángel extendió su mano hacia Jerusalén para asolarla.
Entonces David, al ver al ángel que estaba hiriendo a la población, dijo al Señor:
—«¡Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el culpable! ¿Qué han hecho estas ovejas? Carga la mano sobre mí y sobre mi familia».
El Señor se arrepintió del castigo, y dijo al ángel, que estaba asolando a la población:
—«¡Basta! ¡Detén tu mano!».
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 31, 1-2. 5. 6. 7 (R.: cf. 5c)
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito. R.
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.
Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R.
Aleluya Jn 10, 27
Mis ovejas escuchan mi voz
—dice el Señor—,
y yo las conozco, y ellas me siguen.
EVANGELIO
No desprecian a un profeta más que en su tierra
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
—«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía:
—«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor.
Jueves
PRIMERA LECTURA
Yo emprendo el viaje de todos. ¡Ánimo, Salomón, sé un hombre!
Lectura del primer libro de los Reyes 2, 1-4. 10-12
Estando ya próximo a morir, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón:
—«Yo emprendo el viaje de todos. ¡Ánimo, sé un hombre! Guarda las consignas del Señor, tu Dios, caminando por sus sendas, guardando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están escritos en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todas tus empresas, dondequiera que vayas; para que el Señor cumpla la promesa que me hizo: «Si tus hijos saben comportase, caminando sinceramente en mi presencia, con todo el corazón y con toda el alma, no te faltará un descendiente en el trono de Israel»».
David fue a reunirse con sus antepasados y lo enterraron en la Ciudad de David.
Reinó en Israel cuarenta años: siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
Salomón le sucedió en el trono, y su reino se consolidó.
Palabra de Dios.
Interleccional: 1Crónicas 29, 10. 11ab. 11d-12a. 12bcd (R.: 12b)
R. Tú eres Señor del universo.
Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos. R.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. R.
Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria. R.
Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos. R.
Aleluya Mc 1, 15
Está cerca el reino de Dios
—dice el Señor—:
convertíos y creed en el Evangelio.
EVANGELIO
Los fue enviando
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
—«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor.
Viernes
PRIMERA LECTURA
De todo corazón amó David a su Creador, entonando salmos cada día
Lectura del libro de Sirácida 47, 2-13
Como la grasa es lo mejor del sacrificio,
así David es el mejor de Israel.
Jugaba con leones como con cabritos,
y con osos como con corderillos;
siendo un muchacho, mató a un gigante,
removiendo la afrenta del pueblo,
cuando su mano hizo girar la honda,
y derribó el orgullo de Goliat.
Invocó al Dios Altísimo,
quien hizo fuerte su diestra
para eliminar al hombre aguerrido
y restaurar el honor de su pueblo.
Por eso le cantaban las mozas,
alabándolo por sus diez mil.
Ya coronado, peleó
y derrotó a sus enemigos vecinos,
derrotó a los filisteos hostiles,
quebrantando su poder hasta hoy.
De todas sus empresas daba gracias,
alabando la gloria del Dios Altísimo;
de todo corazón amó a su Creador,
entonando salmos cada día;
trajo instrumentos para servicio del altar
y compuso música de acompañamiento;
celebró solemnemente fiestas
y ordenó el ciclo de las solemnidades;
cuando alababa el nombre santo,
de madrugada, resonaba el rito.
El Señor perdonó su delito
y exaltó su poder para siempre;
le confirió el poder real
y le dio un trono en Jerusalén.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 17, 31. 47 y 50. 51 (R.: cf 47b)
R. Bendito sea mi Dios y Salvador.
Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen. R.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre. R.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre. R.
Aleluya Cf. Lc 8, 15
Dichosos los que con un corazón noble y generoso
guardan la palabra de Dios
y dan fruto perseverando.
EVANGELIO
Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:
—«Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él».
Otros decían:
—«Es Elías».
Otros:
—«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
—«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
—«Pídeme lo que quieras, que te lo doy».
Y le juró:
—«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
—«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
—«La cabeza de Juan, el Bautista».
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
—«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor.
Sábado
PRIMERA LECTURA
Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo
Lectura del primer libro de los Reyes 3, 4-13
En aquellos días, Salomón fue a Gabaón a ofrecer allí sacrificios, pues allí estaba la ermita principal.
En aquel altar ofreció Salomón mil holocaustos.
En Gabaón el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
—«Pídeme lo que quieras».
Respondió Salomón:
—«Tú le hiciste una gran promesa a tu siervo, mi padre David, porque caminó en tu presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón; y le has cumplido esa gran promesa, dándole un hijo que se siente en su trono: es lo que sucede hoy.
Pues bien, Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?».
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo:
—«Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.
Y te daré también lo que no has pedido: riquezas y fama, mayores que las de rey alguno».
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 118, 9. 10. 11. 12. 13. 14 (R.: 12b)
R. Enséñame, Señor, tus leyes.
¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras. R.
Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti. R.
Bendito eres, Señor,
enséñame tus leyes. R.
Mis labios van enumerando
los mandamientos de tu boca. R.
Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R.
Aleluya Jn 10, 27
Mis ovejas escuchan mi voz
—dice el Señor—,
y yo las conozco, y ellas me siguen.
EVANGELIO
Andaban como ovejas sin pastor
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
—«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Palabra del Señor.
✠ Versículos alternativos para el Aleluya
Ver índice de Semanas del año II – Tiempo Ordinario del Año Par